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El contenido y la forma de esta obra, muestran por sí mismo las horas, días y

meses que el autor ha debido emplear para recopilar, estudiar, seleccionar y


organizar el riquísimo material que nos propone.

El Padre Jacques D'Arcy S., pss, coloca en manos de los señores obispos,
predicadores de retiros, profesores de liturgia, formadores de seminarios y los
mismos elegido-. ira el sacerdocio, una obra que llena un vacío bastante sensible
< i los seminarios, cuando se trata de buscar elementos doctrina-. ' iros
referentes al Rito de Admisión (Candidatura), Ministerio^ v 1 edenes.

El autor presenta con acierto la pa tai Unica, teológica, canónica, litúrgica y


espiritual, tanto del Rito de Admisión como de los Ministerios y C ’edenes
Sagradas. Dem olla pedagógicamente el conten.do globai de cada une <¡e esos
momentos fuertes de presencia del Señor Jesús en quienes se preparan para el
ministerio presbiteral. Esta visión de conjunto permite degustar la riqueza de los
ministerios ordenados como del misterio de la Iglesia centrada en la presencia
constante y real de Jesucristo.

La riqueza de textos de la Sagrada Escritura, contenidos en los rituales y


leccionarios, como del magisterio de la Iglesia, hacen de este manual una obra
imprescindible . n las bibliotecas de los seminarios y casas de formación de
religiosos de América Latina y el Caribe.
UNIVERSITARIA AGUSTINIANA

BUA0010256

9789586254281
CELAM

CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

Manual de Preparación
al Rit° de Admisión,
Ministerios y Órdenes
Sagradas
Afectos históricos, teológicos, canónicos,
• ■ 11 A . ^ ,»sri y'/V' • I fll.l/zílT

hiticiotti
ilcs, litúrgicos i/ espirituales

Jacques D'Arcy S.,


pss

r/-nÓN DE TEXTOS BÁSICOS PARA


SEMINAR'05 latinoamericanos

Tomo 1
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

Manual de Preparación
al Rito de Admisión, Ministerios
y Órdenes Sagradas
Aspectos históricos, teológicos,
canónicos, funcionales, litúrgicos y espirituales

Tomol

Jacques D’ARCY S. pss

Teología para la Evangelización Liberadora


en América Latina
TELAL - IX-7 / Tomo I - Partes I-II (Primera y Segunda Sección)
Santa Fe de Bogotá, D.C. - Colombia
Con las debidas Ucencias eclesiásticas.
© Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM
Derechos Reservados Carrera 5 N8 118-31 Apartado
Aéreo 51086 Email: celam@celam.org Tels: (571)
6121620, 6714789 Fax: (571) 6121929 Santafó de
Bogotá, D.C., 1998

ISBN 958-625-079-2 (Colección Completa) ISBN


958-625-428-3 (Tomo I)
Edición Primera 500 ejemplares
Diseño Carátula:
Diseño CELAM - Alexis Cerquera
Diseño y Diagramación:
Doris Andrade B.
Impresión:
Lito Esfera Ltda.
Tel: 2682929 - Santa Fe de Bogotá Impreso en

Colombia - Printed in Colombia


En filial agradecimiento a Pablo VI por su
coraje para llevar a cabo la reforma pedida por
el Concilio Vaticano II y, de manera especial, a
mis padres a quienes debo tanto de mi vida
cristiana y sacerdotal, Y finalmente, agradezco
a todos losformandos yformadores de nuestros
Seminarios Mayores de América Latina, que sin
saberlo me estimularon a realizar este trabajo
de investigación y a quienes se lo dedico.
«
SUMARIO DE LA OBRA

PARTEI
EL RITO DE ADMISIÓN

Sección I: El Rito de Admisión de los candidatos a las


Órdenes sagradas del diaconado y del presbiterado

Capítulo Reseña histórica sobre el Rito de Admisión


1: Naruraleza y significación teológica del Rito de
Capítulo Admisión Aspectos canónicos del Rito de
2: Admisión Preparación y celebración litúrgica del
Capítulo Rito de Admisión en el Pontifical Romano
3: Resonancias espirituales del Rito de Admisión en
Capítulo los candidatos a la Orden sagrada
4:
Apéndice I
Capítulo
5: § I Documentos del Magisterio de la Iglesia
acerca del Rito de Admisión
§ II Textos litúrgicos para el Rito de Admisión
§ El Formularios de petición y respuesta al Rito de
Admisión § IV Cuestionario sobre el Rito de Admisión

PARTE II
LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS
(LECTORADO Y ACOLITADO)

Sección I: Los ministerios instituidos (no ordenados) en la Iglesia


latina

Capítulo 1: Reseña histórica sobre los ministerios instituidos (no


ordenados)

7
El Rito de Admisión

Capítulo Naturaleza y significación teológica de los ministerios


instituidos
2: Capítulo Aspectos canónicos comunes a ambos ministerios
instituidos
3:
Sección El ministerio instituido del Lectorado
II:
Reseña histórica sobre el Lectorado
Capítulo 1: Naturaleza y significación teológica del ministerio del
Capítulo 2:
Lectorado
Preparación de las funciones propias del Lector
Capítulo 3:
Preparación y celebración litúrgica del Rito de la
Capítulo 4:
Institución del Lector en el Pontifical Romano
Capítulo 5: Resonancias espirituales del Lectorado en los candidatos
a la Orden sagrada

Sección El ministerio instituido del Acolitado


III:
Reseña histórica sobre el Acolitado
Capítulo 1:
Naturaleza y significación teológica del ministerio del
Capítulo 2:
Acolitado
Preparación de las funciones propias del Acolito
Capítulo 3:
Preparación y celebración litúrgica del Rito de la
Capítulo 4:
Institución del Acólito en el Pontifical Romano
Resonancias espirituales del Acolitado en los candidatos
Capítulo 5:
a la Orden sagrada

Apéndice II

§ I Documentos del Magisterio de la Iglesia acerca de los ministerios


instituidos del Lectorado y del Acolitado § IITextos litúrgicos
para el Rito de la Institución del Lector y Acólito
§ III Formularios de petición y respuesta a los ministerios del Lectorado
y Acolitado § IV Cuestionario sobre los ministerios del Lectorado y
Acolitado

8
PARTE III (En preparación)
LOS MINISTERIOS ORDENADOS Y JERÁRQUICOS
(DIACONADO, PRESBITERADO Y EPISCOPADO)
Sección I: Los ministerios ordenados y jerárquicos en la
Iglesia latina

Capítulo 1: Reseña histórica sobre los ministerios ordenados


Capítulo 2: Naturaleza y significación teológica de los ministerios
ordenados
Capítulo 3: Aspectos canónicos comunes a los ministerios
Capítulo 4: ordenados Presentación del Ritual de Órdenes (1968 y
1990)
Sección II: El ministerio ordenado del Diaconado

Reseña histórica sobre el Diaconado


Capítulo 1: Naturaleza y significación teológica del ministerio
Capítulo 2: del
Diaconado
Capítulo 3: Preparación de las funciones propias del Diácono
Capítulo 4: Preparación y celebración litúrgica del Rito de la
Ordenación del Diácono en el Pontifical Romano
Capítulo 5: Resonancias espirituales del Diaconado en los
candidatos a la Orden sagrada

Sección III: El ministerio ordenado del Presbiterado


Reseña histórica sobre el Presbiterado
Capítulo 1: Naturaleza y significación teológica del ministerio
Capítulo 2: del
Presbiterado
Capítulo 3: Preparación de las funciones propias del Presbítero
Capítulo 4: Preparación y celebración litúrgica del rito de la
ordenación del Presbítero en el Pontifical Romano
Capítulo 5:

Resonancias espirituales del presbiterado en los


candidatos a la Orden sagrada
A

9
El Rito de Admisión

Sección TV: La plenitud del ministerio ordenado : él


Episcopado

Capítulo Reseña histórica sobre el Episcopado


1: Naturaleza y significación teológica del ministerio
Capítulo del
2: Episcopado
Preparación de las funciones propias del Obispo
Capítulo Preparación y celebración litúrgica del Rito de la
3: Ordenación del Obispo en el Pontifical Romano
Capítulo Resonancias espirituales del Episcopado en los
4: candidatos ala plenitud de la Orden sagrada

Capítulo Apéndice III


5:
§ IDocumentos del Magisterio de la Iglesia acerca de los ministerio
ordenados del Diaconado y del Presbiterado § II Textos
litúrgicos para el Rito de Ordenación del Diácono, Presbítero y
Obispo § HI Formularios de petición y respuesta a los ministerios
ordenados del Diaconado y del Presbiterado § IV Cuestionario
sobre los ministerios ordenados del Diaconado y Presbiterado

10
PRESENTACIÓN

El contenido y la forma de esta obra, muestran por sí mismos


las horas, días y meses que el autor ha debido emplear para
recopilar, estudiar, seleccionar y organizar el riquísimo
material que nos propone.

El “Manual de preparación al Rito de Admisión, Ministerios y


Ordenes Sagradas”, viene a llenar un vacío bastante sensible
en los Seminarios cuando se trata de buscar elementos
doctrinales claros referentes al Rito de Admisión
(Candidatura), Ministerios y Órdenes. Hay aquí un valioso
material cuidadosamente ordenado, de gran utilidad para el
candidato a los diversos Ministerios, para sus Formadores y
para quienes quieran profundizar y meditar el significado de lo
que han recibido y están ejerciendo.

Considero un acierto del autor el presentar la parte histórica,


teológica, canónica, litúrgica y espiritual, tanto en el Rito de
Admisión, como en los Ministerios y Órdenes. Desarrolla en
forma pedagógica el contenido global de cada uno de esos
momentos fuertes de presencia de Jesucristo en quienes se
preparan al ministerio presbiteral. Esta visión de conjunto
permite, además gustar la riqueza del Ministerio Ordenado y
del Misterio de la Iglesia instituida por Jesucristo el Señor.

La riqueza de textos de la Sagrada Escritura, contenidos en el


Pontifical, el Ritual y los Leccionarios, los textos
seleccionados del Magisterio de la Iglesia, del Magisterio
Pontificio, de algunas Conferencias Episcopales, y los textos
de espiritualidad que ofrece, hacen de este manual una obra
imprescindible y de gran utilidad para los Seminarios de
América Latina y el Caribe.

11
El Rito de Admisión

Tengo la convicción de que el presente trabajo será una de esas


obras clásicas que no deben faltar en ningún Seminario y que será
un texto obligado de consulta a la hora de estudiar y reflexionar
sobre el Rito de Admisión, los Ministerios y las Órdenes.

El CELAM se complace en presentar este trabajo como un


valioso aporte a la formación de los Ministros de la Iglesia y
felicita al presbítero Jaques D’Arcy S. pss, por su generoso
esfuerzo y dedicación que vemos hoy dar sus frutos en el presente
libro.

+ JORGE ENRIQUE JIMÉNEZ CARVAJAL


Obispo de Zipaquirá, Colombia
Secretario General del CELAM

Santa Fe de Bogotá, 22 de febrero de 1999


Fiesta de la Cátedra de San Pedro

12
PREFACIO

“Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar


vuestra vocación y vuestra elección” (1P 1,10).

Después de madura reflexión y consultadas las Conferencias


Episcopales, su Santidad el Papa Pablo VI, mediante las dos
cartas Apostólicas, a las cuales hace continua referencia el
autor, en forma de Motu Proprio, estableció y promulgó que las
anteriormente llamadas “Ordenes menores”, se denominarían en
adelante “Ministerios” y que serían dos: Lectorado y Acolitado.

A partir de ese momento, muchos han escrito comentarios o


artículos tocantes al tema, pero si saboreamos y meditamos
atentamente este manual práctico de preparación al rito de la
candidatura y de los ministerios instituidos y órdenes sagradas,
podremos disponer de un riquísimo texto didáctico que servirá,
sin duda, para profundizar en el valor del carisma sacerdotal a la
luz de la historia eclesiástica, de los textos canónicos,
funcionales, litúrgicos y espirituales, que recopilados y
presentados armónicamente, favorecen de manera eficaz el
conocimiento y el amor por Jesucristo sumo y eterno Sacerdote.

En horabuena, al celebrar el año de la fe en el Redentor, como


preparación al tercer milenio y con el reto de la nueva evan-
gelización, aparecen estos dos volúmenes, muy bien
documentados, que incentivarán el carisma de formadores y
formandos en la estructuración de hombres idóneos y
disponibles para el Reino (cf. 1P 4,10).

Fruto de una vasta experiencia en la dirección espiritual y en la


enseñanza, el Padre Jacques D’Arcy S. pss, de nacionalidad

13
El Rito de Admisión

canadiense pero de corazón colombiano, pone en manos de los


Señores Obispos, de predicadores de retiros, de profesores de
liturgia, de formadores de seminario y de los mismos elegidos
para el sacerdocio, bien como de laicos estudiosos de las ciencias
sagradas, una maravillosa obra que llena un vacío, nutre con la
sabiduría de la Iglesia Madre y Maestra y lleva a la glorificación
de Jesucristo.

Sera mas fácil entender el ministerio del Señor Jesús, cabeza de


la Iglesia, y la plenitud de la ministeiialidad del Obisp o
transmitida por participación directa y subordinada a los
colaboradores señalados por el Espíritu Santo, que viven con él la
caridad pastoral

Y como la reflexión teológica actual dedica especial atención a la


relación que existe entre la palabra y el rito en el sacramento,
sumergirse en este mar de espiritualidad sacerdotal, como es esta
obra, traerá consigo una intelección mayor de las riquezas
insondables contenidas en la Palabra inspirada y vividas en la
Liturgia eucarística.

NELSON LONDOÑO BUTTRAGO, pss


Delegado Provincial para América Latina

14
INTRODUCCIÓN

Hasta el Concillo Vaticano H, y más especialmente hasta la


reforma de los ministerios y órdenes con Pablo VI (1972), se
encontraban fácilmente en los distintos idiomas varios manuales1
para preparar tanto el examen canónico, como el retiro espiritual
y la liturgia de celebración de las órdenes menores y mayores.
Después de la publicación de las dos cartas apostólicas de Pablo
VI: Ministerio, quaedam y Adpascendum que reformaban la
anterior disciplina de la Iglesia sobre las órdenes menores y
mayores, no conocemos ningún manual didáctico, bien elaborado
en castellano, que sirva a la preparación tanto del rito de admisión
de los candidatos a las órdenes sagradas, como de los dos
ministerios del lectorado y acolitado y de las órdenes sagradas del
diaconado y presbiterado, salvo tal vez el Breviarium
Theologicum, publicado en lengua italiana (cf. nota n° 1).

Después de más de veinticinco años de trabajo en la formación


sacerdotal, hemos constatado, cuando llega el momento de hacer
pasar el examen canónico para la recepción de estos ministerios y
órdenes, que todo el mundo tiene que contentarse con algunas

i En francés, muchos han conocido los libros del padre sulpiciano, René
Dubosq, Les Étapes du sacerdoce (ou Présentation analytique du Cérémonial
de l'Ordination), Desdée & Cié, Raris-Tournai-Rome, 1936; y Mes retraites
avant les Étapes, (ou Guide complet pour chacune des Retraites
d'Ordination), Tome i-H, éditions Desclée et Cié, Paris-Tournai- Rome, 1941
et 1947; en lengua castellana, existía también del padre eudista, Ambrosio
Hays, Ceremonial de las ordenaciones, 2° Edición, Paris-México, 1927; se
utilizó durante muchos años, en el Seminario Mayor de Bogotá, el pequeño
libro en latín del padre supiciano Adriano Canee, A tonsura ad
Presbyteratum, Gabalda et Cie, Paris, 1933; después del Concilio Vaticano II,
se publicó en Roma para los examinadores apostólicos del clero del
Vicariato de Roma un sumario para la preparación de los candidatos a los
Ministerios y Órdenes sagradas, titulado: Breviarium Theologicum,
Tipografía Cittá Nuova, Roma, 1976.

15
El Rito de Admisión

fotocopias de las cartas Ministerio, quaedam y Adpascendum y,


de pronto, con algún comentario improvisado sobre las mismas.
Nuestra intención es precisamente tratar de colmar este vacío con
la publicación de este trabajo que titulamos: Manual de
,
preparación al rito de la candidatura ministerios y órdenes
sagradas.

Nuestro trabajo quiere acatar una recomendación de la


Instrucción In ecclesiasticam futurorum sobre la formación
litúrgica en los Seminarios. Esta recomendación del documento
romano se refiere a la importancia de hacer preceder la
celebración de las sagradas ordenaciones y de sus ritos
preparatorios por unas “instrucciones preparatorias”,
precisamente porque dicha preparación pedagógica debe ofrecer a
los formandos todos los elementos necesarios -doctrinales,
espirituales y demás- para “una mejor comprensión de la
importancia, significado, obligaciones de los oficios que recibirán
y de la espiritualidad requerida para el ejercicio de cada uno de
los ministerios y las órdenes sagradas”1.

Por este motivo, nuestro trabajo quiere ser una especie de manual
práctico para la preparación de los ministerios y órdenes
sagradas, teniendo en cuenta los diversos aspectos históricos,
teológicos, canónicos, funcionales, litúrgicos y espirituales de

1
S. Congregación para la Educación Católica, Instrucción ln ecclesiasticam
futurorum (3 de junio de 1979), n° 38, en CELAM, La formación sacerdotal
(Documentos eclesiales 1965-1988), Bogotá, 1989, p. 268. Para apreciar
mejor esta recomendación, transcribimos el n° 38 en su totalidad: "Esta
celebración de los ritos, juntamente con las instrucciones preparatorias,
ofrecerá a los alumnos una ocasión propicia para orar con mayor interés
los unos por los otros, y para comprender mejor el significado, la
importancia y las obligaciones de los oficios que recibirán y la
espiritualidad requerida para el ejercicio de cada uno de los ministerios y
de las órdenes. Los elementos principales de esta preparación espiritual y
doctrinal se deducen fácilmente de cuanto se establece acerca de los
deberes del lector y del acólito en el Motu proprio Ministerio quaedam.

16
Introducción

dicha preparación. La finalidad de este manual es, sin duda,


preparar el examen canónico previo a la recepción del rito de
admisión, de los ministerios instituidos y de las órdenes
sagradas, pero sobre todo pensamos más en la preparación y
valoración que merecen cada uno de estos pasos hacia la
ordenación sacerdotal. Es la única manera para destacar y no
dejar pasar desapercibido el mismo rito de admisión de los
candidatos al Orden Sagrado, permitiendo valorar todo su
sentido y significado como compromiso muy serio hacia el
diaconado y el presbiterado. Por eso, la Iglesia recomienda
celebrarlo, aparte, en una celebración propia que destaque
ambos compromisos: el de los candidatos y el de la misma
Iglesia, evitando realizar el rito de admisión en la celebración
del rito de la institución de los ministerios o el rito de las
ordenaciones. Lo mismo podemos afirmar de la importancia
de destacar y valorar el sentido' y significado de cada uno de
los ministerios instituidos, aunque se pueden instituir dentro
de la celebración de las ordenaciones.

¿4 quiénes se dirige la obra? Pensamos, ante todo, a los


formandos que se preparan a las órdenes sagradas, aunque no
están excluidos los demás laicos que se preparan a los
ministerios laicales del lectorado, del acolitado o al ministerio
extraordinario de la Comunión. Pensamos, también, a todos
los formadores de nuestros Seminarios Mayores que a menudo
se encuentran escasos de materiales para ayudar en esta
preparación. A este propósito, sugerimos para preparar el
examen canónico previo a cada uno de estos pasos que se
realice, en el semestre anterior a la recepción del rito de la
candidatura o de uno de los ministerios o una de las órdenes
sagradas, esta preparación en forma de seminario o de cursillo.
Probablemente que unas 15 horas bastarían para realizar dicha
preparación que culminaría con el examen canónico previo.

¿Qué orden seguir en la presentación de este trabajo? ¿Un orden


“ascendente” o “descendente”? La primera edición del Ritual
de órdenes (1968) seguía un orden “ascendente” pasando del

17
El Rito de Admisión

grado inferior al grado superior, el episcopado, dando “la


impresión, quizá, de que se mantenía la idea de concebirla
sucesión de las tres órdenes como una ‘carrera eclesiástica’,
como un escalafón en el que, por promoción progresiva, escalón
por escalón, dignidad por dignidad, los candidatos van
alcanzando cotas cada vez más elevadas... En el fondo, una
concepción de los ministerios en términos de mayor o menor
dignidad”2. La segunda edición típica en latín (1990), titulada: De
Ordenatione Episcopio presbyterorum et diaconorum, abandona
el orden “ascendente” de la primera para seguir el orden inverso,
es decir “descendente” como lo refleja el mismo título.

La razón de este cambio la da el decreto de


presentación en estos términos: "Para que, al comenzar
por el Obispo, que es quien tiene la plenitud de la
Orden sagrada, se comprenda mejor que los presbíteros
son colaboradores del Obispo y los diáconos son
ordenados para el servicio del mismo". No es, pues, que
se quiera volver al vertícalismo de la concepción
anterior en la que el vértice lo ocupa la figura del
Obispo como jefe jerárquico que concentra en su
persona todos los poderes y funciones, que de algún
modo de él derivan a los que son sus mandatarios y
delegados. Se trata más bien de partir de la plenitud de
la ministerialidad, que reside ciertamente en el Obispo,
pero que es también participada directa y
originariamente por los ministerios subalternos, eso sí,
de manera subordinada y vinculada a la del Obispo.
Desde esta perspectiva resulta fácil presentar el
episcopado como el analogatum princeps de los
ministerios3.

2 Oña tibia, Ignacio, "La identidad del ministerio ordenado (Segunda edición del
Ritual de Órdenes)", en Phase, n® 186, 1991, pp. 449-450.
3 Ibidem, p. 450.

18
Aún teniendo en cuenta este cambio de perspectivas del Ritual
de órdenes, hemos pensado seguir de todos modos el orden
Introducción

ascendente, pensando más en la pedagogía de la Iglesia en la


formación y preparación de los candidatos al sacerdocio
ministerial. Está bien que el Ritual de órdenes siga el orden
descendente por los motivos indicados, pero nuestro trabajo
concierne más a la preparación de los candidatos al orden
Sagrado, quienes concretamente en el proceso de su formación
siguen en la práctica el orden ascendente. Nuestro punto de vista
es puramente pedagógico.
Por este motivo, nuestro trabajo -dedicado a la preparación tanto
del rito de admisión, como de cada uno de los ministerios y
órdenes sagradas- sigue sencillamente este orden ascendente
distribuido en tres partes. Una primera parte está dedicada a la
preparación del rito de admisión de los candidatos al Orden
sagrado. Iniciamos con el rito de admisión también por motivos
pedagógicos, porque ya en varios seminarios este compromiso de
la candidatura se sitúa al comienzo de los estudios teológicos
después de completar los tres años de filosofía. Sin embargo,
nada impide que el rito de admisión sea precedido por uno o
ambos ministerios laicales. De hecho, el Ritual de órdenes coloca
la celebración del rito de admisión inmediatamente antes de la
ordenación del diácono. Una segundaparte está consagrada a la
preparación de los ministerios instituidos del lectorado y del
acolitado. La tercera parte contempla la preparación de los
ministerios ordenados y jerárquicos del diaconado, presbitedado
y episcopado. Hemos incluido la preparación al orden episcopal
para que se pueda apreciar el conjunto de los ministerios
ordenados y jerárquicos que encuentran su plenitud en el
ordenación episcopal.

Ahora ¿cuál metodología4 hemos seguido? En vista del


abundante material recogido y sobre todo a causa de los diversos
aspectos (históricos, teológicos, canónicos, funcionales, litúrgicos
y espirituales) contemplados en dicha preparación, -bien sea

4
Para una mejor comprensión, sugerimos leer el Sumario de la obra.

19
El Rito de Admisión

del rito de admisión, o bien sea de cada uno de los ministerios


instituidos u órdenes sagradas-, nos hemos visto en la obligación de
repartir la obra total en tres partes. La Primera parte contempla la
preparación del rito de admisión de los candidatos a las órdenes
sagradas. La Segunda Parte, trata la preparación de los ministerios
instituidos (no ordenados) del lectorado y del acolitado. La Tercera
Parte, se dedica a la preparación de los ministerios ordenados y
jerárquicos del diaconado, presbiterado y episcopado.

En este momento conviene hacer algunas observaciones sobre la


carpintería de este trabajo. La primera observación concierne las
primeras secciones (I) de cada una de la tres partes de la obra. Éstas
secciones (T) sirven de introducción a sus respectivas partes. La
primera sección de la Primera Parte desarrolla los cinco aspectos ya
mencionados del rito de admisión. La primera sección de la
Segunda Parte presenta los aspectos históricos, teológicos y
canónicos de los ministerios instituidos. La primera sección de la
Tercera Parte, además de los aspectos históricos, teológicos y
canónicos de los ministerios ordenados y jerárquicos, hace una
presentación del Nuevo Ritual de Ordenes (1968-1990). Nos
pareció importante presentar, a modo de introducción a los ritos de
ordenación, lo que hay de común a las tres ordenaciones (diaconal,
presbiteral y episcopal), es decir, el cambio de vocabulario, la
estructura común de los ritos de ordenación, el simbolismo del rito
de la imposición de manos, la estructura de las mismas plegarias de
ordenación, así como el comentario de la selección de los textos
bíblicos ofrecida por el Leccionario del Pontifical y Ritual
Romanos.

La segunda observación quiere llamar la atención sobre el elemento


que consideramos como el más original de la metodología utilizada
y que consiste en tener en cuenta -para dicha preparación de la
candidatura, ministerios y órdenes sagradas- aquellos aspectos que
juzgamos más importantes en esta preparación. Por este motivo,
también pedagógico, todas las

20
Introducción

otras secciones (n, m, IV) de las tres partes de la obra están


construidas de la misma manera; todas constan de los mismos cinco
capítulos porque tienen en cuenta los mismos cinco aspectos
históricos, teológicos, canónicos o funcionales, litúrgicos y
espirituales, salvo lo indicado en la primera observación.

Nos pareció indispensable presentar, en primer lugar, la dimensión


histórica. Por eso, la reseña histórica que abre cada sección de las
tres partes de este manual, aun si fue imposible trazar toda la
historia de cada uno de estos pasos, al menos hemos tratado de
apuntar los principales elementos de la historia que permiten captar
su evolución y su sentido, y que hacen posible también situar y
vincular cada uno de estos pasos (candidatura, ministerios, órdenes
sagradas) con la tradición de la Iglesia, inclusive con su tradición
mas antigua.

El segundo aspecto está consagrado al elemento teológico, es decir, a


la naturaleza y significación teológica de cada uno de estos pasos.
Esta reflexión de índole teológica nos parece importante para
comprender mejor los pasos y compromisos que Han
progresivamente los formandos en el proceso global de su
formación y preparación hacia el sacerdocio ministerial.

El elemento canónico de la candidatura, ministerios y órdenes


sagradas no puede faltar. El nuevo Código de Derecho Canónico de
la Iglesia trae consideraciones interesantes sobre la preparación de
los candidatos al ministerio sacerdotal. Nos hemos limitado a los
diversos aspectos que se refieren al ministro, al sujeto, así como a
los requisitos y compromisos de estos pasos y también a las
circunstancias de las celebraciones.

A partir del lectorado hasta el episcopado, hemos introducido el


elemento de las funciones o responsabilidades que competen a los
lectores, acólitos, diáconos, presbíteros y obispos. Para no construir
en el aire, nos hemos referido a los principales

21
El Rito de Admisión

documentos eclesiales que describen y comentan estas funciones y


responsabilidades. En ellos podemos descubrir los diversos aspectos
de la preparación doctrinal, espiritual y técnica de los ministerios
instituidos y ordenados.

En cuanto a la preparación litúrgica de los ritos sagrados


(admisión, ministerios y órdenes), hemos combinado dos elementos
importantes: la preparación de los ritos y su celebración en el
Pontifical y Ritual Romanos. Primero, presentamos la estructura de
cada rito litúrgico, luego un breve comentario teológico-bíblico de
los textos bíblicos ofrecidos por el Leccionario del Ritual de
órdenes para cada uno de estos ritos (admisión, institución y
ordenación); segundo, sigue la celebración misma de los ritos, tal
como es presentada en el Pontifical, precedida de un esquema útil
para cada celebración con sus normas generales -sabemos que
pocos seminaristas tienen en su poder el Pontifical y Ritual
Romanos, pensamos que el hecho de tener en sus manos el texto
mismo de la celebración de los ministerios y ordenaciones es
ciertamente un elemento importante de la preparación de los ritos
sagrados-.

Ahora, en cuanto a la preparación litúrgica de cada una de las


órdenes sagradas, hacemos notar que, ademas de los elementos
anteriores mencionados, hemos juzgado importante añadir un
comentario teológico-bíblico de cada una de las oraciones de
ordenación (diaconal, presbiteral y episcopal). Dichas plegarias de
ordenación, que todas han sido renovadas con la reforma conciliar,
precisamente tratando de volver a la tradición más antigua de la
Iglesia-, pasan habitualmente muy desapercibidas y, sin embargo,
son una fuente riquísima de teología espiritual sobre cada uno de los
ministerios ordenados y jerárquicos. Estas plegarias entran también
como un elemento indispensable en la preparación htúrgico-
teológica y espiritual tanto del diaconado como del presbiterado y
del episcopado.

22
Introducción

Por último, no se puede olvidar el elemento espiritual de la


preparación, es decir, la espiritualidad de cada uno de estos
pasos hacia la Orden sagrada. Este quinto capítulo se llama
“Las Resonancias espirituales*. En vez de elaborar un pequeño
esbozo de la espiritualidad de la candidatura y de cada uno de
los ministerios y órdenes, hemos querido recoger del
Magisterio y de la tradición espiritual de la Iglesia algunos
textos -entre 13 y 15 textos para cada paso- que servirán
precisamente a prolongar la reflexión espiritual iniciada en los
cuatro capítulos anteriores. Estas resonancias espirituales
podrán servir tanto a los formandos como a los formadores
para descubrir la dimensión espiritual y su resonancia en la
vida de aquellos que se preparan al ministerio sagrado. Estos
textos podrán ser utilizados por parte del predicador que
quisiera orientar el retiro espiritual canónico que precede el
rito de admisión, o los ministerios, o las ordenaciones. Si no
hay predicador especial, los mismos ministrandos y
ordenandos sabrán aprovechar estos mismos textos como
lectura de preparación espiritual. Hemos seguido un esquema,
un poco artificial pero pedagógico, para reagrupar los textos
seleccionados y distribuirlos en tres subtemas: las disposiciones
espirituales de los candidatos, el misterio de la vocación, o de la
Palabra de Dios, o de la Eucaristía, etc. y las exigencias de la
formación para los ministerios instituidos u ordenados.

Finalmente, la tercera observación se refiere a los Apéndices


que finalizan cada una de las tres partes. Hemos querido
complementar toda la información recogida para dicha
preparación con tres Apéndices. A pesar de alargar un poco la
obra, hemos querido poner a la disposición, tanto de los
formadores como de los formandos, todo el material referente
a dicha preparación. No todo el mundo tiene en mano esta
documentación, este material que sirve de una forma u otra a la
preparación de los ministerios y órdenes sagradas. Entonces, el
Apéndice I concluye la Primera Parte que versa sobre la
preparación del rito de admisión; el Apéndice n complementa
la Segunda Parte
23
El Rito de Admisión

sobre la preparación de los ministerios del lectorado y del


acolitado; el Apéndice m concluye el segundo tomo, dedicado a
la preparación del diaconado, presbiterado y episcopado. Ahora,
cada apéndice está construido de la misma manera y consta de
cuatro elementos. El primero (§ 1) recoge los principales
documentos del Magisterio de la Iglesia referentes a la preparación,
sea del rito de admisión, sea de uno de los ministerios instituidos
o de los ministerios ordenados. El segundo (§
2) presenta textos litúrgicos referentes a dicha preparación; del
Leccionario del Pontifical y Ritual Romanos, presentamos la
selección de los textos bíblicos referentes a cada uno de los ritos
celebrados, y del Misal Romano proponemos una misa
apropiada para el rito de admisión o de la institución de los
ministerios o de la ordenación diaconal o presbiteral o episcopal.
El tercero (§ 3) propone, a título de modelo, los diversos
formularios de petición y respuesta para cada uno de estos pasos y
compromisos en la Iglesia latina. Finalmente, el último elemento
(§ 4) está dedicado a un breve cuestionario que puede ayudar a la
preparación del examen canónico previo a la recepción de la
candidatura, ministerios y órdenes sagradas, y que puede servir
también de examen final al cursillo o seminario sobre la
preparación de dichos ritos de admisión, institución y
ordenación.

Para concluir esta introducción no nos queda sino añadir una


palabra de agradecimiento a Monseñor Jorge Jiménez Carvajal,
Obispo de Zipaquirá y Secretario General del Celam, quien
amablemente ha querido hacer la presentación de este libro, así
como al Padre Nelson Londoño Buitrago, Delegado Provincial
de San Sulpicio para América Latina, que aceptó hacer el
prefacio. Mis agradecimientos también a mis cohermanos
sacerdotes y seminaristas del Seminario Mayor San José de
Zipaquirá que me han apoyado y colaborado con sus sugerencias
en la redacción y corrección de esta obra. No quiero olvidar
tampoco a los formadores y formandos de los Seminarios
Introducción

Mayores de Latinoamérica que estuvieron siempre muy


presentes a mi mente y corazón, sin saberlo por cierto, pero que
me estimularon a lo largo de este trabajo de investigación y a
quienes dedico este humilde esfuerzo para honrar y glorificar al
Sacerdocio eterno de Jesucristo, nuestro único Salvador y Pastor
Bueno.

El autor
r

5^
SIGLAS Y ABREVIATURAS

I. LIBROS DE LA BIBLIA

Ab Abdías J1 Joel
Ag Ageo Jn Evang. de Juan
Am Amos IJn laJuan
Ap Apocalipsis 2Jn 2aJuan
Ba Baruc 3Jn 3aJuan
ICo Ia Corintios Jon Jonas
2Co 2a Corintios Jos Josué
Col Colosenses Jr Jeremías
lCro 1° Crónicas Judas Judas
2Cro 2o Crónicas Le Evang. de
Q Cantar Lm Lucas
Lamentaciones
Dn Daniel Lv Levítico
Dt Deuteronomi 1M l°Macabeos
o
Ef Efesios 2M 2°Macabeos
Esd Esdras Me Evang. de
Est Ester Marcos
Mi Miqueas
Ex Exodo MI Malaquías
Ez Ezequiel Mi Evang. de
Flm Filemón Na Mateo
Nahúm
Flp Filipenses Ne Nehemías
Ga Gálatas Nm Números
Gi Génesis
Os Oseas
Ha Habacuc
1P Ia Pedro
Hb Hebreos 2P 2a Pedro
Hch Hechos
Pr Proverbios
Is Isaías Qo Eclesiastés
Jb Job (=Qohélet)
Je Jueces IR l°Reyes
Jdt Judit 2R 2o Reyes
El Rito de Admisión

Rm Romanos St Santiago
Rt Rut Tb Tobías
1S 1° Samuel lTm Ia Timoteo
2S 2o Samuel 2Tm 2a Timoteo
Sal Salmos lTs Ia
Sb Sabiduría 2Ts Tesalonicenses
2a
Tesalonicenses
Si Eclesiástico (=Sirádda) Tt Tito
So Sofonías 2a Zacarías

H. DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO n Y


DOCUMENTOS MAGISTERIALES

AA Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam


Actuositatem.
AD Carta apostólica de Pablo VI Adpascendum (de 15/8/
1972)
PG Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad
Gentes.
Ben Nuevo Bendicional (de 31/5/1984).
CCLSMS Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio
délos sacerdotes (S. Cong. Para el Clero del 15 de
agosto de 1997).
CD Decreto sobre el oficio pastoral de los obispos
Christus
Dominus.
mp. Nuevo Código de Derecho Canónico Codex Iuris Canonici
(de 1983).
CXC Catecismo de la Iglesia Católica (1992).
CD Nuevo Ceremonial de los Obispos (1984).
ChL Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laid
(de
30/12/1988)
DC Carta Dominicae Cenae de Juan Pablo n (de
24/2/1980).
DCDAP Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia
del presbítero (2/6/1988).
DMN Directorio para las misas con niños (Secretaría de
Estado
y S. Cong. para el Culto divino, de 1/11/1973).

28
Siglas y Abreviaturas

DP Conclusiones de Puebla: ID Conferencia general del


Episcopado Latinoamericano (1979).
DSD Conclusiones de Santo Domingo: IV Conferencia
general del Episcopado Latinoamericano (1992).
DV Constitución dogmática sobre la divina revelación
Dei Verbum.
EM Instrucción Eucharisticum mysterium, sobre el culto
del misterio eucarístico (S. Cong. de Ritos y
Concilium de 25/ 5/1967).
EN Exhortación apostólica de Pablo
VlEvangeliiNuntiandi (de 8/12/1975).
FC Instrucción Fidei cusios sobre los ministros
extraordinarios de la comunión, (de 30/4/1969).
GS Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
contemporáneo Gaudium et Spes.
IC Instrucción Inmensae caritatis para facilitar la
ID comunión sacramental en algunas circunstancias
(de 29/1/1973). Instrucción Inaestimabile donum
acerca del culto del Misterio eucarístico (S. Cong.
IEF para los Sacramentos y el Culto divino de
3/4/1980).
Instrucción In ecclesiasticam futurorum sobre la
IO formación litúrgica en los seminarios (S. Cong.
para la Educación católica de 3/6/1979).
LG Instrucción Inter Oecumenici (S. Cong. de Ritos y
Concilium de 26/9/1964).
LI
Constitución dogmática sobre la Iglesia ¿»men
Gentium. Instrucción Liturgicae instaurationes (S.
MD
Cong. para el Culto divino de 5/9/1970).
Instrucción MemorialeDomini sobre el modo de
MQ
administrarla Comunión (de 15/5/1969).
Carta apostólica de Pablo VI Ministeria quaedam
MS
(de 15/ 8/1972).
Instrucción Musicam Sacram (S. Cong. de Ritos y
OGM Concilium de 5/3/1967).
Ordenación General del Misal Romano (de abril 6 de
R 1969).

29
El Rito de Admisión

OLM Ordenación del Leccionario de la Misa, (2a. Edición de


21/1/1981).
OT Decreto sobre la formación sacerdotal Optatam Totius.
PC Decreto sobre la vida religiosa Perfectae Caritatis.
PDV Exhortación apostólica postsinodal de Juan Pablo II Pastores
dabo vobis (de 25/3/1992).
FO Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros
Presbyterorum Ordinis.
PER Pontifical y Ritual Romanos, reformados según los Decretos
del Concilio Vaticano n y promulgados por su
santidad Pablo VI, CELAM-DELC1978.
RCCFM Introducción del Ritual de la sagrada Comunión y culto
eucarístico fuera de la Misa de 21/6/1973).
KH Carta encíclica de Juan Pablo n Redemptor Hominis
(1979).
SC Constitución sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium.
Se Instrucción Sacramentali Communione (S. Cong. para el
Culto divino de 29/6/1970).
SDO Carta apostólica de Pablo VI para restablecer el
diaconado
permanente Sacrum Diaconatus Ordinem (18/6/1967).
TAA Instrucción Tres adhinc annos (S. Cong. de Ritos y el
Concilium de 4/5/1967).

ID. DICCIONARIOS, REVISTAS Y


DEMÁS DOCUMENTOS

AAS A cta apostolicae Sedis.


BAC Biblioteca de Autores Cristianos (Madrid, La Editorial
Católica, S.A.).
BSS Revue annuelle sur la formación de prétres Bulletin de
Saint-
Sulpice.
DE Diccionario de Espiritualidad, E. Ancilli, Herder, Barcelona
1983.
DS Enchiridion symbolorum defmitionum et declarationum de rebus et
morum, quodprimum edidit Henricus Denzingeret quod
funditus retractavit auxit notulis ornavit Adolfus Schönmetzer,
S.I.
Siglas y Abreviaturas

Dsp Dictionnaire de Spiritualité, M. Viller, París.


DTC Dictionnaire de théologie catholique, E. Vacant, Paris.
Dz Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, manual de
símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en
materia de fe y costumbres.
LMD La Maison-Dien. Revue de pastorale liturgique (París, Editions
duCerf).
NDE Nuevo Diccionario de Espiritualidad, S. De Fiores y T. Goffi,
Paulinas, Madrid 1983.
NDL Nuevo Diccionario de Liturgia, D. Sartore y A.M. Triacca,
Paulinas, Madrid 1987.
Not Notitiae. Commentarii ad nuntia et studia de re litúrgica editi cura
Congregationis del Culto Divino et Disciplina Sacramentorum
(Ciudad del Vaticano, Typis Polyglottis Vaticanis).
CH Oración de las Horas. Pastoral de la plegaria y la celebración
(Barcelona, Centro de Pastoral Litúrgica).
PG Patrologiae cursus completus. Series graeca, editada por J.
Migne.
Ph Phase. Revista de Pastoral Litúrgica (Barcelona, Centro de
Pastoral Litúrgica).
PL Patrologiae cursus completus. Series latina, editada por J. Migne.

31
EL RUO DE
ADMISIÓN

Primera Parte
No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he
elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis
y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca....
(Jn 15,16)
El Rito de Admisión de
los candidatos a las
órdenes sagradas del
Diaconado y
Presbiterado
Sección Primera
1
RESEÑA HISTÓRICA
SOBRE EL RITO DE ADMISIÓN

En esta breve reseña histórica nos proponemos relatar las


circunstancias que hicieron posible la revisión de la disciplina
anterior a 1972 referente a la primera tonsura, a las órdenes
menores y al subdiaconado, y luego a la creación del rito de
admisión para los candidatos a las órdenes sagradas.

1.1 LA REVISIÓN DE LA DISCIPLINA


ANTERIOR
Durante la preparación del Concilio Vaticano U, varios
Obispos de la Iglesia pidieron al Papa Pablo VI el favor de
proceder a la revisión de las órdenes menores y del
subdiaconado con miras a acomodarlas a las verdaderas
necesidades actuales de la Iglesia.

De hecho, en la historia de la Iglesia, tanto en Oriente como


en Occidente, “las órdenes menores no han sido siempre las
mismas y muchas de las funciones anejas a ellas, igual que
ocurre ahora, las han ejercido en realidad también seglares”.
Por eso les parecía a muchos pastores muy oportuno, con
ocasión del Concilio Vaticano n, “revisar esta práctica y
acomodarla a las necesidades actuales”, aún si esta revisión
exigía “suprimir lo que en tales ministerios resultaba ya
inusitado; mantener lo que era todavía útil; introducir lo que
fuera necesario; y asimismo establecer lo que se debe exigir a
los candidatos a la orden sagrada”5.

a la primera tonsura, a las órdenes menores y al subdiaconado. Edición


Typis Polyglottis Vaticanis, 1972, § 3, pp. 5-6,
El Rito de Admisión

El Papa Pablo VI, después de madura reflexión y de consultar a


los peritos en la materia, estableció y promulgó las nuevas normas
y fijó las nuevas etapas que deben regir el proceso de formación
de los candidatos a la orden sagrada, las cuales están consignadas
en las dos Cartas apostólicas Ministeria quaedam y Ad pascendum,
publicadas en forma de Motu proprio el mismo día 15 de agosto de
1972.

En la primera Carta Ministeria quaedam se suprime la primera


Tonsura que ya no se confiere más; las tales “órdenes menores” se
llamarán en adelante Ministerios y estarán abiertas no sólo a los
candidatos al sacramento del orden, sino también a los seglares.
Por el momento serán dos: el Lectorado y el Acolitado. Finalmente,
dejará de existir en la Iglesia Latina la orden mayor del
subdiaconado, cuyas funciones quedan conferidas al lector y al
acólito6 7.

En la segunda Carta Adpascendum se establece un nuevo rito,


llamado rito de admisión* entre los candidatos al diaco-nado y al
presbiterado para aquellos que se preparan a la orden sagrada.
Serán aceptados con tal fin sólo aquellos “que den muestra de
verdadera vocación y, estando adornados de buenas costumbres y
libres de defectos psíquicos y físicos, deseen dedicar su vida al
servicio de la Iglesia para la gloria de Dios y el bien de las
almas”; y, a su vez, aquellos “candidatos, en virtud de su
aceptación, han de prestar especial atención a su vocación y al
desarrollo de la misma; y adquieren el derecho a las ayudas
espirituales necesarias para poder cultivar y seguir la voluntad de
Dios, sin poner ninguna condición”8.

6 Cf. Ibidem, § I, II, III, IV, p. 8.


7 Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, en forma de Motu proprio por la
que se establecen algunas normas relativas a la sagrada Orden del
diaconado, Edición Typis Polyglottis Vaticanis, 1972, § I, a, p. 10.
8 Ibidem, § I, b y c, pp. 10-11.

38
Reseña Histórica sobre el Rito de Admisión

1.2 LA NOVEDAD DEL RITO DE ADMISIÓN


Este rito de admisión para los candidatos al diaconado y al
presbiterado es de hecho una novedad con relación a la antigua
tonsura y no puede de ninguna manera confundirse con ella.
De hecho, hasta la promulgación de las dos Cartas apostólicas
Ministerio, quaedam y Ad pascendum, los candidatos para la
orden sagrada iniciaban su proceso de formación sacerdotal
con el rito antiquísimo de la primera tonsura. Con este rito de
venerable antigüedad9 entraban a formar parte de la jerarquía
eclesiástica, es decir, entraban en el estado clerical. Ahora con
la reforma realizada por el Papa Pablo VI, la entrada en el
estado clerical y la misma incardinación en una diócesis no se
realizan con el rito de admisión de los candidatos, sino más
bien con la misma recepción de la sagrada orden del
diaconado.

J° El llevar la tonsura por parte de los monjes y clérigos remonta a los siglos
IV y v. Sin embargo, como escribe Mario Righetti, en su obra Historia de
la Liturgia, (Tomo II, Edición española preparada por Cornelio Urtasun
Irisarri, Madrid, BAC n° 144, 1956, pp. 924-9Á5): "el rito de la tonsura
se encuentra por primera vez en el sacramentario de Gelón (gelasiano
del siglo vil!) como acto consistente en sí mismo y con fórmulas propias,
orationes ad capillos incidendos, inserto después en el Ordo ad clericum
faciendum con diverso formulario y con rúbricas relativas. Se abre con un
prefacio de tipo galicano invitando a los fieles a rezar por el que por
amor de Dios está para deponer comas capitis sui, para que obtenga del
Espíritu Santo la gracia de conservar habit um religionis in perpctuum, es
decir, la vida propia de quien se ha consagrado a Él. El Obispo le corta
entonces un mechón de cabellos en forma de cruz, mientras la schola
canta la antífona Dominus pars haereditatis rneae... Por último, bendice al
nuevo clérigo con la fórmula Praesta quaesumus, Deus, ut famulus tuus cuius
hodie comas capitis pro amore divino deposuimus, in tun dilectione perpetuo
maneat et eum sine macula in sempiternum custodias. Per Christum Dominum...
Esta primera disposición del rito fue ampliada más tarde por G.
Durando en su Pontifical con la añadidura de la entrega y la vestición de
la sobrepelliz, el blanco sobrevestido coral que estuvo en uso en el
Septentrión después del siglo XII. La idea se la sugirió probablemente la
frase que según él quiere expresar sensiblemente habitus religionis, del
invitatorio geloniano, derivado del Ordo de la profesión monástica (cf.

impone al clérigo la sobrepelliz. El rito se concluye con la colecta gelasiana Otnnip. Setup. Deas propitiate..., que
alude a la tonsura recibida, ut sicut siinilitudinem coronae tuae eos gestare facimus in cnpite, sie..., y con la
exhortación a los nuevos clérigos a vivir en conformidad con el hábito recibido. El ritual de Durando ha pasado, sin
substanciales modificaciones, al Pontifical que se usaba hasta el Concilio Vaticano II bajo el título De clerico
faciendo.
Pontif. Rom. Curiae, de Andrieu, XVII, 7).; también las palabras Induat te
Dominas novum hominem..., dichas por el Obispo mientras

39
El Rito de Admisión

Aún si el rito litúrgico de la tonsura no entraba a formar parte de la


serie de las órdenes menores, sin embargo servía de preparación a
los candidatos para la recepción atenta y digna de aquellas. Este rito
comprendía tres partes distintas, pero unidas en la misma
celebración: primero, la toma de la sotana o vestido talar, luego la
entrega y vestición de la sobrepelliz y finalmente la tonsura de los
cabellos. Es interesante recordar aquí brevemente el significado de
la triple ceremonia, pues algo de su sentido espiritual merece
todavía recuperarse y aplicarse al significado del nuevo rito
litúrgico de admisión de los candidatos al Orden Sagrado.

Con el rito de la primera tonsura los candidatos no participaban


todavía del sacramento del orden, pero comenzaban a hacer visible
su separación del mundo, en el sentido de la palabra del Señor: ellos
que están en el mundo, “no son del mundo como yo no soy del
mundo” {Jn 17 y 16); y esta separación* 10 estaba marcada por los
tres signos mencionados: por la toma de la sotana negra como
vestido de penitencia y de duelo, por la sobrepelliz blanca como
símbolo de pureza y de inocencia del hombre nuevo que se reviste
de Cristo, y por la tonsura, es decir, la ablación de una pequeña
parte de los cabellos como signo de despojamiento y de
mortificación. En realidad, “en el fondo de la ceremonia tonsural
existe un acto de humilde renuncia a un adorno de la propia cabeza
por un sentimiento de homenaje a Dios y de voluntaria consagración
a su servicio”11.

10 Cf. René Dubosq, pss. Mes retraites ai>ant les Étapes, Tome I, p. XLVl; también pp.
179; 231-233; 274-277; 339-340.
11 Righetti, Mario, Historia de la Liturgia, Tomo II, Madrid, BAC 144, 1956, p. 924.

40
Reseña Histórica sobre el Rito de Admisión

Volviendo al rito de admisión de los candidatos al diaconado y


al presbiterado, dicha novedad no se confunde, como decíamos,
ni substituye a la antigua tonsura, sino que gracias al nuevo rito
litúrgico que está en perfecta consonancia con la nueva manera
de concebir la pedagogía del proceso de formación de los futuros
candidatos al Orden Sagrado, la Iglesia reconoce públicamente
como candidatos a aquellos que inician su proceso de formación
y preparación al sacerdocio ministerial, y a su vez ellos se
comprometen a cuidar y desarrollar su vocación con esmero y
toda la seriedad del caso.

¡
i

41
2

NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN
TEOLÓGICA DEL RITO DE ADMISIÓN

Este segundo capítulo se propone reflexionar brevemente


sobre la naturaleza del rito de la candidatura, precisando
también sus condiciones: la libertad y madurez implicadas, y
su celebración pública; además, quiere destacar la
significación teológica del rito de la candidatura en relación
con todo el proceso de la formación al sacerdocio ministerial.
Finalmente, por la importancia del tema de la vocación al
sacerdocio y del discernimiento de la misma, se tocará
brevemente el tema de los signos o factores internos y
externos de la vocación al sacerdocio ministerial.

2.1 LA NATURALEZA DEL RITO DE ADMISIÓN


¿Qué es?
El rito de admisión, como lo mostró la reseña histórica, es
una novedad de la reforma de Pablo VI. Ya, no es el rito de
entrada en el estado clerical como lo era la antigua tonsura,
por medio del cual un laico se convertía en clérigo. La
novedad consiste en ser un rito de admisión entre los
candidatos que aspiran a las sagradas órdenes del diaconado y
del presbiterado. Gracias a este rito litúrgico

el que aspira al Diaconado o al Presbiterado manifiesta


públicamente su voluntad de ofrecerse a Dios y a la
Iglesia para ejercer el Orden Sagrado; y, la Iglesia, por
su parte, al recibir este ofrecimiento, lo elige y lo llama
para que se prepare a recibir el Orden Sagrado,
El Rito de Admisión

y de este modo sea admitido regularmente entre los


candidatos al Diaconado o al Presbiterado (AP § 16).

Eso quiere decir que dicho rito de admisión no tiene ya el


alcance jurídico12 de la clericatura que se difiere ahora hasta el
diaconado. Con esta reforma la incorporación al estado clerical se
realiza con la recepción de la sagrada Orden del diaconado, es
decir, con una imposición de manos. Es, pues, por el sacramento
del diaconado que se deja de ser laico para ser clérigo y que uno
se incardina o se incorpora a una diócesis o Iglesia particular para
ejercer el Orden Sagrado.

Sin embargo, si el rito de admisión no tiene el sentido de un


gesto jurídico-litúrgico, tampoco es un simple gesto espiritual. En
realidad, el rito de admisión constituye como un contrato oficial13
entre el candidato al Orden Sagrado y la misma Iglesia. Sin duda,
es un acto de índole espiritual14 y eclesial que compromete a
ambas partes. De un lado, el candidato manifiesta públicamente
“su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercer el
Orden Sagrado”; de otro lado, la Iglesia, “al recibir este
ofrecimiento, lo elige y lo llama para que se prepare a recibir el
Orden Sagrado, y de este modo sea admitido regularmente entre
los candidatos al Diaconado o al Presbiterado”.

12 cf. Béraudy, R., Les ministéres institués dans Ministerin quaedam et Ad


pascendum dans La Maison-Dieu, 115, (1973), p. 91.
13 Cf. Ibidem, nota 15: "Sin embargo, este rito no significa un simple compromiso
espiritual; pues constituye en realidad un contrato oficial entre el candidato y la
Iglesia: 'En virtud de su aceptación, el candidato ha de prestar especial atención a
su vocación y al desarrollo de la misma; y adquiere el derecho a las ayudas
espirituales necesarias para cultivar la vocación y seguir la voluntad de Dios, sin
poner condición alguna'" (Ad pascendum I, c, p. 11)", p. 91.
14 Cf. Pierre Jounel, "Les ministéres non ordonnés dans l'Église", Revue La Maison-
Dieu, 149 (1982), p. 94. Jounel tiene esta expresión: "El rito de admisión entre los
candidatos al sacramento del Orden tiene carácter espiritual y no jurídico...".

44
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

Además, como todo contrato, ambas partes se comprometen “por


escrito”. Para que esta admisión del candidato sea regular, es
decir, según las normas de todo contrato, por una parte, “se
requiere la libre petición del aspirante, escrita de propia mano y
firmada”, y, por otra parte, es necesaria también, para la
regularidad del contrato, “la aceptación también escrita del
competente Superior eclesiástico (Obispo del lugar o Superior
Mayor del Instituto clerical de perfección), en virtud de la cual
tiene lugar la elección por parte de la Iglesia” (AP § I, a.). Además,
este contrato bilateral debe celebrarse “públicamente” (cf. AP §
16).

El nuevo Código de Derecho Canónico (1983) recalca el carácter


de obligatoriedad del nuevo rito de admisión para los candidatos a
las órdenes sagradas, cuando afirma:

Ningún aspirante al diaconado o al presbiterado debe


recibir la ordenación de diácono o de presbítero sin
haber sido admitido antes como candidato por la
autoridad indicada en los cáns. 1016 y 1019, con el rito
litúrgico establecido, previa solicitud escrita y firmada
de su puño y letra, que ha de ser aceptada también por
escrito por la misma autoridad15.

Finalmente, nos podemos preguntar: pero en fin de cuenta, ¿qué


es exactamente el rito litúrgico de admisión de los candidatos al
Orden Sagrado? Decíamos más arriba que la clericatura y la
incardinación se realiza con la imposición de manos del Obispo
en la ordenación del diácono. Si el rito de admisión no es un
sacramento como tal, entonces parece que pertenece más bien a la
categoría de los sacramentales. Es oportuno recordar, aquí, la
doctrina de la Iglesia respecto a los sacramentales:

15
Código de Derecho Canónico, Edición bilingüe comentada, Madrid, BAC, 1983,
can. 1034 § 1.

45
El Rito de Admisión

"'La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los


sacramentales. Estos son signos sagrados con los que,
imitando de alguna manera a los sacramentos, se
expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por
la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se
disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos
y se santifican las diversas circunstancias de la vida' (SC
60; cf. CDC 1166; CCDEO 867). Estos sacramentales han
sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación
de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de
vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana,
así como del uso de cosas útiles al hombre... Entre los
sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de
personas, de la mesa, de objetos, de lugares)... Ciertas
bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es
consagi-ar personas a Dios y reservar para el uso
litúrgico objetos y lugares. Entre las que están
destinadas a personas -que no se han de confundir con la
ordenación sacramental- figuran la bendición del abad o
de la abadesa de un monasterio, la consagración de
vírgenes, el rito de la profesión religiosa y las
bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia
(lectores, acólitos, catequistas, etc.)"17, y pensamos que
el rito de admisión de los candidatos al Orden Sagrado
también.

Por último, la Iglesia exige de los candidatos al Orden Sagrado


que tengan la libertad necesaria y la madurez suficiente para
comprometerse en la celebración pública del rito de admisión.
Digamos una palabra sobre estos tres elementos, también,
importantes en este doble compromiso.

Libertad y madurez
Antes de proceder al rito de admisión, el aspirante debe
manifestar, por una petición escrita autógrafa, su libre, consciente
y

i? Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1667-1668, 1671-1672.


46
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

responsable propósito (intención) de orientarse hacia las órdenes


sagradas y su voluntad al mismo tiempo de ser admitido entre los
candidatos a las mismas órdenes. El Superior eclesiástico, o Rector
del Seminario Mayor acepta o al menos recibe dicha petición18.

La respuesta afirmativa por parte del Superior competente debe


darse sólo cuando resulta que en el aspirante el propósito (la
intención) mencionado, comprobado por las cualidades exigidas,
ha alcanzado un grado suficiente de madurez.

En concreto, pueden ser aceptados únicamente “los que den


muestras de verdadera vocación y, adornados de buenas
costumbres y libres de defectos psíquicos y físicos, deseen dedicar
su vida al servicio de la Iglesia, para la gloria de Dios y el bien de
las almas” (APl, b).

La maduración del propósito o intención podría demorarse en


algunos casos y no verificarse por eso simultáneamente en todos
los aspirantes de un mismo grupo. Por la naturaleza de las cosas, el
intercambio de petición del aspirante y de la respuesta afirmativa o
negada por parte del Superior debe hacerse en forma discreta. El
Superior debe dar un juicio sobre la suficiente madurez del
candidato, en base a las informaciones de quienes conocen al
aspirante, y particularmente de aquellos que están encargados de la
formación sacerdotal en el Seminario Mayor u otros centros de
formación19.

Para salvaguardar la libertad del aspirante y la responsabilidad del


Superior, la madurez suficiente exigida es una condición
indispensable, sin la cual no se puede proceder al rito de admisión.

>8 Ibidem, I, a y b, p. 10; cf. CDC 1034 § 1.


19
Cf. Pontifical y Ritual Romanos, Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM-
DELC), Mallorca-Barcelona, Editorial Regina, 1978, Rito de admisión de un
candidato, cf. Examen, p. 172.

47
El Rito de Admisión

Precisamente por el motivo de la libertad y responsabilidad


necesarias, a su debido momento antes de la ordenación diaconal o
presbiteral

los candidatos deben entregar al Obispo o al Superior


mayor competente una declaración redactada y firmada
de su puño y letra, en la que hagan constar que van a
recibir la orden espontánea y libremente, y que se
dedicarán de modo perpetuo al ministerio eclesiástico,
al mismo tiempo que solicitan ser admitidos a la orden
que aspiran recibir20.

Celebración pública del Rito de Admisión


El rito debe realizarse con celebración pública, es decir, con
pública manifestación del propósito o intención por parte del
aspirante, y con pública aceptación por parte de la Iglesia,
expresada por el Superior competente21, es decir, el Obispo o el
Superior mayor.

El motivo de la celebración pública está en el hecho de que el


aspirante realiza un compromiso frente a la Iglesia, representada
por el Superior competente que lo acepta y por la comunidad
eclesial o el pueblo de Dios, al servicio del cual desea consagrar su
mismo ministerio sagrado. La comunidad eclesial es por eso, de
cierta manera, responsable de la sagrada ordenación de sus futuros
ministros y pastores. Por consiguiente, ella tiene el derecho de
conocerlos y acompañarlos conscientemente desde la admisión
como candidatos, y luego a lo largo del proceso de formación y de
preparación efectiva a las sagradas órdenes. Esto encuentra su
confirmación en el rito de la ordenación diaconal y presbiteral,
cuando el Obispo ordenante pregunta al presbítero que le presenta

20
CDC 1036; cf. también la Carta apostólica Ad pascendum V, p. 11.
21
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, Introducción, §16, p. 9; cf.
Pontifical y Ritual Romanos, (CELAM-DELC), Rito de admisión de un
candidato: cf. Homilía y Examen, pp. 171-172.

48
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

a los ordenandos: "¿Sabes si son dignos (de la ordenación)? Y el


presbítero responde: ‘Según el parecer de quienes los presentan
(como encargados de su preparación) y después de consultar al
pueblo cristiano (por las informaciones recibidas), doy testimonio
de que han sido considerados dignos”*22.

2.2 LA SIGNIFICACIÓN DEL RITO DE


ADMISIÓN EN EL PROCESO DE LA
FORMACIÓN SACERDOTAL
El rito litúrgico de admisión de los candidatos significa, como
decíamos, un verdadero compromiso bilateral. Se comprometen
públicamente ante el pueblo de Dios: y el candidato a las órdenes
sagradas y la Iglesia. Veamos en qué sentido.

Por una parte, para el candidato, el rito de admisión es un primer


paso importante y comprometedor, con el cual él mismo
manifiesta, de manera pública, -ante la comunidad del Seminario o
el pueblo de Dios-, su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para
ejercer la Orden sagrada para la gloria de Dios y el bien de las
almas. A la vez que dicho rito realiza la admisión o incorporación
del aspirante al grupo de los candidatos a la orden sagrada, lo
compromete también libre y conscientemente a cuidar, cultivar y
desarrollar su propia vocación; lo compromete a proseguir y
completar su formación humana y espiritual, teológica y pastoral
para llegar a ser un digno ministro y servidor de Dios y de la
Iglesia en el ministerio sacerdotal, mediante la sagrada ordenación;
y, finalmente, el rito de admisión compromete el candidato a
conformar toda su vida al espíritu evangélico, es decir, a vivir
arraigado en las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad,
y crecer en el celo y espíritu apostólicos indispensables en la tarea
de la nueva evangelizadón del mundo de

22
Pontifical y Ritual Romanos, Petición de la ordenación de los elegidos, pp.
150 y 151.

49

V
El Rito de Admisión

Por otra parte, la misma Iglesia, al recibir este ofrecimiento, elige


al candidato y lo llama para que se prepare a la orden sagrada y, a
su vez, se compromete a brindarle todas las ayudas espirituales
necesarias para que él pueda discernir su vocación, cultivarla y
seguir la voluntad de Dios de manera incondicional. Dicho
compromiso de la Iglesia se manifiesta con claridad en el cuidado
y la dedicación con los que ella misma se dedica a la formación y
preparación de sus futuros pastores. Una preocupación y solicitud
eclesial que se actualizó, sin duda, en el Concilio Vaticano n (cf.
Optatam totius y Presbyterorum ordinis), y que sigue reactualizándose
con el pasado Sínodo Romano de los Obispos (1990) y luego con
la Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis sobre la
formación de los sacerdotes, del Papa Juan Pablo n (1992). Todos
estos esfuerzos de la Iglesia representan concretamente una gran
inversión tanto en personal humano competente -dedicado a dicha
formación de los pastores en los Seminarios Mayores e
Instituciones eclesiales-, como también en recursos económicos
gigantescos para promover y sostener dicho compromiso: la
preparación y formación siempre más adecuadas de los futuros
diáconos y presbíteros.

Ahora bien, llama bastante la atención el hecho de que la


celebración litúrgica del rito de admisión de los candidatos
destaque notablemente la importancia y centralidad del tema de la
vocación al sacerdocio ministerial: “el candidato ha de prestar
atención a su vocación y al desarrollo de la misma; y adquiere el
derecho a las ayudas espirituales necesarias para poder cultivar la
vocación... También el Pontifical y Ritual Romanos subrayan que,
en el proceso de formación, se deberá discernir atentamente la
autenticidad del llamado de Dios, cultivar y desarrollar esta
vocación al sacerdocio ministerial -ahí está

>

sus aptitudes y la rectitud de intención del candidato para el


ejercicio fructuoso y eficaz del ministerio sacerdotal-. Por este
motivo, nos parece más que conveniente consagrar un buen

50
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

espacio para recordar los elementos más esenciales que definen


y configuran lo que se entiende por vocación al Orden Sagrado
y ayudan a su discernimiento.

¿Qué es la vocación sacerdotal?


El nuevo Código de Derecho Canónico (1983) describe la
vocación al sacerdocio ministerial con los elementos
específicos y propios del derecho, diciendo:

Mediante el sacramento del Orden, por institución


divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos
ministros sagrados, al ser marcados con un carácter
indeleble, y así son consagrados y destinados a
apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada
uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las
fundones de enseñar, santificar y de regir16.

La reciente Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo


vobis del Papa Juan Pablo n, define de manera más existencial
en qué consiste el llamado al ministerio sacerdotal:

...La vocadón sacerdotal es una llamada, a través del


sacramento del Orden redbido en la Iglesia, a ponerse
al servido del pueblo de Dios con una peculiar perte-
nenda y configuradón con Jesucristo y que da también
la autoridad para actuar en su nombre y "in persona"
de quien es Cabeza y Pastor de la Iglesia17.

Recogiendo y resumiendo todos los elementos que nos ofrecen


ambas definiciones, bien se podría sintetizarla de la manera
siguiente, afirmando que la vocación al sacerdocio ministerial:
es la manifestación, hecha por Dios a un bautizado, de su voluntad: en
cuanto El lo elige y llama para el ministerio

16 CDC 1008.
17
Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis 35, 6.

51
El Rito de Admisión

sacerdotal, para que se consagre únicamente a su gloria y a la salvación


de los hombres, otorgándole singulares poderes divinos, una idoneidad
adecuada y medios necesarios y útiles a este fin.

En efecto; Dios queriendo realizar su gloria y la salvación de los


hombres mediante la colaboración de los mismos, desde la eternidad, con un
acto de Providencia sobrenatural, elige y destina los hombres a un
determinado estado de vida o vocación específica (cf. Ef 1,3-5). Queriendo
que algunos de entre ellos cooperen con Él en calidad de ministros suyos, Él
los elige y los destina al estado sacerdotal, en el cual estarán establecidos
por la Sagrada Ordenación, que les comunicará poderes divinos particulares
sobre el Cuerpo eucarístico y sobre el Cuerpo místico de Cristo. Dicho acto
externo de la voluntad divina se manifiesta en el tiempo, por parte de Dios a
la persona 5llamada, para que dé una respuesta consciente y libre. Así, la
vocación al sacerdocio ministerial está constituida por dos
elementos: uno, a saber, la voluntad divina que llama y destina, es
el presupuesto indispensable y la causa eficiente de la llamada- el
otro, a saber, la manifestación de dicha voluntad, es el elemento
formal de la vocación por la que el llamado viene a tomar
consciencia que Dios lo mira con esta intención.

¿De qué modo se manifiesta la vocación sacerdotal?


Dios puede manifestar su voluntad con una intervención directa e
inmediata, como en el caso de SanPablo, de SanMatías, de
SanAmbrosio y otros; y en este caso, tenemos una vocación
llamada extraordinaria o milagrosa. Puede también intervenir
directamente, sirviéndose de las causas segundas, como ocurre en
el caso de casi todas las vocaciones; y en este caso, la vocación es
llamada ordinaria:
Esta voz del Señor que llama, afirma el Concilio
Vaticano II en el Decreto Presbyterorum ordinis, no ha de
confiarse en modo alguno que llegue de forma extraor-

52
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

diñaría a los oídos del futuro presbítero. Más bien, ha


de ser entendida y distinguida por los signos que
cotidianamente dan a conocer a los cristianos
prudentes la voluntad de Dios18...

¿Cuáles son los signos que manifiestan la vocación al


ministerio sacerdotal?
Las causas segundas de las que se sirve la divina Providencia
para manifestar su voluntad pueden reducirse a dos series de
signos o factores que manifiestan la voluntad de Dios y, por
consiguiente, son de gran ayuda para el discernimiento de la
vocación: primero, los signos o factores internos que se refieren a
la dimensión subjetiva de la vocación -(es decir, la voz interior
del Señor que llama)- y que corresponden: a la llamada de Dios
y a la respuesta libre del llamado; luego, los signos o factores
externos que pertenecen a la dimensión objetiva de la vocación -
(es decir, la parte objetivamente controlable por parte de la
Iglesia)- y que corresponden: al ambiente general y familiar donde
nace y crece el candidato, a la idoneidad o aptitudes, a la recta
intención (en la inteligencia y la voluntad del llamado) y a la
llamada de la Iglesia a través del Obispo.

Estos signos o factores manifiestan así la doble dimensión


(ulterior y exterior) de la vocación, y son de una gran ayuda
para discernir y precisar todos los aspectos que vienen a
configurar la vocación al sacerdocio ministerial, tal como nos
lo ha enseñado sabiamente el Papa Pablo VI en una alocución,
pronunciada el 5 de mayo de 1965, y que ha sido in-troducida
tal cual en la nota 66 del número 11 de la Presbyterorum Ordinis,
cuando el Decreto conciliar habla de los signos vocacionales
que dan a conocer la voluntad de Dios:

18
Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum ordinis 11.

53
El Rito de Admisión

La voz de Dios que llama, se expresa de dos modos


diversos, maravillosos y convergentes: uno interior,
aquel de la grada, aquel del Espíritu Santo, aquel
inefable de la fascinadón interior que la "voz silenciosa"
y poderosa del Señor ejerce en las insondables
profundidades del alma humana; y otro exterior,
humano, sensible, sodal, jurídico, concreto, aquel del
ministro cualificado de la Palabra de Dios, aquel del
Apóstol, aquel de la Jerarquía, instrumento
indispensable, instituido y querido por Cristo, como
vehículo encargado de traducir en lenguaje
experimental el mensaje del Verbo y del precepto
divino, ASÍ, enseña con San Pablo la doctrina católica:
Quomodo audient sine praedicante...
Vides ex auditu19 (Rm 10, 14.17).

2.3 LOS SIGNOS POSITIVOS DE LA VOCACIÓN AL


SACERDOCIO MINISTERIAL
Por la importancia que tiene el tema del discernimiento de los
signos vocacionales, tanto para los formandos como para los
formadores, presentamos enseguida algunos elementos de reflexión
sobre los signos o factores -internos y externos- de la vocación al
sacerdocio ministerial con miras a un mejor discernimiento
vocacional.

Los signos o factores internos


Entre los varios signos o factores internos de la vocación al
sacerdocio ministerial, se pueden señalar los dos más importantes:
la llamada misma de Dios, y la respuesta libre del llamado. Estos dos
elementos vienen a configurar el misterio propio de la vocación
sacerdotal, concebida como fruto de un diálogo vocacional entre
Dios que toma la iniciativa de llamar y el hombre que le responde
(cf. PDV 36-37). Ahora, digamos

19 Pablo VI, Alocución del 5 de mayo de 1965: LOsseivatore Romano, 6-5- 1965,
p. 1, en Concilio Vaticano II, el Decreto Presbyterorum ordinis, Madrid,
Edición BAC, 1975: nota 66 del número 11, p. 496.

54
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

una palabra sobre cada uno de estos elementos muy


personales, que tienen que ver con la dimensión subjetiva de
la vocación, según la expresión del Papa Pablo VL

§ 1 La llamada misma de Dios


La palabra “vocación”, según su etimología (vocare = llamar),
supone un llamamiento personal: la persona que llama y la
persona a quien se dirige la llamada. En el caso que nos
ocupa, el de la vocación al sacerdocio ministerial, es Dios
mismo quien llama, manifestando así al hombre su voluntad
para que él le siga en este determinado estado de vida
sacerdotal; y, por otra parte, es a un hombre concreto al que
se dirige la llamada de Dios, quien espera de parte del
llamado una respuesta afirmativa con toda su libertad, a
ejemplo de los mismos Apóstoles.
En toda vocación aparecen estos dos aspectos inseparables:
la llamada gratuita de Dios y la respuesta libre del hombre
llamado.
La historia de toda vocación sacerdotal, -como afirma
^.Pastores dabo vobis-, es la historia de un inefable
diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios
que llama y la libertad del hombre que responde a
Dios en el amor. Estos dos aspectos inseparables de
la vocación, el don gratuito de Dios y la libertad
responsable del hombre, aparecen de manera clara y
eficaz en las brevísimas palabras con las que el
evangelista San Marcos presenta la vocación de los
doce: Jesús "subió a un monte, y llamando a los que
Él quiso, vinieron a Él" (3,13). Por un lado está la
decisión absolutamente libre de Jesús y por otro lado,
el "venir" de los doce, o sea, el "seguir" a Jesús. Este
es el modelo constante, el elemento imprescindible
de toda vocación: la de los profetas, apóstoles,
sacerdotes, religiosos, fieles laicos, la de toda persona
(PDV 36 § 1-2).
55
El Rito de Admisión

A su vez, la llamada de Dios puede presentarse con tres notas


características-, la prioridad o anterioridad de la iniciativa
divina, la promesa de su asistencia permanente, y el
llamamiento para una misión o un servicio eclesial. La primera
característica, y quizá la rriás importante de la intervención
Ebre y gratuita de Dios que llama, es precisamente "su absoluta
prioridad y decisiva anterioridad”. La Exhortación Pastores dabo
vobis insiste sobre esta primera característica, cuando afirma
que:
... es suya (de Dios) la iniciativa de llamar. Por ejemplo,
ésta es la experiencia del profeta Jeremías: "El Señor me habló así:
'Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno
te consagré, te constituí profeta de las naciones'" (Jr 1, 4-5). Y es la
misma verdad presentada por el apóstol Pablo, que fundamenta toda
vocación en la elección eterna en Cristo, hecha "antes de 0 la
creación del mundo" y "conforme al beneplácito de
su voluntad" (Ef 1, 4. 5). La primacía absoluta de la
gracia en la vocación (sacerdotal) encuentra su
proclamación perfecta en la palabra de Jesús: "No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros
y os he destinado para que vayáis y deis fruto y que
vuestro fruto permanezca" (Jn 15,16) (PDV, 36 § 3).

Además, por vía de consecuencia, la decisión libre y soberana de


Dios que llama exige a su vez respeto absoluto, de ninguna
manera puede ser forzada por presiones humanas, ni sustituida
por decisión humana.
La vocación (y especialmente la sacerdotal) es un don de
la gracia divina y no un derecho del hombre, de forma
que "nunca se puede considerar la vida sacerdotal como
una promoción simplemente humana, ni la misión del
ministro como un simple proyecto perso-

56
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

nal"27. De este modo, queda excluida radicalmente


toda vanagloria y presunción por parte de los
llamados (cf.
Hb 5, 4ss), los cuales han de sentir profundamente
una gratitud admirada y conmovida, una confianza y
una esperanza firmes, porque saben que están
apoyados no en sus propias fuerzas, sino en la
fidelidad incondicional de Dios que llama (PDV 36 §
4).

Esta confianza y esperanza en la fidelidad de Dios vienen a ser


la segunda característica de la llamada de Dios, es decir, la
promesa de su asistencia permanente.a lo largo de la vida de
aquel que ha sido llamado y que ha respondido
afirmativamente a la ñamada de Dios. Dios es fiel y no lo
defraudará nunca, si el llamado se apoya firmemente en la
misericordia y fidelidad divinas, y eso a pesar de todas las
dificultades y deficiencias personales.

Finalmente, digamos una palabra sobre la tercera característica


ya mencionada: Dios llama siempre para una misión. La
vocación está finalizada siempre haaauna misión, aquella
misma que Cristo . recibió del Padre y que transmitió a los
Apóstoles:

Me ha sido dado todo poder en el délo y en la tierra.


Id, pues, haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que
yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mf 28,
18-20).

La Exhortación Pastores dabo vobis, hablando de la misión


propia del sacerdote, ofrece esta magnífica descripción del
ministerio sacerdotal como representación y prolongación
sacramental de Cristo:

27 El Papa Juan Pablo II: Angelus (die. 3 de 1989), 2: Insegnamenti, XII/2


(1989), 1417.

57
El Rito de Admisión

Los presbíteros son, en la Iglesia y para la Iglesia, una


representación sacramental de Jesucristo Cabeza y
Pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan
sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación,
principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la
Eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, el
cuidado anioroso del rebaño, al que congregan en la
unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el
Espíritu Santo. En una palabra, los presbíteros existen
y actúan para el anuncio del Evangelio al mundo y para
la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo,
Cabeza y Pastor, y en su nombre (PDV, 15 § 4).

§ 2 La respuesta libre del llamado


Si la vocación, y especialmente la sacerdotal, da testimonio de
la primacía de la iniciativa divina, es decir, de la decisión libre y
soberana de Dios quien llama al hombre a seguirle; por otra
parte, en la vocación se evidencia también la respuesta libre de
quien es llamado, respuesta que culminará con la gracia de Dios
en una decisión libre. Dicha respuesta del llamado implica
también varias notas características: debe ser voluntaria, libre,
permanente, e implica todo aquello que caracteriza y constituye
una persona concreta: sus cualidades, defectos y limitaciones.
Por consiguiente, “la libertad es esencial para la vocación, una
libertad que en la respuesta positiva se cualifica como adhesión
personal profunda, como donación de amor -o mejor como re-
donación al Donador: Dios que llama- esto es, como oblación.
‘A la llamada, decía Pablo VI, corresponde la respuesta. No
puede haber vocaciones, si no son libres, es decir, si no son
ofrendas espontáneas de sí mismo, conscientes, generosas,
totales... oblaciones; éste es prácticamente el verdadero
problema... Es la voz humilde y penetrante de Cristo que dice,
hoy como

58
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

ayer y más que ayer: ven. La libertad se sitúa en su raíz más


profunda: la oblación, la generosidad y el sacrificio’”28
(PDV36).

Podemos ilustrar todavía más este elemento de la libertad en la


respuesta vocational -siguiendo la Exhortación postsinodal-,
con el triple ejemplo de Cristo, de María santísima y de los
mismos Apóstoles.

Esta oblación libre/ que constituye el núcleo íntimo y


más precioso de la respuesta del hombre a Dios que
llama, encuentra su modelo incomparable, más aún, su
raíz viva, en la oblación libérrima de Jesucristo>
quien es el primero de los llamados a la voluntad del
Padre:
"Por eso, al entrar en este mundo, dice Cristo: 'No has
querido sacrificio ni oblación, pero me has formado
un cuerpo... Entonces yo dije: He aquí que vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad'" (Hb 10, 5.7) (n 36).

Luego, en unión íntima con Cristo, está el ejemplo


incomparable de María la Virgen Madre, “que ha sido la criatura
que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie
como ella ha respondido con un amor tan grande al amor
inmenso de Dios”. Finalmente, está también el modelo de
respuesta de los mismos Apóstoles a quienes Jesús llamó:

"Llamó a los que él quiso y vinieron a él" (Me 3, 13).


Este "venir", que se identifica con el "seguir" a Jesús,
expresa la respuesta libre de los doce a la llamada del
Maestro. Así sucede con Pedro y Andrés; les dijo:
"'Venid conmigo y os haré pescadores de hombres'. Y
ellos, al instante, dejaron las redes y lo siguieron" (Mt
4,19- 20). Idéntica fue la experiencia de Santiago y
Juan (cf.
Mt 4, 21-22). Así sucede siempre: en la vocación brillan

28
Mensaje para la V jornada mundial de oración para las vocaciones
sacerdotales (19 de abril de 1968): Insegnamenti, VI, 1968, 134-135.
59
El Rito de Admisión

a la vez el amor gratuito de Dios y la exaltación de la


libertad del hombre; la adhesión a la llamada de Dios y
su entrega a Él (PDV 36).

En resumen: podemos decir que la vocación sacerdotal, en


sentido estricto de la palabra, se entiende como un acto de
predilección del amor gratuito de Dios, quien llama y escoge
una persona para la vida y el ministerio sacerdotal; y también se
entiende como un acto de libertad del hombre, con el que el
llamado-escogido responde positivamente, adhiere a la llamada
divina y se entrega a Dios. Por eso, toda vocación, -y en especial
la vocación al sacerdocio ministerial-, es “un misterio
inescrutable que implica la relación que Dios establece con el
hombre como ser único e irrepetible, un misterio percibido y
sentido como una llamada que espera una respuesta en lo
profundo de la conciencia, esto es, en aquel ‘sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz
resuena en la propia intimidad...”’ (GS16) (PDV3S).

Añadimos que la respuesta libre del hombre a la llamada y


elección de Dios para la vocación al sacerdocio ministerial, está
constituida a su vez, según los peritos20 en el tema, por tres
elementos que pertenecen también a la dimensión subjetiva y
personal de la vocación, como son: el proyecto de vida, las
motivaciones validas y la opción o decisión personal.

Los signos o factores externos


Entre los signos o factores externos que manifiestan la vocación
al sacerdocio ministerial, el decreto conciliar Optatam totius
señala varios de ellos, como son: la “recta intención y la

20 Para una mayor información y más precisión sobre estos elementos


remitimos al cap. III (Discernimiento de las vocaciones: ayuda psicológica)
de Griéger R, en Vocación común y Vocaciones específicas, Tomo III
(Aspectos psico-pedagógico-pastorales), bajo la coordinación de Agostino
Favale, Madrid, Edición Atenas, 1984, pp. 89-99.

60
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

libre voluntad”, “la idoneidad espiritual, moral e intelectual”,


“la adecuada salud corporal y psíquica, teniendo en cuenta
también las disposiciones transmitidas tal vez por la herencia
familiar”, “la capacidad para sobrellevar las cargas
sacerdotales y ejercer los deberes pastorales” (cf. 076).
Además, cuando se trata de la vocación al sacerdocio
ministerial o de vocaciones que tocan a la vida de la
comunidad eclesial, los autores acostumbran hablar de la
“llamada de la Iglesia a través del obispo”; y en este caso la
llamada de la Iglesia es decisiva y colorea todos los demás
aspectos.

Al hablar de la formación de los futuros candidatos al


sacerdocio ministerial, Pastores dabo vobis enfatiza varios
aspectos indispensables de la formación humana de los futuros
presbíteros, tales como son: “las cualidades humanas
necesarias al sacerdote”, “la capacidad de relación con los
demás”, “la madurez humana y afectiva”, “la educación a la
libertad y a la conciencia moral” (cf. PDV43).

Aquí, no podemos tratar in extenso cada uno de estos aspectos


muy interesantes; sin embargo, nos limitaremos a reagrupar
todos los factores mencionados reduciéndolos a las cuatro
categorías de señales siguientes: el ambiente general y familiar
donde nace y crece el candidato, la idoneidad o aptitudes, la recta
intención, y la llamada de la Iglesia a través del Obispo.

Digamos ahora una breve palabra sobre cada uno de estos


elementos que tocan muy de cerca a la persona del candidato,
pero que tienen que ver con la “dimensión objetiva” de la
vocación, -según la expresión del Papa Pablo VI-; dimensión
objetiva que debe ser evaluada, y sobre la cual la Iglesia tiene
que pronunciarse, es decir, producir un juicio no sólo
considerando el bien del candidato pero sobre todo al bien
espiritual del pueblo de Dios, el cual tiene derecho a tener
pastores siempre según el corazón de Jesucristo, Buen Pastor.

61
El Rito de Admisión

§ 1 El ambiente general y familiar


Uno de los medios de los que se sirve la Divina Providencia
para manifestar su voluntad a quien está llamado al sacerdocio
ministerial es, sin lugar a duda, el ambiente general y familiar
donde vive el candidato, y esto hasta el momento de tomar la
decisión de responder afirmativamente a la vocación. Este
ambiente -que influye con toda seguridad sobre el elegido de
manera fisiológica, psicológica y moral-, está constituido por
un complejo de cosas diversas (campo, ciudad, situación
económica, etc...), de personas distintas (padre, madre,
hermanos, familiares, amigos, compañeros de escuela, de
juego, de asociación, de movimiento, de profesores, de
apostolado, etc...), de acontecimientos, de encuentros fortuitos,
de exhortaciones directas o indirectas, y de diversas
instituciones (familia, escuela, parroquia, asociaciones o
movimientos parroquiales, colegio, seminario, etc...) (cf. PDV6
8).
Recordamos las acertadas palabras de Pastores dabo vobis
acerca de la influencia de los ambientes sobre un futuro
presbítero:

Las comunidades de las que proviene el aspirante al


sacerdocio, aun teniendo en cuenta la separación que la
opción vocational lleva consigo, siguen ejerciendo un
influjo no indiferente en la formación del futuro
sacerdote. Por eso deben ser conscientes de su parte
específica de responsabilidad. Recordamos, en primer
lugar, a la familia... En estrecha relación con las familias
está la comunidad parroquial... También las asociaciones
y movimientos juveniles... (PDV 68).
Más recientemente, el Papa Juan Pablo n,
prolongando la
reflexión de los documentos conciliares y en particular el
decreto Optatam totius dedicados a la formación sacerdotal,
decía:
... Pero, sobre todo, es necesario crear en torno a ellas (las
vocaciones) un clima favorable: las respuestas de
62
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

los candidatos al ministerio sagrado dependen mucho del


ambiente eclesial. Donde hay familias profundamente
cristianas, parroquias vivas y grupos que transmiten la
alegría de la vida según el Evangelio, también florecen las
vocaciones21 (cf. OT 2).

§ 2 La idoneidad o las aptitudes del candidato


Un segundo elemento objetivo, tal vez el más revelador de la
vocación, del que se sirve Dios para manifestar su voluntad al
llamado y sobre el cual tiene que pronunciarse la Iglesia, es la
idoneidad espiritual, moral e intelectual del candidato, es
decir, este complejo de cualidades o aptitudes personales, tanto
naturales como sobrenaturales que la Divina Providencia, en
vista de la vida y ministerio sacerdotal, comunica al candidato-
elegido. Recordamos el principio enunciado por santo Tomás
de Aquino al respecto:

A los que Dios ha escogido para una determinada misión,


Él los prepara y dispone de tal manera que ellos sean
idóneos para desempeñar el cargo por el que han sido
elegidos. "Dios nos capacitó, escribe San Pablo, para ser
ministros de una Nueva Alianza"(2 Co 3, 6)
(S.T III, q. 27, 4: conclusión).

Este conjunto de cualidades o aptitudes está constituido por


varios aspectos cualitativos, tales como son: la salud física y
psíquica, las virtudes humanas, las cualidades de orden moral,
la cualidades de orden intelectual, la madurez humana y
afectiva, la capacidad de relación con las demás personas, la
educación a la libertad y conciencia moral, etc... También,
aquí, digamos una breve palabra sobre estos aspectos22.

3° El Angelus del Domingo 3 de diciembre de 1995 sobre el decreto Optatam totius;


cf. L'Oss. Rom., ns 49 (665) die. 8 de 1995, p. 1.
22 Sin embargo, para prolongar y profundizar la reflexión sobre estos temas
remitimos a los autores siguientes: Griéger, Paul., Aspectos

63
El Rito de Admisión

La salud física y psíquica. La vida sacerdotal está hecha de momentos


de oración, de estudio, de reuniones diversas, de catcquesis, de
predicación, sobre todo de evangelizaron, y también de múltiples
servicios de noche y de día. Estos servicios se exigen por varias
razones pastorales como son: la administración de los sacramentos,
la orientación de las diversas organizaciones y movimientos
parroquiales, el cuidado de los enfermos, el frecuente contacto con
los jóvenes y las familias en la parroquia. Por todo ello, la vida y el
ministerio sacerdotal no pueden desempeñarse normalmente sin una
buena dosis de salud física. Las normas de la Iglesia sobre este
particular son claras y abundantes en el Concilio Vaticano II y todo
el Magisterio eclesial postconciliar (cf. 076; AP § I, b; CDC1029 y
1051). Podemos afirmar que las diversas cualidades de orden físico
se constituyen sin duda por la integridad corporal, es decir, que no le
falte miembros que impedirían el ejercicio del ministerio, sin
obtener un indulto o dispensa necesaria previa; y por una buena
salud física, es decir, que no se tenga enfermedad crónica, ni
anomalías, ni problema epiléptico, ni estado depresivo.

Además, la salud física debe complementarse con una buena salud


psíquica, es decir, un buen equilibrio psicológico y psíquico, sobre
todo ser libre de defectos psíquicos (AP § I, b). Las cualidades de
orden psíquico pueden ser las siguientes: un buen equilibrio mental,
es decir, que el candidato no sea un super emotivo; una buena
capacidad de relacionarse y comunicarse con los demás, es decir,
normalmente con todas las personas de ambos sexos y de todas las
tendencias; una buena salud

psico-pedagógico-pastorales (especialmente los cap.li-m sobre la antropología


vocacional y el discernimiento de las vocaciones), in Vocación común y
vocaciones específicas. Tomo III, Madrid, Edición Atenas, 1984, pp. 47-120;
Giordani, Bruno, Respuesta del hombre a la llamada de Dios (estudio psicológico
sobre la vocación), edición Atenas, Madrid, 1983; Pigna, Arnaldo, La vocación
(Teología y discernimiento), Madrid, Edición Atenas, 1983; cf. también la
bibliografía sugerida en estos autores.

64
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

mental, por ejemplo, que el candidato no tenga casos de


enfermedades mentales en la familia. San Pablo exigía de Timoteo y
de Tito que los candidatos a la orden sagrada sean irreprensibles,
sobrios, dignos, no arrogantes, ni coléricos, no inclinados al vino, ni
violentos, sino más bien indulgentes, pacíficos, hospitalarios,
moderados, enemigos de pendencias, desprendidos del dinero,
amantes del bien, sensatos, justos, prudentes, dueños de sí, no
orgullosos, sino humildes y sinceros (cf. 1 Tm 3,2-8; Tt 1, 6-9). Son
todas cualidades muy reveladoras del equilibrio psíquico y
psicológico. Algunos sujetos demasiado sentimentales, negados al
sacrificio y al trabajo, con tendencia fuerte al pesimismo, a la
melancolía, a la rebeldía, a la cólera, etc... no son aptos para una
vida que exige fatiga, amor al trabajo, fortaleza, paciencia,
amabilidad, equilibrio y serenidad. Para el estudio de las
contraindicaciones con respecto al discernimiento vocational,
remitimos al estudio32 ya mencionado de P. Griéger.

Las virtudes humanas. Los Obispos recordaron, en el Sínodo de


1990 sobre la formación sacerdotal, que “sin una adecuada
formación humana toda la formación sacerdotal estaría privada de su
fundamento necesario”. Por eso la formación humana del futuro
sacerdote tiene gran importancia en relación con el pueblo de Dios;
“precisamente para que su ministerio sea humanamente lo más
creíble y aceptable, es necesario que el (futuro) sacerdote plasme su
personalidad humana de manera que sirva de puente y no de
obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del
hombre; es necesario que, a ejemplo de Jesús que “conocía lo que
hay en el hombre” (Jn 2, 25; cf. 8, 3-11), el sacerdote sea capaz de
conocer en profundidad el alma humana, intuir dificultades y
problemas,

32 Discernimiento vocacional y contraindicaciones, in Vocación común y


Vocaciones específicas, Tomo III (Aspectos psico-pedagógico-pastorales), bajo
la coordinación de Agostino Favale, Madrid, Edición Atenas, 1984, pp. 113-
121.

65
El Rito de Admisión

facilitar el encuentro y el diálogo, obtener la confianza y


colaboración, expresar juicios serenos y objetivos” (PDV 43).

Por todo esto, los futuros presbíteros deben cultivar una serie de
cualidades o virtudes humanas muy necesarias para formar una
personalidad equilibrada, firme y libre, capaz de llevar el peso de
las responsabilidades pastorales; y eso no sólo para una justa y
necesaria maduración y realización de sí mismos, sino también en
vista de su futuro ministerio. Ya decía al respecto el Concilio
Vaticano II:

Mucho contribuyen a lograr este fin las virtudes que con


razón se estiman en el trato humano, como son la bondad
de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la
constancia, el continuo afán de justicia, la urbanidad y
otras, que el apóstol Pablo encarece, diciendo: "Poned
vuestro pensamiento en todo lo que es verdadero, en todo
lo puro, en todo lo justo, en todo lo santo, en todo lo
amable, en todo lo bien sonante, en cuanto sea virtud, en
cuanto merezca alabanza" (Flp 4, 8) (PO
3) .

La exhortación Pastores dabo vobis completa esta lista interesante


de virtudes humanas, cuando dice:

se hace así necesaria la educación a amar la verdad, la


lealtad, el respeto por la persona, el sentido de la justicia,
la fidelidad a la palabra dada, la verdadera compasión, la
coherencia y, en particular, el equilibrio de juicio y de
comportamiento (PDV 43).

En cuanto a las cualidades de orden morale que son muy


reveladoras de la auténtica vocación, se espera del futuro pastor que
cultive durante su formación aquellas virtudes y cualidades morales
que lo convertirán en el hombre de Dios y en el pastor de las almas y
le permitirán estar a la altura de su misión.

66
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

Estas virtudes constituyen el elemento más importante de la


vocación sacerdotal. Por eso, el candidato necesitará, entre otras
virtudes, de manera especial:

la disponibilidad, actitud del que es capaz de "vivir con",


de configurarse con objetivos comunes, aun cuando éstos
no siempre correspondan a los objetivos personales; la
sociabilidad, actitud del que "vive" para los demás, que es
capaz de integrarse con normalidad en la comunidad; la
generosidad, disposición del que es capaz de superarse
constantemente, de dar a los demás, de entregarse a ellos;
en particular: posibilidad de renunciar al amor humano,
ya que esta renuncia, lejos de restringir las posibilidades
de la caridad y del bien, las aumenta (todo esto supone un
determinado número de cualidades: espíritu de sacrificio,
dedicación, olvido de sí, gusto por el esfuerzo); la piedad,
actitud del que tiende a vencer la naturaleza sensible para
unirse a Dios, principio y fin de la existencia (ciertamente
no se trata de medir la vocación por el número de
oraciones, pero se puede considerar como signo
favorable, un cierto gusto por las cosas de Dios, una
frecuencia regular de los sacramentos, una semilla de
espíritu de fe); el sei-vicio gratuito, actitud de quien busca
comunicar la palabra de Dios, servir a los pobres, el celo
por las obras de la Iglesia, etc.23...

No podemos pasar por alto otras virtudes que se esperan encontrar


en el ministro de Dios, tales como son la humildad, la mortificación,
el desprendimiento de los bienes terrenos, la paciencia, la afabilidad,
la mansedumbre, la dulzura, la prudencia natural y sobrenatural, es
decir, un buen juicio natural, la capacidad de consultar y de escuchar
a los demás, de recibir un consejo; sin olvidar la templanza, la
fortaleza ante las dificultades

23
Ibidem, pp. 104-105.
El Rito de Admisión

de la vida; sobre todo, la fe, la confianza ilimitada en Dios, la


caridad pastoral, el celo apostólico por el bien espiritual de los
demas, el amor a la piedad y al culto divino, sobre todo al culto
eucarístico, con una fe viva en la presencia real de nuestro Señor en
la Eucaristía, una gran veneración y amor por ella, y con
participación activa y devota al Sacrificio eucarístico y en la
Comunión eucanstica.

En la línea de la caridad pastoral, que consiste en el don de sí


mismo por amor, encuentra su lugar la educación de las virtudes de
obediencia, del celibato y de la pobreza. Ya decía el decreto
Optatam totius:

Entiendan con toda claridad los alumnos que su destino no


es el mando ni son los honores, sino la entrega total al
servicio de Dios y al ministerio pastoral. Con singular
cuidado edúqueseles en la obediencia sacerdotal, en el
tenor de vida pobre y en el espíritu de la propia
abnegación, de suerte que se habitúen a renunciar con
prontitud a las cosas que, aún siendo lícitas, no convienen,
y a asemejarse a Cristo crucificado (n° 9; cf. PDV 28-30.
50).

En cuanto al celibato sacerdotal, Pastores dabo vobis tiene esta


palabra acertada, verdadera síntesis entre el conocimiento de las
motivaciones evangélicas y el carisma del celibato:

... el futuro sacerdote debe ser preparado' para conocer,


estimar, amar y vivir el celibato en su verdadera naturaleza
y en su verdadera finalidad, y por tanto, en sus
motivaciones evangélicas, espirituales y pastorales.
Presupuesto y contenido de esta preparación es la virtud de
castidad, "que determina todas las relaciones humanas y
lleva a experimentar y manifestar... un amor sincero,
humano, fraterno, personal y capaz de sacrificios,
siguiendo el ejemplo de Cristo, con todos y con

68
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

cada uno"... El celibato de los sacerdotes reviste la


castidad con algunas características por medio de las
cuales ellos, "renunciando a la sociedad conyugal por el
mismo reino de los cielos (cf. Mt 19,12), se unen al Señor
con un amor indiviso, que está íntimamente en
consonancia con el NT; dan testimonio de la resurrección
en el siglo futuro (cf. Le 20,36) y tienen a mano una ayuda
importantísima para el ejercicio continuo de aquella
perfecta caridad que les capacita para hacerse todo a todos
en su ministerio sacerdotal" (OT 10). En este sentido el
celibato sacerdotal no se puede considerar simplemente
como una norma jurídica, ni como una condición
totalmente extrínseca para ser admitidos a la ordenación,
sino como un valor profundamente ligado con la sagrada
Ordenación, que configura a Jesucristo buen Pastor y
Esposo de la Iglesia, y, por tanto, como la opción de un
amor más grande e indiviso a Cristo y a la Iglesia, con la
disponibilidad plena y gozosa del corazón para el
ministerio pastoral. El celibato ha de ser considerado como
una gracia especial, como un don que "no todos
entienden..., sino sólo aquellos a quienes se les ha
concedido" (Mt 19,11) (PDV 50).

Las cualidades de orden intelectual constituyen también otro signo


importante para el discernimiento de la vocación auténtica. Los
Padres del Sínodo romano de 1990 afirmaban que “si todo cristiano
debe estar dispuesto a defenderla fe y a dar razón déla esperanza que
vive en nosotros (cf. 1P 3,15), mucho más los candidatos al
sacerdocio y los presbíteros deben cuidar diligentemente el valor de
la formación intelectual en la educación y en la actividad pastoral,
dado que, para la salvación de los hermanos y hermanas, deben
buscar un conocimiento más profundo de los misterios de Cristo”
(PDV51: Propositio 26).
i

Se espera que en el candidato al ministerio sacerdotal se encuentre


una inteligencia global de la realidad y de las situacio-

69
El Rito de Admisión

nes humanas. Se reconoce habitualmente por los siguientes


señales: la capacidad creativa para resolver ciertas dificultades y
sobre todo para captarlas; el sentido de los problemas; la capacidad
de desprendimiento, imprescindible para reflexionar y juzgar, para
valorar una situación, para apreciar una relación, un resultado; la
capacidad de pensar por sí mismo, de modo personal y con
independencia de juicio, y todo ello sin ignorar ideas, opiniones o
puntos de vista de los demás, sino confrontándolos lealmente en
relación con la verdad; la capacidad de expresarse lógica y
correctamente; la capacidad normal de elocuencia para poder
preparar y comunicar las homilías, discursos, etc..., a la vez que la
capacidad de adaptarse a su auditorio para hacer pasar el mensaje.

Finalmente, no se requiere que los candidatos posean cualidades


excepcionales, sin embargo se debe asegurar que puedan realizar
buenos estudios generales y aún especializados y, sobre todo, que
tengan rectitud mental (buen sentido, es decir, sindéresis y un sano
juicio). Además, conveniene determinar el tipo de inteligencia de
los candidatos.

Porque la verdad es que hay tipos de inteligencia


defectuosa, es decir, modos defectuosos de captar la
realidad, de valorarla. Algunos de estos modos ofrecen
defectos tales que resultan inconciliables o incompatibles
con una vida comunitaria, propia de personas consagradas
y testigos del Evangelio34.

La madurez humana y afectiva es otro elemento clave en la


valoración de una vocación sacerdotal. Se espera de un candidato al
sacerdocio una persona que va creciendo en la madurez humana y
afectiva. Esta madurez es una realidad compleja que abarca varias
dimensiones humanas como son: el ser una persona

34
Ibidem, pp. 103-104.

70
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

de sano criterio, psicológicamente, afectiva y relacionalmente


madura. Veamos en qué sentido.

El sacerdote debe ser una persona que ha alcanzado la madurez en


sus criterios, por ser guía de una comunidad. El sano criterio se
manifiesta por el respeto a la verdad, la objetividad en sus juicios, el
recto sentido de la justicia, una sana apertura a los cambios y gran
aprecio por la tradición, la sensibilidad a la sabiduría humana, el
juzgar antes de obrar; y muy importante formarse una recta
conciencia moral. Luego, la Optatam totius, en el n° 11, nos ofrece
las principales manifestaciones de un hombre psicológicamente
maduro: la estabilidad de ánimo, la capacidad de tomar decisiones
prudentes, el dominio del propio carácter, la reciedumbre de espíritu
en la defensa de los valores morales, la constancia en sus
actividades, la fidelidad a la palabra dada, la sinceridad, la disciplina
personal y ascesis, la moderación en el hablar, y la buena educación,
la capacidad de alcanzar metas en equipo, la generosidad y
creatividad en el trabajo, la capacidad de aceptación de sí mismo y
de los demás35.

En cuanto a la madurez afectiva, la exhortación postsinodal enseña


que:

La madurez afectiva supone ser consciente del puesto


central del amor en la existencia humana... Se trata de un
amor que compromete a toda la persona, a nivel físico,
psíquico y espiritual, y que se expresa mediante el
significado "esponsal" del cuerpo humano... La educación
sexual bien entendida tiende a la comprensión y realización
de esta verdad del amor humano... que favorezca (también)
la estima y el amor a la castidad, como "virtud que
desarrolla la auténtica madurez

35
Resumimos aquí la presentación hecha al respecto en las Normas
fundamentales para la formación sacerdotal, del Seminario Mayor de San José
de Zipaquirá (Colombia), Zipaquirá, 1994, pp. 9-10.

71
El Rito de Admisión

de la persona y la hace capaz de respetar y promover el


'significado esponsal' del cuerpo humano" (PDV 44).

Por lo tanto, el discernimiento vocacional con relación al


celibato, a las renuncias y a la forma de amor que implica, debe
tener en cuenta los elementos siguientes:

La madurez y el equilibrio afectivo necesarios para una


elección personal, reflexionada, deliberada y prudente, de
esta forma particular de vida y de amor; el sentido de la
sexualidad, del amor humano y de la vida conyugal, el
dominio e integración de los dinamismos sexuales, el
conocimiento y aceptación de sí mismo, la estabilidad
afectiva y capacidad de relaciones a la vez sencillas y
llenas de delicadeza, de discreción y de respeto para con la
mujer; se debe tener en cuenta el conjunto de la
personalidad, su coherencia y su apertura a los demás, la
calidad de la vida espiritual y el sentido apostólico, la
capacidad de renuncia por los valores evangélicos36.

Además, la madurez humana debe preparar al futuro presbítero a


ser una persona madura en la comunión con los demás. “La
humanidad de hoy, condenada frecuentemente a vivir en
situaciones de masificación y soledad sobre todo en las grandes
concentraciones urbanas, es cada vez más sensible al valor de la
comunión: éste es hoy uno de los signos más elocuentes y una de
las vías más eficaces del mensaje evangélico... (Por eso) la
capacidad de relacionarse con los demás es un elemento
verdaderamente esencial para quien ha sido llamado a ser
responsable de una comunidad y ser ‘hombre de comunión’. Esto
exige que el sacerdote no sea arrogante ni polémico, sino afable,
hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón, prudente y

36
Compañía de los sacerdotes de San Sulpicio, La formación psico-nfectiva
de los seminaristas, París 1993, cf. III criterios de discernimiento
(Madurez y motivaciones), p. 5.

72
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

discreto, generoso y disponible para el servicio, capaz de ofrecer


personalmente y de suscitar en todos relaciones leales y
fraternas, dispuesto a comprender, perdonar y consolar” (cf. 1
Tm 3,1- 5; Tt 1, 7-9) {PDV43, 4).

Finalmente, como lo subraya la Exhortación postsinodal, la


madurez humana exige una formación para la libertad y la
educación de la conciencia moral. La formación de la libertad
“se presenta como obediencia convencida y cordial a la “verdad”
del propio ser, al significado de la propia existencia, o sea, al
“don sincero de sí mismo”, como camino y contenido
fundamental de la auténtica realización personal (cf. GS 24).
Entendida así, la libertad exige que la persona sea
verdaderamente dueña de sí misma, decidida a combatir y
superar las diversas formas de egoísmo e individualismo que
acechan a la vida de cada uno, dispuesta a abrirse a los demás,
generosa en la entrega y en el servicio al prójimo” (PDV44, 6).

También muy relacionada con la formación a la libertad está


además la educación de la conciencia moral. Esta se presenta
desde la intimidad del propio “y°” como la obediencia a las
obligaciones morales. Esta “descubre el sentido profundo de esa
obediencia, a saber, ser una respuesta consciente y libre -y, por
tanto, por amor- a las exigencias de Dios y de su amor... El
candidato -afirmaban los Padres sinodales- debe habituarse a
escuchar la voz de Dios, que le habla en su corazón, y adherirse
con amor y firmeza a su voluntad para poder luego cumplir sus
obligaciones con Dios y la Iglesia y guiar con sabiduría las
conciencias de los fieles” (PDV44, 7).

§3 La rectitud de intención
Antes de pronunciar su llamada la Iglesia se detiene en un tercer
elemento objetivo, también importante, la recta intención. Se
define habitualmente la recta intención:
A
-*/

BI'BUOTt C A
E SUBA 73
¿ci Confio i*
El Rito de Admisión

como la disposición de la voluntad de consagrar la propia vida, con plena


conciencia, para cumplir aquello !
1
que la Iglesia exige de sus sacerdotes... se trata, pues, de
algo muy distinto de la simple atracción sensible o del j
simple deseo. La intención recta o sobrenatural es un compromiso del
hombre entero; con todas sus fuerzas - i
vitales: su corazón, ciertamente, pero también su
inteligencia y su voluntad iluminadas por la fe,
sostenidas por la caridad. Es un ofrecimiento de sí,
total, para una misión claramente percibida y aceptada
de la mano de Dios por medio de la Iglesia, teniendo en
cuenta la grada, con la cual es cierto que se puede
contar con todo derecho37.

Por intención recta se entiende una voluntadfirme, aclarada y *


permanente, aún si la intención de esta voluntad puede cono
cer o pasar por altibajos inevitables y normales. Además, esta
intención de la voluntad tiene que ser recta, es decir, motivada
por razones o motivos sobrenaturales, y no egoístas, o
interesados y naturales. Aquí, corresponde al director espiritual
ayudar a discernir las verdaderas motivaciones sobrenaturales de
los motivos puramente naturales. Es evidente que las
motivaciones tienen que ser sobrenaturales. La ayuda del
director es precisamente para evitar que el candidato al
sacerdocio se equivoque o mantenga una ambigüedad o
confusión al nivel de sus motivaciones. Las verdaderas
motivaciones deben ir en el sentido de la entrega a Dios, del
servicio a la Iglesia y a sus hermanos; el deseo de dar a Dios a
los hombres, dar la vida divina a sus hermanos. Todo ello exige
entrega y consagración total a Dios y a la Iglesia en lo que se
refiere a la Evangelización, a la santificación y salvación de los
hombres. Todos motivos bien distintos a los puramente
naturales y humanos como prestar una especie de servicio
social, una simple función pública para alcanzar un cierto
estatuto social o promoción social personal.

37
Griéger, Paul, Vocación común y vocaciones especificas, T. III, p. 101.

74
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

Como lo afirma el padre Raymond Hostie:

El examen de la motivación se reduce a la verificación


de una sola constante. Desde siempre/ la Iglesia ha
considerado que sólo el amor total y el servido
exdusivo de Dios fundamenta toda vocadón. Puesto
que el segundo mandamiento no difiere del primero, es
natural que la voluntad de consagrarse del todo a Dios
vaya a la par con una caridad que se extienda al
prójimo. Según los casos, la consagradón personal
reviste formas llamadas contemplativas o activas.
Contempladón o unión con Dios y acdón o irradiadón
de este amor no deben en ningún caso concebirse
como exduyéndose. La una implica la otra. El amor
total de Dios, y del prójimo en Dios, es la esenda de
toda vocadón38.

Finalmente, podemos decir que es tarea del director espiritual


ayudar para que en el momento de la decisión la elección, por
parte del candidato, no sea oscurecida por alguna
preocupación de orden afectivo; no sea precipitada o
prematura, motivada por ejemplo por un disgusto momentáneo
ante la sociedad que lo rodea, que no sea hecha bajo alguna
presión externa o intema. Querer es decidir, es elegir entre
varias tendendas posibles que atraen, pero que se oponen. “Si
se realiza una decisión de elección es porque se ha medido el
sacrificio que es necesario mantener para excluir las otras
posibilidades que se hubieran podido seguir y que, sin
embargo, se deja al lado”. En los casos de duda vocacional,
por parte del candidato, se le aconsejara orar, reflexionar,
escuchar el parecer de su director espiritual, conversar con él
de sus propias reflexiones. Pero la última palabra la tiene el
candidato. Y esta palabra debe siempre ser iluminada por la
gracia, por el encuentro personal permanente con el Señor,

38
Hostie, R., Le discernement des vocations, Collection Bibliothéque
d'Études psycho-religieuses, Desclée de Brouwer, Bruges (Belgique),
1966, pp. 78-79; la tradución castellana es personal.
75
El Rito de Admisión

a través de la oración, el discernimiento espiritual, y de los


sacramentos etc. Como lo observa P. Griéger:

Y como siempre, la salvación se halla en el movimiento


generoso del alma, que responde con un acto de amor a
las solicitaciones de la gracia. De ahí, pues, la gran
importancia que tiene el que los aspirantes a la vida
sacerdotal encuentren personalmente a Dios; que a
través del Evangelio y de los sacramentos traten con
Cristo como con una persona siempre actual,
merecedora de su admiración y de su seguimiento y
cuyo amor conlleva exigencias, aun respetando nuestra
libertad... Mantener este contacto personal y vivo con él
es ofrecer a la vocación sacerdotal o religiosa la
garantía más segura tanto en su nacimiento como en su
maduración24.

§ 4 La llamada de la Iglesia a través del Obispo


El último elemento objetivo de la vocación al sacerdocio
ministerial es la llamada de la Iglesia a través del Obispo o del
Superior mayor competente. La Iglesia no solamente se empeña
en promover, sino también en seleccionar y juzgar las
vocaciones sacerdotales. Como lo recuerda el Vaticano II: es la
divina Providencia la que “da las cualidades necesarias y ayuda
con su gracia a los hombres elegidos por Dios para participar del
sacerdocio jerárquico de Cristo”, y es la misma Providencia que,
al mismo tiempo, “encomienda a los legítimos ministros de la
Iglesia (Obispos) el que, una vez comprobada la idoneidad,
llamen a los candidatos que piden tan alto ministerio, con
intención recta y plena libertad, y, una vez bien conocidos, los
consagren con el sello del Espíritu Santo para el culto de Dios y
servicio de la Iglesia” (072; también PDV65).

Por consiguiente, nadie puede sentirse definitivamente llamado


antes de dicha llamada de la Iglesia, -a través de la llamada del

24 Griéger, Paul, Vocación común y vocaciones específicas, T. III, p. 102.

76
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

Obispo o Superior mayor-, y eso a pesar de la recta intención y


del conjunto de las cualidades suficientes o idoneidad; en una
palabra, nadie puede afirmar con certeza que tiene vocación al
sacerdocio ministerial sin dicha llamada de la Iglesia. Sin
duda el conjunto de las aptitudes o cualidades son un requisito
básico de toda vocación, pero “el elemento esencial y
prevalente es la iniciativa sobrenatural de Dios y de la Iglesia,
que con íntima inspiración y con el reconocimiento público
selecciona y asume los elegidos”. Podemos recordar con el P.
Anastasio del S. Rosario que:

... la vocación es una realidad que nace de ujia doble


intervención: de Dios invisible y de la Iglesia visible
(cf. la explicación de Pablo VI, transcrita en la nota 66
de la PO 11). Es, pues, de importancia fundamental
observar que, tanto la invitación interior de Dios, como
la llamada exterior de la Iglesia/ pertenecen al orden
de las realidades sobrenaturales, como son la gracia
divina y el ministerio jerárquico. La vocación, por
consiguiente, es siempre un don y nunca un derecho,
siendo verdad también que Dios no hace el don sin
capacitar antes para los mismos y que la Iglesia no los
confiere a los ineptos40.

En este sentido, se puede afirmar que la llamada de la Iglesia


que sanciona la autenticidad de la vocación “no es
simplemente como un factor extrínseco, sino más bien el
elemento constitutivo esencial de la vocación entendida en su
contenidoformal, es decir, en cuanto “llamada”... Con la
intervención definitiva de la Iglesia (a través del Obispo o
Superior mayor) -intervención que Pablo VI llamaba “el
momento canónico-

40
Anastasio del Santísimo Rosario, Teología della vocazione religiosa, en
Riv. Vita Spirituale, 16 (1962), pp. 6-8; citado por Pigna, A., La
vocación (Teología y discernimiento), Madrid, Atenas, 1983, pp. 204-
207.
77
El Rito de Admisión

religioso de la vocación”25- se manifiesta definitivamente al


elegido la llamada, terminando con ello todas las posibles
incertidumbres. En adelante, el llamado no hará otra cosa que
seguir adelante con fe inmutable...”26. Por eso, Dom Bernardo
Botte, resumiendo su estudio sóbrelas oraciones de la
ordenación, escribe: “Cualquiera que sea el modo de
designación de la persona, es la gracia divina que elige, y esta
elección se realiza por el acto mismo de la ordenación y por el
intermedio de los miembros de esta Jerarquía”27.

De esta manera, podemos decir que la llamada de Dios o la


vocación encuentra su integridad y su perfección únicamente cuando la
aceptan, admiten y guían los pastores que representan a la Iglesia. Dicha
integridad y perfección de la vocación se dan sólo cuando se realiza la
convergencia entre los signos internos (subjetivos) -es decir, la llamada
de Dios y la respuesta personal p libre del candidato, cuya decisión
ha sido reflexionada, motivada,
orada y discernida con la ayuda del director espiritual, quien no
decide por el candidato sino que aconseja la decisión libre- y los
signos externos (objetivos) de la vocación -es decir, el estudio
minucioso del ambiente general y familiar, de la idoneidad o
cualidades morales, espirituales e intelectuales, de la rectitud de
intención-, y una convergencia confirmada por la llamada de la
Iglesia a través del Obispo o del Superior mayor. Esta
convergencia se realiza, como lo afirma R. Hostie, en el
momento en que,

...el juicio del candidato a la profesión (religiosa) o al


sacerdocio (ministerial): Yo soy llamado por Dios y me
comprometo alcanza el juicio del Superior mayor o del

25 Cf. Mensaje con motivo de la jomada mundial de vocaciones, 14 de febrero de


1974.
26 Pigna, A., La vocación (Teología y discernimiento), Madrid, Atenas, 1983,
pp. 206-207.
27 L'Ordre d'aprés les priéres d'ordination, dans Etudes sur le sacrement de
l'Ordre (Lex orandi, 22), Paris 1957, p. 31; citado por Lécuyer, J., L'iden ti
té du prétre au second Concile du Vatican, in Seminarium, n® 1 (1978), n®
2, pp. 23-26.

78
Naturaleza y Significación Teológica del Rito de Admisión

Obispo: Él está llamado y lo llamo yo. El primer juido


está confirmado por el segundo. La fusión de estos dos
juidos llevados en conodmiento de causa, es el
resultado de un largo camino de la grada operante a la
vez en el alma del candidato y en la comunidad
edesial44.

Por consiguiente, la autoridad eclesiástica, tanto diocesana


como religiosa, no sólo tiene el derecho sino el deber de
utilizar todos los medios necesarios para conocer la idoneidad,
la rectitud de intención, las motivaciones del candidato y
realizar, así, una estricta selección.

Por eso, primero, el Obispo y, luego, los Superiores de


Seminarios Mayores “reciben el mandato de la autoridad de la
Iglesia para reconocer a quienes son verdaderamente llamados
por Dios... Este reconodmiento desde el momento de ingresar
en el Seminario termina con la admisión a las órdenes
(sagradas) en caso positivo; en casos negativos termina, por el
contrario, descartándolos apenas se haya formado un juicio
sobre la no idoneidad del sujeto”45. Esta misma
responsabilidad Pastores dabo vobis la reafirma y la extiende
también al mismo equipo de los formadores del Seminario
cuando afirma que:

... respetando la distinción entre fuero intemo y


externo, la conveniente libertad en escoger confesores,
y la prudencia y discreción del ministerio del director
espiritual, la comunidad presbiteral de los educadores
(del equipo formador) debe sentirse solidaria en la
responsabilidad de educar a los aspirantes al
sacerdocio. A ella.

44
Hostie, R., Le discernement des vocations, Collection Bibliothéque
d'Etudes psycho-religieuses, Desclée de Brouwer, Bruges (Belgique)
1966, chap. II: Les auteurs du discernement, pp. 21-32, spécialemente;
pp. 31-32.
45
Esta cita, que corresponde al apartado § 1 de la Carta al Episcopado de
la Sagrada Congregación de Seminarios (27 de septiembre de 1960), es
reseñada por R Pigna en su obra. La vocación (Teología y
discernimiento), Madrid, Edición Atenas, 1983, pp. 207.

79
El Rito de Admisión

siempre contando con la conjunta valoración del


Obispo y del rectos corresponde en primer lugar la
misión de procurar y comprobar la idoneidad de los
aspirantes en lo que se refiere a las dotes espirituales,
humanas e intelectuales, principalmente en cuanto al
espíritu de oración, asimilación profunda de la doctrina
de fe, capacidad de auténtica fraternidad y carisma del
celibato (PDV 66).

Por eso, en el momento de la evaluación final y definitiva, es


importante que el Rector con su Consejo dé a conocer al Obispo
o Superior mayor, -después de consultar también a otros
colaboradores: profesores, párrocos, religiosas o fieles-, el
informe confidencial sobre aptitudes, limitaciones y fallas de
cada candidato, para que el Obispo pueda tener todos los
elementos necesarios para juzgar y tomar la decisión definitiva
de llamar o no llamar al sacerdocio ministerial los candidatos
que le son presentados, y eso en pleno conocimiento de causa.
Recordamos que nunca el director espiritual tiene el derecho de
hablar a favor o en contra de su dingido ni en el consejo ni al
Obispo. Cuando el Consejo presidido por el Rector hace la
evaluación de la petición de un candidato para uno de los
ministerios o para una de las órdenes sagradas, es muy
conveniente que el Obispo conozca el resultado de la votación
(número de votos positivos y negativos), si él mismo no ha
estado presente en el momento de la evaluación y votación de
cada mío de los miembros del Consejo de los formadores del
Seminario. Cuando la segunda votación de los miembros del
Consejo llega al resultado siguiente, por ejemplo: 5 votos
negativos y 4 votos positivos, hay que ser firme. La escasez de
sacerdotes no debe interpretar la votación, ni las influencias
sociales o las amistades. Conviene recordarla recomendación del
Concilio de Letrán (1215): “Mas vale pocos, pero buenos
sacerdotes, que muchos malos”; y aquella del Papa Pío XI
(1938): “Hay que ser muy severo para la admisión de los
candidatos al sacerdocio”. En estas circunstancias, siempre hay
que considerar más el bien de la Iglesia o del pueblo de Dios
que el del candidato.
3
ASPECTOS CANÓNICOS DEL RITO DE
ADMISIÓN

En este apartado queremos dedicar una palabra sobre los


distintos aspectos o elementos canónicos implicados en el rito
de la admisión. Son elementos que conciernen primero al
ministro, luego al sujeto: pensamos en los aspirantes
diocesanos y en los profesos religiosos; finalmente, a los
requisitos y compromisos, así como a las circunstancias del
rito de admisión.

3.1 EL MINISTRO DE LA CELEBRACIÓN DEL


RITO DE ADMISIÓN
El Superior competente, tanto para la aceptación de la petición
de admisión como para la celebración del rito mismo, es el
mismo Ordinario, es decir, el Obispo y el Superior mayor, en
el caso de los Institutos religiosos clericales46.

Por “Institutos religiosos clericales” se entienden todos los


Institutos eclesiásticos cuyos miembros están obligados por
votos o promesas (tanto públicos como privados), reconocidos
por la Iglesia, y que en gran parte acceden por constituciones
al Sacerdocio ministerial. Así por ejemplo los Órdenes
monásticos y mendicantes, las Congregaciones, las Sociedades
apostólicas de vida común sin votos (Oratorianos, Sacerdotes
de la Misión, Sulpicianos, Eudistas, etc...) y los llamados
“Institutos seculares ” (por ejemplo la Compañía de San
Pablo, el Instituto del Prado, el Instituto carmelitano Nuestra
Señora de la Vida, etc...).

46
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, III, p. 11.

81
El Rito de Admisión

Por “Superior mayor” se entiende aquellos que gobiernan todo


el Instituto, una provincia de éste u otra parte equivalente a la
misma, o una casa independiente, así como sus vicarios. A
éstos se añaden el Abad Primado y el Superior de una
Congregación monástica, el Superior general de Instituto, el
Superior provincial y sus vicarios47.

Los miembros de los Institutos religiosos “no clericales”, a los


cuales eventualmente se les concede recibir las órdenes
sagradas, son admitidos como candidatos a las mismas órdenes
por el Obispo diocesano48.

3.2 EL SUJETO DEL RITO DE ADMISIÓN


Aspirantes a las Órdenes sagradas
El rito concierne sólo a aquellos que, dando muestras de
verdadera vocación al ministerio sacerdotal y capacidad para
responder a todas las exigencias específicas del ministerio,
aspiran al orden sagrado, es decir, al diaconado tanto
permanente como transitorio y al presbiterado49.

El rito no concierne de hecho a aquellos que, una vez


satisfechos los debidos requisitos, desean ser instituidos en el
ministerio de lector o acólito y ejercer sus respectivas funciones,
pero que todavía no tienen vocación al ministerio sacerdotal y
no aspiran a recibir el orden sagrado. Para ser admitido a los
ministerios laicales basta que el Superior competente acepte la
petición formal.

47
Cf. CDC 620-622.
48
Cf. CDC 588; sin embargo los profesos de Institutos religiosos clericales,
que se preparan a la Orden sagrada, no están obligados a este rito: cf.
Pablo VI, carta apostólica Ad pascendum, I, a, p. 10.
49
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, I, b-c, pp. 10-11; Pontifical y
ritual Romanos, Admisión de candidatos: Homilía, pp. 170-171.

82
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

Profesos de Institutos religiosos clericales Al rito de


admisión y a la petición previa no están obligados los profesos
de Institutos religiosos clericales, que se preparan al
Sacerdocio ministerial50.

Por “Institutos religiosos clericales” se entienden los Institutos


eclesiásticos cuyos miembros, obligados por votos de carácter
permanente (perpetuos, solemnes o simples), acceden en gran
parte al Sacerdocio ministerial51.

Por “profesos” se entienden también los profesos de votos


temporales. De hecho, en el texto se habla de “profesos”, sin
especificar si se trata de votos solemnes, perpetuos o
temporales; los religiosos que emiten votos temporales,
llamados “clérigos”, es decir, que se preparan al Sacerdocio
ministerial, con la misma profesión emitida y aceptada en
público por disposición de la Iglesia, expresan la voluntad de
acceder al Sacerdocio ministerial, viviendo en comunidad; la
misma madurez, exigida para la admisión de los candidatos a
la orden sagrada, es exigida para la profesión también de los
votos temporales. Hay cierta analogía con la disciplina
anterior, que aceptaba que el Superior mayor pueda entregar a
los religiosos las cartas “dimisorias” para la Primera Tonsura y
las órdenes menores52.

La Iglesia considera dicha profesión como expresión de


suficiente madurez en el propósito de recibir las órdenes
sagradas, y por eso equivalente y substitutiva del rito de
“admisión de los candidatos a la orden sagrada”.

Cuando se habla de “profesos” por referencia a aquellos que se


preparan a la orden sagrada y a quienes se les exige haber

50
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, I, a, pp. 10; Pontifical y
ritual Romanos, Admisión de candidatos: Normas generales, pp. 170.
51
Cf. CDC 588 § 2.
52
Cf. CDC 1019 § 1; 1052 § 2.

83
El Rito de Admisión

iniciado el curso de los estudios teológicos como a los


aspirantes al sacerdocio ministerial, es evidente que no se trata
de los profesos llamados “hermanos o frailes, laicos, conversos,
cooperadores, etc.”... Sin embargo, estos últimos pueden ser
admitidos por el Superior mayor a los ministerios de Lector y
de Acólito, como cualquier otro simple fiel que no aspira a la
orden sagrada53.

Es oportuno recordar que permanece intacto el derecho


exclusivo de la Santa Sede de examinar y aprobar los votos de
los Capítulos generales por lo que se refiere a la institución del
Diaconado permanente entre los religiosos54.

3.3 LOS REQUISITOS Y COMPROMISOS


Requisitos para los aspirantes
En realidad, pueden ser aceptados únicamente los que den
muestras de verdadera vocación al sacerdocio ministerial y que,
adornados de buenas costumbres y libres de defectos psíquicos
y físicos, deseen dedicar su vida al servicio de la Iglesia, para la
gloria de Dios y el bien de las almas55.

Es necesario también que los que aspiran al Diaconado


transitorio hayan cumplido al menos los veinte años y hayan
empezado los estudios teológicos. Además, este rito de
admisión se celebrará sólo cuando los aspirantes, juzgados
idóneos, hayan alcanzado ya una suficiente madurez personal56.

53
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, 1, a, p. 10; Carta apostólica
Ministerin quaedam, II! y VIII.
54
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Sacrum Diaconatus Ordinem, dada en
forma de Motu proprio, para restablecer el diaconado permanente en la
Iglesia Latina (18 de junio de 1967), VII, nn. 32-35: in Documentación
Litúrgica postconciliar Enchiridion, preparado por Andrés Pardo,
Barcelona, Editorial Regina, 1992, p. 840.
55
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, I, a, p. 10.
56
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, I, b-c, pp. 10-11; Pablo VI,
Carta apostólica Sacrum Diaconatus Ordinem, II, nn. 4-10.

84
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

Para ayudar a alcanzar la suficiente madurez personal, tanto


afectiva como espiritual, en el discernimiento vocacional y la
opción definitiva a favor de la recepción del orden sagrado, los
estudios filosóficos y teológicos son sin duda un medio
importante, pero también la experiencia de la vida comunitaria
del Seminario y el compromiso apostólico correspondiente, y
sin descuidar también una profunda experiencia de vida
espiritual57.

Se requiere también por parte de los aspirantes que hagan la


libre petición, escrita de propia mano y firmada por ellos,
donde manifiestan su entera libertad y su plena conciencia con
respecto a todas las responsabilidades y de todo lo que conlleva
dicha petición; luego, más tarde, llegado el momento antes de
la ordenación diaconal tendrán que hacer una declaración
escrita también de propia mano y firmada, con la que
atestiguarán que quieren recibir espontánea y libremente la
orden sagrada58.

Compromisos y derechos de los candidatos


En virtud de su aceptación, el candidato ha de prestar especial
atención a su vocación y al desarrollo de la misma; y adquiere
el derecho a las ayudas espirituales necesarias para poder
cultivar la vocación y seguir incondicionalmente la voluntad de
Dios, sin ponerle ninguna condición. De hecho, gran parte de la
ayuda

57
Cf. Concilio Vaticano II, Decreto Optatam totius 8; precisamente en este
sentido insiste la Exhortación apostólica postsinodal Pastores áabo vobis
para presentar todo el proceso de maduración y de formación de los
candidatos al sacerdocio ministerial, como un vivir, al estilo de los
Apóstoles, en el seguimiento de Cristo; y así enfoca las diversas
dimensiones de la formación: la formación humana como el fundamento
de toda la formación sacerdotal, la formación espiritual como comunión
con Dios y búsqueda de Cristo, la formación intelectual como una
inteligencia de la fe, y la formación pastoral como un comunicar la
caridad de Cristo Buen Pastor (cf. Indice del cap. V, pp. 226).
58
Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ad pascendum, I, a y V, pp. 10-11; CDC
1034 § 1.
85
El Rito de Admisión

que le ofrecerá el Seminario -pero de manera especial e


indispensable el director espiritual-, será precisamente sobre el
discernimiento vocational, la respuesta incondicional a la
llamada de Dios, como también el crecimiento y el
fortalecimiento de su vida cristiana, concebida toda como “un
vivir, como los Apóstoles, en el seguimiento de Cristo”28.

Como se ha dicho más arriba en la reseña histórica, el rito de


admisión no califica como “clérigos” a los candidatos a las
órdenes sagradas. Se llega a ser “clérigos” sólo con la
consagración que proviene de un sacramento, es decir, con la
ordenación diaconal que, conferida al final del tercer ano de
teología o durante el cuarto año, introduce una distinción de
derecho divino entre clérigos y laicos. Recordamos que la
anterior disposición jurídico-litúrgica que hacía “clérigos” con la
primera Tonsura, conferida al inicio del primer año del curso de
teología ha sido abolida, probablemente por motivos de
inmadurez e inestabilidad de los candidatos a la clericatura29.

Finalmente, puede ser interesante dar a conocer que, en la


Diócesis de Roma, se tiene la siguiente norma para los
seminaristas que reciben el rito de Admisión o de la
Candidatura: ... el uso del hábito eclesiástico o religioso será de
vigor también en el periodo de la formación en los Seminarios y
en los Colegios a partir del rito de admisión de los candidatos al
sacerdocio y, en los centros de estudio religiosos, a partir de la
primera profesión religiosa. Esta norma corresponde al último
numeral (n° 6) de Las normas acerca del hábito eclesiástico

28
Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, p.
113; cf. Carta apostólica Ad pascendum, I, c, p. 11; también Pontifical y
ritual Romanos, Admisión de candidatos (Examen), p. 172.
29
Cf. Carta apostólica Ad pascendum, Introducción § 16, IX; Carta apostólica
Ministerio quaedam I; Pablo VI, Carta apostólica Sacrum Diaconatus
Ordinem, IV, n° 18; CDC 266 § 1, 2, 3.

86
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

para RomabX prescritas por el Cardenal Vicario General de la


Diócesis de Roma, como respuesta a la petición62 escrita del
Papa Juan Pablo II, en la que el Santo Padre explicaba los
motivos para llevar el vestido eclesiástico y religioso (la sotana
o el clergyman: cf. n° 2).

Cf. L'Oss. Rom., 18-19 ottobre 1982; la traducción castellana del numeral
(n° 6) es personal, del Padre Jaime D'Arcy S. pss.
62 Transcribimos algunos apartes de la Carta del Santo Padre, Juan Pablo II,
al Cardenal Vicario General de Roma sobre el vestido eclesiástico y
religioso como signo y testimonio en el mundo (septiembre 8 de 1982); cf.
Revista Diocesana di Roma, nn. 11-12 nov.-dic. 1982; la traducción
castellana es personal, del Padre Jaime D'Arcy S. pss.
"...Más de una vez en los encuentros con los sacerdotes he expresado mi
pensamiento al respecto, subrayando el valor y el significado de tal signo
distintivo, no sólo porque contribuye al decoro del sacerdote en su
comportamiento externo o en el ejercicio de su ministerio, sino sobre todo
porque evidencia en medio de la comunidad cristiana el testimonio público
que cada sacerdote debe dar de la propia identidad y de su pertenencia a
Dios. Y puesto que este signo expresa concretamente nuestro "no ser del
mundo" (cf. Jn 17, 14), en la oración compuesta para el Jueves Santo de
este año, aludiendo al vestido eclesiástico, me dirijo al Señor con esta
invocación: "haz que no entristezcamos a tu Espíritu... con lo que se
manifiesta como un deseo de esconder el propio sacerdocio ante los
hombres y evitar toda señal externa" (AAS 74, 1982, p. 526).
Invitados por Cristo para anunciar el Evangelio, tenemos un mensaje para
transmitir, que se expresa sea con palabras, sea también con signos
externos, sobre todo en el mundo de hoy que se muestra tan sensible al
lenguaje de las imágenes. El vestido eclesiástico, como aquel religioso, tiene
un significado particular: para el sacerdote diocesano éste tiene
principalmente un carácter de signo, que lo distingue del ambiente seglar
en el que vive; para el religioso y para la religiosa éste expresa también el
carácter de consagración y evidencia la finalidad escatológica de la vida
religiosa. Por tanto, el hábito eclesiástico sirve a los fines de la
Evangelización y ayuda a reflexionar sobre la realidad que nosotros
representamos en el mundo y sobre el primado de los valores espirituales
que nosotros defendemos en la existencia del hombre. Por medio de este
signo les queda más fácil a los demás llegar al Misterio, del cual somos
portadores, a Aquel al que pertenecemos y que queremos anunciar con
todo nuestro ser...
En la ciudad secular moderna donde se ha perdido el sentido de lo
sagrado, la gente tiene más necesidad de estos signos de Dios, que no
pueden descuidarse sin un cierto empobrecimiento de nuestro servicio
sacerdotal...".

87
El Rito de Admisión

Ministerios y su ejercicio
Los candidatos, si no los hubieran recibidos todavía, deben
recibir los ministerios de Lector y de Acólito, y ejercerlos por
un tiempo conveniente, para disponerse mejor a los futuros
servicios sacerdotales de la palabra de Dios y del altar. La
dispensa de recibir los Ministerios está reservada a la Santa
Sede63.

La necesidad de recibir y ejercer los ministerios del lectorado y


acolitado antes del diaconado, no es una necesidad intrínseca,
puesto que sus oficios están contenidos en el mismo diaconado.
Sin embargo, es una necesidad disciplinar de la Iglesia, sugerida
por motivos tanto históricos, litúrgicos como psicológicos,
pedagógicos y prácticos. Dichos motivos deben comprenderse,
en el largo proceso de formación, como una progresiva
profundización de la vocación al ministerio sacerdotal y una
preparación espiritual y práctica de los futuros diáconos y
presbíteros al ministerio de la palabra de Dios y del servicio del
altar.

La Iglesia,

precisamente porque "nunca ha cesado de tomar y


repartir a sus fíeles el pan de vida que ofrece la mesa de
la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (Dei Verbum
21), considera muy oportuno que los candidatos a las
órdenes sagradas, tanto con el estudio como con el
ejercicio gradual del ministerio de la Palabra y del Altar,
conozcan y mediten, a través de un íntimo y constante
contacto, este doble aspecto de la función sacerdotal.
De esta manera, resplandecerá con mayor eficacia la
autenticidad de su ministerio. Así, de hecho, los
candidatos se acercarán a las órdenes sagradas
plenamente

63 Cf. Carta apostólica Ad pascendum, II, p. 11; Carta apostólica Ministeria


quaedam, XI, p. 10; CDC 1035 § 1.
88
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

conscientes de su vocación, llenos de fervor, decididos a


servir al Señor, perseverantes en la oración y generosos
en ayudar en las necesidades de los santos64 (cf.
Rm 12, 11-13).

Por esta razón, refiriéndose al ministerio de la palabra, el Papa


Juan Pablo II en su reciente Exhortación apostólica Pastores
dabo vobis insiste en este aspecto importante del futuro
ministerio sacerdotal, cuando escribe que

el conocimiento amoroso y la familiaridad orante con la


Palabra de Dios revisten un significado específico en el
ministerio profético del sacerdote, para cuyo
cumplimiento adecuado son una condición
imprescindible, principalmente en el contexto de la
"nueva evangelizaron", a la que hoy la Iglesia está
llamada. El Concilio exhorta: "Todos los clérigos,
especialmente los sacerdotes, diáconos y catequistas
dedicados por oficio al ministerio de la palabra, han de
leer y estudiar asiduamente la Escritura para no
volverse 'predicadores vacíos de la palabra, que no la
escuchan por dentro'" [San Agustín, Serm. 179,1: PL
38, 966] (Dei Verbum 25) (nö 47 §3).

Y refiriéndose también al ministerio del altar escribe como

... los sacerdotes, por su condición de ministros de las


cosas sagradas, son sobre todo los ministros del
Sacrificio de la Misa, su papel es totalmente
insustituible, porque sin sacerdote no puede haber
sacrificio eucaristía). Esto explica la importancia
esencial de la Eucaristía para la vida y el ministerio
sacerdotal y, por tanto, para la formación espiritual de
los candidatos al sacerdocio65.

64 Carta apostólica Ad pascendum, Introducción, § 17.


65 PDV 48 § 2-3.

89
El Rito de Admisión

3.4 LAS CIRCUNSTANCIAS DEL RITO DE


ADMISIÓN
Intersticios
Deben respetarse los intersticios, es decir, los determinados
períodos de tiempo establecidos por la Santo Sede o por las
Conferencias Episcopales, entre la Institución de los ministerios
del lectorado y acolitado, -que tendrá lugar durante el curso de
teología-, y también entre el acolitado y el diaconado30.

Los dos Motu proprio Ad pascendum y Ministerio, quaedam


dicen que corresponde a la Santa Sede y a la Conferencia
Episcopal establecer los intersticios entre los ministerios de
lector y acólito. Hasta el momento ignoramos la existencia de
alguna norma precisa que fije claramente un tiempo mínimo
entre la recepción del lectorado y la del acolitado. Actualmente,
la práctica de los seminarios es la de mantener un intervalo de
cinco o seis meses entre la institución del lector y del acólito, es
decir, el espacio de un semestre a otro. El nuevo\Código de
Derecho Canónico se limita a señalar que ha de haber un tiempo
suficiente para ejercer el acolitado. En cambio, fija en seis
meses el intersticio entre el acolitado y el diaconado transitorio
o permanente (cf. 1035 § 2). Luego no se habla de intersticio
entre el rito de admisión y los ministerios instituidos, o el rito de
admisión y el diaconado, sin duda porque el rito de admisión no
es ni institución en un ministerio ni una ordenación.

El ejercicio progresivo de los ministerios, regulado por los


intersticios y hecho más consciente por los estudios teológicos,
sirve de verdadera ayuda pedagógica en el proceso de formación
de los candidatos para que reciban la orden sagrada, con mayor
consciencia y determinación31.

30 Cf. Carta apostólica Ad pascendum, IV, p. 11; Carta apostólica Ministen«


quaedam, X, p. 10; CDC 1035 § 1 y 2.
31 Cf. Carta apostólica Ad pascendum, Introducción, § 17, p. 10.

90
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

Tiempo y lugar de la celebración


El rito de la admisión de los candidatos puede celebrarse en
cualquier tiempo, pero principalmente en los días de fiesta.
Obviamente, la preferencia se sugiere por motivos pastorales
para permitir la participación del pueblo de Dios a la celebración
que debe ser pública, pues pública debe ser la manifestación de
la intención de los aspirantes de recibir un día las órdenes
sagradas, y pública también la aceptación que hace la Iglesia de
esta determinación de los candidatos a través del Obispo o del
Superior mayor, como ya se indicó más arriba32.

En cuanto al momento preciso para celebrar el rito de admisión,


en el proceso de formación de los candidatos a la orden sagrada,
lo único que se indica en la Carta apostólica Ad Pascendum es
que los candidatos al diaconado transitorio hayan cumplido al
menos veinte años de edad y que hayan empezado los estudios
teológicos; además, deben recibirlos ministerios de lector y de
acólito y ejercerlos durante un tiempo conveniente, antes de
recibir la sagrada orden del diaconado.

Teniendo en cuenta lo anterior, dichos candidatos podrían


celebrar perfectamente el rito de admisión antes o después de la
colación de los ministerios mencionados. Sin embargo, teniendo
en cuenta el sentido pedagógico de todo el proceso de formación
en el Seminario Mayor, se justifica perfectamente la celebración
del rito de admisión en el momento de iniciar los estudios
teológicos, después de la filosofía, como se viene practicando en
varios Seminarios mayores de Colombia; aún si, en ciertos
casos, conviene celebrarlo después de la colación de los
ministerios, especialmente cuando los candidatos a la orden
sagrada han sido primero laicos comprometidos que han
recibido y ejercido estos ministerios laicales antes de discernir
una vocación al sacerdocio ministerial y de ingresar al
Seminario.

32 Cf. Pontifical y ritual Romanos, Normas generales, § 3, pp. 170 y 175.

91
El Rito de Admisión

El lugar de la celebración es normalmente una iglesia u otro lugar


apropiado69. De preferencia se debe escoger la iglesia catedral o
parroquial, o la capilla del Seminario Mayor o cualquier otra
iglesia, siempre por motivos pastorales, teniendo en cuenta al
aspirante: por ejemplo, la capilla o iglesia conventual cuando el
candidato es un profeso de Instituto clerical de perfección. Se debe
buscar siempre favorecer la participación del pueblo de Dios.

Relación con la Misa y con otros ritos


El rito puede celebrarse tanto durante la Misa como fuera de ella,
en una celebración de la Palabra de Dios. En ambos casos, las
lecturas se toman, todas o en parte, de la Misa del día o del
Leccionario70, buscando siempre poner en evidencia las elecciones
realizadas por Dios y por Cristo, y la respuesta comprometedora de
los “llamados o vocacionados”71.

Es importante tener en cuenta también que “el rito de admisión,


por su misma naturaleza, no debe unirse nunca con las órdenes
sagradas, ni tampoco con la institución de lectores o acólitos”72. En
realidad, este rito de admisión no es ni un sacramento ni un
ministerio, sino un rito litúrgico de compromiso espiritual, tanto por
parte de los aspirantes como por parte de la Iglesia. La norma está
prescrita sin duda por motivos pedagógicos y espirituales a favor de
los aspirantes, ante todo para exigirles un mayor compromiso en el
camino progresivo hacia la orden sagrada; y por eso se destaca la
celebración del rito de admisión diferenciándola de la recepción de
las órdenes sagradas y de la institución de los ministerios. Además,
como el rito de admisión no es una orden ni un ministerio instituido
que haya de ser ejercitado, no hace falta dejar un intervalo de
tiempo

69 Cf. Ibidem, Normas generales, § 4, pp. 170 y 175.


70 Cf. Nuestro Apéndice (I) : II (1. Leccionario).
71 Cf. Ibidem, Normas generales, § 4-5, pp. 170 y 175.
72 Ibidem, Normas generales, § 4, pp. 170 y 175.

92
Aspectos Canónicos del Rito de Admisión

más amplio que el necesario para que resulte claro que se trata de
un rito diferente73.

Podemos todavía subrayar que las órdenes sagradas constituyen un


Sacramento, mientras que el rito de la admisión y los ministerios
son simples sacramentales74. El rito de admisión es un rito para no-
clérigos que aspiran a ser clérigos y deben ir madurando todavía en
este propósito (intención); mientras que las órdenes sagradas se
confieren a aquellos que ya han madurado lo suficiente en dicho
propósito (por ejemplo para el diaconado) o que son ya clérigos
(por ejemplo para el presbiterado); finalmente, añadimos que los
ministerios son funciones o servicios, por su naturaleza, destinados
a los laicos y, de hecho conferidos a laicos, aún si no aspiran a ser
clérigos75.

73 Cf. CDC, Edición anotada, a cargo de Pedro Lombardia y Juan Ignacio


Arrieta, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1983: cf. Comentario
a los cáns. 1034-1035, pp. 615-616.
74 Cf. La doctrina de la Iglesia sobre los sacramentales, recordada a propósito
del rito de admisión de los candidatos a la Orden sagrada; cf. Catecismo de la
Iglesia Católica 1667-1668, 1671-1672.
75 Cf. CDC 230 § 1-2.

93
4

PREPARACIÓN Y
CELEBRACIÓN LITÚRGICA
DEL RITO DE ADMISIÓN EN EL
PONTIFICAL Y RITUAL ROMANOS

En este capítulo cuarto se quiere presentar una breve descripción


de la estructura del rito de admisión de los candidatos a la orden
del diaconado y del presbiterado, teniendo en cuenta también el
caso de los candidatos casados. Y, luego, hacemos una breve
presentación de los textos bíblicos que nos ofrece el Leccionario
del Pontifical y Ritual Romanos para la celebración del rito de
admisión de los candidatos a la orden sagrada. Enseguida, se
presenta la celebración misma del rito de admisión, tal como es
presentada en el Pontifical Romano hasta la fecha.
Desafortunadamente no tenemos todavía el texto de la segunda
edición del Pontifical Romano, que ya ha sido publicado (1990)
en latín pero no está todavía la traducción autorizada en lengua
española. La celebración está precedida de un esquema útil como
guía de la misma celebración, así como de las normas generales
propuestas por el mismo Pontifical.

4.1 LA DESCRIPCIÓN DE LA ESTRUCTURA DEL RITO


LITÚRGICO DE ADMISIÓN
El nuevo Ritual de ordenaciones presenta el rito de admisión de
los candidatos a la Orden sagrada distribuido en cuatro momentos
litúrgicos: la homilía, la presentación del candidato, el examen y
la aceptación, seguidos de la oración de los fieles con su
respectiva oración de conclusión. Sugerimos concluir el rito de
admisión con una consagración a la Virgen María, Madre del
primer Sacerdote y Madre del sacerdocio católico. Por cierta
El Rito de Admisión

analogía con la estructura del rito de la Ordenación sagrada


(diaconado, presbiterado y episcopado), podríamos sintetizar la
estructura del rito de admisión de los candidatos tres momentos
principales: los ritos preparatorios, el rito central y los ritos
explicativos. Veamos enseguida.

RITOS PREPARATORIOS

Homilía
Después de la proclamación del Evangelio, el Superior
competente o normalmente el Obispo se sienta en la sede
preparada y dirige a la comunidad reunida la homilía, en la que
hace una reflexión sobre la necesidad de los ministros sagrados
para continuar en el mundo la obra de la salvación realizada por
Cristo, y expone el sentido del rito que se realiza.
0
Hacia el final de la homilía, el celebrante se refiere a la
preparación espiritual que deben haber recibido los aspirantes,
no exclusivamente pero ante todo en el Seminario Mayor. Insiste
sobre el hecho de que los aspirantes desde tiempo atrás han
empezado su formación en

vistas a conformar su vida, cada vez más perfectamente,


con el espíritu del Evangelio a fin de poder ser llamados
un día por su Obispo al ministerio sagrado. Con este fin,
se han venido esforzando en vivir arraigados en la fe,
esperanza y caridad, en adquirir, mediante el ejercicio
de estas virtudes, el espíritu de oración y en crecer en su
celo apostólico para ganar a Cristo todos los hombres33.

Presentación de los aspirantes


El presbítero delegado para el caso, hace h. presentación de los
aspirantes, llamando nominalmente a los aspirantes y cada uno

33
Cf. Pontifical y ritual Romanos, Homilía, § 4, p. 176.
96
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

responde: “presente”, y se acercan al Obispo, a quien hacen


una reverenda.

Examen
Luego, a los aspirantes, el Obispo dirige unas palabras, con las
que confirma haber recibido sobre cada uno de ellos un buen
testimonio por parte de los pastores y de los maestros
responsables de su formadón y, aún, de cuantos dan testimonio
de conocerlos.

Enseguida, el Obispo les hace un examen, inquiriendo las


buenas disposiciones de los candidatos, mediante las dos
preguntas siguientes:

- “¿Estáis dispuestos, a responder a la llamada del Señor,


llevando vuestra preparación de tal forma que lleguéis a ser
aptos para redbir cuando llegue el día, la ordenadón sagrada y
ejercer así el ministerio en la Iglesia?”.

- “¿Estáis dispuestos a ir formando vuestro espíritu de tal


forma que podáis servir fielmente a Cristo, di Señor, y a su
Cuerpo, que es la Iglesia?”.
A cada una de las cuales los aspirantes singularmente
responden: “Sí, estoy dispuesto”.

Si algunos aspirantes al rito de admisión son casados,


el Obispo puede verificar el consentimiento de las
esposas sobre la decisión de sus maridos de iniciar el
proceso deformación y preparación al ministerio
diaconal, preguntando por ejemplo:
N. (Señora), está de acuerdo con la decisión de su
marido y acepta ayudarle en su preparadón a la orden
diaconal?
Cada esposa
responde: Sí, estoy
de acuerdo.
97
El Rito de Admisión

RITO CENTRAL

Aceptación del Obispo


Después del examen hecho a los candidatos y de oír sus
respuestas en las que manifiestan estar dispuestos a responder a
la llamada de Dios y iniciar su proceso de formación sacerdotal,
en seguida, el Obispo pronuncia las palabras propias de la
aceptación, a las que todos responden: “Amén”.

RITOS EXPLICATIVOS

Oración de los fie1 es


Inmediatamente después, el Obispo introduce una breve oración
de los fieles, con invocaciones propuestas por el diácono o por
otro ministro idóneo, en las que, entre otras cosas, se implora
para que los candidatos sean testigos de Cristo entre los
hombres, sepan hacer suyas las angustias de los hermanos y
también confirmarlos con la palabra y con el ejemplo, y sepan
congregarlos en la participación eucarística.

Oración conclusiva
La oración conclusiva de las preces de los fieles se presenta en
doble forma, a escogencia del celebrante. En la primera, se
implora la bendición de Dios, para que los candidatos perseveren
en su vocación y lleguen a ser aptos para recibir dignamente el
ministerio pastoral. En la segunda oración, se suplica a Dios se
digne dar a los candidatos la gracia de prepararse con ánimo
generoso, a fin de ejercer en la Iglesia el sagrado ministerio y de
trabajar con entusiasmo para la gloria del nombre de Dios.

Consagración a la Virgen María


Aunque no está previsto en el ritual de ordenaciones, se podría y,
tal vez, convendría que los recién admitidos como candidatos a
la Orden sagrada del diaconado y del presbiterado
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

realizaran alguna consagración a la Virgen María, Madre del


primer Sacerdote y Madre del Sacerdocio católico. Se propone
enseguida una fórmula-esquema posible; otras fórmulas son
posibles.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
A LA VIRGEN MARÍA

Santa María, Madre de Jesucristo y Madre nuestra,


protectora de los jóvenes y especialmente de los
seminaristas; queremos consagramos a ti, para asumir
con fe y empeño el compromiso adquirido, hoy,
públicamente ante la Iglesia, de avanzar con decisión
en nuestro proceso vocational.

Queremos ser hombres de probada virtud, discípulos


de verdad de tu Hijo, y sinceros aspirantes al
sacerdocio ministerial. Ayúdanos a descubrir siempre
la voluntad del Señor en nuestras vidas; anímanos
cuando la tristeza y la incertidumbre quieran
impedirnos luchar por extender la fe en el mundo;
forta-lécenos cuando experimentamos la debilidad
frente a las exigencias del Evangelio.

Al consagrarnos hoy a ti, queremos preparamos a


conciencia en todo el proceso de nuestra formación al
sacerdocio ministerial. Que tu amor maternal. Virgen
María, nos acompañe y guíe en este trabajo de
formación constante para que podamos, desde el
seminario, aumentar nuestra fe, purificar nuestra
esperanza y afinar nuestra caridad, y así lleguemos a
consagrarte toda nuestra vida entera, sirviendo a
nuestros hermanos, en el único sacerdocio de tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor. Amén.

99
El Rito de Admisión

Si la celebración del rito de admisión ocurre dentro la Misa, ésta


se continúa como de costumbre; si ha tenido lugar en una
celebración de la Palabra de Dios, el Obispo bendice a la
asamblea y la despide.

4.2 EL RITO DE ADMISIÓN EN EL


LECCIONARIO DEL RITUAL DE ÓRDENES
Existe una profunda relación entre la Palabra de Dios y la
celebración litúrgica en general, pero en especial en la liturgia del
sacramento del orden, como también en la celebración del rito de
admisión de los candidatos a la orden sagrada.

Una de las más importantes realizaciones de la reforma


litúrgica -como dice Julián López Martín77- ha sido el
haber dotado a cada ritual de sacramentos de un
Leccionario bíblico, con sus salmos y demás elementos
para efectuar una verdadera y propia liturgia de la Palabra,
aún cuando algunos, como los ritos de ordenación, se han
de celebrar en el marco de la Eucaristía.
La sensibilización hacia la Biblia por parte de las
comunidades cristianas, sobre todo después del Vaticano
II, ya no concibe una celebración litúrgica en la que no
ocupe su puesto central la Palabra divina... Por tanto, la
Palabra de Dios, como tal, juega un papel decisivo en la
ordenación (como también en el rito de admisión).
Es incluso un signo también en cuanto contenida y
dispuesta para ser distribuida en el Leccionario, es decir, el
Libro que es abierto ante la asamblea y con toda una serie
de ritos honrado y venerado en paralelo al Cuerpo
eucarístico del Señor... Todo ello invita a prestar especial
atención a la presencia de la Palabra en la liturgia de
ordenación (como también del rito de admisión) en todas
sus dimensiones significativas.

77 "El Leccionario del ritual de órdenes" en Phase 139 (1984) pp. 23-25.

100
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

A su vez, la homilía tendrá por función el relacionar la Palabra


y el sacramento y, -en el caso que nos interesa aquí, el mismo
rito de admisión-, sin descuidar la profunda significación
litúrgica y espiritual de la lectura de la Escritura en el contexto-
conjunto de toda la celebración.

Esquema de los textos bíblicos seleccionados78

SELECCIÓN DE TEXTOS BÍBLICOS


PARA EL RITO DE ADMISIÓN DE CANDIDATOS

Antiguo Testamento Salmos responsoriales


Dt 1,9-14 Sal 15
Si 39,1.5-8 Sal 23
Is 6,1-2. 3-8 Sal 97

Jr 1,4-9 Nuevo
Evangelios
Testamento
Hch 14, 21-23 Mt 9, 35-38
1 Co 9,16-19. 22-23 Me 1,14-20
1 Co 12, 4-11 Le 5,1-11
2 Tm 3,10-12.14-15 Jn 1, 35-42
Jn 1, 45-51

Aleluya
Me 1,17; Le 4,18; Jn
12, 26

78 Aquí, nos referimos a la lista de los textos bíblicos conforme a la


presentación de los mismos en el Pontifical y Ritual Romanos,
Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM-DELC), Mallorca-Barcelona,
Editorial Regina, 1978, pp. 604-606; cf. También nuestro Apéndice I
(Leccionario).

BIBUOTEC A 10
éc SU0A
1
El Rito de Admisión

Breve comentario de la selección de los textos


propuestos por el Leccionario79
“El Papa Pablo VI, por medio del Motu proprio Adpascendum
del 15 de agosto de 1972, por el que establecía algunas normas
relativas al diaconado, dispuso que los candidatos a esta orden y
a la del presbiterado fuesen admitidos mediante un rito que tiene
lugar dentro de la Misa o en una celebración de la Palabra de
Dios. Con este fin se proponen las lecturas reseñadas.

Las lecturas del Antiguo Testamento se fijan, ante todo, en la


llamada de los que han de acceder a los ministerios ordenados,
llamada que hace Dios (Is 6; Jr l80), pero en todo caso de
hombres prudentes y expertos (Dt 1) y que han de entregarse de
lleno al conocimiento de la Ley del Señor (Si 39) para buscar en
ella su tarea futura.

Las lecturas del Nuevo Testamento refieren, primero, la práctica


de Pablo y Bernabé de designar presbíteros en las comunidades
“encomendándolas al Señor” (Heb 14) y exhortán-dolas a
permanecer en lo que han aprendido (2 Tm 3). Cuando la Iglesia
admite al ministerio ordenado, realiza una selección de los
carismas en los que se manifiesta el Espíritu (1 Co 12). El
candidato ha de reconocer que es llamado para anunciar el
Evangelio (1 Co 9).

Entre los Salmos se encuentran los que se cantaban en el antiguo


rito de la tonsura: el Sal 15, y el canto de los que no tienen otra
heredad que el Señor (cf. Dt 18, 1-2), el Sal 23 de quienes suben
al Monte santo al servicio divino. Ambos salmos, además de
otras aplicaciones, se usan en el Leccionario de la Misa del
Común de los pastores y de la Profesión religiosa. El otro salmo,

79 Seguimos aquí la magnifica presentación que hace Julián López Martín,


en su artículo: "El Leccionario del ritual de órdenes" en Phase 139 (1984)
pp. 32-33.
80 Este texto se encuentra también entre los de la ordenación.

102
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

el Sal 971 es un canto pascual al Señor que manifiesta su


misericordia y su fidelidad en favor de su pueblo, en este caso
de sus elegidos.

Los Versos del Aleluya insisten en la llamada del Señor (Me


1), en la misión (Le 4) y en el seguimiento de Cristo del que es
llamado (Jn 12).

Situando la admisión de candidatos en el marco de la


necesidad de operarios para la mies (Mt 981), los Evangelios
narran distintos encuentros de Jesús con los que serian sus
discípulos (Me 1; Le 5; Jn 1,35ss y Jn 1,45ss). Sobresale este
último texto que hace la alabanza de uno de los llamados,
‘israelita de verdad y sin engaños’”.

4.3 ESQUEMA DE LA CELEBRACIÓN


DEL RITO DE ADMISIÓN

CELEBRACIÓN DEL RITO DE ADMISIÓN


DE LOS CANDIDATOS

Apertura de la celebración
Canto de entrada
Salutación del Obispo
(Gloria a Dios)
Oración-colecta

Liturgia de la Palabra
Primera lectura Salmo
responsorial Segunda
lectura Aclamación al
Evangelio

81 También este texto está destinado a la ordenación.

103
El Rito de Admisión

Celebración del Rito de


Admisión Homilía
Presentación de los aspirantes
Examen
Aceptación del obispo Oración de
los fíeles Oración de conclusión
(Consagración a la Virgen María)

Liturgia eucarística
Oración sobre las ofrendas
Oración después de la comunión
Bendición final

4.4 NORMAS GENERALES


SOBRELA CELEBRACIÓN

(1) El rito de admisión como candidatos al


diaconado y al presbiterado se celebra cuando los
aspirantes idóneos han llegado ya a una suficiente
madurez personal.

(2) Los profesos de los Institutos religiosos clericales


no están obligados a este rito.

(3) El aspirante debe manifestar públicamente su


intención de recibir las órdenes sagradas. Por su
parte, el Obispo o el Superior mayor del Instituto
religioso clerical acepta también públicamente esta
intención.

(4) La admisión puede hacerse en cualquier fecha,


especialmente en los días de fiesta en una iglesia o en
otro lugar apto, ya sea dentro de la misa, ya sea en
una celebración de la palabra de Dios. Este rito, por
su misma naturaleza, no debe unirse nunca con las
órdenes sagradas ni con la institución de lectores o
acólitos.
104
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

(5) Las lecturas se toman, todas o en parte, de la


misa del día o del Leccionario para la celebración de
la admisión de candidatos al diaconado y al
presbiterado (pp. 604-606); cf. también nuestro
Apéndice l § II: Textos litúrgicos para el rito de
admisión (Leccionario).

4.5 CELEBRACIÓN DEL RITO DE ADMISIÓN

(Después de la liturgia de la Palabra)

HOMILÍA
(6) Después del Evangelio, el Obispo, con la mitra
puesta, se sienta en la sede preparada, y hace la
homilía, la cual concluye con estas palabras:

El propósito de estos hermanos nuestros/ que hoy se


presentan ante la Iglesia para manifestar su deseo de
ser admitidos entre los candidatos a las sagradas
órdenes, nos interesa, queridos hermanos, tanto a mí
como a vosotros.

Fue el mismo Cristo quien mandó: "Rogad al Señor de


la mies que mande trabajadores a su mies". Por ello,
estos hermanos nuestros, sabedores de la solicitud del
Señor por su grey y de la necesidad que tiene la
Iglesia de ministros, están dispuestos a responder
generosamente al Señor, diciendo con el profeta:
"Aquí estoy, mándame". Confiados en el Señor,
esperan ser fieles a esta vocación.

A través de los diversos acontecimientos de la vida,


han ido intuyendo y descubriendo la voz de Dios que
los llamaba y, como hombres prudentes, han visto en
El Rito de Admisión

estos acontecimientos la manifestación de la voluntad


de Dios. Aunque es Dios mismo quien mueva y ayuda
con su gracia a quienes llama a participar del
sacerdocio jerárquico de Cristo, con todo, a nosotros
los Obispos, nos da la misión de llamar a aquellos
candidatos cuya idoneidad ha sido debidamente
comprobada y nos encomienda el consagrarlos al
servicio de Dios y de la Iglesia, marcándolos, para tal
misión, con un sello peculiar del Espíritu Santo. De
esta forma, quedan destinados, por medio de la orden
sagrada, a perpetuar aquella misión salvííica que
Cristo vino a realizar en el mundo. Cuando llegue,
pues, el momento oportuno, hechos partícipes de
nuestro ministerio por medio de la ordenación, serán
ya aptos para servir a la Iglesia y cuidarán de edificar,
mediante la palabra de Dios y los sacramentos,
aquellas comunidades cristianas a las que serán
enviados.

Hace ya tiempo que estos hermanos, aquí presentes,


empezaron su formación envistas a conformar su
vida, cada vez más perfectamente, con el espíritu
evangélico, a fin de poder ser llamados un día por su
Obispo al ministerio sagrado. Con este fin, se han
venido esforzando en vivir arraigados en la fe,
esperanza y caridad, en adquirir, mediante el ejercicio
de estas virtudes, el espíritu de oración y en crecer en
su celo de ganar para Cristo a todos los hombres.

Ahora, pues, ha llegado ya el momento en que,


impulsados por el amor a Cristo y sintiéndose
fortalecidos por la acción íntima del Espíritu Santo,
deben manifestar públicamente su deseo de
consagrarse al servicio de Dios y de los hombres.

Al ser llamados por sus propios nombres, se


acercarán y manifestarán su propósito ante la Iglesia.

106
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

PRESENTACIÓN DE LOS ASPIRANTES

(7) El diácono o el presbítero delegado para el caso


llama nominalmente a los aspirantes; y cada uno
responde:
Presente.

Y se acercan al Obispo, a quien hacen una reverencia.

EXAMEN
(8) El Obispo se dirige a los aspirantes, con estas u
otras palabras:
Queridos hijos/ los pastores y maestros a quienes se
encomendó la tarea de vuestra formación y todos
aquellos que os conocen han dado de vosotros buen
testimonio; yo, por mi parte, confío plenamente en
este parecer.
¿Estáis dispuestos, pues, a responder a la llamada del
Señor, llevando a término vuestra preparación de tal
forma que lleguéis a ser aptos para recibir, cuando
llegue el día, la ordenación sagrada y ejercer así el
ministerio en la Iglesia?

Los aspirantes, conjuntamente, responden:

Sí, estoy dispuesto.

El Obispo:
¿Estáis dispuestos a ir formando vuestro espíritu de
tal forma que podáis servir fielmente a Cristo, el
Señor, y a su cuerpo, que es la Iglesia?
Los aspirantes:
Sí, estoy dispuesto.

107
(8 bis) Si algunos aspirantes al rito de admisión son
casados, el Obispo puede verificar el consentimiento
de las esposas sobre la decisión de sus maridos de
iniciar el proceso de formación y preparación al
ministerio diaconal, preguntando por ejemplo:
N. (Señora), ¿está de acuerdo con la decisión de su
marido y acepta ayudarle en su preparación a la orden
diaconal?
Cada esposa responde:
Sí, estoy de acuerdo.
El Rito de Admisión

Si se cree conveniente, este propósito de los


candidatos puede ser recibido por el Obispo de otro
modo, a juicio de la Conferencia Episcopal.

ACEPTACIÓN DEL OBISPO


(9) El Obispo añade:
La Iglesia recibe con gozo esta vuestra decisión; y
Dios, que comenzó en vosotros esta obra buena, él
mismo la lleve a término.
Todos dicen:
Amén.

ORACIÓN DE LOS FIELES

(10) Luego, todos se levantan; el Obispo, sin mitra,


invita a los fieles a orar, diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios nuestro Señor,
que se digne bendecir a estos hijos suyos que desean
consagrarse al servicio de la Iglesia.

108
Preparación y Celebración Litúrgica del Rito de Admisión...

(11) £/ diácono, u otro ministro, propone estas u


otras intenciones más adaptadas a las
circunstancias:

Para que estos hermanos nuestros se imán


íntimamente a Cristo y sean sus testigos ante los
hombres, rogue- mos al Señor.

Todos:

Te rogamos, óyenos.

El diácono:
Para que sepan hacer suyas las preocupaciones de los
hombres y estén siempre atentos a escuchar la voz
del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Todos:

Te rogamos,

óyenos El diácono:
Para que lleguen a ser ministros de la Iglesia y, con
su palabra y ejemplo, confirmen a sus hermanos en la
fe y los congreguen para participar de la Eucaristía,
roguemos al Señor.

Todos:

Te rogamos, óyenos.

ORACIÓN DE CONCLUSIÓN

(12) Luego, el Obispo concluye con una de las


siguientes oraciones:

109
El Rito de Admisión

I
Escucha, Señor, nuestra plegaria, y dígnate bendecir
+ a estos hijos tuyos que desean entregarse a ti para
el servicio de tu pueblo; para que perseveren en su
vocación y, unidos con amor sincero a Cristo
sacerdote, lleguen a ser aptos para recibir dignamente
el ministerio pastoral. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

O bien esta otra:

II

Concede, Señor, a estos hijos tuyos conocer y vivir,


cada día mejor el misterio de tu amor; que, con
espíritu generoso, se preparen a ejercer el ministerio
sagrado en la Iglesia, para que, llenos del Espíritu de
amor, se entreguen, con toda libertad, a tu servicio y
a la salvación de los hombres. Por Jesucristo nuestro
Señor.

RJ. Amén.

(13) Si la admisión se celebra dentro de la misa,


ésta se continúa como de costumbre. Si ha tenido
lugar en una celebración de la palabra, el Obispo
bendice a los fieles reunidos y los despide de la
forma acostumbrada.
110
5
RESONANCIAS ESPIRITUALES
DEL RITO DE ADMISIÓN EN LOS
CANDIDATOS A LA ORDEN SAGRADA

Este último capítulo tiene como finalidad la de ayudar a


prolongar la reflexión iniciada en los capítulos anteriores,
suscitando en cada uno de los candidatos al ministerio sagrado
las resonancias espirituales propias de este primer
compromiso eclesial, en el proceso global de la formación y
preparación a la orden sagrada del diaconado y del
presbiterado. Podría servir también de pistas para el
predicador que quisiera dar un retiro espiritual antes de la
celebración del rito de admisión para los candidatos a la orden
sagrada.

Estas resonancias espirituales se suscitarán a partir de una


selección de textos del Magisterio de la Iglesia y de su
tradición espiritual en tomo al tema de la vocación al
ministerio sacerdotal, puesto que es el tema que destaca
principalmente el rito de admisión.

Los textos seleccionados sobre la vocación se agrupan


alrededor de los tres subtemas siguientes: las disposiciones
espirituales de los candidatos a la orden sagrada; el misterio
de la vocación; las exigencias de la vocación y de la
formación en el Seminario. Esta selección permitirá un
análisis y la pro- fundización de los aspectos más importantes
sobre la vocación. Son todos temas conexos al misterio de la
vocación sacerdotal. Enseguida, proponemos un esquema de
la selección de los textos escogidos, así como una oración del
5
candidato a las órdenes sagradas.
El Rito de Admisión

5.1 ESQUEMA DE LA SELECCIÓN DE TEXTOS


ESPIRITUALES
Las disposiciones espirituales de los candidatos a la
Orden sagrada:
- Las disposiciones para llegar a ser clérigo;
- La obligación para los clérigos de revestirse del
hombre nuevo;
- Los signos de la vocación al estado eclesiástico y
a las sagradas Órdenes;
- La vida cristiana es prolongación y realización
plena de la vida de Jesucristo

El misterio de la vocación a la Orden sagrada:


- El significado de la vocación;
- La vocación, un don de Dios en, mediante y para
la Iglesia;
- La vocación: historia de un diálogo entre Dios y
el hombre;
- La vocación en la Iglesia;
- La vocación en Cristo; seguido de un esquema de
las ccaracterísticas de toda vocación y de una lista de
referencias bíblicas.

Las exigencias de la vocación sacerdotal y de la


formación en el Seminario:
- La Fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a la propia
vocación;
- La formación de los candidatos al sacerdocio
ministerial;

112
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

- Las exigencias de la formación espiritual en el


Seminario;

- Las etapas de la formación de los candidatos al


sacerdocio ministerial.

ORACIÓN DEL CANDIDATO

Señor Jesús, Pastor del rebaño, quiero responder


generosamente a tu llamada para ser ministro de tu
Iglesia: "Aquí estoy, mándame". Sé que la preparación
para tan grande misión es ardua y exigente. Dame,
Señor, constancia y firmeza para perseverar en el
esfuerzo que cada día me pide el Seminario.

Dame la gracia de crecer todos los días como


discípulo tuyo en la fe, la esperanza y el amor.

Hazme dócil a la voz del Espíritu Santo para


perseverar en la oración, en la escucha de la Palabra, a
fin de que muriendo más profundamente a mí mismo
cada día, viva más enteramente para Dios.

Virgen María, Madre del Buen Pastor, enséñame a ser


verdadero discípulo de tu Hijo. Amén.
5.2 ORACIÓN DEL CANDIDATO A
LA ORDEN SAGRADA

5.3 LAS DISPOSICIONES ESPIRITUALES DE LOS


CANDIDATOS A LA ORDEN SAGRADA
Los textos que aparecen en seguida, reagptpados bajo el tema
de las disposiciones espirituales de los candidatos a la orden
sagrada, son textos escogidos del famoso Tratado de las
Sagra-
113
!"' Rito de Admisión

das Órdenes*2, publicado por M. Tronson, según los escritos


y el espíritu de Jean-Jacques Olier, Fundador de los
sacerdotes de San Sulpicio. Los textos seleccionados (§ 1-3)
se dirigían originalmente a los candidatos a la tonsura o
clericatura; pueden ser leídos y meditados con provecho,
todavía hoy, por aquellos que se preparan al rito de
admisión o candidatura, siempre que se haga la adaptación
necesaria para el contexto actual. Añadimos también un
texto (§ 4) bello sobre lo que es la vida cristiana en cuanto
prolongación y realización plena de la vida de Cristo en
nosotros; dicho texto es tomado de San Juan Eudes:

§ 1 Las disposiciones para llegar a ser clérigo;


§ 2 La obligación para los clérigos de revestirse del hombre
nuevo;

§ 3 Los signos de la vocación al estado eclesiástico y a las


sagradas Órdenes;

§ 4 La vida cristiana es prolongación y realización plena de


la vida de Jesucristo.

§ 1 Las disposiciones para llegar a ser clérigo


(Juan Jacobo Olier, Tratado de las Sagradas Órdenes,
cap. I, pp. 2-13)

Para entender bien cuáles son las disposiciones para llegar a


ser clérigo, y lo que es particularmente deseable en aquellos
que

82
Los textos escogidos son tomados de la Edición crítica con
introducción y notas, realizada por Gilles Chaillot, Paul Cochois e
Irénée Noye, titulada: Traité de saints Ordres (1976) comparé aux
Ecrits authentiques de Jean-Jacques Olier (+ 1657), Procure de la
Compagnie de Saint-Sulpice, Paris 1984; la traducción castellana es
del Padre Jacques D'Arcy S. pss.

114
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

aspiran a este estado de vida, hay que recordar que, según San
Pablo, el cristiano es bautizado en la muerte y en la
resurrección del Hijo de Dios (cf. Rm 4,3s.), es decir, que
recibe su espíritu de muerte y de nueva vida por el bautismo.

Con este espíritu él recibe ciertas gracias que le proporcionan la


fuerza y la virtud para mortificar continuamente su carne, que
debe haber interiormente crucificado con sus inclinaciones y
sus deseos desordenados, según esta gran máxima del mismo
Apóstol: “Pues, los que son de Cristo Jesús, han crucificado la
carne con sus pasiones y sus apetencias” (Ga 5,24). [...].

[...] Este primer punto de la vida cristiana es el primer


fundamento necesario indispensable para aspirar a la alta
dignidad de la clericatura. Puesto que el clérigo hace profesión
pública de separarse de todo, de renunciar a todo, de morir a
todo en espíritu, y de tomar a Dios solo como única herencia
suya: “El Señor, la parte de mi herencia y mi copa” (Sal 15, 5).
Entonces, exclama diciendo: mi Dios, entrando en este santo
estado (de la clericatura), sois mi parte y mi porción. Mi Dios,
sois mi herencia: mi Dios, sois el todo de mi corazón y de mi
alma. A vos quiero únicamente. [...].

[...] Es por la muerte como los cristianos llegan a la vida, y sólo


aquellos que están crucificados con Jesucristo resucitan con él
y participan de los beneficios de su nueva vida (Rm, 6, 8), en lo
que consiste la segunda parte de nuestras obligaciones.

[...] Cuando el alma ha alcanzado este punto de felicidad de


vivir ya de la vida resucitada, de estar divinamente ocupada,
siempre victoriosa de sus enemigos y de sí misma, de modo
que ya no busca sino a Dios, que no piensa sino en
complacerle, que ya no se preocupa sino de sus intereses, que
no desea nada mas que su gloria, es entonces cuando puede
decir en voz alta: El Señor es la parte de mi herencia”; no tengo
otra parte para mi vida mas que a Dios y sus divinas
ocuoaciones: no
prnj
El Rito de Admisión

quiero nada más que a Dios en todo; soy todo para él; no soy
nada más para el mundo; no quiero nada más que a Él solo en
todo. Entonces, éste es el momento o la disposición para ser
elevado a la clericatura; pues el alma está en la perfección de
la vida cristiana, hace profesión de la vida perfecta a la que el
bautizado está llamado para ser un cristiano de verdad y un
cristiano plenamente realizado, en cuanto está muerto a sí
mismo y vivo para Dios. [...].

§ 2 La obligación para los clérigos de revestirse del hombre


nuevo
(Juan Jacobo Olier, Tratado de las Sagradas Órdenes,
cap. IV, pp. 32-41)

La obligación que tienen todos los clérigos de revestirse del


hombre nuevo está expresado en estas palabras que el Obispo
dice a cada uno de ellos en el momento de revestirlos de su
hábito: Induat te Dominus novum hominem: El Señor te
revista del hombre nuevo (cf. Pontifical Romano: “De clerico
faciendo”, inspirándose de E/H, 24).

Este nuevo hombre es propiamente Jesucristo viviente en


nosotros por su Espíritu, y revistiéndonos con sus
inclinaciones, con su genio, con sus sentimientos y con sus
actitudes. Con el conjunto de su divino Espíritu y de sus
virtudes él adorna nuestra alma. Es nuestro Señor mismo
quien colma nuestro corazón, y le da inclinaciones tan
opuestas a aquellas que habíamos heredado del hombre viejo,
y que habíamos contraído con nuestro primer nacimiento. Es
el Hijo de Dios, vivificando el fondo de nuestro ser, quien
nos otorga un gran amor por su Padre, un celo ardiente por su
servicio y por su gloria, un alejamiento santo de las grandezas
del mundo, un extremo desdén de sus placeres y un soberano
desprecio por todos sus bienes. En una palabra, es todo
Jesucristo quien se comunica al clérigo (candidato) en
plenitud. Esto es lo que se llama el Cristo

116
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

perfecto en nosotros, el Cristo substancial y completo, en una


palabra, la verdad y la perfección del hombre nuevo. [...].

[...] Eso es lo que significa el hombre nuevo, y cómo se


establece en nosotros. Este es el hábito interior, con el cual la
Iglesia desea que los clérigos sean revestidos en la clericatura,
cuando ella les dice: Induat te Dominus novum hominem (cf.
Ibidem). Es Jesucristo, afirma San Gregorio Nacianceno, el
vestido de los sacerdotes: Christus magna Sacerdotum tunica
(citación poco rigurosa de la Oratio V, 30, PG 35,704 A). Es
de su Espíritu, de sus virtudes de las que deben ser llenos. Es
este hombre interior, este hombre de corazón, este hombre
infinitamente rico ante Dios, Absconditus cordis homo qui est
in conspectu Dei locuples (según 1 P 3, 4), que debe
manifestarse fuera y comunicarse plena y exteriormente; de
manera que no se observa más en todos sus gestos, en todas
sus acciones y en toda su conducta sino las mismas virtudes de
Jesucristo. Ya no hay nada en ellos, como dicen los santos
Padres de Trento (Tronson recuerda al margen la prescripción
del Concilio de Trento: (cf. Sesión 22, c. iDereformatione): ut
habitu, gestu, incessu, sermone, aliisque omnibus rebus nihil
nisi moderatum ac religioneplenum prae se ferant), ni siquiera
en su exterior, que no sea manifestación de la santidad que
profesan. Es necesario que todo sea lleno de la religión de
Jesucristo: es necesario que actúen en todo como Jesucristo
mismo lo haría si estuviera en su lugar.

Pues bien, para eso no podemos satisfacemos con ser


mortificados sólo en los comienzos. Pues, como este hombre
nuevo no se nos da y no subsiste en nosotros más que por la
muerte de Adán y de la vieja creatura, si no perseveramos en
este ejercicio, y no somos fieles en crucificamos en todas las
cosas y en todo momento, volveremos a ver pronto al hombre
viejo revivir en nosotros. Mientras que por la mortificación
continua, haciendo crecer continuamente a Jesucristo en
nuestra alma, sus sentimientos en nuestro corazón, y sus
virtudes en nuestras obras,

117
El Rito de Admisión

estaremos en condición para tener un día parte en su


sacerdocio, al cual no desea elevar sino a aquellos que, como él,
se ponen en estado de víctima, y no quieren ser durante toda su
vida más que hostias inmoladas sin cesar para Dios por la cruz,
y consumadas perfectamente en su amor.

§ 3 Los signos de la vocación al estado eclesiástico y a


las santas órdenes
(Juan Jacobo Olier, Tratado de las Sagradas Órdenes,
cap. X, pp. 97-110)

[...] Nadie, dice el Apóstol San Pablo (cf. Hb 5, 4-7), debe


atribuirse a sí mismo este honor, pero hay que ser llamado por
Dios como Aarón. Es así como Jesucristo no ha tomado por sí
mismo la calidad gloriosa de Pontífice, sino que la ha recibido
de Aquel que le ha dicho: “Yo te engendro hoy... Tú eres
sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” {Hb 5,
5-6).

Dios es un maestro a quien no le agradan los servicios de aquel


que entra a pesar suyo en su casa, y que no espera su elección y
su vocación con respeto, humildad y paciencia. Al contrario, él
mismo quiere elegir a sus servidores, y no puede ver más que
como irnos ladrones a quienes entran en la Iglesia para
arruinarlo todo y perderlo todo, a aquellos que entran allí por
otra puerta distinta a la de la vocación. Pero, lo importante es el
reconocer bien esta vocación, y el discernir cuál es la
disposición de las almas, y el fondo de su espíritu y de su gracia,
para ver a qué los llama principalmente Dios. [...].

[...] Es así como, por las disposiciones y por la conducta de


aquellos que aspiran al estado eclesiástico, se debe tratar de
discernir si Dios los llama a algo más que el común del

118
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

Pero como ello no se descubre sino con el tiempo, y se necesita


mucha vigilancia y luz para observar todos sus
comportamientos, para conocer sus costumbres, para penetrar el
fondo de sus disposiciones, y para observar por toda su
conducta cuál es el estado de su interior, cuáles son las semillas
del espíritu de nuestro Señor en ellos; no se les debe permitir
presentarse alas órdenes sagradas, antes de que se haya
reconocido mediante una experiencia suficiente y un tiempo
preciso de prueba, que manifiestan realmente los signos (o
marcas) de una legítima vocación.

El primero de estos signos (o marcas) es la pureza de vida y la


santidad, que debe ser grandísima en ellos, como ya lo hemos
observado. Pues, los clérigos deben ser los más santos en la
Iglesia, y es necesario, según el parecer de los santos Padres,
que sean fieles a su gracia, que superen tanto más al pueblo por
la excelencia y los méritos de su virtud, cuanto más elevados
están por la eminencia y la dignidad de su estado. Por eso una
simple santidad común no bastaría.

[...] Es así como Nuestro Señor, que imita a su Padre en todas


sus acciones y sobre todo en la formación y el establecimiento
de su Iglesia, quiere escoger unos candidatos que sean puros
como los Angeles, para acercarse a sus altares, y para ser los
ministros de su amor, y los portadores de su palabra. [...].

[...] Hay que examinar, entonces, cuál es la santidad de aquel


que aspira a la Tonsura (hoy, a la candidatura) y a las órdenes
sagradas; cuál es la disposición de su corazón; cuál es la
inocencia de su vida; cuál es la pureza de sus costumbres, para
no arriesgarse en recibir en este estado, sino sólo a aquellos que
Dios llama realmente, pues allí no deberían encontrarse más que
cristianos perfectos.

(Nuestro Señor) quiere escoger sus ministros y sus sacerdotes,


y los quiere escoger entre mil para darles parte en su
familiaridad

119
El Rito de Admisión

y en sus secretos: pero quiere que ellos sean inocentes y puros;


quiere que sean dignos de acercarse a él, y tratar boca a boca y
corazón a corazón con él, como un amigo acostumbrado a tratar
con su amigo: Jam non dicam vos servos, etc. Vos autem dixi
amicos, quia, etc. (cí.Jn 15, 5. Olier escribió por lapsus amicus
en lugar de servus).

Él es el soberano Pastor; y como es él que conoce todas sus


ovejas, es él también quien las llama a todas por su nombre:
Vocat eos nominatim (Jn 10,3). Pero, no las llama en el rebaño
de su santuario, sino cuando las ve sin manchas y dignas de ser
ofrecidas a Dios, su Padre, que no quiere sino hostias santas...
Ésta es la primera marca (o signo) de la vocación al estado
eclesiástico... [..♦].

El segundo signo (o marca) es el desprecio del siglo y de


disgusto por el mundo, del que todos los eclesiásticos deben ser
apartados. Pues, es a ellos a quien Nuestro Señor dice en la
persona de sus Apóstoles: Vos non estis de hoc mundo (cí.Jn
15,19): Vosotros no sois mas de este mundo. Por eso él mismo
para darles en su persona un modelo de su estado (eclesiástico),
después de llevar durante toda su vida en su corazón un inmenso
alejamiento (o separación) de todo este mundo, quiso
manifestarlo exterior- mente el día que fue declarado Sacerdote
eterno según el orden de Melquisedec. Pues entonces, siendo
revestido todo de santas inclinaciones y de divinos movimientos
que lleva la vida resucitada, él se encuentra tan opuesto al siglo
presente, que tanto su cuerpo como su corazón no tenían
aspiración más que por el cielo, no pudiendo soportar más que
con horror el comercio con el mundo. Es precisamente esto lo
que caracteriza el estado y la disposición de un alma, llamada a
la participación de su sacerdocio eterno.

[...] Por eso, cuando se ven unos clérigos que se encuentran en


comercio con el siglo, y que no quieren romper el compromiso
con este mundo; cuando se ve que buscan sus placeres, saborean

120
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

sus vanidades, aprueban su conducta, comparten sus máximas y


sus costumbres; cuando se ve que tienen tanto su espíritu que se
ufanan de seguir sus modas y conformarse a ellas en todo, se
puede perfectamente afirmar que ellos no están llamados al
Sacerdocio, ni aún a la simple Tonsura.

El tercer signo (o marca) es la inclinación y el movimiento de


Dios que lleva a toda el alma, y la atrae hacia esta divina
profesión, no por mero sentimiento ni por impulso, sino por
autoridad, con una estabilidad inmutable en el fondo.

Eso no significa que el alma así llamada no experimente alguna


vez otros movimientos que parecen debilitar en ciertos
momentos los deseos ardientes que tenía para comprometerse en
este estado. Ello no quiere decir que ella no sienta alguna vez
unos impulsos extraños y tentaciones que la hacen tambalear y la
perturban exterior y muy sensiblemente. Sin embargo, en lo más
profundo de su alma, la disposición y la inclinación por este
estado permanecen siempre las mismas. Ello hace ver que es el
Espíritu de Dios, que mora en ella, el que le da esta inclinación y
que la lleva donde él quiere.

Sin embargo, hay que observar con atención si esta inclinación


es fuente turbulenta, inquieta, impaciente, precipitada; ésta sería
entonces muy sospechosa, y no podría servir de señal (o marca)
segura de una vocación divina, por fuerte y constante que
pudiese ser...

[...] Pues cuando el Espíritu de Dios nos inclina al cumplimiento


de sus adorables designios y divinas voluntades, lo hace con
suavidad, como también con ordinaria eficacia. De tal manera
que si su movimiento es fuerte, constante, siempre igual y pronto
en hacer todo, es también al mismo tiempo siempre tranquilo,
manso, suave y pacificador del alma que lo recibe. Pero cuando
es la naturaleza o el amor propio los que nos inclinan, su
movimiento nunca es tan fuerte y poderoso, turba nuestra alma,

121
El Rito de Admisión

lleva en nuestro corazón el ardor, la tristeza, la murmuración, la


precipitad, la inquietud, la impaciencia por ver realizarse con
éxito nuestros propios designios en el momento y de la manera
que lo deseamos. Por allí podremos discernir si el deseo que
tenemos de comprometemos en el estado eclesiástico, es una
señal (o marca) de Dios que nos llama verdaderamente.

Para que esta inclinación pueda servir de signo de legítima


vocación, es necesario todavía, que sea purísima y del todo
desinteresada, es decir, que comulgue con las intenciones propias
al santo ministerio: como el dedicarse a los ejercicios propios de
la religión, el consagrarse particularmente a la alabanza divina,
el trabajar en la conversión de las gentes; y en una palabra, en
buscar en todo la gloria de Dios, cumpliendo con un amor y una
ñdelidad perfectos todas las cosas por las cuales uno es llamado
al estado clerical. Pues si nos sentimos atraídos por otros fines, si
no es más que la esperanza de una vida más cómoda y más suave
lo que nos atrae, si es la atracción de los placeres, de las
riquezas, o de los honores lo que nos inclinan a eso, nuestra
inclinación no es sino un efecto de nuestra codicia; y lejos de
servimos para decidimos a este estado, debe convencemos que
no es Jesucristo, sino el diablo que nos llama allí, que nos quiere
subir hasta el alero del Templo, elevándonos al Sacerdocio, para
hacernos caer de más alto, y precipitarnos sin recursos en el
fondo del abismo.

El cuarto signo (o marca) de la vocación de Dios al estado


eclesiástico es una aptitud y una disposición para realizar bien
todas las funciones de este estado, y para cumplirlas con toda la
modestia, todo el decoro, toda la decencia que exigen la santidad
de nuestros oficios y la majestad de Dios a quien servimos, para
quien debemos imprimir en el espíritu de la gente el respeto y la
religión por nuestro ejemplo. [...].

[...] Éstos son, pues, los signos que pueden servir para
reconocer si aquellos que se presentan al estado eclesiástico, son

122
Resonancias Espirituales de! Rito de Admisión

verdaderamente llamados y si pueden ser admitidos a los


ministerios de los santos altares.

§ 4 La vida cristiana es prolongación y realización plena de la


vida de Jesucristo
(San Juan Eudes, La vida y el Reino de Jesús en las
almas cristianas34)

Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, Rey de los hombres y de


los ángeles, siendo no sólo nuestro Dios, nuestro Salvador y
nuestro soberano Señor, sino nuestra Cabeza y “nosotros sus
miembros y su cuerpo”, como dice San Pablo (£/*5,30), y por
consiguiente estando unidos con él por la unión más íntima que
pueda ser, semejante a la de los miembros con su cabeza; unidos
con él espiritualmente por la fe y por la gracia que él nos ha dado
en el santo Bautismo; unidos con él corporalmente por la unión
de su santísimo Cuerpo con el nuestro en la santa Eucaristía; de
ahí sigue que necesariamente, como los miembros están
animados por el espíritu de su cabeza y viviendo de su vida,
debemos ser animados por el Espíritu de Jesús, vivir de su vida,
caminar en sus vías, revestirnos de sus sentimientos e
inclinaciones, realizar todas nuestras acciones en las
disposiciones e intenciones con las cuales él realizaba las suyas,
en una palabra, continuar y cumplir la vida, la religión y la
devoción que él ha ejercido en la tierra.

Esta disposición se funda en las palabras sagradas de Aquel que


es la Verdad misma: “Yo soy la vida” y “he venido para que
tengáis la vida”. “Yo vivo y vosotros viviréis. En este día
conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en

34
San Juan Eudes, La vie et le Royaume de Jésus dans les ames chrélinnes, 2a par
tie; Oeuvres Complétes, 1,161-166, cité dans Deville, Raymond, L'Ecole
franqaise de spiritualité, Bibliothéque d'Histoire du Christianisme, n° 11,
Desclée, Paris, 1987, p. 84; la traducción al catellano es personal.

123
El Rito de Admisión

vosotros” (Jn 14,6; 10,10; 14,19-20). Es decir, como estoy en


mi Padre, viviendo de la vida de mi Padre, que él me comunica,
vosotros también estáis en mí viviendo de mi vida, y estoy en
vosotros, comunicándoos esta misma vida, y así yo vivo en
vosotros y vosotros viviréis conmigo y en mí. Todos estos
textos sagrados nos enseñan que Jesucristo debe vivir en
nosotros, y que no debemos vivir sino en él, que nuestra vida
debe ser una prolongación y expresión de su vida.

Como San Pablo nos asegura que él completa los sufrimientos


de Jesucristo, así se puede decir con toda verdad que un
verdadero cristiano, miembro de Jesucristo y unido a él por su
gracia, continúa y cumple, por todas las acciones que realiza en
el Espíritu de Jesucristo, las acciones que Jesucristo ha realizado
durante el tiempo de su vida pasible sobre la tierra. De tal
manera que, cuando un cristiano hace oración, él continúa y
cumple la oración que Jesucristo ha hecho en la tierra; cuando
trabaja, continúa y cumple la vida laboriosa de Jesucristo; y así
de todas las otras obras que se cumplan cristianamente.

5.4 EL MISTERIO DE LA VOCACIÓN


A LA ORDEN SAGRADA
Se reagrupan bajo este titulo cinco textos (% 1-5) que quieren
explicitar desde varias perspectivas el misterio de la vocación
cristiana y en especial la vocación sacerdotal:

§ 1 como el significado de la vocación,


$ 2 la vocación como don de Dios en y para la Iglesia,
§ 3 la vocación como diálogo entre Dios y el hombre,
% 4 la vocación en la Iglesia;
% 5 la vocación en Cristo;seguido de un esquema de las
constantes de toda vocación y de una lista de referencias
bíblicas sobre el relato de las principales vocaciones en el AT y
en el NT.

124
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

§ 1 El significado de la vocación
(Juan Pablo n, Exhortación apostólica postsinodal
Pastores dabo vobis 34)

“Venid y lo veréis” (Jn 1,39). De esta manera responde Jesús a


los dos discípulos de Juan el Bautista que le preguntaban dónde
vivía. En estas palabras encontramos el significado de la
vocación.

Así cuenta el evangelista la llamada a Andrés y a Pedro:

Al día siguiente, Juan se encontraba en aquel mismo


lugar con dos de sus discípulos. De pronto vio a Jesús
que pasaba por allí, y dijo: "¡Este es el cordero de
Dios!". Los dos discípulos lo oyeron decir esto y
siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, viendo que lo
seguían, les preguntó: "¿Qué buscáis?". Ellos
contestaron: "Rabbí, (que quiere decir Maestro)
¿dónde vives?". El les respondió: "Venid y lo veréis".
Se fueron con Él, vieron dónde vivía y pasaron aquel
día con Él. Eran como las cuatro de la tarde. Uno de
los dos que siguieron a Jesús era Andrés, el hermano
de Simón Pedro. Encontró Andrés en primer lugar a
su propio hermano Simón y le dijo: 'Hemos
encontrado al Mesías (que quiere dedr Cristo)'. Y lo
llevó a Jesús. Jesús, al verlo, le dijo: "Tú eres Simón,
hijo de Juan: en adelante te llamarás Cefas, (es dedr,
Pedro)" (Jw 1, 35-42).

Esta página del Evangelio es una de tantas de la Biblia en las


que se describe el “misterio” de la vocación, en nuestro caso, el
misterio de la vocación a ser apóstoles de Jesús. La página de
San Juan, que tiene también un significado para la vocación
cristiana como tal, adquiere un valor simbólico para la vocación
sacerdotal. La Iglesia, como comunidad de los discípulos de
Jesús, está llamada a fijar su mirada en esta escena que, de
alguna manera, se renueva continuamente en la historia. Se le
invita a

125
El Rito de Admisión

profundizar el sentido original y personal de la vocación al


seguimiento de Cristo en el ministerio sacerdotal y el vínculo
inseparable entre la gracia divina y la responsabilidad humana,
contenido y revelado en esas dos palabras que tantas veces
encontramos en el Evangelio: ven y sígueme (cf. Mt 19,21). Se
le invita a interpretar y recorrer el dinamismo propio de la
vocación, su desarrollo gradual y concreto en las fases del
buscar a Jesús, seguirlo y permanecer con EL

La Iglesia encuentra en este Evangelio de la vocación el


modelo, la fuerza y el impulso de su pastoral vocacional, o sea,
de su misión destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento
y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las
vocaciones al sacerdocio. Precisamente porque “la falta de
sacerdotes es ciertamente la tristeza de cada Iglesia” (cf.
Discurso final del Sínodo, 27 de octubre 1990, 5: 1. c), la
pastoral vocacional exige ser acogida, sobre todo hoy, con
nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos
los miembros de la Iglesia, con la conciencia de que no es un
elemento secundario o accesorio, ni un aspecto aislado o
sectorial, como si fuera algo sólo parcial, aunque importante, de
la pastoral global de la Iglesia. Como lo han afirmado
repetidamente los Padres sinodales, se trata mas bien de una
actividad íntimamente inserta en la pastoral general de cada
Iglesia particular (cf. Propositio 6), de una atención que debe
integrarse e identificarse plenamente con la llamada “cura de
almas” ordinaria (cf. Propositio 13), de una dimensión
connatural y esencial de la pastoral eclesial, o sea, de su vida y
de su misión (cf. Propositio 4).

La dimensión vocacional es esencial y connatural en la


pastoral de la Iglesia. La razón se encuentra en el hecho de que
la vocación define, en cierto sentido, el ser profundo de la
Iglesia, incluso antes que su actuar. En el mismo vocablo de la
Iglesia (Ecclesia) se indica su fisonomía vocacional íntima,
porque es verdaderamente “convocatoria”, esto es asamblea de
llamados'.
126
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

Dios ha convocado la asamblea de aquellos que miran


en la fe a Jesús, autor de la salvación y principio de
unidad y de paz, y así ha constituido la Iglesia, para
que sea para todos y para cada uno el sacramento
visible de esta unidad salvífica (LG 9).

Una lectura propiamente teológica de la vocación sacerdotal y


de su pastoral, puede nacer sólo de la lectura del misterio de la
Iglesia como mysterium vocationis.

§ 2 La vocación, un don de Dios en, mediante y para la


Iglesia
(Juan Pablo n, Exhortación apostólica postsinodal
Pastores dabo vobis 35)
Toda vocación cristiana encuentra su fundamento en la elección
gratuita y precedente de parte del Padre

que desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio


de Cristo con toda clase de bienes espirituales. Él nos
eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para
que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin
mancha en su presencia. Llevado de su amor, él nos
destinó de antemano, conforme al beneplácito de su
voluntad, a ser adoptados como hijos suyos, por medio
de Jesucristo tf 1/ 3-5).

Toda vocación cristiana viene de Dios, es don de Dios. Sin


embargo nunca se concede fuera o independientemente de la
Iglesia, sino que siempre tiene lugar en la Iglesia y mediante
ella, porque, como nos recuerda el Concilio Vaticano n, “fue
voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no
aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le
sirviera santamente” (LG 9).

127
El Rito de Admisión

La Iglesia no sólo contiene en sí todas las vocaciones que Dios


le otorga en su camino de salvación, sino que ella misma se
configura como misterio de vocación, reflejo luminoso y vivo
del misterio de la Santísima Trinidad. En realidad la Iglesia,
“pueblo congregado por la unidad trinitaria del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo” (S. Cipriano, De dominica Oratione, 23:
CCL 3/ A, 105), lleva en sí el misterio del Padre que, sin ser
llamado ni enviado por nadie (cf. Rm 11,33-35), llama a todos
para santificar su nombre y cumplir su voluntad; ella custodia
dentro de sí el misterio del Hijo, llamado por el Padre y enviado
para anunciar a todos el Reino de Dios, y llama a todos a su
seguimiento; y es depositaría del misterio del Espíritu Santo
que congrega para la misión a los que el Padre llama mediante
su Hijo Jesucristo.

La Iglesia, que por propia naturaleza es “vocación”, es


generadora y educadora de vocaciones. Lo es en su ser de “sacramento”,
0í en cuanto “signo” e “instrumento” en el que resuena y se cumple
la vocación de todo cristiano; y lo es en su actuar, o sea, en el
desarrollo de su ministerio de anuncio de la Palabra, de
celebración de los Sacramentos y de servicio y testimonio de la
caridad.

Ahora se puede comprender mejor la esencial dimensión


eclesial de la vocación cristiana. Esta no sólo deriva “de” la
Iglesia y de su mediación, no sólo se reconoce y se cumple “en”
la Iglesia, sino que -en el servicio fundamental de Dios- se
configura necesariamente como servicio “a” la Iglesia. La
vocación cristiana, en todas sus formas, es un don destinado a la
edificación de la Iglesia, al crecimiento del Reino de Dios en el
mundo (cf. AA 3).

Esto que decimos de toda vocación cristiana se realiza de un


modo específico en la vocación sacerdotal. Esta es una llamada,
a través del sacramento del orden recibido en la Iglesia, a
ponerse al servicio del pueblo de Dios con una peculiar
pertenencia y configuración con Jesucristo y que da también la
autoridad para actuar en su nombre et in persona de quien es
Cabeza y Pastor de la Iglesia.
128
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

En esta perspectiva se comprende lo que manifiestan los Padres


sinodales:
La vocación de cada sacerdote presbítero existe en la
Iglesia y para la Iglesia, y se realiza para ella. De ahí se
sigue que todo presbítero recibe del Señor la vocación a
través de la Iglesia como un don gratuito, una gratia gmtis
dada (charisma). Es tarea del Obispo o del superior
competente no sólo examinar la idoneidad y la vocación
del candidato, sino también reconocerla. Este elemento
eclesiástico pertenece a la vocación, al ministerio
presbiteral como tal. El candidato al presbiterado debe
recibir la vocación sin imponer sus propias condiciones
personales, sino aceptando las normas y condiciones que
pone la misma Iglesia, por la responsabilidad que a ella
compete (Propositio 5).

§ 3 La vocación: historia de un diálogo entre Dios y el


hombre
(Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal
Pastores dabo vobis 36-37)
La historia de la vocación sacerdotal como también de toda
vocación cristiana, es la historia de un inefable diálogo entre
Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad
del hombre que responde a Dios en el amor. Estos dos aspectos
inseparables de la vocación, el don gratuito de Dios y la
libertad responsable del hombre, aparecen de manera clara y
eficaz en las brevísimas palabras con las que el evangelista San
Marcos presenta la vocación de los doce: Jesús “subió a un
monte, y llamando a los que quiso, vinieron a é¡!* (Me 3, 13).
Por un lado está la decisión absolutamente libre de Jesús y por
otro, el “venir” de los doce, o sea, el “seguir” a Jesús.
Este es el modelo constante, el elemento imprescindible de
toda vocación; la de los profetas, apóstoles, sacerdotes,
religiosos, fieles laicos, la de toda persona.
129
El Rito de Admisión

Ahora bien, la intervención libre y gratuita de Dios que llama es


absolutamente prioritaria, anterior y decisiva. Es suya la iniciativa de
llamar. Por ejemplo, ésta es la experiencia del profeta Jeremías: “El
Señor me habló así: ‘Antes de formarte en el vientre te conocí; antes
que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones”’
(Jr 1, 4-5). Y es la misma verdad presentada por el apóstol Pablo, que
fundamenta toda vocación en la elección eterna en Cristo, hecha “antes
de la creación del mundo” y “conforme al beneplácito de su voluntad”
(Ef 1,4. 5). La primacía absoluta de la gracia en la vocación encuentra
su proclamación perfecta en la palabra de Jesus: “No me elegisteis
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para
que vayáis y déis fruto y que vuestro fruto permanezca” (Jn 15,16).

Si la vocación sacerdotal testimonia, de manera inequívoca, la primacía


de la gracia, la decisión Ubre y soberana de Dios de llamar al hombre
exige respeto absoluto, y en modo alguno puede ser forzada por
presiones humanas, ni puede ser sustituida por decisión humana alguna.
La vocación es un don de la gracia divina y no un derecho del hombre,
de forma que “nunca se puede considerar la vida sacerdotal como una
promoción simplemente humana, ni la misión del ministro como un
simple proyecto personal” (Angelus, 3 diciembre 1989, Insegnamenti,
xn/2,1989,1417). De este modo, queda excluida radicalmente toda
vanagloria y presunción por parte de los llamados (cf. Hb 5,4ss), los
cuales han de sentir profundamente una gratitud llena de admiración y
conmovida, una confianza y una esperanza firmes, porque saben que
están apoyados no en sus propias fuerzas, sino en la fidelidad
incondicional de Dios que llama.

“Llamó a los que él quiso y vinieron a él” (Me 3, 13). Este “venir”, que
se identifica con el “seguir” a Jesus, expresa la respuesta libre de los
doce a la llamada del Maestro. Así sucede con Pedro y Andrés; les dijo:
“Venid conmigo y os haré pescadores dehombres”. Y ellos al instante,
dejaron las redes y

130
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

le siguieron” (Mt 4, 19-20). Idéntica fue la experiencia de Santiago y


Juan (cf. Mt 4, 21-22). Así sucede siempre: en la vocación brillan a la vez
el amor gratuito de Dios y la exaltación de la libertad del hombre; la
adhesión a la llamada de Dios y su entrega a Él.

En realidad, gracia y libertad no se oponen entre sí. Al contrario, la


gracia anima y sostiene la libertad humana, liberándola de la esclavitud
del pecado (cf./w 8,34-36), sanándola y elevándola en sus capacidades de
apertura y acogida del don de Dios. Y si no se puede atentar contra la
iniciativa absolutamente gratuita de Dios que llama, tampoco se puede
atentar contra la extrema seriedad con la que el hombre es desafiado en
su libertad. Así, al “ven y sígueme” de Jesús, el joven rico contesta con el
rechazo, signo -aunque sea negativo- de su libertad: “Pero él, abatido por
estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Me
10,22).

Por tanto, la libertad es esencial para la vocación, una libertad que en la


respuesta positiva se cualifica como adhesión personal profunda, como
donación de amor -o mejor como re-donación al Donador: Dios que
llama- esto es, como oblación.

A la llamada - decía Pablo VI- corresponde la respuesta. No


puede haber vocaciones, si no son libres, es decir, si no son
ofrendas espontáneas de sí mismo, conscientes, generosas,
totales... Oblaciones; éste es prácticamente el verdadero
problema... es la voz humilde y penetrante de Cristo que dice,
hoy como ayer y más que ayer: ven.
La libertad se sitúa en su raíz más profunda: la oblación, la
generosidad y el sacrificio (Mensaje para la V Jornada mundial
de oración por las vocaciones sacerdotales, 19 abril 1968
Insegnamenti, VI, 1968, 134-135).

La oblación libre, que constituye el núcleo íntimo y más precioso de la


respuesta del hombre a Dios que llama, encuentra su
El Rito de Admisión

modelo incomparable, más aún, su raíz viva, en la oblación libérrima de


Jesucristo -primero de los llamados- a la voluntad del Padre: “Por eso, al
entrar en este mundo, dice Cristo: ‘No has querido sacrificio ni oblación,
pero me has formado un cuerpo... Entonces yo dije: He aquí que vengo,
oh Dios, para hacer tu voluntad”’ (Hb 10, 5. 7).

En íntima unión con Cristo, María, la Virgen madre, ha sido la criatura


que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie como
ella ha respondido con un amor tan grande al amor inmenso de Dios (cf.
Propositio 5).

“Abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía


muchos bienes” (Me 10,22). El joven rico del Evangelio, que no sigue la
llamada de Jesús, nos recuerda los obstáculos que pueden bloquear o
apagar la respuesta libre del hombre: no sólo los bienes materiales
pueden cerrar el corazón humano a los valores del espíritu y a las
exigencias radicales del Reino de Dios, sino que también algunas
condiciones sociales y culturales de nuestro tiempo pueden representar
no pocas amenazas e imponer visiones desviadas y falsas sobre la
verdadera naturaleza de la vocación, haciendo difíciles, cuando no
imposibles, su acogida y su misma comprensión.

Muchos tienen una idea de Dios tan genérica y confusa que deriva en
formas de religiosidad sin Dios, en las cuales la voluntad de Dios se
concibe como un destino inmutable e inevitable, al que el hombre debe
simplemente adaptarse y resignarse en total pasividad. Pero no es éste el
rostro de Dios que Jesucristo ha venido a revelarnos. En efecto, Dios es
el padre que, con amor eterno y precedente llama al hombre y lo sitúa en
un maravilloso y permanente diálogo con El, invitándolo a compartir su
misma vida divina como hijo. Es cierto que, con una visión equivocada
de Dios, el hombre no puede reconocer ni siquiera la verdad sobre sí
mismo, de tal forma que la vocación no puede ser ni

132
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

percibida, ni vivida en su valor auténtico; puede ser sentida solamente


como un peso impuesto e insoportable.

También algunas ideas equivocadas sobre e\ hombre,


SOSXCUV das con frecuencia con aparentes argumentos filosóficos
o científicos , inducen a veces al hombre a interpretar la propia
existencia y libertad como totalmente determinadas y condicionadas
por factores externos de orden educativo, psicológico, cultural o
ambiental. Otras veces se entiende la libertad en términos de absoluta
autonomía, pretendiendo que sea la única e inexplorable fuente de
opciones personales y considerándola a toda costa como
afirmación de sí mismo. Pero, de ese modo, se cierra el camino para
entender y vivir la vocación como libre diálogo de amor, que nace de la
comunicación de Dios al hombre y se concluye con el don sincero de sí,
por parte del hombre.

En el contexto actual no falta tampoco la tendencia a concebir la


relación del hombre con Dios de un modo individualista e
intimista, como si la llamada de Dios llegase a cada persona por
vía directa, sin mediación comunitaria alguna, y tuviese como meta
una ventaja personal, o la salvación misma de cada uno de los
llamados y no la dedicación total a Dios en el servicio a la
comunidad. Encontramos así otra amenaza, más profunda y a la
vez más sutil, que hace imposible reconocer y aceptar con gozo la
dimensión eclesial inscrita originariamente en toda vocación
cristiana, y en particular en la vocación presbiteral. En efecto,
como nos recuerda el Concilio, el sacerdocio ministerial adquiere
su auténtico significado y realiza la plena verdad de sí mismo en el
servir y hacer crecer la comunidad cristiana y el sacerdocio común
de los fieles (cf. LG 10; PO 12).

El contexto cultural al que aludimos, cuyo influjo no está ausente


entre los mismos cristianos y especialmente entre los jóvenes,
ayuda a comprender la difusión de la crisis de las mismas
vocaciones sacerdotales, originadas y acompañadas por crisis

133
El Rito de Admisión

de fe más radicales. Lo han declarado explícitamente los


Padres sinodales, reconociendo que la crisis de las vocaciones
al presbiterado tiene profundas raíces en el ambiente cultural y
en la mentalidad y praxis de los cristianos (cf. Propositio 13).

De aquí la urgencia de que la pastoral vocacional de la Iglesia


se dirija decididamente y de modo prioritario hacia la
reconstrucción de la “mentalidad cristiana”, tal como la crea y
sostiene la fe. Más que nunca es necesaria una evangelización
que no se canse de presentar el verdadero rostro de Dios -el
Padre que en Jesucristo nos llama a cada uno de nosotros- así
como el sentido genuino de la libertad humana como principio
y fuerza del don responsable de sí mismo. Solamente de esta
manera se podrán sentar las bases indispensables para que toda
vocación, incluida la sacerdotal, pueda ser percibida en su
verdad, amada en su belleza y vivida con entrega total y con
gozo profundo.

§ 4 La vocación en la Iglesia
(Conferencia Episcopal de Colombia84)

La intención salvadora del Padre celestial, hecha patente en la


persona y la obra de Jesucristo el Señor y actualizada mediante
la acción del Espíritu Santo, se va manifestando a cada hombre
en forma de llamamiento personal.

Por esta invitación hecha a cada uno y a todos, se constituye


una comunidad llamada precisamente Ekklesia (Iglesia) por
haber nacido de un llamamiento: “... fue voluntad de Dios el
santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión
alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le
confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG 9).

84 Cf. Conferencia Episcopal de Colombia (XXXIII Asamblea Plenaria),


Pastoral de las Vocaciones Sacerdotales, Bogotá, Edición SPEC, 1978,
pp. 55-59.

134
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

La respuesta al llamamiento de Dios, es, entonces, un


compromiso en la Iglesia y con la Iglesia. Importa, pues,
mucho ver qué es esta Iglesia querida por el Dios Trino y en
qué consiste concretamente la respuesta que el hombre da en
su entrega a la misma comunidad cristiana.

La Iglesia
En el Vaticano n la Iglesia ha dicho de sí misma que es el
Pueblo de Dios. Ya bajo esta figura

queda dibujada la síntesis de la eclesiología católica


en orden a la realidad divino-humana propia de la
Iglesia, en orden al designio histórico en el cual ella
se afirma a lo largo de los siglos, antes, durante y
después de Cristo, y en orden también a la
mentalidad moderna sobre los hechos sociales.

Cuando la Iglesia se presenta como pueblo de Dios afirma su


carácter de peregrina, su realidad en la historia, su
encamación en los diferentes tiempos y en las distintas
culturas. Ademas, reconoce la igualdad fundamental de todos
sus miembros y destaca su estructura organizada y visible.
Responder al llamamiento en la Iglesia es, pues, un
compromiso con una Iglesia real, aquí y ahora, de la que el
creyente forma parte desde el momento del bautismo.

Es su peregrinación secular “entre las persecuciones del


mundo y los consuelos de Dios” (IG 8), la Iglesia no
desfallece ni se destruye. Va cumpliendo una dinámica de
riqueza y limitación, de adquisición y empobrecimiento, pero
sigue sintiéndose indisolublemente unida a Jesucristo como
las ramas a la vid (cf. Jn 15,1-11). Cada uno, adherido al
Señor, se une también real y estrechamente a sus hermanos.
Por eso la ley fundamental de la vida de la Iglesia es el amor
(cf. Jn 15,12-17). Se da, pues, una union vital y orgánica de
los miembros de la Iglesia entre sí

135
El Rito de Admisión

y con Cristo, lo cual se expresa significativamente cuando se


designa a la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo: Jesucristo
“a sus hermanos congregados de todos los pueblos, los
constituyó místicamente en su cuerpo, comunicándoles su
espíritu” (IG 7; cf. Ef 4,1-32).

Una Iglesia encamada en la historia y prolongación real de


Jesucristo, va haciendo posible que la salvación querida por
Dios Triño llegue a todos los hombres. Por eso “la Iglesia es
en Cristo como un Sacramento, o sea, signo e instrumento de
la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género
humano” (LG 1).

Es en esta Iglesia, pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo,


Sacramento de salvación, donde se cumple el llamado de
Jesucristo y la respuesta del hombre. Toda vocación cristiana -
tanto en el sentido de llamada que se recibe como en el de
opción libre que se hace- tiene una esencial connotación
eclesiológica que es preciso siempre destacar.

El servicio en la Iglesia
A través de los escritos del NT encontramos la misión de
Jesucristo como cumplimiento de la voluntad del Padre y
servicio a los hombres (cf. Mt 20,26-28; Le 17,7-10; Jn 13,1-
38). Un análisis de este servicio de Jesús nos hace descubrir
que consiste en la entrega de su propia existencia por la
salvación de todos, cargando sobre sí nuestras faltas (cf. 1P
2,21-25; 1 Co 15, 3; Km 4,25). El servicio de Jesucristo es su
existencia obediente: Él acepta el plan del Padre y se entrega
para ser el Salvador. El servicio de Jesús es su existencia para
los demás.

Desde un comienzo la Iglesia se ha dado cuenta de que debe


ser una comunidad de servidores (cf. Hch> 2, 44s; 4, 34s). El
servicio realiza el deseo del Maestro (cf. Jn 13, 12-16), es
connatural a la existencia cristiana. El Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía, sacramentos de la iniciación
cristiana, insertan
136
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

al creyente en una comunidad de servidores. Así, ser


cristiano es ser servidor; es una forma de existencia a la que
debe responder una actitud.

Sobre el trasfondo de innumerables servicios, el NT enumera


unos servicios especiales: unos se refieren a actividades
necesarias para construir comunidades o iglesias: apóstol,
profeta, doctor, evangelista (cf. 1 Co 12,28; Ef4,11); otros se
refieren a actividades que se ejercen en comunidades
constituidas: didascalos y pastor (cf. Ef 4, 11; 1P 5,2-4),
higoumenos (jefe, superior, moderador, dirigente) y presidente
(cf. Hb 13,7.17; Le 22,26; Rm 12,8; 1 Tm 5,12), ministros o
diáconos (cf. Flp 1, 1; 1 Tm 3, 8ss), presbíteros o ancianos
(cf. Hch 11, 30; 14, 22; 15,2; 20,17; 21,28; 1 Tm 4,14;
5,17.19; Tt 1,7).

Tales servicios, designados con el término griego


“diakonia”, son llamados con el término latino Ministerium**
(cf. texto griego y diferentes traducciones latinas y españolas
de 2 Go 3,4-9).

Por otra parte, es necesario señalar que la lista de servicios


mencionada arriba, y que no es exhaustiva, corresponde a la
lis- ta de los carismas: los servicios de la comunidad son obra
del Espíritu Santo. Con esto se comprende que una pretendida
oposición entre Iglesia institucional e Iglesia carismática
carece de fundamento. A manera de ejemplo puede verse
cómo en las Cartas pastorales se hable del “carisma” que
Timoteo ha recibido, por lo que hoy se llamaría una
“institución” (cf. 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6 en el texto griego). Los
servicios que se dieron en las comunidades primitivas han
subsistido bajo diversas modalidades a lo largo de la vida de la
Iglesia y han sido complementados con otros nuevos
suscitados por el Espíritu.

Hoy en día, la misma Iglesia designa ciertos servicios con el


nombre de Ministerios Laicales. Son aquellos servicios
referentes a aspectos realmente vitales de la vida eclesial (v.
gr., proclamar la Palabra, catequizar), ejercidos por fieles
laicos, de

137
El Rito de Admisión

manera permanente y no sólo ocasional, y que han sido


reconocidos públicamente por quien tiene la responsabilidad
de la unidad en la Iglesia.

Se da también, bajo pluralidad de formas, el servicio peculiar


que representa la Vida religiosa con su función de testimonio
escatológico, de intercesión orante, de particular acentuación
del carácter profético y de mayor disponibilidad para la
misión. La Iglesia reconoce y confirma este carisma del
Espíritu que Uaunque no pertenece a la estructura jerárquica
de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera indiscutible,
a su vida y santidad” (IG44).

Dentro de los servicios de la Iglesia está, en fin, el Ministerio


jerárquico en el triple grado del Episcopado, el Presbiterado y
el Diaconado. No es un ministerio separado de los anteriores,
pero difiere esencialmente de ellos. En efecto, quien es
llamado al ministerio jerárquico recibe por el sacramento de
la ordenación una nueva forma de existencia, una
consagración, que lo constituye cabeza de una comunidad de
servidores. Su razón de ser no es otra que dar nacimiento
incesantemente a la comunidad cristiana y su acción de
servicio sólo a eso debe tender.

Los Obispos han recibido “el ministerio de la comunidad con


sus colaboradores, los sacerdotes y diáconos, presidiendo en
nombre de Dios la grey, de la que son pastores, como maestros
de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de
gobierno” (LG 20). Junto con el Romano Pontífice y bajo su
dependencia constituyen el Cuerpo Episcopal que sucede al
Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen
pastoral (cf. LG 22) y que ha recibido la misión de “predicar el
Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres
consigan la salvación por medio de la fe, del bautismo y del
cumplimiento de los mandamientos” (LG 24). “Este encargo
que el Señor confió a los pastores de su pueblo es un verdade-

138
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

ro servicio, que en la Sagrada Escritura se llama con toda


propiedad diaconía, o sea, ministerio” (ibidem; cf. Heb 1,17. 25;
21,19; Rm 11,13; 17m 1,12).

Los Presbíteros participan verdaderamente del sacerdocio cuya


plenitud reside en el Obispo, y han sido llamados a ser “próvidos
cooperadores del Orden episcopal”. Como tales, asumen por su
parte el servicio de enseñanza, de santificación y de gobierno
para la edificación de la comunidad de los creyentes. En virtud
de su ministerio anuncian a todos la divina palabra,

pero su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en el culto


o asamblea eucarística, donde, obrando en nombre de
Cristo y proclamando su ministerio, unen las oraciones
de los fieles al sacrificio de su Cabeza y representan y
aplican en el sacrificio de la Misa, hasta la venida del
Señor (cf. ICo 11,26), el único sacrificio del Nuevo
Testamento (LG 28).

Los Diáconos “sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la


liturgia, de la palabra y de la caridad” (LG 29). Con la gracia
propia de su orden, recibida por la imposición de las manos,
expresan de manera particular la diaconía de toda la Iglesia y
contribuyen a la formación de auténticas comunidades locales
servidoras y fraternas.

Los Ministerios Jerárquicos aparecen así como la prolongación


y expresión visible de la acción pastoral de Cristo en su Iglesia.
A través de ellos el Señor continúa cuidando su grey y atrayendo
al único rebaño a cuantos se hallan descarriados o alejados,
entregando incluso su vida para que tengan vida en abundancia
(cf. Jn 10,1-42; Le 15,4-7).

139
El Rito de Admisión

§ 5 La vocación en Cristo
(Conferencia Episcopal de Colombia35)

En la plenitud de los tiempos Dios envió a su único Hijo


para revelar a los hombres su plan de salvación y
comunicarles las riquezas de la misma vida divina.
Jesucristo aparece en la historia como el gran Profeta de la
Nueva Alianza que invita a todos los hombres a la
conversión y los llama a congregarse en el Nuevo Pueblo
nacido de su propio sacrificio. Él, en efecto, es el Siervo de
Yahvéh profetizado en los cantos isaianos que no ha venido
para hacer su voluntad, sino entregar su vida en redención de
muchos, por cuyas heridas hemos sido sanados.
El Hijo encarnado inaugura los años de su vida apostólica
discerniendo en la oración al Padre, bajo la conducción y
guía del Espíritu, los rasgos o características propias de su
misión.
& El testimonio que llega a nosotros en las páginas del
Evangelio
da cuenta de que el Señor rechazó toda forma de mesianismo
económico, de caudillaje político o de mesianismo glorioso
(cf. Mt 4,1-11; Le 4,1-13; Me 1,12-23). Quiso, en cambio,
ser el Rey mesiánico cuyo reino no es como los de este
mundo (cf. Jn 18,36), sino que rige para someter a sí a todas
las criaturas y entregar después el Reino al Padre para que
Dios sea todo en todos (cf. ICo 15,24-29). Quiso ser el
Profeta del Padre, es decir, revelador y testimonio de la
verdad de Dios (cf. Jn 1, 18), no solamente por medio de las
palabras (cf. Jn 12, 48), sino mediante las obras (cf .Jn
10,37), y por la totalidad de su ser personal (cf .Jn 14,6-9).
Quiso, en fin, ser nuestro perfecto y sumo Sacerdote (cf. Hb
8,1-13) sentado hoy a la diestra de la Majestad en las alturas
y siempre vivo para interceder por nosotros (cf. Hb 1, 3; 7,
25), después de haberse ofrecido

35 Cf. Conferencia Episcopal de Colombia (XXXIII Asamblea Píen aria).


Pastoral de las Vocaciones Sacerdotales, Bogotá. Edición SPEC. 1978, pp.
60-64.
140
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

libremente como Víctima que cargó con los pecados de


todos y se entregó en oblación (cf. Mt 26,28; Le 22,19).
El llamamiento a ser discípulo
Por la Palabra y la obra de Cristo ha resonado en el mundo
el llamamiento a la salvación. Esta llamada se dirige a todo
hombre, sin limitaciones de raza, sexo, nación o lengua (cf.
LG13). Todos están invitados a convertirse en discípulos de
Cristo, “luz del mundo, de quien procedemos, por quien
vivimos y hacia quien caminamos” (Ibidem 3).
Dicha llamada o vocación no anula de ninguna manera la
que ya está contenida en la misma condición humana de ser
racional, ni se le superpone simplemente. Al contrario, en el
presente orden de gracia constituye la única manera
auténtica y plena de ser hombre, puesto que “todos pecaron
y están privados de la gloria de Dios” (Rm 3,23) y tanto
amor nos ha tenido el Padre “para llamarnos hijos de Dios, y
lo somos” (1 Jn 3,1).
La misión del Hijo, “que es imagen de Dios invisible y
figura de su sustancia” (Hb 1,3) tiene, pues, por finalidad
llamar al hombre a ascender a un nuevo y maravilloso plano
de realización humana: “reproducir la imagen del Hijo, para
que El sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rm
8,29), “transformarse en esa misma imagen” (2 Co 3,18),
“revestirse del Hombre nuevo creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad” (Ef4, 24), “hasta alcanzar un
conocimiento perfecto según la imagen del Creador” (Col
3,9).
Esta sublime vocación se inicia ya en la tierra en quienes
reciben el sacramento del Bautismo, pero está destinada a
consumarse más allá del tiempo, en la gloria, pues “ahora
somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que
seremos: sabemos que cuando se manifieste, seremos
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn 3,2).

141
El Rito de Admisión

No es otra la meta que propone Cristo a sus discípulos y en ella


culmina el designio eterno del Padre con los hombres: “a los que
predestinó, a esos también los llamó; y a los que llamó, a esos
también ios justificó; a los que justificó, a esos también los
glorificó” (Rm 8,3).

La inserción del hombre en la persona de Cristo Jesús supone


también la participación en su misión salvadora, con los rasgos
característicos que la identifican: misión real, profética y
sacerdotal (LG10.12.34-36). Los discípulos del Señor han de
ser, a imitación de su Maestro, fermento, luz y sal de la tierra
(cf. Mt 5,13ss). “No se da, por tanto, miembro alguno que no
tenga parte en la Misión de Cristo” (PO 2; LG 10).

Tal participación en la unción y misión del Señor se designa de


manera significativa con la expresión de “sacerdocio común de
los fieles” (Ibidem). En virtud de él todos los bautizados se
ofrecen a sí mismos y ofrecen sacrificios espirituales mientras
anuncian el poder del que los llamó de las tinieblas a su
admirable luz (cf. 1P 2,4-10) y contribuyen de todas formas al
establecimiento del Reino de Dios en este mundo (1G10; PO 2).

A quienes aceptan su invitación, Cristo les plantea criterios


claros de seguimiento, que incluyen señaladamente tomar la
cruz cada día en pos de Él, optar radicalmente por los bienes y
valores evangélicos y consagrar sus vidas por el amor bajo las
múltiples formas del servicio.

El llamamiento especial de “los doce”


Los Evangelios nos han conservado diversos episodios a través
de los cuales Jesús va invitando de manera nominal y gratuita a
algunos hombres a su especial seguimiento (cf. Mt 4,18-22; Me
1,16-20; Le 5,1-11. 27-28; Jn 1,35ss). Después de orar al Padre,
Él mismo elige de manera expresa un grupo perfectamente
definido de doce discípulos “a quienes nombró após-

142
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

toles”, a quienes constituyó “para que estuvieran con él, y para


mandarlos a predicar y para que tuvieran potestad de echar a los
demonios” y de “curar toda enfermedad y toda invalidez” (cf.
Mt 10, 1-5; Me 3, 13-19; Le 6,12-16).

A estos seguidores particularmente llamados, constituidos en


Cuerpo o Colegio a cuya cabeza colocó al apóstol Pedro, Jesús
los hace testigos de su resurrección y antes de volver al Padre
los envía, como Él mismo ha sido enviado, encargándoles el
anuncio del Evangelio hasta los confines del mundo y
confiándoles el cuidado de apacentar su rebano (cf. Jn 20,21;
15, 27; 21, 15-17; Mt 28,16-20; Me 16,14-20; Le 24,48; Hch 1,
2b-8. 13-26).

Los Apóstoles participan así, de manera especial, de la


condición y de la misión de Cristo, pastor y Cabeza de su
Iglesia; han recibido de Él autoridad sagrada en orden al servicio
de la comunidad y se configuran de forma particular con el
sacerdocio nuevo y eterno que es propio de Jesús, Pontífice de
los bienes futuros (cf. Hb 9,11).

La selección de tales sucesores y colaboradores es sin duda un


acto eclesial adecuado a las condiciones normales de una
sociedad jerárquicamente organizada. Sin embargo, responde
también a la acción interior del Espíritu que mueve a algunos
cristianos a entregarse totalmente al servicio ministerial de la
comunidad. Puede, pues, decirse con verdad que Jesús sigue
llamando, también hoy, de manera particular a algunos hombres
para comunicarles una especial participación en su sacerdocio y
confiarles una específica misión en favor de sus hermanos.

Esta participación y misión suponen, desde luego, los


sacramentos de la iniciación cristiana, pero se confieren por un
especial sacramento que por la efusión del Espíritu sella al
ordenado con un carácter particular y lo configura con Cristo
sacerdote, de suerte que pueda obrar como en persona de Cristo
cabeza

143
El Rito de Admisión

(cf. PO 2; LG 10) a la vez que lo enriquece con los dones


necesarios para el buen ejercicio de su ministerio en beneficio
de la comunidad.

Tan especial y diferente participación en el sacerdocio de Cristo


no coloca a los ordenados en una situación de privilegio; les es
concedido por el Señor con miras al servicio eclesial, es un don
de Dios a la Iglesia, que se comunica en la Iglesia-comunidad,
para beneficio de toda ella. Nadie tiene derecho a esta
participación del sacerdocio capital, sino que es concedida a
quienes el Señor quiere, llamándolos mediante la legítima
autoridad eclesial, que es también juez necesario de la idoneidad
de los candidatos.

Características de la vocación al sacerdocio ministerial


[...] Los rasgos propios y la misión específica del ministerio
presbiteral conducen a señalar en ella algunas características que
iluminan particularmente la pastoral vocadonal respectiva:

- es una vocación divina,, tanto por el origen como por la


finalidad y por los medios de servicio que el Señor otorga al
presbítero;

- es una vocación eclesial, ya que es dada en función y


beneficio de la comunidad eclesial, no sólo diocesana sino
también universal; no es en beneficio individual del orde-nado;

- es una vocación subordinada al ministerio episcopal, aún por


encima de privilegios y de la exención, ya que

todos los sacerdotes (presbíteros), tanto diocesanos


como religiosos, están... adscritos al Cuerpo episcopal,
por razón del Orden y del Ministerio (PO 28). Por
tanto sólo ejercen legítimamente su servicio en unidad
real con el Obispo propio y con el cuerpo episcopal (cf.
CD 35);

144
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

- es una vocación colegial, ya que “en virtud de la común


ordenación sagrada y de la común misión, todos los presbíteros
se unen entre sí en íntima fraternidad” (IG 28) y están llamados a
formar junto con el Obispo un único presbiterio dedicado a
diversas ocupaciones (Ibidem);

- es una vocación esencialmente ministerial, es decir, de


servicio, porque en medio de los hermanos, el presbítero debe
estar como el que sirve y ha de hacerse “todo a todos para
ganarlos a todos” (1 Co 9, 19-23);

- es, en fin, una vocación de encamación o sea, de


conocimiento y comprensión cada vez más profundos de la
realidad humana y social, “puesto que no podrían... servir a los
hombres si permanecieran ajenos a la vida y a las condiciones
de los mismos” (P03).
* * *

Finalmente, a modo de complemento de las características de la


vocación al ministerio sacerdotal, hemos pensado añadir un
esquema de las constantes que se encuentran en toda vocación -
tanto de ayer como de hoy-; luego ofrecemos una lista de las
principales referencias bíblicas acerca del relato de las más
importantes vocaciones tanto en el AT como en el NT. Este
complemento podrá servir a prolongar la reflexión sobre el
misterio de la vocación en Cristo y en la Iglesia, su Esposa.
Inclusive se podría hacer trabajar a los interesados sobre estos
textos para analizarlos, compararlos y descubrir la estructura y
las constantes de toda vocación.

145
El Rito de Admisión

ESQUEMA BÁSICO

1. Las constantes del llamamiento de Dios en toda


vocación
- La iniciativa divina
- La misión y sus exigencias
- Las mediaciones humanas
- El respeto de las libertades
- La respuesta a la llamada de Dios
- Dios reitera sus llamados

2. Referencias bíblicas sobre las principales vocaciones


del AT y NT
Las vocaciones individuales en el AT
-La vocación de Abrahán: (Gn 12,1-9; 10-13,1;
13,2- 18; 14,1-24)
- La vocación de Moisés: (Ex 3,1-4,9-20)
- La vocación de Josué: (Nm 27,18-20 y Dt 31,1-
8. 23)
- La vocación de Samuel: (1 S 3,1-4,1)
- La vocación de David: (1 S16,1-13).
Las vocaciones de los Profetas en el AT
- La vocación de Amos: (Am 1,1; 7,14-15)
- La vocación de Joñas: (Jon 1,1-7)
- La vocación de Jeremías: (Jr 1,4-19)
- La vocación de Isaías: (Is 6,1-13)
- La vocación del Siervo de Yahvéh: (7s 41,8-14; 4, 1-
9; 49, 1-6; 50,4-9; 52, 13-53,12)

Las vocaciones de los doce Apóstoles


y de los Discípulos de Jesús
- La vocación de los primeros discípulos: (Me 1,16-
20; Mt 4,18-22; Le 5,1-11; Jn 1,35-51)

146
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

- La vocación de Leví-Mateo: (Me 2,13-14; Mf


9,9; Le 5,27-28)
- La vocación de los Doce: (Me 3,13-16b; Mf
10/1; Le 6,12-13)
- La vocación fallida del joven rico: (Me 10,17-
22; Mf 19,16-22; Le 18,18-23)
- La vocación de los aspirantes discípulos: (Mf 8,
18-22; Le 9,18-62)
- La vocación especial de Pablo: (1 Co 1,1; cf.
Hch 9, 1-30; 22,5-21; 26, 9-23)

La vocación de María santísima, Madre de Jesús

- La vocación eminentemente singular de la


Virgen María, señalada en la profecías del AT: (Gw
3,15; Is 7, 14; Mi 5, 2-3; So 3, 14-17) y relatada en
el NT: (Mf 1-2; Le 1-2; Jn 2,1-12; 19,25-27; Hch
1,14)

5.5 LAS EXIGENCIAS DE LA VOCACIÓN


SACERDOTAL Y DE LA FORMACIÓN EN EL
SEMINARIO

Los textos reagrupados bajo este titulo (§ 1-4) quieren llamar


la atención sobre las exigencias tanto de la vocación como de la
formación de los futuros pastores, tales como son:

% 1 la fidelidad a Cristo, a su Iglesia y ala propia vocación


recibida;

§ 2 la misma formación de los candidatos;

§ 3 las exigencias de la formación espiritual;

§ 4 así como las distintas etapas de la formación sacerdotal.

147
El Rito de Admisión

§ 1 La fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a


la propia vocación
{Juan Pablo n, Mensaje a los seminaristas de España**)

Queridos hijos que os preparáis al sacerdocio:


Cada día presento al Señor la urgente necesidad que la Iglesia
de nuestro tiempo,... tiene de encontrar jóvenes como vosotros,
generosos y dispuestos a asumir la gozosa tarea de hacer
ministerialmente presente a Cristo ante la generación que
prepara o que verá el tercer milenio de la era cristiana, y en una
“época particularmente hambrienta de espíritu” (RH18).

A vosotros os toca vivir un momento especial e irrepetible de


la vida de la Iglesia. ¿Os dais cuenta de la gracia que el Señor os
ha concedido ya? Ha hecho resonar en vosotros la llamada para
dejarlo todo y seguirlo (Mt 4,19-20); para estar con Él y para ser
enviados a predicar (Me 3,14); a la espera de comunicaros su
espíritu con la imposición de las manos, que hará de vosotros
sus sacerdotes, su signo personal en un mundo que necesita ver
huellas claras del Evangelio. De modo especial sois para los
obispos de esta querida tierra y para las comunidades eclesiales
que ellos presiden la esperanza del porvenir de la Iglesia... El
Papa comparte esa esperanza, os manifiesta su confianza y
afecto y reza por vosotros a diario.

Son muchos los santos, hijos de esta tierra bendita, que han
sentido en el corazón la llamada a colaborar en la formación
integral de los sacerdotes, o futuros sacerdotes, según el modelo
del Buen Pastor y de los Apóstoles. Santa Teresa de Jesús quiso
dar a la renovación del Carmelo esta dimensión también,
aportando la oración y el sacrificio, especialmente para la
santificación de los sacerdotes. San Juan de Ribera dedicó sus 36

36 Juan Pablo II en España (texto completo de todos los discursos), Madrid, edición
BAC, 1982, pp. 160-167.

148
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

mejores esfuerzos a la formación y renovación sacerdotal. San


Juan de Ávila, gran promotor de seminarios en su tiempo y
patrono del clero secular español, afirmaba: “Si la Iglesia quiere
buenos ministros, ha de promover que haya educación”
Memorial Io, 10).

Esta tarea de preparación es la que ahora os ocupa, con la


solícita ayuda de vuestros obispos, superiores y formadores. Se
trata de un camino que requiere tiempo y una larga maduración,
para transformarse en hombres nuevos, que sepan responder a
las exigencias de una nueva etapa de evangeli-zadón.

No voy a recordar ahora todos los aspectos de esta preparación,


perfilada desde hace siglos también en vuestra tradición eclesial,
y de modo más reciente en el Concilio Vaticano II; sobre todo
en el Decreto Optatam totius y los diversos documentos que le
han seguido, trazando las líneas a las que debe ajustarse la
formación sacerdotal. Me limitaré a recordar que os preparáis
para ser “ministros de Cristo y administradores de los misterios
de Dios” (1 Co 4,1). Y es bien sabido que en los
administradores lo primero que “se busca es que sean fieles”
(ibidem 2). ¡Sedlo vosotros, de veras y con todo el corazón!

Ya desde ahora sois invitados a preparar y a asumir una opción


libre e irrevocable de fidelidad total a Cristo, a su Iglesia y a
vuestra propia vocación y misión.

La fidelidad tiene un carácter dialogal, inteipersonal,


esponsalicio y comprometido. Significa una mutua donación,
una amistad profunda, una confianza plena, un compromiso
permanente. Para entender lo que significa ser fieles, hemos de
mirar a Cristo, el Hijo de Dios hecho nuestro hermano, que
afirma: “No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió” (Jn 5, 30). Hemos de dirigir nuestra mirada a Jesús, “a
quien el Padre consagró y envió al mundo” (Jn 10, 36) como
“Buen Pastor

149
El Rito de Admisión

que dala vida por sus ovejas” Qn 10,11), como Redentor que
“aprendió de sus padecimientos la obediencia” (Hb 5, 8). La
fidelidad no es, pues, una actitud estática, sino un seguimiento
amoroso, que se concreta en donación personal a Cristo, para
prolongarlo en su Iglesia y en el mundo.

Al contemplar a Cristo, advertiréis su obediencia de caridad


pastoral, su fidelidad a los designios salvíficos del Padre, como
signo o expresión de la fidelidad del Dios-amor a sus promesas
de salvación.

Vuestra entrega debe ir marcada por este compromiso total. El


“sí” del sacerdote se da de una vez por todas, aunque se renueve
todos los días, y tiene su modelo en el “sí” pronunciado por
Cristo mismo (2 Co 1,18-19; Hb 10,7). El seminario debe ser
escuela de esta fidelidad. Os pido que meditéis conmigo estos
tres aspectos que ya he mencionado: fidelidad a Cristo, a la
Iglesia y ala propia vocación y misión.

Fidelidad a Cristo
Fidelidad, en primer lugar, a Cristo. Su llamada es una
declaración de amor. Vuestra respuesta es entrega, amistad,
amor manifestado en la donación de la propia vida, como
seguimiento definitivo y como participación permanente en su
misión y en su consagración. Ser fiel a Cristo es proclamarlo
como Señor resucitado presente en la Iglesia y en el mundo,
centro de la creación y de la historia, razón de ser de nuestra
propia existencia.

Ser fiel a Cristo es amarlo con toda el alma y con todo el


corazón, de forma que ese amor sea la norma y el motor de
todas nuestras acciones. Esta fidelidad a Cristo reclama, por
tanto, que seamos hombres de una caridad pastoral aprendida en
la oración o diálogo con el Señor. Entonces, aceptaremos
vivencialmente su persona, su doctrina, su acción santificadora
y su misión.

150
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

Es en la oración, especialmente litúrgica, donde se aprende el


misterio de la fidelidad de Cristo y a Cristo. Por eso, en el
seminario se ha de cultivar, ante todo, la amistad con Cristo,
centrada en la Eucaristía y alimentada en la contemplación y
en el estudio de la palabra de Dios. No se puede ejercer bien
el ministerio, si no se vive en unión con Cristo. Sin El no
podemos nada (Jn 15,5). Al trabajar por Él (per ipsum) es
preciso hacerlo con Él (cum ipso)\ mas aún, en Él (et in ipso).
La unión y amistad con Cristo sera la clave del equilibrio
necesario entre la vida interior y la acción apostólica (cf.
PO13).
La Iglesia espera hallar en los sacerdotes personas
espirituales, es decir, que con su vida y conducta testimonien,
de modo creíble y convincente, la presencia de Dios y de los
valores del espíritu en nuestra sociedad; que en gran parte se
caracteriza por el materialismo teórico o práctico, pero
también por una inextinguible sed de Dios y de valores
espirituales. Esto ha de vivirse ya desde los años del
seminario. Se necesitan testigos de la experiencia de Dios.
Permitidme, pues, que os repita a vosotros lo que hace unos
meses decía a un grupo de seminaristas croatas:
Vivid desde ahora plenamente la Eucaristía; sed personas
para quienes el centro y culmen de toda la vida es la santa
misa, la comunión y la adoración eucarística. Sin una
profunda fe y amor por la Eucaristía no se puede ser
verdadero sacerdote... Ofreced a Cristo vuestro corazón
joven en la meditación y en la oración personal. La oración
es el fundamento de la vida espiritual... Orad con alegría y
plena convicción, no sólo por deber y costumbre. Que vuestra
oración sea la expresión concreta de vuestro amor a Cristo.
Esforzaos en llegar a ser buenos maestros de oración, para
que mañana podáis guiar dignamente a

151
El Rito de Admisión

las comunidades cristianas en el servicio divino (Juan Pablo II,


Discurso del 27 de abril de 1982).

La fidelidad de Cristo a los designios salvíficos del Padre en


bien de toda la humanidad alcanza en la cruz su máxima y
culminante expresión. De ahí que para llegar a ser testigo
personal del Buen Pastor sea imprescindible la renuncia y la
mortificación; sin una saludable ascética y disponibilidad de
servicio, profundamente enraizada en vuestros corazones, ya
desde los años de preparación, no llegaréis a ser transparencia
de Cristo ni buenos sacerdotes. El hábito del olvido de sí es
condición indispensable para amar de veras y preocuparse sólo
por los intereses de Cristo. Este esfuerzo por renunciar al
hombre viejo, de que habla el Apóstol, os convertirá en “el
máximo testimonio del amor” (PO11).

En vuestra futura vida sacerdotal encontraréis momentos


difíciles, contradicciones y soledad. “No es el discípulo más que
el maestro” (Mt 10,24). Son ocasiones privilegiadas para crecer
en el amor, en la donación a los demás y para transformar la
soledad sensible en una soledad llena de Dios.

No olvidéis, además, que fue desde la cruz desde donde Jesús


entregó como Madre al discípulo amado su propia Madre, y en
él, especialmente a todos los futuros sacerdotes y apóstoles. No
podréis llegar a ser verdaderos sacerdotes según el Corazón de
Jesús si no tomáis como Madre a María, que precisamente al pie
de la cruz corrobora definitivamente su fidelidad virginal y
materna.

Fidelidad a la Iglesia
Fidelidad, en segundo lugar, a la Iglesia. “Cristo amó a la
Iglesia y se entregó por ella” (Ef5y 25). Toda vuestra formación
debe estar impregnada del “misterio de la Iglesia” (079). En la
Iglesia habéis nacido como cristianos; ella os ha seguido
después al

152
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

despuntar vuestra vocación sacerdotal y os prepara


amorosamente al sacramento del orden.

Todo eso os invita a ser fieles a la Iglesia, penetrando y


amando su “misterio”. La Iglesia no es una realidad meramente
humana, sino el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, el templo
del Espíritu Santo, el “sacramento universal de salvación” {AG
1). La fidelidad a Cristo se prolonga en la fidelidad a la Iglesia,
en la que Cristo vive, se hace presente, se acerca a todos los
hermanos y se comunica al mundo.

jLa fidelidad a la Iglesia equivale a aceptarla en toda su


integridad carismática e institucional, como “misterio” o
expresión del amor de Dios, que cautiva el corazón de los
amigos de Cristo. La Iglesia peregrina esta constituida por
signos pobres que pueden producir escándalo en los hombres de
poca fe; pero para todo buen cristiano, y más para vosotros, lo
importante es descubrir en ella a Cristo resucitado, que está
presente y actúa a través de estos signos eclesiales.

Muchos son las facetas de la fidelidad a la Iglesia: amor filial,


responsabilidad misionera, obediencia, sentido de Iglesia,
espíritu de comunidad, servicio a la Iglesia particular como
miembro del presbiterio, unidad con el propio Obispo y con la
totalidad del orden episcopal. De entre todas ellas voy a
detenerme ahora en una que toca un aspecto muy importante de
vuestra formación.

La Iglesia escucha la Palabra en toda su integridad y es fiel al


entregarla a los hombres en cada circunstancia concreta.
También el sacerdote debe dar con fidelidad la Palabra divina
que él ha recibido y asimilado previamente. No se trata de una
ideología o de una opinión personal, sino de la palabra revelada
por Dios, predicada por la Iglesia, celebrada en la liturgia,
asimilada en la contemplación, vivida por los santos,
profundizada por los doctores. El futuro sacerdote necesita,
pues, una sólida

15
3
El Rito de Admisión

formación doctrinal en las diferentes ramas del saber teológico


y filosófico. No insisto, porque estáis convencidos y sé que os
empeñáis en adquirirla.

En algunas ocasiones tal vez no advirtáis en seguida la relación


directa entre esos estudios y el futuro ministerio. Hay que tener
paciencia. Es éste el momento de enriquecer vuestra mente con
unos conocimientos y con unos métodos indispensables para
saberos orientar vosotros mismos y para ser capaces de guiar a
otros. A la luz del misterio de Cristo descubriréis la importancia
de todo el saber filosófico y científico, y apreciaréis el servicio
del magisterio de la Iglesia, descubriendo su significado y
adhiriéndoos a él con fidelidad (0713-18).

Como ministros de la palabra, en vuestra futura vida sacerdotal,


deberéis saber transmitir el Evangelio de forma que penetre a
fondo en la inteligencia y en el corazón de vuestros creyentes, y
que se encame en toda cultura y situación humana personal y
social.

La fidelidad a la Iglesia entrena para una apertura a toda la


verdad. Para ello hay que poner la palabra de Dios, que la Iglesia
“escucha religiosamente” (DV1), en la base misma del estudio.
De este modo os abrís armoniosamente a las nuevas luces y
gracias que Dios concede a su Iglesia en cada época histórica,
para responder a situaciones humanas nuevas (cf. GS exposición
preliminar).

Cuando recibáis la ordenación sacerdotal seréis llamados a


ministerios muy diversos, que vosotros ahora no podéis prever
detalladamente. Dedicaos, por eso, con empeño a la tarea de
adquirir una preparación doctrinal sólida. Los estudios realizados
con profundidad exigen, claro está, sacrificios y dedicación; no
se podría profundizar en el misterio de Cristo, especialmente
durante los cursos teológicos, si ese estudio fuera simplemente

154
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

complementario de otros trabajos o de otros estudios que


requieren tiempo y atención.

El arriesgarlo todo para seguir a Cristo incluye también esta


dedicación plena a la formación sacerdotal, especialmente en los
años inmediatamente anteriores a la ordenación. Hay que
prepararse para poder iluminar cristianamente las situaciones
humanas de hoy, sobre todo en el campo de los derechos
humanos fundamentales, de la familia, de la juventud, de los
sectores sociológicos y culturales, etc., hasta llegar a impregnar
con el Evangelio los centros neurálgicos de nuestra sociedad.

Es indispensable procurar que vuestra vida intelectual, vuestra


vida litúrgica y espiritual, vayan unidas también con cierta
practica de vida pastoral (cf. 074 y 19-20). Por esto, junto a los
buenos y seguros tratados de teología, habéis de estudiar también
autores clásicos de espiritualidad. Y se hace imprescindible un
asesora- miento en las lecturas, para garantizar simultáneamente
a la información y formación adecuadas una coherencia con la fe
y con la piedad.

Estas y otras facetas de la fidelidad a la Iglesia os llevaran a


haceros disponibles para una evangelizacion que no tiene
fronteras. Vuestra fidelidad misionera se demostrará en el
servicio incondicional y generoso, ya desde ahora, en la vida
comunitaria del seminario y, más tarde, en cualquier cargo que la
Iglesia os confíe dentro de la diócesis o al servicio de la misión
universal.

Fidelidad al carisma de la vocación y misión Fidelidad, en


tercer lugar, al carisma de la vocación y misión. Habéis recibido
una gracia o carisma (el de la vocación) que os conduce hacia la
participación, por el sacramento del orden, en el ser, en el obrar y
estilo de vida de Cristo Sacerdote, Buen Pastor, para prolongarlo
en la Iglesia y en el mundo. Es una participación de su unción y
misión sacerdotal y pastoral.

155
El Rito de Admisión

La coherencia vivencial con las exigencias de la propia


vocación es faceta imprescindible de la fidelidad. Se trata de
ajustar la propia vida al objeto de la opción fundamental
asumida. Esto implica llevar un estilo de vida coherente y
concorde, que tiene en cuenta las necesidades de nuestros
hermanos y de nuestra sociedad, según la misión que cada uno
está llamado a desempeñar. De hecho, toda la educación del
seminario “debe tender a la formación de verdaderos pastores de
almas” (OT
4) . Es, pues, una formación que tiene dimensión litúrgica,
espiritual, intelectual, comunitaria, disciplinar y de servicios
pastorales en la comunidad eclesial.

Fidelidad a la propia vocación es fidelidad a la misión, que debe


desempeñarse como participación de la misión de Cristo,
recibida por medio de la Iglesia. Por ello, esta fidelidad se funda
en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, llevando al candidato al
sacerdocio a emprender su itinerario espiritual con un espíritu de
gozosa entrega de sí, hecha de optimismo y amor.

Vuestra fidelidad a Cristo y a la Iglesia, según el propio carisma


y la propia misión, se convierte en la mayor fidelidad al hombre
y a la sociedad de nuestros tiempos. Es fidelidad de amistad
profunda con Cristo, que se manifiesta por una total
disponibilidad pastoral. Signo permanente y estímulo de esta
entrega incondicional a Cristo y a la misión pastoral es el
celibato asumido libremente antes de la ordenación. La “sequela
Christi” para la “vida apostólica” supone dejarlo todo para
seguirle a El y participar, de este modo, en su misión, que no
tiene fronteras ni en el corazón ni en la acción apostólica. El
Buen Pastor fue obediente, casto y pobre (cf. PO15-17).

Con el Concilio, os recuerdo que habéis de aprender a poner los


medios sobrenaturales y naturales para vivir esta entrega,
cuidando especialmente las normas espirituales y ascéticas, que
están aprobadas por la experiencia de la Iglesia y que no son
menos necesarias en el mundo actual (cf. OT8-11; PO 18). Así

156
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

seréis capaces, entre otras cosas, de aceptar cualquier ministerio


que se os encomiende, sin subordinar vuestra aceptación a la
conformidad con las conveniencias o proyectos personales. En
efecto, hay que llegar a hacerse disponible para “colaborar en el
trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia”
(LG 28).

Esta fidelidad, que es coherencia personal, se entiende también


como sinceridad y autenticidad. En la propia vida no faltan las
oscuridades e incluso debilidades. Es el momento de la dirección
espiritual personal. Si se habla confiadamente, si se exponen con
sencillez las propias luchas interiores, se sale siempre adelante, y
no habrá obstáculo ni tentación que logre apartaros de Cristo.

Puesto que tampoco faltarán pequeñas sombras que enturbien


esa imagen de Cristo que habéis de ofrecer con vuestras vidas,
sed amantes de la confesión sacramental frecuente, donde se
purifican vuestras almas y recibís la gracia necesaria para seguir
siendo fieles a Cristo, a la Iglesia y a la vocación sacerdotal.

Una sana amistad y vida comunitaria, ya desde el seminario, os


preparará para “la íntima fraternidad” o “fraternidad
sacramental” que debe reinar en todo el presbiterio diocesano
(cf. LG 28; PO 8), como garantía de perseverancia en la entrega
y de fecundidad apostólica.

También vuestros hermanos seglares han de hacer presente a


Cristo en el mundo, pero de un modo diverso al de vuestro futuro
e insustituible ministerio sacerdotal Lo que Dios ha puesto en
vuestros corazones con su llamada corresponde a una vocación
específica, que es la de “obrar como en persona de Cristo
Cabeza” (PO 2) y la de ser, en la Iglesia particular o diócesis, el
lazo de unión entre todos los carismas y vocaciones (cf. PO 9).

Tratad de dar testimonio de vuestra fe y de vuestra alegría.


Vosotros, con vuestro “gozo pascual” (PO 10), sois los testigos

157
El Rito de Admisión

y promotores de las vocaciones sacerdotales entre los


adolescentes y los jóvenes de vuestra edad. Os animo con
todas mis fuerzas a que seáis los primeros apóstoles de las
vocaciones sacerdotales. Rezad y ayudad a otros para que
vengan a vuestro lado. Que vuestro seminario ofrezca el
ejemplo atrayente de una comunidad familiar que vive con
gozo la presencia, la palabra y el amor de Cristo resucitado.
Elevemos juntos nuestra confiada oración al “Señor de la
mies” para que, en esta querida tierra..., siempre tan fecunda
en sacerdotes, muchos jóvenes tengan el alma abierta para
percibir la llamada amiga de Cristo y para que tengan la
disponibilidad de saber decir “sí” con entusiasmo.
Que esta petición y estos deseos lleguen al cielo por
mediación de Nuestra Señora, cuya tierna devoción estoy
seguro alimentáis
0 cada día. Que la Madre de Jesús, madre sacerdotal y Reina
de los Apóstoles, esté siempre con vosotros, ya desde ahora,
en vuestros años de preparación para el ministerio, y os
ayude a convertiros en testigos de Cristo para todas las
gentes, “como aquellos que salieron del Cenáculo de
Jerusalén el día de Pentecostés” (RH 22). No temáis; Ella os
acompañará en vuestro futuro ministerio, como acompañó a
los primeros apóstoles con su afecto materno y con su
intercesión.
j Que laVirgenfiel os ayude aconfirmar vuestros compromi-
1 sos y acumplirloshasta elfinal, enesta“nueva etapa de la
vida
de la Iglesia” que “exige de nosotros una fe particularmente
consciente, profunda y responsable” (RH 6).
En prenda de la constante ayuda divina imparto con pro-
¡ fundo afecto a vosotros,los seminaristas..., a vuestros
superio
res, profesores y familiares, mi cordial bendición apostólica.

158
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

§ 2 La formación de los candidatos


al sacerdocio ministerial
(fuan Pablo H, Exhortación apostólica postsinodal
Pastores dabo vobis 42)
“Subió al monte y llamó a los que él quiso: y vinieron
donde él. Instituyó Doce, para que estuviera con él, y para
enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios”
(Me 3,13-15).
Que estuvieran con él. No es difícil entender el significado
de estas palabras, esto es, “el acompañamiento vocacional”
de los apóstoles por parte de Jesús. Después de haberlos
llamado y antes de enviarlos, es mas, para poder mandarlos
a predicar, Jesús les pide un “tiempo” de formación,
destinado a desarrollar una relación de comunión y de
amistad profundas con Él. Dedica a ellos una catcquesis
más intensa que al resto de la gente (cf. Mt 13,11) y quiere
que sean testigos de su oración silenciosa al Padre (cf .Jn
17,1-26; Le 22,39-45).
En su solicitud por las vocaciones sacerdotales la Iglesia de
todos los tiempos se inspira en el ejemplo de Cristo. Han
sido, y en parte lo son todavía, muy diversas las formas
concretas con las que la Iglesia se ha dedicado a la pastoral
vocacional, destinada no sólo a discernir, sino también a
“acompañar” las vocaciones al sacerdocio. Pero el espíritu
que debe animarlas y sostenerlas es idéntico: el de
promover al sacerdocio solamente los que han sido
llamados y llevarlos debidamente preparados, esto es,
mediante una respuesta consciente y libre que implica a
toda la persona en su adhesión a Jesucristo, que llama a su
intimidad de vida y a participar en su misión salvífíca. En
este sentido el Seminario en susdiversas formas y, de modo
análogo, la casa de formación de los sacerdotes religiosos,
antes que ser un lugar o un espacio material, debe ser un
ambiente espiritual, un itinerario de vida, una atmósfera que
favorezca y asegure un proceso formativo, de manera que el
que ha sido llamado por Dios al sacerdocio pueda llegar a
ser, con el sacramento del
159
El Rito de Admisión

orden, una imagen viva de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la


Iglesia. Los Padres sinodales, en su Mensaje final (28
octubre de 1990), han expuesto de forma inmediata y
profunda el significado original y específico de la formación
de los candidatos al sacerdocio, diciendo que “vivir en el
seminario, escuela del Evangelio, es vivir en el seguimiento
de Cristo como los Apóstoles; es dejarse educar por él para
el servicio del Padre y de los hombres, bajo la conducción
del Espíritu Santo. Más aún, es dejarse configurar con
Cristo Buen Pastor para un mejor servicio sacerdotal en la
Iglesia y en el mundo. Formarse para el sacerdocio es
aprender a dar una respuesta personal a la pregunta
fundamental de Cristo: “¿Me amas?” (Jn 21,15). Para el
futuro sacerdote, la respuesta no puede ser sino el don total
de su vida”.

Se trata pues de encarnar este espíritu que nunca deberá


faltar en la Iglesia en las condiciones sociales, psicológicas,
políticas y culturales del mundo actual, tan variadas y
complejas, como han puesto de relieve los Padres sinodales
en relación con las Iglesias particulares. Los mismos Padres,
manifestando su grave preocupación pero también su gran
esperanza, han podido conocer y reflexionar ampliamente
sobre el esfuerzo de búsqueda y actualización de los
métodos de formación de los aspirantes al sacerdocio,
puestos en practica en todas sus Iglesias.

La presente Exhortación intenta recoger el fruto de los


trabajos sinodales, señalando algunos objetivos logrados,
mostrando algunas metas irrenunciables, poniendo a
disposición de todos la riqueza de experiencias y de
procesos formativos experimentados ya en modo positivo.
En esta Exhortación se exponen separadamente la
"formación inicial“ y la formación "permanente1* , pero sin
olvidar nunca la profunda relación que tienen entre sí y que
debe hacer de las dos un solo proyecto orgánico de vida
cristiana y sacerdotal. La exhortación trata sobre las
diversas dimensiones de la formación, humana, espiritual,
intelectual y pastoral, como también sobre los ambientes y
160
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

sobre los responsables de la formación de los candidatos al


sacerdocio.
§ 3 Las exigencias de la formación espiritual en el
Seminario
(S. Cong. para la Educación Católica, Carta circular
sobre algunos aspectos más urgentes de la formación
espiritual en los seminarios87, -enero 6 de 1980-, n
Orientaciones)
Nos ha parecido que, en la formación espiritual del futuro
sacerdote, deben señalarse cuatro líneas directivas como
más urgentes en el trabajo:
Formar sacerdotes que acojan y amen profundamente la
Palabra de Dios pues esta Palabra no es sino Cristo, y para
esto, es necesario cultivar primeramente en ellos el sentido
del verdadero silencio interior. La adquisición de este
sentido es difícil: a “encontrar a Cristo”, como dice
Sanlgnacio de Loyola, no se llega sin un largo esfuerzo
paciente y bien orientado. Es el camino de la oración,
estimada, amada, querida a pesar de todas las solicitaciones
y de todos los obstáculos. Es necesario que el futuro
sacerdote pueda ser, en virtud de una verdadera experiencia,
un “maestro de oración” para quienes acudan a él o que él
irá a buscar, y para todos aquellos que corren peligro de ser
desorientados hoy por tantos falsos profetas.
Formar sacerdotes que, a la luz de esta Palabra de Dios,
reconozcan su expresión suprema en el Misterio pascual del
que luego serán ministros, y para esto enseñarles la
comunión en el misterio de Cristo muerto y resucitado. Ahí
es donde Cristo es verdaderamente “Salvador”. Si la imagen
de Cristo no es la del “Crucificado”, ya no es su imagen, nos
recuerda SanPablo
87
In CELAM, La Formación sacerdotal (Documentos eclesiales 1965-1988),
Bogotá, 1989, pp. 356-357.

161
El Rito de Admisión

con singular vigor (cf. 1 Co 1,13; 2,2). Es el sacerdote quien, en


la celebración del Misterio eucarístico, hace presente el
Sacrificio de Cristo y reúne en torno a sí al pueblo cristiano para
hacerlo participar en él. Se puede decir, pues, sin dudas ni
exageraciones, que la vida de un Seminario se calibra por la
comprensión que sea capaz de dar al futuro sacerdote de este
Misterio y por el sentido de la irrenunciable responsabilidad
sacerdotal para hacer participar en él dignamente a los fieles.

Formar sacerdotes que no tengan miedo de aceptar que la


comunión real con Cristo implica una ascesis, y en particular,
una sincera obediencia, según el ejemplo de Cristo. Así, el
Seminario habrá de dar el sentido de la Penitencia. De la
penitencia como sacramento, pero sobre todo de la penitencia
indispensable a quien quiere vivir en Cristo: no comulgar
ficticiamente en sus misterios; no rehusar su parte en la Pasión,
llevar su cruz tras Él; adquirir las virtudes que estructuran un
alma cristiana y le permiten vencer, “no ceder” ante el enemigo
en este combate que SanPablo compara a los que tienen lugar en
el estadio (cf. 1 Co 9,24). Un Seminario que dejara al futuro
sacerdote en la ignorancia de las luchas que le aguardan, de la
ascesis sin la cual su fidelidad, igual que la de los demás fieles,
será imposible, habría faltado gravemente a su misión.

Finalmente, hacer de la formación espiritual del Seminario una


escuela de amor filial hacia Aquella que es la Madre de Jesús y
que el mismo Cristo en la cruz nos dio como Madre, esto no
significa añadir una nota de piedad sentimental a la formación
espiritual del Seminario. El gusto por la oración a la Santísima
Virgen, la confianza en su intercesión, y los hábitos firmes a este
respecto, forman, pues, parte integral del programa del
Seminario. [...].

162
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

§ 4 Las etapas de la formación de los candidatos al


sacerdocio ministerial
(Discurso88 del Papa Juan Pablo II a los Obispos de la
región Este-2 de Brasil en Visita AdliminaApostolorwny
el martes 13 de junio de 1995)

Queridos hermanos en el episcopado:


Os acojo fraternalmente con ocasión de vuestra visita adtintina
Apostolorum y, a través de vosotros, saludo cordialmente a toda
la Iglesia de Dios que está en Brasil

Importancia de la formación sacerdotal


La celebración del trigésimo aniversario de la publicación del
documento conciliar Presbyterorum ordinis, fruto de la
reflexión del concilio ecuménico Vaticano II, se presenta como
una ocasión oportuna para recordar su enseñanza acerca del
sacerdocio ministerial. Con vosotros deseo hoy abordar la
importante cuestión de la formación de los futuros presbíteros,
tanto más necesaria cuanto mayores y más urgentes son las
exigencias de la nueva evangelización.

Nuestros sentimientos deben ser los mismos del Señor que “al
ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella”, y dijo: “la
mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la
mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37-38). La debilidad
humana, mediante la oración, se transforma, con la gracia
divina, en fuerza, pues todo lo podemos en Aquel que nos
conforta (cf. Flp 4,13).

Es digno de alabanza y de apoyo aun mayor el esfuerzo de


vuestra conferencia Episcopal que, a través de organismos y

88
La Iglesia necesita muchos sacerdotes santos que sean testigos de la fe
auténtica, cf. L'Oss. Rom. n® 26 (30 de junio de 1995) pp. 7-8 (371-372)

163
El Rito de Admisión

comisiones del clero, proporciona medios e instrumentos


para que vuestros sacerdotes reciban una preparación mejor,
así como el sacrificio de los Obispos que no temen quedar
privados temporalmente de algunos de sus colaboradores
mientras éstos reciben su capacitación académica en las
diversas universidades y, de modo especial, en las de Roma.

Con gozosa esperanza observo en vuestro país un discreto


pero constante aumento del número de las vocaciones al
presbiterado. Aunque aún no se haya extendido de modo
uniforme a todas las regiones de vuestra nación, el fenómeno
exige de todos los pastores una atención especial, pues podrá
proporcionar elementos para una reflexión pastoral, para una
minuciosa revisión de las opciones ya tomadas, y también
para la elaboración de nuevas estrategias y directrices.

Aumento de las vocaciones


Podríamos preguntamos: ¿en qué regiones aumentan las
vocaciones y cuáles son las causas de ese aumento? ¿Qué
forma asume la pastoral vocacional local? Esta misma
pregunta puede formularse al contrario: donde aún faltan
vocaciones, ¿por qué se da ese fenómeno? La vocación
sacerdotal es un don de Dios, mediante el cual, participando
“de la función de los Apóstoles, los presbíteros reciben de
Dios la gracia de ser servidores de Cristo entre los pueblos”
(PO 2). Con todo, sabemos que este don debe ser acogido por
un corazón atento y sensible a la llamada. Sólo una pastoral
vocacional que presente claramente la figura del sacerdocio
católico en toda la radicalidad de sus exigencias y que ayude a
los jóvenes a escuchar la llamada del Señor y a responderle de
modo libre y valiente, en plena fidelidad al Magisterio de la
Iglesia y al Sucesor de Pedro, realizará el gran proyecto de
“una evangelización nueva: nueva en su ardor, en sus métodos
y en su expresión” {Discurso a los Obispos del CELAM, 9 de
marzo de 1983, n° 4: cf. L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 20 de marzo de 1983, p. 24).

164
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

Selección de los candidatos


Para afrontar esa tarea tan grande, sera necesario prestar la
mas viva atención a todas las fases que la pedagogía de la
Iglesia prevé para el acompañamiento de los llamados, tanto
en la selección de los candidatos y en la formación y
recepción de las órdenes sagradas, como en la así llamada
formación permanente. Todo ese cuidado resulta
indispensable para garantizar la constante eficacia del
ministerio y para evitar los tristes fenómenos de defección que
hieren profundamente el corazón de Cristo y de la Iglesia.
Al dar un nuevo impulso al primer deber de vuestra solicitud
pastoral en el cultivo y en la formación de los llamados,
resulta necesario prestar atención especial a las motivaciones
profundas que impulsan a un joven a pedir su ingreso en el
seminario.
¿Cómo no considerar la crisis de la familia, ambiente en el que
el joven crece y se desarrolla, y que a veces deja huellas
profundas y no siempre positivas en su personalidad? ¿O
también los conceptos de vida y valores producidos por la
cultura del permisivismo y del hedonismo, que crean una
mentalidad difundida, extraña, si no hostil, al espíritu de
renuncia y de entrega sin reservas que exige el sacerdocio?
¿No deberían ser también objeto de atento análisis los fáciles
y frágiles entusiasmos de aquellos a quienes impulsa una
ilusoria perspectiva de mejora de su vida social y económica
para su propio futuro, o una errónea interpretación del estado
clerical y del ejercicio del ministerio, entendido
principalmente en el aspecto sociológico, con la filiación
política a algún partido y sus consiguientes conflictos?
Es necesario un discernimiento constante acerca de la
capacitación del joven, discernimiento que se transforma
necesariamente en un proceso permanente de formación
psicológica, humana y espiritual, que comienza con una
primera selección muy
165
El Rito de Admisión

esmerada. La Iglesia tiene el deber, no sólo de caridad, sino


también de justicia, de no aceptar a quienes, con signos
evidentes, manifiestan trastornos de personalidad que, si se
consideran de modo superficial durante la formación, podrían
tener consecuencias funestas y perturbar la vida futura del
ministro sagrado. Para superar las dificultades propias del
impacto ministerial con la múltiple dimensión del apostolado será
necesaria la humilde y sabia participación en la experiencia de
otros y la dócil y confiada comunión con las propias autoridades
jerárquicas.

No tengáis miedo de ser rigurosos en la selección: lo exige el


bien de la Iglesia y de los mismos jóvenes. Es mej or tener pocos
candidatos, pero con los que se podrá iniciar un camino for-
mativo serio, que ver nuestros seminarios llenos de candidatos
que, en su deficiencia personal, hacen imposible la propia
formación y dificultan la de los demás.

En un país tan vasto como el vuestro es preciso establecer


canales de comunicación entre los responsables de la selección
voca- cional, los directores de los seminarios y los Obispos, a fin
de evitar que un candidato excluido de una casa de formación por
motivos válidos y serios sea aceptado en otra, sin las debidas
informaciones 7 sin un conocimiento detallado de sus
circunstancias personales 7 de las causas de la exclusión anterior.
Especial atención ha7 que prestar a la admisión de candidatos
provenientes de otras regiones o de mi territorio que no
pertenezca a la propia diócesis. Y el rigor deber ser aún ma7or
cuando se trata de candidatos cercanos a la ordenación diaconal o
presbiteral.

Formación completa
Al reconocer los nuevos desafíos que es preciso afrontar en la
preparación de los hombres que van a ser los sacerdotes del
tercer milenio de la cristiandad, quise que se publicara la
Exhortación Pastores dabo vobis con el fin de orientar a los

166
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

pastores y a todos los interesados en su tarea de revitalizar la


preparación humana, espiritual, intelectual y pastoral de los
seminaristas (cf. n° 42).

Teniendo presente que el sacerdote “tomado de entre los


hombres, está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere
a Dios” (Hb 5,1), es necesario que el futuro ministro plasme su
personalidad humana “de manera que sirva de puente y no de
obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo, redentor del
hombre” (PDV43). El sentido de convivencia, de respeto a los
demás, de disponibilidad generosa y de buena educación social,
en suma, todo debe orientarse a que pueda actuar in persona
Christi capitis y en nombre de la Iglesia (cf. Catecismo de la
Iglesia católica 1.548-1.553).

Por su parte, para que la nueva evangelización dé frutos, la


Iglesia tendrá necesidad de sacerdotes cuya vida espiritual haya
sido forjada por la ascesis y la disciplina interior que les permita
“vivir íntimamente unidos” a Jesucristo (cf. 07*8). Por eso, el
Concilio pedía a los formadores que enseñaran a los seminaristas
a “buscar a Cristo en la meditación fiel de la palabra de Dios, en
la participación activa en los sagrados misterios de la Iglesia,
sobre todo en la Eucaristía y en el Oficio divino” (Ibidem 8). En
verdad, toda la vida del sacerdote está orientada a la liturgia,
“cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo
tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC10). Por eso,
“la asignatura de sagrada liturgia debe ser considerada entre las
materias necesarias y más importantes en los seminarios y casas
de estudios de los religiosos y entre las asignaturas principales en
las facultades de teología” (Ibidem 16).

Por otra parte, el Concilio subrayaba que “en el sagrado rito de


la ordenación, el Obispo exhorta a los presbíteros a “ser maduros
en la ciencia“ (...). Pero la ciencia de un ministro sagrado debe
ser sagrada porque tiene su origen en la fuente sagrada y tiende a
un fin sagrado” (PO19). Aquí radica la gran importancia

167
El Rito de Admisión

de la formación intelectual, encaminada a favorecer la


comprensión de la fe. La enseñanza de la filosofía ha de ser
realmente la base para el estudio de la teología (cf. 0715). Los
profesores de teología, cuidadosamente seleccionados, no deben
enseñar simplemente comentes de opinión, sino que se han de
preocupar de insertarlas en la doctrina de la Iglesia. Los futuros
sacerdotes no están llamados a ser divulgadores de opiniones
teológicas, sino testigos cualificados de la fe que recibimos del
depósito de la Iglesia, y que debemos transmitir fielmente.

Debe hacerse de tal manera que, como ya hemos dicho,


en los encuentros sacerdotales (y esto vale también en la
preparación de los futuros sacerdotes), los documentos
del Magisterio sean profundizados comunitariamente,
bajo una guía autorizada, de modo que se facilite en la
pastoral diocesana la unidad de interpretación y de
praxis que tanto beneficia a la obra de la evangelizadón
(Directorio para el ministerio y la vida de los
presbíteros 77).

Permitidme recordaros, por último, que en el período del


seminario, el estudio tiene la preferencia sobre la ineludible
necesidad de práctica pastoral. Con todo, ésta deberá ser
realizada como consecuencia de los estudios, integrada en ellos,
como aprendizaje dirigido, y encaminada a preparar la futura
actividad del ministro ordenado. Y no podrá nunca constituir un
pretexto para no dedicarse en profundidad a los estudios (cf.
PDV51).

Formadores selectos
Además, una vez realizada con el máximo cuidado la auténtica
selección de los llamados, será necesario preocuparse, con el
mismo celo, de la selección y la preparación de los educadores y
los formadores en los seminarios y en los noviciados, con vistas
a una serena pero previsora, sólida y vigorosa formación humana,
cultural, espiritual y ascética. Con miras a una buena

168
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

formación para el ministerio pastoral hacen falta formadores


bien preparados desde el punto de vista cultural y disciplinar, que
sean estables y no improvisados u ocasionales y temporales. Por
eso, conviene que sean escogidos entre los mejores miembros de
nuestro clero, aunque, para ese fin, tengamos que reducir otros
campos de la pastoral diocesana.

Es necesario también prestar gran atención a la selección de los


formadores espirituales, que deben ser, asimismo,
psicológicamente capaces de ganarse la confianza y la apertura
de espíritu de los candidatos, para orientarlos con prudencia y
equilibrio. Los superiores disciplinares, aunque no deben invadir
el campo del fuero interno, tienen también el deber de contribuir
a la formación espiritual y ascética de los candidatos, realizando
una acción metódica de iluminación sobre las reales
implicaciones morales y espirituales vinculadas al ejercicio del
ministerio sacerdotal.

Necesidad del Seminario


Antes de decidirse a admitir a un candidato a las órdenes
sagradas, es preciso cerciorarse, para tener la certeza moral, de
que sea claramente consciente de la que sera su vida futura y de
que se haya formado para una opción libre y personal sobre la
base de sus capacidades naturales y de la ayuda de la gracia. Es
importante prestar atención especial al examen completo del
candidato, sobre todo antes de admitirlo a las órdenes, con la
escrupulosa y religiosa observación de las así llamadas
“investigaciones” (CDC1051) para comprobar su idoneidad
canónica (Ibidem 1029) para el ministerio sagrado.

La gradualidad en la formación supone un aumento de las


exigencias, a medida que se acercan las etapas de la decisión
definitiva. El diaconado debe ser punto clave, como ingreso en
las filas del clero, y momento de compromiso definitivo por la
elección del celibato eclesiástico. En este sentido, hay que prestar

169
El Rito de Admisión

atención especial a la virtud de castidad y a la maduración en


plenitud de la personalidad de los formandos. La constatación de
las virtudes y de las dotes requeridas se hará teniendo en cuenta
la superación de las previsibles dificultades personales
vinculadas a la soledad, con la ejemplar observancia de la vida de
celibato, sostenida y alimentada con la oración, la frecuencia de
los sacramentos, la comunión presbiteral y la dedicación al
trabajo pastoral.

No puedo por menos de llamar vuestra atención hacia la


responsabilidad personal del Obispo al imponer las manos sobre
el candidato, ordenándolo diácono o presbítero. Nosotros
responderemos ante Dios y ante la Iglesia por las ordenaciones
que realizamos. En este contexto, es importante reafirmar una
vez más la necesidad del Seminario mayor como lugar de
formación sacerdotal, casa propia de formación, “ambiente
normal, incluso material, de una vida comunitaria y jerárquica”
(PDV 60), al estar ya superados otros tipos de experiencia
formativa, que han resultado insuficientes e insatisfactorios.

La formación permanente
Teniendo en la justa consideración las dificultades antes
mencionadas, cuya importancia y gravedad cambian no sólo en
relación con el ambiente del ministerio, sino también en relación
con las características específicas del ministerio sagrado, será
necesario que vuestra atención providente, venerables hermanos,
considere, además de lo que hemos definido como formación
inicial, también la así llamada formación permanente de los
mismos ministros sagrados.

En 1990, los padres sinodales justificaron su necesidad


“considerándola como ‘fidelidad’ al ministerio sacerdotal y como
‘proceso de continua conversión’” (Ibidem 70). Sé que muchas
diócesis organizan encuentros regulares del Obispo con los
sacerdotes jóvenes, que son acompañados de cerca, de varias

170
Resonancias Espirituales del Rito de Admisión

maneras, durante los primeros años de sacerdocio, y deseo


expresarles mi palabra de estímulo y apoyo. Lo mismo vale para
la formación de los sacerdotes que tienen ya años de experiencia
ministerial, incluso de los ancianos: acompañarlos es un deber de
justicia y de caridad delicada, pues se trata de ayudarles a
redescubrir continuamente “el manantial de la espiritualidad
sacerdotal” {Directorio para el ministerio y la vida de los
presbíteros 94) y el sentido de la propia consagración a Dios. Un
sacerdote santo santificará la grey que le ha sido confiada; un
sacerdote que no cumple sus deberes, la arrastrará, con su mal
ejemplo, primero hacia el abandono religioso y, luego Dios no lo
permita, hacia el in-diferentismo religioso, posible preludio de la
pérdida de la fe.

La Declaración final del primer Congreso latinoamericano de


vocaciones, que tuvo lugar en 1994, reafirmó la convicción de
que cualquier vocación es, ante todo, obra del Espíritu de
Jesucristo. Eso exige de la Iglesia, y de los agentes de la pastoral
vocacional, una actitud de oración. María santísima, con su
escucha, su vida y su respuesta a Dios, es modelo tanto del
llamado como del agente de pastoral vocacional. La Iglesia y el
mundo tienen necesidad de sacerdotes que ardan de celo y se
entreguen en cuerpo y alma a la causa del Reino: “He venido a
traer un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!” {Le 12,49).

Nos encontramos a las puertas del tercer milenio cristiano.


Serán los sacerdotes quienes lleven la antorcha de la luz, de
la vida y del calor que brota del corazón de Dios. La orden
del Señor, “seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8), está
aún lejos de realizarse completamente. Por eso, es urgente
que los cristianos se impregnen del espíritu de la nueva
evangelización para que transformen el ambiente en que
viven, impulsados por el entusiasmo de nuestros ministros
sagrados.
El Rito de Admisión

El afecto del Papa


Queridos hermanos en el episcopado, volved a vuestra amada
patria con la certeza de mi estima y mi afecto por todo vuestro
pueblo. Recordad a vuestros sacerdotes, a los seminaristas, a los
religiosos y a los laicos, mi amor en Jesucristo, (...).

&

172
Apéndice I

Documentos del Magisterio de la Iglesia


acerca del Rito de Admisión

Textos litúrgicos para el Rito de Admisión


Formularios de petición y respuesta de
Admisión
Cuestionarios sobre el Rito de Admisión
I

§1
DOCUMENTOS DEL
MAGISTERIO DE LA IGLESIA
ACERCA DEL RITO DE ADMISIÓN

1. CARTA APOSTÓLICA AD PASCENDUM®, EN


FORMA DE MOTU PROPRIO, POR LA QUE SE
ESTABLECEN ALGUNAS NORMAS RELATIVAS
A LA SAGRADA ORDEN DEL DIACONADO
(Del Papa Pablo VI, del 15 de agosto de 1972)

Para apacentar al Pueblo de Dios y para su constante


crecimiento, Cristo nuestro Señor instituyó en la Iglesia
diversos ministerios, ordenados al bien de todo su Cuerpo
(LG18).

Entre esos ministerios, ya desde el tiempo de los Apóstoles,


sobresale y tiene particular relieve el diaconado, que siempre ha
sido tenido en gran honor por la Iglesia. Esto es atestiguado por
San Pablo Apóstol, tanto en la Carta a los Filipenses, donde
dirige palabras de saludo no sólo a los Obispos sino también a
los diáconos (cf. Flp 1,1), como en la Carta dirigida a Timoteo,
en la cual ilustra las dotes y las virtudes indispensables a los
diáconos, para que puedan estar a la altura del ministerio que se
les ha confiado (cf. 1 Tm 3, 8-13). 37

37
El texto, en lengua castellana, de la Carta apostólica Ad pascendum es
tomado y transcrito tal cual de: Enchiridion Documentación litúrgica
postconciliar, preparado por Andrés Pardo, Barcelona, Editorial Regina,
1995, pp. 845-850.

175
Los Ministerios Instituidos

Más tarde, los antiguos escritores de la Iglesia, al elogiar la


dignidad de los diáconos, no dejan de resaltar los dotes
espirituales y las virtudes que se requieren para ejercer tal
ministerio, es decir, fidelidad a Cristo, integridad de costumbres
y sumisión al Obispo.

San Ignacio de Antioquía afirma claramente que la función del


diácono no es otra cosa que el “ministerio de Jesucristo, que
estaba al principio junto al Padre y se ha revelado al final de los
tiempos” (Ad Traíllanos, n, 3), y advierte, además, lo siguiente:
“Es preciso que los diáconos, como ministros que son de los
misterios de Jesucristo, procuren, con todo interés, hacerse
gratos a todos, pues no son ministros de los manjares y de las
bebidas, sino de la Iglesia de Dios” (Ad Traíllanos, n, 3).

San Policarpo de Esmirna exhorta a los Diáconos a ser “sobrios


en todo, misericordiosos, celosos, inspirados en su conducta por
la verdad del Señor, que se ha hecho siervo de todos” (Epist. Ad
Philippenses, V, 2). El autor de la obra titulada Didascalia
Apostolorum, recordando las palabras de Cristo “el que quiera
ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” (Mt 20,26-
27), hace a los Diáconos esta fraterna exhortación:

Del mismo modo debéis comportaros vosotros los


diáconos, de tal manera que, si en el ejercicio de
vuestro ministerio fuera necesario dar la vida por un
hermano, las deis...; pues, si el Señor de cielo y tierra
se hizo nuestro siervo y sufrió pacientemente toda
clase de dolores por nosotros, ¿no deberemos nosotros
hacer lo mismo por nuestros hermanos, desde el
momento que somos los imitadores de Cristo y hemos
recibido su misma misión? (Didascalia Apostolorum,
III, 13, 2-4).

Los escritores de los primeros siglos de la Iglesia, mientras


resaltan la importancia del ministerio de los diáconos, explican

176
Apéndice I: §1 - Documentos del Magisterio

también profundamente las múltiples y delicadas funciones a


ellos confiadas y señalan abiertamente la gran autoridad obtenida
por ellos en las comunidades cristianas y lo mucho que
contribuían al apostolado. El diácono es definido como “el oído,
la boca, el corazón y el alma del Obispo” (Didascalia
Apostolorum, n, 44, 4). El diácono está a la disposición del
Obispo para servir a todo el pueblo de Dios y cuidar de los
enfermos y pobres (cf. Traditio Apostólica, 39 y 34); rectamente,
pues, y con razón, es llamado “el amigo de los huérfanos, de las
personas piadosas, de las viudas, fervoroso de espíritu, amante
del bien” (Testamentum D. N. Iesu Christi, I, 38). Además, se le
ha encomendado la misión de llevar la sagrada Eucaristía a los
enfermos que no pueden salir de casa (cf. S. Iustini, Apologia, I,
65, 5 y 67, 5: S. Iustini, Apologiae duae), administrar el
bautismo (cf. Tertulliani, De Baptismo, XVII, 1: Corpus
Christianorum, I, Tertulliani Opera, Pars i), y dedicarse a
predicar la palabra de Dios según las expresas directivas del
Obispo.

Por estas razones, el diaconado floreció admirablemente en la


Iglesia, dando a la vez un magnífico testimonio de amor a Cristo
y a los hermanos en el cumplimiento de las obras de caridad (cf.
Didascalia Apostolorum, n, 31,2), en la celebración de los ritos
sagrados (cf. Didascalia Apostolorum, n, 57, 6; 58,1) y en la
práctica de las funciones pastorales (cf. S. Cypriani, Epistolae
XV y XVI; S. Augustini, De catechizandis rudibus, I, cap. 1,1).

Precisamente ejerciendo la función diaconal, los futuros


presbíteros daban una prueba de sí mismos, mostraban el mérito
de sus trabajos y adquirían también aquella preparación que les
era exigida para llegar a la dignidad sacerdotal y al ministerio
pastoral.

Pero, con el pasar del tiempo, se fue cambiando la disciplina


relativa a esta Orden sagrada. Cada vez se hizo más firme la

177
Los Ministerios Instituidos

prohibición de conferir las órdenes per saltum, y


paulatinamente disminuyó el número de los que preferían
permanecer diáconos durante toda la vida, sin ascender al
grado más alto. Así sucedió que casi despareció el diaconado
permanente en la Iglesia Latina. Apenas es necesario recordar
lo decretado por el Concilio Tridentino, el cual se había
propuesto restaurar las Órdenes sagradas según su naturaleza
propia, como eran los ministerios primitivos en la Iglesia (cf.
Sessio XXm, caps. I-IV); de hecho, solamente mucho más
tarde maduró la idea de restaurar esta importante Orden
sagrada como un grado verdaderamente permanente.

Del asunto se ocupó también de pasada y fugazmente nuestro


Predecesor Pío XD, de feliz memoria. Finalmente el Concilio Vaticano n
acogió los deseos y ruegos de que, allí donde lo pidiera el bien de las
almas, fuera restaurado el diaconado 0 permanente como una Orden
intermedia entrelos grados su
periores de la jerarquía eclesiástica y el restante pueblo de
Dios, para que fuera de alguna manera intérprete de las
necesidades y de los deseos de las comunidades cristianas,
inspirador del servicio, o sea, de la diaconia de la Iglesia ante
las comunidades locales, signo o sacramento del mismo
Jesucristo, nuestro Señor, “quien no ha venido para que le
sirvan, sino para servir” (cf. Mt 20,28).

Por lo cual, durante la tercera sesión del Concilio, en octubre


del 1964, los Padres confirmaron el principio de la renovación
del diaconado, y en el seguiente mes de noviembre fue
promulgada la Constitución Dogmática Lumen Gentium, donde
se describen las líneas fundamentales propias de este estado:

En un grado inferior de la jerarquía están los


diáconos/ que reciben la imposición de las manos "no
en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio"
Constitutions Ecclesiae Aegyptianae, III, 2). Así,
confortados con la gracia sacramental, en comunión
con el Obispo
178
Apéndice I: §1 - Documentos del Magisterio

y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en el


ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad
(LG 29).

Respecto a la estabilidad en el grado diaconal, la misma


Constitución declara:

Teniendo en cuenta que, según la disciplina


actualmente vigente en la Iglesia latina, en muchas
regiones no hay quien fácilmente desempeñe estas
funciones (de los diáconos) tan necesarias para la
vida de la Iglesia, se podrá restablecer en adelante el
diaconado como grado propio y permanente de la
Jerarquía {Ibidem).

Ahora bien, esta restauración del diaconado permanente


exigía, por una parte, un examen más profundo de las
directivas del Concilio y, por otra parte, un serio estudio sobre
la condición jurídica del diácono, tanto célibe como casado. A
la Vez, era necesario que todo lo que atañe al diaconado de
aquellos que han de ser sacerdotes fuera adaptado a las
exigencias actuales, para que realmente el tiempo del
diaconado ofreciese aquella prueba de vida, de madurez y de
aptitud para el ministerio sacerdotal que la antigua disciplina
pedía a los candidatos al sacerdocio.

Por estas razones, el día 18 de junio de 1967, publicamos en


forma de Motu proprio, la Carta Apostólica Sacrum Diaco-
natus Ordinem, por la cual se determinaban las oportunas
normas canónicas sobre el diaconado permanente. El día 18
de junio del año siguiente, con la Constitución Apostólica
Pontifica- lis Romani recognitio, establecimos el nuevo rito
para conferir las sagradas Ordenes del diaconado, del
presbiterado y del episcopado, definiendo a la vez la materia y
la forma de la misma ordenación.

Y ahora, mientras con fecha de hoy publicamos la Carta


Apostólica Ministeria quaedam, para dar un ulterior
desarrollo a esta materia, creemos conveniente promulgar
normas precisas

179
Los Ministerios Instituidos

acerca del diaconado; deseamos igualmente que los candidatos


al diaconado conozcan qué ministerios deben ejercer antes de
la sagrada ordenación y en qué tiempo y de qué manera
deberán ellos mismos asumir las obligaciones del celibato y de
la oración litúrgica.

Puesto que la incorporación al estado clerical se difiere hasta


el diaconado, no tiene ya lugar el rito de la primera tonsura,
por medio del cual, anteriormente, el laico se convertía en
clérigo. Sin embargo, se estabece un nuevo rito, con el cual el
que aspira al diaconado o al presbiterado manifiesta
públicamente su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia
para ejercer la sagrada Orden; la Iglesia, por su parte, al
recibir este ofrecimiento, lo elige y lo llama para que se
prepare a recibir la Orden sagrada, y de este modo sea
admitido regularmente entre los candidatos al diaconado o al
presbiterado.

En concreto, conviene que los ministerios de Lector y de


Acólito sean confiados a aquellos que, como candidatos a la
Orden del diaconado o del presbiterado, desean consagrarse de
manera especial a Dios y a la Iglesia. En efecto, la Iglesia,
precisamente porque nunca “ha dejado de tomar de la mesa y
de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de
Dios como del Cuerpo de Cristo” {DV21), considera muy
oportuno que los candidatos a las Órdenes sagradas, tanto con
el estudio como con el ejercicio gradual del ministerio de la
Palabra y del Altar, conozcan y mediten, a través de un íntimo
y constante contacto, este doble aspecto de la función
sacerdotal. De esta manera, resplandecerá con mayor eficacia
la autenticidad de su ministerio. Así, de hecho, los candidatos
se acercarán a las Órdenes sagradas plenamente conscientes de
su vocación, “manifestándose ardientes en el espíritu,
sirviendo constantemente al Señor..., siendo asiduos en la
oración, contribuyendo en las necesidades de los santos” (Rm
12,11-13).

180
Apéndice I: §1 - Documentos del Magisterio

Por tanto, habiendo ponderado todos los aspectos de la


cuestión, después de haber pedido la opinión de los peritos, de
haber consultado a las Conferencias Episcopales y teniendo en
cuenta sus opiniones, y asimismo después de haber oído el
parecer de nuestros venerables hermanos miembros de las
Sagradas Congregaciones competentes, en virtud de nuestra
Autoridad Apostólica establecemos las siguientes normas,
derogando, si es necesario y en cuanto lo sea, las
prescripciones del Código de Derecho Canónico hasta ahora
vigente, y las promulgamos con esta Carta:

I. a) Se establece un rito para ser admitido entre los


candidatos al diaconado y al presbiterado. Para que esta
admisión sea regular, se requiere la libre petición del
aspirante, escrita de propia mano y firmada, así como la
aceptación también escrita del competente superior
eclesiástico, en virtud de la cual tiene lugar la elección por
parte de la Iglesia.

Los profesos de Institutos religiosos clericales, que se


preparan al sacerdocio, no están obligados a este rito.

b) El superior competente para esta aceptación es el


Ordinario (el Obispo y, en los Institutos clericales de
perfección, el Superior mayor). Pueden ser aceptados los que
den muestras de verdadera vocación y, estando adornados de
buenas costumbres y libres de defectos psíquicos y físicos,
deseen dedicar su vida al servicio de la Igelsia para la gloria
de Dios y el bien de las ahílas. Es necesario que los que
aspiran al diaconado transitorio hayan cumplido al menos los
veinte años de edad y hayan empezado los cursos de los
estudios teológicos.

c) En virtud de su aceptación, el candidato ha de prestar


especial atención a su vocación y al desarrollo de la misma; y
adquiere el derecho a las ayudas espirituales necesarias para
poder cultivar la vocación y seguir la voluntad de Dios, sin
poner condición alguna.
O
181
Los Ministerios instituidos

IL Los candidatos al diaconado, tanto permanente como


transitorio, y los candidatos al sacerdocio deben recibir los
ministerios de Lector y de Acólito, si todavía no los han
recibido, y ejercerlos durante un tiempo conveniente para
mejor prepararse a las futuras funciones de la Palabra y del
Altar.

Queda reservado a la Santa Sede el dispensar a estos


candidatos de recibir los ministerios.

m. Los ritos litúrgicos por medio de los cuales se lleva a cabo


la admisión entre los candidatos al diaconado y al
presbiterado, y con los que confieren los ministerios arriba
indicados, deben ser realizados por el Ordinario del aspirante
(por el Obispo y, en los Institutos clericales de perfección, por
el Superior mayor).

IV. Deben observarse los intersticios, determinados por la


Santa Sede o las Conferencias Episcopales, entre la colación -
que se ha de hacer durante los cursos teológicos- de los
ministerios del lectorado y del acolitado, así como entre el
acolitado y el diaconado.

V. Antes de la ordenación, los candidatos al diaconado


deben entregar al Ordinario (al Obispo y, en los Institutos
clericales de perfección, al Superior mayor) una declaración
escrita de su propia mano y firmada, con la que atestiguan
que quieren recibir espontánea y libremente la Orden sagrada.

VL La consagración propia del celibato, observado por el


Reino de los cielos, y su obligatoriedad para los candidatos al
sacerdocio y para los candidatos no casados al diaconado está
realmente vinculadas al diaconado. El compromiso público de
la obligación del sagrado celibato ante Dios y ante la Iglesia
debe ser hecho, también por los religiosos, con un rito
especial, que deberá preceder la ordenación diaconal. El
celibato, así asumido, constituye impedimiento dirimente para
contraer matrimonio.
182
Apéndice I: §1 - Documentos del Magisterio

También los diáconos casados, si quedaren viudos, son


jurídicamente inhábiles, según la disciplina tradicional de la
Iglesia, para contraer un nuevo matrimonio (SDO16).

VII. a) Los diáconos llamados al sacerdocio no sean


ordenados si no han completado antes los cursos de estudios,
como está determinado por las prescripciones de la Santa
Sede.

b) Por lo que se refiere al curso de los estudios teológicos, que


debe preceder a la ordenación de los diáconos permanentes,
toca a las Conferencias Episcopales emanar, en base a las
circunstancias del lugar, las normas oportunas y someterlas a
la aprobación de la Sagrada Congregación para la Educación
católica.

VIH. De acuerdo con los nn. 29-30 de la Ordenación general


acerca de la Liturgia de las Horas:

a) Los diáconos llamados al presbiterado, en virtud de su


misma sagrada ordenación, están obligados a celebrar la
Liturgia de las Horas.

b) Es sumamente conveniente que los diáconos permanentes


reciten diariamente una parte al menos de la Liturgia de las
Horas, según lo que disponga la Conferencia Episcopal.

IX. El ingreso al estado clerical y la incardinación a una


determinada diócesis se realizan en virtud de la misma
ordenación diaconal.

X. El rito de admisión entre los candidatos al diaconado y al


presbiterado, así como el de la consagración propia del
sagrado celibato, serán publicados próximamente por el
Dicasterio competente de la Curia Romana.

Norma transitoria: Los candidatos al sacramento del Orden,


que ya hayan recibido la primera tonsura antes de la promul-
183
Los Ministerios instituidos

gación de esta Carta, conservan todos los deberes, derechos y


privilegios propios de los clérigos. Aquellos que ya han sido
promovidos a la Orden del subdiaconado están sujetos a las
obligaciones asumidas, tanto por lo que se refiere al celibato
como a la Liturgia de las Horas; sin embargo, deben hacer de
nuevo la pública aceptación de la obligación del sagrado
celibato ante Dios y la Iglesia con un rito especial, que
precede a la ordenación diaconal.

Ordenamos que todo lo que ha sido por Nos decretado en esta


Carta, en forma de Motu proprio, tenga valor estable, no
obstante cualquier disposición contraria. Establecemos
también que entre en vigor a partir del primero de Enero de
1973.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 15 de Agosto, en la


solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen
María, del año 1972, décimo de Nuestro Pontificado.

Pablo PP. VI

2. INSTRUCCIÓN IN ECCLESIAST1CAM
FUTURORUM*0, SOBRE LA
FORMACIÓN LITÚRGICA DE LOS
SEMINARIOS
(Sagrada Congregación para la Educación Católica, del 3
de junio de 1979)

(Extracto)

La celebración de las sagradas ordenaciones


y de los ritos preparatorios
(n° 37) La Iglesia acompaña a los candidatos en el camino
hacia el sacerdocio como candidatos a una iniciación, a saber,
no 38

38 Ibidem, pp. 74-75.

184
Apéndice I: §1 - Documentos del Magisterio

sólo con la formación doctrina y espiritual, sino también a


través de los ritos.

Durante los estudios y según las normas dadas por la


Conferencia Episcopal, cuando la opción de los aspirantes,
acompañada de las necesarias cualidades, se ve
suficientemente madura, los candidatos son invitados a
manifestar públicamente dicha opción; el Obispo entonces,
después de aceptarla por escrito, con lo cual se realiza la
elección por parte de la Iglesia, celebra el rito de admisión de
los mismos entre los candidatos al diaconado y al presbiterado
(cf. API yin).

Asimismo, cumplidos los intervalos establecidos o a


establecer por la Santa Sede o por la Conferencia Episcopal,
los candidatos, durante el curso teológico (cf. IbidemIV),
“deben recibirlos ministerios de lector y de acólito, si todavía
no los han recibido, y ejercerlos durante un tiempo
conveniente, para mejor prepararse a las futuras funciones de
la Palabra y del Altar” (Ibidem II).

(n° 38) Esta celebración de los ritos, juntamente con las


instrucciones preparatorias, ofrecerá a los alumnos una
ocasión propicia para orar con mayor interés los unos por los
otros, y para comprender mejor el significado, la importancia
y las obligaciones de los oficios que recibirán y la
espiritualidad requirida para el ejercicio de cada uno de los
ministerios y de las órdenes. Los elementos principales de esta
preparación espiritual y doctrinal se deducen fácilmente de
cuanto se establece acerca de los deberes del lector y del
acólito en el Motu proprio Ad pascendum (cf. Ibidem I, c) y
Ministeria quaedam (cf. V y Vi).

Estas celebraciones se tendrán, en cuanto sea posible, con la


participación de toda la comunidad del Seminario, o en la
parroquia de los candidatos o en el Seminario mismo.
185
Los Ministerios Instituidos

3. LOS CÁNONES39, REFERENTES AL RITO DE


ADMISIÓN DE LOS CANDIDATOS AL ORDEN
SAGRADO DEL DIACONADO Y DEL
PRESBITERADO
(Del Codigo de Derecho Canónico de 1983)

(Extracto)

Artículo u: De los requisitos


previos para la ordenación
(1034. § 1) Ningún aspirante al diaconado o al presbiterado
debe recibir la ordenación de diácono o de presbítero sin
haber sido admitido antes como candidato por la autoridad
indicada en los cánones 1016 y 1019, con el rito litúrgico
establecido, previa solicitud escrita y firmada de su puño y
letra, que ha de ser aceptada también por escrito por la misma
autoridad.

(1034. § 2) Este rito de admisión no es obligatorio para quien


está incorporado por los votos a un Instituto clerical.

39 Ibidem, pp. 872.


§n
TEXTOS LITÚRGICOS
PARA EL RITO DE ADMISIÓN

1. LECCIONARIO
(Selección de las lecturas bíblicas92)

PARA EL RITO DE ADMISIÓN


DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO
Y AL PRESBITERADO
Lecturas del Antiguo Testamento

(I) Dt 1,9-14: (Proponed de entre vosotros a


hombres sabios' y yo los nombraré jefes vuestros):
"En aquellos días, dijo Moisés al pueblo estas
palabras: 'Yo os dije: Yo solo no puedo con
vosotros'".

(II) Si 39,1.5-8: (Madruga por el Señor su creador):


"El que se entrega de lleno a meditar la ley del
Altísimo indaga la sabiduría de sus predecesores...".

92 La selección de las lecturas bíblicas, para la celebración del rito de


admisión de los candidatos a la orden sagrada del diaconado y del
presbiterado, es tomada del Pontifical y Ritual Romanos, del
Departamento de Liturgia del CELAM, Mallorca-Barcelona, Editorial
Regina, 1978, pp. 604-606. Los números romanos que aparecen al lado
izquierdo de la página, donde se señalan las sugerencias de lecturas
bíblicas, corresponden a las lecturas del Leccionario para la
celebración de dicho rito en el Ritual de Órdenes, en lengua castellana.

187
Los Ministerios Instituidos

(III) Is 6, l-2a. 3-8: (¿A quién mandaré? ¿ Quién irá


de mi parte? Aquí estoy, mándame): "El año de la
muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un
trono alto y excelso..." (Llamada de Isaías).

(IV) Jr 1,4-8: (Adonde yo te envíe, irás): "Recibí esta


palabra del Señor: "Antes de formarte en el vientre,
te escogí../" (Vocación de Jeremías).

Lecturas del Nuevo Testamento


(I) Hch 14, 21-23: (En cada Iglesia designaban
presbíteros): "En aquellos días, Pablo y Bernabé
volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía...".

(II) 1 Co 9,16-19. 22-23: (¡Ay de mí, si no anuncio él


Evangelio!): "Hermanos: El hecho de predicar el
Evangelio no es para mí un motivo de orgullo...".

(III) Co 12,4-11: (En cada uno se manifiesta el


Espíritu para el bien común): "Hermanos: Hay
diversidad de dones, para un mismo Espíritu...".

(IV) 2 Tm 3,10-12.14-15: (Mantén lo que


aprendiste): "Querido hermano: Tú seguiste
asiduamente mi enseñanza y mi manera de vivir...".

Salmos responsoriales

(I) Sal 15, l-2a y 5.7-8.11 (R/.: cf. 5a)


R/. "Tú eres, Señor, mi heredad y mi copa".

(II) Sal 23,1-2.3-4ab. 5-6 (R/.: cf. 6)


R/. "Éste es el grupo que viene a tu presencia. Señor".

188
Apéndice I: §2 - Textos Litúrgicos

(III) Sal 97,1.2-3ab, 3c-4.5-6: (R/.: cf. 2b)


R/. "El Señor revela a las naciones su justicia".

Aleluyas y versículos antes del Evangelio


(I) Me 1,17: "Venios conmigo -dice el Señor- y os
haré pescadores de hombres".

(II) Le 4,18b-19a: "El Señor me ha enviado para


que dé la buena noticia a los pobres, para anunciar
la libertad a los cautivos".

(III) Jn 12,26a: "El que quiera servirme, que me


siga - dice el Señor-, y allí donde esté yo, esté
también mi servidor".

Evangelios
(I) Mt 9, 35-38: (Rogad al Señor de la mies que
mande trabajadores a su mies): "En aquel tiempo,
recorría Jesús todos los pueblos...".

(II) Me 1,14-20: (Os haré pescadores de hombres):


"Cuando detuvieron a Juan, Jesús se fue a Galilea a
pregonar de parte de Dios la Buena Noticia...".

(III) Le 5,1-11: (Ya que lo dices tú, echaré las


redes): "En aquel tiempo, la gente se agolpaba
alrededor de Jesús para oír el mensaje de Dios...".

(IV) Jn 1,35-42: (Ése es el Cordero de Dios. Hemos


encontrado al Mesías): "En aquel tiempo, estaba
Juan con dos discípulos y, fijando la vista en
Jesús...".

189
Los Ministerios Instituidos

(V) Jn I, 45-51: (Ahí tenéis a un israelita de verdad,


en quien no hay engaño): "En aquel tiempo, se
encontró Felipe con Natanael y le dijo: "Oye, aquel de
quien escribió Moisés en la ley...".

2. MISAL ROMANO
(Misa por las vocaciones a las sagradas
Órdenes40) opcional

PARA EL RITO DE ADMISIÓN DE LOS


CANDIDATOS AL DIACONADO
Y AL PRESBITERADO
Antífona de entrada Mt 9,38
Dice Jesús a sus discípulos: Rogad al Señor de la mies
que envíe trabajadores a su mies.

Oración colecta
Xu provees, Padre, de pastores a tu pueblo; derrama
en tu Iglesia el espíritu de piedad y de fortaleza que
suscite en ella dignos ministros de tu altar, y los haga
testigos valientes de tu Evangelio. Por nuestro Señor
Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas


Acepta, Señor, las oradones y ofrendas de tu pueblo,
multiplica el número de tus ministros y concédeles
perseveranda en tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

40 El texto de la Misa por las vocaciones a las sagradas órdenes es tomado y


transcrito tal cual del Misal Romano, Edición típica aprobada por la
Conferencia Episcopal de Colombia (Texto unificado en lengua española
del Ordinario de la Misa), CEC, Departamento de Liturgia, Santafé de
Bogotá 1989, p. 789.

190
Apéndice I: §2 • Textos Litúrgicos

Antífona de comunión 1 Jn 3,16


En esto conocemos el amor de Dios: en que Jesucristo
dio su vida por nosotros. También nosotros debemos
dar nuestra vida por nuestros hermanos.

Oración después de la comunión


Renovados con el pan de la mesa celestial te pedimos,
Señor, que por este sacramento de amor maduren las
vocaciones sacerdotales que con abundancia siembras
en el campo de tu Iglesia, y cada vez sean más
numerosos quienes elijan el camino de servirte en los
hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor.

191
¡0
§ in
FORMULARIOS94 DE PETICIÓN Y
RESPUESTA AL RITO DE ADMISIÓN

Modelo 1 = Carta de petición del candidato al Obispo

Monseñor
N.N _______________________________________
Obispo de la Diócesis _________________________
Ciudad de __________________________________

Estimado Monseñor:

El suscrito N.N ---------------------------------------------- ,


hijo de _____________________________________
y de ______________________________________ ,
nacido en __________________________________ ,
departamento de ____________________________ ,
Diócesis de ________________________________ ,
bautizado el día _____________________________ ,
en la Parroquia de ___________________________ ,

94
Los Formularios propuestos en seguida (de petición al rito de admisión,
de respuesta del Obispo del lugar y de petición del Rector del
Seminario al Señor Obispo) se inspiran en los formularios en uso en el
Vicariato de Roma, cf. Breviarium Theologicum, a cura degli esaminatori
apostolici del clero vicariato di Roma, Roma, Tipografía Cittá Nuova,
1976, pp. 326-328.

193
Los Ministerios Instituidos

domiciliado en_________________
Departamento de _______________
Diócesis de ___________________
alumno de este Seminario Mayor de.

o del Instituto _______________________________


e inscrito en el curso de________________________
le pide humildemente ser admitido como candidato a
la Orden Sagrada del diaconado y del presbiterado. Él
aspira al Diaconado permanente o al Sacerdocio
ministerial para consagrar toda su vida al servicio de
Cristo y de la Iglesia para la gloria de Dios y la
salvación de los hombres.

Con este propósito, declara el suscrito que conoce


muy bien lo que significa ser admitido como candidato
a la Orden Sagrada, así como el compromiso que
conlleva el prepararse a conciencia a dicha Orden
Sagrada. Es consciente también de las obligaciones del
estado eclesiástico, especialmente de todo lo que
concierne al celibato perpetuo, y por eso aspira libre y
conscientemente a la Orden Sagrada porque se siente
llamado a ello por el Señor.

Por tanto, se suscribe:

(Firma del candidato)

Ciudad, (fecha).

(Visto bueno del Rector)


Apéndice I: §3 - Formularios de Petición y Respuesta

l
Modelo 2 = Carta de respuesta del Obispo al
candidato

Membrete del Obispo o de la


Diócesis
J Estimado Señor
N.N.
___________________________________, nuestro
querido hijo en Cristo, que está en su proceso de
formación sacerdotal en nuestro Seminario Mayor de

reciba nuestro cordial saludo y bendición en el Señor.


Ya que me consta plenamente que ha nacido de padres
legítimos y honestos, en matrimonio católico, el día
________________________________________ del
mes de__________________ del año _____, que ha
sido
bautizado y confirmado, y que está provisto de las
cualidades exigidas por la Carta Apostólica Ad
pascendum, y está libre de toda irregularidad u otro
impedimento y de toda otra censura hasta donde
conozco, y que ha recibido el voto positivo de aquellos
a quienes corresponde dar testimonio sobre su persona,
por la presente le concedo la facultad para ser admitido
al Rito de Admisión de los candidatos a la Orden
Sagrada del diaconado y del presbiterado.
Si es necesario, le doy la dispensa de los intersticios.
Una vez realizado el Rito de Admisión, quiero que se
haga llegar a esta Curia episcopal una atestación escrita
del mismo.
Por tanto, yo he ordenado que le sea enviada la
presente, firmada de mi puño y letra, y con mi sello.
Dado en ______________________ el día _____ del
(Firma
mes del
de______________________ del año _____
Obispo)

195
Los Ministerios Instituidos

Modelo 3 = Carta de petición del Rector al Obispo


para la admisión de un candidato al Rito de Admisión

(Nombre del Seminario Mayor


o Instituto eclesiástico)

Monseñor
N.N _______________________________________
Obispo de la Diócesis _________________________
Ciudad de __________________________________

Estimado Monseñor:

El suscrito. Rector de este Seminario Mayor, pide a su


Excelencia que se digne admitir entre los Candidatos
a las órdenes al seminarista N. N---------------------------
__________ de ladiócesis de __________________ ,
y que ha sido juzgado apto para la celebración del rito
de admisión previsto para el día _____________

Nos consta que este Candidato, nacido el día _______


______________________ de padres católicos y
legítimamente casados y bautizado el día __________
_____________________ enla diócesis de ________ ,
______________________ confirmado el día ______
________________________ , hasido exonerado del
servicio militar, que actualmente está cursando
satisfactoriamente el __________ (I o II o III o IV)
año
de Teología, y que ha aprobado con éxito el día el examen canó

196
Apéndice I: §3 - Formularios de Petición y Respuesta

El mismo suscrito declara que conserva en esta


Rectoría el resultado de dicho examen canónico.
Igualmente hace constar que el candidato ha
estudiado y preparado la ceremonia correspondiente a
dicho rito de admisión.

Por tanto, se suscribe:

(Firma del Rector)

Ciudad, (fecha).

197
9
§IV
CUESTIONARIO
SOBRE EL RITO DE ADMISIÓN

(I) Rito de admisión de los candidatos


a la Orden sagrada
- ¿Qué enseña la historia reciente sobre el rito de admisión
de los candidatos a la Orden sagrada?
- ¿Cuál es la diferencia entre la antigua tonsura y el rito de
admisión?
- ¿Cuál es la naturaleza de este rito de admisión?
¿Sacramento o sacramental?
- ¿Un gesto jurídico? ¿Un gesto litúrgico? ¿Un contrato
oficial? ¿Un compromiso?
- ¿Cuáles son las condiciones implicadas en la naturaleza
misma del rito de admisión?
- ¿Qué significación tiene el rito de admisión en el proceso
de la formación sacerdotal?
- ¿Quién es el ministro de la celebración del rito de
admisión?
- ¿Quién puede ser admitido al rito de admisión?
- ¿El rito de admisión se da antes o después de los
ministerios, y por qué?
- ¿Cuáles son los requisitos canónicos y los compromisos del
rito de la candidatura?
- ¿Cuándo y dónde se puede celebrar el rito de admisión?
- ¿Dentro o fuera de la santa Misa?

199
Los Ministerios Instituidos

- ¿Cómo está estructurada la celebración del rito de admisión?


_ ¿Cuáles son los textos bíblicos más importantes para la
celebración de este rito?

(IX) Vocación al sacerdocio ministerial


_ ¿Qué es la vocación al sacerdocio ministerial?
_ ¿De qué modo se manifiesta la vocación sacerdotal?
- ¿Cuáles son los signos que la manifiestan?
_ ¿Cuáles son los dos signos internos? Explicar.
_ ¿Cuáles son las características de la llamada de Dios?
- ¿Cuáles son las características de la respuesta vocational?
- ¿Cuáles son sus signos externos? Explicar.
- ¿En qué sentido influye el ambiente general y familiar sobre
la vocación sacerdotal?
- ¿Qué es la idoneidad de una vocación?
- ¿Cuáles son las cualidades que manifiestan la idoneidad o
aptitudes de un candidato?
- ¿Qué es la rectitud de intención y cómo se manifiesta?
- ¿Qué papel juega la llamada de la Iglesia en una vocación
sacerdotal?
- ¿Cómo se manifiesta esta llamada de la Iglesia en la
vocación al sacerdocio?
- ¿Cuáles son las principales disposiciones espirituales que
debe cultivar un candidato?
- ¿Qué significa la vocación al sacerdocio para Dios, para la
Iglesia y para el candidato?

200
Apéndice I: §4 - Cuestionario

- ¿Qué diferencia hay entre una profesión liberal y la vocación


al ministerio sacerdotal?
- ¿Cuáles son los principales textos bíblicos (AT y NT) sobre
la vocación sacerdotal?
- ¿Cuales son los principales compromisos de la vocación al
sacerdocio?
- ¿Cuáles son las principales exigencias de la vocación
sacerdotal?
- ¿Cuáles son las principales etapas de la formación de los
candidatos al sacerdocio?
- ¿Cuáles son los puntos más importantes sobre los cuales
debe insistir la formación?

201
0
Pero no ha de ser asi entre vosotros, sino que el que quiera llegar a
ser grande entre vosotros, sera servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo
del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida
como rescate para muchos (Me 10,43-45)
Los Ministerios
Instituidos (no
ordenados) en la
Iglesia Latina

Sección Primera
La primera sección de esta segunda parte de esta obra la
dedicamos al estudio de los Ministerios instituidos (no
ordenados) en la Iglesia latina. Toda esta sección nos sirve de
introducción general a los ministerios instituidos del lectorado
y del acolitado, y está construida alrededor de tres capítulos.
El primero es una reseña histórica sobre los ministerios
instituidos (no ordenados) que nos permitirá conocer la
situación de los ministerios en la Iglesia latina antes y
después de la reforma de Pablo VI, así como todo el proceso
de la reforma y preparación del Motu proprio Ministeria
quaedam, concluyendo este capítulo con una síntesis de la
reforma de Pablo VI. El segundo capítulo está dedicado a una
reflexión sobre la naturaleza y la significación teológica de
dichos ministerios en el proceso de formación de los
candidatos al Orden Sagrado. El último capítulo está
reservado a la presentación de los aspectos canónicos
comunes a ambos ministerios instituidos. Para evitar repetir
los mismos aspectos canónicos comunes al lectorado y al
acolitado, hemos preferido tratarlos en esta sección (i) de
introducción general.
1
RESEÑA HISTÓRICA SOBRE
LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS
(NO ORDENADOS)

Este primer capítulo, como lo indica su título, se propone


presentar la nueva situación de los ministerios después del
Concilio Vaticano n y, sobre todo, después de la reforma
llevada a cabo por el Papa Pablo IV en 1972. Se quiere dar
cuenta de la evolución realizada sobre el tema de los
ministerios. Una breve visión panorámica tocará los
principales momentos de dicha evolución: la revisión y
necesaria reforma, la preparación del Motu proprio Ministeria
quaedam, los ministerios instituidos y no ordenados, los
ministerios no instituidos, la síntesis de la reforma de Pablo
VI y, finalmente, una visión panorámica de los ministerios
en la Iglesia.

1.1 LA REVISIÓN Y NECESARIA REFORMA


Durante la preparación del Concilio Vaticano n, muchos
Obispos pidieron la revisión de las órdenes menores y del
subdiaconado. Después de madura reflexión y consultadas
las Conferencias Episcopales, su Santidad el Papa Pablo VI,
mediante las dos Cartas Apostólicas, en forma de Motu
proprio, Ministeria quaedamy Adpascendum publicadas con la
misma fecha del 15 de agosto de 1972, estableció y
promulgó que las anteriormente llamadas “Órdenes
menores” se llamarían en adelante ‘‘Ministerios” y que
serían dos: el Lectorado y el Acolitado.

Entonces, desde el primero de enero de 1973, están en vigor


tanto las normas promulgadas en las dos Cartas apostólicas
mencionadas, como también los respectivos ritos litúrgicos
1
207
Los Ministerios Instituidos

prescritos en ambas Cartas y publicados con fecha del 3 de


diciembre de 1972 por la Sagrada Congregación para el Culto
Divino.

Estos dos documentos pontificios no tienen un carácter


doctrinal, sino sólo normativo y disciplinario, y conciernen a
la sola Iglesia Católica Latina. Ademas, se complementan
parcialmente entre sí; cada uno tiene su perspectiva propia: la
Ministeria quaedam se dirige a los laicos en general y presenta
la nueva disciplina del los ministerios del LectOrado y del
Acolitado, mientras la Carta Adpascendum se refiere en forma
específica a quienes piensan recibir el Orden sagrado y
presenta las normas referentes al Orden del diaconado y a los
candidatos que aspiran al diaconado y al presbiterado.

Ahox*a bien, para poder comprender mejor el alcance de am-


0 bos documentos, Ministeria quaedam y Adpascendum, hace
falta situarlos históricamente1. Un documento como la
Tradición apostólica de Hipólito de Roma muestra que, desde
el tercer siglo, la Iglesia estaba estructurada con una
pluralidad de funciones; pues, al lado de unos ministerios
ordenados como el episcopado, el presbiterado y el
diaconado, existía también un cierto número de otros
servicios eclesiales. Sin embargo, estas funciones no se
llamaban órdenes, y los ritos que deputaban a ellas no eran
ordenaciones, puesto que, según Hipólito de Roma, a la
diferencia de lo que ocurría para las ordenaciones
propiamente dichas, no se imponía las manos sobre los
lectores y los subdiáconos2.

1
Para este breve recuerdo histórico remitimos al artículo de Roger
Béraudy, pss -que seguimos de cerca en esta presentación-, titulado:
"Les ministéres institués dans Ministeria quaedam y Ad pascendum",
publicado en la revista litúrgica francesa La Maison-Dieu, 115 (1973),
pp.86-96, especialmente pp. 86-88.
2
Cf. La Tradition apostolique, édition B. Botte (coll. "Sources
chrétiennes", 11 bis), Paris, 1968, pp. 66-69.

208
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

La evolución histórica
Un primer giro, muy importante por sus
consecuencias -observa R. Béraudy- ha sido tomado
atando se empezó a hablar de ordenación para
referirse a estos ministerios, y cuando se hizo
anteceder la tonsura. Desde entonces, estas fundones
aparederon como unas fundones subalternas,
orientadas hada las órdenes sagradas, a las que a
menudo servían de preparadón3. Un segundo cambio,
también importante, se realizó en la época, en que,
bajo la influenda de los libros litúrgicos franco-
germánicos4, -ellos mismos tributarios de los Statuta
Ecclesiae antiquae galicanos-5, se introdujo la
costumbre de conferir sucesivamente todas las
órdenes menores antes del diaconado6. De acuerdo
con esta disri- plina, estas órdenes, que a menudo no
eran conferidas en función de las necesidades
pastorales, no podían sino volverse ficticias. Así que
durante el siglo XVI, con frecuenda se conferían todas
juntas, y aún con el sub- diaconado7.

3
Cf. Pelagio I (555-560), Ep. Ad Sapaudum episc. Arelatensem, éd. P.
Ewald, "Die Papstbriefe der Britt. Samml", Neues Archiv V, 1880, pp.
538-539; Ordo romanus 34, 1-2, éd. M. Andrieu, Les ordines romani du
haut moyen age, t. Ill, Louvain, 1951, p. 603; Ordo romanus 35,1-8, éd.
M. Andrieu, opus citavit, t. IV, 1956, pp. 33-34.
4
Cf. Pontifical romano-germanique, éd. C. Vogel et R. Elze, t. I ("Studi e
testi", 226), Cité du Vatican 1963, pp. 13-19. Pero la influencia de los
Statuta se hizo sentir desde antes del siglo 10®, puesto que se
manifiesta ya en el Sacramentario gelasiano Cod. Vat. Reg. Lat. 316
[nn. 737-747, éd. L. Mohlberg, L. Eizenhöper y P Siffrin ("Rerum
ecclesiasticarum documenta. Series major", Fontes 4), Roma, 1960,
pp. 115-116], del que el ritual de ordenaciones es una compilación
romano-franca, añadida en Gaule, al principio del siglo 8°, al texto
romano de sacramentario (cf. A. Chavasse, Le sacramentaire gélasien,
Toumai, 1957, pp. 5-27).
5
Cf. M. Andrieu, opus cit., t. III, pp. 616-619.
6
A propósito de esta disciplina en uso antes del siglo décimo, cf. M.
Andrieu, "La carriére ecclésiastique des Rapes et Ies documentos
liturgi- ques du moyen áge", Revue des sciences religieuses 21, 1947,
pp. 90-120.
7
Béraudy, R. "Les ministéres institués dans Ministeria quaedam et Ad
pascendum", La Maison-Dieu, 115, 1973, p. 87.
BIBLIOTECA 209
del Contiento de
Los Ministerios Instituidos

En este contexto el Concilio de Trento trató también la


cuestión de las órdenes menores. El canon 17 del Decreto De
reformatione, del 15 de julio de 1563 (Sesión XXm),
recomienda la restauración efectiva de las órdenes menores y
va hasta prever, si no hay clérigos preparándose para
sacerdocio, la ordenación a las órdenes menores de algunos
clérigos casados, a quienes se les pedirán llevar al interior del
templo la sotana y la tonsura, después de recibir una
bendición especial proporcionada8.

De hecho, dicho decreto no tuvo aplicación, probablemente


porque el Concilio no redefinió las atribuciones propias a
cada orden. Por consiguiente, la reforma deseada de las
órdenes menores no tuvo sino una sola consecuencia práctica:
el uso de los intersticios, que sirvieron para ritmar, más al
nivel espiritual que ministerial, el proceso de los clérigos
hacia el presbiterado.

Los principios de la reforma


Las dos Cartas apostólicas Ministerio, quaedom y Adpascendum
del Papa Pablo VI vienen precisamente a reformar la
disciplina anterior, que entendía las órdenes menores como
participaciones en las órdenes sagradas. Dicha reforma
deseada se inspira en los principios recordados por el Concilio
Vaticano II: primero, el de la verdad de los ritos y, luego, el
de la distribución de las funciones en las celebraciones
litúrgicas.

El primer principio presidió en gran parte a la restauración de


la liturgia en la Iglesia: un hecho litúrgico debe corresponder
realmente a aquello por el cual está destinado. Por
consiguiente,

8
Cf. Canon 17: "Quodsi ministeriis quattuor minorum ordinum
exercendis cierici coelibes praesto non erunt, suffici possint etiam
conjugati vitae probatae, dummodo non bigami, ad ea muñía obeunda
idonei, et qui tonsuram et habitum clericalem in ecclesia gestant".

210
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

los ritos que confieren las órdenes menores deben


estar de acuerdo con las funciones que serán
oficialmente conferidas a los ordenandos. Si estas
fundones no tienen ya razón de ser en la Iglesia, y si
están efectivamente desempeñadas por otros distintos
a los ordenados, el rito litúrgico corre el peligro
aparecer como pura formalidad, que se conserva por
rutina o por vano arqueologismo9.

El segundo principio, enunciado por la Constitución Sacro-


sanctum Concilium sobre la Liturgia, establece que la
distribución de las funciones en las celebraciones litúrgicas
debe hacerse de tal manera que “cada uno, ministro o fiel...
haga solamente lo que le corresponde en virtud de la
naturaleza de la cosa y de las normas litúrgicas” (n° 28).
“¿Quien no ve - preguntaba el padre J. Lecuyer, ya en 1970-
que dicho principio no corresponde a la realidad de las
órdenes menores tales como existen actualmente en la Iglesia?
Todas las funciones litúrgicas antaño previstas para ellos son
desempeñadas definitivamente por los laicos”.

Siguiendo con su reflexión, el mismo autor añadía que


“ningún principio teológico, ninguna exigencia de validez
permite excluir a los laicos de las acciones litúrgicas como
son la lectura pública de la Sagrada Escritura, el llevar las
ofrendas o los cirios al altar, el mantenimiento del orden en la
asamblea, la dirección del canto o de las respuestas, todas
funciones que pertenecían antiguamente a alguna orden
menor”10. Al contrario, la valoración del sacerdocio común de
los fieles y del carácter sagrado del bautizado invitaban mas a
favorecer todo lo que puede permitir a los cristianos acercarse
al altar y participar activamente de

9
Lécuyer, J., "Les ordres mineurs en question", Revue La maison-Dieu,
102, 1970, p. 100.
Ibidem, p. 100.

211
Los Ministerios Instituidos

todas las funciones cultuales, salvo aquellas acciones


sacramentales propiamente dichas reservadas a las órdenes
sagradas.

Cuando apareció, en 1972, la Carta apostólica Ministeria


quaedam del Papa Pablo VI "reformando la disciplina de la
tonsura, de las órdenes menores y del subdiaconado en la
Iglesia latina”, el carácter novedoso del documento no
escapó a nadie. Desde generaciones, la preparación
espiritual de los futuros presbíteros había subrayado y
destacado las dos “etapas del sacerdocio” que de ahora en
adelante quedaban abolidas: la tonsura y el subdiaconado.
Es verdad que el subdiaconado no podía ser tenido mas
como una orden mayor, en sentido estricto de la palabra,
desde que en 1947 el Papa Pío XII había definido los ritos
sacramentales de las Órdenes sagradas del episcopado, del
presbiterado y del diaconado; sin embargo, no se había
sacado todavía las consecuencias jurídicas de esta decisión.

Por eso, para comprender mejor el alcance del Motu


proprio Ministeria quaedamy conviene hacer la historia de
su preparación antes de analizarlo y luego mostrar cómo se
radica en la tradición antigua de la Iglesia. Aquí, nuestra
reseña sobre la preparación de este documento romano
sigue literalmente la presentación del padre Pierre Jounel11.

1.2 LA PREPARACIÓN DEL MOTU PROPRIO


MINISTERIA QUAEDAM Desde el inicio del año 1964, el
Papa Pablo VI nombró una comisión (Concilium) para poner
en práctica la Constitución Conciliar sobre la Liturgia. A un
grupo de trabajo se le confió la reforma del Libro I B del
Pontifical romano, que contenía las Ordenaciones y las
Bendiciones so 41 42

lí Seguimos literalmente el articulo del Padre Pierre Jounel para esta reseña
histórica: "Les ministéres non ordonnés dans l'Église", Revue La Maison-
Dieu, 149, 1982, pp. 91-105; la traducción en castellano es personal.
42
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

lemnes o Consagraciones de las personas. El grupo se


consagró primero, bajo la dirección de Dom Bernard
Botte, a la revisión de las tres órdenes sagradas. El nuevo
ritual fue promulgado el 15 de agosto de 1968.

El proyecto del Concilium (1966)


A los mismos miembros se les confió la tarea de renovar
igualmente los ritos de las Órdenes menores, pero sin
proponerles su abolición43. El problema había sido
abordado por los cuarenta cardenales y obispos, que
constituían la Comisión, desde el mismo año 1965. Luego,
el primer esquema de la revisión de las órdenes menores
fue elaborado algunos meses más tarde por el secretario
del Concilium con algunas proposiciones, que fueron
luego sometidas al Concilium en octubre 1966. Los Padres
aprobaron las proposiciones siguientes:

43
En efecto, Dom Bernard Botte osb., -historiador, especialista de estas
cuestiones y miembro de la Comisión encargada de la reforma de las
ordenaciones-, publicó precisamente en 1965 un artículo, donde expuso
todos los datos históricos del problema sobre las órdenes menores y
donde justificaba sencillamente la abolición de las miañas. He aquí en
pocas Palabras el resumen que él mismo hizo de su primer artículo,
publicado esta vez cinco años más tarde, bajo el título: "A propos des
ordres mineurs", Revue Questions liturgiques, 51-52, 1970, pp. 129-
132, especialmente p.129:
"La legislación actual (es decir, la que estaba vigente antes de la
reforma realizada por los dos Motu proprio de Pablo vi) que impone el
paso por todos los órdenes para llegar al sacerdocio no representa la
tradición romana auténtica; ella está basada en una falsa decretal. Ella
es contraria al uso romano atestiguado por las cartas de los Papas y por
su cursus honorum del 5° al 9B siglo. No se accedía directamente al
sacerdocio antes de haber ejercido uno u otro ministerio inferior; pero
se trataba de "stages" reales en las órdenes que tenían su utilidad para la
comunidad. Nunca se trata del paso por todas las órdenes. Parece aún
que las órdenes de portero y de exorcista hayan desparecido desde el
final del siglo 4°. Todo cambió hacia mediados del siglo 9°, cuando un
falsificador fabricó una decretal bajo el nombre del Papa Caius,
imponiendo el paso por todas las órdenes. La decretal pasó a diversas
colecciones canónicas y

213
Los Ministerios Instituidos

- que se someta a la aprobación del Papa la


supresión de las cuatro órdenes menores;

- que el subdiaconado, considerado ya como única


orden menor, pueda conferirse a unos hombres no
candidatos al diaconado o al presbiterado, y que la
recepción del subdiaconado no sea obligatoria antes
de la recepción del diaconado;

- que el rito de entrada en el clero sea tratado aparte


del de las órdenes menores;

- que se pueda dar a unos laicos una bendición


particular para establecerlos de una manera estable en
un servicio litúrgico, como lector, acólito o ministro
extraordinario de la comunión, así como para unas
misiones no litúrgicas, como la de catequista.

finalmente al Decreto de Graciano que sirvió de base para la


jurisprudencia del derecho. Los Padres del Concilio de Trento creían
todavía en la autenticidad del documento.
Desde entonces, las órdenes menores no aparecían más como unas
funciones necesarias o útiles al bien de la comunidad, sino como unas
etapas hacia el sacerdocio. Todavía hoy no son más que eso. En virtud
del canon 973 § 1 del Codex iuris canonici no se puede conferir las órdenes
menores sino a los candidatos, que ofrecen la esperanza de llegar al
sacerdocio. Poco importa que haya en la Iglesia porteros o exorcistas.
No interesa sino el candidato al sacerdocio: él debe pasar por allí si
quiere llegar a más alto. Hay entonces un divorcio completo entre la
función y la órden. En la medida en que estas funciones son todavía
reales, son desempeñadas por unos laicos; pero los ritos, pensados
para~habilitar a estas funciones, son conferidos a unos clérigos que ya
no las ejercitan. Estamos en plena ficción jurídica y, en la prática, se
confieren estas órdenes pocos días antes de la ordenación al
subdiaconado, para satisfacer la ley. Así pues, bajo pretexto de
obediencia a una decretal falsa, se ha evacuado el espíritu de la
tradición. No es el único caso donde la letra ha matado el espíritu. Es
más grave aquí, porque la letra está basada en un falso [...] ".

214
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

El proyecto del Concilium fue conocido en los medios


de la Curia romana antes de ser presentado al Papa y
severamente comentado, hasta el punto de ser
abandonado. Así el mantenimiento de los ritos del
Pontifical romano presentaba, sin embargo,
dificultades más y más grandes, en razón de la
evolución de la mentalidad de los candidatos al
sacerdocio y de la restauración del diaconado
permanente.
Sin concertarse, los episcopados alemán y francés
hicieron preparar cada uno un proyecto casi idéntico,
que sometieron a la Congregación para el Culto
divino, heredera del Concilium (1969). Este proyecto,
aprobado ad experimentum y hasta nueva decisión,
implicaba la supresión del subdiaconado, de las cuatro
órdenes menores y de la tonsura, substituidos por los
ritos siguientes: un rito de admisión para los
candidatos al diaconado o al presbiterado; dos
bendiciones para los lectores y los acólitos,
constituidos como ministros extraordinarios de la
comunión; una fórmula de compromiso al celibato en
la ordenación de diáconos no casados.

El proyecto de la Congregación
para el Culto divino (1970)
Al final del afio 1970, la misma Congregación para el
Culto divino elaboró un nuevo proyecto que aceptaba
la supresión del subdiaconado y de las órdenes de
portero y de exorcista, así como de la tonsura. Este
proyecto mantenía el lectorado y el acolitado como
unas órdenes menores, que se debían recibir
obligatoriamente antes del diaconado. En cuanto al
rito de la admisión de los candidatos al diaconado o al
presbiterado, se volvía un rito de admisión entre los
clérigos. A pesar de las similitudes con el proyecto de
los obispos transalpinos, el de la Congregación mani-
44

44
Los Ministerios Instituidos

festaba un espíritu muy distinto. Esta Congregación


había debido anticipar las observaciones de la
Congregación para los Sacramentos/ que consideraba
como esencial el mantenimiento de las dos órdenes
menores y la noción de clericatura.

En reunión plenaria, los Padres de la Congregación


para el Culto divino rechazaron casi unánimemente el
proyecto que se les proponía y propusieron al Santo
Padre los vota siguientes:

- que el término "clérigo" sea conservado solamente


para las órdenes sagradas, aunque la noción de
privilegio que encubre ya no sea conveniente después
de Vaticano II. Pues las órdenes son un ministerio en la
Iglesia y un servicio al pueblo de Dios;

- que la incardinación sea realizada con la recepción


del diaconado;

- que el término "ordenación" sea reservado


únicamente a las órdenes sagradas, que se confieren
por la imposición de manos;

- que el rito de admisión de los candidatos al


sacramento del Orden tenga un carácter espiritual y no
jurídico; y parece inútil para los religiosos;

- que unas facultades más amplias sean conferidas a


las Conferencias episcopales para determinar los ritos
destinados a santificar ciertos ministerios litúrgicos o
no litúrgicos y para organizar dichos ritos;

- que una comisión mixta de peritos de las


Congregaciones para los Sacramentos, para la
Educación católica y para el Culto divino sea
encargada de clarificar

216
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

las cosas; el punto de vista de la Congregación para la


Educación católica debe ser preponderante, puesto
que "sería inútil renovar unos ritos, si no fuesen
aceptados por aquellos para quienes están
destinados".

Así, el Motu proprio Ministerin quaedam constituye


la respuesta del Papa Pablo VI a los votos que le
habían sido propuestos. El Papa se impuso más de un
año de reflexión antes de tomar la decisión definitiva.
Conviene subrayar la gran preocupación que
manifestó en esta circunstancia, como en tantas otras,
por satisfacer una exigencia pastoral de este tiempo,
pues, a causa de su edad y de su sensibilidad
espiritual, él estaba lejos de admitir a priori el
fundamento de dicho cambio.

1.3 LOS MINISTERIOS NO ORDENADOS E


INSTITUIDOS
"La Carta apostólica Ministeria quaedam de 1972
puso en claro la distinción entre los ministerios
ordenados por la imposición de manos del Obispo y
todos los demás ministerios, litúrgicos o no, en el
pueblo de Dios. Estableció con la misma claridad la
distinción entre el clero y el pueblo, reservando el
título de clérigo a los Obispos, presbíteros y diáconos.
Et Motu proprio establece dos ministerios instituidos:
el lectorado y el acolitado. Pero también, al lado de
los ministerios instituidos, existen otros, como el
ministerio extraordinario de la Eucaristía y demás
funciones asumidas por los laicos en la celebración
litúrgica. El ministerio extraordinario de la Eucaristía
ha sido reglamentado por la Instrucción Inmensae
caritatis de la Congregación para los Sacramentos, de
1973 (cf. Apéndice II: § 1 Documentos del
Magisterio), los otros ministerios están descritos en la
Presentación General del Misal Romano (i975).
217
Los Ministerios Instituidos

Los ministerios instituidos


se inscriben en la Tradición de la iglesia
La distinción entre ordenación y institución proviene, como lo
recuerda el mismo Motu proprio, de la Tradición apostólica de
Hipólito de Roma. "El lector (leemos ahí), es instituido cuando
el Obispo le entrega el libro, puesto que él no recibe la
imposición de manos". Se lee también: "Cuando se instituye a
una viuda, no se la ordena a ella, pero ella queda designada
para este título". El término griego subyacente al término de
institución indica la instalación en un cargo. Se utilizaba
corrientemente para designar la entrada en su cargo de un
funcionario. La Institución confiere entonces un cargo, estable.
Normalmente el lector o el acólito no es establecido en su
función para un período temporal sino para siempre, aún si las
circunstancias no le permitan ejercer su ministerio.

En cuanto a las funciones atribuidas al lector y al acólito, como


también a los ritos de su Institución, la liturgia romana de la alta
edad media (del siglo 6o al 8o) nos proporciona un magnifico
modelo. El lectorado se confería habitualmente a unos niños.
Cuando un padre de familia destinaba a uno de sus hijos al
lectorado, él lo presentaba al Papa. Se hacía leer al candidato en
público durante el oficio de vigilia para juzgar de su capacidad. Si
el examen era concluyente, el Papa bendecía al niño y se contaba
éste de ahora en adelante ‘ entre los lectores.

El acolitado tenía por fundón prindpal el tener abierta ante los


sacerdotes una bolsa de lino que contenía el pan consagrado
para que éstos hicieran la fracción del pan antes de la
comunión de la misa, y para que llevaran luego la Eucaristía a
los ausentes. Durante la

218
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

misa papal, siete acólitos llevaban también, encabezando la


procesión de entrada, los siete cirios que colocaban luego
en el altar. La ordenación del acólito tenía lugar antes de la
comunión. Éste se presentaba ante el Papa, de cuya mano
recibía la bolsa de lino, luego el Pontífice pronunciaba una
oración de bendición de carácter general45.

Roma no conocía ordenación de portero ni de exordsta,


cuyas funciones habían entrado muy temprano en desuso.
La enumeración de las funciones de las cinco órdenes
menores y las oraciones que las conferían hasta 1972
tienen su origen galicano46, como se ha dicho más arriba.

1.4 LOS MINISTERIOS NO INSTITUIDOS


Entre los ministerios no ordenados, la Carta
Ministeriaquaedam señala un cierto número de ministerios
de orden litúrgico o caritativo, que no hacen el objeto de una
Institución y, sin embargo, pertenecen con pleno derecho a
los laicos en la celebración47. Entre ellos, el principal es el
ministerio extraordinario de la Eucaristía. En cuanto a los
otros ministerios, los capítulos m y IV de la Ordenación
General del Misal Romano nos ofrecen una amplia
descripción.

45
Cf. M. Andrieu, Les Ordines romani du haut moyen age: tome 3, Louvain 1951,
Ordo 34, p. 603 (acolyte); tome 4, Louvain 1956, Ordo 35, pp. 33-34 (lecteur), citado
por Pierre Jounel en su artículo: "Les ministéres non ordonnés dans TÉglise",
Revue La Maison-Dieu, 149, 1982, p. 101.
46
Cf. C. Munier, Les Statuta Ecclesiae antiqua, París, 1960, pp. 96-98, citado por
Pierre Jounel en su artículo: "Les ministéres non ordonnés dans l'Église", Revue La
Maison-Dieu, 149, 1982, p. 102.
15 También aquí referimos al artículo ya mencionado de Pierre Jounel: "Les
ministéres non ordonnés dans l'Église", Revue La Maison-Dieu, 149, 1982, pp. 102-
105.

219
Los Ministerios Instituidos

El ministerio
extraordinario de la
Sagrada Comunión
Cuando se procedió a la aplicación de la
Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la
Liturgia, que prescribía en particular el dar la
comunión a los fieles que participaban de la Eucaristía
inmediatamente después del sacerdote, algunos
pastores consideraron indispensable recibir una ayuda
para esta función. Desde 1966, la Sagrada
Congregación para los Sacramentos dirigió a los
Nuncios apostólicos una Instrucción que no estaba
destinada a ser pública. Dicha Instrucción Fidei custos
permitía a los Obispos autorizar a algunos fieles para
distribuir la sagrada comunión en casos de necesidad.
La Conferencia Episcopal Francesa manifestó en 1968
el deseo de ver concedida esta facultad en todo su
territorio. La petición fue aceptada en 1970. Tres años
más tarde, una nueva Instrucción romana, Immensae
caritatis, volvió a tomar el texto del documento de
1966, para precisar las normas y facilitar su
aplicación. Dicha Instrucción fue promulgada el 29 de
enero de 1973. He aquí lo esencial de su
reglamentación.

Los Obispos pueden elegir nominalmente unos fieles


como ministros extraordinarios de la Eucaristía, que
podrán comulgarse a sí mismos, distribuir la comunión
a los demás y llevarla a la casa de los enfermos, si no
hay sacerdote, diácono o acólito para hacerlo o si, en la
Santa Misa, el número de los fieles que quieren
comulgar es importante.

Los Obispos pueden permitir a cualquier sacerdote que

220
ejerce las funciones sagradas deputar una persona
capacitada para distribuir la comunión en un caso
preciso, si ello es realmente necesario.

221
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

La persona capacitada será designada según el orden


siguiente: lector, candidato al sacerdocio, religioso,
religiosa, catequista, fiel (hombre o mujer).

Conviene, si hay tiempo para ello, que la persona


elegida reciba esta "delegación" según el rito previsto
a este fin. Y dicha persona procurará distribuir la
comunión según las reglas litúrgicas.

¿Podemos preguntamos en qué se diferencia el


ministro extraordinario de la Eucaristía del acólito?
Podemos observar primero que esta persona no es
instituida, es decir, establecida en un cargo
permanente, sino delegada para una acción
determinada, bien sea de manera relativamente
estable, bien sea para una función transitoria.
Además, ella es delegada sólo para la distribución de
la comunión, mientras que el acólito instituido está
encargado además de otras funciones: la oración
comunitaria y la formación de los diversos
participantes de la celebración. Finalmente, si la
Institución está reservada sólo a los varones, la
delegación puede ser atribuida igualmente a las
mujeres.

El rito litúrgico para la Institución de un ministro


extraordinario de la Eucaristía, con el sentido de “delegación”
ad ternpus o ad actum, se encuentra en el Pontifical y Ritual
Romanos (edición del CELAM, pp. 204-209), así como la
fórmula de bendición, que pronuncia el sacerdote después del
Cordero de Dios, en el momento de entregar las Sagradas
Especies al fiel elegido para distribuir la Sagrada Comunión
(cf. Idem, p. 210).

Los demás ministerios laicales


Fuera de los ministerios instituidos o delegados, existen otros
ministerios litúrgicos que pertenecen con pleno derecho a los
laicos en la celebración. El capítulo DI de la Ordenación
Gene-

221
Los Ministerios Instituidos

ral del Misal Romano nos ofrece una buena descripción de los
mismos.
En primer lugar, viene la proclamación de la Palabra de Dios
(cf. OGMR 66). El lector, aun no instituido, tiene su función
propia en la celebración eucarística, que debe ejercer por sí
mismo, aunque esté presente un ministro de orden superior. Con
el lector, hay también el salmista a quien le corresponde la parte
de salmo o de algún otro canto bíblico que se encuentre entre las
lecturas (cf. OGMR 67).
Entre los otros ministros, hay que notar primero “aquellos que
están encargados de llevar el Misal, la cruz, los ciriales, el pan,
el vino, el agua, el incensario” (OGMR 68). Se puede notar
también en esta enumeración la importancia dada a la procesión
de los dones u ofrendas al comienzo de la liturgia eucarística.
Vienen luego el comentarista, los ministros encargados de la
acogida y aquellos que hacen la colecta (cf. OGMR 68). Ademas,
conviene que el conjunto de la actividad de estos diversos
ministros sea armonizada útilmente por un ministro, guía de
ceremonia, encargado de la preparación y coordinación de toda
la celebración (cf. OGMR 69).
Luego, después de esta enumeración de los diversos
ministerios, la Ordenación General del Misal precisa que “todos
los servicios inferiores a los que son propios del diácono,
pueden confiarse a los laicos, aunque no hayan recibido tal
ministerio”. Sin embargo, las funciones que se desempeñan en
el presbiterio, hasta hace poco, estaban reservadas a los
varones48. Luego, se explica en el mismo número (cf. OGMR 70)
que “la Conferencia Episcopal puede permitir que una mujer
idónea haga las lecturas que preceden al Evangelio y presente
las intenciones de la oración universal o de los fieles; y puede
determinar con precisión el sitio adecuado desde donde la mujer

48
Con la interpretación del can. 230 § 2 del Código de Derecho Canónico por parte
del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos (30 de
junio de 1992), las funciones litúrgicas pueden ser desempeñadas igualmente por
hombres y mujeres, incluyendo el servicio del altar, en paridad con las otras
funciones indicadas por el mismo canon; cf. más adelante, la nota 73.
anuncie la Palabra de Dios ante la asamblea litúrgica”. 49

49
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

1.5 SÍNTESIS DE LA REFORMA


DEL PAPA PABLO VI
La disciplina anterior
Hasta el 31 de diciembre de 1972, para acceder al diaconado y
al presbiterado hacía falta haber recibido: la Primera Tonsura,
en virtud de la cual quedaba uno admitido al estado clerical con
todos los derechos y deberes, y quedaba incardinado en una
determinada Diócesis16 50; las Órdenes menores, es decir, el
ostiariado, el lectorado, el exorcistado y el acolitado51; el
Subdiaconado52, que con el diaconado y el presbiterado se
consideraba como Orden mayor53, y que implicaba los deberes
tanto del celibato consagrado54 como del rezo de las Horas
Canónicas del Breviario55.

Además, se era necesario recibir progresivamente en el orden


establecido también las Ordenes menores 56 57.

La disciplina actual
Desde el primero de Enero de 1973, rige en la Iglesia católica
de rito romano la disciplina siguiente:

§ 1 Quedan abolidos la Primera Tonsura y el Subdiaconado™,


porque no responden más a la finalidad y a las concretas situa-

50 Cf. El antiguo CDC (1917) 108 § 1 y 111 § 2.


i» Cf.El antiguo CDC (1917) 977 y 993.
52 Cf. El antiguo CDC (1917) 977 y 993.
53 Cf. El antiguo CDC (1917) 949.
54 Cf. El antiguo CDC (1917) 132.
55 Cf. El antiguo CDC (1917) 135.
56 Cf. El antiguo CDC (1917) 974 § 5; 977; 1004; 2374.
57 Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ministerin quaedam, I y IV, p. 8.

223
Los Ministerios instituidos

ciones pastorales y espirituales por las cuales habían sido


instituidas.

§ 2 Las antiguas órdenes menores, hoy dtay se llaman “Ministerios“11.


Estos ministerios son ritos que, comparados con las anteriores
órdenes menores, han sido estructurados para responder a las
exigencias y a la mentalidad moderna; se adaptan mejor a las
realidades concretas de hoy día, y por eso conferidos a “laicos”
hacen resaltar mejor la distinción de derecho divino entre laicos
y clérigos, éstos últimos hechos tales por la ordenación
diaconal26. Los Ministerios han sido reducidos a dos: son el
lectorado y el acolitado, en los cuales están incluidas también las
funciones que en el pasado pertenecían al subdiaconado27. Se
puede observar particularmente cómo, en la disciplina anterior,
el ostiariado y principalmente -por las reservas señaladas en los
cann. 1151-1153 del antiguo CDC (1917)- el exorcistado no
tenían una función concreta para ejercer o desempeñar.

Los Ministerios, en cuanto son conferidos con ritos litúrgicos


particulares, excluyen que quien lo recibe llegue a ser clérigo por
eso mismo. Ponen entonces en evidencia el papel de los laicos
en las acciones litúrgicas, conforme a la voluntad del Concilio
Vaticano II28. Además, se debe subrayar que, en las normas para
el Lector y el Acólito, hay un compromiso más consciente y
libre para recibir y ejercer los ministerios, precisamente por el
efecto pedagógico previsto para los candidatos a las Ordenes
sagradas. Con la abolición de las Órdenes menores,

25 Cf. Ibidem, II, p. 8.


26 Cf. Ibidem, Introd., § 8, p. 7.
27 Cf. Ibidem, Introd., IV, p. 8
28 Cf. Ibidem, Introd ; Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum
Concilium 14; también el Nuevo CDC (1983) 230.
29 Cf. Ministerin quaedam, I; Ad pascendum, IX e introd.; Sacrum Diaconatus
ordinem (18 de junio 1967), n° 18; CDC (1983) 265-266.

224
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

no se hace necesario explicitar mas como “Mayores” las


Órdenes sagradas del diaconado, presbiterado y episcopado.

§ 3 Con el diaconado van incluidos: -el ingreso al estado clerical, y la


incardinación a una determinada Diócesis. Esto concierne al
diaconado tanto transitorio como permanente, célibe o casado29;
-la obligación del celibato consagrado, asumida oficialmente con
celebración pública, delante de Dios y de la Iglesia, mediante un
rito especial que debe preceder la sagrada Ordenación diaconal,
y al cual están obligados también los religiosos candidatos al
presbiterado y los candidatos al diaconado no casado. El celibato
así asumido constituye un impedimento dirimente para contraer
matrimonio58; -el compromiso de celebrar la Liturgia de las Horas,
asumido oficialmente con celebración pública delante de Dios y
de la Iglesia, inmediatamente después de asumir el celibato
consagrado. La Liturgia de las Horas debe ser celebrada en su
totalidad por el diácono que aspira al presbiterado; y en parte por
el diácono permanente, de acuerdo con lo establecido por la
Conferencia Episcopal59.

§ 4 Para una más consciente y responsable elección, son introducidas


las siguientes Peticiones y Declaraciones, que el aspirante debe
escribir a mano y firmar con libertad y responsabilidad, y luego
presentar al propio Ordinario, es decir, al Obispo o al Superior
mayor: -petición para la admisión a los Ministerios; -petición para la
admisión como candidato a la Orden sagrada; -declaración con la
que, antes de la ordenación diaconal, el candidato manifiesta su
voluntad de recibir espontánea y libremente el Orden sagrado60;
-a las dos primeras

58 Cf. Ad pascendum, VI; CDC (1983) 277; 1078 § 2, 1; 1087-1088.


59 Cf. Ad pascendum, Villa; Sacrum Diaconatus ordinem (18 de junio
1967), 27; Ordenación general de la Liturgia de las Horas (2 de febrero
de 1971), nn. 29-30; CDC (1983) 276 § 2- 3; 1174 §1.
60 Cf. Ministeria quaedam. Villa; Ad pascendum, la y V.

225
Los Ministerios Instituidos

peticiones, el Ordinario debe dar una respuesta afirmativa o


negativa^ pero sólo por escrito responde a la segunda petición.

§ 5 Se han introducido los nuevos ritos litúrgicos siguientes: - el


rito de la Institución del Lector‘S \ -el rito de la Institución del
Acólito*\ -el rito de admisión de los candidatos a la Orden
sagrada-15 del diaconado transitorio o permanente, tam-bién para
casados, y del presbiterado; -y, finalmente, el rito de la pública
aceptación del celibato consagrado y de la Liturgia de las Horas61
62 63 64
.

Los textos de dichos Ritos litúrgicos, aprobados por el Papa Pablo


VI, han sido publicados luego por la Sagrada Congregación para el
Culto Divino, con el Decreto 1500/72 del 3 de Diciembre de 1972,
en vigor desde el primero de enero de 1973.

1.6 VISIÓN PANORÁMICA DE LOS


MINISTERIOS EN LA IGLESIA LATINA
Al concluir esta reseña histórica sobre los ministerios instituidos
(no ordenados) en la Iglesia, conviene presentar una visión
panorámica65 de todos los ministerios eclesiales, desde Cristo,

61
Cf. Ministerin quaedam, IX; Ad pascendum, III.
62 Ibidem.
63
Cf. Ad pascendnm, III.
64
Cf. Ad pascendum, VI.
65
Esta visión panorámica recoge las enseñanzas del Concilio Vaticano II en sus
principales documentos (LG 10; SC 28-29; AA 20. 23-24; AG 15. 17), las de las
Exhortaciones apostólicas: Evangelii nunliandi {EN 73) y Christifideles Laiá (ChL
21-23), las enseñanzas de Puebla {DP 833; 804-805; 811-817) y de Santo Domingo
{DSD 101; 104; 258), y las señaladas en la Ordenación General del Misal Rotnano
{OGMR 58; 63-64; 67-68) Remitimos para prolongar esta reflexión al capítulo V de
Alberto Altana sobre "La vocación a los ministerios laicales" in Vocación común y
vocaciones específicas, tomo II: Aspectos teológicos, Madrid, Ediciones Atenas,
1984, pp. 99-135; también a los dos números (nn. 25-1981; nn. 44-1985) de la
Revista Medellin, sobre los nuevos ministerios. Sobre la situación de los ministerios
en la Iglesia y la espiritualidad de los ministerios remitimos al excelente artículo de
Joseph Lécuyer, titulado "Ministéres" in Dictionnaire de Spiritualité, Tome X, col.
1255-1267, Paris, Edition Beauchesne, 1980.

226
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

el Servidor por antonomasia) la Iglesia ministerial y los miembros


del Pueblo de Dios, ordenados o no, en virtud del santo Bautismo y
de la Confirmación o del sacramento del Orden.

Esquema de los ministerios eclesiales 66 67

LOS MINISTERIOS ECLESIALES


I) El Ministerio fundamental y básico: es el de nuestro
Señor Jesucristo, el Servidor por antonomasia (cf. Me
10,45); Él es Profeta, sumo y eterno Sacerdote, y Rey, por
esto su Ministerio es prototipo o protoministerio en la
Iglesia (cf. LG10; 18; 28).

II) Toda la Iglesia de Cristo es ministerial, es decir, que


en ella se dan las dos formas principales de ministerio
eclesial: un ministerio ordenado o jerárquico, y otro
ministerio no ordenado y común a todos los fieles; ambas
formas son una participación en el protoministerio de
Cristo, gracias a los sacramentos primero del Bautismo y
de la Confirmación, y luego del Orden. Si la Iglesia es
ministerial, todos y cada uno de sus miembros participan
a su modo no sólo del ministerio de su Señor, sino
también de su sacerdocio, común o jerárquico, siendo
profetas, sacerdotes y reyes (cf. LG 10).
67 Los ministerios diversificados en la Iglesia pueden
darse en dos formas principales: los ministerios ordenados
y los no ordenados:

A) Los ministerios ordenados o jerárquicos: que se


confieren por del sacramento del Orden, mediante la
imposición de manos del Obispo; este ministerio
jerárquico consta de tres grados: el episcopado, como

227
Los Ministerios Instituidos

plenitud del orden; el presbiterado, como segundo grado;


el diaconado, permanente o transitorio, como ministerio y
no como grado del sacerdocio ministerial. Los tres grados
son una diaconía o servicio, comunitario y permanente,
para presidir, enseñar y santificar (cf. LG 21; 28; 29).

B) Los ministerios no ordenados o laicales:


fundamentados en el Bautismo y la Confirmación,
capacitan a los laicos para desempeñar algún servicio en
la Iglesia, en virtud del sacerdocio común de los fieles.
Estos ministerios son de dos clases: instituidos y no
instituidos.

1. Ministerios instituidos: es decir, oficios instituidos o


establecidos oficialmente por la Iglesia y conferidos por
ella, mediante un rito litúrgico especial que comporta una
bendición del Obispo, para ejercerlos en nombre y por
deputation de la Iglesia, con carácter de estabilidad y
permanencia. Actualmente en la Iglesia latina, hay dos
ministerios no ordenados e instituidos con este sentido: el
lectorado y el acolitado. Aunque seaiiministerios laicales,
deben ser recibidos por los candidatos a la Orden sagrada
del diaconado, permanente o transitorio, y del
presbiterado (cf. Ministerio Quaedam V-VII; XI).

2. Ministerios no instituidos o "de hecho": es decir, son


ministerios que de hecho se ejercen no en virtud de una
"Institución" con carácter estable y permanente, como en
el caso anterior, sino en virtud de una "delegación" ad
tempus, según la expresión de Jounel68. Estos ministerios
laicales son establecidos y conferi-

68 Cf. Pierre Jounel, "Les ministéres non ordonnés dans l'Église", dans la Revue La
Maison-Dieu, 149, 1982, pp. 102-103.

228
Reseña Histórica sobre los Ministerios Instituidos

dos por la Iglesia mediante una bendición especial,


conforme al rito litúrgico previsto para ello y por cierto
muy similar al rito de la Institución del lector o del
acólito, -lo que puede prestarse a confusión-, pero en este
último caso tienen sólo un carácter temporal, es decir, sólo
por un tiempo determinado. Estos ministerios conferidos,
con el sentido de una "delegación" ad tempus, a la
diferencia de los anteriores, pueden ser ejercidos tanto por
varones como por mujeres. Es el caso, actualmente, de los
ministros de la Palabra o lectores y de los ministros
extraordinarios de la Comunión. Por lo demás, los
ministerios "de hecho" pueden subdividirse en dos clases:
los ministerios litúrgicos, y los ministerios no litúrgicos o
caritativos (cf. Ministería Quaedam, Introd. § 1).

a. Ministerios litúrgicos: además de los tres anteriores,


existen otros ministerios "de hecho" ejercidos por los
laicos en las celebraciones litúrgicas. Pertenecen a estos
ministerios litúrgicos los oficios desempeñados por:
cantores, director del coro, salmista, comentarista, los
encargados de la acogida y acomodadores, guía de
celebración, los encargados de la colecta, y los demás
ministerios de llevar el misal, la cruz, los cirios, el agua, el
pan y el vino, el incensario, etc... (cf. OGMR63-64; 67-
68).

b. Ministerios no litúrgicos o caritativos: son todos los


demás ministerios desempeñados por los laicos fuera de la
liturgia, y que abarcan tanto obras de caridad como
también oficios evangelizadores y misioneros, como son
los: catequistas, animadores de la oración, animadores del
canto, responsables de pequeñas comunidades,
responsables de movimientos apostólicos, personas al
servicio de las misiones, al servicio de la Palabra de Dios,
formadores de catequistas, ministros de la caridad,
ministros de los enfermos, defensores 69

69
Los Ministerios Instituidos

de los oprimidos, promotores de las comunidades


eclesiales de base, consejeros espirituales, consejeros
matrimoniales, etc... (cf. EN 73; A. Altana, Opus cit.f
pp. 121-122; ChL 21-23; DP 804-807; 811-817;
DSD 101; 104). 70

70
2
NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN
TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS
INSTITUIDOS

Este capitulo tiene como objetivo el tratar de precisar, hasta


donde se puede, la naturaleza de los ministerios instituidos: su
diferencia de las órdenes sagradas por una institución y no una
imposición de manos; la posibilidad de instituir otros
ministerios distintos al lectorado y al acolitado, como también
la posibilidad de otros ministerios litúrgicos no instituidos,
etc. Este capítulo quiere también subrayar la significación
teológica de los dos ministerios instituidos (lectorado y
acolitado) en la vida de los candidatos que se preparan a la
orden sagrada del diaconado y del presbiterado.

2.1 LA NATURALEZA
DE LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS
Para comprender bien la naturaleza de los ministerios
instituidos del lectorado y del acolitado hay que tener en
cuenta principalmente el Motu proprio Ministerio, qmedam,
pero también el rito de la Institución de ambos ministerios, y
en especial el modelo de la homilía sugerida en el nuevo
Ritual de ordenación.

Primero, recordamos que la Carta apostólica evoca la


existencia, en la Iglesia de los primeros siglos, de unos
ministerios con los cuales la Iglesia “encomendaba a algunos
fieles, para que las ejercieran, funciones litúrgico-religiosas y
de caridad, en conformidad con las diversas circunstancias”.
Aquí, podemos

231
Los Ministerios Instituidos

notar que, tomando en consideración algunas actividades


caritativas, el documento desborda el campo de la liturgia.

Luego, el Motu proprio de Pablo VI pone en claro la distinción


entre los ministerios ordenados por la imposición de manos del
Obispo y todos los demás ministerios, litúrgicos o no.
Distingue, también, claramente entre el clero y el pueblo de
Dios, reservando el título de clérigo a los diáconos, presbíteros
y Obispos.

Substituyendo la noción de ordenación por la de


institución, dedarando que serán tenidos por dérigos
"únicamente aquellos que han redbido el diaconado",
el Papa Pablo VI ponía en plena luz "la distindón entre
dérigos y laicos, entre lo que es propio de los dérigos
y les está reservado, y lo que puede ser pedido a los
laicos; así sus mutuas reladones aparecerán más da-
ramente". Ministeria quaedam se inscribe así en la
línea de la Constitudón condliar Lumen Gentium,
inspirándose en la distinción formulada por la misma
entre el sacerdocio común de los fieles y el
sacerdocio ministerial o jerárquico39.

De lo anterior, se desprende una consecuencia importante: los


ministerios'se consideran de ahora en adelante como unos
servicios de Iglesia que tienen su consistenda en sí mismos y no
son ya como unos estadios probatorios o como unos escalones
que hay que franquear para alcanzar el sacerdocio ministerial,
aún si es muy conveniente que diáconos y presbíteros hayan
sido llamados a ejercer estas funciones antes de su ordenación.
Por lo tanto, éstos son pues ministerios laicales en la Iglesia.
Volveremos sobre esta consecuencia, más adelante, cuando se
hable de la significación de los ministerios.

39 Pierre Jounel, "Les ministéres non ordonnés dans l'Église", dans la Revue La
Maison-Dieu, 149, 1982, p. 96.

232
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

La Institución
El Motu proprio Ministeria quaedam al suprimir, en la Iglesia
Latina, las órdenes menores, el subdiaconado y la tonsura,
mantiene, sin embargo, las funciones que estaban
encomendadas a las antiguas órdenes. La novedad fundamental
consiste en el hecho de que esas funciones ya no se confieren
por medio de una “ordenación**, sino por la “Institución** en
un cargo, en un ministerio, según el uso atestiguado en Roma
durante el siglo m por la Tradición apostólica40.

El sentido de la “Institución”, de acuerdo al término griego


subyacente al término de Institución, es el de la instalación en
una función, en un cargo con carácter de permanencia. Por eso,
la Institución confiere un cargo estable41. Normalmente el lector
y el acólito no son establecidos en su respectiva función sólo
para un período de tiempo sino para siempre, aún si ciertas
circunstancias les pueden impedir su ejercicio.

La Iglesia, al instituir los dos ministerios del lectorado y del


acolitado, ha actuado guiada por la praxis, según la cual desde
los tiempos más antiguos ella instituyó y confió a los fieles, es
decir a los laicos, algunas funciones de carácter litúrgico y
caritativo42. En esta perspectiva, se resalta más la distinción
entre los sacramentos y los sacramentales, entre los clérigos
“consagrados” en virtud del sacramento del Orden y los laicos
“institui

do Hipólito de Roma, Tradición apostólica, 10-11, édición de B. Botte, p. 10,


citado por E Jounel, "La instituciones en los ministerios", in: AG. Martimort,
La Iglesia en oración (Introducción a la liturgia), Barcelona, Herder, 1987, p.
749. di "El padre Congar, observa Béraudy en el artículo ya citado, aún antes
de la publicación de Ministeria quaedam y Ad pascendum había sugerido que
algunos servicios sean consagrados en la comunidad por una acción litúrgica.
Para él se trataba de unos 'servicios más estables en razón de su relación más
directa con las necesidades y las actividades habituales de la Iglesia'" (cf. Y.
Congar, "Édaircissement sur la notion des ministéres". La Maison-Dieu
(103), 1970, p. 116). d2 Cf. Pablo VI, Carta apostólica Ministeria quaedam,
Introd., § 1, p. 5.

233
Los Ministerios Instituidos

dos” lectores y acólitos con una investidura de función o


compromiso por parte de la Iglesia.

Los ministerios son funciones instituidas, conferidas por la


Iglesia con un rito litúrgico especial (una bendición), y
ejercidas en su nombre y por su diputación, a fin de ofrecer a
Dios el debido culto y al Pueblo de Dios un servicio según las
necesidades.

Como funciones instituidas, dichos ministerios son de


Institución sólo eclesiástica, es decir, no son sacramentos, sino
meros sacramentales. El Concilio Vaticano n nos recuerda a
este propósito que:

la Santa Madre Iglesia instituyó..., los Sacramentales. Estos


son signos sagrados creados según el modelo de los
sacramentos (instituidos por Cristo), por medio de los cuales
se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual
obtenidos por la intercesión de la Iglesia.
Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal
de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias
de la vida43.

A su vez, el nuevo Catecismo de la Iglesia católica precisa


que:

estos sacramentales han sido instituidos por la Iglesia en


orden a la santificación de ciertos ministerios ede- siales, de
ciertos estados de vida, de circunstandas muy variadas de la
vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre...
Entre los sacramentales figuran en primer lugar las
bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares)...
Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto
es consagrar personas a Dios y reservar para el uso litúrgico
objetos 71 72

43 Constitución Sncrosanctum Concilium sobre la Liturgia 59-61; cfr. CDC (1983)


840 y 1166; CCEO 867.
72
44 Catecismo de la Iglesia católica 1668-1672.
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

y lugares. Entre las que están destinadas a personas - que


no se han de confundir con la ordenación sacramental-
figuran la bendición del abad o de la abadesa de un
monasterio, la consagración de vírgenes, el rito de la
profesión religiosa y las bendiciones para ciertos
ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas,
etc.)...44.

Como funciones eclesiales, los ministerios se sitúan en el


ámbito de la “diaconía” de la Iglesia al servicio del “Cuerpo
místico” de Cristo Jesús; ministerios todos orientados a
promover más eficazmente la organización y la santificación
del Pueblo de Dios. Van en la línea del ejercicio del sacerdocio
bautismal de todos los fieles.
Eso significa además que la Institución de lector y de acólito
es mucho más que la simple bendición, que ocasionalmente se
pide dar a algunos fieles laicos (hombres o mujeres) para que
se desempeñen como lectores o acólitos en las celebraciones
litúrgicas. En realidad, la Institución es un especial mandato
oficial, una investidura canónica, una consagración para una
determinada función o servicio apostólico para ejercerlo a
nombre y por diputación de la Iglesia al servicio del Pueblo de
Dios. Bajo este aspecto, no se puede considerar esta
Institución sólo como un acto jurídico-administrativo por el
que se diputa a un servicio u obra apostólica; sino ante todo
como algo sagrado y permanente.
Así, la Institución del lector y del acólito como ministerios
permanentes, es un pleno reconocimiento por parte de la
Iglesia de la misión apostólica de los laicos, derivada del
carácter bautismal, confirmada delante de la comunidad
erlpsial con un rito 73

73
Los Ministerios Instituidos

litúrgico orientado a implorar de Dios la gracia eficaz


necesaria para el desempeño de dicha misión45.

El documento romano, ademas, nos advierte que la


Institución confiere algunas responsabilidades que
desbordan la celebración litúrgica. Como lo observa P.
Jounel:

Así, el lector está llamado a "encargarse de la


preparación de otros fíeles a quienes se encomiende
temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura";
también recibe una misión catequética en la
preparación de sus hermanos para la recepción de
los sacramentos. Con este fin, se le podrán confiar
responsabilidades en la preparación de los padres
para el bautismo de sus hijos o en la de los novios
para el matrimonio. También se le podrá encargar
la formación bíblica de los fíeles en la parroquia o
en un grupo. Del mismo modo, el acólito, además de
sus fundones litúrgicas, puede en-cargarse de "la
instrucdón de los demás fieles que por encargo
temporal ayudan al sacerdote o al diácono en los
actos litúrgicos". En derto modo, el acólito tiene la
responsabilidad de educar a sus hermanos en la
oradón...46.

Finalmente, en el rito de la Institución del lector y del acólito


no se habla de vestido litúrgico. Sin embargo, se puede
observar, como se ha establecido ya, que para todos los
ministros en las funciones litúrgicas es necesario el uso del
alba. Para el lector y el acólito no parece excluida la
posibilidad de otro vestido, según el uso de las distintas
regiones47.

45 Cf.Constitución dogmática Lumen Gentium 33; cf. Decreto Apostolicam


aetuositatem 3.
46 p Jounel, "Las instituciones en los ministerios", en: AG. Martimort, La
Iglesia en oración (Introducción a la liturgia), Barcelona, Herder, 1987,
p. 750.
47 Cf. Ordenación General del Misal Romano 81 y 298.
236
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

La diferencia con las Órdenes sagradas


Como ya se ha observado, los ministerios instituidos son
meros sacramentales, mientras las órdenes sagradas implican
un sacramento. Los ministerios son instituidos por la Iglesia,
mientras los sacramentos lo han sido por el mismo Cristo
Jesús.

Por eso, los ministerios son susceptibles de varios cambios de


todo género, en cuanto al número y al contenido, de acuerdo a
las circunstancias y necesidades de la Iglesia, Pueblo de Dios.
Pero los sacramentos son inmutables substancialmente, en lo
que se refiere al número, al contenido y a las lineas
fundamentales queridas por Cristo.

Los ministerios no confieren la gracia ipso facto, es decir, ex


opere operato, mientras que las órdenes sagradas sí.

La reforma realizada por el Papa Pablo VI estableció que los


ministerios instituidos son actualmente dos: el lectorado y el
acolitado; pero su número está “abierto” a otros posibles
ministerios instituidos como lo manifiesta la historia de la
Iglesia; en realidad su número podría aumentar o disminuir,
siempre según las necesidades reconocidas por la Iglesia48. En
cuanto a las órdenes sagradas, se distinguen tres grados
jerárquicos: el orden del diaconado, el orden del presbiterado y
el orden de los Obispos, que son una progresiva participación
mayor del único ministerio jerárquico de Cristo49.

La posibilidad de otros ministerios


El Decreto conciliar Ad Gentes prevé que son necesarios varios
tipos de ministerio en la construcción y el desarrollo de la
Iglesia, entre otros el ministerio del Catequista por ejemplo:

48 Cf. Ministeria quaedam, Introd., IV.


« Cf. Constitución dogmática Lumen Gentium 28-29; Decreto Presbyterorum
ordinis 2; CDC (1983) 1008 y 1009 § 1.

237
Los Ministerios Instituidos

... para la plantación de la Iglesia y para el desarrollo


de la comunidad cristiana son necesarios vanos
ministerios, que, suscitados por vocación divina del
seno mismo de la congregación de los fíeles, todos
deben favorecer y cultivar diligentemente; entre tales
ministerios se cuentan las funciones de los sacerdotes,
de los diáconos y de los catequistas... Éstos últimos
presiden la oración y enseñan la doctrina en sus
comunidades. Hay que atender convenientemente a
su formación doctrinal y espiritual. Inclusive, es de
desear que, donde parezca oportuno, se confiera a los
catequistas debidamente formados misión canónica
en la celebración pública de la acción litúrgica, para
que sirvan a la fe con más autoridad delante del
Pueblo50.

El Motu proprio Ministeria quaedam remite a las Conferencias


Episcopales el poder pedir a la Sede Apostólica la Institución
de otros ministerios, si lo juzgan necesario y útil en la propia
región. Entre estos ministerios nominal y explícitamente se
habla de las funciones de Ostiario, de Exorcista y de
Catequista. Se puede pensar que el ostiario podría llamarse
también sacristán y desempeñar funciones mucho más amplias
y determinantes. Finalmente, se podría prever entre los
ministerios las funciones de Cantor (o Director del coro) y de
Salmista51.

Dichos ministerios “añadidos” deben justificarse por


problemas pastorales locales, sobre todo de catequesis y de
formación consciente de la fe, que obviamente se presentan
muy útiles y necesarios en las Iglesias jóvenes o que están en
vía de formación.

En cada caso, dichos ministerios, si llegan a ser instituidos,


tendrán que entrar en la disciplina general de la Iglesia
universal y regirse

50 Decreto Ad gentes divinitus 15 y 17.


51 Cf. Ministeria quaedam, In trod, § 7 y V; PGM 64 y 67.
238
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

por todo cuanto está dispuesto para los sacramentales, en


cuanto “sólo la Sede Apostólica puede establecer nuevos
sacramentales, interpretar auténticamente los que existen y
suprimir o modificar alguno de ellos”52. Sin embargo, ello no
impide a las Conferencias Episcopales pedir a la Santa Sede la
Institución de dichos ministerios.

El Sínodo de los Obispos de 1987 sobre “la vocación y la


misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo” ha estudiado
el tema de los ministerios laicales y, como lo indica el Papa
Juan Pablo n en su Exhortación apostólica postsinodal
Cristifideles laid (30 de diciembre de 1988):

Los Padres sinodales han manifestado ahora el deseo


de que "el Motu proprio Ministeria quaedam sea
revisado, teniendo en cuenta el uso de las Iglesias
locales e indicando, sobre todo, los criterios según los
cuales han de ser elegidos los destinatarios de cada
ministerio" (n° 23: Propositio 18).

A este fin ha sido constituida expresamente una Comisión, no


sólo para responder a este deseo manifestado por los Padres
sinodales, sino también, y sobre todo, para estudiar en
profundidad los diversos problemas teológicos, litúrgicos,
jurídicos y pastorales surgidos a partir del gran florecimiento
actual de los ministerios confiados a los fieles laicos. Se quiere
tener toda claridad en los principios teológicos, y en particular
sobre la diferencia esencial entre el sacerdocio ministerial y el
sacerdocio común y, por consiguiente, la diferencia entre los
ministerios derivantes del Orden sagrado y los ministerios que
derivan de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación
(cf. CFL 23). 74 75

52 CDC (1983) 1167 § 1.


75
Los Ministerios Instituidos

La posibilidad de otros servicios litúrgicos Los ministerios del


lectorado y del acolitado no excluyen los otros ministerios o
funciones. De hecho, el Motu proprio Ministeria quaedam,
hablando de las funciones del acólito, subraya que él “podrá
también, en cuanto sea necesario, encargarse de la formación
de los demás fieles, quienes por encargo temporal pueden
ayudar al diácono o al sacerdote en diversas acciones litúrgicas,
llevando el misal, la cruz, los cirios, etc..., o realizando otras
funciones similares”53.

La lista de dichas funciones de carácter temporal, confiadas


habitualmente a los “ministros no instituidos” o a laicos
idóneos, tiene su interés en la preparación de la celebración
eucarística o de toda otra celebración. Se pueden mencionar
como lo hace la Presentación General del Misal Romano (nn.
64,67-70) las funciones de los encargados de llevar el Misal, la
cruz, los ciriales, el pan, el vino, el agua, el incensario; como
también la función del comentarista, la del guía de ceremonia,
de los encargados de acoger los fieles a la puerta de la iglesia y
de asignarles el puesto en el templo, de recoger la limosna
durante la Santa Misa. Pueden añadirse finalmente las
funciones, ya mencionadas anteriormente, de cantor (o director
del coro) y de salmista.

Dichos servicios, en cuanto “no instituidos”, -en el sentido de


que para ejercerlos no se exigen una “Institución” como es el
caso para el lector y el acólito-, constituyen un verdadero
ministerio litúrgico, y reclaman una indispensable preparación.
A este respecto, la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la
liturgia (n° 29), después de recordar que “los acólitos, lectores,
comentadores y cuantos pertenecen a la schola cantorum
desempeñan un auténtico ministerio litúrgico...”, dispone en
seguida que “con ese fin, es preciso que cada uno a su manera
esté

53 Cf. Ministeria quaedam VI, p. 9.


240
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea


instruido para cumplir su función debida y ordenadamente”.

2.2LA SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA


DE LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS EN EL
PROCESO DE LA FORMACIÓN SACERDOTAL
Para comprender mejor el alcance de la reforma de Pablo VI,
tanto en la Ministeria quaedam como en la Carta Ad pascendum, y
por consiguiente la significación54 de los ministerios
instituidos, hace falta comparar el texto definitivo con los
esquemas que fueron sometidos a los Obispos, cuando la
consulta previa y en especial el proyecto de la Congregación
para el Culto divino de 1970.

Terminología antigua
El proyecto de Ministeria quaedam se quedaba en la línea de la
concepción de las órdenes menores según la concepción de
Trento. La reforma propuesta se limitaba a la sola abolición del
exorcistado, del ostiariado y del subdiaconado. El lectorado y
el acolitado recibían, por cierto, algunas atribuciones nuevas,
pero se mantenía su significación de órdenes menores. Lo
esencial de la reforma se resumía en el texto siguiente: “En la
Iglesia de rito latino, las órdenes menores se reducen a dos, es
decir, el Lectorado y el Acolitado”.

En este proyecto, el lectorado y el acolitado permanecían


ordenados a las órdenes sagradas, hacia las cuales conducían
progresivamente para que los futuros diáconos y presbíteros
participen de ellas gradualmente. En estas condiciones, era
apenas

54
Cf. Roger Béraudy, pss, "Les ministéres institués dans Ministeria quaedam
y Ad pascendumpublicado en la revista litúrgica francesa La Maison-
Dieu, 115 (1973), pp. 86-96, especialmente pp. 88-94. Sintetizamos aquí
las reflexiones del autor sobre el sentido de la reforma del Papa Pablo
VI.

BIBLIOTECA 241
del Conrtrr.^ S[ fß.4
Los Ministerios Instituidos

de lógica que estas dos órdenes fuesen reservadas a los


clérigos. Además, suprimida la tonsura, el esquema preveía
un rito de admisión al estado clerical, cuya recepción debía
preceder necesariamente las ordenaciones al lectorado y al
acolitado con sus debidos intersticios.

Habiendo reservado estas ordenaciones a los clérigos, el


esquema preveía además que los Ordinarios pudieran
autorizar, en caso de ausencia de clérigos, confiar a unos
laicos algunos de los cargos pertenecientes al lectorado y al
acolitado. Se hubiera deputado a estas funciones de suplencia
con una bendición especial, distinta de la ordenación
correspondiente.

La comparación del texto definitivo con el esquema-proyecto


permite hacer una primera constatación: el proyecto utiliza dos veces
cada uno de los dos términos gradus y gradatimy mientras que el texto
definitivo utiliza una sola vez el adverbio gradatimy pero en un contexto
bien diferente. Se trata de un pasaje de la ^ Carta apostólica
Adpascendum donde se habla de un cierto
ejercicio de los dos ministerios del Altar y de la Palabra
para los futuros diáconos y presbíteros, y no de su
participación propiamente dicha al ministerio sacerdotal55.

Cambio de terminología
Una segunda constatación se impone. El texto definitivo
realiza una substitución56 de términos: en vez de “ordenación”
se habla de “institución”, y en vez de “órdenes menores” se
habla de “ministerios”. Esta substitución indica un cambio de
significación al nivel de las funciones. Los ministerios del
lectorado y del acolitado no se entienden ya como órdenes
menores, es decir, como funciones ordenadas a la orden
sagrada, sino más bien como unos ministerios laicales, cuyo
rito de colación no es ya la ordenación por imposición de
manos, sino una Institución

55 Cf. Ad pascendum, Introd. § 17, pp. 9-10.


56 Cf. Ministerin quaedam, Introd. § 8, p. 7.
242
Naturaleza y Significación Teológica de los Ministerios Instituidos

con una bendición según el testimonio de la Tradición apostólica


de Hipólito de Roma.

Este cambio de significación responde mejor a la verdad de la


cosa. De esta manera, las funciones correspondientes a dichos
ministerios ya no relevan propiamente del ministeríoordenado,
sino más bien del “sacerdocio común de los fieles”76. Por eso,
la instauración de algunos servicios instituidos deberá
contribuir a manifestar más claramente la distinción entre laicos
y clérigos, entre lo que es propio y exclusivo del ministerio
ordenado y aquello que puede ser ejercido por los laicos.

A la diferencia de las antiguas órdenes menores, reservadas


exclusivamente a los clérigos, los ministerios instituidos son
ministerios o servicios laicales. Los fieles que asumen esta
responsabilidad no ejercen una función de suplencia en relación
con los futuros diáconos y presbíteros, pues ambos laicos y
clérigos están diputados a estos ministerios por un mismo
título, es decir, por su incorporación y configuración a Cristo
por el bautismo y la confirmación.

Si los dos ministerios instituidos son ahora ministerios laicales,


nos podemos preguntar ¿por qué entonces siguen siendo
obligatorios para los candidatos a las órdenes sagradas?
Además, hay que recordar que la dispensa de esta obligación
está reservada a la Sede Apostólica77. ¿Esta obligación no sería
un resurgimiento de las antiguas etapas hacia la orden sagrada?

Nuevo sentido pedagógico-eclesial


No es la perspectiva de los dos Motu proprio de Pablo VI. En
primer lugar, los candidatos a las órdenes sagradas no ejercen
más estos ministerios como clérigos, sino como laicos. A
diferencia del esquema-proyecto deMinisteriaquaedam, que

76 Cf. Ibidem, § 8, p. 7.
77 Cf. Ibidem, XI, p. 10.
Los Ministerios Instituidos

preveía, en lugar del rito de la tonsura, un rito de entrada en


el estado clerical, Adpascendum substituye el antiguo rito por
el nuevo rito de Admisión para los candidatos al diaconado y
al presbiterado, que ya no tiene el alcance jurídico de la
clericatura, sino que debe concebirse mas bien como un acto
de índole espiritual y edesial. Según Ministerio, quaedam, la
clericatura se producirá sólo en el momento de la ordenación
diaconal59.

En segundo lugar, las dos instituciones al lectorado y al


acolitado ya no dependen previamente de la admisión. A
diferencia del texto esquema-proyecto, Adpascendumy cuando
trata de los intersticios que hay que respetar entre los dos
ministerios instituidos para los candidatos a la orden sagrada,
no menciona ningún intersticio entre el rito de admisión y la
Institución del lector60. Se puede recibir, pues, el lectorado y
el acolitado antes de ser admitido entre los candidatos a la
orden sagrada. Podría ser el caso de un candidato que ha sido
instituido en uno u otro de los ministerios antes del inicio de
sus estudios teológicos61 o aún antes de entrar al Seminario
Mayor.

Ahora, nos podemos volver a preguntar ¿por qué motivo las


dos Cartas apostólicas de Pablo VI insisten sobre la
obligación de recibir y luego ejercer los dos ministerios
instituidos del lectorado y del acolitado, sí estos dos
ministerios ya no son por sí mismos unos grados necesarios
con vistas a la orden sagrada y si tampoco es necesaria en sí
su recepción antes del diaconado? El motivo de esta
obligación no puede ser sino de orden pedagógico62, como lo
subrayan tanto la Carta Ministerio

59 Cf Ibidem, I, p. 8.
60 Cf. Ad pascendum, IV, p. 11.
61 Cf. Ibidem, II, p. 11
62 Cf. Ministerio quaedam, XI: "Los candidatos al diaconado y al
sacerdocio deben recibir, si no los recibieron ya, los ministerios de
Lector y Acólito y ejercerlos por un tiempo conveniente para
prepararse mejor a los futuros servicios de la Palabra y del Altar";
también Ad pascendum: "En concreto conviene que los ministerios de
Lector y de Acólito

244
Naturaleza y Significación Teológica de (os Ministerios Instituidos

quaedam como la Ad pascendum. En el marco general de la


formación de los futuros candidatos al diaconado y al
presbiterado, el lectorado y el acolitado, aunque no
necesarios en sí, lo son por su valor pedagógico. Pues como
toda pedagogía es por definición progresiva, es apenas
normal que haya algunas etapas previas en el ejercicio de los
ministerios que preparan a los futuros candidatos al orden
sagrado a su futura misión. En este sentido, y sólo en este
sentido, Ad pascendum habla de etapas hacia los ministerios
ordenados. Sin embargo, esta manera de ver las cosas no tiene
que ver con la antigua concepción de las órdenes menores, en
cuanto orientadas a las órdenes "mayores”.

Si resumimos, podemos decir con R. Béraudy:

... ahora estamos en capacidad para apreciar mejor


la amplitud del desplazamiento de sentido que el
texto definitivo (de Ministeria quaedam) ha operado
en relación con el esquema preparatorio. Un buen
indicio de este cambio nos lo proporciona el
contenido de Ministeria quaedam. El proyecto
buscaba situar las etapas hacia el sacerdocio, desde el
rito de admisión en la clericatura hasta el diaconado.
En la versión definitiva,

sean confiados a aquellos que, como candidatos al Orden del


diaconado o del presbiterado, desean consagrarse de manera especial a
Dios y a la Iglesia. En efecto, la Iglesia precisamente porque nunca ha
cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la
Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (Dei Verbum 21), considera como
oportuno que los candidatos a las órdenes sagradas, tanto con el
estudio como con el ejercicio gradual del ministerio de la Palabra y del
Altar, conozcan y mediten, a través de un intimo y constante contacto,
este doble aspecto de la función sacerdotal. De esta manera
resplandecerá con mayor eficacia la autenticidad de su ministerio. Así,
de hecho, los candidatos se acercarán al orden sagrado plenamente
conscientes de su vocación, llenos de fervor, decididos a servir al
Señor, perseverantes en la oración y generosos en ayudar a las
necesidades de los santos" (Rm 12, 11-13).

245
Los Ministerios Instituidos

todo lo que concierne a la preparación de los


candidatos al diaconado o presbiterado, en particular
todo lo que se refiere al rito de admisión y a los
ministerios por ejercer durante el tiempo de la
formación, ha sido remitido a Ad pascendum63.
Ministerio, quaedam, de ahora en adelante, no
concierne más que a los ministerios laicales, pues la
reforma no tiene por objeto el simple derrocamiento
de las etapas antiguas, sino la instauración en la
Iglesia de los ministerios instituidos64.

63 Si bien es cierto que Ministerio quaedam prescribe que el lectorado y el


acolitado deben ser ejercidos por los candidatos al ministerio orde-
nado, Ad pascendum vuelve sobre esta regla y la precisa en sus moda-
lidades.
64 Roger Béraudy, pss, "Les ministéres institués dans Ministerio quaedam
y Ad pascendum", publicado en la revista litúrgica francesa La
Maison- Dieu, 115, 1973, p.94.
246
3
ASPECTOS CANÓNICOS COMUNES A
AMBOS MINISTERIOS INSTITUIDOS

En este tercer capítulo queremos dedicar una palabra sobre


los distintos aspectos o elementos canónicos implicados en el
rito de la Institución de ambos ministerios del lectorado y del
acolitado. Son elementos que conciernen primero al ministro,
luego al sujeto de los ministerios; finalmente, a los requisitos
y compromisos, así como también a las circunstancias del
rito litúrgico de la Institución de ambos ministerios.

3.1 EL MINISTRO DE LA
INSTITUCIÓN DE LOS
MINISTERIOS
El Superior competente65, tanto para la aceptación de los
candidatos al ministerio del lectorado y del acolitado como
para la celebración del mismo rito litúrgico de la
“Institución” o colación de los ministerios, es el Ordinario
del lugar, es decir, el Obispo del candidato, y, en los
Institutos religiosos clericales, el Superior mayor.

Cuando algunos miembros de los “Institutos religiosos no


clericales”66 reciben los ministerios de lector y de acólito,
dirigen la carta de petición para ser admitidos como
candidatos a estos ministerios al Ordinario del lugar, es
decir, al Obispo diocesano, y es él quien les confiere dichos
ministerios.

65 Cf. Minisleria quaedam, IX; Ad pascendum, III.


66 Cf. CDC 588 § 3.

BIBLIOTECA 247
3
éti Convento <¿e SUBA
Los Ministerios Instituidos

Por “Institutos religiosos clericales”67 se entienden todos los


Institutos eclesiásticos cuyos miembros están obligados por
votos o promesas (tanto públicos como privados),
reconocidos por la Iglesia, y que en gran parte acceden por
constituciones al Sacerdocio ministerial. Así por ejemplo las
Órdenes monásticas y mendicantes, las Congregaciones, las
Sociedades apostólicas de vida común sin votos
(Oratorianos, Sacerdotes de la Misión, Sulpicianos, Eudistas,
etc...) y los llamados “Institutos seculares” (por ejemplo la
Compañía de San Pablo, el Instituto del Prado, el Instituto
carmelitano Nuestra Señora de la Vida, etc...).

Por “Superior mayor” se entiende aquellos que gobiernan


todo el Instituto, o una provincia de éste u otra parte
equivalente a la misma, o una casa independiente, así como
sus vicarios. A éstos se añaden el Abad Primado y el
Superior de una Congregación monástica, el Superior general
de Instituto, el Superior provincial y sus vicarios68.

3.2 EL SUJETO DE LOS


MINISTERIOS Los seglares bautizados
Los ministerios pueden confiarse a los seglares bautizados,
en comunión con la Iglesia y adornados con los debidos
requisitos. Entre los requisitos no entra ya la vocación al
sacerdocio ministerial. Como lo afirma la Ministeria quaedam:
“Los ministerios pueden confiarse también a los laicos de
modo que no se consideran más como reservados a los
candidatos al sacramento del Orden”69.

Ésta es una consecuencia lógica que proviene de la


naturaleza misma y del carácter de los ministerios, por
cuanto son servicios

67 Cf. CDC 588 § 2.


68 Cf. CDC 620-622.
69 Ministeria quaedam, III; CDC 230 § 1.

248
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios Instituidos

a Dios y a su Iglesia en una determinada función; y al mismo


tiempo, es una de las fundamentales innovaciones aportadas
por el Concilio Vaticano n70 y la sucesiva reforma de Pablo
VI a las anteriores órdenes menores, que se conferían sólo a
los candidatos a la Orden sagrada.

Los ministerios de lector y acólito son ministerios laicales


que presuponen el bautismo y son una de las expresiones del
sacerdocio común de los Heles. Sin embargo, según la
disciplina actual, los candidatos del Orden sagrado están en
la obligación de recibirlos71.

Sólo los varones


Según la venerable tradición de la Iglesia, la Institución del
lector y del acólito está reservada a los varones72. Se
comprende esta posición tradicional de la Iglesia, pues, como
lo muestra la historia de la Iglesia de los primeros siglos,
pronto estos ministerios se confirieron únicamente a los que
se preparaban al sacerdocio ministerial.

La disciplina actual prevé que la Institución del lector y del


acólito, con carácter de ministerio estable y permanente, se
realiza, por el momento, sólo para los varones laicos y
también para los candidatos al orden sagrado.

70 Cf. Sacrosanclum Concilium 28-29, que transcribimos enseguida: "En las


celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al
desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por
la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas. Los acólitos, lectores,
comentadores y cuantos pertenecen a la schola canlorum desempeñan
un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oñcio con la
sincera piedad y el orden que conviene a tan gran misterio y les exige
con razón el pueblo de Dios. Con ese fin, es preciso que cada uno a su
manera esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que
sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente".
71 Cf. Ministerio quaedam, VII; CDC 1035 § 1.
72 Cf. Ministerio quaedam, VII; CDC 230 § 1.

249
Los Ministerios Instituidos

La exclusión de las mujeres para la Institución de lector y de


acólito, no implica la exclusión de las mismas en el ejercicio
temporal de los mismos ministerios o funciones. De hecho,
la Ordenación general del Misal Romano prevé que

todos los ministerios que están por debajo de los


propios del diácono pueden ser ejercidos por
seglares, aunque no hayan sido instituidos en los
mismos. Los ministerios que se ejecutan fuera del
presbiterio podrán también confiarse a mujeres,
según el prudente juicio del rector de la iglesia. La
Conferencia Episcopal puede permitir que una
mujer idónea haga las lecturas que preceden al
Evangelio y presente las intenciones de la oración de
los fieles; y puede determinar con precisión el sitio
adecuado desde donde la mujer anuncie la Palabra
de Dios ante la asamblea litúrgica (nc 70).

La Tercera Instrucción Liturgiae instaurationes de la Sagrada


Con- í gregadón para el Culto Divino, del 5 de septiembre de 1970,
precisa
todavía mas las funciones permitidas a las mujeres en la liturgia:

Según las normas litúrgicas de la Iglesia, no se


permite que las mujeres (niñas, esposas, religiosas)
sirvan en el altar aunque se trate de iglesias, casas,
conventos, colegios e instituciones de mujeres. Según
las normas dadas en esta materia, es lícito a las
mujeres:

a) Hacer las lecturas, menos el Evangelio. Sírvanse


para ello de los medios modernos de la técnica, de
forma que puedan oírlas todos con facilidad...

b) Enunciar las intenciones de la oración universal


de los fieles.

c) Dirigir el canto de la asamblea, tocar el órgano u


otros instrumentos permitidos.
250
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios Instituidos

d) Leer las moniciones y comentarios que ayuden a


los fieles a una mejor comprensión del rito.

e) Desempeñar, en servicio de la asamblea de los


fieles, algunos funciones que en circunstancias
análogas se confían generalmente a mujeres; por
ejemplo, acoger a los fieles en la puerta de la iglesia
y acomodarlos en los puestos correspondientes,
ordenar las procesiones, recoger la limosna en la
iglesia" (na 7; cf. OGMR 68).

Más recientemente, el 30 de junio de 1992, el Pontificio


Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos ha
dado la interpretación del can. 230 § 2 del Código de Derecho
Canónico (1983), según la cual las funciones litúrgicas
pueden ser desempeñadas igualmente por hombres y
mujeres, incluyendo el servicio del altar, en paridad con las
otras funciones indicadas por el mismo canon73.

73
Para la interpretación exacta del canon (230 § 2) hay que tener en
cuenta que se había preguntado a la Santa Sede (en junio de 1992) "si
las funciones litúrgicas que, según el mencionado canon, pueden ser
confiadas a los laicos, podrían ser desempeñadas igualmente por
hombres y mujeres, y si entre dichas funciones podría incluirse la del
servicio al altar, en paridad con las otras funciones indicadas por el
mismo canon". La respuesta fue afirmativa y con la justa instrucción
por parte de la Santa Sede. Transcribimos las precisiones
comunicadas a la Conferencia Episcopal de Colombia por parte de la
S. Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los
Sacramentos, en fecha del 15 de marzo de 1994, sobre algunos
aspectos del canon 230 § 2 y de su interpretación auténtica:
1) "el canon (230 § 2) tiene carácter permisivo y no preceptivo: Laid...
possunt. Por tanto, el permiso dado a este propósito por algunos
Obispos, en modo alguno puede ser invocado como obligatorio para
los otros Obispos. En efecto, compete a cada Obispo en su diócesis,
oído el parecer de la Conferencia Episcopal, dar un juicio ponderado
sobre lo que hay que realizar para un ordenado desarrollo de la vida
litúrgica en la propia diócesis. 2) La Santa Sede respeta la decisión
que, por determinadas razones locales, algunos Obispos han
adoptado, en base a lo previsto por el canon (230 § 2), pero al mismo
tiempo, la misma Santa Sede recuerda que siempre será muy

251
Los Ministerios Instituidos

3.3 LOS REQUISITOS Y COMPROMISOS


Requisitos para recibir los ministerios
Para que alguien pueda ser admitido a estos ministerios de
Lector
y de Acólito se requiere:

- la libre petición escrita y firmada por el aspirante, la


cual ha de ser presentada al Ordinario, es decir, el Obispo o
el Superior mayor en el caso de los Institutos religiosos
clericales, a quien corresponde la aceptación o la negación
de dicha petición74;

- la edad conveniente y dotes peculiares, que deben ser


determinadas por la Conferencia Episcopal75;

- la firme voluntad de servir a Dios y al Pueblo


cristiano76.
La voluntad de servicio es fundamental, de manera
parecida al caso de la vocación al sacerdocio ministerial
para los candidatos a la orden sagrada. 78 79

oportuno seguir la noble tradición del servicio del altar por parte de los
muchachos. Como es evidente esto también ha favorecido el surgir de
vocaciones sacerdotales. Por tanto, siempre existirá la obligación de
continuar sosteniendo estos grupos de monaguillos. 3)
79 en alguna diócesis, en base al canon (230 § 2), el Obispo permite que, por
razones particulares, el servicio del altar también sea desempeñado por
mujeres, esto habrá de ser explicado convenientemente a los fíeles a la luz de
la norma citada, haciendo también presente que dicha norma encuentra ya
una amplia aplicación en el hecho de que las mujeres desempeñan muchas
veces el servicio de lector en la liturgia y también pueden ser llamadas para
distribuir la Santa comunión, como ministros extraordinarios de la Eucaristía
y ejercer otras funciones, como lo prevé el mismo canon (230 § 3). 4)
Además, debe quedar claro que los mencionados servicios litúrgicos de los
laicos son realizados ex temporánea deputatione a juicio del Obispo, y que
no se basa en un derecho de los laicos a desempeñarlos, sean éstos hombres o
7 mujeres".
4 Cf. Ministerio quaedam, Villa, p. 9.
7 Cf. Ibidem, VlIIb, p. 10.
5 Cf. Ibidem, VIIIc, p. 10.
7
6
252
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios Instituidos

Entre las cualidades que deben ser determinadas por la


Conferencia Episcopal no se puede excluir la formación
religiosa, la suficiente preparación cultural, la capacidad
y actitudes para leer en público con una dicción correcta
para el lector, la buena reputación en la comunidad
edesial en la que presta su servicio, la disponibilidad para
un servicio estable80.

En cuanto a la edad, por la misma naturaleza de los


ministerios y para un excelente servicio se requiere una
cierta madurez humana, y por eso la edad no debería ser
inferior a los veinte años.

Disposiciones espirituales y efectos Puesto que no se trata


de sacramentos sino de simples sacramentales, los
candidatos deben acercarse con fe consciente y viva, y
con una particular pureza de conciencia al rito litúrgico
de la Institución de los ministerios.

Los ministerios, siendo meros sacramentales, no


confieren a quien los recibe la gracia ex opere operato;
pero recibidos con buenas disposiciones, ofrecen
derechos para obtener efectos ante todo espirituales,
mediando la oración de la Iglesia.

En el rito de la Institución del lector, el Obispo que


preside suplica al Señor sus bendiciones para el
candidato para que le ayude a meditar asiduamente la
Palabra de Dios, para luego poder anunciarla fielmente a
sus hermanos.

En el rito de la Institución del acólito, también el Obispo


suplica al Señor que bendiga al candidato, para que sea
asiduo en el servicio del Altar, y fiel en la distribución de

80
Cf. Hch 6,3; también Conferencia Episcopal de Colombia, Legislación
canónica (Normas complementarias para Colombia), SPEC, Bogotá
1986: cf. Decreto sobre lector y acólito (canon 230 § 1) Artículos I-VI, pp.
18-19.
la Eucaristía81.

81
Cf. Pontifical Romano (ritual), nn. 5-6, p. 190.

253
Los Ministerios Instituidos

Finalmente, la colación de los ministerios no da derecho al


sostenimiento y a la remuneración por parte de la Iglesia79.

Obligación de recibir y ejercer los


ministerios para los candidatos al Orden
Sagrado
Los candidatos a las órdenes sagradas, si no los han recibido,
deben recibir los ministerios de lector y de acólito. Sin
embargo, pueden ser dispensados de recibirlos, sólo por
autorización de la Santa Sede80.

Los candidatos a la orden sagrada deben ejercer estos


ministerios durante un tiempo conveniente para disponerse
mejor a los futuros servicios de la Palabra de Dios y del
Altar81.

Las funciones confiadas al lector y al acólito, si se


desempeñan con dedicación y conciencia, son como una
anticipación del futuro ministerio diaconal, transitorio o
permanente, y presbiteral. Por eso, constituyen una efectiva
propedéutica y una eficaz pedagogía para el futuro ministerio
sacerdotal, y contribuyen, unidas a la admisión de los
candidatos, a una progresiva iniciación consciente82.

Finalmente, para los ministros instituidos que no son


candidatos al Orden sagrado, para ejercer el ministerio de
manera habitual fuera de la propia Diócesis es necesario
contar con la licencia expresa del Ordinario del lugar, previa
presentación del propio Ordinario. Por razones personales, no
se excluye la posibilidad de retirarse del servicio de lector o
acólito.

79 Cf. Ministeria quaedam, XII, p.10.


80 Cf. Ibidem, XI, p. 10.
81 Cf. Ibidem, XI, p. 10.
82 Cf. Ibidem, XI, p. 10; cf. Ad pnscendum, Introd., § 17, II, pp. 9. 10-11.
254
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios Instituidos

Ministerios ejercidos por simple encargo


Si llega a faltar propiamente la “Institución” o colación, en el
modo que ya hemos explicado, entonces no existe el
ministerio de lector y de acólito. Lo que existe más bien son
solamente los oficios o servicios de lector y de acólito,
desempeñados por particular concesión de la autoridad
competente. Dichos servicios o oficios, así desempeñados
tanto por hombres como por mujeres, constituyen un servicio
o un empeño que por su naturaleza es ocasional o temporal,
aún si en la practica pudiese volverse ordinario y habitual. En
este caso, semejante rito Ktúrgico de colación (bendición) del
lector y del acólito no tiene valor de una investidura formal y
canónica, la cual corresponde propiamente al rito litúrgico de
la “Institución” del lector y del acólito, aún cuando el rito
correspondiente es parecido a la bendición de la Institución.

Para confirmar y ampliar la información sobre todo cuanto


hemos dicho, traemos algunos ejemplos al respecto. La
Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos,
en base a la Instrucción Fidel Custos (de abril 30 de 1969)
otorgaba a los Obispos que habían hecho la petición la
facultad de entregar a los fieles (hombres o mujeres) el
encargo extraordinario de distribuir la Sagrada Comunión a
los enfermos, tanto en la iglesia como en las clínicas y a
domicilio. Así ocurrió en varias diócesis de Italia, como
también en varias diócesis de Bélgica, Francia, Suiza y las
Islas Canarias. Más recientemente, la Sagrada Congregación
para el Culto divino ha propuesto un rito litúrgico (de marzo
30 de 1973), unido a la Instrucción Immensae Caritatis de la
Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos
(de enero 29 de 1973). En dicha Instrucción, se presentan
normas precisas sobre las condiciones exigidas para que el
Ordinario del lugar pueda confiar dicho encargo
extraordinario a ministros “extraordinarios” de la Comunión,
por falta de sacerdotes, diáconos y acólitos; sobre las personas
que deben ser escogidas por orden de preferencia: lector,

255
Los Ministerios instituidos

seminaristas mayores, religiosos, religiosas, laicos (hombres


y mujeres); sobre las cualidades exigidas para estas mismas
personas, para que sean escogidas entre las que tengan la
preparación suficiente, una gran devoción eucaristica, una
buena reputación en la comunidad eclesial y que sean de
buenas costumbres, etc...

En cuanto a la motivación teológica, se puede resaltar que


todos los oficios o servicios inferiores a los del presbítero,
incluyendo la distribución de la Sagrada Comunión, pueden
ser desempeñados por el diácono en virtud de la imposición de
manos como ministro ordinario, pero también por cualquier
bautizado (hombre o mujer) que esté en comunión con la
Iglesia, puesto que es ella la que confiere la diputación para
dichos encargos83. Y todo ello es posible en virtud del
sacerdocio común de los bautizados. Para una mejor
comprensión del caso, recordamos por ejemplo que el
bautismo es administrado normalmente por el presbítero o el
diácono, que son sus ministros ordinarios; pero en caso de
urgencia puede ser administrado por cualquier bautizado
(hombre o mujer) con tal de hacerlo con la intención de
realizar lo que quiere hacer la Iglesia84.

3.4 LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA


INSTITUCIÓN DE LOS MINISTERIOS
Intersticios
Entre la colación del lectorado y la del acolitado a una misma
persona, deben observarse los “intersticios”, es decir,
determinados períodos o intervalos de tiempo, establecidos
por la Santa Sede o por las Conferencias Episcopales85.
Además, entre el acolitado y el diaconado debe haber un
espacio por lo menos de seis meses86.

83
Cf. CDC (1983) 910 § 1-2; 230 § 3.
84
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1256; CDC (1983) 861.
85
Cf. Ministerio quaedam, X, p.10; cf. Ad pascendum, IV, p. 11.
86
Cf.. CDC (1983) 1035 § 1-2.

256
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios Instituidos

Los intersticios tienen un sentido pedagógico en la


preparación progresiva de los candidatos a la ordenación
sacerdotal; existen precisamente para permitirles una mayor
maduración en convicción y responsabilidad, una más íntima
proíundización interior de los compromisos adquiridos, como
también una preparación específica tanto intelectual como
espiritual. Además, los intersticios implican el ejercicio del
ministerio recibido; lo cual está expresamente previsto y
exigido para los candidatos a la orden sagrada87.

En cuanto a la duración de los intersticios, hay que remitirse


a la prudencia pastoral de las Conferencias Episcopales o de
la Santa Sede; en el pasado se dejaba a la discreción del
Obispo88.

Tiempo y lugar de la celebración del rito de


la Institución
Por analogía con el rito de admisión de los candidatos al
Orden sagrado, se puede decir que los ministerios de Lector y
Acólito pueden conferirse en cualquier día, pero
preferiblemente en los días festivos.

El lugar más indicado para la celebración del rito de la


colación de los ministerios es sin duda una iglesia o cualquier
lugar adaptado, preferiblemente en la Iglesia catedral, la
capilla del Seminario mayor o la iglesia parroquial, y para los
religiosos en la propia iglesia conventual: aquí impera por
motivos pastorales el favorecer la participación del pueblo de
Dios.

Relación con la Misa y con los otros ritos


El ministerio de lector puede conferirse tanto durante la
Santa Misa, después del Evangelio, como durante una
celebración de la Palabra de Dios. El lector obviamente
puede ejercer su

87
Cf. Aá pascendum, Introd., § 17; II, pp. 10-11.
88
Cf. Ministerin quaedam, X, p.10; cf. Ad pascendum, IV, p. 11; CDC
(1983) 1030 § 1; 1035 § 2.
257
Los Ministerios Instituidos

función principal de proclamar la Palabra de Dios, en la


misma celebración del rito de su Institución como lector.
El ministerio de acólito debe conferirse siempre durante la
Santa Misa, después del Evangelio. El acólito podrá ser
invitado por el mismo Obispo a distribuir la Sagrada
Comunión -su función extraordinaria, pero muy
significativa- a los participantes de la Santa Misa en la que
se celebra el rito de la Institución82.
Por otra parte, los ministerios del lectorado y del acolitado
no pueden conferirse en la misma celebración del rito de
admisión de los candidatos a la orden sagrada. Y aún, por
analogía con el rito de admisión, sería preferible conferir los
ministerios laicales en una celebración distinta a la
celebración de las órdenes sagradas; ello resaltara mejor el
significado de cada uno de estos distintos ritos, aun si los
textos legislativos no lo determinan explícitamente.

82 Cf. Ibidem 1; Ibidem VI, p. 9.

258
Aspectos Canónicos comunes a ambos Ministerios instituidos

Los intersticios tienen un sentido pedagógico en la


preparación progresiva de los candidatos a la ordenación
sacerdotal; existen precisamente para permitirles una mayor
maduración en convicción y responsabilidad, una mas
intima profundización interior de los compromisos
adquiridos, como también una preparación específica tanto
intelectual como espiritual. Ademas, los intersticios
implican el ejercicio del ministerio recibido; lo cual está
expresamente previsto y exigido para los candidatos a la
orden sagrada83.
En cuanto a la duración de los intersticios, hay que
remitirse a la prudencia pastoral de las Conferencias
Episcopales o de la Santa Sede; en el pasado se dejaba a la
discreción del Obispo84.
Tiempo y lugar de la celebración del rito de
la Institución
Por analogía con el rito de admisión de los candidatos al
Orden sagrado, se puede decir que los ministerios de Lector
y Acólito pueden conferirse en cualquier día, pero
preferiblemente en los días festivos.
El lugar más indicado para la celebración del rito de la
colación de los ministerios es sin duda una iglesia o
cualquier lugar adaptado, preferiblemente en la Iglesia
catedral, la capilladel Seminario mayor o la iglesia
parroquial, y páralos religiosos en la propia iglesia
conventual: aquí impera por motivos pastorales el favorecer
la participación del pueblo de Dios.
Relación con la Misa y con los otros ritos El ministerio
de lector puede conferirse tanto durante la Santa Misa,
después del Evangelio, como durante una celebración de la

83
Cf. Ad pascendum, Introd., § 17; II, pp. 10-11.
84
Cf. Ministeria quaedam, X, p.10; cf. Ad pascendum, IV, p. 11; CDC (1983)
1030 § 1; 1035 § 2.

259
Palabra de Dios. El lector obviamente puede ejercer su
Los Ministerios instituidos

función principal de proclamar la Palabra de Dios, en la


misma celebración del rito de su Institución como lector.

El ministerio de acólito debe conferirse siempre durante la


Santa Misa, después del Evangelio. El acólito podrá ser
invitado por el mismo Obispo a distribuir la Sagrada
Comunión -su función extraordinaria, pero muy significativa-
a los participantes de la Santa Misa en la que se celebra el rito
de la Institución89.

Por otra parte, los ministerios del lectorado y del acolitado no


pueden conferirse en la misma celebración del rito de
admisión de los candidatos a la orden sagrada. Y aún, por
analogía con el rito de admisión, seria preferible conferir los
ministerios laicales en una celebración distinta a la
celebración de las órdenes sagradas; ello resaltará mejor el
significado de cada uno de estos distintos ritos, aun si los
textos legislativos no lo determinan explícitamente.

89
Cf. Ibidem 1; Ibidem VI, p. 9.
260
El Ministerio
Instituido del
Lectorado

Sección Segunda
1
RESEÑA HISTÓRICA
SOBRE EL LECTORADO

El propósito de este primer capítulo no es el de


reconstruir toda la historia del lectorado, sino el de indicar
algunos elementos de su brillante historia para destacar
mejor el sentido y la importancia del ministerio del lector.
Primero, echaremos un vistazo85 a la historia del lectorado:
su origen hebraico, Jesús de Ñazáret lectort la primera
comunidad de los discípulos, el establecimiento y
organización del lectorado, algim^ testimomos de la Iglesia
antigua, y.finahnente el paso, del primer Pontifical, hasta el
actual; luego, presentaremos una breve síntesis de la
evolución de este ministerio y de su verdadero sentido a lo
largo de la historia.
1.1 BREVE HISTORIA DEL LECTORADO
• I Podemos hacer remontar el oficio dejjector a los
orígenes ! mismos de laliturgia sinagoga! Pues, los
primeros apóstoles y '! cristianos fueron todos judíos.
Descubrieron y luego aceptaron la fe en Jesús de Nazaret
como Mesías e Hijo de Dios. Sin embargo, al principio,
seguían gran parte de las costumbres del pueblo judío. El
mismo Jesús enseñó que no había venido a abolir la Ley
(Torah) y los Profetas sino a darles cumplimiento (cf. Mt
5,17-19). En este sentido la primera comunidad cristiana

85
Para esta visión panorámica sobre la historia del lectorado seguimos
en gran parte el esquema y los elementos valiosos presentados por
el Padre Carlos G. Álvarez en su libro: Lectores de la Palabra para el
pueblo de Dios, Bogotá, edición Editorial Carrera 7*, 1989, p. 13ss.

263
1
heredó mucho de la liturgia sinagogal; por eso podemos
pensar
Los Ministerios Instituidos

que laprodajíiación de laPalabra de Dios como fuente y camino


de vida se remonta a los comienzos mismos de la Institución de la
Sinagoga, en tiempos del Exilio.

El origen: la sinagoga judía


Como sabemos, el pueblo~de-Israel fue durante varios siglos un
pueblo de tradiciones orales, que luego se transformaron en
tradición escrita. Primero, las cláusulas de la Alianza, las leyes,
las costumbres, las promesas de Dios a su pueblo, los
llamamientos de los Profetas a la conversión y a la fidelidad al
Señor, así como sus amenazas proféticas, se transmitían oralmente
de generación en generación. En realidad, el pueblo de Dios vivía
de sus tradiciones, las cuales eran verdaderamente palabra viva de
Dios para todos ellos; de ahí, la fuerza extraordinaria de
testimonio que tenía la oración o confesión de fe del pueblo, el
famoso “Shemá Israel”, que luego más tarde se recogió en el
Deuteronomio (cf. 6,4-9):

Escucha, Israel: Yahvéh nuestro Dios es el único


Yahvéh. Amarás a Yahvéh tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu
corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las
repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás
en casa como si vas de viaje, así acostado como
levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán
como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las
jambas de tu casa y en tus puertas.

La palabra clave de dicha confesión es la palabra Escuchar. Se


trata, por parte de Israel, de escuchar una palabra viva del Señor
que resuena en el corazón de cada uno y lo invita a la fidelidad y
al amor de su Dios.

Sin embargo, con la dolorosa experienci^del destierro y del.,


exilio en Babilonia, tierra pagana, los israelitas aprendieron a

264
Reseña Histórica sobre el Lectorado

escribir y es allí donde vieron la necesidad de poner por


escrito, todas sus tradiciones orales. Fue así como pudieron
mantener vivas las mismas tradiciones religiosas del pueblo e
hicieron posible para sus hijos el permanecer fieles a las
promesas de Dios y a su Alianza. Fue así como las
tradiciones orales se hicieron tradición escrita, y también

Entonces, surgió en aquel


ga (siglo VI a. C.) como _____ ____
hforación y el estudio. de la.XoratL, Acudía a la sinagoga todo
el pueblo de Dios para ser instruido en los caminos del Señor. x
Por eso, era tan importante el escuchar la Palabra de Dios,
porque es ella que le enseña y lo va conduciendo con seguridad.
Y
como la Palabra de Yahvéh se hizo Escritura.

quien proclama la palabra escrita era un escriba o un israelita


preparado paraleer la Torah a favqrede todo el pueblo. Su
servicio fundamental consiste precisamente en hacerÜe ja *
palabra escrita una palabra viva que pueda ser escuchada y
acogida por todos como la palabra misma de Dios. El papel del
lector es entonces hacer Palabra la Escritura, es decir. devolverle
su poder y su fuerza primitivas, para dar vida a la
___Wi—MW'P —i ■ *n » T i — « w r M I 1 1 , — r - f f r T T T T ^ w i r n m r « *

comunidad reunida. El dinamismo de la Palabra latente en la


Escritura se activa en la asamblea, se hace voz potente, voz
de Dios para su pueblo, voz capaz de consolar, de corregir, de
animar y de hacer presente y vivo el amor del Señor por los
suyos.

Después del destierro (kBabüpnia, con el regreso del pueblo


h^ia ía tíerra de Israel, bajo la guía de Esdras y Nehemías^el
acontecimiento fundamental que estaenelorigen de la
reconstrucción de lacomunidadlsraelitaes precisamente
laprocla- mación de la Ley deDios_ante toda la asamblea.
Pues, la Palabra proclamada y acogida por todos va a ser capaz
de reconstruir toda la comunidad.

265
Los Ministerios instituidos

Vale la pena leer con atención la descripción de lo que fue esta


primera asamblea después del destierro. Transcribimos en
seguida el texto de Nehemias 8,1-18 (cf. también su paralelo en
Esdras 3,1-13), titulado en la Biblia de Jerusalén: El día del
nacimiento del judaismo. Esdras lee la Ley. La Fiesta de
las Tiendas:
Llegado el mes séptimo, todo el pueblo se congregó como un
solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del
Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de
Moisés que Yahvéh había prescrito a Israel. Trajo el
sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada
por hombres, mujeres y todos los que tienen uso de
razón. Era el día uno del mes séptimo. Leyó una parte en
la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el
alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres,
mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos
del pueblo estaban atentos al libro de la Ley.

El escriba Esdras estaba de pie sobre el estrado de


madera levantado para esta ocasión; junto a él estaban:
a su derecha. Matatías, Sema, Anaías, Lirias, Jilqufas y
Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misae, Malkías,
Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesul-lam. Esdras
abrió el libro a los pies de todo el pueblo -pues estaba
más alto que todo el pueblo- y al abrirlo, el pueblo
entero se puso en pie. Esdras bendijo a Yahvéh, el Dios
grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió:
"¡Amén! ¡Amén!"; e inclinándose se postraron ante Yahvéh,
(Josué, Bani, Serebías, Yamín, Aqcub,
rostro en tierra.
Sabtay, Hodiyías, Maaseías, Quelitá, Azarías,
Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban
la Ley al pueblo que seguía en pie). Y Esdras leyó en el
libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para
que comprendieran la lectura.

266
Reseña Histórica sobre el Lectorado

Entonces (Nehemias -el Gobernador- y) Esdras, el


sacerdote escriba (y los levitas que explicaban al
pueblo) dijeron a todo el pueblo: Este día está
consagrado al Yahvéh vuestro Dios; no estéis tristes ni
lloréis; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras
de la Ley. Díjoles también: Id y comed manjares
grasos, bebed bebidas dulces y mandad su ración a
quien no tiene nada preparado. Porque este día está
consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la
alegría de Yahvéh es vuestra fortaleza. También los
levitas tranquilizaban al pueblo didéndole: "Callad:
este día es santo. No estéis tristes". Y el pueblo entero
se fue a comer y beber, a repartir raciones y hacer
gran festejo, porque habían comprendido las palabras
que les habían enseñado.

El segundo día, las cabezas de familia de todo el


pueblo, los sacerdotes y levitas se reunieron junto al
escriba Esdras para comprender las palabras de la Ley.
Y encontraron escrito en la Ley que Yahvéh había
mandado por Moisés que ios hijos de Israel habitaran
en cabañas durante la fiesta del séptimo mes. En
cuanto lo oyeron, hicieron pregonar en todas las
ciudades y en Jerusalén: "Salid al monte y traed ramas
de olivo, de pino, de mirto, de palmera y otros árboles
frondosos, para hacer cabañas conforme a lo escrito".
Salió el pueblo y trajeron ramas y se hicieron cabañas,
cada uno en su terrado, en sus patios, en los atrios de la
Casa de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la
plaza de la puerta de Efraím. Toda la asamblea, los que
habían vuelto del cautiverio, construyó cabañas y
habitó en ellas -cosa que los israelitas no habían hecho
desde los días de Josué, Hijo de Nun, hasta aquel día- y
hubo gran regocijo.

Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios diariamente,


desde el primer día al último. Durante siete días, se
celebró fiesta;
267
Los Ministerios Instituidos

al octavo tuvo lugar, según la norma, una asamblea


solemne.

í La experiencia de la asamblea sinagogal, centrada en la lectura


y la explicación de la Torah, fue tan importante que marcó prác-
i ticamente, a partir de este momento, toda la experiencia
religiosa ¡ del pueblo de Israel. Desde entonces hasta hoy, se
puede decir | que la vida comunitaria judia se expresa de manera
oficial en la reunión semanal en la sinagoga.

Ahora bien, la lectura de JaTlorah (Ley, de Dios).en


la.sinagoga la proclama siempre un^adulto varón. Un niño no
puede pro- jclamar la Torah en público. El hecho de colocarse
de pie, en un lugar elevado delante de toda la comunidad para
leer la Ley de ■Dios, ha llegado a convertirse en la expresión
de la madurez I varonil. Por eso, cuando el niño israelita
cumpleJL2 ó 13 años, la ^lectura pública de la Torah marca, de
hecho,ju ingreso a la madurez del adulto. Este acontecimiento
se realiza en una celebracion f estiva organizada por toda la
comunidad judia; celebración judía llamada el Bar Mitzváy que
significa que el niño accediendo a la madurez del varón se hace
súbdito a los preceptos de Dios.

El niño que alcanza esta edad, ya no es considerado por la Ley


como menor de edad sino como adulto. A partir de este
momento, asume su plena responsabilidad en relación con la
observancia de todos los preceptos y mandamientos del Señor.
De ahí que, para subrayar este momento tan decisivo de su
vida, se le da al muchacho la oportunidad de proclamar
públicamente la Torah. Para este acontecimiento del “Bar
Mitzvá” el joven se viene preparando durante varias semanas,
ayudado por el rabino de la comunidad; y llegado el día
escogido, el muchacho canta un trozo de la Torah en hebreo y
hace un pequeño discurso a toda la comunidad reunida.
Podemos pensar que el episodio de la vida de Jesús que
corresponde a su pérdida y hallazgo en el Templo de Jerusalén
a los 12 años, cuando la

268
Reseña Histórica sobre el Lectorado

peregrinación anual de sus padres ajerusalén, coincide con su


iniciación como joven adulto habilitado para leer públicamente
la Torah. ~~

Jesús en la sinagoga de Nazaret Al iniciar su ministerio


mesianico, Jesus vino a Nazaret, donde se había criado/Él
evangelista Lucas nos lo presenta en medio de la asambleá
sinagogal, en el seno de su pueblo y hace una observación que
no es casual: “según su costumbre, entró en la sinagoga el día de
sábado” (Le 4, 16)/Én realidad, Jesús se inserta en la línea de una
liturgia sinagogal. Transcribimos, a continuación, el pasaje de
San Lucas (4,16-24)^porque nos ofrece una buena descripción de
lo quefueésta asamblea nazarena:

(Jesús) vino a Nazaret, donde se había criado y, según


su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y
se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el
volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen,
halló el pasaje donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha


ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me
ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la
vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprnhidos y
proclamar un año de gracia del Señor (Is 61,1-2). )
■r v-N

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se


sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban ñjos en él.
Comenzó, pues, a decirles: "Esta Escritura, que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy". Y todos daban
testimonio de él y estaban admirados de las palabras
llenas de gracia que salían de su boca...

A1° largo de todo su ministerio, Jesús no sólo proclama la


palabra de Dios sino que la explica a sus oyentes y.a.smdisci-
269
Los Ministerios Instituidos

pillos, muchas veces con parábolas para que la Palabra resuene


en el corazón de todos y se transforme en vida. Pero en la
enseñanza de Jesús hay algo especial: él no enseña como los
demás letrados, escribas y fariseos que apoyaban sus enseñanzas
en la Tradición de los antiguos, sino que él enseña “como quien
tiene autoridad” (cf. Mt 7,28-29). Él enseña el verdadero sentido
déTa Palabra y de la Ley de Dios, da no sólo el sentido de la
letra sino el espíritu de la Palabra: “Habéis oído que se dijo a los
antepasados... Pues yo os digo...”. (Mt 5,21-22.27- 28.31-32.33-
34.38-39.43-44, etc.VLa autoridad de Jesús es la seguridad de
su palabra, es también la fuerza de su propia vida porque él hace
realidad la Palabra de Dios. Su alimento cotidiano consiste en
“hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su
obra” (Jn 4,34), y esa obra, -la salvación de todos los hombres-

él la realiza con sus palabras, sus acciones, y con


Por eso, a finales del siglo I, San Juan inicia su Evangelio
presentando a Jesús como el Verbo de Dios, es decir, la Palabra
viva y eficaz de Dios:
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la
Palabra era Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de
cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los
hombres... La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo
hombre que viene a este mundo... Vino a su casa, y los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio el poder de
hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre... V la Palabra
se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo
único, lleno de gracia y de verdad... (Jn 1,1-14).

270
Reseña Histórica sobre el Lectorado

La primera comunidad de los discípulos Como ya


loanotamosal comienzo, laprimitiya comunidad cristiana
heredó mucho de la liturgia sinagogal. Los primeros
discípulos de Jesús fueron judíos y desde un comienzo su
participación en la comunidad se comprendió como un
esfuerzo por vivir la fidelidad a la Alianza dentro del
pueblo Dios. Sólo más tarde, con la admisión progresiva
de paganos a la fe en ¡ Jesús y la oposición declarada de
los grupos ortodoxos del judaismo, la comunidad cristiana
dejó de ser un grupo religioso judío (o “secta”, según la
expresión de Hch 24,5)para conver- tirse en cristianos (cf.
Hch 11,26).
• Por eso, al comienzo era normal para los primeros discípulos
participar en el culto del Templo y en la liturgia de la
sinagoga; incluso fue para eUos úna'oportunidad y un medio
muy adecuado para anunciar a Jesucristo. En relación con el
Templo, los primeros capítulos de los Hechos de los
Apóstoles nos ofrecen un buen testimonio de ello: “Pedro y
Juan subían al Templo para la oración de la hora nona...”
^aprovechaban la • oportunidad para anunciar a Jesús con
signos y palabras (cf.
^Hch 3, 1...; 5, 12; 5, 20-21); “y no cesaban de enseñary de..
, anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el
Templo y por las casas” {Hch 5,42). En cuanto a la liturgia
sinagogal, tenemos el testimonio de San Pablo y de sus
compañeros de misión, quienes tenían como criterio de
acción el participar los sábados en la asamblea judía de cada
pueblo o ciudad a donde iban. Ahí oraban como miembros
del pueblo judío, pero también sabían aprovechar la ocasión
para proclamar con valentía que Jesucristo es Señor (cf. Hch
9,20; 13,5.14; 14,1; 17,1.10. 17; 18,4.26; 19,8).
En este contexto jude<>cristiano se entiende mejor por qué^
uno de los elementos importantes heredados por los
cristianos , di la vida judía fue precisamente el amor y gran
respeto por la Palabra de Dios y su proclamación en la
asamblea semanal. Cuando San Lucas sintetiza la vida de los
primeros cristianos,
271
Los Ministerios Instituidos

lo primero que subraya es justamente el gusto y la


dedicación al estadio deTa Palabra, proclamada y explicada
por los mismos Apóstoles (cf. Hch2,42; 6,4; 17,11).
Precisamente, el primer día dela semana, en honor de la
Resurrección del Señor, toda la comunidad de los discípulos
se reunía para celebrar el día del Señor. Dicha reunión tenía
muchos elementos de la liturgia sinagogalTcántos,
oraciones, lectura de la Palabra del ÄT, seguida de una
amplia explicación de la misma por los Apóstoles; pero a
estos elementos de la liturgia judía se les añadió el elemento
específicamente cristiano: la comida fraterna que fue
llamada Cena del Señor o Fracción del Pan (Heb 20, 7-12;
cf. 1 Co 11,207. .)rPor eso, desde el origen del cristianismo,
Palabra de Dios y Fracción del Pan celebradas en común
(como en Esdras y Nehemías) van congregando al nuevo
pueblo de Dios y lo van edificando, para que sus miembros
vayan a su vez a transformar el mundo en el que viven.
Establecimiento y organización del oficio de Lector Es
así como la Iglesia apostólica heredó de la tradición judía,
por medio de la sinagoga, el oficio del lector sagrado y lo
encomendó a algunos de sus fieles cristianos para integrar
este servicio sagrado al nuevo culto cristiano, en el que
ademas de la lectura del Antiguo Testamento se añadió la
lectúriTde las memorias de los Apóstoles.
Ya en el sigloíL, conocemos el testimonio de San Justino
sobre la relebrarión de la Eucaristía, el día del sol, donde
encuentramos un primer vestigio del oficio del lector en la
Iglesia postapostólica. Recordamos este texto muy valioso
que la Iglesia ha integrado en su Liturgia de las Horas¡
porque la reforma litúrgica de la celebración de la
Eucaristía, pedida por el Concilio Vaticano n y llevada a
cabo por el Papa Pablo VI, nos remite precisamente a la
celebración de la Fracción del Pan, tal como la celebraban
los Apóstoles:
272
Reseña Histórica sobre el Lectorado

El día llamado del sol, nos reunimos en un mismo lugar, tanto


los que habitamos en las ciudades como en los campos, y se
leen los comentarios de los Apósr toles o los escritos de los
Profetas, en la medida que el tiempo lo permite.

Después, cuando ha acabado el lector, el que preside exhorta y


amonesta con sus palabras a la imitación de tan preclaros
ejemplos.

Luego nos ponemos todos de pie y elevamos nuestras preces;


y, como ya hemos dicho, cuando hemos terminado las preces,
se trae pan, vino y agua; entonces el que preside eleva,
fervientemente, oraciones y acciones de gracias, y el pueblo
aclama: Amén. Seguidamente tiene lugar la distribución y
comunicación, a cada uno de los presentes, de los dones sobre
los cuales se ha pronunciado la acción de gracias, y los
diáconos los llevan a los ausentes.

Los que poseen bienes en abundancia, y desean ayudar a los


demás, dan, según su voluntad, lo que les parece bien, y lo que
se recoge se pone a disposición del que preside, para que
socorra a los huérfanos y a las viudas y a todos los que, por
enfermedad u otra causa cualquiera, se hallan en necesidad,
como también a los que están encarcelados y a los viajeros de
paso entre nosotros: en una palabra, se ocupa de atender a todos
los necesitados.

Nos reunimos precisamente el día del sol, porque éste es el


primer día de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las
tinieblas y la materia, y también porque es el día en que
Jesucristo, nuestro salvador resucitó de entre los muertos. Lo
crucificaron, en efecto, la vigilia del día de Saturno, y a la
mañana siguiente de este día.

273
Los Ministerios Instituidos

es decir, en el día del sol, fue visto por sus Apóstoles y


discípulos, a quienes enseñó estas mismas cosas que
hemos puesto a vuestra consideración86.

Vale la pena, a partir de este texto de San Justino, deducir algunos


elementos importantes referentes a la estructura de la celebración
de la Eucaristía y al oficio del lector.

- Los cristianos se reúnen todos juntos el día del sol, es decir, “el
primer día de la semana” para los judíos (Hch 20,7); para los
romanos, era “el día del sol” {Apologia I, 67); y para los cristianos
era ael día del Señor” (Ap 1,10).

- En esta reunión dominical se congregan todos los hermanos


venidos de las ciudades y de los campos vecinos, para celebrar al
Señor Resucitado y manifestar la unidad de toda la comunidad.

- La estructura de la celebración comporta los elementos


siguientes: cantos y oraciones, lectura y explicación de la Palabra
de Dios, ofrenda del pan y vino con las oraciones de acción de
gracias, la distribución y comunicación de los dones eucarísticos a
los presentes y ausentes, la recogida y distribución de los
donativos para los más necesitados (enfermos, viudas,
encarcelados, viajeros, etc.).

- En esta celebración comunitaria, el lector tiene un oficio


específico y concreto: el de leer “los comentarios de los Apóstoles
y los escritos de los Profetas”; lo que deja entender que alguien o
algunos de la comunidad estaban encargados del servicio u oficio
de proclamar la Palabra del Señor para toda la asamblea
dominical.

86 Apología I*, cap. 66-67: PG 6, 427-431, traducción de la Liturgia de las Horas,


tomo II, Mallorca-Barcelona, Editorial Regina, 1981, p. 688.

274
Reseña Histórica sobre el Lectorado

—El lector (o lectores)era-una persona de


laasamblea; a este último le correspondía “exhortar y
amonestar ! con sus palabras a la imitación de tan preclaros
ejemplos”, es decir, aplicar a la vida concreta de los oyentes la
Palabra proclamada y escuchada.

- El lector ejercía su función de acuerdo con la necesidad y de


acuerdo “al tiempo disponible”; inicialmente su ministerio
ha podido ser temporal; después se organizó de forma
permanente como lo muestra la historia del lectorado.

Podemos pensar que en la medida en que se fue ampliando la


liturgia, en la misma medida las funciones del lector tomaron
importancia, especialmente durante las vigilias. Muy pronto
el lectorado se convirtióen un oficio sagrado específico
según lo podemos comprobar en los escritos de los primeros
Padres.

* En el siglo m, las primerasinformaciones.sobrelos lectores


ñns~provienpn de AErica con Tertuliano (160-220ly San Cipriano i
feS^TertuEaño es el primer autor eclesiástico jjue hablade los
lectores. Lo hizo cuando, reprochando a los herejes las
incongruencias de su disciplina, particularmente en lo que se,'
refiere a las ordenaciones, escribe lo siguiente: “Tienen hoy un
obispo, mañana otro; hoy es diácono aquel que mañana será
lectoTy hoy es presbítero aquel que será mañana laico”91. Por su¡ t
parte, San Cipriano, obispo de la Iglesia de Cartagor nos da a
conocer a través de sus cartas el nombre de muchos lectores para
instruir a los catecúmenos92. En una de ellas, hace el elogio del
oficio de lector y de su dignidad al anunciar a su pueblo que ha
designado lectores a los dos jóvenes AureEo y Celerino, quienes
en la persecución de Decio habían confesado firmemente la fe: r
“Es justo, -escribe él-, que en la lectura púbfica de la Palabra

91
De praescfiptione haereticorum, c. 41: PL, t. II, col. 57.
92
Cí. Guny, A., su artículo "Lectorado", in Dictionnaire Catholicism«,
Tome XVII, París, 1975, col. 174. La traducción castellana es personal.

275
Los Ministerios instituidos

de Dios se haga oír la voz del que ha confesado al Señor con


un glorioso testimonio”93. Entonces, se puede decir que a partir
de Tertuliano, “todos los textos que enumeran los grados de la
jerarquía, tanto en Oriente como en Occidente, mencionan el
oficio de lector*94.

En Roma, se menciona por primera vez al lector en \z Tradición


apostólica de Hipólito (siglo m), donde se lee que: “el
/ectoresmstittiido cuando el Obispo le entrega el libro, porque
no recibe la imposición de manos”95. Ademas de las
inscripciones o epígrafes sepulcrales96 de lectores encontrados
en el arcaico hipogeo del cementerio de Ostia -que pueden
hacer remontar su existencia a un siglo antes-, se conoce la
famosa carta del Papa Cornelio al Obispo Fabio de Antioquía
(año 251), en la que da testimonio de la presencia de un cierto
numero de lectores que lo rodean en el clero romano: “52
exorcistas, lectores y porteros”. Mas tarde, el Papa Silvestre (t
399), hablando del clero de Roma, nos da las cifras siguientes:
“142 presbíteros, 6 diáconos, 6 subdiáconos, 45 acólitos, 22
exorcistas, 90 lectores”97.

Unade lascaracterísticas del lector de los primeros siglos era la de


ser un joven que supiera leer, que tuviera buena voz y buena
dicción, y que pudiera ofrecer también el testimonio de una i vida
ejemplar. Su función o servicio en la comunidad era im- portante, y
por eso estable y podía ser de por vida, a menos 1 que un joven se
inicíese en la carrera eclesiástica. Los testimonios

93
^ San Cipriano, Carta 38 (cf. Migne, Patrologie latine, tome 4, col. 324ss).
9*' Godefroy, L., su articulo "Lector", in Dictionnaire de Theologie
Calholique, Tome IX, París, Líbrame Letousey et Ané, 1926, col. 119.
La traducción castellana es personal.
95 La Tradition apostolique, éd. B. Botte (coll. "Sources chrétiennes", 11
bis), Paris, 1968, pp. 66ss.
96 Righetti, M., Historia de la liturgia, Tomo II: (La tonsura y las órdenes
menores), Madrid, ed. BAC 144, 1956, p. 928.
97 PU tome VIII, col 832, citado por Godefroy, L.

276
Reseña Histórica sobre el Lectorado

sobre este punto son indiscutibles. Sidonio Apolinar (+ 482)


escribe de un Obispo, que primero hieTector y luegoministro
del altar, y eso desde la infancia87. Paulino de Ñola afirma de
San Félix que primero sirvió como lector durante años88. San
Ambrosio habla también de los lectores niños que eran muy
apreciados por su voz argentina89.

Pronto, el ministerio del lectorado vino a constituirse en una


“orden menor^eñjlaierarquiaedesíasti y pasóaser una etapa o
un grado en la escalahacialas órdenes mayoresdel diaconado y
del presbiterado, y aúcudel episcopado.. La decretaTTCTHel
Papa Siricio (t399) consagra este hecho casi como una norma
disciplinaria: si los padres destinan a sus hijos a la clericatura,
ellos deben ser primero lectores, luego a los 30 años podrán
ser acólitos; pero si un laico quiere entraren el clero, tendrá
que ser lector durante dos años o exorcista antes de llegar a ser
acolito. Es así como al principio del siglo V, en Roma, con la
primera orden menor del lectorado los niños iniciaban su
entrada en la carrera eclesiástica; mientras que para los laicos
adultos esta orden menor se presentaba como una especie de
preparación o de stage antes de llegar al sacramento del orden.
“En efecto, -escribe M. Righetti-, no pocos Obispos, como
Félix Nolano, Eusebio de Vercelli y Epifanio de Pavía, y
varios Papas, como tiberio, Dámaso y Siricio, iniciaron muy
jóvenes con el lectorado la carrera eclesiástica"90 91.

*- En muchas_Iglesias,importanteS'Se organizaron escuelas de


lectores, llamadas schoUkaommyOx^^ preparación10* se reveló

«8 Epist. 4, 25.
88
In nai. S. Felic., IV.
l°o De excessu patris. I, 61. \
90
Righetti, M., Historia de la liturgia, Tomo II, Madrid, ed. BAC 144,1956,
pp. 927-931.
91
Cf. Godefroy, L., su artículo "Lector", in Dictidnnaire de Théologie
Catholique, Tome IX, Paris, Librairie Letousey et Alié, 1926, col. 123-
124.

277
Los Ministerios Instituidos

bastante exigente. Los futuros lectores se preparaban para


varias funciones: leer o cantar el texto de la Palabra de Dios, los
más responsables tenían la guarda de los libros sagrados, los
mayores podían también dar catcquesis. Por eso, la preparación
debía impartirles la instrucción necesaria para ejercer de manera
conveniente las funciones propias. Era necesario que el lector
supiera leer y leer bien, pues la voz del lector debía hacerse oír
de todos los asistentes; debía también ser una voz bastante clara
para llegar a todos los lugares del templo. Además, los lectores
debían ser instruidos en el conocimiento de las Escrituras para
poder comprender lo que leían y luego hacerlo comprender a
los oyentes; debían tener conocimiento de la acentuación, de la
pronunciación distinta para una lectura inteligente de la Palabra
de Dios. Finalmente, se tenía en cuenta no sólo la preparación
técnica, sino también las cualidades morales de los futuros
lectores, quienes debían mostrarse dignos de sus funciones por
una vida ejemplar: pues elevados sobre el ambón, a la vista de
todo el pueblo, debían ser para todos modelos por la calidad del
testimonio de su vida, como lo veremos más adelante con los
testimonios de Aurelio, Celerino y Polión.

De ello tenemos testimonios de varias Iglesias como las de


Roma, de Cartago y de Cíbalis, entre otras. Al final del siglo V,
se había instaurado la costumbre de reunir en las canónicas
presbiterales a los jóvenes lectores para instruirlos en las
Sagradas Escrituras y en las ciencias sagradas. Además, se les
ensenaba a modular el canto; costumbre que se difundió mucho
en Italia, como lo atestigua el Concilio de Vaison (529) -y que
hizo votos porque este ejemplo fuese seguido en o por las
provincias de las Galias-. Más tarde, después del siglo VI, en
Roma, el Patriarcado lateranense llegó a ser el seminario y la
escuela donde varios pontífices de los siglos Vin y IX iniciaron
su formación eclesiástica para alcanzar los más altos grados. Se
era ordenado lector, según el testimonio de Justiniano, a los
dieciocho años, después de recibir la tonsura y demostrar saber
leer. En cuanto

278
Reseña Histórica sobre el Lectorado

a los niños que no podían formar parte de la scbola lectorum, se


les permitía ingresar más bien en la schola cantorum, donde su voz,
siempre apreciada, era muy necesaria.

En el Oriente cristiano, la función del lector apareció en el siglo


IV. A partir de este momento la Iglesia oriental establece que “el
lectorado es una tradición viva; pues es la única orden menor, la
más antigua y la más extendida”92. Eso es así porque dicha
tradición distingue entre la lectura y los cantos, y por consiguiente
entre los lectores y los cantores. Esta distinción entre los oficios
tendrá, a su vez, una cierta influencia en algunas Iglesias en
Occidente. De modo que, desde el siglo IV, se puede decir que el
oficio de lector es realmente una función litúrgica, desempeñada
por unos clérigos ordenados para este fin.

Luego, esta práctica fue consagrada por el Concilio de Calcedonia


(451) que recomendaba a sus cantores y lectores, que podían
casarse, no hacerlo con esposas herejes (cf. Cann. 13- 14). Más
tarde, Justiniano fijaría (en 546) la edad legítima para ser ordenado
lector, el haber cumplido los 18 años (cf. Nobella, 123,3).
Finalmente, el vm Concilio ecuménico de Constantinopla (869-
870) fijaría las reglas93 que debían regir el proceso de integración
de un laico que quería ingresar en el clero, haciéndole respetar los
intersticios para acceder inclusive al episcopado: primero será
lector durante uno año, dos años subdiácono, diácono tres años,
cuatro años presbítero; y sólo después podrá ser elevado al
episcopado. Asi en Oriente, como en todas partes y siempre, se ha
considerado el lectorado como el primer grado de la jerarquía
eclesiástica.

103
104

Ibidem, col 174.


BIBLIOTECA
¿e¡ Conwn»
Cf. Canon 5, in Hefele, Histoire des conciles,* SUBA
traduction Leclercq, t.ome IV,279
Paris,
p. 523, citado por Godefroy, L. En el artículo "Lector" ya citado.
Los Ministerios Instituidos

Volviendo a la liturgia romana del alto medioevo (siglos VIVID),


ella nos proporciona el modelo de celebración de la Institución
del lectorado que era habitualmente confiado a los niños o
jóvenes105. Cuando un padre de familia destinaba a uno de sus
hijos al lectorado, lo presentaba al Papa. Se bacía leer el
candidato en público en el oficio de vigilia para juzgar de su
capacidad. Si aprobaba el examen, el Papa daba la bendición al
niño para que ingresara en el grupo de los lectores, diciendo:
“Señor Santo,... dígnate bendecir a este siervo tuyo para el oficio
de lector, a fin de que se distinga y se revista con la asiduidad de
la lectura de la Palabra; que su canto haga resonar con unción
espiritual la gracia de la Iglesia”.

Dos testimonios de la Iglesia antigua Mas arriba hemos


mencionado la organización del lectorado en las principales
Iglesias de Occidente. Creo que vale la pena destacar dos
testimonios hermosos de los primeros siglos precisamente sobre
el ministerio, la preparación y la vida de los lectores. El primero
pertenece a la Iglesia de Cartago, el segundo testimonio a la
Iglesia de Cíbalis.

San Cipriano, Obispo de Cartago (200?-258), a través de sus


cartas nos ofrece unas informaciones bien interesantes acerca de
la vida de su comunidad, su organización interna y su actividad
pastoral. En el año 250, en medio de una dura persecución y lejos
de su comunidad, el santo Obispo escribe a sus presbíteros y
diáconos de Cartago para informarles que ha ordenado lector a
Saturo y subdiácono a Optato para el servicio de los hermanos:

Sabed que he ordenado lector a Saturo y subdiácono al


confesor Optato, a los que hace tiempo, de común 94 95

105 Cf. M. Andrieu, Les Ordines romani du haut mayen age: tome 4, Ordo
95 (Lecteur), Louvain 1956, pp. 33-34; citado por P. Jounel, "Les
ministéres non ordonnés dans l'Église" in Maison-Dieu, 149 (1982) 101.

280
Reseña Histórica sobre el Lectorado

acuerdo, teníamos preparados para la clericatura, puesto


que a Saturo más de una vez le habíamos encargado la
lectura el día de Pascua y, últimamente, cuando
examinábamos a los lectores con los presbíteros
instructores, ordenamos a Optato como lector de los que
instruyen a los catecúmenos, examinando si reunían
todas las cualidades que debe haber en los que se
preparan para el dero106.

Una segunda carta del Obispo de Cartago, con fecha probable


del año 251, está dirigida a los presbíteros, diáconos y a todo el
pueblo cartaginés, para informarles que el joven Aurelio había
sido llamado a la orden del lectorado. En esta carta, el santo
pastor hace el elogio del joven presentándolo como un valiente
confesor de la fe en Cristo:

Para las ordenadones de los dérigos, carísimos


hermanos, solemos consultaros con antidpadón y
evaluar en común deliberadón la conducta y los méritos
de cada uno de los candidatos. Pero no hay que esperar
testimonios de los hombres cuando ha precedido el voto
del mismo Dios.

Aurelio nuestro hermano, ilustre joven,... dos veces ha


confesado a Cristo... No sé qué debo elogiar más en él,
si la gloria de sus heridas o la moderadón de su
conducta... Parece que Dios lo ha guardado para ser
ejemplo de disdplina eclesiástica, para enseñar cómo los
que sirven a Dios pueden vencer con su valor
confesándole, y cómo después de confesarle se
distinguen por la santidad de su conducta. Este joven
mereria los grados superiores de la ordenadón derical...
a juzgar no por sus años sino por sus méritos. Pero
hemos determinado que empezara por el oficio de lector,
ya que

106 Obras de san Cipriano, Madrid, Edición BAC, 1964, p. 446.

281
Los Ministerios Instituidos

nada cuadra mejor a la voz que ha hecho tan gloriosa


confesión de Dios sino resonar en la lectura pública de la
Divina Escritura. Después de las sublimes palabras que se
pronunciaron para dar testimonio de Cristo, es propio
hacer leer el Evangelio de Cristo por el que se hacen los
mártires, subir al ambón después del potro.
En este potro (máquina de suplido) quedó expuesto a la
vista de la muchedumbre de paganos; aquí debe estarlo a
la vista de los hermanos. Allí tuvo que ser escuchado con
admiradón del pueblo que lo rodeaba; aquí ha de ser
escuchado con gran contento por los hermanos96...

Probablemente el mismo año 251, San Cipriano envió otra carta a


su comunidad diocesana, para informarle de la ordenación al
lectorado de Celerino, otro gran confesor de la fe y mártir de
Jesucristo. Esta carta no la presentamos aquí, más bien la
reservamos para presentarla en el Capítulo 5: Resonancias
espirituales del lectorado en los candidatos a la Orden sagrada.

Como podemos damos cuenta, las tres cartas de San Cipriano dan
un claro testimonio de la existencia y organización del ministerio
del lectorado, tenido en gran honor en la iglesia de Cartago del
siglo m. El elegido, llamado por el Obispo y la comunidad a tan
grande ministerio, debíaser sometido a uíT examen riguroso antes
de ser ordenado lector por el Obispo de la Iglesia local. El examen
tenía en cuenta no sólo la preparación, la capacidad y las cualidades
del futurolecíor sino7y sobre todo, la calidad del testimonio de vida
del elegido, porque puede subir al ambón para proclamar la Palabra
del Señor a favor de la comunidad solamente quien ya la estaba
áhuñaañdo con el testimonio impecable de su vida personal. Én dos
de las tres cartas, los elegidos (Aurelio y Celerino) eran valientes
confesores de la fe y mártires de Cristo.

96 Ibidem, carta n° 33, pp- 478-479.

282
Reseña Histórica sobre el Lectorado

El segundo testimonio, también de la Iglesia africana, nos viene de


la Iglesia de Cíbalis. A finales del siglo IV, se conserva el
testimonio de un lector, llamado Polión, quien era el jefe
responsable de la schola lectorum de la Iglesia de Cíbalis. La
persecución de Diocleciano se desató en el año 304 y la orden del
emperador era clarísima: todos los cristianos debían abandonar la fe
o perecer, adorando a los ídolos. La orden del emperador llegó a
Cíbalis y el gobernador romano, Probo, interrogó a Polión en estos
términos:

-¿Eres_cristíano?
- ¡Sí, soy cristiano!
- ¿Qué oficio tienes?
- Soy el responsable de la escuela de los lectores
(primicerius lectorum, dice el Acta latina).
- ¿De qué lectores?
- De los que tienen costumbre de leer a los pueblos la
sabiduría divina.
- ¿Esos que se dice pervierten a las ligeras mujercillas
prohibiéndeles casarse y las persuaden para una vana
castidad?
- Nuestra ligereza y vanidad hoy las podrías comprobar.
- ¿De qué manera?
- Ligeros y vanos son los que, abandonando a su Creador,
siguen vuestras supersticiones. En cambio, los leales y
constantes en la fidelidad al Rey eterno se prueban en que,
por más tormentos que se lo pretendan impedir, ellos se
esfuerzan por cumplir los mandamientos que leyeron.
- ¿Qué mandamientos?
- Los piadosos y santos mandamientos de Cristo Rey.
- ¿Cuáles?
- Los que enseñan que sólo hay un Dios que truena en los
cielos; que no pueden ser llamados dioses los fabricados de
madera o piedra; los que corrigen y en-

283
Los Ministerios Instituidos

miendan los delitos; los que fortalecen a los


inocentes en la guarda perseverante de su propósito;
los que enseñan a las vírgenes a alcanzar las cimas
de su pureza, y a la honesta esposa a guardar la
continencia en la procreación de los hijos; los que
persuaden a los amos a mandar sobre sus esclavos
más por piedad que por ira, poniéndoles delante la
común condición humana, y a los esclavos a cumplir
sus deberes más por amor que por temor; los que
mandan obedecer a los reyes, si ordenan cosas
justas, y a las autoridades superiores cuando se
proponen el bien; los que prescriben que se dé honor
a los padres, correspondencia a los amigos, perdón a
los enemigos, afecto a los ciudadanos, humanidad a
los huéspedes, misericordia a los pobres, caridad a
todos y daño a nadie; ceder de sus propios bienes, no
codiciar a los ajenos ni con el deleite de los ojos97...
Terminado el interrogatorio, el gobernador Probo dio la
orden de que Polión fuese quemado vivo. El testimonio del
santo lector mártir nos trae informaciones interesantes sobre
el ministerio del lectorado. Sus respuestas al interrogatorio
son muy reveladoras del tipo de catcquesis que los lectores
impartían en esta época y también de la calidad de vida de los
mismos. Allí, existía una escuela de lectores, de la que Polión
era el jefe responsable, y aquellos eran preparados seriamente
con una formación exigente respecto a la Palabra de Dios, con
el ejercicio práctico de la lectura de los libros sagrados, pero
también con la exigencia de una vida ejemplar según el
Evangelio de Jesucristo. ¡Qué lección sobre la preparación
espiritual y moral de los futuros lectores de nuestras
parroquias y de nuestros seminarios!

ios Actas de los mártires, Madrid, Edición BAC, 1951, pp. 1045-1050.

284
Reseña Histórica sobre el Lectorado

Del primer Pontifical romano hasta hoy Habíamos dejado


el hilo de la historia del lectorado en el siglo VIH, con la
liturgia romana de la Institución del lector mediante una
bendición. Así se procedió, durante mucho tiempo, para la
elección, preparación y ordenación de algunos jóvenes al
servicio de la proclamación de la Palabra divina, en un pueblo
donde apenas la minoría de la gente aprendía a leer y escribir.
Sin embargo, en las Galias, esta prácticajue profundamente
modificada. Con la aparición de los Statuta Ecclesiae Antiqua,
-especie de compilación canónica atribuida a Gennade (t 505),
por primera vez se precisan los ritos de ordenación de las
cuatro órdenes menores; y dicha compilación procura además
reforzar la autoridad de los presbíteros y disminuir la dignidad
de los diáconos; a este fin contribuyó sin duda la importancia
otorgada a las órdenes menores. En esta perspectiva, el
lectorado pasa entonces al segundo lugar. Poco a poco los
{Statuta Ecclesiae Antiqua) se van a imponer a las Iglesias
francas, influyendo necesariamente en la liturgia romana que
ya no pudo süprimir las cuatro órdenes menores. Según Mons.
Andrieu99, aún en el siglo vm, las disposiciones de los (Statuta
Ecclesiae Antiqud) entraron a formar parte de los distintos
Sacraméntanos a título de rúbricas para las oraciones de
ordenación; y es así como se fue constituyendo poco a poco el
Pontifical romano-germánico. Más tarde, hacia el año 850,
falsas decretales acreditaron un decreto, atribuido al Papa

recogido por Graciano, se volvió regla universal para toda la


Iglesia Latina. Pero, se sabe que, a partir del siglo IV hasta el
siglo IX, el lectorado no tuvo en Roma la importancia de que
gozaba en los siglos anteriores98.

98
Cf. Guny, A., su artículo "Lectorado", in Dictionnaire du Catholicisme, Tome
XVII, Paris, 1975, col. 175.

285
99
Cf. Ordines romani, III, 596; citado por Guny, A., en el anterior artículo
citado sobre el lectorado, col. 175.
Caius, en el que se exigió la recepción de las cuatro menores
antes del subdiaconado. Este falso,
Los Ministerios Instituidos

Más tarde^bajo el pontificado del Papa Inocencio vm (1484- 1492)


apareció eljprimer Pontifical Romano con la celebración de las
ordenaciones. En cuanto a la ordenación al lectorado, el Pontifical precisa
que se confieren al lector dos ministerios o servidos concretos: leer
públicamente los pasajes de la Escritura queel'Obispo o el sacerdote va a
comentar, y cantar las lecciones; luego, bendecir el pan y los frutos nuevos
de la comunidad. Por extensión se le reconocía también al lector el poder de
hacer la catcquesis, diiíqúecon'él correr del tiempo fue elpárrocoquien^
debía responsabilizarse de la formación religiosa de sus feligreses. Mediante
el primer ministerio, los lectores eran los depositarios 1 y responsables de los
libros sagrados de la comunidad; con el segundo, redbían las ofrendas del
pueblo de Dios y bendecían a Dios por las cosechas y los frutos de la tierra.

Desde entonces, el lectorado ha sido considerado como una “orden


menor”, reservado exclusivamente al joven clérigo que aspiraba al
sacerdocio. El primer Pontifical presuponía que las órdenes sagradas en la
Iglesia se dividían en dos. grupeólas órdenes menores y las mayores. Y se
conferían todas, menores y mayores, mediante una ordenación. Las
órdenes menores, eran cuatro: el ostiariado (o portero: quien recibe y
acomoda a los participantes de la celebración), el lectorado, el acolitado,
y el exorcistado. Estas cuatro órdenes eran encabezadas por la tonsura
con la que se ingresaba al orden clerical y se gozaba del fuero eclesiástico
con sus obligaciones y exigencias de vida, pero también con sus
privilegios respeto al resto del pueblo de Dios. Las, órdenes-mayores-er-
an también^cuatro: elsub- diaconado, el diacbüado, el presbiterado-y el
episcopado^En esta concepción quien aspiraba al sacerdocio, recibía
primero la tonsura, y luego todas las órdenes menores y mayores hasta el
presbiterado y el episcopado. Se trataba de una verdadera carrera ede-
siástica pasando por todas las etapas como verdaderos escalones.

286
Reseña Histórica sobre el Lectorado

Finalmente, en la Iglesia latina, durante los siglos'posteriores


hasta el siglo XX, no se producirá casi ningún cambio. Salvo el
intento de reforma y restauración de las órdenes menores en
el Concilio de Trento100, hay que esperar prácticamente, el
Concilio Vaticano n (1962-1965) para que redescubrir el papel
de los laicos en la Iglesia y su participación activa en la
liturgia (cf. SC 14; 28-29). Luego en consonancia con el
Concilio y a petición de los Obispos conciliares^eI.Fapa Pablo
VI llevó a cabó la reío^gjde las antiguas órdenes menores,
substitu^ndolascoñ los* dos m^steriosiaicales^e-institui¿Q§.
¿el lectqrádo yjJel

reforma decretada y reahzada conlacartaapostóhcaj/z^/em ■ \


quaedam (de agosto 15 de 1972). i\

En esta carta apostólica, como lo hemos estudiado en la Sección I,


el Papa Pablo VI resume la historia de las órdenes menores y del
subdiaconado en la Iglesia Latina y reconoce que históricamente
muchas de sus funcionesJian sido ejercidas por los . laicos en los
primeros siglos de la Iglesia, y propone una nueva legislación que
tiene en cuenta la situacToñ actual. Por eso, se suprimió lo que era
ya obsoleto, se mantuvo lo que es útil y se determinó lo que había
que exigir a los candidatos a la orden ^
sagrada.

1.2 SÍNTESIS Y SENTIDO


DE ESTA EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Podemos tratar de sintetizar la historia de la evolución del
lectorado con el fin de despejar mejor su sentido, señalando
los cinco momentos o períodos siguientes más importantes.

Primero, aunque el oficio de lector tuvo un origen judío desde


el Antiguo Testamentó, pronto este servicio fue asumido por
la Iglesia de lo^ Apóstoles. En efecto, la lectura dé los libros
sagra-

m Cf. Canon 17 del Decreto De reformatione del 15 de julio de 1563


(Sessión XXIII).

287
Los Ministerios Instituidos

dos en las asambleas litúrgicas fue confiada en los primeros


años a personas designadas indistintamente por el presidente
de la asamblea. Hemos ya recordado los testimonios de San
Justino (siglo n) y de la Tradición Apostólica de Hipólito de
Roma (siglo ni). En estos comienzos, el servicio del lector era
desempeñado por un laico joven o adulto, como una función o
un ministerio laical.

En un segundo momento, la lectura de la Sagrada Escritura se


volvió muy pronto una función eclesiástica, es decir, que este oficio
sagrado pasó a ser un servicio litúrgico específico y re- servadoa los
clérigos. Como lo sabemos, al substituir la terminología de la Institución
por la de la ordenación, el lectorado vino a ser entre todas las órdenes
menores la que queda atestada con mas antigüedad. Hemos recordado
los epígrafes sepulcrales de lectores, anteriores a los testimonios de San
Cipriano y de Tertuliano, y luego el del Papa Comelio. Es así como, en
el siglo IV, los lectores se hicieron muy numerosos. Fue la época en la ^
que el lectorado se volvió la orden por la cual se iniciaban los
niños que querían entrar en el clero: pues no se podía ser
portero, exorcista o acólito sin edad adulta, es decir, a los 20 o
30 años; pero se podía ser lector, siendo todavía niño. San
Epifanio de Pavía lo fue a los 8 años de edad, y tantos otros
obispos y Papas como le señalamos anteriormente.

Por eso, pronto los lectores fueron organizados, a finales del


siglo V, en corporación, llamada Schola lectorum, con un pri-
miciero como responsable. Allí, en las canónicas presbi-
terales, se instruían y formaban a los lectores niños,
iniciándoles en las Sagradas Escrituras y en las ciencias
eclesiásticas, como también enseñándoles las modulaciones
del canto litúrgico.

En la primitiva Iglesia, las funciones de los lectores eran muy


importantes: primero leer para el Obispo los pasajescíeIa~Sa-
grada Escritura que él iba a comentar luego para la asamblea
cristiana, incluyendo la epístola y el Evangelio que ellos
debían

288
Reseña Histórica sobre el Lectorado

leer en alta voz desde el ambón; luego, encargarse del canto


litúrgico: en muchas iglesias, el lector era el salmista de los
cantos / de la Iglesia y del oficio divino, según los testimonios
de San Agustín (cf. Sermo 124; Confess. X, 33) y de la Iglesia
oriental que hizo la distinción entre los oficios de lector y de
cantor o salmista (s. IV); otras veces, asegurar la custodia de
los Libros sagrados cuando estos lectores eran de mayor
confianza siendo los depositarios de los mismos,según los
testimonios ya reseñados; finalmente, impartir la
primera_instrucción a los^ \' catecúmenos. y

En tercer lugar, con el correr del tiempo, se empezó a perfilar


la decadencia del lectorado por varios motivos. Primero,
cuando se retiró la lectura del Evangelio a los lectores para
reservarla a los diáconos, según lo atestiguan las
Constituciones Apostólicas^1 (ano 380) para el Oriente, y San
Jerónimo113 para el Occidente. Poco a poco esta disciplina se
impuso con el tiempo. Precisamente, a medida que se fue
organizando mejor la liturgia, se quiso poner de relieve la
proclamación del Evangelio, confiándola al ministro más
calificado después del sacerdote. Durante el Concilio de
Roma (595), el Papa San Gregorio Magno (t 606) dio una
norma precisa con la que se confiaba la lectura del Evangelio
a los diáconos, y a los subdiáconos y, splo en caso de
necesidad, a los de órdenes menores, el canto del
responsorial gradual y todas las otras lecturas.

De esta manera, el lectorado entró en plena decadencia,


porque con la entrega a los diáconos y subdiáconos de las
lecturas del Evangelio y de la epístola, así como de los cantos
de la misa, y al cesar las vigilias nocturnas con sus largas
lecciones, los lectores perdieron en gran parte los motivos
que habíanjus-

112 Ub. il, 17; citado por Righetti, M., en su Historia de la liturgia, tomo II, p.
930.
113 Epist. Ad sabinianum: PL 22, 1200; citado por Righetti, M., p. 930.

289
t
Los Ministerios Instituidos

tificado su existencia en los primeros siglos. Por


consiguiente, el principal oficio sagrado de los lectores se
vio rápidamente reducido al canto de la salmodia; por eso,
durante el siglo VI, la Schola lectorum se transformó en Schola
cantvrum\ de manera que los niños y jóvenes, que en el
pasado se habían iniciado en la vida eclesiástica como
lectores, entraban de ahora en adelante a formar parte de la
Schola cantorum. En este momento, la edad legítima para la
ordenación al lectorado se reportó hacia los 18 años, después
de recibir la tonsura y demostrar saber leer bien, como lo
atestigua Justiniano en el año 546.

Un cuarto período corresponde a la situación del lectorado


reflejado en el anterior Pontifical romano que rigió hasta
1968. Poca cosa subsiste de las antiguas fundones de los
lectores. Las fórmulas de que se sirve el antiguo Pontifical
no podían tomarse a la letra. Pues, “el monitorio del Obispo
y las otras fórmulas que contiene el Pontifical nos remiten a
la disciplina de los primeros siglos y no se comprenden sino
a la luz de la tradidón antigua”114. Por ejemplo, “los lectores,
dedara el Obispo, deben leer y cantar en la Iglesia, y el lugar
que ocupan les sirve también de lección; están colocados en
un lugar elevado para que todos puedan verlos y oírlos;
deben conduir de ello que su vida debe estar en reladón con
su situadón”.

Sin embargo, la situación reflejada en el primer Pontifical es


distinta de la tradición antigua del tiempo de San Cipriano, y
por consiguiente es mucho más modesta115. El Pontifical
atribuye a los lectores tres poderes o funciones: Legere ea
quae (vel ei qui) praedicat et lectiones cantare, et benedicere panem
et omnes fructus novos116 es decir, leer aquello que será el
objeto de la predicación y cantar las lecciones, y bendecir el
pan y los

114 El artículo "El Lector" de Godefroy, col. 121-122.


US Cf. Ibidem, col 121-122.
116 Dubosq, René, Les Etapes du Sacerdoce, o Présentation analytique du
Cérémonial de TOrdination, ed. Descié et Cié, Paris-Tournai-Rome,
1936, pp. 61-62.
290
Reseña Histórica sobre el Lectorado

frutos nuevos. Es decir que corresponde, pues, a la primera


función del lector leer públicamente los pasajes de la
Escritura que el Obispo o el presbítero comentará después y
cantar las lecciones. Pero, hace mucho tiempo que se perdió
la costumbre de hacer leer por un clérigo el pasaje de la
Escritura que será comentado luego; el canto de la epístola y
del Evangelio está reservado al subdiácono y al diácono;
antaño, las lecciones numerosas en la Santa Misa, no se
presentaban sino en escasas circunstancias; de modo que,
prácticamente, estas dos fundones se reducen al derecho de
cantar las lecciones en la celebradón solemne del ofído de
media noche.

Por extensión, se reconoce al lector la facultad de dar el


cateds- mo tanto a los niños como a ¡os adultos, aunque sea
deber del párroco instruir a sus fefigreses (cf. CDC1917:
can. 1332). Fi- nalmente, en cuanto al poder de bendecir el
pan y las frutas nuevas, los lectores no pueden en la práctica
ejercerlo; pues, según el Código de Derecho Canónico de 1917
(cf. can. 1147 § 4), “los diáconos y los lectores no pueden
válida y lídtamente dar otras bendiciones que aquellas que
les son expresamente atribuidas por el derecho”. Pues bien,
ningún texto de la ley otorga este poder al lector, y la
costumbre lo reserva al presbítero.

Por último, una quinta etapa se inicia ahora con la Reforma


del Papa Pablo VI, inaugurada con la Carta apostólica
Ministeria quaedam firmada el 15 de agosto de 1972. Esta
carta devuelve precisamente al lectorado toda su
importancia y su razón de ser en nuestras celebraciones
litúrgicas. Pero esta vez, no como orden menor o eslabón
para aquellos que se preparan al Orden sagrado, sino como
ministerio instituido propio del laico para que ejerza su
sacerdocio bautismal dentro y fuera de la liturgia.

Así, la reforma de Pablo VI permite al lectorado volver a


tener su puesto legítimo en la liturgia de nuestras
celebraciones, restaurando su estatuto antiguo de servicio
laical, como lo deja
291
Los Ministerios Instituidos

entenderla Tradición apostólica de Hipólito de Roma (s. Hl),


donde el lectorado se confiere no por la imposición de manos
del Obispo sino por la Institución mediante una bendición
del Obispo y la entrega del libro de la Sagrada Escritura.
2
NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN
TEOLÓGICA DEL MINISTERIO
DELLECTORADO

Este capítulo segundo tiene por objetivo el tratar de precisar,


hasta donde se puede^ía naturaleza teológica del ministerio
del lectoradojdomo también el de subrayar su significación
teológica en la vida de aquellos candidatos que se preparan a
la orden sagrada del diaconado y del presbiterado.

2.1 LA NATURALEZA DEL MINISTERIO DEL


LECTORADO
Primero, arriesgamos una breve y sencilla definición del
lectorado en la perspectiva de la reforma de la Ministeria
quaedam, que luego trataremos de explicar siempre para
precisar mejor la naturaleza de este ministerio.

EUe^oradoesjm ministerio instituido, mediante el rito litúr-


gico propio con una bendíci6n~especial~para ejercer pública-
mente en nombre de la ígl^ia^efservkiq de la Palabra de Dios.

El lectorado, primero, es uijministerio^s decir, “un^ajgsgaa


traducido en un servicio estable mediante eljsandatQjde la
Iglesia”117 Gracias al mandato eclesial, un carisma se
convierte enun ministerio eclesial.

117
Altana, A., La vocación a los ministerios laicales (cap. V), en la obra
titulada: Vocación común y vocaciones especificas, Tomo II, Madrid,
Ed.Atenas, 1984, p.114; pero se recomienda todo el capftulo V (pp.
99-134).

293
Los Ministerios Instituidos

Pero el lectorado es también un ministerio instituido: ya se


conoce la distinción entre ministerio ordenado y ministerio
instituido. El primero, mediante la imposición de manos del
Obispo, viene a ser el sacramento del orden, gracias al cual
se da origen en la Iglesia a los diversos ministerios
jerárquicos en los tres grados conocidos: Obispo, presbítero
y diácono. El segundo es instituido por la Iglesia mediante
una bendición particular propia del rito litúrgico previsto a
í
este fin (cf. la Tradición apostólica de Hipólito). j
Est^b^dició^propia de la Institucional lector es un sa-
^m^tuidopor lämisma Iglesia siguiendoel modelo mientos (cf.
Catecismo de la~Iglm^cdiolica, 1667- 1672). Es un rito
litúrgico^arecido a un sacramento; de hecho, es un signo externo
y eficaz de gracia, sin que séa úñ verdadero ypropio sacramento.
A este rito se le atribuye úna eficacia de gracia por la oración dela
lglesia. En realidad, se trata de una forma más solemne de
mandato de la Iglesia, unido a una eficaz invocación del auxilio
l divino. Tratemos de precisar más estas 1 afirmaciones.

El lectorado es un ministerio instituido que tiene valor o


función de signo en la Iglesia. No olvidemos que los
I'
sacramentales siguen el modelo de los sacramentos, aún si
noson instituidos porjesucristo sino por su Iglesia: son signos e
instrumentos-de grada.. ~ ---

El rito de la Institudón es una bendición, es decir, una invoca-


don de grada unida al mandato edesial para el ministerio de la
101

101
Cf. La Constitución dogmática Sacrosanctum Concilium, sobre la liturgia, 60:
"La santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos
sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se
expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la
Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los
sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida".

294
Naturaleza y Significación Teológica del Ministerio del Lectorado

Palabra de Dios. Por eso, esta bendición produce digamosjxes


efectos;
- Io una gracia particulary esto es un auxüiqj? articular de
Dios
para el ejercicio de este ministerio de /e¿o?7püeslíbeñdicíon de
la Iglesia tiene siempre su eficacia; ”
- 2o una peculiar forma explícita y publica de mandato o
dele- gación eclesial, de modo que
nombre de la Iglesia. Recordemos que el Obispo confía una
misión a aquel que va a instituir como lector, cuando dice en la
invitación a la oración de bendición: “Roguemos a Dios...,
para que se digne bendecir a este elegido para el ministerio de
lector, para que, solícito en el oficio que boy le confía...”;
- 3o también una mayor estabilidad en el ejercicio de su
ministerio. Pues, el lector instituido
<^sempefiauncargpestabje y permanente.a diferencia-del
lector nombrá^ad-tg^apus y no instituido. Claro que el grado
de estabilidad del lector instituido no es el mismo que el del
ministro ordenado por el sacramento del orden; sin embargo,
implica una mayor estabilidad, aun si en ciertas circunstancias
el lector fuese impedido en el ejercicio del ministerio, o
suspendido o excluido por la autoridad competente.
Además, el mandato eclesiástico mediante la bendición da al
ministeriomstituido la doble característica de representacióny
^fkadajde_gracia. Estas sonjas dos características del signo;
pues, jd núnisteriodel lectorado-tiene valnrde signo. En este
sentido los ministerios instituidos son en la Tfjesia
sígn^respecto deT^pecto^de^vicia eclesial que les es.propio.
Mientras los ministerios ordenados tienen por la ordenación
sagrada una función respecto del pueblo de Dios como tal, los
ministerios instituidos tienen una función en relación con
unaspectolIeXz vida de la comunidad cristiana. Así, él lector
instituido serasigno

295
Los Ministerios Instituidos

en todo aquello que se refiere al cuidado y atención a la


Palabra de Dios, y será signo visible y eficaz.

En este sentido, podemos afirmar que “desde el momento -


como escribe Alberto Altana-que en la asamblea litúrgica, y sobre
todo en la eucarística, ‘se construye la Iglesia’ y se alcanzan las
gracias en la vida de cada día, el lector es el que proclama y
transmite la Palabra de Dios - teniendo cuidado de que ningún
fragmentcTse pierda, como acontece con el pan eucarístico,
porque hay en la misma Palabra una presencia del Señor-, de
modo que en la manera misma de anunciarla se comprenda que en
esta Palabra halla su fundamento toda la vida espiritual. Se sigue
en consecuencia que el lector119 es al mismo tiempo ‘catequista,
educador de la vida sacramental, evángelízador para quien no
conoce el Evangelio*, testigo con su vida de aquella ‘Palabra de
Dios que ha de transmitir’; en resumen, animador de la escucha
de la Palabra de Dios”102 103.
Finalmente, añadimos que el lector es instituido para ejercer el
servicio o ministerio de la Palabra de Dios, y eso tanto con su
boca como con su vida ejemplar. El documento Ministeria
quaedam expone claramente cuáles son las funciones del jec- ror,
relacionadas con el servicio de la Palabra divina; fruiciones
primero litúrgicas, pero también extra litúrgicas:

El lector quedajnstituido para la función, que le es propia, de


leer la Palabra de DiÓsen la asamblea litúrgica. Por lo cual
proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no eí
Evangelio, en la Misa y en las demás celebraciones sagradas;
faltando el salmista, recitará el Salmo interleccional; procla-
marajas intenciones de la Oración Universal de ios. fieles,

102 Como lo afirma el documento de la Conferencia Episcopal Italiana, Los


ministerios en la Iglesia, 1973, n° 7.
103 Altana, A., La vocación a los ministerios laicales (cap. V), en la obra titulada:
Vocación común y vocaciones especificas, Tomo II, Madrid, Ed. Atenas, 1984,
p.117.

296
Naturaleza y Significación Teológica del Ministerio del Lectorado

cuando no haya a disposición diácono o cantor; dirigirá el


canto y la participación del pueblo fiel; instruir da los fieles
para recibir dignamente los Sacramentos. También podrá,
cuando sea necesario, encargarse de la preparación de los
otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la
lectura de la Sagrada Escritura en los actosJitúrgicosd

Luego en su homilía, el Obispo expresa concretamente en qué


consiste el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo a toda la
creación, destacando esta vez como el espíritu de las fundones
reseñadas en la Ministeria quaedam (n° V):

El anuncio de la Palabra del Señor puede realizarse de


muchas maneras, desde el simple diálogo hasta la búsqueda
en común de las exigencias del'Evangelw^ desde la,
catequesis que quiere iluminar y nutrir la fe hasta la
iniciación a ios sacramentos de los adultos y niños, desde el
anuncio de Jesucristo a aquellos que no lo conocenJtasta la
proclamación de la Palabra en la asamblea litúrgica. Por
cierto, Obispos, presbíteros y diáconos son los primeros
responsables de este anuncio de la Palabra. Pero hacen falta
otros cristianos que les ayuden a ejercer esta
responsabilidad121.

2.2 LA SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA


DEL MINISTERIO DEL LECTORADO EN EL
PROCESO DE LA FORMACIÓN SACERDOTAL
Como lo hemos podido constatar en la Sección I sobre los
ministerios instituidos en la Iglesia, el lectorado es un verdadero
ministerio eclesial, que permite al lector hacer presente a Cristo

m Aquí, se cita parte del texto de la homilía del Obispo, pero del Ritual de Ordenación
en francés, porque explícita mucho mejor los mismos elementos del Ritual de
Ordenación en castellano: cf. Pontifical romain. Les Ordinations-Les Institutions
aux ministéres, De Desclé-Mame, Paris, 1977, pp. 113-114; la traducción
castellana es personal.

BIBLIOTFC 4 297
¿¡.•pj Contíento de SUB/l
Los Ministerios Instituidos

en medio de su comunidad, y que transforma ademas al


mismo lector en unservidor de la Palabra de Dios y en un
servidor de la comunidad cristiana. Digamos una palabra
sobre estos tres aspectos104 significativos del ministerio del
lectorado y, luego, veremos cómo el ejercicio del
ministerio del lectorado tiene también una triple incidencia
teológica en la vida de aquellos que se preparan a la orden
sagrada.
Admitida la ministeriafidad del lectorado, es posible
ahondar un poco más en etsentido teologim^ue tiene este
ministerio o servicio en la Iglesia. En un primer
sentidojnuy significativo, el lector cuando ejerce su
ministerio de la proclamación de la Palabra de Dios activa
la presencia del Señor, es decir, hace presente a Cristo en su
comunidad a través de su Palabra.

En efecto, leemos en la Sacrosanctum Concilium que


“Cristo esta presente en su palabra, pues cuando se lee en
la Iglesia ía Sagrada Escritura es El que habla” (5C7). Por
consiguiente, debemos entender que el lector, de cierta
manera, se hace portavoz de Cristo, profeta de Cristo; su
misión, con el proclamarla Palabra del Señor, consiste
precisamente en hacerle presentera El en medÍQjJe los
suyos. El lector es precisamente instituido por la Iglesia
para ejercer este ministerio o servicio en medio de la
comunidad de los creyentes: proclamar, anunciar, hacer
presente la Palabra de Dios, hoy, para que se realice la obra
de la salvación en medio de la comunidad, la cual escucha
esta Palabra de vida, alaba a Dios y proclama a su vez las
maravillas de Dios (cf. 1 P2t 9-11).
Lo sabemos, en la liturgia la Palabra de Dios proclamada
se hace palabra actual para hoy, llena de la fuerza de Dios
que por la acción del Espíritu Santo hace que el misterio de
nuestra

104 para presentar esta triple dimensión del ministerio del lectorado,
298seguimos el esquema interesante presentado por el Padre Carlos G.
Álvarez, en el libro ya mencionado anteriormente.
Naturaleza y Significación Teológica del Ministerio del Lectorado

salvación se realice en ese momento preciso. Es Cristo


mismo quien se hace presente en su palabra y, a través de
ella, es Él mismo quien habla. Es el Re.snrit?do vivo que se
hace presente entre los suyos y les ofreceLsu-
palabrajyjyLficadora^ue llama a la conversión y-nos
ofrece la sivación.
^ ) Un segundo sentido, consecuencia del anterior: el lector
se transforma errufi V£rdtäef(Tservi3or~cl£& la
comtmtdad.JL^ Palabra dé Dios, siempre viva y eficaz,
para producir sus efectos necesita ser proclamada, es
decir, anunciada y distribuida. Es el carisma propio del
lector: proclamar la Palabra divina para que todos la
olg^^para quejados la reciban, para que todos se salven.
Si el sacerdote que preside la Eucaristía hace las veces de
Cristo, es signo sacramental de la presencia del único
sumo y eterno Sacerdote, si es el que tiene la misión de
hacer presente el sacrificio redentor y, luego, reparte el
pan eucarístico, entonces también el lector está encargado
de repartir el pan de la Palabra de
Dios^ue^^ficaalpuebío'di'DiosT
Pero hay mas, no sólo correspondeal^^r regartird^pan de
la Palabra sino también “dar viS^^derta ^^^^Jgabra
divina,« decir,.hacer de la palabra escrita una
pdahraAa~que pueda ser escuchada y acogida _por los
oyentes de toda la comunidad, y eso como Palabra misma
de Dios. La palabra hístoricade Dios que fue primero
óráfy luegoseEzo Escritura, ahora vuelve a ser actual,
mediante el ministerio del lector y concretamente por la
boca del lector, y se hace Palabra viva para hoy, en el
espacio y el tiempo de los hombres, es decir, una palabra
“eficaz y mas cortante que espada de dos filos, (capaz) de
penetrar hasta las fronteras entre el alma y el espíritu,
hasta las junturas y médulas, y (que) escruta los
sentimientos y pensamientos del corazón (humano)...”
(Hb4,12-13). Como los antiguos Profetas, el lector debe
llegar a ser un hombre de la Palabra; como ellos debe
poner a disposición del Señor todo su sen su corazón, su
inteligencia, sus demás facultades y sentidos, aún su
misma boca para que, mediante su ministerio de la
299
Los Ministerios Instituidos

proclamación de la Palabra de Dios, se pueda encamar ella con


toda su riqueza. Eso le exige del lector mucho más que saber
leer y aún leer bien; debe conocer lasEscrituras, estudiarlas,
asimilarlas y orarlas: en vina palabra, volverlas norma viva de
toda su vida.

Finalmente, en un tercer sentido, también derivado de los dos


anteriores, el lector mediante su ministerio propio se convierte
en un servidor de la comunidad cristiana. Cuando la comunidad
cristiana se congrega para celebrar y ofrecer a Dios el culto
nuevo y definitivo, el culto “en espíritu y verdad” (Jn 4, 23),
ella lo hace sabiendo que recibe de Dios, en abundancia, su
alimento espiritual, tanto en la mesa del pan de la Palabra de
Dios como en la del Pan eucarístico. Por eso, de una cierta
manera, toda la co muñí dad que se alimentade la Eucaristía-y-
de la

bien preparada y realizada según las normas litúrgicas de la


Iglesia, tiene el derecho de oír y recibir la PaláBraHetSenor y
su explicación en las mejores condiciones posibles, tanto por
parte del ambiente y de las técnicas que facilitan la transmisión
de la Palabra como también de quien la proclama o explica. Por
eso, el lector no puede improvisar. Él es un ministro
indispensable en la transmisión de esta Palabra divina. Por eso,
su ministerio lo pone al servicio de toda la comunidad cristiana
reunida para el culto a Dios. De ahí, derivan todas las
exigencias de su preparación espiritual, doctrinal y técnica,
como se verá en el capítulo siguiente.

Lo que Com^elioy^uiam^ sintieronj eju. Joppeja. Simón-Pedro


para que le hablara de Tesús. es lo mismo que lacomunidad délos
creyentes esperad elriecfor cuando proclama la Palabra de Dios:
“(El) te dirá palabras que traerán la salv^óri^para^tiy^ara tu
casa**'(Hcblí, 14), Un buen /ecfprsiempre es apreriafcpoiir>daTa
comunidad brativa.

300
Naturaleza y Significación Teológica del Ministerio dei Lectorado

La: Sagrada Escritura es como una partitura musical^ue está


dormida mientras no se la ejecute. CuáHHoun lector o un
discípulo del Señor la lee, y en especial si se hace en una
asamblea dominical o en un grupo de oración, el Espíritu
Santo suscita en el corazón de los oyentes las disposiciones y
las actitudes espirituales para que estas palabras antiguas y
escritas se vuelvan palabras vivas y produzcan vida nueva. Por
eso, el ministerio del lector es un servicio indispensable
prestado a toda la comunidad cristiana; y es un servicio más
necesario si, como lo sabemos, muchos de nuestros.fieles no
tienen la preparación personal ni el tiempo para leer la Sagrada
Escrituray, cuando van a la celebración dominical u ótras^
vaíiconscientes^le que allí encontrarán todo lo que necesitan
para alimentar espiritualmente su vida cristiana.

Como acabamos de verlo, el lector, instituido o no, juega un


papel importante en las celebraciones de la comunidad
cristiana: es servidor de la Palabra divina y de la comunidad a
la que se dirige dicha Palabra de Dios. Ahora veremos y
analizaremos la triple incidencia teológica que tiene el
ejercicio del ministerio del lectorado en la vida de aquellos que
se preparan a la orden sagrada—

Primero, el lectorado desde la Ministerio, quaedam no es ya una


orden menor, sino un ministerio laiol que toma sufunHampn- to
enel bautismo y constituye uniforma de^ercer^liarerdnr^ común
de joslíéies. El seminarista, mientras no haya recibido la
imposición de las manos del Obispo, no deja de ser un laico
llamado a ser mas y más consciente de las exigencias de su
bautismo, de lo que significa ser discípulo de Jesucristo y del
compromiso apostólico que esto conlleva en su vida y en la
comunidad cristiana/ ^ Ejerciendo el ministerio del lectorado,
participa de una manera más activa y comprometida en las
celebraciones litúrgicas de la Eucaristía y demás. Su servicio de la
Palabra, como lo anotamos, no consiste sólo en leer la Sagrada
Escritura, sino que se refiere
301
Los Ministerios Instituidos

también a todo aquello que se relaciona con el anuncio de


Jesucristo y el servicio de la Palabra.
^Segundo, el seminarista, como laico, está también
comprometido en el proceso de su formación al diaconado y
al presbiterado. Con la recepción y el ejercicio de este
ministerio, se está preparando además a vivir una dimensión
importante del futuro ministerio diaconal y sacerdotal,
relacionado con la Palabra de Dios: el ministerio de la
predicación y enseñanza de la Palabra de Dios (cf. PO 4;
PDV26; 47; dmvp 45-47jCPor este motivo, la carta apostólica
Ministerio, quaedam (cf. n° Xl) hace obligatoria la recepción y
ejercicio del ministerio del lectorado durante los años de
formación en el Seminario Mayor u otro centro de
formación a la orden sagrada.

Tercero, con la recepción de este ministerio el candidato a la


orden sagrada adquiere un compromiso muy serio en su vida
espiritual. En efecto, todo el ministerio del lector está
centrado sobre la Palabra de Dios que él deberá proclamar
en la asamblea litúrgica; y por extensión, él deberá preparar
los fieles a la recepción de los sacramentos, es decir,
anunciar la Buena Noticia a los que la desconocen. Aquí,
podemos afirmar que se encuentran y concentran todos los
elementos para desarrollar una espiritualidad del lectorado.

Por una parte, la monición del Obispo lo invita a acoger y


escuchar él mismo esta Palabra de Dios en v con un corazón
hambriento, a meditarla, asimilarla, estudiarla para adquirir
el gusto exquisito y vivo por la Sagrada Escritura (cf. DV24-
25; MQ V); en una palabra, debe dejarse él mismo leer por la
misma Palabra de Vida105. Por eso, el Obispo en su homilía
exhorta al

105 Cf. Morin, Alfredo, "El único libro que me lee a mí. Modestas
reflexiones al caer la tarde", en Revista Medellin, vol. XIV n° 56
(diciembre de 1988) pp. 464-481. Entre otros textos, vale la pena citar
el de la anécdota que dio origen a este título: "El conocido biblista del
Consejo

302
Naturaleza y Significación Teológica del Ministerio del Lectorado

candidato con estas Palabras: Cuando anuncies a otros la


Palabra de Dios, sé dócil al Espíritu Santo, y tú mismo recibe esa
Palabra, medítala con diligencia, para que progresivamente vayas
adquiriendo el suave y vivo afecto a la Palabra divina; y que tu vida
dé testimonio de nuestro Salvador, Jesucristo

Por otra parte, la liturgia de la Institución le recuerda que


con toda su vida y no sólo con la Palabra divina, la que
proclama, debe manifestar a Jesucristo. A ejemplo de los
confesores de la fe y mártires de Cristo, Aurelio y Celerino,
el testimonio de su vida debe ser intachable; pues, la
proclamación de la Palabra se hace tanto con la boca como
también con la vida: ser para los demás una proclamación
edificante de la acción de laPalabra y del Espíritu Santo en
su propia vida. Fue, sin duda, pensando en la calidad de este
testimonio de vida que se ha elaborado la selección de las
lecturas propuestas por el Leccionario que acompaña el
Ritual de Órdenes. Esta selección es muy significativa:
proclamación de la Ley por Moisés (Dt 6,3-9; 30, 10-14),
eficacia de la Palabra (Is 55,10-11), lectura de la Ley por
Esdras (Ne 8,1-10), los textos del NT evocan los ejemplos de
los grandes lectores de la Palabra: Juan (1 Jn 1,1-4) y Pablo
(1 Co 2,1-5), las recomendaciones de Pablo a Timoteo (2 Tm

Mundial de Iglesias, Hans-Ruedi Weber, conserva con cariño en su


escritorio una talla de madera, obra de un artista anónimo de
Tanzania. Representa una mujer africana arrodillada. En su cara
tatuada de rasgos estrictamente simétricos despunta una sonrisa. Uno
adivina que su alegría tiene que ver con el libro marcado de una cruz
que ella mantiene alto sobre su cabeza. "En esta escultura, escribe
Weber, el artista quiso captar el momento cumbre de una historia a
menudo narrada en Africa del Este: una humilde mujer
acostumbraba deambular con una Biblia voluminosa. Nunca andaba
sin ella. Pronto los aldeanos empezaron a burlarse de ella: '¿Por qué
siempre la Biblia? ¡Hay tantos libros que puedes leer!' Pero la mujer
seguía impertubable con su Biblia, indiferente a la rechifla. Un día, se
arrodilló en medio de los burleteros y, elevando su Biblia sobre la
cabeza, dijo con amplia sonrisa: 'Por supuesto, son muchos los libros
que yo podría leer, pero éste es el único que me lee a mí' "(Webei:
Hans-Ruedi, Experiments with the Bible, Genova, World Council of
Churches, vn).
303
Los Ministerios Instituidos

3,14-17; 4,1-5), las enseñanzas y los ejemplos de Jesús (Mt


5, 14-19; Me 1, 35-39; Le 4,16-21; 24, 44-48; Jn 7, 14-
18)106.

106 Joseph, Lécuyer, Les ministéres , in Dictionnaire de Spiritualité, Tome X,


Édition, Beauchesne, Paris, 1980, col. 1266.

304
3
PREPARACIÓN DE LAS FUNCIONES
PROPIAS DEL LECTOR

Este tercer capítulo está consagrado a la preparación del


conjunto de las funciones del lector. Para no construir en el
aire, empezamos por reseñar y citar algunos extractos de los
principales documentos de la Iglesia donde se mencionan estas
funciones. Luego reflexionaremos sobre la importancia del
oficio de lector, la preparación espiritual y técnico-práctica del
mismo, profundizando los temas del manejo de los libros
litúrgicos, la capacidad técnica para la lectura, las condiciones
de una buena • lectura, así como las reglas para leer bien.

3.1 EN LOS PRINCIPALES DOCUMENTOS DE


LA IGLESIA
El lector es instituido para el ministerio que le es propio: el
de proclamar la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Es
el ministerium Verbi, función fundamental, esencial y
específica del lector, pero es también una función
indispensable en las asambleas eclesiales. Las distintas
funciones del lector, durante la Santa Misa o fuera de ella,
pueden agruparse en forma detallada, -como las
presentamos en seguida-, de acuerdo a los principales
documentos oficiales de la Iglesia relacionados con el
ministerio del lector, incluyendo al Código de Derecho
Canónico (1983); al final de este apartado, trataremos de
resumir dichas funciones en una visión más sintética.

Los principales documentos oficiales del Magisterio eclesial


conciliar y posconciliar por orden cronológico son lospnce
si; guientes:

BIBLIOTECA 305
J C? 'O
Los Ministerios Instituidos

§ 1 La Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la


liturgia, de diciembre 4 de 1963 (SC);

§ 2 La Instrucción Inter Oecumenici de la S.


Congregación de Ritos y Concilium125, de
septiembre 26 de 1964 (IO);

§ 3La Instrucción Musicam Sacram de la S.


Congregación de Ritos y Concilium126, de marzo 5
de 1967 (MS);

§ 4 La Instrucción Tres abhinc annos de la S.


Congregación de Ritos y el Concilium, de mayo 4 de
1967 (Toa);

§ 5 La Instrucción Eucharisticum mysterium de la S.


Congregación de Ritos y Concilium127 de mayo 25
de 1967 (EM);

§ 6 El nuevo Pontifical y Ritual Romanos de Pablo VI,


de agosto 15 de 1968 (PRR);

§7 La Ordenación General del Misal Romano, de abril 6


de 1969 (OGMR);

§ 8 La Carta apostólica Ministerio quaedam, de agosto


15 de 1972 (MQ);

125
Cf. S. Congregación de Ritos y Concilium, Instrucción general
(primera) Inter Oecumenici, para aplicar debidamente la Constitución
Sacrosanctum Concilium (26-IX-1964), cap. II, in Enchiridion-
Documentación litúrgica posconciliar, Barcelona, Editorial Regina,
1995, pp. 150-153.
126
Cf. Enchiridion- Documentación litúrgica posconciliar, Barcelona, Editorial
Regina, 1995, pp. 1258-1272.
127
Cf. Ibidem, pp. 155-183.

306
Preparación de las Funciones Propias del Lector

§ 9 El Directorio para las misas con niños de la


Secretaría de Estado y de la S. Congregación para
el Culto divino, de noviembre 1 de 1973 (Dmn);

§ 10 La Instrucción In ecclesiasticamfuturorum
sobre la formación litúrgica en los seminarios de la
S. Congregación para la Educación católica107, de
junio 3 de 1979
(1EF);
§ 11 La Instrucción Inaestimabile donum
recordando algunas normas acerca del culto del
Misterio eucarístico, de la S. Congregación para los
Sacramentos y el Culto divino, de abril 3 de 1980;

§ 12 La Ordenación del Leccionario de la Misa, 2a.


Edición de enero 21 de 1981 (OLM);

§ 13 El nuevo Código de Derecho Canónico, de


enero 25 de 1983 (CDC);

§ 14 El nuevo Ceremonial de los Obispos, de 1984 (CO);

§ 15 El nuevo Bendicional, de mayo 31de 1984 (B);

§ 16 El Directorio para las celebraciones


dominicales en ausencia del presbítero, de junio 2
de 1988 (Dir).

§ 17 La Instrucción sobre algunas cuestiones


acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes, de la S.
Congregación para el Clero, de agosto 15 de 1997
(CCLSMS).

107 Cf. Ibidem, pp. 63-81.


307
Los Ministerios Instituidos

Extractos de los textos del Magisterio


3.1.1 Según la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la
liturgia
(n® 29)Los acólitos, lectores, comentadores y
cuantos pertenecen a la schola cantorum desempeñan
un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por
tanto, su oficio con la sinceridad y el orden que
conviene a tan gran ministerio y les exige con razón
el pueblo de Dios. Con ese fin, es preciso que cada
uno a su manera esté profundamente penetrado del
espíritu de la liturgia y que sea instruido para
cumplir su función debida y ordenadamente.

3.1.2 Según la Instrucción Inter Oecumenici129


(na 13b) Háganse con la máxima perfección las
celebraciones litúrgicas. Por tanto: los clérigos
ejerzan frecuentemente el ofido litúrgico propio de
su Orden es dedr, de diácono, de subdiácono, de
acólito, de lector, y además el de comentador y
cantor.

(nB 49) En las misas celebradas con el pueblo, las


lecturas, la epístola y el Evangelio se leerán o
cantarán de cara la pueblo:

a) En la misa solemne: en el ambón o junto al


cancel del presbiterio.

b) En la misa cantada y en la misa rezada, si el


celebrante las lee o las canta, desde el altar, o en el
ambón, o junto al cancel del presbiterio, según sea
más oportuno. Pero si otro las lee o canta, en el
ambón o junto al cancel del presbiterio.

129 Hacemos observar que algunos pasajes de este Documento romano


reflejan la situación anterior a la reforma de Pablo vi con la
promulgación de la Ministerin quaedam (de agosto 15 de 1972).

308
Preparación de las Funciones Propias del Lector

(nQ 50) En las misas no solemnes celebradas con el


pueblo, un lector idóneo o un acólito puede leer las
lecciones y la epístola con los cantos
interlecdonales, que el celebrante escuchará
sentado. El Evangelio lo puede leer un diácono u
otro sacerdote, que dice: Munda cor meum, pide la
bendición y al final presenta el libro de los
Evangelios al ósculo del celebrante.

(n° 51) En las misas con canto, las lecturas de la


epístola y el Evangelio, pueden ser leídas, sin canto.

3.1.3 Según la Instrucción Musicam Sacram


(n° 13) Las acciones litúrgicas son celebraciones de
la Iglesia; es decir, del pueblo santo congregado y
ordenado bajo la presidencia del Obispo o de un
presbítero (cf. SC 10 y 41-42; LG 28). Ocupan en la
acción litúrgica un lugar especial: el sacerdote y sus
ministros,, por causa del orden sagrado que han
recibido, y por causa de su ministerio, los
ayudantes, los lectores, los comentadores y los que
forman parte del grupo de cantores (SC 29).

(na 26) El sacerdote, los ministros sagrados y los


ayudantes, el lector, los que pertenecen al coro y el
comentador pronunciarán los textos que les
correspondan de forma bien inteligible para que la
respuesta del pueblo, cuando el rito lo exige, resulte
más fácil y natural. Conviene que el sacerdote y los
ministros de cada grado unan su voz a la de toda la
asamblea de los fieles en las partes que
corresponden al pueblo (cf. 10 48,b).

3.1.4 Según la Instrucción Tres abhinc anuos


(n° 18) La misa celebrada por un sacerdote
invidente o enfermo, que, por indulto, dice misa
votiva, se puede regular de la siguiente manera:
a) (•••)
309
Los Ministerios instituidos

b) Otro sacerdote, o diácono, o lector, o ayudante


lea las lecturas de la misa del día o del Leccionario
ferial. Si tan sólo se dispone de un lector o ayudante,
se le otorga a éste la facultad de leer también el
Evangelio, omitiendo, sin embargo, el Munda cor
meum, lube domne, benedicere y Dominus sit in
corde meo. Pero es el celebrante el que dice:
Dominus vobiscum antes de la lectura del Evangelio
y el que besa al final.

3.1.5 Según la Instrucción Eucharisticum


mysterium
(n° 20)Para fomentar el orden debido en la
celebración sagrada y la participación activa de los
fieles, los ministros no sólo han de desempeñar su
función rectamente según las leyes litúrgicas, sino
actuar de tal modo que inculquen el sentido de lo
sagrado.

El pueblo tiene el derecho a ser alimentado en la


Misa con la proclamación y explicación de la
Palabra de Dios. De ahí que los sacerdotes no sólo
han de tener la homilía cuando se prescribe o
conviene, sino que han de procurar también que
todo aquello que dicen ellos o los ministros
(instituidos o no), según su función, lo pronuncien o
canten de tal modo que los fieles lo perciban
claramente y entiendan su sentido, e incluso tiendan
espontáneamente a responder y participar (cf. SC
11). Sean preparados para esto los ministros con
adecuados ejercicios, especialmente en el seminario
y en las casas religiosas.

3.1.6 Según el Pontifical y Ritual Romanos


(n® 5 § 2) Una vez constituido lector, o sea,
mensajero de la Palabra de Dios, prestarás tu
cooperación en este encargo y, por lo mismo,
recibirás un ministerio especial para con el pueblo
de Dios y para el servicio de la fe, que tiene raíz y
fundamento en la Palabra de Dios.

310
Preparación de las Funciones Propias del Lector

(nc 5 § 3) Proclamarás la Palabra de Dios en la


asamblea litúrgica; educarás en la fe y prepararás
a los niños y a los adultos para recibir los
sacramentos; anunciarás el mensaje de salvación a
quienes aún lo desconocen.

(n° 5 § 4) En esta forma y por tu cooperación,


todos podrán llegar al conocimiento de Dios Padre
y de su Hijo Jesucristo, enviado por Él, y podrán
alcanzar la salvación eterna.

(n° 5 § 5) Cuando anuncies a los demás la Palabra


de Dios, sé dócil al Espíritu Santo, y tú mismo
recibe la Palabra, medítala con diligencia, para
que progresivamente vayas adquiriendo el suave y
vivo afecto a la Palabra divina; y que tu vida dé
testimonio de nuestro Salvador, Jesucristo.

3.1.7 Según la Ordenación General del Misal Romano


Lectura de la Palabra y su explicación (n° 9) Cuando se
leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es Dios mismo
quien habla a su pueblo y Cristo, presente en su
Palabra, quien anuncia el Evangelio. Por eso, las
lecturas de la Palabra de Dios, que proporcionan a la
liturgia un elemento de mayor importancia, deben ser
escuchadas por todos con veneración. Y aunque la
Palabra divina, en las lecturas de la Sagrada Escritura,
va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos y
está al alcance de su entendimiento, sin embargo, su
eticada aumenta con una exposidón viva, es dedr, con la
homilía, que viene así a ser parte de la acdón litúrgica.

Modos de pronunciar los diversos textos


(n° 18) En los textos que han de pronundar en voz alta
y clara el sacerdote o sus ayudantes o todos, la voz ha

311
Los Ministerios Instituidos

de responder a la índole del respectivo texto, según


se trate de lectura, oración, advertencia, aclamación
o canto; téngase igualmente en cuenta la dase de
celebradón y la solemnidad de la asamblea; aparte,
naturalmente, de la índole de las diversas lenguas y
caracteres de los pueblos.

En las rúbricas y normas que siguen, los vocablos


"pronunciar" o "dedr" deben entenderse lo mismo
del canto que de los reatados, según los prindpios
que acaban de enundarse.

Entrada
(n° 26) Si no hay canto de entrada, los fieles o
algunos de ellos o un lector reatarán la antífona que
aparece en el Misal. Si esto no es posible, la reatará
al menos el mismo sacerdote después del saludo.

Liturgia de la Palabra
(nQ 33) Las lecturas tomadas de la Sagrada
Escritura, con los cantos que se intercalan,
constituyen la parte principal de la Liturgia de la
Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oradón
universal y oradón de los fieles, la desarrollan y
concluyen. En las lecturas, que luego desarrolla la
homilía, Dios habla a su pueblo, le descubre el
misterio de la redención y salvación y le ofrece el
alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su
Palabra, se hace presente en medio de los fieles. Y
esta Palabra la hace suya el pueblo con los cantos, y
mostrando su adhesión a ella con la profesión de
fein0 34) En las lecturas se dispone la Mesa de la
Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros
bíblicos (cf. SC 51). Como, según la tradidón, la
lectura de estos textos no es un ofido presidendal,
sino ministerial, conviene
312
Preparación de las Funciones Propias del Lector

que habitualmente lea el Evangelio el diácono o,


faltando éste, otro presbítero. El lector hará las otras
lecturas...

Rito de comunión
(na 56i) Si no hay canto, la antífona (de comunión)
propuesta por el Misal es rezada por los fieles o por
algunos de ellos, o por un lector, o, en último
término, a recitará el mismo sacerdote, después de
haber comulgado y antes de distribuir la comunión
de los fíeles.

Ministerios peculiares
(na 66) El lector ha sido instituido para hacer las
lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el
Evangelio. Puede también proponer las intenciones
de lá Oración Universal, y cuando falta el salmista,
proclamar el salmo responsorial.

El lector tiene un puesto propio en la celebración


euca- rística, ministerio que debe ejerceer él, aunque
haya otro ministro de grado superior.

Para que los fieles lleguen a adquirir una estima


suave y viva de la Sagrada Escritura (cf. SC 24) por
la audición de las lecturas divinas, es necesario que
los lectores que ejercen este ministerio, aunque no
hayan sido instituidos en él, sean de veras aptos y
estén diligentemente preparados.

(na 71) Si están presentes varios que pueden ejercitar


un mismo ministerio, nada impide el que se
distribuyan entre sí las diversas partes del mismo;
por ejemplo, un diácono puede encargarse de las
partes cantadas y otro del ministerio del altar; si hay
varias lecturas conviene distribuirlas entre diversos
lectores; y así en lo demás.
313
Los Ministerios Instituidos

Misa con participación del pueblo (nQ 78) Conviene que


ordinariamente asistan al sacerdote celebrante un
acólito, un lector y un cantor esta forma, en lo que
seguirá, la denominamos "típica". Sin embargo, el rito
que a continuación se describirá prevé también la
posibilidad de un mayor número de ministros.

Liturgia de la Palabra
(n° 89) Terminada la oración colecta, el lector se dirige
al ambón y proclama la primera lectura, que todos
escuchan sentados y pronuncian al final la aclamación.

(n° 90) Terminada la lectura, el salmista o un cantor o


el mismo lector recita el salmo, y el pueblo va diciendo
la respuesta (cf. n° 36).

(n° 91) Luego, si hay una segunda lectura antes del &
Evangelio, el lector la hace desde el ambón, como se
ha
dicho antes, permaneciendo todos sentados mientras
escuchan y aclamando al final.

Funciones del lector


(n° 148) En la procesión al altar, en ausencia del
diácono, el lector puede llevar el libro de los
Evangelios: en este caso, antecede al sacerdote; de lo
contrario va con los otros ministros.

(n° 149) Al llegar al altar, hecha la debida reverencia,


junto con el sacerdote, sube al altar, deja sobre él el
libro de los Evangelios y se coloca en el presbiterio
junto con los otros ministros.

(n® 150) Lee en el ambón las lecturas que preceden al


Evangelio. Cuando no hay salmista, después de la
primera lectura puede proclamar el salmo respon-
sorial.

314
Preparación de las Funciones Propias del Lector

(nfi 151) En ausencia del diácono, el lector puede


proclamar las intenciones de la Oración universal,
después que el sacerdote ha hecho la introducción a la
misma.

(n° 152) Si no hay canto de entrada ni de comunión y


los fíeles no recitan las antífonas propuestas en el
Misal, el lector las dice en el momento conveniente.

3.1.8 Según la Ministerio, quaedam


(nc V) El lector está instituido para la función que le es
propia, de leer la Palabra de Dios en la asamblea
litúrgica. Por lo cual proclamará las lecturas de la
Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la Misa y
en las demás celebraciones sagradas; faltando el
salmista, recitará el salmo interlecdonal; proclamará
las intenciones de la Oración Universal de los fíeles,
cuando no haya un diácono o cantor disponible;
dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel;
instruirá a los fíeles para recibir dignamente los
Sacramentos de la fe. También podrá, cuando sea
necesario, encargarse de la preparación de los otros
fíeles a quienes se encomiende temporalmente la
lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos.
Para realizar mejor y más perfectamente estas
fundones, medite con asiduidad la Sagrada Escritura.

El lector, consdente de la responsabilidad adquirida,


procure con todo empeño y ponga los medios aptos
para conseguir cada día más plenamente el suave y
vivo amor (cf. SC 24; DV 25), así como el conocimiento
de la Sagrada Escritura, para llegar a ser más perfecto
disdpulo del Señor

3.1.9 Según el Directorio para las misas con


niños (n° 24) (...). También en las misas con niños
debe fomentarse la diversidad de ministerios, a fin de
que la

315
Los Ministerios Instituidos

celebración manifieste su carácter comunitario (cf. SC 28)


empléense, por ejemplo, lectores y cantores, bien entre
los niños, o bien entre los adultos. De este modo, la
variedad de voces evitará el aburrimiento.

3.1.10 Según la Instrucción In ecclesiasticam


futurorum
(n® 13) A fin de que los alumnos experimenten el
misterio de la Iglesia en cuanto jerárquica, o sea, distinta
en la variedad de los miembros y de ministerios, es
conveniente que haya en el seminario diáconos, acólitos
y lectores, que, imbuidos de la espiritualidad del propio
oficio, ejerzan su ministerio en las acciones litúrgicas (cf.
SC 28); de este modo se hará patente a todos los alumnos
la.fundón propia del sacerdocio ministerial y las de los
diáconos, de los lectores y de los acólitos.

(nB 23) (...) Aparte de la excepción de que se habla en el


n® 14, la misa debe ser celebrada por toda la comunidad
del Seminario, en la que cada uno participa según su
condición. Por eso, los sacerdotes que viven en el
Seminario y que no están obligados por oficio pastoral a
celebrar en otra parte, será bueno que concelebren la misa
de la comunidad, mientras los diáconos, los acólitos y los
lectores ejercitarán los respectivos oficios (cf. n® 41).

(n® 41) Los lectores y acólitos ejerciten sus oficios. Los


diáconos, por su parte, antes de ser llamados al
sacerdocio, ejerciten su orden durante un cierto tiempo,
ya en el seminario, ya en las parroquias, ya especialmente
junto al propio Obispo.

3.1.11 Según la Instrucción Inaestimabile Donum


(n® 2) La lectura de la perícopa evangélica está
reservada al ministro ordenado, es derii; al diácono o al
sacer-

316
Preparación de las Funciones Propias del Lector

dote. Las demás lecturas, cuando es posible, sean


confiadas a un lector o a otros seglares preparados
espiritual y técnicamente. A la primera lectura sigue
un salmo responsorial que forma parte integrante de
la liturgia de la Palabra (cf. OGMR 36).

3.1.12 Según la Ordenación del Leccionario de la Misa


(n° 14) Lo que más ayuda a una adecuada
comunicación de la Palabra de Dios a la asamblea por
medio de las lecturas es la misma manera de leer de
los lectores, que deben hacerlo en voz alta y dara y
con conod- miento de lo que leen. Las lecturas,
tomadas de versiones aprobadas, pueden, según la
índole de las diversas lenguas, ser cantadas, pero de
modo que el canto no oscurezca el texto, sino que le
dé realce...

(nfi 34) Para que el ambón sirva adecuadamente para


las celebradones, debe tener la sufidente amplitud, ya
que a veces debe situarse en él más de un ministro.
Además, hay que procurar que los lectores tengan en
el ambón la sufidente iluminadón para la lectura del
texto, y, si es necesario, puedan utilizar los actuales
instrumentos de orden técnico para que los fieles
puedan oír cómodamente.

(n® 49) La tradidón litúrgica asigna la fundón de leer


las lecturas bíblicas en la celebradón de la Misa a los
ministros: lectores y diácono. A falta de diácono o de
otro sacerdote, el mismo sacerdote celebrante leerá el
Evangelio (cf. OGMR 34) y, si tampoco hay lector,
todas las lecturas (cf. OGMR 96).

(nQ 51) "El lector tiene un ministerio propio en la


celebradón eucarística, ministerio que debe ejercer él,
aun-

317
Los Ministerios Instituidos

que haya otro ministro de grado superior" (OGMR 66).


Al ministerio de lector conferido con el rito litúrgico
hay que darle la debida importancia. Los lectores
instituidos/ si los hay, deben ejercer su función
propia, por lo menos los domingos y días festivos,
sobre todo en la celebración principal. También se
Ies podrá confiar el encargo de ayudar en la
organización de la Liturgia de la Palabra y de cuidan
si es necesario, la preparación de otros fieles que, por
encargo temporal, han de leer las lecturas en la
celebración de la Misa (cf. MQ v).

(nfi 52) La asamblea litúrgica necesita de lectores,


aunque no estén instituidos para esta función. Hay
que procurar, por tanto, que haya algunos laicos, los
más idóneos, que estén preparados para ejercer este
ministerio130. Si se dispone de varios lectores y hay
que leer varias lecturas, conviene distribuirlas entre
ellos.

(n° 53) En las misas sin diácono, la función de


proponer las intenciones de la Oración universal hay
que confiarla a un cantor, principalmente cuando
estas intenciones son cantadas, a un lector o a otro131.

(n° 54) El sacerdote distinto del celebrante, el


diácono y el lector instituido en su propio ministerio,
cuando suben al ambón para leer la Palabra de Dios
en la celebración de la Misa con participación del
pueblo, deben llevar la vestidura sagrada propia de
su función. Los que ejercen el ministerio de lector de
modo transitorio, e

13° Cf. S. Cong. para los Sacramentos y el Culto divino, Instrucción


InaestimabUe donum (abril 3 de 1980), 2 y 18; también S. Cong. para el
Culto divino, Directorium de Miséis cum pueris (nov. 1 de 1973), 22, 24,
27.
131 Cf. OGMR 47, 66, 151; cf. También consejo para la puesta en práctica
de la Constitución sobre la sagrada liturgia De oratione communi seu
fidelium 8 (Ciudad del Vaticano 1966).
318
Preparación de las Funciones Propias del Lector

incluso habitualmente, pueden subir al ambón con la


vestidura ordinaria, aunque respetando las
costumbres de cada lugar.

(nQ 55) "Para que los fieles lleguen a adquirir una


estima suave y viva de la Sagrada Escritura por la
audición de las lecturas divinas, es necesario que los
lectores que ejercen tal ministerio, aunque no hayan
sido instituidos en él, sean de veras aptos y
diligentemente preparados" (OGMR 66). Esta
preparación debe ser antes que nada espiritual, pero
también es necesaria la preparación llamada técnica.
La preparación espiritual presupone, por lo menos,
una doble instrucción: bíblica y litúrgica. La
instrucción bíblica debe apuntar a que los lectores
estén capacitados para percibir el sentido de las
lecturas en su propio contexto y para entender a la
luz de la fe el núcleo central del mensaje revelado.
La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores
una cierta percepción del sentido y de la estructura
de la liturgia de la Palabra y las razones de la
conexión entre la liturgia de la Palabra y la liturgia
eucarística. La preparación técnica debe hacer que
los lectores sean cada día más aptos para el arte de
leer ante el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con
ayuda de los instrumentos modernos de ampliación
de la voz.

3.1.13 Según el nuevo Código de Derecho


Canónico
(n° 230 § 1) Los varones laicos que tengan la edad y
condiciones determinadas por el decreto de la
Conferencia Episcopal, pueden ser llamados para el
ministerio especial de lector y acólito, mediante el
rito litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de
esos ministerios no les da derecho a ser sustentados o
remunerados por la Iglesia.
Preparación de las Funciones Propias del Lector

319
Los Ministerios Instituidos

(nc 230 § 2) Por encargo temporal, los laicos pueden


desempeñar la función de lector en las celebraciones
litúrgicas; así mismo, todos los laicos pueden
desempeñar las funciones de comentador, cantor y
otras, a tenor de la norma del derecho.

(nQ 230 § 3) Donde lo aconseje la necesidad de la


Iglesia y no hay ministros, pueden también los laicos,
aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirle en
algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el
ministerio de la Palabra, presidir las oraciones
litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada
Comunión, según las prescripciones del derecho.

(na 1035 § 1) Antes de que alguien sea promovido al


diaconado, tanto permanente como transitorio, es
necesario que el candidato haya recibido y haya
ejercido durante el tiempo conveniente los
ministerios de lector y de acólito.

3.1.14 Según el Ceremonial de los Obispos132


(n° 30) El lector tiene sus funciones propias en la
celebración litúrgica, las que debe ejercen aun en el
caso de que estén presentes ministros de orden
superior (cf. OGMR 66).

(n° 31) De entre los ministros inferiores, del primero


que históricamente hay constancia es del lector. Se
encuentra en todas las Iglesias (de Oriente y
Occidente), y su ministerio siempre ha sido
conservado. El lector es instituido para el ministerio
que le es propio, a saber, leer la Palabra de Dios en la
asamblea litúrgica. Por

132
Seguimos la versión castellana para América Latina del Consejo
Episcopal Latinoamericano (CELAM), Departamento de Liturgia (DEL),
Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1991.

320
Preparación de las Funciones Propias del Lector

ello, en la Misa y en otras acciones sagradas lee las


lecturas, exceptó el Evangelio. Si no hay salmista,
recita el salmo interlecdonal. En caso de no haber
diácono, propone las intenciones de la Oración
universal.

En cuanto sea necesario, él lector prepare a los fíeles


que pueden leer la Sagrada Escritura en las acciones
litúrgicas. Sin embargo, en las celebraciones
presididas por el Obispo, conviene que lean lectores
instituidos según el rito previsto, y si son varios, se
distribuirán entre ellos las lecturas133.

(n° 32) Consciente de la dignidad de la Palabra de


Dios y de la importancia de su ofodo, tenga constante
pre- ocupadón por la dicdón y pronunciación, para
que la Palabra de Dios sea daramente comprendida
por los partidpantes.

Ya que el lector anunda a los otros la Palabra divina,


recíbala también él dócilmente, medítela con asiduidad y
con su modo de vivirá sea testigo de ella.

(n° 65) La vestidura litúrgica común para todos los


ministros de cualquier grado es el alba, que debe
ceñirse a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté
hecha de tal manera que pueda ajustarse al cuerpo sin
necesidad de cíngulo. Pero antes de ponerse el alba, si
ésta no cubre perfectamente el vestido ordinario
alrededor del cuello, póngase un amito. El alba no
puede cambiarse por un sobrepelliz, cuando se ha de
vestir la casulla o la dalmática, o cuando la estola
cumple la

133
Cf. Pablo VI, Carta Apost. Ministerio quaedatn V; Misal Romano,
Leccionario de la Misa, Nociones preleminares 51-55; Liturgia de las '
Horas, Intrucción general 259.

321
Los Ministerios Instituidos

fundón dé casulla o dalmática (cf. OGMR 298). El


sobrepelliz ha de llevarse siempre sobre la sotana.

Los acólitos, lectores y demás ministros, en vez de


las vestiduras antes mendonadas, pueden usar otras
legítimamente aprobadas.

3.1.15 Según la Introducción del Bendicional


(n® 18d) Los acólitos y lectores, que por la
Institudón que se les ha conferido desempeñan una
peculiar fundón en la Iglesia, con razón se les
concede, de preferenda a los demás laicos, la
facultad de impartir algunas bendiciones134, a juido
del Ordinario del lugar:.. Pero en présenda del
sacerdote o del diácono, deben cederles a ellos la
presidenda.

134
De acuerdo al nuevo Bendicional un laico (hombre o mujer) puede
realizar varias bendiciones, por la eficacia del sacerdocio común, del
que se ha hecho partícipe por el Bautismo y la Confirmadón (cf. n®
18); con mayor razón si es lector instituido; dichas bendiciones son las
siguientes: adultos (enfermos), aeropuerto, animales, avión, barco,
catequesis (reunión), campos y prados, drcunstandas diversas, niños
(bautizados, todavía no bautizados, en familia, por sus padres), niños
enfermos, esposos, familias, novios (celebración del compromiso),
frutos nuevos, instaladón técnica, instrumentos de trabajo, casa nueva,
madre y padre (después de un nadmiento), medios de transporte (vía,
puente, vía del ferrocarril, puerto, aeropuerto), reunión de oración,
escapulario, mesa, andanos (en la casa), viaje (antes). Es de notar que
en las diferentes bendidones posibles para los laicos: -la fórmula de
salutadón inidal es propia; -la fórmula de bendidón se dice: no con las
manos extendidas (como lo hacen los diáconos y los presbíteros), sino
juntas; -la bendidón final se hace de la manera siguiente: el ministro
laico no bendice a la manera del sacerdote o del diácono (hadendo la
señal de la cruz sobre los demás), sino que él mismo se santigua y
invita a los partidpantes a hacer lo mismo; -la despedida se hace
invocando la bendición de Dios sobre uno (cf. Bendicional 18d; 131;
142. 153. 156).

322
Preparación de las Funciones Propias del Lector

3.1.16 Según el Directorio para las celebraciones


dominicales en ausencia de presbítero
(nc 30) Cuando estén ausentes tanto el presbítero
como el diácono, el párroco designará a laicos, a los
que encomendará el cuidado de las celebraciones, es
decir, la guía de la plegaria, el servicio de la Palabra
y la distribución de la santa comunión.

Deberá elegir en primer lugar a los acólitos y


lectores, instituidos para el servicio del altar y de la
Palabra de Dios. Faltando también éstos, pueden ser
designados otros laicos, hombres y mujeres, los
cuales pueden ejercer esta función en base a su
bautismo y a su confirmación (cf. AP 1). Éstos sean
elegidos atendiendo a su conducta de vida, en
consonancia con el Evangelio; y se tenga en cuenta
el que puedan ser bien aceptados por los fieles. La
designación se hará habitualmente por un período
determinado y se manifestará públicamente a la
comunidad. Es conveniente que se haga una plegaria
especial por ellos en alguna celebración (cf.
Bendicional, bendición para lectores 392-408;
bendición para acólitos 409-426).

El párroco se responsabilizará de dar a estos laicos


una oportuna y continua formación y de preparar con
ellos unas celebraciones dignas (cf. Capítulo III).

323
Los Ministerios Instituidos

3.1.17 Según la Instrucción sobre algunas cuestiones


acerca de la colaboración de los fieles
laicos en el sagrado ministerio de los
sacerdotes
Artículo 7
Las celebraciones dominicales
en ausencia de presbítero

§ 1 En algunos lugares, las celebraciones dominicales (cf.


CDC1248, § 2) son guiadas, por la falta de presbíteros o diáconos,
por fieles no ordenados. Este servicio, válido cuanto delicado, es
desarrollado según el espíritu y las normas específicas emanadas
en mérito por la competente Autoridad eclesiástica 108. Para
animar las mencionadas celebraciones el fiel no ordenado deberá
tener un especial mandato del Obispo, el cual pondrá atención en
dar las oportunas indicaciones acerca de la duración, lugar, las
condiciones y el presbítero responsable.

§ 2 Tales celebraciones, cuyos textos deben ser aprobados por la


competente Autoridad eclesiástica, se configuras siempre como
soluciones temporales109. Está prohibido inserir en su estructura
elementos propios de la liturgia sacrificial, sobre todo la "plegaria
eucarís- tica", aunque sí en forma narrativa, para no engendrar
errores en la mente de los fieles (cf. Directorio... Christi Ecclesia
35:1. C; CDC 1378, § 2, nfi 1 y § 3; 1384).
A tal fin debe ser siempre recordado a quienes toman
parte en ellas que tales celebraciones no sustituyen al

108
Cf. CDC 1248, § 2; Instrucción Inter oecumenici (26 septiembre 1964), 37; S. Cong.
Para el Culto Divino, Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia del
presbítero, Christi Ecclesia (10 junio 1988): Notitiae 263 (1988).
>36 Cf. Juan. Pablo II, Alocución (5 junio 1993): AAS 86 (1994), p. 340.

324
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Sacrificio eucarístico y que el precepto festivo se cumple


solamente participando a la Santa Misa (cf. CDC 1248). En tales
casos, allí donde las distancias o las condiciones físicas lo
permitan, los fieles deben ser estimulados y ayudados todo lo
posible para cumplir el precepto.
(
Visión sintética de las funciones
Después de la presentación de los diferentes documentos eclesiales
referentes al ministerio del lector, tratemos de dar una visión más
sintética de las funciones que corresponden a este ministerio
específico del lector.
El vistazo panorámico a los principales documentos, nos
manifiesta que el oficio del lectores un verdadero ministerio
litúrgico'(SC29). Por eso, la proclamación de la Palabra de Dios, en
una celebración litúrgica, no es un oficio presidencial, es decir,
reservado al sacerdote que preside, sino ministerial (OGMR 34),
propio del lector. A causa de su ministerio, él debe ocupar unlugar
especial en la acción litúrgica (MS 13). Si es instituido en este
ministerio, el lector se convierte en un servidor de la Palabra divina,
para todo el pueblo de Dios y al servicio de la fe de todos (PRO 5).
De ahí, la exigencia de su apta y diligente preparación para que los
fieles adquieran un vivo afecto ala Sagrada Escritura (£F13) y el
sentido de lo sagrado en la liturgia (EM 20). Sus funciones pueden
sintetizarse de la manera siguiente (cf. OGMR 148-152):

1. Corresponde al lector la proclamación de las lecturas de la


Sagrada Escritura, excepto el Evangelio, tanto en la celebración
eucarística como en la celebración de los demás sacramentos o
acciones litúrgicas (cf. OGMR 66; MQ 5).

2. Por razones de suplencia, -cuando falta el diácono o el cantor o


el salmista-, proclamará la Oración universal de los fieles y
realizará las funciones propias del cantor que dirige el canto y guía
la participación del pueblo de Dios en las celebraciones litúrgicas
(MQ 5; OGMR 66); las del salmista al recitar el salmo
32
5
Los Ministerios Instituidos

interleccional; y las del monitor que presenta las diversas


moniciones a lo largo de la celebración litúrgica.

3. Corresponde también al lector realizar las oportunas


catcquesis sacramentales para que quienes -niños y adultos-,
se preparan para recibir con dignidad los Sacramentos de la fe
lleguen a celebrarlos con la participación y vivencia cristiana
requeridas (cf. MQ 5; PRO 5).

4. Atañe, además, a la responsabilidad del lector la


preparación de quienes temporalmente, o cuando las
circunstancias lo exigen, deban leer la Sagrada Escritura en
las celebraciones o demás acciones litúrgicas (MQ 5).

5. Tiene también el lector el compromiso de anunciar el


mensaje de la salvación a quienes se olvidaron o ignoran el
Evangelio de Jesucristo; entendiendo la catcquesis de
evangeli- zacion en un sentido general de instrucción en la fe,
en virtud de la vocación de cada bautizado de anunciar el
mensaje evangélico (cf. LG 35; AA 6; PRO 5).

6. En ciertas circunstancias, podrá impartir algunas


bendiciones sobre personas y objetos, previstas en el nuevo
Bendicional (1986), -a juicio del Ordinario del lugar-,
precisamente por ejercer el ministerio instituido del lectorado;
salvo si está presente un sacerdote o un diácono (cf.
Bendicional 18d).

7. Los domingos en ausencia de un presbítero o del diácono


podría dirigir unas celebraciones dominicales, con la
autorización de la autoridad competente: por ejemplo guiar la
oración comunitaria, realizar una celebración de la Palabra de
Dios y distribuir la santa comunión (cf. El Directorio para
celebraciones dominicales en ausencia del presbítero 30).

En resumen, el lector tiene la función de: proclamar la


Palabra de Dios, educar al pueblo de Dios en la fe, predicarle
la Buena
326
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Noticia de la Salvación, anunciar a la persona adorable de


Jesucristo y glorificar a Dios nuestro Padre, impartir algunas
bendiciones en ciertas circunstancias, y, finalmente, dirigir a
veces una celebración dominical en ausencia del presbítero o
del diácono.

3.2 IMPORTANCIA DEL OFICIO DE LECTOR


Uno de los ministerios litúrgicos más importantes que se
pueda ejercer en una celebración cristiana es precisamente el
de proclamar las lecturas bíblicas. Pues, junto con el salmista
y el predicador en la homilía, el lector es quien ayuda a la
comunidad cristiana a escuchar en las mejores condiciones
posibles la Palabra de Dios, y luego a acogerla en su corazón
como Palabra de vida pronunciada hoy para cada uno de los
participantes110. Es él que debe ayudar a los fieles de las
asambleas litúrgicas a adquirir un vivo afecto por la Palabra
divina; y debe inculcar a la asamblea litúrgica el sentido de lo
sagrado. Por eso, no es fácil leer bien. Es un verdadero reto,
en el que el lector no es un protagonista sino un mediador
entre la Palabra divina y la asamblea de los oyentes.

Recordemos aquí la recomendación de San Agustín para el


lector. Son palabras que no han perdido su actualidad y que
pueden iluminar y guiar todo el esfuerzo de una preparación
esmerada para un mejor ejercicio del ministerio del lectorado.

Si tu voz no resuena,
no resonará la Palabra de Cristo;
si no das bien el sentido,
el pueblo no podrá comprender la Palabra;
si no das la debida expresión,
la Palabra perderá su fuerza
(Enarrat. In Salmo 103,3s.)

110 En este apartado, se sigue de cerca a José Aldazabal, sintetizando su


presentación del ministerio del lector; cf. Aldazabal Ministerios de
laicos, (El lector), Dossiers, CPL 35, Barcelona 1987, pp. 51-59.

327
Los Ministerios Instituidos

No es fácil leer bien, porque leer bien es re-crear un texto, es


darle vida, es dar voz al autor sagrado. Leer bien es sin duda
pronunciar palabras, pero ante todo es transmitir un mensaje
vivo; aunque el texto leído pertenezca a libros antiguos, el
lector debe transmitir a la comunidad de los oyentes lo que
Dios les quiere decir hoy. Leer bien es transmitir un mensaje a
los oyentes para que se den por enterados y se dejen interpelar
por Dios que les habla hoy. No se trata sólo de que todos oigan,
sino que todos entiendan lo que oyen. Más aún, deben poder
captar el sentido del mensaje, para que éste produzca eco en
sus corazones, para que se sientan movidos a dar una respuesta
afirmativa, gracias al mismo modo de proclamar la Palabra
divina.
Leer bien es mucho más que leer, se trata en realidad de
proclamar la Palabra. Proclamar es pronunciar, es promulgar
en nombre de Dios delante de toda la comunidad de los fieles
que escuchan. Aquí, no se trata de una mera lectura personal o
de una información comunicada, sino de un verdadero
ministerio público que se ejerce dentro de una celebración
litúrgica, es decir, un gesto litúrgico, un servicio litúrgico
indispensable, realizado con fe, desde la fe y para alimentar la
fe de los oyentes.
Leer bien no es fácil, porque algunas veces los textos son
difíciles. Las motivaciones y la preparación de los participantes
no son las mejores. Si, además, el lector cae en los defectos
más corrientes de este servicio -como la precipitación, el fraseo
inexacto, el tono desmayado o nasal, el mal uso de los
micrófonos, etc...-, entonces se corre el peligro de que la
celebración de la Palabra se vuelva un momento rutinario,
aburridor e inútil dentro de la celebración eucarística.
No es fácil leer bien, porque el lector no debe ser un
protagonista, sino un simple mediador. Una de las primeras
condiciones del buen lector es la de ser un verdadero
mediador, un mediador entre Dios que dirige su palabra y la
comunidad cristiana que la escucha y la hace suya. El buen
lector no transmite
328
Preparación de las Funciones Propias del Lector

la palabra suya sino la de Dios; no lee para sí mismo sino para


toda la comunidad reunida; está ejerciendo un servido en
beneficio de todos, pero en nombre de Dios. Dios se comunica
a través del ministerio del lector, por medio de él, Dios hace
realidad viva su Palabra y su mensaje se encama. La letra
escrita en los libros debe tomar vida y actualidad a través de la
voz del lector, a través de su actitud comunicativa. Sólo así, la
letra escrita deja de ser letra muerta para volverse espíritu y
vida, para convertirse en un acontecimiento vivo y salvador.

En realidad, el lector es el último eslabón en una larga cadena


transmisora: primero, el mismo Dios que habló por los Profetas
y los Apóstoles; éstos mismos que hablaron en nombre de
Dios, y cuyas Palabras quedaron fijadas en los libros sagrados,
hace ya siglos; luego, otros las han traducido y preparado para
nuestras celebraciones; y por último, el lector que es quien las
proclama ante toda la comunidad. Finalmente, por sublimes e
importantes que sean las enseñanzas de Isaías, las
exhortaciones teológicas de San Pablo o de San Juan, si el
lector no sabe leer bien, no sabe comunicar con expresión, o si
el micrófono no funciona, será muy difícil que se realice a
cabalidad el diálogo íntimo y viviente entre Dios y su
comunidad.

Por todas estas razones, es urgente e importantísimo, como lo


recomiendan el Misal romano y la Ordenación del Leccionario
de la Misa, que los lectores , instituidos o no, sean aptos y
diligentemente preparados (OGMR 66 y OLM 55), para el
ejercicio de su ministerio litúrgico. Nos detendremos en la
esmerada preparación espiritual y técnica de los lectores,
mencionada y sugerida especialmente por el Leccionario (cf.
OLM 55).

3.3 NECESARIA PREPARACIÓN ESPIRITUAL


Para desempeñar eficaz y plenamente el ministerio que le es
propio, el lector debe empeñarse en cultivar los medios más
aptos para favorecer su preparación espiritual personal; ésta

329
Los Ministerios Instituidos

preparación implica diversos aspectos, pero principalmente


tres elementos indispensables.

Primero, el cultivar una actitud o disposición personal


verdaderamente espiritual frente a la Palabra.

En segundo lugar, el cultivar y practicar en su vida personal


varias virtudes cristianas propicias para calificar el servicio
de su ministerio de la Palabra.

Y tercero, el trabajar seriamente en la adquisición de los


conocimientos indispensables para ser un competente y
eficaz ministro de la Palabra divina.

No olvidamos que, aquí, pensamos en todos los que están


llamados a desempeñar el ministerio del lectorado, laicos
instituidos o no para este ministerio, pero de modo especial
todos aquellos que se preparan a recibir la orden sagrada del
diaconado y del presbiterado.

Actitud espiritual frente a la Palabra


Primero, el futuro pastor como lector instituido debe
cultivar una actitud personal verdaderamente espiritual
frente a la Palabra de Dios. Esta actitud espiritual se logrará
mediante varias condiciones indispensables como son:

- el espíritu de fe ante la Palabra,


- ser primero oyente de la Palabra antes de ser lector,
- la adquisición del “suave y vivo amor” por la Sagrada
Escritura,
- la adquisición de un conocimiento más profundo de la
misma mediante la lectura asidua, la meditación o lectio
divina y el estudio,
- el dejarse interpelar por la Palabra del Señor,

330
Preparación de las Funciones Propias del Lector

- el ser un verdadero servidor de la Palabra para los demás, etc...

El espíritu de fe ante la Palabra divina es tal vez la primera actitud. Esta


Palabra es la de Dios que habló muchas veces y de muchas maneras en
el pasado y ahora por medio de su Hijo (cf. Hb 1,1-2). “Se trata de leer
las ‘escrituras* escuchando las ‘Palabras*, la ‘Palabra* de Dios, como
nos recuerda el Concilio: ‘La sagrada Escritura contiene la Palabra de
Dios, y en cuanto inspirada es realmente Palabra de Dios*** (DV, n°
24). Al profeta Ezequiel y al autor del Apocalipsis se les dijeron de
“comerse el rollo de la Palabra** o “de devorarla** {Ap 10,9 y Ez 3, 3)
para que hicieran suyo el mensaje de Dios antes de proclamarlo a los
demás. ¡Ojalá que así sea para todo lectoñ El antiguo Pontifical romano
insistía para que el lector crea de todo corazón lo que lee de la Palabra
divina y lo viva; es la única manera para luego poder enseñar esta
Palabra a los demás y con el ministerio y con el ejemplo de la vida.

Esta actitud de profunda fe ante la Palabra es la condición para ser


primero un buen oyente de esta Palabra del Señor; luego, se podrá leerla
para los demás. Primero, el lector debe leerla, escucharla en lo más
íntimo y profundo de su corazón, acogerla como es Palabra de vida,
capaz de iluminar y transformar su vida personal. Sólo así será él un
buen lector, un buen mediador de esta Palabra de Dios para toda la
comunidad cristiana en las celebraciones litúrgicas.
"Cuando proclamáis la Palabra —reza la monición antes
de la bendición de los lectores, en el nuevo Bendi-
cional—, sed vosotros mismos dóciles oyentes de Ella,
conservándola en vuestros corazones y llevándola a la
práctica guiados por el Espíritu Santo"111.

111
Bendicional o Ritual de bendiciones. Coeditores Litúrgicos, Barcelona 1986, n®
397 (Monición antes de la bendición), p. 178.

331
Los Ministerios Instituidos

Oyente asiduo, irá adquiriendo el suave y vivo amor por la


Sagrada Escritura. Pues,

el conocimiento amoroso y la familiaridad orante con la


Palabra de Dios -nos dice el Papa Juan Pablo II en la
Pastores dabo vobis-f revisten un significado específico en el
ministerio profético del sacerdote, para cuyo
cumplimiento adecuado son una condición imprescindible,
principalmente en el contexto de la "Nueva Evan-
gelizadón", a la que hoy la Iglesia está llamada.

El Concilio Vaticano n exhorta:

todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos,


(seminaristas lectores) y catequistas dedicados por oficio
al ministerio de la Palabra, han de leer y estudiar
asiduamente la Escritura para no volverse "predicadores
vacíos de la Palabra, que no la escuchan por dentro" (San
Agustín, Serm. 179,1: PL 38, 966) (DV 25) (PDV 47).

A su vez, el suave y vivo amor a la Palabra condicionará sin


duda a crecer en el conocimiento mas profundo de la misma; y
eso gracias a la lectura asidua, a la meditación, a la práctica de
la lectio divina, como también a su estudio, para llegar a ser no
sólo un buen ministro de la Palabra divina, sino también un
perfecto discípulo del Señor Jesús. ¡Ojalá que se cumpla en
cada lector lo que decía San Jerónimo: “por medio del estudio y
la meditación diaria de la Escritura, ha convertido su corazón en
una biblioteca de Cristo” (Carta a Heliodoro 60, 10)112.

Otra actitud y condición indispensable es la de dejarse


interpe* lar por la Palabra; esto es, dejar que la Palabra lo lea a
uno

112 Cf. Aldazabal, J-, Ministerios de laicos, (El lector), Dossiers, CPL 35,
Barcelona, 1987, p. 59; quien cita el texto de san Jerónimo.

332
Preparación de las Funciones Propias del Lector

mismo, es decir, que ilumine su vida, la purifique y lo


encamine en el proceso de conversión personal. Asi la Palabra
divina se volverá alimento indispensable para la vida diaria.
Pues,

la familiaridad con la Palabra de Dios facilitará el


itinerario de la conversión, no solamente en el sentido de
apartarse del mal para adherir al bien, sino también en el
sentido de alimentar en el corazón los pensamientos de
Dios, de forma que la fe, como respuesta a la Palabra, se
convierta en el nuevo criterio de juicio y valoración de los
hombres y de las cosas, de los acontecimientos y
problemas (PDV 47).

Todo lo anterior se convertirá en factor positivo para que el


lector se vuelva un servidor eficaz de la Palabra para los demás.
Un servidor que, en primer lugar, quiere servir a la misma
Palabra divina, no sólo reconociendo su primada y sus
exigencias en la propia vida, sino también en la vida de los
demás, poniéndola al alcance de los oyentes, es decir,
haciéndola próxima, proclamándola en todos sus aspectos, para
que los demás le abran el corazón y le respondan positiva y
activamente.

Varias virtudes cristianas por cultivar En segundo lugar, con


la preparadón espiritual no puede faltar la práctica de varias
virtudes cristianas que deben adornar al lector en su ministerio
de la Palabra, como son: la fe viva y profunda, el espíritu de
oradón, la docilidad al Espíritu Santo, el celo apostólico, la
fidelidad para acoger la Palabra y ponerla en práctica, el gusto
por el estudio de la Sagrada Escritura, la humildad, obedienda y
generosidad. Hace unos años, la Conferenda Episcopal de
Colombia, en atendón a las prescripdones del canon 230 § 1 del
Código de Derecho canónico (1983), publicó un Decreto“0
sobre 113

113
Cf. Conferencia Episcopal de Colombia, Legislación canónica - Normas
complementarias para Colombia, (XLV Asamblea Plenaria), cf. Decreto nB
10, Bogotá, 1986, pp. 18-19.
333
Los Ministerios Instituidos

el Lector y el Acólito, precisando cuáles son las condiciones y virtudes


exigidas de un candidato a los ministerios de lector y acólito:"... son
principalmente éstas: buena fama; sentido comunitario; fe sincera;
viva adhesión a la Iglesia; obediencia pronta y generosa a los
superiores; caridad fraterna; espíritu apostólico, desinterés, firme
voluntad de servir a Dios y al pueblo cristiano; ardiente amor a la
Eucaristía; que no sea mal visto por parte de la comunidad; deseo
profundo de perfeccionarse cada día en el ejercicio de las cualidades
humanas y de las virtudes sobrenaturales (fe, esperanza y caridad), así
como en el estudio y meditación de la Sagrada Escritura; y clara y
eficaz conciencia de la misión que le encomienda la Iglesia’*.

Estas virtudes son las que se exigen para los candidatos laicos que se
preparan a recibir el ministerio estable del lectorado o del acolitado
mediante el rito instituido; con mayor razón se las exigirán al lector
seminarista que se prepara a la orden sagrada del diaconado y del
presbiterado.

Varios conocimientos indispensables por adquirir En tercer lugar, la


preparación espiritual del futuro pastor como lector instituido le exige
trabajar seriamente a la adquisición de los conocimientos
indispensables para llegar a ser verdaderamente competente y eficaz
en su ministerio de la Palabra divina. Su eficacia y competencia
dependen también de varios conocimientos bíblicos, litúrgicos, aún
teológicos y sacramentales. Veamos más de cerca en qué consisten.

El lector debe poseer ciertos conocimientos bíblicos, por ejemplo, los


aspectos generales de la Sagrada Escritura y las orientaciones
exegéticas básicas para poder acercarse a los textos sagrados con el
mayor fruto posible. Por eso, el lector o mejor el grupo de lectores
debe tener una idea básica del lenguaje de la Biblia y algo de sus
géneros literarios, para poder llegar a captar el "sentido de las lecturas
en su propio contexto y entender

334
Preparación de las Funciones Propias del Lector

a la luz de la fe el núcleo central del mensaje revelado” (OLM 55).


Sólo así se podrá proclamar a toda la comunidad de los oyentes una
lectura con todas las garantías de expresividad. Por eso, el lector debe él
mismo entender lo que va a leer, saber a qué clase de pasaje (profédco,
poético, histórico, etc...) pertenece el texto que va a leer, haber
comprendido él mismo cuál es la palabra clave o la frase decisiva, cuál
es el mensaje central.

Su preparación espiritual le exige al lector también unos conocimientos


litúrgicos. Debe tener una “cierta percepción del sentido y de la
estructura de la liturgia de laPalabra y las razones de la conexión entre
liturgia de la Palabra y liturgia de eucarística” (OLM 55), así como la
resonancia que una determinada página bíblica jpueda tener según que
se proclame en una determinada fiesta o tiempo del año litúrgico. Por
eso, conviene que el lector se familiarice no sólo con la estructura y el
Leccionario de la celebración eucarística según los tiempos litúrgicos,
fino también con los leccionarios propios de la celebración de los
distintos sacramentos: bautismo, confirmación, matrimonio, etc... Es
muy importante que lea y conozca la Ordenación general del Misal
Romano, la Ordenación general del Leccionario de Misa, los Prenotandos de
los distintos rituales para los sacramentos, la Instrucción sobre la
formación litúrgica en los Seminarios (junio 3 de 1979); también el
Catecismo de la Iglesia católica (cf.nn. 1177-1209).

Con estos conocimientos, el lector estará más profundamente


penetrado del espíritu de la liturgia y mej or instruido para cumplir su
función (SC 29); además, podrá no sólo prestar un mejor servicio en su
ministerio de la Palabra, sino también ayudar a quienes se preparan para
recibir algún sacramento a seleccionar mejor las lecturas más adecuadas
y significativas para una determinada celebración litúrgica sacramental.

También, hace falta tener algunos conocimientos teológicos y


sacramentales. El lector tiene que saber algo de la función de

335
Los Ministerios Instituidos

la Palabra en la celebración litúrgica y algo de valoración de los


aspectos eclesiales y pastorales de esta proclamación de la Palabra en
relación con la celebración. Luego, debe conocer también algo de las
características bíblicas y teológicas de los sacramentos en general y de
cada uno en particular; debe dominar lo suficiente el desarrollo de la
celebración de cada uno de ellos, para poder hacer captar su
significación cristiana a quienes se preparen para recibirlos. Podrá leer
y estudiar con provecho las presentación de los sacramentos en el nuevo
Catecismo de la Iglesia católica (cf. nn. 1210-1690).

3.4 PREPARACIÓN TÉCNICO-PRÁCTICA


Para desempeñar plena y eficazmente el ministerio que le es propio, el
lector debe empeñarse en cultivar los medios más aptos para favorecer
no sólo su preparación espiritual, sino también su preparación técnico-
práctica. Esta preparación implica muy diversos aspectos importantes
relacionados con las técnicas de comunicación y la lectura en público;
en una palabra, hay que echar mano de todo aquello que puede ayudar a
desempeñar bien y con cierto profesionalismo el ministerio de la
Palabra.

Se debe aprender a cuidar la voz, educarla, saberla proyectar


rectamente. Hace falta una iniciación desde el Seminario en el recto uso
de los medios de amplificación de la voz, conocer las características del
micrófono que se va a usar. Resulta imprescindible el uso de los
mejores recursos de grabación para ir revisando la técnica y los
resultados de la proclamación de la Palabra en público.

La voz, la entonación, la dicción, las pausas, los silencios, el tono de


las moniciones, las lecturas, los cantos, las oraciones presidenciales,
etc...: todos estos son aspectos que no pueden descuidarse, cuando hay
verdadera convicción de que la celebración de la Eucaristía o de
cualquier otro sacramento es un

336
Preparación de las Funciones Propias del Lector

acontecimiento importante para toda la comunidad cristiana, y por lo


tanto, es muy importante también que los ministros que ayudan a su
realización sean muy bien preparados.

Por eso, el Seminario y cada comunidad parroquial deberían ir


formando un grupo de lectores, organizando cursos oportunos que
abarcan las diversas dimensiones y aspectos ya señalados; es de mucho
provecho y muy útil la asesoría y colaboración de gente de teatro, de la
radio o televisión, como también de profesores de lenguaje.

Para no quedarnos en generalidades, conviene estudiar, en seguida,


varios aspectos concretos de la preparación técnica de un buen lector
como son: el manejo de los libros litúrgicos, la capacidad técnica básica
de la lectura, las condiciones para una buena proclamación y algunas
reglas para leer bien. Aquí, nos guiamos principalmente con los aportes
de José Aidazabal sobre el lector, los de la publicación del CELAM
sobre los Ministerios Eclesiales (el lectorado)141, y también los del
padre Carlos Alvarez, cjm, sobre el lectorado.

3.4.1 El manejo de los libros litúrgicos


Un buen lector debe capacitarse en el manejo de todos los libros
litúrgicos, es decir, de todos los libros relacionados con el
cumplimiento de su ministerio de lector. Pensamos en los libros que
conforman la Sagrada Biblia; en los que tienen que ver con la
celebración de la liturgia eucarística: el Misal romano, los Leccionarios
dominicales y festivos, los feriales y los especiales; los de la liturgia de
los Sacramentos: rituales y leccionarios propios; los cuatro tomos de la
Liturgia de las Horas (Oficio divino); el libro de la Oración universal de
los fieles; el nuevo Bendicional y el Calendario litúrgico anual (Ordo).
Detengámonos sobre cada uno por separado.

141 Celam, Ministerios Eclesiales, DEVYM 20, Bogotá 1989, (cap. I: pp. 19-71).

BIBLIOTECA 337
ÍIT.1 ( onDf.ntn V« SLItí-Ai
Los Ministerios Instituidos

La Sagrada Biblia
Aquí, no nos referimos al estudio de la Biblia que pertenece a
los estudios bíblicos como tales; más bien pensamos que todo
lector debe saber cuáles son los libros que conforman la
Sagrada Biblia y cómo ubicarlos y encontrarlos con facilidad;
por eso, debe conocer el cuadro sinóptico de los libros y de su
distribución, según los editores de la Biblia de Jerusalén; además,
este cuadro le sirve para tener una visión panorámica de la
Biblia. Basta que se busque el índice general de la Biblia de
Jerusalén, y que vaya también aprendiendo y memorizando las
siglas bíblicas que corresponden a los diversos libros del AT y
NT.

El Antiguo Testamento (AT) está compuesto por los libros


siguientes: el Pentateuco (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt), los Libros
Históricos (Jos, Je, Rt, IS /2S, IR /2R, lCro /2Cro, Esd, Ne, Tb,
Jdt, Est, IM /2M), los Libros Poéticos y Sapienciales Qb, Sal,
Pr, Qo, Ct, Sb, Si), los Libros Proféticos (Is, Jr, Lm, Ba, Ez,
Dn, Os, Jl, Am, Ab, Jon, Mi, Ha, Ha, So, Ag, Za, MI).

El Nuevo Testamento (NT) está conformado también con los


libros siguientes: los cuatro Evangelios (Mt, Me, Le, Jn), los
Hechos de los Apóstoles (Hch), las Cartas de San Pablo (Rm,
ICo /2Co, Ga, Ef, Flp, Col, lTs /2Ts, lTm /2Tm, Tt, Flm,), las
Cartas católicas (St, IP /2P, ljn /2Jn /3Jn, Jds), la Carta a los
Hebreos (Hb), y el Apocalipsis (Ap).

El Misal romano
Es conveniente que el lector se vaya familiarizando desde su
ministerio de la Palabra de Dios con el mismo Misal romano,
en su nueva edición en lengua española (1994); sobre todo el
lector seminarista que se está preparando a la orden sagrada.
Debe aprender a manejarlo de tal modo que pueda identificar
sus partes y encontrarlas con facilidad. Según el índice general,
éstas son las partes que constituyen el nuevo Misal: el Propio
del tiempo, el Ordinario de la Misa, el Propio de los Santos, las

338
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Misas comunes, las Misas rituales, las Misas y oraciones para


diversas necesidades, las Misas votivas, las Misas de los
difuntos, y los Apéndices I-V).

Los Leccionarios
Los Leccionarios114 que se usan en las celebraciones euca-
rísticas, después de la reforma del Concilio Vaticano n, están
distribuidos en 6 grupos, a saber:

- los Dominicales-FestivoSy en tres tomos;

- el del Tiempo Ordinario o per annum, en un solo tomo;

- el llamado Ferial para el Tiempo de Adviento, Navidad,


Cuaresma y Pascua, en un solo volumen;

- el del Propio y Común de los Santos, también en un solo tomo;

- el de las Misas Rituales, Votivas y Diversas Circunstancias, en su


solo volumen;

- finalmente un Leccionario especial para las Misas en honor


de la Virgen Maria, publicado con motivo del Año Santo
Mariano de 1988.

£1 lector debe conocer bien el manejo de los distintos


leccionarios para poder encontrar los textos que le
corresponderá leer.

Los Leccionarios Dominicales-Festivos se utilizan para las


celebraciones eucarísticas de los dias Domingos y de la Solem-

114 Al hablar de los diversos Leccionarios, aclaramos que seguimos los


Leccionarios en lengua española, publicados bajo la dirección de la
Comisión Episcopal Española de Liturgia o del Secretariado Nacional
de Liturgia (España).

339
Los Ministerios Instituidos

nidades y de las Fiestas de nuestro Señor. Hay tres ciclos: el


A, en el que se lee durante todo el año el Evangelio según San
Mateo; el B, en el que se lee el Evangelio de San Marcos; y el
ciclo C, en el que se lee el Evangelio de San Lucas. Terminado
el ciclo C, se vuelve a empezar el ciclo de los tres años»
comenzando con el cido A; el nuevo año litúrgico empieza
siempre con el primer domingo de Adviento. Para la liturgia de
la Palabra en la Eucaristía dominical se leen siempre las tres
lecturas asignadas: la primera» del AT con su respectivo Salmo
res- ponsorial; la segunda, de los escritos de los Apóstoles
(Cartas y Apocalipsis), seguido del versículo antes del
Evangelio; y la tercera, del Evangelio.

El Leccionario del Tiempo Ordinario se utiliza en los días de la


semana o feriales; contiene a las 34 semanas del Tiempo
Ordinario. Este Leccionario comprende un ciclo de dos años
para la primera lectura y el salmo responsorial. El primer año,
identificado como Año /, ofrece la primera lectura y el salmo
responsorial para los años impares; el segundo año se llama
Año II y ofrece una primera lectura con su salmo responsorial
para los años pares, con perícopas distintas al ciclo del Año I.
Los textos escogidos, en lectura continua, quieren ofrecer a los
fieles una visión mas completa de la literatura bíblica. En
cuanto al Evangelio, se lee siempre el mismo cada año, tanto
durante el año I como durante el año n. A lo largo de las 33 o
34 semanas del año, estos textos evangélicos se toman de los
tres Sinópticos: San Marcos (semanas I a DC), San Mateo
(semanas X a XXXI) y San Lucas (semanas XXII a XXXIV).

El Leccionario llamado Ferial es el que se utiliza todos los


días de semana durante “los tiempos fuertes de la liturgia”,
como son Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Los textos
escogidos forman un ciclo anual propio, y se repetirán cada
año.

Este Leccionario contiene sólo dos lecturas para cada


Misa: la primera, del AT o de los Escritos Apostólicos y

340
Preparación de las Funciones Propias del Lector

la segunda del Evangelio. De esta manera se han


respetado los tiempos fuertes con lecturas especiales,
plenamente adaptadas a los mismos, según las
tradiciones litúrgicas143.

El Leccionario Propio y Común de los Santos es un leccionario


general que ofrece dos series de lecturas. Una primera serie
para el Propio de los Santos; una segunda serie para el Común
de los Santos. En este último caso, las lecturas escogidas son
clasificadas según el orden siguiente: la Dedicación de una
iglesia, Santa María Virgen, Mártires, Pastores, Doctores,
Vírgenes, Santos y Santas. Esta segunda serie ofrece una gran
abundancia de textos tanto del AT como del NT, así como para
el tiempo ordinario y el tiempo pascual.

El Leccionario especial se utiliza para las Misas Rituales, Votivas


y Diversas Circunstancias. Para las Misas Rituales, este
Leccionario ofrece una selección de textos para cuando se
celebran ciertos Sacramentos o sacramentales. Para las Misas
Votivas, elegidas para fomentar la devoción de los fieles hacia
un misterio del Señor o en honor de la Virgen María o de los
Santos, la selección de textos del Leccionario es amplia.
Finalmente, para las Misas en Diversas Circunstancias, se ofrecen
lecturas mejor adaptadas para responder a ciertas necesidades o
intenciones particulares de una comunidad cristiana.

Por último, con ocasión del año mañano de 1988, la Santa


Sede publicó un Misal en honor de la Virgen Marta que ofrece un
elenco de más de 46 esquemas de Misas mañanas. Este Misal
que conforma un tomo aparte, viene acompañado de un

143 Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario


Ferial (Adviento-Navidad-Cuaresma-Pascua), t. IV, Edición sexta,
Barcelona, Editorial Sal Terrae, 1981, pp. xxvn-xxvm.

BÍBLiOTFr 4 34i
Jr.'l Convento de SUBA
Los Ministerios Instituidos

segundo tomo, llamado Leccionario1** para Misas de la Virgen


María. Dicho leccionario se abre con los textos escogidos para
la celebración de 18 esquemas de Misas para los tiempos de
Adviento (3), de Navidad (6), de Cuaresma (5) y de Pascua
(4). Luego, para el Tiempo Ordinario, el leccionario está
dividido en tres secciones: una primera ofrece 11 esquemas de
Misas en memoria de la Madre de Dios, bajo títulos tomados
principalmente de la Sagrada Escritura y que consideran a
María en su relación con la Iglesia; la segunda sección
presenta 9 esquemas en honor de la Madre del Señor, bajo
advocaciones que recuerdan su intervención en la vida
espiritual de los fieles; la tercera brinda 8 esquemas de Misas,
bajo títulos que evocan su misericordiosa intervención a favor
de los fieles cristianos.

El Ritual y Leccionario de los Sacramentos


Conviene, además, que el lector se inicie en el conocimiento y
manejo del Ritual propio de cada uno de los siete sacramentos,
como también del Leccionario propio de cada uno de los
mismos, que aparece en el Apéndice de cada Ritual. Pero,
también, existe el Ritual de los Sacramentos1*5, publicado en
lengua española, en un solo tomo, el cual trae en Apéndice el
Leccionario de los textos para los sacramentos.

En la celebración de los Sacramentos, el lector tiene su puesto


y su función propia. Por eso es necesario darle la oportunidad
de ejercer su ministerio, enriqueciendo de esta manera a las
celebraciones con la participación de los ministros laicos cada
vez más calificados.

Nuestro propósito, aquí, no es el de presentar la función del


lector en cada uno de los Sacramentos. Remitimos más bien a
115 116

115 Ambos volúmenes, el Misal como el Leccionnario, han sido publicados


bajo la dirección de la Comisión Episcopal Española de Liturgia, y
editados por Coeditores, Barcelona, 1988.
116 Preparado por André Pardo, Madrid, Edición Biblioteca de Autores
Cristianos, Editorial Católica, 1983.

342
Preparación de las Funciones Propias del Lector

los distintos Rituales. Pero, sí, es conveniente que el lector


teng^ acceso a estos Rituales para preparar siempre mas
acertadamente el ejercicio de su ministerio específico.

La Liturgia de las Horas (Oficio divino)


Pensando sobre todo en los lectores seminaristas que se
preparan a la orden sagrada, es más que conveniente que
conozcan y aprendan a manejar la Liturgia de las Horas u Oficio
divino, desde antes de ser instituidos lectores. Pues, existe una
estrecha relación entre el ministerio del lector y el Oficio
divino, por cuanto está todo impregnado del suave perfume de
la Sagrada Escritura.

Incluso, el lector está llamado a desempeñar su ministerio


propio aún en el Oficio divino, según lo señalan los Principios y
Normas generales de la Liturgia de las Horas117: “Quienes
desempeñan el oficio de lector leerán de pie, en un lugar
adecuado, las lecturas, tanto las largas como las breves’* (n°
259; cf. n° 283). Pues, la lectura breve

deberá leerse y escucharse como una verdadera


proclamación de la Palabra de Dios, que inculca con
intensidad algún pensamiento sagrado y que ayuda
a poner de relieve determinadas Palabras a las que
posiblemente no se presta toda la atención en la
lectura continua de la Sagrada Escritura (nfi 45).

Por eso, el lector debe estudiar y aprender a manejar


personalmente la estructura y el mecanismo del Oficio divino
en sus cuatro tomos, y luego en cada una de las distintas
oraciones: laudes, hora intermedia, oficio de lectura, vísperas y
completas. Una vez instruido, estará en condiciones de
celebrar el Oficio

117
Cf. Liturgia de las Horas según el Rito Romano, Documentos preliminares,
(Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas), Mallorca-
Barcelona, Editorial Regina, 1979, pp. 23-112.

343
Los Ministerios Instituidos

divino con la participación de la comunidad del seminario y de


volverse un promotor de su rezo como forma de oración pública
con otras comunidades cristianas.

El Libro de la Oración universal de los fieles En algunas


ocasiones, el lector está llamado a suplir al diácono o al acólito
en la Oración universal de los fieles. Es también tarea del lector
conocer el manejo de este Libro o de los cuadernos o folletos
destinados a este fin. Recordamos que el responsable de la
lectura o canto de las intenciones y la súplica es, por orden de
importancia: primero el diácono, luego el acólito, el lector, el
salmista, el cantor, el guía de celebración o un simple fiel.

Para el cumplimiento de esta tarea, se debe tener en cuenta los


libros o folletos existentes para este fin, de acuerdo a las
distintas clases de celebraciones y a los distintos tiempos
litúrgicos, como también a las normas vigentes para la lectura o
canto de las intenciones con su respectiva súplica.

Cuando no hay el Libro adecuado o folletos apropiados, el


lector cuidará para que los responsables de la Oración universal
o de los fieles la preparen con tiempo y siempre de acuerdo a las
normas vigentes. Por eso, es conveniente que antes de cada
celebración el lector, si no hay guía de celebración, se encargue
de la coordinación y preparación de lo anteriormente dicho. Y
que no se olvide que el formulario de intenciones tiene que ser
aprobado siempre por el presidente o responsable de la
celebración litúrgica.

De acuerdo a la Ordenación General del Misal Romano (n°


46), el orden de las peticiones debe ser el siguiente:

- por las necesidades de la Iglesia;

344
Preparación de las Funciones Propias del Lector

- por los que gobiernan el Estado y por la salvación de mundo;


- por los que sufren cualquier dificultad;
- por la comunidad local.

Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la


Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden de las
intenciones puede amoldearse mejor a la ocasión.
Además, en el momento de la lectura o el canto de las
intenciones con su respectiva súplica, hay que tener en cuenta
también estas normas:

- el no adelantarse a la monición invitatoria que corresponde


siempre al celebrante que preside la celebración;

- después de la monición invitatoria, avisar a los fieles


participantes sobre la manera de responder a cada intención: si
con un breve silencio o con el rezo o canto de un estribillo y, en
cada caso, cómo se dice o canta el estribillo;
- proceder a la lectura o canto de las intenciones, siguiendo el
orden ya indicado (cf. OGMR 46);

- concluida la lectura o canto de todas las intenciones con su


súplica, dejar al celebrante realizar la oración conclusiva.
Finalmente, el lector debe prever antes de la celebración dónde
colocar a la vista el Libro de la Oración universal, ya sea para
usarlo él mismo cuando sea el momento, o para asesorar a
otros sobre su uso, llegado el momento.
El Bendicional
Entre los distintos libros que un buen lector debe conocer y
aprender a manejar se encuentra también el Ritual de bendi-

345
Los Ministerios Instituidos

dones o el llamado Bendicional118 y aprobado por la


Congregación para el Culto divino (mayo 31 de 1984), cuya
primera edición castellana lleva la fecha de diciembre de
1986.
Para familiarizarse con este nuevo Bendicional, es
interesante que el lector, -llamado a ejercer, aquí también,
su ministerio específico-, conozca de una vez la estructura
típica de la celebración de la bendición. Por eso, en seguida,
presentamos los cuatro números de las Orientaciones
Generales del Ben- dicional, referentes a dicha estructura.
La celebración típica de la bendición consta de dos partes:
la primera es la proclamación de la Palabra de Dios, la
segunda la alabanza de la bondad de Dios y la impetración
del auxilio divino (cf. Orientaciones Generales 20).
La primera parte tiende a que la bendición sea realmente un
signo sagrado, que toma su pleno sentido y eficacia de la
proclamación de la Palabra de Dios. Por tanto, el centro de
esta primera parte es la proclamación de la Palabra de Dios,
a la cual se subordinan tanto la monición introductoria como
la breve explicación o la exhortación u homilía que pueden
añadirse, según se estime oportuno. Para avivar una fe
intensa en los que participan, se puede intercalar un salmo,
un canto o un silencio sagrado, máxime si se hacen varias
lecturas (cf. n° 21).
La segunda parte tiene por objeto alabar a Dios, con los
ritos y las preces, y obtener su ayuda por Cristo en el
Espíritu Santo. El núcleo central de esta segunda parte lo
constituye la fórmula de bendición, u oración de la Iglesia,
acompañada con frecuencia de un signo determinado. Para
fomentar la oración de los presentes, puede añadirse la
plegaria común, que normalmente precede a la fórmula de
bendición, y a veces la sigue (cf. n° 22).

118
Bendicional o Ritual de Bendiciones, Coeditores litúrgicos (DELC), Barcelona,
1986.

346
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Por consiguiente, al preparar la celebración, bay que tener


en cuenta sobre todo lo siguiente (cf. n° 24):

- generalmente hay que preferirla forma comunitaria (SC27), de


manera que en ella el diácono, el lector, el salmista, el coro ejerzan
sus funciones propias;

- hay que atender a las normas generales sobre la consciente,


activa y adecuada participación de los fieles (SC79);

- conviene sopesar las circunstancias de las cosas y de los


asistentes (SC 38), observando los principios que inspiran la
reforma de estos ritos y las normas dadas por la autoridad
competente.

El Calendario Litúrgico Anual (Ordo)


Por último, cada lector debe conocer y manejar bien el
Calendario litúrgico de su propia Iglesia. Se trata de un libro
publicado anualmente por la Comisión Episcopal de Liturgia
para guiar a los ministros sagrados y a todos aquellos que
tienen responsabilidad en la preparación de las diversas
celebraciones litúrgicas.

Este libro cuenta con las indicaciones generales y las


especiales para cada día. Prácticamente no deja sin respuesta
a ningún interrogante referente al día litúrgico: qué Misa
corresponde, qué lectura deben o pueden ser leídas, cuál es el
Oficio divino, cuál color de ornamentos corresponde, etc., y
toda novedad que interesa a la Iglesia local.

Además, el Ordo, publicado en Colombia, tiene una


introducción y un apéndice valiosos que traen muchas
informaciones útiles: así como una agenda de planeación del
año en curso y del año siguiente, el Directorio de la
Conferencia Episcopal, las Orientaciones Litúrgicas, el
cuadro de consulta para Misas, el calendario litúrgico, las
fórmulas de los sacramentos de

347
Los Ministerios instituidos

Penitencia y Unción de los enfermos, algunas bendiciones, la


dirección de algunas casas de hospedaje para sacerdotes. Y, a veces,
trae también las intenciones generales y misionales del Apostolado
de la oración de cada mes durante todo el año.

3.4.2 La capacitación técnica para la lectura


Después de aprender el manejo práctico de los libros relacionados
con el ejercicio del ministerio de la Palabra, un buen lector debe tener
una capacitación técnica básica para poder leer con competencia y
cierto profesionalismo. Esta capacitación implica varios
conocimientos técnicos, como son: ciertos conocimientos prácticos,
el evitar fallas de lectura, la preparación y ensayo previos, la
proclamación como tal, el arte de comunicar, el conocimiento de los
géneros literarios. Veamos más de cerca.

Conocimientos prácticos
En el ejercicio del ministerio de lector, hay que tener en cuenta que
no es exactamente lo mismo un templo grande con afluencia de
fieles, que un oratorio pequeño o una casa particular, ni es lo mismo
proclamar la Palabra de Dios para gente del campo o para gente de la
ciudad, para gente de fe ilustrada o para gente sin mucha cultura
religiosa, para personas ancianas o para jóvenes o niños. Además,
hay una gran diferencia entre leer en un libro pequeño y leer en el
libro grande del Leccionario, entre el hacerlo con micrófono y su
amplificador o sin él.

Estos conocimientos prácticos no son de expertos; se pueden


adquirir fácilmente cuando se pone atención e interés en el servicio
ministerial. No es necesario ser un técnico o experto en relaciones
humanas, en acústica o en electrónica. Por eso, para facilitar y hacer
más fructífera su tarea, es conveniente que el lector tenga un
conocimiento previo del lugar donde va a actuar, del grupo de
personas que lo van a escuchar, de la celebración que se va a
desarrollar, de los libros que se van a utilizar, del lugar preciso desde
el cual va a proclamar la lectura bíblica y, si se usa micrófono

348
Preparación de las Funciones Propias del Lector

con amplificador, es bueno que sepa como se enciende y se


controla su tono y volumen, etc...

Evitar fallas en la lectura


Hemos subrayado la importancia del oficio de lector, insistiendo
sobre el hecho que no es fácil leer bien, porque leer es
sencillamente un arte, y un arte difícil. En realidad, todo el mundo
lee, pero son pocos los que leen bien porque se sigue
improvisando. Aprender a leer exige un largo aprendizaje y muy
serios esfuerzos. Basta fijarse un poco en nuestras asambleas
litúrgicas, y observar y escuchar los errores que se cometen en
nuestras lecturas sagradas.

Las fallas habitualmente son múltiples y tienen varias razones.


Primero hay mucha mediocridad en la manera de leer el texto
sagrado. Difícilmente se capta por parte de la asamblea la presencia
del Señor en la lectura; la Constitución sobre ía Liturgia insiste para
decir que Cristo está presente en su Palabra, “pues cuando se lee en
la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla” (SC 7). No se capta
la presencia del Señor, porque el lector no logra captar él mismo ni
hacer captar el sentido sagrado; no sabe despertar en los fieles ningún
eco de la Palabra de Dios. No es Cristo quien ha hablado. Lo que se
ha oído a través de su voz es simplemente un mensaje empobrecido;
luego, al oír mal, los fieles no entienden todo lo que significa el
mensaje para su vida, ni tampoco lo pueden llevar a la práctica o
cambiar su vida. Otras veces, la falla se debe a la prisa del lector o a
su incomprensión del mismo texto o al tono falso de voz con el que
realiza la lectura. Muchas veces la lectura es pésima porque el equipo
de sonido del templo o de la sala de reunión es pésimo; no hay el
dinero para arreglarlo o peor no se quiere conseguir un buen sistema
de sonido al servicio de la Palabra de Dios.
Basta con esta pequeña descripción de las fallas comunes para
mostrar cómo muchas veces somos responsables de la medio-
349
Los Ministerios Instituidos

cridad, pobreza y ineficacia de la proclamación de la Palabra


divina en las celebraciones litúrgicas.

Preparación y ensayos previos


Por todo lo anterior, es urgente y necesario que el lector se
prepare con esmero y, si es necesario, realice varios ensayos
antes de cada actuación. La Ordenación del Leccionario de la Misa
(n° 55) insiste sobre la importancia y el contenido de la
preparación del lector. Ya se dieron algunos elementos para una
preparación remota que implica un mínimo de conocimientos
bíblicos y litúrgicos, teológicos y sacramentales (cf. el apartado
preparación espiritual).

Pero hace falta también una preparación más inmediata. Se


supone que se han de leer y releer muchas veces los textos
sagrados que se van a proclamar. Hay que leer y releer estos
textos, en voz alta, y si es posible en el mismo Leccionario
desde el cual van a ser proclamados. No basta que cinco
minutos antes de la celebración el lector dé una mirada
superficial al texto, pensando que ya le saldrá bien. Debe
también resolver antes de la celebración las dificultades que
puedan encontrarse en el texto, por ejemplo, palabras históricas
poco o menos conocidas, pasajes más complicados en cuanto a
sintaxis, etc...
Una regla de oro consiste en nunca improvisar nada, y menos
cuando se trata de la Palabra de Dios. Antes que a los oyentes,
la Palabra divina se dirige al mismo lector que la va a
proclamar. Además, si el ministro de la Palabra dedica tiempo
para reflexionar sobre el texto, meditarlo y orarlo, las
posibilidades son mucho más grandes de que su proclamación
sea más viva, más sentida, más perfecta, y se verá claramente
que es Cristo quien habla por medio del ministro lector.

Después de orar sobre el texto y meditarlo, puede ayudar a su


preparación para una mejor proclamación el tratar de responder
a distintas preguntas hechas al texto mismo sagrado, como

350
Preparación de las Funciones Propias del Lector

las siguientes: ¿Quién es el autor del texto y a quién escribe?


¿Cuál es el género literario del texto? ¿Cuáles son los principales
actores del texto? ¿Qué dice el texto de Dios? ¿Qué afirma del
hombre? ¿Qué espera Dios del hombre? ¿Cuál es su proyecto
salvador? ¿Qué espera el hombre de Dios? Responder a estos
interrogantes es comprender, ya, el mensaje fundamental de la
lectura, y es preparar la Mesa de la Palabra divina para servirla a
los fieles presentes, ayudándoles a penetrar en el sentido profundo
del texto sagrado y a ponerse en la actitud y disposiciones para
responder a la llamada del Señor, quien es el verdadero
interlocutor de nuestras celebraciones litúrgicas.

Proclamación de la Palabra de Dios


La lectura de la Palabra de Dios no puede ser una simple lectura,
sino una verdadera proclamación del mensaje de salvación, y por eso
mismo, tiene un carácter sagrado que la hace superior a la simple
lectura.

En la acción litúrgica propiamente dicha, el lector proclama la


Palabra de Dios. No se trata sólo de leer como si se leyera el
periódico en público, se trata de hacer una proclamación de la
Palabra divina. Esta proclamación es un anuncio solemne, es decir,
una declaración hecha ante una asamblea de personas que están
celebrando tin acto religioso. Por esto, en la Liturgia de la Palabra,
las lecturas son proclamadas y no leídas, un poco como hace el
celebrante con la oración presidencial. Aquí, el lector no puede
contentarse simplemente con leer; al contrario, debe proclamar, debe
anunciar con vigor la extraordinaria Buena Nueva de la salvación.

“Por ser la proclamación una comunicación semántica, lo


importante es “lo que se dice”, es decir, el contenido conceptual
del mensaje. Interesa en este aspecto el buen arte de una dicción
perfecta, clara, precisa, expresiva e interpretativa de los

351
Los Ministerios instituidos

sentimientos que encierra la Palabra”119. El lector debe f


acilitar la comprensión del texto sagrado, debe introducir la
asamblea en el gustar y saborear el texto no por su calidad
literaria sino por su contenido espiritual y su mensaje
salvífíco.

En la dinámica de la celebración de la Palabra influye mucho


el ,ars dicendi o el arte de proclamar solemnemente la
Palabra de Dios, sabiendo que se trata de una Palabra
perfectiva/ como toda Palabra litúrgica/ en la que influye la
técnica y, sobre todo, la cultura y especialmente la fe. La
proclamación de la Palabra de Dios puede hacerse como
recitación o como canto, buscando siempre la dimensión
simbólica de esta Palabra...120.

El arte de comunicar
Prolongando la reflexión anterior, hay que reconocer que la
proclamación de la Palabra de Dios es también una forma de
comunicación humana, por eso vale la pena reflexionar sobre
el arte de la comunicación.

Primero, hay que reconocer, hoy en día, que la comunicación


en general -como dice el padre Battista Mondín-, es “la
función mas importante o fundamental del lenguaje humano,
que a su vez es un sistema de signos aptos y finalizados para la
comunicación”. Pues, en su estructura elemental,

la comunicación implica tres elementos: un sujeto-emisor,


que habla o transmite; un receptor, alguien que recibe; y un
mensaje transmitido. Cuando la comunicación no es directa,
aparece entonces un cuarto elemento: el

119Álvarez, G, El ledorado, Bogotá, Editorial Carrera 7a, 1990, p. 72.


120
Fernández, "Celebraciones de la Palabra", en Nuevo Diccionario de liturgia, Madrid, Ediciones
Paulinas, 1987, p. 371.

352
Preparación de las Funciones Propias del Lector

canal de transmisión, es decir, los medios de comunicación como


la radio, la prensa, la televisión, etc.,so.

La comunicación es mucho más profunda que unas simples


informaciones o una simple transmisión de noticias. En realidad,
la comunicación es aquello que permite al ser humano realizarse
como persona en su dimensión espiritual; porque es persona y en
cuanto persona tiene necesidad de ponerse en contacto, en
relación con los demás. Gracias a la comunicación, el hombre se
abre a los demás: él quiere darse a los demás y ser recibido por los
demás. Comunicándose entre sí, los humanos se realizan
individual y colectivamente. Esta es la verdadera comunicación
que se da en la literatura, en el arte, en las informaciones y en
todas las formas de intersubjetividad humana, incluyendo la
religiosa.

Con razón, si volvemos a nuestro tema, la Instrucción del


Concilium sobre la traducción de los textos litúrgicos121 122 afirma
que “el texto litúrgico, como documento ritual, es un medio de
comunicación oral. Es primeramente un medio sensible, por el
cual, mediante la locución, los orantes comunican entre sí ”. Esto
significa que en una celebración litúrgica la Palabra pronunciada
o proclamada es también misterio, porque “a través de las
palabras pronunciadas -sigue diciendo la Instrucción del
Conciliumel mismo Cristo habla a su pueblo y el pueblo responde
a su Señor; es, asimismo, expresión de la Iglesia que

iso Battista Mondín, Dizionario enciclopédico di filosofía, teología e morale, Editrice Massiomo,
Milano, 1989, artículo "Communicazione", pp. 147-148; cf. del mismo autor, L'Uomo: chi é?
(Elemento di antropología filosófica), Editrice Massimo, Milano 1977, pp. 154-180; ¿Cómo
hablarde Dios hoy? (El lenguaje teológico), Madrid, Ediciones Paulinas, 1979, cap. II, pp. 17-52.
122
Cf. Instrucción del Concilium sobre la traducción de los textos litúrgicos para la celebración con el
pueblo, de enero 25 de 1969, en Enchiridion-Documenlación litúrgica posconciliar, Barcelona,
Editorial Regina, 1995, pp. 44-51.

353
Los Ministerios Instituidos

habla a su Señor y transmite la voz del Espíritu, que


vivifica su existencia” (n° 5).

En este sentido, comunicar no es solamente decir o leer


algo sin mas, sino hacer a otros partícipes de lo que se
piensa, se siente o se proclama. En el acto de comunicarse
con otros y especialmente en una acción litúrgica “no basta
considerar aquello que se dice según la simple expresión
léxica originaria. Se necesita, ademas, -según la misma
Instrucción del Concilium-,tener en cuenta al que lo va a
comunicar, a quienes va a ser dirigido y el modo cómo va a
ser dicho” (n° 7) para asegurar la fidelidad de la
comunicación. Hoy en día, los técnicos de la comunicación
reconocen que en toda comunicación humana se dan estos
tres elementos: el emisor, el receptor y los medios utilizados
para expresarlo que se quiere comunicar. Así, el uso
ordenado de los medios de expresión y de acceso a las
demás personas supone un arte, es decir, una habilidad en el
manejo de estos medios para lograr la comunicación.
Entendido así, la comunicación humana es un verdadero arte
que el lector de nuestras asambleas litúrgicas debe también
aprender y perfeccionar, porque aún “la forma de decir y de
hablar es parte integrante de la comunicación oral” (ídem
25).

Podemos decir que la comunicación como arte exige


entonces para lograr su objetivo los tres elementos siguientes:
primero, llegar al auditorio, es decir, establecer la
comunicación, la conexión o relación personal con los
oyentes, suscitando en ellos sentimientos, emociones afectos,
pasiones e ideas, etc...; en otras palabras, para el lector
sagrado hay que lograr no sólo el contacto con el auditorio,
sino también -y es lo más importante- , poner la asamblea en
contacto con el autor del texto sagrado, y en definitiva con el
Señor que le habla; en segundo lugar, hacerlo bien y no de
cualquier manera. Puede ocurrir a veces que la comunicación
se logre por casualidad, por improvisación o por violencia.
Aquí, llegar bien significa hacerlo usando ios medios
apropiados, adecuados. En esto, los comerciales de la
Preparación de las Funciones Propias del Lector

televisión son buenos indicadores: porque no sobran las palabras;


todo ha sido pensado para llegar de manera breve', clara y precisa.
Finalmente, hay que llegar con belleza, es decir, con estética,
porque la comunicación expresa un sentido, es una acción
intencionada, se sitúa en lo simbólico. Una comunicación personal,
hecha con lenguaje apropiado, siempre suscita atención y
admiración, y genera belleza.

Por todas estas razones, es más que conveniente que el lector sepa
manejar este arte de la comunicación humana para ponerlo al
servicio de su ministerio de la Palabra de Dios, con el fin de
enriquecer, embellecer y profesionalizar un poco más la Liturgia de
la Palabra de nuestras celebraciones.

Diversos géneros literarios


Otro elemento que puede servir de ayuda en la capacitación técnica
de un buen lector es el conocimiento, al menos general, de los géneros
literarios que existen en la Sagrada Escritura. Como se sabe, “Dios
habla en la Escritura por medio de hombres y en el lenguaje humano;
por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios
quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores
querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas Palabras”
(DV12). Por eso, hay que tener en cuenta que

la verdad de la Escritura se presenta y se enuncia de modo


diverso en obras de diversa índole histórica, en libros
proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios... Para
comprender exactamente lo que el autor quiere afirmar en
sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de
pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo
del escritor, y también las expresiones que entonces se
solían emplear más en la conversación ordinaria (DV 12).

355
Los Ministerios Instituidos

Estos géneros literarios son una clave importante para


poder comprender el sentido mismo de un texto sagrado, la
intención de su autor, y también para poder leer un texto e
interpretarlo con el mismo Espíritu con que fue escrito.
Podemos definir un género literario como “una cierta manera
de expresarse, oralmente o por escrito, que un autor dado,
individual o colectivo, escoge en función de tal medio de
vida dado: el culto, la guerra, la educación, y con miras a una
meta particular, instruir, celebrar, etc.*123. Para profundizar
el tema de los diferentes géneros literarios usados en la
Sagrada Escritura -como son: el relato o narración, las leyes,
el género lírico, el didáctico, el profético y el género
epistolar- remitimos a un artículo sobre los géneros literarios
en cualquier buen diccionario bíblico.

A continuación, ofrecemos algunos ejemplos más


significativos de géneros literarios, tales como aparecen en
los Leccio- narios dominicales, feriales y demás. Estos
textos podran servir para realizar los debidos ejercicios de
lectura o proclamación que convienen para prepararlas
diversas celebraciones litúrgicas.

- Ejemplo de narración poética: el relato de la Creación (Gn


1, 1-31; 2, 1-2).

- Ejemplo de narración histórica: la profesión de fe del


Pueblo y la renovación de la Alianza al llegar a la tierra
prometida (Dt 26,4-10; Jos 24, l-2a; 15,17-18b).

- Ejemplo de narración profética: un texto de cada uno de


los Profetas mayores (Is 61, l-3a. 6a. 8b-9;/r 31,31-34; Ez
34,11- 16).

- Ejemplo de narración sapiencial: dos textos clásicos de

123 Monloubou, Louis, Dictionnaire biblique abrégé, París, Édition Desclée,


1989, article Genres littéraires, pp. 93-95.

356
literatura sapiencial (Pr 8,22-31; Sb7,7-11).
Preparación de las Funciones Propias del Lector

- Ejemplo de narración histórica del NT: un texto del


Evangelio de San Lucas (Le 1,1-4; 4,14-21).
- Ejemplo del género epistolar en el NT: dos cartas
familiares, directas y concretas (1 Ts 1, l-5b; £/4,1-6).
- Ejemplo de un discurso del NT: un discurso
“kerigmático” corto e impactante (Hch 2,14a. 36-41).
- Ejemplo de narración o relato de milagro en el NT: un
relato donde ante una situación de debilidad Jesús se
presenta como aquel que puede sanar y liberar (Mt 2,7-12).
- Ejemplo de salmo de alabanza: una invitación gozosa
para que todos alaben al Señor (Sal 112,1-2.4-6.7-8).
- Ejemplo de salmo de meditación: un salmo que-ayuda a ^
reflexionar, a contemplar y sumerge en la meditación de la Palabra de
Dios (Sal 18).
- Ejemplo de salmo de súplica: que brota desde dentro del
corazón y se eleva hasta el cielo para obtener el perdón, la
misericordia y la Salvación (Sal 129,1-2.3-4ab).
- Ejemplo de salmo de acción de gracias: propio de la
Pascua, donde todos son invitados a bendecir a Dios por sus
acciones (Sal 117, 1-2, 16ab-17. 22-23).
3.4.3 Las condiciones para una buena proclamación
Este apartado tiene como finalidad presentar algunos
consejos prácticos que corresponden en realidad alas
condiciones para lograr una buena proclamación de la
Palabra divina en las celebraciones litúrgicas. Unas se
refieren al marco ambiental de la celebración, otras más bien
son condiciones que conciernen al mismo lector.

357
Los Ministerios Instituidos

I. Acerca del marco ambiental de la


celebración La acústica
Es importante que el lugar de la celebración sea funcional
y, como tal, tenga una buena acústica que permita que
todos los participantes, desde cualquier lugar, puedan
escuchar distinta y claramente la proclamación de la
Palabra de Dios. Si el templo esta hecho para la oración
silenciosa, para el encuentro personal con Dios, también es
el lugar donde se congrega toda la familia de Dios para
celebrarle y, como tal, debe estar construido y dotado de tal
manera que todos puedan ver y oír con facilidad y sin
esfuerzo.
Los micrófonos y parlantes
La instalación de micrófonos y parlantes sólo debe
colocarse cuando realmente es necesaria. En tal caso, es
bueno saber que no todas las voces pueden ponerse a la
misma distancia, ni con el mismo tono en el amplificador.
Es responsabilidad del lector ensayar antes el uso del
micrófono. ¡Ojalá él mismo se oiga, antes de la actuación,
con el micrófono y analice la acústica del templo desde
diversos sitios! Ello le permitirá ajustar el volumen del
micrófono, descubrir a qué distancia de la boca colocar el
micrófono. No se puede olvidar que la ampliación técnica
de la voz suele ser ambigua, es decir, puede ayudar como
puede también estorbar. Porque el micrófono amplifica o
multiplica tanto las virtudes como las deficiencias del
lector y de su lectura. La poca atención, a veces, a la
acústica y a la megafonía en nuestros templos o capillas
hace que la escucha de la Palabra de Dios en nuestras
celebraciones sea menos provechosa de lo que tendría que
ser.
El ambón
El lugar apropiado para la proclamación de las lecturas
bíblicas en una celebración con participación del pueblo es
siempre el ambón (OLM16) o un lugar visible y elevado.
Toda la asamblea debe poder no sólo oír perfectamente las
lecturas sino también
358
Preparación de las Funciones Propias del Lector

ver distintamente al lector proclamando la Palabra de


Dios. Si la Palabra divina es un signo dirigido por una
persona a una asamblea de otras personas, el lector evitará
quedarse escondido tras el libro o el mismo ambón; y
conviene que mire de vez en cuando a la asamblea,
reflejando también la alegría que le procura el ejercicio de
su ministerio de lector.
Acerca del ambón, la misma Ordenación del Leccionario
de la Misa en los números (32-34) nos proporciona una
buena descripción, y explica el sentido y las cualidades que
debe tener este lugar de la Palabra; por eso, los
transcribimos tal cual:
En la nave de la iglesia ha de haber un lugar elevado, fijo,
dotado de la adecuada disposición y nobleza, de modo que
corresponda a la dignidad de la Palabra de Dios y, al mismo
tiempo, recuerde con claridad a los fieles que en la Misa se les
prepara la doble mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo (cf. SC 51; PO18; DV21;
AG 6; OGMR 8), y que ayude, lo mejor posible, durante la
liturgia de la Palabra, a la audición y atención por parte de los
fieles. Por esto, hay que atender, de conformidad con la
estructura de cada iglesia, a la proporción y armonía entre el
ambón y el altar.

Conviene que el ambón esté sobriamente adornado, de


acuerdo con su estructura, de modo estable u ocasional, por
menos en los días más solemnes.

Como el ambón es el lugar en que los ministros anuncian la


Palabra de Dios, debe reservarse, por su misma naturaleza, a
las lecturas, al salmo responsoriál y al pregón pascual.
En cuanto a la homilía y la oración de los fieles, pueden
hacerse también en el ambón, por la íntima conexión de estas
partes con toda la liturgia de la Palabra. En cambio, no es
aconsejable que suban al

359

J.
Los Ministerios Instituidos

ambón otros, como, por ejemplo, el comentador, el


cantor o el que dirige el canto (cf. OGMR 272).

Para que el ambón sirva adecuadamente para las


celebraciones, debe tener la suficieiíte amplitud, ya que
a veces debe situarse en él más de un ministro.
Además, hay que procurar que los lectores tengan
en el ambón la suficiente iluminación para la lectura del
texto, y, si es necesario, puedan utilizarse los
actuales instrumentos de orden técnico para que los fieles
puedan oir cómodamente".

Por último, añadimos que el acceso al lugar del ambón debe ser
fácil y digno. Además, conviene que el lector no se ponga en
movimiento hasta que el sacerdote-celebrante no haya terminado
la oración colecta, en el caso de la primera lectura; o hasta que el
salmo responsorial no se haya concluido, en el caso de la segunda
lectura.

El libro
El libro apropiado para la proclamación de la Palabra divina es el
Leccionario, previsto a este fin. Este libro debe manifestar en su
mismo formato y uso que su contenido es apreciado por toda la
asamblea de los fieles que lo escucha y recibe, y por el ministro
que lo proclama. Es ciertamente “válido” leer el texto sagrado en
la hoja dominical, pero no es muy significativo ni simbólicamente
expresivo. Este libro debe ser visible para que se vean claramente
las diversas actitudes de veneración que se toman para con él:
durante la procesión, en el momento de abrirlo, de cerrarlo, de
incensarlo o de besarlo. Además, el Leccionario debe ser un libro
bien impreso, con letra suficientemente grande y, sobre todo, con
una buena puntuación y disposición gráfica de las frases,
distinguiendo por ejemplo con exactitud los diálogos y los relatos,
siempre con el fin de favorecer una mejor lectura, una verdadera
proclamación del texto sagrado.

360
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Los libros que contienen las lecturas de la Palabra de Dios, así


como los ministros, las actitudes, los lugares y demás cosas,
suscitan en los oyentes el recuerdo de la presencia de Dios que
habla a su pueblo. Hay que procurar, pues, que también los
libros, que son en la acción litúrgica signos y símbolos de las
cosas celestiales, sean realmente dignos, decorosos y bellos
(SC 122) .
Puesto que la proclamación del Evangelio es siempre el ápice
de la liturgia de la Palabra, la tradición litúrgica, tanto
occidental como oriental, ha introducido desde siempre alguna
distinción entre los libros de las lecturas. En efecto, el libro de
los Evangelios era elaborado con el máximo interés, era
adornado y gozaba de una veneración superior a la de los
demás leccáonarios.
Es, por lo tanto, muy conveniente que también ahora, por lo
menos en las catedrales y en las parroquias e iglesias más
importantes y frecuentadas, se disponga de un Evangeliario
bellamente adornado, distinto de los otros Leccionarios. Con
razón, este libro es entregado al diácono en su ordenación, y en
la ordenación episcopal es colocado y sostenido sobre la cabeza
del elegido (PRO 24, p. 133; 27, p. 90; 31, p. 92).
Finalmente, los Leccionarios que se utilizan en la celebración,
por la dignidad que exige la Palabra de Dios, no deben ser
substituidos por otros subsidios de orden pastoral, por ejemplo,
las hojas que se hacen para que los fieles preparen las lecturas
o para su meditación personal (OLM 35-37).
El modo
¿Es bueno cantar las lecturas? Antes en la anterior liturgia en
latín se hacía, en las Misas solemnes. Desde que se han introducido las
lenguas vernáculas, se ha visto que no es tan convenien-

361
Los Ministerios Instituidos

te. El cantar un texto bíblico, en vez de ayudar, puede


desfigurarlo o distraer la atención de la asamblea, que
debe captar clara y distintamente el contenido del mismo.
Sin embargo, queda abierta la posibilidad de que alguna
vez, por el tono particularmente lírico y festivo de un
pasaje o con un texto que sea casi como un himno, se
pueda pensar que el cantar el texto sagrado ayude a
transmitir su mensaje con mayor eficacia. Lo que sí se
puede cantar, sobre todo los domingos y días de fiesta, es
el título y la aclamación final del Evangelio.
La Instrucción Inter Oecumenici señala que “en las Misas
con canto, las lecciones, la epístola y el Evangelio, si se
dicen en lengua vernácula, pueden ser leídas sin canto”
(n° 51). Sin embargo, en el número 49 menciona la
posibilidad de cantar las lecturas, la epístola y el
Evangelio, con tal que sea de cara al pueblo. De hecho, se
deja a la libertad del celebrante el cantarlas o el leerlas.
^ A su vez, la Ordenación del Leccionario de la Misa nos
da un
doble criterio importante que puede iluminar la elección
de una de las dos modalidades: la lectura o el canto.
Un primer criterio concierne la modalidad de la lectura;
este criterio se refiere precisamente a la manera de leer de
los lectores (QLAÍ14). Ellos deben realizar una verdadera
proclamación del texto sagrado, hacerlo en voz alta y
clara; pues, toda la asamblea debe oír clara y
distintamente el texto sagrado, sin ninguna dificultad y
esfuerzo para escuchar lo que se lee. Por eso, el lector
debe por su parte conocer muy bien, y con anterioridad, lo
que va a leer; es decir, su preparación personal no
consiste sólo en una preparación inmediata, sino y sobre
todo remota: el debe dominar todos los elementos que le
permitan una buena comprensión e interpretación del
texto sagrado en el momento de su proclamación, para
poder así transmitirlo de manera viva y eficaz a toda la
asamblea.
362
Preparación de las Funciones Propias del Lector

El segundo criterio concierne a la modalidad del canto;


este criterio se refiere al hecho de que el canto no puede
oscurecer en ningún momento el texto sagrado, sino que le
dé realce (cf. OIM14). Según el documento romano, tal
vez no todos los idiomas se prestan para cantar el texto
sagrado. Si se elige esta modalidad del canto, las lecturas
cantadas no sólo no pueden oscurecer el texto, sino que
deben realzarlo. Al igual que kprimera opción, lo que
prima aquí es la calidad de la proclamación por parte del
lector y la comprensión por parte de los fieles. Por tanto,
los lectores como el diácono deben ser ministros idóneos
para interpretar con calidad y profesionalismo los textos
sagrados cantados. Tal vez esta modalidad conviene sobre
todo en las grandes solemnidades del año litúrgico como
Navidad y Pascua.
De hecho, como lo hemos señalado, en la Sagrada
Escritura existen distintos géneros literarios y diversidad
de estilos. Abundan las perícopas puramente narrativas,
como la historia de Israel, los hechos de nuestro Señor, los
Hechos de los Apóstoles, etc...; pero, existen también
fragmentos sapienciales o didácticos, como son los
proverbios y los consejos de San Pablo. Estos textos
sagrados, por su misma naturaleza deben ser leídos y no
cantados. Sin embargo, encontramos también muchos
textos líricos, himnos litúrgicos muy antiguos (cf. Flp 2,6-
11; Ef 1,3-14; Col 1,12-20; 1P 2,21b-24; 2 Tm2,11-13; Ap
4,11. 5,9-10.12; 11,17-18.12,10b-12a; 15,3-4; 19,1-7), o
textos que, aún siendo narrativos, llevan una fuerte carga
emotiva, por ejemplo, el Evangelio del nacimiento de
Jesús, los relatos de la Resurrección, etc... Puede ser
conveniente que estos textos sean cantados.
El silencio
El lenguaje humano está tan lleno de palabras como de
silencios. La palabra nace del silencio y culmina en él.
Como escribe Romano Guardini:
363
Los Ministerios Instituidos

la palabra no toma su importancia y su potencia


propias sino cuando brota del silencio... Pero-la
recíproca es igualmente verdadera aquí: para que el
silencio tenga su fecundidad y su potencia
realizadora, es necesario que la palabra se exprese en
una palabra comunicada124.

Por eso, existen silencios para decirlas palabras, silencios para


escucharlas, y silencios para permitir que estas palabras
penetren en el alma, en la vida. Todo ello tiene evidentemente
su aplicación en las celebraciones litúrgicas.

Hace parte de la celebración litúrgica el saber guardar a su


tiempo el silencio sagrado. Guardini piensa que “la vida
litúrgica comienza con el aprendizaje del silencio. Pues, sin él,
todo carece de seriedad y permanece vano”. Es verdad que

la naturaleza de este silencio depende del momento 0


de la Misa en que se observa; por ejemplo, en el acto
penitencial y después de la invitación a orar, los
presentes se concentran en sí mismos; al terminarse
la lectura o la homilía, para reflexionar brevemente
sobre lo que han oído; después de la comunión,
alaban a Dios en su corazón y oran (OGMR 23).

En la liturgia de la Palabra, la lectura del texto sagrado exige


de por sí un clima de silencio por parte de toda la asamblea.
No se debe empezar las lecturas hasta que no esté toda la
asamblea sentaday que se haya hecho el necesario silencio,
total y sagrado. Solo desde la quietud y el silencio es como se
puede iniciar la primera lectura o la monición previa a la
misma. Durante la misma proclamación de la Palabra es
preciso hacer breves pausas para dar mas fuerza y
expresividad a algunas palabras o frases

124 Guardini, Romano, La Messe, Paris, Éditions du Cerf, (Coll. Foi


364
Vivante n° 5), 1965: chap. 11, p. 23; chap. I, p. 19.
Preparación de las Funciones Propias del Lector

más densas y más llenas de contenido. Luego, después de la


proclamación, el silencio es la coronación de la lectura, la
vóz que ha transmitido la Palabra divina calla para que sea la
Palabra de Dios la que penetre en el corazón de los presentes
a través del silencio.

Este valor sagrado del silencio lo defiende y promueve la


Ordenación del Leccionario de la Misa, cuando afirma que:

La liturgia de la Palabra se ha de celebrar de manera


que favorezca la meditación, y, por esto, hay que
evitar totalmente cualquier forma de apresuramiento
que impida el recogimiento. El diálogo entre Dios y
los hombres, con la ayuda del Espíritu Santo, requiere
unos breves momentos de silencio, acomodados a la
asamblea presente, para que en ellos la Palabra de
Dios sea acogida interiormente y se prepare la
respuesta por medio de la oración. Pueden guardarse
estos momentos de silencio, por ejemplo, antes de
empezar dicha liturgia de la Palabra, después de la
primera y segunda lectura y, por último, al terminar
la homilía (nfi 28).

n. Por parte del mismo lector


La presentación personal
Hemos venido diciendo que el oficio del lector es un
verdadero ministerio eclesial; por lo tanto, esa realidad debe
manifestarse en la misma presentación personal de los
ministros. No se prescribe ninguna vestidura especial para el
lector. Sin embargo, la Ordenación del Leccionario de la Misa
nos ofrece un buen criterio, distinguiendo entre lectores
instituidos y lectores transitorios:

El lector instituido en su propio ministerio, cuando


sube al ambón para leer la Palabra de Dios en la
celebración

365
Los Ministerios Instituidos

de la Misa con participación del pueblo, debe llevar la


vestidura sagrada propia de su función (es decir, el alba con
cíngulo). Los que ejercen el ministerio de lector de modo
transitorio, incluso habitualmente, pueden subir al ambón con
la vestidura ordinaria, aunque respetando las costumbres de
cada lugar (nfi 54; cf. CO 65; OGMR 297-301).

Por vestidura ordinaria para los lectores transitorios se


sobreentiende un vestido digno y recatado. El ministro lector no
puede presentarse de cualquier manera, por ejemplo, vestido con
“blue jeans” y calzado con zapatos deportivos. Su presentación
tiene que ser impecable, pues esta desempeñando un ministerio
importante al servicio de la Palabra de Dios y en bien de toda la
comunidad de los creyentes.
En cuanto a la vestidura litúrgica propia para los ministros
instituidos, se entiende siempre el alba, con el cíngulo si es
necesario. Conviene de modo especial para los lectores
seminaristas, instituidos o no. La observación anterior, acerca
del vestido y de los zapatos, se aplica con mayor razón para el
caso de los seminaristas.
La postura corporal
La postura corporal también cuenta en el ministerio del lector.
La persona misma es un signo en la liturgia. En efecto, puede
indicar atención y respeto, o por el contrario superficialidad y
dejadez. La actitud del lector debe evitar tanto la afectación y el
teatro exagerado, como también la excesiva timidez y
encogimiento. No se puede perder de vista que, así como la
asamblea oye al lector, también lo ve y lo mira.

El padre Carlos Álvarez aconseja tres actitudes importantes a


propósito de la postura corporal en el momento de proclamar la
Palabra:

366
Preparación de las Funciones Propias del Lector

La inmovilidad. La persona que al proclamar se


mueve nerviosamente, distrae la atención de la
comunidad que escucha. Para lograr esta inmovilidad
un consejo muy sencillo es colocar los pies como las
manecillas del reloj a las dos menos diez.
La cabeza erguida y la mirada puesta en la
comunidad. Los sonidos que emitimos son producidos
por los tubos de la laringe; si tenemos la cabeza
agachada, doblamos los tubos y ahogamos el sonido.
Para lograr esto, conviene que el libro de la
proclamación esté más o menos a la altura de la
garganta. La mirada, a su vez, debe estar dirigida a la
comunidad... Saber mirar a la comunidad ayuda a los
hermanos a participar y a comulgar en la liturgia de la
Palabra.
La relajación. Gs también necesaria y exige toda! una
educación. Para ello conviene respirar profundamente
antes de iniciar la proclamación del texto sagrado y
mirar tranquilamente la asamblea154.
La buena dicción
Otra condición importante en el ministerio del lector, es la
dicción, que tiene que ver con la manera de decir o pronunciar
las palabras, con la manera de hablar y, por consiguiente, con la
manera de leer o proclamar un texto sagrado. La dicción es
sumamente importante para el lector, no olvidemos que la
dicción es propia de la oratoria y de la manera culta de
expresarse en el idioma adoptado. La mala dicción desdice del
mismo lector, desvaloriza el texto sagrado y puede causar cierta
indignación en aquellos que oyen y escuchan; ademas, afea el
conjunto de la celebración litúrgica, restándole belleza, y valor
estético. 125 126

»54 Alvarez, C, El lectorado, Bogotá, Editorial Carrera 7a, 1990, pp. 70-
126

367
Los Ministerios Instituidos

Una buena dicción, clara y distinta, implica varios aspectos,


como son:
- evitar la precipitación en la ejecución de la lectura, sea por
nerviosismo o timidez;
- evitar comerse la mitad de las sílabas, uniendo el final de
una palabra con el comienzo de la siguiente, como si las dos
fuesen un solo fonema: por ejemplo, decir “los ombre”,
queriendo decir: “los hombres” o también: “Y creyeronenel”,
queriendo decir: “Y creyeron en él”;
- tener una buena articulación, es decir, pronunciar
distintamente los diferentes sonidos del idioma con la ayuda de
los labios y la lengua;
- saber pronunciar las palabras haciendo las ligaciones,
cuando las hay, destacando las sílabas, por ejemplo, “los
Apóstoles...” aunque que el artículo esté separado del
sustantivo, leyendo se puede hacer la ligación: los Apóstoles;
[ - evitar los siguientes vicios de la pronunciación: el
gaguear, el nasalizar y el cecear, el acentuar mal las palabras,
el deletrear, el comerse las “eses”, el escamotear la “d” final
de una palabra, la pronunciación acentuadamente dental,
etc...
Por tanto, todo ello exige una cierta calma o serenidad en la
manera de pronunciar las palabras, las frases, y de ejecutar
una lectura; en esto, los artistas y los locutores de radio y
televisión son verdaderos profesionales y maestros de la
dicción y elocución. No se puede olvidar “que la forma de
decir y de hablar es parte integrante de la comunicación oral”
(cf. Instrucción del Concilium, de enero 25 de 1969, n° 25).

368
Preparación de las Funciones Propias del Lector

La voz
Como lo señala la Ordenación del Leccionario de la Mi$ay “lo
que más ayuda a una adecuada comunicación de la Palabra de
Dios a la asamblea por medio de las lecturas es la misma
manera de leer de los lectores, que deben hacerlo en voz alta y
clara, y con conocimiento de lo que leen” (OLM14). Esta
recomendación habla de la manera de leer, de la potencia de la
voz y del conocimiento previo de lo que se lee; sintetizamos
diciendo una palabra sobre la potencia de la voz, su expresión y
su velocidad.
El lector debe poder ajustar su voz al auditorio humano y al
lugar físico de la celebración. Para leer o proclamar en “voz alta
y clara”, es previo que conozca primero el lugar físico: iglesia
grande o pequeña capilla o salón; luego, cuenta o no con un
equipo de sonido: micrófonos y parlantes; ademas, ¿cómo está
la acústica del lugar? ¿Participará mucha gente o poquita? Todo
ello es importante para poder ajustar el tono de la voz: un buen
tono obliga a escuchar; si es gritado, cansará; si es muy bajo,
adormecerá.
Al proclamar el texto sagrado, el lector, porque entiende lo que
lee y porque se preparó antes, debe poder comunicar con la
expresión de su voz el verdadero volumen a cada palabra y
frase. Le pertenece volver el texto vivo, subrayando con su
expresión las palabras más importantes y su significado, dando a
cada palabra volumen, relieve, vida. Hay que evitar una lectura
monótona, rectilínea, evitando la declamación y la drama-
tización...; todo dio exige practicarse y corregirse.
Finalmente, sin lentitud ni excesiva velocidad, hay que saber ir
desgranando lentamente las palabras, evitando el silabear. Si la
velocidad no es conveniente, muchas palabras se perderán,
como sin eco, sin lograr comunicar a los oyentes lo que el autor
sagrado pretendió. Todo ello pertenece al arte de la
comunicación verbal por lectura.

369
Los Ministerios Instituidos

Las pausas
El manejo inteligente de las pausas tiene su importancia en la
proclamación de la Palabra de Dios. Una lectura sin pausas no
comunica nada, porque se pierde gran parte de su mensaje y
contenido. La asamblea se marea, se cansa con el bombardeo
del ruido producido por las palabras que resuenan, pero carecen
de sentido como algo vacío de mensaje.

El lector, que lee o proclama pausadamente y con calma, no


sólo manifiesta que sabe leer bien, que entiende y vive lo que
lee, sino también que transmite a la asamblea de los oyentes
serenidad, calma, sentido de lo sagrado; el mensaje va
penetrando y calando en el corazón de los oyentes.

Se deben evitar dos defectos: el leer sin pausas, lo que impide


apreciar y saborear los detalles de la lectura sagrada; o también,
el excederse en las pausas, lo cual es contraproducente, porque
puede cansar y aún indisponer la asamblea litúrgica, como
también hacer perder de vista el conjunto de la lectura y de su
mensaje. A cada lector corresponde encontrar el justo medio
para dar la suficiente agilidad y dinamismo al ritmo de la lectura
bíblica, siempre con miras a ayudar a la asamblea a acoger con
las mejores disposiciones el mensaje salvífico, a interiorizarlo,
para darla respuesta personal que Dios solicita; en una palabra, a
captar el sentido sagrado del misterio que se vive en la liturgia.

La respiración
El ritmo y el movimiento de la lectura, así como el volumen de
voz para las palabras leídas, dependen además de un elemento
también importante como ese1 de la respiración. Hay que hacer
ejercicios para aprender a respirar normalmente ejecutando la
lectura de un texto escrito, evitando así desvirtuar el significado de
lo que se lee.

370
Preparación de las Funciones Propias del Lector

Para respirar normalmente leyendo, hay que hacerlo de manera


oportuna, aprovechando las pausas que se dan naturalmente y se
intercalan en la lectura; y son de dos clases: la de la puntuación
(puntos de interrogación y de exclamación, puntos, punto y coma,
coma, puntos suspensivos, paréntesis, etc...), y la de las pausas y
silencios lógicos.

El mirar a la asamblea
¿Conviene que el lector mire a la asamblea durante la lectura?
Como escribe J. Aldazabal:

Es un consejo que se suele dar repetidamente/


afirmándose que si un lector mira de vez en cuando a los
oyentes/ da a su ministerio un tono más comunicativo.
Personalmente creo que no. Es bueno que el título de la
lectura y la aclamación final ("Palabra de Dios") se digan
mirando a la comunidad. Son a modo de monición
exclamativa. Pero durante la lectura me da la impresión
de que el lector debe estar más bien concentrado en el
mensaje que transmite, que no es palabra suya, sino de
Dios. Una monición o una homilía, sí, exigen más bien
pronunciarse mirando a los destinatarios del mensaje.
Pero una lectura es mensaje de Otro. En ella, el lector
debe mostrarse ante todo como discípulo, es decir,
oyente, con su vista centrada en el libro y la atención
puesta en una buena proclamación. La voz, sí, la
proyecta hacia la asamblea. Pero el levantar la vista y
mirar a los oyentes puede interpretarse como una
personalización innecesaria o como una "dedicatoria" de
frases a unos u otros. La mejor comunicación entre el
lector y la asamblea es una buena lectura"135.

155 "El lector", en Ministerios de laicos, Dossiers CLP 35, Barcelona, 1987, p. 56.

371
Los Ministerios Instituidos

No decir primera o segunda lectura


Finalmente, una última recomendación para el lector es la de no
decir “primera lectura” o “segunda lectura”, ni tampoco leer la
frase resumen que en letra roja precede al texto sagrado en el
Lecdonario. Pero, lo que sí debe proclamar claramente el
ministro es el título del libro bíblico del que se toma la lectura,
haciendo siempre una breve pausa a continuación antes de
empezar la lectura del texto sagrado.

3.4.4 Las reglas para leer bien


Teniendo en cuenta las recomendaciones de la Ordenación del
Lecdonario de la Misa (n° 14) y la Instrucción del Concilium (n°
25), a saber, “que la forma de decir y de hablar es parte
integrante de la comunicación oral” y que “lo que más ayuda a
una adecuada comunicación de la Palabra de Dios a la asamblea
por medio de las lecturas es la misma manera de leer de los
lectores”, resumimos -siguiendo a J. Aldazabal-, algunas reglas
que pueden servir para una buena lectura y proclamación de la
Palabra divina en las celebraciones litúrgicas.

Leer despacio
La precipitación es uno de los defectos más comunes de los que
proclaman las lecturas. Por eso, hay que leer despacio. Dos
cosas deben ser tomadas en consideración: primero, en la
asamblea los oyentes no tienen sino el oído para entrar en
contacto con el contenido de un texto; segundo, el sonido viaja
más rápido, el sentido, no. Precisemos.

Los oyentes dependen normalmente sólo del sentido del oído,


para captar y asimilar el mensaje proclamado. El oído es un
nexo débil, que necesita ser ayudado por la expresividad de la
lectura y por la calma de su pronunciación. Tampoco es bueno
que sea excesivamente despacio, pero éste no suele ser el
defecto más común. Por eso, hay que leer a un ritmo que
permita a

372
Preparación de las Funciones Propias del Lector

todos ir captando el sentido de lo que se dice, para que la


Palabra vaya calando y resonando en el corazón de todos.

Además, el sonido viaja rápido, mientras que el sentido es más


lento. Cuanto mayor es la asamblea, más lentamente debe ser
proclamada la lectura. Si uno está solo y lee para si mismo,
normalmente va tan rápido como se lo permite su vista y su
propia comprensión del texto. En cambio, el ministro de la
Palabra debe darse cuenta de que no lee para él mismo, sino para
una asamblea litúrgica más o menos numerosa; por eso, la
asimilación del contenido de la lectura y de su mensaje se realiza
necesariamente con cierta lentitud.

El tono justo de la voz


“Hay voces más agradables que otras. Unas más graves y otras
más agudas. Es interesante que cada uno sepa las cualidades y los
límites de su voz: que haga pruebas, que escuche la opinión de los
demás. La corrección fraterna y los medios de grabación deberían
servirnos para que cada uno sepa en qué falla su voz, para poder
cuidarla y mejorarla: potencia, claridad, suavidad de tono. Ni gritar
demasiado, de modo que quede aturdida la asamblea. Ni hablar en
voz tan baja que la gente tenga que hacer esfuerzos para captar lo
que se dice.

Leer bien en público es “proclamar”, pero no se debería caer en el


defecto de una “declamación teatral”. Hay que leer con un tono de
voz comunicativo, agradable, sin aristas, ni áspero, ni melifluo, sin
agresividad y a la vez sin cansar. Una voz que comporta un cierto
calor, una convicción de lo que se transmite, evitando el tonito en
la cadencia final de las frases, que quita naturalidad a la
lectura”156.

156 Ibidem, cap. El lector, pp. 56-57.

373
Los Ministerios Instituidos

La expresividad en la voz
A diversas lecturas, en cuanto género literario, debe
corresponder diversa expresividad en la voz. Aquí, no puede
haber improvisación. El lector que va a actuar ante la asamblea
debe prepararse con cuidado (cf. preparación remota e
inmediata). No se lee de igual manera un diálogo que un relato.
No requiere la misma expresividad en la voz una página poética
que una dramática. Una lista de tribus de Israel no se lee igual
que un pasaje lleno de euforia. Si hay paralelismo o antítesis en
el texto, eso pide que el lector los subraye con su acentuación.

Si se lee el diálogo, por ejemplo, en el que Abrahán le pide a


Yahvéh la salvación de Sodoma, se debe hacer notar con las
inflexiones de voz lo que cuenta el cronista, lo que es la súplica
en labios del Patriarca y cómo responde Dios. En realidad, es
una lectura a tres voces, pero realizada por una sola persona.
Una página poética de Isaías, como “surge ya, Jerusalén”, no es
lo mismo, en cuanto al tono de voz, que una serie de consejos de
San Pablo a Timoteo. Lo mismo ocurre con el Evangelio de la
tempestad apaciguada: el diácono o el celebrante no debe usar la
misma voz cuando proclama la orden con que Cristo manda
calmarse la tempestad, que cuando dice la súplica del ciego del
camino o la oración del publicano en el templo. .

Vocalizar bien
Una buena lectura exige vocalizar bien, es decir, pronunciar
claramente todos los sonidos. Pues, la buena dicción es una
articulación exacta, de manera que todos los oyentes pueden
entender fácilmente todas las palabras, con todas sus sílabas, y
así poder captar su sentido global.

Conviene que el lector reciba ayuda en este sentido, para poder


conocer y corregir sus defectos posibles. Hay algunos que se
comen la mitad de las sílabas, otros que no pronuncian
articuladamente algunas letras concretas, o que, al final de las
frases.

374
Preparación de las Punciones Propias del Lector

bajan la voz de tal manera que se les pierden las últimas sílabas
(cf. los vicios de pronunciación).

Frasear bien
Otro elemento importante en la proclamación de un texto es un
buen fraseo. No es suficiente con pronunciar bien; el lector debe
organizar bien las palabras de cada frase, y las frases entre sí, si
no se hará. mas difícil la comprensión del sentido de un texto
sagrado.

Al leer no transmitimos sílabas o palabras, sino frases


enteras. La frase está construida sintácticamente de
manera que muchas veces hay un movimiento
ascendente (prótaxis) y otro descendiente (apódosis). En
el primero está, por ejemplo, la enumeración de las
causas, en el segundo de los efectos. Si esto no aparece
claramente en la manera de proclamar la frase entera, no
se captará fácilmente la intención del autor. Si no se
agrupan bien las palabras, según la unidad que tiene en
esta construcción sintáctica, puede hasta cambiar el
sentido del pensamiento. Una vez más se ve que hay
que preparar cuidadosamente la lectura antes de
emprender su proclamación en público.
El fraseo exacto supone "puntuar" bien la lectura. Igual
que en el escrito hay comas, puntos, signos de
interrogación y admiración, etc..., así también, en la
lectura viva el lector debe dedr su texto con una buena
puntuación. La coma o el punto del texto escrito
corresponde a pausas más o menos breves en la voz. Se
tiene que notar, por el modo de pronunciar una frase, si
es la más importante, si es una exclamación, si
constituye una oración subordinada. Se tiene que captar,
por la modulación de la voz, cuál es la palabra dave de
una

375
Los Ministerios instituidos

frase, si el pensamiento está ya acabado o si todavía


prosigue"157.

Dar ritmo con breves y expresivos silencios Finalmente, un


buen lector debe aprender a “dar ritmo a su lectura con breves y
expresivos silencios, que son los que dan vida al pensamiento”.

Las frases de un texto están hechas de palabras y de silencios. Y


esto lo tiene que expresar un buen lector. Un breve silencio sirve
para ambas direcciones: al mismo lector le servirá para escuchar
lo que está diciendo, y a los oyentes para que penetre en ellos el
pensamiento que se acaba de proclamar y para preparar el
¿guíente. Aquí tiene plena vigencia el dicho: “si quieres que te
escuchen, calla”. No en el sentido de que hay que intercalar
silencios en todo momento para que la lectura se vuelva pesada y
que se pierda el sentido global del pensamiento: pero, sí, se trata
de breves “respiros” que ayudan a destacar la dinámica de un
pensamiento.

De la misma manera que se eleva la voz cuando llega la palabra


o la frase culminante del texto o se pronuncia con mayor fuerza
expresiva, así también hay que destacar la palabra clave con un
breve silencio antes o después de la misma. Un silencio da fuerza
a lo que precede o a lo que sigue después.

Por último, al final de la lectura del texto sagrado, convienen


unos instantes de pausa, unos segundos, antes de decir: “Palabra
de Dios”, para permitir que el último pensamiento tenga el tiempo
de calar y reposar en el oído de los oyentes, antes de invitarlos a la
aclamación conclusiva.

157 Ibidem, pp. 57-58.

376
4

PREPARACIÓN Y CELEBRACIÓN
LITÚRGICA DEL RITO DE LA
INSTITUCIÓN DEL LECTOR EN EL
PONTIFICAL Y RITUAL ROMANOS

Este capítulo cuarto quiere presentar una breve descripción


explicativa de la estructura del rito de la Institución del lector en el
Pontifical y Ritual Romanos y, luego, un breve comentario de la
selección de los textos bíblicos propuestos por el Leccio- nario del
mismo Pontifical para la Institución del lector. Enseguida, se
transcribe la celebración misma del rito de la Institución del lector,
tal como presentada en el Pontifical y Ritual Romanos hasta la
fecha. Desafortunadamente no tenemos todavía la traducción en
lengua española del texto de la 2 a edición del Pontifical Romano,
que ya ha sido publicado (1990) en latín. La celebración está
precedida por un esquema útil para la guía de la misma
celebración, así como de las normas generales para la misma
celebración del rito de la Institución.

4.1 LA DESCRIPCIÓN DE LA ESTRUCTURA DEL RITO


LITÚRGICO DE LA INSTITUCIÓN DEL LECTOR
El Ritual de órdenes presenta el rito de la Institución del lector
distribuido en cuatro momentos litúrgicos: la presentación del
candidato, la homilía del Obispo, la oración de bendición y la
entrega del libro de la Sagrada Escritura. Comparando con la
estructura del rito de la Ordenación sagrada (diaconado,
presbiterado y episcopado), podríamos sintetizar la estructura del
rito de Institución del lector también en tres ritos principales:

377
Los Ministerios Instituidos

los ritos preparatorios, el rito central y el rito explicativo.


Veamos en seguida.

RITOS PREPARATORIOS

Presentación del candidato


Después del Evangelio, el Obispo, con mitra puesta, o el
Superior competente, se sienta en la sede. El Presbítero
delegado para el caso llama al candidato y éste, después de
responder “presente”, se acerca al Obispo, a quien hace una
reverencia.

Homilía
Estando todos sentados, el Obispo pronuncia entonces la
homilía, que concluye con unas palabras dirigidas a quien va a
ser instituido lector y en las que le explica en qué consiste “el
oficio especial” y “la preciosa ayuda” que el lector
desempeñara al servicio de la fe, en el seno del pueblo de Dios,
como participación en la misión confiada a la Iglesia, y cuya
raíz y fundamento se encuentran en la Palabra de Dios.

RITO CENTRAL

Oración de bendición del candidato


Terminada la homilía, todos se levantan; el Obispo, sin mitra,
invita a los fieles a orar; y todos oran por unos instantes, en
silencio. Enseguida, el Obispo pronuncia en voz alta la oración
de bendición del candidato.

RITO EXPLICATIVO

Entrega del libro de la Sagrada Escritura


El candidato se acerca al Obispo, quien le entrega el libro de
la Sagrada Escrituray acompañando con las palabras: “recibe
el libro de la Sagrada Escritura, y transmite fielmente la
Palabra
378
Preparación y Celebración Litúrgica...

de Dios, para que sea mas viva y eñcaz en el corazón de los


hombres”; a las cuales el lector responde: “Amén”.

Si la Institución del lector se celebra dentro de la Santa Misa, la


liturgia eucarística se continua como de costumbre. Si ha tenido
lugar en una celebración de la Palabra, el Obispo bendice al
pueblo y lo despide.

4.2 LA INSTITUCIÓN DEL LECTOR EN EL


LECCIONARIO DEL RITUAL DE ÓRDENES
Existe una profunda relación entre la Palabra de Dios y la
celebración litúrgica en general, pero en especial en la liturgia
del sacramento del Orden, como también en la celebración de
la Institución del lector.

Una de las más importantes realizaciones de la reforma


litúrgica -como dice Julián López Martín158- ha sido el
haber dotado a cada Ritual de sacramentos de un
Leccionario bíblico, con sus salmos y demás elementos
para efectuar una verdadera y propia liturgia de la
Palabra, aun cuando algunos, como los ritos de
ordenación, se han de celebrar en el marco de la
Eucaristía.
La sensibilización hada la Biblia por parte de las
comunidades cristianas, sobre todo después del
Vaticano II, ya no condbe una celebradón litúrgica en
la que no ocupe su puesto central la Palabra divina...
Por tanto, la Palabra de Dios, como tal, juega un papel
dedsivo en la ordenadón (como también en la
Institudón del lector). Es incluso un signo también en
cuanto contenida y dispuesta para ser distribuida en el
Lecdo- nario, es dedr, el Libro que es abierto ante la
asamblea y, con toda una serie de ritos, honrado y
venerado paralelamente al Cuerpo eucarístico del
Señor.. Todo

158 El Leccionario del ritual de órdenes en Phase 139 (1984) pp. 29-30.
379
Los Ministerios Instituidos

ello invita a prestar especial atención a la presencia


de la Palabra en la liturgia de ordenación (como
también de la Institución del lector) en todas sus
dimensiones significativas.

Por su parte, la homilía tendrá por fundón el reladonar la


Palabra y el sacramento y, -en el caso que nos interesa aquí, con
el mismo rito de la Institudón del lector-, sin descuidar la
profunda significadón litúrgica y espiritual de la lectura de la
Escritura en el contexto-conjunto de toda la celebración.

Esquema de los textos bíblicos seleccionados159

SELECCIÓN DE TEXTOS BÍBLICOS


PARA LA INSTITUCIÓN DEL LECTOR
»59 Aquí, nos referimos al Pontifical y Ritual Romanos (CELAM-DELC),
Antiguo Testamento Dt 6, Salmos responsoriales
3-9 Dt 30, 10-14 Ne 8, Sal 18 Sal 118 Sal
2-4a. 5-6. 8-10 A 55,10- 147
11
Nuevo Testamento
1 Co 2, 1-5 Evangelios Mt
2 Tm 3,14-17 5, 14-19 Me
2 Tm 4,1-5 1, 35-39 Le
Hb 4, 12-13 4, 16-21 Le
1 Jn 1,1-4 24,44-48 Jn
Aleluya 7, 14-18
Ac 4,18;/« 6, 63c. 68c;
Heb 16, 14b; Semen esu
Ma- llorca-Barcelona, Editorial Regina, 1978; cf. Leccionarios para las
celebraciones rituales (Institución de lectores), pp. 611-613; cf. también
nuestro Apéndice II § 2.

380
Preparación y Celebración Litúrgica...

Breve comentario de la selección de los textos


propuestos por el Leccionario
Conviene hacer un breve comentario de los textos propuestos
por el Leccionario del Ritual de Órdenes. Seguimos aquí
sencillamente la magnífica presentación del Padre Julián López
Martín160.

Procediendo como hemos hecho con las lecturas para el


rito de admisión de los candidatos a la Orden sagra da,
examinamos ahora las destinadas a la Institución de
lectores. En primer lugar, los textos del Antiguo
Testamento son cuatro (4) pasajes que,
independientemente de su temática principal, admiten
también una aplicación a las funciones que el Motu
proprio Ministerio quaedam atribuye a los lectores, que
no son únicamente las de leer la Palabra de Dios en la
asamblea litúrgica, sino también las de instruir a los
fíeles realizando un verdadero servicio catequístico y
mista- gógico. El lector procurará, además, grabar las
Palabras de la Escritura en su memoria (Dt 6) y en su
corazón (Dt 30) para hacerlas vida propia a fin de que
los oyentes las comprendan mejor al oír la lectura y la
explicación (Ne 8) y al ver cómo las cumple el que hace
la proclamación (Dt 30). La Palabra de Dios que es
eficaz (Is 55), va a depender de los ministros que la
transmiten al pueblo.

Los textos del Nuevo Testamento se mueven en la


misma dirección: tres (3) de ellos (1 Co 2; 2 Tm 4; 1 Jn
1) destacan las actitudes del servidor de la Palabra, el
cual desempeña una verdadera tarea de evangelización
y de anuncio del misterio de Cristo; las otras dos (2)
señalan

160
Cf. El Leccionario del ritual de Órdenes, en Phase 139 (1984) pp. 29- 31.

381
Los Ministerios Instituidos

el valor que la Sagrada Escritura tiene para la


educación en la fe (2 Tm 3) y su eficacia en el interior
del hombre (Hb 4).

Los salmos responsoriales son un canto a la Palabra


de Dios en la perfección de la Ley (Sal 18: 2a parte
con Jn 6, 63c de respuesta) y en la meditación del que
desea caminar guiado por ella (Sal 118), y un canto
de gratitud a Cristo que, por ministerio del lector,
"sacia a su pueblo con flor de harina" (Sal 147)127.
Este salmo, utilizado en la solemnidad del Corpus y
en las Misas de la Eucaristía, subraya en el contexto
de la Institución de lectores el valor del alimento que
tiene también la Palabra de Dios que éstos han de
distribuir. El Sal 18, usado en la Vigilia Pascual, en el
Catecumenado y en el Bautismo del adultos, se sitúa,
en cambio, en la perspectiva de las funciones
catequéticas y mistagógicas del lector.

Los versos del aleluya, tomados del Evangelio (Jn 6


y Le 4) y de (Hch 16), o inspirados en la parábola
del sembrador (Semen est), destacan la acción
interior de la Palabra y del Espíritu del Señor, tanto
en el lector como en el pueblo que escucha.

Los evangelios, partiendo del ejemplo del propio


Jesús que se levantaba en las sinagogas para hacer la
lectura y comentarla (Me 1 y Le 4), hablan del lector
como de un enviado de Cristo (Le 24) que ha de
transmitir la doctrina de su Maestro (Jn 7) como luz
del mundo puesta en lo alto (Mí 5).

127 El Ritual de órdenes trae la respuesta: "El que come de este pan vivirá
para siempre" (Jn 6, 52) que pertenece al salmo cuando se usa para la
institución de acólitos, para la de lectores es "Glorifica al Señor
Jerusalén" (Sal 147, 12).
382
Preparación y Celebración Litúrgica...

4.3 ESQUEMA DE LA CELEBRACIÓN DEL RITO DE LA


INSTITUCIÓN DEL LECTOR

CELEBRACIÓN
DEL RITO DE LA INSTITUCIÓN DEL LECTOR

Apertura de la
celebración Canto
de entrada Saludo
del Obispo (Gloria a
Dios) Oradón-
colecta

Liturgia de la Palabra
Primera lectura Salmo
responsorial Segunda
lectura Aclamadón al
Evangelio

Institución del Lector


Presentación del candidato
Homilía
Oración de bendidón del candidato
Entrega del libro de la Sagrada
Escritura

Liturgia eucarística
Oración sobre las ofrendas
Plegaria eucarística Oración
después de la comunión
Bendición final
383
Los Ministerios Instituidos
Preparación y Celebración Litúrgica...

(1) La Institución del lector la hace el Ohispo o el


Superior mayor de un instituto religioso clerical, ya
sea dentro de la Misa, ya sea en una celebración de la
Palabra de Dios.

(2) Las lecturas se toman, todas o en parte, de la


Misa del día o del Leccionario para la celebración de
la Institución de lectores (cf. pp. 611-613); también
nuestro Apéndice II § 2: Textos litúrgicos para el rito
de la Institución del lector y acólito (Leccionario).
4.4 NORMAS GENERALES
SOBRE LA CELEBRACIÓN

4.5 CELEBRACIÓN DEL RITO


DE LA INSTITUCIÓN DEL LECTOR

(Después de la Liturgia de la Palabra)

PRESENTACIÓN DEL CANDIDATO

(3) Después del Evangelio, el Obispo, con la mitra


puesta, se sienta en la sede preparada. El diácono o
el presbítero delegado para el caso llama al
candidato, diciendo:

Acérquese el que va a ser instituido para el ministerio


de lector.

(4) Se llama nominalmente al candidato; y éste responde:

Presente

Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.


384
Preparación y Celebración Litúrgica...

HOMILÍA

(5) Estando todos sentados, el Obispo hace entonces la


homilía, la cual concluye con estas u otras Palabras,
dirigidas al que va a ser instituido lector:

Amado hijo. Dios Padre realizó el misterio de la


salvación y nos lo reveló por medio de su Hijo
encamado, Jesucristo, el cual, después de habernos
enseñado todas las cosas, entregó a su Iglesia el
mandato de predicar la Buena Nueva a toda la creación.

Una vez constituido lector, o sea mensajero de la


Palabra de Dios, prestarás tu cooperación en este
encargo y, por el mismo, recibirás un ministerio
especial para con el pueblo de Dios y para el servicio de
la fe, que tiene su raíz y fundamento en la Palabra de
Dios.

Proclamarás la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica,


educarás en la fe y prepararás para recibir los
sacramentos a los niños y a los adultos, anunciarás el
mensaje de salvación a quienes aún lo desconocen.

En esta forma y por tu cooperación, todos podrán llegar


al conocimiento de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo,
enviado por él, y podrán alcanzar la salvación eterna.

Cuando anuncies a otros la Palabra de Dios, sé dócil al


Espíritu Santo, y tú mismo recibe esa Palabra, medítala
con diligencia, para que progresivamente vayas
adquiriendo el suave y vivo afecto a la Palabra divina; y
que tu vida dé testimonio de nuestro Salvador,
Jesucristo.

385
Los Ministerios
Instituidos

ORACIÓN DE BENDICIÓN DEL CANDIDATO


(6) Terminada la homilía, todos se levantan; el
Obispo, sin mitra, invita a los fieles a orar, diciendo:
Amados hermanos, roguemos a Dios Padre
todopoderoso, para que se digne bendecir a este hijo
suyo, elegido para el ministerio de lector para que,
solícito en el oficio que hoy le confía, predicando a
Cristo, glorifique al Padre celestial.
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
(7) Luego, el Obispo concluye:
Dios, fuente de toda luz y de toda bondad, que enviaste
a tu Hijo, Palabra de Vida, para revelar a los hombres el
misterio de tu amor, dígnate bendecir + a este hermano
nuestro, elegido para el ministerio de lector, concédele
que meditando asiduamente tu Palabra, penetrado y
transformado plenamente por ella, la anuncie con
fidelidad a sus hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

ENTREGA DELUBRODELA SAGRADA


ESCRITURA
(8) El candidato se acerca al Obispo, quien entrega
el libro de la Sagrada Escritura, diciendo:
Recibe el libro de la Sagrada Escritura, y transmite
fielmente la Palabra de Dios, para que sea más viva y
eficaz en el corazón de los hombres.
(9) El lector responde:
R/. Amén.
(Liturgia eucarística)
(10) Si la Institución del lector se celebra dentro de la
Misa, ésta se continúa como de costumbre. Si ha tenido
lugar en una celebración de la Palabra, el Obispo
bendice al pueblo y luego lo despide.

386
5
RESONANCIAS ESPIRITUALES DEL
LECTORADO EN LOS CANDIDATOS
A LA ORDEN SAGRADA

Este ultimo capítulo busca ayudar a prolongar la reflexión


iniciada en los capítulos anteriores, suscitando así en cada uno
de los candidatos al ministerio del lectorado las resonancias
espirituales propias de este ministerio, en el proceso global de la
formación y preparación a la orden sagrada del diaconado y del
presbiterado. Podría servir también de pistas de reflexión para el
predicador que quisiera orientar un retiro espiritual previo a la
celebración del rito de la Institución del lector.

Estas resonancias espirituales se suscitarán a partir de una


selección de textos del Magisterio de la Iglesia y de su tradición
espiritual, en tomo al tema de la Palabra de Dios, puesto que es
precisamente el punto focal del ministerio de lector, el de
proclamar para los demás la Palabra divina, pero que el lector
debe primero escuchar, meditar y asimilar en su propia vida.
Más tarde, una vez diácono o presbítero, esta Palabra de Dios
será una de sus mayores preocupaciones en el gran reto de la
nueva Evangelización: ¿cómo hacerla llegar a los corazones
hambrientos y no hambrientos?

Los textos seleccionados sobre el tema de la Palabra de Dios se


agrupan alrededor de los tres subtemas: las disposiciones
espirituales que deben caracterizar a los candidatos al ministerio
del lectorado en su acercarse con provecho espiritual y frutos a
la Palabra de Dios; el misterio de la Palabra de Dios que todo
lector debe saber descubrir en la oración y el estudio,

387
Los Ministerios Instituidos

para vivir de ella y saber transmitir su riqueza inagotable; las


exigencias de la formación del lector para una mejor
preparación a su ministerio especifico. Enseguida, proponemos
un esquema de la selección de los textos escogidos, así como
una oración para el lector.

5.1 ESQUEMA DE LA SELECCIÓN DE LOS


TEXTOS ESPIRITUALES

Las disposiciones espirituales de los candidatos


al ministerio del Lectorado:
- Saber dar testimonio de Cristo y confesar su
nombre aún en la persecución;
- La Sagrada Escritura es sabiduría y poder de Dios,
porque "ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo" (S.
Jerónimo);
- Del conocimiento de Jesucristo dimana la
comprensión de toda la Sagrada Escritura;
- Dios nos ha dicho todo en su Hijo, Verbo único
del Padre;
- El ministerio del Lectorado es digno y grande por su
relación con la Palabra de Dios;

El misterio de la Palabra de Dios:


- El misterio de la Sagrada Escritura;
- La Palabra de Dios en el AT y el NT;

Las exigencias de la formación para la preparación


al ministerio del Lectorado:
- El culto de la Palabra de Dios en el Seminario: unas
orientaciones pedagógicas;

388
Resonancias Espirituales del Lectorado...

- La veneración por la Escritura y su lectura asidua;


- La Mesa de la Palabra de Dios;
- La lectura meditada y orante de la Palabra de Dios;
- Principios generales para la celebración litúrgica de la
Palabra de Dios;
- Cristo, Palabra de Dios.
5.2 ORACIÓN DEL CANDIDATO

ORACIÓN DEL LECTOR

Señor Jesús, Príncipe de los pastores, enséñame a


escuchar tu Palabra en mi corazón para poder
proclamarla después a mis hermanos.

Hazme dócil al Espíritu Santo para que descubra en tu


Palabra el misterio escondido de tu amor.

Concédeme, Señor, un suave y vivo afecto por tu


Palabra para perseverar en su lectura orante y hacer de
ella la norma de mi vida.

Madre de Nuestro Señor Jesucristo y Madre mía,


enséñame a guardar la Palabra como tú, en mi corazón.
Amén.
ALLECTORADO

389
Los Ministerios Instituidos

5.3 LAS DISPOSICIONES ESPIRITUALES DE LOS


CANDIDATOS AL MINISTERIO DEL LECTORADO
Los textos que ofrecemos a continuación, reagrupados bajo el
subtema de las disposiciones espirituales de los candidatos al
ministerio del lectorado, quieren subrayar precisamente las
disposiciones espirituales que deben cultivar quienes se acercan
con más frecuencia a la Palabra de Dios:

§ 1 Saber dar testimonio de Cristo y confesar su nombre aún en


la persecución;

% 2 La Sagrada Escritura es sabiduría y poder de Dios, porque


"ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (San Jerónimo);

§ 3 Del conocimiento de Jesucristo dimana la comprensión de


toda la Sagrada Escritura;

§ 4 Dios nos ha dicho todo en su Hijo, Verbo único del Padre;

% 5 El ministerio del Lectorado es digno y grande por su


relación con la Palabra de Dios.

§ 1 Saber dar testimonio de Cristo y


confesar su nombre aún en la persecución
(Carta de San Cipriano162)
En el año 251, San Cipriano, Obispo de la Iglesia de Cartago
(Africa), escribe a los presbíteros, diáconos y al pueblo
cartaginés, para informarles de que acaba de ordenar Lector, a
Celerino, otro confesor de la fe al igual que el joven Aurelio;

162 Obras de san Cipriano, Madrid, edición BAC, 1964, carta n® 34, pp. 480-
484.

390
Resonancias Espirituales del Lectorado...

pero, además, éste es mártir de Cristo, pues ha sufrido con


valentía por el Señor en la persecución desatada por Dedo, en
250.

Cipriano: a los presbíteros, a los diáconos y a todo el pueblo:


¡Salud!

Dios permite que muchos de los Confesores y Mártires salgan de


la prisión, para llegar a ser ornamento y gloria del clero...

Notificamos que Celerino, nuestro hermano, igualmente ilustre


por su valor como por sus virtudes, ha sido incorporado a nuestro
clero más por la gracia de Dios que por el voto de los hombres...

Durante 19 días encerrado en la cárcel, ha estado sometido al


cepo y a los grillos. Pero si su cuerpo ha estado encadenado, su
espíritu continuó libre y sin obstáculos. Su came quedó debilitada
a fuerza de larga hambre y sed, pero su alma, que vive de la fe y
del valor, fue apacentada por Dios con alimento espiritual...

Bajado el primero a la arena, marchaba a la cabeza de los


soldados de Cristo;... y, triunfando de su adversario, enseñó a los
demás el camino de la victoria. Recibió en esta larga lucha
innumerables heridas...

¿Qué otra cosa quedaba por hacer sino elevarlo sobre el estrado,
es decir, sobre el ambón de la Iglesia para que, puesto encima de
tan elevado puesto, a la vista de todo el pueblo, conforme a la
gloria de sus méritos, dé lectura pública de los preceptos y del
Evangelio del Señor, que tan valerosa y fielmente ha seguido? La
voz que ha confesado al Señor debe ser oída todos los días al leer
la Palabra del Señor.

391
Los Ministerios Instituidos

Puede existir grados más elevados en la Iglesia a los que se


puede ascender, pero no hay nada que pueda aprovechar más a
los hermanos que un confesor de la fe, escuchando de su boca la
lectura del Evangelio, pues debe imitar la fidelidad del lector
todo el que lo oiga...

Semejante en todo a Aurelio, partícipe de la misma gloria, de los


mismos méritos, Celerino debía ser investido de la misma
dignidad. Estos dos ilustres servidores de Dios serán modelos
vivos; encontraremos en su conducta tanto las virtudes que
convienen a la lucha, como las que convienen a la paz; y, luego
de haber admirado su coraje, admiramos su modestia y su
piedad...

Hemos ordenado por ahora a estos dos lectores (Celerino y


Aurelio), porque convenía poner sobre el candelera la luz para
que alumbrara a todos y situar en lugar prominente a los
rostros resplandecientes de gloría, para que viéndolos todos los
de su alrededor, ofrezcan a todos los que los miran un estímulo
a su gloria...

§ 2 La Sagrada Escritura es sabiduría y poder de Dios,


porque “ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”
(Del prólogo al comentario de S. Jerónimo sobre el libro
del profeta Isaías163)

Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo,


que dice: Ocupaos en examinar las Escrituras, y también:
Buscad y hallaréis, para que no tenga que decirme, como a los

163 Cf. Del prólogo al Comentario de san Jerónimo, presbítero, sobre el


libro del profeta Isaías (nn. 1. 2: CCL 73,1-3), en Liturgia de las Horas,
según el Rito romano, tomo IV (Día 30 de septiembre: Memoria de S.
Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia), Mallorca-Barcelona,
Editorial Regina, 1980, pp- 1413-1414.

392
Resonancias Espirituales del Lectorado...

judíos: Estáis en un error; no entendéis las Escrituras ni el


poder de Dios. Pues si, como dice el Apóstol Pablo, Cristo es el
poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las
Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se
sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.

Por esto quiero imitar al amo de casa, que de su provisión saca


lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los
Cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo
antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él
no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en
efecto, refiriéndose a si mismo y a los demas evangelistas, dice:
¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien, de los
que anuncian la paz! Y Dios le habla como a un apóstol,
cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él
responde: Aquí estoy, mándame.

Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el


contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del
Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la
Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá,
será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el
Salvador de todos los hombres. ¿Para qué voy a hablar de
física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de
todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de
pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El
mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter
misterioso y profundo: Cualquier visión se os volverá -dice-
como el texto de un libro sellado: se lo dan a uno que sabe leer,
diciéndole: "Por favor, lee esto”. Y él responde: "No sé leer”.

Y si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo


que dice el Apóstol: Cuanto a los dotados del carisma de
profecía, que hablen dos o tres, y que los demás den su
dictamen; y, si algún otro que está sentado recibiera una
revelación, que calle el que está hablando. ¿Qué razón tienen
los

393
Los Ministerios Instituidos

profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el


Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si
recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban
estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos
de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que
era Dios quien hablaba en su interior, como dice uno de ellos:
El Ángel que hablaba en mí, y también: Que clama en nuestros
corazones: "¡Padre!**, y asimismo: Voy a escuchar lo que dice
el Señor.

§ 3 Del conocimiento de Jesucristo dimana la


comprensión de toda la Sagrada Escritura (Del
Breviloquio de S. Buenaventura, Obispo164)

El origen de la Sagrada Escritura no hay que buscarlo en la


investigación humana, sino en la revelación divina, que procede
de Creador de los astros, de quien procede toda familia en los
cielos y en la tierra, de quien por su Hijo Jesucristo se derrama
sobre nosotros el Espíritu Santo, y por el Espíritu Santo, que
reparte y distribuye a cada uno sus dones como quiere, se nos
da la fe, y por la fe habita Cristo en nuestros corazones. En
esto consiste el conocimiento de Jesucristo, conocimiento que
es la fuente de la que dimana la firmeza y la comprensión de
toda la Sagrada Escritura. Por esto es imposible penetrar en el
conocimiento de las Escrituras, si no se tiene previamente
infundida en sí la fe en Cristo, la cual es como la luz, la puerta
y el fundamento de toda la Escritura. En efecto, mientras
vivimos en el destierro lejos del Señor, la fe es el fundamento
estable, la luz directora y la puerta de entrada de toda
iluminación sobrenatural; ella ha de ser la medida de la
sabiduría que se nos da de lo alto, para que nadie quiera saber
más de lo que es justo,

164 cf. Del Breviloquio de san Buenaventura, Obispo (Prólogo: Opera omnia
5, 201-202),en Liturgia de las Horas, según el Rito romano, tomo III
(Lunes de la semana v), Mallorca-Barcelona, Editorial Regina, 1980, pp.
162-163.

394
Resonancias Espirituales del Lectorado...

sino que abriguemos sentimientos de justa moderación, cada


uno en la medida de la fe que Dios le ha dado.

La finalidad o fruto de la Sagrada Escritura no es cosa de poca


importancia, pues tiene como objeto la plenitud de la felicidad
eterna. Porque la Escritura contiene Palabras de vida eterna,
puesto que se ha escrito no sólo para que creamos, sino también
para que alcancemos la vida eterna, aquella vida en la cual
veremos, amaremos y serán saciados todos nuestros deseos; y,
una vez éstos saciados, entonces conoceremos verdaderamente
el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, y así
quedaremos colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios. En
esta plenitud, de que nos habla el Apóstol, la Sagrada Escritura
se esfuerza por introducimos. Esta es la finalidad, ésta es la
intención que ha de guiamos al estudiar, enseñar y escuchar la
Sagrada Escritura.

Y, para llegar directamente a este resultado, a través del recto


camino de las Escrituras, hay que empezar por el principio, es
decir, debemos acercamos, sin otro bagaje que la fe, al Creador
de los astros, doblando las rodillas de nuestro corazón, para que
él, por su Hijo, en el Espíritu Santo, nos dé el verdadero
conocimiento de Jesucristo y, con el conocimiento, el amor,
para que así, conociéndolo y amándolo, fundamentados en la fe
y arraigados en la caridad, podamos conocer la anchura y la
longitud, la altura y la profundidad de la Sagrada Escritura y,
por este conocimiento, llegar al conocimiento pleno y al amor
extático de la Santísima Trinidad; a ello tienden los anhelos de
los Santos, en ello consiste la plenitud y la perfección de todo lo
bueno y verdadero.

395
Los Ministerios Instituidos

§ 4 Dios nos ha dicho todo en su Hijo,


Yerbo único del Padre
(Del tratado de S. Juan de la Cruz, Subida del monte
Carmelo: LH, c. 22, nn. 3-4165)

La principal causa por qué en la ley de la Escritura eran licitas


las preguntas que se hacía a Dios y convenía que los profetas
y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios era
porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni
establecida la ley evangélica, y así era menester que
preguntasen a Dios que Él hablase, ahora por palabras, ahora
por visiones y revelaciones, ahora en figura y semejanzas,
ahora entre otras muchas maneras de significaciones. Porque
todo lo que respondía, y hablaba, y revelaba eran misterios de
nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella.

Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifestada la ley


evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle i de aquella
manera, ni para qué Él hable ya ni responda como
antes, porque en darnos, como nos dio, a su Hijo, que es una |
palabra suya -que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de
una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza San


Pablo a querer inducir a los hebreos a que se aparten de
aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés
y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que
antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de
muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postrey en
estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez. En lo
cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo
y no tiene más

165 Cf. Del Tratado de san Juan de la Cruz, presbítero. Subida del monte
Carmelo (Libro II, cap. 22, nn. 3-4), en Liturgia de las Horas, según el
Rito romano, tomo I (Tiempo de Adviento: Lunes II), Mallorca-
Barcelona, Editorial Regina, 1979, pp. 77-79.

396
Resonancias Espirituales del Lectorado...

que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas


ya lo ha hablado en él todo, dándonos al todo, que es.su Hijo.

Por lo cual el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer


alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino
haría agravio a Dios no poniendo los ojos totalmente en Cristo,
sin querer otra alguna cosa o novedad.

Porque le podría responder Dios de esta manera:

Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra/


que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora
responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos
sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y
revelado/ y hallarás en él aún más de lo que pides y
deseas.

Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre


él en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo
en que me he complacido; a él oíd, y alcé yo la mano
de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se
la di a él. Que si antes hablaba, era prometiendo a
Cristo, y si me preguntaban, eran las preguntas
encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en
que habían de hallar todo bien como ahora lo da a
entender toda la doctrina de los evangelistas y
apóstoles.

397
Los Ministerios Instituidos

§ 5 El ministerio del lectorado es digno y grande por su


relación con la Palabra de Dios (La experiencia bíblica de
Juan Jacobo Olier en sus Memorias'**)

Tratando de la alta y eminente dignidad de lector que se


confiere al clérigo en vista de su preparación espiritual con
miras a su futuro ministerio sacerdotal de predicador de la
Palabra de Dios, el padre Olier empieza con asociar muy
estrechamente el tesoro de las Escrituras con el de la
Eucaristía, ambos confiados por Dios a la Iglesia, y que
exigen el mismo respeto por parte el sacerdote:

Pues, Dios tiene dos tesoros de los que su Iglesia es


depositaría; el primero es su Cuerpo y su Sangre
preciosa; el segundo es la Palabra o su Escritura, su
divino Testamento... Pues bien, este tesoro sagrado de
la Escritura ha sido confiado a las manos de la Iglesia
por bondad de Dios, quien luego la confió al sacerdote
para hacerla entender y explicarla al pueblo; eso lo
debe hacer él con un maravilloso respeto, recte
tractans Verbum" (cf.
2 Tm 2,15), <tratando> santamente la Palabra de Dios,
respetándola y venerándola como ella lo merece, y
con tanto más cuidado que se necesita una fe mayor
para respetarla y reverenciarla como se merece, según
lo observa San Agustín (Olier hace alusión al Sexmo
300, 2 de San Agustín, cf. PL 39,2319) que quiere que
se le dé el mismo respeto a las más mínimas sílabas
de la Escritura

166 Cf. G. Chaillot, L'expérience biblique de J.-J. Olier. Le témoignage des


Mémoires, in Bulletin de Saint-Sulpice L'école frangaise aujourd'hui, n° 22
(1996), pp. 73-74. El autor presenta, en conclusión de su reflexión,
algunos extractos del texto de Olier (es decir del manuscrito E 87- 101)
que aparece en el Traite des Saints Ordres (1676) comparé aux écrits
authentiques de ]ean~]aajues Olier (+ 1657), Édition critique avec
introduction et notes par Gilles Chaillot, Paul Cochois et Irénée Noye,
Procure de la Compagnie de Saint-Sulpice, Paris, 1984, pp. 125-133.

398
Resonancias Espirituales del Lectorado...

como a las partículas de Santo Sacramento, porque


ellas son como unos sobres y irnos sacramentos que
contienen el Santo Espíritu, siendo el instrumento
ordinario bajo el cual Él actúa en la Iglesia...

Por eso, explica el padre Olier, la Iglesia ha instituido la orden


particular del lectorado (y hoy el ministerio de lector) para quien
llegará a ser sacerdote para que pueda ejercerse en la práctica
de esta veneración de la Escritura. Y Olier propone a los
formadores del seminario algunas orientaciones sobre la manera
cómo deben velar por la preparación de los candidatos para las
funciones de lector. Preparación práctica, sin duda: verificar
que tengan la voz y el pulmón necesarios para una buena lectura
(cí. Ms E 94 ss); pero sobre todo la iniciación espiritual que los
prepara a continuar como sacerdotes, en el día de mañana, en la
predicación, las mismas funciones de Cristo:

... Jesucristo es el embajador del Padre eterno, es él


quien hace entender sus voluntades a los hombres, y los
sacerdotes entran en esta dignidad y continúan sus
funciones por la predicación -pro Christo legatione fun-
gimur, Christo exhortante per nos- (Olier hace alusión
para-fraseando 2 Co 5,20),... de ahí viene que el
sacerdote debe con mucha anterioridad hacer su
aprendizaje en la Sagrada Escritura y leerla mucho para
comprender la voluntad de Dios, para aprender su
doctrina, luego después, él será capaz de enseñarla y
instruir con ella a los demás.

En consecuencia, hace falta ejercitar mucho a los jóvenes del


seminario en la lectura y el respeto de la Escritura, que es el
mejor camino para entenderla. Pero, -y es ahí lo más revelador-
Olier precisa bien cómo él entiende dicha iniciación a la Lectio
divina:

399

A
Los Ministerios Instituidos

Hay que usar la gracia que se nos da en este Santo


Sacramento (el Santo Sacramento del que habla Olier es
la misma Biblia, leída con la fe), la cual, como una
ayuda de la fe, proporciona, sin duda, luz y sentimiento
para respetar y para entender la Escritura, otorga gracia
y entrada o disposición para predicarla un día, lo que es
una función propia del sacerdote...

5.4 EL MISTERIO DE LA PALABRA DE DIOS Las


reflexiones bíblico-teológicas que aparecen en seguida, se
proponen ayudara entrar más a fondo en los distintos aspectos
mas importantes del misterio de la Palabra de Dios. Seguimos
sencillamente la exposición que hace de este misterio el nuevo
Catecismo de la Iglesia Católica; y, luego, la presentación del
artículo del Vocabulario de Teología Bíblica sobre la Palabra
de Dios:

§ 1 El misterio de la Sagrada Escritura;

§ 2 La Palabra de Dios en el AT y el NT.

§ 1 El misterio de la Sagrada Escritura167


(El Catecismo de la Iglesia católica 101-133)

I. Cristo, palabra única de la Sagrada Escritura


En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los
hombres, les habla en palabras humanas: “La Palabra de Dios,
expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje
humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil
condición humana, se hizo semejante a los hombres” (DV13).

167 Transcribimos aquí todo el artículo 3 del Catecismo (nn. 101-133) sobre la
Sagrada Escritura, in Catecismo de la Iglesia católica, Madrid, Asociación
de Editores del Catecismo, 1993, pp. 33-40.

400
Resonancias Espirituales del Lectorado...

A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice


sólo una palabra, su Verbo único, en quien El se dice en plenitud
(cf. Hb 1,1-3):

Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se


expresa en todas las escrituras, que es el mismo Verbo
que resuena en la boca de todos los escritores sagrados,
el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita
sílabas porque no está sometido al tiempo (S. Agustín,
Psal. 103, 4, 1).

Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas


Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de
presentar a los fieles el Pan de vida quease distribuye en la mesa
de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV21).

En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento


y su fuerza (cf. DV24), porque, en ella, no recibe solamente una
palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf.
1 Ts 2,13). “En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo
sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con
ellos” (DV21).

II. Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura


Dios es el autor de la Sagrada Escritura. “Las verdades reveladas
por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura,
se consignaron por inspiración del Espíritu Santo”.

La Santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles,


reconoce que todos los libros del Antiguo y Nuevo
Testamento, con todas sus partes, son sagrados y
canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales
han sido confiados a la Iglesia (DV 11).
BIBLIOTEC 4
dei Convento de SUBA
Los Ministerios instituidos

Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados.

En la composición de los libros sagrados. Dios se valió


de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades
y talentos, de este modo, obrando Dios en ellos y por
ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito
todo y sólo lo que Dios quería (DV 11).

Los libros inspirados enseñan la verdad.

Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores


inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los
libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin
error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros
para salvación nuestra (DV 11).

Sin embargo, la fe cristiana no es una “religión del Libro”. El


cristianismo es la religión de la “Palabra” de Dios, “no de un
verbo escrito y mudo, sino del Verbo encamado y vivo” (S.
Bernardo, Hom. Miss. 4,11). Para que las Escrituras no queden
en letra muerta, es preciso que Cristo, palabra eterna del Dios
vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia
de las mismas (cf. Le 24,45).

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura


En la sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los
hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso
estar atento a lo que los autores humanos quisieron
verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos
mediante sus palabras (cf. DV 12,1).

Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso


tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, de
los “géneros literarios” usados en aquella época, las maneras de
sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. “Pues la verdad se

402
Resonancias Espirituales del Lectorado...

presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole


histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros
literarios” (DV 12,3).

Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro


principio de la recta interpretación, no menos importante que el
precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: “La
Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que
fue escrita” (DV 12, 3).

El Concilio Vaticano n señala tres criterios para una


interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró
(cf. DV 12,3).

1. Prestar una gran atención “al contenido y ala unidad de toda


la Escritura”. En efecto, por muy diferentes que sean los libros
que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del
designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón,
abierto desde su Pascua (cf. Le 24,25-27.44-46).

El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la Sagrada


Escritura que hace conocer el corazón de Cristo. Este
corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la
Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta
después de la Pasión, porque los que en adelante tienen
inteligencia de ella consideran y disciernen de qué
manera deben ser interpretadas las profecías (S. Tomás
de A., Psal. 21,11).

2. Leer la Escritura en “la Tradición viva de toda la Iglesia”.


Según un adagio de los Padres, Sacra Scripturaprincipalius est in
corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis scripta (“La
Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la
materialidad de los libros escritos”). En efecto, la Iglesia encierra
en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el
Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de

403
Los Ministerios Instituidos

la Escritura {...secundum spiritualem sensum quem Spiritus


donat Ecclesiae, Orígenes, Horn. In Lev. 5, 5).

3. Estar atento “a la analogía de la fe” (cf. Rm 12, 6). Por


“analogía de la fe” entendemos la cohesión de las verdades de la
fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

El sentido de la Escritura
Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de
la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último
se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La
concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su
riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.

El sentido literal. Es el sentido significado por las palabras de la


Escritura y descubierto por la exegesis que sigue las reglas de la justa
interpretación. Omnes sensus (se. Sacrae Scripturae) fundentur super
litteralem (S. Tomás de A., S. 7h., 1,1,10, ad 1). Todos los sentidos de
la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal.

El sentido espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios,


no solamente el texto de la Escritura, sino también las
realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser
signos.

1. El sentido alegórico. Podemos adquirir una compresión más


profunda de los acontecimientos reconociendo su significación
en Cristo; así, el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de
Cristo y por ello del Bautismo (cf. 1 Co 10,2).

2. El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la


Escritura pueden conducimos a un obrar justo. Fueron escritos
“para nuestra instrucción” (1 Co 10,11; cf. Hb 3-4,11).

404
Resonancias Espirituales del Lectorado...

3. El sentido anagógico. Podemos ver realidades y


acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce
(en griego: “anagoge”) hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la
tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf.^4p21,1-22,5).

Un díptico medieval resume la significación de los cuatro


sentidos:

Littera gesta docet, quid credas allegoria,


Moralis quid agas, quo tendas anagogia.

A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo


para ir penetrando y exponiendo el sentido de la
Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio
pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho
sobre la interpretación de la Escritura queda sometido
al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el
encargo y el oficio de conservar e interpretar la
Palabra de Dios (DV 12, 3):

Ego vero Evangelio no crederem, nisi me catholicae


Ecclesiae commoveret auctoritas (S. Agustín, Fund. 5,
6).

IV El canon de las escrituras


La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos
constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV8,3). Esta lista
integral es llamada “Canon” de las Escrituras. Comprende para
el Antiguo Testamento 46 escritos (45, si se cuentan Jr y Lm
como uno solo), y 27 para el Nuevo Testamento (cf. DS179;
1334-1336; 1501-1504):

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio,


Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel, los dos
libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras
y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los
Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el

405
Los Ministerios Instituidos

Edesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el


Edesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentadones,
Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías,
Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo,
Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento;
Los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de
Juan, Los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo
a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a
los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colo-
senses, la primera y la segunda a los Tesalonicenses, la
primera y segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la
carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y
segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de
Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de
la que no se puede prescindir. Sus libros son libros divinamente
inspirados y conservan un valor permanente (cf. DV14),
porque la Antigua Alianza no ha sido revocada.
En efecto, “el fin principal de la economía antigua era
preparar la venida de Cristo, redentor universal”. “Aunque
contienen elementos imperfectos y pasajeros”, los libros del
AT son testimonio de toda la divina pedagogía del amor
salvífico de Dios: “Contienen enseñanzas sublimes sobre Dios
y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran
tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra
salvación” (DV 15).

Los cristianos veneran el AT como verdadera Palabra de


Dios. La Iglesia ha rechazado siempre vigorosamente la idea
de prescindir del AT so pretexto de que el NT lo habría hecho
caduco (marcionismo).

406
Resonancias Espirituales del Lectorado...

El Nuevo Testamento
“La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del
que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo
privilegiado en el Nuevo Testamento” (DV 17). Estos escritos
nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su
objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encamado, sus
obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los
comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf.
DV20).

Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras “por ser el


testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha
carne, nuestro Salvador” (DK18).

En la formación de los Evangelios se pueden distinguir tres


etapas:
1. La vida y la enseñanza de Jesús. La Iglesia mantiene
firmemente que los cuatro evangelios, “cuya historicidad afirma
sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios,
viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la
salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo”
(DK19).

2. La tradición oral. “Los apóstoles ciertamente después de la


ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que El había
dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos
gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de
Cristo y por la luz del Espíritu de verdad” (DV 19).

3. Los evangelios escritos.

Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios


escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se
transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras,
o explicándolas atendiendo a la condición de las
Iglesias, conservando por fin la forma de proda-

407
Los Ministerios Instituidos

mación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera


acerca de Jesús (DV 19).

El Evangelio cuatriforme ocupa en la Iglesia un lugar


único; de ello dan testimonio la veneración de que lo rodea
la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en
todo tiempo sobre los Santos:
No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más
espléndida que el texto del Evangelio. Ved y retened lo que
nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus
palabras y realizado mediante sus obras (Santa Cesárea la
Joven, Rich).

Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis


oraciones; en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre
alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos
y misteriosos (Santa Teresa del Niño Jesús, Ms. Autób. A 83v).

La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento La


Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Co 10,6.11; Hb
10, 1; 1 P 3, 21), después constantemente en su tradición,
esclareció la unidad del pian divino en los dos Testamentos
gracias a la tipología. Esta reconoce, en las obras de Dios en
la Antigua Alianza, prefiguraciones de lo que Dios realizó en
la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo
encarnado.
Los cristianos, por tanto, leen el AT a la luz de Cristo muerto
y resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido
inagotable del AT. Ella no debe hacer olvidar que el AT
conserva su valor propio de revelación que nuestro Señor
mismo reafirmó (cf. Aíc 112, 29-31). Por otra parte, el NT
exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catcquesis
cristiana primitiva

408
Resonancias Espirituales del Lectorado...

recurrirá constantemente a él (cf. 1 Co 5,6-8; 10,1-11). Según


un viejo adagio, el NT está contenido en el Antiguo, mientras
que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo: Novum in
Vetere latet et in Novo Vetus patet (S. Agustín, Hept. 2, 73; cf.
DVT6).

La tipología significa un dinamismo que se orienta al


cumplimiento del plan divino cuando “Dios sea todo en todos”
(1 Co 15, 28). Así la vocación de los patriarcas y el éxodo de
Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de
Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas
intermedias.

V. La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia “Es tan


grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye
sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual”
(DV 22). “Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada
Escritura” (DV22).

La Escritura debe ser el alma de la teología. El ministerio de la


Palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la
instrucción cristiana y en puesto privilegiado, la homilía, recibe
de la Palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da
frutos de santidad (DV 24).

La Iglesia “recomienda insistentemente a todos los fieles... la


lectura asidua de la Escritura para que adquieran ‘la ciencia
suprema de Jesucristo’ (Flp 3,8), ‘pues desconocer la Escritura
es desconocer a Cristo’” (S. Jerónimo) (DV25).

409
Los Ministerios Instituidos

§ 2 Palabra de Dios en el AT y el NT
(La Palabra de Dios en el Vocabulario de teología
bíblicaI68)

“Tienen boca y no hablan” (Sal 115,5; Ba 6,7). Esta sátira de los


“ídolos mudos” (1 Co 12,2) subraya uno de los rasgos más
característicos del Dios vivo en la revelación bíblica: Dios habla a
los hombres, y la importancia de su Palabra en el AT no es sino la
preparación del hecho central del NT, donde esta Palabra -el
Verbo- se hace carne.

ANTIGUO TESTAMENTO

I. Dios habla a los hombres


En el AT, el tema de la Palabra divina no es objeto de
especulación abstracta, como sucede en otras corrientes de
pensamiento (cf. el Logos de los filósofos alejandrinos). Es ante
todo un hecho de experiencia: Dios habla directamente a los
hombres privilegiados; por ellos habla a su pueblo y a todos los
hombres.

1. El profetismo es una de las bases fundamentales del AT: en


todos los siglos, habla Dios a hombres escogidos, con la misión
de transmitir su Palabra. Estos hombres son, en sentido amplio del
término, profetas. Puede variar la manera como Dios se dirige a
ellos: a irnos habla “en visiones y en sueños” (Nm 12,6; cf. 1R 22,
13-17); a otros con una inspiración interior más indefinible (2 R
3-15...; Jr 1,4; etc.); a Moisés habla “cara a cara” (Nm 12,8). Con
mucha frecuencia ni siquiera se precisa el modo de expresión de
su Palabra (por ejemplo, Gn 12, 1). Pero eso no es lo esencial:
todos estos profetas tienen clara conciencia de que les habla Dios,
que su Palabra los invade en

168 Cf. Feuillet, A. y Grelot, P, Artículo Palabra de Dios, en X, Léon-


Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona, Editorial Herder,
1990, pp. 630-636.

410
Resonancias Espirituales del Lectorado...

cierto modo hasta hacerle violencia (Am 7,15; 3,8;Jr 20,7 ss).
Para ellos, la Palabra de Dios es, pues, el hecho primero que
determina el sentido de su vida, y la forma extraordinaria en que
la Palabra surge en ellos hace que atribuyan su origen a la
acción del Espíritu de Dios. Sin embargo, en otros casos, la
Palabra puede llegar por vías más secretas, aparentemente más
próximas a la psicología normal: las que sigue la sabiduría
divina para dirigirse al corazón de los hombres (Pr 8, 1-21. 32-
36; Sb 7-8), sea que les enseñe cómo deben conducir su vida,
sea que les revele los secretos divinos (Dn 5,1 ls; cf. Gn 41,39).
De todos modos, no se trata de una Palabra de hombre, sujeta a
fluctuación o a error: profetas y sabios están en comunicación
directa con el Dios vivo.

2. Ahora bien, la Palabra divina no se da a los privilegiados del


cielo como una enseñanza esotérica que deban ocultar al común
de los mortales. Es un mensaje que hay que transmitir; no a un
pequeño círculo, sino al entero pueblo de Dios, al que Dios quiere
alcanzar por intermedio de sus portavoces. Así la experiencia de
la Palabra de Dios no es sólo cosa de un pequeño número de
místicos: todo Israel se ve llamado a reconocer que Dios le habla
por boca de sus enviados. Si se da el caso de que en un principio
desconozcan y desprecien la Palabra divina (por ejemplo,]r 36),
hay signos indiscutibles que acaban siempre por imponer su
evidencia. En la época del NT, el judaismo entero profesaba que
“Dios habló a nuestros padres, muchas veces y de muchas
maneras” (Hb 1,1).

II. Aspectos de la Palabra


La Palabra de Dios puede enfocarse en dos aspectos,
indisociables, pero distintos: revela y obra.

1. Dios revela al hablar.- Dios habla para poner el pensamiento


del hombre en comunicación con su propio pensamiento. Su
Palabra es alternativamente ley y regía de vida, revelación

411
Los Ministerios Instituidos

del sentido de las cosas y de los acontecimientos, promesa y


anuncio del porvenir.

a) La concepción de la Palabra divina como Ley y regla de


vida remonta a los orígenes mismos de Israel. En el momento
de la Alianza, en el Sinai, Moisés dio al pueblo de parte de
Dios una carta religiosa y moral resumida en diez “Palabras”,
el Decálogo (Ex 20,1-17; Dt 5,6-22; cf. Ex 34,28; Dt 4,13; 10,
4). Esta afirmación de Dios único, ligada a la revelación de
sus exigencias esenciales, fue uno de los primeros elementos
esenciales que permitieron a Israel tomar conciencia de que
“Dios habla”. Ciertos relatos bíblicos subrayaron el hecho
dando cuerpo y vida al cuadro del Sinai y presentando a Dios
hablando directamente a todo Israel desde dentro de la nube
(cf. Ex 20, 1...; Dt 4,12); de hecho, otros pasajes ponen
claramente de relieve el papel de mediador de Moisés (Ex
34,10-28). Pero, de todos modos, la ley se impuso a título de
Palabra divina. Como tal vieron en ella los sabios y los
salmistas la fuente de la felicidad (Pr 18,13; 16,20; Sal 119).

b) Sin embargo, con la ley divina se halla ligada desde los


orígenes una revelación de Dios y de su acción acá en la tierra:
“Yo soy Yahvéh, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto”
(Ex 20,2). Tal es la certeza esencial que funda la autoridad de la
ley misma. Si Israel es un pueblo monoteísta, no es en modo
alguno por sabiduría humana, sino porque Yahvéh habló a sus
padres, luego a Moisés, para darse a conocer como “el único”
(Ex 3,13-15; cf. Dt 6,4). Así también, a medida que la historia
se va desenvolviendo, la Palabra de Dios lo ilustra sobre su
oculto significado. En cada una de las grandes experiencias
nacionales le descubre intenciones secretas (Jos 24,2-13). Este
reconocimiento del designio de Dios en los acontecimientos de
este mundo no es tampoco de origen humano; está en conexión
con el conocimiento profético, prolongado por la reflexión
sapiencial (cf. Sb 10-19). En una palabra, dimana de la Palabra
de Dios.

412
Resonancias Espirituales del Lectorado...

c) Finalmente, la Palabra de Dios sabe franquear los límites del


tiempo para desvelar anticipadamente el porvenir. Paso a paso,
ilustra a Israel sobre la próxima etapa del designio de Dios (Gn
15,13-16; Ex 3,7-10; Jos 1,1-5; etc.). Al final, más allá de un
porvenir inmediato que se coloca de tintas sombrías, revela lo
que acontecerá “en los últimos tiempos”, cuando realice Dios su
designio con plenitud: es todo el objeto de la escatología
profética. Ley, revelación, promesa: estos tres aspectos de la
Palabra divina acompañan y se condicionan mutuamente a todo
lo largo del AT. Reclaman por parte del hombre una respuesta
de la que volveremos a hablar más adelante.

2. Dios obra al hablar. - Sin embargo, la Palabra de Dios no es


sólo un mensaje inteligible dirigido a los hombres. Es una
realidad dinámica, un poder que opera infaliblemente los efectos
pretendidos por Dios (Jos 21,45; 23,14; 1R 8,56). Dios la envía
como un mensajero vivo (Is 9,7; Sal 107,20); corre (Sal 147, 5);
se lanza en cierto modo sobre los hombres (2a 1,6). Dios vela
sobre ella para realizarla (Jr 1,12), y, en efecto, ella produce
siempre lo que anuncia (Nm 23,19; Is 55,10s), ya se trate de los
acontecimientos de la historia, de las realidades cósmicas o del
término del designio de salvación.

a) Esta concepción dinámica de la Palabra no era desconocida


del antiguo Oriente, que la escuchaba en forma casi mágica. En el
AT, se aplicó en primer lugar a la Palabra profética: cuando Dios
revela de antemano sus planes es cierto que luego los realizará. La
historia es un cumplimiento de sus promesas (cf. Dt 9,5; 1R 2,4;
Jr 11,5); los acontecimientos sobrevienen a su llamamiento (Is
44,7s). En el Exodo, “manda, y vienen los insectos” (Sal
105,31.34). Al final de la cautividad de Babilonia, “dice de
Jerusalén: ‘¡Sea habitada!’, y dice de Ciro: ‘Mipastor...*” (Is
44,26.28).

b) Pero si éste es el caso de la historia, ¿cómo dudar de que la


creación entera obedece igualmente a la Palabra de Dios? En

413
Los Ministerios Instituidos

efecto, bajo la forma de una Palabra es como debemos


representamos el acto original del creador: “Dijo, y fue hecho”
(Sal 33,6-9; cf. Gn 1; Lm 3,37; Jdt 16,14; Sb 9,1; Si 42,15). Desde
entonces, esta misma Palabra sigue activa en el universo, rigiendo
los astros (Is 40,26), las aguas del abismo (2s 44,27) y el conjunto
de los fenómenos de la naturaleza (Sal 107,25; 147,15-18; Jb
37,5-13; Si 39,17.31). La Palabra de Dios, más que los alimentos
terrestres, es la que, como un maná celestial, conserva en vida a
los hombres que creen en Dios (Sal 16,26; cf. Dt 8,3 LXX).

c) Tal eficacia, comprobable en la creación como en la historia,


no puede faltar a los oráculos de salvación que conciernen a los
“últimos tiempos”; en efecto, “la Palabra de Dios permanece
siempre” (Is 40,8). Por eso, de un siglo a otro, el pueblo de Dios
recoge piadosamente todas estas Palabras que le describen
anticipadamente su porvenir. Ningún acontecimiento agota su
significación, mientras no llegan los “últimos tiempos” (cf. Dn 9).

III. El hombre ante Dios que habla


La Palabra de Dios es por tanto un hecho frente al cual no puede
el hombre permanecer pasivo: el portavoz ejerce un ministerio
con muy graves responsabilidades; el oyente de la Palabra se ve
requerido a tomar posición, lo cual pone en juego su destino.

1. El ministerio de la Palabra no se presenta en el AT como un


fuente de goces místicos: por el contrario, todo profeta se expone
a la contradicción e incluso a las persecuciones. Cierto que Dios,
al poner en su boca sus Palabras, le da fuerza suficiente para
transmitir sin temor el mensaje que se le confía (Jr 1,6-10). Pero,
en cambio, es responsable ante Dios de esa misión de la que
depende la suerte de los hombres (Ez 3,16-21; 33, 1-9). De hecho,
si trata de evadirse, Dios puede hacerle volver a la fuerza, como
lo da a entender la historia de Jonás (fon 1 y 3). Pero la mayoría
de las veces, los portavoces de Dios desem-

414
Resonancias Espirituales del Lectorado...

peñan su misión con riesgo de perder su tranquilidad e incluso su


vida, y esta fidelidad heroica es para ellos causa de sufrimiento
(Jr 15,16ss), un duro deber cuyo salario no percibe
inmediatamente (1R 19,14).

2. La acogida hecha a la Palabra.- Por lo que se refiere a los


oyentes de la Palabra, deben dispensarle en su corazón una
acogida confiada y dócil. La Palabra, en cuanto revelación y regla
de vida, es para ellos luz (Sal 119,105); en cuanto promesa, da
seguridad respecto al porvenir. Así pues, quienquiera que sea el
que transmita, hay que escucharla (Dt 6,3; Is 1,10; Jr 11, 3.6), sea
para “tenerla en el corazón” (Dt 6,6; 30,14), y ponerla en práctica
(Dt 6,3; Sal 119,9.17.101, sea para contar con ella y esperar en
ella (Sal 119,42.74.81 etc.; 130,5). La respuesta humana a la
Palabra de Dios constituye, pues, una acritud interior compleja,
que comporta todos los aspectos de la vida teologal: la fe, puesto
que la Palabra es revelación; la esperanza, puesto que es promesa;
el amor, puesto que es regla de vida (cf. Dt 6, 4ss).

IV Personificación de la Palabra de Dios


La Palabra divina no es un elemento de tantos en la economía
del AT; la domina totalmente, dando sentido a la historia en cuanto
es creadora de la misma, suscitando en los hombres la vida de la
fe en cuanto se les dirige como un mensaje. No debe, pues,
sorprender el ver que esta importancia se traduce a veces en una
personificación de la Palabra, paralela a las de la sabiduría y del
Espíritu de Dios. Tal es el caso de la Palabra reveladora (Sal
119,89) y sobre todo de la Palabra operante, ejecutora de las
órdenes divinas (Sal 147,15; 107,20; Is 55,11; Sh 18,14ss). En la
filigrana de estos textos se descubre ya la acción del Verbo de
Dios en la tierra, aún antes de que el NT la revele a los hombres
con plenitud.

415
Los Ministerios instituidos

NUEVO TESTAMENTO
Algunos pasajes del NT reasumen la doctrina de la Palabra de
Dios en sentido idéntico al del AT (cf. Mt 15,6). Así María cree
en la Palabra que le es transmitida por el ángel (Le 1,37s. 45), y a
Juan Bautista se le dirige la Palabra como a los profetas de otros
tiempos (Le 3,2). Pero, la mayoría de las veces, el misterio de la
Palabra tiene ya por centro la persona de Jesús.

7. Palabra de Dios y Palabra de Jesús


1. La Palabra opera y revela.-En ninguna parte se dice que la
Palabra de Dios es dirigida a Jesús como se decía antiguamente a
los profetas. Sin embargo, en San Juan como en los Sinópticos, su
Palabra se presenta exactamente como la Palabra de Dios en el
AT: poder que opera y luz que revela.

Poder que opera: con una Palabra Jesús realiza los milagros que
son los signos del reino de Dios (Mt 8, 8. 16; Jn 4, 50-53).
También con una Palabra produce en los corazones los efectos
espirituales cuyos símbolos son estos milagros, como por
ejemplo, el perdón de los pecados (Mt 9,1-7 p). Con una
Palabra transmite a los Doce sus poderes (Mt 18,18;/» 20,23) e
instituye los signos de la nueva Alianza (Mt 26,26-29 p). En él
y por él está, pues, en acción la Palabra creadora, operando acá
en la tierra la salvación.

Luz que revela: Jesús anuncia el Evangelio del reino, “anuncia


la Palabra” (Mt 4,33), dando a conocer en parábolas los
misterios del reino de Dios (Mt 13,11 p). En apariencia es un
profeta (Jn 6,14) o un doctor que enseña en nombre de Dios
(Mt 22,16 p). En realidad habla “con autoridad” (Mt 1,22 p),
como de su propio fondo, con la certeza de que “sus Palabras
no pasarán” (Mt 24,35 p). Esta actitud deja entrever un
misterio, al que el cuarto Evangelio se asoma con predilección.
Jesús “dicedas Palabras de Dios” (Jn 3,34), dice “lo que el
Padre le ha enseñado”

416
Resonancias Espirituales del Lectorado...

(8,28). Por eso “sus Palabras son espíritu y vida” (6,63).


Repetidas veces emplea el evangelista con énfasis el verbo
“hablar” (lolein) para subrayar la importancia de este aspecto de
Jesús (por ejemplo, 3,11; 8,25-40; 15,11; 16,4...), pues Jesús “no
habla de sí mismo” (12,49s; 14,10), sino “como lo ha hablado
primero el Padre” (12,50). El misterio de la Palabra profética,
inaugurado en el AT, alcanza, pues, en él, su perfecto
cumplimiento.

2. Los hombres frente a la Palabra.- Por eso, se intima a los


hombres que tomen posición frente a esta Palabra que los pone en
contacto con Dios mismo. Los Sinópticos refieren Palabras de
Jesús que muestran claramente el objeto de esta elección. En la
parábola de la semilla, la Palabra -que es el Evangelio del reino-
es acogida diversamente por sus diversos oyentes: todos “oyen”;
pero los que la “comprenden” (Mt 13,23) o la “acogen” (Mt 4,33)
o la “guardan” (Le 8,15), la ven producir en ellos su fruto.
Asimismo Jesús, terminado el sermón de la montaña, en que
acaba de proclamar la nueva ley, opone la suerte de los que “oyen
su Palabra y la ponen en práctica” a la de los que “la oyen sin
ponerla en práctica” (Mt 7,24.26; Le 6,47.49): casa fundada sobre
la roca por un lado, sobre la arena por otro.

Estas imágenes introducen una perspectiva de juicio; cada cual


será juzgado según su actitud frente a la Palabra: “Quien se
avergonzare de mí y de mis Palabras, el Hijo del hombre se
avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre”
(Me 8, 38 p).

El cuarto Evangelio vuelve a las mismas ideas con particular


insistencia. Muestra que en los oyentes de Jesús se opera una
división a causa de sus Palabras (Jn 10, 19). Por un lado, se hallan
los que creen (Jn 2,22; 4,39.41.50), escuchan su Palabra (5,24), la
guardan (8,51s; 14,23s; 15,20), permanecen en ella (8,31) y en
quienes ella permanece (5,38; 15,7); éstos tienen la vida eterna
(5,24), no verán jamás la muerte (8,51). Por otro

417
Los Ministerios Instituidos

lado, los que Hallan esta Palabra demasiado dura (6,60),


que no “pueden escucharla” (8,43) y que por lo mismo la
rechazan y repudian a Cristo: a éstos la Palabra misma de
Jesús los juzgará el último día (12,48), porque no es la
Palabra de él, sino la del Padre (12,49; 17,14), que es verdad
(17,17). Es por tanto una misma cosa tomar posición frente a
la Palabra de Jesús, frente a su persona y frente a Dios.
Según la decisión tomada, se ve el hombre introducido en
una vida teologal hecha de fe, de confianza y de amor, o
arrojado por el contrario a las tinieblas del mundo malvado.

II. La palabra en la Iglesia


1. La acción de la Palabra de Dios - Los Hechos y las
Cartas apostólicas nos muestran la Palabra de Dios
realizando aquí en la tierra la salvación inaugurada por Jesús.
Por lo demás, esta Palabra no designa tanto una serie de
“Palabras del Maestro” recogidas y repetidas por los
discípulos (cf. Mt 10,14; 1 Co 7, 10.12.25) cuanto el mensaje
mismo del Evangelio, proclamado en la predicación
cristiana. El ministerio apostólico es esencialmente un
servicio de esta Palabra (Hch 4,29ss; 6,2.4), que debe
anunciar para que resuene en el mundo entero (8,4. 25; 13,5;
18,9s; 1 7s 1,8); servicio sincero, que no falsifica el mensaje
(2 Co 2,17; 4,2); servicio animoso, que lo proclama con
audacia (Hch 4,31; Flp 1,14).

Ahora bien, esta Palabra es por sí misma un poder de


salvación: el crecimiento de la Iglesia se identifica con su
crecimiento (Hch 6,7; 12,24; 19,20), y aun las cadenas con
que se carga al Apóstol no logran encadenarlo (2 Tm 2,9).
Es la “Palabra de salvación” (Hch 13, 26), la “Palabra de
vida” (Flp 2, 16), la Palabra segura (1 Tm 1,15; 2 Tm 2,11;
Tt 3,8), la Palabra viva y eficaz (Hb 4,12); otras tantas
expresiones que subrayan su acción en los corazones de
los creyentes. Así, a ella es a la que éstos deben su
regeneración, cuando creen en ella en el momento del
bautismo (1P1,23; St 1,18; cf. £/5,26). En la obra de la
418
Resonancias Espirituales del Lectorado...

salvación se descubre así la misma eficacia de la Palabra,


que el AT presentaba en el marco de la creación y en el
desarrollo de la historia, y que los Evangelios atribuían a la
Palabra de Jesus. Pero de hecho, la Palabra anunciada por los
Apóstoles ¿es otra cosa que la Palabra misma de Jesús,
elevado como Señor a la diestra de Dios, y que habla por sus
Apóstoles y confirma su Palabra con signos? (Me 16,20).
2. Los hombres delante de la Palabra de Dios.- Por esta
razón frente a la Palabra apostólica tiene lugar la misma
división que se observaba ya frente a Jesús: negativa por
parte de unos (Hch 13,46; 1P2,8; 3,1); acogida por parte de
otros (1 Ts 1, 6), que reciben la Palabra (1 7s 2,13), la
escuchan (Col 1,5; Ef 1,13), la reciben con docilidad para
ponerla en práctica (St 1, 21ss), la guardan a fin de ser salvos
(1 Co 15,2; cf. Ap 3,8), la glorifican (Hch 13,48), de modo
que permanece en ellos (Col 3,16; 1 Jn 1,10; 2,14). Si es
menester, éstos soportan por causa de ella la prueba y el
martirio (Ap 1,9s; 6,9; 20,4) y gracias a ella vencen a las
potencias del mal (Ap 12,11). Así se dilata en la historia la
acción de la Palabra divina, que suscitó en los hombres fe,
esperanza y amor.

111. El misterio del Verbo de Dios 1. El Verbo hecho


came.- De este misterio de la Palabra divina nos comunica
Juan el último secreto, relacionándola en la forma más
estrecha con el misterio mismo de Jesús, Hijo de Dios: Jesús
es en cuanto Hijo la Palabra subsistente, el Verbo de Dios.
De él deriva, pues, en última instancia toda manifestación de
la Palabra divina, en la creación, en la historia, en la
realización final de la salvación. Así se comprende lo que se
dice en la Carta a los Hebreos: “Después de haber hablado a
nuestros padres por los profetas, nos ha hablado Dios por su
Hijo” (Hb 1, ls).
Así pues, Jesús en cuanto Verbo existía en Dios desde los
principios, y él mismo era Dios (Jn 1, ls). Era la Palabra
creadora
419
Los Ministerios Instituidos

por la que todo fue hecho (1, 3; cf. Hb 1, 2; Sal 33, 6ss). La
Palabra iluminadora que brillaba en las tinieblas del mundo para
aportar a los hombres la revelación de Dios (Jn 1,4s. 9). Ya en
el AT, era él quien se manifestaba bajo las formas externas de la
Palabra operante y revelante. Pero finalmente, al término de los
tiempos, este Verbo entró abiertamente en la historia,
haciéndose carne (1,14); entonces, vino a ser para los hombres
objeto de experiencia concreta (1 Jn 1, lss), de modo que
“nosotros vimos su gloria” {Jn 1,14).

De esta manera, llevó a término su doble actividad de


revelador y de autor de la salvación: como Hijo único dio a
los hombres a conocer al Padre (1,18); para salvarlos
introdujo en el mundo la gracia y la verdad (1,14.16s). El
Verbo manifestado al mundo está ahora ya en medio de la
historia humana: antes de él, la historia tendía hacia su
encamación; después de su venida, tiende hacia su triunfo
final. En efecto, él también se manifestará en un último
combate, para dar fin a la acción de los poderes malignos y
procurar acá en la tierra la victoria definitiva de Dios (Ap
19,13).

2. Los hombre delante del Verbo hecho carne.- Siendo Cristo


el Verbo subsistente “venido en carne”, se comprende que la
actitud adoptada por los hombres frente a su Palabra y frente a
su Persona determina, de una vez por todas, su actitud frente a
Dios. Efectivamente, su venida a la tierra dio lugar entre ellos
a una división. Por un lado, las tinieblas no lo acogieron (Jn
1,5), el mundo malvado no lo conoció (1,10), los suyos -su
propio pueblo- no lo recibieron (1,11): es toda la historia
evangélica que desemboca en la pasión. Pero por otro lado, los
hay “que creyeron en su nombre” (1,12): éstos “recibieron de
su plenitud gracia sobre gracia” (1, 16), y él les dio poder de
llegar a ser hijos de Dios (1,12), él que es Hijo por naturaleza
(1,14.18).

Así se cristalizó, en tomo al Verbo encamado, un drama que en


realidad dura desde que Dios comenzó a hablar a los hombres
420
Resonancias Espirituales del Lectorado...

por sus profetas. Pero también, cuando los profetas


proclamaban la Palabra de Dios, ¿no era ya el Verbo en persona
el que se expresaba por su boca, el mismo Verbo que había de
tomar carne al fin de los tiempos para hablar directamente a los
hombres cuando lo enviara el Padre personalmente a la tierra?
A esta acción oculta, preparatoria, ha sucedido ahora una
presencia directa y visible. Pero para los hombres no ha
cambiado de aspecto el problema vital planteado por la Palabra
de Dios: quien cree en la Palabra, quien reconoce al Verbo y lo
acoge, entra por él en una vida teologal de hijo de Dios {Jn
1,12); quien rechaza la Palabra, quien desconoce al Verbo,
permanece en las tinieblas del mundo y con eso mismo está ya
juzgado (cf. 3,17s). Tremenda perspectiva que todo hombre
debe afrontar, abiertamente si se halla en presencia del
Evangelio de Jesucristo, secretamente si la Palabra divina sólo
le llega bajo formas imperfectas. A todo hombre habla el
Verbo, de todo hombre aguarda una respuesta. Y el destino
eterno de este hombre depende de su res-puesta.

5.5 LAS EXIGENCIAS DE LA FORMACIÓN PARA LA


PREPARACIÓN AL MINISTERIO DEL
LECTORADO
Los siguientes textos seleccionados quieren insistir sobre las
exigencias de la formación del lector como futuro ministro de la
Palabra de Dios; por eso proponemos siete textos que subrayan
tanto la dimensión doctrinal, espiritual y litúrgica de la
formación, como también las diversas exigencias de la misma en
relación con la Palabra de Dios:

% 1 El culto de la Palabra de Dios en el Seminario: unas


orientaciones pedagógicas;
% 2 La veneración por la Escritura y su lectura asidua;
§ 3 La Mesa de la Palabra de Dios;
% 4 La lectura meditada y orante de la Palabra de Dios;

421
Los Ministerios Instituidos

§ 5 Principios generales para la celebración litúrgica de la


Palabra de Dios;
§ 6 Cristo, Palabra de Dios.

§ 1 El culto de la Palabra de Dios en el Seminario: unas


orientaciones pedagógicas
(La experiencia bíblica de Juna Jacobo Olier en sus
Memorias169)

Esta experiencia bíblica (de Olier) no iba a tardar en producir


sus frutos llevando al fundador del Seminario a echar las bases
de una verdadera iniciación pedagógica en la Lectio Divina para
los miembros de la comunidad de formación. Y esto, haciéndole
descubrir personalmente mejor, en la fe, el carácter casi
sacramental de la Palabra bíblica como alimento espiritual casi
inseparable de la Eucaristía. Todo ocurre durante unos días de
soledad que Olier tomó en el campo, a finales de agosto de 1644.
El 29, en la fiesta de la degollación de San Juan Bautista, antes
de empezar la oración interior - el solitario, aplicando una
resolución tomada algunas semanas antes, lee el capítulo 8o de
San Lucas, donde se habla de la Palabra de Dios como de una
semilla que nutre. Pues bien, Olier narra que:

Después de haber recibido varios testimonios de amor


de mi Dios, que me aseguraba querer hacer su obra en
mí..., plugo a su bondad llenarme el corazón de una
operación fuerte y poderosa, y que hasta pena daba
soportarla, tan fuerte y vehemente era. Y esta
operación pasaba en mí de la Sagrada Escritura que
estaba cerca

169 Cf. G. Chaillot, L'expérience biblique de J.-J. Olier. Le témoignage des


Mémoires, in Bulletin de Saint-Sulpice L'école franqaise aujourd'hui, ne
22 (1996), pp. 20-76. El autor presenta especialmente un apartado (1.5)
titulado: El culto de la Palabra de Dios en el seminario: unas preciosas
orientaciones pedagógicas; cf. especialmente pp. 41-49.

422
Resonancias Espirituales del Lectorado...

de mí... (Memorias 7,53; cf. 7,54 por lo que se refiere a


la alusión a la estadía en soledad-en el campo. Aquí
Olier ha leído la parábola de la semilla en Le 8, 4.15).

Siempre listo para imaginar las realidades espirituales que


experimenta, Olier se representa la gracia así experimentada
interiormente como una especie de emanación proveniente del
libro mismo de la Biblia que él tiene a la mano:

Yo sentía esta operación divina, que salía de la Santa


Biblia como saliendo del Santísimo Sacramento. Y esto
me daba un amor por las Sagradas Escrituras que yo no
puedo expresar, viendo al mismo tiempo, por una luz
secreta de fe, que Dios moraba en su santa Palabra para
alimentar mejor a su Iglesia, como residía bajo las
especies y accidentes del Santísimo Sacramento
(Memorias 7, 54).

Sin embargo, lo esencial -el mismo no esta en el error- consiste


en una convicción de fe de la que ha recibido la luz: un poco
como en el Sacramento eucarístico, hay en la Palabra bíblica
una real presencia espiritual de Dios, destinada a alimentar su
Iglesia, presencia en la que cada una de las tres Personas divinas
se expresa de una manera diferente:

El Padre habla en los Profetas, el Hijo habla él mismo


en su carne en el Evangelio, el Espíritu Santo habla por
los apóstoles, en ios Hechos y en sus Epístolas".
(cf. 7, 53: Y yo veía que las tres Personas divinas
aparecían en la Sagrada Escritura de una manera
diferente...).

Consciente de la parte de sensibilidad que implica este favor


recibido del Maestro interior en su oración de la mañana, Olier
se da cuenta de que éste lo trata como niño:

423
Los Ministerios Instituidos

Y veía -observa Olier- que Dios me hada sentir esta experienda


para hacerme comprender con mayor convicción la verdad de su
presencia en las Escrituras para vivificar y alimentar a su Iglesia
(Memorias, 7, 54 continuadón).

Pero, al mismo tiempo, hacia la experiencia del despojamiento y


de la verdadera desnudez interior a lo que lo llamaba el Señor, los
días anteriores, impulsándole a realizar este retiro en el campo:
Me parece que él me había impulsado a esta soledad como me
lo había prometido en días pasados, dicién- dome: Ducam earn
in solitudinem et loquar ad cor ejus, haciéndome entender estas
palabras, no sólo de soledad exterior donde estaba en el campo,
sino también de soledad interior, despojándome y vadando el
espíritu de toda ocupadón de criaturas, y el corazón también de
todo deseo y de todo afecto hacia ellas, como su bondad me
hacía la gracia de hacérmelo experimentar por una desnudez
interior que no puede expresar (Memorias, 7, 55: Olier dta a Os
2,14, donde el Señor entiende condudr a su Esposa infiel -el
Pueblo de Israel- al desierto para "hablarle al corazón").

Sin embargo, volviendo al descubrimiento de la mañana - Dios que


mora en este santo cuerpo de las Escrituras alimenticias de su
Iglesia (cí. Ms, 7, 54)-, Olier no puede no pensar en un detalle
concreto del que la divina providencia se sirvió, sin darse cuenta,
algún tiempo antes, para ponerle en la vía. ¿No acaba, en efecto,
de recibir recientemente un regalo de una persona amiga cercana
a él: una Biblia cubierta de lino blanco? Este color, símbolo de
pureza, no era una casualidad: es, lo cree, en relación y por
respeto a Santísimo Sacramento que el blanco había sido escogido
para cubrir el libro de la Palabra de Dios que le había sido
obsequiado (cf. Memorias 7,

424
Resonancias Espirituales del Lectorado...

55 continuación. Sin nombrarlo, Olier designa al Padre du


Ferrier, uno de sus colaboradores cercanos en el seminario).
¿Simple imaginación de parte de Olier, muy apetitoso de
simbolismo místico? Se puede pensarlo asípero parece que tuvo
que ver algo en la relación que Olier hace entre la presencia divina
en las Escrituras y en la Eucaristía...

Finalmente, al terminar su meditación del 29 de agosto, dicha


relación lleva a Olier a pensar ya en lo que implica para la
formación bíblica de los miembros de la comunidad de San
Sulpicio. Y, esto, en el contexto de las practicas protestantes que,
colocando la Sagrada Escritura en las manos de todo el mundo,
terminan, según su parecer, banalizando su valor como también el
de la Eucaristía.

Y esta misma bondad de Dios -escribe él- me había hecho ver, a


propósito del respeto a las Sagradas Escrituras, -que son para
nosotros las más bellas reliquias del Espíritu de Jesucristo con el
Santísimo Sacramento-, que los herejes habían inventado, por
sugestión maligna del demonio, esta maldita persuasión de
poner la Sagrada Escritura en las manos de todo el mundo, a fin
de hacerla despreciar y ponerla así en descrédito y desprecio; así
han intentado hacerlo con el Santísimo Sacramento, tratando de
persuadir que Nuestro Señor no estaba realmente presente bajo
las especies del pan en la Sagrada Eucaristía (Memorias, 7, 56.
N.B.: el contexto es evidentemente el de la polémica
antiprotestante de la época).

Este diagnóstico pastoral, que Olier comparte con todos los


partidarios de la Contra-Reforma, orientará la acción que se siente
llamado a desempeñar: el Maestro interior le ha hecho
comprender

425
Los Ministerios Instituidos

... que era necesario trabajar en expiar este desprecio por


una reverencia y un respeto particular, dando el aprecio
que se debe al valor y santidad de las Escrituras, y dando
también las disposiciones y sentimientos con los cuales
hay que tratar y acercarse a ellas:

1. como de adoración de Dios oculto en las Escrituras;

2. de humildad interior por la cual se confiesa que somos


indignos de oírlas, porque están llenas de una luz
sobrenatural que rebasa la capacidad de la razón;

3. de confianza en Dios que nos llenará de su sabiduría


divina derramada en sus Escrituras, y otras
disposiciones semejantes y sentimientos respetuosos para
una cosa tan santa y tan divina (Memorias, 7, 56
continuación).

Al día siguiente, 30 de agosto, Olier desarrolla en su Diario la


reflexión así iniciada, consignando las sugerencias que recibe
interiormente, siempre durante la oración, con miras a la formación
que había que poner en marcha en la Casa de San Sulpicio. La
perspectiva de conjunto queda evidentemente marcada por la
preocupación de asociar siempre muy estrechamente el culto de la
Palabra de Dios y el de la Eucaristía. A lo largo de estas página
importantes de las memorias alternan... y a veces se entremezclan un
poco, por una parte, la evocación muy concreta de algunas de las
prácticas pedagógicas que proyecta desarrollar en el seminario, y,
por otra parte, los elementos de una interesante reflexión teológica
espiritual donde se enraizará esta pedagogía. Todo empieza con el
propósito, significativo, de poner bien en evidencia en el oratorio de
la Casa el libro de la Biblia, en un lugar adornado, donde cada cual
estará invitado a rendirle homenaje, al entrar y al salir, como se hace
ante el Santo Sacramento,

426
Resonancias Espirituales del Lectorado...

siguiendo una costumbre frecuente en la Iglesia


antigua, como Olier recuerda haberlo leído, por
ejemplo, en San Paulino:
Para gloria de Dios, al día siguiente durante la oración,
30 de agosto, -anota Olier-, Nuestro Señor siguió
mostrándome el gran respeto que quería que se
rindiera en nuestra Casa a la Sagrada Escritura,
interior y exte- riormente, manteniéndola siempre en
un lugar adornado del oratorio, a la cual se rindiera
algún homenaje al entrar y al salir, como si fuera un
copón que lleva a Dios en sí, oculto en las Escrituras
para iluminar a la Iglesia. Y, en efecto, antiguamente en
la Iglesia, según San Paulino, se tenía dentro de los
Santos tabernáculos de los altares dos pequeños
armarios, uno al lado del otro, en uno de ellos estaba el
Santísimo Sacramento, y en el otro las Sagradas
Escrituras. Uno contenía el Verbo divino encerrado
bajo las dos especies, en el silencio majestuoso de su
dignidad; y el otro contenía el Verbo divino que se
explica fuera y hace oír lo que dice en sí mismo. La
Escritura es una copia y como un suplemento y
explicación del Santísimo Sacramento {Memorias, 7, 57:
no ha sido posible verificar a cuál de los textos de San
Paulino de Nole se refiere de memoria Olier).

No podría expresar mejor la perspectiva teológica y


espiritual central en la que se enraiza esta práctica
eclesial tradicional de siempre asociar en un mismo
culto las dos mesas, la de la Palabra y la de la
Eucaristía. Una perspectiva que la prolongación de su
meditación conduce a Olier a desarrollar y a
profundizar ampliamente. Lo que le llama la atención
en primer lugar, es que entre el misterio eterno del
Verbo, en quien Dios se dice totalmente a sí mismo, y
lo que las Escrituras nos sugieren de ello de manera
tan limitada, no puede haber evidentemente común
medida. Mientras esperamos que un día la luz de
427
gloria nos sostenga, lo que percibi-

428
Los Ministerios instituidos

mos del Verbo divino por la fe aquí en la tierra, es decir, esta


explicación de todo el ser divino, ¡no pasa de ser una pequeña
gota de vapor!

El Verbo divino es inmenso, es decir, lo que Dios dice en


sí es incomprensible -prosigue Olier- Dios dice siempre
lo que es, y lo que sabe. Y esto es inmenso, infinito,
inconcebible e incomprensible. Dios dice en las
Escrituras una parte de lo que dice en sí mismo. Y si, no
obstante, todo lo que vemos y leemos no es más que una
gótica de vapor y una pequeña sílaba de todo lo que este
pecho inmenso pronuncia en sí mismo, lo que vemos aquí
no son más que palabritas que no expresan por fuera las
más mínimas concepciones y pensamientos de Dios en sí
mismo. Este Verbo divino, esta explicación de todo el ser
divino, de todo lo que es en sí mismo y en sus criaturas,
de todo lo que sabe en sí mismo y en su sabiduría infinita,
¿quien puede oírlo y concebirlo? ¿Cuál es el alma que
puede llevar esta inteligencia sin ser abrumada por ella, y
sin que un día la luz de la gloria nos sostenga? ¿El medio
de poder ver sin morir esta majestad augusta e inmensa de
este Verbo divino? {Memorias, 7, 57-58).

Pero lo que, al mismo tiempo, causa la admiración de Olier, es


saber que Dios nos ofrece en la Sagrada Escritura, adaptándose
maravillosamente a nuestro modo humano de comprender, es
nada menos que este Verbo explicando algo de sí mismo ya. Y
eso es precisamente lo que hace el valor inestimable de la
frecuentación asidua de la revelación bíblica, este lugar
privilegiado donde debemos tomar nuestro alimento y nuestra
refacción interior:

Pues bien, sin embargo, es verdad que este Verbo


explicando algo de sí mismo es la Sagrada Escritura: es
Dios quien se expresa y se anuncia fuera de sí mismo,

428
Resonancias Espirituales del Lectorado...

quien se hace oír de los hombres como puede serlo,


explicándose a nuestro modo y según nuestra manera de
hablar. ¡Oh bella figura del Verbo eterno y divino, y
divina expresión de la Palabra eternamente escondida en
Dios! En espera de que veamos y concibamos y oigamos
esta Palabra inmensa e infinita de Dios, esta explicación
del secreto eterno de Dios y de todo su saber,
¡mantengamos nuestro espíritu reverentemente atento a las
palabras reveladas y a la porción de la ciencia de Dios que
Él manifiesta en sus Escrituras.
Hay que tener delante de nosotros la Escritura como el
oráculo en el que Dios nos habla, como el arca y el
tabernáculo donde Dios quiere ser adorado y consultado,
para escuchar su secreto y su verdad. Ahí es el lugar donde
se debe tomar el alimento y la refacción interior debe ser el
lugar donde podemos sacar nuestra luz, nuestro amor y
nuestra fuerza. En una palabra, es el lugar donde Dios se
oculta para darse a nosotros y para hacernos comulgar con
sus gracias (Memorias, 7, 58-59).

Entonces, se esbozan en la reflexión de Olier algunas precisiones


interesantes acerca de la manera diversificada como Dios habla así a
las almas cristianas en la Lectio Divina, a la que todas están
llamadas. Ciertamente, Él lo hace, en ún sentido siempre igual,pero
adaptándose a la experiencia espiritual muy personal que Él mismo
permite vivir a cada alma. Recordando primero aquello que había
apenas evocado la víspera en sus notas -a saber que, según los libros
de la Biblia, Dios habla en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo
y siempre se expresa distintamente-, Olier hace esta observación:

... de suerte que las almas que tienen experiencia en la


oración distinguen bien la palabra del Padre o del Hijo o
del Espíritu Santo... {Memorias, 7, 59 continuación).

429
Los Ministerios Instituidos

Sin duda para sugerir que cada alma escogerá, según su


inclinacióny y se dispondrá en la oración a escuchar a veces una
o a veces otra de las tres Personas divinas. Es precisamente lo
que confirma la continuación donde, para hablar de los gustos
distintos que Dios mismo otorga a las almas en la lectio divina,
Olier se remite a algunos de los ejemplos famosos tomados de
los Padres de la Iglesia:

Es verdad. Dios es el mismo en todos y se expresa de


manera distinta en todos, y da también a las almas
gustos diferentes por su Palabra. Como a algunos dará
gusto por un Evangelio más que por otro, como, por
ejemplo, a San Ambrosio por San Lucas... así ocurre por
el gusto que San Agustín tenía por San Juan, que es un
torrente de la Sabiduría divina. Lo mismo a San
Jerónimo el gusto por San Mateo, a San Juan Cri-
sóstomo por San Pablo: y así de todos los demás. No es
que todos no sean de la misma agua, ni que todos no
pueden ser iluminados con la distinción y multiplicidad
de las luces de Dios por un mismo Evangelio.
Pero Dios se complace en tener diversos espíritus en
cuales se aplica a esclarecer sus Escrituras y dilatar las
verdades escondidas y replegadas en la Palabra escrita, a
fin de que todo sea honrado y respetado (Memorias, 7,
60-61: la alusión a los textos bíblicos que son todos... de
la misma agua recuerda la comparación hecha
anteriormente por Olier, escribiendo que los Evangelistas
y los Profetas y los Apóstoles... todos son los órganos e
instrumentos del mismo Dios, así como la diversidad de
los tubos en las fuentes hacen ver la diferencia y la
diversidad de los juegos de una misma agua -Ms 6, 60-).

Al finalizar sus notas del 30 de agosto, Olier vuelve al relato de


la Transfiguración del que, antes de su oración, había hecho la
lectura en el capítulo 9 de San Lucas. La blancura
resplandeciente del Señor que aparece a sus discípulos le hace

430
Resonancias Espirituales del Lectorado...

pensar evidentemente en la Eucaristía como también en la gloria


del Resucitado:

Y, en particular, plugo a Nuestro Señor explicarme


algunas circunstancias del misterio que había leído en el
cap. 9 de San Lucas, donde se habla de la Santa
Transfiguración de Nuestro Señor, donde aparece
revestido de blanco: lo que expresa el estado en el que
debía estar después de su divina resurrección, sea en el
délo en la gloria, o en la tierra en el Santísimo
Sacramento del altar, revestido de la figura blanca
(Memorias, 7,61 continuadón: Olier se refiere a Le
9,28.36 y a la blancura resplandedente notada en 9, 29).

Pero su meditación lo remitió también, muy naturalmente, a las


perspectivas pedagógicas que él tiene el proyecto de desarrollar en
el seminario acerca de la práctica cotidiana de la Lectio Divina.
Ésta debe hacer parte de las constituciones que regularán la vida de
la comunidad. En el misterio de la Transfiguración de Cristo,

Es donde Dios Padre se lo entrega a su Iglesia como


Maestro, a fin de que sea escuchado y seguido en sus
máximas. Donde yo veía que Nuestro Señor deseaba que
entre otras instituciones debíamos tomarlo por nuestro
Maestro, de parte del Padre Eterno: Ipsum audite, por
cuya boca nos habla, y le ha enseñado desde toda la
eternidad lo que nos debía transmitir y enseñar.
Quaecumque audivi a Patre, nota fed vobis: os he
descubierto todo lo que he oído de mi Padre en su nombre
para seros revelado (Memorias, 7, 61-62: Olier se refiere a
ir 9,35 y a Jn 15, 15).

Y Olier consigna aún la sugerencia práctica que le vino al


espíritu. Una manera muy concreta de prolongar durante el día la
meditación del capítulo del NT hecha por la mañana

431
Los Ministerios Instituidos

será de memorizar tal o cual máxima de Jesús para vivirla mejor en


el fondo del alma:

Y, aún más, su bondad me mostraba cómo quería que


todos los días, en la lectura que se haría del santo capítulo
del NT, que se aprendiera (o memorizase) alguna máxima
de su boca y que nos conformáramos a ella. Como, por
ejemplo, en este capítulo 9 de San Lucas: cftii menor est
inter vos omnes, hie major est. Es preciso aprender de
memoria esta bella máxima y vivir en el fondo del alma
conforme a ella, considerándose como el más pequeño y
el más vil de todos, haciendo de nuestra vida espiritual
I lo que Nuestro Señor desea que sea, es decir, una vida
escondida, una disposición interior de corazón,
haciéndonos adoradores en espíritu y en verdad
(Memorias, 7, 62: Olier cita a Le 9,
48 y hace alusión a Jn 4, 23).

Aún si estas diversas anotaciones de Olier, en su Diario del final


de agosto de 1644, no constituyen un programa completo de
iniciación pedagógica a la Lectio Divina para el seminario de San
Sulpicio, ellas al menos tienen el interés de mostrar algunas de
las orientaciones mayores de esta pedagogía oleriana y su
enraizamiento significativo en su experiencia personal. Esta
experiencia de la Palabra de Dios, meditada y vivida... aflora, a
decir verdad, casi permanentemente a lo largo de las Memorias...

§ 2 La veneración por la Escritura y su


lectura asidua
(Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la divina
Revelación 21-25)

(n° 21) La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como


lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la
sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus

432
Resonancias Espirituales del Lectorado...

fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del


Cuerpo de Cristo. La Iglesia ha considerado siempre como suprema
norma de su fe la Escritura unida a la Tradición, ya que, inspirada
por Dios y escrita de una vez para siempre, nos transmite
inmutablemente la Palabra del mismo Dios; y en las Palabras de los
Apóstoles y de los Profetas hace resonar la voz del Espíritu Santo.
Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión
cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura. En los
libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al
encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el
poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y
vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma,
fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a la
Escritura de modo especial aquellas Palabras: La Palabra de Dios es
viva y enérgica {Hb 4, 12), puede edificar y dar la herencia a todos
los consagrados (.Heb 20, 32; cf. 1 Ts 2,13).

(n° 22) Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura.
Por eso la Iglesia desde el principio hizo suya la traducción del
AT llamada de los Setenta; y siempre ha honrado las demás
traducciones, orientales y latinas; y entre éstas, la Vulgata. Pero
como la Palabra de Dios tiene que estar disponible en todas las
edades, la Iglesia procura con cuidado materno que se hagan
traducciones exactas y adaptadas en diversas lenguas, sobretodo
partiendo de los textos originales. Si se ofrece la ocasión de
realizar dichas traducciones en colaboración con los hermanos
separados, contando con la aprobación eclesiástica, las podrán
usar todos los cristianos.

(n° 23) La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por


el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más
profundamente la Escritura para alimentar constantemente a sus
hijos con la Palabra de Dios; por eso fomenta el estudio de los
Padres de la Iglesia, orientales y occidentales, y el estudio de la
liturgia. Los exégetas católicos y los demás teólogos han de

433
Los Ministerios Instituidos

trabajar en común esfuerzo y bajo la vigilancia del


Magisterio para investigar con medios oportunos la Escritura
y para explicarla, de modo que se multipliquen los ministros
de la Palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el
alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento,
confirme la voluntad, encienda el corazón en amor a Dios (cf.
Pío XII, ene. Divino afflante> 30 septiembre 1943: EB 551.
553. 567. Pont. Com. Bíblica, Instructio de S. Scriptum in
Clericorum et Re- ligiosorum Collegiis recte docenda, del 13
de mayo de 1950: AAS 42 (1950) 495-505). El santo Sínodo
anima a todos los que estudian la Escritura a continuar con
todo empeño, con fuerzas redobladas, según el sentir de la
Iglesia, el trabajo felizmente comenzado (cf. Pío XD, ibidem,
EB 569).

(n° 24) La teología se apoya, como en cimiento perdurable,


en la Sagrada Escritura unida a la Tradición; así se mantiene
firme y recobra su juventud, penetrando a la luz de la fe la
verdad escondida en el misterio de Cristo. La Sagrada
Escritura contiene la Palabra de Dios, y en cuanto inspirada
es realmente Palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el
alma de la teología (cf. León xm, ene. Providentissimus
Deus: EB 114. Benedicto XV, ene Spiritus Paraclitus, 15 de
septiembre 1920: EB 483). El ministerio de la Palabra, que
incluye la predicación pastoral, la catcquesis, toda la
instrucción cristiana, y en puesto privilegiado la homilía,
recibe de la Palabra de la Escritura alimento saludable y por
ella da frutos de santidad.

(n° 25) Por eso, todos los clérigos, especialmente los


sacerdotes, diáconos y catequistas dedicados por oficio al
ministerio de la Palabra, han de leer y estudiar asiduamente
la Escritura para no volverse “predicadores vacíos de la
Palabra, que no la escuchan por dentro” (San Agustín, Serm.,
179,1: PL 38,966); y han de comunicar a sus fieles, sobre todo
en los actos litúrgicos, las riquezas de la Palabra de Dios. El
santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles,
especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la
Escritura para que adquieran la ciencia
434
Resonancias Espirituales del Lectorado...

suprema de Jesucristo (Flp 3,8), “pues desconocer la


Escritura es desconocer a Cristo” (San Jerónimo, Com. in
/s. pról.: PL 24,17. Cf. Benedicto XV, ene. Spiriius
Paraclitus: EB 475-480. Pío XD, ene. Divino afilante: EB
544). Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia,
tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o
bien en otras instrucciones o con otros medios que para
dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación
o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden
que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la
oración para que se realice el dialogo de Dios con el
hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios
escuchamos cuando leemos sus Palabras” (San Ambrosio,
De officiis ministrorum 120,88: PL 16, 50).
Los Obispos, “como transmisores de la doctrina apostólica”
(San Ireneo, Adv. baer. IV 32,1: PG 7,1071 -49,2-; Harvey, 2
p. 255), deben instruir a sus fieles en el uso recto de los
Libros sagrados, especialmente del NT y de los Evangelios,
empleando traducciones de la Biblia provistas de comentarios
que realmente expliquen; así podrán los hijos de la Iglesia
manejar con seguridad y provecho la Escritura y penetrarse
de su espíritu.
Procuren la elaboración de traducciones anotadas parauso
de lös no cristianos y adaptadas a su condición, y procuren
difundirlas discretamente los mismos Pastores o los
cristianos de cualquier estado.
(n° 26) Que de este modo, por la lectura y estudio de los
Libros sagrados, se difunda y brille la Palabra de Dios (2
Ts 3, 1); que el tesoro de la revelación encomendado a la
Iglesia vaya llenando el corazón de los hombres. Y como
la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación
asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que
recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada
devoción a la Palabra de Dios, que dura para siempre (Is
40,8; 1P1,23-25).

435
Los Ministerios Instituidos

§3 La Mesa de la Palabra de Dios


(Juan Pablo ü, Carta apostólica Dominicae Canae17°,
-Febrero 24 de 1980-, n° 10)

Sabemos bien que la celebración de la Eucaristía ba sido


vinculada, desde tiempos muy antiguos, no sólo a la oración, sino
también a la lectura de la Sagrada Escritura, y al canto de toda la
asamblea. Gracias a esto ba sido posible, desde hace mucho
tiempo, relacionar con la Misa el parangón hecho por los Padres
con las dos mesas, sobre las cuales la Iglesia prepara para sus hijos
la Palabra de Dios y la Eucaristía, es decir, elPan del Señor.
Debemos pues volver a la primera parte del Sagrado Misterio que,
con frecuencia, en el presente se le llama Liturgia de la Palabra, y
dedicarle un poco de atención.

La Lectura de los fragmentos de la Sagrada Escritura, escogidos


para cada día, ha sido sometida por el Concilio a criterios y
exigencias nuevas (cf. SC 35,1; 51). Como consecuencia de tales
normas conciliares se ha hecho una nueva selección de lecturas,
en las que se ha aplicado, en cierta medida, el principio de la
continuidad de los textos, y también el principio de hacer
accesible el conjunto de los Libros Sagrados. La introducción de
los salmos con los responsorios en la liturgia familiariza a los
participantes con los más bellos recursos de la oración y de la
poesía del AT. Además el hecho de que los relativos textos sean
leídos y cantados en la propia lengua, hace que todos puedan
participar y comprenderlos más plenamente. No faltan, sin
embargo, quienes, educados todavía según la antigua liturgia en
latín, sienten la falta de esta “lengua única”, que ha sido en todo
el mundo una expresión de la unidad de la Iglesia y que con su
dignidad ha suscitado un profundo sentido del Misterio
eucarístíco. Hay que demostrar, pues, no solamente
comprensión, sino también pleno respeto hacia estos
sentimientos y

170 In Enchiridion-Dacumentación litúrgica posconciliar, Barcelona, Editorial


Regina, 1995, pp. 316-318.

436
Resonancias Espirituales de) Lectorado...

deseos y, en cuanto sea posible, secundarlos, como está previsto


ademas en las nuevas disposiciones [cf. S. Congr. de Ritos, Instruc.
In edicendis normis, VI, 17.18; VII, 19-20: AAS57 (1965), pp. 1012
ss; Instruc. Musicam Sacram, IV, 48: AAS 59 (1967), p. 314;
Decreto De titulo Basilicae Minoris, n, 8: AAS 60 (1968), p. 538; S.
Congr. para el Culto Divino, Notif. De Missali Romani, Liturgia
Horarum et Calendario /, 4: AAS 63 (1971), p. 714]. La Iglesia
Romana tiene especiales deberes, con el latín, espléndida lengua de
la antigua Roma, y debe manifestarlo siempre que se presente
ocasión.

De hecho las posibilidades creadas actualmente por la renovación


posconciliar son a menudo utilizadas de manera que nos hacen
testigos y partícipes de la auténtica celebración de la Palabra de
Dios. Aumenta también el número de las personas que toman parte
activa en esta celebración. Surgen grupos de lectores y de cantores,
más aún, de scbolaecantorum, masculinas o femeninas, que con
gran celo se dedican a ello. La Palabra de Dios, la Sagrada
Escritura, comienza a pulsar con nueva vida en muchas
comunidades cristianas. Los heles, reunidos por la liturgia, se
preparan con el canto para escuchar el Evangelio, que es anunciado
con la debida devoción y amor.

Constatando todo esto con gran estima y agradecimiento, no


puede sin embargo olvidarse que una plena renovación tiene otras
exigencias. Estas consisten en una nueva responsabilidad ante la
Palabra de Dios transmitida mediante la liturgia, en diversas
lenguas, y esto corresponde ciertamente al carácter universal y a
las finalidades del Evangelio. La misma responsabilidad atañe
también a la ejecución de las relativas acciones litúrgicas, la lectura
o el canto, lo cual debe responder también a los principios del arte.
Para preservar estas acciones de cualquier artificio, conviene
expresar en ellas una capacidad, una sencillez y al mismo tiempo
una dignidad tales, que haga resplandecer, desde el mismo modo
de leer o de cantar, el carácter peculiar del texto sagrado.

437
Los Ministerios Instituidos

Por tanto, estas exigencias, que brotan de la nueva


responsabilidad ante laPalabra de Dios en la liturgia171, llegan
todavía más a lo hondo y afectan a la disposición interior con la
que los ministros de la Palabra cumplen su fundón en la
asamblea litúrgica (cf. Pontificóle Romanum. De Institutione
Lectorum et Acoly• thorum 4, Edición típica 1972, pp. 19 ss.).
La misma responsabilidad se refiere finalmente a la selección de
los textos. Esta selección ha sido ya hecha por la competente
autoridad eclesiástica, que ha previsto incluso los casos, en que
se pueden escoger lecturas más adecuadas a una situadón
espedal. Además, conviene siempre recordar que en el conjunto
de los textos de las Lecturas de la Misa puede entrar sólo la
Palabra de Dios. La lectura de la Escritura no puede ser
sustituida por la lectura de otros textos, aun cuando tuvieran
indudables valores religiosos y morales. Tales textos en cambio
podrán utilizarse, con gran provecho, en las homilías.
Efectivamente, la homilía es especialmente idónea para la
utilizadón de esos textos, con tal de que respondan a las
requeridas condidones de contenido, por cuanto es propio de la
homilía, entre otras cosas, demostrar la convergencia entre la
sabiduría divina revelada y el noble pensamiento humano, que
por distintos caminos busca la verdad.

171
Cf. Pablo Vi, Const. Apost. Missale Romanum: "Vivamente confiamos
que la nueva ordenación del Misal permitirá a todos, sacerdotes y fieles,
preparar sus corazones a la celebración de la Cena del Señor con
renovado espíritu religioso y, al mismo tiempo, sostenidos por una
meditación más profunda de las Sagradas Escrituras, alimentarse cada
día más y con mayor abundancia de la Palabra de Dios" Cf. Misal
Romano.

438
Resonancias Espirituales del Lectorado...

§ 4 La lectura meditada y orante de la


Palabra de Dios
(Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal
Pastores Dabo Vobis 47)

El elemento esencial de la formación espiritual es la lectura


meditada y orante de la Palabra de Dios (Lectio divina); es la
escucha humilde y llena de amor que se hace elocuente. En efecto,
a la luz y con la fuerza de la Palabra de Dios es como puede
descubrirse, comprenderse, amarse y seguirse la propia vocación, y
también cumplirse la propia misión, hasta tal punto que toda la
existencia encuentra su significado unitario y radical en ser el fin
de la Palabra de Dios que llama al hombre, y el principio de la
palabra del hombre que responde a Dios. La familiaridad con la
Palabra de Dios facilitara el itinerario de conversión, no solamente
en el sentido de apartarse del mal para adherirse al bien, sino
también en el sentido de alimentar en el corazón los pensamientos de
Dios, de forma que la fe, como respuesta a la Palabra, se convierta
en el nuevo criterio de juicio y valoración de los hombres y de las
cosas, de los acontecimientos y problemas.

Pero es necesario acercarse y escuchar la Palabra de Dios tal


como es, pues hace encontrar a Dios mismo, a Dios que habla al
hombre; hace encontrar a Cristo, el Verbo de Dios, la Verdad que a
la vez es Camino y Vida (cf. Jn 14,6). Se trata de leer las
“Escrituras” escuchando las “palabras”, la “Palabra” de Dios, como
nos recuerda el Concilio: “La Sagrada Escritura contiene la Palabra
de Dios, y en cuanto inspirada es realmente Palabra de Dios”
(Const, dogm. Dei Verbum 24). Y el mismo Concilio: “En esta
revelación Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tm 1,17), movido de
amor, habla a los hombres como a amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15,14-
15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su
compañía” (Const, dogm. Dei Verbum 2).

439
Los Ministerios Instituidos

El conocimiento amoroso y la familiaridad orante con la Palabra


de Dios revisten un significado específico en el ministerio
profético del sacerdote (así como del lector), para cuyo
cumplimiento adecuado son una condición imprescindible,
principalmente en el contexto de la “nueva evangelización”, a la
que hoy la Iglesia está llamada. El Concilio exhorta en la misma
Constitución Dei Verbum 25:

Todos los clérigos, especialmente los sacerdotes,


diáconos y catequistas dedicados por oficio al
ministerio de la Palabra, han de leer y estudiar
asiduamente la Escritura para no volverse "predicadores
vacíos de la Palabra, que no la escuchan por dentro"
(San Agustín, Serm. 179,1: PL 38, 966).

La forma primera y fundamental de respuesta a la Palabra es la


oración, que constituye sin duda un valor y una exigencia
primarios de la formación espiritual. Esta debe llevar a los
candidatos al sacerdocio a conocer y experimentar el sentido
auténtico de la oración cristiana, el de ser un encuentro vivo y
personal con el Padre por medio del Hijo unigénito bajo la
acción del Espíritu; un diálogo que participa en el coloquio filial
que Jesus tiene con el Padre. Un aspecto, ciertamente no
secundario, de la misión del sacerdote es el de ser “maestro de
oración”. Pero el sacerdote solamente podrá formar a los demás
en la escuela de Jesús orante, si él mismo se ha formado y
continúa formándose en la misma escuela. Esto es lo que piden
los hombres al sacerdote:

el sacerdote es el hombre de Dios, el que pertenece a


Dios y hace pensar en Dios. Cuando la Carta a los
Hebreos habla de Cristo, lo presenta como un Sumo
Sacerdote "misericordioso y fiel en lo que toca a Dios"
(Hb 2, 17)... Los cristianos esperan encontrar en el
sacerdote no sólo un hombre que los acoge, que los
escucha con gusto y les muestra una sincera amistad,

440
Resonancias Espirituales del Lectorado...

sino también y sobre todo un hombre que les ayude a


mirar a Dios, a subir hada Él. Es preriso, pues, que el
sacerdote esté formado en una profunda intimidad con
Dios. Los que se preparan para el sacerdodo deben
comprender que todo el valor de su vida sacerdotal
dependerá del don de sí mismos que sepan hacer a
Cristo y, por medio de Cristo, al Padre (Angelus, 4
marzo 1990, 2-3: VOsservatore Romano, 5-6 marzo
1990).

En un contexto de agitación y bullicio como el de nuestra


sociedad, un elemento pedagógico necesario para la oración es
la educadón al significado humano profundo y al valor religioso
del silencioy como atmósfera espiritual indispensable para
percibir la presenda de Dios y dejarse conquistar por ella (cf. 1
R 19, llss).

§ 5 Principios generales para la celebración litúrgica


de la Palabra de Dios
(Introducción del Ordo lectionum Missae128)

I. Algunas indicaciones previas


a) Importancia de la Palabra de Dios en la
celebración litúrgica
Tanto en el Concilio Vaticano n (cf. prindpalmente SC7,24,33,
48, 51, 52 y 56; DV1, 21, 25 y 26; AG 6; PO 18), como en el
magisterio de los Sumos Pontífices (cf. MQ V; Marialis cultusy n°
12; EN 28, 43, 47; Scripturarum tbesaurusf pp. V-VIII; Catechesi
tradendae 23, 27, 48; Dominicae Cenae 10), como también en los
decretos que, después del Concilio, han sido promulgados por los
dicasterios de la Santa Sede (cf. por ejemplo, Eucharisticum
mysterium 10; Instrucción Liturgiae

128 Introducción a la 2* edición del Ordo lectionum Missae, del 21 de enero de


1981, In Enchiridion-Documentación litúrgica posconciliar, Barcelona,
Editorial Regina, 1995, pp. 332-337.

441
Los Ministerios Instituidos

instaurationes 2; Directorium catechisticum general 25;


OGMR 9,11,24, 33,60,62,316 y 320; Instrucción In
ecclesiasticam 11 y 52, apéndice, n° 15; Instrucción
Inaestimabile donum 1,2 y 3), se han dicho ya muchas cosas, y
muy interesantes, acerca de la importancia de la Palabra de Dios
y de la restauración del uso de la Sagrada Escritura en toda
celebración litúrgica. Ademas, en los Prenotandos de la
Ordenación de las Lecturas de la Misa, editada el año 1969, se
expusieron adecuadamente y explicaron brevemente algunos
principios mas importantes [cf. Missale Romanum; Ordo
lectionum Missae (1969), pp. IX-XII; Decreto de promulgación:
AAS 61 (1969), pp. 548-549].

Con ocasión de esta nueva edición de dicha Ordenación de las


Lecturas de la Misa, han surgido aquí y allá diversas peticiones
en el sentido de que aquellos principios fueran expuestos con
más precisión; por eso, se ha procurado esta exposición más
amplia y congruente de los Prenotandos; en ella, después de una
afirmación genérica sobre la conexión entre Palabra de Dios y
acción litúrgica (cf. SC 35 y 56; EN 28 y 47; Carta Dominicae
Cenae 10,11 y 12), se tratará más concretamente de la Palabra
de Dios en la celebración de la Misa, y se expondrá, finalmente,
la estructura detallada de la Ordenación de las Lecturas.

b) Términos empleados para designar la


Palabra de Dios
Aunque en esta materia parece razonable urgir una cierta
precisión en las palabras, para que el lenguaje sea realmente
claro y transparente, no obstante, en estos Prenotandos
emplearemos los mismos términos utilizados en los documentos
promulgados en el mismo Concilio o después del Concilio, y
así, aplicaremos sin distinción y con el mismo sentido las
expresiones “Sagrada Escritura” y “Palabra de Dios” a los libros
escritos por inspiración del Espíritu Santo, aunque evitando
cualquier confusión de nombres o de cosas [así, por

442
Resonancias Espirituales del Lectorado...

ejemplo, Palabra de Dios, Sagrada Escrituray Antiguo y Nuevo


Testamento, Lectura (Lecturas) de la Palabra de Dios, Lectura
(Lecturas) de la Sagrada Escrituray Celebración
(Celebraciones) de la Palabra de Dios, etc...].

c) Significación litúrgica de la Palabra de


Dios
En las distintas celebraciones y en las diversas asambleas de
fieles que participan en dichas celebraciones, se expresan de
modo admirable los múltiples tesoros de la única Palabra de
Dios, ya sea en el transcurso del año litúrgico, en el que se
recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la
celebración de los sacramentos y sacramentales de la Iglesia, o
en la respuesta de cada fiel a la acción interna del Espíritu
Santo129, ya que entonces la misma celebración litúrgica, que se
sostiene y se apoya principalmente en la Palabra de Dios, se
convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta Palabra
con una nueva interpretación y una nueva eficacia. De este
modo, en la liturgia, la Iglesia sigue fielmente el mismo sistema
que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas
Escrituras, puesto que El exhorta a profundizar el conjunto de las
Escrituras partiendo del “hoy” de su acontecimiento personal (cf.
Le 4,16-21; 24, 25-35. 44-49).

129
Un mismo texto, por tanto, puede ser leído y usado bajo diversos aspectos,
según las diversas ocasiones y celebraciones litúrgicas del año eclesiástico.
Esto se ha de tener presente en la homilía, en la exégesis y en la catequesis.
A través de los índices de los diversos Leccionarios, ello resulta evidente
para todos, por ejemplo, en cuanto al uso de los capítulos 6 y 8 de la Carta
a los Romanos, según se lean en los diversos tiempos del año litúrgico y en
las diversas celebraciones de sacramentos y sacramentales.

443
Los Ministerios Instituidos

II. La celebración litúrgica de la Palabra de Dios


a) Características propias de la Palabra de Dios en la
acción litúrgica
En la celebración litúrgica, la Palabra de Dios no se pronuncia
de una sola manera174, ni repercute siempre con la misma
eficacia en los corazones de los que la escuchan, pero siempre
Cristo está presente en su Palabra175 y, realizando el misterio
de la salvación, santifica a los hombres y tributa al Padre el
culto perfecto (cf .SC 7).

Más aún, la economía de la salvación, que la Palabra de Dios no


cesa de recordar y de prolongar, alcanza su más pleno
significado en la acción litúrgica, de modo que la celebración
litúrgica se convierte en una continua, plena y eficaz exposición
de esta Palabra de Dios.

Así, la Palabra de Dios, expuesta continuamente en la liturgia,


es siempre viva y eficaz (cf. Hb 4,12) por el poder del Espíritu ; Santo, y
manifiesta el amor operante del Padre, amor indeficiente
en su eficacia para con los hombres.

174 Así, por ejemplo. Proclamación o Lectura, etc., en la celebración de la


Misa (cf. Ordenación General del Misal Romano 21, 23, 95, 131, 146, 234
y 235); así también las celebraciones de la Palabra de Dios en el
Pontifical, en el Ritual Romano y en la Liturgia de las Horas, reformados
por mandato del Concilio ecuménico Vaticano li.
175 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la
sagrada Liturgia 7 y 33; Me 16, 19-20; Mf 28, 20; s. Agustín, Sermo 85, 1:
"El Evangelio es la boca de Cristo. Está sentado en el cielo, pero no deja
de hablar en la tierra" (PL 38,520; cf. También In loannis Evangelium
Tractatus XXX, 1: PL 35, 1632; CCL 36, 289) y aquellas Palabras del
Pontificate Romanum Germanicum: "Se lee el Evangelio, en el cual Cristo
habla al pueblo con su misma boca para... actualizar el Evangelio en la
Iglesia, como si hablara al pueblo el mismo Cristo en persona" (cf. V.
Vogel-R. Elze, edición Le Pontifical Romano- germanique du dixiéme
siede. Le Texte I. Ciudad del Vaticano 1963/ xciv, 18, p. 334), o aquellas
otras: "Cuando se hace presente el mismo Cristo en persona, esto es, el
Evangelio, dejamos el báculo porque ya no necesitamos de soporte
humano" (opus cit., xciv, 23, p. 335).

444
Resonancias Espirituales del Lectorado...

b) La Palabra de Dios en la economía de


la salvación
La Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo
cuando, en la celebración litúrgica, proclama el Antiguo y el
Nuevo Testamento.

En efecto, en el AT esta latente el Nuevo, y en el NT se hace


patente el Antiguo (cf. San Agustín en: Quaestionum in
Heptateuchum liber 2, 73: PL 34, 623; CCL 33,106; Concilio
Vaticano n, Constitución dogmática Dei Verbumy sobre la
divina Revelación 16). Cristo es el centro y la plenitud de toda
la Escritura, y también de toda celebración litúrgica176; por
esto han de beber de sus fuentes todos los que buscan la
salvación y la vida.

Cuando mas profunda es la comprensión de la celebración


litúrgica, más alta es la estima de la Palabra de Dios, y lo que
se afirma de una se puede afirmar de la otra, ya que una y otra
recuerdan el misterio de Cristo y lo perpetúan cada una a su
manera.

c) La Palabra de Dios
en la participación litúrgica de los fieles
La Iglesia, en la acción litúrgica, responde fielmente al mismo
“Amén” que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, con la
efusión de su sangre, pronunció de una vez para siempre, para
santificar en el Espíritu Santo, por voluntad divina, la Nueva
Alianza (cf. 2 Co 1,20-22).

176 Cf. San Jerónimo: "Si, como dice el Apóstol Pablo (1 Co 1, 24), Cristo es
fuerza de Dios y sabiduría de Dios, el que desconoce las Escrituras
desconoce la fuerza y sabiduría de Dios, ya que ignorar las Escrituras es
ignorar a Cristo" (Commentarii in Isaiam prophetam. Prologue: PL 24,
17A; CCL 73, 1); Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei
Verbum, sobre la divina Revelación 25.

445
Los Ministerios Instituidos

Cuando Dios comunica su Palabra, espera siempre una


respuesta, respuesta que es audición y adoración “en Espíritu y
verdad” (Jn 4,23). El Espíritu Santo, en efecto, es quien da
eficacia a esta respuesta, para que se traduzca en la vida lo que
se escucha en la acción litúrgica, según aquella frase de la
Escritura: “Llevad a la práctica la Palabra y no os limitéis a
escucharla” (St 1,22).
Las actitudes corporales, los gestos y palabras con que se
expresa la acción litúrgica y se manifiesta la participación de
los fieles reciben su significado no sólo de la experiencia
humana, de donde son tomados, sino de la Palabra de Dios y
de la economía de la salvación, a la que hacen referencia, por
lo cual tanto más participan los fieles en la acción litúrgica
cuanto más se esfuerzan, al escuchar la Palabra de Dios en
persona, Cristo encamado, de modo que aquello que celebran
en la liturgia procuren reflejarlo en su vida y costumbres, y, a
la inversa, miren reflejar en la liturgia los actos de su vida (cf.
SC10).
Ql. La Palabra de Dios en la vida del pueblo
de la Alianza
a) La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia La Iglesia
se edifica y va creciendo por la audición de la Palabra de
Dios, y las maravillas que, de muchas maneras, realizó Dios,
en otro tiempo, en la historia de la salvación se hacen de
nuevo presentes, de modo misterioso pero real, a través de
los signos de la celebración litúrgica; Dios, a su vez, se vale
de la comunidad de los fieles que celebran la liturgia para
que su Palabra siga un avance glorioso, y su nombre sea
glorificado entre los pueblos (cf. 2 Ts 3,1).
Por tanto, siempre que la Iglesia, congregada por el Espíritu
Santo en la celebración litúrgica130, anuncia y proclama la

130 Cf. Oraciones colectas, Por la santa Iglesia, en Misal Romano reformado por
mandato del Concilio Vaticano II y promulgado por su Santidad
Palabra

446
Resonancias Espirituales del Lectorado...

de Dios, se reconoce a sí misma como el nuevo pueblo en el


que la Alianza sancionada antiguamente llega ahora a su
plenitud y total cumplimiento. Todos los cristianos,
constituidos, por el bautismo y la confirmación en el Espíritu,
pregoneros de la Palabra de Dios, habiendo recibido la gracia
de la audición, deben anunciar esta Palabra de Dios en la
Iglesia y en el mundo, por lo menos con el testimonio de su
vida.
Esta Palabra de Dios, que es proclamada en la celebración de
los sagrados misterios, no sólo atañe a la actual situación
presente, sino que mira también el pasado y vislumbra el
futuro, y nos hace ver cuán deseables son aquellas cosas que
esperamos, para que, en medio de las vicisitudes del mundo,
nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría (cf.
Oración colecta del Domingo XXI del tiempo ordinario en
Misal Romano, o.c., p. 384, según la edición latina).
b) La Palabra de Dios en la explicación que de ella hace
la Iglesia Por voluntad del mismo Cristo, el nuevo pueblo de
Dios se halla diversificado en una admirable variedad de
miembros, por lo cual son también varios los oficios y
funciones que corresponden a cada uno, en lo que atañe a la
Palabra de Dios; según esto, los fieles escuchan y meditan la
Palabra, y la explican únicamente aquellos a quienes, por la
sagrada ordenación, corresponde la función del magisterio, o
aquellos a quienes se encomienda este ministerio.
Así, la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su cuíto,
perpetúa y transmite, a todas las generaciones, todo lo que ella
es, todo lo que cree, de modo que, en el decurso de los siglos,
tiende constantemente

el Papa Pablo vi (Coeditores litúrgicos, 6® edición, 1988), pp 902, 903 y 905;


san Cipriano, De oratione dominica 223: PL 4, 553; CSEL 3/ 2, 285; CCL 3 A,
105; san Agustín, Sermo 71, 20, 33: PL 38, 463s.

447
Los Ministerios Instituidos

a la plenitud de la verdad divina hasta que en ella tenga su


plena realización la Palabra de Dios (cf. DV 8).

c) Conexión entre la Palabra de Dios


proclamada y la acción del Espíritu Santo
Para que la Palabra de Dios realice efectivamente en los
corazones lo que suena en los oídos, se requiere la acción del
Espíritu Santo, con cuya inspiración y ayuda la Palabra de Dios
se convierte en fundamento de la acción litúrgica y en norma y
ayuda de toda la vida.

Por consiguiente, la actuación del Espíritu no sólo precede,


acompaña y sigue a toda acción litúrgica, sino que también va
recordando (cf. Jn 14, 15-17. 25-26; 15, 26-16, 15), en el
corazón de cada uno, aquellas cosas que, en la proclamación de
la Palabra de Dios, son leídas para toda la asamblea de los
fieles, y, consolidando la unidad de todos, fomenta asimismo la
diversidad de carismas y proporciona la multiplicidad de
actuaciones.

d) íntima cohesión entre Palabra de Dios y el


misterio eucarístico
La Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el
mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio eucarístico, y
quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este
proceder, ya que, movida por el ejemplo de su Fundador, nunca
ha dejado de celebrar el misterio pascual de Cristo,
reuniéndose para leer “lo que se refiere a él en toda la
Escritura” (Le 24,27) y ejerciendo la obra de salvación por
medio del memorial del Señor y de los sacramentos. En efecto,
“se requiere la predicación de la Palabra para el ministerio de
los sacramentos, puesto que son sacramentos de la fe, la cual
procede de la Palabra y de ella se nutre” (PO 4).

448
Resonancias Espirituales del Lectorado...

Alimentada espiritualmente en esta doble mesa (cf. SC 51; PO


18; DV 21; AG 6; cf. OGMR 8), la Iglesia progresa en su
conocimiento gracias a la una, y en su santificación gracias a la
otra. En efecto, en la Palabra de Dios se proclama la Alianza
divina, mientras que en la Eucaristía se renueva la Alianza
nueva y eterna. En aquella se evoca la historia de la salvación
mediante el sonido de las Palabras, en ésta la misma historia es
presentada a través de los signos sacramentales de la liturgia.

Conviene, por tanto, tener siempre en cuenta que la Palabra de


Dios leída y anunciada por la Iglesia en la liturgia conduce, por
así decirlo, al sacrificio de la Alianza y al banquete de la gracia,
es decir, a la Eucaristía, como a su fin propio. Por consiguiente,
la celebración de la Misa, en la cual se escucha la Palabra y se
ofrece y recibe la Eucaristía, constituye un solo acto de culto
(cf. SC 56), en el cual se ofrece a Dios el sacrificio de alabanza
y se confiere al hombre la plenitud de la redención.

§ 6 Cristo, Palabra de Dios


(S. Cong. para la Educación Católica, Carta circular sobre
algunos aspectos mas urgentes de la formación espiritual en los
Seminariosm, -enero 6 de 1980-, n° 1)

Silencio interior
Debe el futuro sacerdote llegar a ser capaz de escuchar y
entender la Palabra, el “Verbo” de Dios.

No hace falta insistir aquí sobre la necesidad manifiesta, dentro y


fuera de los ambientes cristianos, de silencio interior, piénsese en:
los grupos que se forman, los “Centros” que se crean, la búsqueda
tantas veces desordenada de un contacto con quienes se cree que
poseen algún “secreto” en este campo, el interés suscitado por las
fórmulas mas o menos inspirada del Oriente...
178
La Formación Sacerdotal (Documentos eclesiales 1965-1988), CELAM
(Devym-Oscol), Bogotá, 1989, pp. 358-361.

449

Á
Los Ministerios Instituidos

Dejemos de lado toda descripción detallada de estas demandas


de silencio y todo intento de juicio. Ciñámonos a constatar la
necesidad para sacar las consecuencias en lo que concierne a
nuestros futuros sacerdotes. Estos deben tener la experiencia del
silencio interior, haber adquirido su sentido auténtico, ser
capaces de comunicarlo.

Lo que importa primeramente es que los sacerdotes tengan una


idea exacta de este silencio. Deben saber en qué consiste. Nadie
ciertamente, deberá confundirlo con un simple silencio material
del que, por otra parte es inseparable en alguna medida, como
diremos. Pero hay confusiones más graves. Existen a nuestro
alrededor; muchos se exponen a ellas cuando buscan entre las
místicas asiáticas u otras. La mística cristiana no tiende a otra
cosa más que a encontrar a Cristo, a disponer un encuentro
interior y un verdadero diálogo. El verdadero silencio interior,
aquel del que tan bien habla San Juan de la Cruz, tiene en Cristo
su fuente y su término. Es el fruto de la fe viva y de la caridad. Es
abandono y dependencia respecto de Dios y, de suyo, es “distinto
del sentimiento y de lo extraordinario” (cf. San Luis María
Grignion de Montfort). Es una actitud profunda del alma que todo
lo espera de Dios y que está del todo vuelta hacia Dios. No hay
ninguna relación esencial con ninguna postura corporal definida y
tampoco con ninguna manifestación íntima y sensible del Espíritu
Santo. Esto es lo que hay que hacer descubrir y aceptar al futuro
sacerdote introduciéndole en la escuela de los maestros
espirituales seguros, y de la Iglesia en su oración oficial.

El arte de orar
Para llegar, a este silencio interior hay que poner los medios.
Esta es una educación lenta y difícil, pues se trata de arrancar al
hombre de la inercia de sus mecanismos interiores y de las
solicitaciones del mundo. Sin tener la pretensión de juzgar de
modo superficial los métodos aquí o allá propuestos, decimos
que en nuestra formación hay que desconfiar de los “medios

450
Resonancias Espirituales del Lectorado...

inmediatos”, que prometen demasiado y demasiado pronto,


apartan del objetivo, crean falsas necesidades en la ilusión de
resultados cuasi automáticos y engañosos: un cierto calor humano
confundido con el bienestar espiritual; una violencia hecha al
cuerpo que vacía sin más al alma; una música que hechiza... La
escuela de la fe es laboriosa, y esto es de lo que se trata. Los
verdaderos instrumentos son: trato asiduo con los verdaderos
maestros, la oración pacientemente cultivada y sobre todo la
oración oficial de la Iglesia perfecta y profundamente compartida.
Hay que añadir a esto la presencia y el consejo de un guia, tarea
específica en la formación del futuro sacerdote. Es necesario
también no separar este aspecto de la vida de fe -fundamental a
decir verdad- de todos los otros aspectos de una formación,
aceptando la regla de una fe viva que se ejerce por la caridad.

Los maestros espirituales


Gracias a Dios, los “maestros espirituales” no han faltado nunca
en la Iglesia. Su reconocida santidad personal, la fecundidad
prodigiosa de su acción están ahí para invitamos y estimulamos.
Los Santos son quienes engendran generaciones de Santos. Sus
nombres están en la memoria de todos, pero ¿cuántos de los
futuros sacerdotes se habrán familiarizado verdaderamente con
ellos antes de dejar el Seminario? ¿Cuántos, en su compañía,
habrán podido adquirir el sentido del verdadero clima espiritual,
el gusto de Dios y de este silencio interior que no engaña y que da
sensibilidad para detectar las notas falsas? Todo Seminario debe
tener una política sobre este punto y dar a los alumnos la
costumbre y el gusto por los grandes maestros espirituales, los
verdaderos “clásicos”. Estas lecturas no son exclusivas, pero
deben ser primordiales y, desde luego, son indispensables.

La enseñanza de la oración
En este contexto, hay que enseñar la oración. Hacer aceptar sus
comienzos, laboriosos y decepcionantes. No tener miedo de dar
reglas, de adoptar humildemente un método y ponerlo en

451
Los Ministerios Instituidos

práctica. Si en un contexto dado no se juzga posible o


conveniente la oración en común, al menos habrá que imponer
severamente un tiempo de oración personal y asegurarse de que
es fielmente cumplido. Evitarlas preocupaciones abstractas.
Preferir el Evangelio a cualquier otra cosa, recordar
incansablemente el objetivo: “buscar a Cristo”; “contar
exclusivamente con Él”; no confundir una bella idea con un
buen resultado; “aprenderlo que se sabe”; “asimilar, no
acumular”. Todo esto se concreta en la práctica en líneas muy
diversas, desde la simple escucha hasta la petición, de la
adoración muda a la alabanza... Esto es lo que el guía debe
recordar continuamente para que el discípulo no se desoriente y
aprecie correctamente sus progresos.

La oración de la Iglesia
Con todo, no hay nada tan importante y decisivo como la
participación cada vez más profunda y completa en la oración
de la Iglesia. Es decir* sobre todo, en la celebración eucarística
y en la liturgia de la Palabra que introduce en ella -volveremos
sobre esto-, pero también en la “liturgia de las Horas”. La
oración de la Iglesia se alimenta de la oración de los Salmos.
Por medio de ellos, la Iglesia recibe del mismo Dios las
Palabras “inspiradas”; son como el “molde” donde ella
introduce pensamientos y sentimientos humanos. El Espíritu
Santo es quien, a través de los Salmos, sugiere las Palabras y
va configurando el corazón. Así es como Jesús rezaba -su
pasión lo atestigua- Así es como María rezaba, tenemos un
ejemplo claro en su “Magnificat”. Si esta oración es sencilla,
inteligible y, también, perfectamente cantada -interior o, mejor
comunitariamente- no hay otra más capaz de crear poco a poco
el silencio interior que se busca, el verdadero, el que viene de
Dios.

El silencio exterior
No es que el silencio exterior sea indiferente o inútil. Cuando
existe el silencio interior, el silencio exterior es reclamado,
exigido,
452
Resonancias Espirituales del Lectorado.

procurado. Y el silencio exterior, a su vez, viene a ponerse al


servicio del otro. Un Seminario que quiera preparar maestros
experimentados de oración necesita el silencio exterior: el
reglamento debe procurarlo desde el principio. Pero si no se
ve de dónde procede y adonde quiere conducir tal silencio, no
tendrá sentido y será mal aceptado. Por el contrario, cuando el
silencio interior es profundizado, la exigencia del siendo
exterior se hace cada vez más apremiante y rigurosa. Sin
dudarlo: en el Seminario donde el silendo material no exista,
el siendo espiritual está ausente.

El clima general
Salta a la vista que esta inidadón supone muchas condidones.
Pero ¿cómo sustraerse a ellas sin falta a un deber? Ya lo hemos
dicho, la educación para la oración no es separable de la
educación general. No se la puede considerar como un sector
cerrado; aunque la educación para la oración exige sus medios
específicos, debe estar ligada a una vida de caridad mutua, a una
búsqueda de Cristo por los caminos del estudio, por el servicio
del Reino de Dios presente o futuro en la Iglesia. Pero sobre
todo, quizá, la formadón en el silendo interior ha de ser objeto
de un acuerdo continuo por parte de los responsables de un
Seminario: todos tienen en él su tarea específica, el Rector, el
Director espiritual y cada uno de los profesores. Si esta cadena
se rompe, la formación no tiene lugar; si cada uno no asume su
responsabilidad en condenda y de hecho, si se rehúsa
reflexionar sobre ello conjunta y permanentemente, los mejores
medios, a falta de un clima favorable, pierden su valor.

453
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(Por autores)

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Diaconado (de agosto 15 de 1972), pp. 845-850*,

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sacramental en algunas circunstancias (de enero 29 de 1973), pp.
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acerca del culto del misterio eucarístico (de abril 3 de 1980), pp 324-
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461
Los Ministerios Instituidos

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462
INDICE

SUMARIO DE LA OBRA ...................................................................................... 7


PRESENTACIÓN ............................................................................................... 11
PREFACIO ....................................................................................................... 13
Introducción .................................................................................................. 15

SIGLAS Y ABREVIATURAS ............................................................................. 27


I. Libros de la biblia .................................................................................. 27
II. Documentos del Concilio Vaticano II y Documentos Magisteriales.... 28
HI. Diccionarios, revistas y demás documentos ............................................ 30

PRIMERA PARTE: EL RTTO DE ADMISIÓN ........................................................ 33

Sección Primera: El Rito de Admisión de los candidatos a las órdenes


SAGRADASDELDlACONADOYPRESBrTERADO ............... 35

1. Reseña HISTÓRICA SOBRE EL RTTO DE ADMISIÓN ..................... 37


1.1 ..........................................................................................................
La revisión de la disciplina anterior ............................................................... 37
1.2 ..........................................................................................................
La novedad del Rito de Admisión .................................................................. 39

2.......................................................................................................
NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA DEL RITO DE ADMISIÓN.............. 43
2.1 La naturaleza del Rito de Admisión..................................................... 43
¿Qué es? ............................................................................................... 43
Libertad y madurez ............................................................................... 46
Celebración pública del Rito de Admisión ........................................... 48
2.2 La significación del Rito de Admisión en el proceso de la formación
sacerdotal .............................................................................................. 49
¿Quées la vocación sacerdotal? ........................................................... 51
¿De qué modo se manifiesta la vocación sacerdotal? ........................ 52
¿Cuáles son los signos que manifiestan la vocación al ministerio
sacerdotal? ................................................................................. 53
2.3 ..........................................................................................................
Los signos positivos de la vocación al sacerdocio ministerial ........................ 54
Los signos o factores internos .............................................................. 54
§ 1 La llamada misma de Dios ............................................................. 55
§ 2 La respuesta libre del llamado ........................................................ 58
Los signos o factores externos .............................................................. 60
§ 1 El ambiente general y familiar ........................................................ 62
§ 2 La idoneidad o las aptitudes del candidato ..................................... 63
§ 3 La rectitud de intención .................................................................. 73
§ 4 La llamada de la Iglesia a través del Obispo ................................... 76
Los Ministerios Instituidos

3 ASPECTOS CANÓNICOS DEL RTTO DE ADMISIÓN ........................................... 81


3.1 El ministro de la celebración del Rito de Admisión ...............................81
3.2 El sujeto del Rito de Admisión ................................................................ 82
Aspirantes a las órdenes sagradas ........................................................... 82
Profesos de Institutos religiosos clericales ............................................... 83
3.3 ............................................................ Los requisitos y compromisos ......
........................................................................ ..... 84
Requisitos para los aspirantes .................................................................. 84
Compromisos y derechos de los candidatos ............................................. 85
Ministerios y su ejercicio ......................................................................... 88
3.4 .............................................................................................................. Las
circunstancias del Rito de Admisión .................................................................... 90
Intersticios ............................................................................................... 90
Tiempo y lugar de la celebración ............................................................. 91
Relación con la Misa y con otros ritos ..................................................... 92

4. PREPARACIÓN Y CELEBRACIÓN LITÚRGICA DEL RITO DE ADMISIÓN EN EL


PoNnncAL Y RTTUAL ROMANOS ............................................................... 95
4.1 La descripción de la estructura del Rito litúrgico de Admisión .............. 95
Homilía .................................................................................................... 96
Presentación de los aspirantes ................................................................. 96
Examen .................................................................................................... 97
Aceptación del Obispo.............................................................................. 98
Oración de los fieles ................................................................................... 98
Oración conclusiva .................................................................................... 98
Consagración a la Virgen María ............................................................ 98
4.2 El Rito de Admisión en el Leccionario del Ritual de Órdenes .............100
Esquema de los textos bíblicos seleccionados ......................................... 101
Breve comentario de la selección de los textos propuestos por el Leccionario
....................................................................................................... 102
4.3 Esquema de la celebración
del Rito de Admisión ............................................................................... 103
4.4 Normas generales
sobre la celebración ................................................................................104
4.5 Celebración del Rito de Admisión .......................................................105

5 RESONANCIAS ESPIRITUALES DEL RITO DE ADMISIÓN EN LOS CANDIDATOS A LA ORDEN


SAGRADA ........................................................................................ 111
5.1 Esquema de la selección de textos espirituales ...................................... 112
5.2 Oración del candidato a la Orden sagrada .............................................. 113
5.3 Las disposiciones espirituales de los candidatos a la Orden sagrada .113
§ 1 Las disposiciones para llegar a ser clérigo .......................................... 114
§ 2 La obligación para los clérigos de revestirse del hombre nuevo ... 116 § 3 Los
signos de la vocación al estado eclesiástico y a las santas
órdenes ............................................................................................... 118
§ 4 La vida cristiana es prolongación y realización plena
de la vida de Jesucristo........................................................................ 123

464
índice

5.4 ...........................................................................................................................
El misterio de la vocación a la Orden sagrada............................................................. 124
§ 1 El significado de la vocación ....................................................................... 125
§ 2 La vocación, un don de Dios en, mediante y para la Iglesia ...................... 127
§ 3 La vocación: historia de un diálogo entre Dios y el hombre ................... 129
§ 4 La vocación en la Iglesia ............................................................................. 134
La Iglesia ............................................................................................................ 135
El servicio en la Iglesia ...................................................................................... 136
§ 5 La vocación en Cristo .................................................................................. 140
El llamamiento a ser discípulo ........................................................................... 141
El llamamiento especial de alos doce” ................................................................ 142
Características de la vocación al sacerdocio ministerial .................................... 144
5.5 Las exigencias de la vocación sacerdotal y de la formación en el
Seminario ........................................................................................................... 147
$ 1 La fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a la propia vocación ........................... 148
Fidelidad a Cristo ............................................................................................ 150
Fidelidad a la Iglesia ....................................................................................... 152
Fidelidad al carisma de la vocación y misión .................................................. 155
§ 2 La formación de los candidatos al sacerdocio ministerial ...................... 159
§ 3 Las exigencias de la formación espiritual en el Seminario ..................... 161
§ 4 Las etapas de la formación de los candidatos al sacerdocio
ministerial ................................................................................................ 163
Importancia de la formación sacerdotal ......................................................... 163
Aumento de las vocaciones.............................................................................. 164
Selección de los candidatos ............................................................................. 165
Formación completa ....................................................................................... 166
Formadores selectos ........................................................................................ 168
Necesidad del Seminario ............................................................................... 169
La formación permanente ............................................................................... 170
El afecto del Papa ......................................................................................... 172

APÉNDICE I ............................................................................................................. 173


§ I Documentos del magisterio de la Iglesia acerca del
Rito de Admisión ............................................................................................ 175
1. Carta apostólica Adpascendum, en forma de motu proprio,
por la que se establecen algunas normas relativas a la sagrada
orden del diaconado ....................................................................................... 175
2. Instrucción in ecclesiasticam futurorum, sobre la formación
litúrgica de los seminarios .............................................................................. 184
La celebración de las sagradas ordenaciones
y de los ritos preparatorios ............................................................................ 184
3. Los cánones, referentes al Rito de Admisión de los candidatos al
orden sagrado del diaconado y del presbiterado .....‘ ................................... 186
Artículo u: De los requisitos previos para la ordenación .............................. 186
SII Textos litúrgicos para el rito de admisión ...................................................... 187

465
Los Ministerios Instituidos

1. Leccionario............................................................................................ 187
2. Misal Romano ....................................................................................... 190
§m Formularios de petición y respuesta de Admisión ............................................. 193
§TV Cuestionario sobre el rito de admisión ............................................................ 199
(I) Rito de admisión de los candidatos a la Orden sagrada ........... 199
(II) Vocación al sacerdocio ministerial ................................................ 200

SEGUNDA PARTE: LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS


(LECTORADO Y ACOLITADO)....................................................................................203

SECCIÓN PRIMERA: Los Ministerios Instituidos (no ordenados)


EN LA IGLESIA LATINA .............................................................................................205

1 RESEÑA HISTÓRICA SOBRE LOS MINISTERIOS INSTITUIDOS


(NO ORDENADOS) ...........................................................................................207
1.1 La revisión y necesaria reforma ...................................................................207
La evolución histórica ........................................................................... 209
Los principios de la reforma ................................................................ 210
1.2 La preparación del Motu proprio Ministerin quaedam ..........................212
El proyecto del Concilium (1966).......................................................... 213
El proyecto de la Congregación para el Culto divino (1970) ......... 215
1.3 Los ministerios no ordenados e instituidos ...................................................217
Los ministerios instituidos
se inscriben en la Tradición de la Iglesia.............................................. 218
1.4 Los ministerios no instituidos.......................................................................219
El ministerio extraordinario
de la Sagrada Comunión .........................................................................220
Los demás ministerios laicales................................................................. 22/
1.5 Síntesis de la reforma
del Papa Pablo VI....................................................................................... 223
La disciplina anterior ................................................................................223
La disciplina actual....................................................................................223
1.6 Visión panorámica de los ministerios en la Iglesia latina .............................226
Esquema de los ministerios eclesiales ....................................................227

2. NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS


INSTITUIDOS ...................................................................................................231
2.1 La naturaleza de los ministerios instituidos ..................................................231
La Institución ..............................................................................................233
La diferencia con las Órdenes sagradas ............................................... 237
La posibilidad de otros ministerios .........................................................237
La posibilidad de otros servicios litúrgicos ......................................... 240
2.2 La significación teológica de los ministerios instituidos en el
proceso de la formación sacerdotal ................................................................241

466
Indice

Terminología antigua ......................................................................... 241


Cambio de terminología ..................................................................... 242
Nuevo sentido pedagógico-eclesial .................................................... 243

3. ASPECTOS CANÓNICOS COMUNES A AMBOS MINISTERIOS INSTITUIDOS ...247


3.1 El ministro de la Institución
de los ministerios ............................................................................................. 247
3.2 El sujeto de los ministerios ........................................................................... 248
Los seglares bautizados ............................................................................. 248
Sólo los varones ............................................................................................ 249
3.3 Los requisitos y compromisos ...................................................................... 252
Requisitos para recibir los ministerios ................................................... 252
Disposiciones espirituales y efectos ........................................................ 253
Obligación de recibir y ejercer los ministerios
para los candidatos al Orden Sagrado ..................................................... 254
Ministerios ejercidos por simple encargo ................................................ 255
3.4 .....................................................................................................................
Las circunstancias de la Institución de los ministerios................................................ 256
Intersticios ..................................................................................................... 256
Tiempo y lugar de la celebración del rito de la Institución ................... 257
Relación con la Misa y con los otros ritos ............................................... 257

SECCIÓN SEGUNDA: EL MINISTERIO INSTITUIDO DEL LECTORADO............................... 261

1 RESEÑA HISTÓRICA SOBRE EL LECTORADO ..................................................... 263


1.1 Breve historia del Lectorado ........................................................................... 263
El origen: la sinagoga judía ....................................................................... 264
Jesús en la sinagoga de Nazaret ................................................................ 269
La primera comunidad de los discípulos .................................................. 271
Establecimiento y organización del oficio de Lector .............................. 272
Dos testimonios de la Iglesia antigua ....................................................... 280
Del primer Pontifical romano hasta hoy .................................................. 285
1.2 Síntesis y sentido de esta evolución histórica .................................................. 287

2 NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA DEL MINISTERIO DEL


LECTORADO ..................................................................................................... 293
2.1 La naturaleza del ministerio del Lectorado ..................................................... 293
2.2 La significación teológica del ministerio del Lectorado en el
proceso de la formación sacerdotal .................................................................. 297

3 PREPARACIÓN DE LAS FUNCIONES PROPIAS DEL LECTOR ................................ 305


3.1 En los principales documentos de la Iglesia ................................................... 305
Extractos de los textos del Magisterio ...................................................... 308
3.1.1 Según la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre
la liturgia ........................................................................................... 308
3.1.2 Según la Instrucción Inter Oecumenici ........................................... 308

467
Los Ministerios Instituidos

3.1.3 Según la Instrucción Musicam Sacram ........................... 309


3.1.4 .....................................................................................
Según la Instrucción Tres abhinc annos ...................................... 309
3.1.5 Según la Instrucción Eucharisticum mysterium............... 310
3.1.6 .....................................................................................
Según el Pontifical y Ritual Romanos........................................ 310
3.1.7 .....................................................................................
Según la Ordenación General del Misal Romano..................... 311
3.1.8 Según la Ministeria quaedam............................................ 315
3.1.9 .....................................................................................
Según el Directorio para las misas con niños ............................ 315
3.1.10 Según la Instrucción Inecclesiasticamfuturorum .......... 316
3.1.11....................................................................................
Según la Instrucción InaestimabileDonum .................................. 316
3.1.12 Según la Ordenación del Leccionario de la Misa ....... 317
3.1.13 Según el nuevo Código de Derecho Canónico............. 319
3.1.14....................................................................................
Según el Ceremonial de los Obispos .......................................... 320
3.1.15....................................................................................
Según la Introducción del Bendicional ...................................... 322
3.1.16 Según el Directorio para las celebraciones dominicales
en ausencia de presbítero ................................................. 323
3.1.17 Según la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio
de los sacerdotes ................................................................ 324
Visión sintética de las funciones....................................................... 325
3.2 Importancia del oficio de Lector .............................................. 327
3.3 Necesaria preparación espiritual ............................................. 329
Actitud espiritual frente a la Palabra .............................................. 330
Varias virtudes cristianas por cultivar ............................................ 333
Varios conocimientos indispensables por adquirir .......................... 334
3.4 Preparación técnico-práctica ................................................... 336
3.4.1 El manejo de los libros litúrgicos ................................... 337
La Sagrada Biblia .......................................................................... 338
El Misal romano ............................................................................ 33 8
Los Leccionarios ............................................................................ 339
El Ritual y Leccionario de los Sacramentos .................................... 342
La Liturgia de las Horas (Oficio divino) ......................................... 343
El Libro de la Oración universal de los fieles ................................. 344
El Bendicional ............................................................................... 345
El Calendario Litúrgico Anual (Ordo)............................................ 347
3.4.2 La capacitación técnica para la lectura ....... ... .............. 343
Conocimientos prácticos ................................................................ 34 g
Evitar fallas en la lectura .................................................................. 349
Preparación y ensayos previos .......................................................... 350
Proclamación de la Palabra de Dios.................................................. 35 ¡
El arte de comunicar......................................................................... 352
Diversos géneros literarios ................................................................ 355
3.4.3 Las condiciones para una buena proclamación ............. 357
I. Acerca del marco ambiental de la celebración ......................... 353
La acústica ....................................................................................... .......
46 8
índice

Los micrófonos y parlantes .................................................................. 358


El ambón ............................................................................................. 358
El libro ................................................................................................ 360
El modo ............................................................................................... 361
El silencio ........................................................................................... 363
II. Por pane del mismo lector ............................................................. 365
La presentación personal ..................................................................... 365
La postura corporal ............................................................................. 366
La buena dicción ................................................................................. 367
La voz .................................................................................................. 369
Las pausas........................................................................................... 370
La respiración ..................................................................................... 370
El mirar a la asamblea......................................................................... 371
No decir primera o segunda lectura ..................................................... 372
3.4.4 Las reglas para leer bien ....................................................... 372
Leer despacio....................................................................................... 372
El tono justo de la voz .......................................................................... 373
La expresividad en la voz ..................................................................... 374
Vocalizar bien ..................................................................................... 374
Frasear bien ........................................................................................ 375
Dar ritmo con breves y expresivos silencios .......................................... 376

4 PREPARACIÓN Y CELEBRACIÓN LITÚRGICA DEL Rrro DE LA INSTITUCIÓN


DEL LECTOR EN EL PONTIFICAL Y RITUAL ROMANOS .......................... 377
4.1 La descripción de la estructura del Rito litúrgico de la
Institución del Lector ......................................................................... 377
Presentación del candidato .................................................................. 378
Homilía ............................................................................................... 378
Oración de bendición del candidato ..................................................... 378
Entrega del libro de la Sagrada Escritura ............................................ 378
4.2 La Institución del Lector en el Leccionario del Ritual de Órdenes . 379
Esquema de los textos bíblicos seleccionados ....................................... 380
Breve comentario de la selección de los textos propuestos por el
Leccionario .............................................................................. 381
4.3 Esquema de la celebración del Rito de la Institución del Lector ...... 383
4.4 Normas generales sobre la celebración .............................................. 384
4.5 Celebración del Rito de la Institución del Lector .............................. 384

5 RESONANCIAS ESPIRITUALES DEL LECTORADO EN LOS CANDIDATOS A LA


ORDEN SAGRADA ............................................................................... 387
5.1 Esquema de la selección de los textos espirituales ............ ............... 388
5.2 Oración del candidato al Lectorado ................................................... 389
5.3 Las disposiciones espirituales de los candidatos al ministerio del
Lectorado ............................................................................................. 390

469
Los Ministerios Instituidos

§ 1 Saber dar testimonio de Cristo y confesar su nombre aún


en la persecución ............................................................... 390
§ 2 La Sagrada Escritura es sabiduría y poder de Dios, porque
“ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” ..................... 392
§ 3 Del conocimiento de Jesucristo dimana la comprensión
de toda la Sagrada Escritura ............................................ 394
§ 4 Dios nos ha dicho todo en su Hijo, Verbo único del Padre
................................................................................................ 396
§ 5 El ministerio del lectorado es digno y grande por su
relación con la Palabra de Dios .......................................... 398
5.4 El misterio de la Palabra de Dios........................................ 400
§ 1 El misterio de la Sagrada Escritura.............................. 400
El sentido de la Escritura ................................................... 404
El Antiguo Testamento ....................................................... 406
El Nuevo Testamento .......................................................... 407
La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento ............ 408
§ 2 Palabra de Dios en el AT y el NT ................................. 410
5.5 LAS EXIGENCIAS DE LA FORMACIÓN PARA LA
PREP ARAGÓN AL MINISTERIO DELLECTORADO
............................................................................................. 421
§ 1 El culto de la Palabra de Dios en el Seminario:}
unas orientaciones pedagógicas ...................................... 422
§2 La veneración por la Escritura y su lectura asidua ..... 432
§ 3 La Mesa de la Palabra de Dios ..................................... 436
§ 4 La lectura meditada y orante de la Palabra de Dios .. 439
§ 5 Principios generales para la celebración litúrgica de
la Palabra de Dios ... ... .................................................. 441
I. Algunas indicaciones previas ....................................... 441
II......................................................................................... La
celebración litúrgica de la Palabra de Dios ....................... 444
ID. La Palabra de Dios en la vida del pueblo de la Alianza446
§ 6 Cristo, Palabra de Dios ................................................. 449
Silencio interior ................................................................. 449
El arte de orar .................................................................... 450
Los maestros espirituales ................................................ 451
La enseñanza de la oración ............................................. 451
La oración de la Iglesia.................................................... 452
El silencio exterior ............................................................ 452
El clima general................................................................. 453
Notas Bibliográficas (Por autores) .......................................................... 455

470
6
Pablo VI, Carta apostólica Ministerin qunedam , en forma de Motu proprio
por la que se reforma en la Iglesia Latina la disciplina relativa

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