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Privado IV EPIC. M.3 – L.

Contratos sobre obras intelectuales y de propiedad industrial

En el estudio de los contratos sobre obras intelectuales aparece un elemento muy particular que
no estaba necesariamente presente en los contratos analizados en los módulos anteriores; este
es el elemento extra patrimonial que en los contratos que ahora estudiaremos tienen gran
importancia.

La noción de bienes inmateriales es muy amplia. Quedan comprendidos, dentro de su espectro,


los diseños, los bienes culturales, las ideas patentables y los modelos de invención.

Los bienes inmateriales, de esencial importancia en los contratos analizados en este módulo, se
caracterizan por emerger de la creación humana y carecen de sustancialidad o materia. Esa
inmaterialidad se transformará en materialidad sólo al momento en que se plasmen en algún
elemento, a través de una impresión, edición o cualquier otro medio que lo haga reproducible,
siendo justamente a partir de este momento donde se viabiliza su explotación comercial. Con la
explotación comercial, surge la necesidad de proteger la obra intelectual, para que sea oponible
a terceros, que pueden fácilmente copiarla y obtener beneficios ilegítimos.

Es allí donde llega en auxilio nuestro ordenamiento jurídico brindando un amplio marco
normativo de protección, en el que encontramos al Derecho de propiedad cuyo interés de
protección es el uso de la obra y la exclusión de terceros a través de su oponibilidad. A su vez,
en el derecho de propiedad, podemos distinguir dos ámbitos específicos de aplicación: a. El de
la propiedad industrial, y b. El de los derechos intelectuales.

Ahora bien, debemos comprender que dentro del ámbito de estudio en que nos encontramos,
existen dos esferas de igual importancia, que conviven y son reconocidas por el derecho. Una
de ellas relacionada con el ámbito no económico o extra patrimonial; y la otra, por el contrario,
relacionada con la faz de la explotación económica o patrimonial. Valga destacar que es
justamente ésta última la que puede recaer en objeto de algún contrato.

Haremos un paréntesis para mencionar la repercusión que ha tenido la nueva regulación del
Código Civil y Comercial respecto a la materia bajo estudio, en lo que refiere a la calificación de
los bienes cuando el titular de la obra intelectual ha contraído matrimonio.

Dentro de esa línea de pensamiento, hay quienes proponen que, al producirse la liquidación de
la sociedad conyugal, la obra intelectual sea incluida íntegramente en la hijuela de su autor y se
compense su valor en la hijuela del otro cónyuge.

Esta es la solución que adopta el nuevo artículo 499 del Código Civil y Comercial Unificado, que
prevé como novedad la atribución preferencial al autor de los bienes amparados por la
propiedad intelectual o artística, con cargo de pagar en dinero la diferencia al otro cónyuge o a
sus herederos

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Claro está que si la obra intelectual fue producida con antelación a la celebración del
matrimonio, acorde con la línea normativa antes señalada, encuadrará en la categoría de bienes
propios. En tal sentido, reza el artículo 464 del Código Civil y Comercial:

Bienes propios. Son bienes propios de cada uno de los cónyuges: (…) o) la propiedad
intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha sido publicada o interpretada
por primera vez, la obra artística ha sido concluida, o el invento, la marca o el diseño
industrial han sido patentados o registrados antes del comienzo de la comunidad. El
derecho moral sobre la obra intelectual es siempre personal del autor

En cuanto a la prueba del carácter propio o ganancial de un bien, en este caso puntual de la obra
intelectual, el artículo 466 del mismo plexo normativo expresamente prevé que:

Se presume, excepto prueba en contrario, que son gananciales todos los bienes
existentes al momento de la extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es
suficiente prueba del carácter propio la confesión de los cónyuges. Para que sea oponible
a terceros el carácter propio de los bienes registrables adquiridos durante la comunidad
por inversión o reinversión de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición
se haga constar esa circunstancia, determinándose su origen, con la conformidad del
otro cónyuge. En caso de no podérsela obtener, o de negarla éste, el adquirente puede
requerir una declaración judicial del carácter propio del bien, de la que se debe tomar
nota marginal en el instrumento del cual resulta el título de adquisición. El adquirente
también puede pedir esa declaración judicial en caso de haberse omitido la constancia
en el acto de adquisición.

De tal manera, se mantiene la presunción de ganancialidad que contenía el anterior Código Civil
respecto de los bienes existentes al tiempo de la extinción de la comunidad, salvo que se
demuestre que son propios.

Las obras intelectuales

La Ley 11.723, en su artículo 1, define a la obra intelectual diciendo: “…es toda producción
científica, literaria, artística o didáctica, sea cual fuere el procedimiento de reproducción”.

La última parte de la definición es clave, porque es el propio ordenamiento jurídico el que


solicita que la obra tenga algún medio que la vuelva reproducible, vale decir, que la idea que se
ha pergeñado debe encontrarse plasmada en algún medio que permita su “tangibilidad”.

Sin embargo, la obra intelectual debe reunir también las siguientes características:

- Originalidad: en cuanto a su forma de reproducción, en su forma de expresión, ya


que las ideas en sí mismas pueden circular libremente, diferenciándose en cuanto
al método o medio que utiliza el autor para reproducirlas. Para lograr la protección
de la explotación comercial, no puede consistir en una combinación de elementos
existentes.
- Significación: lo que significa ni más ni menos que debe tratarse de algo de cierta
entidad, de cierto peso para la sociedad. No necesariamente algo trascendente,
más bien sí un cierto nivel de importancia.

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Por su parte, la jurisprudencia ha entendido que:

Se debe entender por "obra" o "producción" científica, literaria o artística, una expresión
personal, original y novedosa de la inteligencia, resultado de la actividad del espíritu que tenga
individualidad, que represente algo y sea una creación integral. El juez se encuentra facultado
para determinar si existen estas características en una obra determinada para que proceda la
protección legal.

La novedad implicará que estamos frente a un invento, y de ello podrá resultar su


patentabilidad, pero para lograr el amparo de la Ley no es requisito.

Art. 1 (ley 11.723).- Son obras dignas de protección para nuestro derecho: los escritos de toda
naturaleza o extensión, las obras científicas, literarias, artísticas o dramáticas, las composiciones
musicales o dramáticos musicales, las obras cinematográficas, coreográficas, dibujos, pinturas,
esculturas, arquitectura; modelos artísticos; impresos, planos y mapas; fotografías, imagen
fotográfica, bases de datos, entre otras.

Adentrándonos en el ámbito del derecho de autor, podemos afirmar que quien ha producido la
obra o la ha creado tiene derecho a su titularidad. A su vez, los derechos que emanan de la
titularidad de la obra son transmisibles por actos inter vivos o mortis causa; es decir, a través de
un contrato a todo aquel que, con autorización del autor, traduzca, refunde, adapte, modifique
o transporte la obra; o bien, en caso de muerte de su titular (autor), a sus herederos.

Este derecho de autor en cabeza del o de los titulares de la obra comprende la posibilidad de
disponer de la misma, en distintas formas, ya sea publicándola, ejecutándola o exponiéndola en
general al público. Asimismo, comprende el derecho a enajenarla o adaptarla, y es por
intermedio de esta facultad que el autor podrá contratar libremente, aprovechando la faz
patrimonial del derecho bajo estudio.

Podemos afirmar, entonces, siguiendo a Lorenzetti (1999) que el autor puede:

- Excluir a todo aquel que intente o pretenda utilizar su obra con fines comerciales.
- Impedir que la obra se modifique, en cuanto a sus aspectos sustanciales.
- Tiene el derecho de editar la obra, poniéndola a disposición del público.
- Explotar la obra en cualquier forma.
- Modificar la obra, por ejemplo, para insertarla en algún mercado específico.
- Disponer de la obra, ya sea de manera gratuita u onerosa, a su criterio.

La totalidad de los derechos que, a modo de ejemplo, acabamos de referir, forman parte de la
faz económica o patrimonial y, por lo tanto, son libremente transmisibles, y, aún más, al no
tratarse de cuestiones de orden público, pueden incluso renunciarse o limitarse en el tiempo.

En cambio, el autor no puede ser jamás despojado de la faz extrapatrimonial, revistiendo las
características de imprescriptible, inalienable e irrenunciable.

La propiedad intelectual sobre las obras corresponde a los autores durante su vida y a sus
herederos o derechohabientes hasta setenta años contados a partir del 1 de enero del año
siguiente al de la muerte del autor. En los casos de obras en colaboración, este término
comenzará a contarse desde el 1 de enero del año siguiente al de la muerte del último

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colaborador. Para las obras póstumas, el término de setenta años empezará a correr a partir del
1 de enero del año siguiente al de la muerte del autor. Un caso que puede presentarse y que
está contemplado en la ley, es el del autor que fallece sin dejar herederos, y se declara vacante
su herencia. Los derechos que a aquél correspondiesen sobre sus obras pasarán al Estado por
todo el término de Ley, sin perjuicio de los derechos de terceros.

Respecto de los derechos de los herederos o derechohabientes, la ley prevé que éstos no podrán
oponerse a que terceros reediten las obras del causante cuando dejen transcurrir más de diez
años sin disponer su publicación. Tampoco podrán oponerse los herederos o derechohabientes
a que terceros traduzcan las obras del causante después de diez años de su fallecimiento. En
estos casos, si entre el tercero editor y los herederos o derechohabientes no hubiera acuerdo
sobre las condiciones de impresión o la retribución pecuniaria, ambas serán fijadas por árbitros.

La propiedad intelectual que recae sobre obras anónimas pertenecientes a instituciones,


corporaciones o personas jurídicas, dura cincuenta años contados desde su publicación.

Cualquiera puede publicar con fines didácticos o científicos, comentarios, críticas o notas
referentes a las obras intelectuales, incluyendo hasta mil palabras de obras literarias o científicas
u ocho compases en las musicales y, en todos los casos, sólo las partes del texto indispensables
a ese efecto. Quedando comprendidas en esta disposición las obras docentes, de enseñanza,
colecciones, antologías y otras semejantes.

Todas las disposiciones que estamos analizando son igualmente aplicables a las obras científicas,
artísticas y literarias, publicadas en países extranjeros, sea cual fuere la nacionalidad de sus
autores, siempre que pertenezcan a naciones que reconozcan el derecho de propiedad
intelectual.

Para asegurar la protección de la Ley argentina, el autor de una obra extranjera sólo necesitará
acreditar el cumplimiento de las formalidades establecidas para su protección por las leyes del
país en que se haya hecho la publicación. La protección que la Ley argentina acuerda a los
autores extranjeros no se extenderá a un período mayor que el reconocido por las Leyes del país
donde se hubiere publicado la obra. Si tales leyes acuerdan una protección mayor, regirán los
términos de la Ley argentina vigente.

Nada impide que el autor o sus derechohabientes puedan enajenar o ceder total o parcialmente
su obra. Esta enajenación es válida sólo durante el término establecido por la Ley y confiere a
su adquirente el derecho a su aprovechamiento económico sin poder alterar su título, forma y
contenido. Pero, atento hemos referido anteriormente, aunque el autor enajenare la propiedad
de su obra, conserva sobre ella el derecho a exigir la fidelidad de su texto y título, en las
impresiones, copias o reproducciones, como asimismo la mención de su nombre o seudónimo
como autor.

I. Bienes inmateriales, culturales, derechos reales y personales. Niveles de


protección

Los bienes inmateriales pueden ser definidos por contraposición a los bienes materiales, como
aquellos que carecen de "materia". Sin embargo, pueden adquirir materialidad cuando se
incorporan a una obra, sea a través de su impresión, representación, etc., que permiten su
reproducción. Entonces, mientras los bienes inmateriales son la creación del intelecto humano,
la obra es la materialización de esa creación.

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Sólo cuando la creación del intelecto es insertada en una obra, puede reproducirse y, por ende,
ser objeto de explotación económica. Nace aquí, entonces, el interés de su protección por la ley,
para evitar que los autores del bien inmaterial o intelectual puedan ver menoscabado su
derecho sobre la obra en la cual se concreta su creación.

Siguiendo a Lorenzetti (1999):

La obra intelectual admite entonces una protección basada en:

a. El derecho real de propiedad, que permite su uso y su oponibilidad a terceros;


b. el derecho personal basado en el contrato que se celebre sobre ella, el que sólo
puede ser oponible a la contraparte y no a los terceros;
c. la acción extracontractual basada en los daños causados por terceros a la propiedad
intelectual;
d. la protección basada en los derechos personalísimos, en los supuestos en que se
trate de obras que sean expresión de la personalidad;
e. la defensa penal en los casos en que exista tipificación delictiva.

Dentro de los bienes inmateriales, protegidos por derechos reales, es necesario


distinguir:
 La propiedad industrial: que comprende las patentes de invención, marcas,
designaciones comerciales, dibujos, diseños industriales. Resulta aplicable
la ley 24.481, modificada por la ley 24.572 de patentes de invención y
modelos de utilidad, la 22.362 de marcas y designaciones comerciales, y el
decreto 6673/63 de modelos y diseños industriales, secreto (ley 22.802).
 Los derechos intelectuales: se aplica la ley 11.723, y el Derecho común (art.
12, ley 11.723),

II. Derecho de autor. Obra y propiedad intelectual

La protección del derecho de autor se origina con la creación de la obra, sin necesidad de otra
formalidad, verbigracia, sin necesidad de su registro. Este último viene a asegurar al autor de la
obra su exclusividad y, por ende, le permite hacer cesar su utilización sin su autorización.

“La propiedad intelectual es una forma de proteger la producción del intelecto confiriéndole al
autor un derecho real sobre la misma” (Lorenzetti, 1999, tomo 3, p. 16).

Sabido es que el derecho de autor es protegido por el artículo 17 de la Constitución Nacional, el


que expresamente prevé: “Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o
descubrimiento, por el término que le acuerde la ley”.

III. Derechos del autor

El autor, en tanto titular del derecho sobre una obra, goza de los siguientes derechos:

- El derecho de excluir a quienes pretendan usar su obra para explotarla


económicamente.
- El derecho de impedir la modificación de aspectos sustanciales de la obra.
- El derecho de editar la obra.

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- El derecho de difundir públicamente la obra y explotarla.


- El derecho de modificar la obra.
- El derecho de traducir la obra a otro idioma.
- El derecho de disponer o desprenderse de la obra, gratuita u onerosamente.

Contrato de Edición

La ley 11.723 define al contrato de edición en su artículo 37, expresando que: “Habrá contrato
de edición cuando el titular del derecho de propiedad sobre una obra intelectual, se obliga a
entregarla a un editor, y éste a reproducirla, difundirla y venderla”.

I. Calificación y delimitación

El derecho de autor necesita de una forma legal para llevar adelante su explotación comercial.
A tal fin, el ordenamiento jurídico estatuyó al contrato de edición.

Las tres actividades (reproducción, difusión y venta) que surgen de la definición antes brindada,
en su conjunto, son las que conforman la actividad del editor, pese a tratarse de tres procesos
distintos.

- Reproducción: es la “impresión” de la obra, esto es, el procedimiento por el cual


se inserta la obra en un soporte tangible.
- Difusión: es la actividad de promoción de la obra.
- Venta: es la actividad por la cual el editor emplea los medios necesarios para lograr
colocar la obra en el mercado al que se encuentra destinada. La obligación del
editor es de medios, porque éste no se compromete a un resultado específico, sino
sólo a poner sus “mejores esfuerzos” para lograr el éxito comercial de la obra. Es
común que en el mismo contrato de edición se prevea cuál va a ser el número de
ediciones que constituirá la relación contractual, e incluso en cuántos ejemplares
consistirá cada una de ellas. Si nada de esto estuviese estipulado en el contrato, se
estará, como sucede habitualmente, a los usos y costumbres del lugar. Valga
destacar que su falta de previsión en el contrato no acarrea consecuencias
jurídicas como la nulidad. El contrato será igualmente válido

Una cuestión relevante es el hecho de que puede pactarse un precio, a través de las ventas
efectivas que se realicen, lo que aleja las dudas en cuanto a la locación de obra, ya que estamos
frente a un contrato de naturaleza más compleja.

En cambio, si el autor estuviese contratado de manera permanente, debiendo entregar sus


obras a cambio de un precio, independientemente de las cantidades de obras a entregar,
estaríamos frente a una clara locación de servicios, o bien una relación de dependencia, ajustada
a la normativa laboral.

También habrá locación de obra (y no contrato de edición) si en el contrato que se celebra se


prevé sólo la actividad de impresión de la obra, sin que haya ningún tipo de distribución, ni
promoción alguna.

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Por último, también puede suceder que exista sólo una actividad de distribución, donde
tampoco existiría el contrato de edición, sino que estaríamos, valga la redundancia, frente a un
contrato de distribución en el que el distribuidor coloca la obra en los puntos de venta.

II. Caracteres

Siguiendo a Lorenzetti (1999), podemos afirmar que el contrato de edición tiene los siguientes
caracteres:

a. Es bilateral o sinalagmático: pues genera obligaciones recíprocas para ambas partes.


b. Es oneroso: conforme lo establece el artículo 40. Pero puede ser gratuito si el autor no
cobra ningún precio y el editor actúa por un interés no económico, sino de apoyo a las
artes.
c. Es consensual: ya que queda concluido por el mero acuerdo de voluntades.
d. Es un contrato de empresa: porque el editor es un empresario dedicado al intercambio
de bienes y servicios en el mercado económico.

III. Objeto

Como todo contrato, el contrato de edición tiene un objeto que debe ser lícito, no prohibido por
la ley ni contrario a las buenas costumbres.

Este objeto se encuentra constituido, según el artículo 1° de la ley 11.723 , por las obras
intelectuales que sean susceptibles de reproducción, verbigracia, los libros artísticos, literarios
o científicos, los grabados, las estampas, las fotografías, las grabaciones fonográficas, las copias
cinematográficas, los software, las bases de datos, etcétera.

IV. Forma y prueba

El contrato puede celebrarse en forma verbal o por escrito. En este último caso, el art. 40 de la
ley 11.723.

En cuanto a la acreditación de su existencia, rigen los principios generales relativos a la prueba


de los contratos que establece la ley de fondo.

Art. 40. — En el contrato deberá constar el número de ediciones y el de ejemplares de cada una
de ellas, como también la retribución pecuniaria del autor o sus derechohabientes;
considerándose siempre oneroso el contrato, salvo prueba en contrario. Si las anteriores
condiciones no constaran se estará a los usos y costumbres del lugar del contrato

V. El autor. Obligaciones y derechos

Derechos y obligaciones del autor:

- Realizar la obra.
- Entregar la obra.
- Colaboración.
- Garantía de autenticidad y disfrute.

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VI. El editor. Obligaciones y derechos

Derechos y obligaciones del editor:

- Pagar el precio de la obra.


- Imprimir, distribuir y vender la obra.
- Colaboración.
- Información.

VII. Riesgos del contrato

En cuanto a los riesgos por pérdida o deterioro, podemos afirmar que el momento que define la
asignación de la asunción de los riesgos es el de la entrega de la obra misma. En efecto, desde
ese momento se transmite el control de la obra, por lo que puede inferirse que previamente a
la entrega los riesgos serán a cargo del autor, mientras que con posterioridad caerán en cabeza
del editor.

Para los casos de fuerza mayor o caso fortuito, la doctrina manifiesta mayoritariamente la falta
de responsabilidad, extinguiéndose el contrato por imposibilidad de cumplimiento del objeto
del contrato.

VIII. Extinción

El contrato bajo análisis puede extinguirse por las siguientes causales:

 Venta de las ediciones convenidas: el contrato se ha cumplido, agotando su objeto. Las


partes se deberán eventualmente las rendiciones de cuenta que correspondieren.
 Pérdida de la obra: a los fines de determinar la responsabilidad, remitimos a los
conceptos anteriormente vertidos.
 Resolución: frente al incumplimiento de una de las partes, la parte cumplidora podrá
resolver el contrato, debiendo regirse por las disposiciones propias de los contratos en
general.
 Vencimiento del plazo resolutorio: libremente las partes pueden acodar sujetar la
duración del vínculo a una fecha determinada. Acaecida la misma, se extingue el
contrato.
 Muerte o incapacidad de las partes: si se produce la muerte del autor, previo a la entrega
de la obra, el contrato se extingue, sin ningún derecho a indemnización por parte del
editor. En lo que atañe a la incapacidad, ésta comprenderá no sólo la demencia, sino
cualquier incapacidad física que impida al autor desarrollar la obra pactada. Curioso es
el caso en que la muerte del autor acontezca con la obra ya próxima a finalizar, en cuyo
caso los herederos no podrán obligar al editor a un pago parcial, por una obra
inconclusa. Si los herederos continúan y finalizan la obra, el editor podrá publicarla, en
cuyo caso estaremos frente a un nuevo contrato.
 Quiebra del editor: en dicha situación es posible pedir la resolución del contrato. Sin
embargo, el síndico de la quiebra podrá solicitar autorización judicial para que el
contrato se cumpla, según la conveniencia de los acreedores del editor.

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 Supresión de la obra: el autor podrá incluso suprimir la obra, extinguiendo el contrato,


sin perjuicio de la correspondiente indemnización de los daños y perjuicios que hubiese
ocasionado al autor.

Entre otras cuestiones importantes, ¿qué procedimiento debemos seguir para inscribir una obra
intelectual?

Según lo establece la ley 11.723 en su artículo 61 y siguientes, la obra deberá presentarse en el


Registro Nacional de Propiedad Intelectual, donde deberá depositar el editor de las obras,
comprendidas en el artículo 1°, tres ejemplares completos, dentro de los tres meses siguientes
a su aparición. Si la edición fuera de lujo o no excediera de cien ejemplares, bastará con
depositar un solo ejemplar. En el mismo término y condiciones deberán respetarse las
presentaciones para las obras impresas provenientes de países extranjeros, pero que tuvieren
editor en la República. Los plazos se contarán desde el primer día de ponerse en venta en
territorio argentino.

Para el caso de pinturas, arquitecturas, esculturas, etcétera, el depósito consistirá en un croquis


o fotografía del original, con las indicaciones suplementarias que permitan identificarlas.

Para películas cinematográficas, el depósito consistirá en una relación del argumento, diálogos,
fotografías y escenarios de sus principales escenas. Y, finalmente, para los programas de
computación, consistirá el depósito de los elementos y documentos que determine la
reglamentación.

A toda persona que se presente a inscribir una obra con los ejemplares o copias respectivas, le
será entregado un recibo provisorio, con los datos, fecha y circunstancias que sirven para
identificar la obra, haciendo constar su inscripción.

Una de las actividades a desarrollar por el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual consiste
en publicar diariamente, en el Boletín Oficial, la nómina de las obras presentadas para su
inscripción, además de las actuaciones que la Dirección estime necesarias, con indicación de su
título, autor, editor, clase a la que pertenece y demás datos que las individualicen. Pasado un
mes desde la publicación, sin haberse deducido oposición, el Registro las inscribirá y otorgará a
los autores el título de propiedad definitivo si éstos lo solicitaren.

Para aquellos casos en que existiese algún reclamo, éste deberá realizarse dentro del plazo de
un mes, y se levantará un acta de exposición, de la que se dará traslado por cinco días al
interesado, debiendo el Director del Registro Nacional de la Propiedad Intelectual resolver el
caso dentro de los diez días subsiguientes.

Dicha resolución podrá apelarse al ministerio respectivo, dentro de otros diez días y la resolución
ministerial no será objeto de recurso alguno, salvo el derecho de quien se crea lesionado para
iniciar el juicio correspondiente.

¿Qué consecuencias trae la falta de inscripción?

Pues bien, la falta de inscripción trae como consecuencia la suspensión del derecho del autor
hasta el momento en que la efectúe, recuperándose dichos derechos en el acto mismo de la
inscripción, por el término y condiciones que correspondan, sin perjuicio de la validez de las
reproducciones, ediciones, ejecuciones y toda otra publicación hechas durante el tiempo en que
la obra no estuvo inscripta.

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Es importante destacar que no se admitirá el registro de una obra sin la mención de su "pie de
imprenta". Se entiende por tal, la fecha, lugar, edición y la mención del editor.

Ahora bien, en la misma Ley 11.723 se establece, además, cuáles serán las sanciones, frente a
los distintos incumplimientos. Veamos algunos de ellos a continuación.

Para aquellos casos en que se defrauda en cualquier forma los derechos de propiedad intelectual
reconocidos por la Ley, se reprimirá con la pena establecida por el artículo 172 del Código Penal.

Sin perjuicio de la disposición general del artículo precedente, se consideran casos


especiales de defraudación y sufrirán la pena que el Código Penal establece, además del
consecuente secuestro de la edición ilícita:

a. El que edite, venda o reproduzca por cualquier medio o instrumento, una obra inédita
o publicada sin autorización de su autor o derechohabientes.
b. El que falsifique obras intelectuales, entendiéndose como tal la edición de una obra ya
editada, ostentando falsamente el nombre del editor autorizado al efecto.
c. El que edite, venda o reproduzca una obra suprimiendo o cambiando el nombre del
autor, el título de la misma o alterando dolosamente su texto.
d. El que edite o reproduzca mayor número de los ejemplares debidamente autorizados
(Art. 72- Ley 11.723).

La Ley de propiedad Intelectual prevé también la posibilidad de lograr medidas preventivas.


Efectivamente, los jueces podrán, previa fianza de los interesados, decretar preventivamente la
suspensión de un espectáculo teatral, cinematográfico, filarmónico u otro análogo; el embargo
de las obras denunciadas, así como el embargo del producto que se haya percibido por todo lo
anteriormente indicado y toda medida que sirva para proteger eficazmente los derechos que
ampare esta Ley de propiedad Intelectual.

Ninguna formalidad se ordena para aclarar los derechos del autor o de sus causahabientes. En
caso de contestación, los derechos estarán sujetos a los medios de prueba establecidos por las
Leyes vigentes.

En cuanto a la posibilidad de iniciar acciones en el ámbito civil, podemos afirmar que en todo
juicio motivado por esta Ley, ya sea por aplicación de sus disposiciones, como consecuencia de
los contratos y actos jurídicos que tengan relación con la propiedad intelectual, regirán, fuera
de las medidas preventivas, en que se establece para las excepciones dilatorias en los
respectivos códigos de Procedimientos, en lo Civil y Comercial, con las siguientes modificaciones
que establece la ley que protege los derechos del autor:

a. Siempre habrá lugar a prueba a pedido de las partes o de oficio pudiendo ampliarse su
término a 30 días, si el juzgado lo creyere conveniente, quedando firme a esta
resolución.
b. Durante la prueba y a pedido de los interesados se podrá decretar una audiencia pública,
en la sala del tribunal donde las partes, sus letrados y peritos expondrán sus alegatos u
opiniones. Esta audiencia podrá continuar otros días si uno sólo fuera insuficiente.
c. En las mismas condiciones del inciso anterior y cuando la importancia del asunto y la
naturaleza técnica de las cuestiones lo requieran, se podrá designar un jurado de
idóneos en la especialidad de que se tratare, debiendo estar presidido para las
cuestiones científicas por el Decano de la Facultad de Ciencias Exactas o la persona que
éste designare, bajo su responsabilidad, para reemplazarlo; para las cuestiones

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literarias, el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras; para las artísticas, el Director


del Museo Nacional de Bellas Artes y para las musicales, el Director del Conservatorio
Nacional de Música (Art. 81 – Ley 11.723).

El artículo 81, sigue:

Complementarán el jurado dos personas designadas de oficio. El jurado se reunirá y


deliberará en último término en la audiencia que establece el inciso anterior. Si no se
hubiere ella designado, en una especial y pública en la forma establecida en dicho inciso.
Su resolución se limitará a declarar si existe o no la lesión a la propiedad intelectual, ya
sea legal o convencional. Esta resolución valdrá como los informes de los peritos
nombrados por partes contrarias, cuando se expiden de común acuerdo.

Los derechos de propiedad industrial

Los bienes inmateriales comprenden en su abanico a los derechos de propiedad industrial.

Cuando hablamos de propiedad industrial, estamos cometiendo una falta de tecnicismo jurídico,
porque no se trata de un derecho de propiedad en el sentido regulado por el Código Civil y
Comercial, aunque puedan existir ciertas analogías.

La diferencia fundamental está dada porque la propiedad industrial refiere más a la oponibilidad
que al goce sobre una cosa, por lo que se relaciona más con los derechos absolutos y relativos,
antes que con los derechos reales y personales. Si, en cambio, nos referimos a la propiedad del
Derecho Civil o derecho real de dominio, podemos observar que es un derecho perpetuo, lo que
no resulta aplicable en materia de propiedad industrial, donde la exclusividad es otorgada por
un plazo determinado de tiempo al titular.

En síntesis, los derechos de propiedad industrial comprenden todos aquellos que son
susceptibles de patentamiento, a saber:

- las marcas;
- el nombre comercial;
- el secreto industrial;
- la asistencia técnica;
- el Know How;
- entre otros.

Como tales bienes intangibles son fáciles de reproducir o copiar, el ordenamiento jurídico ha
acudido a su protección diseñando un sistema innovador a través de un registro denominado
“patentamiento”, que comenzó a otorgar al titular el derecho a excluir a tercero de su
explotación, asegurándole así el derecho a una explotación económica exclusiva.

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I. La protección basada en derechos reales y personales

El derecho protege a los bienes intangibles concediendo un privilegio de explotación exclusiva a


su titular, en la medida en que sean patentables y se encuentren patentados. La contracara de
ello es que el titular goza del derecho a excluir a terceros de su explotación. Ahora bien, estos
derechos industriales, debido a su inmaterialidad, necesitan de otros que le dan entidad
económica y le permiten su circulación.

De tal modo, siguiendo a Lorenzetti (1999), podemos decir que estos bienes gozan de una
protección que viene dada por el derecho real, que permite su uso y su oponibilidad a terceros;
y por el derecho personal, basado en el contrato que se celebre sobre él, que sólo puede ser
oponible a la contraparte y no a los terceros. Además, por una acción extrapatrimonial, basada
en los daños causados por terceros a la propiedad industrial, y por la defensa penal en los casos
en que exista tipificación delictiva.

II. Patentes

En lo que se refiere al derecho de patentes, podemos afirmar que se trata de una de las áreas
de mayor importancia en la actualidad. Esto obedece a que se trata de la concesión de un poder
de explotación exclusiva sobre un invento. Los caracteres propios de la tan mencionada
exclusividad de la explotación son el ser:

a. temporario, agotándose tanto por el vencimiento del plazo de ley, como por el no uso.
b. Contener limitaciones de Orden Público.
c. Se deben aplicar parámetros de licitud y razonabilidad, sin incurrir en abusos.

La Ley 24.481 sobre patentes de invención, en su art. 4, entiende como patentable a las
invenciones y productos o procedimientos siempre que sean nuevas, entrañen una actividad
inventiva y sean susceptibles de aplicación industrial. A su vez, estipula que se considere
invención a toda creación humana que permita transformar materia o energía para su
aprovechamiento por el hombre. Y expresa que será considerada novedosa toda invención que
no esté comprendida en el estado de la técnica; para, finalmente, establecer que por estado de
la técnica deberá entenderse el conjunto de conocimientos técnicos que se han hecho públicos
antes de la fecha de presentación de la solicitud de patente o, en su caso, de la prioridad
reconocida, mediante una descripción oral o escrita, por la explotación o por cualquier otro
medio de difusión o información, en el país o en el extranjero.

Asimismo, la ley no considerará invenciones y, por ende, no les brindará la protección que surge
de ella, a:

a. Los descubrimientos, las teorías científicas y los métodos matemáticos;


b. Las obras literarias o artísticas o cualquier otra creación estética, así como las obras
científicas;
c. Los planes, reglas y métodos para el ejercicio de actividades intelectuales, para juegos
o para actividades económico-comerciales, así como los programas de computación;
d. d) Las formas de presentación de información;
e. Los métodos de tratamiento quirúrgico, terapéutico o de diagnóstico aplicables al
cuerpo humano y los relativos a animales;
f. La yuxtaposición de invenciones conocidas o mezcla de productos conocidos, su
variación de forma, de dimensiones o de materiales, salvo que se trate de su

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Privado IV EPIC. M.3 – L. 1

combinación o fusión de tal manera que no puedan funcionar separadamente o que las
cualidades o funciones características de las mismas sean modificadas para obtener un
resultado industrial no obvio para un técnico en la materia;
g. Toda clase de materia viva y sustancias preexistentes en la naturaleza.

El hecho de que no se los considere invenciones es propio de la naturaleza que llevan inserta,
por lo que se considera correcto el criterio seguido por el legislador.

La ley determina que no serán patentables:

a. Las invenciones cuya explotación en el territorio de la República Argentina deba


impedirse para proteger el orden público o la moralidad, la salud o la vida de las
personas o de los animales o para preservar los vegetales o evitar daños graves al medio
ambiente;
b. La totalidad del material biológico y genético existente en la naturaleza o su réplica, en
los procesos biológicos implícitos en la reproducción animal, vegetal y humana,
incluidos los procesos genéticos relativos al material capaz de conducir su propia
duplicación en condiciones normales y libres, tal como ocurre en la naturaleza;
c. Las plantas y los animales, excepto los microorganismos y los procedimientos
esencialmente biológicos para su producción, sin perjuicio de la protección especial
conferida por la Ley 20.247 y la que eventualmente resulte de conformidad con las
convenciones internacionales de las que el país sea parte.

Podemos afirmar que:

El derecho a la patente pertenecerá al inventor o sus causahabientes quienes tendrán


el derecho de cederlo o transferirlo por cualquier medio lícito y concertar contratos de
licencia. La patente confiere a su titular los siguientes derechos exclusivos, sin perjuicio
de lo normado en los artículos 36, 37, 102 y 103 de la ley bajo examen:

a. Cuando la materia de la patente sea un producto, el de impedir que terceros sin su


consentimiento, realicen actos de fabricación, uso, oferta para la venta, venta o
importación del producto objeto de la patente;
b. Cuando la materia de la patente sea un procedimiento, el titular de una patente de
procedimiento tendrá derecho de impedir que terceros, sin su consentimiento,
realicen el acto de utilización del procedimiento y los actos de: uso, oferta para la
venta, venta o importación para estos fines del producto obtenido directamente por
medio de dicho procedimiento

La Ley establece que salvo prueba en contrario se presumirá inventor a la persona o personas
físicas que se designen como tales en la solicitud de patente o de certificado de modelo de
utilidad. (Art. 9 – Ley 24.481). El inventor o inventores, por supuesto, tendrán derecho a ser
mencionados en el título correspondiente.

Una situación particular es aquella de las invenciones desarrolladas durante una relación laboral.
En efecto, la Ley de patentes de invención prevé distintas situaciones, que trataremos a
continuación:

a. Las realizadas por el trabajador durante el curso de su contrato o relación de trabajo o


de servicios con el empleador que tengan por objeto total o parcialmente la realización
de actividades inventivas, pertenecerán al empleador.

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Privado IV EPIC. M.3 – L. 1

b. El trabajador, autor de la invención bajo el supuesto anterior, tendrá derecho a una


remuneración suplementaria por su realización, si su aporte personal a la invención y la
importancia de la misma para la empresa y empleador excede de manera evidente el
contenido explícito o implícito de su contrato o relación de trabajo.

Para aquellos casos en los que no existieran las condiciones estipuladas en el punto:

- cuando el trabajador realizara una invención en relación con su actividad


profesional en la empresa y en su obtención hubieran influido
predominantemente conocimientos adquiridos dentro de la empresa o la
utilización de medios proporcionados por ésta, el empleador tendrá derecho a la
titularidad de la invención o a reservarse el derecho de explotación de la misma.
El empleador, téngase presente, deberá ejercer tal opción dentro de los noventa
(90) días de realizada la invención.

Ley de patentes de invención prevé también situaciones tales como:

c. Cuando sea el empresario quien asuma la titularidad de una invención o se reserve el


derecho de explotación de la misma, el trabajador tendrá derecho a una compensación
económica justa, fijada en atención a la importancia industrial y comercial del invento,
teniendo en cuenta el valor de los medios o conocimientos facilitados por la empresa y
los aportes del propio trabajador. En el supuesto de que el empleador otorgue una
licencia a terceros, el inventor podrá reclamar al titular de la patente de invención el
pago de hasta el cincuenta por ciento (50 %) de las regalías efectivamente percibidas
por éste.
d. Una invención industrial será considerada como desarrollada durante la ejecución de un
contrato de trabajo o de prestación de servicios, cuando la solicitud de patente haya
sido presentada hasta un (1) año después de la fecha en que el inventor dejó el empleo
dentro de cuyo campo de actividad se obtuvo el invento. e) Las invenciones laborales
en cuya realización no concurran las circunstancias previstas en los puntos a) y b)
pertenecerán exclusivamente al autor de las mismas.
e. Será nula toda renuncia anticipada del trabajador a los derechos conferidos en este
artículo.

Tal supuesto, como puede fácilmente advertirse, configurará una práctica abusiva, que deberá
tenerse por no escrita.

Art. 12 Ley 24.481.- “para obtener una patente será preciso presentar una solicitud escrita ante
la Administración Nacional de Patentes del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, con las
características y demás datos que indique esta ley y su reglamento”.

La patente podrá ser solicitada directamente por el inventor o por sus causahabientes o a través
de sus representantes. Cuando se solicite una patente después de hacerlo en otros países se
reconocerá como fecha de prioridad la fecha en que hubiese sido presentada la primera solicitud
de patente, siempre y cuando no haya transcurrido más de un (1) año de la presentación
originaria.

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Privado IV EPIC. M.3 – L. 1

La Ley prevé el caso de varios inventores que hayan realizado la misma invención
independientemente los unos de los otros.

Art. 15. Ley 24.481.- El derecho a la patente pertenecerá al que tenga la solicitud con fecha de
presentación o de prioridad reconocida, en su caso, más antigua. Si la invención hubiera sido
hecha por varias personas conjuntamente el derecho a la patente pertenecerá en común a todas
ellas.

Nada impide que el solicitante desista de su solicitud en cualquier momento de la tramitación.


Para el caso de que la solicitud corresponda a más de un solicitante, el desistimiento bajo análisis
deberá hacerse en común, por todos los solicitantes. Si no lo fuera, los derechos del renunciante
acrecerán a favor de los demás solicitantes, en partes iguales. La solicitud de patente no podrá
comprender más que una sola invención o un grupo de invenciones relacionadas entre sí de tal
manera que integren un único concepto inventivo en general. De otra manera, deberán
presentarse otras solicitudes, para cada una de ellas. Las solicitudes que no cumplan con este
requisito habrán de ser divididas de acuerdo con lo que se disponga reglamentariamente.

En cuanto a los plazos:

Si transcurrieran noventa (90) días corridos desde la fecha de presentación de la solicitud sin
que se acompañe la totalidad de la documentación, ésta se denegará sin más trámite, salvo
casos de fuerza mayor debidamente justificada. La falta de presentación dentro del mismo plazo
de los elementos consignados en el punto f) originará la pérdida del derecho a la prioridad
internacional.

Dentro de la documentación a presentar:

La invención deberá ser descripta en la solicitud de manera suficientemente clara y completa


para que una persona experta y con conocimientos medios en la materia pueda ejecutarla.
Asimismo, deberá incluir el mejor método conocido para ejecutar y llevar a la práctica la
invención, y los elementos que se empleen en forma clara y precisa.

La solicitud de patente en trámite y sus anexos serán confidenciales hasta el momento de su


publicación, ello a los fines de proteger al autor de la misma.

¿Puede la solicitud tener observaciones? Y para el caso de afirmativa, ¿qué sucede?

Cuando la solicitud merezca observaciones, la Administración Nacional de Patentes correrá


traslado de las mismas al solicitante para que, dentro del plazo de sesenta (60) días, haga las
aclaraciones que considere pertinentes o presente la información o documentación que le fuera
requerida. Si el solicitante no cumple con los requerimientos en el plazo señalado, su solicitud
se considerará desistida. Todas las observaciones serán formuladas en un solo acto por la
Administración Nacional de Patentes, salvo cuando se requieran aclaraciones o explicaciones
previas al solicitante. Cualquier persona podrá formular observaciones fundadas a la solicitud
de patentes y agregar prueba documental dentro del plazo de sesenta (60) días a contar de la
publicación (artículo 26). Las observaciones deberán consistir en la falta o insuficiencia de los
requisitos legales para su concesión.

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Para el caso de que las observaciones formuladas por la Administración Nacional de Patentes no
fuesen salvadas por el solicitante, se procederá a denegar la solicitud de la patente
comunicándoselo por escrito al solicitante, con expresión de los motivos y fundamentos de la
resolución, como suele hacerse toda vez que se niega, debe fundamentarse la negativa.

Aprobados todos los requisitos que correspondan, la Administración Nacional de Patentes


procederá a extender el título correspondiente.

La concesión de toda patente se hará sin perjuicio de tercero con mejor derecho que el
solicitante y sin garantía del Estado en cuanto a la utilidad del objeto sobre el que recae. El
tercero que se considere con algún derecho de reclamo, dispone de todas las vías
administrativas y legales para el reconocimiento de sus legítimos derechos.

Cabe aclarar que:

Sólo podrán permitirse cambios en el texto del título de una patente para corregir errores
materiales o de forma. Las patentes de invención otorgadas serán de público conocimiento y se
extenderá copia de la documentación a quien la solicite, previo pago de los aranceles que se
establezcan.

Finalmente, recordamos que según los términos del artículo 35 de la Ley 24.481, el plazo que se
otorga para la explotación de una patente es de veinte (20) años.

III. Marcas

No debe confundirse con la patente ya que no requiere novedad alguna, ya que se trata de un
signo distintivo que permite identificar determinados productos o servicios a los consumidores.

Se destacan en el ámbito de la marca los caracteres de notoriedad y reconocibilidad, aplicables


tanto a consumidores, como a competidores del titular.

Art. 1 – Ley 22.362 (Ley de marcas y designaciones).- Pueden registrarse como marcas para
distinguir productos y servicios: una o más palabras con o sin contenido conceptual; los dibujos;
los emblemas; los monogramas; los grabados; los estampados; los sellos; las imágenes; las
bandas; las combinaciones de colores aplicadas en un lugar determinado de los productos o de
los envases; los envoltorios; los envases; las combinaciones de letras y de números; las letras y
números por su dibujo especial; las frases publicitarias; los relieves con capacidad distintiva y
todo otro signo con tal capacidad.

Téngase presente que no se consideran marcas y no son registrables según el artículo 2 de la ley
22.362:

a. los nombres, palabras y signos que constituyen la designación necesaria o habitual del
producto o servicio a distinguir, o que sean descriptos de su naturaleza, función,
cualidades u otras características;
b. los nombres, palabras, signos y frases publicitarias que hayan pasado al uso general
antes de su solicitud de registro;
c. la forma que se dé a los productos;
d. el color natural o intrínseco de los productos o un solo color aplicado sobre los mismos.

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Privado IV EPIC. M.3 – L. 1

La propiedad de una marca y la exclusividad de uso también se obtienen con su registro (art. 6),
debiendo tener, para ser titular de una marca o para ejercer el derecho de oposición a su registro
o a su uso un interés legítimo del solicitante o del oponente.

En cuanto a los plazos, el término de duración de la marca registrada será de diez (10) años.
Podrá ser renovada indefinidamente por períodos iguales si la misma fue utilizada, dentro de los
Cinco (5) años previos a cada vencimiento, en la comercialización de un producto, en la
prestación de un servicio, o como parte de la designación de una actividad. La transferencia de
la marca registrada es válida respecto de terceros una vez inscripta en la Dirección Nacional de
la Propiedad Industrial.

IV. Nombre comercial

Se diferencia de la marca el llamado nombre comercial, porque éste refiere al titular del
comercio, en tanto la marca refiere al producto o servicio que se presta. El derecho al nombre
nace con su uso y difusión social sin necesidad de registración alguna, en tanto el derecho a la
marca nace recién con su registración.

V. La información

Todo lo referido a la investigación y desarrollo de una creación, genera información que es


propiedad de la empresa, y que debe ser protegido dentro del ámbito de la competencia desleal,
ya que suelen ser sumamente onerosas estas actividades, que pretenden la investigación, para
luego generar un producto o servicio y explotarlo comercialmente.

VI. El know-how

El Know How es un conocimiento práctico, reproducible y probadamente exitoso. La protección


del know how no proviene de una ley específica, sino que su marco de protección es contractual,
por lo que amerita que las partes dediquen todo el tiempo que sea necesario para su correcta
definición e identificación. Por otra parte, si las partes no lo previeran por vía contractual,
podemos apoyarnos en las leyes de defensa de la competencia, para su protección.

Contrato de licencia

El contrato de licencia es aquel por medio del cual el titular de un derecho de propiedad
industrial cede a otra el uso y goce sobre el mismo. A través de este contrato, se transmite el
derecho de uso y explotación, sin transmitirse las acciones derivadas del derecho en cuestión,
pudiendo incluso celebrar otros contratos de licencia si no hubiera pactado exclusividad con el
licenciatario. Debemos recordar que el contrato de licencia posee tipicidad social.

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I. Calificación

El contrato de licencia, como todos los contratos, se conforma de cláusulas que definen su
contenido. Entre esas cláusulas, las más comunes son:

a. aquella que determina la naturaleza del objeto del contrato;


b. la cláusula que prevé las obligaciones de las partes;
c. la cláusula que establece el carácter de la transferencia del uso y goce, esto es, si es
definitivo o temporario;
d. la cláusula que fija el precio y la modalidad de pago;
e. la cláusula que estipula el cálculo de la regalía (o royalty).
f. la cláusula que prevé la duración o plazo contractual;
g. la cláusula que determina las limitaciones al uso y goce.
h. la cláusula que delimita el mercado asignado de actuación del licenciatario;
i. la cláusula que estipula la asistencia técnica a brindar por el licenciante;
j. la cláusula que prevé las causales de extinción;
k. entre otras.

II. Caracteres

Son características del contrato de licencia:

 El licenciante es el sujeto que autoriza al licenciatario a utilizar la patente del modo


convenido, a su riesgo, pero sin transferirle el derecho del que es titular.

 El licenciatario, por su parte, se compromete a utilizar en la forma convenida la patente


objeto del contrato, pagando a cambio de ello una retribución en dinero.

En principio, rige lo convenido por las partes, el derecho de patentes y finalmente, en ausencia
de normas específicas, las normas relativas a la locación, atento encontramos en un contrato de
cesión de uso.

III. Modalidades

Siguiendo a Lorenzetti (1999), diremos que las licencias pueden clasificarse en:

a. Desde el punto de vista de su duración, sin plazo o con plazo.


b. Desde el punto de vista de los derechos que se otorgan al licenciatario, en contratos de
explotación total o parcial.
c. Según el área de explotación, pueden extenderse a todo un país, a varios países, o a una
zona determinada.
d. Según las licencias sean o no exclusivas, en licencias con exclusividad y licencias
parciales.
e. Finalmente, en licencias independientes de otra relación jurídica o accesorias de otro
contrato.

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IV. Obligaciones del licenciante

Expresa Roncero Sánchez que “La obligación esencial del licenciante consiste en la concesión del
uso de explotación sobre el derecho que constituye el objeto del contrato”. Y continúa
expresando que esta “…obligación presenta una pluralidad de deberes de prestación positiva
tendientes a permitir el uso y goce por parte del licenciatario, mostrando un claro paralelismo
con la locación de cosas.

Además, y aunque resulta obvio por ser una obligación común a todos los contratos de cesión
de uso, señalamos que el contrato de licencia pone en cabeza del licenciante la obligación de
garantizar la existencia del derecho cuyo uso transfiere y así también su goce sin perturbación
alguna. En los primeros tiempos, esta cuestión había dado lugar a un arduo debate, pero, en la
actualidad, la doctrina abrumadoramente mayoritaria considera que la licencia reconoce como
naturaleza jurídica la de ser un contrato de cesión de uso y goce.

V. Obligaciones del licenciatario

La obligación principal del licenciatario es el pago del precio pactado en el contrato de licencia.

Otros contratos vinculados a los derechos de propiedad industrial

Otros contratos propios de la propiedad industrial son el de cesión de derechos industriales, de


delimitación del uso de una marca, de fabricación por cuenta de terceros, de know-how, de
asistencia técnica, y de transmisión de secreto industrial.

I. Cesión de derechos industriales.

Definición. Efectos La Cesión de derechos industriales, al igual que la cesión de créditos que
regulaba el viejo Código Civil de Vélez, implica la transmisión del derecho (en este caso,
industrial). De tal modo, se distingue del contrato de licencia antes analizado por cuanto este
último contrato, como se expuso, sólo importa transmitir el uso y goce del derecho de
explotación.

II. Contrato de delimitación del uso de una marca. Definición. Efectos

Es el contrato por el cual los titulares de dos o más marcas, entre las que existe colisión, fijan los
límites de uso para su coexistencia (Lorenzetti, 1999). En términos más simples, expresa el autor
Lorenzetti antes referenciado que se trata de “pactos de no agresión”.

A diferencia del contrato de licencia, las partes involucradas son ambos titulares de una marca.
El efecto de este contrato es la restricción convenida y, por lo tanto, voluntaria del ejercicio de
los derechos que derivan de la titularidad de una marca.

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III. Contrato de fabricación por cuenta de terceros. Definición. Efectos

Básicamente estamos frente a una locación de obra, que consiste en el encargo de fabricar un
determinado bien, al que luego se le incorpora una marca. Quien realiza la obra no será
responsable de los daños que se causen con motivo de la marca a terceros, dicha
responsabilidad continúa siempre en cabeza del titular del derecho.

IV. Contrato de know-how. Definición. Efectos

El contrato de Know How es una categoría dentro de los contratos de propiedad intelectual,
precisamente porque su objeto (know how) es una obra intelectual.

V. Contrato de asistencia técnica. Definición. Efectos

Por intermedio de este contrato, la empresa asistente se obliga a poner al servicio de la otra
parte toda su pericia y experiencia, asumiendo una obligación de hacer, en lo que se refiere a la
asistencia técnica de un proceso industrial. Se trata de un contrato de servicios y, por lo tanto,
son aplicables las normas jurídicas relativas a los mismos.

VI. Transmisión de secreto industrial. Definición. Efectos

Nos encontramos, como se podrá inferir, nuevamente en el ámbito de la protección de la


competencia desleal, en cuanto el secreto industrial trata de técnicas o procedimientos creados
por una empresa, y, por lo tanto, de su exclusiva propiedad, pero que no encuentra protección
en la normativa propia de la propiedad intelectual en sentido amplio. Generalmente, es
celosamente custodiado, ya que le permite asegurar ciertas ventajas en el mercado. Al
transmitirse, suele hacerse en un único acto.

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Contratos publicitarios

La publicidad

I. Bienes jurídicos protegidos: competencia, libertad de expresión, consumidores

Para comprender la noción y contenido del contrato de publicidad, antes bien debemos conocer
su objeto, esto es, la publicidad jurídicamente permitida o publicidad lícita que delimita el bien
jurídico protegido por el contrato de publicidad.

En los comienzos, el bien jurídico protegido se enfocaba en la competencia leal entre empresas,
por lo que se restringían las publicidades que pudieran perjudicar la imagen de una empresa o
restringir su competencia en el mercado; por ejemplo, con la utilización de publicidades que
compararan. Más adelante, se cambia el enfoque hacia el respeto por la libertad de expresión
en todo mensaje publicitario, cayendo los límites en la publicidad; para, finalmente, adoptar una
mirada proteccionista del consumidor, a cuyo fin se le debe brindar una información lo más
detallada posible del bien o servicio que se pretende introducir en el mercado. Es así que en la
publicidad se comienza a dar prioridad a la función de información por sobre la de persuasión o
incentivo de adquirir los productos que se ofrecen en el mercado.

II. Definición

Lorenzetti (1999) define a la publicidad como “una forma de comunicación producida por una
persona física o jurídica, pública o privada, con el fin de promover la contratación de productos
o servicios” (Lorenzetti, 1999, p. 103).

III. Calificación como servicio de valor pecuniario

La publicidad es un servicio, y, como tal, se presta con una finalidad económica y con un
determinado valor pecuniario en el mercado. Esta calificación es precisamente la que autoriza
que la publicidad sea objeto de contratación y que, como tal, se le impongan restricciones al
derecho de publicitar.

IV. Restricción al derecho de publicidad

Las restricciones al derecho de publicitar pueden ser de origen legal o convencional, según
surjan de la ley o del acuerdo entre las partes. Por su parte, Lorenzetti (1999) califica a las
restricciones sólo a título ejemplificativo, en prohibiciones expresas y prohibiciones basadas en
el interés público.

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V. Publicidad y omisión del deber de informar

El artículo 1100 del nuevo Código Civil y Comercial, en concordancia con lo que establecía el
artículo 4 de la ley 24.240 de defensa del consumidor, prevé que:

El proveedor está obligado a suministrar información al, consumidor en forma cierta y detallada,
respecto de todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que
provee, las condiciones de su comercialización y toda otra circunstancia relevante para el
contrato. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con la
claridad necesaria que permita su comprensión.

La doctrina especializada ha entendido que de esta norma surgen dos nociones bien
diferenciadas. Así, se ha entendido que el dispositivo reglamenta dos tópicos diferentes: la
información, por un lado, y la publicidad, por el otro, con finalidades distintas. Afirma Büeres
(2015) que la información hace al conocimiento y contribuye a formar el consentimiento del
consumidor, mientras que la publicidad tiende a motivar la adquisición de un producto o
servicio. El deber de informar debe cumplirse en forma previa a celebrar el contrato de consumo
y de manera concomitante a su celebración.

La información debe ser la necesaria, esto es, aquella que es veraz de modo tal que elimine todo
contenido engañoso, falso, exacto, serio, objetivo, y que se encuentre respaldada por pruebas
o experimentaciones. Además, debe ser suficiente, es decir, apta para los fines previstos y
comprensible al consumidor; también debe ser eficaz, posibilitando al consumidor que se
involucre sin duda alguno en el acto que va a realizar, con plena conciencia y conocimiento del
mismo, objetiva y, finalmente, oportuna.

El nuevo Código civil y comercial, además, prevé una serie de prohibiciones según las cuales está
prohibida toda publicidad que contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o
puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del producto
o servicio; efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que
conduzcan a error al consumidor; sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a
comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad.

A su vez, el artículo 1102 prevé que los consumidores afectados o quienes resulten legalmente
legitimados pueden solicitar al juez el cese de la publicidad ilícita, la publicación, a cargo del
demandado, de anuncios rectificatorios en una suerte de derecho de réplica, y, en su caso,
pueden pedir también una sentencia condenatoria por los daños producidos.

VI. Interpretación

La interpretación de la publicidad será aquella que le da el consumidor medio. De tal modo, se


aleja de la regla que rige en material contractual conforme a la cual se atenderá al fin tenido en
cuenta por las partes o a lo que verosímilmente éstas pudieron entender o querer de acuerdo
con las circunstancia del caso. Más aún en caso de duda, se estará a favor del consumidor.

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Contrato de publicidad

Siguiendo a Borda, podemos decir que “hay contrato de publicidad cuando una de las partes se
obliga a hacer un determinado mensaje publicitario encargado por un comitente, a cambio de
una retribución en dinero”

I. Caracteres

Como antes lo dijimos, el objeto de este contrato es la publicidad lícita o permitida por la ley.
Este contrato se caracteriza por ser:

a. Consensual.
b. Bilateral.
c. Oneroso.
d. Informal.
e. Conmutativo.
f. Intuitu personae.

II. Obligaciones

 El publicista tiene una obligación de medio, consistente en el diseño del mensaje


publicitario.
 El empresario anunciante se compromete a pagar el precio estipulado como
contraprestación del mensaje publicitario.

III. Daños derivados de la caída de un cartel publicitario

En los supuestos de daños producidos por la caída de un cartel publicitario, corresponderá


subsumir el supuesto en el sistema jurídico de responsabilidad objetiva que rige los perjuicios
producidos en el marco de un contrato publicitario. Por lo tanto, se deberá prescindir de la culpa
o dolo de los involucrados en el hecho dañoso.

Contrato de esponzorización

La esponsorización se caracteriza por el hecho de que un sujeto efectúa un aporte económico al


emprendimiento de otro que no cuenta con el capital o sólo cuenta con una parte del capital
necesario para llevarlo a cabo, y que si bien no busca de manera inmediata obtener una ganancia
puede existir un fin lucrativo mediato que no haga a la esencia de la empresa.

La esponsorización utiliza la técnica del mecenazgo con función publicitaria, lo que es novedoso:
el esponsor financia un evento porque de ese modo se hace conocer con unas características
especiales de imagen frente al público y obtiene ganancias en el mediano plazo.

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I. Definición

El contrato de esponsorización ha sido definido como el contrato por el cual una parte se obliga
a una prestación pecuniaria o a la atribución de cosas fungibles frente a la otra parte que se
obliga a divulgar el nombre o la marca del esponsor en las varias modalidades de su propia
actividad, e inclusive, a veces, modificando su propia denominación social y asumiendo la del
esponsor

II. Delimitación

El contrato bajo estudio, si bien tocante con el de publicidad, se distingue de éste en que es una
técnica de publicidad indirecta, en el sentido de que no existe una obligación por parte del
esponsor de publicidad, que sí existe de manera principal en el contrato de publicidad, en tanto
en este último contrato no existe una obligación de apoyo económico que sí existe en el primer
contrato.

III. Modalidades

Señala Lorenzetti (1999) que la doctrina ha indicado diversas modalidades de esponsorización.


De entre ellas, dos permiten aclarar algunos aspectos, a saber:

La primera se basa en el grado de integración que se produce entre el esponsor y el


esponsorizado, y que en el contrato se revela en la intensidad de los deberes secundarios de
conducta asumidos por el esponsorizado. En la forma menos intensa, el esponsorizado se obliga
a cumplir la función de vehículo a cambio de un mensaje publicitario, de bienes que el esponsor
produce y que suministra gratuitamente o en condiciones muy favorables. De allí en adelante,
el esponsorizado puede asumir deberes más agudos en su identificación con el esponsor, hasta
llegar a una unión más estrecha en la que se confunden los nombres o las identidades.

La segunda cuestión de interés es el distingo entre el denominado "esponsor individual" y el


"colectivo". En el último caso, el contrato se establece entre un esponsor que está constituido
por un consorcio de empresas comerciales y una federación deportiva. A cambio de la
esponsorización, la federación esponsorizada asume la obligación de atribuirle la calificación de
patrocinador oficial de un determinado evento deportivo, además de algunas obligaciones
accesorias, como puede ser el disfrute de espacios publicitarios.

En estos casos la integración es total porque desaparece la identidad del equipo, que no lleva el
nombre de un club, sino el de la marca.

IV. Sujetos. Minoridad. Federaciones

Los sujetos del contrato de esponsorización son: El esponsor y El esponsorizado

El esponsor, también llamado el “sujeto que esponsoriza”, es un patrocinador principal o


promotor que busca el uso indirectamente publicitario del nombre, la actividad o prestigio de
otros, para lo cual realiza a favor de éstos prestaciones en dinero, bienes o servicios para
facilitarles la realización de su actividad (deportiva, cultural, etc.), la que paralelamente es usada
como vehículo de comunicación publicitaria a favor del propio esponsor.

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El Esponsor puede ser: una empresa privada o del Estado; una sociedad privada o del Estado, o
mixta; una persona de derecho público; una persona privada, tal el caso de las fundaciones y
asociaciones; un grupo de empresas; etc.

El esponsorizado, también llamado “sujeto que asume la esponsorización”, es quien soporta


como sujeto pasivo la esponsorización. Esto, únicamente en el ámbito formal de la relación, ya
que, en la ejecución, es quien tiene los medios para el éxito o fracaso de la esponsorización,
puesto que su actividad o su persona son instrumentalizadas por el esponsor como vehículo de
publicidad.

El esponsorizado puede ser cualquier persona, física o jurídica. Por ejemplo: un club deportivo.

Minoridad

Estos sujetos contratantes deben regirse en orden a la capacidad por las reglas generales
relativas a los contratos. Por ende, tienen capacidad para su celebración las personas que hayan
alcanzado los 18 años de edad, y los menores de esta edad podrán hacerlo a través de sus
representantes o tutores.

Federación

Enseña Lorenzetti (1999) que en el patrocinio colectivo se celebra un contrato con una
“federación”. Ésta compromete a los clubes que la integran.

V. Riesgos del evento

Como antes señalamos al tratar las obligaciones del esponsorizado, si el incumplimiento de la


obligación principal se torna imposible por circunstancias ajenas a la voluntad de este sujeto,
sea por caso fortuito, fuerza mayor o cualquier otra causa que no le sea imputable, se extingue
la obligación y el esponsor queda liberado de su cumplimiento.

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