Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
¿Qué pone en marcha el pensamiento? ¿Cuándo nos ponemos a pensar con cierta
radicalidad? ¿Qué nos empuja a pensar? La respuesta a estas preguntas en Platón y
Aristóteles es unánime. Para ambos es el thaumazein. Por cierto, Platón afirma que
la disposición a filosofar tiene su principio en el thaumazein y éste es la piel del
filósofo (Cf. Teetetos 155d). Por su parte, Aristóteles sostiene que en virtud del
thaumazein comenzaron antaño y todavía comienzan los hombres a filosofar (Cf.
Metafísica, A, 2 982 b).
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.
84
La palabra radical proviene del vocablo latino radix, que significa raíz. Por
consiguiente, lo radical tiene que ver con la raíz de algo, con aquello que lo
sostiene, que lo nutre y que permite que ese algo —en última instancia— sea lo
que es, es decir, que exista. Ahora bien, ¿qué peculiaridad tiene el preguntar
radical? Con las preguntas radicales —o, si se quiere, fundamentales, debido a que
interpelan los cimientos de cualquier concepción de la vida o bien la viga maestra
de determinada concepción del mundo— lo mínimo que nos ocurre es que se nos
resquebraja nuestra estructura de creencias, las seguridades habituales tambalean
y la tierra firme que nos sustenta se torna temblorosa. Al quedarnos sin piso —en
griego ‘piso’ se dice byssos, que también significa fondo y fundamento—
experimentamos lo abisal. Al olfatear lo abisal y mirar el abismo padecemos la
sensación de vértigo y casi simultáneamente sentimos la contracción de la boca del
estómago. Acto seguido sobrevienen las náuseas. Son los inequívocos síntomas de
la angustia. En tales momentos la incertidumbre y el miedo nos invaden y nos
asedian por doquier. Nada, absolutamente nada es seguro, ni acogedor, ni
esperanzador. Todo resulta amenazante y se nos presenta como riesgoso. Es una
peligrosidad fantasma, porque irrumpe por todas partes y, a la vez, puntualmente
por ninguna en específico. El horizonte temporal se encoge; el pasado y el futuro
quedan subsumidos en el presente. Es un presente continuo, absoluto, eterno. No
hay paraíso perdido que valga la pena añorar ni esperanza alguna que nos venga a
auxiliar. Es la angustia desbordada, absoluta, en su plenitud. No hay escapatoria. Es
la máxima expresión del thaumazein. Es la noche de los tiempos. Pero como decía
un viejo filósofo berlinés: la lechuza —el búho de Minerva— emprende su vuelo al
atardecer. La hora crepuscular es la hora del pensamiento.
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.
85
Me parece que el poema Los heraldos negros de César Vallejo deja entrever el
temple anímico de una persona que ha transitado por los dominios del thaumazein.
El poema dice así:
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.
86
Veamos el caso de una persona que mira a los ojos, que le frunce el ceño, al
thaumazein y que corre el riesgo, conscientemente, de ser inundado y desbordado
por él. Esa persona es Altazor. A pesar de que él teme rodar por grietas abisales,
decide afrontar el miedo, para aventurarse a explorar el enigma de sí mismo, a fin
de librarse del cómodo blindaje que le otorgan sus prejuicios. El personaje del
poeta Vicente Huidobro lo experimenta así:
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.
87
Una vida sin dolor es una vida anodina, anestesiada, y, al final del día, artificial. En
ella hay conocimiento, pero no saber; hay entendimiento, pero no comprensión;
hay erudición —y quizá pedantería—, pero no filosofía ni, menos aún, sabiduría.
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.
88
La Razón Histórica, nº42, 2019 [83-88]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social.