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RELIGIÓN Y SIMBOLISMO
El caballo fue muy valorado por los galos, y por los pueblos célticos en general. Su
presencia en varios lugares de culto y su asociación con determinadas divinidades
evidencian su simbolismo religioso.
Hay que destacar la importancia de los animales en los santuarios, especialmente los
del norte de la Galia o de tipo belga, en los que fueron objeto de prácticas muy diversas.
Esta integración en el campo de las diferentes actos rituales, muestra los distintos de
lazos que unían a los galos con sus animales. Desde esta óptica la diversidad de
tratamientos rituales asociados al caballo, animal que puede ser un alimento, al tiempo
que es elevado a la altura del hombre en los lugares sagrados, especialmente en algunos
santuarios del norte de la Galia, es un hecho muy destacable. En definitiva, nos
hallamos, en lo que toca al campo de la sacralidad, con un animal singular, objeto de
una atención particular por parte de los pueblos galos.
Los équidos no son muy frecuentes en los santuarios; predominan más otras especies
domésticas, como los bóvidos, ovicápridos y suidos. Sin embargo, cada santuario ofrece
sus particularidades a la hora de seleccionar los animales utilizados en los rituales.
FIG.1: Fosa de los diez
équidos del Santuario deVertault.
Fuente: Méniel, 1992.
En Vertault se han documentado cinco fosas con restos de équidos. En estos depósitos
también se hallaron restos de perros, bóvidos, cerdos y corderos. La treintena de
esqueletos completos de caballos de este yacimiento constituye una importante
colección de referencia para el estudio del pequeño caballo galo. Se trata de individuos
masculinos, la mayoría adultos, con una altura comprendida entre los 120 y los 137
centímetros, con una media de 130.
FIG.2: Dintel con los prótomos de cuatro caballos procedente de Roquepertuse. Fuente: Dossier des
Documents d´Archéologie Méridionale 15.
El destacado significado que los équidos tenían en la cosmovisión de los pueblos celtas
es evidente en la iconografía y en las prácticas rituales asociadas a estos animales. Su
especial significado explica el que existan varias deidades relacionadas con ellos.
Este Júpiter celeste tiene como atributos el rayo y la rueda, símbolo solar por
excelencia. Desde la Edad del Bronce el caballo había sido vinculado con el sol. De este
modo, es frecuente verlo junto a una rueda en los reversos de las monedas galas.
APÉNDICE:
A lo largo de toda la cuenca del Rhin, de la región de los Vosgos, y en algunas áreas del
centro de Francia, tenemos unas singulares esculturas que se caracterizan por
representar a un personaje a caballo, sojuzgando a un monstruo (mitad hombre-mitad
serpiente), y que se ha venido definiendo con el término de gigante-anguípedo. Aunque
un gran número de ellas han aparecido en muy mal estado, se ha podido comprobar que
estas estatuas ecuestres solían coronar una columna de varios metros de altura. Las
columnas mejor conservadas están compuestas de un fuste esculpido con pequeñas
hojas que para otros se trata de escamas de ofidios; un zócalo intermedio con siete
divinidades planetarias que representan los siete días de la semana y un zócalo inferior
donde aparecen cuatro figuras de dioses (Juno, Hércules, Minerva, Mercurio) y que se
orientan a los cuatro puntos cardinales. La columna posee un capitel decorado con
cuatro bustos que muchos eruditos han identificado con las cuatro estaciones que rigen
el año céltico: sámhain, imbolc, beltaine y
lughnasad (Brasseur, 1998).
Indudablemente estamos ante un mito que representa la lucha entre un mundo superior
que es el de la luz celeste, simbolizado por ese dios todopoderoso a caballo, y las
fuerzas subterráneas que están ocultas, representadas por el gigante serpentiforme que
emerge del subsuelo (Duval, 1976). Este esquema narrativo es tan frecuente en la
mitología indoeuropea que no es difícil encontrar ejemplos que contengan esa misma
línea temática.
Ya aludimos anteriormente a la
lucha que mantiene Zeus contra
Typhoeus, un gigante cuyas
piernas acaban en serpiente
(Brasseur, 1998); en varios
fragmentos del Rig Veda se nos
presenta a Índrah Samraj
“monarca universal” luchando
contra una serpiente Urtráh, que
dominaba las aguas no
permitiendo que fluyeran
(Peralta, 1990); en las sagas
islandesas de Snorri también
encontramos un relato de un enfrentamiento entre Odín y la serpiente infernal nidhogg
“la cruel roedora” que intentaba socavar las raíces del árbol de la vida.
En el ámbito céltico también hallamos algo con unos parámetros muy parecidos a los
que acabamos de describir, pero para ello debemos acudir a la rica tradición literaria que
ha perdurado en Irlanda. Lo primero que debemos dejar bien claro es que la información
recopilada en los manuscritos del siglo IX al XII debe ser utilizada con mucha cautela
ya que estamos manejando unas fuentes que han recogido la tradición oral dada por los
fili, los antiguos bardos encargados de transmitir las tradiciones de la Irlanda
precristiana. En el “Leabhar Gabála” o libro de las invasiones se nos describen los
enfrentamientos que van a protagonizar los Tuatha de Danaun, término que define en su
conjunto a todas las divinidades célticas insulares, y los Fomoire, unos seres con
aspecto deforme que dominaron el mundo de manera cruel y violenta. Su poder finalizó
cuando los Tuatha De Danaun, dirigidos por una deidad denominada Dagda Ollathair
“Padre de Todo”, derrotaron a estos Fomoire en la segunda batalla de Cath Maige
Tuired (MacCana, 1970).