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Índice

Introducción ………………………………………………………..

Capitulo I: La Misericordia como atributo de Dios hacia los


hombres………………………………………………………………
1.1 Sinónimos de Misericordia…………………………………………………….
1.2 Homologación…………………………………………………………………

Capitulo II: La Misericordia divina………………………………...


2.1 Israel experimenta la Misericordia divina…………………………………….

2.2 El rey David experimenta la Misericordia divina…………….………………..

2.3 La Encarnación de la Misericordia…………………………….………………

2.4 La Misericordia es para todos los hombres……………………………………

Capitulo III: Dios desea la salvación de todos los hombres………


3.1 Justicia y Misericordia…………………………………………………………

3.2 Cristo muestra a Dios Padre como Misericordia: Parábola del Hijo
Pródigo……………………………………………………………………………

Capitulo IV: ¿ Es el mal el motivo propio de la


misericordia?………………………………………………………..
4.1 Misericordia revelada en la cruz y en la resurrección: El misterio pascual…..

4.2 ¿Es virtud la Misericordia?……………………………………………………

Capitulo V: La Misericordia de Dios en la misión de la Iglesia…..


5.1 Una paternidad misericordiosa………………………………………………..

Capitulo VI: Aporte personal……………………………………...

Conclusión…………………………………………………………...

Bibliografía………………………………………………………….
INTRODUCCIÓN:
Pensar en Dios como un ser infinitamente bueno, es sin duda prefigurar en
nuestro corazón la imagen de su Amor Misericordioso, que todo lo perdona, que a todos
consuela y que nos devuelve su amistad primera.

Movido por ese claro amor compasivo, Dios espera el regreso del hombre a sus
brazos paternales, donde convertido por la gracia, éste renueva su ser hijo en la
paternidad divina. Jesús en su persona, manifestó la imagen del mismo amor
misericordioso del Padre, al entregarse voluntariamente a la muerte para rescatar a
quienes estábamos sujetos a ella. Tal gesto, admirable por los ángeles y agradecido por
los hombres, nos permitió abrazar el perdón paterno de Dios y encaminar la vida por
nuevas oportunidades.

Y aunque caemos por culpa de nuestras debilidades y flaquezas, Dios que es,
rico en misericordia, nos reconcilia y devuelve nuestra dignidad perdida de hijos
amados suyos.

Por esa razón, hemos querido abordar cuan grande es el misterio del amor del
Padre para con los hombres, guiándonos por la Revelación Divina en la Escritura, y
dejándonos moldear la fe bajo las enseñanzas del Santo Padre San Juan Pablo II,
Apóstol de la misericordia, profundizadas en su Carta Encíclica Dives in misericordia y
por las reflexiones y aportes de los Padres de la Iglesia, junto al Magisterio, a la figura
de Santo Tomás de Aquino y la de algunos autores contemporáneos.
Capitulo I: La Misericordia como atributo de Dios hacia los hombres.

1.1 Sinónimos de Misericordia:

En el Antiguo Testamento hay muchas expresiones con matices semánticos


distintos que definen a la misericordia:

- El término “hesed”1 que en griego va unido a (eleos) designa una actitud


profunda de bondad, que al darse entre los hombres designa una relación que implica
fidelidad; no es sólo un instinto de bondad sino una bondad constante, voluntaria que
responde a un deber interior, a una virtud de fidelidad con uno mismo.
Además hesed designa “gracia” y “amor”, en base de tal fidelidad. Así lo
manifiesta en cuanto es referido al Señor, en la relación con la alianza que Dios hace
con el pueblo Israel, ella en su parte es don y gracia para Israel. Sin embargo, vista con
la coherencia de cumplirla (alianza) hesed cobra un contenido legal; es así que cuando
Israel infligía la alianza, es ahí donde hesed dejaba de ser obligación jurídica y
descubría su aspecto más profundo: amor que da, amor más fuerte que la traición, gracia
más fuerte que el pecado.
- El término hebreo “rahamim” expresa el apego instintivo de un ser para otro. En
los semitas, este aspecto tiene su acento en el seno materno, como lo describe 1Re 3,26,
en las entrañas (rahamim) y que nosotros diríamos: el corazón de un padre o de un
hermano (Jer 31,20; sal 103, 13; Gen 43,30) es el cariño o la ternura que se traduce por
acto, en compasión en una situación trágica o en perdón de las ofensas. Este amor
materno, particular, es totalmente gratuito, no fruto de mérito y constituye una
necesidad interior: es una exigencia del corazón. Es una variante femenina de la
fidelidad masculina del hesed y es así como desde ese trasfondo psicológico, rahamim
engendra una escala de sentimientos como la bondad, la ternura, la paciencia, la
comprensión, en definitiva la disposición a perdonar.
En el Antiguo Testamento, el término rahamim se atribuye al Señor cuando
habla de sí, así lo leemos en Isaías: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin
compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésa llegase a olvidar, yo no te
olvido.”(Is 49,15). Este amor fiel e invencible, se expresa como salvación de los

1
Cfr. LEÓN- DUFOUR XAVIER. Vocabulario de Teología bíblica (1980), editorial Herder. Barcelona. Volumen
66. P.
peligros de los enemigos o como perdón de los pecados, como también en la prontitud
para cumplir la promesa y la esperanza.

1.2 Homologación
La misericordia es la manifestación de la alegría de Dios que viene al encuentro
del hombre. Manifestación que nace del corazón paterno del Creador y, aun más, de las
entrañas maternas de quien no abandona la obra de su creación. 2 Que Dios es
infinitamente misericordioso con el hombre no cabe dudas, puesto que lo refleja las
inumerables veces que olvidando las ofensas cometidas hacia él, ha perdonado al
hombre, amándolo e invitándolo a vivir en fidelidad a su voluntad. 3
El hombre, movido por sus instintos y debilitado en la gracia que gratuitamente
obtuvo por parte del Creador, tiende al mal con facilidad, irrumpiendo con su pecado en
el orden armónico de la creación, en especial en la relación filial con su Hacedor. Cada
vez que el pecado penetra en la existencia humana, desfigura la imagen sagrada del
hombre como Hijo de Dios y hace que su vida se torne dolorosa y miserable. 4 Pero Dios
es el ser omnisciente que no tarda en socorrer al pecador y lo invita a su regazo, donde
lo colma de misericordia y lo libra de sus males porque lo ama. 5
¡Cuántas veces el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, tomaba conciencia de
su propia infidelidad a la Promesa, y apelaba a la misericordia divina!. 6 Es así como
Dios, que ama a su pueblo de una manera particular y especial, similar al amor de un
esposo7, es capaz de perdonar las infidelidades y traiciones. 8 Dicha infidelidad que el
pueblo de Israel experimentó al pecar contra Dios, levantando en el desierto un becerro
hecho de oro, fue aplacada por entrañas de misericordia de parte de Dios, quien en
varias oportunidades se manifestó abiertamente a Moisés como un “Dios misericordioso
y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”. 9 Así el hombre, en cuanto cae
por su debilidad en el pecado, experimenta la fuerza interior que hace que retome la
amistad con su Señor entre alabanzas 10, amparándose en su infinita bondad y clemencia.

2 Cfr. Is 49,15.
3 Cfr. Ex 20,6; Dt 5,10.
4 Cfr. Sal 50,3.5.
5 Cfr. Ef 2, 4.
6 Cfr. 2 Cro 30,9.
7 Cfr. Os 2, 21-25; Is 54, 6-8.
8
Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, Cap III. 4. (en adelante DM).
9 Ex 34,6.
10 Cfr. Si 17,29, Is 63, 7.
La misericordia de Dios, a pesar de ser infinita, no se agota ni se reserva sólo
para sí, al contrario, Dios ha querido manifestar ese deseo de amar, amando al hombre e
11
invitándolo a hacer lo mismo desde su dignidad frágil pero enaltecida por su gracia. Y
la mejor manera en que su proyecto de amor se llevó a cabo fue en la persona de su Hijo
amado Jesucristo. Él es el reflejo vivo de la misericordia, que venido desde lo alto,
ilumina nuestra vida.12 En Jesús, Dios llama al hombre a penetrar en su insondable amor
misericordioso, para que sea dichoso, bienaventurado.13 Por eso el hombre, lejos de
tener que afrontar caídas y tropiezos, está llamado a “vivir un encuentro con una
persona, Jesucristo, que le dará un nuevo horizonte a su vida, una orientación
decisiva”.14y le permitirá gozar de su amor compasivo. Por esta razón, como lo
plantearía el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelli Gaudium “… si
alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido a la vida ¿cómo puede contener
el deseo de comunicarlo a otros?”. 15Así es el llamado a vivir la misericordia del Padre
en Jesús, siendo instrumentos de su amor para los demás, amor que pudo experimentar
primeramente en el perdón.
Capitulo II: La Misericordia divina

2.1: Israel experimenta la Misericordia divina.

Dios que ha elegido a Israel como su pueblo, ciertamente ha experimentado por


parte de éste la traición, la infidelidad y el menosprecio a su amor. Pero una y otra vez,
supo perdonarlo y reafirmar su Alianza con ellos, pues a diferencia de ellos, él es un
Dios “misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”. 16

La historia de Israel está marcada profundamente por el pecado. Ya en Egipto


cuando era esclavo del faraón, el pueblo sirvió a otros dioses, y luego de que Dios los
liberara, por “el amor que les tenia, y la fidelidad a las promesas con los antepasados”, 17
el pueblo se olvidó de ese amor y pasó constantemente revelándose contra él,
murmurando contra Moisés18 y contra Aarón19.

11 Cfr. Lc 10, 37.


12 Cfr. Lc 1,78.
13 Cf. Mt 5, 7.
14 BENEDICTO XVI , Carta Encíclica «Deus Caritas est», Buenos Aires, San Pablo, 2006. 1.
15 FRANCISCO, Exhort. Apost. Evangelli Gaudium 8.
16 Ex 34,6.
17 Dt 7,8.
18 Cf Ex 15,24; 17,3; Nm 14,36; 20,3-4.
19 Cf Ex 16,2; Nm 14,2.
En su travesía por el desierto, Israel marchó por periodos de fe y confianza en
Yahvé, como también por momentos de obstinación y cerrazón de corazón. “Ante el
prodigio de Dios frente al faraón de Egipto, Israel lleno del temor a Yahvé y creyendo
en él y en Moisés su siervo, cantaba la gloria de Dios” 20, bendiciendo su poder y
proclamándose su heredad. Pero cuando la hambruna y la muerte los alcanzaba en las
tierras áridas, sus corazones se “llenaban de quejas contra Yahvé y éste respondía con
ira, por ser un pueblo desagradecido y terco, enviándoles un fuego que terminó con la
vida de muchos”.21

Pero mas allá del enojo divino, en Dios se manifiesta con mayor fuerza su
clemencia y su perdón, olvidando la ingratitud del pueblo y devolviéndole su amistad y
su amor, amor que se tradujo con el término hebreo “rahamim”22 y que en numerosas
oportunidades lo expresó por medio de los profetas: “aunque una madre se olvidara del
hijo de sus entrañas, yo no te olvidaré, tu nombre está en mi mano, tatuado está en mi
mano”.23

Dentro de la historia de salvación de Israel, en las páginas del Antiguo


Testamento, podemos contemplar, la acción salvadora de Dios al establecer con el
Pueblo de Abraham, de Isaac y de Jacob, la Alianza, que no es otra cosa que “un don y
una gracia por parte de Dios para Israel”,24 y que cobra un mayor sentido, al referirse al
amor que el Creador tiene por encima de la ofensa y de la traición de su pueblo. La
misericordia es el atributo más profundo de Dios, atributo que solo es comprendido por
nosotros los pecadores, cuando sabemos que no la merecemos y que el amor de Dios es
don gratuito.

Ante un pueblo pecador, Dios envió a los profetas con señales de esperanza.
Repitió muchísimas veces que la misericordia era más fuerte que el pecado y que a
través de ella, “se mostraba clemente y compasivo, no tratándolos según sus faltas sino
olvidando las ofensas”,25 alejándolas lejos de su presencia.

20 Ex 14,31; 15,1.
21 Nm 11,1.
22 Se trata pues de un amor gratuito e inmerecido, que surge de la necesidad espontánea del corazón,
caracterizado por: la bondad, ternura, paciencia, comprensión y por una buena disposición para perdonar.
23 Is 49,15-16.
24 DM, nota de pie de página 52.
25 Sal 103,8-10.
No sólo fue el desierto, el lugar donde Israel experimentó de una manera viva e
íntima la bondad de Dios, sino ya en la tierra prometida, el pueblo tuvo que reafirmar
esa fidelidad, herida muchas veces por el pecado, la idolatría, la desconfianza, los
olvidos, la rebeldía y la falta de fe; para con Dios en donde la misericordia, en hebreo
“hesed”26 manifestaba su rasgo fiel de quien habiendo pronunciado una palabra dada,
nunca se echa atrás.

De esta manera el pueblo de Israel nutre sus raíces de aquel “hesed”, del amor
fiel de Dios. Así, la misericordia se ha manifestado a partir del diálogo de Dios con el
hombre y de la alianza que contrajo con él. Israel se daba cuenta de que su existencia
dependía de la bondad de Dios.

2.2: El rey David experimenta la Misericordia divina.

Esa misericordia conmovió el corazón de Dios para que eligiera un nuevo rey
para su pueblo; un rey mucho mejor que Saúl, quien fue “perdiendo su favor, siendo un
gobernante orgulloso con pensamientos y decisiones equivocadas”. 27 Pues luego del
enfrentamiento contra los amalecitas 28, Dios se molestó con Saúl, de esta manera, el
Altísimo buscó en David, al nuevo siervo que gobierne al pueblo de Israel con un
corazón humilde y sencillo como el suyo, y es por esa razón que Saúl, lleno de odio,
buscaba matar al nuevo ungido del Señor.

Pero Saúl murió sin llevar a cabo su cometido de asesinar a su supuesto


sucesor. Lo asombroso de este relato bíblico, es que David no sintió alegría alguna por
la muerte de su enemigo, sino al contrario “desgarró sus vestidos entre lamentos y
llantos, ayunando él y sus hombres hasta la noche”.29

Saúl que perseguía con odio a David en ocasiones, y en otras lo trataba con
respeto y aprecio, recibía de éste, una actitud misericordiosa, aun cuando David tuvo la
oportunidad de atentar contra su vida, pero que, por respeto a Yahvé no lo hizo, al

26 significa aquel amor que siempre manifiesta bondad y gracia. Define también aquellos rasgos de Dios,
como son la fidelidad a sí mismo (cuando contrae la alianza con el hombre) y la responsabilidad en el
amor.
27 1 S 15,10-11.
28 Tribu nómada o agrupación de tribus monadas, según Gen 36,12, subdivisión de los edomitas. Se
hallaban establecidos en el desierto entre el Sinaí y el suroeste de Palestina. Los amalequitas vivían en
constante lucha con los israelitas. Fueron derrotados por Saúl. Su rey Agag fue ejecutado por Samuel.
HAAG HEBERT, “Amalecitas”, en: HAAG HEBERT Breve diccionario de la biblia, Barcelona,
Herder,19822, 26-27.
29 2 S 1,11-13.
considerar su existencia preciosa. 30 A partir de ahí, el hijo de Jesé comprenderá en su
interior, que “no hay mejor misericordia que otorgar el perdón a quien nos ha
ofendido”.31

2.3: La Encarnación de la Misericordia

Dios viendo las innumerables veces que su pueblo le traicionó con infidelidad a
su promesa; Él, que amó desde el comienzo a Israel, tuvo compasión de su pueblo y los
fue animando en la espera del Mesías redentor. Su misericordia es la esencia de la
historia de la redención del hombre, es el fundamento de todos los hechos salvíficos.
Dios que es “rico en misericordia”32, ve la aflicción de su pueblo, oye sus clamores,
conoce todas sus angustias y baja a socorrerlos.33 Él siempre, misericordiosamente
presente, prestó al hombre su auxilio y llegada la plenitud de los tiempos, envió a su
hijo Jesús, que es la encarnación de su misericordia, para “anunciar a los pobres la
buena nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.34 Cristo vino a salvar
lo que estaba perdido por el poder del pecado; asumió nuestras miserias y se
compadeció de los que sufren y están necesitados. No pasó de largo, sino que se detuvo
a consolar y a salvar. Cada hecho y cada palabra de Cristo es una muestra de la
entrañable misericordia de Dios a los hombres.

“Jesús hace de la misma misericordia uno de los temas principales de su predicación (…)
Baste recordar la parábola del hijo prodigo (Lc. 15, 11-32) o la del buen samaritano (Lc. 10, 30-37), y
también ─como contraste─ la parábola del siervo inicuo (Mt. 18, 23-35). Son muchos los pasos de la
enseñanza de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta
tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada (Mt. 18, 12-14) o la mujer que barre la
casa buscando la dracma perdida (Lc. 15,8-10)”.35

En las Escrituras, Jesús proclamó “Bienaventurados los misericordiosos,


porque ellos alcanzarán misericordia”. 36 Esta nueva visión e invitación del Señor
impulsa al cristiano a cambiar su mentalidad y comenzar a vivir el amor compasivo, no
sólo en “la práctica a través de las limosnas (…) sino también a sobrellevar los defectos

30 Cfr. 1 S 26,23-24.
31 SANTO TOMAS DE AQUINO, sobre la caridad, 1. C., p 226.
32 Ef 2,4.
33 Cfr. Ex 3,7ss.
34 Is 61,1-2; Lc 4,18-19.
35 DM. 3.
36 Mt 5,7.
de los otros”.37 En especial, entre nosotros, como diría San León Magno, “acordaos
especialmente de los que son miembros del cuerpo de Cristo y nos están (indigentes)
unidos por la unidad de la fe católica. Pues más debemos a los nuestros por la unión en
la gracia que a los extraños por la comunidad de naturaleza”. 38

2.4. La Misericordia es para todos los hombres

Ya en ambos Testamentos, se presenta por parte de Dios, un deseo de que el


hombre se revistiese de entrañas de misericordia,39 para poder abrirse a los demás en la
compasión y la caridad, y de esta manera crecer en frutos de amor y de consuelo; lo que
en palabras del último romano sería:

“de dos modos podemos llevar la cruz del Señor: o afligiendo a nuestro cuerpo con la
abstinencia o, por la compasión al prójimo, considerando como nuestras sus necesidades. El que se
conduele de las necesidades ajenas lleva la cruz en su corazón”.40

Solo conseguiremos una actitud de misericordia con los demás, si meditamos la


vida del Señor Jesús, si nos esforzamos a imitarle.

Grande es el campo de la misericordia, como lo es también el de la miseria


humana a la que tratamos de remediar con nuestro esfuerzo, pues de ello se trata la
misericordia, “compasión de la miseria ajena, que nos mueve a remediarla, si es
posible”.41 El hombre, a causa del pecado, lleva en su existencia muchísimas
calamidades, sufrimientos, debilidades y miserias. Por eso las obras de misericordia son
tantas como las carestías del ser humano, aunque reconocemos catorce obras de
misericordia, corporales y espirituales, donde esta virtud se manifiesta en plenitud.

Ser misericordioso es llevar una actitud de compasión y de amor, en primer


lugar con quien comparte muy de cerca nuestra vida de todos los días, pues Dios
mismo, los ha puesto a nuestro lado para experimentar su gracia de perdón en nosotros
mismos y con aquellos que están pasando por necesidades. Esa gracia de amor y perdón
nos llevará a preocuparnos por el cuidado de la salud, la alimentación y el consuelo de
quienes se sienten atormentados por sus culpas; y, al final, a crecer en el amor de Dios,
porque si al contrario, le negamos al hermano nuestra ayuda, “¿cómo la caridad de Dios

37 SAN JERONIMO, en Catena Aurea, vol. I, p. 248


38 SAN LEON MAGNO, Sermón 89
39 Cfr. Col 3,12.
40 SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 37 sobre los Evang.
41
SAN AGUSTIN, La ciudad de Dios, 9,5.
puede permanecer en nosotros?”42 Ese amor de Dios, en definitiva, es un amor que
perdona, un “Amor que ejercita con todos su misericordia”. 43

42
1 Jn 3,17.
43
Rm 11,32.
Capitulo III: Dios desea la salvación de todos los hombres

Dios en su infinito amor, ha creado al hombre, para que lo amara y


revelándose, entrara en comunión con él; pero el hombre, por su soberbia atentó contra
el Amor y mereció la ruina de su vida. Aun así Dios tuvo compasión de su creatura y
luego de mostrarle reiteradas veces su perdón, llegada la plenitud de los tiempos, se
cubrió de mayor gloria, al enviar a su Único Hijo, Jesucristo, para redimir al género
humano por medio de su sacrificio en la cruz.

Dios, que no quiere que nadie se pierda, llama al hombre mediante su gracia a
la salvación, 44 prometiéndole en Cristo la redención y la vida eterna. Ese amor
misericordioso de Dios, se ha hecho patente en la cruz en la cual, el Nazareno entregó
por voluntad del Padre su vida en rescate por muchos.

El mensaje de Jesús, durante su vida terrena, fue siempre una invitación a


dejarse encontrar por el Padre. Testimoniando la misericordia divina, procuró Cristo,
que el hombre se dejase abrazar por ella para la salvación de su alma, pues Dios quiere
que “todos los hombres, sin excepción se salven”45, aunque no todos creyeron en sus
palabras, ni mucho menos en su persona. Ahora bien, que algunos se salven, es don del
que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden. 46

Es por esa razón, que Dios es paciente, puesto que espera hasta el último
momento de vida del hombre, en que éste pueda arrepentirse sinceramente y volver a la
amistad perdida por el pecado.

Es por medio del pecado como el hombre se sumergió en las miserias, se


endureció a la gracia del Creador. Pero aún allí, Dios es quien triunfa con su corazón
compasivo y misericordioso, ofreciéndole al pecador su perdón, perdón que cura, sana y
libera; pues su corazón como el de todo padre, se revuelve dentro de sí, “sus entrañas se
conmueven”47 al ver regresar a su hijo pródigo y necesitado a sus brazos.

¿Por qué Dios ama tanto a los hombres, si de ellos sólo recibe indiferencia,
traición e infidelidad a causa del pecado? Es sabido, que cuando alguien nos hace un

44 H. DENZINGER; P. HÜNERMANN, Enchiridion Symbolorum, Barcelona, Herder, 1999, 4135. (en


adelante DH).
45 1 Tim 2, 4.
46 Cf DH, 623.
47 Jr 31, 20.
daño, es muy difícil que perdonemos y volvamos a amar y a confiar en esa persona que
nos lastimó. Y encerrándonos en nuestro egoísmo y orgullo comenzamos a juzgar. Pero
Dios nos muestra un nuevo camino.

Él, que busca que lo amemos y que en Él, amemos a los demás, nos llama e
invita a volvernos a su amor, y que en boca de San Jerónimo nos dice:

“Convertíos a mí de todo corazón, y que vuestra penitencia interior se manifieste por medio
del ayuno, del llanto y de las lágrimas; así, ayunando ahora, seréis luego saciados; llorando
48
ahora, podréis luego reír; lamentándoos ahora, seréis luego consolados. ”

Él como Padre amoroso, “cuida de todos sus hijos, y desea que formemos una
sola familia en su amor, donde reine el vínculo de la fraternidad y donde el
mandamiento del amor consolide a unos con otros en un mundo unificado.”49

Por eso la salvación dependerá de aquellos que conozcan a Dios Padre como
Creador, que abriéndose a su gracia misericordiosa, lo adoren y entren a formar parte de
su gloria en los cielos. También están entre ellos “los musulmanes que profesan tener la
fe del patriarca Abrahán y junto a nosotros rinden culto al Único Juez que llegado el fin
del mundo, juzgará en el amor.”50

“Pero hay también quienes desconocen sin culpa propia, la Palabra de Dios, al salvador
Jesucristo y a la Iglesia, pero llevando una vida con sinceridad de corazón con la ayuda de la
gracia, tratan de hacer la voluntad de Dios, entendida ésta, como aquello que le dicta la
conciencia recta y buena, pueden alcanzar la salvación eterna.”51

3.1 Justicia y Misericordia

El hombre, que reconociéndose pecador, necesita constantemente de la gracia


misericordiosa de Dios para volver a la amistad con el Creador. Para ello le es
necesario, orar continuamente sin desanimarse, rogando por el perdón de sus culpas. El
mismo Cristo que enseñó a los hombres a “sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial”,52 predicó con su ejemplo el camino a vivir la santidad en el amor, que

48 SAN JERONIMO, Del comentario sobre el libro del profeta Joel, PL 25,967-968.
49 DH, 4324.
50 Ibid. 4140.
51 Ibid.
52 Mt 5, 48.
movido por el Espíritu Santo hace que el hombre pueda “amar a Dios con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”. 53

De esta manera el hombre, ora ante la necesidad del perdón de Dios y lo hace
con las mismas palabras que el Maestro le enseñó: “perdónanos nuestras deudas”. 54
Alcanzada la gracia del perdón, Dios mismo lo recibe y lo acoge haciéndolo justo, “con
aquella justicia con la que somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo
somos reputados, sino que verdaderamente nos llamamos y somos justos”. 55 Nosotros al
perdonar, somos los que sacamos mayor ganancia; porque Dios mide con la misma
medida que nosotros debemos usar. Esa medida es generosa y misericordiosa.

Hay que tener cuidado de no caer en el ejemplo de aquel siervo inútil y


mezquino al que se le había perdonado mucho, y que no supo él perdonar tan poco.56
Practicar la justicia junto a la misericordia, es lo que el Papa San Juan Pablo II,
expresó57 en su encíclica Dives in misericordia, dada en el tercer año de su pontificado.

Cuando El Papa Francisco afirma que “donde no hay misericordia no hay


justicia”,58 alude concretamente a la corrupción que sufre el hombre, al menosprecio
frente a jueces que se imponen con poder por sobre el bienestar y el perdón que aquél
reclama. Hoy el hombre sufre ante la falta de esa misericordia que lo libera de la
condena y que con justicia le perdona; hoy el hombre necesita del amor misericordioso
de Dios y de los hombres, en el que “la justicia se funda en él (amor), mana de él y
tiende hacia él”.59 Por lo tanto, pongo énfasis en las palabras del Papa polaco, “será
imposible regular la fraternidad entre los hombres si se pretendiera establecer las
relaciones sólo con la medida de la justicia”, 60olvidándonos del deber de perdonar.

3.2 Cristo muestra a Dios Padre como Misericordia: Parábola del Hijo Pródigo

En numerosas parábolas, Jesús revela el amor misericordioso manifestado en la


persona del Padre, recreándola con diversas imágenes como la del Buen Samaritano 61,
el Buen Pastor62 y las más expresiva y mencionada es la del Hijo Pródigo. 63 Ya en la

53 Mc 12, 30.
54 Mt 6, 12.
55 DH, 1529.
56 Cf. Mt 18, 23-34.
57 Cf. Dm 14.
58 FRANCISCO, homilía en Santa Marta, Roma, 23-03-2015.
59 DM 7.
60 Ibid. 14.
61 Cf. Lc 10, 30-36.
62 Cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 3-7.
encíclica antes mencionada, San Juan Pablo II explica que ésta parábola expresa la
misericordia sin usar dicha palabra, de una manera límpida. 64 Recalca cómo Cristo
muestra que la conversión del hombre es la respuesta al amor misericordioso del Padre,
de manera que conversión y misericordia divina forman una realidad única, cuyo
misterio de amor entre Dios y el hombre, se fundamenta en la relación paterno-filial que
los une firmemente.65

Siguiendo la lectura de este texto en la Iglesia, el Padre de la parábola, revela la


imagen de Dios Padre que fiel a su amor y a su paternidad, está esperando el regreso del
hijo para perdonarlo, pues tiene deseos de recuperarlo, e incorporarlo nuevamente a la
casa paterna. Dicha fidelidad, no sólo se manifiesta en la prontitud del padre con la que
acoge al hijo, sino más bien en la desbordante alegría que se concretiza en el festín
generoso con el que el disipador es agasajado; ocasionando la envidia y el recelo del
hermano mayor que había permanecido al lado del padre sin desobedecerle jamás.
Fidelidad que caracteriza el comportamiento propio de “hesed”, profundizada en un
amor que, como dice las Escrituras, estando el hijo todavía lejos, “lo vio su padre y se
conmovió; corrió, se echó a su cuello y lo beso efusivamente”. 66 Así se pone de
manifiesto, la propia expresión de la paternidad divina, con respecto a Cristo y a todos
los hijos de Dios en Cristo.

Ya en el orden natural o en el de la gracia, el padre nunca deja de ser padre,


actúe como actúe el hijo para alejarse de su lado. Pero aunque se niegue a reconocerlo o
aceptarlo, o simplemente no se dé cuenta, el hijo nunca deja de ser hijo del padre.

La conversión del hijo, donde éste lo percibe como un reconocer su falta y la


pérdida de su dignidad que tenía en la casa paterna, unida al deseo de recuperarla, es sin
duda la manifestación del poder de la misericordia divina para extraer el bien de todas
las formas de mal existente en el mundo y principalmente en el hombre. 67 La
experiencia del amor misericordioso de Dios mueve al hombre a la conversión, a
retornar a Dios, fuente de todo bien.

De esta manera, San Juan Pablo II subraya cómo la parábola expresa que la
misericordia se fundamenta en la dignidad del hombre, que es un bien en sí mismo y

63 Cf. Mt 18, 23-25.


64 Cf. DM 5.
65 Cf. Ibid.
66 Lc 15, 20.
67 Cf. DM 6.
objeto del amor, divino y humano 68, y que el amor misericordioso de Dios manifiesta la
amabilidad de todo hombre, en cuanto todo ser humano es hijo querido de Dios Padre
en el Hijo. Desde su nacimiento por el bautismo, se imprime en el hombre el sello del
Hijo, convirtiéndose de ese modo en hijo de Dios Padre, gracias a su configuración con
Cristo por la acción del Espíritu Santo.69 Esta generación a la vida de la nueva creatura
establece una relación paterno-filial entre el Padre y el cristiano, que permanece para
siempre por el carácter sacramental del Bautismo. Por lo tanto siempre contaremos con
el amor misericordioso de nuestro Padre Dios en el camino de la conversión. Este
regresar hacia el Padre es un aspecto esencial de nuestra condición de hijos de Dios.

68 Cf. Ibid.
69 Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1265-6. (en adelante CIC).
Capitulo IV: ¿Es el mal el motivo propio de la Misericordia?70
La misericordia es la compasión que experimenta nuestro corazón ante la
miseria de otro, sentimiento que compele, en realidad, a socorrer, si podemos. 71
Efectivamente, misericordia significa tener el corazón movido en compasión por la
miseria y desgracia que sufre el prójimo, y que se opone a la felicidad. La miseria es el
sufrimiento de aquello que uno no quiere ni desea.

La misericordia es una actitud de compasión, generalmente del ofendido hacia


el ofensor, o quizás desde el más afortunado al más necesitado. Es muy distinta al tener
lástima.

“Lástima es un sentimiento menos vehemente y mas pasajero que la compasión. Del termino
lástima, no deriva un adjetivo aplicable al que la siente, sino mas bien al objeto que la provoca.
Sucede lo contrario con la palabra compasión que deriva de compasivo. Son lastimeros o
lastimosos, los infortunios, las enfermedades, el hambre y la persecución”.72

Así también, se puede comprender la lástima cuando:

“Se aplica con mayor énfasis a la sensación que nos causa el mal que se ofrece a nuestros
sentidos, y la compasión al efecto que causa en el animo la reflexión del mal, puesto que
aquella no explica por si sola mas que la sensación de la pena o el disgusto que causa el mal
ajeno, pero la compasión le añade a esta idea la de una cierta inclinación del ánimo hacia la
persona desafortunada, cuyo mal desearía evitar”.73

La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por aquello


que sufren y que nos impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es una
virtud que impulsa a mostrarnos benévolos en el juicio o castigo. Bajo esta mirada
surgen en nosotros sentimientos de piedad y compasión hacia los pecadores, como
Jesús, que en el evangelio de San Mateo leemos que “al ver tanta gente sintió
compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen
pastor”.74

“Dado que la misericordia es compasión de la miseria ajena, en el sentido propio de la palabra


se tiene en relación con los demás, no consigo mismo, a no ser por cierta analogía, como
ocurre también con la justicia, y en tanto se consideren en el hombre diversas partes como
consta en V Ethic. En este sentido leemos en Eclo 30,24: tú que agradas a Dios, ten

70 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica. II IIae q30, art 1. (en adelante S.TH.).
71Cf. SAN AGUSTIN, La Ciudad de Dios, IX, 5.
72 DE MORA, JOSE JOAQUIN, Colección de sinónimos de la lengua castellana, 1855, Madrid, Real
Academia Española, P 96.
73 BARCIAN, ROQUE OZON I, Primer diccionario general etimológico de la lengua española, F. Seix.
Volúmen 3, P 339.
74 Mt 9,36.
misericordia de tu alma. Por tanto, así como, propiamente hablando, en relación con nosotros
mismos no se da misericordia, sino dolor, por ejemplo, si padecemos algo cruel, así también, si
hay personas tan íntimamente unidas a nosotros que son como algo nuestro, cuales son hijos o
parientes, no les tenemos misericordia en sus desgracias, sino que más bien nos condolemos de
sus infortunios como si fueran propios. En este sentido hay que interponer las palabras del
Filósofo: lo cruel ahuyenta la misericordia”.75

4.1 Misericordia revelada en la cruz y en la resurrección: el misterio pascual.

Para profundizar en la verdad de la misericordia tal como se ha revelado en la


historia salvífica, hay que centrar la mirada en el mysterium paschale. Allí se descubre,
como recuerda San Juan Pablo II, que “la cruz de Cristo, seguida por la resurrección,
constituye la revelación radical de la misericordia y de la paternidad divina”. 76 El
diálogo de Cristo con su Padre en el Calvario muestra el gran amor de Dios por el
hombre en cuanto Creador y en cuanto Padre. La radicalidad de su amor paterno se
expresa en que no se detiene ante el pecado de los hombres para llevar a cumplimiento
su plan eterno. “Dios Padre se dirige hacia la raíz misma del mal, encontrándose con el
pecado y la muerte en la persona de su Hijo”. 77 Y este mismo pecado le vale al Padre
para manifestar, en la muerte y resurrección de Cristo, la fuerza de su paternal amor. En
lugar de detenerlo, el pecado confirma este amor. El Padre se presenta así como “fiel a
su amor originario para con el hombre”. 78

Revelando la misericordia del Padre, Cristo experimenta en la cruz este amor


paterno en toda su humanidad en cuanto que allí muere por la salvación de los hombres,
y manifiesta hasta el final su propio amor al Padre. Aquí podemos expresar el sentido
del orden trinitario. Efectivamente, lo propio del Hijo en la vida de comunión trinitaria,
es la tendencia hacia el Padre, mientras que lo propio del Padre es la tendencia hacia el
Hijo; a su vez, ambas son gesto de las relaciones de Paternidad y Filiación que vinculan
al Padre y al Hijo entre sí. En el Calvario, Cristo acoge el amor paterno y lo presenta
ante los hombres al abrazar Su voluntad en su entrega redentora. Este corresponder del
Hijo expresa la manera en que los hombres debemos acoger el amor del Padre: con una
respuesta de entrega total. Una vez más Cristo revela que el misterio de la misericordia

75 S.TH. II II, q30, a1, ad2.


76 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Dominum et Vivificantem, 18-V-1986, nn. 39-41. (En adelante
DV).
77 Cf DM. 8.
78 Cf DM. 7-8.
divina supone el corresponder del hombre, que se presenta como la continuidad en el
tiempo de esa tendencia del Hijo hacia el Padre en la vida de comunión trinitaria.

En el centro del misterio de la Cruz está presente el Espíritu Santo, “Persona


Amor”,79 según recuerda San Juan Pablo II en la encíclica Dominum et Vivificantem:

«El Espíritu Santo, como amor y don, desciende, en cierto modo, al centro mismo del
sacrificio que se ofrece en la Cruz. Refiriéndonos a la tradición bíblica podemos decir: él
consume este sacrificio con el fuego del amor, que une al Hijo con el Padre en la comunión
trinitaria».80

Este amor, que proviene del Padre, y que ofrece al Padre el sacrificio del Hijo,
le permite al hombre participar de nuevo como hijo en la vida de Dios. La acción que el
Espíritu Santo realiza, es para que el cristiano, consciente de su condición filial con el
Padre, procure en su vida expresar ese amor del Padre para toda la humanidad, de
manera que “experimentando la misericordia (...) manifieste contemporáneamente la
misericordia”. 81

Después de la Cruz sucede la resurrección de Cristo. En ésta el Padre lleva a


cumplimiento y en plenitud su amor misericordioso. Se revela como amor eficaz,
destruyendo realmente el pecado y la muerte, y otorgándole al hombre una vida nueva
que no terminará nunca. El Espíritu Santo, que resucita a Jesús, se manifiesta una vez
más como el amor fuerte y dinámico entre el Padre y el Hijo. “En la resurrección del
Hijo se anticipa el momento escatológico en el que la misericordia de Dios Padre se
irradiará en todos los elegidos revelándose como Amor. El hecho de que Cristo

“ha resucitado al tercer día, constituye el culmen de la misión mesiánica, signo que corona la
revelación del amor como fuente inagotable de misericordia en el mundo”.82

4.2 ¿Es virtud la Misericordia?

“La misericordia entraña dolor por la miseria ajena. Pero a este dolor se le puede denominar,
por una parte movimiento del apetito sensitivo, en cuyo caso la misericordia es pasión, no
virtud. Se le puede denominar también movimiento del apetito intelectivo, en cuanto siente
repulsión por el infortunio ajeno. Tal afección puede ser regida por la razón, y, regida por la
razón, puede quedar encausado, a su vez, el movimiento del apetito inferior. Por eso escribe
San Agustin en IX De civ. Dei: este movimiento del alma ––es decir, la misericordia– sirve a la
razón cuando de tal modo se practica la misericordia que queda a salvo la justicia, sea

79 DV, 10.
80 Ibid., 41.
81 DM, 8.
82 Cf. ibid.
socorriendo al indigente, sea perdonando al arrepentido. Y dado que la escala de la virtud está
en regular lo movimientos del alma por la razón, hay que afirmar que la misericordia es
virtud”.83

Podemos comprender entonces que la misericordia es la virtud que mueve al


alma a compadecerse ante los sufrimientos y desventuras de los demás. Para el Doctor
Angélico, la misericordia puede ser comprendida como un mero sentimiento pasional
ante el mal ajeno –cierta compasión natural–, que no tendría razón de virtud cristiana y
sobrenatural. Sólo al ser regulado por la fe y la caridad, constituiría en una verdadera
virtud cristiana y sobrenatural, una virtud moral reducible a la justicia.
Santo Tomás dirá que “la misericordia como virtud es suprema, de dos
maneras: la primera en si misma y la segunda en relación con quien la tiene.” 84 En si
misma la misericordia es la mayor de las virtudes ya que le corresponde el volcarse
sobre los otros y socorrer sus deficiencias; por eso es claro señalar que lo propio de
Dios es tener misericordia, compadecerse del pobre y del miserable; mas aun porque en
ella se muestra su omnipotencia de manera maravillosa y extraordinaria.
En cuanto a la relación con el sujeto, la misericordia, según sostiene Santo
Tomás, “no es la máxima, a no ser que sea máximo quien la posee, no teniendo a nadie
sobre sí y a todos por debajo. Para quien tiene a otro a otro por encima le es cosa mayor
y mejor unirse a él que socorrer las deficiencias del inferior.” 85
De esta manera, es muy acertado pensar que para el hombre, que tiene a Dios
como superior a sí, su caridad, unida a Él, es mas excelente que la misericordia con que
socorre al necesitado. Aún así, si pensamos entre todas las virtudes que nos atan para
con el prójimo, la que mas sobresale en excelencia es la misericordia, como también su
acto es el mejor.
En definitiva podemos entender que lo que realmente agrada a Dios no son los
sacrificios y ofrendas, que forman parte del culto divino, y que no son para Dios en si
mismos, sino que busca por medio de ellos, que el hombre los ofrezca para la devoción
y la utilidad del otro. La misericordia que acude en auxilio del prójimo necesitado, es un
sacrificio más aceptable a Dios por cuanto se mueve a una utilidad más próxima al
prójimo, en referencia a lo que dice la Escritura: “No os olvidéis de hacer el bien y de
ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios”. 86

83 ST, II II (a), q30, a3.


84 Ibid., a4.
85 Ibid.
86 Hb 13,16.
Concluyendo, traigo al presente la reflexión del gran Doctor de la Iglesia que
dice: “la caridad nos hace semejantes a Dios uniéndonos a El por el afecto. Por eso es
mejor que la misericordia, que nos hace semejantes a El en el plano del obrar”. 87

87 Ibid.
Capitulo V: La Misericordia de Dios en la misión de la Iglesia
La misericordia, como señala el Papa Francisco, se revela como la dimensión
fundamental de la misión de Jesús.88 La Iglesia es la continuadora de tal misión que fiel
al Maestro, tiene que ser testimonio de la misericordia divina, en la que depende su
credibilidad ante el mundo. “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de
la Iglesia”89. Es la Iglesia quien debe dar testimonio misericordioso, en toda su misión
profesándola como verdad salvífica de fe esencial para llevar una vida coherente con la
misma fe, tratando de introducirla y encarnarla en la vida de todos los hombres de buena
voluntad.90

Anunciar y testimoniar es parte fundamental en la vida de la Iglesia. Cada


comunidad de creyentes debe asumir su papel de ser apóstol, más en este siglo, donde la
evangelización de los pueblos requiere nuevos métodos, nuevo ardor y nuevas
expresiones. Llevando la Palabra de Dios misericordioso, la comunidad entera se
beneficia robusteciendo su fe y acrecentando su unidad.

Ya el Papa Francisco alienta a que en la evangelización, el tema de la


misericordia, sea propuesto una vez más “con nuevo entusiasmo y con una renovada
acción pastoral”,91 donde el anuncio debe ir unido al testimonio cristiano. Así lo expresa
al decir que:

“Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella


viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben de
transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a
reencontrar el camino de vuelta al Padre” 92

Es en esa Iglesia misericordiosa, donde se revela el amor gratuito de Dios que


se ofrece y se entrega a quienes no tiene más que su pobreza. La misericordia hacia los
pobres es la gran misión de todos y de siempre. El criterio de la misericordia, de su
acercamiento a los pobres es la medida de la fidelidad que la Iglesia ha recibido de su
Señor.

88 Cf, FRANCISCO, Bula de Convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordia


Vultus, El rostro de la misericordia, 11-IV-2015, 20. (en adelante MV).
89 Ibíd.10.
90 Cf, DM, 7.
91 Cf MV, 12.
92 Ibíd.
La Iglesia al profesar y proclamar la misericordia de Dios, lleva una vida
autentica y coherente con la misión encomendada y mas aun cuando aproxima a los
hombres a la misericordia divina de la que es depositaria y dispensadora.

De esta manera, la Iglesia profes y proclama la conversión a Dios que consiste


en abrir el corazón al descubrir la misericordia de Dios, es decir, el amor paciente,
benigno y manso que busca incesantemente al pecador para llevarlo ante su presencia.
La conversión no es otra cosa que reencontrarnos con Dios, rico en misericordia.

5.1 Una paternidad misericordiosa

“Mirando el cuadro de Rembrandt, descubro tres aspectos de la paternidad misericordiosa: el


dolor, el perdón y la generosidad. Puede parecer raro considerar el dolor como una forma de
compasión, pero lo es. El dolor me hace reconocer los pecados del mundo –incluidos los míos–
, me estremece el corazón y me hace derramar muchas lágrimas por ellos. No hay misericordia
sin lágrimas. Si no son lágrimas que salen de los ojos, tienen que ser lágrimas que broten del
corazón”93

Es en el sufrimiento y en el dolor, donde descubrimos nuestras miserias,


nuestras faltas, de las que nos arrepentimos y pedimos perdón. “Arrepentirse de haber
hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha y dolerse de
haberlo hecho”.94 Ese arrepentimiento nos brota de lo mas hondo del corazón, `pidiendo
a gritos y con lágrimas, el amor de Dios. El llorar por nuestros pecados nos permite
reconocernos y sentirnos nada, frente a la misericordia divina, la cual necesitamos y en
la que nos amparamos.

El dolor es oración. Es la disciplina del corazón que ve el pecado del mundo, y


es también el sufriente precio para alcanzar la libertad, sin la cual el amor no puede
surgir. El dolor es tan profundo no sólo porque el pecado del hombre sea tan grande,
sino también –y sobre todo– porque el amor divino no conoce fronteras.95

Descubrirnos pecadores, dolientes y apenados en llanto por nuestras faltas, nos


permite confesarnos necesitados de Dios, y recurrir a él en la oración; en una oración
que brota del mismo dolor que busca consuelo y amor en Cristo.

93 H. J. M. NOUWEN, El regreso del hijo pródigo, Madrid, 199822, 139. (en adelante EHP).
94 JORGE LORING, S.I., Para salvarte, Barcelona, 30-XII-1999, 317. (en adelante PS).
95 Cf, EHP, 140.
El segundo camino que lleva a la paternidad misericordiosa es el perdón. 96
Perdonar de corazón es una tarea difícil, a veces hasta se torna casi imposible. Jesús dijo
a sus discípulos:

“si tu hermano peca, repréndele, y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al
día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo «me arrepiento», le perdonarás”.97

El perdón que viene de Dios es incondicional; surge de un corazón que no


reclama nada para sí, de un corazón completamente vacío de egoísmos. Es su divino
perdón lo que uno debe practicar en la vida diaria. Él nos exige que también nosotros
perdonemos a aquel que nos pide perdón ante un error cometido contra nosotros, que
debemos pasar por encima de esa parte de nosotros mismos, que se haya herida y
agraviada, y que busca tener el control para poner condiciones entre nosotros y nuestro
prójimo.

El dolor nos permite ver mas allá del muro de orgullo que construimos y nos
posibilita darnos cuenta del sufrimiento horroroso del extravío humano. El perdón es la
vía para saltar este muro y poder acoger a otros en el corazón sin esperar nada a cambio.

La tercera vía es la generosidad. Ya en la parábola del hijo pródigo, el padre no


sólo entrega lo que el hijo le pide sino que, cuando lo recupera con vida nuevamente, le
llena de regalos. Al hijo mayor le asegura que no hay nada que el padre se guarde para
sí. 98 Él se vacía de sí mismo y entrega todo a sus hijos. Ofrece más de lo que un
hombre, ofendido en su corazón, pudiese dar. Se da a sí mismo sin reservas. Tanto la
manera en cómo el hijo menor es recibido y vestido, cómo así también el ánimo con el
que al hijo mayor se dirige para que acepte ocupar su lugar en el corazón del padre y se
siente a la mesa junto a su hermano, deja claro que las fronteras del comportamiento
patriarcal se han roto.

Éste es el retrato, no de un padre extraordinario, sino de Dios Padre, cuya


bondad, amor, cuidados, perdón, alegría, compasión y misericordia no saben de límites.
Jesús presenta la generosidad de Dios mediante todas las imágenes de su cultura
transformándolas constantemente.

96 CF IBID.
97 LC 17, 4.
98 CF, LC 15,31.
Capitulo VI: Aporte personal:
De todo lo expuesto en los capítulos precedentes respecto a la misericordia de
Dios y al modo en cómo ésta es ofrecida al hombre y la manera en que él la descubre y
la aprecia, podemos darnos cuenta que lo esencial del corazón del Padre Dios radica en
la compasión que tiene por sus hijos, los hombres.

Cuando los hombres rechazan el plan de amor que el Creador les ofrece, son
arrastrados por el pecado, rompiendo su relación con Dios y creando así un malestar al
reconocer un valor perdido.

Pero el hombre hace en esta relación, su primera y fundamental experiencia de


amor, cuando recibe el perdón que Dios le regala cada vez que vuelve a él arrepentido,
consciente de su falta y confiando en la misericordia. La tristeza está, cuando el hombre
no siempre se siente perdonado, o al menos no se alegra lo suficiente; de esta forma, no
comprende la emoción de celebrar esta misericordia, y cuando lo hace, muchas veces su
dolor por las faltas es tan carente, que no es sensible a la gracia del perdón. Por eso
creemos que es ahí donde Dios obra con su compasión en el alma del hombre; le
devuelve esa imagen, semejanza y dignidad con la que fue creado en el principio.

El papa San Juan Pablo II en su encíclica, nos había manifestado que la


misericordia es el amor que va más allá de la justicia, 99 de manera que, nuestro existir y
vivir ha sido fruto de un amor en exceso, no ciertamente de un acto de justicia. Así:
“hemos sido creados por un gesto misericordioso, hechos por manos misericordiosas,
pensados por una mente misericordiosa”. 100

Es por ello, que el hombre, al pecar, sufre tristeza y amargura; le acarrea el


sentimiento de culpa porque en sí mismo va creándose la conciencia de pecado.
Conciencia que se tiene solamente cuando estando el hombre frente a Dios, descubre
con dolor, el haberlo ofendido. El misterio del pecado se manifiesta al hombre sólo
cuando al dirigirse a Dios confiesa su ser pecador. Así el pecado va quitándole luz a la
conciencia y la va cegando. Pero nosotros somos seres perdonados, gracias a que Dios
es misericordia; de lo contrario, nuestra existencia no hubiera sido nunca. Dios como
misericordia existe desde siempre, y desde nuestro inicio, es fuente de gracia y de vida,

99 CF DM, 5.
100 AMADEO CENCINI, Vivir reconciliados: Aspectos psicológicos, Bs. As, 19992,75-76, (en adelante
VR).
por lo que constantemente sentimos necesidad de ella y continuamente está obrando en
nosotros para reconciliarnos.

Por eso creemos y aportamos de nuestra poca experiencia, que no se trata de


una necesidad cualquiera, de liberar la conciencia de una culpa o de un peso que
molesta, sino de tomar en serio nuestra falta al amor, reconociendo lo esencial del
perdón de Dios en nuestra vida, puesto que su misericordia es un acto que genera en
nuestra alma un proyectarse a vivir según Su voluntad cada día, auxiliados por ella de
muchas maneras en todo momento.

Queremos ante todo, que al concluir la lectura de este trabajo, cada uno de los
lectores se replantee, la necesidad e importancia de no sólo acercarse al sacramento de
la Reconciliación, sino de abrazar esa compasión divina, que nos hace nuevos, siempre
más hijos de un Padre que nos perdona y nos invita a la gran fiesta de su Amor.

Cuando nos sentimos perdonados, somos movidos a hacer lo mismo con


aquellos que de alguna manera nos han fallado.

Ojalá podamos ver, que más que un trabajo de desarrollo doctrinal, queremos
que este escrito sea tomado como un interés por repensar sobre nuestra dignidad
recibida en el bautismo, y aunque herida por las miserias del pecado, es recobrada por la
entrega del Cristo crucificado, muerto y gloriosamente resucitado. La verdad de fe,
“Dios es amor”,101 debe inspirarnos al esfuerzo por compenetrarnos en el abismo
insondable que encierra ese amor, del que todos somos beneficiados, no por nuestros
méritos ni nuestras capacidades, sino por la gracia que mueve desde las entrañas, la
compasión de Dios para el hombre.

Qué oportunidad más propicia para revivir un encuentro bendecido con Dios y
con el prójimo, que este próximo Año Santo Jubilar, en el que el Papa Francisco, llama
a todo hijo de Dios, “abrir las puertas del corazón a Cristo, para que movidos por la
misericordia y el perdón, salgamos al encuentro de quienes viven en las más
contradictorias periferias de su vida”102 y sanar las heridas de la marginación, el cinismo
y la falta de testimonio cristiano.

101 1Jn 4,8.


102 Mv 15.
Por último, deseamos que lo tratado en estas páginas, sea de provecho y llegue
a despertar el vivo sentimiento de necesidad de conversión, en tantos hermanos que son
impasibles e insensibles ante la mirada de Jesús misericordioso, rostro mismo del Padre,
que anhela a gritos una Iglesia de hermanos reconciliados y unidos en el amor, la
compasión y la ayuda mutua; en donde cada hombre y cada mujer sea la voz que por las
mañanas se eleve al Creador diciéndole: “ Acuérdate, Yahvé, de tu ternura y de tu amor,
que son eternos”.103

103 Sal 25,6.


CONCLUSIÓN:
Largo es el camino de reflexión sobre el inmenso amor que Dios nos tiene, por
el que hemos venido transitando partiendo de la luz y enseñanza de la Escritura, la que
nos revelaba el rostro mismo de la compasión divina, y que en las doctrinas de los
Padres de la Iglesia se manifestaba con profundidad en el misterio de la Encarnación.

Siguiendo la meditación, intentamos profundizar mediante la parábola del hijo


pródigo, lo que el Magisterio de la Iglesia, nos aportó revalorizando la relación entre la
justicia y la misericordia que comunicó la persona de Cristo y que nos orientó en el trato
con el prójimo. Un punto culmen del trabajo lo destacó la figura del Doctor Angélico en
la que su aporte teológico nos permitió identificar y comprender al amor compasivo de
Dios como virtud suma de la que todas las demás se fundan y cobran importancia en la
tarea de actuar con caridad, afecto y prontitud con los más necesitados.

Finalmente el pensamiento de autores contemporáneos como el del Santo


Padre Francisco, nos alentó a llevar esa misericordia en la misión de evangelización a
todo el mundo, por medio de nuevos métodos y expresiones de consuelo y de amor; de
la misma manera en que el Padre Henry Nouwen reveló en la imagen de la paternidad
divina y misericordiosa de Dios, el mismo desafío de abrir el corazón al encuentro
transformador de conversión por mediante la gracia y el perdón, y llegar así a ser signos
vivos y eficaces de la Misericordia en el mundo.
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española, F. seix, vol. III.
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