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ellos van en el asiento de adelante del pecero abrazados, él 22 años sudadera negra y ella 21

chamarra azul ceñida, los dos hermosísimos. el chico nariz respingada pelo crespo negro cara de
estrella pop española, ella cabello no muy largo fleco recortado sobre la frente, algunos mechones
deslizándose sobre el rostro rozando las comisuras de sus labios delgados tez pálida. hablan entre
sí y se ríen bajito, yo no sé de dónde viene lo que dicen parece que no de sus cerebros ni de un
lugar específico de sus cuerpos, es como si se colara por la ventanilla del micro los atravesara los
revolcara siguiera más allá. las uñas de ella anaranjadas acarician la espalda de él y las manos son
de mujer, dan la misma sensación de ver desovar a una tortuga en la arena por la forma como
recorren la tela negra de la sudadera. tal vez es porque es domingo muy noche y están cansados
recostados uno en el otro. también empieza a hacer frío se ponen las capuchas de sus sudaderas.
un beso cobijado debajo de las capuchas y luego vuelta a hablar y reír en bajito o sólo sonrisas. yo
no sé de donde vienen sus gestos todo es muy simple y está dictado en un barrio no demasiado
pobre de cemento de la ciudad de méxico. más adelantes se levantan traen pantalones de mezclilla
rotos en las rodillas bajan y se pierden juntos en la calle mal iluminada.
cirilo es un perrito faldero de alcurnia que habita con su dueña en una casa colonial de coyoacán,
en una calle que hace esquina con francisco sosa. un día, cirilo se extravía. la señora lo ama más
que a nada en el mundo, en realidad no ama nada en el mundo más que a cirilo, por eso está
deshecha.

se mandan pegar carteles en toda la delegación ofreciendo recompensa, luego la búsqueda se


expande a álvaro obragón y del lado oriente hasta la colonia portales. pasan varias semanas sin
resultados, se redobla el número de carteles y se imprimen incluso pósters a color con la foto del
perfil del perro (mirada triste, figura maltrecha, aparenta más de doce años) con los que se tapizan
bardas enteras como cuando se anuncian tocadas urbanas...

cirilo nunca aprece porque en eje central fue secuestrado desde la segunda noche de su extravío.
vendido a un taquero de iztacalco, fue guisado con cebollita asada y chiles serranos hace ya
muchos días. carne seca y escasa, quedó arrinconada en un extremo de la plancha grasienta al lado
de los restos fritos de otros perros callejeros...

a las cuatro de la mañana aparece por el puesto el mofle, niño púber maloliente que habita en las
calles de la ciudad y en los mundos que su cerebro fabrica usando activo como combustible.
mundos llenos de pliegues rosas abiertos como flor de mayo o de ojos sin cuerpo, rojos rojos

el taquero casi acaba la jornada y paternal le regala un taco al mofle antes de levantar el puesto. el
chco lo devora con mucha salsa de color anaranjado con semillitas amarillas. es cirilo...

cuando ha perdido toda esperanza y las ganas de vivir, la ex dueña del perrito se encuentra un día
con los ojos de un adolescente sucio a través del parabrisas. claro, es el mofle que está tallando el
vidrio con un trapo sucio, en realidad embadurnándolo de grasa. tal vez la menopausia, tal vez la
depresión y el desconsuelo, tal vez un duelo al que es incapaz de sobreponerse... la señora se
siente hipnotizada por esa mirada, la reconoce, abre la portezuela y le dice al mofle que suba.

el mofle tiene ahora un techo para llegar de vez en cuando y un plato ahí servido. se niega a perder
su libertad callejera, sabe siempre cómo escapar cuándo la dama de coyoacán lo mete en un
cuarto con llave. va y viene. la doña a veces lo hace meterse en su cama y lo aprieta entre sus
piernas huesudas, mientras el mofle inhala inhala inhala y ve abrirse el piso

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