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C o l e c c ió n A r c h iv o Fem in is t a

D irig id a p o r Alejandra Castillo


Nelly Richard

Feminismo, género
y diferencia(s)

Palinodia
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ISBN:!>78-'»56.8438 I--3

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D ucfoydM gM nucidn: l'»lo*ru Canillo Morí

Santiago dt Chile. in&rto


índice

Presentación 5

¿Tiene sexo la escritura? 9

Experiencia, teoría y representación <11


lo femenino latinoamericano 29

Los desafíos crítico-políticos


del feminismo deconstructivo 47

El repliegue del feminismo en los años de la transición


y el escenario Bachelet 67

Arce, fugas de identidad y disidencia* de códigos 87

índice de nombres 107

Bibliografía 113
Experiencia, teoría yrepresentación en
lo fem enino-latinoam ericano'

Los grupos feministas han reaccionado diversamente a


la incorporación de la teoría como instrumento de foimación
y lucha intelectuales para las mujeres. Los movimientos fem i­
nistas más directamente vinculados al activismo social tienden
a desconfiar de la teoría por considerarla sospechosa de repro­
ducir las condiciones de desigualdad opresiva ligadas a una
“división del ti abajo” que opone el pensar al hacer, la abstrac­
ción de los libros a la concreción de la experiencia, la especula­
ción mental al contacto físico con la realidad diaria, la clase
media intelectual al m undo popular. Muchas feministas toda­
vía creen que la intelectuali/ación del discurso hace caer a las
mujeres en la trampa falocrática que vincula el podcr-de-la ra­
zón a la razón-como-poder. La teoría sería, para esas feminis­
tas, un discurso de autoridad culpable de repetir la censura
mantenida durante siglos por el do m in io conceptual del Lo-
gos (masculino) sobre la cultura del cuerpo y del deseo que
asocia, namralmcntc, lo femenino a lo subjetivo y lo afectivo
del “yo" vivcncial.

' Esta n u r-t versan c v ís ík J j <ki texto 'Evptricnci» y repccscntación Jo fe m e n in o ,


la l.nin:>.n»Kf <*no* |> jK > c jd a en R tvtM N ' 1 7 6- 1 7 7 . ; j U v d i u f m -
bre i 996. Uni'eródad de IV.tjburgh.
Pero, al mismo tiempo, hay mujeres que han des2 tfo-
llado en la escena cultural del feminismo contemporáneo un
trabajo intensamente teórico que entra en ardua competencia
intelectual con la producción de conocimiento que formulan
las disciplinas. 1.a verdad es que ya no podemos abordar los
signo? "mujer y 'género" sin entrar en diálogo con esta aguda
p r o d u c e n teórica del feminismo más reciente que cruza la
filosofía, el psicoanálisis y la deconsrrucción, la crítica cultu­
ral. El problema es que, mirado desde los bordes inferiores de
una cierta geografía del poder cultural, esta producción de cor­
te poscestructuralista que inspira al feminismo deconstruccivo
lleva inscrita la marca subordinante del contexto académico-
metropolitano que la organiza a través de sus cadenas interna­
cionales de congresos y publicaciones. La relación de conflicto
que se establece entre quienes se ubican en la periferia latinoa­
mericana y la teoría internacional del centro, coma a menudo
la forma de una oposición entre experiencia (el m undo prácti­
co de la vida cotidiana y de la intervención directa en la vida
social) y discurso (el m undo abstracto de la reflexión especula­
tiva y del academicismo).
M e propongo aquí averiguar de qué modo esta oposi­
ción entre experiencia (la realidad latinoamericana) y discurso
(el dispositivo teórico del centro) refuerza la codificación de
una “otredad" de lo femenino y lo latinoamericano peligrosa­
mente asociada a los mitos, los sentimientos y las ideologías
de lo natural como conciencia espontánea v como narración
primaria de un territorio y un cuerpo de origen.
C u e rp o y experiencia

F.l modo cn que cada sujeto concibe y practica las rela­


ciones de género está mediado por todo un sistema de repre­
sentaciones que articula los procesos de subjetividad a través
de formas culturales y convenciones ideológicas l.os signos
“hombre" y “mujer” son construcciones discursivas que el len­
guaje de la cultura proyecta e inscribe cn la superficie anatómi­
ca de los cuerpos, disfrazando su condición de signos (articula
dos y construidos) tras una falsa apariencia de verdades natura­
les. ahistóricas'. Nada más urgente, entonces, para la concien­
cia feminista que rebatir la metafísica de una identidad origi­
naria — fija y permanente— que ata. deterministamente, el
signo "m ujer" a la trampa naturalista de las esencias y las sus­
tancias. Y para cumplit dicha tarea, la critica feminista debe
tomar prioritariamente en cuenta el lenguaje y el discurso, por
que éstos son los medios a través de los cuales se organiza la
ideología cultural que pretende convertir lo masculino y lo
femenino en signos de identidad fijos c invariables a través di-
una formación discursiva que, deliberadamente, confunde it.t-
turalezn y significación para hacernos creer que “la biología es d
destino".
La teoría es lo que forma conciencia acerca del carácter
discursivo de la real-social, exhibiendo cómo la realidad se encuen­
tra siempre intervenida por organizacionesde significados. La teoría
es, también, lo que le permite al sujeto transformar esa realidad

• M . W iu ig tlk c: " H t n w * i k l o o M i p j J i » . t n n o c i i r o t oicrpoj y c u n o r e r u o v e n


k i, i cofffjjxiiulri i uff* por rugo, j U i¿<> Je m tu r ilc » x rxit Kj í iu h 'f í i
A i”. Monique W in ig c iu ¿ i jxh }. Butlrr cn Jixfah Butlcr. 'V ir .x io n a *>bfc «cío
y p o tr o * cn Tetrtj femntJM y M r ú n A M cdi-.oMt Scyli licnhiStb f DiixiÜj
C o rrw ili, V’. ,lrnc«. F d .- o m A lfo fu «I Magn-fnim, 19‘KI, p. 202.
dada como tutturaL al abrir los signos que la formulan a nuevas
combinaciones interpretativa* capaces Je deshacer y rehacer los
trayectos conceptuales que ordenan su comprensión. Para el fe­
minismo, renunciar a la teoría sería privarse de las herramientas
que le permiten emprender y. a la vez, tnintfinm r c\sistema de
imágenes, representaciones y símbolos que componen la lógica
discursiva dq) pensamiento de la identidad social dominante y
sería, además, contribuir pasivamente a que permanezca iricucs-
tionada la manipulación ideológico-discursiva de las categorías
“hombre* y “mujer" de la queso sirve ese pensamiento. Para m u­
chas entonces, el feminismo es teoría, y “el feminismo es teoría
deldisatm. porque es una toma de consciencia de! carácter dis­
cursivo. es decir, histórico-políticodc lo que llamamos realidad,
de su carácter de construcción v producto y, al mismo tiempo, un
intento consciente de participaren el juego político y en ei debate
epistemológico para determinar una transformación en las estruc­
turas sociales y culturales de la sociedad”*'.
Este abordaje semiófico-discursivo de lo social y io cultu­
ral — que deriva de las conquistas teóricas del feminismo postes-
tructuralista— . delseria resultarnos convincente y eficaz (también
en America 1arma) para pensar sobre identidad, diferencia y alte-
ridad. Pero el hecho que la teoría feminista internacional circule a
través de aquella*- lógicas de reproduce ión universitaria que globa
liza la academia norteamericana, lia suscitado enérgicas reacciones
entre las feministas latinoamericanas que, entre otros efectos, acu­
san al tcoricismo metropolitano de corte postestrucruraJista de
borronear las categorías <le 'realidad y de "experiencia" en lasque
se materializa la dimensión político-social de la identidad en

(j k il.j " Ii i r:itn w > ict> i d d di>cur»>: n u c a s p arí un in


tifk iir fim b iiiu N * 5 M f c k o . m.ir«> 1992. p . I V
América 1-atina. las feministas latinoamericanas comprometidas
con la movilización social y política desconfían de la hipettextua-
lización del cuerpo y de la sociedad que profesad deconstruccio­
nismo académico; nn deconstruccionismo culpable, según ellas,
de hacemos creer que lo real es un puro artefacto discursivo y que
d signo "mujer” no trene más existencia que la lingüística.
Para las feministas de las protestas sociales, sobre todo
en un escenario como el latinoamericano donde las condiciones
históricas de explotación y opresión refuerzan la desigualdad
sexual en la que se afirma el patriarcado, las sofisticaciones de la
teoría metropolitana resultan demasiado elusivas. Ellas opinan
que se necesita aquí más acción que discurso; más compromiso
político que sospecha filosófica; más denuncia testimonial que
arabescos deconstructivos. Li hipeitextuali/ación del cuerpo y
de la sociedad de la que se culpa al posrestructuralismo y sus
modas teóricas metropolitanas, ha generado reactivamente, en
ese feminismo latinoamericano, una defensa del valor de la "ex­
periencia' como garantía de una vinculación directa con la reali­
dad de las mujeres y su problemática social. Se traza asi una
oposición entre práctica latinoamericana y teoría metropolitana
que engarza con la anterior división entre experiencia (autentici­
dad de lo vivido, espontaneismo de la conciencia) y representa­
ción (abstracción conceptual e hipermcdiación discursiva).
No podemos desconocer que la reivindicación crítica de
la categoría de “experiencia" ha sido especialmente valiosa para el
feminismo, a la condición de no confundirla con el rescate na­
turalista de un dato primario', lomado en su dimensión va no

’ Remito. por ejemplo. al m u y o titulado “Experiencia" de Joan Scou. publicado


en H fa n fu iti, N * l. julio de 1999 Pu'cl ■.»< sin de I* A m k ik íó » Argentina de Mu
ier« en F'dotoíia. Buenos Aire».
onrológica sino epistemológica, el concepto de experiencia tie­
ne c¡ saludable valor crítico de postular formas de conocimiento
parciales y situadas, relativas al aquí-ahora de una construcción
local de sujeto que desmiente el falso universalismo del saber
que defiende el sistema de generalización masculina. Fu contra
de ¡a abstracción neutralizante del saber, la revalorización femi­
nista de lavx peiiencia sirve para afirm ai la concreción
rmtcr¡ai-social de una determinada posición de sujeto, especifi­
ca a un contexto particular de relaciones sociales y sexuales. El
recurso a la “experiencia'' (la persona-en-situación: subjetividad
y contexto) merece, efectivamente, ser defendida contra la tesis
de la cientificidad del saber objetivo y de la especularividad del
saber filosófico como saberes puros, sin marcas de determina­
ción sexual (sin la huella de ninguno de los conflictos de género
que se desatan en torno a la legitimación y apropiación del sen­
tido). Kn su dimensión tcórico-política, la "experiencia" subraya
la localización crítica de un sujeto que interpela los códigos do­
minantes desde un lugar de enunciación siempre específico,
materialmente situado, y designa pntetot de actuación que do­
tan a su sujeto de movilidad operatoria para producir identidad
y diferencia en respuesta a cieitas coyunturas de poder. Si trasla­
damos esta dimensión crítica de la "experiencia" al campo del
feminismo latinoamericano, debería entonces servirnos para de­
fender un contexto de operaciones a partir del cual elaborar for­
mas locales de producción teórica. Tamo teorizar ¡a experiencia
(darle a ésta el rango analítico de una construcción de significa­
dos) como dar cuenta de las particulares experiencias de la teoría
que realiza la crítica feminista latinoamericana en espacios cul­
turales no homologablcs a las codificaciones metropolitanas, pasa
por afirmar el valor táctico de un conocimiento timado: un co­
nocimiento que se reconoce marcado por una geogratia Ínter na­
cional de subordinaciones de poder y que. además, reivindica la
afirmación del conttx:ocomo un recurso útil para oponerse a un
cierro nomadismo postmodernista que lo deslocali/a rodo sin
cesar, borrando peligrosamente fronteras y antagonismos. "Con­
texto" y “experiencia” designan, en este caso, el modo eoMingen-
if y tituaciona!a través del cual las feministas latinoamericanas
producen teoría. Pero si bien nos es útil rescarar esta defensa
(teórico-política) de la '‘ experiencia", debemos sospechar del uso
precrítico que suelen hacer de dicha categoría ciertas tendencias
feministas latinoamericanas que doran a la experiencia de un
valor pre-discuisivo o extra-discursivo; un valor que parecería
ligado a una realidad concebida como anterior y exterior a las
mediaciones categoriales y discursivas, como fuente de un co­
nocimiento vivenciado desde la naturaleza (cuerpo) o desde la
biografía (vida): un conocimiento directo, in-mediato.
I.a defensa de una anterioridad y exterioridad al concep­
to mediante palabras como “experiencia o “cuerpo estaki ya
presente en un cierto modelo «le "escritura femenina1' que culti­
vó una primera crítica literaria feminista influida por Luce Iriga-
ray, Héléne CixouS y Monique W ittig. Lo que proponía esc
modelo crítico era dejar Huir la materia corporal tradicional­
mente censurada por el modelo logocénttico de racionalización
masculina pata que. a través de una estética de los flujos libidi-
nales, se deslizara y circulara eróticamente, m is acá y más al!.¡ de
la barrera sintáctica del Logos. todo lo que produce ritmo, carite
y deseo. La lengua primigenia del cuerpo de la madre — del
“cuerpo a cuerpo’ con la madre (Irigaravl— actuaría como un
depósito scijsoti.il y afectivo de vivencias femeninas que son
anteriores al corte producido por la estructura de vacíos, ausen­
cias y perdidasa la que. después, CS condenada el sujeto por el
aprendizaje (paterno) de la lengua que opera una semiotioación
masculina de lo real F.sta imagen de un cuerpoprt-lt»lbólico (un
cuerpo anterior al corte lingüístico y la legislación paterna del
signo) lia llevado muchas feministas a buscar el sello mítico de
mía fusión originaria con la madre que les daría a las mujeres
escritoras Inoportunidad de expresar una subjetividad primige­
nia y "auténticamente” femenina, con una voz no mediada por
la representación masculina: una voz supuestamente aiueiior a
sin nominaciones y sus ideologías. La “experiencia del cuerpo”
sirve de matriz natural (femenino-materna) de una feminidad
originaria que la escritura de las mujeres debería rememorarfísi­
camente a través de una poética de los afectos. F.s cierto que lo
pulsional-scmiótico conforma un estrato de la subjetividad que
ha sido reprimido o excluido por il contrato masculino de los
procesos de formación cultural, y es cierto también que dicho
estrato corporal puede llegar a liberarse como una tuerza deses-
tructurante. subversivamente contraria a la hegemonía totali­
zante del l ogos masculino. Pero sublimar la fantasía primigenia
de un cuerpo anterior al verbo ya la representación como ideal
de lo femenino, contribuye lamentablemente a desactivar la ne­
cesidad teói ico-política «le que el sujeto-mujer enfrente la tarca
crítica de re-articularse disairtiruinentett través de las institucio­
nes de la cultura.
I a defensa de una corporalidad primaria como depósito
arcaico de lo femenino proyecta un imaginario femenino del
cucrpa-natnralautque se hace fácilmente cómplice de la concep­
ción metafísica del ser latinoamericano como pureza originaria
que emana de un continente virgen. Sabemos de unía una tradi­
ción del pensamiciitocultur.il latinoamericano que plantea una
identidad-esencia basada en la oposición cune lo racional y lo
mariona!. lo civilizado y lo bárbaro, lo artificial y lo natural, lo
foráneo y lo auténtico, es decir, entre la superficialidad de las
apariencias (la máscara europeizante) y lo autóctono del ser con-
rinental. Son muchos los textos que cifran la verdad del ser lati­
noamericano en todo lo que resiste y se opone a la síntesis racio­
nal de la modernidad do Occidente, desde su pertenencia ances­
tral al núcleo primitivo de un etbot cultural que se caracteriza
por estar "más ligado al rito que a la palabra” y "al mito que a la
historia"4. Si el Logo* de Occidente (consciencia, espíritu, his­
toria. técnicas e ideologías) es dueño de un proyecto civil i/aro-
no que se ha dedicado a reprimir sistemáticamente su otro !ado
más oscuro y salvaje (naturaleza, cuerpo, inconsciente, rito y
mito), la ‘ naturaleza" de lo femenino— para el feminismo lati­
noamericana que adhiere a esta metafísica de lo primigenio—
debería encontrarse idealmente en el reverso del modelo colo­
nial como modelo blanco, letrado y metropolitano, es decir, en
la ora!¡dadpopular. Es cierto que el paradigma de autoridad de
la “ciudad letrada" (A. Rama) — un paradigma trazado por la
inteligencia razonante del conquistador se ha impuesto sobre
la pluralidad ctnocultur.il de cuerpos y lenguas domesticadas a
la fuerza por el canon erudito de la palabra occidental: una plu­
ralidad que simboliza entonces la contramemoria reprimida de
lo femenino que se opone a lo masculino-occidental. Pero lo
superior {orden, razón, signo y ley) y lo inferior (des-orden, cuer­
po. rito y símbolo) no son sistemas que se oponen uno a otro
sin que medien zonas de contactos entre ellos: son sistemas que
se superponen y se intersectan pasando por complejas traslado*

‘ Sonu .Vc-tfcino, >-fu!rn»Jo ¡ IV Jü ' M crandl cri M adnty l>udcl\n; ¡itl


M tuiettjf tb ilti» , Sm m go. C um io Piopio. 1991. p. JO.
nes y combinaciones de registros heterogéneos. Lo que precede
y excede el I ogos occidental como sustancia rebelde a su hege­
monía culturizadora, no permanece fijamente retenido y con­
signado en ta dimensión originariamente pura (inalterable) del
ser latinoamericano. Fijar para siempre lo femenino en la ima­
gen del cuerpo-naturaleza de América Latina como ten ¡torio
virgen (símbolo pie moderno de un espacio-tiempo aun no con­
taminado pin la lógica discursiva de la cultura del signo) deshisto-
riza el significado político tic las prácticas subalternas cuyas opera­
ciones de códigos reinterpretan y critican — híbridamente— los
signos de la cultura dominante, desde el interior mismo de sus
correlaciones y mezclas de podei5,
Si bien la academia norteamericana amenaza con tra­
ducir la producción local del feminismo latinoamericano a
su registro hcgcmónico, es peligroso que la crítica feminista
se proponga com o rarea el rescate m ítico de una “otredad"
latinoamericana como cuerpo vivo y dotado de una energía
natural que, a su vez, simbolizaría el acceso directo a un co­
nocimiento m is verdadero — por auténtico— de lo subal­
terno y de lo femenino. Dicha imagen ratifica, sin saberlo,
un esquema de "división global del trabajo" que ha siempre
colocado a “Latinoamérica en el lugar del cuerpo mientras el
Norte es el lugar de la "raheza /fue h¡ pierna', razón por la

'Ju n to can Míuí.ii l i alternativa q.if consisie rn recuperar orígenes de la mujer


latinoamericana... en Ij madre anuncelMiia, en e¡ despojo marginal ijuc funciona
como paradigma de lo femenino1’ niedant: una hiitor.i <¡ue tome coitvo 'pum o
{animal de este rciaio routif-iiki i la ni « I re indígena". I Citen i nos adviene qv>r
"esta alternativa no e>t.¡ carente de Irví peligros arcauantes de KkÍo recomo i los
orígenes" y i|ue, más .«lia de "estos orígenes de una verbalidad dividida entre
• gmtkante íei cuerpo irdígcivi) y significado (el cuerpo cijuno; l;i ¿itcrinitiva tic
La teoría feminista latinounerican» debe radicar en "la conu.ir.ie hóroeira.-.-Jn de lo
femenino* como /Yirrogtntidul, I ,,,!i Guerra. “Alternativas ideofógicn d d ñ m -
nijrr.o lai¡ltMi.iKticino' en to-nta AVmr'uift.t N* 3. Rueños Aires, abril 1992. p 2.
cual “los intelectuales norteamericanos dialogan con oíros
¡nrclcctualcs norteamericanos sobre América Latina, peto sin
lomar en serio los aporces teóricos de los críticos latinoame­
ricanos"0. Varios textos del feminismo latinoamericano ope­
ran con este idcologema del cuerpo (realidad concreta, vi­
vencia práctica, conocimiento eS|H>ntáneo, biografías cotidia­
nas, oralidad popular) que encarna la fantasía de una Améri­
ca Latina animada por la energía salvadora del compromiso
social y de la lucha com unitaria, cuyo valor documental y
tetttmottialsería juzgado politicamente superior a cualquier
elaboración teórico-discursiva. F.sta reubicación de la mujer
por el lado de la “experiencia personal”, de la in mediatez del
hacer (vivencia, acción, experiencia, compromiso) con sus em­
blemas domésticos y cotidiano-populares', luce juego con la
simbolización de lo femenino-latinoamericano como el “otro"
salvaje (preconceptual) de la academia. Si bien es cierto que
las batallas descolonizadoras, las luchas populares y las con
vulsiones dictatoriales cn América Latina han gestado texto y
conocimiento fuera del canon libresco, cn contacto con la
exterioridad social, emblematizar este cuerpo-dc-cxperiencias
com o la única verdad del feminismo latinoamericano (su
verdad primaria y radical; radical por extra-teórica) viene a

* J tín Franco. ‘ Un retr*:i>' cn tUvil!■*tb trltu * eutt*m iN ' 11. Siniixgo, junio 19W,
p.2<J
’ Aunque ci-.i no r» repleten mi <vj iic I; n A iK ic iin ieoti>» con li if.n en L
primen pane de tu libra (/-*» (ragmnthuUihuuri.trtr unttgnt, SuKiig», Cuarto
Propio, 1995) I «4.a Guerra i c i w í U hm<fia cultural deí npivi 'mujer', es inicie
u n 'c nocir que. «huido »t iraia Je "insertar lo pcnfeico-’ cn 'el p a c » J o Je el centro
pir* tí centro*, el to t» de I* JIMora se « m im e n tik u "Fuera Je los im K n » orinales
dr is>* cultura centrad) cn I* escritura y U dtfcf.iiiii r>r filosófica, cn el rcu.-o de l«
n pillen -e vuei.u ur.i (el in ltu t o 111(0) cocí el Kilo y Li aguja p i n
inscribir!« ir.emori» e lU-anar 1 la mujer en su dolor* (p 'I ) . Par* un comentario al
l.brodri ix'í» Guerra. vec Nrflf Hicbard. I í:,ií- íotm, Jip.ilrray dcconsinKCKV' cu
J tfíñ u J t O ü ú m C 'i!iu’.i.'N ‘ \2. S»nti»^o. junio 1956.
confirmar el estereotipo primitivista de una "otredad que
sólo cobra vida a través de los afectos y sentimientos. Esta
“otredad" es ro n un tizada por la intelectualidad metropolita-
na que concibe lo popular y lo subalterno, lo femenino y lo
latinoamericano, com o un antes tU la traducción, dejando
así intacta la jerarquía rcprcscntacional del centro un centro
«pie sigue hfcgemonizando las mediaciones tcórico-concep-
cuales del pentar mientras relega la periferia a la tm pirie del
(foto para su sociologizacióu y antropologi/ación a través de
las historias de vida y el testimonio-.

C rítica de la representación
y m u ltip lic a ció n de sentidos

lóda configuración de sentido es heterogénea c incluye


un proceso intertextual que retine una diversidad de acentos a
menudo contradictorios, aunque cal diversidad veencuentre ge­
neralmente silenciada por el reduccionismo unificador de las
metanarrativasquc obligan el sentido a ser Uno. Lo femenino es
la voz reprimida por la dominante de identidad que sobrecodi-
fica lo social en clas e patriarcal. Tero liberar esta voz largamente
silenciada de lo femenino no implica substraerla del campo de
tensiones que la enfrenta polémicamente a lo masculino para
aislarla en un sistema aparte que. esta vez en nombre de lo feme­

■Pwa un.» lectura <,t\a del u n r <n»|«>lnini' del tci: n:on •> Urinoinrciicíno.
stn Nelly Richard. * B o o io .d m ir n * i¿ :i poMmotiemisniP una m ttifo»U rinoi-
intfKjni de fin ¿< siglo* <n iiu!tam 4cfin dt ligia enAm/fiu Latín4. COmp.:
JoicfilM l.udmcr. Rm irio, Bo m Ij V i k i I » Fdito»a. 19!M.
nino (un femenino re-absoluw-ado como el reverso único de lo
dominante), volvería a excluir lo diverso y lo heterológico. El
sueñode un cierto feminismo que idealiza un más acá (origina­
rio) o un más allá (mítico) del patriarcado donde encontrar un
lenguaje puramente femenino (un lenguaje depurado de toda
contaminación de pndei masculino), convierte ese lenguaje en
una "a-topfa: una utopía, m i refugio sin lev'"1; un habla que se
sueña enteramente liberado de los controles ile dominación,
habitando un m undo completamente translúcido: definitiva­
mente libre de las opacidades y resistencias ile los antagonismos
de poder. Si toda demarcación de identidad supone el afuera
constitutivo de un “ellos" que se opone al nosotros", no puede
haber una cultura de mujeres "completamente inclusiva donde
el antagonismo, la división, el conflicto’’ Ddesaparezcan para siem­
pre. De ser así, nos encontraríamos con un universo — por fe
menino que sea su modelo- en el que nada Íntert umpé la lógi­
ca cerrada de lo idéntico a sí mismo. C om o todos los demás
signos de identidad, lo femenino está incesantemente envuelto
en disputas y rcncgociaciones de fuerzas que rcarticulan su defi­
nición en planos >10 Usosde representación. 1-0 femenino no es el
dato expresado por una identidad ya resucita (“ser mujer”), sino
un conjunto inestable de marcas disímiles a modelar y producir:
una elaboración múltiple que incluye el género en una com bi­
nación variable de significantes heterogéneos que entrelaza dife­
rentes modos de subjetividad y contextos de actuación E.sta di­
mensión situacional de la diferencia-mujer es la que debería ser­

’ Ju lii Kmtcv*. T i tiempo ce l«m u |e itf" en D ttjtt/em im - rj N'*I0. México 199V


p. 357.
" C h a n a l Mouftc, ‘Ftm iim m o. ciud*¿iní* y pc.iiici dcfnocrJctca cr.
tfr. ,;r,i d r O t if J CulturalN * 9, Sinii*gO. 1994. p. 56.
le inás útil a la reflexión del feminismo latinoamericano ya que
permite pluralizar <\análisis de las diversas gramáticas de la co­
lonización y ia dominación que se interscctan en la experiencia
de la subalternidad cultural. A un q ue la contradicción
gcncrico-sexual posee sus propias reglas que deben ser desmon­
tadas con instrumentos conceptuales específicos a la denuncia
del patriardfcio (los de la teoría feminista), "en los países neoco-
lonizados, la subyugación de la mujer debe ser estudiada en tér­
minos de relaciones globale» de poder" para dar cuenta de sus
estratificaciones múltiples ya que, aquí, "cohabitan diosas y dio­
ses precolombinos, vírgenes y brujas, oralidad, escritura y otras
grafías; voces indígenas, mestizas y europeas; retazos de máqui­
nas sociales, rituales, semifeudales o burguesas; pero también
dioses del consumismo, voces de la ciudad y de la calle, frag­
mentos de cultura libresca " . Para descifrar esta composición
heteróclita de marcas de identidad a menudo desencajadas entre
sí, hace falta teorías que sean flexibles en su capacidad de abrirse
a la multiplicidad articulatoria de lat diferenciar, teorías para las
cuales lo femenino no sea un término absoluto (totalizado o rc-
totali/ador) sino una red designificados enprocesoy construcción
que cruzan el género con otras marcas de identificación social y
de acentuación cultural.
Ial como la academia del centro se vale de la teoría como
signo de distinción y privilegio metropolitanos para naturalizar
lo 'otro*' de lo femenino-latinoamericano, las redes iransiiacio-
nalcs de la industria literaria promueven hoy una representación
de lo femenino y lo latinoamericano que busca sentimentalicar
su diferencia con el recurso facilivta a una latinoamericanidad

Kemy O y in iln , 'Género y « n ú ; aceirj del dialogismo en América Latín*" en


k n it.'j chlris*d elite nm rj N ’ I !. Universidad de ( liUe. Simiago, p. 36
dedicada .1 abastecer el menú de olerías de la globalización cul­
tural. Sin duda, "existe en la actualidad una demanda sin prece­
dentes de obras literarias escritos por mujeres (latinoamericanas),
particularmente de los textos que parecen reflejar, de una mane­
ra u otra, Ja 'experiencia femenina"’5. L.a "experiencia" de lo fe­
menino latinoamericano que le gusta cultivar al mercado litera­
rio internacional, en su lógica del bestscller. va destinada a un
público rnayoritario de mujeres que deben reconocerse en sus
universos de referencia, sus patrones de representación y sus ti­
pologías de personajes, enlazando lo privado (dramas psicológi­
cos, conflictos biográficos) y lo público (imágenes de procesos
sociales que han sido filtrados por la intimidad de las vivencias
cotidianas) en una alegoría doblemente romántica del género y
de la periferia13. La mayoría de las obras de mujeres que festejan
los rankings del consumo literario son textos que proponen una
identificación pOiitiva de las lectoras con imágenes femeninas
que retratan significados de identidad previamente verbalizados
por una sociología com ún de la mujer (por ejemplo, h mujer
emancipada) como si existiera "una supuesta continuidad, lisa 1
ininterrumpida, entre realidad y experiencia, concepto y expre­
sión, sexo y escritura’" e s decir, como si las obras sólo tuvieran
por función revelar — temáticamente— una experiencia de! “ser
mujer" que actúa como referencia ya definida y garantizada les

' J c i n F r a n c o . * ln v * d i r «1 e * p i < i o p ú b l t o J . t r * m : ::n t..r el « p a c i ó p r iv u t u * f n


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' • K n r é o M u » S a n » . " I I « c * o d e *.» c ^ i í i u h ' c o d t k n e f i m i n i s u N ’V M ( i m >
I99 i. |>. 196.
tabilizada) antes que l.i articule o l.i desarticule la práctica del
texto. La mecánica distributiva del mercado señaliza los rasgo*
de lo femenino y lo latinoamericano a través de patrones de
¡denudad fácilmente manipulables, para que los receptores de
las obras de escritoras latinoamericanas se ajusten redundante­
mente a la imagen de Lector(a) Modelo que fábrica para ellos la
industria cultyJiatMcon sagacidad sociológica y con un brillante
sentido de la media estadística"1*. Las obras promovidas por el
nuevo mercado rranscultnral de identidades segmentadas y cata­
logabas son obras que suelen reflejar una doble ilu¡ió)i represen­
tativa: 1J creen en una estética naturalista que le asigna a la escri­
tora la tarca de ilustrar ternas v contenidos previamente articula­
dos por el discuto social haciéndolos literariamente reconoci­
bles mediante repeticiones y transposiciones mecánicas, y: 2)
pretenden a la vez que estos temas y contenidos identifiquen
una dase homogénea de lectoras ¡pie revalidarán el sentido co­
m ún de la pertenencia de género cn la ilustratividad del estereo­
tipo mujer latinoamericana". Reconocimiento c identificación son
las claves tranquilizadoras que comunican a !a lectora con una
matriz de significación donde !o legible nace del calce predeter­
minado (invariable) entre significante y significado. La no-pro-
hlcmaticidad del lenguaje cn la literatura comercial ayuda a ‘‘las
estrategias del marketing lircrario’ de un femenino cuva repre­
sentación global i/.uia "convoca tanto a rescatar lo esencialmente
auténtico como, también, el encanto femenino universal que
produce una identificación ampliamente extendida ordenando
acontecimientos históricos a t ravés de los cuerpos de mujeres a
fin de vincular la pcrs|xi.tiva política al universo íntimo. De este

’ Umberco Eco. E lIn ttr tn filM * . B uc d o iu, Lumen. 19S1 |' 82.
modo la femineidad ocupa un rol central en establecer puentes
entre las disyunciones locales y globales, reconfigurando mensa­
jes en una promesa novedosa de unificación" En contra de lo
que dictan esta», regias del mercado literario globaÜzado, la críti­
ca feminista debería interesarse en proyectar lo femenino no
como una representación homogénea y homogeneizante, sino
como un vector de dttttiurawiento significante que interroga
los mecanismos de unificación del sentido y de la identidad que
(también) operan en la formación discursiva llamada ‘ literatura
de mujeres". Acentuar teóricamente esta función dcsestabiliza-
dora de lo “femenino" que se resiste a cualquier oposición bina­
ria (masculino/femenino, identidad/diferencia, centro •' perile-
tia, etc..) sólo es posible desde un feminismo la(s) diferencia^:
un feminismo que postula múltiples combinaciones de signos
en ‘ transiciones contingentes" (Laclau-MoulTe) entre registros
hcteiogeneos, plurales y contradictorios de identificación sexual,
de representación social y de significación cultural. Nada más
alejado de este feminismo teórico de la(s) diferencia(s) que aborda
el significante “mujer’* en la discontinuidad de sus planos de
representación discursiva, que el rescate de lo vivencia! contó
conciencia primaria de un femenino latinoamericano reducido
fusionalmcnte a los mitos del cuerpo y la orahdad.

* M u id lo , op cu., p 809.
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Indice de nom bres

Adriasola, Teresa: 12.


Aguirre» Mariano: 11.
Álvarez. Sonia: 70. 107.
Allende. Isabel: 43.
Amado. Ana: 61, 107.
Amorós, Celia: 52. 53. 80. 107.
Ardici, Benjamín: 62. 107.
Arratc. Mariana: 12, 15.

Bachelci, Michellc: 7,67, 77. 73, 82, 84, 85.


Barros. Pía: 12. 13.
Benhabib, Seyla: 31, 107.
Berenguer, Carmen: 9 ,1 2 , 107.
Bianchi, Soledad: 11, 12. 22.
Braidotti, Rosi: 52, 60, 65, 86, 107.
Brito, Eugenia: 9. 11, 12, 102.
Brugnoli. Francisco: 91.
Bittlcr, Judith: 31-

Cliow, Rey: 57.


Cixnus, H¿l¿nc:35.
Colaizzi, Giulia: 32, 57, 107.
Collin, Francoise: 51, 108.
Coniferas, Marta: 15.
Cornelia, Drucilla: 31, 107.

D e Laurctis, Teresa: 53, 60, 108.


Del Rio. Ana María: 12.
Delcuze, Gilíes: L9,90.
Derrida, Jacques: 59,60, 108.
Díaz, F.rwin: 24, 108.
Donoso, Claudia: 99.

Eco. Umberto: 44, 108


Eltit. Díamela: 9, 12. 19, 22. 28, 100, 102, 103. 104. 105,
108.
F.rrázuriz, Paz: 96, 97. 98. 99.
F.rrizuriz, Virginia: 9 0 .9 1 ,9 2 .9 3 .

Faiifta, Soledad: 12.


Franco, Jean: 22. 39, 43, 108.
Fraser, Nancy: 48,49.
Fosrer, Hal: 52, 108.
Foucault, Michel: 50.

García Sclgas, Fernando: 53, 108.


Crau, Olga: 12, 109.
Guattari, Félix: 19, 90.
Guerra, Lucía: 9, 38, 39, 109.

Harawav, Dona: 54,61, 62, 109.


Hartsock. Nancy: 50.
Hcizbcrg. Julia P.:94
Ing.way, Luce: 35.

Khun, Annctce: 23. 109.


K irk w o o d , Julieta: 68 . 76 , #3. 109.

Kristeva, Julia: 17, 18. 19. 2 0 ,2 1 ,2 7 ,4 1 ,6 3 , 109.

I acan, Jacquei (lacaniana): 27.


Ladau: 45.
Lagos, Ricardo: 85.
Lamas, Marta: 81. 109.
Ludmcr, Josefina: 17.40, 109.
Lvotard.Jean Francois: 15. 109.

Maquieira, Diego: 22.


Masicllo, Francine: 43,45.
Martínez, Juan Luis: 21.
Mato, Daniel: 67.
Minh*ha,TrinhT.: 57.
Mistral. Gabriela: 11,77.
M oil. Toril: 20, 109.
Monleón, José: 53, 108.
Montecino, Sonia: 12.37, 109.
Motando, Pairo: 37.
MouíTe, Chantai: 4 1,4 5 , 109.
M uñoz, Gonzalo: 22.

Nicholson, 1 inda: 48. 49. 109.


Olea. Raquel: I I . 12, 69. 110.
Ortega, lilimia: 9. 11.
Ovar/lili, Kemy: 11, " 1 . 74, 110.
Owens, Ctaig: 52.

Parra, Catalina: 93.94. 95. 96.


Pinochet. Augusto: 87. 94.
Pifia, .Andrés: 98.
Prado, Nadiar 12.

Rama. Ángel: 37.


Rancilre, Jacques: 63.
Richard. Nelly: 8, 9,39, -10, 72, 88. 110.
Rose. Jacquelinc: 27,110.
Roscnfeld, Lotty: 99. 100, 101.

Sabaj. Marcela: 13. 110.


Sanut Cruz, Lupe: 12.
Santi. Em ito Mario: 43. 110.
Scon, Joan: 33.111.
Schopf. Federico: 24.
Serrano, Marcela: 43.
Spivak, Gayatrí: 60.

'Joriello, Guillermo: 81

Urriola, Malú: 12.

Valdivieso. Mercedes: 11.12.


Wittig. Monique: 31.

Zcgcrs, Francisco: 9
Zurita, Raúl: 21.

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