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Jorge Zalam ea, Rafael Maya, Abel Botero, Luis
Vidales, Alberto y Felipe Lleras, José M ar (José
Vicente Com bariza), José Enrique Gavíría, Alfonso
Márquez, Francisco Umaña Bernal, S. Montenegro,
Manuel García Herreros, Luis Buenahora, Carlos
Arturo Tapia y Sánchez, Diego Mejía.
C a s a d e P o e s ía S ilv a , B og o tá . La poesía de Los Nuevos
Fernando Charry Lara

1925: La Revista Los Nuevos


El 6 de junio de 1 9 2 5 apareció en Bogotá la revista Los Nuevos, de la cual se edita­
ron 5 números que en total apenas excedieron las ciento cincuenta páginas.
Sirvió de órgano a un grupo de escritores jóvenes que habitualmente se re­
unían en los cafés Windsor, de la calle 13, o en el Riviére, de la 14, ambos en
Bogotá. De ellos, el menor era, con 19 años, Alberto Lleras Camargo, y el mayor,
de treinta, León de Greiff. Se juntaron allí, pues, quien iba a ser presidente de
Colombia en dos ocasiones, con aquel que se ha considerado com o uno de los
mejores poetas hispanoamericanos de la época.
Además de Lleras y De Greiff, figuraron en la nómina de Los Nuevos Rafael
Maya, Germán Arciniégas, Felipe Lleras Camargo, Eliseo Arango, Jorge Zalamea,
José Mar, Manuel García Herreros y Luis Vidales. Desde un comienzo se m encio­
nó, además, a varios poetas com o afines a esa agrupación: José Umaña Bernal,
Rafael Vásquez, Germán Pardo García, Octavio Amórtegui, Juan Lozano y Lozano
y Alberto Ángel Montoya.

¿M ovim iento, generación o grupo?


León de Grelff. Pintura al pastel de Jaime López Se ha discutido si Los Nuevos constituyó un movimiento con aficiones y tentativas
Correa, 1954. comunes o si, más exactamente, tan sólo puede hablarse de ellos como miembros
B ib lio te c a L uis A n g el A ra n g o .
de una generación literaria. Esta última opinión tiende a prevalecer. Son entonces

i
La poesía de Los Nuevos 131

Los Nuevos la promoción que sigue en Colombia a censo efectuado ese año dio para Colombia casi seis
la de los centenaristas (así llamados por haber surgi­ millones de habitantes y comprobó el predominio
do alrededor de 1 9 1 0 , cuando se celebró el primer de la población rural, pues aquellos que vivían en
centenario de nuestra independencia política). Una conglomerados de mil quinientas o más personas
generación literaria en la que el vínculo eran la edad alcanzaban sólo la quinta parte de la población. Ma­
y la camaradería y no la uniformidad de gustos ni niobras políticas debilitaron ante el Congreso al pre­
de pareceres en estética o en política. Tanto que una sidente Suárez, que se vio obligado a renunciar en
de las notas editoriales advirtió: 1 9 2 1 . Le sucedió el designado Jorge Holguín, quien
culminaría en 1 9 2 2 el período reglamentario.
... cuando se ju zg u e a nuestra gen eración , es in­ De 1 9 2 2 a 1 9 2 6 ejerció la presidencia Pedro
útil tratar de definirla en una sola agrupación h o­ Nel Ospina, coincidiendo su mandato con años de
m ogénea. También se acla ró que «la p olítica de
prosperidad económ ica. Ya en 1 9 2 5 el sector in­
los directores es independiente d e la de la revista.
dustrial alcanzaba el diez por ciento del producto
nacional bruto. En ese año, el de aparición de Los
Rafáel Gutiérrez Girardot rechaza el carácter de ge­
Nuevos, y un poco antes, se presentaban en la vida
neración que estamos dando y se dieron sus inte­
colombiana influyentes factores: la llegada del di­
grantes. Afirma que esos jóvenes constituyeron:
nero norteam ericano com o indemnización por el
despojo de Panamá junto con el proveniente de
sim plem ente un fen óm en o de la vida literaria (el
los primeros empréstitos, lo cual generó lo que se
de los grupos de escritores) sem ejan te al de El
M osaico en el siglo p asa d o y al de la G ruta Sim ­ ha llamado la «danza de los millones»; la con stru c­
bólica en los com ienzos del presente. ción de carreteras y de ferrocarriles, atribuyéndose
carácter mesiánico a estos últimos; los trabajos de
Quienes se agruparon en Los Nuevos se caracteriza­ la Misión Kemmerer para organizar el Banco de la
ron por su heterogeneidad de actitudes y ambicio­ República, el sistema bancario, la Contraloría Ge­
nes. Figuraron allí poetas, ensayistas, periodistas y neral y otros organismos; la subida internacional
políticos. Casi todos participaron en la política, con de los precios del café; la expedición de leyes en
la más visible excepción de León de Greiff, quien materias sociales, bancarias y de control fiscal; la
sin embargo, no ocultó su adhesión a la izquierda. iniciación de exploraciones petroleras, otorgándo­
Algunos ocuparon posiciones en el parlamento o se concesiones a compañías yanquis; el comienzo
en el gobierno. De ellos, dos fueron exclusivamente de la aviación comercial (la sc a d ta , Sociedad Co-
poetas en el curso de sus largas vidas: De Greiff y lombo Alemana de Transportes Aéreos, que fue
Maya. Otro tanto se diría de Vásquez, Pardo Gar­ después Avianca, una de las primeras empresas de
cía, Amórtegui y Ángel Montoya. Mientras Zalamea, ese ramo en el m undo, inició ya en 1 9 1 9 sus vue­
Umaña Bernal y Vidales alternaron la poesía con la los en territorio nacional); las transmisiones radia­
política y el periodismo. les, que empiezan de manera esporádica en 1 9 2 5 ,
tom ando continuidad poco después; el giro de la
Después de los años veinte, Lozano apenas escri­
•educación hacia los estudios técnicos; la circula­
bió contados poemas.
ción de gran núm ero de vehículos; el desarrollo de
la industria eléctrica y un mayor consum o de elec­
Los años veinte en Colombia trodom ésticos; el auge del periodism o, que cobra
decisiva im portancia política, siendo los primeros
En 1918 asumió la presidencia de Colombia el gra­ suplementos literarios los de los diarios bogotanos
mático Marco Fidel Suárez, después de un debate en El Tiem po y El E spectador, la popularización de la
que su opositor fue el poeta Guillermo Valencia. La música latinoamericana; los permanentes espectá­
iglesia contribuyó decisivamente, con su influencia culos musicales, cinematográficos y deportivos y,
todavía incontrastable, al triunfo del señor Suárez, en síntesis, la llegada del siglo xx a Colombia, con
nada sospechoso, como sí lo era Valencia de haber el consecuente cambio de las condiciones m ate­
sido atraído hacia tendencias como el modernismo, riales de existencia de sus pobladores. Se dieron
cuestionadas por su heterodoxia. Según Gerardo Mo­ entonces con firmeza los prim eros pasos hacia la
lina, tres circunstancias confluyeron entonces en la modernización del país, que avanzó en diversos
vida nacional: las repercusiones que trajo el fin de la campos a la era de producción capitalista. Y con
i Guerra Mundial; la de convertirse Estados Unidos la transformación, en núm ero considerable, de la
en primer com prador de café, nuestro principal pro­ población campesina en masas urbanas.
ducto de exportación, creándose así la consiguiente A pesar de m uchas muestras de progreso, cen­
dependencia económica con esa potencia, y la ini­ trado principalmente en ciudades y municipios
ciación del tránsito del país agrícola al industrial. El im portantes, resultaba a la postre insatisfactorio
32 ¡G ran Encic lo oedía de Colombia
i

Portada del prim er número de la revista Los Nuevos (junio 6 ,1 9 2 5 ), d irig id a por Felipe Lleras Camargo.
La poesía de Los Nuevos 33

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P o l í t i c a , C « t í'c á V :A r t e , L i t e r a t u r a , Asvmtos Sociales
&*;>C-7-; ,6,- .i--, Secretario do redacción
L L E R A S .C A 'l l / I R C Ó L , ALBERTO LLERA S

. • c r é i v * *
^ '! '{ 'i^ n S K T V M a y a , G e riilm iJ ftc In ify ra s E H te o ;A Í* n g o , Jo sé E n riq u e G a v iria , A bel B o tero , Jo rg e Zalam ea,
l i f i r i e G re iff, F n < f t a o I f í p v » B ern a l, Jo sé M ar, M . G arcía H e rre ro s , Luis V idales, C . A. T a p ia y S.

¡3 '| f J ’’ CoIaÍJoradón de todos los escritores nuevos


olombia, Junio 6 de 19‘¿3 V a lo r* 0 , 1 0 Bandera del prim er número
de la revista Los Nuevos
(junio 6 de 1925), dirigida
M ‘v a m o s1ai lafizar un - manifiesto ni a formular un progra- por Felipe Lleras Camargo.

| m a. D irem os, sim plem ente, la razón de nuestra revista. B ib lio te c a Luis Á n gel
A r a n g o , B og o tá .

tal proceso de superación. Así, en ese mismo m o­ cando inmensa agitación social y política en todo el
mento, lo pusieron de presente varios escritores y país. La división del partido conservador, entre los
hombres públicos, com o el modernista Baldomero candidatos Guillermo Valencia y Alfredo Vázquez
Sanín Cano y los centenaristas Alfonso López Pu- Cobo, permitiría la subida al poder del liberalismo;
marejo, Eduardo Santos, Luis Cano, Alejandro Ló­ ello ocurrió a través de un movimiento de Concen­
pez, Esteban Jaram illo, Luis López de Mesa y Ar­ tración Nacional que hizo presidente, en 1 9 3 0 , a
mando Solano. El último, uno de los más sagaces Enrique Olaya Herrera.
intérpretes de la realidad colombiana, escribía en Como consecuencia de los avances económicos
1 9 2 2 , según cita de Carlos Uribe Celis en su libro y sociales antes mencionados, escritores y poetas se
Los años veinte en C olom bia, id eología y cultura: vieron marginados en la provisión de los altos cargos
administrativos, públicos y privados, restringiéndose
Poseem os flam an tes facu ltad es universitarias y en muchos casos su actividad al periodismo y a la
carecem os de escuelas p rim arias. Tenemos nu­ cátedra. La organización del Estado y de los negocios
m erosos artistas de la p a la b ra escrita y hablada, requería la formación de personal especializado.
pero el porcentaje de nuestro an alfabetism o es
Se ha supuesto que ello constituyó un decisivo
aterrador... Som os dueños del servicio de aviación
golpe contra nuestro mentado humanismo. Pero
qu izá m ás eficiente del mundo, pero hay varias
sospechando de la real existencia de ese humanis­
com arcas que no tienen ni una pu lgada de vía
férrea, ni gozan de caireteras, ni de cam inos de mo (independientemente de los estudios lingüísti­
herradura. L a prensa d ia ria tom a vuelo m ayor cos, sin duda valiosos, de Rufino José Cuervo, Mi­
cada día, pero las multitudes, que m ay or estímulo guel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez), se daba
requiere p a ra solid arizarse con el esfuerzo p ro­ un paso importante que, bien intencionado y crean­
gresivo de la com unidad, ignoran p o r com pleto lo do nuevas fuentes de trabajo, habría contribuido a
que dice esa prensa. eliminar la constante subordinación de las gentes
de letras a caprichosos y deprimentes intereses de
La larga hegemonía conservadora finalizó con la la burocracia partidista en el sector oficial. Sin em­
presidencia de Miguel Abadía Méndez (1 9 2 6 -1 9 3 0 ), bargo, surgidos por lo com ún de la clase media eco­
correspondiéndole afrontar la depresión económica nómica y sin mayores oportunidades para ganarse
de 1 9 2 9 . Se presentaron, entonces, huelgas en las el sustento, los literatos continuaron pretendiendo
áreas petroleras, en los puertos del río Magdalena llegar a ser funcionarios. A fines de siglo esta sigue
y, la más grave, en la zona bananera,_ que produjo siendo hoy, por las mismas razones, ambición fre­
la matanza de gran número de campesinos, provo­ cuente de ellos, aun entre los más jóvenes.
34 i Gran E n ciclo p e d ia de C olom bia

Ilustración de Carlos Arturo Tapia para el libro de poemas La vida en la


sombra de Rafael Maya, 1925. todos modos tiene que reconocerse a la actividad de
B ib lio te c a N a c io n a l, B og o tá .
las vanguardias com o más típica de ese período.

El futurismo italiano
Ismos y vanguardias Ya en el decenio anterior, y aun antes, habían apa­
recido los primeros ismos literarios. Fue así como
Los Nuevos no se interesaron particularmente por
en febrero de 1 9 0 9 se conoció en París el escrito
los movimientos que más atraían la atención de lec­
titulado Fundación y m anifiesto del futurism o, del ita­
tores y espectadores en las letras y las artes de aquel
liano Filippo Tommaso Marinetti, quien amplió sus
tiempo, a los cuales no fueron extrañas corrientes
ideas en 1 9 1 2 en el M anifiesto técnico de la literatura
poéticas que se manifestaron en Hispanoamérica y
futurista. Quiso este italiano, nacido en Alejandría,
en España. Las novísimas tendencias de esos años
llevar a las letras y artes el ritmo de la velocidad y
suelen ser referidas como ismos o vanguardias. Acla­
de las máquinas propia de la civilización industrial.
remos, sin embargo, que la palabra vanguardia había
Planteó la abolición de la sintaxis y la súbita apari­
sido utilizada, desde finales del, siglo xix, para alu­
ción de las p alab ras en libertad. Así corrió el despre­
dir a distintas fuerzas renovadoras de la expresión
cio hacia cualquier pasado cultural: arrogantemen­
literaria y artística. Así, algunos ya habían conside­
te insinuaba la quema de museos y bibliotecas. En
rado vanguardista la poesía de Rubén Darío.
contravía, exaltó el peligro, la audacia y la violencia
Comúnmente se habla de la década de 1 9 2 0
com o estímulos de la lírica nueva. Y en ella, la pri­
com o de una etapa del siglo xx en la cual las gentes,
macía de lo deportivo sobre el ensueño. Pidió tam ­
después de la primera guerra mundial, quisieron ol­
bién revolucionar la presentación tipográfica de los
vidarse de la tragedia vivida entregándose a cuantas
textos literarios. Propugnó por el predominio de las
emociones y diversiones pudiese darles la recon­
imágenes en el poema, idea en la que irían a acom ­
quista de la paz. Sin embargo, la posguerra había
pañarlo todos los ismos. E hizo, al mismo tiempo, la
planteado muchos problemas en países europeos.
apología del militarismo y de la guerra: con lo que
De modo que los denominados «años locos» no
sus seguidores fueron en parte absorbidos por el
fueron sólo de regocijo sino que, en el escenario in­
fascismo. Se ha dicho que, hacia 1 9 2 5 , el futurismo
mediatamente posterior al conflicto bélico, se pro­
perdió la influencia que alcanzó a ejercer en paí­
dujeron numerosos trastornos sociales y políticos.
ses latinos. La tuvo, especialmente por la referencia
También los campos de la literatura y del arte
a aspectos de la ciudad y de la vida modernas, en
ofrecieron grandes innovaciones en los años veinte.
poetas ultraístas de España e Hispanoamérica.
Revolucionarias teorías y creaciones fueron divul­
gándose y ganando adeptos. Mas también es evi­
dente la presencia de una actitud de conservaduris­ El expresionism o alem án
mo opuesta a la experimentación artística que había Desarrollado principalmente en Alemania, se supo­
tomado auge con anterioridad a la lucha armada. ne al expresionismo como tendencia nacida para
Por ejemplo, después de su ciclo cubista la pintura oponerse al influjo del impresionismo. Este último
de Pablo Picasso llegó a una pausa neoclásica. En reproduce la impresión inmediata y momentánea
música, Igor Stravinski dio la impresión de regresar que las cosas suscitan, sin la corrección que en ella
a esquemas tradicionales. Y en los poemas de Paul introducen la razón y la experiencia humanas. El ex­
Valéry, sus comentaristas advirtieron la fusión, no presionismo ofrece, diversamente, no las cosas, sino
estrepitosa, de clasicismo y simbolismo. Aunque de las ideas que nos formamos sobre ellas. El expresio­
La poesía de Los Nuevos j 35

nista no quiere ser objetivo, sino expresarse a si mis­ de la imaginación. La burla, el escepticismo y la des­
mo. Manifiesta las sensaciones internas motivadas trucción constituyeron el triángulo de sus-principios
por impresiones recibidas de lo exterior. Y los hace y propósitos. La mayor parte de los miembros del
mediante imágenes estridentes y a veces grotescas. dadaísmo integró en 1925 el movimiento surrealista.
El expresionismo se inició en literatura en 1 9 1 0 , an­ En España se escribieron unos pocos poemas dadaís-
tes que en otras artes. Entre sus precursores se men­ tas, como los del hoy olvidado José Rivas Panedas.
ciona a Rainer María Rilke y a Georg Trakl. Jorge
Luis Borges lo consideró el más importante de los is­ El surrealismo de André Bretón
mos europeos. Y el crítico Amado Alonso opina que
El surrealismo -q u e algunos llaman superrealismo,
la época de mayor hermetismo en la poesía de Pablo
acaso con mayor exactitud- lo definió André Bretón
Neruda, la de Residencia en la tierra (1 9 2 5 -1 9 3 5 ), es,
en 1 9 2 4 en su primer M anifiesto:
además de romántica y personalísima, «expresionis­
ta por el modo eruptivo de salir». Neruda, en efecto,
Autom atism o psíqu ico puro, en virtud del cual
coincidió allí con el expresionismo en una visión uno se propone expresar el funcion am ien to real
pesimista y apocalíptica de la realidad del pensam iento con ausencia de todo control
ejercido p o r la razón y al m argen de toda preocu­
... sueños que salen de mi corazón a borbotones, p ación estética y moral.
polvorientos sueños que corren como jinetes negros,
sueños llenos de velocidades y desgracias. En las fuerzas inconscientes del espíritu humano,
así com o en la confluencia de la vigilia y lo oníri­
El dadaísm o, en Zurich co, encuentra el surrealismo la fuente de la creación
El dadaísmo fue iniciado en Zurich hacia 1 9 1 6 por poética. Se interesa, por ello, en el automatismo psí­
el rumano-francés Tristan Tzara. Su nombre vino de quico y en los sueños. Una de sus técnicas (en la que
la primera palabra pronunciada por un niño: dadá. después dejó de insistir) fue la escritura autom ática.
Negó que existiese conformidad entre las ideas y su Escritura que se haría en estado de inconsciencia,
expresión en palabras. Desconoció, por lo tanto, la libre de toda vigilancia: el abandono del poeta a sus
importancia de lo racional en el manejo del lenguaje. sueños. Después otros han corregido esa propuesta
Además, fue contra las posibilidades que en el arte inicial y han supuesto que el poema debe apoyarse
puedan tener tanto el realismo como el solo ejercicio en el juego caprichoso y desinteresado de la mente.

‘ *L ■■SÁL i 'JuV cl--C


Publicación de Los Nuevos
1925
León de Greiff 1895 1976
Rafael Maya 1898 1980
José Umaña Bernal 1899 1982
Rafael Vásquez 1899 1963
Luis Vidales 1900 1990
Octavio Amórtegui 1901 1990
Juan Lozano y Lozano 1902 1979
Germán Pardo García 1902 1991
Alberto Ángel Montoya 1903 1969
Jorge Zalamea 1905 1969
36 j Gran E nciclo ped ia de C olom bia

Reclamaron los surrealistas la libertad de la imagi­ Ramón Gómez de la Serna fue reconocido, por sus
nación com o medio de emancipar el espíritu. La greguerías, com o precursor de la postura ultraísta.
poesía, el am or y la libertad fueron tenidos com o Se recuerda su fórmula: «Humorismo más metáfora
los únicos medios capaces de transformar al mundo es igual a greguería». A Rafael Cansinos Asséns y a
y al hombre. De ahí su rebeldía frente a la sociedad Guillermo de Torre se les tuvo en Madrid com o sus
contemporánea y a sus instituciones: Estado, iglesia teóricos y divulgadores. De regreso a Buenos Aires,
y moral convencional. Ese ademán corresponde a después de vivir la adolescencia y primera juventud
algo más que un movimiento literario. En lengua en Europa, Jorge Luis Borges le dio un programa de
española se ha dado un surrealismo que se consi­ fisonomía más precisa: «... reducción de la lírica a
dera no ortodoxo, no sometido a rígidas normas y su elemento primordial: la metáfora (...) Síntesis de
prácticas. En él se mencionan principalmente textos dos o más imágenes en una, que ensancha así su
de Federico García Lorca, Juan Larrea, Rafael Alber- facultad de sugerencia. El neopopularismo de Fede­
ti, Vicente Alexandre y Luis Cernuda, en España; de rico García Lorca, al exaltar brillantemente la ima­
Luis Cardoza y Aragón, César Moro, Emilio Adolfo gen poética surgida del habla andaluza, dio término
Westphalen, Braulio Arenas, Enrique Molina, Octa­ en España, hacia 1 9 2 3 , a las rebuscadas metáforas
vio Paz, Juan Sánchez Peláez y Francisco Madaria- ultraístas. Numerosos poetas hispanoamericanos
ga, en América. Dicha aproximación al surrealismo parecen haber sido influidos por este movimiento.
francés se manifiesta unas veces en la obra total y
otras, solamente, en algunos libros de esos poetas.
Autores predilectos
El creacionism o: H uidobro y Reverdy Ahora bien: ¿en qué tendencias literarias, libros y
Vino el creacionismo simultáneamente, en América autores, se interesaban los jóvenes colombianos de
y Europa, en la segunda década del siglo xx. Porque entonces?
se disputaron su invención Vicente Huidobro en el Los poetas de Los Nuevos mencionaban entre
orbe hispánico y Pierre Reverdy en Francia. El poe­ sus lecturas preferidas las de Arthur Rimbaud, Fe-
m a, según Huidobro, es algo que el poeta agrega a dor Dostoievski, Stéphane Mallarmé, Paul Claudel,
la naturaleza al presentar un hecho nuevo, indepen­ Paul Valéry, León Paul Fargue, Pierre Drieu la Ro-
diente de lo conocido: chelle, Guillaume Apollinaire, Rabindranath Tagore,
Peter Altenberg, Hugo von Hofmannsthal, Vladimir
El p oeta [dijo] crea fu e r a del mundo que existe Maiakovski, entre otros. Es de suponer, sin embargo,
el que d eb iera existir (...) C rea lo m aravilloso y que no sólo ellos sino otros serian sus autores de
le confiere una vida propia. C rea situaciones ex­ cabecera. En primer término, algunos clásicos de la
traordinarias que nunca podrán existir en la rea­ literatura universal. Enseguida, españoles de la lla­
lidad y, a cau sa d e esto, ellas deben existir en el mada Generación del 9 8 : Miguel de Unamuno, An­
poem a, a fin de que existan en alguna parte.
tonio y Manuel Machado, Azorín, Pío Baroja, Ramón
del Valle-Inclán, Ramón Pérez de Ayala, Ramiro de
Ese intento se logra a través de nuevas e insólitas
Maeztu. Nombres a los que pueden añadirse los de
imágenes poéticas que motivan sorprendentes aso­
José Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez. Y, con
ciaciones. Juan Larrea y Gerardo Diego fueron, en
vasta resonancia en Hispanoamérica, Ramón Gó­
España, los más devotos seguidores del creacionis­
mez de la Sema. Varios hispanoamericanos pueden,
mo del poeta chileno.
así mismo, ser mencionados. No dejaba de leerse a
Rubén Darío. Y, entre los siguientes modernistas, a
El ultraísm o: M ad rid y Buenos Aires Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig y Enrique
Finalmente, se menciona el ultraísmo como la ten­ González Martínez. A prosistas com o José Enrique
dencia vanguardista propia de España e Hispano­ Rodó, Pedro Henríquez Ureña, Gonzalo Zaldumbi-
américa. Nacido en 1 9 1 9 , declaró su «voluntad de de, Ventura García Calderón y Alfonso Reyes. Desde
un arte nuevo que supla la última evolución literaria: luego, no debe descartarse la mayor o menor sim­
el novecentismo». Iba, pues, contra prolongaciones patía que Los Nuevos mostrarían por obras de es­
del modernismo de fines del siglo xix y comienzos critores hoy poco o nada mencionados. Una común
del xx que seguían manifestándose en verso y prosa. afición: los creadores de la novela rusa. Entre los
No tenía el ultraísmo español orientación estricta­ poetas colombianos es posible conjeturar su devo­
mente definida: «... en nuestro credo cabrán todas ción a Rafael Pombo, José Asunción Silva, Guillermo
las tendencias, sin distinción, con tal que expresen Valencia, Porfirio Barba-Jacob, Luis Carlos López y
un anhelo nuevo». Aspiró a que en su temática apa­ Eduardo Castillo. El interés sería primordialmente
reciera la dinámica de la vida moderna, con metáfo­ por poetas, ensayistas y novelistas franceses y espa­
ras ajenas a la antigua retórica y al sentimentalismo. ñoles. Se ha mencionado el influjo, en la derecha, de
I

La poesía de Los Nuevos 37

Charles Maurras y Maurice Barres. En la izquierda,


de André Gide, Jacques Riviére y, en general, de la
Nouvelle Revue Frangaise. Sin embargo,-a pesar de los
que fuesen posibles y recientes modelos, que ellos
mismos se halagaron en citar, no había concluido la
infortunada herencia grecolatina. Compañera inse­
parable de la pompa tribunicia y de la decoración
modernista de inclinación parnasiana. Esta última,
además, tenía en el viejo humanismo sólido prece­
dente. Su aprovechamiento presuntuoso continuaba
siendo útil en cuanto tuviese que ver con la elocuen­
cia oral o escrita. Pues la oratoria, para muchos, no
dejaba de ser afición predilecta.

Grandes libros de poesía


Entre los libros de mayor ascendiente en el campo
poético, europeos y americanos, que se publican
en la época de Los Nuevos, unos han conservado
más que otros su valor. En 1 8 9 8 , año de su muerte,
Stéphane Mallarmé da término al poéma Un coup
de des. De 1909 es Lunario sentim ental, de Leopoldo
Lugones, cuya tempestad de imágenes novedosas
antecedió al ultraísmo en su desmesurado am or a
la metáfora. De Guillaume Apollinaire, uno de los
fundadores de la poesía moderna, son Alcools de
1913 y C allígram m es de 1 9 1 8 . De 1 9 1 3 es L a p ro s e
du Transsibérien, de Blaise Cendrars. De 1 9 1 5 , Ca-
thay de Ezra Pound y de 1 9 2 5 sus primeros Cantos.
De César Vallejo, en 1 9 1 9 , Los heraldos negros y en
1922 Trilce. José Juan Tablada introduce el haikú
japonés en la lírica de lengua española con Un día...
Los hermanos Otto y León
(1 9 1 9 ), Lipo y otros poem as (1 9 2 0 ) y El ja r ro de fl o ­ a z a r en 1 9 2 9 . De 1 9 2 8 , Cántico de Jorge Guillén y de Greiff. Óleo de Ignacio
res (1 9 2 2 ). De 1 9 1 9 es Z oz ob ra, de Ramón López P rim er rom ancero gitano de Federico García Lorca. Gómez Jaram illo, 1940.

Velarde. De Paul Valéry, en 1 9 2 0 , Le ám etiére m arin De Gerardo Diego son M anual de espum as en 1 9 2 4 , M u s e o d e A n tio q u ia ,
M ed ellín .
y en 1 9 2 2 C harm es. En 1 9 2 2 se publica también Versos hum anos en 1 9 2 5 y F ábu la de Equis y Z eda
The Waste Land de Thomas Stearns Eliot. Ese mismo en 1 9 3 2 . De Manuel Altolaguirre, Las islas invitadas
año, en Buenos Aires, de Oliverio Girando apare­ y otros p oem as en 1 9 2 6 . Finalmente, en esta rápida
cen los Veinte poem as p a r a ser leídos en el tranvía. Allí y de veras parcial enumeración: A ltazor de Vicente
mismo, en 1 9 2 3 , Jorge Luis Borges da a conocer una Huidobro en 1 9 3 1 , Las ínsulas extrañas de Emilio
primera colección poética, F ervor de Buenos Aires, Adolfo Westphalen en 1933 y, de Xavier Villaurru-
a la que sigue en 1 9 2 5 Luna de enfrente. De 1923 tia, en 1 9 2 6 Reflejos y en 1931 Nocturnos.
es H arm onium de Wallace Stevens y de 1 9 2 4 A na- Los poetas de Los Nuevos seguramente conocie­
base de Saint-John Perse. De André Bretón, Les pas ron la mayoría de los libros anteriores, o de algún
perdus en 1 9 2 4 y N adja en 1 9 2 8 . De Paul Eluard modo tuvieron noticia de su publicación. ¿Suscita­
C apitale de la douleur en 1 9 2 6 y Earhour, la poésie ron su interés algunos de ellos? ¿No sería más vero­
en 1929. De Henri Michaux, en 1 9 2 9 , E cuador y símil pensar que les dejaron indiferentes?
Mes proprietés. Pablo Neruda edita en 1 9 2 4 Veinte
poem as de a m or y una canción desesp erad a y en 1925 Acontecim ientos poéticos
da a conocer «Galope m uerto», poema inicial de
su primera R esidencia en la tierra (1 9 3 3 ). De 1 9 2 4 Surge también, ligada con la precedente, otra pre­
es Luna P ark, de Luis Cardoza y Aragón. De 1 9 2 7 , gunta: ¿llegaron Los Nuevos a interesarse por acon­
5 metros de p oem as de Carlos Oquendo de Amat y tecimientos relacionados con la creación poética,
Perfil del aire de Luis Cernuda. De Rafael Alberti, en la escritura y la concepción de la poesía, ocurridos
1 9 2 9 , Sobre los ángeles, y en 1 9 3 0 Serm ones y m o­ en el mismo decenio de los veinte? Mencionare­
radas. De Pedro Salinas, Presagios en 1 9 2 3 y Seguro mos algunos de ellos. En 1 9 2 4 André Bretón lanza
38 I Gran E n c ic lo p e d ia de C olom bia

su primer manifiesto del surrealismo y aparece la gante y arbitrario». Y añade que tan cauteloso sen­
revista La Révolutión Surréalíste, órgano de tal m o­ tido «nos coloca en apariencia a la zaga de muchas
vimiento; uno y otra despiertan largas discusiones cosas», pero «ha favorecido el desarrollo gradual de
con encontrados puntos de vista acerca del auto­ nuestra cultura». Lo cierto es que las tendencias de
matismo psíquico, las relaciones con el marxismo posguerra, que en algunas naciones serían verdade­
revolucionario, la poesía en su función de lenguaje ramente ruidosas, acá tuvieron mínima repercusión.
esencial y liberador del hombre, la exaltación del Deberían pasar varias décadas para que unos pocos,
erotismo (que junta lo físico con lo metafísico), la después de Piedra y C ielo, desentrañaran el sentido
necesidad de lograr un cambio en la sociedad y en de corrientes en las que se ha reconocido vigencia.
el ser hum ano, la idea de la poesía como modo no Como la encontraron, por ejemplo, en ciertos as­
racional de conocimiento, etcétera. Así mismo, el pectos del irracionalismo poético.
debate suscitado en Francia en 1 9 2 6 con los libros En el mismo libro, C onsideraciones críticas, ra­
de Henri Brémond sobre La poésie puré y Priére et tificó Maya el desinterés de Los Nuevos por las
poésie, que asimilan lo poético, por inefable, a un vanguardias y su persistencia, por el contrario, en
estado místico. También es preciso citar entre ta­ estilos rezagados del modernismo com o el de la or­
les acontecimientos la revaloración de la poesía de namentación parnasiana. Allí leemos:
Luis de Góngora en 1 9 2 7 , con antecedentes hispa­
noamericanos como los estudios de Alfonso Reyes Este grupo, si bien representó un rom pim iento
acerca del poeta cordobés. Igualmente, las diversas político y literario en relación con los centena-
ristas, pues en p olítica volvió a las afirm aciones
inquietudes y formas motivadas en la poesía hispá­
extremas, com o reacción contra el sincretism o
nica por los ismos europeos y americanos. Esos y
anterior, y en el cam po intelectual am plió con­
otros sucesos dieron oportunidad en aquel tiempo
siderablem ente el radio de la creación artística,
a apasionados y opuestos pareceres en relación con
perm aneció, no obstante, fie l a ciertas escuelas
la poesía y lo poético. Sin embargo, en la prensa del siglo pasado, com o el sim bolism o y el p a m a -
literaria colombiana no promovieron mayores co­ sianism o fran ceses, p o r una parte, y de otro lado
mentarios. Lo cual es indicio, por lo menos, de que a la tendencia clásica, profundam ente m odificada
nuestros jóvenes poetas, que eran los del grupo Los p o r lo que hubo en el m odernism o de m ás próxi­
Nuevos, poco o nada se ocuparon de ellos. No es m o a esta escuela.
aventurado, por lo tanto, suponer cierto margina-
miento suyo de la agitación poética que se vivía en En todo caso, los poetas que se agruparon en las pá­
muchas partes del mundo occidental. ginas de Los Nuevos, posteriormente en Universidad,
revista dirigida por Germán Arciniégas en las revistas
bogotanas Cromos y El G ráfico y en los suplementos
M arginam iento y dispersión
literarios de El Tiempo y El Espectador, no muestran
Dicho marginamiento fue confesado por varios de en sus obras una poética uniforme sino que siguen
los escritores de Los Nuevos. Por ejemplo, Luis Vi­ diversas tendencias: desde las que nacieron del
dales declaró que, cuando escribía sus poemas de ejemplo modernista hasta aquellas, las menos, que
Suenan timbres (1 9 2 6 ), que las gentes llamaron van­ podemos emparentar con el influjo del ultraísmo.
guardistas, no había él leído aún a los autores repre­ Aparecen estos poetas en orden cronológico, según
sentativos de esas tendencias. Entendiendo nosotros año de nacimiento: León de Greiff, Rafael Maya, Ra­
que se refirió principalmente a los franceses, ya que fael Vásquez, José Umaña Bernal, Luis Vidales, Octa­
de diversos lugares de habla española llegaban cons­ vio Amórtegui, Germán Pardo García, Juan Lozano y
tantemente libros y revistas de la nueva literatura. Lozano, Alberto Ángel Montoya y Jorge Zalamea.
Con mayor amplitud reconoció Rafael Maya el
aislamiento, en aquella hora, de las jóvenes letras León de G reiff
colombianas, refiriéndose, por contraste, al espíritu
abierto de Baldomero Sanín Cano. Espíritu que era Nació en Medellín en 1 8 9 5 y murió en Bogotá en
también, en Los Nuevos, y también com o excep­ 1976. En su ascendencia se juntaron sangre espa­
ción, el de Jorge Zalamea y León de Greiff. Maya dio ñola, alemana y escandinava. Estudió ingeniería por
tal testimonio en su libro C onsideraciones críticas so­ dos años en la Escuela de Minas de la Universidad
bre la literatura colom bian a (1 9 4 4 ). Pero su insisten­ de Antioquia y en 1 9 1 4 cursó un año de derecho en
cia en lo tradicional lo llevó a suponer que el hábito la Universidad Republicana de Bogotá. Inicialmente
de esa reclusión, hasta entonces practicado, com ­ figuró, de regreso a su ciudad natal, en el grupo de
portaba ventajas frente a las incitaciones de la aven­ Los Panidas, cuya revista, dirigida por él y aparecida
tura estética y particularmente de los ismos: «Hay en 1915, dio a conocer a esos jóvenes. Casi todos
un buen sentido nacional que rechaza lo extrava­ ellos se trasladaron pronto a la capital de la República
la poesía de Los Nuevos ¡ 39
i

y se vuelven a encontrar en Los Nuevos. Si aún hoy da orientación o movimiento. Bien dijo Jorge Luis
las circunstancias no permiten en Colombia a los es­ Borges desconfiar de las escuelas literarias, por pen­
critores dedicarse exclusivamente a la tarea literaria, sarlas «simulacros didácticos para simplificar lo que
mucho menos era posible hacerlo a quienes comen­ enseñan». La pluralidad y complejidad inherentes a
zaban a consagrarse a ella en los años veinte. Y así mucha obra hacen verosímil esta sospecha. Sin em ­
debió León de Greiff resignarse, desde su juventud, bargo, tratándose de la ubicación o filiación poética
a desempeñar modestos empleos en el Ministerio de de León de Greiff, creemos que el planteamiento
Educación y en oficinas contables y de estadísticas del asunto queda al margen de la que pudiera to­ León de Greiff
oficiales. Una sola vez, como funcionario de la emba­ marse por inútil controversia. Se intentaría con ello, de un año de edad.
jada colombiana en Suecia, se le ocupó en el servicio en cambio, la aproximación al sentido artístico que F o to g r a fía d e Meiifón
Rodríguez, 1 8 9 6 .
diplomático. Cuando, anciano, se retiró de su último debió guiar su poesía. Pues de dos maneras, aparen- A rchivo M cliíón Rodríguez,
cargo, la pensión de jubilación apenas alcanzaba a
cubrirle las necesidades más imperiosas. Su entrega
a la poesía la compartió con la pasión por la música
culta: su colección de discos llegó a ser grande. Fue
centro en las tertulias literarias de cafés bogotanos:
Windsor, Riviére, Victoria, Asturias, El Automático.
Casi se le escuchan todavía los pasos por las calles
que día y noche recorrió. Su impar y solitaria estam­
pa fue en sesenta años, para las gentes, la encarna­
ción de la más rara, insolente y misteriosa arte poéti­
ca. Existen dos poemas suyos, por lo menos, en que
dibuja su silueta. Un soneto, de 1916:

Porque m e ven la b arba y el p elo y la alta pipa


dicen que soy p oeta ...

Y aquel otro, su autorretrato de mucho tiempo


después:

... belfa la b oca de hastiado gesto


si sensual, ojos gríseos, con un resto
de su fu lg o r soñante, de a d eh a la / tod av ía-. L a
testa sin su g ala
pilosa. El alta frente. E lato. E n hiesto...

Es autor de 8 conjuntos poéticos, o m am otretos,


como él mismo los llamó: Tergiversaciones (1 9 2 5 ),
Libro de signos (1 9 3 0 ), Variaciones alrededor de n ada
(1 9 3 6 ), Prosas de G aspar (1 9 3 7 ), F árrago (1 9 5 4 ),
B árbara C haranga-B ajo el signo de Leo (1 9 5 7 ), Velero
paradójico (1 9 5 7 ) y N ova et Vetera (1 9 7 3 ). Recopila­
ciones y antologías: O bras com pletas (1 9 6 0 y 1 9 7 7 ),
Libro de relatos (1 9 7 5 ), Antología poética (1 9 8 5 ), O bra
com pleta, tres tomos, edición al cuidado de Hjalmar
de Greiff (1 9 8 5 -1 9 8 6 ), B aladas y canciones (1 9 9 1 ).
Sobre su obra se han escrito, entre otros, estudios
de: Orlando Rodríguez Sardiñas: León de Greiff. Una
poética de vanguardia (1 9 7 5 ); Stephen Ch. Mohler:
El estilo poético de León de Greiff (1 9 7 5 ); y Lino
Gil Caramillo: A tientas p o r el laberinto poético de
León de G reiff (1 9 7 5 ).

¿Simbolista o vanguardista?
Parecería superfluo plantear, com o cuestión pri­
mordial, la pertenencia de un escritor a determína­
40 ¡Gran Encic lo pedia de Colombia
i

temente opuestas, se ha querido estimarla. Algunos


la llaman modernista: su amor a la música, la rela­
ción estrecha que entre ésta y la palabra se establece
en varios de sus poemas, la vinculan con el legado
del simbolismo, que es una de las fuentes del m o­
dernismo. Otros piensan que constituye una diversa
manifestación de la vanguardia hispanoamericana
de los años 2 0 , sin mayor relación con los ismos que
en esta se presentaron, pero no menos importante
en su novedad y en su actitud.
Fueron muy pocas las declaraciones que a lo lar­
go de su vida dio León de Greiff sobre cuestiones
poéticas. Excepcionalmente, advertimos algunas:
en una «Canoioncilla» funde música y poesía insi­
nuando: «Sólo la m úsica es. L a Poesía, la M úsica son
una sola Ella». Mas en la sexta de sus Prosas de G as­
p a r encontramos una revelación en la que, a pesar
del tono humorístico o despectivo, se evidencia su
predilección por una poesía culta, artística, sin con­
cesiones a la facilidad ni al predominio de lo senti­
mental. Entre aquellas líneas se lee:

L a p oesía - y o c r e o - es lo que no se cuenta sino


a seres cimeros, lo que no exhiben a las alm as
restantes las alm as nobles; la p o esía va de fa s ti­
gio a fastig io: es lo que «no se dice», que apenas
se sugiere, en fórm u las abstractas y herm éticas y
arcanas e ilógicas.

A través de esa sexta prosa de Gaspar es patente, nos


parece, la afinidad de León de Greiff con la poesía
simbolista. La cual, como es sabido, generalmente se
toma, junto con la parnasiana, como influencia deci­
siva en la poética del movimiento modernista. Movi­
miento o época cuya plena vigencia, de acuerdo con
los manuales literarios, se cumplió aproximadamente
entre 1880 y 1920. Aunque con razón se piensa que,
por lo menos de alguna manera, el ejemplo del m o­
dernismo no cesó por largo tiempo de pervivir, no
obstante los cambios de sensibilidad y la sucesión o
capricho de las modas. Volvemos a Borges, para dar
íntegra la confesión suya en el prólogo que en 1972
antecedió a sus poemas de El oro de los tigres:

Descreo de las escuelas literarias, que ju zg o si­


m ulacros didácticos p a ra sim plificar lo que en­
señan, pero si m e obligaran a d ecla ra r de dónde
proceden mis versos, d iría que del m odernism o,
esa gran libertad, que renovó las m uchas litera­
turas cuyo instrumento común es el castellano y
que llegó, p o r cierto, hasta España.

León de Greiff. Óleo de Pedro Nel Gómez, 1938. Pensamos ahora no sólo en la obra de León de Greiff
B ib lio te c a L u is A n g el A r a n g o , B og o tá .
sino en las de otros poetas a quienes, a pesar de no
vivir en los días actuales, todavía podemos llamar
nuestros contemporáneos, com o serían William B.
Yeats o Paul Valéry, Antonio Machado o Juan Ramón
Jiménez, T. S. Eliot o Wallace Stevens. Pensando en Otros -a ñ a d e el crítico argen tin o- que al term inar
estos poetas, asi com o en el ascendiente que siguen la guerra an daban m ás o m enos en los 3 0 años,
ellos ejerciendo sobre poetas jóvenes, acaso nos pre­ fu eron m ás violentos, decididos y consecuentes en
guntaríamos si la herencia del simbolismo deba ju z­ su afán de escan dalizar: C ésar Vallejo, Vicente
Huidobro, Oliverio Girondo, León de Greiff.
garse enteramente extinguida. Ciertas apariencias
-e l prosaísmo, la ironía, el humor, el lenguaje colo­
En Colombia, fue De Greiff quien con mayor efi­
quial- podrían inducir a respuesta afirmativa. Pero
cacia representó ese cambio de maneras literarias,
la obstinación en lo misterioso y en la revelación de
convirtiéndose en «el índice inconfundible de la
lo personal oculto y único, que sigue dominando en
nueva escuela». Lo anotó Rafael Maya al hacer m e­
célebres creaciones poéticas de nuestro tiempo, nos
moria del ambiente y la hora en que apareció: las
hace suponer que no se ha olvidado y es difícil ol­
gentes tradicionalistas
vidar la lección del simbolismo. Además es notoria
su validez, por la total subjetividad que entraña, en
se congregaron en capillas y sinagogas p ara
corrientes com o el surrealismo y el expresionismo,
llorar la m uerte del soneto, estrangulado com o
cuyo influjo en la poesía del inmediato pasado, y
un cisne p o r las m anos de un p o eta rubicundo,
aun en la de hoy, no puede ser desconocido. de nombre bárbaro, que instaló el búho sobre el
Se recordará que los simbolistas persiguieron la hom bro de la Musa.
música de las palabras, com o los parnasianos ha­
bían buscado su precisión plástica. De Greiff aspi­ Los jóvenes, en cambio, aplaudieron aquella fuerza
ró también a tom ar de la música su virtud de re­ nueva que venía a remozar la sensibilidad poética
membranza, vaguedad y sugerencia, hermanando de un pueblo apenas salido de la orgía romántica. El
la perfección armónica de la dicción con la melo­ alemán Rudolf Grossman, en su Historia y problem as
día. Siguiendo la fórmula mallarmeana, prefería no de la literatura latinoam ericana (1 9 6 9 ), anota que en
nombrar sino sugerir. En viejas palabras de Rémy De Greiff:
de Gourmont, el simbolismo representó «indivi­
dualismo en literatura, libertad del arte, abandono se p on e d e m an ifiesto con esp ecia l n itidez otro
de las fórmulas enseñadas, tendencia hacia lo nuevo rasgo del expresionism o tem prano: su p ola rid a d
y lo raro, aun hacia lo extravagante». Los tres ras­ de sen cillez y preciosism o en una y la m ism a
gos principales que en la poética simbolista destaca p erson alid ad ( ...) Si alguna v ez sorpren de p or
comúnmente la crítica sobresalen en la obra de De la sen cillez com o, otras veces, p o r la extravagan ­
cia, eso tam bién fo r m a p arte de sus caprichos,
Greiff: exaltación de la imaginación y de la sensibi­
com o la a crob acia m étrica, que d eb ía expresarse
lidad, renovación del verso y espíritu de indepen­
y a en los títulos de sus creacion es: Tergiversa­
dencia. Insistir, com o nos hemos atrevido a insistir,
ciones, Libro de signos, Variaciones alrededor
en el simbolismo de los poemas de León de Greiff, de nada, Fárrago.
es otra manera de situarlos en la mejor tradición de
la poesía de Occidente hasta la mitad de nuestro si­ Y, en su ya mencionada relación, Enrique Anderson
glo. Manifestó Juan Ramón Jiménez en su curso de Imbert traza una breve imagen de la única e inim ita­
1953, en Puerto Rico, sobre el modernismo: ble personalidad del poeta:

... los p oetas m ás representativos de todo el mun­ Complejo, introvertido, sarcástico, descontento, im a-.
do, desde fin es del siglo p a sa d o hasta los días que ginativo, con estallidos de ritmos, p alab ras y lo­
correm os, fu eron y son sim bolistas. - curas, siem pre lírico, León de G reiff fu e, entre los
buenos poetas colom bianos, el que abrió la m archa
Quisiéramos avanzar la suposición de que el van­ de la vanguardia. D esde Tergiversaciones no cesó
guardismo de De Greiff fue también otro beneficio de contorsionarse. En realidad, y a desde 1915, en
que le dejó el simbolismo. la revista Panida de M edellín h abía em pezado a
asom brar con una p oesía que no se p arecía a nada
de lo que se con ocía en C olom bia. Después a p a ­
De G re iff an te ia critica recieron, en E spaña y en H ispanoam érica, poetas
que, al crecer dejaron en la som bra a León de
En su Historia do la literatura hispanoam ericana
Greiff: pero él vino prim ero y lo que hizo lo sacó
(1 9 5 4 ), Enrique Anderson Imbert recordó sucinta­ d e su ca b eza juvenil en su arrebato lírico, pasan
mente la insurrección de las vanguardias en la con­ los años pero sigue gozando del respeto de los j ó ­
vulsa década de los veinte. Algunos poetas, ya para venes, generación tras generación.
entonces en la madurez de sus vidas, sintieron de­
seos de repetir las experiencias europeas del expre­ Críticos nacionales y extranjeros han insistido en
sionismo al dadaísmo. la lentitud y mesura con que evolucionó la poesía
42 | Gran E n ciclo p e d ia de C olom bia

colombiana anterior a la contemporánea. Y así, por tico, ilógico, anóm alo, cad a vez m ás distante del
ejemplo, anotan que la obra de León de Greiff, aun­ discurso natural. El p oeta bu sca un voluntario
que en algunos aspectos se muestra vanguardista y obnubilarse p a ra transgredir los lím ites de la per­
simpatizante de los ismos surgidos en Europa y Amé­ cepción norm al, busca sobrep asar los significados
em ergentes p a r a que resurjan las virtualidades
rica en la segunda y tercera décadas de la centuria,
sem ánticas ( ...) L a p o esía m odernista es la caja
corresponde sin embargo al movimiento modernista
de resonancia de las contradicciones y conflictos
que en algunos países mantenía vigencia en dicho pe­
de su época. R efleja esa crisis de conciencia que
ríodo. Tal opinión la reitera el ensayista Teodosio Fer­ g en erará la visión con tem porán ea del mundo.
nández en su libro sobre L a poesía hispanoam ericana
en el siglo x x (1 9 8 7 ). Según el comentarista español, Es también cierto que, como el mismo Yurkiévich
Porfirio Barba-Jacob no era extraño en sus poemas a lo señala, dentro de la evolución de la vanguardia
orientaciones del modernismo. Opinión esta que, en hispanoamericana (y no sólo en ella sino en el m o­
verdad, no suscita clase alguna de reservas. Y añade: vimiento mundial del que fue su reflejo) se dieron
dos épocas. A una primera, estrepitosa, de estilo y
. C om o tam poco lo fu e León de Greiff, quien, com o temáticas internacionales que desmerecieron en re­
los surrealistas, encontró sus ídolos en Aloysius peticiones y monotonía, siguió una segunda en la
Bertrand y en Lautréam ont. P or esta vía pudo
que los anteriores desajustes, dejando de ser osten­
acercarse al espíritu de la vanguardia, sin renun­
tosos, lograron interiorizarse.
ciar a las preocupaciones fo r m a les constantes en
Profundizando, con ello, la expresión poética.
una am plia obra p oética que va de Tergiversacio­
nes a Velero paradójico, y que caracterizan el Lejos del bullicio surgieron así creaciones de tanta
hum or (a veces sarcástico, p o r lo gen eral corrosi­ importancia como Trilce de César Vallejo, Residencia
vo), el gusto p or las p arad ojas, la descripción de en la tierra de Pablo Neruda y A ltazor de Vicente Hui-
la subjetividad del p oeta (recurriendo a lo onírico dobro. A esta segunda época corresponden también
incluso), la m usicalidad y la riqu eza lingüística. los mejores mamotretos de León de Greiff: Tergiversa­
ciones, Libro de signos y Variaciones alrededor de nada.
La cuestión merece, aun cuando sea de paso, nece­
saria dilucidación. Lecturas vanguardistas
Estudiosos del desarrollo de la literatura hispa­
Existe evidente parentesco entre la poesía de León
noamericana han puesto de presente que durante la
de Greiff y la de los vanguardistas, hispanoamerica­
época del modernismo se gestaron todos los avances
nos y españoles. Esa relación la establece principal­
que las vanguardias del decenio de 1 9 2 0 (o antes)
mente haber compartido con ellos un gesto rebelde.
reclamaron, ingenua o maliciosamente, como de ex­
Y, además, lecturas semejantes. Entre estas, la de
clusiva originalidad y novedad suyas. La vanguar­
Rimbaud, en los tres períodos que, en una obra llena
dia renegó del pasado modernista sin vislumbrar, u
de iluminaciones, señaló Claudel: el de la violencia
ocultando, que en él precisamente germinaron tales
del animal puro, el del vidente y el de su temporada
logros. Ha venido a reconocerse, pues, la conexión
infernal. Igualmente serían, según él mismo recor­
causal entre modernismo y vanguardia.
dó, las del conde de Lautréamont, William Blake,
Un ensayo del argentino Saúl Yurkiévich, A tra­
Samuel T. Coleridge y Aloysius Bertrand. Lecturas
vés de la tram a (1 9 8 4 ), da nuevas aportaciones al
de su adolescencia, juventud y madurez, «pero más
respecto, m ostrando cóm o la modernidad, afán de
en los albores de la juventud, casi en la pubescen­
actualidad, nació con el m odernism o. Con éste se
cia». Más tarde, nombrando al azar, libros de Alfred
prefiguraron las libertades de los vanguardistas:
Jarry, Guillaume Apollinaire, Max jacob, Blaise Cen-
drars. Páginas que también estuvieron presentes en
... al qu erer cap tar lo móvil e instantáneo, prepa­
la iniciación poética de aquellos vanguardistas.
ra [el m odernism o] la visión veloz y simultánea,
la m utabilidad, la excitabilidad de la proteica
p oesía de vanguardia ( ...) Con los m odernistas Música y poesía
com ien za la identificación de lo incognoscible Otros autores, así mismo, se presienten cerca de
con lo inconsciente, de la originalidad con la
la inteligencia y del corazón de León de Greiff. El
anorm alidad. L a oscuridad y la incongruencia
más generalmente recordado es Frangois Villon. Y,
em piezan a convertirse en im pulsores de la suges­
con él, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Paul
tión poética. Lo arbitrario, lo lúdico, lo absurdo,
devienen estim ulantes estéticos. P or irnipción de Verlaine, Stéphane Mallarmé, Tristan Corbiére, Jules
las poten cias irracionales, las oposiciones y los Laforgue. Fue vasto su conocimiento de las letras
conflictos se in stala.■ en el interior del discurso francesas, especialmente de románticos y simbolis­
p a ra m in ar la concatenación lógica, la coheren­ tas. Y de clásicos castellanos com o Jorge Manrique,
cia conceptual. El signo poético se vuelve herm é­ Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. La figura
La poesía de Los Nuevos j 43

de permanecer tenazmente insobornable y solitaria.


de Edgar Alian Poe, exaltado en un poema, le sedu­
Su extremo subjetivismo hace que sea, más qúe ori­
jo de por vida, a la vez que debió declinar el juvenil
ginal, casi única. Por eso es tan suya su atmósfera de
interés por Gabriele d’ Annunzio. Y largamente re­
sueños, melancolías, nostalgias, deseos de expresar
corrió la narrativa: rusa, francesa, alemana, ingle­
lo inexpresable, lo inadvertido, lo inefable. Por ello
sa, escandinava, española. Los tomos y los discos
la exclusividad de su lenguaje.
de música («G ira la negra luna de ebonita -sobre sí
propia- y canta (...) y lo que can ta es la m úsica viva»)
llenaron todos los rincones de su casa. Seria difícil Vanguardismo lejos de los ismos
hacer lista completa de sus admiraciones, que abar­ La lectura de los poemas de León de Greiff nos lleva
caron épocas y literaturas diversas. a la conclusión de que, habiéndose iniciado dentro
Y en relación con su devoción por la música, di­ del modernismo pero formado directamente en la
remos que a ella se refiere, en el prólogo a B aladas lectura del precursor Poe y de los simbolistas fran­
y canciones (1 9 9 1 ), que recoge poemas de varios li­ ceses, el sentido más hondo del simbolismo, que
bros, su hermano Otto de Greiff. El notable musicó­ concibió a la poesía como aventura infinita, habría
logo y traductor de poesía al español aclara que el de conducirlo, en muchos momentos, al texto van­
empleo de las denominaciones «balada y canción» guardista. Pero el vanguardismo de León de Greiff es
(y de otras del lenguaje musical) que hizo el poeta creación original suya que no se relaciona con parti­
para titular un buen número de sus composiciones, cularidades formales ni con temas, programas o ma­
fue enteramente libre y caprichoso, sin sujeción al nifiestos de los ismos que le fueron contemporáneos.
estricto significado artístico de ellas. Y agrega. Tengamos además en cuenta que el vanguardismo
no fue, ni pretendió serlo, una escuela. Sino un co ­
León nunca estudió la lla m a d a g ram ática m u­ mún ademán sedicioso de tendencias diferentes.
sical, ni m ucho m enos instrum ento m usical a l­
guno. En él h a b ía una afición innata, ad qu iri­ R elato d e S ergio S tepan sky
d a solam en te m edian te la au dición de artistas
■ ¡Juego m i vida!
extranjeros o de am igos colom bian os, pero muy ¡Bien p o c o valía!
principalm ente p o r in term edio de los discos f o ­ ¡La llev o p e rd id a s in rem edio!

nográficos, que en su juventud fu eron los an ti­ E rik F jo rd s s o n

guos de ebonita, de 78 revoluciones p o r minuto.


Su afición er a gran de, esp ecialm en te p o r los c lá ­ Ju eg o mi vida,
sicos y los rom ánticos, no tanta p o r las músicas cam bio m i vida,
muy antiguas ni p o r las de avan zada. de todos m odos .
la llevo perdida...

Creador de un lenguaje poético Y la ju eg o o la


León de Greiff es, ante todo, el creador de un lengua­ cam bio p or el m ás
je poético. Su obra, un permanente ejercicio de ha­ infantil espejism o,
bilidad verbal. Este debió ser su concepto, implícito la dono en usufructo,
en todo cuanto escribió: la poesía es una experien­ o la regalo...
cia física de la palabra, hasta llegar con ella a susti­
L a ju eg o contra uno o
tuir la mezquina realidad cotidiana. Y manteniendo
contra todos,
la convicción de que el fin de la poesía no es otro la ju eg o contra el cero
de aquel que señaló un escritor francés: la creación o contra el infinito,
de un lenguaje dentro del lenguaje. Su grandeza ra­ la ju eg o en una
dica en gran parte en una maravillosa capacidad de alcoba, en el ágora,
construcción idiomática y en la forma como en ella en un garito,
conviven la expresión culta junto al habla corrien­ en una encrucijada,
te, el arcaísmo, el neologismo, las voces extranjeras en una barricada, en
y las de su propia invención. El innegable interés un motín;
la ju eg o definitivam ente,
por la obra de De Greiff se justifica también en la
desde el principio
aproximación a ese arduo y heterogéneo fausto de la
hasta el fin,
palabra. El acento de De Greiff está a salvo de cual­
a todo lo an cho y a
quier imitación. Es suyo, inalcanzable. Su belleza, todo lo hondo
en ocasiones tan íntima, sorprende a la vez por su -e n la periferia, en el
lejanía. No concebimos aquellos vocablos, sugeren- medio,
tes, volubles, melodiosos, sino en el solo aire de sus y en el su b-fon d o...-
poemas. Su poesía revela, com o pocas, la intención
44 I Gran E nciclopedia de C olom bia

Ju eg o mi vida, cam bio mi vida, p o r un cantar;


la llevo perdida el
p o r una b a ra ja
sin remedio. incom pleta; ríe
Y la ju eg o, o la cam bio p o r el m ás p o r una fa c a , En
infantil espejism o, p o r una pipa, la
la dono en usufructo, o la regalo...: p o r una sam buca... Po
o la trueco p o r una sonrisa y cuatro roí
besos: o p o r esa m uñeca de
todo, todo m e d a lo mismo: que llora lia
lo exim io y lo ruin, lo com o cu alqu ier poeta.
trivial, lo perfecto, lo en
m alo... br.
C am bio mi vida - a l
sil
f i a d o - p o r una
Todo, todo m e d a lo fá b r ic a de (1
mism o: nc
crepúsculos
todo m e cab e en el (1
(con arreboles);
diminuto, hórrido D
p o r un g orila de
abism o
B orneo; la
donde se anudan serpentinos mis
p o r dos pan teras de ii
sesos.
Sum atra; ' cc
p o r las pai las que se ot
C am bio mi vida p o r
bebió la cetrina
lám paras viejas er
C leo p a tra - '
o p o r los dados con re
o p o r su n aricilla
los que se ju g ó la m
que está en algún
túnica inconsútil: Museo; te
- p o r lo m ás anodino, 0
cam bio mi vida p o r
p o r lo m ás obvio, p o r C
lám paras viejas,
lo m ás fú til:
o p o r la escala de si
p o r los colgajos que
Ja co b , o p o r su plato P
se guinda en las
d e lentejas...
orejas
la sim iesca mulata, ¡o p o r dos R
la terracota rubia; huequecillos
la p á lid a m orena, la V
minúsculos
am arilla oriental, o la —en las sien es- p o r
hiperbórea rubia: r<
donde se m e fugue,
cam bio mi vida p o r en grises podres, R
una an illa de hojalata la hartura, todo el te
o p o r la esp ad a de Sigmundo, fastid io , todo el horror n
o p o r el mundo
que alm acen o en mis P
que tenía en los odres...! c
dedos C arlom agno:
ñ
- p a r a ech ar a rodar la bola... Ju eg o mi vida, L
cam bio mi vida.
V
C am bio mi vida p o r la D e todos m odos
cándida au reola k
la llevo perdida...
del idiota o del santo; fe
la cam bio p o r el collar
que le pintaron Rafael Maya
al gordo C apeto;
Nació en Popayán en 1 8 9 7 y murió en Bogotá en
o p o r la ducha rígida
que llovió en la nuca 1 9 8 0 . Hizo estudios secundarios en el Seminario
a C arlos d e Inglaterra; Conciliar de esa ciudad. Inició allí mismo cursos
la cam bio p o r un de derecho en la Universidad del Cauca y los co n ­
rom ance, la cam bio tinuó en Bogotá, adonde viajó a sus veinte años,
p o r un soneto; en la Escuela de Santa Clara de la Universidad
p o r once gatos de Nacional. Desde joven escribió poemas y ensayos
Angora, críticos, interesándose especialmente en la inves­
p o r una copla, p o r
tigación de las letras colombianas. Fue director de
una saeta,
revistas y suplementos literarios, catedrático hasta
B?-- -
La poesía da Los Huevos 45

el fin de su vida, decano universitario y, en un pe­ Entre Virgilio y el p aisaje de Popayán advertí desde
ríodo, miembro de la Cámara de Representantes. el principio afinidades entrañables, y puedo asegu­
En París fue delegado cultural de Colombia ante ra r que, sin ese autor y nacido y o en otra com arca
la Unesco. Recibió en 1 9 7 2 el Premio Nacional de del país, no habría escrito versos o es posible que
mi poesía se hubiese orientado en otra form a.
Poesía. La sobriedad y discreción de sus actos fue­
ron ejemplares en contraste con la eterna voracidad
de arrogantes figurones a quienes sarcásticamente La obra poética de Rafael Maya gozó desde el primer

llamó «eminencias pedigüeñas». Falleció en 1 9 8 0 momento de cálida recepción. Eduardo Castillo,

en Bogotá. Publicó, en poesía: La vida en la som­ quien en la generación del Centenario compartió el

bra (1 9 2 5 ), Coros del mediodía (1 9 2 8 ), Después del verso con la crítica, saludó la aparición de sus pri­

silencio (1 9 3 8 ), Final de romances y otras canciones meros poemas, encontrándoles, com o notas sobre­

(1 9 3 5 -1 9 4 0 ), Tiempo de luz (1 9 5 1 ), Navegación salientes, «una sensibilidad vibrante y una imagina­

nocturna (1 9 5 8 ), El tiem po recobrad o (1 9 7 4 ) y Poesía ción rica». Poco tiempo después, Baldomcro Sanín

(1 9 7 9 ). En prosa: El rincón de las im ágenes (1 9 2 7 ), Cano, maestro del modernismo Colombiano, dijo:

De Silva a R ivera (1 9 2 9 ), A laban zas del hom bre y de


En la riqueza de imágenes, característica de este
la tierra, i (1 9 3 4 ), A laban zas del hom bre y de la tierra,
insuperable analista de sus propias sensaciones, no
ti (1 9 4 1 ), .C onsideraciones críticas sobre la literatura
es posible decir cuáles acuden a su plum a con más
colom biana (1 9 4 4 ), Los tres mundos de Don Quijote y
abundancia ni en cuáles se com place y se detiene
otros ensayos (1 9 5 2 ), L a m usa rom ántica con m ayor delectación su mente de poeta. Rafael Maya Ramírez
en C olom bia (1 9 5 4 ), Estam pas de ay er y
retratos de hoy (1 9 5 8 ), Los orígenes del
m odernism o en C olom bia (1 9 6 1 ), E scri­
tos literarios (1 9 6 8 ), Letras y letrados
(1 9 7 5 ), D e perfil y de fren te (1 9 7 5 ) y
Obra crítica, tomos i y n (1 9 8 2 ). Sobre
sus poemas y ensayos, David Jiménez
Panesso escribió: R afael M aya (1 9 8 9 ).

Recepción de la obra de M aya


Varias veces, espontáneamente o interro­
gado sobre los autores a quienes pudiera
reconocer como influencias en su obra,
Rafael Maya insistió ante todo en la au­
tenticidad de su poesía. Dijo haber per­
manecido aparte de escuelas literarias.
Pero citó a Rubén Darío, Antonio Ma­
chado, Unamuno, a la generación espa­
ñola del 98. Sin dejar de mencionar a.
Lugones, Herrera y Reissig y Guillermo
Valencia. Esos serian sus ejemplos inicia­
les, que tendría presentes de por vida y
formaron su estética:

Algún tiempo después vino la lectura ap a­


sionada de los parnasianos y simbolistas
franceses, que literalm ente em briagaron
mi juventu d. D espués D'Annunzio, De
Castro, y en general todos los escritores
nacidos en ese fin de siglo suntuoso y de­
cadente.

Con mayor afecto aún indicaba a los clá­


sicos latinos y especialmente a uno de
ellos:
I

46 i Gran Enciclopedia de C olom bia

Porfirio Barba-Jacob, en el prólogo a su libro C an­ Rafael Maya. Fotografía


ciones y elegías, de 1 9 3 2 , mencionaría a Maya entre tom ada en M edellín, 1939.

las grandes personalidades de su época. Temprana­


mente lo exaltó Mariano Picón Salas como «un
nuevo gran poeta de Colombia». A lo que adhirió
Arturo Torres-Rioseco, anotándole un «colom­
bianismo poético» en la manera «de unir a un
fondo de puro sentimiento una forma ele- : 'í i
gante y cultivada». En la ya histórica Anto- ;
logia de la p oesía españ ola e hispan oam eri­
can a, 1 8 8 2 -1 9 3 2 , de 1 9 3 4 , Federico de
Onís precisó, al parecer deteniéndose
en las páginas de Coros del m ediodía:

En su últim a y m ejor obra brillan


sus cualidades -e x c e s iv a s - de fu erz a
cau dalosa y de ímpetu hacia la altu­
ra desde las honduras de lo subcons-
cíente, vertidas en am plio verso libre,
enum erativo a menudo com o el de Walt
W hitman, y en repetidas im ágenes y
p alab ras evocadoras.

A los anteriores se unieron muchos ju i­


cios entusiastas que sería laborioso re­
cordar.
Algunos, com o el antologo Carlos Gar­
cía Prada, se apresuraron a ver en él al su ce­
sor de su coterráneo, el poeta de Ritos:

C om o Valencia, M aya ha alcan zad o una vasta y


sólida cultura hum anística, y se h a con sagrado a
la defensa de grandes valores éticos y artísticos,
y a l a exaltación de las tierras y los héroes na­
cionales. Es católico en p olítica y en su elación
no lo serían tanto; apenas las de poetas modernistas
espiritual, com o su mentor, y clásico y m oderno,
y afines a ellos. En el siguiente volumen, Coros del
am plio y ecléctico a la vez, aunque siem pre fie l a
los dogm as y principios. m ediodía, liberado de reconocibles preceptivas, se
lograron mejor la plenitud y novedad de su pala­
bra poética. Coros del m ediodía fue acogido, dentro y
Sin embargo, no dejó después Rafael Maya de m a­
fuera del país, con entusiasmo que reclamó para su
nifestar, en uno de los mejores ensayos que escri­
autor, un joven de treinta años, sitio preferente en la
bió, sus discrepancias con el arte de Valencia. Hoy
poesía hispanoamericana de la época. Se destacaron
la com paración entre los dos poetas se nos hace
su luminosidad, su audacia, su riqueza imaginativa,
carente de todo fundamento y debida sólo a fer­
la nitidez y amplitud de su construcción formal.
vor regional y a la aspiración de seguir contando
La imagen, sorpresivamente concebida pero m o­
con un «poeta nacional» com o lo había sido, con
rosamente determinada, constituye la brasa de una
típicas peculiaridades, Guillermo Valencia. En todo
inspiración en la que es tan perceptible el ímpetu
caso, el arte de Maya se mostraba mejor en el sim­
como la extrema vigilancia. La pasión, refrenada,
ple apego a lo nativo, a lo tradicional, a la sencillez
y a la claridad. cede ante las exigencias de la claridad. En nuestras
antologías se encuentran pocos ejemplos de poemas
en que aparezca lo colombiano con la transparen­
Plenitud y novedad de Coros del mediodía
cia de «Domus aurea», sobre la vieja casa natal del
Dejando de lado estas ficciones hoy olvidadas, es poeta. Esta es otra diferencia suya con la mueca in­
cierto que, desde antes de la salida de La vida en la ternacional de mucho vanguardismo: la nota de in­
som bra, la poesía de Rafael Maya se consideró fru­ timidad, nostalgia de un antiguo mundo cristiano,
to de una disciplina intelectual que debía tanto a cuyo distante resplandor circunda, en varios pasa­
fuentes antiguas como modernas. Pero estas últimas jes, tierras y rostros amados. Descarta aquí el gesto
Le poesía de Los Nuevos 147

' RAFAEL MAYA ‘^


IA V ID A £ N -IA -S O M B

Primera edición de La vida en la sombra, con ilustraciones de Carlos Arturo Tapia


y Sánchez. Bogotá, E ditorial de Cromos, 1925.
Prim eras ediciones de obras de Rafael Maya: Después del silencio, Ediciones Antena,
1938; Coros del mediodía, Bogotá, E ditorial M inerva, 1928.
B ib lio te c a N a c io n a l y L uis A n gel A rango, B ogotá.

sentimental, la confesión autobiográfica, el subjeti­


vismo. Nada le sustituye la facultad del pensamien­
to. Sin caer en la pretensión de la imagen por sí sola,
debió preocuparle ante todo establecer, con ardor y

DEL MEDIODIA paciencia simultáneos, un largo y consecuente en­


cadenamiento de metáforas. Este parece haber sido
un posible desarrollo de aquellos poemas.

Después de l silencio y ios


libros siguientes
Debieron pasar diez años para que se publicara, en
1938, una nueva serie poética de Maya. Fueron los

1 seis largos poemas dialogados de Después del silen­


cio. Abunda en ellos un tono reflexivo y razonador.
Y, cuando menos, lo alegórico como representación
de abstracciones o personificación de ideas. Infortu­
nadamente, el poeta concedió excesiva importancia a
lo que, siguiendo la relegada diferencia entre forma
y fondo en poesía, juzgaba como indispensable con­
tenido intelectual y conceptual de ella. Su verso se
llenó de meditaciones pero, aun conservando la pro­
pensión a la metáfora, perdió fatalmente el sentido

R A I A í: L M A V A poético. Salvándose del empeño discursivo la elegía


titulada «La mujer sobre el ébano». En tal actitud de-
,'bió influir su animadversión a lo nuevo (por artificial, Oye, serem os tristes, con la tristeza vaga
desmoralizador e inauténtico) en que se sustentaban de los parques lejanos, de las m uertas ciudades,
sus más beligerantes opiniones estéticas, las cuales se de los puertos nocturnos cuy o fa r o se apaga.

s concretaron, en aquel tiempo, en varios ensayos.


Y así, b ajo el otoño, tranquilam ente unidos,
Más tarde, en las colecciones que llevan por nom-
tú vivirás de nuevo tus viejas vanidades
■bre Final de rom ances y otras canciones, Tiempo de
y y o la gloria postum a de mis triunfos perdidos.
luz y N avegación nocturna, la poesía de Rafael Maya,
conservando siempre gran dignidad formal, trató de
El crítico
simplificarse en el hallazgo de temas próximos al
_acontecer diario de una existencia, silenciosa y escru­ Hasta el término de sus días, se dio en Rafael Maya
tadora, que prefirió definirse por la dicción natural, ceñida conjunción entre el poeta y el crítico. Aun­
austera y confidente. Esta fue también la intención que sin duda prefería el primer tratamiento, quiso
del último y uno de sus mejores volúmenes en verso: ser siempre lo uno y lo otro, sin que tal simultanei­
El tiempo recobrado. En este, ya en la ancianidad, se le dad se tradujese en menoscabo de la poesía o del
'presentó de nuevo hermosamente su niñez. juicio literario. Llegó a creer, a pesar de su preten­
sión de alcanzar cierta crítica objetiva, que ella es
igualmente una forma de la creación artística: no
Romántico, clásico y m odernista
sólo ciencia, sino también arte. No de otra manera
, Por el esfuerzo hacia la perfección, nobleza y cla-
quiso que se leyeran los estudios que consagró a es­
Lridad del idioma, y reflexiva concordancia entre el critores colombianos como Jorge Isaacs, José Asun­
mundo de las sensaciones y el de las imágenes, los
ción Silva, Guillermo Valencia, Tomás Carrasquilla
poemas de Rafael Maya llevan siempre un aire ensi­
o José Eustasio Rivera. La mayor parte de su labor
mismado, de serena contención de fuerzas y de ter-
crítica la hizo en conmemoración de determinados
1 sura y equilibrio en las palabras. Como para uno de
acontecimientos, en conferencias y discursos que
los maestros de su juventud, pudo ser el búho medi-
posteriormente se iban juntando en volúmenes. So­
tador el símbolo de su poesía. De raíz romántica, de
lamente dos de estos ofrecen unidad temática: Con­
alguna manera es un clásico (no importa la laxitud sideraciones críticas sobre la literatu ra colom biana y
del término), pero no sólo por haber aprendido a
Los orígenes del m odernism o en Colom bia.
i serlo, sino por temperamento y convicción. La anti-
Maya, según declaró en varias oportunidades,
/ gúedad, lo tradicional sin excesivas ataduras, junto a
confiaba en una crítica que, sin llegar a em anci­
la pasión modernista y a una conmovida atención a
parse de la sensibilidad, estuviese cerca de lo nor­
las cosas que son nuestras en el paisaje y la sangre.
mativo. Con sus consiguientes tablas de valores es­
Porque se afirma también en la proporción entre
trecham ente ligados, artísticos y morales, en cuya
la sensibilidad y la inteligencia. Y en la acomodación
permanencia creía. Esa conjetura dio indudable
de lo subjetivo a lo universal. O porque a lo largo de
cohesión a sus juicios a lo largo de muchos años.
una obra que se inicia con un libro ya definidor, la
Así pudo trazar análisis en los que, además de la
vida en la som bra, no deja de pensar que su propia
referencia a dichos valores para él eternos, se m i­
poesía jamás debe apartarse de un tipo idealizado y
ran las condiciones sociales e históricas en que una
racional de belleza poética. Los poemas de Maya, que
obra surgió, así com o la biografía y personalidad
no deben ser juzgados parcialmente desde el exclusi­
del autor y el ambiente intelectual que le rodea.
vo punto de vista de las modas u obsesiones recien­
Al indagar una vez acerca de cuál sería el factor
tes, constituyen en Colombia muestra afortunada de
determinante de esa disciplina, se respondió que
la devoción por la poesía de uno de los hombres que
lo constituía «la existencia de un conjunto de ideas
más ejemplarmente (quiero decir: con secreta altivez'
o principios de carácter objetivo, independiente­
y sin espectáculo) se han entregado a ella.
mente hasta cierto punto del sujeto, que sirvan de
S erem os tristes ley o de m étodo en la apreciación de la belleza.
En otros términos, una doctrina estética, exterior a
Oye, serem os tristes, dulce señora mía. la conciencia, que pueda aplicarse a la obra com o
N adie sabrá el secreto de esta suave tristeza. norma valorativa, doctrina que casi siempre se
Tristes com o ese valle que a oscurecerse em pieza, deriva de una alta concepción filosófica, o de un
tristes com o el crepúsculo de una estación tardía. postulado moral o sociológico, que le presta a la
crítica su respaldo científico».
Tendrá nuestra tristeza un p oco de ufanía
no más, com o ese leve carm ín de tu belleza, No dejaría Maya de tem er los peligros de la opi­
y juntos llorarem os, sin lágrim as, la alteza nión que en tales términos definió. Por ello aclara­
de sueños que m atam os estérilm ente un día. ba que ese «conjunto de ideas» se refería a:
la existencia de un cuerpo de teorías vivas y a c ­ un hecho palpable en los años cincuenta, es imper­
tuantes, jerarqu izad as racionalm ente y fu e ra de ceptible a finales de los ochenta (...) No obstante
la zona de la estim ación subjetiva, que ordenen todo ello, el problema sentido por él y al que trató
m oralm ente el criterio, le den su razón de ser y de encontrarle solución sigue siendo nuestro pro­
constituyan la verdad y la ju sticia del ju icio. blema: ninguna cultura puede sobrevivir si prescin­
de de toda tradición ( . . . ) Maya, que por momentos
Quiere ello decir que no le abandonó, a pesar de fue un poeta moderno, se negó a serlo como crítico,
sus lecturas modernistas, la creencia de Charles de con toda la conciencia de lo que esa actitud signifi­
Sainte-Beuve, que se hizo famosa, según la cual la caba. Y eso forma parte de su valor, aunque también
crítica debe empeñarse en mejorar a la sociedad m e­ de su anacronismo jam ás le faltaron, en todo caso,
diante la vigilancia de su moral, la sanidad de los las virtudes que él mismo exigía para el ejercicio de
gustos y la preservación de las tradiciones literarias la crítica: honradez intelectual, criterios definidos y
que un criterio prudente (llamémosle así) considere explícitos de valoración, libertad frente a los m éto­
más estimables. dos científicos de análisis, coherencia. Y esa tem pe­
Dicha concepción, que se añanzó cada vez más, ratura em ocional en el estilo, sin la cual la crítica no
explica no sólo la preferencia suya por aquellas obras alcanza la condición de obra literaria».
literarias en que sea ostensible su acomodación al or­ Entre los ensayos de Rafael Maya sobresalen los
den, su rechazo a la aventura y, también en la poesía, el que consagró a figuras de nuestra poesía. A Rafael
predominio de un fondo intelectual. Esclarece igual­ Pombo lo*creyó el primer poeta colombiano. Y hay
mente por qué quiso, en su dedicación a la literatura que mencionar en especial los estudios dedicados
colombiana, orientarla hacia el ejemplo de algunos a Silva y a Valencia. En estos se propuso entender
autores del siglo xtx en los que preponderó una es­ los impulsos divergentes que animaron a estos dos
critura que juzgaba más de contenido que de forma, poetas, casi opuestos entre sí, no obstante su arrai­
más preocupada de las ideas que de las palabras, sin go en ciertos influjos comunes y en una vaga con­
refinamientos ni esteticismos. Llegando incluso a de­ temporaneidad que liga el comienzo con la plenitud
testar de sus maestros modernistas que introdujeran, del modernismo. Allí se vuelven igualmente a vivir
según pensaban, la sola adoración a las imágenes, las respectivas etapas de formación y desarrollo. Y
sensaciones y formas bellas. Tamaña esperanza suya en parte se esclarecen las diversas tentativas de la
en el gobierno de la reflexión sobre, cualquier otro palabra en uno y otros poetas. A través de esas m e­
elemento de la tarea poética, para limitamos exclusi­ ditaciones, aparentemente consagradas a mundos
vamente a este terreno, no ha podido compartirla las ajenos, se nos descubren, digamos que sin escape
generaciones literarias que le sucedieron. Un tanto posible, las opiniones del poeta Maya sobre sus pro­
desconfiadas, desde hace decenas de años, de la om ­ pios poemas: ya parece trivial decir que toda crítica
nipotencia de las facultades racionales del hombre, y es también una manera de autocrítica.
partidarias del entendimiento de la poesía como libre En alguna ocasión, al manifestar su interés por
ejercicio del lenguaje y de la imaginación. Se explica aquella «literatura orgánica» que prefería en la
también por eso que los textos de Maya soslayaran el Colombia del siglo xix, llegó a decir Maya que «el
comentario a creaciones contemporáneas, prefirien­ modernismo rompe toda unidad de pensamiento y
do referirse a escritores del pasado. disgrega el concepto literario. Culpándolo además
■Al aludir a las opiniones que expuso Rafael Maya (en el momento en que su actitud quiso estar más
a través de los libros que antes mencionamos, lúci­ inconciliable con las novedades que proclamaban
damente ha escrito David Jiménez Panesso: «Leer poetas de generaciones posteriores a la suya) de
hoy la obra crítica de Maya obliga a tomar distan­ haber sembrado «los primeros gérmenes de co­
cia, a discrepar con frecuencia, a resentir lo que sus rrupción». Los cuales, hacia los años cuarenta, veía
afirmaciones tienen de anacrónico y de insostenible avanzar, pesimista, tanto en lo social com o en lo li­
para un lector contemporáneo. Hoy es difícil adhe­ terario. Pero no importa la fortuita mención adversa
rir a esos principios absolutos del arte clásico: su que en tal o cual circunstancia pudiese manifestar
vigencia eterna se nos aparece com o una pretensión contra los credos modernistas. Hay razones para
caduca (...) Hoy casi nadie cree en una tradición sospechar que, a pesar de las apariencias, permane­
cultural colombiana que se remonte a Caro, Cuervo ció en sus mejores momentos fiel a ellos. Hasta sus
y Suárez. Tampoco se ve clara la prolongación de la páginas finales, de prosa o verso.
línea romántica hasta llegar a la literatura contem ­
poránea. Contra toda previsión de Maya, hoy pare­
Rafael Vásquez
ce más clara esa continuidad a partir del modernis­
mo, y particularmente de Silva. La plena vigencia Nacido en Bogotá en 1 8 9 9 , falleció en la misma ciu­
actual de Pombo, por ejemplo, que para Maya era dad en 1 9 6 3 . Se le menciona entre los poetas mas
La poesía de Los Nuevos j 51

representativos del retroceso a un modernismo de los parnasianos franceses como fundamento de toda
filiación parnasiana. Pero la verdad parece ser la de civilización digna de ser así llamada. '
1 que escribió sus poemas sin mayor contacto con las En los extensos poemas de Lauros, algunos de los
Linquietudes intelectuales de Los Nuevos. Vásquez cuales ofrecen llamativa diversidad métrica, se mos­
se distinguió por la pasión con que asumió el oficio tró la exaltación de lo colombiano, sus héroes, su te­
de esculpir estrofas de entonación vibrante, estatua­ rritorio, su raza. Correspondían, además, esas com ­
ria, solemne. Esa es la imagen que de él se conserva, posiciones, como lo indicó Rafael Maya, a la actitud
ya que fueron silenciosos sus días, sin desempeño de deslumbrar dentro, propia del vitalismo moder­
de posiciones importantes en la alta burocracia ofi­ nista, ante las fuerzas primitivas de la naturaleza.
cial, la política o el periodismo. Trabajó por mucho En La torre del hom enaje seguía persistiendo lo
tiempo en labores contables de los Ferrocarriles Na­ parnasiano: en su forma y en su concepto de la poe-
lis
V cionales, siendo allí compañero de León de Greiff.
Sus poemas se juntaron en los volúmenes A nforas
i (1927), Lauros (1 9 3 2 ), L a torre del hom enaje (1 9 3 7 )
y Ya pasó el sol (1 9 5 2 ). Se editó también una selec­
ción de sus textos de Prosa y verso. .

Su parnasianism o, disciplina formal


En su m om ento, los poemas de Rafael Vásquez m e­
recieron los comentarios más elogiosos. En la A nto­
logía de líricos colom bianos (1 9 3 7 ) de Carlos García
Prada, la más completa de nuestra poesía hasta en­
tonces, leemos: «Rafael Vásquez es quizás el poeta
más alto de su generación, y uno de los mayores
p
líricos de todos los tiempos en la América española.
Espíritu fuerte, entusiasta magnánimo, enamorado
del ideal en sus manifestaciones más puras y no­
bles, Vásquez lo mismo que Maya - a quien supera
en fuerza y abundancia lírica-, se ha alimentado
de la savia de la raza y ha buscado la expresión
integral de su ser en versos hondos, exquisitos y
vastos, libres de todo amaneramiento y verdadera­
ü mente admirables por su flexibilidad rítmica y por
la propiedad y el brillo de sus imágenes. Pobre y
de familia humilde de trabajadores, Vásquez es el
profeta joven para quien el verso es religión y fi­ Rafael Vásquez Flórez. Fotografía en su
losofía y es noble ejercicio del alma colectiva que libro Ánforas, 1925.

busca los símbolos eternos en que han de encamar A c a d e m ia C o lo m b ia n a d e la Lengua,


Bogoíá.
su voluntad de vivir y sus anhelos de gloria y de
perfeccionamiento.
La disciplina formal semejó ser la primera carac­
sía como fruto de motivos e imágenes culturales. Y
terística de los poemas de Rafael Vásquez desde su
pasó a cantar a los artistas, los filósofos, los santos,
primer libro, A n foras, cuyo nombre es ya referen­
los científicos, a las grandes figuras civiles y milita­
cia a la antigüedad griega y romana. Se habló, por
res de la historia. Empecinado en vencer innecesa­
tanto, de su parnasianismo. Y por plásticos, por vi­
rias dificultades, Vásquez logró no utilizar un solo
suales, se compararon ligeramente sus sonetos con
adjetivo en estos ciento once sonetos. Habría escu­
los anteriores de José Eustasio Rivera. Despojándose
chado a Théophile Gautier en su prólogo, de 1 8 5 2 ,
de lo fácil y sentimental, quería llegar Vásquez a la
a Esmaltes y cam afeos:
severidad de la dicción. Y, más aún, a cierta «obje­
tividad impasible». A la que, gracias a su intimidad
El artista debe ser un buen obrero, con ocedor de
con el paisaje, no llegó, por el contrario, el autor de
todos los recursos de la lengua y el verso. Para
Tierra de prom isión. Tal vez acrecentaría su devoción h acer v aler su habilidad técnica debe elegir la
al Parnaso la conjetura de que, con ese movimiento fo r m a difícil, la m ateria dura: g ra ba r su sueño en
literario, se afirmaban la validez y belleza de ideales el bloque resistente. Sólo perdura la fo r m a más
estéticos de aquellas viejas culturas que defendieron fu erte que el tiem po y que la muerte.
El arduo oficio y la fría obsesión con que Rafael Vás-
quez acometió tan singular empresa se tradujeron, plomáticas. Sus colecciones de poesía son Itinerario
fatalmente, en mero tecnicismo formal y en eclipse de fu g a (1 9 1 5 -1 9 3 0 ) (1 9 3 4 ), D écim as de lu z y yelo
de.la emoción poética. (1 9 4 2 ), Cuando y o digo Francia (1 9 4 2 ), Nocturno del
En su último libro, Ya p asó el sol, fatigada de so­ L ibertador (1 9 4 2 ), Diario de Estoril (1 9 5 1 ), Seis p o e­
meterse voluntariamente a tales obstáculos, la voz m as (1 9 5 9 ) e Itinerario de fu g a, antología inconclusa
del poeta se refugió más diáfana en la intimidad (1 9 7 4 ). Teatro: El buen am or, comedia (1 9 2 8 ). En
amorosa. Logró entonces algunos de los que se han 1 9 7 6 publicó Carnets, una selección de sus prosas
considerado sus mejores aciertos. Por ellos, aunque periodísticas. Anunció, pero no llegó a publicar, sus
raras veces, se le recuerda como minucioso y fervo­ M em orias al revés. Murió en Bogotá en 1 9 82.
roso cincelador del verso.
L a rosa

José Umaña Bernal Esta rosa en el cielo, inmóvil, pura;


y este aire, que la cerca, y la convida:
Nació en Tunja en 1899. Hizo estudios universita­
y ella, en su propio sueño suspendida,
rios en la Facultad de Derecho de la Universidad
serena, en su voluble arquitectura.
Nacional. Fue columnista en los diarios El Tiem po y
El E spectador de Bogotá. A sus 18 años viajó a Esta­ Es casi de cristal, en la segura
dos Unidos, donde permaneció algún tiempo. Polí­ presen cia de su línea estrem ecida:
tico, tuvo renombre com o orador parlamentario en tan perfecta, en el tono, y la m edida,
varias legislaturas. Ocupó así mismo posiciones di­ exactos, de su tedio y su herm osura.
El aire pasa, y ella, sola, queda,
í'v em briagada en su tácito perfume, J O S I : U M A Ñ A B E R N A L
t oculta entre su tálam o de seda.

Y en la alta noche su virtud resume


¡v trémula gota que, en la som bra rueda,
:¡ )' en estéril silencio se consume! DIARIO
Itinerario de fuga DE ESTORIL
El primero y el último libros en verso de José Um a-
: ña Bernal llevan el mismo título: Itin erario de fu g a.
}■El poeta se com plació en explicarlo por correspon­
der a la actitud del ser que fue, solitario, insatisfe­
cho, y orgulloso:

/ Escape, evasión, huida; el viaje siem pre p a ra al-


gima parte, sin m ás propósito que el de que sea
S otra de donde estoy; y hasta any place out of the
world. Y em igrar de mí mismo.

Se mostró siempre ansioso de que se admirara la


posible originalidad de su espíritu.

Primeras influencias
Eduardo Castillo, crítico entonces de vasta influen­
cia en el país, escribió a principios de los años veinte
su nota sobre Umaña Bemal, a quien llamó, el Ben­
jamín de nuestros poetas. Anotó que la perfección
I M í ■ !< I A !. LOúrilA, S. A.
artística de sus sonetos reflejaba la influencia par­
¡■i * \ C ■> .1 1. i. '
nasiana de Víctor M. Londoño, poeta del modernis­
mo colombiano, contemporáneo de Valencia, cuyo
ascendiente en la minuciosa factura del verso puede
también notarse en Tierra de prom isión de José Eus­
Portada de Diario de
tasio Rivera. Desde luego, no sólo la temática sino la guardia de los años veinte. Sobre todo, por el empleo
Estoril, de José Umaña
intención de los poemas de Rivera, así como los de de metáforas que llegaron entonces a tomarse por ar­ Bernal. Buenos Aires,
Umaña Bernal, fueron diferentes de lo mitológico, lo bitrarias. En algunas ocasiones se rompen los metros E ditorial Losada, 1953.
pagano y lo bíblico que encontramos en las hoy poco tradicionales y la música verbal se establece, no en B ib lio te c a L uis A n gel
A r a n g o , B og o tá .
leídas estrofas de Londoño. La lección de este les fue renglones aislados, sino en el conjunto de la estrofa,
de clasicismo, de pulimento, de diligencia formal. como antes habían ido al verso libre, León de Greiff
Por estas características se admiraron los ademanes en Tergiversaciones, y Rafael Maya en Coros del m edio­
galantes, intensamente eróticos, de la primera épo­ día. Asoman también algunas voces representativas
ca de Umaña Bernal. No dejaríamos de mencionar de la vida moderna. En su permanencia en el sur del
otros influjos: los del argentino Leopoldo Lugones y continente americano, Umaña Bérnal leyó allí a quie­
el uruguayo Julio Herrera y Reissig, cuyo criollismo nes eran novísimos poetas de la hora. Pero su afición
de Los éxtasis de las montañas o Eglogánimas también a las tendencias que ellos encarnaban, desafiantes
había tocado a Luis Carlos López. Las obras de Lu­ ante el modernismo tardío de otros, no fue tan gran­
gones y de Herrera, además, ejercieron magisterio en de ni duradera. Su ambición le llevaba, en cambio,
el momento inicial de figuras tan descollantes en la a la conquista de cierto donaire que algunos llaman
poesía hispanoamericana com o César Vallejo, Vicen­ perfección formal. Era la manera de reaparecer, casi
te Huidobro y Ramón López Velarde. sin ser notada, la vieja impronta parnasiana.

Afición pasajera a m etáfo ras vanguardistas Romances y décim as


En una segunda estancia de los poemas de Umaña Otro camino de su poesía fue el de los romances. En
Bemal se advierte una tímida aproximación a mane­ él se reflejó directamente, como en España y en la
ras que tuvieron su origen en movimientos de van- América española, la lectura del Rom ancero gitano, de
tan E n ciclo p e d ia de C olom bia

Federico García Lorca. Antes que fueran reunidos en neos de su publicación son los poemas «Cuando yo
libro los poemas lorquianos, en 1 9 2 8 , publicaciones digo Francia» y «Nocturno del Libertador». A pesar
literarias de nuestros países divulgaron algunos de de que su autor quiso que se entendieran animados
ellos. Muchos jóvenes, y otros que no lo eran tanto, por impulso lírico, la atmósfera épica les fue inevita­
güardarían por años la fascinación con que se les pre­ ble. Haciéndolos con frecuencia aparecer ajustados
sentaron. Y quisieron para sus poemas, que de prefe­ a consabido formalismo.
rencia fueron también romances, el vocabulario, las
imágenes, la disposición escenográfica, el mundo y
Diario c/e Estoril
los matices de. Lorca. La moda se extendió rápida­
En su última colección, Diario de Estoril, se muestra
mente de México a la Argentina. Pudiendo decirse
acaso la mejor manifestación de su poesía. Aquí la
que el Rom ancero gitano marcó larga temporada, ya
voz es más llana; la entonación, que antes no dejaba
distante, de mucha poesía hispanoamericana.
de parecer enteramente literaria, sin llegar a lo pre­
El siguiente libro de Urnaña Bernal se llamó D éci­
suntuoso, se nos hace más natural. Impera o quiere
mas de lu z y y elo . Su palabra vino menos plástica pero
imperar un tono íntimo que propicia la revelación.
más concentrada. A veces, sin embargo, parecen sus
Y el amor se serena con ensimismamiento. Sólo que
décimas sentenciosas y razonadoras, siguiendo fir­
el exceso de preocupación formal, que desde los pri­
me tradición en esta forma métrica. Contemporá­
meros poemas suyos fue característico, disminuye la
intensidad que quisiéramos en ese conjunto poético.
Luis Vidales. Fotografía
publicada en El Gráfico,
Entiéndase que no hablamos de hallar, con el pretex­
febrero 13 de 1926. to de la sobriedad o la desnudez, una palabra simple,
sino una palabra eficaz. El tema dominante es el del
otoño, su propia estación vital. Y, lo más estimable: la
diestra contención que hace audibles la soledad y el
silencio. Una influencia definida y casi diríamos que
ansiada: la del poeta en lengua alemana Rainer María
Rilke en la herencia del simbolismo. Un universo de
esencias y de postreras verdades: el pensamiento de
la muerte propia, la que todo hombre lleva junto con
su vida misma, sobrecoge estos últimos poemas.

Luis Vidales
Nació en la hacienda Río Azul, en Calarcá, Quin-
dío, en 1 9 0 0 y murió en 1 9 9 0 . Poeta, ensayista,
profesor y funcionario oficial especializado en es­
tadísticas. Colaborador de publicaciones literarias
y políticas. De joven, cónsul en Génova, Italia. Fue
uno de los fundadores del partido comunista co ­
lombiano y actuó com o secretario del mismo. Se­
gún declaró, sus ensayos críticos los concebía con
la orientación del materialismo histórico marxista.
En 1 9 8 2 recibió el Premio Nacional de Poesía de
la Universidad de Antioquia y en 1 9 8 3 el Premio
Lenin de la Paz. Libros suyos de poesía: Suenan
timbres (1 9 2 6 y 1 9 7 6 ), L a obreriad a (1 9 7 8 ), Poem as
del abom in able hom bre del barrio Las Nieves (1 9 8 5 ),
A ntología p oética (1 9 8 5 ) y El libro de los fan tasm as
(1 9 8 6 ). En prosa: Tratado de estética (1 9 4 7 ), La in­
surrección desp lom ad a (1 9 4 8 ) y L a circunstancia so­
cial en el arte (1 9 7 3 ). Falleció en 1 9 9 0 en Bogotá.

El escándalo de Suenan timbres


Cuando en julio de 1 9 2 6 apareció en Buenos Aires
índice de la nueva p oesía am erican a, una antología de
r
s
la poesía de Los Nuevos
1

poemas vanguardistas, sus editores y prologuistas, divulgó en Madrid en su M anifiesto a la juventud li­
el peruano Alberto Hidalgo, el chileno Vicente Hui- teraria en febrero de 1919: «Nuestra literatura debe
dobro y el argentino Jorge Luis Borges incluyeron renovarse; debe lograr su ultra». El procedimiento
en sus trescientas páginas a sesenta y dos poetas indicado para llegar a él se anunciaba en la prolife­
ijóvenes de nuestros países. En ella figuró un solo ración de las metáforas. Y en estas, las referencias a
''A" colombiano, Luis Vidales, quién había publicado progresos de la modernidad y a modos de vida que
G* Suenan timbres en febrero de ese mismo año. En su ellos venían imponiendo. Prescindiendo, así mismo,
^ prólogo, Hidalgo se refirió al inmenso influjo de Ra- de la retórica envejecida. Así como de las cualidades
v G' món Gómez de la Serna sobre la juventud literaria auditivas del poema, musicales o simplemente so­
de habla española y en tono provocador afirmó: noras, derivadas del ritmo, la rima o la prosodia ar­
moniosa. Con la propensión, en cambio, a «un valor
Aquí no sobra ningún m al p oeta y es probable que visual, un relieve plástico, una arquitectura visible».
1 no fa lte ninguno bueno. La multiplicación de las metáforas no estimuló
necesariamente el instinto poético de esos jóvenes,
Como ante casi toda obra poética de vanguardia, los limitándose apenas a aguzar su ingenio. La poesía
lectores de ese momento quedaron desconcertados se hizo, no más poética, sino apenas más ingeniosa.
con Suenan timbres. Encontraban que sus renglones, Es lo que reiteradas veces se ha dicho de Suenan
carentes de ritmo y de rima, no ofrecían parecido timbres, desde un comienzo. Pero las demostracio­
alguno con aquellos que tradicionalmente estaban nes de un ingenio risueño," que sin embargo por
acostumbrados a considerar com o versos. Sus te­ rareza consiguió llegar a lo deslumbrante, fue nota
mas no eran sentimentales ni cultos, como los de Portada de la prim era
característica de muchos poemas vanguardistas. Lo
edición de Suenan
poemas cuyo repaso les placía, sino trataban aspec­ que no contradecía del todo, abiertamente, a ciertas timbres. Bogotá, E ditorial
tos cotidianos de la ciudad y las gentes. Su tono, tradiciones: en lengua española el juego de ingenio M inerva, 1926.
lejos del habitual, no podía parecerles serio, ni m u­ B ib lio te c a N a c io n a l,

cho menos solemne, sino juguetón y humorístico. B ogotá.

Sus palabras tampoco correspondían al vocabulario

U EN A
poético acreditado sino a voces que se escuchaban
en la conversación y en la calle. O aun a las que alu­
dían a inventos, modas o entonces maravillosos re­
cursos de la civilización industrial. Las imágenes del
libro que tenían presente, de novísima tipografía, no
relacionaban elementos afines o semejantes, como
los de sus poetas predilectos, sino cosas y conceptos
enteramente extraños entre sí. Todo ello les llevaba
a la conclusión de que Suenan timbres de ninguna
manera podía considerarse poesía. Y de que su pre­
suntuoso autor aspiraba solamente a hacerse pasar

POEM
por poeta vanguardista como los que, según com en­
tarios de prensa, bulliciosa y alegremente estaban
surgiendo en otros países.

Ingenio, hum orism o y poesía


No quedan dudas acerca de que Luis Vidales, ade­
más de leer las greguerías de Gómez de la Serna
como sus amigos de Los Nuevos, conocía también
las revistas del ultraísmo editadas en España, como
Grecia y U ltra, que no dejaban de llegar puntual­
mente a las bien surtidas librerías bogotanas. En esas
publicaciones le alegraría enterarse de que españoles
jóvenes e hispanoamericanos, reaccionando contra
el rezagado novecentismo y el sobreviviente moder­
p nismo, se proponían escribir una poesía en la que
se reflejaran, sin distinciones ni preferencias, todas
las tendencias vanguardistas de la hora. Ese sería,
en síntesis, el programa del ultraísmo, tal com o se
I

56 | G r a n E n c i c l o p e d i a de C o l o m b i a

ha sido señalado com o rasgo permanente del tem­


peramento literario.
En cualquier caso, 'debe señalarse que la sacu­
dida que trajo Suenan timbres beneficiaría de algún
modo a las letras colombianas. Y especialmente a la
poesía, ya fatigada de tantos excesos ornamentales
y declamatorios. Pero la importancia del libro, no
obstante, la dilucidamos más histórica que poéti­
ca: no tanto por las intrínsecas virtudes que pudie­
ran reconocérsele, com o por la evolución futura de
nuestra poesía. En su momento cumplió una fun­
ción necesaria, no digamos que plenamente satis­
factoria, de rebeldía y ruptura.

G eo g ráfica

Mi alm a
-¡A eroplan o!
- voló serenam ente p o r encim a de la tierra.
Los océanos navegaban h acia las costas remotas.
Pero luego suspendieron el n im bo y bajo la
curva de sus lom os azules se durm ió el eterno
m ineral.
Las estrellas giran en el viento.
Europa es un escorpión
España la ca b eza y la Península Escandinava la
ponzoña.
L a A m érica del Sur es un inm enso corazón
botado en el m ar p o r una m ujer celeste.
L a bota de Italia apareció a mis ojos de dorm ido
y m e la calcé rápidam ente y p a sé a grandes
saltos com o un gigante cojo p o r sobre las
m anchas de los países.
Y desp u és...
¡Oh! el puerto.
Pequeño.
¡El puerto de rosa de tu boca!

De Suenan timbres

Su amigo el cronista Luis Tejada, uno de los espí­


ritus más despiertos de la época, dijo en 1922 sobre
Vidales:

L a p oesía de este m uchacho es, en esta prim era


etap a de su obra, una p oesía de ideas, sobria y
sintética; él no sufre la voluptuosidad de las ideas
puras y, lo que es todavía m ás revolucionario y
excepcion al entre nosotros, las presenta en una
f o m a esencialm ente hum orista (...) El hum oris­
m o es, siempre, una actitud trascendental, y has­
ta p od ría d ecirse que todo gran pensam iento es
humorístico.

Luis Vidales
Ninguna a fin id a d con el surrealism o
Las anteriores palabras de Tejada nos facilitan des­
hacer un error de apreciación al juzgar a la ligera
la tendencia poética de Suenan timbres y en el que
Niiems 57

inadvertidamente incurrió, por ejemplo, Andrés la novedad con que se manifestaron las poéticas de
Holguín en su Antología crítica de la p oesía colom ­ una parte de Los Nuevos. Aun cuando es bien cierto
biana. Tamaña equivocación ha supuesto que esos que también desde su iniciación, en los relatos y en
poemas de Vidales puedan ser tomados como su­ el verso, se mantuvo al margen de la actividad que
rrealistas cuando nada tienen que los acerque, en alcanzaron a desarrollar algunos de sus compañeros
ningún mom ento, al verdadero surrealismo. Este de generación literaria. La misma permanencia en
fue un movimiento de intención y sugestión mági­ el exterior, por largas temporadas, le hizo ajeno a
cas, «hijo del frenesí y de la sombra», esencialmente participar en ella. Amórtegui actuó siempre con in­
irracionalista, sonámbulo, anticonceptual y ajeno a dependencia de los criterios y gustos que entonces
toda clase de ideas, puras o impuras. Decir, com o lo pudieron parecer dominantes.
dijeron sus compañeros y com o hoy podemos repe­ Ese rasgo solitario de su temperamento y de su es­
tir, que la poesía de Suenan timbres es de ideas, de critura lo exaltó, en uno de los primeros comentarios
ideas con humorismo, es poner de presente los ele­ acerca de su obra, la crítica de Eduardo Castillo:
mentos reflexivos que la orientan. No es entonces
posible, y ello merece aclararse, la sospecha de que Octavio Amórtegui se ha fo r m a d o solo, com o '
■■ esos poemas nacieron bajo estímulos .de corrientes p oeta y com o prosador. No ha buscado ja m á s el
aplauso fá c il y excesivo que descarría tantos j ó ­
: irracionalistas, de las cuales el surrealismo iría a ser
' venes talentos (...) El verso de Amórtegui ofrece,
la más valedera. Una poesía de ideas, com o la suya,
depuradas y com o sublim adas, las m ism as vir­
es todo lo contrario de aquella surrealista fundada
tudes de su prosa. R eacio a todo estiram iento, a
en el sueño y en la exploración del inconsciente.
toda solem nidad d eclam atoria, m ariposeo ág il­
mente pasan do sobre las cosas com o sin tocarlas
Octavio Am órtegui.
Distintas voces de su poesía (...) Amórtegui gusta de la piru eta im prevista, del
Fotografía publicada por
escarceo vivaz y retozón, y ju eg a con sus im áge- Cromos, enero 1925.
Con receso de unos años, Luis Vidales volvió a es­
cribir poemas. Hubo en su voz varios registros. Pri­
mero, el del vanguardista de Suenan timbres. Luego,
el del político de L a obreríada, cuya calidad los crí­
ticos han encontrado menos persuasiva; también el
del apasionado de las artes plásticas en Espejo de la
pintura, el del nostálgico del mundo paradisíaco de
la infancia y, finalmente, en la vejez, el del inquisi­
dor de sus propios fantasmas.

Octavio Am órtegui
En 1901 nació este poeta y cuentista bogotano. En la
capital siguió cursos en el Colegio del Rosario y luego
los adelantó en París en la Escuela de Altos Estudios
Sociales y en el Instituto de Periodismo. Desempeñó,
de regreso, algunos cargos públicos. Incesante viaje­
ro, desde joven, por países europeos y americanos.
Pasó los últimos años de su vida en México, donde
murió en 1990 en Celaya, Estado de Guanajuato. Re­
cogió su poesía en los siguientes libros: Patios de luna
(1 9 2 4 ), U ltram ar (1 9 3 2 ), xm poem as (1 9 4 3 ), M ano­
lete (1 9 4 9 ), Patios de luna, 25 años después (1 9 4 9 ),
Escrito en la arena (1 9 5 1 ), H oras sin tiempo (1 9 5 7 ),
Nubes de antaño (1 9 6 1 ), Cuando regresan los caminos
(1 9 6 2 ), Sangre votiva (1 9 7 0 , premio de las Olimpia­
das de México) y En la m em oria de un instante (1 9 7 5 ).
Constituyen su narrativa: El dem onio interior (1 9 4 6 ),
Estam pas de brum a (1 9 5 2 ), Fray Sim plicioy otros cuen­
tos (1 9 5 3 ) y De incógnito en la vida (1 9 6 9 ).
Desde un comienzo, los poemas de Octavio
Amórtegui asumieron una reafirmación de la es­
pontaneidad y del sentimiento. Lo que contrastó
con el predominio de lo intelectual, el esteticismo o
t
58 usa n E n c ic lo o e d ia de C o lo m b i

nes com o el clown de Teodoro de Banville con sus ris preludia! (1 9 6 0 ), Los ángeles de vidrio (1 9 6 2 ), El
frá g iles aros de papel, pasan do a través de ellos defensor (1 9 6 4 ), Los relám pagos (1 9 6 5 ), Labios noc­
p a ra ir a ca er sentado en las estrellas. turnos (1 9 6 5 ), M ural de España (1 9 6 6 ), Himnos del
hierofante (1 9 6 9 ), A polo Therm idor (1 9 7 1 ), Escándalo
Uno de sus temas predilectos fue la remembranza (1 9 7 2 ), Desnudez (1 9 7 3 ), Iris pagano (1 9 7 3 ), Mi p e ­
de las cosas idas. Las recordó siempre con ardida rro y las estrellas (1 9 7 4 ), Génesis (1 9 7 4 ), Himnos a la
nostalgia. Su pensamiento y su expresión quisieron noche (1 9 7 5 ) y El H éroe (1 9 7 5 ). Con posterioridad a
revelarse diáfanamente, sin tropiezos retóricas. La la mencionada recopilación, Pardo García dio a co ­
niñez es otro de sus asuntos. Y el ir y venir por el nocer nuevos libros de poemas.
ensueño, en «desfile blanco» de suspirantes siluetas
femeninas. Así mismo su ciudad natal, sus barrios,
Prim era época
sus calles y casas, sus «patios de luna». Luego, con
los viajes, poemas marinos. Y más tarde, com par­ Al ocuparse de la poesía de Germán Pardo García
tiendo esta vez una afición com ún a mucha poesía ha sido costumbre separar en ella dos principales
española, versos taurinos. Y, sin olvidarlos, el amor períodos, aun cuando en cada uno de estos pue­
al contorno y a la intimidad. den igualmente distinguirse ciclos y asuntos dife­
Influencias modernistas se advierten aún en sus rentes. La primera etapa va desde Voluntad, su co­
imágenes, en su lenguaje, en su contemplación de lección inicial, hasta la que lleva por nombre Los
paisajes, seres y objetos. Pero se mantuvo distante sueños corpóreos. Podemos situarla dentro de lo que
del oropel parnasiano. Prefiriendo casi siempre li­ algunos catedráticos han llamado postm odernism o.
mitarse, com o asordinadamente, a la evocación en Entendiendo la denominación no en el significado
voz baja de entrañables afectos. Era ese su entendi­ de reacción contra el modernismo dentro del mis­
miento de la poesía y del poeta. Y, además, sin pre­ mo modernismo, com o algunos la toman y es en
tender para su verso palmarias novedades. Por ello, Colombia el caso de Luis Carlos López, sino, según
es cierto, su obra interesa menos ahora a quienes otros prefieren, indicando con ella el disfrute de di­
ambicionan para la creación poética el riesgo de ser, ferentes logros y formas de expresión, alcanzados
resueltamente, aventura espiritual. previamente por poetas modernistas, sin notarse en
este posterior aprovechamiento el propósito rebelde
de contrarrestar esas conquistas y maneras o el de
Germán Pardo García avanzar, en algún sentido, más allá de ellas. Es de­
Nació en Ibagué en 1902 y murió en 1991. Hizo cir, la simple utilización de anteriores novedades. Se
estudios en el Colegio del Rosario de Bogotá. Gran diría entonces que el verso de Pardo García, en su
parte de su infancia y de su adolescencia transcurrió primera época, se mantuvo fiel a cierta poética m o­
en el campo, en la región de Choachí, Cundinamar- dernista. Y que guardó esta fidelidad con evidente
ca. De joven se inició en negocios publicitarios, ac­ nobleza de dicción. La que se manifiesta, por ejem­
tividad profesional que desempeñaría toda su vida. plo, en la diafanidad de sus sonetos. Siendo cons­
En 1 9 3 2 viajó a Ciudad de México, donde residió tantes los temas de la soledad, la muérte, el amor
hasta su muerte, ocurrida en 1991. En México editó humano y la devoción por distintas presencias, apa­
en los años cuarenta la revista N oticia de C olom bia y cibles o dramáticas, de la naturaleza.
posteriormente, por varias décadas, la gaceta Nivel.
Su pasión por el verso lo convirtió en uno de los más Segunda época
fecundos poetas colombianos. Gran esmero editorial
Posteriormente Pardo García buscó una correspon­
se aprecia en cada uno de sus volúmenes. Cuando en
dencia de sus poemas con la agitación que ha vivido
1977 se hizo, con el titulo de A polo P ankrátor, 1 9 1 5 ­
el mundo del siglo xx. Explicó este anhelo diciendo:
19 7 5 , una recopilación de su obra poética, llevaba
ya publicados treinta y dos, todos ellos editados en
México, con excepción del primero, qué se imprimió C onsidero que la p o esía que actualm ente desesti­
m e la m isión vital del hombre, e ignore sus tras­
en Colombia. Son los siguientes: Voluntad (1 9 3 0 ),
cendentales problem as, no cum ple con sus m anda­
Los júbilos ilesos (1 9 3 3 ), Los cánticos (1 9 3 5 ), Los so­
tos que son, no solam ente los de m ostrarse com o
netos del convite (1 9 3 5 ), Poderíos (1 9 3 7 ), Presencia
un alto y singular elem ento de herm osura, sino
(1 9 3 8 ), Claro abism o (1 9 4 0 ), Sacrificio (1 9 4 3 ), Las
los de unirse a las tremendas inquietudes con­
voces naturales (1 9 4 5 ), Los sueños corpóreos (1 9 4 7 ), tem p orán eas y difu n d ir m en sajes de redención,
Poem as contem poráneos (1 9 4 9 ), Lucero sin orillas de anhelos de paz, que contribuyan a a leja r del
(1 9 5 2 ), v.z. llam a al espacio (1 9 5 4 ), Eternidad del espíritu hum ano la violencia que am en aza con la
ruiseñor (1 9 5 6 ), Hay piedras como lágrimas (1 9 5 7 ), desaparición, de la f a z de la tierra, de la estirpe
Centauro al sol (1 9 5 9 ), La cruz del sur (1 9 6 0 ), Osi- y la cultura.
La puesta de Lúa Nuevos 159

En esta segunda época amplió


considerablemente su vocabu­
lario, dando cabida a términos
de la ciencia y la técnica; recu­
rrió a veces al tono épico; uti­
lizó verso libre; procuró alentar
a sus imágenes con aire cósmi­
co y, en síntesis, abandonó el
lirismo subjetivo en busca de
dicción solemne, objetiva, en­
ciclopédica. No todos alabaron
este cambio. Su poesía tomaba
cada vez más aspecto discursi­
vo. Pero Pardo García insistió
en su nuevo encauzamiento
con la continua producción,
sin pausa, uno tras otro, de
sus libros. En los cuales no se
admiraron, por su carencia de
auténtica vibración poética, las
cualidades que anteriormen­
te se le habían atribuido. Y el

I
poeta no sospechó verosímil la
afirmación de Gottfried Benn
en su conferencia sobre Pro­
blemas de la lírica: «Ninguno,
aun entre los grandes líricos de
nuestro tiempo, ha dejado más
de seis u ocho poemas perfec­
tos; los otros sólo pueden ser
interesantes desde el punto de
vista de la biografía o de la evo­
Portada del poemario
lución del autor». Voluntad de Germán
Pardo García. E ditorial de
El Gráfico, 1930.
El convite
B ib lio te c a L uis A n gel
A r a n g o , Bogoici.
Lo que hallaste en la mesa,
justam ente,
no fu e sino el sab o r de mí ternura;
un fru to sabio, un pan sin am argura, Juan Lozano y Lozano
y el agua de la vida allí presente.
Nació en Ibagué en 1902. Estudió en Bogotá en el
Junté las m anos y elevé la fren te Colegio del Rosario, donde se doctoró en Filosofía
p a ra darte el amor, en la clausura y Letras, y en la Escuela Militar de Cadetes. Se es­
del corazón recóndito; en la albu ra pecializó en Economía y Finanzas en la Universidad
de la m esa ofrecida humanam ente. de Cambridge y en Ciencias Sociales y Políticas en la
Universidad de Roma. Se distinguió principalmente
Toma de este m an jar y que este vino sea,
com o periodista: director del diario L a Razón y la re­
en el dulce vaso diam antino,
vista S em ana y colaborador permanente de El Tiem­
la prim era señal de nuestra alianza.
po y de otras publicaciones. La amenidad, agudeza y
Yo soy la vida y tú el amor. Y el fru to noble expresión hicieron que se le considerara como
del en cam ad o amor, en el minuto ‘ a uno de los mejores columnistas colombianos de
cuajó la eternidad de su esperanza. todas las épocas. Ocupó altos cargos en el gobierno,
A tu intenso m irar m editabundo
tal em oción de transparencia diste,
com o p a ra explicar p o r qué; coexiste
lo diáfano, en el mar, con lo profundo.

Y hay tal v alor en tu actitud sum isa


tal ilusión en tu p a la b ra lenta,
y tanta austeridad en tu sonrisa.

Porque la hum anidad se d iera cuenta


de p or qué; se estrem ece ante la brisa
el bam bú que resiste a la tormenta.

D eb ate contra Piedra y Cielo


Sus opiniones sobre la poesía se concretaron en
un ensayo de 1 9 4 0 acerca de los cuadernos que
inicialmente publicó la promoción poética que si­
guió a Los Nuevos: Piedra y Cielo. Sus argumentos
exteriorizaron tener ascendientes lejanos, no en la
estética del m odernism o, que ya entonces los m e­
nos tardos creían superada, ni aun en la romántica
Juan Lozano y Lozano.
que definitivamente todos pensaban sin vigencia
M iniatura de M anuel J.
Paredes, 1972. alguna, sino en la misma doctrina neoclásica, de
B ib lio te c a Luis Á n gel más de un siglo atrás, que determinó la tarea del
Arcingo, Bogotd.
poeta en la necesaria conjunción de lo bello, lo

en la política, en el Congreso y en la diplomacia. bueno y lo verdadero. Con similares postulados a

Como teniente de navio estuvo en 1 9 3 3 en la batalla los que había expuesto Andrés Bello (1 7 8 1 -1 8 6 5 ),
proclamaba Lozano que la autoridad de la razón,
de Güepí, con ocasión del conflicto colombo-perua-
no por el puerto fronterizo de Leticia. Largamente de lo razonable, de la racionalidad de la palabra,

viajó por América y el Viejo Continente. Editó auto­ debería imponerse hasta en la poesía. Exagerando
al extremo su posición, en lo que parecía solazarse,
res nacionales en las bibliotecas, por él fundadas, de
Los Clásicos, Los Penúltimos y Los Últimos. Impri­ resucitó desaparecidas supersticiones. Para él, el

mió dos colecciones de poesía: H orario prim averal lenguaje de los poemas tendría que ser enteram en­
te comprensible, sin oscuridades, rodeos ni vagas
(1 9 2 2 ), y Joy ería (1 9 2 7 ), en prosa: Ensayos críticos
sugerencias; y las metáforas no podrían ceder a lo
(1 9 3 4 ), y Mis contem poráneos (1 9 4 4 y 1978). An­
fantástico sino atenerse simplemente a lo verosímil.
tologías de sus textos son: Obras Selectas ( 1 9 5 6 ) y
Además, compartiendo el juicio de Rafael Maya
Última página (1 9 8 0 ). Murió en Bogotá en 1979.
en esos mismos años, auténtica poesía era para él,
com o para el autor de las polémicas C onsideraciones
Su poesía
críticas sobre la literatura colom bian a, la que servía
En los poemas de Juan Lozano y Lozano primaron co m o instrumento de las ideas. Desde luego, ideas
el cuidado de la forma, la atención a modelos clási­ sanas. Hoy nos parece inconcebible por anacróni­
cos, un com ún llamado al sentimiento y, en ocasio­ co, en los singulares talento y cultura de Lozano, su
nes, rancia galantería señorial. Aparecieron ellos en debate en esos términos contra Piedra y Cielo. Pero
su juventud; más tarde, por rareza, volvió a entregar recordemos también que así, tardíamente rezaga­
composiciones en las que sobresalieron, nostálgica­ dos en el siglo xix, rom ánticos hispanoamericanos,
mente, algunas de esas características. Varios de sus admirados después en el país com o «geniales», es­
sonetos han sido de constante inserción en antolo­ cribieron sus versos en rara concordancia con anti­
gías de poesía colombiana del siglo xx: entre ellos, guos preceptos neoclásicos.
«La Catedral de Colonia» y «Farewell».

A utocrítica
M adre
Pesimista, com o gran parte de los colombianos en
el comienzo de los años cincuenta, y con su pecu­
Todo lo que hay de triste sobre el mundo
en tu espíritu, madre, resumiste, liar sentido del humor, hizo entonces Juan Lozano
p o r que no se d ijera que lo triste y Lozano, escépticamente, la crítica de sus propios
no es, adem ás de m ístico, fecundo. poemas:
Portada de Joyería, sonetos de Juan
^ Lozano y Lozano. Roma, Scuola
■■ ■ ' Tipográfica Pió X, 1927.
vU ó v .jí ; j- UU A c a d e m ia C o lo m b ia n a
' ■ ■ d é l a L e n g u a , B og o tá .

Mi vocación es el serv id o de la p atria intelectual contribuido en algún grado a prolon gar la tradi­
y política. L a p oesía ha sido en m i incidental ejer­ ción de los dirigentes políticos de C olom bia, que
cicio de la inteligencia; la he con siderado com o la siem pre fu eron letrados; y p o r ello sigo incluyen­
m ás eficaz y ag rad able fo r m a de distracción de do la literatura entre mis actividades.
los azares de la vida. Mis versos son m ás artísti­
cos que poéticos; son la expresión de una person a
culta, que se p recia de con ocer el oficio literario, A lberto Ángel M ontoya
que gusta de la estética de la vida, y que se ejerci­
Nació y murió en Bogotá (1 9 0 3 -1 9 6 9 ). Estudió en la
ta ocasionalm ente en la poesía, com o se ejercita­
ría en el ju eg o de billar, si hubiere llegado a ju g a r misma ciudad en el Gimnasio Moderno. No desem­
pasablem ente. H e elegido una ruda vida de lucha, peñó ninguna clase de cargos, públicos o privados.
y mis versos, en cam bio, presum en de preciosos; Mucho se ha hablado de su juventud de hombre
son un contraste; un reposo; el resarcim iento de mundano y elegante que compartió la poesía con el
la tarea del ciudadano pugnaz, que vive p a ra su amor a los pinceles, al deporte y al placer. También se
país. Me parece, p o r otra parte, que con ellos he han mencionado el dandismo y un agudo erotismo
62 | Gian Enciclopedia de C

cerebral. Con el tiempo su vida cambió, apenumbra- Buscando p araísos terrenales,


da por un destino dramático. Y jamás, en los últimos discurrí p o r tus núbiles edenes,
años, volvió a salir de su casa. Así lo encontró Rafael y al h ollar de vaivenes tus rosales
Maya cuando el poeta se acercaba a sus 5 0 años: hallé todos los m ales y los Bienes.
Al am paro de signos augúrales,
diadem ó la inocencia de tus sienes
El baile de disfraces continúa, y la pareja que acom ­
un gajo de las ciencias
paña a este hombre de inagotable galantería, no y a prim ordiales;
joven, pero siempre enam orado, tiene la misión de . .
y, asi, otra vez, a mi reclam o
acom pañarlo en las libaciones, pero también la
vienes, trayendo en tu querer todos los
consigna de evitar que tropiece contra los espejos. Bienes, y en tu beso fa ta l, todos los M ales.

Sus libros de poesía fueron: El a lb a inútil (1 9 3 2 ), Fusión de vida y poesía


En blanco m ayor (1 9 3 5 ), Las vigilias del vino (1 9 3 8 ),
Las referencias a la obra de Alberto Ángel Montoya
Límite (1 9 4 9 ) y Hay un ciprés al fo n d o (1 9 5 6 ); en
han insistido, con acierto, en la fusión que en ella
1 9 7 3 se juntaron con el título Regreso entre la niebla
existe entre los poemas y la propia vida del poeta. Le
y otros poem as. En 1 9 7 4 El hom bre que se adelantó a
sirvió para dar testimonio de sus adoraciones, recuer­
su fa n ta sm a reunió sus prosas de Ángulo, editadas
dos, nostalgias y congojas. De tal modo que, leyén­
en 1 9 3 8 , y las antes no coleccionadas de Rincón del
dolo, se adivina sin esfuerzo la personalidad y aun
m em orista y Minutos de espera. Sobre sus versos, Ce­
se entrevé, en algunos renglones, la presencia física
cilia Hernández de Mendoza escribió El poeta en la
del hombre que los trazó. Esa unión de vida y poesía
som bra: A lberto Ángel M ontoya (1 9 7 3 ).
delata en un primer instante el envión romántico que
' A ti lo impulsaba. Y que por ejemplo le hizo admirar, en
la lírica colombiana, a figuras como Porfirio Barba-
C om o la fru ta original tú tienes Jacob y Eduardo Castillo, quienes, perteneciendo por
duplicidad de hieles y panales. edad a la lenta declinación del modernismo, apro­
Eres todos los M ales y los Bienes, vechan de este su lenguaje, su riqueza de formas y
sin sab er de los Bienes y los Males. su espíritu de libertad y de individualidad. Pero, al
mismo tiempo, sus poemas contrarrestan los abu­
sos de esteticismo que se dieron en sectores de ese
m
movimiento, afirmando la validez poética de senti­
mientos y pasiones. La poesía de Ángel Montoya se
presentaba a los lectores unos años más tarde. Sin
embargo, bajo el dominio del sentimiento, conservó
rasgos modernistas un tanto modificados por la in­
dependencia que la animaba. Y que precisamente se
manifestó haciendo transparentes sus enardecimien­ F
tos y, después, sus pesares.

Ligereza del verso


La escritura de Ángel Montoya se distinguió por
su gracia y dominio formal. Quiso también ofre­
cer un ademán com o de gentil ligereza exenta de
alusiones intelectuales. En el donaire que muestra
se sospechan modos de Lugones y de Herrera y
Reissig, de quienes recordaba de mem oria estrofas.
I-
Pero no son tales modelos los que más se han des­
tacado de esos dos poetas, aquellos de gran acro­
bacia verbal y m etafórico, ni los que se adelantaron V
a ulteriores posturas de ironía y hum or o al recurso . 1
del prosaísmo y el habla coloquial, sino los que n
se emparentan con el barroquismo y la exquisitez c
de Los crepúsculos del jard ín del argentino y de Los
q
parqu es aban d on ad os del uruguayo. Vi
Alberto Ángel Montoya.
A r c h iv o E l T iem p o.
&

La poesía de Los Nuevo;; i 63
I

Decadentism o
, No eran tampoco ajenos sus poemas al decadentis­
mo de fin del siglo xix: de «extrema percepción sen­
sorial», según lo definió Juan Ramón Jiménez. En
sus lecturas juveniles le impresionarían personajes
como el morboso aristócrata Des Esseintes de Joris
Kari Huysmans y otros de Oscar Wilde, Jean Lorra-
in y D’Annunzio, así como el José Fernández de la
novela de Silva. En la herencia modernista abominó,
como no lo hicieron otros contemporáneos suyos,
un declamatorio parnasianismo que, según dijo con
desdén que le era frecuente,

se redujo casi p o r com pleto a la fa stu o sa descrip­


ción de m om entos antiguos y a la prosódica re­
construcción de épocas abolidas.

Su sensibilidad indicaba en cambio parentesco


con el decadentismo: quería ser refinada, exaspera­
da y hastiada. El gusto por lo falleciente y malsano,
por la sensualidad enfermiza: la de la amante ideali­
zada con resplandores de lujo estéril. Y la intuición
de que la voluptuosidad, com o en algunos de sus
poetas de la Generación del 2 7 , especialmente de Jorge Zalam ea
paradigmas, llega a ser no sólo fuente de placer sino
Federico García Lorca, con quien cruzó interesante
absoluto, místico y eficaz método de conocimiento.
correspondencia. En 1 9 6 5 ganó en Cuba el Premio
Por ese tardío decadentismo, mezcla de exaltación
Casa de las Américas por sus ensayos de La p o e ­
¡m y melancolía, no dejó de pensar en el poema como
sía ignorada y olv id ad a y en 1 9 6 8 recibió el Premio
artículo dem odé frente al tráfago contemporáneo.
Lenin de la Paz. De 1 9 5 2 a 1 9 5 9 se desempeñó
Algunos comentaristas se han equivocado al
com o secretario mundial de la Paz, en Europa. E s­
aludir a la tarea de Alberto Ángel Montoya com o
critor, se inició con piezas teatrales: El regreso de
fruto apenas del espíritu galante y frívolo. Sin ad­
Eva (1 9 2 7 ) y El rapto de las sabin as (1 9 4 1 ). Otros
vertir su posterior entonación, dolorosa y añoran­
ensayos suyos son: L a vida m aravillosa de los libros
te, no desafinada por estridencias. Y sin tampoco
(1 9 4 1 ) y M inerva en la rueca (1 9 4 9 ). En 1 9 7 8 el
reparar en la veracidad de su gesto. Pero es cierto
Instituto Colombiano de Cultura recopiló gran
que, repasándola, deberemos descartar com o de
parte de su obra bajo el título L iteratu ra, política y
menor interés, por ejemplo, sus obstinadas gale­
arte. Vivió en el exilio durante los gobiernos co n ­
rías de damas de sociedad. No podemos dejar de
servadores de mitad de siglo.
mencionar, tam poco, que ciertamente ha enveje­
Realizó numerosas traducciones literarias, del
cido m ucho de su decadentismo, m ucho de sus
inglés y francés, publicadas por editoriales colom­
asuntos y maneras. Y que ha envejecido también
bianas, americanas y europeas.
la porfía suya en la confidencia y el imperioso do­
minio que concedió a su mundo sentimental. Pero
era esa la com prensión que mantuvo de lo poético, Escritor polémico
com o ya se ha señalado: la de una incontrastable Generalmente se le consideró com o el más polé­
identificación de vida y poesía. mico de los escritores de aquel tiempo. Desde la
juventud ese fue su acento característico. En 1 9 3 3 ,
viviendo en Londres, dirigió a Alberto Lleras Ca­
Jorge Zalam ea
margo y Francisco Umaña Bernal, dos compañeros
Nacido en Bogotá en 1 9 0 5 , falleció allí mismo en de grupo, una carta que llamó De Jo rg e Z alam ea
19 6 9 . Se destacó principalmente com o ensayista, a la juventud colom bian a. En ella hizo hincapié en
narrador, poeta y traductor. Y en la vida pública que su generación, Los Nuevos, había proclam a­
com o diplom ático, alto funcionario y editor del do independencia y desacató a la anterior prom o­
quincenario C rítica, que fundó en 1 9 4 8 . En su ju ­ ción colom biana, la del Centenario. Y se mostró
ventud y en restantes etapas de su vida vivió lar­ desengañado porque, en vísperas del prim er go­
gamente en Europa. Siendo amigo en España de bierno del presidente Alfonso López Pumarejo,
miembros de Los Nuevos se alistasen, no sólo a Y apunta esta crítica colombiana acerca de aquel
colaborar bajo el mando de esa figura centenarista, estilo abrumador de reiteraciones, exclamaciones y
sino debido a que los dos destinatarios de tal carta oposiciones: '
hubiesen manifestado que su participación tenía
por fundamento la de hallarse «identificados con ... se p od ría h ablar casi de un fa n ta sm a de tarta­
el pensamiento del doctor López». A pesar de ello, m udez en una prosa que h alaga, ilustra e insiste,
de regreso al país, Zalamea prestó concurso al mis­ en un au tor no muy seguro de corresponder a la
receptividad de su lector.
mo conductor político, primero com o secretario
del Ministerio de Educación y encargado del Des­
pacho, y más tarde com o secretario general de la El sueño de las escalinatas
Presidencia. Porque lo cierto fue que, sin reticen­
Concebido dentro de la diligencia política que de
cias, la generación del Centenario m ostró más de algún m odo respaldaba su quehacer p oético, El
una vez generosidad para con Los Nuevos. Estos,
sueño de las escalin atas ( 1 9 6 4 ) , en el que la m ise­
bajo m andatos centenaristas, escalaron im portan­
ria del pueblo se enfrenta al colonialism o im pe­
tes posiciones en la administración, la diplomacia
rialista en contra del cual se entabla un proceso,
y el parlamento. parece ser, según la misma escritora, m ejor ejem ­
plo de tal intención: «... urdido a base de perio­
La metamorfosis de Su Excelencia dos sonoros», el lector sucumbe al «poderío de un

En 1949 Zalamea publicó el texto titulado La m eta­ idioma opulento y emocionados en el que «será la

morfosis de Su Excelencia, con la manifestación de que: imagen brillante, sensual o barroca lo que le exalta y
fecunda». Sin embargo, pensamos, la grandilocuen­
cia y antiguos efectos retóricas no dejaban de ser
se escribió este relato en la ciudad de Bogotá, en
allí, infortunadamente para lectores amantes de la
los días fin ales del mes de octubre de 1949, bajo
el terror de la época. desnudez y tersura de la poesía, amos y señores de
su expresión.

Era la primera vez que incursionaba en el terreno


poético. Lo hacía ligando en él la aspiración a la Traducciones de Saint-John Perse
poesía con el recurso de lo narrativo. La intención
Cuando en ' 1 9 4 5 comenzó a traducir la obra de
política se advertía al primer momento: imaginar el
Saint-John Perse (1 8 8 7 -1 9 7 5 ), poeta diplomático
drama de un dictador que toma conciencia de su
francés nacido en Guadalupe, Antillas, declaró Za­
propia crueldad era una manera de censurar al go­
lamea haber buscado «consolación poética» en esa
bierno colombiano de esos años. Zalamea asumió
tarea, después de una «época oscura» de su vida.
con su escritura una manera más activa (y valero­
Inconscientemente debió también querer el hallaz­
sa) de su militancia. Infortunadamente caía en una
go de un verdadero lenguaje poético que lo librase
retórica elocuente en la que no dejó de advertirse
de la tiranía de lo conceptual, de lo argumentativo,
la huella que, pese a ulteriores y vastas lecturas,
de lo satírico, de lo ornamental. Ello se alcanzaría
le había dejado la parafernalia modernista. Huella
en algunos poemas breves en los que la dicción al­
que acompañó perseverantemente a sus páginas. Y
canza frescura y naturalidad.
que en él se concertaba además con su propensión
a la oratoria. L a q u eja d el niño negro

El gran Burundún-Burundá ha muerto -L a s tortillas de m a íz no m e saben a


nada, m adre.
Lo mismo podría decirse de otro poema sobre la Los níqueles no m e sii~ven de nada, madre.
tiranía, quizás el mejor estimado de los suyos: El El traje nuevo no m e aleg ra nada, madre.
gran Burundún-Burundá h a m uerto, editado por pri­ N ada m e sirve de n ada porque soy un
mera vez en Buenos Aires en 1 9 5 2 . Helena Araújo niño negro.
ha dicho de él: -¡P ero si estás hecho de m iel y leche, hijo!
-¿ D e m iel negra, madre?
L a exposición argumentativa se va preparando len­ ■ -¡N o ! D e miel...
tamente, en una suerte de ritual semántica. Tras la -¿ D e leche negra, madre?
corta introducción, la descripción del cortejo va sal­ -¡N o ! De leche...
picando de alusiones al dictador mediante nipturas -A prendí a leer y de nada m e sirve, madre.
de sintaxis en fra ses admirativas que interrumpen Aprendí a escribir y de n ada m e sirve, madre.
las enumeraciones de verdugos o de víctimas. Aprendí a con tar y de n ada m e sirve, madre.
I

La poesía de Los Nuevos j 65

el
y

NUEVA BIBLIOTECA CO I O : u r á pu S u j u m
o ;¡ S;¡;| m ;|-\ IH-; |.,\ KKI-I :HI,|<\\

Portada de Pájaros, de Saint-John Perse, en versión de Jorge Zalam ea. Procultura, 1985.
C a s a d e P o e s ía S ilv a , B ogotá.
El sueño de las escalinatas
(fr a g m e n to )

M ontada está la escena; plena la audiencia. Aquí, sobre las esca­ vulsiones la mueca obscena de la condición humana! ¡No más simios!
linatas, frente a los templos, bajo los palacios y con el río ciñendo ¡No más símbolos! ¡Sólo el hom bre! ¡Sólo nuestra condición! ¡Acusa!
mis lomos. Una gran audiencia humana que espera, sorbiéndose los ¡Acúsa la audiencia!
labios amargos y restregando coléricamente uno contra otro los nudos Debo tam bién, oh, creyentes, denunciar la estulticia, el abuso y el
de las rodillas, el proceso, la acusación y la condena de sus ubicuos m ito de las vacas sagradas que ambulan torpes y lentas por estas esca­
verdugos. linatas. No son aquí, como la novilla alcanzada y penetrada por el dios,
La audiencia se reanuda y prosigue la acusación con este largo criaturas de belleza, vida y amor, sino arilo vacío, matriz estéril, cesta
grito: sin fondo de la ignorancia y la miseria, triste trasunto de la condición
«Oh, cándidos creyentes, ¿no estáis consintiendo acaso mi mando contradicha a que os han reducido los ubicuos verdugos que nuestra
e idolatrando aquí mismo, ahora mismo, sobre las escalinatas, a los audiencia busca y acusa. Vedlas aquí, sobre las escalinatas, vuestras
avisados delegatarios de vuestros verdugos?» vacas sagradas, con los cuernos en form a de lira, pintados con el ci-
Ved a estos altos simios de pelambre rubia, de cenicientas crines, de m ilor de los idólatras para disim ular la carie interna; con los saltones
grisosas lanas e indecente trasero que ostenta la desolladura azulosa ojos entelados por la tristeza vergonzante de las cataratas, tejidas en
y rígida de las grandes heridas... Vedlos pululando en torno vuestro, una larga edad de hambre; plisado el cuello, neciamente engalanado
tratando de im itar el lenguaje humano con sus breves ladridos y sus con guirnaldas florales; plisado en la ausencia del bolo rumiable; ex­
horrendos balbuceos pueriles; mendigando, robando o exigiendo toda hibiendo en el lomo la humillación de la erosionada cordillera de los
cosa; infatigables en la actividad codiciosa de sus largos dedos astutos, huesos, enjutos los ¡jares, y bajo el vientre pobre, la inútil ostentación
de sus engarfiadas uñas y de las rosadas palmas de sus manitas, siem­ de la ubre con sus cuatro grifos incapaces de ofrecer al hijo del hombre
pre aptas para convertir los votos depositados en las urnas en billetes su leche solidaria de gran bestia doméstica, desesperada, acaso, de
depreciados para usura de los humildes, beneficio de los poderosos y que ese mismo hombre tema emplear contra ella la cuchilla para su
cuantiosa comisión de los intermediarios prestimanos. sacrificio redentor de ifigenla bovina.
¡Ved a esta despreciable horda, que pretende asemejarse al hom ­ Vedlas aquí, reducidas a la inutilidad de los vanos mitos, forzadas a
bre, a nuestra condición; la horda que diezma las cosechas logradas ser los graves y ridículos símbolos de ese prolongado y tam bién miope,
con tan largo jadeo y tal angustia; la horda que casca con sus peque­ triste y estéril rezongar de los filósofos, que evadidos de la condición
ños dientes aguzados y rechinantes el cacahuete del erario; la horda humana, en sus polvorientas bibliotecas y en sus mentes más desve­
que después del ávido expolio, se diputa a sí misma para ir a chillar y ladas, desaladas y desoladas que la misma miseria sacralizada de las
gesticular bajo las cúpulas de los templos y sobre las terrazas de los bestias, rumiaron y rumian las ¡deas puras reducidas a heno, los hechos
palacios! vivos convertidos en paja, la verdad vital trocada en conserva como
¡Ved a esos grandes monos hediondos a sudor de codicia, a orín fruto para la invernada.
de consentido vasallaje, tratando de treparse al árbol genealógico del Vacas sagradas, filósofos de ayer, hoy y mañana; unas y otros disi­
hombre para triturar en sus más altas ramas, lo mismo que aquí, sobre m ulando las razones del hambre con la deglutición de la sosa saliva
las escalinatas y entre vosotros, las nueces que les tributa el creyente, del ideologismo; eludiendo siempre los hecho ineluctables de la vida,
y mondar las frutas que el creyente les ofrece! las cosas entrañables del hombre; sólo para disputar los filósofos ante
¡Ved que ni siquiera son la Imagen de un dios arbitrario, ni el por­ doncellas de anticipada menstruación literaria, ante iracundas jantipas
tentoso híbrido de magia y realidad, ni tam poco los cancilleres de menopáusicas, ante adolescentes de sexo incierto y ante rijosos sofis­
vuestra voluntad incierta, sino apenas la caricatura del ser humano; tas, su dudoso derecho a escribir textos tan secos como el heno, tan
los ridículos apoderados que lograron de vosotros mismos las cartas fútiles como la paja y tan horros de la leche caritativa como vosotras,
credenciales que les abriesen las artesonadas salas del concejo, las vacas sagradas, que aquí entre nosotros, sobre las escalinatas y bajo
yertas curules del congreso, las secretas cámaras episcopales, los tu fo ­ la ostentosa complacencia mecánica de templos y palacios, no lográis
sos cuartos de banderas para llevar a ellos el yermo testim onio de las ser cosa distinta al agobiante, al agonizante retrato de filósofos enga­
promesas incumplidas, los sucios papeles de las componendas clan­ ñosos, y usureros mecenas. .
destinas, la jadeante amenaza de las leyes represivas, el vitriolo de los ¡Más tengo aún por decir! No por oportunam ente renegadas por
impuestos y, desde luego, sus propias momias de irrisorios proceres! los padres putativos que las bautizaron con el agua del m ito y la sal
Oh, creyentes de baja condición, de voluble memoria y de volun­ del símbolo, dejan de ser esas novillas y esas vacas la más exacta
tad incierta, la primera exigencia fiscal en esta audiencia es vuestra imagen de las sacras palabras vertidas sobre ellas por los arteros ver-
desdeñosa ignorancia y el definitivo exilio de esa horda que pretende borneantes..
parecerse al hombre. El fiscal de esta audiencia os pide la proscripción, Todo un rebaño de vacuas Ideologías babeando sobre vosotros;
ahora y para siempre, de esa exigua tribu voraz, capaz de devorar en toda una manada de mentirosos conceptos vertiendo su estiércol chirle
unas horas la cosecha sembrada, cuidada, saneada y recogida en las entre vosotros; toda una m ugiente impedimenta retrasando vuestra
cuatro largas estaciones en las cuales levanta, amasa y cuece el hom ­ marcha hacia el pan de cada día. ¡No más rumiantes! ¡No más falsa­
bre su pan escaso. rios de la razón! ¡Sólo hombres! ¡Sólo nuestra condición hasta a hora■
¡Fuera esa horda gesticulante, mendicante, amenazante, orante, contradicha! ¡A cusa! ¡Acusa la audiencia!
blasfemante, gimiente, demente, que es apenas en sus trances y con­
Nada me sirve de n ada porque soy un niño negro. se. Descubrió en el autor de Anábasis lo que amaba
-¡P ero si estás hecho de carne y hueso, hijo! en la poesía: magnificencia de la palabra. .
-¿D e carne negra, m ad re? Toda esa majestad aristocrática, extrañeza y aleja­
-¡Ay! miento de lo cotidiano que hay en la obra de Perse,
-¿D e huesos negros, madre? contrastan con otro ideal de Zalamea, afin a su pen­
-¡N o! De huesos...
samiento político, de escribir una poesía «al aire li­
-L o que tengo no m e sirve de ndda, madre.
bre», de fácil entendimiento para las masas. Se opo­
l o que doy no m e sirve de nada, madre.
ne también a ese ideal su propia poesía, que escapa,
Lo que sueño no m e sirve de nada, madre.
Nada m e sirve de n ada porque soy un niño negro. con su ritual oratorio y prosódico, a ja comprensión
-¡P ero si estás hecho de sangre, hijo! inmediata que reclama el vasto público.
-¿D e sangre negra, madre? Es cierto que del trabajo poético de Jorge Zala­
-¡N o! De sangre roja... Mira, com o esta... mea, aquello que ha venido siendo mejor recordado
/M írala/ ¡Quieras o no, tienes que m irarla! son sus traducciones de la poesía de Perse. Ellas lle­
garon seguramente, dentro de lo que se propuso, a
La poesía de Saint-John Perse halló en Jorge Zala­ un raro virtuosismo. Inaccesible, sin embargo, reite­
mea a uno de sus más felices traductores. Se ha di­ rémoslo, a ese gran número de lectores (o de oyen­
cho, incluso, que el mismo poeta, sabedor del idio­ tes) que él hubiera querido hallar. Tanto para dichas
ma español, admiró la versión del colombiano hasta versiones com o para sus poemas originales.
el punto de reconocer que algunos pasajes excedían
en calidad poética al texto original suyo. Zalamea se
apasionó del «portentoso juego idiomático» de Per­ Bibliografía
se, del que le atrajo, entre otras circunstancias, la de C a p a rro so , C a rlo s A rtu ro , Los Nuevos y la poesía: Bogotá,
hallar en él una poesía esencialmente hablada. Por­ Academia Colombiana de la lengua, Separata del Boletín
que era esa la manera de entender Zalamea la mani­ de la Academia Colombiana de la Lengua, 1960.
festación de lo poético: como palabra hablada. En
C h a rry L a ra , F e rn a n d o , « L o s poetas de Los Nuevos» en:
todos sus escritos se escuchan un tanto las inflexio­ Revista Iberoamericana, N° 128-129, julio-diciembre,
nes de una dicción sonora. Le había sido temprana,
1984.
acaso oyéndose a sí mismo, la afición" al teatro y a
Nuevos», en: Manual de litera­
C h a rry L a ra , F e rn a n d o , « L o s
la oratoria. Hasta la arrogancia física de su voz, que
tura colombiana, Vol. n: Bogotá, Procultura-Planeta, 1988.
muchos recuerdan y que le era motivo de autocom-
H o lg u ín , A n d rés, «Literatura y pensamiento. 1886­
placencia, debió afirmarlo en ello. Zalamea encontró
1930», en: Nueva historia de Colombia, Tomo vi: Bogotá,
maravillas en la riqueza y el estímulo del lenguaje
Planeta, 1989.
pérsico: «... podía dar pábulo el entendimiento a su
inofensiva variedad, estableciendo la genealogía de L le r a s C a m a rg o , A lb e r to , «Las distinciones específicas de
una generación», en: Luis Vidales. Suenan timbres: Bogotá,
las palabras, aprovechando las bellas metamorfosis
Instituto Colombiano de Cultura, 1976.
ele ciertas formas verbales, haciendo chocar sobre el
blanco m ar de la página la aguda proa de un insóli­ M ay a, R a fa e l, «Generación de Los Nuevos», en: Obra crí­
to adjetivo contra la cóncava popa de un sustantivo tica: Bogotá, Banco de la República, 1982.
en reposo», declaró. Lo que traduce su deslumbra­ Z a la m e a , J o r g e . «Carta a la juventud colombiana», en:
miento ante las suntuosas formas verbales, imáge­ Literatura, política y arte. Bogotá, Instituto Colombiano
nes, refinamiento Y exotismo de la elocución de Per­ de Cultura, 1978.

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