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Entre 1929 y 1932-1933, el período de la depresión, podemos observar cómo la mayoría de los
países padecieron declives sustanciales en la actividad productiva e industrial, siendo Bulgaria,
Portugal y la URSS las principales excepciones, esta última aislada en buena medida de los
estragos del sistema capitalista e impulsada por el primer plan quinquenal. Fuera de EEUU, las
disminuciones más graves de la actividad económica se produjeron en Austria, Alemania,
Francia, Checoslovaquia y Polonia. Los países escandinavos, los Países Bajos, Gran Bretaña,
España, Suiza y Rumania se vieron menos afectados, al menos en lo que se refiere a la
producción industrial. Dinamarca y Grecia son un caso excepcional, pues registran una ligera
recesión.
Socialmente quizás el peor aspecto de la depresión fueron los elevados niveles de desempleo
experimentados en la mayoría de los países. Alemania registró una de las peores marcas.
2. Orígenes de la depresión.
Sería difícil argumentar que la primera guerra mundial y sus consecuencias fueran el primer
factor causal de la crisis que empezó a finales de los años ’20. Ciertamente las repercusiones
de la guerra originaron desajustes y elementos de inestabilidad en la economía mundial, que
por esta razón la hicieron más vulnerable a las tensiones de una u otra clase, pero el punto de
inflexión del ciclo no puede atribuirse directamente a la guerra en sí.
Los orígenes reales de la depresión deben localizarse en EEUU. Este provocó dos fuertes
tensiones en el sistema económico mundial en una época en que éste era más vulnerable y
menos capaz de resistirlas. La sacudida inicial llegó con la reducción del préstamo exterior en
1928-29 y la segunda con el punto máximo del auge norteamericano en el verano de 1929.
Los países deudores de Europa y ultramar se vieron obligados a tomar medidas drásticas para
sobrellevar la falta de fondos. La salida se buscó a través de la deflación, devaluación, medidas
restrictivas e impago de deudas. La deflación inicial se transmitió rápidamente a través de los
vínculos fraguados por los tipos de cambio fijos del patrón oro. La solución más fácil era
romper los vínculos abandonando el patrón oro.
Se había permitido que los deudores se endeudasen en exceso y ellos no se habían esforzado
en ajustar sus economías para desarrollarse con sus medios. La crisis, tarde o temprano tenía
que producirse porque era muy poco probable que los acreedores mantuvieran
indefinidamente el préstamo a prestatarios insolventes.
La recesión de 1929-30 fue inevitable; que se convirtiera en una crisis global de tal magnitud
puede atribuirse no solo a la convergencia de una combinación de circunstancias
desfavorables, sino también al hecho de que los gobiernos en vez de cooperar para salvar la
situación, sólo recurrieron a políticas que empeoraron las cosas en lugar de mejorarlas.
La crisis financiera que culminó en el verano de 1931 puede verse como un fracaso general por
parte de los países acreedores para proporcionar una financiación complaciente para superar
los efectos de la depresión. El subsiguiente hundimiento de la confianza se reflejó en una
virtual interrupción del préstamo y en un intento por parte de los acreedores de exigir el
reembolso de los préstamos anteriores.
EEUU sufrió una ola de quiebras bancarias después de la crisis de la bolsa de valores. Esta crisis
bancaria junto con un deterioro adicional de las condiciones económicas, obligaron a EEUU a
reducir sus compromisos internacionales aún más, y en 1931 las salidas de capital se estaban
convirtiendo por completo en un movimiento interno.
La creciente demanda de liquidez en 1930 y 1931, por parte de los acreedores extranjeros, en
una época en que las instituciones financieras europeas estaban sobrecargadas en sus
compromisos con las industrias deprimidas, llevó a una serie de quiebras bancarias en Europa.
En muchos países europeos, los pasivos bancarios eran propiedad de extranjeros y este
complejo entrelazado de saldos solo sirvió para propagar la crisis. Una vez que se hundió la
confianza en las instituciones monetarias de los países deudores, la demanda de liquidez
aumentó fuertemente y la única perspectiva de salvación descansó en una operación de
salvamento coordinada por los países acreedores.
4. Consecuencias de la crisis.
La mayoría de los países abandonaron el patrón oro y devaluaron sus monedas. Para proteger
las economías nacionales de las influencias exteriores se empleó una batería de restricciones
proteccionistas, incluyendo aranceles, cuotas de importación. Esto anunciaba el final del
sistema prebélico de comercio y pagos multilaterales y la libre circulación de mercancías,
capital y trabajo a través de las fronteras nacionales. Las políticas económicas nacionalistas y
las monedas manipuladas se convirtieron en el orden del día.
A finales de 1932 más de la mitad de los países del mundo había abandonado formalmente el
oro.
Los países del bloque oro se encontraron en una situación comercial injusta, porque
mantuvieron los antiguos valores de cambio fijos en una época en que la mayoría de las demás
monedas se había depreciado. Algunos países vieron reducida la carga de la deuda exterior en
la medida en que su deuda se mantenía en monedas que se habían depreciado. A la inversa,
los países que continuaron depreciando sus propias monedas por debajo del nivel de las
monedas en las que estaban nominadas sus deudas, se encontraron con que la carga exterior
de su deuda era mayor que antes.
La circulación del capital se vio perjudicada en una primera etapa de la depresión, pero a
mediados de 1932 el pánico financiero llevó a una casi paralización completa de los
movimientos de capital e hizo mucho para restringir el servicio de la deuda existente. Los
problemas derivados del exceso de endeudamiento obligaron a muchos países a anular
deudas, suspender el pago de intereses de las mismas o imponer rígidos controles de cambio,
en un esfuerzo por conseguir la estabilidad monetaria y salvaguardar las cuentas exteriores.
5. El alcance de la recuperación.
Un factor común a todos los países fue el aumento de la participación del gobierno en la
economía. Los primeros años ’30 se caracterizaron por una ola de devaluaciones monetarias,
seguida por la imposición de restricciones sobre comercio, pagos y movimientos de capital.
Fueron las fuerzas reales más que las medidas políticas los instrumentos que produjeron la
recuperación. Y en gran medida la recuperación se basó en el mercado interior más que en los
de exportación.
Inicialmente Francia estaba en buena situación, dado que el crecimiento había sido vigoroso
en la década de los ’20, la crisis de la actividad económica llegó más tarde y fue menos severa
que en algunos países y la balanza de pagos era sólida. Sin embargo, las grandes existencias de
oro acumuladas en los últimos años de la década del ’20 y primeros de los años ’30
permitieron a Francia seguir una política independiente. Pero el mantenimiento del patrón oro
en una época de devaluación general significaba que el peso del ajuste se echaba sobre la
economía interior. Entre 1936 y 1937, el nuevo gobierno introdujo lo que puede describirse
como un experimento New Deal en miniatura. Suponía el abandono del patrón oro y la
devaluación del franco, un programa moderado de obras públicas, aumento de los salarios
monetarios y una reducción de las horas de trabajo.
Suecia ofrece un gran contraste con los dos países considerados sobre todo por las políticas
ilustradas que se adoptaron. No recurrió a medidas extremas de protección ni siguió la vía
deflacionista de los países del bloque oro. El gobierno intentó estructurar por etapas su gasto
público. El país tuvo la suerte de haber experimentado un fuerte crecimiento y un rápido
cambio estructural en los años ’20, con abundancia de potencial disponible, y también se
benefició del hecho de que la depresión le sobrevino más tarde y fue más débil que en algunos
países. El gasto público continuó aumentando a lo largo de los años de la depresión.
Hubo poderosas fuerzas reales o autónomas que actuaron como en Gran Bretaña,
especialmente la construcción, los bienes de consumo duraderos, las nuevas industrias y las
exportaciones, cuya recuperación debió relativamente poco a la acción política.
La economía alemana tuvo dos características únicas en los años ’30: la fuerza de su
recuperación y el grado de intervención del estado en los asuntos económicos. Después de la
toma nazi del poder en 1933, la economía fue transformada en un prototipo de control rígido
y se convirtió en una economía dominada por los motivos bélicos. El sistema nazi era más bien
una combinación de algunas características del capitalismo y una economía muy planificada.
La red de controles se completaba con extensas regulaciones sobre el comercio, los pagos y
los cambios. El principal objetivo de éstas era restringir las importaciones no esenciales y
donde era posible estimular las exportaciones y asegurar los beneficios de una relación de
intercambio favorable. El comercio exterior de Alemania se dirigía de modo creciente hacia
aquellos países con los que había concluido convenios bilaterales de pagos.
Austria, durante los años ’20 el país había tenido muchos problemas, incluyendo el
agotamiento de la guerra y la tarea de reconstrucción, deficiencias estructurales en la
economía, la pérdida de áreas industriales en Checoslovaquia, la pérdida de grandes ventas en
un mercado libre para sus productos y un asalto de la hiperinflación. Antes de que tiempo de
recuperarse del todo, Austria se sumergió en la presión. La subsiguiente huida de capital de
Austria y el consiguiente drenaje de sus reservas de divisas obligaron al gobierno a tomar
medidas drásticas en la última mitad de 1931. Ello supuso la adopción del control de cambios,
de importaciones, de otros controles del comercio y de un conjunto de medidas deflacionistas.
Aparte de Checoslovaquia, ninguno de los países tenía lo que pudiera llamarse una economía
estructuralmente sana. Dependían fuertemente de la agricultura que comparada con la del
oeste estaba mal organizada y era ineficiente: demasiadas pequeñas explotaciones, capital
limitado y baja productividad. La agricultura proporcionaba la principal fuente de las
exportaciones mientras que los artículos alimenticios, las materias primas y los semifacturados
representaban más de las tres cuartas partes de todas las exportaciones.
Durante la crisis económica, los precios de los productos primarios se hundieron. Las
exportaciones agrícolas fueron golpeadas por la caída de precios. Con respecto al sector
industrial, para la mayoría de los países de esta región la industria representaba una
proporción pequeña de toda la actividad económica.
La depresión reforzó los sentimientos nacionalistas en Europa oriental y originó una creciente
intervención del estado en los asuntos económicos. Se realizaron intentos para promover las
exportaciones y la industria, en un esfuerzo por crear un cambio en la estructura de las
economías, para ir abandonando la base agrícola predominante. Aparte de medidas
específicas de protección, subsidios, esta política implicó un aumento del sector público de la
actividad económica.
Aparte de su estructura industrial más bien desequilibrada, Europa oriental también conservó
su tradicional estructura dual, es decir, muchas empresas ineficientes de pequeña dimensión
compitiendo con unas pocas empresas modernas de gran tamaño. Durante el período de
entreguerras, la pequeña empresa era más viable que nunca, en parte a causa de la debilidad
de las grandes empresas, la abundante oferta de trabajo y el predominio de las actividades
industriales en que las pequeñas empresas tienden a desarrollarse.
Hasta 1939 Europa oriental siguió siendo una región atrasada y basada predominantemente
en la agricultura, y para todos los indicadores concebibles era menos productiva, menos culta
y menos saludable que Europa occidental.
La mayoría de los países se enfrentaron con importantes problemas estructurales a lo largo del
período, a medida que las nuevas técnicas, los cambios en los gustos y en los patrones de
demanda creaban dificultades a los productores establecidos.