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2017
Resumen
Este trabajo examina las principales contribuciones que dentro del amplio marco del marxis-
mo argentino dieron cuenta de la incidencia del capital extranjero en la economía, su conexión
con la cuestión agraria y la configuración de la Argentina como país dependiente en su inser-
ción mundial en el capitalismo.
Resumo
Este trabalho examina as principais contribuições que dentro do amplo marco do marxismo
argentino deram conta da incidência do capital estrangeiro na economia, sua conexão com a
questão agraria e a configuração da Argentina como país dependente em sua inserção mundial
no capitalismo.
The criticism of imperialism and its relation to the agrarian question in the political and
academic thinking of Argentine Marxism
Abstract
This paper examines the main contributions of Argentine Marxism that have analyzed the
effects of foreign capital on the economy, its connection with the agrarian question and the
configuration of Argentine as a dependent country in its global insertion in capitalism.
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Possui graduação em Licenciatura en Historia - Universidad Nacional Del Sur (2001), graduação em Profeso-
rado en Historia - Universidad Nacional Del Sur (2000), mestrado em Desarrollo local y Gestión Territorial -
Universidad Nacional Del Sur (2009) e doutorado em HISTORIA - Universidad de Buenos Aires (2013). Atual-
mente é membro - Red de Intercátedra de Historia de América Latina Contemporánea, diretor do Colectivo de
Estudios e Investigaciones Sociales, pesquisador externo a UBA do Centro Interdisciplinario de Estudios Agra-
rios, membro titular de FLACSO España e professor de magisterio superior da Universidade Federal da Inte-
gração Latino-Americana. Dirige o Grupo Interdisciplinar de Estudos e Pesquisa sobre Capitais Transnacionais,
Estado, classes dominantes e conflitividade na América Latina e Caribe (GIEPTALC). Tem experiência na área
de História, com ênfase em História Latino-Americana, Teoria marxista das Relações Internacionais e Integra-
ção, e Sociologia rural. Atuando principalmente nos seguintes temas: capital estrangeiro, relações econômicas
internacionais, movimentos sociais, desenvolvimento rural, complexo agroalimentar, e reforma agrária.
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Introducción
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Sintéticamente, nos referimos a lo que Lenin (1970 [1916]) consideró como la etapa, fase o estadio más avan-
zado del desarrollo del capitalismo; reuniendo como principales características: a) la concentración de la produc-
ción y el capital y el desarrollo de empresas monopólicas; b) el dominio del capital financiero sobre el conjunto
de la economía; c) el predominio de la exportación de capitales por sobre la exportación de mercancías; d) la
formación a escala internacional de asociaciones monopolistas que se reparten los mercados; e) el reparto territo-
rial del mundo entre las principales potencias capitalistas.
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Los imperialismos se disputan nuestro mercado. Hay una aguda y antigua rivalidad
entre británicos y norteamericanos. Ahora empezará a competir Rusia. A eso ha veni-
do la misión económica soviética, que, según se dice en Washington, establecerá
agencias para la venta de automóviles a precios inferiores a los norteamericanos e ins-
talará fábricas de neumáticos en Córdoba. Se afirma que también tenderá una línea
regular de navegación entre Rusia y nuestro país, con dos salidas mensuales, y que los
acuerdos comerciales a largo plazo encaran la exportación regular de carnes, aceites,
cueros y lanas argentinas a cambio de equipos para perforaciones, maquinaria agríco-
la e industrial y comestibles rusos (Palacios, 1946, p. 21).8
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La perspectiva de Ingenieros influyó decisivamente en los jóvenes intelectuales que impulsaron o adhirieron a
la rebelión estudiantil de la Reforma Universitaria a partir de 1918, entre ellos se destacaron: Deodoro Roca,
Julio V. González y Aníbal Ponce.
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Ugarte chocó en reiteradas ocasiones con las posiciones acríticas de la dirección del Partido Socialista hacia el
imperialismo inglés y el accionar estadounidense en América Latina. Habiendo ingresado en 1903 a esta fuerza
política, fue expulsado por primera vez en 1913. En 1935 reingresó pero fue expulsado un año más tarde.
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Las apreciaciones antisoviéticas de Palacios distan considerablemente de sus simpatías iniciales la Revolución
Rusa (Palacios, 1921) y adoptan un tono similar a las efectuadas por la Embajada de los Estados Unidos. Este
político socialista se refiere al arribo a la Argentina de la misión encabezada por Konstantin Shevelev en abril de
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Sin negar las fuerzas sociales que operan desde el interior del país a favor de los capi-
tales extranjeros, Palacios destacó algunos sectores acaparados por el imperialismo que, con
sus maniobras para incrementar sus dividendos, obran en perjuicio de la economía argentina.
De particular interés son sus observaciones sobre las medidas necesarias para subdivi-
dir la tierra y erradicar el latifundio. La concentración de la propiedad agraria que lleva a la
migración de la población rural a las ciudades y al despoblamiento de las áreas agrarias fue
abordada por este autor, quien analizó la necesidad de una política de colonización, la crea-
ción de un impuesto sobre la tierra y las perspectivas de su nacionalización.
Vale agregar a estos autores a Jacinto Oddone. Este autor, quien además de obrero tor-
nero fuera dirigente sindical, diputado e intendente socialista de Avellaneda (Provincia de
Buenos Aires), analizó la decisiva participación de los terratenientes en el bloque hegemónico
de las clases dominantes locales. En su trabajo alude a ciertas referencias generales de los
lazos socioeconómicos, políticos e ideológicos que explican la relación de asociación subor-
dinada entre la llamada “oligarquía” terrateniente, el gran capital intermediario y el imperia-
lismo (Oddone, 1975 [1930]).
Un punto clave para los desarrollos que tuvo la crítica antiimperialista lo constituyen
las tesis emanadas del VIº Congreso de la Internacional Comunista de 1928. El carácter semi-
colonial y feudal atribuido a América Latina implicaba la reforma agraria y el accionar anti-
imperialista como paso previo a la revolución socialista. Entre los que participaron orgánica-
mente y por un tiempo relativamente prolongado en el PCA9, se destacaron los aportes de
Ernesto Giudici, Jaime Fuchs (1965; 1994), Leonardo Paso (1985 [1975]), Luis V. Sommi
1946, que finalmente no consiguió la aprobación de un tratado comercial entre las dos naciones. Más tarde, en
junio del mismo año, cuando asumió Juan Domingo Perón la presidencia se restablecieron las relaciones diplo-
máticas pero no se registrarían avances inmediatos en el terreno económico. Recién en agosto de 1953 se firma-
ría en Buenos Aires un convenio comercial con la URSS (Rapoport, 1997, p. 287-288).
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En este sentido se excluyen de esta agrupamiento los aportes de quienes participaron en el PCA pero que poste-
riormente adhirieron a otras corrientes; como Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano.
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(1948; 1949) y Naúm Minsburg (1975; 1987) los cuales abordaron la problemática del desa-
rrollo dependiente y periférico del capitalismo argentino.
Ernesto Giudici publicó Hitler conquista América (1938), obra en la que analizó la
penetración de los capitales alemanes en la Argentina y el apoyo de Alemania e Italia a las
organizaciones nazis y fascistas locales. En 1940, sin desmedro de sus trabajos anteriores,
analizó la fortaleza de los lazos que ataban a la Argentina con el capital británico en el contex-
to de inicio de la Segunda Guerra Mundial con un particular análisis de las fuerzas sociales
tanto proinglesas como antibritánicas. El autor examinó los diferentes agrupamientos, tenden-
cias y perspectivas de las clases sociales en referencia a la cuestión antiimperialista. A su vez
consideró los peligros que acechan al caer en nuevas relaciones dependientes con otras poten-
cias (Giudici, 1984 [1940]).
Jaime Fuchs (1959 [1957]; 1985 [1981]) analizó los amplios beneficios que extraían
los consorcios extranjeros, principalmente los estadounidenses, en materia petrolera, en el
sector de transportes, energía eléctrica, siderurgia, frigoríficos, industria alimentaria y semi-
llas, entre otros.
Como sostuviera Fuchs en la década de 1950, el monopolio que han ejercido las em-
presas extranjeras de tractores y cosechadoras desempeña un papel destacado en la disponibi-
lidad de maquinaria agrícola -en suficiente cantidad y precios accesibles- para las pequeñas y
medianas explotaciones agrícolas.
El papel de los capitales estadounidenses como compradores de carnes y granos ar-
gentinos posibilitó esta situación, pues dada su estrecha relación con las clases dominantes
locales fueron las empresas de este origen las que dominaron el mercado de maquinarias
agrícolas hasta 1946. A partir de entonces comienza a diversificarse la importación con com-
pras procedentes de Checoslovaquia, Alemania Occidental, Francia e Italia.
Un hito en el desarrollo industrial nacional ocurrió en 1951. El gobierno peronista
creó las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) a fin de proveer al país de
aeronaves y automóviles. En el conglomerado de las IAME, a través de una fábrica construida
en la localidad de Ferreyra (provincia de Córdoba), comenzó en 1952 la fabricación del trac-
tor Pampa, de origen nacional pero a través de un acuerdo de colaboración con la Fiat y si-
guiendo el modelo del Lanz Bulldog D9506 de origen alemán. No obstante, en 1954, por de-
creto N° 17.370, la planta de Ferreyra fue adquirida por el consorcio Fiat-Someca Construc-
ción Córdoba Concord. La fabricación del Pampa continuó en otra planta hasta 1963 -año
que el Estado cerró las instalaciones- en el marco de la Dirección Nacional de Fabricaciones
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e Investigaciones Aeronáuticas (DINFIA), nombre que adoptaron las IAME luego del golpe
de Estado de 1955 (Fuchs, 1959 [1957], p. 246-252).10
Sommi publicó El monopolio inglés del transporte en Buenos Aires (1940); mostrán-
dose partidario de la nacionalización de las empresas de servicios públicos en el contexto de
la guerra interimperialista que vivía Europa, la cual genera “condiciones propicias para liqui-
dar las imposiciones extranjeras en el problema del transporte en la ciudad de Buenos Aires y
sus alrededores” (Sommi, 1940, p. 10). El autor consideraba que la presencia del capital britá-
nico en el transporte era “uno de los eslabones de la pesada cadena extranjera” que oprimía a
la Argentina (Sommi, 1940, p. 5). Sus indagaciones se dirigían centralmente a la presencia del
holding de SOFINA (Société Financière de Transports et d´Entreprises Industrielles) y la
participación de diferentes capitales de origen europeo (belga, inglés, francés y alemán) en la
Corporación de Transportes (Compañía General de Tranvías de la ciudad de Buenos Aires).
De esta manera, su perspectiva de análisis antiimperialista lo hizo inquirir sobre las presiones
del capital extranjero en el terreno de la diplomacia, la política y la economía. En relación al
sector agrario, al igual que en el resto de sus trabajos, Sommi caracterizó a los terratenientes
como una clase asociada y subordinada al imperialismo.
Otra de las obras de Sommni, Los capitales alemanes en la Argentina (1945), sin me-
noscabo de sus otros estudios sobre el problema, prestó particular atención a la expansión
local de un imperialismo de fuerte injerencia en la economía, la sociedad y la política argenti-
na. En el contexto de fines de la II° Guerra Mundial, la búsqueda de alineamiento de Argenti-
na con los países aliados –la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los Estados
Unidos y Gran Bretaña- y las acusaciones del PCA contra la avanzada del nazismo en el go-
bierno y la economía argentina, Sommi repasó las conexiones de los bancos alemanes (como
el Banco Alemán Trasatlántico y Banco Germánico de América del Sur) (Sommi, 1945, p.
81), las empresas constructoras y de infraestructura (como la Siemens-Schuckert, la Compañía
General de Construcciones, Siemens-Bauunion, GEOPE, Wayss und Freytag, Grün und Bil-
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Un abordaje similar está presente en García (1968, p. 121-122), otro autor vinculado al PCA.
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Para aportes más recientes respecto a los capitales alemanes en la Argentina, véase el artículo de Musacchio
(2000). Este autor sostiene respecto al citado libro de Sommi sobre los capitales alemanes: “aporta gran cantidad
de información, que debe tratarse con sumo cuidado, ya que no carece de errores y problemas. El tono de denun-
cia de la expansión de los capitales alemanes como avanzada del nazismo lleva al autor a exageraciones, a forzar
datos y a considerar como ciertas algunas informaciones dudosas” (Musacchio, 2000, p. 248).
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inversores ingleses” (Minsburg, 1987, p. 29), la cual favorecía la colocación de capital forá-
neo en una amplia gama de sectores económicos y en condiciones oligopólicas.
Por el lado de esta corriente, autores como Liborio Justo12, Milcíades Peña y Alberto
Plá aportaron a la crítica del imperialismo.
Justo, en su monumental obra histórica Nuestra patria vasalla (1968/1993), comienza
su estudio considerando las raíces de la dependencia Argentina en la organización colonial
borbónica y las vinculaciones -luego de su independencia- con la banca Baring Brothers.
Concluye este trabajo con el proceso histórico que va del pasaje del predominio de los capita-
les británicos a los intereses norteamericanos.
Peña, iniciado políticamente en el trotskismo con Nahuel Moreno 13, posteriormente
desplegó una vía político-intelectual solitaria, alejada de cualquier estructura partidaria. Una
de las tesis principales que aplicó consideraba que las clases dominantes argentinas manifesta-
ron a lo largo de su historia la incapacidad de establecer un proyecto de desarrollo nacional
independiente de los intereses extranjeros, manifestándose esta situación en las limitaciones
de su proceso de industrialización y la democratización política de su sociedad. Reflexionó,
pues, que los obstáculos al desarrollo industrial independiente están en relación con esa vincu-
lación de los terratenientes y la burguesía industrial argentina con los distintos imperialis-
mos.14 Así, razonó que:
los terratenientes (…) son los primeros grandes capitalistas de estos países, y ellos son
los que financian con sus capitales los primeros estadios de la pseudoindustrialización.
En países como la Argentina, pues, el capitalismo va del campo a la ciudad, y la bur-
guesía industrial nace como una diferenciación en el seno de la clase terrateniente
(Peña, 1973, p. 9).
Con esta argumentación, Peña cuestionó a los marxistas que adhirieron al peronismo
(principalmente a Rodolfo Puiggrós) y sostuvo la tesis de que la burguesía industrial argentina
es una clase incapaz de llevar adelante un proyecto nacional independiente enmarcado en la
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Liborio Justo (también conocido por los seudónimos de Quebracho o Lobodón Garra) estuvo originariamente
afiliado al PCA pero -crítico de la política de Stalin- en los años 30, creó la Liga Obrera Revolucionaria y
comenzó a editar el periódico Lucha obrera. Posteriormente, Justo abandonó el trotskismo y dirigió duras
acusaciones contra Trotsky (Justo, 1959).
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Nahuel Moreno era el seudónimo de Hugo Bressano, uno de los dirigentes trotskista de mayor influencia de
esta corriente en la Argentina.
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Para un estudio crítico de la obra de Peña, véase Tarcus (1997); Bucafusca y Solari (2000); Del Brutto (2000).
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Peña dirigió, a partir de 1964, una publicación bimestral cuyas notas abordaban distintas temáticas sociales: la
revista Fichas de Investigación Económica y Social, en la que también colaboraron intelectuales que luego serían
destacados académicos como Jorge Schvarzer, autor con el seudónimo de Víctor Testa de El capital imperialista
(1975).
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Se trata del seudónimo del dirigente Homero Rómulo Cristali, líder del Grupo Cuarta Internacional y fundador
del Partido Obrero Revolucionario de cuño trotskista, al cual Alberto Plá estuvo vinculado y se mantuvo próxi-
mo en sus interpretaciones teóricas y políticas.
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Un grosero error formulado por J. Posadas y reproducido por Plá, clasifica como Estados Revolucionarios a
experiencias antiimperialistas que se desarrollaban en por entonces en América Latina y África (Perú, Bolivia,
Ghana y Malí) estableciendo un carácter inmodificable de estas situaciones. “Son Estados Revolucionarios, no
Gobiernos Revolucionarios. Los gobiernos pueden cambiar. Los Estados revolucionarios no cambian, porque ya
son estados que han alcanzado una estructura de propiedad, de funcionamiento, de relaciones, de intereses, que
hace que, venga quien venga, aunque cambien los gobiernos actuales tienen que basarse en esa situación. Para
volver atrás deben dar un golpe contrarrevolucionario porque son medidas que afectan la existencia del capita-
lismo, que no permiten la reproducción del capitalismo.” (Posadas, J., 1969 citado por Plá, 1991, p. 94).
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Además de las tendencias y autores que se mencionan en el texto, cabe destacar la experiencia del grupo que
dio vida entre 1966 y 1971 a la revista Cristianismo y Revolución y el que se expresó en las denominadas “cáte-
dras nacionales”, con epicentro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA; orientándose en ambos casos la
labor de docencia y divulgación (con ejemplos como Justino Farrel, Juan C. Franco, Jorge Carpio, Rubén Dri,
entre un nutrido contingente de intelectuales) hacia la denuncia de las condiciones de dependencia económica,
política y cultural de la Argentina –y en general del Tercer Mundo- respecto a los grandes centros del poder
mundial, y la necesidad de la lucha por la liberación nacional, tomando al peronismo como el cauce político más
apropiado el logro de dicho objetivo.
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fo Puiggrós, John William Cooke, Juan C. Esteban, Norberto Galasso 19, Rodolfo Walsh20,
Rodolfo Ortega Peña, Alcira Argumedo e Ismael Viñas21.
Jorge Abelardo Ramos a diferencia de la mayoría de los integrantes del grupo no adhi-
rió formalmente al peronismo, pero lo caracterizó como un movimiento nacional y popular
con amplia participación obrera y carácter progresista. En su obra inicial América Latina: un
país (1949), expuso la idea de que la Argentina –considerada por el autor como el “Sexto
Dominio” del Imperio Británico- es un territorio semi-colonial sometido al Reino Unido y que
representa tan sólo una provincia de un país más amplio que es América Latina. En otro de
sus principales trabajos, Revolución y Contrarrevolución (Las masas en nuestra historia) -una
versión ampliada y pulida de su primer libro-, abordó la política de las clases dominantes li-
gadas al interés extranjero –predominantemente británico- que se expresaban en la Bolsa por-
teña. El proceso de industrialización desarrollado durante la década de 1930 en la Argentina
es analizado en el contexto de un giro en las relaciones mantenidas con el imperialismo:
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Norberto Galasso fue un discípulo de Jorge Abelardo Ramos que ha indagado sobre la trayectoria intelectual
de los autores forjistas y de la izquierda nacional, ha realizado obras biográficas sobre José de San Martín y Juan
Domingo Perón y ha examinado el proceso de endeudamiento externo argentino. (Galasso, 2002).
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Rodolfo Walsh, sin ser un tratadista o investigador del imperialismo, en un agregado a su obra sobre los fusi-
lamientos de José León Suárez en 1956 sostuvo sobre la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu (1956-1958):
“Su gobierno modela la segunda década infame, aparecen los Alsogaray, los Krieger, los Verrier que van a anu-
dar prolijamente los lazos de la dependencia desatados durante el gobierno de Perón. La República Argentina,
uno de los países con más baja inversión extranjera (5% del total invertido), que apenas remesaba anualmente al
extranjero un dólar por habitante, empieza a gestionar esos préstamos que sólo benefician al prestamista, a ad-
quirir etiquetas de colores con el nombre de tecnologías, a radicar capitales extranjeros formados con el ahorro
nacional y a acumular esa deuda que hoy grava el 25% de nuestras exportaciones. Un solo decreto, el 13.125,
despoja al país de dos mil millones de dólares en depósitos bancarios nacionalizados y los pone a disposición de
la banca internacional que ahora podrá controlar el crédito, estrangular a la pequeña industria y preparar el ingre-
so masivo de los grandes monopolios.” (Walsh, 2001 [1957], p 135).
21
A través de la revista Contorno y de distintas organizaciones políticas abordó las condiciones de dependencia
del capitalismo argentino encuadradas en una análisis de la división internacional del trabajo. Una perspectiva
que prepondera en su pensamiento es la de considerar el logro de la liberación nacional en términos
estrictamente políticos, es decir, la consecución de la independencia política, por lo tanto, para romper con el
imperialismo debe realizarse una revolución social (económica). Postura que le lleva concluir que el enemigo no
es solamente el imperialismo si no todo el sistema capitalista como tal (Viñas, 1972; Roca, 2005).
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Estados burgueses, lo cual implica una actuación de la clase dominante local como correa de
transmisión de los intereses imperialistas (Ramos, 1968).
Jorge Enea Spilimbergo abordó la dependencia semi-colonial argentina desde el punto
de vista económico, cultural y político. En sus escritos consideró el papel de la Iglesia Católi-
ca en la construcción del nacionalismo oligárquico, las posiciones antiobreras de esta corrien-
te, su defensa de la propiedad privada y su débil enfrentamiento con el capital extranjero. “In-
tolerantes frente a la rebelión del pobre, así eran de dóciles con los auténticos negadores de la
nacionalidad: los trusts imperialistas y sus gobiernos” (Spilimbergo, 1958, p. 21). En De Yri-
goyen a Frondizi (1959), Spilimbergo analizó la formación de las corrientes antiimperialistas
en el radicalismo y los intereses del capital foráneo en los ferrocarriles, el petróleo y las tierras
públicas.
Hernández Arregui se destacó como autor de un prolífico análisis de la cuestión na-
cional y antiimperialista.22 Sus escritos expresaron, sobre todo, una historia crítica de las ideas
desde una perspectiva que aborda las vinculaciones de esas ideas con el ciclo económico y el
desarrollo de las clases sociales. La tendencia a la europeización cultural de Buenos Aires
desde el siglo XIX es explicada a partir de su “creciente importancia comercial más que un
síntoma de refinamiento cultural” y “un extranjerismo creciente, con la euforia y el escepti-
cismo de una sociedad aristocrática vertiginosamente enriquecida por su conversión financie-
ra a la economía mundial” (Hernández Arregui, 2005, [1957], p. 63). En sus principales obras
se destaca su denuncia a la “oligarquía argentina” como agente del imperialismo y su crítica a
amplios sectores de las clases medias en sus estratos superiores -funcionarios de empresas
extranjeras, profesionales e intelectuales- que participan como “inteligencia enajenada” del
aparato educativo “antinacional” de la oligarquía. Para el autor, la Universidad y la masa es-
tudiantil de origen pequeñoburgués han representado un papel reaccionario en relación a la
clase obrera, sosteniendo y reproduciendo la ideología y los valores de la clase dominante. En
este sentido, no escapan a la observación los intelectuales de izquierda que permanecen liga-
dos cultural y/o materialmente a los intereses de la clase dominante:
22
Hernández Arregui militó en la década de 1930 en la UCR yrigoyenista y adoptó posteriormente el marxismo.
A partir de 1947, Arturo Jauretche lo acercó al peronismo, al cual adhirió hasta el final de sus días en 1974.
Véase entre las obras del autor Hernández Arregui (2004 [1969]).
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país. Por eso la ideología intelectual de la clase media es solidaria con la clase que
paga sus servicios y de la que, en el orden cultural, es un mero agregado económico
(Hernández Arregui, 2004 [1960], p. 77).
prohombres –de coronel para arriba- que se dicen destinados a salvar la República, fi-
guras consulares que especulan con la desmemoria del público, militares opinantes,
logias diversas, técnicos del desarrollismo, tocadores de mandolina, gerentes de gran-
des empresas, delatores, técnicos en guerra psicológica, cazadores de brujas, sabios
diplomados en el Pentágono, oligarcas mañeros y oligarcas neófitos, pequeños bur-
gueses rebosantes de buenas intenciones, expertos de intenciones aviesas, voceros de
los servicios de informaciones, astrólogos y, en fin, todo ese conglomerado de los que
están prendidos a alguna de las mil tetas del imperialismo (Cooke, 1973 [1964], p.
31).
En la perspectiva de esta personalidad política, que fue durante años el principal líder
de la resistencia peronista y representante de Juan Domingo Perón en el país y en el extranjero
entre 1956 y 1959, la lucha contra el imperialismo y las clases dominantes locales debía ha-
cerse orientando a las masas a la vía insurreccional. Para Cooke, la condición de “país semi-
colonial, integrante de un continente semicolonial” es producto de la “unidad oligárquico-
imperialista”, entente de fuerzas donde se ubican el “grupo de monopolistas de la tierra (…),
el comercio importador de la Capital, los grupos industrializados de la carne”, “la gran bur-
guesía industrial” (Cooke, 1973 [1971], p. 10) y los imperialismos, destacándose para el caso
23
Para otros análisis del autor puede verse Pagano (2009).
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argentino el imperialismo británico y el estadounidense. Por lo tanto, la ruptura con esa situa-
ción de semicolonialidad sólo es posible en cuanto la liberación nacional y la revolución so-
cial se mantengan estrechamente unidas:
En los trabajos de Juan Carlos Esteban se despliega una crítica del imperialismo ba-
sada en una abundante documentación estadística sobre los recursos agropecuarios, las reser-
vas energéticas, el comercio exterior, las inversiones públicas y la industria (Esteban y Tassa-
ra, 1958). Una de las preocupaciones principales de este economista, que fue asesor en mate-
ria industrial de Arturo Frondizi en 1956 y del que luego se desvinculó, reside en la capitali-
zación nacional y la acumulación de capital en la industria con particular atención en la indus-
tria de máquinas-herramientas por “ser consumo productivo, de ingresar de nuevo en el pro-
ceso de producción para ampliarla, constituye la diferencia esencial que la distingue de toda la
industria pesada y que las hace aparecer como médula de esa industria” (Esteban, 1972 [1961,
p. 32]. A pesar de valorar positivamente la política de nacionalizaciones del gobierno de Juan
Domingo Perón (1946-1955), analizó las limitaciones y las vacilaciones del gobierno peronis-
ta. En este sentido, pueden destacarse las diferentes apreciaciones que realizó el autor de los
diversos procesos de nacionalización y las dificultades que se presentan en relación a la corre-
lación de fuerzas entre las medidas de carácter nacional y el imperialismo: “por más revolu-
cionaria que sea la clase en el poder, la necesidad de negociar, de ceder en algunos aspectos
secundarios, está dada por las circunstancias y no por el carácter consecuente de esta clase”.
Pero, en otras coyunturas, se han presentado condiciones favorables al imperialismo que no
tienen un carácter subordinado o secundario: “el aspecto principal reside en que el imperia-
lismo negocia en función de circunstancias desfavorables del mercado, mejores condiciones
de explotación y menores riesgos, sin ceder el instrumento de explotación; la propiedad del
servicio” (Esteban, 1972 [1961], p. 97). Esteban consideraba que la burguesía nacional no era
una clase homogénea vendida al imperialismo, para lo cual establecía una distinción:
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y por otro lado facilita la penetración de los capitales imperialistas en los países dependientes,
ya que éstos se ven obligados a recibirlos para compensar en parte –y por un plazo breve- su
carrera de divisas” (Braun, 1973a, p. 16).
En Comercio internacional e imperialismo, Braun se propuso una “renovada discusión
sobre el imperialismo” (Braun, 1973b, p. 9) considerando que, a partir de 1930, se desarrolla
la etapa de “intercambio desigual” (más allá de las distancias que establece con la obra de
Arghiri Emmanuel) “durante la cual los países dependientes tienen la función principal de
abastecer a los países imperialistas con materias primas y algunos productos industriales a
precios bajos” (Braun, 1973b, p.14). Situación que implica, entre otros efectos, la concentra-
ción de la mayor parte de los beneficios económicos en las potencias capitalistas, la domina-
ción de “la burguesía de los países imperialistas respecto a las clases dominantes de los países
dependientes” (Braun, 1973b, p. 122) y las “diferencias enormes entre el nivel de los salarios
reales en los países imperialistas y en los países dependientes” (Braun, 1973b, p. 16).
Particularmente, señala dos interesantes críticas a Emmanuel respecto a la elección del
salario de los países explotados como variable independiente. La primera, sostiene que la re-
producción constante de un ejército de reserva se deriva del estancamiento de las fuerzas pro-
ductivas, las cuales son frenadas, sobre todo, por el lento desarrollo de las exportaciones. De
este modo, los bajos salarios son una consecuencia del intercambio desigual. En segundo lu-
gar, se pregunta sobre por qué los países dependientes no inundan de mercancías baratas los
mercados imperialistas si tienen bajos precios de producción. Braun considera que los países
imperialistas, a través de aranceles y tarifas, están en condiciones de ejercer una presión bajis-
ta sobre el promedio de los precios de exportación de los países dependientes. Entonces, se
manifiesta cabalmente la teoría objetiva del valor, manteniéndose los precios como determi-
nantes y los salarios como determinados.
Además, Braun, al igual que Eduardo Jorge, pondrá énfasis en un elemento que re-
quiere mantener en línea de observación: la asociación contradictoria entre el imperialismo y
las clases dominantes de los países dependientes.
Silvio Frondizi desarrolló en las décadas de 1940 y 1950 una actividad intelectual an-
terior a la eclosión de las vertientes de nueva izquierda, la que expuso en el Colegio Libre de
Estudios Superiores y diversas obras escritas. No obstante, su perspectiva teórico-política
reunió puntos de coincidencia con esta corriente, con la que más tarde confluyó.24 Con respec-
24
Silvio Frondizi fue fundador del grupo intelectual Praxis y, posteriormente, del Movimiento de Izquierda Re-
volucionaria (MIR). Admirador de la experiencia política de la URSS, posteriormente adoptó posturas críticas y
pasó a valorar positivamente la experiencia socialista yugoslava, las comunas chinas y los comités de populares
17
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de la revolución cubana. En la década de 1970, fue candidato a senador por el Frente de Izquierda Popular (FIP)
y actuó como abogado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP).
18
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Por su parte, dentro del arco de la izquierda revolucionaria se destacaron los aportes
del economista marxista Horacio Ciafardini25, quien abordó las diferentes modalidades me-
diante las cuales el imperialismo succiona el plusvalor generado en el país, prestando atención
también a las disputas interimperialistas y a la restauración del capitalismo en la URSS y su
transformación en superpotencia. El carácter dependiente de la sociedad argentina es interpre-
tado a partir de la alianza entre la cúpula terrateniente, la gran burguesía local y los capitales
extranjeros (Ciafardini, 2002 [1975]). Asimismo, Ciafardini participó, al igual que otros auto-
res, de la crítica a las propuestas de inversión extranjera en el sector industrial planteadas por
Rogelio Frigerio y el desarrollismo26:
Ahora bien, la estructura dependiente es definida en función del comercio exterior (lo
que él denomina “estructura agro-importadora”) y la razón del atraso radicaría bási-
camente en el deterioro de los términos de intercambio. Esta perspectiva parcializada
de la dependencia lleva al autor a sostener como “liberadora” una política de sustitu-
ción de importaciones, cualquiera sea el grado de endeudamiento externo, de desna-
cionalización económica, en que se deba incurrir para ello (Cimillo et. al., 1973, p.
11-12).
19
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principal factor pasando a un lugar secundario la propia dinámica del capital internacional.
Así, este comercio internacional se convertiría en:
el mecanismo a través del cual los trabajadores de unos países explotarían indirecta-
mente a los de otros, amortiguando las contradicciones de clase y reemplazándolas
progresivamente por una “lucha de naciones” simplemente. (…) avalando objetiva-
mente la subordinación del proletariado y las masas de los países dependientes a frac-
ciones de la burguesía nacional, de acuerdo con la “vía no capitalista de desarrollo”
propugnada por el socialimperialismo. Así, bajo el ropaje de un válido reconocimien-
to de las luchas entrelazadas por la independencia, la revolución, el socialismo, de lo
que se ha dado en llamar “Tercer Mundo”, se pretende hacer pasar las diferencias de
clase por diferencias entre formas nacionales del “socialismo”; y las contradicciones
sociales –por la cuales pasa, también, la lucha por la liberación nacional- por contra-
dicciones entre el modo de producción capitalista y un inexistente “modo de produc-
ción socialista” representado en esencia por la URSS (Ciafardini, 1974b, p. 8-9).
20
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Otro punto en el que Ciafardini realiza un abordaje destacado a nivel teórico es sobre
lo que representa el militarismo para el imperialismo. Luxemburgo señala las formas en “có-
mo el capital ha obtenido históricamente ventajas económicas por los medios extraeconómi-
cos de la presión y la agresión militares, es decir el militarismo como esfera de gastos necesa-
rios para el establecimiento, afianzamiento y sostenimiento del dominio burgués” (Ciafardini,
1974a, p. 38). Pero la autora encuentra una segunda función del militarismo: “es también, en
lo puramente económico, para el capital, un medio de primer orden para la realización de la
plusvalía, esto es, un campo de acumulación” (Luxemburg, 1967 [1913] en Ciafardini, 1974a,
p. 38), presuponiendo que los fondos para la producción de elementos de guerra son deduci-
dos de los salarios o se arrancan de los campesinos vía fiscal. Ciafardini opone a esta perspec-
tiva que “más que ‘un campo de acumulación’, el militarismo se presenta, ‘en lo puramente
económico’, como un campo de esterilización de plusvalía” (Ciafardini, 1974a, p. 38).
La situación fue presentada por Luxemburgo de esta manera porque ella polemizaba
con quienes sostenían que la inversión armamentista “no modifica en forma directa la situa-
ción económica del proletariado, sino que perjudica a unos burgueses y beneficia a otros”. No
obstante, los argumentos con los que rebate, en los que analiza certeramente la situación de la
clase trabajadora, no permiten advertir -según Ciafardini- cómo estos procedimientos han de
resolver el problema de la falta de demanda para la plusvalía capitalizable, puesto que sólo
transfieren demanda de unas mercancías a otras.
Ciafardini indagó sobre la asociación entre el capital extranjero y la burguesía local
intermediaria, históricamente, ha utilizado el control de cambios como un mecanismo para
beneficiar a ambos sectores. La atracción de inversiones extranjeras y, en momentos de crisis
e inestabilidad, la salida de capitales en condiciones de privilegio han sido modalidades finan-
cieras que expresaron el desarrollo dependiente de la Argentina.
Esto procesos deben observarse en un contexto en donde se conjugan las luchas de
clases que atravesaron la sociedad argentina con las condiciones de rentabilidad del capital, tal
como sostuvo Ciafardini, analizando las políticas económicas llevadas adelante por la dictadu-
ra iniciada en 1976:
En los hechos no existió, por consiguiente, tal política antiinflacionaria. Pero además
es necesario retomar otro aspecto (…) Esta estrategia de desindustrialización no es so-
lamente un harakiri destinado a suprimir sectores sociales molestos. Esto es cierto pe-
ro constituye solo uno de los aspectos. Por otro lado, esa extracción privilegiada de
capitales de la Argentina es un tributo agudizado a la alianza oligárquico-imperialista
porque inaugura un período de salida de capitales del país. La Argentina ha dejado de
ser rentable para las inversiones industriales y, en consecuencia, las corrientes inter-
nacionales de capitales se retiran hacia otras áreas de inversión (Ciafardini, 2002
[1984], p. 180).
21
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El aporte de Ciafardini se destacó en polémica frente a aquellos discursos que, sin re-
tacear el abordaje de la problemática de la dependencia, la reducen a la participación de cada
sector de actividad (agricultura, industria) o de una “estructura agro-importadora” y que para
su superación sostienen propuestas industrializadoras atadas al endeudamiento externo y la
desnacionalización económica. La crítica antiimperialista de este autor posee la riqueza de
aportar, entre otros puntos, sus apreciaciones sobre: a) la diferenciación entre la burguesía
nacional, la burguesía intermediaria27 y los terratenientes; b) las limitaciones y vacilaciones de
la burguesía nacional en su enfrentamiento con el imperialismo; c) las condiciones de paupe-
rización, desempleo y superexplotación de la clase obrera de los países dependientes; y d) los
distintos mecanismos de transferencia de plusvalía producida en el país al exterior.
El economista Eugenio Gastiazoro, quien ha participado desde su juventud en diferen-
tes publicaciones periodísticas –Liberación, Nueva Hora y Hoy- y en la dirección del Partido
Comunista Revolucionario (PCR), ha desplegado sus contribuciones al conocimiento de las
condiciones de dependencia de la Argentina, definiendo el papel de la burguesía nacional y
las características que adopta la disputa interimperialista.
En Argentina hoy. Latifundio, dependencia y estructura de clases (Gastiazoro, 1975
[1971]), Gastiazoro abordó la evolución de las condiciones de la dependencia financiera del
exterior y la industrialización con participación decisiva del capital extranjero. En su estudio
ocupa un lugar destacado –cuestionando las orientaciones principales del desarrollismo- la
conexión que establece entre la propiedad terrateniente y el capital foráneo, determinando
trabas a la expansión de la industria:
esto sucede así porque los terratenientes continúan conservando la base de su poder, o
sea el monopolio de lo fundamental de la tierra, y por la estrecha vinculación de este
sector con el conjunto del capital monopolista, industrial y financiero. El lento y dolo-
roso camino del desarrollo del capitalismo, manteniéndose la base latifundista en el
campo y reforzándola, pretende ser la vía de solución esbozada actualmente por la
oligarquía terrateniente en componenda con el imperialismo; esa es la propuesta de lo
que se conoce con el nombre genérico de desarrollismo (Gastiazoro, 1975 [1971], p.
11).
22
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Gastiazoro sostuvo que a grandes rasgos, esa vinculación -que resultó dominante entre
1880 y mediados de la década de 1940- estuvo sustentada en la expansión del sector agrope-
cuario en función de la demanda europea; proceso que, paralelamente, “afianzó el régimen de
propiedad privada sobre grandes extensiones territoriales” (Gastiazoro, 1975 [1971], p. 7).
Las elevadas rentas obtenidas por el sector terrateniente condicionaron el desarrollo del mer-
cado interno y de la industria, de este modo la “mayor parte de los productos mineros e indus-
triales se importan y también muchos productos cuya materia prima se produce internamente,
como el caso de los textiles, aceite e incluso los productos de cuero” (Gastiazoro, 1975 [1971],
p. 8). De allí que parte de los beneficios obtenidos por los terratenientes se dirijan, también, a
obtener ganancias como capitales intermediarios (relacionados con las importaciones de todo
tipo y servicios -económicos, legales y políticos- al capital extranjero) ligado a los monopo-
lios de distintos imperialismos (ingleses, norteamericanos, alemanes y franceses).
Durante la Segunda Guerra Mundial la desarticulación del comercio marítimo ocasio-
nó inconvenientes a la economía argentina por la ausencia de una flota mercante nacional. En
28
En este punto, dado “el desarrollo capitalista de signo monopolista y terrateniente, estrechando las relaciones
con el imperialismo”, Gastiazoro enfatiza las limitaciones de la burguesía nacional para liderar una vía capitalis-
ta autónoma: “La burguesía nacional tiene cada vez menos posibilidades de liderar un proceso en nuestro país:
la actual vía de desarrollo, lleva objetivamente a subordinarla cada vez más al imperialismo, los terratenientes
y la gran burguesía.” (Gastiazoro, 1975 [1971], p.148).
23
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1941 el vicepresidente Ramón Castillo (en ejercicio de la presidencia debido a la larga licen-
cia por enfermedad del presidente Roberto Ortiz) creó la Flota Mercante del Estado, que a
fines de 1942 dispuso de cuarenta y siete barcos afectados al servicio de ultramar y un perso-
nal de 15.000 trabajadores. Este acontecimiento favoreció en los hechos al imperialismo bri-
tánico y alemán. Los primeros garantizaban la continuidad en el suministro de alimentos por
medio de un país neutral y los segundos conseguían aprovisionar en alta mar a las tripulacio-
nes de sus submarinos (Gastiazoro, 2004, p. 63).
El sociólogo Juan Carlos Portantiero, si bien había militado en la Federación Juvenil
Comunista y el Partido Comunista de la Argentina, desarrolló aportes intelectuales que lo
posicionan en el campo de la nueva izquierda. Su vinculación con José Aricó y sus publica-
ciones en la revista Pasado y Presente derivaron en su expulsión del PCA y la organización
del grupo Vanguardia Revolucionaria. Junto a Miguel Murmis publicó una obra que se con-
vertiría en un clásico de la sociología argentina: Estudios sobre los orígenes del peronismo.
En este texto se plantea una reflexión iluminadora de la relación industria-sector agropecuario
o burguesía industrial-terratenientes en cuanto establece la perspectiva de una alianza entre
fracciones de la clase propietaria. Así, sostuvieron que: “Nuestra hipótesis es que en los países
exportadores de materias primas, como la Argentina, el crecimiento industrial limitado no
perjudica necesariamente a los grupos agropecuarios en su totalidad, en especial cuando el
esquema clásico de división del trabajo deja de funcionar ajustadamente” (Murmis y Portan-
tiero, 1971, p. 12-13).
En sus consideraciones sobre el carácter dependiente de la Argentina el autor incorpo-
ró la dimensión histórica, analizando que a partir de la década de 1960 culminó un proceso de
desplazamiento del predominio de la gran burguesía agraria por otra fracción de la clase do-
minante. “Dicho proceso instala como fracción de clase predominante en el interior de los
grupos propietarios a la gran burguesía industrial, financiera y comercial monopolista, extran-
jera o asociada al capital extranjero” (Portantiero, 1973, p.75).
El ya mencionado Miguel Murmis, fundador del Centro de Investigaciones en Cien-
cias Sociales (CICSO) y referenciado en el materialismo histórico, sostuvo en relación a la
cuestión del imperialismo que: “en toda sociedad dependiente nos encontramos con el proceso
básico que hace de su capitalismo un capitalismo deformado; la subordinación del proceso de
acumulación y reproducción al proceso de acumulación del capital monopolista financiero
internacional consagrado a la extracción de plusvalor, o más general de plustrabajo, local”
(Murmis, 1974, p. 10).
24
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Sus posiciones polémicas con respecto a la compra de ferrocarriles seguida por el go-
bierno peronista generan dificultades para su encuadramiento. Así, aunque partidario de la
nacionalización, cuestiona el beneficio que habría obtenido el capital inglés con esta adquisi-
ción realizada por parte del Estado argentino y los problemas del desarrollo de la economía
del país durante el período.
29
Félix Weil fue hijo de una rica familia judía alemana que instaló en Argentina la compañía exportadora Weil
Brothers. Estudió en Frankfurt y en Tubinga, doctorándose en Ciencias Políticas. Fue fundador y principal im-
pulsor financiero de la Escuela de Frankfurt. Su obra es lapidaria en el cuestionamiento al latifundio y los obs-
táculos que crean los intereses de los estancieros a la industrialización. Para un análisis de su vida y obra véase
Rapoport (2014).
25
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Un caso similar fue el de Adolfo Dorfman, ingeniero industrial que nació en Odessa
(Ucrania), el cual analizó el desarrollo de la industria en la Argentina desde los primeros em-
prendimientos en la economía indígena colonial hasta los alcances de la industrialización du-
rante la crisis de la década de 1930 (Dorfman, 1986 [1942]). En Evolución industrial argenti-
na (Dorfman, 1942), el autor tomó como punto de arranque la situación anterior a la Primera
Guerra Mundial y las posibilidades de industrialización que se abren con la conflagración.
Dorfman, utilizando preferencialmente como fuentes estadísticas las procedentes de los cen-
sos industriales, consideró la participación de las industrias nacionales en el consumo de la
población argentina, la distribución industrial en las distintas provincias y regiones del país, la
evolución de las importaciones, las exportaciones, la producción nacional y de la fuerza mo-
triz, la cantidad y la distribución de los asalariados, el número de establecimientos y la inver-
sión de capitales extranjeros. Sobre estos últimos, el autor entendía que estos “capitales domi-
nan en forma casi monopolista varias ramas de la actividad industrial del país” (Dorfman,
1942, p. 301), si bien:
no existe país en el mundo que haya creado su riqueza con el exclusivo aporte de sus
propios capitales. (…) Por eso no podemos limitarnos a constatar la simple existencia
de capitales extranjeros (…) Debemos ir más a fondo de la cuestión y tratar de apre-
ciar, aproximadamente, su aspecto cuantitativo, o sea el valor de estas inversiones
(Dorfman, 1942, p. 300).
26
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realidad nacional (Guillén, 1956a). Crítico del poder de los diferentes imperialismos también
lo fue de la política seguida por el peronismo: “En los cereales, ciertos “pulpos” y consorcios
cerealistas menores, esclavizaron, durante años y años, a los productores agrícolas argentinos,
antes, durante, y después del régimen peronista” (Guillén, 1956b, p. 16). Particularmente,
Guillén cuestiona los subsidios, las reparaciones económicas, las subvenciones y las comisio-
nes que recibían los poderosos consorcios de la carne, los cereales y las oleaginosas de parte
de la acción del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). No obstante, la
política del Plan Prebisch y de la llamada “Revolución Libertadora” también es descripta ne-
gativamente, arremete contra el grupo Bemberg expropiado por el gobierno de Juan Domingo
Perón y promueve la reforma agraria y la industrialización.
Félix Weil (2010 [1944]) señala que las compañías ferroviarias utilizaban de forma
habitual la creación mediante testaferros de empresas de abastecimiento de equipos y materia-
les de construcción para ocultar sus beneficios. Estas empresas a su vez cobraban precios exa-
gerados y se les pagaba con títulos a alto interés que debían ser amortizados antes de distribuir
las utilidades entre sus accionistas. De esta forma, se producía a una doble defraudación: al
Estado argentino y a los accionistas de las empresas.30
En el complejo agroindustrial pampeano se han expresado los sectores hegemónicos no
sólo a través de la participación directa en los distintos gobiernos como instrumentos de po-
der sino también a partir de las distintas vías formales e informales para persuadir, alcanzar
determinadas influencias y obtener decisiones favorables a sus intereses. El conflicto de las
carnes de la década de 1930 y el tratamiento de cuestiones impositivas de los años 40 fueron
algunos de los episodios en los que las corporaciones extranjeras participaron activamente en
diferentes estamentos de la vida social y política argentina. En 1944, Weil señalaba el enmas-
caramiento de los intereses de las corporaciones extranjeras ante la opinión pública y la vida
política nacional (Weil, 2010 [1944], p. 182)
Entre sus aportes se destaca el haber acuñado el concepto de “proteccionismo al re-
vés”. Con esta noción, Weil caracterizaba una estructura arancelaria que fijaba un sobrecosto
para las materias primas de origen extranjero y favorecía a las industrias que utilizan insumos
nacionales. De esta manera, los grandes terratenientes y empresarios sostenían que evitaban
30
Con los ferrocarriles en manos del capital extranjero, la Argentina perdía los beneficios obtenidos de la activi-
dad ferroviaria desarrollada por inversiones nacionales, la posibilidad de regular el alza de las tarifas de los fletes
de carga y el transporte de pasajeros, y la capacidad de influir en el crecimiento y el equilibrio de las economías
regionales, la promoción de áreas industriales y la diversificación económica. Por su parte, las empresas foráneas
adoptaron altas tarifas ante el ineficiente control estatal, evadieron impuestos alterando los registros contables, y
ubicaron en sus juntas directivas a influyentes personajes con aceitados vínculos con el poder político, mientras
que en otras ocasiones quienes mantenían esos lazos estrechos eran sus abogados o sus consultores.
27
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Sin pretensiones de elaborar aquí un detalle de las corrientes a la que pertenecen los au-
tores, podemos señalar que: a partir del golpe militar de 1976 la investigación teórica y empí-
rica sobre el tema del imperialismo fue violentamente desplazada por la represión y el terror,
situación que sería luego seguida por las diferentes teorías de la globalización y el auge neo-
liberal, en el marco de una muy mejorada relación de fuerzas internacionales a favor de las
burguesías monopolistas.
Resulta ilustrativo señalar el modo en que algunos exponentes destacados de la derecha
historiográfica, renovada en los últimos años del siglo XX, se refirieron a la tradición política
y cultural en la que se inscriben estas notas; por ejemplo al postular que la corriente intelec-
tual antiimperialista y popular fue “cortada, al menos dentro del país, de cuajo por la repre-
sión antes de que la evolución intelectual general llevara a su progresivo abandono” (Miguez,
1990, p. 447).
En los albores de la recuperación del régimen constitucional reapareció algún nivel de
debate asociable con el accionar imperialista, en particular vinculado con la política económi-
ca de la dictadura y la dependencia financiera ligada con la deuda externa. Así se destacaron
los trabajos de Aspiazu, Khavisse y Basualdo (1986) y Ciafardini (1987 [1984]).
Recién luego de la crisis de 2001 comenzaron a crearse condiciones más favorables para
retomar algunas de las antiguas preocupaciones; aun cuando la crítica del imperialismo quedó
circunscripta al ámbito reducido de algunos partidos y personalidades políticas de izquierda
(Solanas, 2007; Solanas, 2009; Echagüe, 2004) y a relativamente escasos aportes académicos
(Katz, 1993; Schvarzer, 1999; Beinstein, 1999, Beinstein, 2009, Borón, 2002; Borón, 2004;
Rapoport y Spiguel, 2005; Astarita, 2006; Astarita, 2010; Schorr, 2005; Azcuy Ameghino,
2007; Azpiazu, Manzanelli, Schorr, 2011; Romero, 2015).
Síntesis y conclusiones
28
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31
Deseamos insistir nuevamente, para evitar dentro de lo posible más equívocos e injusticias que las inevitables,
que no estamos inventariando los trabajos de utilidad para lograr un mejor conocimiento del papel del capital
extranjero en relación con el agro, sino aquellos de crítica expresa del imperialismo elaborados desde una pers-
pectiva asociable con la lucha por la segunda independencia de nuestro país.
29
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tria de la carne vacuna, y, más recientemente los aportes de los autores, que indagan el papel
de las grandes corporaciones extranjeras y el control que ejercen de eslabones clave de los
complejos agroindustriales, atendiendo también a su vinculación con la problemática del
hambre, la pobreza y la exclusión social (Azcuy Ameghino, 2007; Romero, 2015). Fuera de
este tipo de trabajos, y sin subestimar la importancia de numerosas investigaciones que brin-
dan conocimientos y elementos de juicio fundamentales para avanzar en la tarea, el estudio y
la denuncia de, por ejemplo, la extranjerización de la industria de maquinaria agrícola, fertili-
zantes, agroquímicos, semillas, industria aceitera y otras ramas agroalimentarias, el sistema de
comercialización minorista y el comercio exterior de granos, resultan deficitarios cuando se
los evalúa en clave de una decidida perspectiva antimperialista, constituyendo cuestiones ac-
tuales que requieren un urgente abordaje, crítico y riguroso, como el que recibieran en el pa-
sado los frigoríficos, el ferrocarril o los intereses terratenientes ligados al capital extranjero. Si
existe el imperialismo, si sus efectos son en general negativos para el país y la mayoría de sus
habitantes, el sistema agroindustrial –y el agro en general-, más allá del grado de productivi-
dad y modernidad que se les desee atribuir, no resulta ajeno al fenómeno estructural de la de-
pendencia que caracteriza al conjunto de la economía argentina.
En este sentido, en general los análisis actuales sobre la estructura económica argenti-
na tienden a remitirse y aún restringirse –incluso en los marcos de las corrientes de izquierda
marxista- a las diferencias entre las posiciones abiertamente neoliberales y las que sostienen la
presencia de un Estado activo. Junto con ello se expresan algunas voces que analizan las posi-
bilidades que -en el plano de las relaciones internacionales- ofrece el mundo globalizado en
cuanto a nuevos mercados, capacidad de integración regional y desarrollo de nuevas tecnolo-
gías.
Finalmente, queremos señalar que el análisis del pensamiento antiimperialista que
efectuamos permite reflexionar acerca de la necesidad de recuperar el estudio, la investigación
y la discusión sobre el carácter dependiente de la Argentina. Lo cual puesto a la luz de una
perspectiva crítica y liberadora al servicio de las mayorías sociales debe contribuir a la gesta-
ción de iniciativas para detener y revertir las tendencias a la concentración y extranjerización
de la economía argentina.
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