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Pensamiento y Cultura

Universidad de La Sabana
pensamiento.cultura@unisabana.edu.co
ISSN (Versión impresa): 0123-0999
COLOMBIA

2006
Santiago Martínez Castilla
JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE
AMÉRICA
Pensamiento y Cultura, noviembre, número 009
Universidad de La Sabana
Cundinamarca, Colombia
pp. 111-135

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA


EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA
Santiago Martínez Castilla *

Resumen: este artículo es un extracto de la tesina titulada: “La teoría de la guerra justa de Juan Ginés de
Sepúlveda y la conquista de América”, presentada en la Universidad Carlos III de Madrid para optar al título
de Suficiencia Investigadora y al Diploma de Estudios Avanzados. Se presenta la aplicación de la doctrina de
la guerra justa que el autor mencionado hace a la justificación de la conquista de América, con la intención
de mostrar ciertos elementos que puedan servir para analizar las guerras actuales.

Palabras clave: guerra justa, Juan Ginés de Sepúlveda, conquista de América, humanismo, indios ame-
ricanos.

Abstract: The present article is a fragment taken from the thesis work titled “Juan Ginés de Sepúlveda’s
Just War Theory and the Conquest of America” (“La teoría de la guerra justa de Juan Ginés de Sepúlveda
y la conquista de América”), presented at the University Carlos III of Madrid in order to obtain the title of
Sufficiency Researcher and an Advanced Studies Diploma. It evidences an implementation of the just war
doctrine for justifying the Conquest of America and intends to show some elements that could be useful for
analyzing current wars.

Key words: Just war, Juan Ginés de Sepúlveda, Conquest of America, humanism, american indige-
nous.

Sommaire : Cet article est un extrait du mémoire intitulé : “La théorie de la guerre juste de Juan Ginés
de Sepúlveda et la conquête de l’Amérique”, présenté à l’université III de Madrid pour accéder au titre de Su-
ffisance de Recherche et au Diplôme d’Études Avancées. On présente l’application de la doctrine de la guerre
juste que l’auteur fait de la justification de la conquête de l’Amérique, avec l’intention de montrer certains
éléments qui puissent servir à analyser les guerres actuelles.

Mots clés : Guerre juste, Juan Ginés de Sepúlveda, conquête de l’Amérique, humanisme, indiens amé-
ricains.

* Universidad de La Sabana, Campus Universitario del Puente del Común, Km 21, Autopista Norte de Recibido: 15 - 8 - 06
Bogotá, D.C. Chía, Cundinamarca, Colombia. santiago.martinez1@unisabana.edu.co Aceptado: 8 - 10 - 06

Pensamiento y Cultura 111-136


111 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006
Santiago Martínez Castilla

E n el comienzo del siglo XXI un autor del


siglo XVI como Juan Ginés de Sepúlveda,
que suscitó odios, amores e incomprensiones,
justificación del dominio español en América y
sus aportes a la comprobación de la licitud de
la Conquista.
y que fue tildado por muchos como “apologis-
ta de la esclavitud”, puede ser visto con cierto Reseña biográfica del
recelo y como anacrónico. Pero, en estos tiem-
pos en que nos vemos arrastrados hacia la “ho- autor estudiado
mogeneización” del concierto internacional,
enmascarada en la lucha contra el terrorismo, Filósofo, teólogo, cronista y traductor del
tiene muchísima importancia el estudio de au- griego al latín, hombre de letras reconocido en
tores que fueron piezas claves en el análisis de su tiempo y tardíamente conocido en el nues-
las situaciones críticas de una época en que el tro; Sepúlveda es, sin lugar a dudas, uno de los
“mundo conocido” se ampliaba haciendo nece- principales exponentes del humanismo del si-
sario reinterpretar las formas sociales y mante- glo XVI y del Renacimiento.
ner una jerarquía establecida.
Juan Ginés de Sepúlveda nació en Pozo-
blanco (Córdoba) en 1490, estudió humanidades
Nuestro mundo actual se enfrenta tam-
en Córdoba, donde recibió la mejor educación
bién a una “reinterpretación”, pero de los va-
que su época y región podían ofrecer. Poste-
lores que queremos mantener y de los actores
riormente ingresó en la Universidad de Alca-
que tienen cabida en éste. En estos momentos,
lá, donde perfeccionó el conocimiento de las
cuando con más fuerza se defiende la superio- lenguas clásicas, estudió filosofía y se graduó
ridad de una cultura y se ponen en marcha to- como Bachiller en Artes1. Continó su prepara-
dos los mecanismos para defender una “forma ción en el Colegio de San Antonio de Sigüenza
de vida” que se ve atacada por lo “extraño”, y y obtuvo el grado de Bachiller en teología.
tenemos en mente las consecuencias del Des-
cubrimiento de América, pareciera ser cierta la En 1515 es elegido para estudiar en el Cole-
idea de que la historia avanza en forma de hé- gio de San Clemente de Bolonia, fundado por el
lice. Por tal motivo, se hace necesario conocer Cardenal Gil de Albornoz en 1365, y allí se gra-
los hechos, los interrogantes que se plantearon dúa como doctor en teología y en arte, aproxi-
y las respuestas que obtuvieron aquellos que madamente a comienzos de 15232. Su principal
tuvieron que lidiar con problemas siquiera pa- profesor en Bolonia fue Pietro Pomponazzi, del
recidos a los actuales. que recibió los estímulos necesarios para cono-
cer con detenimiento la filosofía aristotélica y
No pretendemos mostrar un trabajo de preocuparse por aumentar sus conocimientos
historia comparada –que sin duda aportaría sobre la cultura griega3. Durante su estancia en
resultados interesantes y muy útiles– sino, sim-
plemente, estudiar con cierta profundidad la 1 Véase Aubrey Bell, Juan Ginés de Sepúlveda, Oxford University Press,
1925, p. 2.
obra de un autor que, en un siglo difícil, aportó 2 Véase la bio-bibliografía reseñada en: Francisco Castilla Urbano, Ginés
explicaciones y análisis a las situaciones críticas de Sepúlveda, Madrid, Ediciones del Orto, 2000, pp. 8 y 9. Véase tam-
bién J. A. Santamaría Fernández, El Estado, la guerra y la paz, trad., Juan
que sufrió su época. ¿Por qué Sepúlveda?, por Faci Lacasta, Madrid, Ediciones Akal S. A., 1988, p. 167.
su talla intelectual, por estar cercano a los dos 3 No en todo estuvo de acuerdo Sepúlveda con su maestro: era prin-
centros más poderosos de su época, el papa y el cipalmente crítico con las “dangerously agnostic tendencies of his
teacher” y que no se preocupara por leer a Aristóteles en su lengua
emperador Carlos V, y, definitivamente, por su original. Aubrey Bell, ob. cit., p. 4.

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JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

Bolonia y debido, principalmente, a su crecien- go López Zúñiga, forman parte de la comitiva


te competencia como teólogo y traductor, Ginés papal para recibir a Carlos V en Génova camino
de Sepúlveda tiene la oportunidad de cono- de Bolonia para ser coronado por Clemente VII.
cer y entablar fuerte amistad con importantes Sepúlveda no desaprovecha la oportunidad
personalidades del humanismo italiano, como para componer un discurso en el que exhorta
el príncipe de Carpi (Alberto Pío), el cardenal al futuro emperador a hacer guerra a los Tur-
Cayetano Aldo Manucio (Orden de los Domini- cos que amenazan la cristiandad, es la famosa
cos), el Papa Adriano VI y, también, con la pres- Cohortatio ad Carolum bellum suspiciat in turcas,
tante familia Médicis, entre quienes se encon- o “Exhortación al Emperador Carlos V para que, he-
traba Julián de Médicis, futuro Clemente VII4. cha la paz con los príncipes cristianos, haga la gue-
rra contra los turcos”7.
Todas estas personalidades tuvieron fuer-
te influencia en Ginés de Sepúlveda, específica- Durante su estancia en Bolonia, a partir
mente en el cultivo de sus conocimientos filo- de numerosas conversaciones con los miem-
lógicos, como demuestran las numerosas obras bros del séquito imperial, y con motivo de un
clásicas que le encargaron para su traducción pequeño movimiento de protesta entre los es-
y comentarios, gracias a lo cual se convirtió en tudiantes del colegio de españoles de Bolonia,
uno de los más prestigiosos traductores clásicos Sepúlveda forja la idea, que luego plasmaría en
del siglo XVI5. el Demócrates Primero, sobre la compatibilidad
de la vida cristiana y la vida militar, y en el que
En 1523 se traslada a Roma, donde ejerce expone con mayor profundidad ideas mencio-
como profesor de filosofía moral y como tra- nadas en trabajos anteriores, así como algunas
ductor y comentador de Aristóteles en la cor- de sus tesis sobre la guerra justa.
te del Papa Clemente VII. En 1527 Sepúlveda
es testigo directo de los hechos del “Saco de En 1534 muere el papa Clemente VII, ami-
Roma” cometido por los soldados imperiales: go y protector de Sepúlveda, hecho que supon-
Juan Ginés se encuentra en el bando romano y drá el fin de su periodo italiano. En abril de
se refugia con el príncipe de Carpi en el casti- 1536 Carlos V regresa a Roma después de los
llo de Saint Angelo, del que es expulsado por el triunfos obtenido en la Campaña de Túnez, y
cardenal Orsini por el hecho de ser español. Se- ofrece a Sepúlveda el cargo de cronista impe-
púlveda se retira a Nápoles con tan mala suer- rial8. De regreso a España, Carlos V lo nombra
te, que un año después de los acontecimientos preceptor del príncipe Felipe II, además de
de Roma presencia el comienzo del “Sitio de capellán y cronista imperial. Durante este pe-
Nápoles” (1528). Afortunadamente, en esta riodo, Sepúlveda reparte su tiempo entre sus
ocasión es el cardenal Cayetano (Tomás de Vio) obligaciones en la corte y el cuidado de sus cada
el que lo auxilia, y desde ese momento trabaja vez más numerosas propiedades de Pozoblan-
con él en el Comentario al Nuevo Testamento, co. En la tranquilidad de su finca la Huerta del
tarea que se le encomendó por sus conocimien- Gallo, Sepúlveda continúa sus estudios y la es-
tos de griego6. critura de su Historia de Carlos V, sobre los da-
tos que recopila en sus viajes a la corte. En este
Poco tiempo después, Sepúlveda conoce a tiempo publica varios trabajos, como el Teófilo
Francisco de Quiñones, el cardenal de la Santa o Theophilus (1538) sobre cuándo debe ser de-
Cruz, y con él regresa a Roma para conseguir nunciado un crimen; su traducción de la Política
un acercamiento entre el emperador Carlos V y de Aristóteles y un importante trabajo sobre la
Clemente VII. Los dos, acompañados por Die- reforma del calendario9.

4 Santamaría Fernández, ob. cit., p. 167. 7 Castilla Urbano, ob. cit., pp. 16 y 17; Santamaría Fernández, ob. cit.,
pp. 168 y 169, y Bell, ob. cit., pp. 7 y 8.
5 En Castilla Urbano, ob. cit., p. 15, se encuentra un pequeño resumen
de las principales traducciones encomendadas a Sepúlveda por los 8 Santamaría Fernández, ob. cit., p. 170. Véase también, Francisco Casti-
humanistas italianos. lla Urbano, ob. cit., p. 19.
6 Ibíd., véase también Bell, ob. cit., pp. 6 y 7. 9 Bell, ob. cit., p. 18.

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Santiago Martínez Castilla

La tranquilidad de su trabajo se vio inte- phic and religious discussion in the palace of
rrumpida, a partir de 1545, por la disputa en la Carpi and the gardens of the Vatican, he had
que se vio implicado con fray Bartolomé de las deciphered Latin inscriptions in the garden
Casas por la situación de los indios del Nuevo of Angelo Colocci, and he had corresponded
with Erasmus and many other famous men of
Mundo sometidos al imperio español, y sobre
the day11.
la licitud de la dominación española en Améri-
ca. Carlos V interviene para dirimir la disputa
y convoca a una reunión de teólogos con el fin La teoría de la
de dilucidar la cuestión; en este contexto tiene guerra justa
lugar la famosa Junta de Valladolid, celebrada
en dos sesiones, una en 1550 y otra en 155110. Este apartado presenta una exposición ge-
neral de la teoría de la guerra justa en la que
Después de la controversia con Bartolomé se basa nuestro autor, partiendo de las diversas
de las Casas, Sepúlveda continúa su labor como posturas ante la guerra, los autores que han tra-
cronista imperial, escribe una historia de Espa- tado este tema, los problemas que esta teoría ha
ña, y tras la muerte del emperador, escribe una tenido que solventar (como el supuesto antago-
Historia de Carlos V y una Historia del Nue- nismo entre cristianismo y guerra) y la presen-
vo Mundo. Al final de su vida logra editar una tación esquemática de los principales puntos de
obra que dedica a Felipe II, De regno, o Del reino esta teoría.
y deberes del rey, libro en el que estaba trabajan-
do desde 1554. Finalmente, tras varios años de
Antecedentes
estudio, retiro y silencio, muere en Pozoblanco
en 1573. Normalmente la guerra comporta un pro-
blema de orden internacional y tiene como pro-
La dilatada vida de este gran hombre de tagonista a los Estados. Actualmente, la guerra
letras y excelente exponente del humanismo re- como conjunto de actos violentos que tienen
nacentista ha sido resumida por Aubrey Bell en como fin imponer la voluntad de un Estado so-
un extenso párrafo que me permito transcribir bre otro adversario se ha ido ampliando a otros
aquí, pues resalta la amplitud de miras y el vas- posibles actores beligerantes, como grupos ar-
to conocimiento que poseía nuestro autor: mados internos o de carácter transnacional. De
todas maneras, en este trabajo tomaremos a los
He had seen all the horrors of the sack of Rome, Estados y las naciones como principales (úni-
had been indanger of starving in the siege of cos) actores en la guerra.
Naples, had conversed intimately with Pope
Clemente VII and the Emperor Charles V, had A lo largo de la historia la guerra ha sido
met Alfonso de Valdés at Piacenza, dined with vista desde dos perspectivas: como maldición
Cardinal Pole at Toledo and with the Consta- universal, desde la cual la guerra es la suma
ble of Castille at Barcelona, had known a host manifestación de la maldad, es infernal y conse-
of Italian and Spanish scholars and men of let- cuencia de la acción satánica; o como fatalidad
ters, including the historian Zurita and Pedro purificadora, por la cual se acepta como envia-
Mexia, and had discussed Aristotle at Madrid da o permitida por Dios12. Sin embargo, desde
with Alexo Vanegas and Honorato Juan; he las dos perspectivas la guerra se explica como
had taken part in many a literary and philoso- inevitable, desde las dos posturas el hombre no
es más que un títere de las acciones de los dos
10 Es muy importante señalar que en el siglo XVI, la Junta de Vallado-
lid tiene una relevancia sin precedentes, ya que es la primera vez que
un monarca poderoso, de la talla de Carlos V, pone a debate en la
plaza pública sus decisiones políticas, ordenando la suspensión de la 11 Bell, ob. cit., p. 22.
conquista de América hasta que se probara su justicia. Véase la intro- 12 Véase Yves de la Brière, El derecho de la guerra justa: tradición teológica y
ducción a fray Bartolomé de las Casas, Apología, en Obras completas, adaptaciones contemporáneas, trad. Luis Islas García, México, Editorial
edición de Ángel Losada, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 12. Jus, 1944, pp. 13 y 14.

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JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

enemigos por excelencia: Dios y el diablo. Lo escritos trata sobre la adecuación entre el deber
que tiene que ser resaltado es que las guerras militar y el deber cristiano, lo que es censurable
son producto de las acciones del hombre y, por en la carrera de las armas y los objetivos que se
tanto, no puede subrogar su responsabilidad deben perseguir con las guerras. Este autor man-
en otros. tiene la postura providencial de la guerra: para
él las guerras son permitidas por Dios con fines
Ahora bien, el hombre se ha preocupado de purificación y santificación, “castigo debido,
por buscar justificaciones éticas a las guerras, a si el vencido es el culpable; prueba redentora, si
esto responde la teoría de la guerra justa, como el vencido no merecía esa desgracia”14.
marco para explicarla y para buscar su posible
regulación. En este sentido, esta teoría debe Después de San Agustín, autores como S.
mucho a la tradición judeo-cristiana, que la va Isidoro de Sevilla, Yves de Chartres y Graciano,
desarrollando a partir de preguntarse en qué discutieron sobre la justicia de la guerra, pero
sentido y en qué circunstancias puede aceptarse hay que esperar hasta Santo Tomás de Aquino
la guerra desde el punto de vista de la moral. para ver las ideas sobre la guerra expuestas de
forma esquemática y más rigurosa15. El doctor
No obstante, la conveniencia del “uso de Angélico reunirá sus planteamientos sobre la
las armas” no está exenta de discusión dentro guerra en la Suma Teológica IIª IIªe, cuestiones
de la tradición a la que nos referimos. En el XXIX y XL. Como novedoso frente a sus prede-
Antiguo Testamento se presentan varias refe-
cesores están las condiciones que impone para
rencias a guerras emprendidas por la voluntad
que una guerra pueda ser justa: autoridad com-
de Dios (el Libro de los Macabeos, por ejemplo),
petente, causa justa e intención recta.
mientras que en el Nuevo Testamento hay
varios pasajes que aluden directamente al re-
Ya en el siglo XVI, el derecho de guerra
pudio de las armas y al recurso a la fuerza (el
fue estudiado ampliamente por Francisco de
Sermón de la Montaña, por ejemplo). Más ade-
Vitoria16, principal exponente de la Escuela de
lante trataremos de solucionar este supuesto
antagonismo; ahora lo citamos únicamente Salamanca, en De Jure Belli (1539); por Francisco
para indicar que el desarrollo de la teoría de la Suárez17, también de la Escuela de Salamanca,
guerra justa tiene su origen, precisamente, en principalmente en su Disputatio XIII; y por Juan
estas contradicciones. Ginés de Sepúlveda, el autor que ha motivado
el presente trabajo.
Todos los que han teorizado sobre la gue-
rra han tratado sobre la posición que tiene el Compatibilidad entre
Cristianismo respecto a este problema. Con el vida cristiana y vida militar
inicio de la cristiandad se presentan los prime-
ros esfuerzos por tener una concepción de la El problema de la compatibilidad entre el
justicia de la guerra compatible con una ética cristianismo y la milicia se encuentra en el seno
cristiana. Sin pretender ser exhaustivo, a conti- de la discusión sobre la necesaria moralidad de
nuación se expone la postura de los principales la guerra. Tal como hemos señalado, la guerra
autores que realizaron esta tarea. como fenómeno humano necesita ser explicada
en términos éticos que sirvan para justificar su
San Ambrosio, en el siglo IV, y San Agustín, existencia.
en el V, son los primeros autores cristianos que
abordan este tema13. En concreto, San Agustín 14 Ibíd., p. 37.
es especialmente importante por sentar las ba- 15 Ibíd., p. 43.
ses de la teoría de la guerra justa. En numerosos 16 Sobre Francisco de Vitoria puede verse, en la bibliografía ya citada, De
la Brière, ob. cit., pp. 49-55. También, Santamaría Fernández, ob. cit.,
pp. 68-124.
13 Ibíd., p. 26. 17 Sobre este autor ver, De la Brière, ob. cit., pp. 57-60.

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Santiago Martínez Castilla

En este sentido, el problema planteado se responder con fuerza a la fuerza, soportar las
centra específicamente en la aceptación o no de injurias y “poner la otra mejilla”21. Sepúlveda
la guerra desde la ética cristiana. Obviamente, considera erróneo este planteamiento, fruto del
el problema lleva implícito un cambio sobre la desconocimiento del Derecho divino y natural,
concepción de la guerra a partir de la venida de y de equivocadas interpretaciones de la Sagra-
Cristo, y, por tanto, una aparente contradicción da Escritura, motivo por el cual redacta el trata-
entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testa- do en mención, en el que recoge sus respuestas
mento. El primero aceptaría la guerra como una a los argumentos que sostienen la incompatibi-
“fatalidad divina”, mientras que el segundo la lidad entre los dos aspectos señalados.
rechazaría afirmando que las enseñanzas de
Cristo “han dejado obsoletos los preceptos La guerra y la ley natural
de la Ley Mosaica”18.
Uno de los primeros argumentos en contra
Sin embargo, esta separación tajante de la de la compatibilidad entre la milicia y el cristia-
Sagrada Escritura no se puede mantener a me- nismo es que “las leyes cristianas y el derecho
nos que se quiera sostener la falta de coherencia divino nos prohíben de todo punto hacer la gue-
divina o la existencia de dos dioses: un Dios del rra”22, argumento que lleva el planteamiento a
Antiguo Testamento y un Dios del Nuevo Tes- una diferencia entre la ley que está escrita en el
tamento; o, lo que sería lo mismo: un Dios de Antiguo Testamento y la ley del Nuevo Testa-
los judíos y un Dios de los cristianos. Sepúlveda mento. En este sentido, sólo a los judíos les era
es consciente de lo anterior, por tanto, plantea lícito hacer la guerra porque seguían la ley del
que la solución del problema no debe pasar por Antiguo Testamento, aquella que le permitió a
una aceptación o negación de la guerra, sino Moisés, Josué y a David hacer la guerra contra
por demostrar “en qué sentido podrá a veces sus enemigos; mientras que a los cristianos no,
ser admitida en una conciencia recta, en una y no podían seguirse por la antigua Ley porque
conciencia cristiana”19. la venida de Cristo la había derogado, dejando
una nueva. Aunque este argumento no plantea
Ginés de Sepúlveda aborda el problema, la existencia de dos dioses distintos, el de los
específicamente, en su tratado Demócrates Pri- judíos y el de los cristianos, sí deja en claro que
mero20, que se gestó durante el segundo encuen- los preceptos cristianos son superiores y con-
tro entre Carlos V y Sepúlveda, ocurrido en vierten en sombras a los del Antiguo Testamen-
Bolonia en 1531. En este encuentro Sepúlveda to, exceptuando al Decálogo de Moisés, que se
tiene ocasión de presenciar un movimiento es- considera vigente en ambos Testamentos.
tudiantil en el seno del Colegio de San Clemen-
te, de donde egresó, en el que muchos de sus Ahora bien, si los Diez Mandamientos si-
alumnos españoles sostenían que como cristia- guen vigentes en el Nuevo Testamento es por-
nos no debían oponer resistencia a los ataques que hacen parte de algo que es común e incluso
y avances del ejército turco, que ya en ese mo- superior a los dos Testamentos: la Ley natural,
mento sitiaba Viena, y por tanto rechazaban la aquella que es huella indeleble de la Ley eter-
prestación del servicio militar. na en el hombre. La referencia a San Agustín
por Sepúlveda es obvia: al cordobés le interesa
Los estudiantes basaban sus argumentos dejar claro que tanto el Antiguo como el Nue-
en las enseñanzas en las que Cristo manda no vo Testamento tienen un referente común, el
18 Santamaría Fernández, ob. cit., p. 127. 21 Leopoldo se basa en dos pasajes bíblicos para demostrar que Cristo
19 De la Brière, ob. cit, p. 18. rechaza la guerra: el Sermón de la Montaña (Mateo 5, 38-48), y la re-
20 Sepúlveda escribe este tratado en forma de diálogo entre tres persona- prensión de Pedro por usar la espada para defender a Cristo (Mateo
jes: Alfonso, un viejo soldado; Leopoldo, quien sostiene la incompati- 26, 52-54).
bilidad entre la milicia y el cristianismo; y Demócrates, protagonista 22 Juan Ginés de Sepúlveda, Demócrates Primero, en Ángel Losada, Tra-
que representa al mismo Sepúlveda y responde a todos los argumen- tados políticos de Juan Ginés de Sepúlveda, Madrid, Instituto de Estudios
tos antimilitaristas de Leopoldo. Políticos, 1963, p. 146.

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JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

derecho natural o la ley natural, que es divina que pueden determinar lo que es justo. En este
porque tiene su origen en la Ley eterna, aquella caso, dicho elitismo sería la base del derecho
que el Hiponense definió como “razón o volun- de gentes, entendido como ese derecho natu-
tad divina que manda conservar el orden natu- ral secundario, específico a los hombres.
ral y prohíbe alterarlo”23. Y, claro está, no puede
esgrimirse el argumento en contra que señala De todas formas, la determinación de lo
que la venida de Cristo abolió a la ley del An- justo y de lo injusto según el derecho de gen-
tiguo, ya que de Cristo, Dios mismo, procede tes, “aquel del que se sirven todas las gentes
la ley natural. Por tanto, sólo resta comprobar prudentes”27, la utiliza Sepúlveda para dar una
si puede hacerse la guerra, siguiendo la ley na- primera definición de guerra justa, de guerra
tural, para lo que Juan Ginés diferenciará entre que no contradice a la ley natural. Entonces, si
guerras justas y guerras injustas. concedemos que no hay acción más injusta que
el agravio o injuria cometido a otro para satis-
Es claro que si toda justicia viene de Dios, facción de las pasiones, aceptamos, siguiendo a
y que los agravios e injurias son contrarios a la San Ambrosio, que es justo y totalmente exigible
ley natural, por tanto, las guerras que se hacen que nos defendamos y defendamos a nuestros
con agravios e injurias hacia otros son injustas amigos de las injurias que se nos hacen28. En tal
naturalmente24. Y, si hay guerras injustas por sentido, si hay una guerra justa naturalmente,
naturaleza, debe haber guerras justas, guerras es la que se lleva a cabo para repeler la injuria
que sí estarían en consonancia con la ley natu- y la violencia, ya que si admitimos que “la Ley
ral, lo que obliga al autor a determinar y expo- natural se quebranta en la guerra cuando esta
ner lo que es justo por naturaleza, para lo que se hace con injuria de alguien, necesario será
Ginés utiliza a Aristóteles. admitir que es justo, por Ley natural, hacerla
para rechazar las injurias de quienes hacen vio-
Siguiendo al filósofo, Sepúlveda plantea lencia y para defender a los inocentes”29.
que lo justo es lo que en todas partes se con-
sidera como tal: “es justo para todos o, por el Sepúlveda da un primer gran paso a favor
contrario, injusto, aquello que, por natural co- de la compatibilidad de la milicia y el cristia-
nocimiento y razón, todos los hombres tienen
nismo; comprueba que por ley natural –que
por tal”25. Sin embargo, no somete su concepto
es la misma tanto en el Antiguo como en el
de la justicia a la diversidad de opiniones, mu-
Nuevo Testamento–, pueden ser justas algunas
chas de ellas antagónicas entre sí, que pueden
guerras, aquellas dirigidas a defenderse de los
surgir al considerar lo justo y lo injusto. Sino
agravios e injurias de otros.
que lo justo o lo injusto dependen de lo que
los hombres más virtuosos y prudentes han
señalado como tal: “para juzgar la bondad o La vida activa y la
malicia de las cosas y averiguar dónde está la vida contemplativa
virtud o el vicio, debemos seguir el juicio de
las personas buenas y virtuosas, cuya alma y La diferencia entre la vida activa y la vida
entendimiento están sanos, y no de las perso- contemplativa está enmarcada en el problema
nas malas, en las que lo uno y lo otro está en- de la compatibilidad a la que nos venimos refi-
fermo”26. Aunque implícito, se puede observar riendo. La vida contemplativa es, en este caso,
un cierto “elitismo del intelecto” en lo referen- la vida dedicada exclusivamente a la búsqueda
te a los hombres y específicamente a aquellos
27 Idem.

23 San Agustín, Contra Fausto, XXII, 27, en Obras completas, Madrid, BAC, 28 Véase, Juan Ginés de Sepúlveda, Exhortación de Juan Ginés de Sepúl-
1980, p. 540. veda, Cordobés, al invicto Emperador Carlos V para que después de hacer
24 Sepúlveda, Demócrates Primero, ob. cit., p. 151. la paz con los príncipes cristianos, haga la guerra a los Turcos, en Losada,
Tratados políticos de Juan Ginés de Sepúlveda, ob. cit., p. 14.
25 Ibíd., p. 152.
26 Ibíd., p. 153. 29 Sepúlveda, Demócrates Primero, ob. cit., p. 154.

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de la felicidad eterna, en términos de Aristóte- fica que ambas sean igual de importantes, pero
les; o la búsqueda de la verdad suprema, según sí que son dos caminos distintos que llegan al
San Agustín. Se entiende en los términos de mismo destino. En este caso, tanto por la vida
contemplación divina y de entrega total a Dios contemplativa, como por la vida activa, se pue-
a los que Cristo exhorta en su palabra. Mientras de ser un buen cristiano; claro está, mantenien-
que la vida activa se refiere, en principio, a las do la jerarquía, lo más excelente siempre será
labores cotidianas, al trabajo y demás obligacio- más importante que lo menos excelente, la vida
nes civiles que tienen los hombres por vivir en contemplativa es preferible a la vida activa: “los
comunidad, entre las cuales, servir en la guerra cristianos tienen dos maneras de vivir, ambas
es una de éstas en la época de Sepúlveda. honestas y conformes a la religión, pero una
más excelente que otra”32.
Juan Ginés expone un argumento más a
favor de la compatibilidad entre milicia y cris- Sepúlveda ahonda más en la cuestión y uti-
tianismo, al sostener que ambas formas son liza un pasaje del Nuevo Testamento para ejem-
honestas, son necesarias, no son antagónicas y plificar mejor la diferencia entre la vida activa y
son acordes a la religión, lo que no significa que la vida contemplativa, y cómo ambos caminos
ambas estén en un mismo plano de igualdad: la son correctos según Cristo. El pasaje referido es
contemplación para Sepúlveda está por encima el de Marta y María (Lucas 10, 38-42), hermanas
de la actividad, la búsqueda de la sabiduría que en cuya casa entró Cristo; y, mientras Marta le
proviene de Dios es mucho más importante que atendía y se preocupaba por sus huéspedes con
las obligaciones de la vida en comunidad. Re- cuidados y atenciones, María escuchaba con
cuerda este argumento la jerarquía agustiniana atención, “contemplaba”, las palabras de Cris-
entre las partes que componen el hombre, en la to en su casa. Marta reprende la actitud de la
que el alma es superior al cuerpo porque es hermana delante de Jesús, a lo que Él responde:
la que contiene la razón, instrumento por el “Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por
cual se conoce la esencia divina. muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más
bien una sola. María ha escogido la mejor par-
Ahora bien, en la búsqueda de la verdad, te, que no le será arrebatada” (Lucas 10, 41-42).
del bien y de la felicidad, nos servimos de la Para Sepúlveda, Marta representa a los que se
virtud: “todos los que habéis leído las obras deciden por la vida activa, mientras que María
morales de Aristóteles sabéis muy bien que los a los que se dedican a la vida contemplativa; y
peripatéticos enseñan que el fin de los bienes la respuesta de Jesús a la pública reprensión de
consiste en el ejercicio de la virtud, fin éste lla- Marta es la comprobación más clara de que am-
mado algunas veces por Aristóteles el sumo bos tipos de vida son dignos y virtuosos, y todo
bien y otras bienaventuranza”30. Virtud de la cristiano está obligado a seguir uno de los dos,
que hay dos clases, la virtud moral y la virtud preferiblemente el tipo de vida contemplativo,
intelectual, que se relacionan íntimamente con que es el mejor y más excelente.
cada tipo de vida. En este sentido, la vida acti-
va se debe llevar a cabo por medio de la virtud Para los que pudieran pensar que la vida
moral, y la vida contemplativa por la virtud in- activa se encuentra en un plano muy inferior
telectual. y siempre relegada, Sepúlveda sostiene que la
vida activa es muy necesaria para el buen vi-
El punto importante está en que por cual- vir y para el buen desarrollo de las actividades
quiera de las virtudes se puede llegar a la feli- particulares y, principalmente, para la vida en
cidad: “para vivir bien y ser felices, basta con la ciudad: “así es necesario que, para bien man-
ejercitar cualquiera de ellas”31. Lo que no signi- tener la común sociedad entre los hombres,

32 Ibíd., p. 157. Sobre este punto véase también, Juan Ginés de Sepúlve-
30 Ibíd., p. 156. da, Del reino y deberes del Rey, en Ángel Losada, Tratados políticos de
31 Idem. Juan Ginés de Sepúlveda, ob. cit., pp. 55-58.

Pensamiento y Cultura 118 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

haya muchos que gobiernen la república, como hombre, una es superior a la otra, pero ambas
reyes, cónsules, pretores, senadores, ediles; y en están unidas y se cimientan en la Sagrada Escri-
caso de guerra, capitanes generales, coroneles, tura y en las doctrinas aristotélicas. Si Sepúlve-
comandantes, capitanes y demás oficiales”33. da no construye este “edificio”, no puede sos-
tener la compatibilidad entre la vida cristiana
Claro queda que la vida activa es indispen- y la vida militar. En lo hasta ahora expuesto se
sable y que se realiza tanto desde aspectos ne- encuentra la mayor parte de la argumentación
tamente particulares, como sociales y políticos; sepulvediana sobre este asunto.
claro es también que dentro de la vida activa
se encuentra la vida militar, como un aspecto
del gobierno, y que, por tanto, hacer la guerra
El soldado y las virtudes
o estar preparado para hacerla es una función
En su discurrir en el Demócrates Primero,
de la vida activa. Y si ésta es un camino, aun-
Sepúlveda hace notar, por intermedio de Leo-
que el menos excelente conforme a la religión
poldo, que en el oficio del soldado hay ciertos
cristiana, para vivir bien y obrar rectamente,
atributos que, aparentemente, no concuerdan
podemos señalar que la vida militar también es
con las leyes cristianas. Específicamente, el ho-
conforme a la religión.
nor y la valentía del soldado o caballero, lo mo-
tivan a actuar no de forma cristiana, al vengarse
Ahora bien, la vida activa y la vida contem-
de las injurias y buscar el honor y la gloria, aun
plativa necesitan un asidero mucho más fuerte
a costa de poner en peligro su vida.
que les sirva de base y de guía, y en el cual tam-
bién se sostengan la virtud moral y la virtud
Para solucionar este nuevo problema Se-
intelectual. Sepúlveda asigna esta función a las
púlveda propone comprender cuáles son los
Sagradas Escrituras, pero divididas. Por una
deberes y las obligaciones de un buen soldado,
parte, el Antiguo Testamento será la base de la
para lo que se necesita determinar qué clase de
vida activa; y por otra, el Nuevo Testamento,
virtud debe tener a fin de ser considerado un
que recoge las enseñanzas de Cristo y de los
buen soldado.
apóstoles, lo será de la vida contemplativa34.
Las virtudes del buen soldado son la for-
En cuanto a la guerra, en lo que tiene que
taleza y la magnanimidad, y éstas hacen parte
ver con responder a las injurias y ofensas, Se-
del grupo de virtudes morales. Al querer defi-
púlveda plantea que defenderse de quien arre-
nir estas virtudes para determinar si son con-
mete es justo y hace parte de la vida activa, pero
trarias a la religión, también se busca esclarecer
aguantar y sufrir las injurias, lleva a la perfec-
si algunas virtudes no pueden ser ejercitadas
ción a la que nos exhorta Cristo, y es lo que se
por los cristianos.
debe hacer si se toma el camino de la vida con-
templativa: “defendernos de quien nos maltra-
ta es obra de justicia; en cambio, sufrir la injuria A través de Demócrates, Sepúlveda argu-
sin resistir es perfección”35. menta –apoyándose en San Jerónimo y en San
Agustín– que todas las virtudes están unidas
La vida activa y la vida contemplativa son entre sí, por tanto no se puede suprimir una
las dos “plantas” que conforman la vida del virtud sin suprimir todas, lo que significa que
a los cristianos les estarían negadas todas las
33 Sepúlveda, Demócrates Primero, ob. cit., p. 159.
virtudes si no fuera lícito que tuvieran valen-
34 Ibíd., pp. 160 y 161. Santamaría Fernández sostiene que la asignación tía y magnanimidad36. Leopoldo responde con
del papel de asidero de los dos tipos de vida a las dos partes de las Es- un argumento que trae a colación la supuesta
crituras se debe a que Sepúlveda quiere demostrar que la fe por sí sola
puede guiar la vida del hombre, sin depender tanto de las doctrinas animosidad entre la fe y la razón. Para Leopol-
aristotélicas, de las que bebe constantemente en su sustentación sobre
la virtud moral y la virtud intelectual. Véase Santamaría Fernández,
do, los cristianos sí pueden dejar de ejercer la
ob. cit., p. 179.
35 Sepúlveda, Demócrates Primero, ob. cit., p. 162. 36 Ibíd., p. 186.

Pensamiento y Cultura 119 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

fortaleza y la magnanimidad, y ejercer las de- Leopoldo sale al paso a los argumentos de
más virtudes, ya que lo que debe motivar a un Demócrates diciendo que los cristianos tienen
cristiano a ejercer una virtud no es sólo “la ho- un concepto de fortaleza y magnanimidad dis-
nestidad de ellas y la obediencia al mandato de tinto del resto de hombres. Según Leopoldo, la
la recta razón ... sino mucho más por obedecer fortaleza para los cristianos es vencer los deseos
a los mandamientos de Dios, que son más gra- del cuerpo y renunciar a este mundo: “la for-
ves y de más autoridad, pues el cristiano ha de taleza de los justos consiste en vencer la carne,
dirigir todas sus obras hacia Dios como a sumo contradecir los apetitos y eliminar el deleite de
bien y último fin”37. la vida presente”40; mientras que los otros hom-
bres consideran que la fortaleza es hacer frente
El argumento de Leopoldo se basa en la a los peligros de la guerra. Igual diferenciación
superioridad de los mandatos de la fe, sobre hace en cuanto a la magnanimidad, que para
los mandatos de la razón. Demócrates rechaza los no cristianos consiste en la moderación del
airado esta posición, pues no sólo la doctrina “apetito de honra y fama”, mientras que para
cristiana es capaz de dirigir a los hombres al los cristianos no existe más gloria que la que
último fin, ya que los que viven por la fe (cris- se encuentra en la Cruz de Jesús41. De nuevo
tianos) y los que viven por la razón (peripatéti- Leopoldo hace presente la distinción entre fe
cos) no se diferencian en lo que se refiere a las y razón.
costumbres, porque “los unos y los otros ponen
el sumo bien y felicidad casi en la misma cosa Demócrates rechaza la exposición de Leo-
(...) ponen la felicidad en el ejercicio de la más poldo afirmando nuevamente que hay más
excelente virtud, cerca de la cosa más perfecta, puntos en común entre los peripatéticos y los
y declaran que la más excelente virtud y la cosa cristianos que en desacuerdo. En el caso de la
más perfecta son el entendimiento y Dios”38.
fortaleza y la magnanimidad, ni los cristianos
Sepúlveda iguala la fe y la razón; de sus afir-
rechazan las virtudes en mención, ni los peri-
maciones se deduce que ambas conducen al fin
patéticos disienten de los cristianos en su defi-
último, ambas se necesitan, la una lleva a la otra
nición. Demócrates da por zanjada la discusión
y, por tanto, cada una por separado es inútil. En
y da por averiguado que “los cristianos no se
este caso, las Sagradas Escrituras y Aristóteles
serían iguales en un plano metodológico, como diferencian de los peripatéticos, al tratar de las
formas para llegar a la última Verdad. virtudes y vicios que se juzgan por razón natu-
ral, pues tanto los unos como los otros piensan
Ahora bien, reforzando la idea de la uni- que es un error apartarse, en el género de vida
dad de las virtudes, el cordobés defiende que que se lleve, del estado de naturaleza y de recta
hay que buscar la característica común a todas razón”42.
las virtudes, y que ésta no es más que la hones-
tidad, característica que es igual en los peripa- Sin embargo, el problema de las virtudes
téticos y en los cristianos, y principal motiva- del soldado aún está sin resolver. Es necesario
ción para seguir las virtudes. Si una virtud no dar una definición exacta de cada una de estas
es honesta, no se podrá llamar virtud y desapa- virtudes y determinar quién o quiénes son los
recerá. Pero si una virtud es honesta y alguien más óptimos para juzgar sobre las mismas. De-
menosprecia su honestidad, sin duda la menos- mócrates plantea que para estudiar el problema
preciará en todas las virtudes, despreciando a y las dudas que suscitan estas virtudes, debe se-
éstas también; por tanto, si el cristiano no ejerce guirse no a los soldados, sino a los filósofos, ya
la magnanimidad y la fortaleza, despreciará to- que éstos no sólo han ejercitado las virtudes en
das las virtudes39. las disertaciones teóricas, sino que también las

37 Ibíd., p. 188. 40 Ibíd., p. 192.


38 Idem. 41 Idem.
39 Ibíd., pp. 190 y 191. 42 Ibíd., p. 201.

Pensamiento y Cultura 120 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

han puesto en práctica en los asuntos de la vida var en ninguno de sus vicios. Claro está que la
activa, como la administración pública y el ha- prudencia no puede ser contraria a la religión
cer la guerra43. si el código de conducta por el que se guía la
vida activa y, por tanto, las virtudes morales, es
En consecuencia, toma la definición de el Antiguo Testamento. Así, la prudencia siem-
fortaleza preparada por Aristóteles, para quien pre tenderá a la ponderación entre lo bueno y
ésta es la “virtud que templa, con razón, las osa- lo malo, escogiendo lo primero y desechando
días y temores en que el hombre incurre por la lo segundo.
honestidad”44. Esta virtud tiene dos vicios, uno
por exceso y otro por defecto. Peca por exceso En este sentido, la prueba fehaciente de que
el que es demasiado confiado en los peligros o la fortaleza y la magnanimidad no discrepan
el que no teme nada cuando se encuentra en de la religión cristiana es que los hombres más
peligro. El que actúe de cualquiera de las dos prudentes en su ejercicio han sido los mártires
maneras será llamado osado. Al contrario, peca y los hombres de la más grande fe cristiana:
por defecto el que rehúsa enfrentar los peligros,
este será llamado temeroso y cobarde45. ¿quién jamás tuvo más valiente y mayor ánimo
en afrontar los peligros y en menospreciar las
cosas que causan admiración de los demás, que
La magnanimidad, por su parte, la define
los Apóstoles? ¿Quién de entre los griegos o ro-
como “la virtud que templa los deseos de las manos, por la salvación o libertad de la patria,
grandes honras”46. La honra es el punto im- o por la gloria del mundo, tan sin miedo sufrió
portante que define esta virtud; Sepúlveda no la muerte como ellos y los otros mártires, me-
oculta su preocupación por la mala interpreta- nospreciando las amenazas de los infieles y la
ción del deseo de honra, que puede derivar en crueldad de los tiranos, por la religión de Cris-
la ambición, el vicio, como todos, contrario a la to, la cual mostraron a los otros hombres ser la
religión cristiana. Por tanto, la magnanimidad verdadera y los trajeron a ella no tanto hablan-
juega un papel atemperador de este deseo. Sin do como valientemente muriendo? 49
embargo, al igual que la fortaleza, esta virtud
tiene dos vicios, a saber: por defecto un hombre En el párrafo anterior no queda la menor
magnánimo se convierte en pusilánime; por ex- duda de la conformidad entre las virtudes del
ceso, se convierte en soberbio o arrogante. Pusi- soldado y el cristianismo, es más, lleva a pensar
lánimes serán todos los que “siendo dignos de que la excelsa y verdadera fortaleza y magna-
nimidad no se encuentran en el soldado, sino
las honras, no consideran que lo sean”, mien-
en el hombre que es capaz de vivir su vida si-
tras que los soberbios son los que “siendo in-
guiendo a Cristo: “he aquí que los mando como
dignos de grandes honras, se tienen por dignos
ovejas entre lobos”.
de ellas”47.
Sepúlveda es consciente de que hasta aquí
Sepúlveda utiliza un tercer elemento en
lo expuesto sobre la fortaleza y la magnanimi-
la solución del problema de las virtudes del
dad, puede hacer parecer que estas virtudes no
soldado, la prudencia: “hábito verdadero con
dependen de la voluntad del hombre y de su
razón, para hacer las cosas que son buenas al
ejercicio, sino que son dadas por naturaleza, lo
hombre”48. De esta manera, la prudencia se
que significaría que el hombre estaría predes-
convierte en el referente moral del que se sirven tinado desde su nacimiento a ser virtuoso o
la fortaleza y la magnanimidad para no deri- vicioso, según tuviera innatas las virtudes. Sin
embargo, recuerda que la fortaleza y la magna-
43 Ibíd., p. 204.
44 Ibíd., p. 208.
nimidad hacen parte de las virtudes morales
45 Ibíd., p. 209. (menciona a la justicia, la prudencia, la fortale-
46 Ibíd., p. 214. za, la magnanimidad y la liberalidad) y que és-
47 Ibíd., p. 216.
48 Ibíd., p. 228. 49 Ibíd., p. 225.

Pensamiento y Cultura 121 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

tas “nacen de la costumbre de bien obrar”50. La El problema de la riqueza es tratado en


moralidad religiosa y la recta razón se presen- la tercera jornada del diálogo. Leopoldo, nue-
tan unidas aquí, ya que las dos exigen el bien vamente, propone la cuestión: “si la magnani-
obrar; lo exigido al hombre virtuoso en cuanto midad hace a los hombres estimarse en mucho
a su conducta, será lo mismo que lo exigido al y los hace menospreciar a los otros hombres; y
hombre religioso. esta misma virtud crece con las riquezas y bienes
temporales ¿cómo puede ésta ser compatible
Continuando con su exposición, Sepúl- con la doctrina cristiana que entre las primeras
veda expresa una distinción entre las virtudes virtudes pone la humildad?”53. Demócrates res-
morales: unas serán virtudes naturales, y otras, ponde que aunque la humildad y la magnani-
virtudes de la razón. Une el autor la inclinación midad parecen contrarias, pueden ser confor-
natural a hacer el bien, con la razón y la educa- mes según el referente que se utilice para verlas.
ción. Dicha inclinación sería dada por las virtu- La clave en esta cuestión es la moderación en el
des morales naturales, que unidas con las virtu- ánimo, razón que manda que, en toda virtud,
des de la razón “engendra el hábito virtuoso y no se traspase el término de ella. Por esta mo-
echa más hondas raíces y más constantemente deración el magnánimo puede ser humilde “en
se conserva y resulta una virtud perfectísima cuanto refrena la codicia de las grandes hon-
que hace grandes hombres y dignos de grandí- ras”54. Juan Ginés introduce otro elemento, la
sima alabanza”51. moderación, muy similar a la prudencia que ya
mencionamos, para hacer más compatible, si
La relación entre los dos tipos de virtudes cabe, esta virtud con el cristianismo.
morales pone de manifiesto la existencia en el
hombre de unos atributos naturales que hay En cuanto a la humildad, no le queda duda
que “cultivar” y estimular con el trabajo de la a Leopoldo de que el verdadero magnánimo,
recta razón. Tal y como habíamos indicado, ese que es prudente y moderado, será humilde
la educación en las virtudes, desde la infancia, al no codiciar honras y solo desear el recono-
cumple ese papel primordial para engendrar cimiento que se merece. Sin embargo, respec-
la verdadera virtud y para remediar los vicios to a las riquezas considera que son la causa de
que puedan aparecer. Claro está que en cuanto muchos pecados porque dan más medios para
al tipo de educación, el elitismo sepulvediano pecar a quien las posee, mientras quien no las
reaparecerá al referirse a la educación que reci- tiene menos opciones materiales tendrá para
birán los hijos de los pobres, que serán criados pecar55.
servilmente y no en las virtudes; por el contra-
rio, los hijos de los ricos serán criados libres, Lo anterior no quiere decir que los ricos
condición necesaria “para alcanzar la fortaleza sean más pecadores que los pobres; la respues-
y magnanimidad”52. ta de Demócrates propone que, frente a las ri-
quezas, la doctrina cristiana sea distinta según
Aunque todos los hombres tengamos pro- la condición en que el hombre se encuentre, si
pensión a la virtud, necesariamente el tipo de es pobre debe menospreciar las riquezas, si es
educación recibida marcará la diferencia entre rico, debe utilizarlas para hacer bien. Él con-
los que la consigan y los que no. En este senti- sidera que la pobreza no garantiza que un
do, el hombre estaría marcado por una cierta hombre esté exento de vicios y, al contrario,
predestinación social, según su origen; es decir, la riqueza no necesariamente debe llevar al
si se nace pobre no se alcanzará la virtud, si se pecado. Los hombres ricos deben hacer un uso
nace rico, sí. correcto de la riqueza y los medios que ésta les

50 Ibíd., p. 186. 53 Ibíd., p. 236.


51 Ibíd., p. 227. 54 Ibíd., p. 243.
52 Idem. 55 Ibíd., p. 254.

Pensamiento y Cultura 122 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

proporciona deben ser usados para fomentar la la puesta en cuestión de la soberanía cristiana y,
virtud56. Los pobres, por su parte, deben mante- por ende, del teocentrismo de la Edad Media.
nerse en esta vida de pobreza que es la más per-
fecta y el camino más corto a Dios, pero no el Exigencias y condiciones de la
único: “no sólo los pobres tienen entrada en el
Reino de los Cielos, sino aquellos también que guerra justa
con sus haciendas sustentan generosamente a
los pobres y justos, por tanto a los unos como a El cuerpo doctrinal de la guerra justa de
los otros prometió el Señor que estarían el día Juan Ginés de Sepúlveda consta, principalmen-
del juicio a la diestra de Dios”57. te, de dos “exigencias” y cuatro “condiciones”.
La primera exigencia, y la más importante, es
La cuestión tiene relación con la diferencia que el objetivo principal de la guerra sea lograr
entre vida activa y vida contemplativa. Si un la paz y la tranquilidad social. El buen vivir
rico opta por la contemplación cristiana debe de la sociedad es de capital importancia y es
primero hacerse pobre, ya que en la pobreza el objetivo que debe perseguir toda guerra que
se viven las enseñanzas de Cristo, no en vano quiera ser justa. Pero antes de promover la gue-
dijo Jesús al rico que le preguntó qué hacer para rra hay una segunda exigencia: que se hayan
conseguir la vida eterna: “Jesús, poniendo en él agotado todos los recursos pacíficos para re-
los ojos, le amó y le dijo: vete, vende cuanto tie- componer la paz dañada. Sólo hasta cuando se
nes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el haya perdido toda posibilidad de lograr la paz
cielo; luego ven y sígueme” (Marcos 10, 21). No por medios pacíficos, se debe iniciar la guerra58.
obstante, si se decide por la vida activa, no ten-
drá problema si cumple con los Mandamientos Por otra parte, las cuatro condiciones para
y con las obras de caridad. la guerra justa son: 1) autoridad legítima; 2)
buena intención; 3) recto desarrollo de la gue-
Ahora bien, queda resuelto el problema de rra; y 4) causas justas59.
la riqueza, y con éste, el problema de las virtu-
des del soldado; tanto la fortaleza como la mag- Por autoridad legítima Sepúlveda entiende
nanimidad son compatibles con el cristianismo, la máxima autoridad de un Estado, en la figura
incluso, son virtudes cristianas. Con este último de un príncipe o gobernante que es soberano,
punto se da por terminada la discusión sobre que no depende de jefes superiores y que man-
la compatibilidad entre la vida militar y la vida tiene el gobierno legal de su Estado60. García
cristiana. Sepúlveda expone todos los aspectos Pelayo explica este requisito por “una razón de
derecho interno”, pues es el príncipe o máximo
de la controversia discutiéndolos y resolvién-
gobernante, el único con la potestad para lla-
dolos uno a uno, siendo los más importantes: la
mar a sus gobernados a empuñar las armas61.
sanción de la guerra por las leyes cristianas, el
falso antagonismo entre el Antiguo y el Nuevo
La buena intención hace referencia al fin
Testamento, la explicación de los dos caminos
que se persigue al hacer la guerra, ésta será
a la salvación (vida activa y vida contemplati-
justa si sus objetivos son correctos y lo que se
va) y, yendo al fondo, la bondad de la carrera
militar por el noble ejercicio de las virtudes del
58 Véase Sepúlveda, Del reino, ob. cit., p. 105; Demócrates Primero, ob. cit.,
soldado. No es baladí esta discusión, es parte p. 164.
de uno de los problemas más importantes del 59 Juan Ginés de Sepúlveda, Demócrates Segundo, en Obras completas, Vol.
III, Pozoblanco (Córdoba), Ayuntamiento de Pozoblanco, 1997, p. 49.
pensamiento político y religioso del siglo XVI: Por otra parte, cabe recordar que Sepúlveda no es el primero en expo-
ner estas condiciones, ya Santo Tomás las había esquematizado en la
Suma Teológica, II a, II ae, cuestión XL.
56 Para Santamaría Fernández, ob. cit., p. 185, detrás de la discusión so-
bre la riqueza está la alusión a la necesaria unión entre teoría y praxis, 60 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., p. 49.
entre acción e intención. La riqueza, a través de las buenas obras, con- 61 Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado de las justas causas de la guerra
vierte la voluntad de obrar bien en realidad palpable. contra los indios, con una advertencia de Marcelino Menéndez y Pela-
57 Sepúlveda, Demócrates Primero, ob. cit., p. 263. yo, y con un estudio por Manuel García Pelayo, México, 1941, p. 26.

Pensamiento y Cultura 123 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

propone es justo, ya que “por el fin es justo que someter al gobierno heril a los pueblos que nun-
todas las cosas se denominen”62. En este senti- ca cambiaron sus costumbres pecaminosas67.
do, el fin es el criterio de valoración de las ac-
ciones, de valoración en términos de moralidad Del primer grupo de causas: a) repeler la
y en términos de justicia. Sepúlveda pone como fuerza con la fuerza, está basada directamente en
ejemplo de “mala intención” hacer la guerra el derecho natural, ya que por Ley natural es
por causa del botín y para aumentar las rique- totalmente justo defenderse de las injurias re-
zas, estas guerras tienen un fin injusto y no de- cibidas. Por tanto, si no hay nada más injusto
ben realizarse63. que agraviar a otro para satisfacer las pasiones,
entonces será justo repeler dichos agravios68; b)
El recto desarrollo de la guerra está ligado recuperar lo robado, o lo injustamente arrebata-
a la segunda condición, los medios para hacer do, no se refiere exclusivamente a lo robado a
la guerra serán justos si el fin es justo, pero no un país particular, sino también a lo arrebatado
por eso son necesariamente los adecuados. En a los amigos de dicho país. Sepúlveda utiliza
este caso, “el fin no justifica los medios”; Sepúl- ejemplos bíblicos para demostrar la existencia
veda está apartado del maquiavelismo político, de esta causa69; c) castigar a los que han cometi-
exige que a un fin justo debe llegarse con me- do ofensas impunemente, detrás de esta causa
dios igualmente justos y legítimos. Por tanto, en está la intención de atemorizar o amedrentar
guerra, Sepúlveda plantea que la moderación con el castigo impuesto a los malhechores, a los
en las acciones debe ser el principio que prime que quieran seguir su ejemplo70. Estas tres cau-
en la realización y el desarrollo del conflicto. sas forman el centro de la teoría medieval de la
Las acciones deben moderarse para que “se res- guerra justa y son, en estricto sentido, las que
peten las cosas sagradas y no se castigue al ene- forman el grupo general de las causas de gue-
migo más de lo justo”64. Moderación que debe rra justa. Los dos grupos siguientes son presen-
acompañarse de ponderación y limitación; un tados por Sepúlveda como “causas generales”,
fin justo no da vía libre a la realización de cual- sin embargo, deben ser vistas como la antesala
quier acto con tal de conseguirlo. teórica a las causas particulares utilizadas para
justificar la guerra contra los indios71.
Causas justas
El segundo grupo, aunque solamente
La última condición, las causas justas de la contiene una causa, tiene una importancia cla-
guerra, la hemos dejado al final de esta breve ve en el estudio de la guerra contra los indios.
descripción pues contiene el núcleo del asunto Una guerra movida por esta causa tiene por
que nos interesa. Sepúlveda, teniendo en cuen- objetivo buscar el imperio sobre aquellos por
ta las condiciones de justicia planteadas arriba, cuyo bien se mira, y privar a los bárbaros de la
señala tres grupos de causas justas de guerra, licencia de pecar.
de carácter general: 1) para rechazar las inju-
rias y repeler la violencia, recuperar lo robado Ésta es la aplicación, en la teoría de la gue-
y, castigar a los malhechores65; 2) para dominar rra justa, del sometimiento de lo imperfecto a lo
a los pueblos bárbaros, apartarlos del pecado y perfecto. Como habíamos señalado, Sepúlveda
atraerlos a la verdadera religión y a la ley natu- basa dicho sometimiento en el derecho natural,
ral, imponiéndoles un gobierno civil66; y 3) para
67 Ibíd., p. 107.
68 Véase Sepúlveda, Exhortación, ob. cit., p. 14; Demócrates Primero, ob.
62 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., p. 50. cit., p. 154, y Demócrates Segundo, ob. cit., p. 51.
63 Manuel García Pelayo, estudio preliminar al Tratado de las justas cau- 69 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., pp. 51 y 52.
sas de la guerra contra los indios, ob. cit., p. 27.
70 Ibíd., p. 52.
64 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob cit., p. 50.
71 Sólo en Del reino y los deberes del rey, Sepúlveda incluye los dos últi-
65 Sepúlveda, Del reino, ob. cit., p. 106. Ver también, Exhortación, ob. cit., mos grupos como parte de las causas generales; en trabajos anteriores
p. 4. como los dos Demócrates y la Exhortación, únicamente tiene por ge-
66 Sepúlveda, Del reino, ob. cit., p. 106. nerales las tres causas del primer grupo.

Pensamiento y Cultura 124 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

por el cual lo perfecto debe imperar sobre lo im- con vosotros, seguidla también vosotros con
perfecto; ahora bien, en esta causa de guerra Se- ellos” (Mat. 7., Tob. 4.). Por tanto, si una na-
púlveda no se contenta con justificar éticamente ción civilizada puede someter a dominio heril
el dominio de los bárbaros, sino que señala que a una bárbara, lo hace respondiendo al man-
debe buscarse el conducirlos a la aprobación de dato bíblico y porque quisiera que si viviera
la justicia y a la virtud: inhumana y bárbaramente, fuera apartada de
esta vida por otra nación, culta y civilizada,
desarraigados primeramente de las costumbres
contrarias a la Ley natural y posteriormente lla- que pudiera hacerlo.
mados, por medio de piadosas exhortaciones y
doctrinas, a un género de vida más humano o En conclusión, está claro que Sepúlveda no
también a la verdadera Religión por medio de crea una teoría de la guerra justa: su concepto,
un imperio civil, se mantengan razonablemen- condiciones y exigencias, son tomados de toda
te dentro del cumplimiento del deber72. la doctrina que sobre este tema habían pro-
puesto autores anteriores a él, como San Agus-
Es importante señalar que, dentro de esta
tín y Santo Tomás. Sin embargo, no por esto
causa, la búsqueda del bien de los sometidos
desmerece lo realizado por Juan Ginés en este
se realizaría solamente bajo un “imperio civil”:
Sepúlveda no relaciona este sometimiento con tema, ya que el esfuerzo del cordobés por con-
la esclavitud natural que defendía Aristóteles, jugar diversas posturas y opiniones en aspectos
pero sí con la dualidad “señores por naturaleza como la compatibilidad entre la vida cristiana
- siervos por naturaleza”. y la vida militar, y las causas justas, demuestra
el gran conocimiento del tema y la coherencia
En cuanto a la tercera causa justa de gue- de su análisis. Aunque no es completamente
rra, “someter a imperio heril a aquellos que son original en la exposición de este tema y debe
dignos de tal condición”73, llama la atención el mucho a la filosofía aristotélica, no se contenta
cambio radical en comparación con la causa con una mera descripción, pone en diálogo a
justa anterior. Sepúlveda tiene claro que hay los autores que lo precedieron y participa él
hombres que están tan apartados de los pre- mismo de este diálogo.
ceptos del derecho natural, y tan inclinados a
la maldad, que deben ser tratados severamen-
te y apartarlos de las injurias. La situación de
Aplicación de la teoría de la
precariedad y de falta de recta razón de estos guerra justa a la
hombres es tal, que aún un gobierno heril resul- conquista de América
ta beneficioso para ellos. Como ejemplo pone el
dominio portugués sobre los habitantes de las De lo que hemos dicho sobre la teoría de la
costas africanas, los cuales podrán alcanzar una guerra justa se puede extraer otra conclusión:
forma de vida mucho mejor que la que pueden ésta es el instrumento coercitivo que las so-
tener sin el gobierno portugués. ciedades civilizadas y más avanzadas utilizan
Sepúlveda recuerda que los hombres tie- para mantener y salvaguardar el “orden esta-
nen la obligación de comportarse con otros de blecido”, jerárquico y no igualitario, que tiene
la misma forma en que quieren ser tratados por como norma suprema a la ley natural.
los demás, tal como manda la Sagrada Escritu-
América y las tierras descubiertas plantea-
ra: “la conducta que queráis sigan los hombres
ron nuevos interrogantes a la Europa del fin del
72 Sepúlveda, Del reino, ob. cit., p. 106. Sobre este punto véase también,
medioevo, y especialmente a España: era nece-
Manuel García Pelayo, estudio preliminar a Tratado de las justas cau- sario responder a esos interrogantes y ampliar
sas de la guerra contra los indios, ob. cit., pp. 20-23, en donde hace un
paralelo entre el libro I de La Política de Aristóteles y el Demócrates la visión de la sociedad con los habitantes de
Primero, demostrando la base aristotélica del concepto de derecho las nuevas tierras. La teoría de la guerra justa
natural que utiliza Sepúlveda, y en el que basa esta causa de guerra
sobre el dominio de lo imperfecto por lo perfecto. encuentra un campo preciso de aplicación en el
73 Sepúlveda, Del reino, ob. cit., p. 107. “nuevo orden” que se estaba gestando.

Pensamiento y Cultura 125 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

En este apartado intentamos responder a bios y comunidades ordinarias–, junto con una
los cuestionamientos que suscitó el Descubri- ética práctica de origen Aristotélico, por la cual
miento, y exponer los rasgos más importantes se admitió que unos hombres deben gobernar
de la puesta en práctica de la guerra justa en y otros ser gobernados. De la misma manera
América, así como sus problemas en cuanto a la sería posible utilizar entonces el mismo esque-
situación del indio en la nueva estructura social ma para explicar lo “Nuevo” y desconocido del
de América, y los rasgos de su condición natu- Descubrimiento, pero utilizando un nuevo ins-
ral y jurídica. trumento, la teoría de la guerra justa76.

Exigencias del Descubrimiento Ahora bien, este esquema utilizado por


Sepúlveda debía responder a unas exigencias
La gesta de Colón presenta, no sólo a los concretas: cuál es la condición natural y jurídi-
monarcas de Castilla y Aragón, sino también a ca de los pobladores de las tierras descubiertas,
toda la cristiandad y al mundo occidental, nue- qué tipo de relación tendrían los españoles con
vos desafíos a su estatus político, social, econó- los indios, y cuál sería su posición en la nueva
mico y religioso. El encuentro entre europeos y sociedad. Problemas éstos que trataremos de
los pobladores del Nuevo Mundo exigía una resolver a partir de lo desplegado hasta ahora y
reinterpretación de la organización social y que están insertados directamente en la aplica-
una puesta a prueba de las creencias religiosas ción de la teoría de la guerra justa a la conquista
y sus fundamentos. El mundo, tal y como lo co- de los indios, por lo que nos permitimos intro-
nocían los europeos, acababa de ser ampliado ducir las primeras aclaraciones a los problemas
planteados en la exposición de las causas justas
de forma extraordinaria, y nuevas criaturas y
contra los indios.
nuevos territorios necesitaban un sitio en ese
incipiente orden de las naciones.
Causas justas de la guerra
Fernández Santamaría considera que el contra los indios
Descubrimiento condujo a que “la filosofía po-
lítica retornara a la idea estoica de la sociedad Además de las causas generales que hemos
universal, y a que la naciente nación-Estado señalado, Sepúlveda indica cuatro causas más,
fuera justificada sobre la base de un fundamen- dirigidas exclusivamente a la guerra contra los
to aristotélico modificado”74. Para este autor, indios de América.
la situación europea en el periodo del Descu-
brimiento era muy similar a la que existía en la Superioridad cultural
Antigüedad cuando, de la aparición del mundo
helenístico y el fin de la idea de “ciudad-Esta- García Pelayo llama a esta primera causa
do” griega, surge el estoicismo75. de guerra contra los indios la “superioridad
cultural”77, explicándola como la negativa de
En ese tiempo, y en el que tratamos, fue los indios, inferiores en todo sentido a los espa-
necesario explicar y dar un lugar a lo “Nuevo”, ñoles, a someterse al dominio hispánico: “aqué-
ampliando los horizontes sociales y políticos. En llos cuya condición natural es tal que deban
la Antigüedad el problema de lo Nuevo pudo obedecer a otros, si rehúsan su gobierno y no
ser solucionado por la idea estoica de la socie- queda otro recurso, sean dominados por las ar-
dad universal –en la que se intentaba conjugar mas; pues tal guerra es justa según opinión de
“lo mejor” de los mundos encontrados, salva- los más eminentes filósofos”78. Señala, además,
guardando las diferencias entre hombres sa-
76 Ibíd., pp. 173-175.
77 García Pelayo, Tratado de las justas causas de la guerra contra los indios,
74 Santamaría Fernández, ob. cit., p. 172. ob. cit., p. 19.
75 Ibíd., p. 173. 78 Sepúlveda, Demócrates segundo, ob. cit., pp. 52 y 102.

Pensamiento y Cultura 126 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

que la base de esta superioridad cultural es de religioso, sus sacrificios humanos y su idola-
corte aristotélico (no es a otro sino a Aristóteles tría corroboran su barbarie83. Militarmente, la
a quien se refiere Sepúlveda cuando afirma que rapidez de la conquista de Ciudad de México
la justicia de esta guerra la avalan “los más emi- y la victoria de Hernán Cortés sobre Mocte-
nentes filósofos”). zuma, líder de los Aztecas, indios que fueron
considerados los más avanzados del Nuevo
En la Apología a favor del libro sobre las Mundo, son prueba de su corto ingenio y falta
justas causas de la guerra, el cordobés es aún de ánimo y de virtud, es decir, son prueba de
más explícito, si se puede, sobre este punto: su inferioridad84.

tales gentes [los indios], por derecho natural, de- Sobre el aspecto militar es necesario de-
ben obedecer a las personas más humanas, más jar claro que en su crónica indiana Sepúlveda
prudentes y más excelentes para ser gobernadas cambia completamente de parecer. La tesis de
con mejores costumbres e instituciones; si, pre- la cobardía de los indios y su predisposición
via advertencia, rechazan tal autoridad, pueden
a someterse a cualquier dominio, que sostuvo
ser obligadas a aceptarla por las armas79.
en el Demócrates segundo, fueron rectificadas
en los Hechos de los españoles en el Nuevo Mun-
El argumento de la superioridad de los es- do y México, donde muestra la valentía de los
pañoles sobre los indios, entendido en el senti- indios y su honor en el guerrear85. Los Hechos
do aristotélico de dominio de lo perfecto sobre es mucho más fiel y riguroso que el Demócra-
lo imperfecto le exige a Sepúlveda, como indica tes Segundo en cuanto a los acontecimientos
García Pelayo, probar la barbarie de los indios y ocurridos en la Conquista. Que los dos libros
la superioridad española80. La superioridad de contrasten en lo referente a los indios se debe a
los españoles la prueba Sepúlveda recurriendo, que tienen fuentes distintas: para el Demócrates
en el plano cultural, a la figura de prominentes Segundo, Juan Ginés se basó más en las Decades
sabios, como Séneca, Lucano, Averroes y Avem- de Pedro Mártir de Anglería, que en los rela-
pace; en el plano bélico, dicha superioridad está tos de los conquistadores86; mientras que en
probada por la fortaleza, magnanimidad y fero- los Hechos utiliza el De Orbe Novo de Gonzalo
cidad de las legiones españolas, y las victorias Fernández de Oviedo, así como los relatos de
de las figuras militares españolas como el “Gran Cortés87. No obstante, lo anterior no cambia la
Capitán”, también cordobés como nuestro au- situación de los indios: no sólo por su valentía
tor, y que da nombre a su obra sobre el deseo y y ferocidad dejan de ser considerados inferio-
apetencia de gloria: Gonsalus. Y, en el plano re- res a los españoles.
ligioso, el gran arraigo que tiene el cristianismo
en los españoles también es una prueba de su Volviendo a la demostrada superioridad
superioridad. Para Sepúlveda, en religiosidad hispánica, Sepúlveda introduce a los españoles
y sentimientos humanitarios los españoles son cierto de grado de responsabilidad y deberes
insuperables81. producidos por su superioridad, pues éstos no
deben dominar a los indios para así apropiarse
Los indios, por su parte, carecen de cultu-
ra, no tienen conocimiento de las letras, y sin 83 Ibíd., pp. 67 y 68.
leyes escritas y sin recuerdos de su historia son 84 Ibíd., p. 66.
inferiores culturalmente a los españoles82. En lo 85 Véase Juan Ginés de Sepúlveda, Hechos de los españoles en el Nuevo
Mundo y México, Seminario Americanista de la Universidad de Valla-
dolid, 1976, pp. 218-221.

79 Juan Ginés de Sepúlveda, Apología a favor del libro sobre las justas causas 86 En ese momento Sepúlveda no tenía conexión con las experiencias
de la guerra, en Obras completas, Vol. III, Pozoblanco (Córdoba), Ayun- de conquistadores como Hernán Cortés, que hicieron relaciones de
tamiento de Pozoblanco, 1997, p. 197. los acontecimientos en cartas que enviaban a la Corona, en las que
ya advertían la ferocidad de los indios. Demetrio Ramos Pérez, Se-
80 Manuel García Pelayo, estudio preliminar al Tratado de las justas causas púlveda, cronista indiano y los problemas de su crónica, estudio prelimi-
de la guerra contra los indios, ob. cit., p. 29. nar a Hechos de los españoles en el Nuevo Mundo y México, ob. cit., pp.
81 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., pp. 64 y 65. 24-26.
82 Ibíd., p. 65. 87 Ibíd., pp. 49 y 50.

Pensamiento y Cultura 127 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

de sus propiedades y convertirlos en esclavos, da de Cristo, por fundamentarse esa ley en el


sino para que “con el ejemplo de su virtud y Derecho natural92.
prudencia [española] y cumplimiento de sus
leyes abandonen la barbarie y abracen una Recuerda esta cita lo dicho sobre la su-
vida más humana, una conducta morigera- puesta contradicción entre el Viejo y el Nuevo
da y practiquen la virtud”88. La superioridad Testamento, y el derecho natural: es así que, si
cultural no daba vía libre a los españoles para antes de Cristo, por derecho natural se casti-
expropiar a los habitantes de las tierras descu- gaban la idolatría y los crímenes, también des-
biertas y para reducirlos a esclavitud, ya que pués de su venida ha de hacerse así, ya que
queda confirmada por sus obras y es respalda-
el tipo de dominio que avala esta superioridad
do el derecho natural.
deja intactas, en principio, las propiedades y
la libertad de los indígenas. Luego veremos en
Sin embargo, en la aplicación del derecho
qué situaciones se pueden menoscabar estos
natural se impone una diferenciación impor-
“derechos de los indios”. tantísima entre el incumplimiento de la ley
por individuos y el incumplimiento por la na-
Inobservancia de la ción o el Estado. En el primer caso no se debe
ley natural hacer la guerra, en el segundo sí es obligatorio
hacerla, aunque debe probarse que esa nación
La segunda causa justa de la guerra contra o Estado no rechaza la idolatría y los sacrifi-
los indios es la idolatría y los continuos sacri- cios humanos:
ficios humanos que cometen los indios. Erra-
dicar estas costumbres nefandas es el motivo pero si hubiese algún pueblo tan bárbaro e
por el cual los españoles deben hacer guerra a inhumano que no considerase entre las cosas
los indios89. García Pelayo reúne estos hechos torpes todos o algunos de los crímenes que he
enumerado y no los castigase con sus leyes o
en lo que llama inobservancia de la ley natural90,
moral, o impusiese penas muy suaves a los
precisamente porque actos como los descritos más graves, sobre todo a aquellos que más
sólo podían realizarlos aquellos que no guiaran detesta la naturaleza, o pensase que algunos
sus vidas conforme a la ley natural. García Pe- deberían quedar por completo impunes, de un
layo recuerda también que el mismo Sepúlveda pueblo así se diría con razón y propiedad que
afirma que el quebrantamiento de dicha Ley es no observa la ley natural93.
motivo suficiente para hacer la guerra y obli-
garlos por las armas a cumplirla91. Los indios se encontrarían en el segundo
caso y, por tanto, su violación de la ley natural
El cordobés se basa en la Sagrada Escritura estaría certificada por las inmolaciones huma-
para demostrar que Dios destruía a todos los nas y los ritos idólatras, aprobadas por sus je-
pueblos que cometieran tan execrables críme- fes y mantenidas en sus costumbres. Sepúlveda
nes y que por tanto violaran la ley natural: va más allá de consideraciones religiosas: trata
de las actividades, conductas y hábitos de los
… el culto a los ídolos y las inmolaciones hu- indios en todas las facetas de su vida, tanto a
manas, que consta eran familiares a esos bár- escala individual como grupal o institucional,
baros, son castigados con suma justicia con la siendo este último el que refrendaría que los in-
muerte de quienes los cometieron y con la pri- dios no viven de acuerdo con la ley natural94.
vación de sus bienes, ya se trate de fieles, ya de
paganos, tanto antes como después de la veni- 92 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., p. 71.
93 Ibíd., p. 83.
88 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., pp. 55 y 56. 94 El análisis de Sepúlveda de las costumbres indígenas busca determi-
89 Ibíd., pp. 69 y 102. nar si toda su sociedad obedece o no a la ley natural, lo que estable-
cería si viven o no racionalmente, esto es, de acuerdo con principios
90 García Pelayo, estudio preliminar al Tratado de las justas causas de la
racionales evidentes y universales, que están suscritos en los mismos
guerra contra los indios, ob. cit., p. 31.
elementos de su teoría política: desde la fundamentación del “domi-
91 Sepúlveda, Apología, ob. cit., pp. 198 y 199. nio” hasta los deberes del rey, todo forma un todo coherente. Ya no

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JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

Hay otra diferenciación que es necesario porque entre ambas está implícita la justifica-
hacer. En este punto el cordobés es claro en la ción de la guerra como un “deber de humani-
llamada a no confundir el paganismo o la infi- dad” que tiene todo hombre para con su pró-
delidad con la inobservancia e incumplimiento jimo y, por tanto, debe velar por su salvación,
de la ley natural. No puede hacerse guerra a los apartándole del mal camino, y debe evitar que
infieles, aquellos que adoran al verdadero Dios los inocentes sufran injurias y agravios.
pero por medios distintos a los señalados en
las Escrituras y que no contradicen al derecho Tanto la Sagrada Escritura como los Santos
natural. Pero no debe olvidarse que tanto a los Padres de la Iglesia afirman que todos los hom-
infieles como a los herejes e idólatras se les debe bres son parte de una “comunidad” en Dios y,
amonestar para que se aparten de lo incorrecto, por tanto, debemos velar y preocuparnos por
pudiendo obligar a los últimos y no a los pri- nuestros semejantes98. Claro está que Sepúlve-
meros en razón de ese “deber de humanidad” da no pasa por alto que este deber de humani-
que tienen los hombres entre sí y que, por ley dad no significa, en el caso de la segunda causa,
divina, les obliga a cuidar de su prójimo95. obligar a los hombres a hacer el bien, sino evitar
que hagan el mal, y para eso deben erradicar las
Ahora bien, aunque quede probado que malas costumbres, y ninguna peor que la idola-
por sus actos inhumanos los indios violan la tría y el sacrificio de humanos.
ley natural, se exige demostrar que los indios
Por la comunidad que conformamos to-
la conocen, ya que no puede considerarse que
dos los hombres y el “deber de humanidad”,
violen algo que no conocen, tema que tiene re-
Sepúlveda legitima la intromisión en “asuntos
lación con el esquema filosófico que Sepúlveda
ajenos”. Preocuparse por el bien propio y el de
aplica en el caso del Nuevo Mundo y que trata-
los demás, necesariamente obliga a intervenir
remos de esclarecer en las próximas páginas.
cuando sea necesario defender al inocente (in-
dividuo o nación), pudiendo ser delictivo el no
Preservación de los inocentes hacerlo99.
de los sacrificios
No sobra recordar la íntima relación que
El tercer motivo por el cual los españoles tienen la tres primeras causas de guerra con-
hacen la guerra a los nativos de América es para tra los indios con la segunda causa que hemos
“librar de graves injurias a muchísimos inocen- denominado como general (“buscar el imperio
tes mortales a quienes los indios todos los años sobre aquellos por cuyo bien se mira y privar a
inmolaban”96. La necesidad de libertar a estos los bárbaros de la licencia de pecar”). De esta
inocentes es imperiosa por derecho natural, y causa nuestro autor desarrolla las tres particu-
los hombres están obligados a cumplir con esta lares que hemos mencionado.
causa, si se puede y se cuenta con los medios
para ello97. Predicación religiosa
Esta tercera causa está íntimamente ligada La cuarta causa justa de la guerra contra
a la segunda, no sólo por la evidente relación los indios contiene también el “deber de huma-
entre suprimir las inmolaciones humanas y sal- nidad”, pero aplicada a la predicación de la fe
var a inocentes de este suplicio, sino también cristiana. Si las tres primeras causas justificaban
completamente la dominación sobre los indios,
importa tanto si los indios viven de acuerdo con una moralidad reli-
giosa –que pueden aprender de los españoles–, sino si tienen una cier- 98 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., p. 84.
ta “ética filosófica”, si sus hábitos y costumbres son verdaderamente 99 Teodoro Andrés Marcos, Los imperialismos de Juan Ginés de Sepúlveda
“racionales”. en su Demócrates Alter, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1947,
95 Ibíd., p. 84. pp. 124-127. Este autor estudia las causas de la guerra contra los in-
dios como parte de uno de los imperialismos de la política exterior
96 Ibíd., p. 102. de España, derivado de lo que nosotros hemos llamado superioridad
97 Idem. Véase también, Sepúlveda, Apología, ob. cit., p. 202. cultural.

Pensamiento y Cultura 129 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

esta tercera causa eleva la legitimidad de dicha Si los indios podían ser sometidos por
dominación por la importancia de la predica- “superioridad cultural” de los españoles y por
ción de la Fe para la salvación de los indios. De su “inobservancia de la ley natural”, con ma-
esta forma, los españoles se convertían en los yor razón podían ser obligados a oír a los pre-
nuevos “apóstoles” del cristianismo, con la mi- dicadores, a escuchar el evangelio y, luego de
sión expresa de evangelizar las nuevas tierras esto, decidir si entraban en la Iglesia de Cristo.
descubiertas. La doctrina evangélica era de imposible cum-
plimiento para los indios si no se encontraban
La predicación religiosa movía a hacer la- libres de costumbres horribles e idolátricas. Por
guerra a los indios, para “atraer por el camino tanto, el sometimiento de los indios allanaba el
más próximo y corto a la luz de la verdad a una camino para que recibieran la noticia de la sal-
infinita multitud de hombres errantes entre vación de los hombres en Cristo y prepararan
perniciosas tinieblas”, someterlos, y que de esa su alma para acogerle.
manera sea más fácil que reciban la verdadera
religión100. El misionero y el soldado se convier-
Que para predicar el evangelio a los indios
ten en el binomio perfecto que garantiza el pro-
éstos tengan que estar bajo dominio español y
greso civil de los indios, así como su salvación;
que este dominio sea por la fuerza es eviden-
estos dos personajes serán la clave de la presen-
te para Sepúlveda, dada la imposibilidad de
cia española en América.
hacer la evangelización sin la previa “pacifica-
De más está decir que para Juan Ginés es ción” de éstos. Además, los casos de misioneros
indiscutible que el cristianismo es la verdade- asesinados a manos de los indígenas hacían ne-
ra religión y debe predicarse por mandato di- cesario que se tomaran las medidas oportunas
vino y natural, lo que no significa que se deba para defender a los predicadores y a los indios
violentar la voluntad de los que son predica- evangelizados; Sepúlveda va más lejos: si no
dos o evangelizados, porque los que abracen materializan estas medidas se está tentando a
la fe deben hacerlo por voluntad propia, no Dios y atentando contra la ley divina102.
por obligación:
De las cuatro causas de la guerra con-
No pueden los paganos, por el solo hecho de tra los indios, en las tres últimas se encuentra
su infidelidad, ser castigados ni obligados a una intención muy fuerte de Sepúlveda, la de
recibir la fe de Cristo contra su voluntad, por-
evangelizar a los pobladores de las tierras des-
que el creer, como dice San Agustín, depende
de la voluntad, que no puede ser forzada. Lo
cubiertas. Ese es el fin. Que para lograrlo haya
que sí se puede hacer, en cambio, es apartarles que recurrir a las armas a fin de pacificarlos, y
de los crímenes101. se tengan que erradicar sus costumbres antina-
turales, y de paso se salve la vida de muchos
Sepúlveda no aboga por la coerción del inocentes, parece un cuadro de consecuencias
indio para ser bautizado, sino por la coacción indirectas de lo que verdaderamente interesa:
para la evangelización. la evangelización de los indios.
Es claro para Juan Ginés que, para realizar
de la mejor manera la predicación del evange- El esquema filosófico
lio, los indios deben estar sometidos al dominio sepulvediano y la condición
de los españoles; en este sentido, hacer la gue-
rra –si se resisten– para dominar a los indios es natural y jurídica del indio
un medio, no sólo legítimo, sino también justo
por el fin que persigue: apartar del pecado a los La primera y la segunda causa justa de la
indios y atraerlos a la verdadera religión. guerra plantean un problema que puede tener
consecuencias importantes, ya que deja al descu-
100 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., pp. 87 y 102. Véase también,
Apología, ob. cit., p. 203.
101 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., p. 84. 102 Ibíd., p. 90.

Pensamiento y Cultura 130 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

bierto unas aparentes contradicciones en el es- totélica de los hombres en señores y siervos no
quema filosófico de Juan Ginés de Sepúlveda. se aplicaría105.

Tal y como hemos señalado, el esquema De las causas justas de la guerra contra los
filosófico de Sepúlveda se basa en un plura- indios, y de otros muchos pasajes de su obra, se
lismo aristotélico, en un monismo estoico que deduce que Juan Ginés opta por la visión aris-
respalda la idea de una sociedad universal, y totélica para situar a los indios en el lugar de
en la doctrina de la guerra justa de origen agus- naciones bárbaras y a los españoles en el lugar
tiniano103. Este esquema era necesario para con- de los civilizados, llamados a dominar a los pri-
jugar la situación de las tierras descubiertas con meros. Sin embargo, esta tendencia hacia la lí-
el escenario del Viejo Mundo, y para mantener nea aristotélica lo lleva a otra contradicción que
un cierto equilibrio a través de un orden jerár- Pérez-Prendes ha denominado contradicción
quico entre los pueblos, férreamente custodia- ética, que se aviene “de percibir la falacia moral
do. Sin embargo, el esquema filosófico no es que es inherente a todo alegato esclavista, pese
totalmente impermeable y presenta algunas a la brillantez expositiva con la que se le revis-
inconsistencias en cuanto a la inobservancia de ta”106. El problema de esta contradicción radica
la ley natural y las bases de la superioridad cul- en aceptar la “cosificación” del ser humano: el
tural, es muy probable que en la estructura de indio como hombre (y lo es) no puede ser toma-
sus argumentos exista una contradicción entre do como esclavo, porque el carácter de humano
la base aristotélica de la ley natural y la base es- nunca lo perderá.
toico-cristiana.
No obstante, creemos que esta contradic-
Aristóteles es a Sepúlveda lo que Platón a ción no es radicalmente distinta de la filosófi-
San Agustín; por tanto, no es de extrañar que ca, ya que sigue planteando el problema basa-
Juan Ginés asumiera firmemente el argumento do en la situación del indio y en la concepción
del dominio de lo perfecto, de corte aristotélico que se tenga de éste. Ahora bien, esta contra-
y, en este sentido, Sepúlveda no escapa a la for- dicción ética (que podríamos denominar, de
ma escolástica de emparejar el derecho natural forma abusiva, “subcontradicción”) se hace
a la filosofía aristotélica por lo que la ley natural evidente cuando Sepúlveda trata de disminuir
será concebida como lo que los hombres virtuo- la primera contradicción.
sos consideran que es. Entonces, si la ley natural
es lo que los doctos dicen que es, y si los indios Sepúlveda se da clara cuenta de la disyun-
no son virtuosos, ellos no conocen la ley natural tiva en la que se encuentra su planteamiento
y será necesario obligarlos a que la cumplan y –entre el aristotelismo y el “estoicismo cristia-
la conozcan a través de los españoles. no”–, y propone como solución una distinción,
implícita, entre la condición natural del indio y
Ahora bien, la doctrina estoico-cristiana su condición jurídica, y el tipo de dominio que
concibe a la ley natural como la imagen de la éstos deben recibir de los españoles. En el pri-
ley eterna en el hombre104. Por tanto, todos los mer caso, los indios son inferiores a los españo-
hombres (y los indios lo son) pueden conocer la les en cuanto a sus costumbres y cultura, pero
ley natural por sí mismos, lo que significa que son iguales en cuanto a su humanidad, siendo la
no pueden ser dominados con la intención de desigualdad cultural la que justifica el dominio
dársela a conocer, ni pueden ser considerados
siervos por naturaleza, ya que la distinción aris- 105 García Pelayo fue el primero en detectar esta contradicción interna
entre los dos sistemas filosóficos. Véase García Pelayo, estudio pre-
liminar al Tratado de las justas causas de la guerra contra los indios, ob.
103 Santamaría Fernández, ob. cit., pp. 172-175. cit., p. 24.
104 Esta doctrina se basa en la definición agustiniana de ley natural como 106 Pérez-Prendes Muñoz-Arraco, Los criterios indianos de Juan Ginés de
la expresión de la participación de la ley eterna en el ser humano. Véa- Sepúlveda, en Actas del Congreso Internacional V Centenario del naci-
se A. Truyol Serra, El derecho y el estado en San Agustín, Madrid, Edito- miento del Dr. Juan Ginés de Sepúlveda (Pozoblanco 13-16 de febrero
rial Revista de Derecho Privado, 1944, p. 89. de 1991), Córdoba, 1993, p. 270.

Pensamiento y Cultura 131 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


Santiago Martínez Castilla

de los españoles sobre los indios, añadiendo un resistencia denodada serán tratados bajo go-
matiz: la “transmisibilidad moral y cultural”. bierno heril, pudiendo ser esclavizados si el
Los indios deben plegarse a los españoles para bien común así lo ordena, mientras que los que
que de ellos reciban la razón y la prudencia, aceptaron el dominio español serán puestos
herramientas necesarias para la construcción bajo el protectorado ya mencionado, para que
de una sociedad, y puedan convertirse en una los indios puedan mejorar sus costumbres y
comunidad ordenada, y esto es posible gracias “así con el correr del tiempo, cuando se hayan
a que los indios son perfectibles107. civilizado más y con nuestro gobierno se haya
reafirmado en ellos la probidad de costumbres
Esto último deja la discusión en el segun- y la religión cristiana, se les ha de dar un trato
do caso, en la condición jurídica del indio. De de más libertad y liberalidad”110.
la transmisibilidad moral y cultural se deduce
que la sociedad indígena carece de prudencia y La “subcontradicción” aflora y plantea
de razón, que deben tomarlas de los españoles problemas en el caso de la resistencia denoda-
y que, por tanto, los indios no son seres civiles. da a los españoles, cómo convertir en “cosas” a
los indios sin negarles su humanidad. No obs-
En este sentido, la “incivilidad natural” es la
tante, Sepúlveda resuelve esta falacia moral de
primera característica de la condición jurídica
la esclavitud a partir de reunir el derecho del
de los indios, derivada de su condición natural.
vencedor en guerra justa con la discreción en
Ahora bien, hasta este momento no se ha dicho
su aplicación, basada en el bien común. Si, por
que los indios sean esclavos por naturaleza y
derecho natural, los españoles pueden escla-
deban ser tratados como tales, al contrario, de-
vizar y despojar de sus bienes a los indios que
berán estar en una especie de protectorado,
ofrezcan resistencia a su dominio, por buscar
deben estar bajo un gobierno que mezcle rasgos el bien de la comunidad este derecho debe ser
del dominio heril y rasgos del dominio civil. aplicado con equidad y misericordia. En con-
secuencia, aquellos indios que deban ser tra-
La condición jurídica de los indios ame- tados como esclavos y dominados herilmente,
ricanos no sólo está demarcada por su incivi- lo serán por su desobediencia y resistencia, no
lidad y por el protectorado en el que deberían porque hayan perdido su condición natural de
vivir en relación con los españoles, sino que hombres, y aun así se deberá hacer todo lo po-
también depende de si oponen resistencia o no sible para que puedan mejorar su situación de
al dominio español. En el primer caso, los es- barbarie, cambien sus costumbres y puedan
pañoles están autorizados, por derecho natural, recibir la fe cristiana.
a esclavizar a los indios y quitarles sus propie-
dades hasta donde determine el bien público, Diferente situación tendrán los indios que
y muchos textos bíblicos así lo certifican108. En acepten de buen grado a los españoles, estando
el segundo caso, los indios que no resistieron y bajo un “protectorado” en el que se beneficia-
que se entregaron a la potestad de los españo- rían tanto los indios como los españoles. Esta
les, no deben ser tratados como esclavos, sino situación de protectorado se materializó en el
como tributarios y súbditos del rey109. sistema de encomiendas, por lo que se tachó a
Sepúlveda como su principal protector, con el
En definitiva, si oponen o no resistencia rechazo que le significó por la aplicación real de
será el aspecto clave de la determinación de la las encomiendas, más parecidas a organizacio-
condición jurídica de los indios. En ambos ca- nes esclavistas que a lo que Sepúlveda preten-
sos la incivilidad es el primer rasgo de dicha día que fueran.
condición, pero los indios que hayan opuesto
De todos modos, la contradicción filosó-
107 Santamaría Fernández, ob. cit., p. 211. fica no encontró total solución con las matiza-
108 Sepúlveda, Demócrates Segundo, ob. cit., pp. 110-113.
109 Ibíd., p. 128. 110 Ibíd., p. 131.

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JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

ciones sobre la condición del indio y sobre su Para el doctor Angélico el derecho está
situación en la sociedad que los españoles cons- dividido en derecho natural y derecho positi-
truirían en América. Es claro que Sepúlveda vo, según la forma en que se configure con su
tomó partido por la posición aristotélica y que medida exacta, que es la naturaleza. De esta
los matices que incluyó sobre los indios mitiga- forma, el derecho natural está configurado di-
ron los efectos de dicha filosofía, pero también rectamente por la naturaleza, por los princi-
tuvo en cuenta a los doctores de la Iglesia, es- pios lógicos que la recta razón dicta a todos los
pecíficamente a Santo Tomás (quien tiene como hombres; mientras que el derecho positivo está
fuentes principales, entre otros, al Estagirita y a configurado y determinado por derivaciones y
San Agustín). conclusiones de los principios universales del
derecho natural, pero requiere el convenio en-
Santo Tomás, al igual que San Agustín, tre los hombres para ser válido115. Por otro lado,
también considera que hay tres clases de leyes, el derecho de gentes sería parte del derecho
que tienen como efecto hacer buenos a los hom- positivo por tener implícito el convenio tácito
bres, buscar el bien común con miras a alcan- que se expresa en los hábitos y las costumbres
zar la felicidad, la bienaventuranza. Estas tres que pertenecen a este derecho y que todas las
leyes son: la ley eterna, la ley natural y la ley naciones comparten, pese a que está formado
humana. La primera es la “razón de la sabidu- por conclusiones inmediatas de los principios
ría divina en cuanto principio directivo de todo universales del derecho natural116.
acto y todo movimiento”111, la ley natural es el
designio de Dios presente en todas las cosas de En relación con el problema que nos ocupa,
la creación, de ella deriva todo, y a ella están su- la contradicción filosófica de Sepúlveda estaría
jetas todas las cosas y los seres físicos, incluidos
solucionada por la doctrina de Santo Tomás
los humanos. La ley natural, por su parte, es un
porque, conocerían la ley natural en cuanto a
“conjunto racional de preceptos”, algunos per-
sus primeros principios universales –los que
cibidos inmediatamente por el hombre, impre-
son reflejo de la ley eterna–, pero en cuanto a
sos directamente por la ley eterna en la criatura
ciertos principios particulares secundarios no
humana, y otros derivados y alcanzados por el
la conocerían o sería distinta para ellos, por el
ejercicio de la razón112. La ley humana, por últi-
mo, es el conjunto de normas que los hombres bajo grado de conocimiento y por tener la “ra-
derivan de la ley natural, tanto por conclusión zón oscurecida”. Los indios de América, dadas
de sus principios, como por determinación de sus costumbres y hábitos, movidos no por la
algo indeterminado en ellos113. recta razón, solo mantienen la ley natural en su
aspecto más básico sin ningún desarrollo pos-
Para objetivar lo dicho, y para construir terior. En este caso, la inobservancia de la ley
preceptos jurídicos, Santo Tomás expone su natural, como causa de guerra contra los indios,
doctrina del derecho como objeto moral y espe- debe ser entendida como inobservancia de los
cífico de la justicia, caracterizado por su aliedad preceptos secundarios de dicha ley, que pueden
y por su igualdad, es decir, por estar referido a derivarse de los primeros, por conclusión o de-
otros y por aplicarse de igual manera a todos: terminación, pero que no están desarrollados
“lo primero de la justicia, dentro de las demás en los indios.
virtudes, es ordenar al hombre en las cosas
que están en relación con el otro. Implica cierta De todas formas, aun solucionada la con-
igualdad, pero la igualdad se establece en rela- tradicción filosófica y superada la subcontra-
ción a otro”114. dicción ética, no se anula ninguna de las causas
justas de guerra contra los indios (inobservan-
111 Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, Iª, IIªe, c. 93, art. 1, BAC, Ma- cia de la ley natural, salvar a los inocentes) que
drid, 1995, p. 723.
112 Ibíd., c. 94, art. 2, pp. 732-734.
113 Ibíd., c. 95, art. 2, p. 742. 115 Ibíd., c. 57, art. 2, p. 471.
114 Ibíd., c. 57, art. 1, p. 470. 116 Ibíd., c. 57, art. 3, p. 473.

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Santiago Martínez Castilla

tenían relación con este problema. Los indios raleza”, en el sentido aristotélico del término.
siguen mereciendo el dominio español, ahora Sepúlveda no asume este concepto como “es-
con más razón, por tener claro que son hombres clavos por naturaleza”. Distinto análisis requie-
que pueden perfeccionar su vida y que tienen re el que en la práctica la Conquista y la coloni-
que “aclarar” su oscurecida razón por las ense- zación presenten a la historia muchos casos del
ñanzas recibidas de los españoles, por la “trans- trato esclavista dado por los españoles a los in-
misibilidad moral”. dígenas. Además no es demostrable y no existe
responsabilidad del cordobés en estos casos, no
En conclusión, los indios: hombres son, in- puede señalársele como partícipe ni como ideó-
civilizados y bárbaros, apartados de la recta ra- logo de una política de explotación del indio.
zón por sus costumbres y hábitos inhumanos,
que deben someterse a los españoles, los cuales La teoría de la guerra justa fue utilizada
deberán cumplir con el deber de humanidad y, por Sepúlveda como el marco en el que encon-
por caridad, apartar a los indios del camino a traban sitio lógico las justificaciones de la Con-
la perdición, insertándolos en su sociedad bajo quista de América y la dominación de los indios.
un protectorado que paulatinamente aumente Las donaciones pontificias, el deber de predicar
la libertad y participación de los indios en la co- y el deber de evitar que los indios siguieran co-
munidad. Ésta es la aspiración de Sepúlveda, metiendo el mal, encuentran su unión perfecta
no esclavizar a los indios, sino someterlos, edu- como “causas de guerra justa”, legitimándose
carlos y civilizarlos. entre sí.

En cuanto a las causas de guerra contra En estos momentos, cuando la lucha con-
los indios, Sepúlveda no plantea la licitud de la tra el terrorismo internacional se ha convertido
guerra contra éstos para esclavizarlos y despo- en el marco de las nuevas “justificaciones” de
jarlos de sus bienes, lo mueve a justificar dicha las guerras y losconflictos actuales (invasión
guerra, no tanto su inferioridad cultural, sino el de Afganistán e Irak, conflicto Palestina-Israel,
sentimiento y las obligación cristiana de “sal- conflicto Libano-Israel, entre otros), se hace ne-
var” a los indios de la condenación eterna, erra- cesario volver los ojos a las fuentes doctrinales
dicar sus hábitos antinaturales y preparar el de la discusión sobre los criterios indispensa-
camino para la predicación evangélica. En este bles para determinar cuándo es justa una gue-
sentido, sus conocimientos filosóficos están al rra y qué es lo permitido en éstas. Ahora más
servicio de su carácter teológico. Sepúlveda que nunca es imperioso tener claro que existen
no niega que es un hombre de su tiempo, que límites éticos y jurídicos de la guerra. El pensa-
mantiene el teocentrismo medieval y que pone miento de Juan Ginés de Sepúlveda, y su apli-
la razón al servicio de la fe. cación a la Conquista de América, son un buen
punto de arranque y ejemplo de cómo abordar
Sepúlveda, más que un buen español que este debate.„
estaba a favor de su rey, era un “soldado de cris-
to” que se preocupó por defender la cristiandad Bibliografía
y por propagar su fe.
Bell, Autrey, Juan Ginés de Sepúlveda,
Conclusiones Oxford, Oxford University Press, 1925.

Lo primero que debe considerarse como Castilla Urbano, Francisco, Ginés de Sepúl-
conclusión es la falta de sentido de las acusacio- veda, Madrid, Ediciones del Orto, 2000.
nes que Sepúlveda recibió por defender su jus-
tificación de la Conquista. No puede tachársele Santamaría Fernández, J. A., El Estado, la
de defensor de la esclavitud india por conside- guerra y la paz, trad., Juan Faci Lacasta, Madrid,
rarlos inferiores y, por tanto, “siervos por natu- Ediciones Akal S. A., 1988.

Pensamiento y Cultura 134 Vol. 9 núm. 1 (Ed. núm. 9) z 2006


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Y LA GUERRA JUSTA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

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México, 1941.
De la Brière, Yves, El derecho de la guerra
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