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Jaime Alberto Vélez

El ensayo y la tradición del libro monstruoso


U
na reciente reserva ante los estudios literarios
aconseja no considerar los géneros como si
Efrén
hubieran tenido definidas sus características
Giraldo
desde siempre. Lo más conveniente sería pensar el
poema, la novela, el drama, el cuento o el ensayo como
un conjunto de expectativas de lectura que se realizan
de determinada manera en cada época. Lo que enten-
demos por un género sería, así, una abstracción de las
muchas realizaciones que, en cada momento, logra el
impulso de escribir. Desde esta perspectiva, y puestos
ya en la tarea de reflexionar sobre el ensayo, sería tal vez
más útil ocuparse de “lo ensayístico” y ver una suerte
de espíritu argumentativo y conceptual que aparece en
el ejercicio de la literatura. Tal idea resulta razonable si
pensamos que el ensayo es un género que no ha logrado
una definición estable o un estatuto literario claro. Su
definición, siempre en suspenso, constituye el ámbito
privilegiado para estudiar una forma de escritura que
es, sin duda, fronteriza.
Ahora bien, la hibridación puede ser genérica en sí
y proponer aleaciones dentro de las distintas formas de
hacer literatura. En los dos últimos siglos, por ejemplo,
la intromisión del ensayo dentro de los pliegues de la
novela es más que evidente. La idea de que una nove-
la es un instrumento complejo de conocimiento social,
cultural o de la psicología y la historia ha permitido
que, dentro de las historias que contienen las grandes
narraciones, se den verdaderos ensayos que podrían
funcionar con independencia del mismo universo nove-
lesco. El lector de la gran tradición novelística moderna

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(de Balzac y Dostoievski a Joyce y Proust) encontramos una hibridación de raíz. No
recordará que las historias y las peripecias solo la unificación de la proclama pedagó-
pueden muy bien estar en igualdad de con- gica con el discurso literario, sino también
diciones con los complejos análisis introdu- una incorporación de estrategias que toman
cidos de la mano del impulso ensayístico, el prestado del ensayo, el diálogo platónico y
cual puebla de voces y argumentos la novela. el monólogo teatral.
Sin embargo, la mixtura puede darse Con todo, el título de este texto provie-
no solo entre el ensayo y los recursos o es- ne de una imagen que Alfonso Reyes, uno
trategias de otras formas de arte literario. de los más grandes ensayistas de la lengua
También puede suceder de la literatura ha- hispana y tal vez el mejor de sus prosistas,
cia otros dominios conceptuales y cultura- usó para caracterizar, casi que fatalmente,
les, en los que el ensayo, pese a resistirse a aunque de manera memorable, al ensayo.
ser mero artefacto de exposición, se apropia La designación “centauro de los géneros”,
de discursos donde predomina lo puramen- ya muy extendida, y quizás demasiado em-
te referencial o explicativo. A veces, el léxi- pleada por los críticos, apareció en “Las
co y los problemas de la ciencia pueden dar nuevas artes”, texto que Reyes publicó en
lugar a una práctica ensayística que parte 1944. Desde ese entonces, ha sido una de
de las certezas conceptuales y las convierte las imágenes más usadas para caracterizar el
en perplejidades, en misterios e imágenes género o, incluso, para que algunos sosten-
que obran por sugestión, sin valerse de la gan que el ensayo es una especie de prácti-
autoridad pretensiosa del tratado. ca textual que, por definición, no comulga
Debemos incluso decir que la tradi- con la idea de género literario. En ese texto,
ción hispanoamericana del ensayo posee Reyes solo esboza: “el ensayo: ese centauro
un fuerte nexo con esta oscilación, que no de los géneros, donde hay de todo y cabe
debe entenderse como insuficiencia, sino todo, propio hijo caprichoso de una cultura
como elección estética. Contrapunteo cuba- que no puede ya responder al orbe circular
no del tabaco y el azúcar de Fernando Ortiz y cerrado de los antiguos, sino a la curva
es un texto que condesciende a una anima- abierta, al proceso en marcha, al ‘Etcétera’
da narración novelada y construye perdu- cantado ya por un poeta contemporáneo
rables imágenes poéticas, teniendo siem- preocupado de filosofía”.
pre presente un referente antropológico y Además de Reyes en México, encon-
socioeconómico de la isla. De igual modo, tramos ensayistas hispanoamericanos que
si quisiéramos un ejemplo fundacional, te- han configurado en sus países una verdadera
nemos el Ariel de José Enrique Rodó. Allí tradición de libros misceláneos, anómalos,
inclasificables y que podríamos caracterizar
también como “monstruosos”. Tal es el caso
Además de Reyes en México, de Argentina, donde la literatura puede pre-
ciarse de haber cultivado regularmente, des-
encontramos ensayistas de el siglo xix y hasta las últimas décadas
del siglo xx, el interés por ese extraño libro
hispanoamericanos que han de género indefinido que asocia narraciones,
observaciones y evocaciones con la inquie-
configurado en sus países tud ensayística. El origen de esa inclinación
a decir las cosas recurriendo alternadamen-
una verdadera tradición de te a géneros según cada necesidad pue-
de rastrearse en el Facundo o en los Viajes
libros misceláneos, anómalos, de Domingo Faustino Sarmiento y llega
hasta el siglo xx con Borges, Macedonio
inclasificables Fernández, Saer y Piglia.

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Por su parte, el ensayo colombiano del logran las artes adivinatorias, el maestro
siglo xx, aunque se inclina por otras for- escribe una cartilla de lectura que pretende
mas, ha hecho incursiones más que signifi- combatir en los estudiantes la ignorancia y
cativas en este progresivo derrumbe de los el atraso y fomentar el interés por la expli-
límites genéricos, como prueban los diarios cación racional, transparente, de fenómenos
de Ernesto Volkening, los libros inclasifi- y cosas. La cartilla, compuesta de cuarenta
cables de Fernando González, los Cuadros y cinco minúsculos textos expositivos que
de la naturaleza de Joaquín Antonio Uribe circulan en copias mimeografiadas por todo
y las ficciones ensayísticas de Sanín Cano. el pueblo, se convierte, paradójicamente, en
En este caso, nos ocupamos de un pro- una especie de instrumento de adivinación,
yecto trunco que recoge la trilogía de obras en una suerte de oráculo que los lugareños
con las que Jaime Alberto Vélez (1950- empiezan a consultar, y que adquiere carác-
2003) pensaba reunir alrededor de la no- ter legendario y agorero, del todo ajeno a las
vela todos los géneros literarios, y que se previsiones del maestro.
vio interrumpida por la muerte prematura Los textos aparentan ser entradas de
del autor. Publicadas en 2005, La baraja de diccionario y, a la vez, pasan por ser defi-
Francisco Sañudo y El poeta invisible fueron niciones que, en estilo, imitan el monótono
las dos únicas piezas de la trilogía, mien- fluir de las cartillas colombianas de lectura
tras que, fiel a la leyenda de los legados de principios del siglo xx, pero también el
interrumpidos, un prologuista suyo (Luis laconismo provocador de los horóscopos.
Fernando Macías) nos informa que la ter- Por ejemplo, la lectura XXI, “La carta”, anti-
cera de esas obras quizás permanece en al- cipa una constatación sencilla y reveladora:
gún manuscrito o borrador oculto.
Para empezar, debe decirse que las dos Posee un destino único, y hacia él se
piezas, en vez de girar en torno a la novela, encamina ciegamente, superando numero-
parecen tener más ingredientes del ensayo sos escollos y dificultades. Quien la recibe al
y emplear a sus dos singulares protagonis- fin se siente incapaz de decidir si lo más re-
tas como excusas ficcionales para condensar levante reside en su fragilidad o en las vicisi-
ideas sobre el lenguaje, la poesía, las con- tudes que ha debido sortear para llegar hasta
venciones, la lógica y el azar, aspectos todos sus manos. Aunque posee un sino trazado,
ellos que, por demás, constituyen las in- que realiza sin lamentos, las posibilidades de
quietudes dominantes en la obra de Vélez. incumplirlo son múltiples y a cada instante
Una propuesta literaria que, paradójica- parece ceder y desistir. Así que su arribo re-
mente, pese a su minimalismo extremo y a presenta ya, de por sí, un mensaje venturoso.
su poética basada en la economía de medios
y la continencia, frecuentó una amplia va- La ingenuidad y el carácter pueril de
riedad de géneros literarios, desde la fábula la definición acaban en la evidencia de que
y el aforismo, hasta el ensayo, el artículo y uno de los rasgos funcionales del objeto
el texto monográfico (uno de ellos sobre el trae la epifanía. El procedimiento se repite
ensayo), pasando por la poesía, el relato in- en los otros casos y se emplea para carac-
fantil y una serie de textos misceláneos que terizar, tanto fenómenos y elementos de
caben perfectamente en esta categoría (o la naturaleza (una nube, la luna, el agua),
anticategoría) de los libros monstruosos. como objetos creados por el hombre (la
En primer lugar, está La baraja de rueda, la moneda, la saeta). Incluso, en una
Francisco Sañudo, texto que tiene volun- temeraria puesta en abismo, también se da
tad narrativa, pues se centra en la historia la definición de “baraja”.
de un maestro que imparte clases en un En el libro, los aspectos anfibios son
pueblo minero entregado a la superstición. llamativos. Por ejemplo, apuesta por una
Alarmado ante la extendida influencia que reducción tal de la anécdota que deja a

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los acontecimientos en su más mínima y entonces, también, cómo podrían ser esce-
esencial expresión, como en el Sanín de nificados cada uno de los textos. Lo intere-
Pesadumbre de la belleza o en el Rubén sante es que las definiciones complejizan la
Darío de Los raros. Incluso, podría decirse referencia a una realidad externa, pues, pese
que opera con dos vectores encontrados: un a ser aparentemente diáfanos, trasmiten
principio de contracción sobre los aconte- una apariencia enrarecida de las cosas, su-
cimientos y, a la vez, una fuerza de expan- brayando detalles inadvertidos que pueden
sión de las ideas, los conceptos y las consi- ser sorprendentes o, incluso, alarmantes.
deraciones lógicas y lingüísticas, lo que se Además, al proponer definiciones, los tex-
traduce en una reducción de la fábula. El tos traen al libro ensayístico una vocación
resultado, un texto donde personajes y ac- primigenia: ese vínculo siempre desestabili-
ciones son proyecciones intelectuales, con- zador o asombroso con la tarea de nombrar.
ceptos traídos a la tierra del relato. El carácter de los textos es también
Desde el punto de vista estructural, la evasivo por otra razón: se nos ofrecen como
apuesta está dada también por la confección entradas enciclopédicas de un libro de texto
de un ser que se parece bastante al centau- infantil. Entradas que, a la vez, no pueden
ro de Reyes. La novela está armada con tres evitar el caprichoso jugueteo con el lengua-
bloques textuales: el primero, la anécdota je, la emoción irracional, la selección alea-
inicial sobre el profesor con los episodios toria de atributos. Por otro lado, parecen
más significativos de su vida docente; el tener el tono admonitorio y las personifica-
segundo, la colección completa de los cua- ciones de las fábulas y máximas del mora-
renta y cinco textos de la cartilla-baraja; y, lismo francés y español, géneros todos ellos
finalmente, tres testimonios de personas que persiguen una finalidad edificante, y
que conocieron a don Francisco y que tu- que Vélez logra trastocar en aras del diver-
vieron algo que ver con el mito de la baraja timento literario.
y sus textos inquietantes. En este proyecto Obsérvese esta otra definición, elegida
(el carácter proyectual reside en que el texto al azar:
apuesta por un artefacto siempre dinámico,
que se puede leer en diferentes órdenes) tie- XIX
nen un papel tan importante los textos na- La espada
rrativos, expositivos, poéticos y documenta- Posee una punta aguda y dos filos cor-
les, como los vacíos que aparecen entre ellos, tantes que garantizan la eficacia de cual-
ordenando los mismos elementos discursi- quier golpe asestado. A su considerable peso
vos alrededor de la imaginación del lector. metálico se suma la fuerza del brazo agresor,
Los textos de la baraja producen una protegido por una empuñadura guarnecida.
paradójica extrañeza, pues a su pretendido Silenciosa por lo común, llega en ocasiones
carácter expositivo, que se creería modelo a cantar con furia maléfica. A pesar de sus
de precisión y transparencia, con el que se múltiples crueldades, recibe siempre el elo-
redimirá el vicio supersticioso de la gen- gio de un bando, que la asocia con acciones
te, se añade su vocación ceremonial, así el heroicas. Su valor, pues, reside en la mano
evento aludido en su composición sea el de que la esgrime o en el cinto que la carga en
la lectura en voz alta. Debe tenerse presen- el talabarte.
te que los textos fueron escritos por el pro-
tagonista Francisco Sañudo para ayudar a La magia aparece en cualquier pasaje
los estudiantes en el ejercicio de la lectura inocente, en cualquier rasgo convencional
pública y que, en buena medida, la cartilla de las cosas, las cuales revelan novedades
toda está pensada para que los estudiantes según el ángulo elegido con destreza por el
aprendan el complejo arte de las pausas ensayista para que la luz de la palabra rever-
rítmicas y semánticas. El lector imagina bere mejor en facetas impensadas.

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La primera parte del libro, la que La designación “centauro de los
presenta la vida y obra de don Francisco
Sañudo, converge decididamente en lo en- géneros”, ya muy extendida […],
sayístico, pues parece, más que la presen-
tación de los acontecimientos de una vida, ha sido una de las imágenes
una excursión analítica por el problema de
la superstición y la adivinación, personifica- más usadas para caracterizar el
da y fabulada, bajo la excusa de interpretar
una vida de ficción. Por otro lado, si bien los género o, incluso, para que algunos
vínculos más profundos de los textos en la
novela-ensayo de Vélez se dan con el poe- sostengan que el ensayo es una
ma en prosa, domina una firme voluntad
ensayística que convierte la ficción en acon- especie de práctica textual que,
tecimiento intelectivo y en actualización de
un hecho mental, encarnado, por obra del por definición, no comulga con la
engendro textual, en anécdotas, vidas y si-
tuaciones. Como en Borges, la plenitud no idea de género literario.
es la del acontecimiento, ni la de la hondura
psicológica del personaje, sino la de la per-
plejidad intelectual y cerebral, producida cabalística y una especie de instrucción
por la contemplación imaginativa de los as- para leer alegóricamente, en grupos de tres
pectos más asombrosos de nuestra relación piezas, las entradas de la baraja. Y el terce-
con la realidad y el lenguaje. ro es una declaración que desmitifica a don
La tercera parte del texto está com- Francisco y lo muestra como una persona
puesta por tres testimonios aportados por diferente a la dibujada por los textos ante-
allegados al creador de la baraja: el primero riores: un ser monacal, preocupado por el
es Anselmo Knight, ex alumno y al pare- bien común, meticuloso y ordenado, consa-
cer hijo no reconocido de don Francisco; grado a la labor pedagógica.
el segundo es un ingeniero llamado Nel El hecho de que los tres bloques permi-
Restrepo, quien encuentra una copia de tan reinterpretar la labor escritural de don
la cartilla en un mueble comprado en una Francisco convierte la obra en algo dinámi-
venta de antigüedades; el tercero es el de co, en una suerte de ars combinandi contra-
Rosa Cortés, una enamorada fugaz del puesto al ars discendi, lineal y digresivo, del
maestro. Los tres textos, agrupados bajo el ensayo. La estrategia ensayística en el blo-
nombre de “Testimonios”, llevan el libro a que de textos del final (“Testimonios”) se
otro género: la monografía o estudio críti- acentúa, además, cuando se da la impresión
co, los cuales, como sabemos, se caracteri- de que la vida insignificante y perdida de
zan en la cultura académica y editorial por Francisco Sañudo ha sido creada ex profeso
ofrecer, luego de la obra literaria presentada para tener un mero acontecimiento intelec-
o editada, un conjunto de interpretacio- tual que comentar. El interés por contar la
nes y comentarios eruditos. Por supuesto, historia no se da a causa de las vidas nota-
en la obra de Vélez no hay erudición, y los bles de los personajes, sino por la necesidad
comentarios son del todo circunstancia- de contextualizar la aparición de un objeto
les. El primer texto es un testimonio que problemático. La cartilla-baraja se convier-
aclara algunos aspectos del carácter de don te, así, en emblema de la literatura y de una
Francisco y recrea una de las anécdotas de obra de arte siempre misteriosa, como la
la primera parte (la muerte de un alum- enciclopedia de Tlön. El verdadero prota-
no, luego de un augurio involuntario de la gonista es, entonces, el lenguaje y, de paso,
cartilla). El segundo es una interpretación las artes de la lectura y la interpretación.

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De los textos testimoniales, el que más manera similar a lo que ocurría en las alba-
llama la atención es, sin duda, el del inge- quías, no hay una palabra para nombrar a su
niero Nel Restrepo, pues contiene unos esposo en el epitafio. El narrador, entonces,
extraños esquemas, diagramas y fórmulas siguiendo ese designio, lo nombra de esta
matemáticas que, al parecer, explicarían una manera: “Poeta invisible, que no escribió
posible lectura “científica” de la baraja. Este poesía ni esperó tampoco ninguna conside-
procedimiento lleva a la novela-ensayo y la ración especial por su silencio”.
novela de tesis al terreno paródico de la crí- Nuevamente, el personaje y su condi-
tica literaria, por lo menos en su emblema, ción de vida son excusas para el desplie-
popularizado desde Borges: la cábala. De gue ensayístico. Julio Flórez es un conta-
hecho, Restrepo da una serie de posibilida- dor de profesión que, por ser homónimo
des de lectura que no tienen ninguna voca- del célebre poeta colombiano, entiende
ción supersticiosa y que presumen de ofre- que no podrá nunca dedicarse a la poesía.
cer un acceso científico a la obra de Sañudo. Nuevamente, como en el caso del maestro
Además, se da la recurrencia a aforismos y del pueblo minero, lo que motiva a este per-
máximas de Pitágoras y Confucio que in- sonaje es un extraño proyecto de redacción
troducen un viso sapiencial en el texto. Así que se vincula de manera harto peculiar
ocurre con aquellos que no solo sirven para con lo poético, y que incluso, esta vez, pa-
reflexionar sobre el motivo central del libro rece negar de plano la idea tradicionalmen-
(la predeterminación), sino también para te aceptada de poesía. En los dos casos, las
dar cuenta de la relación que hay entre el acciones y los personajes existen para ha-
mundo de los vivos y el de los muertos: cer ficción con el evento de componer un
“para los seres que vivimos en el tiempo, la texto. En El poeta invisible, los escritos de
adivinación es inevitable; los que moran en Flórez, el contador, son un conjunto de de-
la eternidad, en cambio, tienen ya la suerte finiciones para las que no existen palabras
echada”. O, también, están los usados para en el diccionario, a las que da el nombre de
controvertir la indignación que producen en “albaquía” y que escribe en las márgenes de
el maestro las vidas amparadas en el pan- sus libros de contabilidad. Si en La baraja
teísmo y el pensamiento mágico: “El apego se nos daban definiciones poéticas de pala-
a la adivinación no significa más que el an- bras preexistentes y rutinarias, con El poeta
helo de una vida mejor”. invisible se ofrecen definiciones para térmi-
El poeta invisible, la segunda novela- nos inexistentes. Camino inverso que hace
ensayo de la trilogía, hace, por su parte, un difícil imaginar el eventual tercer texto de
uso parecido de la anécdota y los recursos la serie.
argumentativos y estructurales de La baraja El término “albaquía”, de origen árabe,
de Francisco Sañudo. Solo que en este caso las designa los residuos numéricos que quedan
virtudes ensayísticas están puestas al servicio al final de las cuentas, con lo que tal vez
de la descripción de una personalidad “poé- se pretende aludir al hecho de que la pala-
tica”. Estamos, más bien, ante una semblan- bra poética siempre es el resultado de una
za materializada a partir de una idea poética suerte de destilación extrema. Los textos de
específica. Una especie de decir refugiado en Flórez consignados en la novela, una ade-
la modestia, una minimalización de lo lite- cuación literaria de un concepto originado
rario que tiene su equivalencia en una vida en la contabilidad, son ciento diez defini-
vuelta insignificante a partir de la subordi- ciones de palabras que no existen y que,
nación de los acontecimientos vitales a una además de atraer la atención sobre la falta
única tarea: escribir. Incluso, una prueba de de concordancia entre la realidad y el len-
la vida contraída hasta ser solo una mención guaje que usamos para nombrarla, resaltan
perdida en el tiempo es el hecho de que por su economía. Oscilan entre el aforismo
la viuda del protagonista descubra que, de y la definición plenamente poética. A veces

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nombran acciones tan importantes que re-
sulta increíble saber que carecemos de un En El poeta invisible, los escritos de
término que las nombre; a veces son efec-
tos; a veces, sensaciones tan leves y sutiles Flórez, el contador, son un conjunto
que entendemos por qué no hay nombre
para ellas. Aunque algunas brillan por su de definiciones para las que no
ingenio, otras son francamente sorpren-
dentes a causa de su sencillez. Por ejemplo, existen palabras en el diccionario, a
es inquietante que no exista un término
para nombrar a las “personas nacidas en la las que da el nombre de “albaquía”
misma fecha” o para nominar el “ansia de
morir”. Por momentos, es una imagen casi y que escribe en las márgenes de
expresionista: “Laxitud de la cola del ratón
que cuelga de la boca del gato”. En oca- sus libros de contabilidad.
siones, es un hecho tan importante como
inadvertido para el pensamiento práctico: inicio y 2) la consignación de la albaquía
“Último latido del corazón”. Incluso, el comentada en “edición crítica”. Cada tanto,
aforismo que describe el efecto que produ- el narrador-ensayista comenta un grupo de
cen tales definiciones en el lector es tanto definiciones. Tal impulso hacia el comen-
o más certero que las mismas definiciones. tario crítico de las definiciones poéticas de
Además, se convierte en una especie de Flórez, que es una especie de parodia de las
instrucción para interpretar y valorar lo que ediciones y estudios críticos habituales en
hace el mismo Vélez: “Cuando la palabra el mundo académico, introduce en el tex-
no existe, lo que más la revela es su defini- to consideraciones teóricas sobre la poesía
ción, vale decir, su apremiante necesidad”. y el lenguaje, así como sobre la cultura del
Pero también sorprende la función texto y la vida literaria. Por ejemplo, es re-
que se le atribuye a la tarea de la albaquía: currente el uso de citas de autores clásicos y
crear la necesidad de nuevas palabras para modernos con los que se pretende explicar
ser menos inexacto y evitar los rodeos la actitud distanciada de Flórez. Pero tam-
innecesarios. Más allá de las correspon- bién son permanentes los pronunciamien-
dencias que hacen cojear el postulado de tos aforísticos, o en forma de proverbios,
Baudelaire en torno a las correspondencias, sobre la poesía. Así, en un momento dado,
y de la curiosidad lingüística que suscita en el narrador enlaza la poética de Flórez con
el lector la constatación de esta ausencia, el la especial estética que se deriva de su alba-
efecto poético reside en mostrar que para quía: “La poesía existe, no porque existan
tal o cual acontecimiento imprescindible, las palabras, sino porque faltan. Así que un
para tal o cual hecho importante, no existe, poeta, en rigor, no crea sino que sustituye”.
en efecto, una palabra. Como en La baraja, A veces, la consideración puede contener
se hace una pregunta sobre lo complejo del una especulación sobre el nacimiento de la
acto de nombrar; y la respuesta, siempre vocación por la literatura: “El poeta brota
incipiente, es el ensayo mismo. De nuevo, en un estado primigenio del lenguaje”.
el género menor se convierte en una voca- La búsqueda obsesiva de la precisión y
ción tan literaria como vital, una aspiración la solidaridad estrecha entre mundo nom-
figurada en la humilde y disciplinada prác- brado y acto de nombrar lleva la indagación
tica de la nota al margen, estrechamente hacia los dominios del sentido y, especial-
vinculada con el ensayo. mente, a esa forma “anómala” de construc-
Aunque esta obra no tiene divisiones ción que se da en la poesía. Por ejemplo,
en capítulos, se advierten dos partes: 1) la el título del libro alude no solo a una cir-
anécdota analizada, más que contada, del cunstancia de la trama, sino también a la

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reducción vital del personaje, a la contrac- Los temas de Vélez, sin embargo, no
ción de la anécdota y a la existencia de la li- parecen exclusivamente literarios. Al ser
teratura por sí misma, con independencia de Flórez una especie de Bartleby, el personaje
quienes la escriben. En buena medida, con de Melville, los temas centrales (esterilidad,
sus mismas decisiones formales, el relato de ocaso creativo) se abren a aspectos más ge-
Vélez se inclina por la demostración de una nerales, que involucran a todo ser humano:
tesis: hay poesía, no poetas. Y precisamente el vacío, el silencio, la soledad, el lenguaje.
en esta afirmación de la autonomía del len- Sin embargo, en una especie de inversión
guaje y la poesía es donde se transparenta de claro tinte vanguardista, que recuerda a
uno de los referentes fundamentales de las John Cage y a Yves Klein, el narrador ex-
dos novelas de Vélez: Borges. presa que la inacción, el enmudecer y el si-
El relato-ensayo de Vélez evoca los lencio deben ser tenidos por actos poéticos
ensayos-ficciones sobre el lenguaje que hi- y no solamente concebidos como fracasos.
cieron famoso al escritor argentino. Incluso, Este silencio, de todas formas, muestra
en la ficcionalización de la escritura y sus que los motivos predilectos de Vélez son los
límites, tan importante en El poeta invisible, avatares y equívocos de la gloria literaria
hallamos a una especie de Pierre Menard, —temas que aparecen frecuentemente en
oculto en la persona del versificador colom- otros ensayos del autor, y que son muestras
biano, que de mal poeta pasa a ser referente de un tipo de ensayismo que emplea la lapi-
del lenguaje literario. A la manera de tantos dación como estrategia—. La única diferen-
cuentos de Borges, en El poeta invisible hay cia estriba en que, mientras en el segundo
un juego permanente con la retórica y la crí- tipo de textos los ensayos fueron publicados
tica literaria, pues siempre se están haciendo sin un contexto diferente al de la argumen-
análisis de la obra de Julio Flórez, el poeta tación (la columna Satura en la revista El
histórico y, en cierta medida, indagaciones Malpensante), con La baraja y El poeta invi-
que se contrastan con las valoraciones de la sible asistimos a la posible realización de una
tarea del otro Julio Flórez, el anónimo acon- vida ensayística para toda literatura: Jaime
tista que protagoniza la novela. Una compa- Alberto Vélez, el poeta, creó las colecciones
ración adicional, que podría resultar prove- de textos, la cartilla y la albaquía, y luego creó
chosa, es la de Vélez con el Borges ensayista para ellas un entorno ficcional. El impulso
que recurre a la ficción, en las piezas “Nueva ensayístico aportó la conversión de los he-
refutación del tiempo” y “El idioma analíti- chos, situaciones y problemas en asuntos del
co de John Wilkins”. Los abismos lógicos, pensamiento, en modulaciones cognitivas de
las vidas de autores sacrificadas a una obse- una situación que encuentra en el lenguaje
siva e inútil tarea escritural, las apariencias su manifestación más humana. El resultado:
entreveradamente ensayísticas y anecdóti- el monstruo de los géneros, el ensayo, ha-
cas son vínculos entre ambos autores. ciendo narración con ideas y conceptos.

Efrén Giraldo (Colombia)


Ensayista y crítico. Profesor del Departamento de Humanidades
de la Universidad EAFIT.

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