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Resumen: El autor sostiene la tesis general de que el método psicoanalítico clínico ha sido
idealizado desde los tiempos de Freud. Plantea que las relaciones entre investigación del
inconsciente del paciente en sesión, cambio terapéutico y teoría en psicoanálisis no son tan
estrechas como habitualmente se piensa. Evidencias clínicas y de investigación empírica apuntan
a que hay además otros factores que influyen en el cambio, como, por ejemplo, la calidad afectiva
y de trabajo del vínculo analista paciente. Por su parte, la situación analítica como fuente exclusiva
de conocimiento clínico también es insuficiente para dar cuenta de todos los aspectos teóricos y
prácticos del psicoanálisis. Los analistas tienen en el diván una muestra ínfima de la totalidad de la
población que busca tratamiento. Se dan así condiciones de sesgo en el muestreo que determinan
lo que en psiquiatría se ha descrito como la "ilusión del clínico", cuyas consecuencias para la
construcción de teoría en psicoanálisis se discuten. Finalmente, se ofrecen algunas sugerencias de
modificación en la formación psicoanalítica y en la orientación general de las instituciones
analíticas que buscan corregir el aislamiento profesional e institucional a que ha conducido la
aplicación idealizada del método psicoanalítico clínico.
En griego, kliniké, era el nombre que se daba a la práctica médica junto a la cama
(kliné) del enfermo. El diccionario Merriam Webster de lengua inglesa agrega que
"clínico" es todo aquello que involucra observación directa del paciente, lo que es
diagnosticable o está basado en esa observación. En concordancia con esta
analogía médica, el paciente psicoanalítico yace "reclinado" en el diván y la clínica
psicoanalítica es la actividad práctica que se desarrolla en la sesión, además del
conjunto de conocimientos teóricos que se basan en la observación o "escucha"
del paciente en sesión. Un amplio consenso sustenta la afirmación de que los
conocimientos psicoanalíticos surgen de la llamada situación psicoanalítica y
desde ahí hay que entender la definición que Freud dió en 1923 en el artículo de
Enciclopedia: "Psicoanálisis es el nombre: 1° De un procedimiento para la
investigación de procesos anímicos apenas accesibles de otro modo. 2° De un
método de tratamiento de trastornos neuróticos que se funda en esta investigación
y 3° de una serie de conocimientos psicológicos logrados por tal vía que poco a
poco crecen hasta amalgamarse en una nueva disciplina científica" (1923a GW,
p.211; la traducción es mía).
Hay que aclarar que Brenner escribió lo anterior más de una década después de
que toda una pléyade de ilustres discípulos de David Rapaport, entre otros, Robert
Holt, Merton Gill, George Klein, Roy Shafer y Donald Spence, mostraran la
imposibilidad de homologar el psicoanálisis con las ciencias naturales (véase
Thomä y Kächele 1989, p. 18s) y propusieran profundos cambios conceptuales,
algunos la renuncia a la pretensión científico natural y otros hasta el abandono de
la metapsicología. La crisis de la teoría que siguió a la muerte de David Rapaport
condujo al colorido panorama teórico del psicoanálisis norteamericano actual, que
incluye desde corrientes hermeneuticistas, narrativistas e intersubjetivistas –que
acercan al psicoanálisis a las ciencias humanas– hasta corrientes empiricistas y
experimentalistas, –que lo aproximan a las ciencias sociales y a las cciencias
cognitivas y neurociencias. Así, el panorama de la epistemología clínica del
psicoanálisis de fin de siglo es complejo y fluido, y no podría haber sido mejor
resumido que en el título del libro de Carlo Strenger (1991): "Entre la
Hermenéutica y la Ciencia".
La relación entre interpretación y cambio: la tesis del junktim
Por cierto, sería injusto afirmar que Freud no consideró los aspectos del vínculo
entre paciente y analista en su concepción de la cura. Baste recordar que en una
de sus recomendaciones sobre técnica, en 1913, respondía así a la pregunta de
cuándo empezar con el trabajo interpretativo: "Nunca antes de haberse
establecido en el paciente una transferencia eficaz, un rapport en toda regla con
nosotros. La primera meta del tratamiento está en ligarlo a la cura y a la persona
del médico" (Freud 1913c, SA, p.199; la traducción es mía). Según Freud, esto
último se verá malogrado si desde el principio no adoptamos una actitud empática,
única capaz de promover el attachement (la palabra es de Freud) del paciente al
analista.
Con todo, el vínculo empático y amoroso es para Freud una condición extrínseca a
la cura. La "inevitable influencia sugestiva" del analista se restringe a la superación
de las resistencias del paciente (Freud 1923a). Freud nunca le asignó un valor per
se de cambio a este vínculo. Al contrario, en la obra de Freud, el insight está
siempre presente en la fundamentación teórica (metapsicológica) del proceso
psicoanalítico y de la cura, y es definido como la condición necesaria para el
cambio4. La idea de que hay que buscar el insight y que la curación vendrá por
añadidura, aunque esquemática, resume bien el núcleo de la epistemología del
cambio terapéutico en Freud.
En resumen, lo que actualmente podemos decir sobre la articulación entre los dos
primeros eslabones del método psicoanalítico, es que la afirmación de Freud de
que investigación y curación conforman una yunta, es una idealización de la
práctica. Aun cuando en psicoanálisis la relación entre interpretación y cambio
siga siendo central, ésta no es total ni tampoco absoluta, pues depende de otros
factores, el principal de los cuales ha resultado ser el estado y calidad del vínculo
afectivo y de trabajo entre paciente y analista. De este modo, la relación entre
logro de insight y curación no debe verse como un a priori del método
psicoanalítico, sino más bien como una unión que la pareja analista
paciente construyeartesanalmente en el trabajo cotidiano, sesión a sesión.
(Jiménez 1994).
La clínica como ilusión
De acuerdo con la cita del artículo de enciclopedia que introduce este trabajo,
tanto la teoría general, metapsicológica y psicopatológica, como la teoría de la
técnica se construyen a partir de la suma de conocimientos logrados a través del
trabajo de investigación de los analistas en sesión, "que poco a poco crecen hasta
amalgamarse en una nueva disciplina científica" (1923a GW, p.211). Según esto,
el corpus de conocimiento psicoanalítico sería producto de un proceso colectivo de
acumulación de inferencias clínicas, que ya dura algo más de un siglo, sobre la
base de una muestra seleccionada de pacientes, los pacientes en psicoanálisis.
Además de ser ahora evidente que la acumulación de conocimientos no ha
conducido a un corpus ordenado y sistemático sobre el cual haya un consenso
colectivo, en lo referente a la teoría general y a la psicopatología psicoanalítica
esta afirmación parece ser nuevamente una idealización. Es sabido que no menos
de un 30% de la obra freudiana está dedicada a tópicos que no son clínicos, en
especial a temas referentes al estudio de la cultura. Paul Ricoeur (1970), ha
demostrado que el estudio psicoanalítico de la religión, el arte, la ciencia y el
derecho, es parte esencial de la construcción teórica psicoanalítica. Piénsese, por
ejemplo, en Leonardo da Vinci y la homosexualidad o en la teoría de la agresión y
de la culpa en El Malestar en la Cultura. En otra parte (Jiménez 1998), he sugerido
que este ensayo de Freud de 1930 fue escrito en gran medida por exigencias del
desarrollo inherente a la teoría psicoanalítica y como un estudio psicológico social
sobre los efectos de la llamada "primera crisis de la modernidad" que se desarrolló
en Europa en relación con la Primera Guerra Mundial (Wagner 1994). Más aún, es
conocido que en El Malestar en la Cultura Freud hizo la predicción de que la
Modernidad iría aparejada con la dificultad cada vez mayor de manejar el
incremento en la intensidad de la culpa inconsciente que implica el progreso,
hipótesis que parece confirmarse por los estudios epidemiológicos modernos que
correlacionan la urbanización creciente y el aumento de los trastornos depresivos
(Tsuang y cols. 1995). Esta predicción se basó en una racionalidad de naturaleza
epidemiológica y no clínica, y a mi juicio cumple con los criterios de validación
externa que reclama Grünbaum (1984). Lo que quiero decir es que, ya en la obra
de Freud, la observación clínica no fue la fuente única y exclusiva del logro de
conocimientos analíticos.
Por otro lado, existe un grave problema en los procesos de acumulación de
conocimientos que, de acuerdo con Freud, deberían "amalgamarse" hasta
constituir una disciplina científica. A diferencia de otras ciencias, en psicoanálisis
los conocimientos, más que acumularse ordenadamente, parecen "amontonarse"
sin mucha "disciplina", hasta el punto de que se habla de la "babelización" del
psicoanálisis (Aslán 1989). Los nuevos conocimientos no descartan a los antiguos
y muchos declaran la imposibilidad de llegar a un consenso mínimo. Este
desarrollo no parece haber sido previsto por Freud ni por la primera generación de
psicoanalistas. Baste citar a Ferenczi, campeón de la defensa de la influencia
personal del analista quien, a propósito de la introducción del análisis didáctico
escribió a fines de la década de los veinte: "En la técnica psicoanalítica ha habido
mucho, y todavía hay, que ha creado la impresión de que implica un factor
individual ... Esto se ha debido principalmente a que en psicoanálisis parecía
haber una "ecuación personal" que parecía ocupar un lugar mucho más
importante del que corresponde aceptar en otras ciencias ... A partir del
establecimiento [del análisis didáctico], la importancia del elemento personal que
corresponde al analista ha ido decayendo cada vez más. ... Tengo la impresión
definida de que desde la introducción [del análisis didáctico] las diferencias en la
técnica psicoanalítica tienden a desaparecer" (Ferenczi 1966 [1928], pp.78s). La
historia se encargó de desmentir esta predicción –que demostró no ser más que
otra idealización– y, con ello, colocó al psicoanalisis en un estado de "crisis de la
teoría" (Thomä & Kächele 1989).
En contra de la posibilidad de construir una ciencia psicológica sobre la base de la
acumulación de la puesta en común de datos logrados a partir de la "escucha" de
analistas individuales en sesión, se han agregado en la última década importantes
argumentos. Al introducir la regla de la "atención parejamente flotante", Freud
pensó en un inicio en que era posible una "lectura" imparcial del "material"
apoyado en las asociaciones libres del paciente. Sin embargo, poco después cayó
en cuenta de la existencia de "puntos ciegos" que introducían un sesgo
sistemático en la escucha analítica. La introducción del análisis didáctico debía
entonces resolver ese problema. En palabras de Ferenczi: "Todo aquel que ha
sido cabalmente analizado ... llegará inevitablemente a las mismas conclusiones
objetivas en la observación y el tratamiento del mismo material psicológico 'crudo'
y adoptará, en consecuencia, los mismos métodos y técnicas para manejarlo"
(Ferenczi 1966 [1928] p. 78; la cursiva es mía). Sin embargo, a finales de siglo
existen buenos razones para afirmar que el núcleo "duro" con que se topó Freud
en sus Recomendaciones de 1912, a saber, los complejos resistenciales del
analista o "puntos ciegos", son estructuras cognitivas (afectivas) irreductibles, aún
al análisis didáctico más largo y exitoso. Por razones de principio entonces, es
imposible una escucha homogénea que conduzca al consenso colectivo. Diversos
autores han mostrado el efecto de las teorías del analista en la escucha selectiva
del material (Pulver 1987, Arlow & Brenner 1988, Bernardi 1989). Sandler (1983)
destaca la importancia de la teoría implícita del analista en su trabajo con el
paciente. Meyer (1988) ha entregado evidencias de que la ecuación personal del
analista se manifiesta también en estilos cognitivos idiosincráticos que condicionan
la actitud del analista –su modo de sentir y de pensar–, frente a su paciente. Por
su parte, Stein (1991) ha sugerido que "las reacciones emocionales del analista en
análisis dependen de las convicciones teóricas que éste tenga acerca de aquello
que constitutye, o no, un buen análisis" (p.326). Para Thomä y Kächele (1989), en
la mente analizante del analista se puede distinguir, además del precepto de la
atención parejamente flotante y de la contratransferencia, la ecuación personal,
una teoría personal y de escuela y una visión latente del ser humano y del mundo;
desde ese complejo cognitivo, el analista escucha el material del paciente y toma
las decisiones técnicas en la conducción del tratamiento (Jiménez 1994).
Pero, hay otro argumento que a mi entender es mucho más fuerte y que,
sorpresivamente, viene de la epidemiología psiquiátrica, un campo bastante ajeno
a los intereses corrientes de los psicoanalistas clínicos. Buscando una explicación
a las grandes disparidades de expectativas pronósticas sobre los padecimientos
entre clínicos e investigadores del curso natural de las enfermedades
psiquiátricas, que a menudo lleva a mutuas descalificaciones, los epidemiólogos
Patricia y Jacob Cohen (1984) describieron lo que llamaron "la ilusión del clínico"
definiéndola como la atribución de las características y curso evolutivo de aquellos
pacientes que están actualmente en tratamiento a toda la población que padece
esa condición y que potencialmente consulta por ella7.
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* Versión más elaborada de la presentación a la mesa redonda: "La Clínica a Finales de Siglo".
Congreso de FEPAL, Cartagena de Indias, agosto 1998.
1.Póngase atención a la siguiente carta, que Freud envió en 1934 a Saúl Rosenzweig:
Estimado Señor: He examinado con interés sus estudios experimentales para la verificación de
proposiciones psicoanalíticas. Sin embargo, aún cuando no dañan, a tales confirmaciones no
puedo atribuirles demasiado valor porque la abundancia de observaciones confiables en las que
estas proposiciones descansan las hacen independientes de verificación
experimental. Cordialmente suyo, Sigmund Freud. (la cursiva es mía)
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2.Carácter del psicoanálisis como ciencia empírica. ... El psicoanálisis se adhiere más bien a los
hechos de su campo de trabajo, busca solucionar los problemas inmediatos de la observación,
continúa tanteando en la experiencia, siempre inacabado, siempre dispuesto a rectificar o modificar
sus doctrinas. Tolera tan bien como la física o la química que sus conceptos superiores sean poco
claros y sus supuestos provisorios, y espera del trabajo futuro una definición más precisa de ellos
(Freud 1923a GW, p.229; la traducción es mía).
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3.En alemán, el término Junktim es usado en el contexto jurídico para referirse a aquellas leyes
cuyos contenidos están de tal manera relacionados entre sí, que la aprobación de una obliga
necesariamente a la aprobación de las otras. Junktim viene del verbo latino iungo que significa
unir, juntar, enganchar, ligar, cerrar, dar cohesión. En castellano, el término "yunta" –de bueyes por
ejemplo–, traduce la idea: ambos bueyes deben tirar concertadamente la carreta, si no, ésta no
avanza.
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4.Grünbaum (1984) describió así la "tesis de la condición necesaria": (1) Una interpretación precisa
es necesaria para poveer al paciente con insight sobre las bases inconscientes de su neurosis y (2)
tal insight es necesario para producir el cambio sintomático.
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5.Si Freud hubiera seguido sus propias indicaciones, el Hombre de los Lobos, por ejemplo, no
habría entrado jamás en tratamiento psicoanalítico.
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6.A la luz de estos hallazgos se debería matizar la metáfora de Freud del "cobre de la sugestión" y
"el oro puro del psicoanálisis", agregando que el oro puro sólo existe en los museos. La verdad es
que todos los objetos de oro efectivamente usados contienen diversas proporciones de cobre, pues
esta aleación ha demostrado ser más dura y resistente al uso y al paso del tiempo. El problema
técnico radica, precisamente, en los procedimientos para producir la mejor aleación, es decir,
aquella que destaca de mejor manera las cualidades deseables de ambos metales.
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7.En lenguaje técnico epidemiológico se trata de un sesgo o error sistemático de muestreo, que
consiste en usar una muestra de prevalencia como si fuera una de incidencia.
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8.En su carrera profesional Freud también observó el cambio desde los tratamientos breves a los
prolongados: "En los primeros años de mi actividad psicoanalítica me era dificilísimo mover a los
enfermos a proseguir el tratamiento. En cambio, hoy es mucho más difícil obligarles a darlo por
terminado" (Freud. 1913c, BN p.1665).