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El silencio y el ruido desde la perspectiva de las

mártires de la pureza

Por Andrea Esther Valdés Pérez

Las mártires cristianas fueron mujeres de suma importancia para la religión cristiana, ya
que sobre su sangre, y la de sus homólogos hombres, se pudo fundar y cimentar el
imperio católico. Gracias a estos sacrificios testimoniales que siguen los pasos de la
pasión de Jesucristo, la iglesia, durante la persecución, pudo usar dichos procesos de
martirio para fortalecer sus palabras y tener una conexión que generaras aún más empatía
con nuevos creyentes, pues estos mártires fueron usados como héroes, y como puente
entre lo terrenal y lo divino, y se le llamó por mucho tiempo como la forma más grande
de entrega y que prometía el pase directo al paraíso, llegando a negar las formas de poder
que exigieran un reconocimiento glorioso, como el César en el tiempo romano, durante el
cual se dieron las primeras persecuciones, las cuales están documentadas en las actas de
martirio. Estos personajes aceptaban joviales y abnegados la muerte, pues rechazaban su
vida por Cristo y se sometían además un proceso de juicio, rechazo y tortura. Sin
embargo, es a partir de estos actos históricos, políticos y sociales, que se puede notar el
trato incomparable entre los mártires masculinos y las mártires femeninas, las cuales
además de ser cuestionadas y juzgabas por seguir una ideología prohibida, eran
repudiadas por transgredir y abandonar su papel social, por alzar la voz en contra de la
ley, y además eran tratadas con una violencia y un morbo que sus compañeros hombres
no experimentaban. Este específico tratamiento dado al cuerpo femenino exponía la
necesidad social y del estado patriarcal por mantenerlo bajo control, eliminando a todas
aquellas que no se sometiera al arquetipo femenino material, pasional, débil y pasivo,
lejos de lo racional y limitado al papel de madre o puta (Pedregal, 2000).
Sin embargo, el estado mártir abarca muchos elementos y es un proceso que va desde lo
público a lo íntimo y viceversa, y contempla de la misma forma el concepto del ruido y el
silencio de forma cercana y necesaria, siendo estos los que llevan la narrativa del
martirio, expuestos en todos los tipos de representaciones que se han dado a lo largo de la
historia, siendo así mostrados desde en las actas de martirio como en las pinturas de los
mártires.

El ruido es definido por la RAE (2019) como un sonido inarticulado, por lo general
desagradable, o también como la repercusión pública de algún hecho. Juntando estas dos
visiones, la antropóloga sonora Lidia Domínguez (2015) habla de que el ruido es
considerado violencia acústica, es decir que a través del sonido se ejerce una forma de
agresión, la cuál va más allá del volumen, pues se enfoca más al obligar a alguien a
escuchar lo que no se quiere. Uno de los conceptos más importantes en el ruido como
violencia es el grito, pues este posee una carga simbólica muy intensa, al ser un
mecanismo de control, una expresión de fuerza, de guerra, de enojo, de disciplina, o de
sufrimiento. Desde la visión del martirio, el ruido va relacionado con la violencia, sobre
“los efectos negativos que la potencia sonora produce sobre el cuerpo” (Domínguez,
2015) el cuerpo que es femenino, que es violentado, cuestionado y sometido. Este ruido,
provocado por jueces y por la mismo sociedad es ejercido como impositivo, carnal y
violento. El ruido no necesariamente debe ser público, pero sí es pesado y corporal.

El martirio de Santa Águeda

Giovanni Battista Tiepolo Gaspar de Palencia

En estas dos imágenes del martirio de Santa Águeda es bastante notable la violencia del
ruido, el cuerpo público, la súplica, y dolor. Sobre todo se siente el sufrimiento del
cuerpo lo cual deriva en un ruido interno en el personaje principal. Además del ruido en
el contexto y en la escena, de forma iconografía, destaca que la mayoría de los personajes
están en primer plano, iluminados.
La piedad

Teresa Grasa Jordán

En esta pintura de 1972, destaca el ruido indirecto, de forma ambigua, el ruido de la


violencia destaca por la carnalidad y la despersonalización a pesar de que identifiquemos
de quienes son los cuerpos, pues la violencia al igual que el ruido es muy matérica y
caótica.
Santa Teresa con la Virgen y San José

Andrea Vaccaro

Esta pintura demuestra la violencia de forma sutil, así como el ruido, pues ningún
personaje está interiorizando, el misticismo de la escena se pierde al ser tan cargada y
pesada por la reacción ante la virgen que se está mostrando, disfrutando de los honores.
Y es que el ruido, como menciona Lara González (2014) es una manifestación del sonido,
y este a su vez, es una manifestación del mundo físico, pues puede ser creado por la
naturaleza o puede ser creado por el ser humano. El ruido no sólo se refiere al sonido
maximizado, muy alto, de mucha intensidad, sino que es importante considerar que
también puede ser aquello repetitivo, aunque sea sutil, se le considera negativo,
indeseable. Y es bastante curioso relacionarlo a esta pieza ya que aunque está planeada
para representar una escena sacra, el ruido sutil, esa molestia pequeña se interna entre el
ambiente y entre los dedos de la virgen, entre los ojos y la corona de Santa teresa, que se
siente hinchada de narcicismo. Surgiendo así otra interpretación de lo violento, la cual no
se queda solo en lo impetuoso, en la ira, en la intensidad extraordinaria, sino también
significa aquello que esta fuera de su natural estado, que es falso. (RAE, 2019)

Sin embargo, el silencio se desliza sutilmente dentro de estos cuadros, pues este no es
solo un contrario, sino más bien, resulta en un complemento del ruido, que lo exalta, lo
realza. El silencio de la misma forma necesita del ruido, de la palabra, su existencia es
paralela (Mateu, 2001); “toda palabra es duda/todo silencio es otra duda” (Juarroz, 2002)
Y aún así, el silencio está relacionado con la ausencia, no por el contario, el ruido con la
ausencia de silencio, de hecho la RAE (2019) define silencio como la falta de ruido.
Parece ser casi como un miedo a este, a la interiorización, o más bien, una característica
de la sociedad occidental que resalta la superioridad de la palabra sobre el silencio, este
desprecio del silencio viene de el entendimiento de este como paulatina
deshumanización, sin embargo, ello no debe ser necesariamente algo malo. Y es que
como dice Heidegger, el silencio posee esa carga porque es de carácter voluntario, al
menos en lo seres humanos, y es lo que le da ese significado.
La despersonalización tal vez es el salto que nos lleva del silencio al misticismo, a la
introspección, ¿tal vez cuando nos sentimos menos nosotros podemos llegar a ser más
consientes? ¿Tal vez es por eso la intensidad del silencio en el estado mártir? En esta
intensidad de la que hablamos encontramos el éxtasis, y el choque simbólico que es un
acuerdo táctico y silencioso para el misticismo, “pues sin duda lo divino es para el
místico un gran silencio que se hace evidente entre más grueso y denso sea el sucederse
del mundo” ( Matamtoros, 2000)
En el arte, este misticismo puede representarse en el arte contemplativo, y si bien no
necesariamente es a partir de este que se presenta el silencio, representando lo espiritual y
lo inmaterial. Sin embargo el arte contemplativo se centra más que nada en la
monocromía y la economía de elementos, y dentro del silencio y del misticismo se debe
enfocar más en el cuidado del espacio y el trato de el personaje o lo personajes que
interactúan en él, pues el silencio genera una experiencia introspectiva en el espectador.
Madonna en Gloria (Detalle)

Carlo Dolci

En este detalle del rostro de pintura de Carlo Dolci vemos a la Madonna en Gloria, en
éxtasis, en un estado de misticismo, de total introspección, donde ella está fuera de sí,
experimentando el silencio, y conectada a lo divino. En este estado parcial de
despersonalización queda fuera lo corporal, y ella misma en ese estado extracorporal se
une a lo eterno.
El martirio de Santa Águeda

Andrea Vaccaro

En estas otras dos obras de Andrea Vaccaro, él representa el mismo hecho que los dos
primeros ejemplos de ruido, el martirio de Santa Águdea, un acto horrible lleno de
violencia, tortura e inhumanidad lo presenta de dos formas místicas, silenciosas y
sublimes. Cuando le cortaron los pechos a Santa Águeda no sólo sufrió inmensamente,
sino que se entregó por completo a Jesucristo. En este estado de martirio, Santa Águeda
deja su cuerpo a través de la mirada, puede ser que haya más gente o no, que estén sus
verdugos en su celda, pero todo eso no importa, porque ella pasa a otro plano, en el
silencio absoluto para conectarse con este dios, que puede ser cualquier dios en su
misticismo.
La piedad

William Bourguereau

Finalmente, ésta conexión entre el ruido y el silencio, la vemos presentada en ésta otra
piedad, distinta a la del ejemplo de la piedad del ruido, sin embargo la conexión se da
gracias al dolor, al martirio de la virgen, el silencio sepulcral de su mirada ante el
sufrimiento extremo de la pérdida que anula a todos los otros personajes y su caos, que
pareciera ser un dolor fingido y llega a molestar, y una violencia por su presencia en ese
momento tan íntimo. María mira a la nada, perdida, sin protestar, ni quejarse, sufre en
silencio, por el silencio (muerte) de su hijo .
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