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Miron Burgin (1960)

ASPECTOS ECONÓMICOS DEL FEDERALISMO ARGENTINO

Capítulo IX - Aranceles: emisiones y política

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Quizás ninguna otra cuestión de la política económica haya presentado mayores dificultades que la de los
aranceles. La política arancelaria formulada durante los años que siguieron al de 1820 no satisfizo a nadie. Los
aranceles no eran solamente un instrumento de política económica, sino también la más importante fuente de
ingresos. Con la mirada puesta en la tesorería el gobierno se oponía tanto al comercio libre como a la decidida
protección. La oposición al comercio “libre” de Rivadavia se concentraba principalmente en el partido federal,
el único que abogaba por la causa de la industria y la agricultura del país. Pero el grado de disposición de los
dirigentes federales para defender el proteccionismo variaba grandemente de una provincia a la otra. En Buenos
Aires no había unanimidad en las filas federales acerca de la cuestión. Los impuestos bajos favorecían el bajo
costo de la vida, el cual a su vez contribuía a mantener los costos de producción. Pero al mismo tiempo se
negaban a prestar apoyo a la política arancelaria de los unitarios percibían el fuerte sentimiento proteccionista
que animaba a los artesanos, agricultores y pequeños comerciantes.
La disputa de los hacendados con los unitarios sobre la política comercial no se refería al principio del comercio
“libre”, sino más bien a la forma de aplicarlo. Se creó la impresión de que el partido federal favorecía la política
comercial proteccionista. En algunas provincias proteccionismo era sinónimo de federalismo. Reclamaban
proteccionismo no solo pa las industrias existentes sino que garantizara formación y desarrollo de otras nuevas.
El proteccionismo de Buenos Aires era mucho más moderado, su alcance más reducido y si objetivo más
específico.
Los cambios introducidos por Rosas durante su primer gobierno estaban destinados exclusivamente a beneficiar
a los ganaderos y los productores de carne. El gobierno de Juan J. Viamonte no modificó mayormente los
aranceles. Lo fundamental era la consolidación del régimen federal. Los aranceles podían esperar. Sólo en
octubre de 1831 la Junta de Representantes sancionó las disposiciones arancelarias; se referían únicamente a la
harina cuyos gravámenes quedaron virtualmente anulados por la depreciación del peso. Las nuevas tasas no
eran más protectoras. El gobierno no hizo nada con respecto a la importación de trigo y otros granos. Las
industrias del cuero, la carne y la de fabricación de sombreros, fueron tratadas con mayor consideración. De
todos los aumentos arancelarios promulgados por Viamonte en 1829, el que afectaba a la sal fue el único que
Rosas pudo abolir. La Comisión de Hacienda de la Junta instó a la aprobación del proyecto gubernativo con el
fundamento de que los productores de carne de Buenos Aires sufrían la severa competencia de Montevideo y
Río Grande do Sur, Brasil. La Comisión arguyó también que la reducción del impuesto a la sal estimularía la
expansión de la industria salinera en Patagones. La demanda de que se extendiera la protección a otras
industrias locales no fue atendida. No obstante, a principios de 1833 el gobierno propuso ciertas modificaciones
en la tarifa de aranceles. Los cambios se referían a la exportación de cueros de nonato y a la sal importada de la
Patagonia. En los aranceles de 1834 se aprobaron cambios importantes. Uno se refería al impuesto sobre el
traspaso de carga de los buques de alta mar a los barcos de río. Este impuesto quedo abolido.
En 1835 la legislatura provincial votó varias enmiendas de la tarifa general de aranceles. En primer lugar se
revisó el antiguo impuesto al trigo. Es dudoso que estas tasas hayan proporcionado una adecuada protección a
los cultivadores de trigo.
La nueva ley arancelaria abolía el impuesto al cuero, las plumas de avestruz, astas y puntas de cuernos, lana,
cebo en rama y limpio, cuerdas y tasajo, siempre que fueran conducidos por agua. Lo que se quería era
estimular la importación de los nombrados productos desde las provincias ribereñas. La medida iba dirigida
contra Montevideo, que competía con Buenos Aires por el comercio fluvial a través del Paraná y el Uruguay.
Con el objeto de estimular a los barcos del país, la legislatura aprobó un impuesto del 15% con un adicional del

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Al iniciarse el debate sobre la tarifa de 1835, Nicolás de Anchorena, jefe del partido federal, opinó que al
comercio exterior debía dársele el mayor estímulo posible, no solamente porque suministraba la mayor parte de
las entradas provinciales, sino también porque la prosperidad del país dependía principalmente del libre acceso
a los mercados extranjeros. La política que defendía Anchorena y la mayoría de la legislatura no era la más
adecuada para las necesidades del país. Decir, que la tarifa de 1835 servía a los intereses de la provincia y el
país era identificar el bienestar de reducidos grupos locales con el de la nación. La cuestión arancelaria era un
problema nacional íntimamente relacionado con el de la organización nacional. Esta discusión puso en
descubierto el carácter específico del federalismo porteño, su naturaleza esencialmente aislacionista y su
propensión a la dominación política de las provincias hermanas.
A principios de 1830, Ferré, que dirigía el mov proteccionista en el litoral, pidió que Rosas accediera a la
revisión de la política arancelaria de Bs As. La cuestión fue planteada nuevamente y con una base +
ampliadiscusiones preliminares del Tratado Tripartito Roxas y Patrón vs Ferré (proteccionismo y libre
navegación ríos)
Bs As no quiso ceder Tratado 1831 fue concertado sin Corrientes. Cuando se organizó en Sta Fe la comisión
representativa, Corrientes adhirió al tratado.
La controversia salió a relucir a principios de 1832, durante las sesiones de la Comisión Representativa reunida
en Sta Fe, Quiroga interceptaron cartas confidenciales de Leiva que criticaba a Rosas Ferré se mego a
repudiar estas acciones y reiteró su posición en circular a gobernadores invocando sentimientos antiporteños.
Los representantes del comercio libre libraron una batalla desesperada. Son los debates entre Pedro Ferré y
Rojas y Patrón y más tarde por el representante más elocuente del grupo librecambista, Pedro de Angelis. Las
discusiones a tener en cuenta son las publicadas en la Gazeta Mercantil, firmadas por el cosmopolita y un
artículo publicado en El Lucero. Críticas: proteccionismo ponía en peligro paz y bienestar del país rivalidades
entre pcias, alza gral costo de producción (injusto que agricultores y artesanos se enriquecieran a costo de
consumidores), impuestos elevados provocarían contrabando por lo que no se harían efectivos.
Además, los productores de vino y aguardiente de San Juan y Mendoza, no tenían motivos de queja frente al
impuesto del 40% que pagaban estos artículos importados de España. El aguardiente español de 25 grados se
vendía en Buenos Aires a $620 la pipa. El impuesto alcanzaba $248. El aguardiente de San Juan de la misma
graduación alcohólica se vendía en Buenos Aires a $450 la pipa, pero no pagaba ningún impuesto de
importación.
Rendirse ante Ferré sería renunciar a muchas de las ventajas que los hacendados y los productores de carne
habían obtenido después de la revolución. Sería la perdida de una gran parte del comercio exterior, significaría
asimismo el encarecimiento de la vida y el alza de los costos de producción. Implicaba además una nueva
distribución de los dividendos nacionales. De ahí la oposición a cualquier revisión de la política arancelaria.
El incidente de Leiva y la discusión que provocó contribuyeron a concretar opiniones en Buenos Aires, y los
proteccionistas porteños no fueron lentos para sacar ventaja de la situación. La cuestión de las tarifas se unió
más o menos estrechamente con un sentimiento antiextranjero. Al respecto fueron características las propuestas
de que toda empresa establecida en Buenos Aires estuviera obligada a emplear a por lo menos dos argentinos, y
de que las profesiones como la de cartillero, repartidor de pan y aguador estuvieran reservadas para los nativos.
Las fábricas nacionales pidieron privilegios especiales e instaron al gobierno a que siguiera el ejemplo de
Estados Unidos.
La exactitud teórica de la posición de Angelis, totalmente de acuerdo con la escuela liberal de la economía
política, no fue suficiente para detener la marea de proteccionismo. El partido federal necesitaba otra vez el
apoyo popular, y estaba dispuesto a pagarlo. Así se sacrificaron los principios liberales a las necesidades
políticas del momento. Es la ley de aduana de 1835.

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La ley arancelaria de 1835 (diciembre) marcó un punto crítico de la política bonaerense sobre comercio exterior.
Por primera vez después de 1821 Buenos Aires desafiaba abiertamente la tradición de Rivadavia. En esta ley de
carácter mucho más proteccionista, se preveían además las formas de la recaudación, como también las tarifas
referidas al tráfico terrestre. Aunque la ley no satisfacía todas las demandas del partido proteccionista, suprimía
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no obstante algunas de las fuentes más importantes de fricción. La tasa básica del 17% seguía invariable. El
derecho máximo se elevó al 50%. Más significativo fue el establecimiento de dos nuevas categorías. Los
artículos que no pagaban derecho de importación y los productos cuya importación quedaba completamente
prohibida. La libertad de importación se aplicaba solamente a los artículos en cuya producción sobresalía la
provincia. Por primera vez se reconocía oficialmente que la expansión del comercio exterior no necesariamente
siempre coincidiría con los intereses económicos de la nación. Por primera vez el gobierno mostraba una
preocupación directa por el bienestar de las clases medias. Pareciera que Rosas si creía en la capacidad de
desarrollo de una industria nacional, a pesar de la modestia del plan proteccionista. La nueva tarifa ofrecía
ventajas inmediatas de orden tanto económico como político. La agricultura, tenía ahora asegurada una utilidad
razonable. Los agricultores se apresuraron a demostrar su satisfacción apoyando con entusiasmo al gobierno de
Rosas. En el interior la competencia extranjera era menos severa debido al costo de los transportes terrestres. La
existencia de un mercado libre en Buenos Aires hacía bajar los precios en las provincias. No es extraño, que las
provincias más alejadas del puerto, como Mendoza, recibieran calurosamente la tarifa de 1835. Ni tampoco que
desearan la continuidad de Rosas en el poder. Un año después de promulgada la nueva ley arancelaria, Rosas
llamó la atención de la legislatura provincial, sobre la rápida expansión de los cultivos de cereales en la
provincia y una mayor diversificación en la explotación agrícola. La industria manual de Buenos Aires recibió
un grado de protección que nunca había tenido anteriormente. Lo mismo ocurrió con las industrias vitícola y
licorera de Cuyo y Tucumán, y con los tejidos de Córdoba y Santiago del Estero. Liberalizando las
reglamentaciones sobre el uso del puerto de Buenos Aires, Rosas estimuló las relaciones comerciales entre
Buenos Aires y los puertos fluviales y mejoró con ello la posición de las provincias litorales en los mercados
extranjeros. El gobierno de Buenos Aires, se había revelado como un gobierno nacional, y Rosas se transformó
en el jefe reconocido de la nación. ¿Podría Rosas continuar su política de nacionalismo económico? A medida
que fueron pasando los años la respuesta se fue haciendo más claramente negativa.

El gobierno de Rosas, en 1837 subió en algunos puntos más los aranceles forzado por la necesidad de fondos a
que estaba sometido por la guerra con Bolivia. Pero luego se vio obligado a revocar su política de impuestos
elevados. La causa inmediata fue el bloqueo iniciado por la flota francesa el 23 de marzo de 1838. Rosas
introdujo cambios importantes, se referían al trigo y la harina: quedó prohibida la exportación, de esos dos
productos y cuatro semanas después se redujeron en una tercera parte los derechos de todas las importaciones.
La flota francesa levantó el bloqueo en 1839, restableciéndose el intercambio normal. No obstante se vio que ya
no sería posible volver a la política económica y comercial del período anterior a la guerra país no podía ser
económicamente autónomo. El país resistió el bloqueo no por la capacidad de la industria para reemplazar a los
fabricantes extranjeros, sino sobre todo porque la demanda del país de productos industriales era sumamente
elástica. Con todo, Rosas no tuvo más remedio que renunciar a sus modestas aspiraciones de independencia
económica. En diciembre de 1841, el gobierno ordenó al recaudador general que permitiera la importación de
artículos cuya entrada al país no estaba autorizada por la ley arancelaria de 1835. Esto significó la vuelta atrás
en los avances que se habían hecho en dirección hacia una política de alcance nacional; con lo que se sacrificó
el futuro en pro de las necesidades más inmediatas. Rosas se convirtió, como Rivadavia, en el campeón de la
defensa de los intereses de los grandes hacendados, terratenientes y productores de carnes de la provincia de
Buenos Aires, que eran los verdaderos beneficiarios del régimen federal. El conflicto se reavivo en 1845, pero
esta vez a Francia se había unido Inglaterra.
Lejos de animar la expansión industrial, la tarifa sirvió meramente pa encarecer la vida hasta un extremo la
inflación carga de guerra a clases media e inferior.
Las pcias también sufrieron los efectos de los bloqueos mercado de Bs As tuvo dificultades pa absorber toda
la producción de pcias.
El bloqueo duró hasta 1848, se restablecieron las tarifas normales, pero ya la naciente industria nacional se
recuperaría, ni siquiera con un proteccionismo más duro. Buenos Aires una vez más sacrificaba los intereses
nacionales a los de su provincia, con esto la retórica federal ya no engañaba a nadie; y las cuestiones
económicas volvían a tomar su real dimensión en los conflictos relativos a las formas de organización nacional.
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