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“Se puede decir que la requerida coherencia del planteamiento teórico con el
proceso social global al que pertenece la propia investigación sociológica, remite
asimismo a la experiencia. Y así es, pero las ideas de este tipo proceden en último
término del fondo de una experiencia pre-científicamente acumulada que todavía
no ha eliminado de sí como elemento puramente subjetivo el cuerpo de
resonancia que es el entorno social centrado en términos biográficos, es decir, la
formación adquirida por el sujeto entero” (Den Haag, 1962). Esta experiencia
previa de la sociedad como totalidad guía el diseño de la teoría en la que se
articula y a través de cuyas construcciones puede ser controlada de nuevo
mediante experiencias (Habermas, 1988).
Para llevar una “buena vida” se requieren fines y estos fines pueden ser valiosos
no solo en sí mismos, sino también como medios. Como se argumenta desde el
PNUD, el aumento de la producción y la riqueza es simplemente una acción
estratégica, pues el propósito del desarrollo tiene que ser el bienestar de los seres
humanos. En otras palabras el bienestar como calidad de vida involucra el nivel
de prosperidad humana presente en una sociedad, “resulta área de interés para
cualquier disciplina de las ciencias sociales que intente medir o evaluar cómo le va
a la gente. Al considerarla es necesario no solo identificar la cantidad de dinero
que tienen las personas, sino también saber de su expectativa de vida, su salud,
servicios médicos a que pueden acceder, disponibilidad y calidad de su educación,
trabajo, derechos que tienen y los que efectivamente les son respetados,
privilegios legales y políticos que disfrutan, cómo están estructuradas las
relaciones familiares y de género, y cómo la sociedad les permite imaginar,
maravillarse y sentir emociones como el amor y la gratitud” (Nussbaum, 2010).
La Organización Mundal de la Salud define la calidad de vida como la percepción
de los individuos de su nivel de vida en el contexto de un sistema cultural y de
valores en el cual viven y su relación con sus logros, expectativas, estándares y
preocupaciones. Es un concepto amplio que esta afectado de una manera
compleja por la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las
relaciones sociales, las creencias personales y la relación con los elementos
esenciales del entorno de una persona. (OMS, 1998). A su vez, el concepto
dialéctico de sociedad como totalidad exige que los instrumentos analíticos y las
estructuras sociales se engranen entre sí como ruedas dentadas. Junto a esto “la
anticipación hermenéutica de la totalidad ha de acreditarse en términos más que
instrumentales, ha de probarse correcta en el curso de la explicación justo como
un concepto adecuado a la cosa, mientras que en relación con el retículo que el
concepto de sistema presupone, lo más que podemos decir es que la pluralidad de
los fenómenos se le ajusta” (Habermas, 1988).
Así pues, las políticas públicas tienen como objetivo crear y mantener el
mejoramiento de las condiciones sociales de los ciudadanos. Hay muchas ideas
sobre lo que tiene que mejorarse y que pueden orientar el diseño de las políticas
públicas (Por ejemplo: Las políticas de reducción de la pobreza dependen de que
tan bien se ha definido el concepto de pobreza). Sin embargo, los enfoques del
desarrollo que buscan mejorar la economía nacional, los recursos de la gente o su
utilidad, deben estar alineados al discurso del desarrollo humano que argumenta
que el bienestar de los seres humanos debe mejorar. (Alkire and Deneulin; 2009;
3).
El informe mundial de desarrollo humano del año 2011 dirigido por el Programa de
las Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), ubicó a Colombia en el puesto
87 subiendo un puesto con relación al 2010 y formando parte de la categoría de
Desarrollo Humano Alto, con un índice de 0,710/1 como promedio de sus avances
por poseer una vida larga y saludable (Esperanza de vida al nacer = 73,7 años);
conocimientos (Años promedio de escolaridad = 7,3 años + Años esperados de
escolarización = 13,6 años) y nivel de vida digno (Ingreso Nacional Bruto per
cápita = PPA US$8.315 constantes de 2005). Este índice para Colombia tiene una
tendencia de crecimiento desde el año 1980, aunque desde 2009 su tendencia de
crecimiento no ha sido significativa (0,702, 0,707 y 0,710 respectivamente para el
2009, 2010 y 2011).
La relación entre ciencia y práctica descansa, igual que la relación entre teoría e
historia, en una estricta separación entre hechos y decisiones: la historia, lo mismo
que la naturaleza, carece de sentido, pero podemos sentar un sentido por decisión
y tratar enérgicamente de irlo imponiendo en la historia con ayuda de técnicas
sociales de carácter científico.
Pues es esta totalidad y el movimiento histórico de esta totalidad los que producen
las contradicciones reales, provocando reactivamente las interpretaciones que
orientan el empleo de técnicas sociales para la consecución de fines, en
apariencia libremente elegidos.
Sólo en la. medida en que las intenciones prácticas de nuestro análisis histórico
global, sólo en la medida, pues, en que los puntos de vista rectores de esas
«interpretaciones generales» generosamente admitidas por Popper, escapen de la
pura arbitrariedad y puedan por su parte legitimarse dialécticamente a partir del
contexto objetivo, podemos esperar orientación científica en nuestra acción
práctica.
En este aspecto, entre las ventajas, pero también entre las obligaciones de una
ciencia social crítica, figura el que ésta se deje plantear sus problemas a partir del
objeto mismo: «Haríamos de la ciencia un fetiche si separásemos sus problemas
inmanentes de los reales que se reflejan pálidamente en los formalismos de ella»
(Adorno).
NEUTRALIDAD VALORATIVA
Una tesis de acuerdo con la cual las decisiones relevantes en el orden práctico
vital, tanto si consisten en la aceptación de unos principios, en la elección de un
proyecto histórico-vital o en la elección de un enemigo, no pueden ser jamás
sustituidas por cálculo científico o siquiera racionalizadas. Ahora bien, si los
problemas prácticos – eliminados de un conocimiento reducido al científico
experimiental- son segregados así del ámbito de poder de las controversias
racionales, si las decisiones concernientes a los problemas de la praxis vital han
de ser liberados de cualquier posible instancia de racionalidad obligatoria, no hay
que maravillarse de que surja un último y desesperado intento: asegurar por vía
institucional una decisión previa socialmente vinculativa mediante el regreso al
clausurado mundo de las imágenes y de las potencias míticas (Walter Broker).
Esta complementación del positivismo mediante la mitología no carece de cierta
necesidad lógica – como han demostrado Adorno y Horkehimer-, necesidad cuya
abismal ironía sólo la dialéctica podría salvar en un franca risotada.
Más aún, en la medida en que lo percibido tiene en general un sentido claro, ese
significado sólo puede concebirse como suma de los hábitos que en él se
acreditan: «for what a thing means is simply what habits it involves».
El control de las reglas técnicas por el éxito que procuran tiene su medida en las
tareas establecidas con el sistema del trabajo social, lo que quiere decir, en tareas
convertidas en socialmente vinculantes, en normas acerca de cuyo sentido ha de
haber consenso para que los juicios acerca del buen o mal suceso puedan
considerarse intersubjetivamente válidos. El proceso de investigación atenido a
preceptos empírico-analíticos no puede remontarse por detrás ele esta referencia
práctica; se la presupone siempre hermenéuticamente.
Al cabo el proceso de investigación aparece ante sí mismo como algo que sólo
tuviera que ver con nexos funcionales de magnitudes covaríantes, con leyes
naturales, en vista de las cuales nuestra aportación espontánea hubiera de
limitarse a «conocerlas» desinteresadamente y sustrayéndonos a todo interés
práctico, es decir, en actitud teorética.
La neutralidad valorativa nada tiene que ver con la actitud teorética en sentido
clásico; responde, por el contrario, a una objetividad de la validez de enunciados
que viene posibilitada -y que se consigue por la limitación a un interés cognoscitivo
técnico.
Sólo así pueden las ciencias sociales desembarazarse de esa ilusión tan llena de
consecuencias prácticas, consistente en suponer que el control científico sobre
ámbitos sociales, con el resultado de una emancipación respecto a las coacciones
sociales cuasi-naturales es posible en la historia de la misma forma y con los
mismos medios de una capacidad de control generada por la ciencia, como lo ha
sido ya en efecto frente a la naturaleza.