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La ética protestante y el "espíritu" del capitalismo. Max Weber. RECENSIÓN.

Article · December 2018

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Hugo Pereira Chamorro


University of Santiago de Compostela
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PEREIRA CHAMORRO, HUGO
CLIS-4

RECENSIÓN: La ética protestante y el “espíritu” del


capitalismo

Max Weber, Alianza Editorial


Max Weber es, sin lugar a duda, uno de los hombres más importantes y que más ha
aportado a la Historia, muchas de sus obras son imprescindibles para entender la
sociología y la economía contemporánea; sus estudios e investigaciones no nos dejan
indiferentes, es más, mucho han inferido en la lógica contemporánea. Y clara muestra
de ello es el libro que comento: La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo. Un
libro imprescindible para cualquier estudiante de Ciencia Política o Economía, aunque
en ocasiones, erróneamente, se suele tergiversar su objetivo y se asocia, esta obra, a
un estudio teológico del protestantismo. Flaco error.

No podremos entender la obra si primeramente no analizamos al autor y el contexto en


el que se escribió. Max Weber nació en Erfurt (Confederación Germánica) en 1864 y
murió en Múnich (República de Weimar) en 1920. A pesar de que es considerado uno
de los padres de la sociología él, sin embargo, nunca se catalogó a sí mismo como
sociólogo, sino como historiador. Por todas sus obras, podemos considerar que su figura
tuvo repercusión en muchos ámbitos de las Ciencias Sociales, como en la Economía,
en la Filosofía, en el Derecho, en Ciencia Política y, por supuesto, como comentamos,
en la Sociología -siendo uno de los fundadores de la sociología moderna-. Así mismo,
debemos considerar a Weber como un gran estudioso y como un hombre cultísimo: se
formó en múltiples Universidades -como en la de Heidelberg y Gotinga- donde tomó
cursos de Derecho, Economía, Historia, Filosofía y alguno de Teología1. Así mismo, se
doctoró con una tesis sobre las sociedades mercantiles en las ciudades italianas
medievales, lo que le permitió ejercer como profesor.

En cuanto al contexto histórico en el que se desarrolló su proceso vital y sus obras -que
mucha influencia ocasionó en ellas- es el nacimiento del capitalismo moderno. Tras
haber ocurrido la Revolución Industrial y el auge de las Ciencias -y de la “razón”- que
ocasionó la Ilustración, el capitalismo está “viento en popa” y poco a poco los
empresarios desarrollaban más fábricas permitiendo un crecimiento demográfico sin
precedentes -ante la mejora de la calidad de vida- y, consecuentemente, esto llevó a
muchos académicos a focalizar sus investigaciones en el auge del “espíritu capitalista”.
No debemos obviar, tampoco, que Weber se indexa dentro del marco histórico-cultural
de la unificación de Alemania (1871) -de ahí a que en muchas de sus obras se interese
y plasme los cambios sociales, económicos y culturales que está sufriendo la Alemania
de su tiempo-, así mismo, vivió la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Mientras otros sociólogos e historiadores, como Karl Marx, se interesaron por la lucha
de clases que evidenció el desarrollo del capitalismo (burguesía -propietaria de los
medios de producción- y proletariado -obreros con conciencia de ser explotados por la
burguesía-) y sostuvieron que la estructura -y la base de la sociedad- era la economía,
Max Weber, por su parte, sugiere que son los valores religiosos -especialmente los
asociados al puritanismo- los que tuvieron una importancia fundamental en el desarrollo
y consolidación del capitalismo. Obviamente nunca rechazó los aspectos económicos
como factores explicativos del capitalismo, sino que los relegó a un segundo plano.

Si hablamos de Weber, no podemos obviar sus estudios sobre la burocracia. Él mismo


afirmó que temía que la burocracia aprisionara al ser humano2, que la racionalización3
acabaría por aprisionar al ser humano en una “jaula de acero” de la que apenas tendría
posibilidad de escapar. Por todo ello, podemos decir que la Ilustración (y todo lo que
conlleva: progreso, felicidad, ciencia, libertad, razón, despoje de la religión…) tenía, así
mismo, un lado oculto con peligros.

1
Información extraída del estudio preliminar de la edición que manejo, a cargo de Joaquín Abellán.
2
Información extraída del manual de Sociología de Anthony Giddens.
3
Así era como Max Weber describía la burocracia, es decir, referenciaba a la organización de la vida
social y económica en función de principios de eficiencia y apoyándose en conocimientos técnicos.
Además del libro que comento, otras de sus obras destacadas son: El político y el
científico, Economía y sociedad, La política como profesión y Conceptos Sociológicos
Fundamentales.

En cuanto a la estructura de La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, he de


comentar que se divide en dos partes: “El problema” y “La idea de profesión en el
protestantismo ascético”, dividiéndose ambas partes, a su vez, en diversos capítulos -
que mencionaré a continuación, en el análisis del contenido del libro-.

En cuanto a la expresión textual de Weber, he de comentar que, para lo dificultosas y


técnicas que son sus obras, este libro se lee con gran facilidad. Quizás la mayor
dificultad no radique en la comprensión per sé sino que en la gran cantidad de
información cultural y conceptos que expone en esta obra, muchos de ellos
desconocidos hasta este momento por mi. Es decir, en muchas ocasiones tuve que
informarme (desde Internet y otros libros) de ciertos conocimientos que se incluyen en
esta obra, con el objetivo de poder seguirla sin dificultad.

El objetivo de este libro no es otro que exponer, a modo de investigación, lo que los
datos estadísticos extraídos por un discípulo de Weber demostraron: en un país en
donde reside una población protestante y católica, la población protestante ocupa
niveles directivos más altos y poseen, asimismo, niveles de riqueza mayores. Para
explicar este hecho, cuanto menos curioso y significante, recurre a las raíces del
protestantismo y consigue descifrar que en ellas se encuentra un factor ampliamente
determinante para el éxito del espíritu capitalista. A lo largo de la obra veremos como el
“espíritu capitalista” -que a priori nos puede desconcertar ante la vacuidad de sentido
que posee- va adquiriendo el significado de la mentalidad económica basada en la
búsqueda del enriquecimiento y, lo que es más importante, este enriquecimiento debe
ser visto como un deber que, bajo los preceptos del puritanismo, se le impone al
individuo. Así pues, podemos catalogar el “espíritu capitalista”, como le gustaría a
Weber, de “tipo ideal”, pues nos permite modelizar y comprender ciertos fenómenos
sociales aún siendo éste un concepto meramente abstracto.

A continuación, pasaremos al análisis de contenido del libro. Comenzaremos por la


primera parte “El Problema”.

En el primer capítulo, “Confesión y estructura social”, nos acerca, ya en las primeras


páginas, la idea que antes introducíamos: en un país religioso mixto (catolicismo y
protestantismo) los protestantes poseen niveles superiores de riqueza y de cualificación.
Es más, los países con preponderancia protestante, y en donde se articuló la Reforma,
son los más desarrollados económicamente hablando. Citando a un autor moderno, Max
Weber nos transmite una idea básica: “al protestante le gusta comer bien, mientras que
el católico quiere dormir tranquilo” -pág.75-. Así mismo, asegura Max Weber que
debemos desterrar de nuestro pensamiento la idea tan vaga -y muy poco precisa- del
“alejamiento del mundo del catolicismo y el (supuesto) goce mundano materialista del
protestantismo” -pág.76- son, pues, ideas muy vacuas que contradicen, incluso, los
preceptos de ambas religiones. Debemos profundizar más en el estudio de la religión
protestante y observar, efectivamente, el porqué de su mayor predisposición al
almacenaje de riquezas y éxito empresarial.

En este sentido, “sí se puede encontrar una afinidad interna entre el espíritu del
protestantismo antiguo y la cultura capitalista moderna, [sin embargo] tenemos que
intentar buscarla no en el (supuesto) <goce mundano>, más o menos materialista o
antiascético, sino en sus rasgos puramente religiosos” -pág.80-
En el segundo capítulo, “El espíritu del capitalismo”, nos acerca la idea de a qué nos
referimos con este “tipo ideal”. Nos afirma Weber que la comprensión de este concepto
no la debemos encontrar en el inicio de la investigación, sino al final de esta. Sin
embargo, desde un primer momento, podemos decir que la idea de “espíritu” con
referencia al capitalismo hace, efectivamente, referencia a la idea de que el capital
posee un espíritu propio, basado en: “la idea del tiempo como dinero”, en “la idea del
crédito como dinero”, en la “idea del dinero como una naturaleza fértil y con capacidad
de reproducción” y en la “idea de que un buen pagador es dueño de la bolsa de
cualquiera”. A lo largo de toda la obra, introducirá la figura de Benjamin Franklin (padre-
fundador de EEUU) como individuo en el que se encarna el espíritu del capitalismo. Una
de las reflexiones que, a mi punto de vista, es muy interesante es: “el hombre queda
referido a ese ganar dinero como al objetivo de su vida, no es la ganancia la que queda
referida al hombre como un medio para la satisfacción de sus necesidades materiales”
-pág.88-. He aquí, la esencia del espíritu capitalista. Esta reflexión está plenamente
basada en la peculiar idea del “deber del trabajo”, es decir, el individuo siente una
obligación hacia “su actividad laboral”. Es más, “el capitalismo actual (…) consigue los
sujetos económicos que necesita (…) y los educa mediante <<selección económica>>”
-pág.90-. Por otra parte, a diferencia de lo que se cree popularmente, el “espíritu
capitalista” no está asociado con la tradicional máxima del “auri sacra fames”, pues no
representa, en absoluto, el sistema de valores puritanos en el que se desarrolló el
capitalismo -pág.93-. Así mismo, se ha de tener en cuenta la idea de que el hombre no
quiere por naturaleza “ganar más y más dinero, sino quiere simplemente vivir, vivir como
ha estado acostumbrado a vivir y ganar lo necesario para ello” -pág.94-. Así, cuando el
capitalismo comenzó a elevar los salarios para conseguir más productividad, fracasó;
por ello se obligó al obrero –y en actualidad sigue ocurriendo- a trabajar más con la
amenaza de reducir su salario.

Así, pues, debemos tener en cuenta que este “sistema económico capitalista necesita
esa entrega absoluta a la <<profesión>> de ganar dinero” -pág.108-.

En el tercer capítulo, “El concepto de profesión de Lutero. Objeto de la investigación”,


se nos dice que Lutero desarrolló esta idea [la de profesión] a lo largo de la primera
década de su actividad reformatoria. En primer lugar, que el puritanismo concibe que
todas las profesiones lícitas valen realmente lo mismo ante Dios. Así mismo, cabe
asegurar que a “Lutero no se le puede considerar internamente relacionado son el
<<espíritu capitalista>>” -pág.123-, pues Lutero rechazaría cualquier mentalidad
cercana a la propuesta por Franklin (a quien teníamos como ejemplo de individuo con
“espíritu capitalista”). Ante todo, nos dice Lutero, hay que considerar reprobable el afán
de lucro material que sobrepase las propias necesidades. Así mismo, es de destacar la
concepción de profesión como predestinación que nos llega por parte de Dios: “la
profesión concreta de cada individuo se convirtió en un mandato de Dios al individuo” -
pág.127-.

Como podemos comprobar, la primera parte de este libro no nos ayuda a definir
estrictamente el concepto de “espíritu capitalista” y, mucho menos, nos ayuda a asociar
el surgimiento del capitalismo con la ética protestante. Tendremos que, para ello,
analizar la segunda parte: “La idea de profesión en el protestantismo ascético”.

Así, en el primer capítulo de la segunda parte, “Los fundamentos religiosos del


ascetismo intramundano”, se nos amplia los preceptos del protestantismo. Lo cierto es
que este primer capítulo, más bien, puede ser considerado como un texto teológico.
Para poder comprender perfectamente a lo que nos referimos con “espíritu capitalista”,
tendremos que acceder a la lectura del segundo capítulo de esta segunda parte. Así,
pues, en esta recensión, daremos un barrido rápido de este primer capítulo, pues lo que
nos interesa es el aspecto económico del libro.
En el primer capítulo, se nos comienza acercando la idea de que en los países más
cultos y desarrollados, que poseen un punto de vista capitalista, como los Países Bajos,
Inglaterra o Francia, la fe que más se expandió fue la calvinista; siendo su dogma más
característico la doctrina de la predestinación (que mucho tendrá que ver con el “espíritu
capitalista”). En este sentido, debemos considerar que: “los designios de Dios son
inalterables, la gracia de Dios no puede ser perdida por aquellos a los que él se la da,
de la misma manera que no puede ser alcanzable por aquellos a quienes él se la niega”
-pág.151-. Esta es la esencia de la doctrina de la predestinación puritana. Por todo ello,
debemos considerar que el trabajo social para los puritanos, que siguen la lógica del
ascetismo, es solamente un trabajo “en mayor gloria de Dios”. Este mismo carácter y
lógica es la que posee el trabajo profesional, es decir, la ética calvinista -y la ética de la
Reforma, en general- posee un carácter plenamente utilitario y ascético, derivado de la
doctrina de la predestinación. Una pregunta que nos puede surgir y que el mismo Weber
plantea es: ¿Soy yo un elegido [de Dios]? -pág.161-. La respuesta debe ser:
“conformarnos con el conocimiento de la decisión de Dios y con la confianza firme en
Cristo, producida por la verdadera fe”. Así mismo, se recomienda, como medio para
conseguir esa certeza, “un trabajo profesional infatigable” -pág.164- y, pues, el trabajo
“profano” sirva para esta función. Todo está relacionado.

Por su parte, el Dios del calvinismo, “exige de los suyos y produce en ellos no <<buenas
obras>> sino una vida santa, es decir, una santificación por las obras elevadas a
<<sistema>>” -pág.172-. Por todo ello, la premisa fundamental a la hora de desempeñar
un trabajo profano es que debían perseguir sus ideales ascéticos dentro, pues, de la
vida profesional profana (no debían escapar de ello), deben mantenerlos por “sistema”.
Así, pues, el calvinismo, a diferencia del luteranismo, exige una profunda cristianización
de la vida entera, en todas sus facetas y ámbitos.

Así mismo, el “pietismo” tuvo por idea base la doctrina de la predestinación. Sin
embrago, el pietismo, a diferencia del calvinismo, la intensidad de la racionalización de
la vida tenía que ser forzosamente menor.

Por todo ello, podemos resumir este primer capítulo afirmando que el estilo de vida
ascético significaba, asimismo, una organización racional de toda la vida, “a modo de
sistema”, y que ésta estaba plenamente guiada por Dios. De este modo, nuestra vida
profana, y más, nuestro trabajo profesional profano, debía, así mismo, estar guiado por
esta racionalizad que tanto agrada a Dios.

Pasamos ahora a analizar, si cabe, el capítulo último y neurálgico de la obra. En él se


explicará el tipo ideal que llevamos mencionando a lo largo de toda la obra pero que,
hasta ahora, no supimos definir con concreción, el “espíritu capitalista”.

Así, el segundo capítulo, “Ascetismo y capitalismo”, comienza explicándonos que “la


riqueza como tal es un grave peligro, sus tentaciones son incesantes, aspirar a ella no
sólo no tiene sentido para Dios (…) sino que además es moralmente peligroso” -
pág.234-. Así, pues, el ascetismo puritano parece dirigido en contra cualquier aspiración
a conseguir bienes temporales. Lo realmente reprobable es, desde este punto de vista,
recrearse en la riqueza, disfrutar de la riqueza con sus consecuencias de ocio. Así
mismo, siendo congruente, debe considerarse el trabajo como “un fin en sí mismo de la
vida, prescrito por Dios”. Así, como nos dice San Pablo: “quien no trabaje, que no coma”
-pág.240-, es más, “La providencia de Dios tiene preparada, para todos sin excepción,
una profesión que cada uno tiene que conocer y en la que tiene que trabajar” -pág.241-
.Así, lo que exige Dios, no solo es un trabajo “en sí mismo”, sino que, además, “un
trabajo racional”. Bajo este punto de vista, debemos considerar que la riqueza, la
acumulación de capital -el ahorro-, sólo es peligrosa como tentación para la pereza y
para el goce pecaminoso de la vida. Es más “querer ser pobre, sería los mismo que
querer estar enfermo” -pág.247-, la mendicidad es un pecado. “El ascetismo odia oor
igual tanto la elegante despreocupación del señor como la ostentación del nuevo rico”-
pág.248-. La riqueza, en sí misma, por tanto, no es mala; es más, “el hombre sólo es
administrador de los bienes que le han sido concedidos por la gracia de Dios” -pág.260-
. El hombre debe ser, pues, “una máquina de ganar” -pág.261-. Lo reprobable sería el
uso de esas ganancias para el disfrute y para el consumo (más allá de la necesidad
para sobrevivir). Debemos liberarnos, por tanto, del afán de lucro, no del afán de
aumentar nuestras riquezas.

Bajo este pensamiento nació el “espíritu capitalista” que no es más que la “ética del
trabajo específicamente burguesa” que, además, los burgueses, por todo esto, poseían
la conciencia de estar en plena gracia de Dios y, es más, afirmaban estar visiblemente
bendecido por Él.

Bajo mi punto de vista, este es un libro de imprescindible lectura. No solo para un


estudiante de Ciencia Política sino que para cualquier persona que quiera aumentar su
bagaje cultural. Es un libro que mantiene el ánimo despierto del lector desde su inicio
hasta su fin (a pesar de tratar temas técnicos y conceptos de difícil comprensión),
además, de ser de lectura rápida. Lo recomendaría, por tanto, sin pensarlo. Es más, lo
considero de lectura obligatoria. En un primer momento parecía complicado, si cabe un
tanto descabellado, asociar religión y capitalismo pero Max Weber lo consigue, y a la
perfección. Lo considero uno de los grandes estudiosos de la Historia cuyas obras no
dejan indiferente a nadie. Al principio era contrario a la lectura de ningún libro de Max
Weber -pues parecía un autor demasiado inaccesible- pero creo que lo he prejuiciado
erróneamente. Ahora considero que es un autor fundamental.

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