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Actualmente, se considera de vital

importancia el desarrollo de las competencias


emocionales en los niños, y aun más en el
ámbito educativo. En este marco, es necesario
que los maestros reciban la formación
necesaria para la implementación de
estrategias didácticas en el aula, las cuales les
permitan desarrollar su inteligencia emocional
a los niños, a través de actividades
innovadoras.

Aproximación al concepto de Inteligencia


Emocional I.E.
En 1990, Peter Salovey y John Mayer
desarrollaron, por primera vez, el concepto de
inteligencia emocional, pero en 1995, sería
Daniel Goleman quien hizo consciente al
mundo de la necesidad de una nueva
perspectiva para teorizar y estudiar la
inteligencia humana. Logró dar una visión que
trascendiera la dimensión cognitiva y los
resultados académicos, para hacer énfasis en
la gestión de la vida emocional y social del ser
humano, teniendo en cuenta que este es un
aspecto determinante del bienestar
personal, social, académico y laboral, así
como la calidad de vida.
+Lea: El pensamiento crítico reflexivo
como herramienta para la educación de
la competencia socioemocional

Una vez esta propuesta impactó al mundo y


generó gran resonancia, Goleman (1996)
definió la inteligencia emocional I.E. como la
capacidad de establecer contacto con los
propios sentimientos, discernir entre ellos y
aprovechar este conocimiento para orientar
nuestra conducta, y la capacidad
de comprender y responder adecuadamente a
los estados de ánimo, temperamento,
motivaciones y deseos de los demás. Como
consecuencia del proceso de transformación
iniciado por Goleman, la producción
teórica sobre la inteligencia emocional fue
prolífica en los años posteriores, destacándose
autores como Bar-On (1997), Sternberg
(1997), Shapiro (1997) y Gottman (1997),
quienes realizaron diversas aproximaciones al
concepto y propusieron diferentes
dimensiones y habilidades relacionadas.

+Lea: Entornos saludables en educación,


visión de la ecología humana

En 1997, Salovey y Mayer revisan su teoría y


proponen quizá el concepto más difundido en
el mundo de inteligencia emocional, al
considerarla como: “la habilidad para percibir,
asimilar, comprender y regular las propias
emociones y la de los demás promoviendo un
crecimiento emocional e intelectual” (Mayer
y El modelo de estos autores (Mestre y
Fernández, 2007) considera que existen cuatro
habilidades básicas o dimensiones
relacionadas a la inteligencia emocional.

1. Percepción y expresión emocional:


reconocer de forma consciente las
emociones,

2. Facilitación emocional: es la capacidad para


usar las emociones hacia el pensamiento,

3. Comprensión emocional: es la habilidad


para comprender la relación entre las
emociones, asignándoles un rótulo o término
verbal específico, así como los estados y las
sensaciones físicas y cognitivas que producen
dichas emociones, dirigiendo la atención hacia
la información significativa; de igual manera,
sirve para facilitar juicios o recuerdos, tomar
postura ante una situación y resolver
problemas. causas y efectos de cada estado
emocional y los estados de contradicción
emocional.
4. Regulación emocional: dirigir y manejar las
emociones tanto positivas como negativas.
Goleman (1996) hace referencia a las
competencias o habilidades emocionales que
se deben desarrollar, proponiendo un modelo
que organiza las competencias en generales y
específicas de la forma como se exponen en la
tabla Nro. 1. Impacto de la educación
emocional en el contexto educativo.

Teniendo en cuenta la evidencia empírica, la


educación emocional tiene un efecto positivo
en todas las áreas vitales de la persona. Bajo
esta premisa, este es un desafío que se debe
abordar en todos los niveles de formación, ya
que se requiere del dominio de las
competencias emocionales para el logro eficaz
de los objetivos del estudiante, del docente,
de la institución y en general, del sistema
educativo.

+Conozca el libro Inteligencia emocional y


educación

ANUNCIO
Alrededor del globo terráqueo, la educación
emocional se considera esencial para el
adecuado desarrollo de la personalidad, la
regulación del propio aprendizaje, el
aprovechamiento de aptitudes y talentos,
el desarrollo de la creatividad, la resolución de
conflictos y la convivencia armónica.

Al desarrollar las competencias


emocionales, y estar en capacidad de ser
conscientes de sus propios estados internos,
los niños serán capaces de comprender los
sentimientos de quienes los rodean,
tolerar presiones ambientales y frustraciones
de la vida diaria, desarrollar habilidades
sociales y de trabajo en equipo. Así podrán
incrementar sus alternativas de desarrollo
personal y académico.
A partir de la revisión de varias
investigaciones, Extremera y Fernández
Berrocal (2004) concluyen que los alumnos
con competencias emocionales poseen
mejores niveles de ajuste psicológico y
bienestar emocional, presentan una mayor
calidad y cantidad de redes interpersonales y
de apoyo social, son menos propensos a
realizar comportamientos
disruptivos, agresivos o violentos; pueden
llegar a obtener un mayor rendimiento escolar
al enfrentarse a las situaciones de estrés con
mayor facilidad y consumen menor cantidad
de sustancias adictivas. (p.12) En definitiva,
estas habilidades y aptitudes se orientan hacia
aprendizajes que les permiten a los
niños “aprender a ser” y “aprender a convivir”
y para generarlos, es necesario que las
instituciones educativas y el maestro, al
interior del aula, propicien espacios dedicados
a la educación emocional.Implicaciones
pedagógicas.

En el acto educativo existen dos


protagonistas: profesor y estudiante. Por ende,
es innegable que la relación es bidireccional, y
existen variables externas o socioculturales e
internas o intrapersonales propias de cada uno
que influyen en sus conductas (Nickel, 1981).
En el contexto escolar, los educadores son
los principales modelos emocionales de los
estudiantes, lo cual genera ciertas
implicaciones pedagógicas (Gallego, Alonso,
Cruz y Lizama, 2000) que cada maestro debe
propender por realizar o desarrollar.

En la dimensión de autoconciencia es
importante que el maestro reconozca sus
fortalezas y debilidades, confíe en sus
capacidades y controle la expresión de sus
estados emocionales. En segunda instancia,
para favorecer el autocontrol, el maestro debe
desarrollar su capacidad de adaptación,
flexibilidad y comunicación interpersonal, así
mismo, conocer el contexto donde trabaja.
Sobre la automotivación, cada educador debe
tener habilidades para superar la adversidad,
ser persistente y lograr las metas
establecidas.

Sobre empatía y habilidades sociales, el


maestro debe poseer la capacidad para
asumir otros puntos de vista, ser sensible a los
sentimientos de los estudiantes, ofrecer
alternativas de solución a los problemas de los
estudiantes, trabajar en equipo con los otros
profesores y directivos y finalmente, cooperar
y participar en las actividades propias del
contexto escolar.
Estrategias didácticas y actividades
No obstante, Gallego, et al. (2000) sostiene
que “el mero aprendizaje por observación o
imitación de modelos no es suficiente, es
necesario una intencionalidad para que se
aprendan los comportamientos sociales
efectivos” (p. 214). De esta forma, es
importante considerar ciertas estrategias
didácticas que favorecen el desarrollo de la
inteligencia emocional I.E y que se describen a
continuación.

Cuando el maestro se relaciona con el niño es


esencial que permita la libre expresión de
pensamientos y sentimientos del infante, no
deben minimizar o inhibir la experimentación
de las diferentes emociones, y deberán
recordarles que no existen emociones
positivas y negativas; el miedo, la angustia, y
la vergüenza, entre otras, son emociones
naturales del ser humano. El maestro debe
generar espacios de interacción con el niño
para hablar con total fluidez y naturalidad
sobre las emociones, haciendo énfasis en
estrategias para el control emocional, los
puntos de vista y sentimientos de las otras
personas, la aceptación del error y el fracaso
(Bisquerra, 2011). Esta interacción debe estar
enmarcada en el reconocimiento de
las competencias del niño, la escucha
empática, el contacto visual directo y un
contacto corporal afectuoso Como recurso, el
juego simbólico le permite al niño reproducir y
reelaborar de forma ficticia sus relaciones y
vínculos afectivos, sus experiencias, sus
pensamientos y sentimientos. A través del
juego simbólico, el niño podrá expresar todo el
abanico emocional, y enfrentar sus más
profundos temores, rabias e impotencias.
También pondrá en práctica estrategias de
regulación emocional, asumirá otros roles y
potenciará su capacidad para negociar, al
comprender las perspectivas de otras
personas. Adicionalmente, puede ensayar
alternativas de acción, sin considerar que será
juzgado. La música es una forma de expresión
del ser humano, permite establecer conexión
directa con las emociones y por tanto,
exteriorizarlas de forma más fácil. Hay varios
estudios e investigaciones que reafirman el
poder de la música en los niños, incluso antes
del nacimiento.

Existen ciertas características propias de la


música que hacen que cierta canción se pueda
asociar a determinados estados
emocionales, por ejemplo, canciones lentas
generan estados de relajación, canciones a
alto volumen se relacionan con Como
estrategia didáctica, la música puede ser un
medio para hablar sobre ciertos estados
emocionales, enfrentar emociones y buscar
técnicas para controlarlas. Por otro lado, se
puede motivar al niño a producir su propia
música (con la propia voz, con el cuerpo, con
instrumentos, con diferentes objetos), de
acuerdo con un estado emocional específico o
una emoción vivida en el pasado. También se
podría motivar al niño a escuchar una canción
y tratar de intuir el estado emocional que vivía
el compositor, los recursos que usó para
afrontarlo, entre otros elementos. Todo
proceso de creación artística está relacionado
con el mundo interior del niño. A través del
espacio, la luz, el color, la geometría, la
textura, el niño está manifestando sus
sentimientos y pensamientos, no son una
elección aleatoria y sin sentido. Es innegable
que el arte es un lenguaje que permite la
comunicación y por ende, es importante
enriquecer la sensibilidad, la creatividad, la
percepción y expresión artística de los niños. A
través del arte, el niño podrá transmitir lo más
profundo de la vida interior, plasmar
sensaciones y sentimientos, imaginar mundos
posibles, definir elementos y situaciones que
generan determinado estado emocional. En
este sentido, el maestro deberá dar la
posibilidad al niño de elegir materiales, de
tener una creación libre para que afloren los
propios sentimientos y emociones. De igual
forma, deberá propiciar la interpretación y
valoración de obras de arte, así como crear
espacios para la muestra al público de
las obras elaboradas por los niños como
murales, exposiciones, carteleras, etcétera.

El cuerpo registra sensaciones de las


experiencias vividas y por tanto, el lenguaje
corporal permite expresar emociones. A partir
de la estimulación de los sentidos, el maestro
debe favorecer las experiencias sensoriales, el
desarrollo del sentido cinestésico como fuente
de simbolización del mundo
emocional, promover espacios para trabajar la
imagen corporal y proponer ejercicios de
balanceo, respiración y en definitiva, la
interacción, el juegosimbólico, la música,
el arte y la expresión corporal son
estrategias didácticas que permiten el
desarrollo de las competencias emocionales
de los niños y se deben traducir
en actividades que el maestro plantee a sus
estudiantes en el aula.

Bisquerra (2011), Chías y Zurita (2010) y


Bourcier (2012) recopilan una serie de
actividades para ayudar a los niños a
enfrentar las emociones básicas. Algunas son:

 Miedo: redefinir el miedo como algo


natural y característica de todo ser
humano. Será necesario describir y
especificar las situaciones que producen
miedo.
 Ira: enseñar estrategias para resolver
problemas, técnicas de respiración,
relajación y de expresión de la ira que no
le generen daño a sí mismo ni a los otros.
 Tristeza: identificar las situaciones cuando
se ha sentido y experimentado dolor, y
desde este punto, enseñar estrategias
para enfrentar situaciones de pérdida y
duelo.
 Alegría: reconocer el valor del humor, la
responsabilidad de brindar alegría a otros
y enseñar a los niños la importancia de
reírse de sí mismo.

Sin embargo, en este sentido, quizá el mayor


recurso sea la creatividad propia de cada
maestro, ya que es él quien conoce a cada
niño, las situaciones que vive, los contextos
donde está inmerso, las emociones que debe
enfrentar y las competencias emocionales que
ya ha adquirido y las que le falta
desarrollar. Acorde con lo expuesto, la escuela
tiene la responsabilidad de educar las
emociones de los niños y niñas. Lea Ideas
prácticas para el desarrollo de la
Inteligencia Emocional).
La inteligencia emocional de cada ser humano
influye de forma directa en cada grupo social
al que pertenece y en la sociedad en general.
Por lo tanto, se hace necesario que se incluya
la formación en competencias emocionales de
forma explícita en el currículo de todas las
instituciones de educación.

Solo en este sentido estaremos aportando a la


construcción de una sociedad más humana, ya
que las emociones son quizá la mayor
expresión de vida con la que cuenta el
hombre. Ante este contexto, el maestro
debe asumir el reto formándose como
pedagogo e implementando ciertas didácticas
y actividades orientadas al desarrollo
emocional de los niños.

Extremera y Fernández (2004) resaltan que “el


profesor ideal para este nuevo siglo tendrá
que ser capaz de enseñar la aritmética del
corazón y la gramática de las relaciones.

Bibliografía
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los niños: el arte de acompañar a los niños en
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Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2004).


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Sternberg, R. (1997). La inteligencia exitosa.


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