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En el Renacimiento la mayoría de los músicos se formaban y trabajaban en las capillas

musicales.

Capilla: La palabra capilla deriva del latín medieval "cappa", y con él se denominaba al espacio
del templo donde ensayaban los músicos y, por extensión, al conjunto de músicos encargados
de cantar o tocar, con todo el acompañamiento de libros corales, instrumentos, vestimenta,
distintivos, al servicio de una iglesia o corte.

Las capillas catedralicias estaban regidas por un maestro de capilla, principal responsable de la
misma, encargado de cuidar e instruir a los niños cantores, componer la música para el culto,
dirigir el coro o presidir las oposiciones de otras plazas de músicos.

Para ayudar al maestro había otras plazas como el "maestro de mozos de coro", que instruía a
los niños en el canto gregoriano, y el "maestro de canto de órgano", que enseñaba la música
polifónica. La capilla también contaba con un grupo de voces adultas, que eran en su mayoría
clérigos. Para la entonación de la música gregoriana estaba el "sochantre".

Paralelamente a las capillas catedralicias, existen las capillas reales, e incluso algunas capillas de
nobles.

En la Italia del Renacimiento, entre los siglos XV y XVI, surgen los conservatorios,
estrechamente vinculados con la vida de los conventos y los monasterios, Sin embargo, como la
mayoría eran instituciones destinadas a la caridad pública, próximos a los asilos de pobres,
genéricamente se conocieron con el nombre de Ospedale (Hospital), siendo especialmente
importantes en el Barroco los de Venecia.

Estos conservatorios u hospitales atendían preferentemente a niños y jóvenes desamparados,


les enseñaban un oficio que les permitiera vivir dignamente y los orientaban al estudio de algún
instrumento musical y particularmente del canto, habilitándolos para participar en las funciones
religiosas o para integrarse al servicio de reyes, príncipes o nobles. La atención también se
dirigió, en instituciones paralelas y quizá en menor escala y en años posteriores, a niñas y a
jovencitas, e incluso a mujeres desamparadas, constituyendo uno de los primeros espacios de
educación formal femenina.

Algunos de estos conservatorios – también hospicios y orfanatos – lograron tal calidad en la


formación musical, fuera con coros o con conjuntos instrumentales, que se transformaron en
verdaderas escuelas especializadas

El término conservatorio llegó a significar, finalmente, la función de asistencia social de


‘conservar’ a las poblaciones más jóvenes y desvalidas de los peligros morales propios del
abandono y la ‘conservación’ del legado de la música sacra a través de su enseñanza, de la labor
de los copistas, del resguardo físico de los repertorios.

Por otro lado, emulando a las capillas reales, algunos nobles se permitieron el lujo de poseer su
propia capilla musical, muy semejante a las catedralicias pero que, además, contaban con
ministriles de instrumentos de cuerda, como el arpa, vihuelas (primitiva guitarra), violas,
clavicordio o laúdes.

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