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Universidad Católica de Santiago de Guayaquil

Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación


Psicología Clínica

Ensayo
La psicosis ordinaria y su uso para el diagnóstico

Materia:
Teoría y clínica de la psicosis

NOMBRE
Andrea García Z

Febrero 19 del 2019


La concepción de la psicosis ordinaria significó para el psicoanálisis el
esclarecimiento de una nueva categoría, una nueva posibilidad ante la duda que se planteaba
frente los casos difíciles o raros. Estos casos implican que el analista, o en su defecto el
psicólogo, no puede determinar a qué estructura psíquica se orienta, es decir, la dificultad
para delimitar una obsesión, una histeria o una psicosis. El origen de este nuevo término dio
lugar a una discusión con la psicología americana, ya que, además, la definición exacta de
este término no ha sido delimitado. Sin embargo, el uso de esta nueva categoría ha facilitado
el diagnóstico, ya que además de brindar la lista clásica de síntomas correspondientes a cada
estructura, ofrece una serie de criterios sobre cómo identificarla, encontradas en las
externalidad que se relacionan con los tres registros. A pesar de contar con tres estructuras, a
diferencia del sistema del DSM, el psicoanálisis aún enfrenta dificultades al momento de
desarrollar un diagnóstico, tratando de encontrar nuevos criterios para facilitar este trabajo.

El psicoanálisis se reconoce como una ciencia o disciplina que ha cambiado mucho a


través del tiempo. Sus conceptos han sido re-editados, cambiados, negados, rechazados,
incluso combinados con otras teorías o debatidos. Para la psicología americana, enfocada en
lo yo, estos constantes cambios han causado estrago. Concentrada usualmente en la
estadística y en la exactitud, el desconocimiento de las definiciones de términos y cómo estos
van a evolucionar siempre han parecido una desventaja. La cuestión con la psicosis ordinaria
es que su planteamiento fue una invitación para cada analista (o teórico) a elaborar sus
propios conceptos: la psicosis ordinaria era solo el nombre para elaborar un concepto a
posteriori, una definición basada en el estudio de los casos. A esto se le debe agregar el
carácter dinámico del psicoanálisis; desde el inicio, el psicoanálisis ha conjugado otras
ciencias y disciplinas, sin desechar el peso de la genética o del ambiente. De igual forma, esta
teoría no podría permitir que el análisis de casos se vea determinado por una crítica binaria: o
es psicosis o es neurosis (Miller, 2015, p.2). Es de aquí que parten los casos indefinidos, que
permanecen sin diagnóstico y que incluso son acercados con recelo o temor por los analistas,
ya que no hay una seguridad de que estructura subjetiva remiten. Al romper con este modelo,
cuando Miller habla de la psicosis ordinaria refiere a ese tercero excluido, ese nombramiento
que se encuentra en medio.

Se puede establecer la diferencia fundamental de la neurosis y la psicosis. Partiendo


del mundo imaginario, referente a las primeras experiencias especulares, en la neurosis se
está hablando de normalidad, de casos repetitivos y comunes: el niño se observa en el espejo,
se aprende, recibe los significantes que le otorga el otro, responde al deseo materno
aceptando los nombres que este otro primordial le provee. En la psicosis, no obstante, no se
refiere a una total construcción imaginaria del cuerpo. El cuerpo en la psicosis está
fragmentado, es absorbido por el deseo materno y se convierte así en el objeto de deseo, el
único objeto de la madre completándola y completando su deseo. A esta nueva construcción
imaginaria se le atribuye después el orden simbólico. El orden simbólico, como indica,
establece un orden, ejerce un control sobre los significantes e incluso sobre las
significaciones, ya que permite limitar el goce. El orden simbólico corresponde al lenguaje, a
los límites, que se pueden asociar con la resolución de la metáfora paterna: la castración tiene
lugar, el cuerpo se significa alrededor de una falta o vacío, y el goce queda recortado y
limitado. Se puede asemejar esto a las operaciones fundamentales de la alienación y
separación. En la neurosis, el sujeto corresponde y se aliena a los significantes del otro, pero
parte de su propia decisión involucra salir de este lugar de deseo, dejar caer el objeto, asumir
la falta y la prohibición, y buscar la satisfacción en otros objetos. En la psicosis, en cambio, el
sujeto queda alienado a los significantes del otro, y no cede a su propio deseo, sino que cede
al goce del otro materno.

Cuando no hay recorte de goce, se da cuenta de la ausencia del Nombre del Padre. No
obstante, se recuerda que el Nombre del Padre puede ser suplantado. Cuando no hay un
significante que este delimitando el goce, el sujeto en la psicosis se aproxima creando otro
tipo de metáfora, la metáfora delirante. De esta forma también puede entenderse a la metáfora
delirante como una forma de suplencia, ya que está supliendo esta ausencia de un significante
primordial. Además, es importante mencionar que de todas formas el Nombre del Padre, aun
en la neurosis, puede ser encarnado por objetos, labores, personas, entre otras; así como una
neurosis puede ser menos estable, al tener un Nombre del Padre endeble. En la psicosis, el
sujeto se sostiene con un nombre que le haga su propia función en la metáfora delirante. Por
eso se refiere al Nombre del Padre como un predicado, como un agregado para el sujeto, que
cobrará valor solo si este puede cumplir.

Una vez explicadas estas diferencias constitucionales, el criterio clave que permite
aclarar el diagnóstico se puede encontrar en las externalidades. La neurosis puede
aproximarse a la psicosis, las ideas obsesivas o las afecciones del cuerpo pueden llegar a
copiar el automatismo mental o la extrañeza del cuerpo que ocurre en la psicosis. A estos
casos difíciles Miller agrega las tres externalidades, así se pueden identificar pequeños
criterios que se usan para el diagnóstico clínico, cuando hay lugar en un pequeño desajuste en
estos aspectos. “Jacques-Alain Miller propuso llamar «desenganches» a las crisis suscitadas
por ciertas disfunciones del «aparato del síntoma»: ya sea un desencadenamiento, o una
entrada en la psicosis o ya un momento de desestabilización que preludia una restauración o
una reelaboración del síntoma anterior” (Miller, 2004, p.74).

Puede existir una externalidad social, corporal o subjetiva (Miller, 2015, p.5). En la
externalidad social, hay una identificación con una función social, esta puede ser negativa o
positiva. En la negativa, el sujeto no puede alinearse con una específica labor, hay rechazo y
puede incluso alejarse de distintos círculos: de trabajo, de amigos, de pareja, de familia, entre
otros. En la positiva, en cambio, hay una identificación severa con la labor, impidiendo que el
sujeto sea algo más allá de eso, su nombre se convierte en el del trabajo: ser artista, ser actor,
ser escritor, más allá de ser sujeto. En la externalidad corporal el sujeto trata de ceñir su
cuerpo, de construirlo, ya que sus propios recursos no son suficientes. Esta externalidad se ve
afectada por la modernidad, el uso de piercings o de tatuajes en exceso ya no responden a una
amenaza a la subjetividad, y para estos sujetos ordinarios son una forma de ajustar su cuerpo.
Por último, se habla de una externalidad subjetiva, que refiere al vacío constituyente, sin
embargo, de este vacío se puede dialectizar o no, como se ve en la neurosis en donde puede
ser abordada o en la psicosis que es tan fuerte que no puede llegar a ser nombrada.

El dinamismo de la teoría psicoanalítica permite aproximarse cada vez más al núcleo


patógeno, y la distinción de nuevas categorías ofrece nuevos criterios para identificar y
reconocer las estructuras de los que se atienden. Se distinguen neurosis y psicosis por la
función del Nombre del Padre que toma lugar, pero los puntos medios que se encuentran en
la clínica deben ser esclarecidos, averiguando a qué estructura remiten. Aunque la psicosis
ordinaria es solo otra fórmula para referir a la psicosis, la forma de identificarla puede variar
y puede verse afectada por las diversas manifestaciones de la neurosis.

Miller, J. (2015). Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria. Consecuencias, (15), 1-9.

Miller, J. (2004). La psicosis ordinaria: La convención de Antibes. Buenos Aires: Paidos.

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