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Felipe Fuentealba.
Hay como un quejido entre la hierba y el agua que se seca sobre la tierra.
Tiene empeñados los atuendos de otro estío.
Bajo ese polvo que se llevó el paso de la estaciones
Fueron mis huellas a la siga del olvido
Sordo en la espera de que esta cima llegue de una vez por todas al cielo.
De qué presumíamos el verano pasado, de qué cosa: de que esta roca era isla,
Es la lengua del mar/decías /lamió el muslo de Dios y fue piedra.
De esa lejanía somos nada más que la saliva/el decir se nos resbala/lava
El viento nuestros techos/echando por tierra nuestra rabia.
Un canto nuestro entonces es la niebla corriéndose entre los pinos:
Verdes quedamos /verdaderamente visiones de vertiente tenemos/vértigo
De vernos aventados a la altura de un cerro que cava hacia arriva,
Que va cavando una cueva en la noche/que una cueva va cavando hacia arriva
Y no cede/porque no cede/es que no cede.
Envuelto en sí mismo será cosa entre las cosas, vagará entre ellas,
Se alojará entre ellas, luego en la realidad
O en lo que sea para no ser una cosa, para ser otra cosa o para saber.
En lo podrido rige la muerte y la carne es echada a los gusanos que rige la muerte.
Porque sabe el yo seco que vendrán a cubrirlo con un sudario,
Porque sabe que la piel envanecida sobre la que escribe, enmohecerá
Un día me enredé en tus pantys como una reineta delirante. Y cada vez que tú
cantabas me arrancabas de la noche y me dejabas sobre el amor como sin aire.
Chico Malilla conversa con el narrador sobre la problemática del seudónimo
Un lustro
Al final de un relámpago
Algo puede estar quemándose,
O desapareciendo en el fondo del valle
O nada ha ocurrido.
Es sólo lluvia en invierno,
El frío que crea sus espejismos.
Los días tejen la idea que nos hacemos de las cosas,
Gastan los pedernales, las sedas, los limones,
instrumentos de toda naturaleza.
Cabellos blancos que crecen en los cadáveres de los seres amados.
Imágenes que la ventana nos regala para que la procuremos
Somos el catastro de esas insignificancias:
Cuando se derrama la taza hirviendo sobre el niño,
Cuando el perro huye de casa,
Cuando cortas árboles que la tormenta botó,
Cuando ves caballos en el abrevadero y es de noche,
Cuando el semen toca su piel,
Y alguien te dice en silencio un secreto.
La sal
Tu mano es la deuda,
sé que no puedes hacer concesiones,
ni para mí,
tu sangre encarnada,
estamos al pie de la carretera,
y llueve, parece simple:
una escena de Robert Frank,
no del evangelio.
He cubierto todo trazo hacia la verdad,
limpié las huellas hasta aquí
expuestas.
Puedes acometer,
todo avance hacia la verdad es una pérdida de tiempo.
Las cosas simples son las más crueles,
en ellas se alojan las cosas que caen
y como si nada ocurriese
se quiebran,
como ahora las gotas de lluvia.