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Introducción ………………………………………………………..
3.2 Cristo muestra a Dios Padre como Misericordia: Parábola del Hijo
Pródigo……………………………………………………………………………
Conclusión…………………………………………………………...
Bibliografía………………………………………………………….
INTRODUCCIÓN:
Pensar en Dios como un ser infinitamente bueno, es sin duda prefigurar en
nuestro corazón la imagen de su Amor Misericordioso, que todo lo perdona, que a todos
consuela y que nos devuelve su amistad primera.
Movido por ese claro amor compasivo, Dios espera el regreso del hombre a sus
brazos paternales, donde convertido por la gracia, éste renueva su ser hijo en la
paternidad divina. Jesús en su persona, manifestó la imagen del mismo amor
misericordioso del Padre, al entregarse voluntariamente a la muerte para rescatar a
quienes estábamos sujetos a ella. Tal gesto, admirable por los ángeles y agradecido por
los hombres, nos permitió abrazar el perdón paterno de Dios y encaminar la vida por
nuevas oportunidades.
Y aunque caemos por culpa de nuestras debilidades y flaquezas, Dios que es,
rico en misericordia, nos reconcilia y devuelve nuestra dignidad perdida de hijos
amados suyos.
Por esa razón, hemos querido abordar cuan grande es el misterio del amor del
Padre para con los hombres, guiándonos por la Revelación Divina en la Escritura, y
dejándonos moldear la fe bajo las enseñanzas del Santo Padre San Juan Pablo II,
Apóstol de la misericordia, profundizadas en su Carta Encíclica Dives in misericordia y
por las reflexiones y aportes de los Padres de la Iglesia, junto al Magisterio, a la figura
de Santo Tomás de Aquino y la de algunos autores contemporáneos.
Capitulo I: La Misericordia como atributo de Dios hacia los hombres.
1
Cfr. LEÓN- DUFOUR XAVIER. Vocabulario de Teología bíblica (1980), editorial Herder. Barcelona. Volumen
66. P.
peligros de los enemigos o como perdón de los pecados, como también en la prontitud
para cumplir la promesa y la esperanza.
1.2 Homologación
La misericordia es la manifestación de la alegría de Dios que viene al encuentro
del hombre. Manifestación que nace del corazón paterno del Creador y, aun más, de las
entrañas maternas de quien no abandona la obra de su creación. 2 Que Dios es
infinitamente misericordioso con el hombre no cabe dudas, puesto que lo refleja las
inumerables veces que olvidando las ofensas cometidas hacia él, ha perdonado al
hombre, amándolo e invitándolo a vivir en fidelidad a su voluntad. 3
El hombre, movido por sus instintos y debilitado en la gracia que gratuitamente
obtuvo por parte del Creador, tiende al mal con facilidad, irrumpiendo con su pecado en
el orden armónico de la creación, en especial en la relación filial con su Hacedor. Cada
vez que el pecado penetra en la existencia humana, desfigura la imagen sagrada del
hombre como Hijo de Dios y hace que su vida se torne dolorosa y miserable. 4 Pero Dios
es el ser omnisciente que no tarda en socorrer al pecador y lo invita a su regazo, donde
lo colma de misericordia y lo libra de sus males porque lo ama. 5
¡Cuántas veces el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, tomaba conciencia de
su propia infidelidad a la Promesa, y apelaba a la misericordia divina!. 6 Es así como
Dios, que ama a su pueblo de una manera particular y especial, similar al amor de un
esposo7, es capaz de perdonar las infidelidades y traiciones. 8 Dicha infidelidad que el
pueblo de Israel experimentó al pecar contra Dios, levantando en el desierto un becerro
hecho de oro, fue aplacada por entrañas de misericordia de parte de Dios, quien en
varias oportunidades se manifestó abiertamente a Moisés como un “Dios misericordioso
y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”. 9 Así el hombre, en cuanto cae
por su debilidad en el pecado, experimenta la fuerza interior que hace que retome la
amistad con su Señor entre alabanzas 10, amparándose en su infinita bondad y clemencia.
2 Cfr. Is 49,15.
3 Cfr. Ex 20,6; Dt 5,10.
4 Cfr. Sal 50,3.5.
5 Cfr. Ef 2, 4.
6 Cfr. 2 Cro 30,9.
7 Cfr. Os 2, 21-25; Is 54, 6-8.
8
Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, Cap III. 4. (en adelante DM).
9 Ex 34,6.
10 Cfr. Si 17,29, Is 63, 7.
La misericordia de Dios, a pesar de ser infinita, no se agota ni se reserva sólo
para sí, al contrario, Dios ha querido manifestar ese deseo de amar, amando al hombre e
11
invitándolo a hacer lo mismo desde su dignidad frágil pero enaltecida por su gracia. Y
la mejor manera en que su proyecto de amor se llevó a cabo fue en la persona de su Hijo
amado Jesucristo. Él es el reflejo vivo de la misericordia, que venido desde lo alto,
ilumina nuestra vida.12 En Jesús, Dios llama al hombre a penetrar en su insondable amor
misericordioso, para que sea dichoso, bienaventurado.13 Por eso el hombre, lejos de
tener que afrontar caídas y tropiezos, está llamado a “vivir un encuentro con una
persona, Jesucristo, que le dará un nuevo horizonte a su vida, una orientación
decisiva”.14y le permitirá gozar de su amor compasivo. Por esta razón, como lo
plantearía el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelli Gaudium “… si
alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido a la vida ¿cómo puede contener
el deseo de comunicarlo a otros?”. 15Así es el llamado a vivir la misericordia del Padre
en Jesús, siendo instrumentos de su amor para los demás, amor que pudo experimentar
primeramente en el perdón.
Capitulo II: La Misericordia divina
Pero mas allá del enojo divino, en Dios se manifiesta con mayor fuerza su
clemencia y su perdón, olvidando la ingratitud del pueblo y devolviéndole su amistad y
su amor, amor que se tradujo con el término hebreo “rahamim”22 y que en numerosas
oportunidades lo expresó por medio de los profetas: “aunque una madre se olvidara del
hijo de sus entrañas, yo no te olvidaré, tu nombre está en mi mano, tatuado está en mi
mano”.23
Ante un pueblo pecador, Dios envió a los profetas con señales de esperanza.
Repitió muchísimas veces que la misericordia era más fuerte que el pecado y que a
través de ella, “se mostraba clemente y compasivo, no tratándolos según sus faltas sino
olvidando las ofensas”,25 alejándolas lejos de su presencia.
20 Ex 14,31; 15,1.
21 Nm 11,1.
22 Se trata pues de un amor gratuito e inmerecido, que surge de la necesidad espontánea del corazón,
caracterizado por: la bondad, ternura, paciencia, comprensión y por una buena disposición para perdonar.
23 Is 49,15-16.
24 DM, nota de pie de página 52.
25 Sal 103,8-10.
No sólo fue el desierto, el lugar donde Israel experimentó de una manera viva e
íntima la bondad de Dios, sino ya en la tierra prometida, el pueblo tuvo que reafirmar
esa fidelidad, herida muchas veces por el pecado, la idolatría, la desconfianza, los
olvidos, la rebeldía y la falta de fe; para con Dios en donde la misericordia, en hebreo
“hesed”26 manifestaba su rasgo fiel de quien habiendo pronunciado una palabra dada,
nunca se echa atrás.
De esta manera el pueblo de Israel nutre sus raíces de aquel “hesed”, del amor
fiel de Dios. Así, la misericordia se ha manifestado a partir del diálogo de Dios con el
hombre y de la alianza que contrajo con él. Israel se daba cuenta de que su existencia
dependía de la bondad de Dios.
Esa misericordia conmovió el corazón de Dios para que eligiera un nuevo rey
para su pueblo; un rey mucho mejor que Saúl, quien fue “perdiendo su favor, siendo un
gobernante orgulloso con pensamientos y decisiones equivocadas”. 27 Pues luego del
enfrentamiento contra los amalecitas 28, Dios se molestó con Saúl, de esta manera, el
Altísimo buscó en David, al nuevo siervo que gobierne al pueblo de Israel con un
corazón humilde y sencillo como el suyo, y es por esa razón que Saúl, lleno de odio,
buscaba matar al nuevo ungido del Señor.
Saúl que perseguía con odio a David en ocasiones, y en otras lo trataba con
respeto y aprecio, recibía de éste, una actitud misericordiosa, aun cuando David tuvo la
oportunidad de atentar contra su vida, pero que, por respeto a Yahvé no lo hizo, al
26 significa aquel amor que siempre manifiesta bondad y gracia. Define también aquellos rasgos de Dios,
como son la fidelidad a sí mismo (cuando contrae la alianza con el hombre) y la responsabilidad en el
amor.
27 1 S 15,10-11.
28 Tribu nómada o agrupación de tribus monadas, según Gen 36,12, subdivisión de los edomitas. Se
hallaban establecidos en el desierto entre el Sinaí y el suroeste de Palestina. Los amalequitas vivían en
constante lucha con los israelitas. Fueron derrotados por Saúl. Su rey Agag fue ejecutado por Samuel.
HAAG HEBERT, “Amalecitas”, en: HAAG HEBERT Breve diccionario de la biblia, Barcelona,
Herder,19822, 26-27.
29 2 S 1,11-13.
considerar su existencia preciosa. 30 A partir de ahí, el hijo de Jesé comprenderá en su
interior, que “no hay mejor misericordia que otorgar el perdón a quien nos ha
ofendido”.31
Dios viendo las innumerables veces que su pueblo le traicionó con infidelidad a
su promesa; Él, que amó desde el comienzo a Israel, tuvo compasión de su pueblo y los
fue animando en la espera del Mesías redentor. Su misericordia es la esencia de la
historia de la redención del hombre, es el fundamento de todos los hechos salvíficos.
Dios que es “rico en misericordia”32, ve la aflicción de su pueblo, oye sus clamores,
conoce todas sus angustias y baja a socorrerlos.33 Él siempre, misericordiosamente
presente, prestó al hombre su auxilio y llegada la plenitud de los tiempos, envió a su
hijo Jesús, que es la encarnación de su misericordia, para “anunciar a los pobres la
buena nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.34 Cristo vino a salvar
lo que estaba perdido por el poder del pecado; asumió nuestras miserias y se
compadeció de los que sufren y están necesitados. No pasó de largo, sino que se detuvo
a consolar y a salvar. Cada hecho y cada palabra de Cristo es una muestra de la
entrañable misericordia de Dios a los hombres.
“Jesús hace de la misma misericordia uno de los temas principales de su predicación (…)
Baste recordar la parábola del hijo prodigo (Lc. 15, 11-32) o la del buen samaritano (Lc. 10, 30-37), y
también ─como contraste─ la parábola del siervo inicuo (Mt. 18, 23-35). Son muchos los pasos de la
enseñanza de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta
tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada (Mt. 18, 12-14) o la mujer que barre la
casa buscando la dracma perdida (Lc. 15,8-10)”.35
30 Cfr. 1 S 26,23-24.
31 SANTO TOMAS DE AQUINO, sobre la caridad, 1. C., p 226.
32 Ef 2,4.
33 Cfr. Ex 3,7ss.
34 Is 61,1-2; Lc 4,18-19.
35 DM. 3.
36 Mt 5,7.
de los otros”.37 En especial, entre nosotros, como diría San León Magno, “acordaos
especialmente de los que son miembros del cuerpo de Cristo y nos están (indigentes)
unidos por la unidad de la fe católica. Pues más debemos a los nuestros por la unión en
la gracia que a los extraños por la comunidad de naturaleza”. 38
“de dos modos podemos llevar la cruz del Señor: o afligiendo a nuestro cuerpo con la
abstinencia o, por la compasión al prójimo, considerando como nuestras sus necesidades. El que se
conduele de las necesidades ajenas lleva la cruz en su corazón”.40
42
1 Jn 3,17.
43
Rm 11,32.
Capitulo III: Dios desea la salvación de todos los hombres
Dios, que no quiere que nadie se pierda, llama al hombre mediante su gracia a
la salvación, 44 prometiéndole en Cristo la redención y la vida eterna. Ese amor
misericordioso de Dios, se ha hecho patente en la cruz en la cual, el Nazareno entregó
por voluntad del Padre su vida en rescate por muchos.
Es por esa razón, que Dios es paciente, puesto que espera hasta el último
momento de vida del hombre, en que éste pueda arrepentirse sinceramente y volver a la
amistad perdida por el pecado.
¿Por qué Dios ama tanto a los hombres, si de ellos sólo recibe indiferencia,
traición e infidelidad a causa del pecado? Es sabido, que cuando alguien nos hace un
Él, que busca que lo amemos y que en Él, amemos a los demás, nos llama e
invita a volvernos a su amor, y que en boca de San Jerónimo nos dice:
“Convertíos a mí de todo corazón, y que vuestra penitencia interior se manifieste por medio
del ayuno, del llanto y de las lágrimas; así, ayunando ahora, seréis luego saciados; llorando
48
ahora, podréis luego reír; lamentándoos ahora, seréis luego consolados. ”
Él como Padre amoroso, “cuida de todos sus hijos, y desea que formemos una
sola familia en su amor, donde reine el vínculo de la fraternidad y donde el
mandamiento del amor consolide a unos con otros en un mundo unificado.”49
Por eso la salvación dependerá de aquellos que conozcan a Dios Padre como
Creador, que abriéndose a su gracia misericordiosa, lo adoren y entren a formar parte de
su gloria en los cielos. También están entre ellos “los musulmanes que profesan tener la
fe del patriarca Abrahán y junto a nosotros rinden culto al Único Juez que llegado el fin
del mundo, juzgará en el amor.”50
“Pero hay también quienes desconocen sin culpa propia, la Palabra de Dios, al salvador
Jesucristo y a la Iglesia, pero llevando una vida con sinceridad de corazón con la ayuda de la
gracia, tratan de hacer la voluntad de Dios, entendida ésta, como aquello que le dicta la
conciencia recta y buena, pueden alcanzar la salvación eterna.”51
48 SAN JERONIMO, Del comentario sobre el libro del profeta Joel, PL 25,967-968.
49 DH, 4324.
50 Ibid. 4140.
51 Ibid.
52 Mt 5, 48.
movido por el Espíritu Santo hace que el hombre pueda “amar a Dios con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”. 53
De esta manera el hombre, ora ante la necesidad del perdón de Dios y lo hace
con las mismas palabras que el Maestro le enseñó: “perdónanos nuestras deudas”. 54
Alcanzada la gracia del perdón, Dios mismo lo recibe y lo acoge haciéndolo justo, “con
aquella justicia con la que somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo
somos reputados, sino que verdaderamente nos llamamos y somos justos”. 55 Nosotros al
perdonar, somos los que sacamos mayor ganancia; porque Dios mide con la misma
medida que nosotros debemos usar. Esa medida es generosa y misericordiosa.
3.2 Cristo muestra a Dios Padre como Misericordia: Parábola del Hijo Pródigo
53 Mc 12, 30.
54 Mt 6, 12.
55 DH, 1529.
56 Cf. Mt 18, 23-34.
57 Cf. Dm 14.
58 FRANCISCO, homilía en Santa Marta, Roma, 23-03-2015.
59 DM 7.
60 Ibid. 14.
61 Cf. Lc 10, 30-36.
62 Cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 3-7.
encíclica antes mencionada, San Juan Pablo II explica que ésta parábola expresa la
misericordia sin usar dicha palabra, de una manera límpida. 64 Recalca cómo Cristo
muestra que la conversión del hombre es la respuesta al amor misericordioso del Padre,
de manera que conversión y misericordia divina forman una realidad única, cuyo
misterio de amor entre Dios y el hombre, se fundamenta en la relación paterno-filial que
los une firmemente.65
De esta manera, San Juan Pablo II subraya cómo la parábola expresa que la
misericordia se fundamenta en la dignidad del hombre, que es un bien en sí mismo y
68 Cf. Ibid.
69 Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1265-6. (en adelante CIC).
Capitulo IV: ¿Es el mal el motivo propio de la Misericordia?70
La misericordia es la compasión que experimenta nuestro corazón ante la
miseria de otro, sentimiento que compele, en realidad, a socorrer, si podemos. 71
Efectivamente, misericordia significa tener el corazón movido en compasión por la
miseria y desgracia que sufre el prójimo, y que se opone a la felicidad. La miseria es el
sufrimiento de aquello que uno no quiere ni desea.
“Lástima es un sentimiento menos vehemente y mas pasajero que la compasión. Del termino
lástima, no deriva un adjetivo aplicable al que la siente, sino mas bien al objeto que la provoca.
Sucede lo contrario con la palabra compasión que deriva de compasivo. Son lastimeros o
lastimosos, los infortunios, las enfermedades, el hambre y la persecución”.72
“Se aplica con mayor énfasis a la sensación que nos causa el mal que se ofrece a nuestros
sentidos, y la compasión al efecto que causa en el animo la reflexión del mal, puesto que
aquella no explica por si sola mas que la sensación de la pena o el disgusto que causa el mal
ajeno, pero la compasión le añade a esta idea la de una cierta inclinación del ánimo hacia la
persona desafortunada, cuyo mal desearía evitar”.73
70 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica. II IIae q30, art 1. (en adelante S.TH.).
71Cf. SAN AGUSTIN, La Ciudad de Dios, IX, 5.
72 DE MORA, JOSE JOAQUIN, Colección de sinónimos de la lengua castellana, 1855, Madrid, Real
Academia Española, P 96.
73 BARCIAN, ROQUE OZON I, Primer diccionario general etimológico de la lengua española, F. Seix.
Volúmen 3, P 339.
74 Mt 9,36.
misericordia de tu alma. Por tanto, así como, propiamente hablando, en relación con nosotros
mismos no se da misericordia, sino dolor, por ejemplo, si padecemos algo cruel, así también, si
hay personas tan íntimamente unidas a nosotros que son como algo nuestro, cuales son hijos o
parientes, no les tenemos misericordia en sus desgracias, sino que más bien nos condolemos de
sus infortunios como si fueran propios. En este sentido hay que interponer las palabras del
Filósofo: lo cruel ahuyenta la misericordia”.75
«El Espíritu Santo, como amor y don, desciende, en cierto modo, al centro mismo del
sacrificio que se ofrece en la Cruz. Refiriéndonos a la tradición bíblica podemos decir: él
consume este sacrificio con el fuego del amor, que une al Hijo con el Padre en la comunión
trinitaria».80
Este amor, que proviene del Padre, y que ofrece al Padre el sacrificio del Hijo,
le permite al hombre participar de nuevo como hijo en la vida de Dios. La acción que el
Espíritu Santo realiza, es para que el cristiano, consciente de su condición filial con el
Padre, procure en su vida expresar ese amor del Padre para toda la humanidad, de
manera que “experimentando la misericordia (...) manifieste contemporáneamente la
misericordia”. 81
“ha resucitado al tercer día, constituye el culmen de la misión mesiánica, signo que corona la
revelación del amor como fuente inagotable de misericordia en el mundo”.82
“La misericordia entraña dolor por la miseria ajena. Pero a este dolor se le puede denominar,
por una parte movimiento del apetito sensitivo, en cuyo caso la misericordia es pasión, no
virtud. Se le puede denominar también movimiento del apetito intelectivo, en cuanto siente
repulsión por el infortunio ajeno. Tal afección puede ser regida por la razón, y, regida por la
razón, puede quedar encausado, a su vez, el movimiento del apetito inferior. Por eso escribe
San Agustin en IX De civ. Dei: este movimiento del alma ––es decir, la misericordia– sirve a la
razón cuando de tal modo se practica la misericordia que queda a salvo la justicia, sea
79 DV, 10.
80 Ibid., 41.
81 DM, 8.
82 Cf. ibid.
socorriendo al indigente, sea perdonando al arrepentido. Y dado que la escala de la virtud está
en regular lo movimientos del alma por la razón, hay que afirmar que la misericordia es
virtud”.83
87 Ibid.
Capitulo V: La Misericordia de Dios en la misión de la Iglesia
La misericordia, como señala el Papa Francisco, se revela como la dimensión
fundamental de la misión de Jesús.88 La Iglesia es la continuadora de tal misión que fiel
al Maestro, tiene que ser testimonio de la misericordia divina, en la que depende su
credibilidad ante el mundo. “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de
la Iglesia”89. Es la Iglesia quien debe dar testimonio misericordioso, en toda su misión
profesándola como verdad salvífica de fe esencial para llevar una vida coherente con la
misma fe, tratando de introducirla y encarnarla en la vida de todos los hombres de buena
voluntad.90
93 H. J. M. NOUWEN, El regreso del hijo pródigo, Madrid, 199822, 139. (en adelante EHP).
94 JORGE LORING, S.I., Para salvarte, Barcelona, 30-XII-1999, 317. (en adelante PS).
95 Cf, EHP, 140.
El segundo camino que lleva a la paternidad misericordiosa es el perdón. 96
Perdonar de corazón es una tarea difícil, a veces hasta se torna casi imposible. Jesús dijo
a sus discípulos:
“si tu hermano peca, repréndele, y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al
día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo «me arrepiento», le perdonarás”.97
El dolor nos permite ver mas allá del muro de orgullo que construimos y nos
posibilita darnos cuenta del sufrimiento horroroso del extravío humano. El perdón es la
vía para saltar este muro y poder acoger a otros en el corazón sin esperar nada a cambio.
96 CF IBID.
97 LC 17, 4.
98 CF, LC 15,31.
Capitulo VI: Aporte personal:
De todo lo expuesto en los capítulos precedentes respecto a la misericordia de
Dios y al modo en cómo ésta es ofrecida al hombre y la manera en que él la descubre y
la aprecia, podemos darnos cuenta que lo esencial del corazón del Padre Dios radica en
la compasión que tiene por sus hijos, los hombres.
Cuando los hombres rechazan el plan de amor que el Creador les ofrece, son
arrastrados por el pecado, rompiendo su relación con Dios y creando así un malestar al
reconocer un valor perdido.
99 CF DM, 5.
100 AMADEO CENCINI, Vivir reconciliados: Aspectos psicológicos, Bs. As, 19992,75-76, (en adelante
VR).
por lo que constantemente sentimos necesidad de ella y continuamente está obrando en
nosotros para reconciliarnos.
Queremos ante todo, que al concluir la lectura de este trabajo, cada uno de los
lectores se replantee, la necesidad e importancia de no sólo acercarse al sacramento de
la Reconciliación, sino de abrazar esa compasión divina, que nos hace nuevos, siempre
más hijos de un Padre que nos perdona y nos invita a la gran fiesta de su Amor.
Ojalá podamos ver, que más que un trabajo de desarrollo doctrinal, queremos
que este escrito sea tomado como un interés por repensar sobre nuestra dignidad
recibida en el bautismo, y aunque herida por las miserias del pecado, es recobrada por la
entrega del Cristo crucificado, muerto y gloriosamente resucitado. La verdad de fe,
“Dios es amor”,101 debe inspirarnos al esfuerzo por compenetrarnos en el abismo
insondable que encierra ese amor, del que todos somos beneficiados, no por nuestros
méritos ni nuestras capacidades, sino por la gracia que mueve desde las entrañas, la
compasión de Dios para el hombre.
Qué oportunidad más propicia para revivir un encuentro bendecido con Dios y
con el prójimo, que este próximo Año Santo Jubilar, en el que el Papa Francisco, llama
a todo hijo de Dios, “abrir las puertas del corazón a Cristo, para que movidos por la
misericordia y el perdón, salgamos al encuentro de quienes viven en las más
contradictorias periferias de su vida”102 y sanar las heridas de la marginación, el cinismo
y la falta de testimonio cristiano.