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EL CABALLO EN EL MUNDO GALO:

RELIGIÓN Y SIMBOLISMO

APÉNDICE: JÚPITER CONTRA EL GIGANTE-ANGUÍPEDO


Oscar Hernanz Elvira

El caballo fue muy valorado por los galos, y por los pueblos célticos en general. Su
presencia en varios lugares de culto y su asociación con determinadas divinidades
evidencian su simbolismo religioso.

Hay que destacar la importancia de los animales en los santuarios, especialmente los
del norte de la Galia o de tipo belga, en los que fueron objeto de prácticas muy diversas.
Esta integración en el campo de las diferentes actos rituales, muestra los distintos de
lazos que unían a los galos con sus animales. Desde esta óptica la diversidad de
tratamientos rituales asociados al caballo, animal que puede ser un alimento, al tiempo
que es elevado a la altura del hombre en los lugares sagrados, especialmente en algunos
santuarios del norte de la Galia, es un hecho muy destacable. En definitiva, nos
hallamos, en lo que toca al campo de la sacralidad, con un animal singular, objeto de
una atención particular por parte de los pueblos galos.

Una de las principales características de los santuarios del norte de la Galia es la


presencia de restos faunísticos. En efecto, se han hallado huesos de animales en
Gournay-sur-Aronde (Oise), en Ribemont-sur-Ancre (Somme), en Montmartin (Oise),
en Saint-Just-en Chaussée (Oise). Seguramente, estos huesos corresponden a animales
que fueron sacrificados. Sin embargo, no todos los restos óseos se encuentran en el
mismo estado de conservación, ni todas las especies aparecen en las mismas
proporciones en los diferentes santuarios. Por tanto, debemos distinguir los restos de
animales que eran consumidos de los de aquellos que fueron inmolados sin un fin
culinario, como es el caso del caballo.

Los équidos no son muy frecuentes en los santuarios; predominan más otras especies
domésticas, como los bóvidos, ovicápridos y suidos. Sin embargo, cada santuario ofrece
sus particularidades a la hora de seleccionar los animales utilizados en los rituales.
FIG.1: Fosa de los diez
équidos del Santuario deVertault.
Fuente: Méniel, 1992.

En otra área geográfica, el


santuario galorromano de
Vertault (Côte-d´Or),
cercano a la antigua ciudad
de Vertillum, constituye
otro importante documento
para el conocimiento de los rituales relacionados con el sacrificio de animales,
especialmente de caballos, en los santuarios galos. Se trata de un lugar de culto diferente
a los citados más arriba respecto a las prácticas rituales; en él se han descubierto
decenas de fosas conteniendo restos faunísticos y ningún otro material arqueológico
(Fig. 1).

En Vertault se han documentado cinco fosas con restos de équidos. En estos depósitos
también se hallaron restos de perros, bóvidos, cerdos y corderos. La treintena de
esqueletos completos de caballos de este yacimiento constituye una importante
colección de referencia para el estudio del pequeño caballo galo. Se trata de individuos
masculinos, la mayoría adultos, con una altura comprendida entre los 120 y los 137
centímetros, con una media de 130.

Por otro lado, en los santuarios prerromanos de la Galia Meridional, en el Languedoc y


la Provenza, el caballo tiene una especial importancia, como evidencia su
representación en pilares y dinteles. Estos centros están relacionados con el tema de las
cabezas cortadas y el culto a los héroes.

FIG.2: Dintel con los prótomos de cuatro caballos procedente de Roquepertuse. Fuente: Dossier des
Documents d´Archéologie Méridionale 15.

Uno de estos centros, el santuario de Roquepertuse (Bouches-du-Rhône), se sitúa en un


promontorio rocoso dominando el valle del Arc. Sobre la terraza más elevada se
construyó un pórtico, bajo el que se hallaron nueve dolia y los esqueletos completos de
varios caballos. Roquepertuse destaca por su riqueza iconográfica con una fuerte carga
simbólica ligada a la religiosidad de estos pueblos del sur de la Galia (personajes
masculinos, cabezas dobles, animales especiales, como el caballo, la serpiente, las aves,
seres fantásticos, ...). Entre estas representaciones destaca un dintel en el que se han
grabado y pintado los prótomos de cuatro caballos (Fig. 2).

Junto al santuario de Nages, también en el sur de la Galia, se halló el fragmento de un


dintel decorado con un friso de caballos a galope y cabezas humanas. Lo significativo
de este dintel es la representación alterna de équidos y de rostros humanos. Algunos
autores han relacionado el tema de este dintel con lo que nos dicen los escritores
clásicos (Diodoro V, 29, 4; Estrabón IV, 4, 5) sobre la captura de las cabezas de los
enemigos caidos en la batalla. De este modo, Diodoro cuenta: "Cuando sus enemigos
son vencidos, les cortan la cabeza y la cuelgan de los cuellos de sus caballos: y, después
de entregar a sus séquitos las armas de sus oponentes cubiertas de sangre, las llevan
como si fuese un botín cantando un peán sobre ellas y entonando una canción de
victoria. Aquellos primeros productos de la batalla son clavados en sus casas".

El destacado significado que los équidos tenían en la cosmovisión de los pueblos celtas
es evidente en la iconografía y en las prácticas rituales asociadas a estos animales. Su
especial significado explica el que existan varias deidades relacionadas con ellos.

La principal divinidad relacionada con los équidos es la diosa gala, o mejor


galorromana, Epona, cuyo nombre deriva del galo epo-, que significa caballo.Su culto
se difundió hasta Britania y el Este de Europa, abundando en la región de Borgoña. De
hecho, es aquí donde se ha documentado un templo, en la actual Nièvre, dedicado a esta
diosa. Epona fue también muy venerada en las zonas militares del Rin y del Danubio,
como han atestiguado numerosas inscripciones, sobre todo, de los soldados
galorromanos. En la Península Ibérica se han documentado asimismo varios testimonios
epigráficos que atestiguan su culto.
De la importancia que llegó a alcanzar en época romana dan testimonio las numerosas
imágenes de la diosa, generalmente montada sobre un caballo o un yegua o de pie
acompañada de uno o varios équidos adultos o potrillos, y por las inscripciones
dedicadas a ella. Incluso, era venerada en la propia Roma y se le dedicó una fiesta
oficial que se celebraba el 18 de diciembre.
A la diosa se la representa muchas veces con una serie de atributos, como la cornucopia
o la pátera, que la relacionan con la abundancia y la prosperidad, especialmente en la
región de Borgoña. También estaba vinculada con las fuentes salutíferas y el mundo
funerario.

FIG.3: Epona con yegua.


Fuente: Rolleston, 1995.

Por último, a la diosa Epona se la suele relacionar con el


culto de las Matres galas, divinidades que regían la
fertilidad de los seres humanos y animales, y con
personajes de la tradición insular como la galesa
Rhiannon de los Mabinogion y la irlandesa Macha.
De época galorromana existen también otras divinidades
relacionadas con el caballo. Se trata sobre todo de dioses
jinetes. Entre las representaciones de estas divinidades
ecuestres destacan una serie de monumentos,
documentados por toda la Galia desde el siglo II d. C.,
que representan sobre una columna al Júpiter
galorromano a caballo abatiendo a un gigante acuático.

Este Júpiter celeste tiene como atributos el rayo y la rueda, símbolo solar por
excelencia. Desde la Edad del Bronce el caballo había sido vinculado con el sol. De este
modo, es frecuente verlo junto a una rueda en los reversos de las monedas galas.

Generalmente, la representación de caballos va ligada al mundo religioso y simbólico.


Así, nos encontramos con los équidos que acompañan a la diosa Epona, exvotos
equinos dedicados a alguna divinidad, reversos monetales, etc. Las monedas galas son
uno de los soportes en los que más aparece la figura del caballo. Su presencia sobre un
gran número de reversos monetales tiene en muchas ocasiones un significado especial.
Por ejemplo, entre las monedas armoricanas destaca la figura del caballo androcéfalo
(Ver Museo: Monedas), que puede sugerir una integración simbólica del animal con su
jinete, esto es, el caballo y el guerrero que lo monta se convierten en uno, lo cual es un
claro testimonio del destacado valor del caballo entre los galos. Por otra parte, en
muchos ejemplares se representa un caballo, la rueda y motivos, que señala esa posible
relación de los équidos con el culto solar. Existe otro grupo de monedas galas en las que
el caballo es conducido por una espada que sustituye simbólicamente al jinete.

APÉNDICE:

JÚPITER CONTRA EL GIGANTE-ANGUÍPEDO


Oscar Hernanz Elvira

A lo largo de toda la cuenca del Rhin, de la región de los Vosgos, y en algunas áreas del
centro de Francia, tenemos unas singulares esculturas que se caracterizan por
representar a un personaje a caballo, sojuzgando a un monstruo (mitad hombre-mitad
serpiente), y que se ha venido definiendo con el término de gigante-anguípedo. Aunque
un gran número de ellas han aparecido en muy mal estado, se ha podido comprobar que
estas estatuas ecuestres solían coronar una columna de varios metros de altura. Las
columnas mejor conservadas están compuestas de un fuste esculpido con pequeñas
hojas que para otros se trata de escamas de ofidios; un zócalo intermedio con siete
divinidades planetarias que representan los siete días de la semana y un zócalo inferior
donde aparecen cuatro figuras de dioses (Juno, Hércules, Minerva, Mercurio) y que se
orientan a los cuatro puntos cardinales. La columna posee un capitel decorado con
cuatro bustos que muchos eruditos han identificado con las cuatro estaciones que rigen
el año céltico: sámhain, imbolc, beltaine y
lughnasad (Brasseur, 1998).

Las más de mil piezas halladas, han podido


datarse en un intervalo cronológico que va
desde finales del siglo I hasta mediados del
siglo III, y en muchos casos se ha podido
recuperar la dedicatoria a IOVI OPTIMO
MAXIMO.

Desde el punto de vista artístico, algunos


conjuntos poseen cánones puramente
clásicos, aunque también podemos encontrar
variantes que no se ajustan a los mismos ya
que sus proporciones y su esquematismo no
se acercan para nada al clasicismo
grecolatino.
Algunos creen que dicha iconografía nos remitiría sin ningún género de dudas a un
tema de la mitología grecorromana, en concreto a la lucha que mantiene Zeus contra el
tricéfalo oliomorfo Typhoeus (Olmsted, 1994). Otros suponen que estaríamos ante una
posible forma de culto imperial entre los galorromanos, quienes considerarían al
emperador un protector-vencedor sobre los pueblos enemigos (Charles-Picard, 1977).
Sin embargo, existen otros investigadores que han querido otorgar a estas producciones
un transfondo céltico, para lo cual han subrayado una serie de aspectos que parecen ser
fundamentales a la hora de justificar su posición; por una parte, es algo totalmente
inusual que un dios clásico pudiera tener un carácter ecuestre como aquí ocurre ya que
sólo los dióscuros, y en determinadas ocasiones, aparecerían a caballo (Lambrechts,
1949; Bauchhness, 1976); por otra parte, es algo extraño que un gran número de estas
deidades ecuestres no portasen el rayo -símbolo de Júpiter- sino una rueda -símbolo
solar por excelencia de la religiosidad galorromana- lo que ha hecho pensar que detrás
de este conjunto tendríamos que ver una concepción puramente céltica (Green, 1984;
Stercks, 1990).

Indudablemente estamos ante un mito que representa la lucha entre un mundo superior
que es el de la luz celeste, simbolizado por ese dios todopoderoso a caballo, y las
fuerzas subterráneas que están ocultas, representadas por el gigante serpentiforme que
emerge del subsuelo (Duval, 1976). Este esquema narrativo es tan frecuente en la
mitología indoeuropea que no es difícil encontrar ejemplos que contengan esa misma
línea temática.

Ya aludimos anteriormente a la
lucha que mantiene Zeus contra
Typhoeus, un gigante cuyas
piernas acaban en serpiente
(Brasseur, 1998); en varios
fragmentos del Rig Veda se nos
presenta a Índrah Samraj
“monarca universal” luchando
contra una serpiente Urtráh, que
dominaba las aguas no
permitiendo que fluyeran
(Peralta, 1990); en las sagas
islandesas de Snorri también
encontramos un relato de un enfrentamiento entre Odín y la serpiente infernal nidhogg
“la cruel roedora” que intentaba socavar las raíces del árbol de la vida.

En el ámbito céltico también hallamos algo con unos parámetros muy parecidos a los
que acabamos de describir, pero para ello debemos acudir a la rica tradición literaria que
ha perdurado en Irlanda. Lo primero que debemos dejar bien claro es que la información
recopilada en los manuscritos del siglo IX al XII debe ser utilizada con mucha cautela
ya que estamos manejando unas fuentes que han recogido la tradición oral dada por los
fili, los antiguos bardos encargados de transmitir las tradiciones de la Irlanda
precristiana. En el “Leabhar Gabála” o libro de las invasiones se nos describen los
enfrentamientos que van a protagonizar los Tuatha de Danaun, término que define en su
conjunto a todas las divinidades célticas insulares, y los Fomoire, unos seres con
aspecto deforme que dominaron el mundo de manera cruel y violenta. Su poder finalizó
cuando los Tuatha De Danaun, dirigidos por una deidad denominada Dagda Ollathair
“Padre de Todo”, derrotaron a estos Fomoire en la segunda batalla de Cath Maige
Tuired (MacCana, 1970).

Si analizamos con mucho detenimiento el anterior


relato observamos una cierta concomitancia con lo
representado en las esculturas de la Galia. Parece
legítimo creer que en esta región pudo existir algo
análogo, en el que su dios Júpiter crea el mundo y
mantiene su existencia derrotando a los demonios
(Cattelain, 1997).

Todos estos mitos presentan tantas similitudes


entre sí que muy posiblemente se fueron
elaborando en una fase anterior a la Cultura
indoeuropea, y que posteriormente fue adaptado
por cada pueblo indoeuropeo a su propia
idiosincrasia.

Tampoco debemos olvidar que en la religión


cristiana tenemos ejemplos que nos remiten a la
lucha entre diferentes “fuerzas antagónicas”, tal y
como se destaca en el Antiguo Testamento: “Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus
ángeles peleaban con el dragón,(..) fue arrojado del cielo el dragón grande, la antigua
serpiente, llamado diablo(..)” (Apocalipsis 12, 7-9); del mismo modo en el caso del San
Jorge alanceando el dragón que se encuentra bajo los pies de su caballo, podemos ver un
cierto paralelismo, principalmente de carácter iconográfico.

BIBLIOGRAFÍA (Júpiter contra Gigante-Anguípedo)

BAUCHHENSS, G. 1976. Jupitergigantensäulen. Stuttgart


BRASSEUR, M. 1998. Los celtas. Los dioses olvidados. Santiago.
CATTELAIN, P. et STERCKX, C. 1997. Des dieux celtes aux dieux romains. Triegnes
CHARLES-PICARD, G. 1977. “Imperator Caelestium”, Gallia, 35, pp.89-113
DUVAL, P.M. 1976. Les dieux des gauloises. París
ESPÉRANDIEU, E. 1959. Bas-reliefs, Statues et Bustes: Germaine Romaine. París.
GREEN, M. 1984. The Wheel as a Cult-Symbol in the Romano-Celtic World. Bruxelles
LAMBRECHTS, P. 1949. “La Colonne du dieu-cavalier an géant et le culte des sources
en Gaule”, Latomus 8, pp145-158.
PERALTA, E. 1990. “Cofradías guerreras indoeuropeas en la España Antigua”, El
Basilisco, nº3, pp.49- 66.
OLMSTED, G. 1994. The Gods of the Celts and the Indo-Europeans. Budapest.
MAC CANA, P. 1983. Celtic Mythology. London.
STERCKS, C. 1990-1992. “Le cavalier et l´anguipéde”, Ollodagos vol.III.IV.VI,
Revista de la Sociedad Belga de Estudios Célticos.

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