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En el estudio de los contratos sobre obras intelectuales aparece un elemento muy particular que
no estaba necesariamente presente en los contratos analizados en los módulos anteriores; este
es el elemento extra patrimonial que en los contratos que ahora estudiaremos tienen gran
importancia.
Los bienes inmateriales, de esencial importancia en los contratos analizados en este módulo, se
caracterizan por emerger de la creación humana y carecen de sustancialidad o materia. Esa
inmaterialidad se transformará en materialidad sólo al momento en que se plasmen en algún
elemento, a través de una impresión, edición o cualquier otro medio que lo haga reproducible,
siendo justamente a partir de este momento donde se viabiliza su explotación comercial. Con la
explotación comercial, surge la necesidad de proteger la obra intelectual, para que sea oponible
a terceros, que pueden fácilmente copiarla y obtener beneficios ilegítimos.
Es allí donde llega en auxilio nuestro ordenamiento jurídico brindando un amplio marco
normativo de protección, en el que encontramos al Derecho de propiedad cuyo interés de
protección es el uso de la obra y la exclusión de terceros a través de su oponibilidad. A su vez,
en el derecho de propiedad, podemos distinguir dos ámbitos específicos de aplicación: a. El de
la propiedad industrial, y b. El de los derechos intelectuales.
Ahora bien, debemos comprender que dentro del ámbito de estudio en que nos encontramos,
existen dos esferas de igual importancia, que conviven y son reconocidas por el derecho. Una
de ellas relacionada con el ámbito no económico o extra patrimonial; y la otra, por el contrario,
relacionada con la faz de la explotación económica o patrimonial. Valga destacar que es
justamente ésta última la que puede recaer en objeto de algún contrato.
Haremos un paréntesis para mencionar la repercusión que ha tenido la nueva regulación del
Código Civil y Comercial respecto a la materia bajo estudio, en lo que refiere a la calificación de
los bienes cuando el titular de la obra intelectual ha contraído matrimonio.
Dentro de esa línea de pensamiento, hay quienes proponen que, al producirse la liquidación de
la sociedad conyugal, la obra intelectual sea incluida íntegramente en la hijuela de su autor y se
compense su valor en la hijuela del otro cónyuge.
Esta es la solución que adopta el nuevo artículo 499 del Código Civil y Comercial Unificado, que
prevé como novedad la atribución preferencial al autor de los bienes amparados por la
propiedad intelectual o artística, con cargo de pagar en dinero la diferencia al otro cónyuge o a
sus herederos
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Claro está que si la obra intelectual fue producida con antelación a la celebración del
matrimonio, acorde con la línea normativa antes señalada, encuadrará en la categoría de bienes
propios. En tal sentido, reza el artículo 464 del Código Civil y Comercial:
Bienes propios. Son bienes propios de cada uno de los cónyuges: (…) o) la propiedad
intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha sido publicada o interpretada
por primera vez, la obra artística ha sido concluida, o el invento, la marca o el diseño
industrial han sido patentados o registrados antes del comienzo de la comunidad. El
derecho moral sobre la obra intelectual es siempre personal del autor
En cuanto a la prueba del carácter propio o ganancial de un bien, en este caso puntual de la obra
intelectual, el artículo 466 del mismo plexo normativo expresamente prevé que:
Se presume, excepto prueba en contrario, que son gananciales todos los bienes
existentes al momento de la extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es
suficiente prueba del carácter propio la confesión de los cónyuges. Para que sea oponible
a terceros el carácter propio de los bienes registrables adquiridos durante la comunidad
por inversión o reinversión de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición
se haga constar esa circunstancia, determinándose su origen, con la conformidad del
otro cónyuge. En caso de no podérsela obtener, o de negarla éste, el adquirente puede
requerir una declaración judicial del carácter propio del bien, de la que se debe tomar
nota marginal en el instrumento del cual resulta el título de adquisición. El adquirente
también puede pedir esa declaración judicial en caso de haberse omitido la constancia
en el acto de adquisición.
De tal manera, se mantiene la presunción de ganancialidad que contenía el anterior Código Civil
respecto de los bienes existentes al tiempo de la extinción de la comunidad, salvo que se
demuestre que son propios.
La Ley 11.723, en su artículo 1, define a la obra intelectual diciendo: “…es toda producción
científica, literaria, artística o didáctica, sea cual fuere el procedimiento de reproducción”.
Sin embargo, la obra intelectual debe reunir también las siguientes características:
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Se debe entender por "obra" o "producción" científica, literaria o artística, una expresión
personal, original y novedosa de la inteligencia, resultado de la actividad del espíritu que tenga
individualidad, que represente algo y sea una creación integral. El juez se encuentra facultado
para determinar si existen estas características en una obra determinada para que proceda la
protección legal.
Art. 1 (ley 11.723).- Son obras dignas de protección para nuestro derecho: los escritos de toda
naturaleza o extensión, las obras científicas, literarias, artísticas o dramáticas, las composiciones
musicales o dramáticos musicales, las obras cinematográficas, coreográficas, dibujos, pinturas,
esculturas, arquitectura; modelos artísticos; impresos, planos y mapas; fotografías, imagen
fotográfica, bases de datos, entre otras.
Adentrándonos en el ámbito del derecho de autor, podemos afirmar que quien ha producido la
obra o la ha creado tiene derecho a su titularidad. A su vez, los derechos que emanan de la
titularidad de la obra son transmisibles por actos inter vivos o mortis causa; es decir, a través de
un contrato a todo aquel que, con autorización del autor, traduzca, refunde, adapte, modifique
o transporte la obra; o bien, en caso de muerte de su titular (autor), a sus herederos.
Este derecho de autor en cabeza del o de los titulares de la obra comprende la posibilidad de
disponer de la misma, en distintas formas, ya sea publicándola, ejecutándola o exponiéndola en
general al público. Asimismo, comprende el derecho a enajenarla o adaptarla, y es por
intermedio de esta facultad que el autor podrá contratar libremente, aprovechando la faz
patrimonial del derecho bajo estudio.
- Excluir a todo aquel que intente o pretenda utilizar su obra con fines comerciales.
- Impedir que la obra se modifique, en cuanto a sus aspectos sustanciales.
- Tiene el derecho de editar la obra, poniéndola a disposición del público.
- Explotar la obra en cualquier forma.
- Modificar la obra, por ejemplo, para insertarla en algún mercado específico.
- Disponer de la obra, ya sea de manera gratuita u onerosa, a su criterio.
La totalidad de los derechos que, a modo de ejemplo, acabamos de referir, forman parte de la
faz económica o patrimonial y, por lo tanto, son libremente transmisibles, y, aún más, al no
tratarse de cuestiones de orden público, pueden incluso renunciarse o limitarse en el tiempo.
En cambio, el autor no puede ser jamás despojado de la faz extrapatrimonial, revistiendo las
características de imprescriptible, inalienable e irrenunciable.
La propiedad intelectual sobre las obras corresponde a los autores durante su vida y a sus
herederos o derechohabientes hasta setenta años contados a partir del 1 de enero del año
siguiente al de la muerte del autor. En los casos de obras en colaboración, este término
comenzará a contarse desde el 1 de enero del año siguiente al de la muerte del último
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colaborador. Para las obras póstumas, el término de setenta años empezará a correr a partir del
1 de enero del año siguiente al de la muerte del autor. Un caso que puede presentarse y que
está contemplado en la ley, es el del autor que fallece sin dejar herederos, y se declara vacante
su herencia. Los derechos que a aquél correspondiesen sobre sus obras pasarán al Estado por
todo el término de Ley, sin perjuicio de los derechos de terceros.
Respecto de los derechos de los herederos o derechohabientes, la ley prevé que éstos no podrán
oponerse a que terceros reediten las obras del causante cuando dejen transcurrir más de diez
años sin disponer su publicación. Tampoco podrán oponerse los herederos o derechohabientes
a que terceros traduzcan las obras del causante después de diez años de su fallecimiento. En
estos casos, si entre el tercero editor y los herederos o derechohabientes no hubiera acuerdo
sobre las condiciones de impresión o la retribución pecuniaria, ambas serán fijadas por árbitros.
Cualquiera puede publicar con fines didácticos o científicos, comentarios, críticas o notas
referentes a las obras intelectuales, incluyendo hasta mil palabras de obras literarias o científicas
u ocho compases en las musicales y, en todos los casos, sólo las partes del texto indispensables
a ese efecto. Quedando comprendidas en esta disposición las obras docentes, de enseñanza,
colecciones, antologías y otras semejantes.
Todas las disposiciones que estamos analizando son igualmente aplicables a las obras científicas,
artísticas y literarias, publicadas en países extranjeros, sea cual fuere la nacionalidad de sus
autores, siempre que pertenezcan a naciones que reconozcan el derecho de propiedad
intelectual.
Para asegurar la protección de la Ley argentina, el autor de una obra extranjera sólo necesitará
acreditar el cumplimiento de las formalidades establecidas para su protección por las leyes del
país en que se haya hecho la publicación. La protección que la Ley argentina acuerda a los
autores extranjeros no se extenderá a un período mayor que el reconocido por las Leyes del país
donde se hubiere publicado la obra. Si tales leyes acuerdan una protección mayor, regirán los
términos de la Ley argentina vigente.
Nada impide que el autor o sus derechohabientes puedan enajenar o ceder total o parcialmente
su obra. Esta enajenación es válida sólo durante el término establecido por la Ley y confiere a
su adquirente el derecho a su aprovechamiento económico sin poder alterar su título, forma y
contenido. Pero, atento hemos referido anteriormente, aunque el autor enajenare la propiedad
de su obra, conserva sobre ella el derecho a exigir la fidelidad de su texto y título, en las
impresiones, copias o reproducciones, como asimismo la mención de su nombre o seudónimo
como autor.
Los bienes inmateriales pueden ser definidos por contraposición a los bienes materiales, como
aquellos que carecen de "materia". Sin embargo, pueden adquirir materialidad cuando se
incorporan a una obra, sea a través de su impresión, representación, etc., que permiten su
reproducción. Entonces, mientras los bienes inmateriales son la creación del intelecto humano,
la obra es la materialización de esa creación.
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Sólo cuando la creación del intelecto es insertada en una obra, puede reproducirse y, por ende,
ser objeto de explotación económica. Nace aquí, entonces, el interés de su protección por la ley,
para evitar que los autores del bien inmaterial o intelectual puedan ver menoscabado su
derecho sobre la obra en la cual se concreta su creación.
La protección del derecho de autor se origina con la creación de la obra, sin necesidad de otra
formalidad, verbigracia, sin necesidad de su registro. Este último viene a asegurar al autor de la
obra su exclusividad y, por ende, le permite hacer cesar su utilización sin su autorización.
“La propiedad intelectual es una forma de proteger la producción del intelecto confiriéndole al
autor un derecho real sobre la misma” (Lorenzetti, 1999, tomo 3, p. 16).
El autor, en tanto titular del derecho sobre una obra, goza de los siguientes derechos:
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Contrato de Edición
La ley 11.723 define al contrato de edición en su artículo 37, expresando que: “Habrá contrato
de edición cuando el titular del derecho de propiedad sobre una obra intelectual, se obliga a
entregarla a un editor, y éste a reproducirla, difundirla y venderla”.
I. Calificación y delimitación
El derecho de autor necesita de una forma legal para llevar adelante su explotación comercial.
A tal fin, el ordenamiento jurídico estatuyó al contrato de edición.
Las tres actividades (reproducción, difusión y venta) que surgen de la definición antes brindada,
en su conjunto, son las que conforman la actividad del editor, pese a tratarse de tres procesos
distintos.
Una cuestión relevante es el hecho de que puede pactarse un precio, a través de las ventas
efectivas que se realicen, lo que aleja las dudas en cuanto a la locación de obra, ya que estamos
frente a un contrato de naturaleza más compleja.
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Por último, también puede suceder que exista sólo una actividad de distribución, donde
tampoco existiría el contrato de edición, sino que estaríamos, valga la redundancia, frente a un
contrato de distribución en el que el distribuidor coloca la obra en los puntos de venta.
II. Caracteres
Siguiendo a Lorenzetti (1999), podemos afirmar que el contrato de edición tiene los siguientes
caracteres:
III. Objeto
Como todo contrato, el contrato de edición tiene un objeto que debe ser lícito, no prohibido por
la ley ni contrario a las buenas costumbres.
Este objeto se encuentra constituido, según el artículo 1° de la ley 11.723 , por las obras
intelectuales que sean susceptibles de reproducción, verbigracia, los libros artísticos, literarios
o científicos, los grabados, las estampas, las fotografías, las grabaciones fonográficas, las copias
cinematográficas, los software, las bases de datos, etcétera.
El contrato puede celebrarse en forma verbal o por escrito. En este último caso, el art. 40 de la
ley 11.723.
Art. 40. — En el contrato deberá constar el número de ediciones y el de ejemplares de cada una
de ellas, como también la retribución pecuniaria del autor o sus derechohabientes;
considerándose siempre oneroso el contrato, salvo prueba en contrario. Si las anteriores
condiciones no constaran se estará a los usos y costumbres del lugar del contrato
- Realizar la obra.
- Entregar la obra.
- Colaboración.
- Garantía de autenticidad y disfrute.
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En cuanto a los riesgos por pérdida o deterioro, podemos afirmar que el momento que define la
asignación de la asunción de los riesgos es el de la entrega de la obra misma. En efecto, desde
ese momento se transmite el control de la obra, por lo que puede inferirse que previamente a
la entrega los riesgos serán a cargo del autor, mientras que con posterioridad caerán en cabeza
del editor.
Para los casos de fuerza mayor o caso fortuito, la doctrina manifiesta mayoritariamente la falta
de responsabilidad, extinguiéndose el contrato por imposibilidad de cumplimiento del objeto
del contrato.
VIII. Extinción
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Entre otras cuestiones importantes, ¿qué procedimiento debemos seguir para inscribir una obra
intelectual?
Para películas cinematográficas, el depósito consistirá en una relación del argumento, diálogos,
fotografías y escenarios de sus principales escenas. Y, finalmente, para los programas de
computación, consistirá el depósito de los elementos y documentos que determine la
reglamentación.
A toda persona que se presente a inscribir una obra con los ejemplares o copias respectivas, le
será entregado un recibo provisorio, con los datos, fecha y circunstancias que sirven para
identificar la obra, haciendo constar su inscripción.
Una de las actividades a desarrollar por el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual consiste
en publicar diariamente, en el Boletín Oficial, la nómina de las obras presentadas para su
inscripción, además de las actuaciones que la Dirección estime necesarias, con indicación de su
título, autor, editor, clase a la que pertenece y demás datos que las individualicen. Pasado un
mes desde la publicación, sin haberse deducido oposición, el Registro las inscribirá y otorgará a
los autores el título de propiedad definitivo si éstos lo solicitaren.
Para aquellos casos en que existiese algún reclamo, éste deberá realizarse dentro del plazo de
un mes, y se levantará un acta de exposición, de la que se dará traslado por cinco días al
interesado, debiendo el Director del Registro Nacional de la Propiedad Intelectual resolver el
caso dentro de los diez días subsiguientes.
Dicha resolución podrá apelarse al ministerio respectivo, dentro de otros diez días y la resolución
ministerial no será objeto de recurso alguno, salvo el derecho de quien se crea lesionado para
iniciar el juicio correspondiente.
Pues bien, la falta de inscripción trae como consecuencia la suspensión del derecho del autor
hasta el momento en que la efectúe, recuperándose dichos derechos en el acto mismo de la
inscripción, por el término y condiciones que correspondan, sin perjuicio de la validez de las
reproducciones, ediciones, ejecuciones y toda otra publicación hechas durante el tiempo en que
la obra no estuvo inscripta.
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Es importante destacar que no se admitirá el registro de una obra sin la mención de su "pie de
imprenta". Se entiende por tal, la fecha, lugar, edición y la mención del editor.
Ahora bien, en la misma Ley 11.723 se establece, además, cuáles serán las sanciones, frente a
los distintos incumplimientos. Veamos algunos de ellos a continuación.
Para aquellos casos en que se defrauda en cualquier forma los derechos de propiedad intelectual
reconocidos por la Ley, se reprimirá con la pena establecida por el artículo 172 del Código Penal.
a. El que edite, venda o reproduzca por cualquier medio o instrumento, una obra inédita
o publicada sin autorización de su autor o derechohabientes.
b. El que falsifique obras intelectuales, entendiéndose como tal la edición de una obra ya
editada, ostentando falsamente el nombre del editor autorizado al efecto.
c. El que edite, venda o reproduzca una obra suprimiendo o cambiando el nombre del
autor, el título de la misma o alterando dolosamente su texto.
d. El que edite o reproduzca mayor número de los ejemplares debidamente autorizados
(Art. 72- Ley 11.723).
Ninguna formalidad se ordena para aclarar los derechos del autor o de sus causahabientes. En
caso de contestación, los derechos estarán sujetos a los medios de prueba establecidos por las
Leyes vigentes.
En cuanto a la posibilidad de iniciar acciones en el ámbito civil, podemos afirmar que en todo
juicio motivado por esta Ley, ya sea por aplicación de sus disposiciones, como consecuencia de
los contratos y actos jurídicos que tengan relación con la propiedad intelectual, regirán, fuera
de las medidas preventivas, en que se establece para las excepciones dilatorias en los
respectivos códigos de Procedimientos, en lo Civil y Comercial, con las siguientes modificaciones
que establece la ley que protege los derechos del autor:
a. Siempre habrá lugar a prueba a pedido de las partes o de oficio pudiendo ampliarse su
término a 30 días, si el juzgado lo creyere conveniente, quedando firme a esta
resolución.
b. Durante la prueba y a pedido de los interesados se podrá decretar una audiencia pública,
en la sala del tribunal donde las partes, sus letrados y peritos expondrán sus alegatos u
opiniones. Esta audiencia podrá continuar otros días si uno sólo fuera insuficiente.
c. En las mismas condiciones del inciso anterior y cuando la importancia del asunto y la
naturaleza técnica de las cuestiones lo requieran, se podrá designar un jurado de
idóneos en la especialidad de que se tratare, debiendo estar presidido para las
cuestiones científicas por el Decano de la Facultad de Ciencias Exactas o la persona que
éste designare, bajo su responsabilidad, para reemplazarlo; para las cuestiones
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Cuando hablamos de propiedad industrial, estamos cometiendo una falta de tecnicismo jurídico,
porque no se trata de un derecho de propiedad en el sentido regulado por el Código Civil y
Comercial, aunque puedan existir ciertas analogías.
La diferencia fundamental está dada porque la propiedad industrial refiere más a la oponibilidad
que al goce sobre una cosa, por lo que se relaciona más con los derechos absolutos y relativos,
antes que con los derechos reales y personales. Si, en cambio, nos referimos a la propiedad del
Derecho Civil o derecho real de dominio, podemos observar que es un derecho perpetuo, lo que
no resulta aplicable en materia de propiedad industrial, donde la exclusividad es otorgada por
un plazo determinado de tiempo al titular.
En síntesis, los derechos de propiedad industrial comprenden todos aquellos que son
susceptibles de patentamiento, a saber:
- las marcas;
- el nombre comercial;
- el secreto industrial;
- la asistencia técnica;
- el Know How;
- entre otros.
Como tales bienes intangibles son fáciles de reproducir o copiar, el ordenamiento jurídico ha
acudido a su protección diseñando un sistema innovador a través de un registro denominado
“patentamiento”, que comenzó a otorgar al titular el derecho a excluir a tercero de su
explotación, asegurándole así el derecho a una explotación económica exclusiva.
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De tal modo, siguiendo a Lorenzetti (1999), podemos decir que estos bienes gozan de una
protección que viene dada por el derecho real, que permite su uso y su oponibilidad a terceros;
y por el derecho personal, basado en el contrato que se celebre sobre él, que sólo puede ser
oponible a la contraparte y no a los terceros. Además, por una acción extrapatrimonial, basada
en los daños causados por terceros a la propiedad industrial, y por la defensa penal en los casos
en que exista tipificación delictiva.
II. Patentes
En lo que se refiere al derecho de patentes, podemos afirmar que se trata de una de las áreas
de mayor importancia en la actualidad. Esto obedece a que se trata de la concesión de un poder
de explotación exclusiva sobre un invento. Los caracteres propios de la tan mencionada
exclusividad de la explotación son el ser:
a. temporario, agotándose tanto por el vencimiento del plazo de ley, como por el no uso.
b. Contener limitaciones de Orden Público.
c. Se deben aplicar parámetros de licitud y razonabilidad, sin incurrir en abusos.
La Ley 24.481 sobre patentes de invención, en su art. 4, entiende como patentable a las
invenciones y productos o procedimientos siempre que sean nuevas, entrañen una actividad
inventiva y sean susceptibles de aplicación industrial. A su vez, estipula que se considere
invención a toda creación humana que permita transformar materia o energía para su
aprovechamiento por el hombre. Y expresa que será considerada novedosa toda invención que
no esté comprendida en el estado de la técnica; para, finalmente, establecer que por estado de
la técnica deberá entenderse el conjunto de conocimientos técnicos que se han hecho públicos
antes de la fecha de presentación de la solicitud de patente o, en su caso, de la prioridad
reconocida, mediante una descripción oral o escrita, por la explotación o por cualquier otro
medio de difusión o información, en el país o en el extranjero.
Asimismo, la ley no considerará invenciones y, por ende, no les brindará la protección que surge
de ella, a:
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combinación o fusión de tal manera que no puedan funcionar separadamente o que las
cualidades o funciones características de las mismas sean modificadas para obtener un
resultado industrial no obvio para un técnico en la materia;
g. Toda clase de materia viva y sustancias preexistentes en la naturaleza.
El hecho de que no se los considere invenciones es propio de la naturaleza que llevan inserta,
por lo que se considera correcto el criterio seguido por el legislador.
La Ley establece que salvo prueba en contrario se presumirá inventor a la persona o personas
físicas que se designen como tales en la solicitud de patente o de certificado de modelo de
utilidad. (Art. 9 – Ley 24.481). El inventor o inventores, por supuesto, tendrán derecho a ser
mencionados en el título correspondiente.
Una situación particular es aquella de las invenciones desarrolladas durante una relación laboral.
En efecto, la Ley de patentes de invención prevé distintas situaciones, que trataremos a
continuación:
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Para aquellos casos en los que no existieran las condiciones estipuladas en el punto:
Tal supuesto, como puede fácilmente advertirse, configurará una práctica abusiva, que deberá
tenerse por no escrita.
Art. 12 Ley 24.481.- “para obtener una patente será preciso presentar una solicitud escrita ante
la Administración Nacional de Patentes del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, con las
características y demás datos que indique esta ley y su reglamento”.
La patente podrá ser solicitada directamente por el inventor o por sus causahabientes o a través
de sus representantes. Cuando se solicite una patente después de hacerlo en otros países se
reconocerá como fecha de prioridad la fecha en que hubiese sido presentada la primera solicitud
de patente, siempre y cuando no haya transcurrido más de un (1) año de la presentación
originaria.
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La Ley prevé el caso de varios inventores que hayan realizado la misma invención
independientemente los unos de los otros.
Art. 15. Ley 24.481.- El derecho a la patente pertenecerá al que tenga la solicitud con fecha de
presentación o de prioridad reconocida, en su caso, más antigua. Si la invención hubiera sido
hecha por varias personas conjuntamente el derecho a la patente pertenecerá en común a todas
ellas.
Si transcurrieran noventa (90) días corridos desde la fecha de presentación de la solicitud sin
que se acompañe la totalidad de la documentación, ésta se denegará sin más trámite, salvo
casos de fuerza mayor debidamente justificada. La falta de presentación dentro del mismo plazo
de los elementos consignados en el punto f) originará la pérdida del derecho a la prioridad
internacional.
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Para el caso de que las observaciones formuladas por la Administración Nacional de Patentes no
fuesen salvadas por el solicitante, se procederá a denegar la solicitud de la patente
comunicándoselo por escrito al solicitante, con expresión de los motivos y fundamentos de la
resolución, como suele hacerse toda vez que se niega, debe fundamentarse la negativa.
La concesión de toda patente se hará sin perjuicio de tercero con mejor derecho que el
solicitante y sin garantía del Estado en cuanto a la utilidad del objeto sobre el que recae. El
tercero que se considere con algún derecho de reclamo, dispone de todas las vías
administrativas y legales para el reconocimiento de sus legítimos derechos.
Sólo podrán permitirse cambios en el texto del título de una patente para corregir errores
materiales o de forma. Las patentes de invención otorgadas serán de público conocimiento y se
extenderá copia de la documentación a quien la solicite, previo pago de los aranceles que se
establezcan.
Finalmente, recordamos que según los términos del artículo 35 de la Ley 24.481, el plazo que se
otorga para la explotación de una patente es de veinte (20) años.
III. Marcas
No debe confundirse con la patente ya que no requiere novedad alguna, ya que se trata de un
signo distintivo que permite identificar determinados productos o servicios a los consumidores.
Art. 1 – Ley 22.362 (Ley de marcas y designaciones).- Pueden registrarse como marcas para
distinguir productos y servicios: una o más palabras con o sin contenido conceptual; los dibujos;
los emblemas; los monogramas; los grabados; los estampados; los sellos; las imágenes; las
bandas; las combinaciones de colores aplicadas en un lugar determinado de los productos o de
los envases; los envoltorios; los envases; las combinaciones de letras y de números; las letras y
números por su dibujo especial; las frases publicitarias; los relieves con capacidad distintiva y
todo otro signo con tal capacidad.
Téngase presente que no se consideran marcas y no son registrables según el artículo 2 de la ley
22.362:
a. los nombres, palabras y signos que constituyen la designación necesaria o habitual del
producto o servicio a distinguir, o que sean descriptos de su naturaleza, función,
cualidades u otras características;
b. los nombres, palabras, signos y frases publicitarias que hayan pasado al uso general
antes de su solicitud de registro;
c. la forma que se dé a los productos;
d. el color natural o intrínseco de los productos o un solo color aplicado sobre los mismos.
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La propiedad de una marca y la exclusividad de uso también se obtienen con su registro (art. 6),
debiendo tener, para ser titular de una marca o para ejercer el derecho de oposición a su registro
o a su uso un interés legítimo del solicitante o del oponente.
En cuanto a los plazos, el término de duración de la marca registrada será de diez (10) años.
Podrá ser renovada indefinidamente por períodos iguales si la misma fue utilizada, dentro de los
Cinco (5) años previos a cada vencimiento, en la comercialización de un producto, en la
prestación de un servicio, o como parte de la designación de una actividad. La transferencia de
la marca registrada es válida respecto de terceros una vez inscripta en la Dirección Nacional de
la Propiedad Industrial.
Se diferencia de la marca el llamado nombre comercial, porque éste refiere al titular del
comercio, en tanto la marca refiere al producto o servicio que se presta. El derecho al nombre
nace con su uso y difusión social sin necesidad de registración alguna, en tanto el derecho a la
marca nace recién con su registración.
V. La información
VI. El know-how
Contrato de licencia
El contrato de licencia es aquel por medio del cual el titular de un derecho de propiedad
industrial cede a otra el uso y goce sobre el mismo. A través de este contrato, se transmite el
derecho de uso y explotación, sin transmitirse las acciones derivadas del derecho en cuestión,
pudiendo incluso celebrar otros contratos de licencia si no hubiera pactado exclusividad con el
licenciatario. Debemos recordar que el contrato de licencia posee tipicidad social.
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I. Calificación
El contrato de licencia, como todos los contratos, se conforma de cláusulas que definen su
contenido. Entre esas cláusulas, las más comunes son:
II. Caracteres
En principio, rige lo convenido por las partes, el derecho de patentes y finalmente, en ausencia
de normas específicas, las normas relativas a la locación, atento encontramos en un contrato de
cesión de uso.
III. Modalidades
Siguiendo a Lorenzetti (1999), diremos que las licencias pueden clasificarse en:
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Expresa Roncero Sánchez que “La obligación esencial del licenciante consiste en la concesión del
uso de explotación sobre el derecho que constituye el objeto del contrato”. Y continúa
expresando que esta “…obligación presenta una pluralidad de deberes de prestación positiva
tendientes a permitir el uso y goce por parte del licenciatario, mostrando un claro paralelismo
con la locación de cosas.
Además, y aunque resulta obvio por ser una obligación común a todos los contratos de cesión
de uso, señalamos que el contrato de licencia pone en cabeza del licenciante la obligación de
garantizar la existencia del derecho cuyo uso transfiere y así también su goce sin perturbación
alguna. En los primeros tiempos, esta cuestión había dado lugar a un arduo debate, pero, en la
actualidad, la doctrina abrumadoramente mayoritaria considera que la licencia reconoce como
naturaleza jurídica la de ser un contrato de cesión de uso y goce.
La obligación principal del licenciatario es el pago del precio pactado en el contrato de licencia.
Definición. Efectos La Cesión de derechos industriales, al igual que la cesión de créditos que
regulaba el viejo Código Civil de Vélez, implica la transmisión del derecho (en este caso,
industrial). De tal modo, se distingue del contrato de licencia antes analizado por cuanto este
último contrato, como se expuso, sólo importa transmitir el uso y goce del derecho de
explotación.
Es el contrato por el cual los titulares de dos o más marcas, entre las que existe colisión, fijan los
límites de uso para su coexistencia (Lorenzetti, 1999). En términos más simples, expresa el autor
Lorenzetti antes referenciado que se trata de “pactos de no agresión”.
A diferencia del contrato de licencia, las partes involucradas son ambos titulares de una marca.
El efecto de este contrato es la restricción convenida y, por lo tanto, voluntaria del ejercicio de
los derechos que derivan de la titularidad de una marca.
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Básicamente estamos frente a una locación de obra, que consiste en el encargo de fabricar un
determinado bien, al que luego se le incorpora una marca. Quien realiza la obra no será
responsable de los daños que se causen con motivo de la marca a terceros, dicha
responsabilidad continúa siempre en cabeza del titular del derecho.
El contrato de Know How es una categoría dentro de los contratos de propiedad intelectual,
precisamente porque su objeto (know how) es una obra intelectual.
Por intermedio de este contrato, la empresa asistente se obliga a poner al servicio de la otra
parte toda su pericia y experiencia, asumiendo una obligación de hacer, en lo que se refiere a la
asistencia técnica de un proceso industrial. Se trata de un contrato de servicios y, por lo tanto,
son aplicables las normas jurídicas relativas a los mismos.
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Contratos publicitarios
La publicidad
Para comprender la noción y contenido del contrato de publicidad, antes bien debemos conocer
su objeto, esto es, la publicidad jurídicamente permitida o publicidad lícita que delimita el bien
jurídico protegido por el contrato de publicidad.
En los comienzos, el bien jurídico protegido se enfocaba en la competencia leal entre empresas,
por lo que se restringían las publicidades que pudieran perjudicar la imagen de una empresa o
restringir su competencia en el mercado; por ejemplo, con la utilización de publicidades que
compararan. Más adelante, se cambia el enfoque hacia el respeto por la libertad de expresión
en todo mensaje publicitario, cayendo los límites en la publicidad; para, finalmente, adoptar una
mirada proteccionista del consumidor, a cuyo fin se le debe brindar una información lo más
detallada posible del bien o servicio que se pretende introducir en el mercado. Es así que en la
publicidad se comienza a dar prioridad a la función de información por sobre la de persuasión o
incentivo de adquirir los productos que se ofrecen en el mercado.
II. Definición
Lorenzetti (1999) define a la publicidad como “una forma de comunicación producida por una
persona física o jurídica, pública o privada, con el fin de promover la contratación de productos
o servicios” (Lorenzetti, 1999, p. 103).
La publicidad es un servicio, y, como tal, se presta con una finalidad económica y con un
determinado valor pecuniario en el mercado. Esta calificación es precisamente la que autoriza
que la publicidad sea objeto de contratación y que, como tal, se le impongan restricciones al
derecho de publicitar.
Las restricciones al derecho de publicitar pueden ser de origen legal o convencional, según
surjan de la ley o del acuerdo entre las partes. Por su parte, Lorenzetti (1999) califica a las
restricciones sólo a título ejemplificativo, en prohibiciones expresas y prohibiciones basadas en
el interés público.
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El artículo 1100 del nuevo Código Civil y Comercial, en concordancia con lo que establecía el
artículo 4 de la ley 24.240 de defensa del consumidor, prevé que:
El proveedor está obligado a suministrar información al, consumidor en forma cierta y detallada,
respecto de todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que
provee, las condiciones de su comercialización y toda otra circunstancia relevante para el
contrato. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con la
claridad necesaria que permita su comprensión.
La doctrina especializada ha entendido que de esta norma surgen dos nociones bien
diferenciadas. Así, se ha entendido que el dispositivo reglamenta dos tópicos diferentes: la
información, por un lado, y la publicidad, por el otro, con finalidades distintas. Afirma Büeres
(2015) que la información hace al conocimiento y contribuye a formar el consentimiento del
consumidor, mientras que la publicidad tiende a motivar la adquisición de un producto o
servicio. El deber de informar debe cumplirse en forma previa a celebrar el contrato de consumo
y de manera concomitante a su celebración.
La información debe ser la necesaria, esto es, aquella que es veraz de modo tal que elimine todo
contenido engañoso, falso, exacto, serio, objetivo, y que se encuentre respaldada por pruebas
o experimentaciones. Además, debe ser suficiente, es decir, apta para los fines previstos y
comprensible al consumidor; también debe ser eficaz, posibilitando al consumidor que se
involucre sin duda alguno en el acto que va a realizar, con plena conciencia y conocimiento del
mismo, objetiva y, finalmente, oportuna.
El nuevo Código civil y comercial, además, prevé una serie de prohibiciones según las cuales está
prohibida toda publicidad que contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o
puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del producto
o servicio; efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que
conduzcan a error al consumidor; sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a
comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad.
A su vez, el artículo 1102 prevé que los consumidores afectados o quienes resulten legalmente
legitimados pueden solicitar al juez el cese de la publicidad ilícita, la publicación, a cargo del
demandado, de anuncios rectificatorios en una suerte de derecho de réplica, y, en su caso,
pueden pedir también una sentencia condenatoria por los daños producidos.
VI. Interpretación
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Contrato de publicidad
Siguiendo a Borda, podemos decir que “hay contrato de publicidad cuando una de las partes se
obliga a hacer un determinado mensaje publicitario encargado por un comitente, a cambio de
una retribución en dinero”
I. Caracteres
Como antes lo dijimos, el objeto de este contrato es la publicidad lícita o permitida por la ley.
Este contrato se caracteriza por ser:
a. Consensual.
b. Bilateral.
c. Oneroso.
d. Informal.
e. Conmutativo.
f. Intuitu personae.
II. Obligaciones
Contrato de esponzorización
La esponsorización utiliza la técnica del mecenazgo con función publicitaria, lo que es novedoso:
el esponsor financia un evento porque de ese modo se hace conocer con unas características
especiales de imagen frente al público y obtiene ganancias en el mediano plazo.
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I. Definición
El contrato de esponsorización ha sido definido como el contrato por el cual una parte se obliga
a una prestación pecuniaria o a la atribución de cosas fungibles frente a la otra parte que se
obliga a divulgar el nombre o la marca del esponsor en las varias modalidades de su propia
actividad, e inclusive, a veces, modificando su propia denominación social y asumiendo la del
esponsor
II. Delimitación
El contrato bajo estudio, si bien tocante con el de publicidad, se distingue de éste en que es una
técnica de publicidad indirecta, en el sentido de que no existe una obligación por parte del
esponsor de publicidad, que sí existe de manera principal en el contrato de publicidad, en tanto
en este último contrato no existe una obligación de apoyo económico que sí existe en el primer
contrato.
III. Modalidades
En estos casos la integración es total porque desaparece la identidad del equipo, que no lleva el
nombre de un club, sino el de la marca.
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El Esponsor puede ser: una empresa privada o del Estado; una sociedad privada o del Estado, o
mixta; una persona de derecho público; una persona privada, tal el caso de las fundaciones y
asociaciones; un grupo de empresas; etc.
El esponsorizado puede ser cualquier persona, física o jurídica. Por ejemplo: un club deportivo.
Minoridad
Estos sujetos contratantes deben regirse en orden a la capacidad por las reglas generales
relativas a los contratos. Por ende, tienen capacidad para su celebración las personas que hayan
alcanzado los 18 años de edad, y los menores de esta edad podrán hacerlo a través de sus
representantes o tutores.
Federación
Enseña Lorenzetti (1999) que en el patrocinio colectivo se celebra un contrato con una
“federación”. Ésta compromete a los clubes que la integran.
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