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La Colmena

ISSN: 1405-6313
lacolmena@uaemex.mx
Universidad Autónoma del Estado de
México
México

Urdapilleta-Muñoz, Marco; Núñez-Villavicencio, Herminio


Civilización y barbarie. Ideas acerca de la identidad latinoamericana
La Colmena, núm. 82, abril-junio, 2014, pp. 31-40
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=446344310004

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Civilización y barbarie. Ideas acerca
de la identidad latinoamericana

La Colmena 82 abril-junio de 2014 pp. 31-40 ISSN 1405-6313


Marco Urdapilleta-Muñoz* y Herminio Núñez-Villavicencio*

Resumen: Se discuten y analizan los contenidos semánticos de la dicotomía


‘civilización-barbarie’, según el uso que le han dado autores que han aborda-
do la búsqueda de la identidad de América Latina, como Francisco Javier Clavije-
ro, Domingo Faustino Sarmiento, Alexander von Humboldt, Jorge Larraín, José
Martí, Darcy Ribeiro, Juan Ginés de Sepúlveda, Arturo Uslar Pietri y Leopoldo
Zea. El análisis del discurso de diversos ensayos inscritos en la búsqueda de
una identidad cultural latinoamericana demuestra que esos textos fueron pro-
ducidos en distintos momentos históricos por sectores sociales que pugnaban
por modelar sus naciones y que, al mismo tiempo, transponían su reflexión
y experiencia a un horizonte continental. Se destaca la respuesta asuntiva de
Leopoldo Zea, según la cual la dependencia y la marginación no son fenóme-
nos irrevocables, pero cuya superación implica el encuentro con ‘lo propio’.

Palabras clave: América Latina; colonialismo; dependencia; diversidad cultu-


*Universidad Autónoma del ral; alteridad; emancipación.
Estado de México, México

Correo-e: marcoumx@yahoo.es

Recibido: 2 de septiembre de 2013

Aceptado: 28 de noviembre de 2013

31
E
está ligada a él por ‘procesos civilizatorios’2 genera-
dos desde allá y que la han impactado decisivamen-
te colocándola en una situación de subordinación
l cuestionamiento en torno a la situación política. Darcy Ribeiro explica que los procesos civi-
cultural de Latinoamérica constituye uno de los aspec- lizatorios surgen a partir de revoluciones tecno-
tos que marcan la reflexión sobre nuestro territorio. lógicas3 y plantea que desde la perspectiva de los
Los planteamientos, como puede suponerse, han sido pueblos que fueron envueltos por una acción de este
variados debido a la complejidad de los planos heu- tipo existen dos maneras de incorporarse a un pro-
rísticos e ideológicos y objetos implicados. Uno de los ceso civilizatorio. La primera de ellas es por acele-
conceptos o campos de indagación que aparece fre- ración evolutiva; se entiende aquí que los pueblos
cuentemente vinculado a esta temática es el de identi- se estructuran de modo más o menos autónomo,
dad sociocultural (cfr. Sambarino, 1980; Picotti, 1991; como ‘pueblos para-sí’. Se trata de “sociedades que,
Uslar, 1992; Pizarro 1994; Larraín, 1996).1 También dominando autónomamente la nueva tecnología,
este tema ha sido debatido desde fuera, así, para progresan socialmente, preservando su perfil étnico-
Fernand Braudel, Latinoamérica era una ‘civilización’ cultural, y, a veces lo expanden sobre otros pueblos
y para Alain Rouquie, un ‘extremo Occidente’. en forma de macroetnias” (Ribeiro, 1977: 35). En
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Este intento de aprehensión abarca aspectos que la segunda, por actualización histórica, se estable-
van desde la indagación de las raíces históricas y ce la condición de dependencia; es decir, los pueblos
culturales de la región hasta el planteamiento de no existen para-sí, sino para atender los designios de
un proyecto que persigue su autoafirmación como dominación y de prosperidad de otros. Debido a esta
ente político-cultural. La cuestión no es reciente y dependencia corren “el riesgo de ver traumatizada su
los estudiosos de la historia de las ideas, científi- cultura y descaracterizado su perfil étnico” (Ribeiro,
cos sociales, escritores y ensayistas han buscado y 1977: 35). La fórmula que plantea la disyuntiva entre
encontrado fórmulas conceptuales que sintetizan la civilización y barbarie en sus diversos momentos y
experiencia histórica del subcontinente.
Una de las reflexiones se fincó en la contraposición
1 La identidad histórico-social se define y se afirma en la dife-
de civilización y barbarie, disyuntiva que inaugura, en
rencia. Entre la identi­dad y la alteridad existe una relación de
América, el discurso de la identidad continental, pues- presuposición: el ‘yo’ sólo es definible en oposición al ‘otro’. Se
to que se articula con los primeros encuentros entre trata de la percepción colectiva de un ‘nosotros’ relativa­mente
homogéneo en oposición a ‘los otros’, a partir del reconocimien-
europeos y americanos, el momento fundacional de to de caracteres, marcas, rasgos compartidos y una memoria
nuestra historia. Sin embargo, esta fórmula siguió apa- común. En un plano más concreto se le puede concebir como
reciendo en diversos discursos a lo largo de los siglos y un hecho simbólico construido por el discurso, que es efecto de
creencias y representaciones.
sus variadas cristalizaciones muestran una lucha sim-
2 Para Darcy Ribeiro el concepto de ‘proceso civilizatorio’ denota
bólica por la construcción de la identidad regional. El una expansión del poder de dominación y explotación de los
trayecto discursivo de la dicotomía muestra también pueblos que han protagonizado una revolución tecnológica so-
bre otros, cuyo desarrollo tecnológico los coloca en una situa-
que existe una serie de proyectos de identidad cul- ción de atraso, y opera como una serie de “transfiguraciones
tural conformados en distintos momentos históricos étnicas de los pueblos a los cuales alcanza, remodelándolos a
por sectores sociales que pugnaban por modelar sus través de la fusión de razas, de la confluencia de culturas y de la
integración económica, para incorporarlas en nuevas configura-
naciones y que, al mismo tiempo, transponían su ciones histórico-culturales” (1997: 35).
reflexión y experiencia a un horizonte continental. 3 Por revolución tecnológica Ribeiro entiende: “innovaciones pro-
En términos generales, la fórmula expresa no sólo digiosas en el equipamiento de la acción sobre la naturaleza
y en la forma de nuevas fuentes de energía que, una vez al-
la alteridad histórico-cultural de América Latina con canzadas por una sociedad, logran su ascenso a otra etapa del
respecto a Occidente, sino también manifiesta que proceso evolutivo” (1977: 34).

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formulaciones deja ver la pugna entre proyectos de derivan de las expansiones de Occidente cuidando
naciones que pretenden entrar a los procesos civili- el perfil cultural propio— y de un proyecto que pre-
zatorios de las dos maneras señaladas, como se verá cisa de cambios muy fuertes en la cultura recepto-
a continuación. ra para responder a las exigencias de los procesos
Siguiendo esta lógica, la expansión de Occidente civilizatorios. Veamos entonces cómo se vincula la
propició, tanto en quien jugó el papel de agente como dicotomía civilización-barbarie a esta propuesta para
en quien se convirtió en objeto de ella, una concien- comprender la historia de América Latina. Al inicio
cia bastante peculiar de su situación histórica y señalé que dos procesos civilizatorios vertebran
cultural. En síntesis, las culturas ‘civilizadoras’ que nuestra historia: el que se origina en la revolución
se han expandido se propusieron, frente a las que mercantil, y que llegó en el momento del Descubri-
recibieron su acción, como modelo y paradigma miento, y el que proviene de la Revolución Indus-
cultural. Por lo que la sociedad o nación incorporada trial, que aparece en el siglo XIX.
intenta constituirse a partir de ese modelo, el proble-
ma es que lo hace desde una situación de subordi-
nación. Los países ibéricos y, más tarde, Inglaterra, Descripción general del uso de la dicotomía
Francia y Estados Unidos fueron los modelos, en civilización-barbarie

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cuyas metrópolis se generaron los procesos civiliza-
torios que impactaron al subcontinente. Es así que La antítesis entre civilización y barbarie se ha
se pensó y se obró en los diversos sectores de las repetido desde la Antigüedad, aunque formulada
sociedades latinoamericanas en relación con la fuer- en términos distintos. Los griegos, un pueblo que
za centrípeta que significaba la incorporación a un tuvo absoluta conciencia de sus diferencias cultu-
proceso civilizatorio. rales en relación con los pueblos vecinos, se erigie-
En razón a estos procesos de incorporación, la ron como modelo cultural, y aquellos que diferían de
dicotomía civilización-barbarie adquirió sus diver- este modelo, de este logos, fueron llamados bárba-
sos significados. En efecto, se conforma como una ros (cfr. Aristóteles, 2000). Esta postura respecto a
respuesta discursiva que marca una posición ante los otros pueblos fue heredada a los romanos a finales
procesos civilizatorios que pueden verse como una del Imperio, cuando se homologaron cristianismo y
expresión de las relaciones centro-periferia, coloni- Estado; por consiguiente, los ideales de la cristian-
zador-colonizado o, bien, representa la disyuntiva dad fueron reformulados para hacerlos coincidir
entre aceleración evolutiva o actualización histó- con el etnocentrismo romano. Luego de la debacle
rica. Dicho de manera muy sintética y desde una del Imperio Romano, la Europa medieval junto con
perspectiva que privilegia lo cultural —tal como Bizancio heredaron el concepto grecolatino de ‘bar-
lo señala Ribeiro—, se le han presentado a Latinoa- barie’, adaptándolo a las nuevas circunstancias.
mérica dos opciones para participar en los procesos Así, al término ‘bárbaro’ no se le atribuye tanto un
civilizatorios que la llevan, por un lado, a preservar significado cultural y de comportamiento, como reli-
su perfil étnico, cultural y social y, por otro, a desca- gioso (cfr. Bestard y Contreras, 1987; Bitterli, 1982).
racterizarse como cultura y al mismo tiempo perder Se equipararon, de este modo, los conceptos de ‘bár-
su autonomía política. baro’ y ‘pagano’. No obstante, este último mantiene
Esta disyuntiva subyace en el fondo de la díada las características de ferocidad, brutalidad y desleal-
civilización-barbarie y se expresa en la confronta- tad que habían sido asignados al bárbaro. Y es esta
ción de proyectos culturales de carácter ‘asuntivo’ comprensión de la alteridad la que llega a América.
(cfr. Zea, 1978) —que pretenden la incorporación Ahora, si nos atenemos al uso más general de
de los países a los vastos procesos culturales que la díada civilización-barbarie es posible plantear

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un núcleo sobre el cual giran sus diversas formu- por conocer al indígena se lo circunscribió dentro de
laciones. Para empezar, el término ‘civilización’ los paradigmas de la alteridad establecida, fijada por
es usado comúnmente para denotar una concep- la tradición europea en el marco de su concepción
ción de la realidad y la valoración de ésta, la cual cristiana del mundo, porque de su ubicación depen-
determina la actuación de los miembros de esa día en gran medida el carácter y la justificación del
cultura tanto en la esfera material como en la sim- proceso de colonización y evangelización. Como
bólica. Frente a este polo se ubica el término ‘bár- era de esperarse se trataba de dirimir fundamental-
baro’, su contrario en la medida en que denota el mente dos cuestiones: ¿qué clase de seres eran los
desconocimiento de las condiciones culturales del americanos? y ¿qué aptitudes tenían para conver-
‘civilizado’, y, en efecto, acudiendo a la etimolo- tirse al cristianismo y entrar en la cultura europea,
gía, el bárbaro es el extranjero, el ‘otro’, el que en la Historia?
concibe la realidad de manera diversa. Esta díada, Ante los ojos de los europeos, el comportamiento
sin embargo, no es sólo descriptiva, sino que entra- de los indígenas fue descrito muchas veces como abe-
ña connotaciones valorativas posibles de establecer. rrante, absurdo y cruel, y presentó serios problemas
El término ‘civilización’ (formulado como ‘policía’ de clasificación, porque no se asemejaba a ningún
hasta el siglo XVIII), en el contexto de esta dicoto- modelo conocido. En consecuencia, no pocas veces,
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mía, ha pasado a describir el estadio superior de se pensó que los habitantes del Nuevo Mundo no
una cultura y ‘bárbaro’, correlativamente, ha desig- eran completamente humanos. Téngase en cuenta
nado una situación de inferioridad de una cultura que, para quienes se ocuparon de los ‘asuntos de
frente a otra. Como es notorio, el planteamiento de indios’, el reconocimiento de la humanidad del otro
un encuentro cultural tiende a poner de manifiesto estuvo condicionado por su cercanía al modelo cul-
la actitud etnocéntrica de cada cultura en tanto que tural basado en la idea de una naturaleza humana
cada una tiene sus códigos para constituir su rea- fincada en la ley natural.4 Así que los europeos como
lidad y referirla mediante las representaciones que Sepúlveda no hicieron sino escamotear la humani-
conforman su imaginario social. dad de los pueblos indígenas, rebajándola, barbari-
Pero esta situación, que podría tenerse por nor- zándola. Cito en extenso este aleccionador párrafo
mal, adquiere otro matiz cuando una cultura, que que habla por sí mismo:
por ciertas circunstancias alcanza un mayor desa-
rrollo de sus fuerzas productivas, supedita a la(s) Pues aunque algunos de ellos demuestran cier-
cultura(s) que no han alcanzado un estadio de desa- to ingenio para algunas obras de artificio, no
rrollo suficiente para dirigir con un alto grado de es éste argumento de prudencia humana, pues-
autonomía sus procesos sociales. Entonces, sobre to que vemos a las bestias, y a las aves, y a las
esta diferencia se articula la alternativa entre civi- arañas hacer ciertas obras que ninguna indus-
lización, el modelo cultural del dominador, y la bar- tria humana puede imitar cumplidamente y por
barie, la cultura del dominado. lo que toca al modo de vivir de los que habitan
la Nueva España y la provincia de Méjico, ya

La cristiandad frente a la barbarie indígena


4 La ley natural no consistía, estrictamente hablando, en una se-
rie de normas, sino que, como lo explica Anthony Pagden, era
El logos de la cultura cristiana en expansión generó “un sistema ético, una teoría en parte epistemológica, en parte
una serie de imágenes del otro, del indígena, que sociológica, sobre los mecanismos que permiten a los hombres
tomar decisiones morales”. Es un conjunto de ideas implanta-
situaban a éste en la categoría de bárbaro. Este con- das por Dios en el hombre para permitirle comprender a éste su
cepto jugó un papel crucial cuando, en un intento fin como hombre (1988: 99).

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he dicho que a éstos se les considera como los un discurso que asumió las características de una
más civilizados de todos, y ellos mismos se jac- protección al indígena de los desafueros de los con-
tan de sus instituciones públicas, porque tienen quistadores y encomenderos. Otra postura más radi-
ciudades racionalmente edificadas y reyes no cal, como la de Bartolomé de las Casas añade que
hereditarios, sino elegidos por sufragio popu- los indígenas no sólo no eran bárbaros en el sentido
lar, y ejercen entre sí el comercio a modo de aristotélico que discute Sepúlveda, sino que el afán
las gentes cultas. Pero mira cuánto se enga- de poder y riquezas de los españoles provocó que se
ñan y cuánto disiento yo de semejante opinión, trastocara el fin evangélico de la empresa, que jus-
viendo al contrario en esas mismas institucio- tificaba moralmente la proyección cultural hispana.
nes una prueba de la rudeza, barbarie e innata El conquistador queda, así, descrito como un bárba-
servidumbre de estos hombres. Porque el tener ro, debido a su capacidad de dañar y de ejercer vio-
casas y algún modo racional de vivir y alguna lencia. Más aún, por este motivo no sólo se niega
especie de comercio, es cosa de que la misma como cristiano, sino que resulta anticristiano.
necesidad natural induce, y sólo sirve para pro- En este proceso civilizador ‘mercantil salvacio-
bar que no son osos ni monos, y que no carecen nista’ se buscó que el bárbaro depusiera los aspectos
totalmente de razón. Pero, por otro lado, tienen de su cultura contrarios a la razón cristiana; para

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de tal modo establecida su república, que nadie lograrlo se utilizó la fuerza, justificada de diversas
posee individualmente cosa alguna, ni una formas. Luego, el dominio establecido por el orden
casa, ni un campo de que pueda disponer ni colonial se basó en la apropiación de la soberanía y
dejar testamento a sus herederos, porque todo propiedades de los indígenas, así como en su sub-
está en poder de sus señores que con impro- yugación mediante la encomienda, la esclavitud u
pio nombre llaman reyes, a cuyo arbitrio viven otras formas de servicios personales.
más que al suyo propio, atenidos a su volun- En síntesis, prevaleció en los hechos una visión
tad y capricho y no a su libertad, y el hacer todo que tenía al indígena como bárbaro, cuya cultura
esto no oprimidos por la fuerza de las armas, fallaba en su comprensión de la razón (los primeros
sino de un modo voluntario y espontáneo es principios de la ley natural, contenidos en el cristia-
señal ciertísima del ánimo de servir y abatido nismo), a la que podría acceder cuando el cristiano
de estos bárbaros (Sepúlveda, 1944: 109-111). civilizado se la enseñase y, para tal efecto, debía ser
tutelado por la monarquía española.
El bárbaro, subrayó, tiene el ánimo abatido y servil
debido a que ha permanecido postrado por formas
de gobierno despóticas en donde no hay propiedad Hacia una nueva razón
privada. Además las artes de los mexicas, el pueblo
al que se refiere Demócrates, el alter ego de Sepúl- En el siglo XVIII y a principios del siglo XIX, la polé-
veda, sólo muestran que son humanos, que tienen mica sobre América se encendió de nuevo a raíz de
razón; no más. las ideas expresadas por algunos ilustrados euro-
Pero el surgimiento en la Historia y la histori- peos, quienes, desde diversos ángulos, cuestionaron
zación del nuevo bárbaro en las coordenadas de la el grado de civilización alcanzado por los america-
ecúmene cristiana no dejó intacta a Europa; una nos bajo la tutela de las monarquías ibéricas. Se cali-
conciencia culposa la perseguía, como se observa en ficó a los habitantes originales como ‘salvajes’,
los textos que denunciaron las atrocidades de la ‘inmaduros’, ‘bárbaros’. El determinismo geográfi-
expansión colonialista. Aquí el papel civilizador de co jugó algún papel aquí, pues incluso al continente
España es, en mayor o menor medida, juzgado por se le llamó ‘inmaduro’, tal como afirma Jean Louis

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Leclerc, conde de Buffon en su Histoire naturelle subrayaron que había notables avances, porque para
générale et particuliére avec la description du Cabinet ellos su razón provenía de los moldes cristianos.
du Roy (París, 1761): el cielo americano era “avaro” Entre los autores que respondieron a los ‘filóso-
y la tierra húmeda en extremo: los hombres habrán fos’ sobresalió el mexicano Francisco Xavier Clavije-
de ser “fríos” y “endebles” (Leclerc, 1826: XV, 448). ro con sus disertaciones contenidas en el libro X de
Asimismo, Corneille de Pauw, autor de Recherches la Historia antigua de México (Cessna, 1780-1781).
philosophiques sur les Américains ou memories inté- Entre otras cosas, elaboró una detallada defensa
ressants pour servir á l’histoire de l’espéce humaine de los mexicas acusados de barbarie (cfr. Clavijero,
(Berlín, 1768), dio al continente el adjetivo de ‘decré- 1964). También destacaron el chileno Juan Ignacio
pito’. La novedad de estos planteamientos es que al Molina con su Compendio de la historia geográfica,
encontrar que el clima era un factor determinante natural y civil del Reino de Chile (Bolonia, 1776); la
para la cultura humana, así el carácter de los espa- Historia general del Reino de Quito (Faenza, 1789),
ñoles americanos se ‘degeneró’, se barbarizaron de del ecuatoriano Juan Velasco, y el Ensayo sobre la vida
una forma u otra. y la muerte de los sacerdotes paraguayos (Faenza
Veamos ahora el planteamiento del conde de 1791), del paraguayo José Manuel Peramás.
Buffon, que contó con mayor aceptación. En esen- Por último, hay que destacar la participación a
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cia, señala que los americanos están aún muy lejos destiempo de Alexander von Humboldt en esta polé-
del nuevo modelo cultural europeo que se constru- mica; quien, por un lado, mostraba a los europeos,
yó en la Ilustración, dado que los humores y tempe- mediante una serie de ensayos sobre los virreina-
ramento propiciados por el clima húmedo los hacen tos españoles, cuan falsa era la imagen de Améri-
incapaces de aumentar su dominio sobre la natura- ca que sustentaban el conde de Buffon y De Pauw
leza, de aprovecharla cabalmente. y, por otro, no dejó bien parada la labor misionera
Lo que me interesa rescatar es la respuesta a de la monarquía española, pues, desde su parecer,
las poco sólidas argumentaciones de los ‘difama- ésta no abonaba por la libertad sino por la sumisión
dores de América’ —así los calificó Antonello Gerbi del ser humano a un poder absoluto. El paradigma
en su Disputa del Nuevo Mundo (1960)— que die- cultural y la visión del progreso5 en la historia del
ron los sacerdotes jesuitas expatriados en Bolonia, a prusiano eran ya muy distintos a los de los jesuitas
la sazón, uno de los grupos intelectuales más sóli- por más modernos que éstos fueran, por que para él
dos de la América hispana. Su tarea refutatoria fue el modelo colonial español y sus instituciones ten-
fácil, pues les bastó con presentar contraejemplos dían a la enajenación. El avance en la historia debía
de su amplia experiencia cotidia­na en América para derivar en el aumento de la libertad6 del ser huma-
hacer tambalear la lógica de los sistemas filosóficos no, en la no explotación del hombre por el hombre.
europeos basados en argumentaciones derivadas de
axiomas construidos bastante lejos de los hechos que
5 Humboldt y los ilustrados en general siguen la explicación del
pretendían explicar. Además, la necesidad de refu-
progreso humano como una sucesión de cuatro estadios con-
tar a los ‘detractores’ de América condujo a los sacer- secutivos, a los que le corresponde un modo de subsistencia,
dotes jesuitas a resaltar los logros de la Iglesia en definidos como la caza y la pesca, la agricultura y el comercio.
Es evidente que se trata de una concepción materialista de la
América. En este contexto se hizo también una nue-
historia en la medida en que concede primacía al factor entre el
va apología de los indígenas americanos, resaltando modo de subsistencia y el tipo de organización social que deriva,
el grado de civilización alcanzado durante su etapa según la mencionada escala, de mayor o menor complejidad.

pagana y sus virtudes cristianas, al tiempo que se pon- 6 Para Humboldt la libertad es “la esencia del orden social” un
orden social debería seguir las leyes de la naturaleza y la fal-
deraron las cualidades geográficas y climáticas del ta de libertad, la opresión y la desigualdad atentan contra la
continente. En resumen, estos jesuitas expatriados condición humana.

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Según esto, no sólo bastaba la condición dominadora —“el centro de la civilización argentina, española,
del hombre sobre la naturaleza, sino que era preciso europea”—, porque los gauchos ‘nómadas’, repre-
que se reflejara en su libertad individual, económica y sentantes de la barbarie, son profundamente indi-
política. Únicamente así se cumplirían los requisitos vidualistas debido a su modo de vida: “Este hábito
del bien público, de la verdadera república humana, de triunfar en las resistencias, de mostrarse siempre
la civilización por antonomasia (cfr. Humboldt, 1966). superior a la naturaleza, de desafiarla y vencerla, des-
envuelve prodigiosamente el sentimiento de la impor-
tancia individual y de la superioridad” (Sarmiento,
La herencia colonial y la barbarie 1982: 14). En fin, se comprende aquí: herencia colo-
nial nociva y un espacio poco poblado que forma un
Desde mediados del siglo XIX hasta el primer cuar- carácter especial a los habitantes del campo. Enton-
to del siglo XX tuvo lugar otra gran disputa en tor- ces, las naciones debían regenerarse y para ello el
no a la identidad histórico-cultural del subcontinente remedio era poblar y formar ciudades en las que flo-
americano, en términos de civilización y barbarie. Las recieran las instituciones y las artes. Una de las res-
naciones americanas intentaban formar sus Estados puestas fue traer inmigrantes europeos industriosos.
bajo el modelo republicano, pero su adaptación a la En términos muy semejantes se leen las tesis

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realidad americana fue más que problemática y las del argentino Juan Bautista Alberdi en su obra
inercias políticas apuntaron al caudillismo. Acción de la Europa en América y el gobierno de
La dicotomía civilización-barbarie fue puesta en mar- América (1843).
cha nuevamente por Domingo Faustino Sarmiento con Algunas décadas después, para ciertos positivis-
Facundo o Civilización y barbarie: vida de Juan Facun- tas —entre ellos, el argentino José Ingenieros con
do Quiroga. Aspecto físico, costumbres y hábitos de “La formación de una raza argentina” (1915) y el
la República Argentina (Santiago de Chile, 1845) y argentino Carlos Octavio Bunge con Nuestra Amé-
por el escritor Esteban Echeverría (1838) en su cuen- rica (1904)7— estas diferencias provenían también
to “El matadero”. Me detengo en el primer autor que del supuesto de la menor capacidad craneal de los
pretende hacer un estudio sobre las razones de la bar- grupos no europeos. Se trataba, en suma, de borrar la
barie americana a partir del gaucho Facundo Quiro- fisonomía histórica-cultural de América para alcan-
ga, considerado como personaje tipo que apoya al zar una configuración semejante a la estadouni-
régimen de Juan Manuel Rosas. Sarmiento identifi- dense —la nueva civilización, la civilización, por
ca la barbarie con lo americano, que es una mezcla excelencia—, caracterizada por su vida industrial e
de lo hispano (el despotismo, el oscurantismo) con individualista.
cualidades esenciales de la raza indígena (ociosidad) Este bloque de ensayistas tendió a ver los pue-
y lo africano (la anarquía). Y no se olvidan los facto- blos latinoamericanos como inferiores, culpables del
res deterministas de la naturaleza heredados del siglo rezago económico y político de la región, impedidos
XVIII. De acuerdo con esto, el espacio no dominado para hacer suyos los adelantos tecnológicos y la for-
por el ser humano permite la formación de una per- ma civilizada de las metrópolis. Veamos a manera
sonalidad instintiva, agresiva, en la que se adhieren de ejemplo lo que dice Bunge (1978) en el marco del
el despotismo, la intolerancia y el irracionalismo, pro- biologismo positivista: las razas son la clave para
fundamente arraigados en las costumbres y mentes interpretar el abigarrado panorama de América y los
de los latinoamericanos. tipos somáticos que forman esta unidad cultural son
Así, continúa Sarmiento, la emancipación jurí-
dica y política no ha logrado modelar un espacio en 7 Un panorama sobre el positivismo argentino lo brinda Ricaurte
el que se pueda configurar la res publica, la ciudad Soler (1980).

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los blancos, los americanos y los negros, cuya amal- se vislumbraba. Se proponía un proceso de acele-
gama ha dado lugar, según la proporción genética, ración evolutiva, frente al de incorporación histó-
a la psicología de las repúblicas. Bunge supone que rica, auspiciado por prominentes miembros de la
las razas significan un conjunto de determinantes oligarquía liberal y algunos conservadores. De entre
psíquicas con un factor que las polariza y les propor- los ensayos que siguen esta perspectiva, destacan
ciona el rasgo definitorio. De tal suerte, define a las “Nuestra América” (1884), del cubano José Mar-
razas considerando factores psicológicos y disposi- tí; Ariel (1900), del uruguayo José Enrique Rodó, y
ciones anímicas. Para la variante blanca, española, Nuestros indios (1904), del peruano Manuel Gonzá-
reserva entonces los siguientes rasgos anímicos: la lez Prada. Para estos autores hay ya un cambio de
arrogancia, la verbosidad, la falta de espíritu prác- signo de la barbarie y la civilización. Martí reformu-
tico; para la americana, la pasividad y el prurito de la la dicotomía señalando que la cultura pragmática
venganza, y para la negra, la blandura y la servili- sajona y las oligarquías vinculadas a las metrópo-
dad (Bunge, 1978). La solución, tanto para Bunge lis, al oponerse a democratizar su ejercicio del poder
como por las razones expuestas, era la inmigración político y negar la verdadera condición cultural de
europea; se trataba de hacer de Argentina, los Esta- los pueblos de la región, sólo oprimen y la reacción
dos Unidos del Sur. En México la respuesta de Jus- es la violencia. La violencia del pueblo (su ‘barba-
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to Sierra fue diferente; él se centró en marcar que el rie’), continúa el cubano, proviene de un descono-
atraso en la historia se debía a la herencia colonial cimiento de las elites gobernantes de la verdadera
que se transformaría por la pedagogía positivista. naturaleza de sus sociedades, que importan y adap-
En síntesis, en este momento se creía que la barba- tan de modo equívoco modelos ajenos a la idiosin-
rie impedía a los latinoamericanos el progreso en la crasia latinoamericana: “La incapacidad no está en
historia y radicaba en la herencia colonial, en la pre- el país naciente que pide formas que se acomoden y
sencia de las llamadas clases peligrosas (las ‘razas grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos
no europeas’), o bien en la falta de población que originales de composición singular y violenta con
impedía dominar la naturaleza. leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en
Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía
en Francia” ( Martí, 1982: 38).
El nuevo signo de la barbarie Sólo se puede dejar atrás el estado de barbarie,
propiciado tanto por una energía telúrica como por
Frente al proyecto que encabezaban Sarmiento, Alber- la herencia ibera, con la educación y un gobierno no
di y varios positivistas argentinos, eco de un nue- autoritario e ilustrado que conozca realmente a sus
vo proceso civilizador iniciado en Europa hacia gobernados. Entonces, dice Martí (1982), la solu-
mediados del siglo XIX, que involucra a Latinoamé- ción está en crear formas de gobierno adecuadas,
rica como productor de materias primas y consumi- no en imitar.
dor de manufacturas, surgen pensadores y ensayistas En Ariel, Rodó critica los planteamientos de los
que proponen como base para la constitución de los positivistas. Ve en el pragmatismo o materialismo
nuevos estados nacionales una reorientación de la estrecho que promueve la cultura sajona el signo de
herencia colonial anclada en sus naciones. No se tra- una nueva barbarie. Para el uruguayo esta cultura
taba aquí de estigmatizar como ‘bárbaros’ o ‘inferio- pragmática es irracional, porque concibe al hombre
res’ a los indígenas, los mestizos o a los negros, sino como un ser eminentemente material, incompleto,
de operar una transformación en ellos por medio de fragmentario, ajeno a la esencia humana que es
una educación que posibilitara su acceso y partici- armonía del alma y el cuerpo. Es también esta idea
pación directiva en la nueva sociedad nacional que una respuesta frontal a Sarmiento al plantear que

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la herencia latina de nuestros países no es necesa- que pueda comprender mejor tus órdenes: cortar
riamente negativa; hay que cribarla para dejar atrás leña, lavar platos, pescar, plantar hortalizas, por-
las distorsiones como el absolutismo. Para el uru- que tú eres demasiado holgazán para hacerlo. En
guayo, en la herencia latina y cristiana se encuentra cuanto a tu ciencia. ¿Me la has enseñado?, ¿di?,
el núcleo del polo opuesto a la barbarie y habría que ¡bien que te la has guardado! Tu ciencia la guar-
buscar la herencia cultural latina fincada en valores das egoístamente para ti solo, encerrada en esos
espirituales de alcance universal: la concepción cris- gruesos libros de ahí (1980: 17).
tiana de amor y la idea de belleza proveniente de los
griegos (Rodó, 1982). La barbarie es justamente la Otros textos representativos de esta posición y
mutilación del hombre por una comprensión mate- momento son Piel negra, máscaras blancas (París,
rialista y pragmática de los hombres del Norte. 1952), del martiniqués Frantz Fanon; La isla (Lon-
dres, 1969), del barbadense Edward Brathwaite,
Los placeres del exilio (Londres, 1970), del también
Barbarie y descolonización barbadense George Lamming, y Calibán (La Haba-
na, 1971), del cubano Roberto Fernández Retamar.
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial se ini- Fuera del Caribe se encuentra la amplia reflexión

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ció un rápido periodo de descolonización en África, del mexicano Leopoldo Zea: Discurso desde la margi-
Asia y el Caribe. Esta situación generó una reflexión nación y la barbarie (Barcelona, 1988), en donde Zea
interna sobre la condición de los países que habían destaca que la dicotomía civilización-barbarie son “sig-
sido estigmatizados por cualquier tipo de coloniza- nos de poder y dependencia, la marginación y la bar-
ción. En el Caribe apareció de nuevo la dicotomía barie indican fundamentalmente diversidad y que por
civilización-barbarie, esta vez presente en la figura el hecho de serlo debe ser respetada” (Zea, 1990: 29).
de Calibán, el personaje de La tempestad (1984), de
William Shakespeare, que se convierte en símbolo
de la condición del colonizado. Conclusiones
Calibán, dentro de esta perspectiva, es un ‘bárba-
ro’, pero lo es debido a Próspero, quien lo ha conver- El propósito del breve recuento de los usos de la
tido en siervo y le ha negado el ejercicio de su logos, dicotomía civilización-barbarie fue el evidenciar
expresión de su propia cultura. Así, el polo civili- la constante presencia de esta contraposición en
zación queda expresado como opresión: Próspero América Latina. En algunos textos, desempeñó un
ha cosificado a Calibán, ha hecho de su existencia papel de primer orden en la estructura argumental
un instrumento para obtener beneficios materiales. y, en otros, se presentó como una fórmula o cliché
Veamos un fragmento de Una tempestad: adapta- que no estaba ampliamente textualizado, pero que
ción de La tempestad de Shakespeare para teatro subyace como un elemento susceptible de ser inter-
negro (París, 1969), del martiniqués Aimé Césaire: pretado por medio de una lectura pertinente. A par-
tir del momento en que colisionan Europa y América, el
Próspero: Ya que empleas también la inventiva, intento de cada cultura para definir al otro se presen-
podrías al menos bendecirme por haberte enseña- tó como un agudo problema. Desde la perspectiva de
do a hablar. ¡Un bárbaro! ¡Una bestia bruta que los europeos u occidentales, prevaleció el sentimiento
he educado, formado, que he sacado de la anima- de superioridad; desde la óptica de las culturas finca-
lidad que todavía le cuela por todas partes! das en América las actitudes fueron muy variables, y
Calibán: Para empezar no me has enseñado nada. oscilaban entre considerar a los europeos como dio-
Salvo, claro está, a chapurrear tu lenguaje para ses o, en el otro extremo, como bárbaros destructores.

Civilización y barbarie. Ideas acerca de la identidad latinoamericana Marco Urdapilleta-Muñoz y Herminio Núnez-Villavicencio 39
Humboldt, Alexander von (1966), Ensayo político sobre el Reino de
También podemos concluir que esta ‘forma de la Nueva España, Juan Ortega y Medina (est. prel., revisión del
saber’ ha indagado en torno a la cuestión de la exis- texto, cotejos, notas y anexos), México, Porrúa.

tencia histórico-cultural de América Latina y ha encon- Larraín, Jorge (1996), La modernidad, razón e identidad en América
Latina, Santiago, Andrés Bello.
trado que el acuciante preguntarse de sus pensadores
Leclerc-conde de Buffon, Georges-Louis (1826), Oeuvres complètes de
es ya una respuesta ante su difícil situación históri- Buffon, 32 vols., ordenadas y precedidas por una noticia elabora-
ca: como colonias y luego como neocolonias, tal pare- da por M. A. Richard, París, Baudoun Frères.

ce que el trayecto histórico de los países de la región no Martí, José (1982), “Nuestra América”, en Política de nuestra América,
Roberto Fernández Retamar (sel. y pról.), México, Siglo XXI.
había empezado aún. La dependencia hacía de la cul-
Pagden, Anthony (1988), La caída del hombre natural. El indio ame-
tura y de la historia un reflejo deformado de Occidente; ricano y los orígenes de la etnología comparativa, Belem Urrutia
esto es, era una cultura espuria. Tal fue en un princi- Domínguez (trad.), Madrid, Alianza Editorial.
pio —como lo ha establecido Leopoldo Zea— la óptica Picotti, Dina (1991), El descubrimiento de América y la otredad de las
culturas, Buenos Aires, Rundi Nuskin.
que asumió la generación civilizadora. Pero hubo una
Pizarro, Ana (1994), De ostras y caníbales. Ensayos sobre la cultura
respuesta ante la situación de dependencia más fruc- latinoamericana, Santiago de Chile, Universidad de Santiago.
tífera que perdura hasta la actualidad. Zea la llamó la Ribeiro, Darcy (1977), Las Américas y la civilización. Proceso de forma-
respuesta ‘asuntiva’, consistió en tomar conciencia de ción y causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos,
México, Extemporáneos.
que la dependencia y la marginación no eran fenóme-
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Rodó, José Enrique (1968), Ariel. Liberalismo y jacobinismo, México,


nos irrevocables, que existían caminos que no impli- Porrúa.
caban la enajenación histórica o cultural. Se descubrió Sambarino, Mario (1980), Identidad, tradición, autenticidad. Tres pro-
que la dependencia no es un vacío histórico y cultu- blemas de América Latina, Caracas, Centro de Estudios Latinoa-
mericanos Rómulo Gallegos.
ral, sino que eran la historia y la cultura generadas
Sarmiento, Domingo Faustino (1982), Facundo. Civilización o barba-
bajo otro signo. El encuentro con ‘lo propio’ es teni-
rie, México, SEP/UNAM.
do como condición para la cancelación de la depen- Sepúlveda, Juan Ginés de (1941), Tratado de las justas causas de la
dencia desde la misma dependencia. Es obvio que guerra contra los indios, Marcelino Menéndez y Pelayo (adverten-
tal respuesta significó un reconoci­miento de nuestra cia), Manuel García-Pelayo (estudio), México, FCE.
Shakespere, William (1984), La tempestad, Horacio González G.
alteridad calificada como ‘marginal’, pero no por ello
(trad.), Madrid Espasa/Calpe.
inferior, simplemente distinta. Esta postura se ha tra- Soler, Ricaurte (1980), El positivismo argentino, México, UNAM.
ducido en una gama de estudios que han desembo- Uslar, Arturo (1992), La creación del nuevo mundo, México, FCE.
cado en el tema de la situación histórico-cultural de Zea, Leopoldo (1978), Filosofía de la historia americana, México, FCE.
nuestra América. LC Zea, Leopoldo (1990), Discurso desde la marginación y la barbarie,
México, FCE.

Referencias Marco Urdapilleta-Muñoz. Doctor en Estudios Latinoamericanos


por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Aristóteles (2000), Política, Quintín Racionero (trad.), Madrid, Gredos. Autónoma de México, México. Profesor e investigador de la Fa-
cultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado
Bestard, Joan y Jesús Contreras (1987), Bárbaros, paganos y
de México. Sus áreas de investigación son Crónicas de Indias y
primitivos. Una introducción a la antropología, Barcelona,
Tradición oral en el Estado de México. Ha publicado cuatro libros
Barcanova.
y treinta artículos especializados en revistas y libros editados en
Bitterli, Urs (1982), Los “salvajes” y los “civilizados”. El encuentro de México y el extranjero. Es miembro del Sistema Nacional de In-
Europa y Ultramar, Pablo Sorozábal (trad.), México, FCE. vestigadores desde el año 2002.
Bunge, Carlos Octavio (1978), Nuestra América, Buenos Aires.
Césaire, Aimé (1980), Una tragedia americana, José Espadal (trad.),
Madrid, Guadarrama. Herminio Núñez-Villavicencio. Doctor en Literaturas Occidentales por
la Universidad Complutense de Madrid, España. Profesor de tiem-
Clavijero, Francisco Javier (1964), Historia antigua de México, Maria-
po completo en la Facultad de Humanidades, de la Universidad
no Cuevas (pról.), México, Porrúa.
Autónoma del Estado de México, México. Autor de varios artículos
Gerbi, Antonello (1960), La disputa del Nuevo Mundo, Antonio Alato- especializados y libros, el más reciente Las novelas de Rudolfo A.
rre (trad.), México, FCE. Anaya y la postmodernidad.

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