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DIRIGEN
Josep Puvill Valero. Puvill-Editor
Josep M. Sola-Solé. The Catholic University of America
-*-. L
O Santiago Castro-Gómez
Puvill-Editor Iiitsoducción . . .
Boters. 10
C'apítulo 1 . Los de
08002 Barcelona
1 . La c
DISTRIBUIDOR 2 . La p
Puvill Libros. S.A. 3. Amé
Boters. 10 .Paja. 29 Capíttulo 2. Mode
Jaime 1. 5 Latina . . . . . . . .
08002 Barcelona 1 . Mor
2 . Max
3 . Iden
Capítulo 3. Popul
Los discursos de i
1 . El p
2. En b
3. El m
4 . La i
5 . Am
6 . Refl
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Capítulo 4 . Amér
Dep . Legal: Z- 1576-96 1 . La "
I.S.B.N.: 84-85202-72-4 2 . Zea.
IMPRESO EN ESPANA 3. Hac
Capítulo 5 . Imagi
Talleres gráficos: INO Reproducciones. S.A. noamericano . . .
Ctra . Castellón. km . 3. 800
5 0 0 13 Zaragoza '
1 . Mod
2. Modernismo y modernidad en América Latina. . . . . . . . . . . . . . . 126
3. Imaginarios sociales del modernismo hispanoamericano. . . . . . . 129
3.1 La exaltación de la "cultura latina". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
3.2 El ideal aristocrático de vida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
3.3 El sueño de la unidad latinoamericana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
3.4 El retorno a la "edad de oro". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
4. El modernismo y la estética de lo bello. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Capítulo 6. Narrativas contraniodernas y teorías poscoloniales. . . . . . . . . . . . . 145
La propuesta hermenéutica de Walter Mignolo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
1. ¿Qué se quiere decir con lo "poscolonial"? . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Este lib
2. Observaciones autopoiéticas y narrativas anticoloniales . . . . . . . 153
úliimos año
3. Razón poscolonial y filosofía latinoamericana. . . . . . . . . . . . . . . 158
iioamerican
lincuentro L
109 1); en e
América" (
Filosofía L
Internacion
1996), así
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l . A este grupo p
Joaquín Zaba
Sanz Adrado
del pensamie
"El proyecto
G. Marquíne
Santafé de B
Latinoameric
135-139; 225
auténticamente latinoamericana, tal como aparecía en el proyecto de ct~iiiocl cont
Herrera, se transformó allí en una reflexión de caracter arqueológico. Se iolhi la huma
trataba ahora de mostrar cuáles son las prácticas discursivas y los disposi-
Los do
tivos disciplinarios sobre los que se han construido una serie de discursos Siiluzar Ram
filosóficos sobre Latinoamérica y lo latinoamericanos. Es decir, en lugar iiiiciitas nece
de preguntarse por una teleología inherente al "ser latinoamericano", CI c;ipítulo pr
Salazar Ramos prefiere interrogarse por los órdenes del saber que hacen piaciono sólo
posible la formulación misma de esa pregunta y la articulación de los dis- l'iii de la libe
cursos filosóficos que procuran resolverla. La crítica de la razón latinoa- 1.spccie de "m
mericana deviene así en una crítica de los discursos que postulan una co que entien
supuesta "razón latinoamericana". ziiié luego ha
co. buscand
En este libro he querido avanzar un paso más en la dirección señala-
I'ilosófica de
da por Herrera y Salazar Ramos. Los capítulos que lo conforman no pre- Iiis ciencias
tenden integrarse en una reflexión sistemática, ni conformar algún tipo de tlcbate posm
unidad teórica. Ellos son, ante, todo, desplazamientos que se articulan en diid. racional
el espacio donde emergen, convergen y divergen aquellas narrativas pos- weberiana de
modernas y poscoloniales que en los últimos años han dado cuenta de la ciones puede
manera como se construyen socialmente los discursos sobre el "otro". El el problema d
pensamiento de Foucault será, como en el caso de Salazar Ramos, un
Los ca
punto central de orientación, pero también la hermenéutica de la intelli-
zan un análi
gentzia urbana propuesta por Angel Rama, así como la recepción latinoa-
cauce norma
mericana del debate posmoderno, especialmente en el área de las ciencias En el capítul
sociales (N. García Canclini, J. Martín-Barbero, J.J. Brunner). De igual socio-polític
modo se tendrán en cuenta los aportes de pensadores(as) como Edward latinoamerica
Said, Homi Bhabha, Gayatri Spivak y Walter Mignolo, quienes han veni- ción y circul
do reflexionando sobre el problema epistemológico del "discurso colo- figuras que
- nial". Mi propósito es mostrar que los principales temas, registros y moti- capítulo cuat
- vos esgrimidos por la filosofía en favor de una "exterioridad" la historia
- latinoamericana con respecto de la modernidad occidental son, en reali- Leopoldo Ze
dad, discursos pertenecientes a un orden típicamente moderno del saber, Arturo Roig
en cuya articulación y difusión han jugado un papel fundamental los inte- aspectos: pri
lectuales. El proyecto de una crítica de la razón latinoamericana es prose- ria") pertene
guido, entonces. como un ejerci@o deconstructivo de aquellas narrativas donde las di
que, en base a la creación de identidades homogéneas, insisten en presen- subjetividad
tar a Latinoamérica como lo "otro absoluto" de la modernidad, e incluso sofías se pres
El cap
Iris M. Zav
8. R. Salazar Ramos, "Los grandes metarelatos en la interpretación de la historia latinoamericana", Aprovechan
p. 92. bello" y la "
del modernismo como una reacción moderria frente al malestar causado
en Latinoamérica por la temprana industrialización capitalista, pero iden-
tificaré este proyecto con los anhelos y fantasías de poder de los intelec-
tuales. Este problema de la crítica moderna a la W e r n i d a d será retoma-
do e n el capítulo seis, donde considero la lectura poscolonial que realiza
el argentino Walter D. Mignolo de la filosofía latinoamericana, y concre-
tamente del pensamiento liberacionista de Leopoldo Zea, Enrique Dussel
y Rodolfo Kusch. Aquí realizaré una distinción entre el locus eriuntiatio- LOS DE
nis -del que habla Mignolo- y la episteme que hace posible la construc- A LA
ción de ese locus, para mostrar que la filosofía latinoamericana se articula
ciertamente como una contranarrativa moderna, pero jamás como una teo-
ría poscolonial.
En el año
en el IX Con
y límites de u
liberaciónw9.
"filosofía de
mericana com
pación por el
con la realida
desde el siglo
cipación ment
por asumir fil
tuales aparec
respectivame
Pero a pesar d
esa época (19
en su produc
9. H. Cerutti Guld
"filosofía de
Corigreso Ir
tomo l. pp. 1
10. De hecho, la te
vo del II Con
dependencia
pp. 49-75. E
tran la preten
comprensiva
ción empíric
responsabilid
decadencia se encuentran la distorsión que tanto la filosofía como la teo- ciipidista, sa
logía realizaron de la teoría de la dependencia, separándola del núcleo de desarrollo.
reflexión teórica que la sustenta y constituye, así como la caducidad de un \ Pero los
,
teamericano Frederic Jameson, Vargas Lozano afirma que la posmodegi- El econo
dad es la forma como se ha denominado a la lógica cultural del "capitalis- dad un pelig
mo tardío". La emergencia de nuevos rasgos en las sociedades industriali- Nietzsche en
zadas tales como la popularización de la cultura de masas, el ritmo y trata es de co
complejidad en la automatización del trabajo y la creciente informatiza- su maestro, l
ción de la vida cotidiana, hace que el sistema capitalista desarrolle una to" de la étic
ideología que le sirva para compensar los desajustes entre las nuevas ten- como Nietzsc
dencias despersonalizadoras y las concepciones de la vida individual o la ética unive
colectiva. Para enfrentar estos desajustes, el sistema capitalista precisa posmodernida
deshacerse de su propio pasado, es decir, de los ideales emancipatorios mentos de un
propios de la modernidad, y anunciar el advenimiento de una época pos- razón. De est
moderna, en donde la realidad se transforma en imágenes y el tiempo se 1 do de las ten
expulsión del
convierte en la repetición de un eterno presente. Nos encontraríamos,
según Vargas Lozano, frente a una legitimación ideológica del sistema, Hinkelam
acorde con la orientación actual del capitalismo informatizado y consu- modernidad s
mista. los movimien
los años sesen
Adolfo Sánchez Vázquez adhiere también a Jameson y opina que la contra todo t
posmodernidad es una ideología propia de la "tercera fase de expansion una sociedad
1
, del capitalismo" que se inicia después de terminada la segunda guerra nalismo de lo
mundial12. A diferencia de las dos anteriores, esta tercera fase ya no cono- proyecto polít
ce fronteras de ninguna clase, llegando a penetrar incluso en ámbitos tas. Es el caso
como la naturaleza, el arte y el inconciente colectivo. Para lograr sus obje- una vía para a
tivos, el "capitalismo tardío" engendra una ideología capaz de inmovilizar la dirección s
por completo cualquier intento de cambiar la sociedad. En opinión de
El neolib
Sánchez Vázquez, el pensamiento posmoderno arroja por la borda la idea
los anarquista
misma de "fundamento", con lo cual se arruina todo intento de legitimar
un proyecto de transformación social. Al negar el potencial emancipator&l
de la modernidad, la postmodernidad descalifica la acción política y des-
l plaza la atención hacia el ámbito contemplativo de lo estético. Además,
13. F. Hinkelamm
id., El capita
mediante el anuncio de la "muerte del sujeto" y del "fin de la historia", 1 14. Este lamentab
los filósofos posmodernos liberan al artista de la responsabilidad por la intelectuales
todos lados.
protesta que la estética moderna le había otorgado. Asímismo, la reivindi-., la posmoder
cación de lo fragmentario y lo ecléctico elimina cualquier tipo de resisten- se caracteriz
cia y sume al hombre en una espera resignada del fín. busca la man
términos cas
por suprimir
Estado, los
América Lat
artículo de lo
12. A. Sánchez Vázquez, "Posmodernidad, posmodernismo y socialismo", en: Casa d e las latinoameric
Américas 175 ( 1 989), La Habana. pp. 137-145. pp. 99-111.
buen número de Hippies, maoistas y demás militantes de los antiguos iI:I criterio hab
, movimientos de protesta hayan aterrizado en el neoliberalismo. De este io chcribe. Gu
) encuentro nace el "anarco-capitalismo", la nueva religión del mercado iiiiihilo latinoa
t2"undada por Milton Friedman y entre cuyos predicadores se encuentran tlc la mayor p
, Nozick, Glucksman, Hayek, Fukujama, Vargas Llosa y Octavio Paz. hi~ciilarizació
'
Todos ellos persiguen el antiguo sueño de la abolición del Estado, esta iroa pensadore
vez sobre las bases realistas de un capitalismo radical y ya no sobre las iIc que no hem
bases románticas imaginadas por Bakunin. Pero el resultado final es el iiio\ pos moder
mismo: abolir el Estado mediante la totalización del mercado, sin impor-
Una de las
tar el número de sacrificios humanos que ello pueda costar. La batalla
Aiidrés Roig,
posmoderna por erradicar la racionalidad es, a los ojos de Hinkelamniert,
iilicnado de nu
un mecanismo para eliminar a los enemigos de la totalidad: ninguna uto-
iiiAs excelente
pía más, ninguna teoría capaz de pensar la realidad como un todo, ningu-
I'rodamar el
na ética universalI5.
~)oclcrosaherra
El filósofo cubano Pablo Guadarrama advierte, por su parte, acerca ilciicias liberad
del grave peligro que representa la negación de dos conceptos básicos Iii iiiodernidad
(
para América Latina: el progreso social y el sentido lineal de la historial6. (npertura a .la f
La crítica posmoderna al teleologismo persiste en desconocer un hecho sospecha" ( ~ ~
innegable: jamás ha habido)un proceso histórico que no se edifique sobre iiiiiiediata de u
estadios inferiores o menos avanzados. Otra cosa e s que unos pueblos lcclura deberá
"avancen" a ritmos más acelerados que otros, o que alcancen mayores o "desenmascara
menores niveles de vida en el órden económico o cultural.\eero lo cierto, i i ; ~ , interesada
afirma Guadarrama, es que existen "momentos ascencionales de h u m a n r sor". Fenuncia
zación de la humanidad"17. Y América Latina no constituye la excepción, ii renunciar a
sino la confirmación de esta regla. En algunas áreas del continente se justificador" p
observa una persistecia de formas precapitalistas de producción, mientras Roig seña
que en otras hay procesos bastante avanzados de industrialización. La
creer que hem
, existencia de diversos "grados de desarrollo" en la estructura social de los
iios dice que t
países latinoamericanos resulta, entonces, innegable.
das y que la hi
Justamente por esta razón, Guadarrama piensa que no puede hablarse, mericana se ha
, de una "entrada" de América Latina a la posmodernidad. Mientras to "matinal",
\ --. Latinoamérica no termine de arreglar sus cuentas con la modernidad, esto argentina. Es d
es, mientras no se haya realizado una experiencia plena de este proceso tificando el pa
histórico, resulta inoficioso e inútil pensar en una vivencia posmoderna. hacia adelante
J i
Quizá la niejor forma de comenzar a responder estas críticas sea "capitalismo tardí
mostrando que lo que se ha dado en llamar "posmodernidad" no es= ciixos, la crítica se
fenómeno puramente zdeológico, es decir, que no se trata de un juego con- co-hocial entre la
ceptual elaborado por intelectuales \deprimidos y nihilista4 del "primer Iiih sociedades lat
mundo", sino, ante todo, de un cambio de sensibilidad al nivel del mundo 1110 y la violencia
35. Sobre la desprivatización del sujeto femenino en Latinoamérica a través de los Nuevos
Movimientos Sociales, véase: J. Franco, "Going Public: Reinhabiting [he private", en G .
Yúdicc / J. Franco / J. Florez, Ori Edge: The crisis of conremporary Latirz Americun culture, 36. M. Hopenha
Minncapolis, University of Minessota P~ess.1992, pp. 65-83. Véase también J.S. laquctte Oviedo 1 M
(ed.), The Womerlk Movemerits in Latirz America: Feminism and t l ~ eTrunsition to Duke Unive
Democracy, Boston, Unwin Hyman, 1989. integrados.
\{de Vattima lleva justamente este nombre: el fín de la modernidad. Pero Pues bie
nada más inexacto que entender este "fin" como el cumplimiento de una ciencia del ca
epoca y el comienzo de otra. La posmodernidad no es lo que viene des- tliid. Marx, B
pués de la modernidad, sino que es la asunción de la conciencia de crisis Mortí, Vascon
que caracteriza a la modernidad misma' Arturo Roig lo ve muy claro esta nih de la cultu
vez al decir que "el posmodernismo sería el modo como en nuestros días por distintos
la modernidad ejerce algo que siempre ejerció de sí misma: la qucesperar h
Y Leopoldo Zea describe maravillosamente la posmodernidad como la el desenlace d
"modernidad de la m ~ d e r n i d a d " Se
~ ~ trata,
. entonces, de un retorno rejle- quc cualquier
xivo de la modernidad sobre s i misma y no de su rebasamiento epocal. De planos de la
ahí la falacia de creer que en América Latina el proyecto de la moderni- iIc las minona
dad tendría primero que "cumplirse" - según la conocida formulación de ruleza e intole
Habermas -,para luego sí entrar a considerar el sentido de la posmoderni- Los filó
dad entre nosotros (P. Guadarrama). modernidad n
$e la praxis p
\phora bien, es cierto que la modernidad, en tanto que edad histórica
de transformaciones y quebrantamientos, es por ello consustancial con la - Ibgica. Es, en
lu que se refi
crisis. Pero la crisis hacia la que apunta la reflexión posmoderna reviste qión de la mo
una dimensión diferente y más profunda a las que pudieron originar, por r el proyect
ejemplo, la astronomía copernicana, el novum organum de Bacon o la crí-
tica de Kant a la metafísica. La crisis de la que hablamos es la de una cier- d ón narrativ
(10 implica un
ta autoimágen de la modernidad, a saber, la concepción ilustrada que 1 como lo afrm
suponía una especie de "armonía preestablecida" entre el desarrollo cien- lenguaje total
tífico-técnico, ético-político y estético-expresivo de la sociedad. Esta con- do& Como bi
cepción unitaria del progreso constituyó el fundamento ideológico sobre de los conten
el que se definió la conciencia moderna desde el siglo XVII hasta nuestra ontológico de
época. Tal era la convicción de las burguesías liberales en Europa y , jar al lenguaje
América Latina durante el siglo XIX: el ideal de una síntesis entre la acu- nuevo contex
mulación del capital, el avance tecnológico y las necesidades éticas y
2) Una d
artísticas de la cultura. Se creía que detrás de todos estos procesos existía
zamos la exp
un "orden racional" capaz de garantizar la unidad indisoluble entre lo ver- ver con la po
dadero, lo bueno y lo bello39. variantes: una
cuenta por el
pacidad de in
37. A.A. Roig, "Posiciones de un filosofar. Diálogo con Raúl Fomet-Betancourt", en Rosiro y,filo-
n América Laiina, p. 212.
~ q f r de
38 L. Zea, "Modernización y Estado en Latinoamérica", en: D.J. MicheliniIJ. San MartínIF.
Lagrave (eds.), Modernidad .y poslmodemidad en América Laiinn, pp. 63-72. 40. E. Laclau. "Po
39. Sobre este punto, véase E. Suhirats, "Transformaciones de la cultura moderna", en J. Tono Politics of P
Martínez (ed.), La polémicu de la posmodernidad, Madrid, Ediciones Lihertarias, 1986, pp. Véase tambi
103-118. Democrutic
>
sociedades, según Gehlen, han alcanzado un estado de reproducción \Como podrá
material tan sofisticado, que la creación de nuevos impulsos y valores se quiera^-de sus dos
encuentra ya completamente agotada. Lo único que avanza es la maquina- pues lo que esta p
ria técnico-institucional que garantiza perpetua satisfacción a unas masas sino la crisis pro
ya incapacitadas para pensaP1. iiquella que mirab
'La otra variante es la del politólogo estadounidense Francis cn base a unos m
Fuku'jama, quien a partir de una lectura nietzscheana de Hegel, nos dice Foucault, quien b
que el "fín" de la historia universal no es otro que la democracia liberal- mente de la antrop
, capitalista. Aquí la palabra "fín" es utilizada tanto en el sentido de "finali- cepciones epistem
dad" (telos, Zweck), como en el sentido de "término" (eschaton, Ende). continuidad y de g
,La tesis es, entonces, que todo el devenir humano conduce necesariamen- laridad. Los docu
------.
....-. neo no son mirad
te a una cultura universal del consumismo mediada por la democracia
liberal y la economía de mercado. Fukujama se apoya en Hegel para afir- como interpretaci
mar que el conflicto entre amos y esclavos, es decir la lucha irracional de taciones. Esto qu
todos contra todos por su reconocimiento como superiores a los demás, sociedad ya no p
constituye el sentido y el motor de la historia. El deseo de reconocimiento formal que les de
es también la base psicológica de dos pasiones extremadamente poderosas más de una "lógic
que han impulsado el fanatismo, la guerra y el odio durante siglos: el tampoco de un m
nacionalismo y la religión. Pero hacia mediados del<siglo17 comienza a necesariamente t
surgir en Inglaterra una concepción del Estado que establecía la superiori- Foucault, es una
dad del frío cálculo de la razón sobre el deseo irracional de reconocimien- mismo tiempo, si
to. Es la tradición liberal de Hobbes y de Locke, empeñada en infundir en dental que le perm
la población una serie de hábitos racionales, a fín de vivir con éxito en Ca crítica de
una sociedad pacífica y próspera. Pues bien, nos dice Fukujama, a finales Derriaa- nos deja
del siglo XX parece haber un consenso general que acepta las reivindica- resultado de un p
ciones de la democracia liberal-capitalista como la forma más racional de duciría necesariam
gobierno. La monarquía, la aristocracia, la teocracia, el fascismo, el ' y de la barbarie a
comunismo, todas estas formas de gobierno, que enfatizaban todavía la las élites liberales
lucha por el reconocimiento, han dejado de ser rivales ideológicos para la nes estaban conv
democracia liberal. El triunfo de la democracia liberal significa, entonces, an para dejar atrá
la racionalización del deseo de reconocimiento y, con ello, el fín de aque- hispano-colonial.
llo que había constituído el motor de la historia. La historia ha llegado a te a esta pretensió
su fín, pues el anhelo de ser reconocidos se ve satisfecho a través de un totalizante de la
consumo masivo garantizado por la economía de mercado42. vierte ahora en la
pobreza de las na
ciones artísticas, f
41. A. Gehlen,."Ende der Geschichte?", en Ch. Connrad / M. Kessel (eds.). Ge.sí.hichr~schr-eiben
ir1 der- Postmoder-rte.Stuttgart. Reclam, 1994, pp. 39-57.
42. F. Fukuyama, "El fín de la historia. El más frío de todos los monstruos fríos", en: R<,vi.rtaForo 43. M. Foucault, A ~ h ü
18 í1997), pp. 5-19. L'archéologie du
De otro lado, la crítica posmoderna, al mostrar que las diferentes lales como "pueb
sociedades humanas funcionan no pueden ser pensadas como incrustadas base a esquemas
en una corriente única de la historia, corta de raiz cualquier pretensión de periferia, razón in
elevar una historia particular -la europea- como paradigma de la mas y categorías
"Historia universal". Este había sido el caso de los grandes relatos históri- cularidad. Es hor
iL
cos de Hegel y Marx, que buscaban explicar el devenir humano en su .arias no son un
totalidad, sin darse cuenta de que lo que ellos consideraban "universal" esde un sólo pun
estaba en realidad determinado por circunstancias históricas particulares. historias que se re
Ciertamente la filosofía latinoamericana del siglo XX, tanto en su versión 3) Otro de l
historicista como en su versión liberacionista, realizó una fuerte y mereci- sujeto", lo cual im
da crítica al eurocentrismo de Marx y de Hegel. Pero cegados por un ter- ción reflexiva y c
cermundismo romántico -muy en boga por aquellos días-, algunos "filó- De ahí que Habe
sofos de la liberación" optaron simplemente por invertir los papeles: en conservadores", a
lugar de mirar todo el acontecer humano desde el punto de vista de los ¿qué significa en
conquistadores, decidieron mirar las cosas desde lo que ellos llamaron "el , zás de una conse
reverso de la historia", esto es, desde el punto de vista de los conquistados Nietzsche -tal co
y oprimidos. estrategia ideológ
Con todo esto queremos mostrar que tanto la teoría de la dependen- cias", como lo so
. cia como la filosofía de la liberación permanecen atrapadas todavía en el Cuando Fou
pathos ilustrado que la posmodernidad busca dejar atrás, pues de lo que se ción reciente que
trata justamente es de mirar el pasado sin la intención de buscar en él un k m i t e s del mar",
punto arquimédico fijo, evitando de este modo la idealización de cual- ilustrada del hom
quier ~ a r t i c u l a r i d a d Pero,
~ ~ . jno significaría esto la negación de todo el rales y las cienc
trabajo historiográfico en el que se había empeñado la filosofía latinoame- -hablando del suje
ricana del siglo XX, tal como lo deja entrever Arturo Roig? De ninguna los misterios del
manera, pues, ya lo hemos dicho, la posmodernidad no conlleva la cance- fáustico concebid
lación del pasado sino, todo lo contrario, el renacimiento de las "pequeñas centro de la histo
historias". Y aquí radica justamente el desafío para las nuevas generacio- voluntad.,Es el s
nes de filósofas y filósofos latinoamericanos que se dedican a la tarea de de otros pueblos
interpretar nuestra "historia de las ideas": buscar y desempolvar esas "civilización". Y
"pequeñas historias", pero sin procurar integrarlas en discursos omnicom- la base de una so
prensivos; lo cual significa, evitar subsumirlas en categorías abstractas Foucault, el Panó
Pero las nue
demostrando que
44. Me distancio así de la lectura (propuesta sohre todo en los Estados Unidos) scgún la cual, la
filosofía y la teología de la liberacibn serían una expresión geiiuinainente latiiioamericana de
la posniodernidad. cf. E. Mendirta, Modernity, Postrnodernity and T r r r ~ i s ~ n o ~ I ~Hopr
~ r ~ r iint ~ ~ :
srarch of Tirne (manuscrito): N . Larsen, "Posmodernismo e imperialisino. Teoría y política 45. cf. J. Habermas, "
en América Latina". en Nuevo Texto Crítico 6 (1990). pp. 77-94.iJ.L. Ci6mcr-Martínez, Aufsalze 1977-19
"Posmodernidad, discurso antrópico y ensayística latinoamericana". en di.v.vrns 2 (1996). pp. 46. M. Foucault, Las p
45-49. Planeta-bgostini,
Freud enseña que el sujeto pensante no se ubica en el centro de la activi- entre el sujeto ilu
d a d humana, sino que la razón interactúa con fuerzas inconcientes que Detrás del ego co
determinan en gran medida nuestro comportamiento. La linguística mues- halla oculto un l
tra que la distinción entre el objeto y el sujeto es un efecto contingente de convirtiéndose en
la combinación entre determinados juegos de lenguaje. El mismo de los objetos. E
Foucault ha mostrado que la relación entre poder y verdad es mucho más "Yo pienso" equ
!.compleja de lo que se creía, pues la ciencia misma se sustenta sobre rela- bases ideológica
iciones de poder. La clínica, la psiquiatría y la pedagogía son sistemas dis- mundo, responsa
ciplinarios que conforman un campo de saber, una técnica de investiga- nas en todo el pl
ción y recolección de datos sobre los que se "crea" el estatuto hacia la constitu
epistemológico del objeto. Y ni siquiera las ciencias naturales trabajan ya caminos de la su
e n base a una concepción especular de la verdad, sino sabiendo que nues- derna47, que ten
tros edificios teóricos están sometidos al juego del azar y la casualidad. Levinas ha llama
¿Estaríamos entrando por esta vía al irracionalismo anarquista que diferencias no se
tanto temen algunos intelectuales latinoamericanos? Creemos que no, por- valiosas por sí m
que la crítica posmoderna no busca aniquilar al sujeto sino descentralizar- Hasta este p
lo. Si el sujeto ilustrado -sea en la forma solipsista del cogito cartesiano, vos a la de lo
sea en la forma del "sujeto colectivo" marxista- se colocaba como centro Inicialmente pod
del poder cognitivo, político y moral, de lo que se trata ahora es de abrir pea a una versió
el campo a una pluralidad de sujetos que no reclaman centralidad alguna, pliegue de otros
sino participación en la vida pública de una sociedad cada vez más multi- el verdadero pro
polar e interactiva, como es la que nos disponemos a vivir en el siglo el concepto levi
XXI. Ni el Estado, la Iglesia, el mercado, los partidos políticos, el ejérci- dencia y la teolo
to, los intelectuales, el parlamento, los obreros y campesinos o ningún el oprimido, el q
otro grupo en particular pueden seguir reclamando el derecho a la centra- convierte en la f
lidad, sino que las relaciones de poder y el protagonismo de la vida públi- dad", en el ethos
ca deben extenderse a todos los sectores de la sociedad. En tiempos de la tes a los prevale
modernidad tardía el sujeto no desaparece sino, todo lo contrario, se mul- ción cara -a- car
tiplica; y tampoco desaparece la razón, sino que se abre el espacio para la en una segunda
coexistencia de diferentes tipos de racionalidad. La descentralización de sujeto trascenden
la razón ilustrada no le deja el camino libre a la irracionalidad, sino que ría "sentido". Aq
favorece una visión más amplia con respecto a la heterogeneidad socio-
cultural, político-ideológica y económico-productiva, así como una mayor
indulgencia frente a las diferencias de todo tipo.
47. Dussel describe s
Ahora bien, es preciso reconocer que la filosofía latinoamericana -y popular, feminis
dos del mundo
en especial la filosofía de la liberación- inició una toma de distancia cnti- Tomás, 1980, p.
ca muy oportuna con respecto al sujeto ilustrado de la modernidad prime- pensamiento li
ra. Antes que lo hicieran Lyotard, Vattimo y Derrida en Europa, el argen- Metafísica desd
tino Enrique Dussel había sacado ya las consecuencias de la crítica de 48. Véase su interes
Universidad Na
Heidegger a la metafísica occidental, señalando la relación intrínseca liberación latino
nidad, pues lo que Dussel procura no es descentralizar al sujeto ilustrado Nos queda t
sino reemplazarlo por otro sujeto absoluto. Roig, de si la cris
A pesar de lo justas que puedan sonar las revindicaciones de Dussel de la racionalida
en favor de los oprimidos, me parece bastante problemático hablar de con un sí y un no
algo así como de un "poder bueno" y un "poder malo", el uno proveniente donos a la tradic
"de abajo", del mundo de los pobres, y el otro proveniente "de arriba", de una razón capaz
los intereses egoístas del capitalismo. En primer lugar porque el poder, todas las "aliena
'como bien lo ha demostrado Foucault, no es un atributo que se hallaría entendemos la re
vinculado al Estado, a una clase social opresora o a un determinado política, ideológ
"modo de producción", sino una relación de fuerzas que atraviesa tanto a propia vida. En e
dominantes como a dominados. Las relaciones de poder no dependen de pone la figura de
la "mala voluntad" de nadie en particular, pues, a partir de la modernidad, las a l i e n a c i o n
insostenible pues
el discurso y la verdad han estado siempre indisolublemente unidos a
traerse a las rel
ellas49. Por eso no existe "exterioridad" alguna entre las formas del saber
social. Las cons
-incluyendo el saber práctico-moral- y las estrategias de poder. En segun-
conocimiento m
do lugar, y en estrecha relación con lo anterior, porque en la sociedad pla-
plantear la nece
netaria en que vivimos ya no se puede hablar de las formas culturales
Estado, el puebl
como si fueran un "velo" que oculta el funcionamiento "real" de las rela-
legislar incondic
ciones económicas. Las imágenes, las representaciones y los símbolos
social. Por el con
culturales no son emanaciones de algún "ámbito fundamental" (la políti- tes que luchan d
ca, la economía, las clases burguesas), sino que se han convertido en sig- ra las relaciones
nos autónomos. Es decir que'los signos culturales, ahora transnacionaliza- lutas de tipo co
dos por los mass media y la informática, ya no encubren o pervierten una entonces, a parti
supuesta "realidad básica" de la cual habría que "tomar conciencia", pues tribunal deberán
el capital mismo se ha vuelto signo y el signo se ha vuelto capita150. Lo particulares, sin
cual significa que no es posible volver la mirada nostálgicamente a una formas de raci&
cultura des-capitalizada (la "cultura popular"), como quiere Dussel, pues diferencialidad!
la identificación con los signos del capital es una aspiración internalizada de una crítica tr
por todos los sectores de la sociedad, principalmente por los más al poli-perspecti
pobres51. resignación fren
entender y afron
4) Por últim
49. cf. M. Foucault, Dir Ordnrrng des Disk~irsrs,Frankfurt, Fischer, 1991. (Original francés: res que se han h
L'ordre drr discours, 1972). de las utopías".
50. cf. J. Baudrillard, Crítica de la Economía Política del Signo, Madrid, Siglo X X I , 1972; F. tipo de utopía
Jameson, Postmodernjsm or thr crrltrrral logic ofLute Cupitali.~m,Durham, Dukc University
Press, 1991.
5 1 . En este sentido. Beatriz Sarlo hace la distinción entre consumidores ~ c i i v o sy consuinidores e
imaginarios. cf. B . Sarlo, Escenas de la vida po~motlrrntr.Intrlrcturilr~.\.rirtrJ Y i'irlr,or.ultura
en la Argentina, p. 42. 53. cf. W. Welsch, U
295-3 18. Véase
52. De este tema me ocuparé ampliamente en el capítulo seis. der tran.rversal
1 . . Lyotard, por tratarse de uno de los autores más controvertidos. Partiendo
de los análisis de Wittgenstein, Lyotard advierte que los juegos del En-
guaje humano están estructurados de tal forma, que a partir de ellos resul-
piirie de nuestr
Seguramente que
c o i i lo que se ha
ta imposible pensar una comunidad humana en donde no exista el conflic-
ewiudiado muy bie
to y, por tanto, la injusticia. Juegos tales como "argumentar", "describir"
riici6n de esta for
, o "preguntar" se construyen sobre la base de complejísimas cadenas de I) La transposició
1 enunciados, en donde existen diferentes posibilidades de interconectar
unas proposiciones con otras. No existiendo ningUn tipo de metacriterio
puruiso bíblico,
1 linguístico que nos permita saber cuáles interconexjones debemos reali-
bucólica arcadia
consigo mismo y
i
zar, la elección de una o varias posibilidades se hace siempre a costa de
concepción de A
todas las demás. El resultado es el conflicto inevitable entre varios tipos
por ello, en el de
de discursos y formas discursivas, o lo que es lo mismo, entre diferentes
Iiubían podido se
formas de vida. La heterogeneidad y el difererido son, pues, consubstan-
drdenes religiosa
ciales al habla humana y no se pueden eliminar. Según Lyotard, todo
intento de 'reconciliar" las diferencias existentes entre los juegos de len- c sociedad. 4) E
el indio median
guaje y entre las diferentes formas de vida configuradas por ellos, termina
i6n a formas de
necesariamente en dictadura y terrog4.
cste discurso fun
Ahora bien, casi todas las "utopías de futuro" que se situaron en el su pretensión int
. umbral mismo de la racionalidad moderna concebían la sociedad ideal por una gran par
como aquella en donde reinana la unidad, en donde no existirían ya más excelencia: Amé
las diferencias de ningún tipo y en donde la comunicación entre las perso- nalidad europea,
nas no estaría mediada por relaciones de poder. La felicidad en esta socie- espiritual de la h
, dad futura sería vivida como ausencia absoluta de diversidad. La armonía tierra del misteri
y la homogeneidad serían las características de una comunidad en donde al que se refiere
ya no habría lugar para la presencia de valores de orientación divergentes una retórica que
entre sí. Pero si la heterogeneidad y la diferencia se encuentran ínsitas en listas de todos lo
toda comunicación humana, como lo ha mostrado Lyotard, entonces Pero, al pro
resulta claro que este tipo de utopías tendrían que degenerar en modelos estaremos mina
autoritarios de convivencia social, en donde la homogeneidad y el consen- Latina, cual es e
so podrían ser asegurados solamente a partir del ejercisio despótico de un en la idea de un
metacriterio religioso, económico, político y social. gualdad? Piens
¿Qué puede significar el final de este tipo de utopías totalizantes para mal" es una her
la filosofía latinoamericana? Será quizás la negación del "discurso de preciso abando
futuro" como forma esencial de narrativa sobre la que se organiza gran reconciliación d
bre redimido-56
54. J.-F. Lyotard, Der Wider.streit, München, Wilhelm Fink Verlag, 1987. (Original francés: Le - -
I
58. "Ayacucho" e s u
57. De hecho, la posmodernidad favorece la reivindicación de la imaginario y lo poético f r e n ~ ar lo Gustavo Gutiér
establecido. Lo que se pretende dejar atrás no es. entonces, Iri utopía, sino la ilusicírr alberga- víctimas cada a
da por las vanguardias ilustradas y sus pretendiones de conducir a Latinoamérica por el durante Ayacuc
"camino seguro". 4 (1993). pp. 11
MODERN
IDE
Una re
jS1 algo puede se
XX es e1 creciente p
tica. en una escala p
que impulsada
-~ . por l
interior de las socie
todos los seres huma
p o r miles de años ha
necido frente al pro
transnacionalmente.
torios de imágenes d
el flujo contínuo de
de la economía de m
a la eliminación de l
también un aumento
que no afectan sólo
--
internacional en su
endeudamiento del "
crecimiento incontr
des como el SIDA,
nizado. Fenómenos
causas y efectos que
inmunes frente a tod
Pero este movim
ciones defensivas. E
carne propia la expe
de tendencias nacionalistas y fundamentalistas. El fuerte anti-occidenta- valores completamen
lismo de los países islámicos, las guerras en la ex-Unión Soviética y la 1,a orientación polític
ex-Yugoslavia, los conflictos étnicos en el Africa negra, los programas de los modelos ofrecido
"evangelización de la cultura" desplegados por la Iglesia Católica, la Morandé, la negación
exhaltación de lo telúrico por parte de algunos intelectuales y activistas Latina durante el sig
políticos en América Latina, así como el renacimiento de la xenofobia y con el ibérico. Conse
el racismo en la propia Europa, son ejemplos de que vivimos en un
dlganciamiento ent
mundo de espacios fracturados y heterogéneos, en donde la identidad
mutuamente en quere
-personal o colectiva- oscila frecuentemente entre lo global y lo regional,
'que mantuvo sus form
entre lo nacional y lo posnacional. De cómo se resuelva este conflicto I
entre la des-territorialización y la re-territorialización de las identidades Pero vayamos po
dependerá si el siglo XXI nos traerá un mundo más tolerante y pacífico, o za Morandé a esa nu
si avanzaremos hacia una recaída en el despotismo y la barbarie de la que nes protestantes euro
ya tantas pruebas nos dió el siglo que termina. ,
chileno sabe que la é
/ nocido por el mundo
El presente capítulo es una reflexión sobre la manera como ha sido
enfocado el problema de la identidad colectiva por las ciencias sociales dominio del mundo.
latinoamericanas de fin de siglo. Para ello analizaré la propuesta teórica los dogmas de la rel
de los sociólogos chilenos Pedro Morandé y Cristián Parker, llevándola ciencia, se propone
posteriormente a un diálogo crítico con las tesis desarrolladas por Jesús razón.
- Se desencade
Martín-Barbero, Néstor García Canclini y José Joaquín Brunner. Mi pro- según Morandé, orig
-- interpersonales pier
pósito es mostrar de qué manera ha sido pensada la relación entreimoder-
-
1'
['
72. M . Weber, Zwisc
71. M. Horkheimer 1 T.W. Adorno, Dinlektik der Aufklürung. Phi/o.\ol)tii.sche Fragmente, Weltnblehnung. en
Frankfurt, Fischer, 1990 (primera edición: 1944). Mohr. ,988.
54
1
~
,
Pero, ¿qué pasaría si la racionalización de la que habla Weber no se
limitase al despliegue único de la "razón instrumental"?. [,Qué escenario
discursivo se crearía si partimos del supuesto de que la modernidad es la
puesta en marcha de un conjunto múltiple de racionalidades que avanzan
en diferentes sentidos y a diferentes niveles espacio-temporales, sin estar
forma de racional
procesos heterogé
al interior de los c
73. M e refiero concrevamente a lo$ ealudiob de W. Hennieh. C. C;oidori y M . Dean. cf. W. Hennies,
18
Max Weher: Essuvs in Recoristrr~ctiori,London, Allcn & Unwin, 1988; C. Gordon, The soul
of the citizen: Max Weber nnd Michel Fou<~a~rlt orid goverrnrnt, en: S.
ori r~rtioii~rlitv
74. C. Rincón, Die n
Scharlru ( i d ) L
Whimster / S. Lasch (eds.), Mar Webei; Ra!ionuli!v n ~ i dMo~lrrnr!~.London, Allen & Unwin,
lrnd Posrmoderne
1987; M. Dean, Critical and Effective Histories. Forrca~~lrS M~ltiods urid Historical 1,
debate sobre o p
Socioloxy, Routledge, London 1 New York, 1994. Postmodernidad,
1
uno y termina lo otro. En una palabra: las nuevas tendencias de las cien- ción totalitaria
cias sociales en los años 90 muestran que la relación entre modernidad y intelectualidad
cultura no puede ser inteligida en base a modelos que disocian el logos de ta-77 pues el c
los mitos, lo popular de lo culto, lo auténtico de lo foráneo y lo público de dad acrítica,
lo privado. La modernidad no conforma una escena única y homogénea tanto en los m
-frente a la cual es posible imaginar un ethos "auténticamente latinoame- cuales las mas
ricanon- sino que genera una trama compleja de ordenamiento, reapropia- dominancia d
ción e interpenetración de diferentes tipos d e racionalidad. palmente en l
Tomemos el caso del pensador hispano-colombiano Jesús Martín- de supeditar l
Barbero y la polémica que sostiene con el concepto adorniano de industria modo una sen
cultural en su libro De los medios a las wzediuciones. Ya hemos visto telenovelas s
cómo, a través de una lectura trágica de Weber, la escuela de Frankfurt espacio íntim
afirma que la racionalización de Occidente desemboca necesariamente en escenifica la
una irracionalidad articulada por el totalitarismo político y la cultura de sus padres, la
masas. Refiriéndose a este último aspecto, Adorno piensa que todos los rico, etc.) se
productos de la industria cuItural -el cine, la música jazz, el pop, etc.- se micrológicam
encuentran penetrados por la "racionalidad instrumental" y representan, televisión se c
por ello, el triunfo absoluto de la degradación y la barbarie. Pero apoyán- identidades p
dose en los estudios de Walter Benjamin, Martín-Barbero señala que esta esto -bajo el
visión pesimista de la industria cultural no es otra cosa que un gesto aris- vale a continu
tocrático, insensible frente a la manera como las masas han aprovechado impoluto de la
las posibilidades abiertas por las tecnologías de reproducción. Lejos de lista y despóti
fomentar un "atrofiamiento de la conciencia", estas nuevas prácticas cul- Los análi
turales han permitido un enriquecimiento de la experiencia perceptiva, sos modernos
que ya no esta reservada a las élites sino que es accesible para todos. pleto el mode
"Antes, para la mayoría de los hombres, las cosas, y no sólo las del arte, que los discu
por cercanas que estuvieran, estaban siempre lejos porque un modo de
relación social les hacía srntirlas lejos. Ahora, las masas, con ayuda de
las técnicas, hasta las cosas más lejanas y más sagradas las sienten cerca.
Y ese "sentir", esa experiencia, tiene un contenido de exigencias igualita- 76. El cine es vis
rias que son la energía presente en la masa"75. moderna. La
ritual por el
Lo que Martín-Barbero nos quiere decir es quc la iiiodernidad, con zan las paut
toda la carga de racionalización que ella representa, es una experiencia Morandé, Cu
creativamente asimilada por las masas en América Latiiia. Las tecnologías 77. Piénsese por e
de los medios de comunicación no son el instrumerito fatal de una aliena- de comunica
lo mismo, p
cultura de m
Dussel, Filo
Liheracihn,
78. No es extraño
75. 1. Martín-Barbero, D e los rnedios a las mediaciones. C'«muni<,~ii.ioir.r.irl/rr,ir y Ilc~emorlía, nos, o que el
Barcelona, Ediciones G. Gili, 1991, p. 58. han leído siq
58
sentido a través de los medios masivos. gracias a su influencia en la for- tradición y la mod
mación de las llamadas "culturas nacionales". Esto ocurre fundamental- quiere escapar al f
mente entre 1930 y 1960, cuando de la mano del populismo, y teniendo modernidad bajo e
como telón de fondo los procesos incipientes de modernización, los ella que pretenda
medios empiezan a construir simbólicamente la idea del "pueblo-nación". $ara lograrlo, se'ha
Refiriéndose al caso colombiano, Martín-Barbero afirma que antes de la dos en la intelectu
aparición y difusión de la radio, el país era un rompecabezas de regiones modernidad como
altamente encerradas en sí mismas. Pero a partir de 1940, cuando la radio segundo, por el co
penetra en los rincones más lejanos, "aparece" una identidad nacional alienación y la vol
invisible, compartida por costeños, pastusos, cachacos, paisas y santande- ción a este último,
re ano^^^. Lo mismo puede decirse para el caso de México, en donde el valioso que es nec
cine vertebró la idea de lo popular hasta bien entrados los años cincuenta. ~ a n c l i n es
i concie
Las películas mexicanas no reflejaron simplemente un ethos cultural ducir al callejón s
homogéneo, sino que lo crearon simbólicamente, pues en el cine la gente puesta teórica de P
aprendió códigos de costumbres, modos de hablar, de ver y de sentir que alternativa.
fueron identificados posteriormente como típicos de la "identidad nacio- El primer cam
nal". Esto significa que los "discursos de identidad" no hacen referencia a que el arte latinoam
una unidad cultural ya configurada de antemano -como piensan Parker y iÚye un ejemplo d
Morandé- sino que son producciones simbólicas vinculadas a determina- pintura modernista
das prácticas institucionales de caracter populista. Prácticas que. como do Amara1 y Em
bien lo ha mostrado Foucault, funcionan siempre en base a mecanismos Argentina) constit
de inclusión y exclusión. Algunos elementos culturales (vestimenta, senti- mentos formales m
do del humor, acento, giros idiomáticos, actitudes machistas) son escogi- motivos tradicion
dos y convertidos narrativamente en estereotipos que luego son proyecta- populares).lEl mu
dos a toda la "nación", mientras que otros elementos son marginalizados o entre lo tradiciona
permanecen en la penumbra. dia y la recuperaci
Si Martín-Barbero concentra sus análisis en la manera como la indus- 'tendencias estétic
tria cultural ha generado nuevas identidades y subjetividades en México precolomb
Latinoamérica, las tesis de Néstor García Canclini avanzan en una direc- ción, así como suc
ción paralela, mostrando la forma en que los procesos de racionalización dias artísticas que
han afectado la producción artística en el subcontinente. El tema central mentar con nuevo
de García Canclini es el de las "culturas h í b r i d a ~ " ~ ~El' . sólo nombre instalaciones y mo
anuncia ya todo un programa metodológico, pues se trata nada menos que tradicionales (pirá
de la ruptura epistemológica con un orden moderno del saber que piensa trico. De igual ma
la cultura sobre la base de oposiciones dualistas entre el mito y el logos, la conlleva la tenden
lenguaje antievolu
80. cf. N. García Canclini, C~i1t~tro.v Híbridus. E.vrrotegios priro rntrcir !' dc lo modrrrlidud, 81. Id., "Memory and ln
.
.s<iIii.
México, Grijalbo, 1989. 1993, pp. 423-433.
d e diferentes épocas. Aquí, nos dice Canclini, se encuentra la diferencia nacional o contin
entre el discurso posmodernista del "centro", con su tendencia a disolver vinculada a mecan
el pasado en un presentismo nihilista, y el posmodernismo de autores hasta comienzos d
I
"periféricos" como Nahum Zenil, Felipe Ehrenberg, Gerardo Sutier y miento de acontec
Alejandro Comjeira Xntre otros muchos-, con su preocupación por rees- martirio de los pr
cribir el pasado latinoamericano. introyectados a la
Pero sería un error pensar que esta heterogeneidad multitemporal , les cívicos, los di
opera únicamente a nivel de un arte llevado a cabo por élites intelectuales cultura "propia" q
que han tenido la oportunidad de estudiar en academias europeas y norte- conceptualmente
americanas. Al igual que Barbero, Canclini está convencido de que es a representan la "ra
nivel de lo popular en donde mejor se observa el fenómeno de hibridación dos luego con la
entre lo tradicional y lo modernos2. La necesidad experimentada por el comunes, los mod
mercado capitalista de incluir bienes tradicionales en su oferta simbólica, a una comunidad
ha sido aprovechada con creces por los artesanos campesinos e indígenas. idea de que los ha
L a integración creativa de estos sectores a las demandas del mercado una sola cultura h
internacional ha dejado sin piso la idea de que la modernización socio- rente.. Posteriorme
económica y la mentalidad del consumo destruye inevitablemente las cul- quien toma el rele
turas autóctonas. Igual sucede con las transformaciones experimentadas l j@". Como los m
por la música popular a raíz de los procesos de modernización. Nuevas se adherían a la id
formas de gran aceptación como la balada, el reggae, el rock o la salsa conocimiento de l
han surgido de la simbiosis entre ritmos tradicionales y medios electróni- tos autóctonos. Ap
cos. Todas estas expresiones artísticas traen consigo lo que Canclini ha . "cobertura total"
llamado la descolección o desterritorializacirín de la cultura popular83. La donde juega la "se
dinámica arrastrada por los procesos de urbanización y las nuevas tecno- todas las diferenci
logías de la comunicación han desligado lo popular de cualquier tipo de Según Cancli
narración sustancialista. Aquellos símbolos de la "identidad nacional" que de los años ochen
el populismo había elevado al caracter de "patrimonio sustancial" y exhi- --
dos globales, la tr
bido públicamente en museos, han sido separados de cualquier vincula- planetaria de los b
ción territorial y convertidos en bienes simbólicos transnacionales. Irentes tradicionale
Llegamos de este modo a la segunda vía de análisis explorada por cada vez más libr
Canclini: mostrar qué tipo de cambios ha experimentado la configuración relaciona cotidian
nirse ya por la per
-
- de identidades personales y colectivas en América Latina a raíz de la glo-
balización y transnacionalización de la culturaa4. El punto de partida es les del siglo XX,
una tesis presente también en la obra de Martín-Barbero: la identidad des y se encuentra
se hace preci30 a
coexistencia de v
las identidades p
82. Ibid., pp. 437 FF.
83. Id., C~rlturusIiíbridus, pp. 263 ss
84. Id., Consumidores y ciudndrrnos. Conflictils multicultur«les de Iii ~loh(ili:ri~.iriri,
México.
Grijalbo, 1995, pp. 107 SS. 85. Ibid., p. 109.
+ b
Canclini- nuestros políticos e intelectuales continúan atrapados en una nimbólico. diferenci
concepción folclórica y chauvinista de la identidad culturals6. Los políti- tidades se'hacen y d
cos creen todavía que la cultura se conforma en el espacio tradicional de licos que las produc
las bellas artes, las artesanías y las músicas populares, ignorando la nece- ¿Qué queda ent
sidad de su reorganización massmediática según las exigencias del merca- das las fronteras ent
... do internacional. Los llamados "intelectuales críticos" siguen aferrados a posible imaginar en
un fundamentalismo macondista -y además muy europeo-- que congela con respecto a la ra
lo "latinoamericano" en el universo surrealista de las pasiones violentas, . tra identidad cultura
la naturaleza indomable y la nobleza sin límites de su "racionalidad lo que nos muestran
sapiencial". Un discurso que, como bien lo anota José Joaquín Brunner,
constituye el último gesto aristocrático de un continente que se niega a re-
; personales y colect
influencias cultural
conocerse en y con la modernidad. que se han mostrad
Es Brunner justamente quien, a través de sus investigaciones sobre la nifica que el proble
"modernidad periférica" de América Latina, alcanza conclusiones muy que es necesario en
parecidas a las de Canclini. Para el sociólogo chileno, Latinoamérica se permita dar cuenta
ha convertido a finales del siglo XX en una especie de ciudad-laberinto por la modernidad.
(Tumaramérica)donde se fusionan todas las experiencias simbólicas posi- oidad como el desp
bles, en una danza vertiginosa de signos que van desde las formas más cosificante-, no pue
arcaicas de convivencia socio-política, hasta la familiaridad con el video- temporal y radicalm
texto, el fax y la rnicr~electrónica~~. La distinción entre cultura alta y cul- ricanas durante la s
tura popular, propia de Macondoamérica, ha sido desbordada por la fuer- en la que habitan ju
za avasallante de una cultura de masas cuya oferta simbólica ya no gía avanzada y la p
permite definir algún tipo de "identidad nacional". Desterritorializada y caudillismo, resulta
ya no controlable desde ningún centro, la cultura de masas no refleja el temprano que estall
"alma del pueblo", sino la sensibilidad de los productores y mediadores En los umbral
simbólicos, así como el "trabajo" generativo de millones de los consumi- Latha debe ser pen
dores que procesan, interpretan y viven a su manera ese flujo de mensajes significa, en primer
transmitido^^^. Estamos, pues, frente a una red laberíntica de signos que rios ya no se encue
ya no reflejan una realidad primaria sino que son, a su vez, la interpreta- religiosas, la literat
ción de otros signos y de otras interpretaciones. En este contexto, resulta llegan a través de
ya imposible acceder a una realidad que nos ofrecería la verdad funda: 1 urbana v la transna
mental de nuestro "ser americano". La vieja y legendaria Macondo- la identidad ya no v
américa, lugar donde se definían identidades amplias y "fuertes", el nidad político-cultu
mundo de la parroquia y la "exterioridad, va dejando lugar al espacio nencia a una comun
sujetos que compart
tos bienes simbólico
86. Ihid.. p. 94. der que la globaliza
87. J.J. Brunner, Américu Larirla: c~rltnruy rnodrrnidad, México, Grijülho, 1992, pp. 37-72.
"Tdmara" es el nombre con que que ltalo Calvino se refiere a la hiperrealidad sinihólica de la
vida urhana. cf. l. Calvino. Las cirrdudr.~invisibles, Buenos Aires, Minotauro, 1988.
89. cf. N. Garcia Canclini
de homogenización comparable -para utilizar la metáfora de Hegel- a "la
noche en la que todos los gatos son pardos", sino que ofrece (también) la
posibilidad de una comunicación multicultural capaz de enriquecer nues-
tra experiencia cotidiana. El problema no radica, pues, en los circuitos
massmediáticos por donde fluye la información (como si la utilización de
las tecnologías modernas fuera necesariamente destructora de la tradi-
ción), sino en los mecanismos institucionales que excluyen a gran parte
de la población del acceso a estos medios, impidiéndoles renovar y enri-
quecer su identidadg0. Por ello +m tercer lugar-, es necesario aprender a
renovarnos constantemente; a elaborar estrategias que nos permitan nave-
gar en el laberinto de bienes simbólicos que configuran nuestra identidad; PO
a crear, en suma, narrativas de la propia vida que faciliten la práctica de Los discursos
negociaciones dúctiles, desplazamientos transversales y tecnologías hete-
rogéneas de la subjetividad.
Resumiendo: bajo las condiciones creadas por la globalización de la
técnica, la planetarización de los nzass nzedia y la transnacionalización de
i Si hay algo qu
la economía, no es posible seguir planteando problemas tales como la 1 del siglo XX es su
identidad latinoamericana, el eurocentrismo y el colonialismo, en térmi- preferencia por te
nos de alteridad. Esto conlleva la producción narrativa de meta-identida- trata, en realidad, d
des monolíticas (un "nosotros" y un "ellos" homogéneos) que, como vere- y abarca la vida in
mos en el siguiente capítulo, legitima la exclusión de las identidades - de lo que ocurre e
transversas y las "pequeñas historias", De lo que se trata es de avanzar grado de indepen
hacia una consideración de la identidad en términos de diferencia. Aquí "clima social" -lo
ya no se piensa la subjetividad como derivada de un ethos situado por llen en base a la ló
fuera de la racionalidad moderna, sino como producto de los entrecruces ,existido siempre u
simbólicos, las re-localizaciones discursivas y las hibridaciones cultura- miento y la polític
les. las categorías de an
yendo en el espaci
vanguardia y la pa
No se ha logrado
90. Es lo que ocume con las políticas neoliberales vigentes actualniente en la mayoría de los países
latinoamericanos. Al fomentar la concentración de capital en pocas manos y bloquear cual-
quier política de redistribución social por parte del Estado. el neoliberalismo promueve una
globalización restringida. de la que solo sacarán provecho algunos grupos privilegiados de la 91. El siglo XIX es un p
sociedad. De lo que se trata ea de avanzar hacia una globali~acióninás democrática, en convirtió en el elem
donde el Estado pueda asumir políticas culturale\ tendientes a facilitar el acceso de los ciuda- en América Latina
danos a las autopistaa de comunicación internacional. Si bien es cierto que. como lo ha mos- problemática social
trado Habermas, la formación de una "identidad posnacional" se cncucnti-a vinculada con la tura no quedara bie
existencia de canales de participación política, también es cierto que csia no es pensable sin 1984. Véase tambi
el intercambio Iúdico de información que ofrecen las nuevas tecnologías electrónicas. En una México, F.C.E., 19
palabra: sin acceso a los medios es imposible la formación de identi<l<i<l~,.i tro~i.rterritoriales México y Argeritiria
capaces de afrontar el gran reto político del siglo XXI: aprender a convivir p;icificamente con llectuels et la politiq
la multiculturalidad, la heterogeneidad y la diferencia. Sigal. Iritelecrunles
donde las disciplinas reelaboren los contenidos inherentes a sus propios en el siglo XX -y dur
modelos de análisis. Muy por el contrario, es el devenir cambiante de la proyecto se dirigió ha
política el que ha condicionado los "temas" y las orientaciones de las las diferentes cultura
diferentes disciplinas. De ahí que, a pesar de la modernización creciente reflejarse en todos los
de las carreras universitarias y la consecuente división de los saberes en literatura y, por supu
compartimientos autónomos, la relación entre los intelectuales y la políti- siglo XIX, construir
ca sigue funcionando en Latinoamérica como una especie de humus sub- misma como plataform
yacente a todas las disciplinas que facilita el rápido tránsito entre unas y tos de modernización
otras. por el rol protagónico
repertorio de símbolo
Durante el siglo XX, el fenómeno político que más influyó en el que-
intelectualidad, que se
.%hacer intelectual de América Latina fué, sin lugar a dudas, el populismo. cultural. Al mismo tiem
El sociólogo chileno Fernando Calderón afirma que "a pesar de todas sus ta sobre las demás ins
incoherencias, el populismo fué la creación social y cultural más genuina comunicar todas las
de América Latina en el siglo XX. El populismo transformó incluso a mediante la construcci
aquellos que se oponían a él. Modificó la cultura de nuestras gentes, su de obras de infraestru
sexualidad, sus maneras de amar, de pensar, e incluso de danzar y cami- como el agente que hiz
., nar: en suma, la totalidad de la vida cotididana. Solamente bajo el popu- fe el siglo XIX: la "ent
lismo, con la integración de las masas al mercado, la sustitución de dad95.
importaciones, la urbanización y otros cambios sociales de grado y ritmo
, ' diferentes, la modernidad pudo ser impuesta definitivamente en América 1 El primero de los
Latina y con un estilo latinoamericano,.. El populismo fué el instrumento más influeyeron al pen
de nuestra completa integración en la experiencia universal y paradógica lución mexicana de 1
de la m ~ d e r n i d a d " ~ ~ . (reforma agraria, social
economía planificada)
Aprovechando la coyuntura que se daba con la crisis económica en ras". En 1931 se config
Europa durante los años veinte, la mayor parte de los países latinoamen- para América (APRA),
canos comenzaron un proceso de industrialización llevado a cabo en base mericana como instrum
a la sustitución de importaciones y la conformación de un mercado inter- teamericano, tal como l
no. Este proceso fué impulsado por burguesías nacionalistas que empeza- ción arielista. La met
ron a controlar el mundo de los negocios y la política, y que vieron la Latinoamérica, capaz de
necesidad de incorporar a las naciones latinoamericanas a la "vida moder- na. La integración de lo
na" de los países noratlánticos. Como bien lo anota Jesús Martín-Barbero, como fuerzas productiv
estas nuevas burguesías retomaron el viejo "proyecto civilizatorio" (L. una verdadera "síntesis"
Zea) diseñado por las élites criollas a mediados del siglo XlX, que había superpuestas en las soci
tenido como meta única e indiscutible la construcción de la nación9! Ya
92. F. Calderón. "Latin American identity and mixed temporalities; or, How to be postniodern and
I
indian at the same time", en J . Berverly 1 J. Oviedo 1 M. Aronna (eds.), The Po.\rnzodemism 94. Para una visión general so
Debufr. in h r i n Americu, Durham 1 London, Duke University Press, 1995, p. 58 (traducción Latina, véase W. Rowe V
mía). Latina, México. Grijalbo,
93. J. Martin-Barbero, De los medios u las mediocionec.. Comu~iicución.cultur<r v hegemonía, 95. c f . M.D. París Pomho, Cris
Barcelona, Ediciones G. Gili, 1991 , pp. 166 S S . Valdés, 1990, pp..58-60.
mo argentino como un intento de romper la dependencia económica del sos de identidad. De
país frcnte a los intereses del capital extranjero. Para el peronismo, ya no necesarios para enten
són las oligarquías tradicionales quienes se encuentran en el centro de la sobre "lo propio", act
Nación y del Estado, sino el pueblo raso, las masas desposcídas, los "des- vas que han dado una
camisados". Ellos deberían ser objeto de la "justicia social" administrada la región en el siglo XX
por un Estado fuerte, capaz de asegurar la independencia de la nación
frente al capitalismo individualista y al comunismo totalitario. En 1959
triunfa la revolución cubana y se inicia en Latinoamérica un proceso de
"traducción" del marxismo a un lenguaje acuñado ya por los movimientos
populistas, que encontrará su punto álgido en la teoría de la depen-
denciag6. Quizás la mejor fo
Estos cuatro movimientos poseen en común varios elementos ideoló- qué manera la identida
gicos que, como espero mostrar en este capítulo, reaparecen luego en los blo" y "nación" por el
discursos de identidad elaborados por la filosofía latinoamericana del por aquella corriente
siglo XX. La crítica a las soluciones universalistas. la idea de que el setenta y conocida con
"mal" s e encuentra fuera de la nación, la postulación de una especificidad ciertamente de catego
cultural latino-americana, el recurso a lo popular como instancia legiti- romántica del siglo XI
mante de la verdad, la invocación al sentimiento religioso y al mesianis- cano del siglo XX adq
mo político, la exaltación del paternalismo intelectual y el liderazgo caris- m
desempeñado por Juan
mático, el culto a los héroes, la oposición radical entre lo auténtico y lo fueron muchos los filó
foráneo, el intento de reconciliar todas las oposiciones sociales, la roman- categorías que aquí n
tización del mestizaje y la definición ex negativo de lo "propio" serían específicos: Feriomen
algunos de estos elementos. Tales riguras -y esta es la tesis que deseo Filosqfia de la liberaci
defender -obraron en el discurso filosofico latinoamericanista como i_--- El propósito del te
mecanismos tendientes a oscurecer las difereñcias, sirviendo . .. así como
.- e l por Hegel en la Fenom
correlato perfecto dc las prácticas uniformantes y excluyente~del populis- de la conciencia popula
mo. No estoy recurriendo con ello a la figura de los discursos como refle- bió los tres momentos p
jo ideológico de alguna instancia social "fundamental" (la política o la ' rrido hacia el conocim
economía), sino resaltando la función, arriba señalada, de los intelectuales
como intérpretes y legisladores de la "identidad continental". Tampoco
me interesa la filiaciGn de uno u otro autor a estos movimientos politicos,
97. Véanse, por ejemplo, los c
o su distancia crítica frente a ellos. Quiero ubicarme, más bien, al nivel filosofía latinoainericana
del analisis de discurso para ver de qué manera ciertas figuras acuñadas en: Autores Varios, ldeo
por cl populismo entran y salen de la escena argumentativa en los discur- 1024- 1034.
98. El estudio "clásico" sobre l
los de ésta corriente de p
Horacio Cerutti Guldberg
96. Aquí sigo la lectura de Ernesto Laclau, para quien el socialisiiio latinoaincricano no fué otra 99. Sohrc cl dchatc alrcdcdor
cosa que la reducción del marxismo a un lenguaje esencialmente populista. cf. E. Laclau. López Velasco, Reflexoes
"Hacia una teoría del populismo". rii: Políticu e ideologí,r rJn111 t i ~ » ~ íinrrrri.rto,
<r Madrid. 47-74.
II
Siglo X X I , 1978. Véase también: E. Laclau 1 C. Mouffe, Hexemoníri ?. r,.\tr.ritrgiu socialista, 100. C. Cullen. Fenonieiiiilrgío
Madrid, Siglo XXI, 1987. Aiitoiiio dc Padua (Bueiio
a. .
inmediata hasta el saber absoluto, Cullen se propone investigar de qué se sabe ahora
manera la conciencia del "pueblo" llega al conocimiento de lo universal. No obstante, q
El primer momento de este recorrido es la experiencia del saberse "arrai- de la madre tie
gado a la tierra"lO'. La experiencia más inmediata de conciencia que tiene instituciones s
un pueblo es la de reconocerse como un "nosotros-estamos-aquí", es ideologías (el p
decir, como un sujeto instalado vitalmente en un paisaje geográfico del violencia del
' cual deriva su existencia. Esta forma primera de la sabiduría de un pue- momento (la "
blo, que se "objetiva" en mitos como el de Pachamama, otorgan a la absolutamente
"madre tierra" un caracter divino. Pero en tal experiencia de inmediatez el ley de la nació
pueblo es todavía un "nosotros" indiferenciado, que siente el compromiso de la soberanía
con lo telúrico pero que no alcanza todavía a reconocer qué es eso que le Hegel, también
caracteriza como pueblo. Se hace necesario el paso a un segundo momen- única instancia
to -que Cullen identifica, al igual que Hegel, con la "Autoconciencia"-, jetiva, expresan
en donde el pueblo se entiende a sí mismo como una comunidad con tra- Tenemos, e
diciones propias, esto es, como sujrto de un código simbólico que se de Cullen com
objetiva en ceremonias religiosas, instituciones sociales y prácticas políti- tolera las difer
cas102.Aquí, en este segundo momento, es donde Cullen introduce el con- caracter teleoló
cepto de "nación". Sabiéndose sujeto de una tradición propia, el pueblo se sociales agrupa
'" desdobla para autocomprenderse como conciencia política. El pueblo se la historia latin
hace nación y la nación aparece como autoconcierzcia del pueblo, es decir, se despliega su
como expresión política de su identidad cultural. ?nación perman
Más que una forma de organización política. la nación es, entonces, Enrique Dussel
una forma de conciencia ligada directamente a la identidad cultural del de este modo a
pueblo. Ser nación equivale a saberse políticamente miembros de lo que blo" como el c
Hegel llamara el Volksgeist, aquel principio orgánico que forma la "sus- comparten un
tancia" de un pueblo y que determina qué tipo de arte, filosofía, religión y "nación" sena
moralidad corresponden a ese pueblo en un momento determinado. Y así sus raíces telúr
como en Hegel los medios e instrumentos del "espíritu del pueblo" son pueblo se encu
individualidades políticas como Napoleón, Julio César y Alejandro imperialistas y
Magno, en Cullen este papel corresponde a los caudillos, aquellos perso- zadosIo8. por lo
nales carismáticoq que saben encamar los anhelos y los símbolos del pue- dad" política,
blo. "Es la confianza de la masa en el conductor -escribe- la que hace
elaborar la patria como autoconciencia. La masa se pone a sí misma en la
tierra al poner y hacer la voluntad del conductor y entonces se sabe auto-
conducción: porque lo que era voluntad de otro se convierte en la propia 103. Ibid., p. 24.
voluntad reflejada en la elaboración de la patria como nación. El pueblo 104. Ibid., pp. 27-28
105. Ibid., pp. 36-42
106. E. Dussel, Fil
3.1.4.2).
101. Ibid., pp. 13-18. (1 107. Id., Ethikder G
102. Ibid., pp. 19-20.
"Las clases oprimidas o populares de las naciones dependientes x s c r i b e "El p
! Habl
Dussel- son las que guardan en su cultura la máxima exterioridad del sis-
tema actual mundial; sólo ellas pueden presentar una alternativa real y Martí
nueva a la humanidad futura, dada su metaffsica alteridad"lo9. Esto signi- ,' por e
ficaque el pueblo tiene otro sentido de la vida, otro ethos muy diferente - símbo
diametralmente opuesto- al ethos que caracteriza al sistema d ~ m i n a n t e " ~ . profe
Mientras que la esencia de éste es la pura voluntad de poder"', la de libert
aquel es la lucha heróica y solidaria por la liberación. Y mientras que la
nación es experimentada en el "centro" como imperio, en la "periferia" es
una experiencia esencialmente telúrica, firmemente anclada en el núcleo
ético-mítico que define la identidad del pueblo.
Al intentar una definición ex negativo de las categorías pueblo y Ya hemos visto
nación (lo "otro" de la totalidad, la "periferia" oprimida), el discurso de la filosofh argentin
Dussel no logra vencer las dificultades que ya veíamos en el proyecto de se trata, por cierto,
Cullen. Aparecen ciertamente algunas determinaciones (los campesinos, nista. Por el contrar
los obreros, las clases marginadas, etc.), pero éstas son integradas rápida- naturaleza sobre las
mente en una identidad metacomprensiva (el ethos liberador) en la cual dos por los discurs
no hay lugar alguno para las diferencias. Pues para Dussel, lo mismo es la Nietzsche, Heidegg
guerra de Angola que la revolución cubana o las guerrillas palestinas, y lo los años treinta em
mismo son los indígenas mexicanos que los campesinos vietnameses o los todo el continente11
beduinos del Sahara, porque todos son expresiones ("momentos") de un Examinemos p
sujeto histórico (el "Otro") que comparte una misma lucha contra un solo dad este problema
enemigo común112. Es la lucha por la "liberación de la periferia", por la Estrada. La tesis ce
instauración de un nuevo orden mundial en donde ya no reine el ethos del de la tierra, y en e
dominador sino la solidaridad, el amor y la relación cara-a-cara. La toma "devenir histórico d
del poder por los grupos populares representa por ello una inversión radi- posesión de la tierr
cal de los valores; la posibilidad de que el hombre realize un "salto cuali- siglo XVI, Martíne
tativo" hacia su humanización verdadera1I3.Y como en Cullen, también y otra vez, a la man
en Dussel aparece la exaltación religiosa y mesiánica de los "hombres cano reclama suyo
telúricos", los caudillos: lo cual solo queda
lo jurídico, de la pa
ha poseido al hom
I
129. Me basaré en el artículo "La configuración histórica de la circunstancia americana" (en:
Autores Varios. Ideas en torno de Latinoanilrica, México, U N A M , 1986. tomo 11, pp. 1380-
133. Ibid., 1396.
1407), donde Orrego logra una síntesis muy clara de los argumentos presentados en su obra
magana Pueblo continente de 1937. 134. Ibid., p. 1397.
130. A. Orrego, ibid., pp. 1380-138 1 135. Ibid., p. 1404.
131. Ibid., p. 1394. 136. Ibid., p. 1324.
132. Ibid., p. 1397.
solo de las civilizaciones, sino del universo en su totalidad, es el "impulso Europa. Aquí,
vital". Se trata de un élan que se transmite ya desde el nivel de la materia transforma en g
orgánica a través de los organismos desarrollados, produciendo todas sus
variaciones. Y al igual que Bergson, Vasconcelos insiste en la unidad de "
este impulso que pasa a través de todas las formas de vida, dando fuerza y a
empuje al movimiento de la evolución universal. A nivel de las formas r
culturales, el impulso vital sigue un movimiento teleológico orientado p
hacia la un$cación de la humanidad. Las diferentes razas y civilizaciones g
humanas cumplen, sin saberlo, una función específica en ese "plan" uni- t
versal que conducirá finalmente hacia la unidad, la libertad y la concor- e
dia. Cada una de ellas vive únicamente para cumplir esa misión y luego m
desaparece cuando ha realizado plenamente su labor138. :Es, pues, e
Pero en este gran conjunto de civilizaciones, Vasconcelos asigna un ,prójimo cosech
papel especial a las dos razas que, a su juicio, darán el mayor impulso a la '@a verdadera
conformación de una raza genuinamente universal: los sajones y los lati- los- pueblos14
nos. Herederos de la civilización greco-latina, los sajones han mostrado la Latinoamérica
importancia de la ciencia y la técnica para alcanzar el dominio sobre las &niversal de la
fuerzas de la naturaleza que anteriormente abrumaban al hombre y le lógica de la ci
impidían alcanzar la libertad. Pero ésta, su principal conquista, se convier- belleza. Y com
te a la vez en su más absoluta limitación. Los ideales sajones han ido podía faltar el
acompañados de un amurallamiento étnico que les impide asimilar los americano -y e
aportes de otras culturas. En lugar de mezclarse con los pueblos por ellos ción inédita do
dominados, los sajones prefirieron destruirlos o someterlos por la fuerza. zón encendido
Por eso, la "misión histórica" de la raza sajona se encuentra plenamente entre sajones y
cumplida. Mostradas ya las ventajas del dominio sobre lo material, la la mundializaci
civilización del hombre blanco se encamina lentamente hacia su muerte Si observa
natural '39. N argumentativa
sos de identida
En opinión de Vasconcelos, el destino histórico de la humanidad no identidades ho
será cumplido por los sajones, sino por los latinos. Esta es una raza nueva,
recurso para af
producto de la mezcla étnica entre ibéricos (españoles y portugueses) e
N ridad de la mo
indígenas (herederos, según él de la antigua civilización atlántida), a quie-
como expresió
nes posteriormente se sumarían las culturas africanas. El avance definitivo
&tinoamericana
hacia la unificación de la raza humana se inició con la conquista de
te a un "ellos
América, cuando españoles y portugueses no dudaron en mezclarse con
los indios, rompiendo así con los prejuicios raciales imperantes en
ficción. Inconcien
"Sostengo que algunas expresiones, del caracter mexicano canos han sustitui
son maneras de compensar un sentimiento inconciente dc yéndolo real. Han
inferioridad ... Los mexicanos han imitado mucho tiempo. han podido liberar
sin darse cuenta de que estaban imitando. Creían, de buen:)
fe, estar incorporando la civilización al país. El mimetismo La critica filo
ha sido un fenómeno inconciente, que descubre un caráctei nuada en México
peculiar de la psicología mestiza. No es la vanidad de apa- otros países de Am
rentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo S fué encabezada en
que se ha tendido inconcientemente, es a ocultar no sólo dc años sesenta. Al i
la mirada ajena, sino aún de la propia, la incultura ... 1 gia del "desenma
Entonces la imitación aparece como un mecanismo sicoló- capaz de descubri
gico de defensa, que al crear una apariencia de cultura, nos 1 Y el primer paso
libera de aquel sentimiento deprimente"155. 1 una filosofía autén
La imitación es, entonces, una patología que surge del tipo de rela- [En
cion dependiente creada entre México y su cultura madre, la cultura euro- teór
pea'56. Tal patología consiste en que el imitador se siente inferior al imita- mie
do porque se mira a sí mismo en base a una escala de valores ajena, que form
le impide darse cuenta de que su situación es distinta. A través de la histo- defi
ria de México se han querido adoptar siempre modelos extranjeros, no Filo
solo porque parecían mejores, sino, lo que es peor, porque se creía que 1:i extr
hilo
obra
155. Ibid., pp. 92.98. sist
156. Al respecto escribe Ramos: Afirma Adler que el sentimiento de inferioridad aparece en el
"
con
niño al darse cuenta de lo insignificante de su fuerza en comparación a la de sus padres. Al univ
nacer México, se encontró en el mundo civilizado en la misma relación del niño frente a sur polé
mayores. De esta situación desventajosa nace el sentimiento de inferioridad que se agravó
con la conquista, el mestizaje, y hasta por la magnitud desproporcionada de la naturaleza" Insa
(ibid., p. 11 8). sent
de la filosofía, por efecto de una viva conciencia de sil podido articularse ins
carencia de originalidad e s p e c ~ l a t i v a " ' ~ ~ . el impacto foráneo y l
Pero si la filosofía es la expresión conceptual de una cultura, entonce\ subdesarrollo, la cultu
la inexistencia de un pensamiento auténtico -razona Salazar Bondy- debe filosofía auténtica, y
remitirse a un grave defecto a nivel cultural. Y aquí el filósofo peruano sea definitivamente c
retoma los motivos avanzados ya por Samuel Ramos: la filosofía.ha sido triunfo de una revolu
en América Latina una imágen ilusoria de la propia realidad; una repre- del imperialismo econ
sentación mistificada que ha proyectado como propios los motivos, ideo\ cultura propia'61. No
y soluciones de otros hombres. En lugar de generar sus propias categoría\ auténtica en medio de
interpretativas, los latinoamericanos han adoptado ideas y valores ajenos, sirva como "concienci
creyendo encontrarse a sí mismos en esos principios de conducta. Tal acti- nental.
t
tud ilusoria refleja, en opinión de Salazar Bondy, el estado de postración Tanto Salazar Bon
en el que se encuentra la cultura latinoamericana. Las representacione\ traumática experienci
ilusorias mienten sobre el ser que las asume, pero al mdntir dan expresióri tidad cultural defectiv
a su real defecto de ser. Fallan al no ofrecer la imágen profunda de la rea- niveles de la vida ind
lidad, pero aciertan, sin proponérselo, como expresión de la ausencia dc partir de un paradigm
un ser pleno y original158.Por eso, la práctica de un filosofar inauténtico importar su edad, sex
expresa, en realidad, un hondo defecto de cultura. "En última instancia i menos de una misma
-escribe- vivimos en el nivel conciente según modelos de cultura que no patología es para Ram
tienen asidero en nuestra condición de existencia ... Y estos modelos ope- blos latinoamericanos
ran como mito que impide reconocer la verdadera situación de nuestra rior",'determinado po
l .
comunidad y poner las bases de una genuina edificación de nuestra enti-
dad histórica, de nuestro propio ser"'59. No debe extrañar, entonces, que
una comunidad alienada y desintegrada produzca una conciencia filosófi-
1
i
sistema económico m
vo- entre estas dos po
su interesante libro La
ca mistificada. i sente ( 1 9 9 1 ) ~El
~ ~f
Pero, ¿dónde están las causas últimas de esta alienación cultural? A internos y externos d
diferencia de Ramos, Salazar Bondy piensa que la esquizofrenia sicológi- recurriendo a la crític
ca es sólo expresión de una enajenación económica. Como todos los paí- domarxista, tal como
ses del tercer mundo, también Latinoamérica padece las consecuencias Desde esta óptica, M
del imperialismo, la dependencia y la dominación. Sujetos primero al América Latina no se
dominio del poder español, y pasando luego a la condición de mercados borados racionalment
de aprovisionamiento del imperio inglés y norteamericano, los países lati- nal o e? el pensamien
noamericanos han carecido siempre de una vida cconómica propia. Y la ciones supraindividu
condición deprimida de la economía explica justamente por qué no han Freud, Mansilla pien
157. A. Salazar Bondy. ¿Existe u~rcifilosofíadr ?iursiro ArnPrii,li? í IY6X), Mtixico, Siglo XXI. 160. Ibid., p. 87.
1988. pp. 28, 30. 161. Ibid., p. 88.
158. Ibid., pp. 81,82. 162. H.C.F. Mansilla. kr cu
159. Ibid.. 84 (el resaltado es mío). uno reoría críticcr de Irr
pautas de comportamiento e ideales normativos que son impuestos al ! nocer las bondade
sujeto desde el exterior y que son internalizados durante el proceso di. ; afirma Mansilla, "
socialización. "No se trata -escribe- de paradigmas o criterios producidos i pues la cantidad d
por la actividad racional de la conciencia a través de un sopesar crítico de del progreso y sim
alternativas diferentes ..., sino de modelos de desarrollo, anhelos colecti-
Al sospechar
vos y criterios para juzgar la historia, que se han originado en la cultura y
tendencia a pensar
en la tradición de los centros metropolitanos"16'.
de occidente son i
Ya se vé de qué manera el filósofo boliviano combina las tesis de lumbra el camino
Salazar Bondy con las de Samuel Ramos. A causa del largo tiempo en que 1 dad. Pero en su na
las naciones periféricas tuvieron que sufrir los efectos de una civilización ¡ mente con Ramos
europea violenta y expansiva, se internalizaron en la psique colectiva una través de la crítica
serie de creencias y paradigmas de desarrollo que, hasta hoy día, continú- racional -ejercida
an operando como ideales regulativos en América Latina. Pero no se trata o "traer a la conci
ya de representaciones que ocultan o deforman unh supuesta "identidad
n a ~ i o n a l " ' ~ "como suponen todavía Ramos y Salazar Bondy, sino de
modelos de progreso que han sido asumidos como "verdaderos" por capas
relativamente extensas de la población'65. Entre estos nzitos colectivos, el
i alienación cultura
latinoamericana. L
peuta: mostrar al
I tomando concienc
I
tidad el lugar del "primer principio" que vendría a mostrar la verdad de
170. Quizás valga l
tiene la vieja
muy difundid
sión, véase J
Caracas, Mon
168. M. Foucault. Nietischr. la Genealogía. la Hi.rr«riu. Valencia, Pre-textos, 1992. un arte o una
169. Véanse la reflexiones al respecto de Roberto Salazar Ramos. "Educación y posmodernidad. 1 que opone lo
en Posmodernidad y verdad. Algurzos merarelatos en la constihicidri d ~ sahel;
l Santafé de Richard. Mod
Bogotá, USTA, 1994. pp. 181-191.
truyen y bajo qué condiciones aparecen y desaparecen las reglas de juego pretar los sig
que configuran la verdad de esos discursos. Ya no se parte del juego de I;I sienten y qu
analogía, en el que los signos de la identidad latinoamericana guardaii N sus enemigo
correspondencia con los discursos que la expresan, sino del juego de I;I E Resumie
discontinuidad, en el que las palabras y las cosas se relacionan de mane l y asigna a la
ras diferentes, según se posicionen al interior de un complejo tejido epis , oscultación
temológico. Y si en aquel juego de la analogía se hacía necesario presupo 1 mente, en do
ner un sujeto de conocimiento que descifrase las claves del
encadenamiento entre las palabras y las cosas, entre los discursos de iden- I centralizador
, recieron en
tidad y los referentes identitarios, en el juego de la discontinuidad no sc constituyero
requiere ya de tal asistencia, porque lo que se busca no es un referente quc nuestro". La
sea portador de la verdad sobre lo latinoamericano, sino un marco inter orientados a
pretativo al interior del cual esta verdad es producida y enunciada. En una Era necesari
palabra, evadir las consecuencias arriba descritas equivale a sustituir el no existiesan
origen como Ursprung por el orígen como Entstehung, como emergencicr. sos de perten
atendiendo de este modo al segundo de los usos señalados por Foucauli Estado que r
en el texto mencionado. 1 los signos tu
Y los discurs
"La emergencia -escribe Foucault- es la entrada en escena de las
fuerzas; su irrupción, el impulso por el que saltan a primer plano ..., el
espacio que las distribuye y se abre entre ellas, el vacío a través del cual
intercambian sus amenazas y sus palabras"17'. Los discursos de identidad.
como todos los discursos, se inscriben en un sistema de relaciones dr
poder que dan orden y sentido a la interacción entre los significados y los
significantes. Desde este punto de vista, la pregunta a la cual he querido
responder en este capítulo es la siguiente: ¿cuál es el sistema de fuerzas al
que se remitieron los discursos de identidad en la filosofía latinoamerica-
na del siglo XX? La respuesta se encuentra ya en el punto mismo donde
inicié la reflexión: los discursos de identidad emergieron al interior de un
orden populista, que durante gran parte del siglo XX garantizó la produc-
ción, circulación y distribución del saber sobre "lo propio". En este orden
se construyeron figuras, claves, códigos y señales destinadas a instaurar el
imperio simbólico de las identidades nacionales. Hemos visto cómo algu-
nas de estas figuras aparecen una y otra vez en los discursos elaborados
por filósofos e intelectuales. Ellos, los intelectuales y letrados, cumplieron
la función de sancionar discursivamente la verdad puesta en circulación
por aquellos intereses económicos y políticos de los cuales también eran
partícipes. El sistema de reglas desde el que pensaban les autorizó a inter-
ll - ir-
AMERI
FIL
En un estudio
Gómez-Martínez
Ortega y Gasset e
X X ' ~ Dos
~ . fuero
español que se co
latinoamericana: e
cunstancias, que
socio-cultural com
nalismo o teoría d
análisis para expli
das a un desarroll
quienes a través d
mericano colocarí
miento de la l i b e
A continuaci
Martínez entre la
"liberación". Mo
174. J. Ortega y Gasset, "La historia como sistema", en id., Hi.vtorin 1,omo .si.stemciy otn>.rerlsnyos 177. Ibid., pp. 63s.
,filosr~co.í.Madrid, Sarpe, 1984, pp. 29-95. 178.Ibid.., p. 66.
175. Ibid., pp. 33-37. 179. Ibid., pp. 29-32.
176. Ibid.., pp. 46,49. 180. Ibid., p. 77.
cias fundamentales hemos ido construyendo en el pasado y entender cuil nacional se encontraba b
ha sido la función de las ideas filosóficas en este proceso. Aquí, en Iii cas183.
aclaración de la función social del pensamiento, radica justamente c l
papel de la razón histórica. "La idea -escribe Ortega en otro lugar- no Recuperar filosóficam
tiene su auténtico contenido, su propio y preciso "sentido", sino cum- programa de Gaos, exam
pliendo el papel activo o función para que fue pensada, y ese papel o fun- agentes de transformació
ción es lo que tiene de acción frente a una circunstancia. No hay, pues. Tal programa podría ent
"ideas eternas". Toda idea está adscrita irremediablemente a la situación o como el intento de aclara
circunstancia frente a la cual representa su activo papel y ejerce su fun- se en una determinada é
ción-181~ mando la manera como
cunstancias. Ello suponía
En realidad, Ortega está convencido de que los cambios históricos
de las ideas" que mostrar
obedecen a la debilitación o intensificación de las "creencias fundamenta-
festando a diferentes niv
les" de una sociedad. Y si la vida social es sostenida por un repertorio de
político. Lo que se busca
creencias, entonces es claro que los cambios históricos son influenciados
de qué manera los pensad
directamente por aquel grupo de personas que se ocupan de elaborar y
propia c i r c ~ n s t a n c i a '
redefinir esas ideas: las élites intelectuales. Ellos son el verdadero motor
derivó así en la reconstru
de la historia, pues son los encargados de generar aquellas ideas que susti-
vital" (Ortega) anclada fi
tuyen los usos vigentes ya debilitados con el paso de los años. Al transfor-
no-mexicano, la reflexión
mar.el sistema vigente de creencias mediante el ejercisio crítico del pen-
se a sí mismo, salvando t
samiento y la meditación filosófica, los intelectuales ejercen una misión
que que discurría su prop
salvijica en el seno de la colectividad.
tura con el paradigma un
Estas ideas de Ortega tuvieron gran aceptación en América Latina de un pensamiento que
durante los años veinte y treinta, especialmente en la obra de pensadores saber desarraigado que n
como Haya de la Torre, Antenor Orrego y Samuel amos'^^. Pero fue una cultura. Lo que Gaos
indudablemente José Gaos quien, desde su llegada a México en 1939, la solamente en ciertas c
consolidó definitivamente esta recepción y señaló el camino por donde esas circunstancias. La re
habría luego de marchar el pensamiento historicista de Roig y de Zea. De na no solo la forma como
hecho, el mérito de Gaos consiste en haber "Iatinoamericanizado" la filo- sofar. Hablamos así de un
sofía de Ortega, en especial la tesis de que los cambios históricos obede- na, que se diferencian e
cen a la manera como, en un momento dado, se percibe intelectualmente como por el tipo de probl
la realidad circundante. Esto abría las puertas al entendimiento de la filo-
sofía como "filosofía de las circunstancias". y consecuentemente, a 13 Con estos argument
postulación de una filosofía auténticamente hispano-americana. Tal invi- elaborar una caracterolo
tación a recuperar la circunstancia venía muy bien en una época de fuerte que inició en 1945 con la
reivindicación autoctonista en México, donde la creación de una cultura
-
,Shakespeare, donde el esclavo Calibán utiliza el lenguaje de su amo colocar sólo dos
Próspero para maldecirle, los dos filósofos articulan su crítica en el mismo aparecen como r
lenguaje filosófico de la modernidad -y concretamente, a través del regis "conciencias", s
tro "filosofía de la historiam-, para criticar a la modernidad misma y supe- que generan sus
sus manifestaciones patológicas. Pero, -nos preguntamos- ¿,quépasa- escenario en el q
ría si las "patologías" de la modernidad se encontrasen vinculada\ donde ya no que
justamente a ese tipo de lenguaje? ¿,Qué ocurriría si el colonialismo, la estilo de Leopold
racionalización, el autoritarismo, la tecnificación de la vida cotidiana, en Concentrémo
suma, todos los elementos "deshumanizantes" de la modernidad, estuvie- co del pensamien
sen relacionados directamente con los ideales humanistas? ¿En dónde central de Rama
quedarían las críticas de Roig y de Zea si lo que se considera el remedio sociedades latino
para la enfermedad, fuese en realidad la causa de la enfermedad misma? época colonial, p
Tanto Ortega y Gaos como Roig y Zea organizan su filosofía sobre la iniciados en Lati
base que sustenta todo el pensamiento de la modernidad europea: la idea cha una dinámic
del hombre como un ser dotado de capacidades suceptibles de ser racio- mente la escritur
nalmente dingidas, ora en el plano de la organización social y política, ora configuró una él
en el plano de la cultura. Elhombre como "centrq de la realidad y como poder político, cu
dueño absoluto de su propia historia. El hombre como "sujeto", es decir. las ideas en me
como realidad fundamental que está "debajo" y garantiza la unidad de
todos los procesos de cambio. El sujeto concebido hurnanísticamente
_como "autoconciencia", esto es, como rede y orígen del lenguaje y el sen-
tido Así, por ejemplo, Ortega estaba convencido de que los cambios polí-
burócratas de la
manejo de aque
lidad del pod (
nes, e t ~ . )Se
~ f~
la "ciud d real",
f
ticos y económicos son fenómenos de superficie, que dependen en reali- 9
letrada" eii dond
dad de las ideas y de las preferencias estéticas y morales predominantes.
Esto le llevó a plantear la tesis-aceptada en su totalidad por Zea y -y en el caso que
Roig-de que la historia es un proceso anclado en la intencionalidad de directores espirit
sujetos agrupados generacionalmente. Ya no es el Espíritu absoluto de ideologías y polí
Hegel, ni el héroe solitario de Carlyle quienes funcionan como sujetos de Modelos que, al
la historia, sino el "nosotros" que se sabe perteneciente a una tradición y cas en los esquem
que adquiere conciencia de sí mismo a través de las élites intelectuales. por sí una fuerte
La generación de los letrados se convierte así, como diría Ortega mismo,
en el "gozne sobre el cual la historia ejecuta sus movimientos". Ellos, los 21 2. A. Rama, Ln ciud
letrados, tienen la misión -y la responsabilidad moral- de salvar la cir- 213. Ibid., p. 57.
cunjtancia mediante el pensamiento; de elaborar "proyectos" tendientes a 214. Ibid., p. 41.
humanizar su propio mundo. 215. Por supuesto no
dos desde este e
No obstante, a finales del siglo XX han comenzado a elaborarse otro intelectual alejad
tipo de lecturas sobre la historia latinoamericana. Lecturas que en lugar de la "ciudad real".
Como ya puede adivinarse, la lectura que hace Rama de la "concieii una gran continuida
cia latinoamericana" chg&ntalmente can los metarelatos creados poi asemeje a la evoluci
Arturo Roig y Leopoldo Zea. Tomemos, por ejemplo, el caso del siglo es, al contrario, ... lo
XIX, y concretamenteel período de la llamada "emancipación mental". errores, las faltas de
cuando, en opinión de ambos filósofos, pensadores como Alberdi, Bello. miento a lo que exist
Echeverría, Bilbao y Lastarria habrían inaugurado el "para-si" de la con de crear narrativam
ciencia americana. Si seguimos la interpretación de Rama, lo que estos reconstruir la evoluc
letrados hicieron no fué otra cosa que consolidar un tipo de legalidad teii propone Zea, la gen
diente a unificar racionalmente el tejido entero de la sociedad. Había quc las fisuras y las line
"construir la nación" y dotarla de una "identidad perfectamente definida. impulsada por algún
Para ello se hacía imprescindible crear una "idiosincracia" que debería sil que es justamente ah
reflejada fielmente por la lengua, la historia y la literatura. Nacieron asi culan las voces (qu
los proyectos de una reforma de la gramática española (Bello) y de uria real" de la que nos h
"historiografía nacional" -con su culto a los héroes y a las acciones "sujeto latinoamerica
patrióticas- que deberían ser institucionalizados a nivel de la escuela. Y. das por la filosofía d
por supuesto, nació también el proyecto de una "filosofía americana" mo menos heróicas
expresado en el famoso manifiesto de Alberdi. Estos proyectos no obede- dos que elaboran e
cieron a la necesidad de "salvar la circunstancia" (Gaos / Zea) ni de elevar contingencias del pr
al "sujeto americano" como "valioso en sí mismo" (Roig), sino de crear por tanto, la tarea de
una sociedad que pudiera ser administrada desde instancias políticas cla-
relatos elaborados po
ramente definidas, y en las que los letrados mismos tendrían participación
activa. Una sociedad organizada sobre la idea moderna de la "nación", en Pero este prime
donde no había lugar alguno para las "pequeñas historias", aquel'las arti- con una reflexión qu
culadas desde la oralidad y la diferencia. La pluralidad heterogénea de criben los discurso
sujetos sociales debería quedar integrada en las "grandes Historias" crea- ,miramos la descripc
das por los letrados y enseñadas en las escuelas. Desde la interpretación libro Las palabras
de Rama queda, entonces, mal parada la idea de una "conciencia latinoa- "filosofía de la histo
mericana" libre de las rapiñas, los disfraces y las astucias del poder. Pues logró imponerse en l
lo que el pensador uruguayo muestra es, justamente, que el conocimiento
de "lo propio" ha estado ligado siempre a la pasión de los letrados, a sus
odios recíprocos, sus discusiones fanáticas y sus ambiciones políticas.
En Rama encontramos ciertamente una ruptura frente al paradigma 216. M. Foucault, Nietzsch
moderno que atribuye a la "conciencia" la creación de nobles ideales 217. La genealogía no pre
humanísticos tendientes a "salvar las circunstancias". Detrás de los dis- ella busca excavar ba
bre del "pueblo" y mo
cursos latinoamericanistas ya no se ubica un "sujeto", entendido como
218. Sobre este problema.
orígen de los mismos, sino un conjunto de relaciones de fuerzas, intereses d e la historia latinoa
de clase y luchas de poder, que "generan" tanto a los sujetos como a los Congreso Iriterriacio
discursos. Por eso, al mostrar las discontinuidades inherentes a la con- Santo Toniás, 1993, p
ciencia latinoamericanista, Rama dió un paso importante hacia una genea- 219. Este tema lo he des
logía del pensamiento latinoamericano. Pues como bien lo afirma Kuiibarie. Das Projck
~~hilosophie, Universi
Foucault, "la genealogía no pretende remontar el tiempo para reestablecer un resumen muy esqu
X I X ~ ~ O . En ese sistema de signos, el saber ya no podía desplegarse sohic sumidas de este modo
el fondo unificado y unificador de la mathesis universalis, tal como hahi.1 papel en el escenario de
sucedido en la episteme clásica, sino que requería necesariamente de i i i i Pues bien, precisam
fundamento infundamentado que diese coherencia y unidad a los conteiii tivas historicistas de Le
dos. Este fundamento será buscado, desde Kant, en las condicione\ . I toria" funciona utilizan
priori del conocimiento establecidas por un sujeto capaz de darse repii lla red arqueológica de
sentaciones objetivas de sí mismo. Aparece de este modo la figura de 1.1 Existe una "lógica" de
reflexión, que en Hegel se convierte ya en el retorno histórico de la coi1 priori, unas "objetivac
ciencia a s í misma para buscar allí los fundamentos últimos de su propi;i cos que descubren el se
esencia. Retorno que atribuye al pensamiento una función liberadora, a I:I toria es la yuxtaposició
manera de una promesa que se va revelando lentamente a los hombres, v americana" ha logrado
cuya concretización histórica tiene lugar en el ámbito de la política. 1:1 1 sí misma. Las guerras
registro "filosofía de la historia" se comporta, entonces, como la represcii 1 mexicana, los nacional
tación que un sujeto preexistente hace de su devenir en la historia, y en I;I I en Cuba y Nicaragua, s
que ésta aparece como el lugar en donde se va cumpliendo poco a poco, ;I N la "Dialéctica de la co
través de revoluciones y contrarevoluciones, la promesa de su propia libc histórico de aprendizaj
ración. De este modo, la historia es narrada como un proceso dialéctico di. "propio" frente a las in
autoconstitución de la "conciencia" mediante la reflexión critica. A travk emergencia de un conc
de la crítica, el "sujeto de la historia" avanza hacia la configuración dc. de las víctimas humana
nuevas formas de autoconciencia que recogen los contenidos de la époc;i así como de las estruc
anterior y los asume en un movimiento de síntesis. nada nos dice el pensad
pensadores o corriente
Foucault mismo ha señalado cuáles son los problemas del ordena- ción de la "historia de
miento moderno del saber en general, y de la filosofía de la historia eti misteriosamente exclui
particular. En un marco epistemológico en el que la verdad del conoci- ria", las palabras guard
miento es sostenida por las representaciones de un sujeto único, result;~ ideas su lógica. En ella
evidente que las "pequeñas historias" carecen de significación. Las reivin- dez y la discontinuidad
dicaciones de sexo, raza, edad y condición social, o bien los simples ava- Por su parte. Artur
tares afectivos de los sujetos empíricos, son integrados en un espacio un proyecto asentado e
omnicomprensivo de caracter trascendental, en donde deberá buscarse el que tiene, por ello, una
"sentido mayor" de nuestras vidas. La mirada se aparta de lo más próximo para nosotros", tal com
y se dirige hacia donde siempre quisieron mirar los letrados: hacia las for- con la dialéctica históri
mas más puras y abstractas. hacia los ideales más nobles, hacia los pensa- la utopía bolivariana ju
mientos más elevados. Allá, en esa lejanía, deberá buscarse el secreto del historia del pensamien
encadenamiento entre las palabras y las cosas. Conocerlo será la clave mos de exclusión que
para saber quiénes somos, para descubrir nuestra "identidad", para romper
las cadenas que nos atan a la "minoría de edad". Las diferencias son sub- 221. cf. L. Zea, Dialéctica de 1
222. No han pensado acaso las
te los últimos quinientos
220. cf. M. Foucault. Las palahras y las cosas. Una ar~yueolo~í<i
de Ins ciencia.^ humano.,. de la episteme moderna,
Barcelona, Planeta-Agostini, 1984, pp. 217 SS. los "letrados".
tampoco de la existencia de otro tipo de representaciones utópicas, quiz;i\
menos fáusticas y diferenciadas, pero que también cumplen una funcitiii
autovalorativa. La "unidad moral y política" de América Latina es el gi-;iii
imperativo humanístico al que deberán someterse todas las fuerzas soci;i
les del continente. Y el ámbito burocratizado, corrupto y autoreferenciiil
de la gran política- ¿cuál otro podría realizar semejantes metas? -es p1.c
sentado como el lugar donde se cumplirá la promesa de liberación. A l
igual que Kant, y en cohcordancia con los ideales de la modernidad, Roiy
parece estar convencido de que el problema político es el problema crli
cial de la especie humana, ya que de su resolución dependen la felicidad v 1
la "paz perpetua". La aproximación lenta pero segura hacia una "liga t l ~ . 1 IMAGINA
naciones" kantiana -en donde la unidad latinoamericana sería tan sólo 1111 LO B
momento previo y necesario-, adquiere las características de un imperaii
vo moral.
I
Al activar el registro moderno de la "filosofía de la historia", los do5
pensadores latinoamericanos reproducen un tipo de discurso que le señal;i En el contex
un curso normativo a la vida y a la historia. Un discurso que, además. te los últimos añ
otorga a los letrados el papel de legisladores e intérpretes de esa vida y dc de la teórica y no
esa historia. La oralidad de la "ciudad real", en donde priman los accideri bajos sobre los m
tes, las rupturas y las desviaciones, es "fijada" en los discursos de la "cili- resantes aportes
dad letrada", que acentúan las unidades, las continuidades y las tota1iz;i una de las prime
ciones. Quizás podríamos hablar. con Foucault, de una "historia efectiv;~" filosófico contem
que se contrapone al mito de la "filosofía de la historia". Mientras q u ~ . toria y la cultur
ésta aparece como una totalidad en la que la economía, la sociedad y 1;i Knsteva y, espec
cultura se encuentran engarzadas "dialécticamente", como si entre ellas han servido a Za
existiese una especie de "armonía preestablecida", aquella se presen1;i da al esclarecim
como el ámbito propio de la diferencia. 0: como bien lo dice Foucault: ricano.
"La historia "efectiva" se distingue de la de los historiado- Me interesa
res en que no se apoya en ninguna constancia: nada en el conjunto de narr
hombre es lo suficientemente fijo como para comprender ;i cidas tradiciona
los demás hombres y reconocerse en ellos ... Saber, incluso nición de Federi
en el orden histórico, no significa "reconocer" y mucho ricano como sín
menos "reconocernos". La historia será "efectiva" en 1;1 eclosión hacia fi
medida en que introduzca lo discontínuo en nuestro mismo hasta el año 193
se rm 223 a diferencia de l
adquirió un cara
nial. Así lo habí
prueba Zavala
Mercure de Frun
el modernismo l
223. M. Foucault, Nietzsche, la Grnral«gí<i. la Historia, pp. 46-47. la independenci
120
viviente de un nuevo estado El modernismo no habría sido. textos modernista
entonces, tan sólo una revuelta frente a la convicción en el poder emanci corresponde, segú
patorio de la tecnología y el mito prometeico del progreso, sino también. bello":
y ante todo, un proyecto anticolunialista que tuvo como sujetos a vastos "Th
sectores de la intelectualidad hispanoamericana de fín de siglo. Mar-ii ope
habría sido el precursor, Rodó el ideólogo y Darío el líder indiscutible d i prov
este proyecto. stor
En efecto, apoyada en las tesis de Bajtin, y concretamente en la des app
cripción hecha por el semiólogo ruso del así llamado "proletariado intc bea
lectual", Zavala entiende el modernismo como un "proyecto colectivo" arti
l empujado por una "nueva clase" de bohemios, escritores, mujeres, anar tifu
1"
quistas e inconformes, que se posicionaron de manera alternativa como Esta es justam
sujetos225.Este grupo de personas generaron una estética -la "poética d i la propuesta teór
1'
la negaciónw-, que tiene como característica la proyección imaginaria d i a Lyotard entre la e
narrativas emancipatorias, en donde la sociedad aparece como una comu- lectura que, en b
nidad d e ~ a l i e n a d a Estos
~ ~ ~ . sujetos lograron crear nuevos "imaginarioa estética de ~ d o
sociales" en los que proyectaron fantasías, contra-imágenes y representa- sublime, es decir,
ciones utópicas tendientes a deslegitimar los códigos ideológicos de u11 disonancia, la rec
. orden que pretendía convertirlos en objetos. Los textos modemistas serí-
an, entonces, relatos de emancipación colectiva y personal frente al
11 proyecto, no sola
modernidad. Más
naciente capitalismo hispanoamericano, que amenazaba con subsumir las que el triunfo de
heterogeneidades sociales en una dinámica de control y dominio. se corresponde, a
Zavala piensa que la enunciación literaria de este proyecto correspon- me. Tal es la lectu
de al inicio de la modernidad en América Latina. Una modernidad enten- rrogar la propuest
dida ya no como modernización, esto es, como fe en las bondades reden-
toras de la técnica y la industria, sino como realización de una comunidad
moralmente emancipada. Una comunidad que, liberada del poder coerci~ í l. MODERNISM
tivo de la razón instrumental, posibilite finalmente la humanización plenn
de todos los individuos227.Los tropos, formas, palabras y figuras de los Al hablar de
: concreta en el de
bien lo muestra Z
224. 1. Zavala, "On the (Mis-)uses of the Post-Modern: Hispanic Modernism Revisited", en T. tes intelectuales h
D'Haen 1 H. Bertend (eds.), Posrmodern Ficrion in Europe and rlle Americus, Amsterdam.
Rodopi, 1988, pp. 89-90. , cial el quehacer a
225. Id.. "The Social Imaginary: The Cultural Sign of Hispanic Modernism", en Critica1 Studies I
(1989). p. 23.
1
226. Zavala se apoya aquí en la tesis del caracter rrtópico-social de la lihido, tal como fué desarro- ; 228. Ibid., pp. 136, 137
llada por el círculo de Bajtin y por Lacan. El nuevo imaginario social sería, entonces, la pro-
yección sublimada que el "proletariado intelectual" hace de sus propias frustaciones. cf. id..
' 229. W. Welsch, "Ador
"The Social Imaginary", p. 28. Denken, Stuttgan
227. Id., Coloniali.tm und Culture. Hispanic Modeniisrns and [he Socio1 Imaginury, Indianapolis. 230. A este respecto co
Indiana University Press, 1992, pp. 129 SS. y culturales, Méx
dad -que tentativamente podríamos situar entre 1850 y 1914 en Europii. \ modern
entre 1885 y 1930 en Latinoamérica- fué motivado por las profuntlil~. arrastra
transformaciones estructurales que se venían operando en las sociedntl(~~. El modernismo s
occidentales (particularmente en las europeas) desde finales del siglo XI V tema de valores predo
y que se manifestaron en tres ámbitos estrechamente relacionados entrc \ I la disciplina del trab
el económico, el político y el cultural. La revolucicín económica generó 1111 Paradójicamente, esta
sistema productivo basado en el mercado de trabajo asalariado, en la p i ~ desde un horizonte de
piedad privada de los medios de producción y en la utilización tecnológi su tendencia a la sínte
ca de los nuevos conocimientos científicos, que rompió bruscamente coi1 samiento medieval se
la antigua economía de caracter feudal. La revolución política acabó coi1 do armónica y jerárq
el absolutismo monárquico y buscó instaurar sociedades capaces de auto fijado de antemano a
gobernarse racionalmente, sin obedecer a criterios diferentes a los de \ I I supuso un cuestionam
propia voluntad. La revnlucio'n cultural reaccionó frente sobrenaturalis~ii~i los que se sostenía el
cristiano y medieval mediante la exaltación de la naturaleza, la historia y repensar este ideal b
el mundo de lo humano en general. La confianza ilimitada en la perfecii como garante del ord
bilidad del hombre y la instauración del futuro como horizonte de sentido. ahora era de asegur
fueron acompañadas por una crítica a la religión y a las formas tradicionii comenzaba a reclama
les de socialización, que terminó por erigir la libertad individual como a seguir había sido a
valor supremo. Así pues, la interacción contlictiva de estos elementos fue no, quienes destacaro
'
conformando una dinámica social que conocemos con el nombre de nio al mundo sobrenatura
dernidad. 1 una estructura matem
En este orden de ideas, el modernismo es un producto y al mismo I tamente descubrir la
tiempo una reacción crítica frente a la modernidad, concretamente frentc 1 matemáticas se conv
al tipo de racionalidad instrumental que, encarnada en las ciencias empíri- garantía de que la na
cas y en los procesos de industrialización, pretendía identificar la felici 1 tenidas por una espec
dad y la verdad con la manipulación eficaz de la naturaleza y de la s'ocic El modernismo
dad. Como bien lo dice José Luis Abellán: burgueses imperante
N
también burgues, de
"El modernismo es un intento de recuperar la trascendenciii modernismo liberó a
y el sentido trascendental de la vida con los valores que Ic nales de la narración
son añejos: sabiduría, eternidad, sentido lúdico de la vida. los cánones estéticos
desarrollo del espíritu contemplativo. cultivo de la memoria rior de lo que Lyotard
colectiva y de los ideales artísticos. Esto, desde un punto dc Por otro lado, la
vista práctico, supone denunciar como "males" el industria-
por una,fragmentaci
lismo, la gran ciudad, el sentido económico y burgués de lii
vida, la uniformidad de los paisajes humanos, la produccióii
en serie, el triunfo de lo útil frente al ideal de la belleza ... 231. J.L. Abellán, Historia
Estamos, pues, ante una nueva rebelión romántica, que (Ir), p. 40 (el resaltado
ensalza y enaltece valores sustraídos a los de la modernidad 232. cf. R. Gutiérrez Girard
cuando no opuestos a ella, aunque, en otras ocasiones, de lo 233. Sobre este punto véase
que se trate es de aspirar a una auténtica y verdadera Die liberale Moderne
mía con respecto a otras "esferas de valor" como la ciencia y la mor;il.
pero que al mismo tiempo lo priva de expresar al mundo como totalidiitl
1 transformar los modo
internacional. La vida
Esto generó en muchos artistas una actitud inicial de nostalgia romántii;~ completamente difere
por la unidad perdida234.que devendría hacia final de siglo en repugniiii fronteras. Habría que e
cia por una sociedad en la que el arte había pasado a ocupar una situacitiii
apenas marginal, desplazado por la lógica del comercio y el amor al dirii
1 primera fase de relaci
i transformara en mutua
ro. El mundo de la máquina y de la producción racionalizada, que consii
j Tenemos, pues, qu
tuían el signo más relevante de la tardía sociedad decimonónica, fue visiti
por los modernistas como una amenaza a la renovación espiritual en todo\ / cultural de América La
los planos de la vida individual y social. El artista encontró la afirmacitíii gicas, largas y sangrie
de su ser mediante una negación de la sociedad y del tiempo en el que Ic económica. Era la épo
tocó vivir, bien sea refugiándose en un mundo artificial, en el individuii herencia cultural hisp
lismo feroz, o buscando la felicidad en mundos pasados y lejanos. Esic Iglesia, que en el fond
ambiente de pesimismo e inadaptación frente a las formas de vida burguc cracia dirigente. y una
sa estimulaba la evasión y la crítica por medio del arte y la literatura, as1 burguesía. Es al interi
como la adopción del snobismo y de formas bohemias de vida por paric artistas que, bajo la i
de la intelectualidad inconforme. De esta manera, los deseos, esperanzas c modernidad europea,
ilusiones reprimidas por una sociedad administrada y unidimensionaliz;~~ clerical propagada por
da, encontraron en el arte un vehículo adecuado de expresión235. Octavio Paz, el deseo
la gesta histórica de l
marginados236.No se
2. MODERNISMO Y MODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA para caer en un afranc
queda de un lugar prop
Al igual que había ocurrido en Europa, el modernismo latinoamerica- Lo que no resulta
no echó sus raíces en una dinámica social esencialmente moderna. pero deseo de integración y
que en nuestro medio adquiere características muy especiales. Las semi- hecho la modernidad
llas de la modernidad llegaron a nuestras tierras desde el momento en que de modernización habí
desembarca el primer conquistador europeo, pero lo hicieron en su ver- y de algunos sectores
sión hispano-lusitana, donde el elemento cristiano-medieval había jugado población continuaba
un papel catalizador. Gracias a un rápido proceso de mestizaje, en donde Eran los tiempos en q
el mundo de la vida se enriqueció con tradiciones hispánicas, indígenas y mercado atractivo par
africanas, América Latina fué conformando un ethos mestizo bastante norteamericano, lo cu
heterogéneo, pero muy poco flexible a los procesos de cambio arrastrados ahora en centros clav
por la modernidad. Es así que los esfuerzos de las élites por integrar al ción de obras civiles,
continente en la economía mundial capitalista, trajeron como resultado la de bienes de consumo
polarización social y política en casi todos los países. La economía agra-
ria, basada en el latifundio, chocaba frontalmente con los intentos por
236. cf. O. Paz, "El Caracol y
237. El período entre 1895 y
234. Principalmente en Alemania con las obras de Goethe, Holderlin, Schlegel y Novalis. urbana en toda Latinoam
ción en esa época, sobr
235. cf. R. Gutiérrez Girardot. op.cit., pp. 36-39. Las ciudades y las ideas
penetrar todos los rincones de la vida urbana, generando una dinániii;~
social desconocida hasta entonces. La racionalización del trabajo, I ; i
/ en contra de un prag
sido adoptado por la
pugna de la competencia mercantil, el afán desmesurado de lucro y la dcs / veniente del norte, e
personalización de las relaciones humanas, fueron el caldo de cultivo p;ii;i , los Estados Unidos
que, al interior de la burguesía, surgiera una intelectualidad que rechazai.i;i 1 del modernismo hisp
el sistema de valores dominante entre los grupos de poder. De la misiii;~ , de ese cambio de se
manera -y este punto será retomado posteriormente-, los procesos t l t - 1 occidental. Si la esté
modernización fortalecieron la vieja tradición hispánica que contemplal>;i tradicciones y amen
la letra como vehículo de ascenso y reconocimiento , s i s t a ~como Rubén
Las características sociológicas de este fenómeno són, en líneas genc
1 Martí articularon su
nidad, muy diferente
rales, las mismas que se observan en todo el mundo occidental, si bici1
Los modernistas lati
matizadas por la especificidad de América Latina al interior de este coii
patologías de la civil
texto. La consolidación de una sociedad dominada por el dinero hito qiii
todavía tan evidente
el arte y el artista perdieran su antigua función de glorificar los valores dt-
mico y cultural prov
la aristocracia. Si en otros tiempos había obrado como cronista o cantor
vida espiritual del co
de las hazañas de la clase dominante, ahora, expulsado de ese mundo, 1.1
Paz, era la experienc
escritor se vió impulsado a rebelarse contra un tipo de sociedad que lo
escritores modemis
marginaba, teniendo que dirigir sus obras hacia un público más amplio y
como una protesta
en condiciones de trabajo nada favorables. A diferencia de Europa, dondc
, Latina en mundo cap
la existencia de un mercado económico permitía la promoción del arte ;I
través de instituciones especializadas (teatros, editoriales, galerías de artc.
salones. etc.), lo cual posibilitó que los artistas se emanciparan del siste- 3. IMAGINARIOS
ma de mecenazgo sostenido por la Iglesia y la aristocracia, en Américn HISPANOAMER
Latina no existía una infraestructura económica que permitiera la existen-
cia de un mercado literario autónomo. Apenas comenzaba a conformarsc A pesar de su d
un "público" capaz de juzgar la creación artística en base a criterios estéti- modernismo hispano
cos, y lo más frecuente era que el escritor buscara llegar a ese público s cial: el repudio a los
través de los periódicos. El periodismo ofrecía, además, la ventaja de una hacia el desarrollo c
remuneración inmediata de su trabajo, con lo cual el escritor lograba ase- modernismo rompe
gurar su subsistencia y liberarse medianamente de la tutela económica y la honorable dinastía
estética a la que estaba hasta entonces sometido. y la industria, bisni
En estas circunstancias, el modernismo latinoamericano aparece vulgar, reducida a la
como un movimiento de doble reacción: primero, en contra de una socie-
dad mediocre y aislada por el subdesarrollo y la dependencia239.segundo,
247. El aristocratismo d e Darío se expresa con claridad en estas palabras: "¿Hay en mi sangre 249. F. García Calderón. La
alguna gota de Africa, o de indio chorotega o nagradano? Pudiera ser, a despecho de mis 273 SS.
manos de marqués: mas he aquí que veréis en mia versos princesas, reyes, cosas imperiales, 250. cf. M. Ugarte. "El porv
visiones de países lejanos o imposibles" (cf. "Palabras liminares", en Prosas profanas y otros Biblioteca Ayacucho. 1
poemas (1896), Madrid, Clásicos Castülia, 1983. p. 86). Véase también el poema Los 251. cf. J. Vasconcelos. Con
Camellos de Guillermo Valencia, en G. Espinosa. op.cit., pp. 67-69. Obras Completas. vol
248. J. E. Rodó, Ariel (1900), Madrid, Espasa-Calpe, 1975, pp. 75-99. America. Society and t
positivismo y del imperialismo norteamericano era promoviendo la u n i ~ 1 En los ensayo
dad de América Latina como un sólo bloque cultural y político que pudic positivismo colon
ra contrarestar su fuerza. América Latina unida y libre de injerenci~ix concepción de Am
extranjeras: tal era el ideario de autores como José Martí y Manucl camente en un mo
Ugarte. mientras que otros autores como Pedro Henríquez Ureña y emparenta, en est
'
Alfonso Reyes optaron por el ideal de una América Latina unida, cosmo~ ribetes aristocratiz
polita y abierta a todas las influencias extranjeras. S
político concreto:
En sus crónicas neoyorquinas -trabajos periodísticos escritos entre socialista aparece
1880 y 1895- Martí observa atentamente el proceso de concertación eco- cosificante pregon
nómica e ideológica de la sociedad estadounidense hacia la penúltim;~ 1 vehículo apropiad
década del siglo X I X ~El~ escritor
~ . cubano muestra cómo las ideas cientí- , Latina. De ahí su
ficas que predominaban en aquella época acerca de la clasificación de las nacionalismo polít
razas y de la supuesta ordenación progresiva de la raza humana (darwinis- l
Este tema de l
mo social) eran utilizadas para justificar el expansionismo norteamericano
en el área del Caribe. Martí denuncia concretamente artículos publicados ! sería desarrollado
Juventud" en Méx
en los periódicos The Manufacturer y The Evening Post, en donde se '
sagrada a la luch
habla de los cubanos como de una raza pervertida, de moral deficiente, e Porfirio Díaz, en
incapaces por naturaleza para vivir por sí mismos según los principios de Antonio Caso, Pe
la democracia. La única esperanza de la isla, según los diarios, es sajoni-
zarla por completo, poblándola con hombres de raza superior2"". Ante
:1 mos se preocuparo
salismo de la Amé
estas circunstancias, Martí adopta una típica actitud modernista: la defen-
tura y el arte, enfre
sa apasionada de "lo nuestro". aunque no contraponiendo sus valores a los
falta de originalid
del pragmatismo anglosajón. como hiciera Rodó, ni refugiándose en un
racial del indígen
aristocratismo idealista a la manera de Darío, sino enfocando el problema
obras del Inca Gar
desde una perspectiva eminentemente política. La unidad política y eco-
so florecimiento d
nómica de América Latina -único camino para contrarestar la amenaza
nial, la poesía de
del imperialismo norteamericano- debería cimentarse sobre la conciencia
social de Sarmient
de su unidad y autenticidad cultural. En opinión de Martí, el único cami-
rían para darle a la
no para vencer el colonialismo económico, político y cultural que agobia-
la ciudadanía univ
ba a las naciones hispanoamericanas, es la revalorización de "lo propio" y
esencialmente hum
la creación de un modelo autóctono de desarrollo. De este modo quedaría
ricano. Ya en el sig
despejado el camino para una gran transformación social y política: la
construcción de una sociedad anti-clasista y anti-racista en la que senan y los conquistador
reconciliados todos los egoísmos254.
252. J. Martí, En los Estados Unidos, Madrid, Alianza Editorial. 1968. A este respecto véase J. modernismo, la verdad
Ramos. Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo Fernández Retama
XIX, México. F.C.E., 1989, pp. 145 SS. 255. M. Ugarte, "La defe
253. Id., "Vindicación de Cuba" (1889). en Obras Completas. La Habana. Editorial de Ciencias 256. Sobre los ideales la
Sociales, 1975, tomo 1. pp. 236-241. samiento mexicano
254. Id.. Nuestra América, Caracas, Biblioteca Ayaucho. 1977, pp. 26-33. Este ensayo de Martí es 257. P. Henríquez Ureñ
considerado por Fernández Retamar como "el pensamiento m5s profundo y perdurable del tomo de Latinoam
rígen. Estos dos factores, hermandad y mestizaje, habrían determinado VI en la medida en que se
florecimiento en América Latina de una cultura cosmopolita, abierta y una socialización de
universal, que contrapone la idealidad y la utopía al utilitarismo y la ins beneficiarse del trabaj
tr~mentalidad~~~. el modelo de la democ
y construir una Argen
las máquinas y señora
3.4. El retorno a la "edad de oro"
4. EL MODERNISM
¿Cuáles fueron algunas de esas utopías proyectadas por los intelec
tuales modernistas en el imaginario social? La figura de la "edad de oro"
utilizada por Dan'o, Lugones y Valencia, fue sin duda una de las más ape- Una vez estudiado
tecidas, ya que ella representa la invocación nostálgica de sociedades uni- por los intelectuales m
ficadas (el mundo griego, la primitiva comunidad cristiana, las sociedades filosóficamente hablan
indígenas precolombinas), tan alejadas de la fragmentación desencadena- trumental de la moder
da por industrialización temprana en ~ i s ~ a n o a m é r i cRubén
a. Darío año- como criterio la disti
raba un regreso al mundo indígena precolombino, buscando en él la fun- bello y la estética de
dación de una sociedad que siga la agricultura, el canto, la concordia y lo Schiller, que la estétic
bondad humana. "Si hay poesía en nuestra América -escribe-, ella está en siglo XVII por el pred
su conjunto (1), y post
lás cosas viejas, en Palenque y en Utatlán, en el indio legendario y en el
inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás panoamericano partici
es tuyo, demócrata Walt ~ h i t m a n " ~ ~ ~ . 1) Bajo la influen
ciencia, los filósofos
Pero la exaltación máxima de una utopía comunitarista corrió a cargo conocimiento humano
de Leopoldo Lugones. Enfocando el problema de la cultura argentina, sin sensible corresponde
pretender generalizaciones a nivel hispanoamericano, Lpgones retoma el que el conocimiento r
problema del latinismo y afirma que "nosotros [los argentinos], por nues- des espirituales. El co
tra ascendencia latina, que la concurrencia italiana a nuestro suelo robus- tinto", mientras que el
teció, pertenecemos a las razas de la belleza. Y con esto, venimos en entre ambos extremos
línea espiritual directa de la Grecia que fué su p r o g e n i t ~ r a " El
~ ~símbolo
~. fuese una mezcla de lu
de esta helenidad argentina es paradójicamente el gaucho Martín Fierro, En busca de una resp
que en Lugones asume la figura de un caballero andante, campeón de la dos mundos, el intel
libertad y la justicia, personificación del ideal greco-latino de vida. Un humanidad cuando am
ideal que, basado en la felicidad como "estado colectivo", podrá realizarse
Cuando Edward
hubieran imaginado q
investigación académ
formas textuales med
sobre el "oriente", Sa
ciencias humanas, si
setenta por teóricos c
francés había estudia
so, mostrando en qué
circula o es adminis
amplía este enfoque y
europeas construyen
metropolitanas, espec
trol. Es el poder ejerc
sin restricciones a ot
producción de una se
y etnológicos sobre el
El camino inicia
Homi Bhabha y Gay
293. Id., "On Describing Ourselves Describing Ourselves: Comparatism, Differences, ;iiiil
Pluritopic Hermeneutics", en id., Thr Darkrr Sidr of the Renaissance. Literacy, Territori<rltri
and Colonization, The University of Michigan Press, 1995, pp. 1-25. 296. Ibid., pp. 28 SS.
294. Id., "Occidentalización, Imperialismo, Globalización", p. 29 297. R. Jacoby, "Margin
295. Id., The Postcolonial Reason: Colonial Legacies and Postcolonial Theories, Manuscrito, 1111 SeptemberIOctobe
8 SS. 298. E. Said. Orientalism
están barajando conceptos muy Útiles para la dilucidación del problciii;~ serie de figuras (la "Conc
que ahora nos ocupa. Humana") que, sobre el m
Como se sabe, el concepto de episteme en Foucault hace referenciii .I base de las asíllamadas "ci
un conjunto de relaciones de poder, normas sociales, reglas de jurisprii antropología, la sicología,
dencia y procedimientos de exclusión que hacen posible el ejercisio tli. de la episteme moderna ra
una práctica discursiva en una época determinada. Se trata, pues, dc I;i trascendentalización: para
organización geológica subyacente al saber; de las "placas tectónicux" to empírico debe proyect
-por así decirlo- sobre las cuales se van esquematizando nuestras expc. decir, debe volverse irrep
riencias más fundamentales y que produce, finalmente, una serie de sahc propia empiricidad. En o
res tendientes a ordenar y otorgar sentido a esas experiencias. En suma. I;i "Hombre" como ser soci
episteme funciona a la manera de un apriori ya no transcendental (Kuiii > posible únicamente en un
ni antropológico (Roig) sino histórico, que Foucault define como "loz sujeto centro-europeo, bla
códigos fundamentales de una cultura, los que rigen su lenguaje, S L I ~ como una subjetividad tras
esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores y la jerai. blema al que apunta toda l
quía de sus prácticas"29? Es claro que no se trata aquí de un apriori cons americana, como luego
truido por encima de la historia y conformando una estructura intemporal. Profundicemos, pues, en e
sino de un orden empírico a partir del cual las palabras son enunciadas. El mecanismo a travé
los gestos son comprendidos y los discursos filosóficos y científicos so11 mismo mediante su autoco
articulados. de lo que Maturana y Var
En el capítulo séptimo de Las palabras y las cosas Foucault afirmii ilusión de poder obyervar
que el orden moderno del saber define el conocimiento como una repro bajo el precio de quedar
sentación de la representación. Si la episteme clásica había roto con I,I ción. Esto debido a que
idea de que las palabras reproducen el orden del mundo, postulando eii moderna, el sujeto que ob
cambio el conocimiento como un sistema de signos que re-presenta la\ otros observadores, pero
cosas y les dispensa un orden, la episteme moderna va mucho más allú: cendental. La episteme m
no sólo le otorga a la representación la posibilidad de representar objeto\ perspectiva universal de o
(como en el caso de la filosofía cartesiana), sino también la posibilidad dc ciación, lo cual impide a
representarse a sí misma, es decir, de hacer visibles los principios quc permita dar cuenta de la i
determinan el acto mismo del conocimiento. Es Inmanuel Kant quien abrc , ciones. Por esta razón, las
la puerta a esta nueva configuración del saber, al plantear que existen una\ fueron capaces de mostrar
condiciones formales del conocimiento que no están vinculadas al ámbito traba, en realidad, profund
de la experiencia, de los textos o de los discursos, sino a la estructura cog- ral de los observadores.
nitiva de un sujeto trascendental. Aparece, entonces, la figura de la rej2e- espacios sociales, económ
xicín, del retorno de la conciencia a s í misma para buscar allí los funda- de otras observaciones, de
mentos últimos de la verdad. De este modo, la episteme moderna crea una mas de ser observados. Pe
299. M. Foucault, Las pnlabr~7sy 1o.s <,osas.Utla orqueologín dr Ius <,iericinshumonns. Barcelona. 300. H. Maturana / F. Varela, Der
Planeta 1 Agostini, 1984, p. 5 . chen Erkenne~is,München. G
hasta mediados del XX por el imperialismo y el colonialismo europc-115 hacerse desde y a
no estaban dadas las condiciones para la emergencia de tales espacici5 Pero en la epoca d
Gracias al expansionismo mercantil y a las relaciones de dominio est'ihlc lejos de una ruptur
cidas con sus colonias, Europa se constituyó de facto en el lugar privilc lugar propio de en
giado de observación. Esta configuración del poder colonial es lo qiii observando al inte
hace posible el surgimiento de la episteme moderna y, al interior de ell.~ observación en aq
d e toda una serie de auto-observaciones centro-europeas camufladas h;ip I la modernidad ilus
la máscara de la universalidad, la objetividad y la verdad. sadores hicieron de
rias que contrapon
Pero, ¿qué ocurre -nos preguntamos- cuando las placas tectónicas rl(.l
caos y el progreso,
saber comienzan a moverse? ¿Qué pasa cuando ciertos desplazamienioh
sí mismo como anc
en las relaciones de poder entre Europa y sus colonias crean "fisuras" :il
que en últimas term
interior de la episteme moderna? Tomemos como ejemplo lo ocurrido uii,~
vez finalizadas las guerras de Independencia a comienzos del siglo XIX 1 Observar obse
cuando, en pleno proceso de constitución de las nacionalidades, un gr;iii I sí mismo, pues el s
número de intelectuales latinoamericanos empezaron a mirar haci;~ N aquello que le hac
Europa, concretamente hacia Francia e Inglaterra, con la esperanza dc- mostrado Foucault
encontrar allí las herramientas para avanzar hacia una "emancipacitiii nes quedan inscrita
mental" del colonialismo hispánico. Pensadores como Sarmiento y orígen de la cultur
Alberdi -para tomar solamente dos casos representativos- viajaron i i propia trascendenta
Europa buscando modelos de organización política y social aplicables i i observacion de Sar
las jovenes naciones hispanoamericanas, pero su observación de la vidi latinoamericano de
cultural metropolitana no fué una simple copia de las observaciones qiiC en tomo a la pre
los intelectuales europeos hacían de su propia cultura. Se trató, más bici). Latinoamerica en
de una mirada realizada desde las márgenes de la episteme moderna y, poi- está, que en su mo
ello mismo, desde un lugar diferencial de enunciación que hacía posible. firmación continen
observar las observaciones realizadas desde el entro"^^^. Podríamoh norteamericano. Pe
hablar de observaciones de segundo grado (apropiándonos libremente dcl cado por la transn
concepto de Luhmann), en las que se da ya un reconocimiento implíciio de la cultura y la g
de una pluralidad de observaciones y de sujetos que observan. No obstan- mericano ha come
te, todavía no se avanza hacia un análisis de cómo observan esos sujetos y mente de observa
cómo llevan a cabo esas observaciones. Esto supondría pasar ya a una hacia una observac
observación de tercer grado, es decir a una observación del orden dcl manifestaciones "p
saber desde el que las observaciones europeas observan, lo cual requieri- y subversiva que la
ría necesariamente una ruptura epistemolrígica con ese orden. Esto sc cular un lugar "pro
explica por el hecho de que la observación de una episteme no puede colonialismo, sino
nismos epistemoló
decir, se trata de un
se construyó discu
colonizado, transg
301. Debo estas anotaciones a mi diálogo con Andrea Pagni y la lectura de sus textos "Facundo y
los saberes de la barbarie", en dissens 2 (1996). pp. 59-68.. y "Juan Bautista Alberdi: Eiii observación, que i
Amerikaner in Europa" (manuscrito). des y líneas de fug
rior de lo que denominaríamos una episteme pos-ilustrada, o, si se qiiicii y "Sein" de Erich Fromm
poscolonial, que para el caso latinoamericano se empieza a consolitl;~~ Ferdinand Tonnies y, prin
hacia finales de la década de los ochenta con la recepción y transforiii;~ (Seiend) de Martin Heideg
ción del debate posmoderno. tensión no resuelta atravi
Latina. Kusch utiliza inclu
sentar al "ser" como la tes
al punto que nos interesa -
Pero en Kusch, la sín
en el sentido de Leopoldo
Habrá que preguntarse, en este contexto, cuál es el estatuto episteiiio
en Dussel, sino un proceso
lógico de la filosofía latinoamericana, con lo cual retomaremos la leciiii;~
por debajo del umbral de
que realiza Mignolo de Leopoldo Zea, Enrique Dussel y Rodolfo Kuscli
dice, "al márgen de lo qu
La pregunta concreta que quisiera responder es la siguiente: jestanioj
civiliza~ión""~.La fagoci
aquí frente a un tipo de razón poscolonial -como afirma Mignolo- o siiii
ceso que se juega en las c
plemente frente a una crítica moderna y anticolonialista de la moderiii
hombre experimenta su pe
dad? otras palabras, la fagocitac
Veamos primero cuál es el sentido de la categoría "fagocitacióii". proceso mediante el cual
introducida por el filósofo argentino Rodolfo Kusch, que Mignolo idenii disuelve en el "magma vit
fica como un intento de teorizar poscolonialmente los espacios culturalc fundamento último de la e
intermedios. La hipótesis central de Kusch es que en América Latina -y es un fenómeno exclusiva
concretamente en la región andina- coexisten dos formas antagónicas dc telúrica es el ámbito prim
vida. Una, proveniente de Europa y asentada en las grandes ciudades, sc donde se encuentra abrig
orienta fundamentalmente hacia el dominio de la naturaleza mediante I;i fagotización, pero son pro
ciencia y la técnica. Es una actitud frente a la vida que, basada en cl marcha una dinámica que
orden, la moral y el trabajo, impulsa a los hombres a querer "ser-alguien" pertenencia a la tierra, la v
en el mundo y les mueve a proyectarse hacia el futuro. Kusch denomina ;i cías. En Europa no existen
esta forma de vida la "cultura del sernm2.La otra, proveniente de las cul ver la tensión del "ser"
turas indígenas y asentada en el campo y los suburbios, se halla compro- Retomando algunos motiv
metida con el espacio geográfico, con el suelo, y es, por ello mismo, está- ma que la cultura europea
tica, emocional, inmanente. Lejos de buscar un dominio de la naturaleza y ha perdido el ámbito telúr
de esbozar proyectos futuros de realización individual, la "cultura del de vivir permanentemente
estar" - así la denomina Kusch - se orienta hacia el "aquí y el ahora", es bio, en regiones como A
profundamente comunitaria, femenina, resignada frente a las contingen- indígena y popular del "E
cias de la vida y conforme con lo que se tiene303.En el transfondo de esiii giosa y seminal. La "pequ
división entre el ser y el estar late la contraposición bipolar entre "Haben" Latina por la "gran histori
302. R. Kusch, AmCricu Profunda, Buenos Aires, Editorial Bonum, 1975 (2. edición), pp. 112 SS. 305. Ibid., 173.
303. Ibid., pp. 101-106. 306. Ibid., p. 172.
304. Ibid., p. 170. 307. Ibid.. p. 180 SS.
hacia una filosofía verdaderamente universal, que deberá incluir la visicíii Sin embargo, Zea
que tienen estos pueblos dominados sobre sí mismos y sobre sus domina romper el círculo vicio
dores. En lugar de seguir imitando el enfoque europeo de la historia, lo\ drama La tempestad de
pueblos situados al margen de los centros de poder deberán plantear I;I se rebela contra su amo
pregunta por su identidad cultural y, a partir de ella, elaborar una filosofli~ enseñado a hablar, y el
de su propia historia. Esto es justo lo que intenta Zea con su proyecto clc cir! !Que caiga sobre v
una filosofla d e la historia latinoamericana. guaje!".314.En este epi
historia liberada del bo
Vistas las cosas con rapidez, pareciera que el proyecto de Zea estuvic-
do colonialista europeo
se dirigido hacia una ruptura con el orden moderno del saber, al interior
civilizadores en Latino
del cual se articularon los discursos eurocéntricos de Marx y de Hegel.
lenguaje. Es necesa.rio q
para avanzar hacia una razón filosófica poscolonial. Pero una mirada más
para que, en ese mismo
profunda nos mostrará que la intención de Zea es, en realidad, servirse dc
una actitud crítica fren
los elementos conceptuales sobre los que se construyen estos discursos.
Zea, se caracteriza por
convencido de que su adaptación a una filosofia de la historia bastaría
para superar el eurocentrismo. Zea piensa que la historia latinoamericana dialéctica de la historia
se caracteriza por lo que él llama una "yuxtaposición de negaciones". Esto (Aufgehoben) para no v
significa que en lugar de asumir las influencias extranjeras en un movi- para la constnicción de
miento dialéctico arraigado en la propia cultura, Latinoamérica ha preferi- dialéctica de la historia
do negarse a sí misma y orientar su historia en base a experiencias ajenas. y lo que se quiere se
Una vez lograda la independencia en el siglo XIX, las elites criollas pro- "Europa o el Occidente
curaron desembarazarse de todo el pasado indígena y español para adop- el impacto de su codici
tar mecánicamente ideales socio-políticos nacidos en Francia, Inglaterra y sí, pero también a mald
los Estados Unidos. Se pretendía cancelar el pasado colonial mediante su Tal podría ser el sentid
negación abrupta, olvidándolo como si jamás hubiese existido, y comen- cultural de Occidente,
zar todo desde cero, asumiendo como propia la experiencia histórica dc como en Asia y en fri
otras naciones. Como Emma Bovary, la famosa heroína de Flaubert, las modernidad sino media
naciones latinoamericanas fracasan históricamente Dor verse a sí mismas rio, como podrá ser sup
de una manera diferente a como eran en realidad. En lugar de tomar en Resulta evidente q
cuenta su propia realidad cultural, América Latina prefiere negar esa rea- del "Tercer Mundo" en
lidad para adoptar como propia una realidad extraña3i2.El resultado fue modernidad. Al igual q
naturalmente la dependencia, la imitación de los hábitos, costumbres y históricas, sociales y c
modos de vida propios del colonizador. Este "bovarismo" institucionaliza- proyecto de "síntesis"
do, esta "extraña y absurda filosofía de la historia" -nos dice Zea-, "pare- sobre la diversidad, la
ce no solo propia de los pueblos de ésta nuestra América, sino también de sublime. Una síntesis y
todos los pueblos que, a lo largo del planeta, han sufrido el impacto de la el advenimiento de un
expansión del mundo ~ c c i d e n t a l " ~ ' ~ .