Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
y militar alemán, canciller imperial desde 1933 y Führer —líder— de Alemania desde 1934
hasta su muerte. Llevó al poder al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi,d y
lideró un régimen totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o Alemania nazi.
Además, fue quien dirigió a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que inició con el
propósito principal de cumplir sus planes expansionistas en Europa.
Desde entonces, Hitler y la Segunda Guerra Mundial han sido muy estudiados por
los historiadores, los sociólogos y los antropólogos. Sin embargo, la literatura, y en
especial el cine, han sido los medios que más han marcado las imágenes sobre la
Alemania nazi. El problema es que solo describen algunos episodios: enmarcan
escenas terribles de uno de los regímenes más atroces que ha conocido la historia,
pero no lo explican. Así que hoy, después de 71 años de la muerte de Hitler, Semana
Educación expone a grandes rasgos algunas de las ideas centrales de El Imperio de
Hitler, el libro de Mark Mazower, profesor de Historia de la Universidad de
Columbia.
Los imperios
El mundo se había repartido. En el siglo XIX los ingleses, franceses y en menor
medida holandeses, belgas y portugueses tomaron casi toda África y Asia. Y en el
siglo XX se repartieron el Medio Oriente. Estados Unidos controlaba América y
avanzaba por el Pacífico. Los japoneses invadían Manchuria. Entonces, cuando
Hitler empezó a construir su imperio en Europa, no hacía otra cosa que competir
por los recursos con los otros imperios. Los nazis pensaban que solo así, Alemania
se convertiría en una potencia mundial.
Los territorios del oriente de Europa eran vistos como tierras baldías, rodeadas por
bosques impenetrables, que permanecían a la espera de que ampliaran sus
fronteras. Los nazis querían colonizar el Este de Europa, como hace unos años los
norteamericanos habían avanzado hacia el Oeste. Según Mazowe, a los nazis les
encantaba imaginar a unos pocos burócratas controlando continentes completos.
Era la mejor forma de expresar la supuesta superioridad racial. “Alfred Rosenberg,
autoproclamado filósofo del régimen, decía que el Imperio Británico también se
basaba en una reivindicación de dominio definida racialmente.”
Así, en 1942, un funcionario alemán comentó, con el mismo racismo con el que un
inglés veía África, que “aquí, en Ucrania, estamos entre negros”. Entonces, con
desprecio y exclusión, al igual que Francia, Inglaterra, Japón y Estados Unidos,
Hitler formaban su imperio en el Este de Europa. Solo así, pensaba, podría ser una
potencia mundial que compitiera con Estados Unidos e Inglaterra.
Superioridad excluyente
Los imperios nacionalistas no eran nuevos. Los franceses habían colonizado África
con campañas que supuestamente eran civilizadoras. Estados Unidos amplió sus
territorios por la grandeza americana: asesinaron y se apropiaron de los territorios
de las sociedades indígenas sin remordimiento. También se adueñaron, con
racismo y una gran convicción de superioridad, de territorios mexicanos y
españoles. Los japoneses entraron a China y masacraron a la población,
convencidos de que eran superiores. Lo mismo habían hecho los ingleses en África
y los belgas en el Congo.
No obstante, los alemanes eran más estrictos que muchas naciones en cuanto a lo
que significaba hacer parte de su nación. Su concepción de la patria era excluyente,
racialmente y culturalmente. Pero esto no se trataba de un caso atípico de exclusión
y de discriminación en el mundo. Según Mark Mazower, en la misma época “era
difícil obtener la plena ciudadanía británica, francesa o portuguesa si la piel de uno
no tenía el color adecuado. Los dobles sistemas de situación legal no eran un
invento nazi”.
Lo que ocurrió entonces durante la Segunda Guerra Mundial fue que los nazis
sentían que estaban formando a un imperio en el Este de Europa. Pero su
concepción nacional de ampliación territorial estaba marcada por una
preocupación racial. Entonces, lo que hicieron fue llevar las teorías racistas,
comunes en Europa y en Latinoamérica, a un extremo. No querían mezclarse con
razas que consideraban inferiores como los eslavos, los rusos y los judíos. Por eso
asesinaron sistemáticamente cientos de miles de civiles del Este. Cerca de ocho
millones de rusos fueron asesinados. “A los nazis les llevó sólo unos meses dejar
morir a más de dos millones de prisioneros de guerra soviéticos en campos
abarrotados, inadvertidos y de los que en su mayor parte no ha quedado constancia
documentada”.
La guerra hizo que la represión nazi se hiciera cada vez más brutal y sistemática.
Mark Mazower afirma en su libro que en 1939 los seis principales campos de
concentración albergaban 21.000 prisiones, mientras que en 1945 la cifra subió a
700.000. La explicación de Mazower es que los campos de exterminio eran
medidas extremas para evitar las revueltas con la más cruel represión. Sin
embargo, “no hubo ningún sistema único de terror que surgiera plenamente
formado del cerebro de Hitler. Fue el control de la tarea de vigilancia del territorio
conquistado en el Este lo que permitió a las SS llevar a cabo su vertiginosa
ascensión hasta convertirse en la organización más temida en la Europa ocupada.”
Cooperación y simpatía
Después de que se acabó la guerra, cuando vieron los tanques americanos atravesar
los campos, los europeos parecieron olvidar, como por arte de magia, que en
general habían cooperado con los nazis. Gran parte de la población civil que había
simpatizado con las ideas de Hitler calló al verlo derrotado. Los países que
ayudaron al régimen alemán, recibieron a los soldados aliados con aclamaciones, a
pesar de que no habían organizado una oposición fuerte, ni sistemática. Antes de
que fuera derrotado Hitler, muchos en Europa y en América estaban convencidos
de que el Liberalismo había fracasado. Y no eran pocos los que veían al
nacionalsocialismo como una alternativa.
Los aniversarios son un espacio para reflexionar la forma como hemos aprendido la
historia y para conocer diferentes versiones que permiten ampliar el debate sobre
hechos del pasado que no se deben repetir