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Capítulo I

RESILIENCIA
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I. 1 FUNDAMENTOS Y ORIGEN DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA

La definición general de resiliencia más aceptada y utilizada por la mayoría de los


autores, incluyendo a Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis de Zukerfeld, la cual figura en su libro
Procesos Terciarios de la vulnerabilidad a la resiliencia (2005), es la de Edith Grotberg quien
afirma que la resiliencia es “la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser
fortalecido y transformado por experiencias de adversidad” (pág. 17).
El verbo resilio indicaría en latín “saltar hacia atrás, rebotar” (pág. 16), y la
procedencia desde el latín resilire, quiere decir volver a entrar saltando o saltar hacia arriba
(Melillo, 2004). Además La noción también proviene de la física y de la ingeniería donde “es
definida como la capacidad de los metales de recuperar su forma original, luego de ser
sometidos a presiones deformadoras” (Rozenfeld, 2012, pág. 25). Según la autora Ana
Rozenfeld (2012) el diccionario de la lengua francesa define a la resiliencia como resistencia
al choque y el diccionario inglés la traduce como robustez y resistencia de carácter. También
la biología la utiliza para hacer referencia a las espacies vegetales que se fortalecen después
de los incendios. Por su parte la sociología y la economía toman a la resiliencia como la
capacidad de los sistemas y comunidades de enfrentar catástrofes y lograr recomponerse
(Rozenfeld, 2012).
El concepto de resiliencia nació a comienzos de los años ochenta, en Estados Unidos,
creado por la psicóloga e investigadora Emmy Werner. En esos años el término inverso, el de
la vulnerabilidad, era el concepto dominante (Tomkiewicz, 2004). Además existían dos
términos que dejaban prever el surgimiento del concepto de resiliencia que fueron, por un
lado, el inglés to cope with, que en español puede traducirse por hacer frente, arreglárselas,
encajar el golpe, no derrumbarse, frente a hechos traumáticos, situaciones de estrés o
adversidad de algún tipo y, por otro lado, el concepto de invulnerabilidad. Éste último sería el
resultado del encuentro entre la personalidad (más o menos vulnerable) del sujeto y la
agresión de la que es víctima. Según Stanislaw Tomkiewicz, en el capítulo El surgimiento del
concepto (2004), el sujeto quedaría representado por una muñeca de acero, cuyo material
demuestra la invulnerabilidad, que resiste en el caso de que caiga sobre cemento, con la
condición de que la altura no sea excesiva.
Según este autor (2004) los conceptos de vulnerabilidad o invulnerabilidad no han
logrado imponerse. En el último caso, se sobreentiende, aunque no se lo explicite, que se trata
de una cualidad del ser humano que es a un tiempo intrínseca (e incluso genética), es decir,
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permanente a lo largo de toda la vida, y absoluta (sea cual sea la naturaleza de la agresión o
del acontecimiento traumático). Boris Cyrulnik (2006b) nos muestra en sus textos de qué
modo la resiliencia es, por el contrario, algo en gran medida adquirido, que varía conforme va
desarrollándose la existencia y que difiere en función de la naturaleza del estrés. Además, la
invulnerabilidad, al igual que el coping with, solo significa resistencia, y por tanto una
respuesta inmediata. La resiliencia, por el contrario, implica un efecto duradero, un proyecto
de vida; es dinámica, mientras que la vulnerabilidad permanece estática. Además, según
Cyrulnik, la resiliencia es un proceso, un devenir del sujeto que por medio de actos y de
palabras, inscribe su desarrollo en un medio y escribe su historia en una cultura. No se podría,
por tanto, hablar de resiliencia en términos individuales o bien como características o
cualidades innatas.
La creadora del concepto es la psicóloga estadounidense Emmy Werner, tal como se
ha citado anteriormente, quien realizó hacia el año 1955, el seguimiento de un conjunto de
setecientos niños nacidos en los suburbios de una isla del archipiélago de Hawai. Entre ellos
había doscientos que, a la edad de dos años, según la mirada de los investigadores reunían un
conjunto de características para mostrarse asociales, delincuentes o padres maltratadores.
Viviendo en medio de la pobreza y la miseria, eran educados en familias que poseían las
características de ser monoparentales, alcohólicas o con enfermedades consideradas
psiquiátricas, y se encontraban maltratados o carentes de cuidados elementales y de afecto.
Esto les ocasionaría un pronóstico de evolución psicosocial adversa. Werner realizó un
estudio de tipo longitudinal con estos niños durante más de veinte años. Setenta de ellos,
alrededor del 30 por ciento, sin haber contado con el beneficio de cuidados especiales,
lograron realizar una vida plena de sentido. Fue a éstos a los que esta autora llamó resilientes.
No dijo invulnerables porque quería hacer surgir un término nuevo y no inmiscuirse en el
terreno de los psiquiatras, quienes habrían trabajado con los conceptos de vulnerabilidad y/o
invulnerabilidad, antes mencionados (Tomkiewicz, 2004).
Desde la realización de este primer estudio de investigación hubo múltiples autores
que trabajaron con el término resiliencia. Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) destacan a los
siguientes investigadores que usan acepciones que siguen a continuación, las cuales
consideran a este término como:
 “El proceso o la capacidad para desarrollar una adaptación exitosa en circunstancias
asociadas con disfunción psicológica y baja competencia”, Rutter, 1987; Fonagy, Steele,
Steele, Higgitt, & Target, 1994 (pág. 17).
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 “La capacidad de tener éxito de modo aceptable para la sociedad, a pesar de un estrés
o de una adversidad que implica normalmente un grave riesgo de resultados negativos”,
Vanistendael, 1996 (pág. 17).
 “La capacidad de un sujeto para superar circunstancias de especial dificultad, gracias a
sus cualidades mentales de conducta y de adaptación”, Kreisler, 1996 (pág. 17).
 “Resiliar es recuperarse, ir hacia delante tras una enfermedad, un trauma o un estrés.
Es vencer las pruebas y las crisis de la vida; es decir resistirlas primero y superarlas después,
para seguir viviendo lo mejor posible. Es rescindir un contrato con la adversidad”, Manciaux
y Tomkiewicz, 2000 (pág. 17).
Por otra parte, por regla general se piensa la resiliencia como proveniente del ámbito
de la psicología. Si bien habría reflexiones psicológicas concernientes a las características de
los sujetos resilientes, como en lo relativo a los factores que permiten su surgimiento,
Tomkiewicz (2004) sostiene que, en realidad, provendría del campo de la salud pública. Este
ámbito tiene la particularidad valiosa, a su entender, de trabajar fenómenos observables,
mensurables y merecedores de un tratamiento estadístico. Asimismo habría cuestiones no
medibles pero igualmente importantes tal como sería lo que se teje en el interior de un
individuo, sus experiencias vividas, su sufrimiento, su historia no sólo objetiva, sino la
reflejada por sus sueños y sus fantasmas.

I. 1. 1 Recorrido histórico del término resiliencia

Luego del estudio de Werner esos niños fueron considerados invulnerables, portadores
de un temperamento especial, fruto de condiciones genéticas especiales y dotados con una
mejor capacidad cognitiva. Sin embargo, la misma investigadora señaló un hecho en la vida
de estos sujetos que se daba sin excepción: todos habían gozado en su desarrollo del apoyo
irrestricto de algún adulto significativo, familiar o no, sobre el que no parecía ejercer
influencia determinante, ningún detalle relativo a las características físicas o intelectuales del
niño. El afecto, el amor recibido, estaba en la base de tales desarrollos exitosos (Tomkiewicz,
2004).
17

Desde entonces se efectuaron otras investigaciones que plantearon la necesidad de


promover las características sanas y protectoras de los sujetos para poder superar las
condiciones de riesgo a las que estuvieran sometidos (Melillo, 2001).
Aldo Melillo (2001), quien es médico y psicoanalista argentino abocado al estudio de
la resiliencia, considera que dado el carácter interactivo en el desarrollo de los resilientes hubo
dos enfoques para interpretar los estudios que se realizaban. Uno genetista e individualista,
que constata la existencia de sujetos resilientes entre aquellos sometidos a la adversidad de la
pobreza y de los riesgos, quienes por eso adquieren el derecho a salvarse, y enfatiza su
capacidad de adaptación positiva a las condiciones de vida adversas. El otro enfoque, basado
en las características de la imprescindible interacción con los otros seres humanos propone el
abordaje del problema directamente con los sujetos o bien a través de los padres, educadores,
cuidadores y miembros del equipo de salud, para lograr el desenvolvimiento de un sujeto
sano, en una familia recuperada si es posible. Aquí aparece la idea de un proceso que abarca
al sujeto en su ecología vital: familia, comunidad, cultura.
Francisca Infante (2001) considera que junto con el proceso de resiliencia nació una
primera generación de investigadores que mantuvieron el interés por descubrir aquellos
factores protectores que estuvieran en la base de esta adaptación positiva en niños que viven
en condiciones de adversidad.
La investigación que dejó una impronta de esta primera generación es el estudio
longitudinal, ya mencionado, de Emmy Werner. Por otra parte en este momento histórico se
adscribían al modelo triádico de resiliencia, que consiste en organizar los factores resilientes y
de riesgo en tres grupos diferentes: los atributos individuales, los aspectos de la familia y las
características de los ambientes sociales en que los individuos se hallan inmersos.
Una segunda generación de investigadores, que comenzó a publicar a principios de los
noventa, expandió el tema de resiliencia en dos aspectos: la noción de proceso, que implica la
dinámica entre factores de riesgo y de resiliencia que permite que el individuo supere la
adversidad, y la búsqueda de modelos para promoverla en forma efectiva a nivel de
programas sociales. Entre ellos se destacan Michael Rutter, Edith Grotberg y Boris Cyrulnik.
Grotberg es quien formuló el concepto de resiliencia que está detrás del proyecto
internacional de resiliencia (PIR), concepto que además es tomado por los autores Zukerfeld y
Zonis Zukerfeld (2005), tal como fue citado, para colocarlo en varios de sus escritos y tomarlo
como definición general y realizar luego otros desarrollos psicoanalíticos de esta temática.
Según Infante (2001) la autora Edith Grotberg fue pionera en la noción dinámica de la
resiliencia ya que en su estudio PIR define que la resiliencia requiere la interacción de
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factores resilientes provenientes de tres niveles diferentes: soporte social (yo tengo),
habilidades (yo puedo) y fortaleza interna (yo soy y yo estoy). De esta forma, a pesar de
organizar los factores de resiliencia en un modelo triádico, incorpora como elemento esencial
la dinámica e interacción entre estos factores.
Por su parte Cyrulnik (2006a) en su libro La maravilla del dolor afirma que desde la
década de 1990, el problema de la resiliencia se orientó hacia el estudio de los factores de
protección, a fin de analizar de qué modo un niño recurre, ante el enorme dolor de la
existencia, a medios de defensa internos, tal como el de la denegación. Esta división del yo en
una parte socialmente aceptable y en otra más secreta permite no percibir una realidad
peligrosa o trivializar una herida dolorosa.
Este autor también sugiere los motivos por los cuales no se estudió a la resiliencia con
anterioridad:
que la resiliencia no haya sido estudiada, a pesar de que todos los facultativos la hayan

constatado, es muy diciente de nuestra cultura, una cultura para la cual los

sobrevivientes siguen siendo sospechosos. Si no murieron con los demás fue porque

pactaron con el agresor. Sólo las víctimas son inocentes. (pág. 14)

Otro motivo estaría dado por la perspectiva del determinismo que resultó ser un
obstáculo. Cyrulnik toma postulados de John Bowlby, destacado autor psicoanalítico quien
desarrolló estudios acerca del apego sobre los cuales se basan varias teorizaciones sobre
resiliencia. Él opinaba, en el artículo L´avènement de la psychiatrie développementale a
sonné (1992) que la psicología reposa sobre un a priori implícito que sugiere que mientras
más dura es la vida de un sujeto más posibilidades habrían de padecer una patología como la
depresión, lo cual él considera que no es cierto. En forma similar Cyrulnik (2006a) afirma que
Desde hace una o dos décadas se acumulan los trabajos que confirman la impresión de

los médicos, que conocen todos historias de casos que son la prueba de que se puede

salir adelante, y de que el porvenir no es tan sombrío cuando se dispone alrededor del

sujeto de puntos de apoyo para su desarrollo. (pág. 14)

Además, en relación a estas afirmaciones, Cyrulnik detalla tres errores por los cuales
se argumentó la perspectiva determinista:
El primero se debe a que los profesionales sólo reclutan a aquellos que repiten el

maltrato. Descartan a los resilientes que se las arreglan con sus heridas por fuera del
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circuito de ayuda social. Este atajo profesional es totalmente sincero, ya que para

entrar en contacto con los que han salido adelante los especialistas tendrían que

hacerlo por fuera de los lugares de trabajo, donde por lo general no se habla de esas

cosas.

El segundo error es el de considerar que la reciprocidad es verdad. Si es exacto

que los padres maltratadores han sido a menudo niños maltratados, no es lo mismo que

decir que los niños maltratados se convertirán en padres que maltratan …

El tercer error es el de haber separado demasiado el mundo interior del mundo

exterior, hasta el punto de hacernos creer que un individuo podía escapar a su

contexto. Ahora bien, si la memoria íntima de una persona está impregnada de un

hecho, es que las reacciones emocionales de los allegados o la importancia que le

atribuye la cultura, lo han hecho surgir. (pág. 18. Cursivas y negritas agregadas)

Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld (2005) presentan la realidad profesional


psicoanalítica argentina en el mismo sentido determinista que describiera Cyrulnik,
demostrado a través del trabajo que realizaron denominado Esperanza y determinismo en la
actitud psicoanalítica: un estudio empírico sobre ciertos prejuicios teóricos. Este estudio fue
efectuado en relación al constructo resiliencia desde una perspectiva psicoanalítica. En
referencia a este estudio, que relaciona el quehacer psicoanalítico en la actualidad, los autores
afirman
El psicoanálisis nace a partir del descubrimiento freudiano de las determinaciones

inconscientes de la conducta humana y de la jerarquización del vínculo temprano en la

explicación de la psicopatología … parece evidente que la actitud de investigar …

implica un ejercicio que conlleva la revisión de tradiciones y concepciones teóricas.

Esto significa que por este camino se pueden desmantelar ciertos prejuicios

construidos a veces en la formación psicoanalítica que pueden obstruir la tarea clínica.

(pág. 188)
20

El estudio mencionado consistió en la lectura de un material clínico, en dos tiempos, y


luego la realización de dos cuestionarios destinados a ser completados y efectuados por
psicoanalistas. Las conclusiones a las que arribaron fueron que los psicoanalistas habían
experimentado que la teoría sólo podía dar cuenta de un pronóstico patológico para el sujeto
con un pasado adverso. Asimismo sólo los profesionales con más experiencia clínica fueron
quienes jerarquizaron la posibilidad de cambio y mejoría a través de los vínculos tardíos.
Finalmente se concluyó que el determinismo genera prejuicios en la valoración del material
clínico.
Retomando la historia de la resiliencia y de quienes la investigaron, luego de la
segunda generación de investigadores ya mencionada, se suscita el surgimiento de una tercera
generación.
El papel del vínculo familiar, social, comunitario, comienza a ser jerarquizado y desde

allí la que podría considerarse la tercera generación de investigadores ya piensa en

términos de ‘promoción de resiliencia’ con lo que se entiende que cualquier sujeto

puede desarrollar actitudes y comportamientos resilientes. (Zukerfeld & Zonis

Zukerfeld, 2005, pág. 19)

Asimismo la autora Infante (2001) coincide en esta categorización de investigadores


de una tercera generación aseverando que un sujeto ya no sólo carece y se enferma sino que es
capaz de iniciar una búsqueda respecto de sus propios recursos y salir fortalecido de la
adversidad.
Por otra parte, y adentrándonos en la región latinoamericana y específicamente en
nuestro país, según el autor Aldo Melillo la introducción del término resiliencia en la
Argentina estuvo a cargo de Néstor Suárez Ojeda y Mabel Munist, quienes plantearon una
convocatoria desde el Centro Internacional de Información y Estudio de la Resiliencia (CIER)
que funciona en la Universidad Nacional de Lanús, y desde entonces lentamente comenzó a
generarse un interés cada vez mayor en el tema, que incluyó a profesionales, trabajadores
sociales y de la salud, educadores, sacerdotes, etc. (Melillo, 2001).

I. 1. 2 Nociones y alcances generales del término resiliencia


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En este apartado se presentará la exposición de diferentes investigadores sobre la


resiliencia con el fin de ofrecer las diversas acepciones, nociones y alcances que posee en la
actualidad.
En relación a lo expuesto anteriormente se podría considerar que la resiliencia se
refiere no sólo a la capacidad humana de superar traumas y heridas. Las experiencias de
huérfanos, niños maltratados o abandonados, víctimas de guerras o catástrofes naturales, han
permitido constatar que las personas no quedan encadenadas a los traumas toda la vida. Se
trataría de un proceso que podría desarrollar todo sujeto, tanto ante las situaciones de
adversidad ya nombradas, como también frente a otras que se irán puntualizando a lo largo de
este desarrollo, y que transformarían la subjetividad en base al contexto de sus relaciones
interpersonales e histórico-sociales.
En la obra que presentan Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld (2005) afirman
que el término resiliencia proviene “del verbo resilio, que en latín significa saltar hacia atrás,
rebotar” (pág. 16). Asimismo estos autores le otorgan relevancia a los desarrollos sobre
resiliencia de Boris Cyrulnik, quien es un destacado pionero en el tema y fue quien, además,
habría posibilitado que el término tome alcance e interés internacional. Este autor (2006a)
afirma que cuando la palabra resiliency nació en la física (soltura de reacción, elasticidad),
designaba la capacidad de un cuerpo para resistir un choque. Además considera que, desde esa
perspectiva, se atribuía demasiada importancia a la sustancia. Cuando el concepto pasó a las
ciencias sociales, significó “la capacidad para triunfar, para vivir y desarrollarse
positivamente, de manera socialmente aceptable, a pesar de la adversidad, que suelen implicar
riesgo grave de desenlace negativo” (pág. 10).
Por otra parte este autor en su libro Los patitos feos (2006b) afirma que el ser humano
puede realizar una metamorfosis debido a la vivencia de un trauma. Desde su perspectiva no
es posible pretender que un trauma provoque un efecto predecible, dado que históricamente
en la psicología y la psiquiatría se pensaba al traumatismo como un acontecimiento brutal que
aparta al sujeto de su desarrollo sano previsible. La propuesta sería pensar que una adversidad
desgarradora trastorna y desvía el devenir de una personalidad pudiendo tener diferentes
destinos según la historia singular de los circuitos afectivos, de los circuitos relacionados con
la historia de quienes intervienen en el acontecimiento, y de los circuitos institucionales que el
contexto social disponga en torno al herido.
Como vemos Cyrulnik (2006b) nos presentaría una modalidad psíquica contradictoria
al decir que una desgracia brutal puede transformarse, para la vida de un sujeto mediante la
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fantasía y lo sublimatorio, en algo hermoso. Ello responde a su visión del ser humano que
estaría constituido como un oxímoron, lo cual, según expone en el libro La maravilla del
dolor (2006a) consistiría en “una figura retórica que consiste en reunir dos términos
antinómicos [que] (…) permite expresar una antítesis” (pág. 21). La noción entonces del
oxímoron no contrapone dos sensaciones si no que, por el contrario, las reúne y se vuelve
característico de una personalidad herida pero resistente, sufriente pero feliz de esperar a
pesar de todo. Un ejemplo de oxímoron sería la expresión la maravilla del dolor.
Un tercer concepto que, según Cyrulnik (2006a), conformaría un aspecto relevante
para determinar el alcance del término resiliencia, sería el de tutor de resiliencia. Teniendo en
cuenta que la resiliencia se teje y que no habría que buscarla solamente en el interior de la
persona, ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda sin cesar un proceso íntimo con el
proceso social, el tutor de resiliencia se trataría de otro que brinda amor incondicional y
también corrige un desarrollo a través de una interacción que se construye como un tejido.
Estos tres conceptos, según Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld, estarían en relación
con la perspectiva psicoanalítica de resiliencia, cuya definición se describirá en el apartado
Nociones y alcances específicos en psicoanálisis del término resiliencia del presente capítulo.
El autor Michael Rutter, un destacado psiquiatra infantil de Gran Bretaña, afirma que
la resiliencia puede variar, tanto en función del tipo de agresión como en función de los
períodos de la vida. Así un mismo niño, resiliente al enfrentarse a la pérdida de sus padres,
quizá se derrumbe frente a algún tipo de situación de abuso. Además él afirma que el origen
de la resiliencia no es nunca puramente intrínseco y que las características de la resiliencia
que él codifica serían “nunca absoluta, variable en función de los riesgos, variable en el
tiempo y siempre de origen simultáneamente intrínseco y epigenético” (Citado en
Tomkiewicz, 2004, pág. 37).
En este mismo sentido otros autores también proponen que no se nace resiliente si no
que se adquiere en el desarrollo dependiendo de ciertas cualidades del proceso interactivo del
sujeto con otros individuos, lo cual sería responsable de la construcción del sistema psíquico
humano (Melillo, Estimatti & Cuestas, 2001).
En cuanto a las cuestiones que giran en torno a las discusiones de lo innato y lo
adquirido Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) nombran nuevamente a Cyrulnik y afirman que
en realidad Cyrulnik –a nuestro entender– liquida la controversia entre los ‘Innatos de

derecha y los Adquiridos de izquierda’ al plantear provocativamente que la resiliencia

es ‘100% innata y 100% adquirida’. De este modo este prolífico investigador responde
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a los malos usos que puede tener el constructo especialmente en el uso del

establishment neoliberal y conservador que puede negar recursos para la subsistencia y

la salud ‘porque si es resiliente significa que se arregla muy bien con sus propios

recursos’. (pág. 19)

En este mismo sentido otra autora, Alicia Miller (citada en Tomkiewicz, 2004), ingresa
en el planteo de los autores Zukerfeld, al cuestionarse si el constructo resiliencia le da a las
entidades que deben administrar el dinero necesario para la asistencia social y la salud el aval
para afirmar que ciertos sujetos saldrán adelante sin ayuda alguna y que otros, por el
contrario, nunca saldrían del estado en que se encuentran y que no merecerían ser tenidos en
cuenta.
Por otra parte, en cuanto a los ámbitos de aplicación del término resiliencia el autor
Pierre-André Michaud (2004), reflexionando sobre los mismos, dice que existirían cuatro
ámbitos que quizá pudieran reducirse a tres:
- El ámbito biológico: correspondería a las desventajas somáticas congénitas o adquiridas
como consecuencia de una enfermedad o de un accidente.
- El ámbito privado, que se podría subdividir en ámbito familiar y microsocial:
 el ámbito familiar: se trataría en el éxito existencial de los niños procedentes
de familias perturbadas, maltratadoras, alcohólicas, ausentes, o bien en un
permanente conflicto violento, capaz de desembocar incluso en el asesinato
(Citado por Tomkiewicz, 2004).
 el ámbito microsocial: sería el ámbito en el que la miseria y el hábitat malsano
son los que crean las situaciones adversas, suponiendo una agresión crónica.
- El ámbito histórico o público: estaría representado por la resiliencia frente a las catástrofes,
tanto las de origen natural (temblores de tierra, erupciones volcánicas, inundaciones, ciclones)
como, con mayor frecuencia, las provocadas por el accionar de los hombres (guerras civiles e
internacionales).
Con el paso de los años el término resiliencia se ha ido perfeccionando, o bien, los
autores nos muestran su carácter polisémico, al discernir al menos tres cuadros clínicos de
sujetos llamados resilientes, que según el autor Tomkiewicz (2004), serían los siguientes:
Primer cuadro: agrupa a todos aquellos a quienes se los encuentra viviendo de una
forma autónoma en la sociedad, sin haber pasado por la asistencia en salud mental o la
asistencia social. Un ejemplo sería el de un niño de la calle, quien si quisiera ser oblativo,
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moral y socialmente correcto, corre el grave riesgo de no sobrevivir. Para ser resiliente y
poder sobrevivir, un niño de las calles debe saber robar, huir de la policía e incluso matar. A
los fines de ejemplificar se podría nombrar a una persona conocida en la historia que
corresponde a este primer cuadro; se trataría del narcotraficante Pablo Escobar.
Segundo cuadro: consistiría en los puntos de vista de los estudiosos Emmy Werner
así como el de Stefan Vanistendael. Según este último, “para ser resiliente, no basta con
sobrevivir, ni siquiera con sobrevivir de manera autónoma: es preciso convertirse en un ser
humano moral, incluso oblativo, que consiga hacer el bien a su alrededor” (pág. 40). Una
persona de fama mundial es la cantante Tina Turner, quien habría sido múltiples veces
maltratada por su marido, con quien estuvo casada 16 años, hasta que logró divorciarse y
proseguir con una prestigiosa carrera. En nuestro país otro caso lo ejemplifica la Sra. María
Rosa González, fundadora de la asociación Madres contra el Paco ubicada en el Gran Buenos
Aires, quien fundó esta asociación para luchar contra esa mortífera droga ayudando a los
adolescentes y sus familias, luego de que su hijo estuviera al borde de la muerte en varias
oportunidades.
Tercer cuadro: esta acepción, más restrictiva, indicaría que para merecer el adjetivo
resiliente, ya no basta con ser políticamente correcto si no que sería preciso recobrarse, tener
más éxito que la media de las personas y, a la vez, servir de modelo. Casos históricos estarían
dados por F. D. Roosevelt, Abraham Lincoln y Bill Clinton (Tomkiewicz, 2004). El primero
poseía serias limitaciones físicas, el segundo creció en condiciones infrahumanas similares a
los esclavos de su época, cuya esclavitud luchó por abolir durante su trayectoria política y, por
último, Bill Clinton habría tenido una niñez de carencias y desdichas, tales como la muerte de
su padre antes de que él naciera, alejamiento de su madre por razones de estudios y en el
transcurso de su adolescencia se crió con un padrastro alcohólico, cuyo apellido Clinton
habría adoptado.1
El comienzo del nuevo siglo ha traído nuevos interrogantes y nuevos desafíos en el
área del desarrollo humano, de allí que la autora Francisca Infante (2001) afirme que:
el énfasis de estas reflexiones está en la importancia de promover el potencial humano

en vez de destacar sólo el daño que ya se ha hecho. En este contexto, el concepto de

resiliencia ha cobrado especial importancia … En el área de intervención psicosocial,

1 Reseñas de Abraham Lincoln y Bill Clinton extraídas respectivamente de


www.biografiasyvidas.com y
http://www.cidob.org/es/documentacio/biografias_lideres_politicos
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la resiliencia intenta promover procesos que involucren al individuo y su ambiente

social, ayudándolo a superar la adversidad (y el riesgo), adaptarse a la sociedad y tener

una mejor calidad de vida. (pág. 31)

En cuanto a los alcances ya descriptos del término resiliencia, haría falta reconocer
que tanto los investigadores Zukerfeld y Zonis Zukerfeld, como Cyrulnik, así como casi todos
los autores citados, recalcan que el origen y el trabajo actual sobre resiliencia no corresponde
exclusivamente al campo de la psicología ni del psicoanálisis. Sin embargo ya se comenzó a
recorrer un camino en ese sentido, sobre todo, en Argentina, desde la incursión de Zukerfeld y
Zonis Zukerfeld en ese campo, aunque no son los únicos.
En otro orden ellos afirman que “la resiliencia hoy en día es una noción
transdisciplinaria” (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005, pág. 15), y lo manifestarían desde su
prolífico trabajo, que incluye diversas áreas de la salud y la integración teórico-clínica que
han efectuado hasta arribar a las conceptualizaciones actuales sobre resiliencia.

I. 2 RELACIÓN ENTRE PSICOANÁLISIS Y RESILIENCIA

Toda la producción de Zukerfeld y Zonis Zukerfeld referida a la resiliencia es posterior


al año 1999. Siendo psicoanalistas y teniendo como eje las enfermedades psicosomáticas, y ya
habiendo avanzado en las conceptualizaciones de tercera tópica y del constructo teórico-
clínico que llamaron vulnerabilidad somática en asociación con las redes vinculares, avanzan
un paso más. Fueron invitados a participar en los Congresos de Salud Mental y Derechos
Humanos en 2002 y 2003 donde se introdujo “al psicoanálisis … la noción metapsicológica
de procesos terciarios y su relación con la creatividad, la creación y la construcción de nueva
subjetividad que implican las nuevas prácticas sociales y la resiliencia.” (Zukerfeld & Zonis
Zukerfeld, 2005, pág. 10).
Estos autores basan sus teorizaciones en los postulados de André Green, junto con los
de otros autores psicoanalíticos destacados tales como Joyce Mc Dougall, Donald Winnicott y
Norberto Marucco, entre otros. Green desarrolla a lo largo de décadas, entre otros términos,
conceptualizaciones referidas a procesos terciarios y a la plasticidad psíquica que le es propia.
Se apunta a que en el trabajo clínico, en relación al funcionamiento de la pareja analítica “se
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jugará un juego que implicará no sólo señalar repeticiones sino desarrollar una creatividad
como resultado de la involucración intersubjetiva y de cada uno de los integrantes de la pareja
analítica con sus propios procesos primarios y secundarios” (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld,
2005, pág. 78). Asimismo estos investigadores trabajaron sobre las nociones que harían
extensibles los procesos terciarios a todo vínculo intersubjetivo como una modalidad del
psiquismo considerado creador y, de esta forma, concibieron también los procesos resilientes.
Por otra parte el interés de estos autores se ha dirigido a las denominadas locuras privadas de
Green en relación a lo que se ha considerado como lo irrepresentable. Ellos afirman que
“numerosos autores post-freudianos, independientemente de su foco de interés clínico y
teórico … se han ocupado de cuestiones parecidas que tienen en común existir apartadas del
campo de la representación” (pág. 80). Además apuntaron al desarrollo de las consecuencias
psíquicas que conllevarían los procesos terciarios. Desde este enfoque describen creación y
creatividad y afirman que “la mayor y más profunda creación, en el sentido de gestación de lo
nuevo, proviene de darle nombre y posibilidad transformadora a lo irrepresentable, que … es
efecto de lo traumático” (pág. 86).
En relación con lo expuesto Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) definen a la
resiliencia, desde la teoría psicoanalítica, de la siguiente manera:
Desde el punto de vista psicoanalítico definimos la resiliencia como una metamorfosis

subjetiva producto de la activación de un potencial que implica funcionar en proceso

terciario, es decir con la fluidez libidinal necesaria para la creación de condiciones

psíquicas nuevas que capturen y transformen el efecto traumático con la

imprescindible existencia de vínculos intersubjetivos. (pág. 38)

Como ya se ha mencionado estos autores han formulado importantes desarrollos como


el de tercera tópica, modelo que entiende al aparato psíquico según modos de funcionamiento
universales, que incluye la escisión como mecanismo fundante del psiquismo y que mantiene
dos estructuras coexistentes: una propia del inconsciente reprimido y otra adjudicable al
inconsciente escindido.2 Asimismo en sus obras también han incorporado constantemente las
vicisitudes de los vínculos intersubjetivos, los cuales están presentes en esta definición
psicoanalítica y, además, han hecho hincapié en los discursos sociales y culturales propios de
la época histórico-cultural actual.

2 Se abordarán las nociones de inconsciente escindido y tercera tópica en el capítulo III.


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Dada esta perspectiva, relacionada con el funcionamiento del aparato psíquico en la


modalidad de dos estructuras coexistentes y con la prevalencia de los procesos terciarios, se
interrelacionarían las múltiples dimensiones, que se nombran a continuación, las cuales son
utilizadas para referirse a la resiliencia desde el psicoanálisis. Por lo tanto estos autores
afirmarían que:
una perspectiva psicoanalítica de la resiliencia … debe estudiar el problema de la

adversidad y la adaptación, la dimensión del Yo y sus defensas, la dimensión de los

funcionamientos psíquicos globales y la dimensión vincular, y obtener una definición

psicoanalítica de la resiliencia y lo que ésta implica en la modificación de la

subjetividad. (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005, pág. 30)

Se podrían determinar las categorías esenciales relacionadas al psicoanálisis desde la


mirada de los autores que han desarrollado estas conceptualizaciones. Para ello Zukerfeld y
Zonis Zukerfeld han desglosado la definición psicoanalítica de resiliencia:
Metamorfosis subjetiva producto de la activación de un potencial: existe una fuerte

transformación de la subjetividad que logra convertir el daño en fortaleza a partir de

una capacidad universal propia de la condición humana: crear e inventar, es decir los

potenciales hermenéuticos y heurísticos. (pág. 39)

Se observaría que el acento está puesto tanto en la transformación de la subjetividad


como en la activación de un potencial, lo cual posibilitaría esa transformación. Por lo tanto
uno de los ejes centrales sobre los que gira la noción de resiliencia, desde la perspectiva de
estos autores, es la de subjetividad.3 Así también el estudio de las transformaciones en la
misma, que se llevarían a cabo para logar convertir el daño en fortaleza, habría posibilitado
incorporar las nociones de los potenciales heurísticos y hermenéuticos, los que, a su vez, están
ligados a al concepto de procesos terciarios, ya nombrado con anterioridad.
Por otra parte los investigadores Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) describen, que
para hablar de desarrollo, proceso o resultados resilientes, los aspectos mayormente
invariantes en su definición son, por un lado la existencia de la adversidad y por el otro, una
evolución contraintuitiva con características de transformación. Con respecto al primer
término, el de adversidad, tendría que ser definido “en su eficacia traumática sin la cual no

3 Se abordan las relaciones entre resiliencia y subjetividad en el capítulo II.


28

correspondería el uso del concepto” (pág. 18).4 Y, en referencia al segundo término, el de una
evolución contraintuitiva con características de transformación, “implica un proceso psíquico
que se manifiesta en comportamientos determinados que brindan bienestar. En esta valoración
conviene diferenciar el punto de vista del observador del punto de vista del propio sujeto”
(pág. 18). Por lo tanto, teniendo en consideración el evento de eficacia traumática o
disruptiva, y las transformaciones originadas en la subjetividad, la definición de resiliencia
desde el psicoanálisis permitiría describir las distintas modificaciones subjetivas que van
desde un funcionamiento psíquico vulnerable a uno resiliente.
A fines de proseguir con la conceptualización desglosada se afirma que la resiliencia
“implica funcionar en proceso terciario, es decir con la fluidez libidinal necesaria para la
creación de condiciones psíquicas nuevas que capturen y transformen el efecto traumático”
(pág. 39).
Aquí nuevamente se estaría en presencia de la compleja combinación de mecanismos
y procesos psíquicos (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005) que podrían llevarse a cabo gracias
a que los procesos secundarios no saturarían a los primarios y viceversa, lo que supone la
prosecución de los procesos terciarios. Se podría dar cuenta, mediante la implicación de los
procesos terciarios, de lo escindido o lo irrepresentable para así poder construir lo nuevo.
La última parte del concepto de resiliencia desglosado corresponde al siguiente
extracto: “con la imprescindible existencia de vínculos intersubjetivos”. De este modo se
estaría puntualizando la existencia de los vínculos haciendo referencia tanto a la “presencia
como a su interiorización, pero esta última no es posible si no hubo presencia” (pág. 39).
La dimensión vincular sería de total relevancia para el desarrollo resiliente. Las
nociones de vincularidad ya estaban incluidas como un factor necesario, desde la primera
generación de investigadores, a los fines de construir procesos resilientes. Se había
conceptualizado ya desde los comienzos que el vínculo con alguien significativo que haya
amado incondicionalmente al sujeto es determinante para el surgimiento de la resiliencia en
él.
Para los autores Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) los vínculos intersubjetivos son
tomados como sostén vincular y como modelos de identificación. Además se basan en el autor
psicoanalítico Isidoro Berenstein para afirmar que “El objeto en tanto otro porta algo ajeno
que junto con lo ajeno de lo propio entendemos como lo escindido” (pág. 51). Esta afirmación
guardaría relación con el funcionamiento del aparato psíquico entendido como tercera tópica.
Los dos grandes conjuntos de funciones, que son las de sostén y las de modelo identificatorio,
4 El desarrollo del concepto de situaciones de adversidad figura en el capítulo IV.
29

poseen una importancia decisiva para determinar la eficacia patogénica de los sucesos y las
condiciones de vida del sujeto.
El autor mencionado, Isidoro Berenstein, ha sido pionero del psicoanálisis vincular en
Argentina y sus desarrollos sobre configuraciones vinculares han servido de base para otras
teorizaciones que unen el psicoanálisis con lo intersubjetivo, tanto en la Argentina como en
otros países.5 Por lo tanto se podría observar que las teorizaciones sobre resiliencia del
presente trabajo anudarían los conceptos psicoanalíticos más recientes.

I. 2. 1 Relación entre resiliencia y los conceptos de sublimación y producción simbólica

Según el diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis la sublimación es


definida como el
Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que

aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en

la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de resorte

principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Se dice que la

pulsión se sublima, en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y

apunta hacia objetos socialmente valorados. (pág. 415)

Y más adelante se agrega el interrogante


¿el cambio que se supone que interviene en el proceso pulsional afecta solamente al

fin, como sostuvo Freud durante mucho tiempo, o simultáneamente al fin y al objeto

de la pulsión como dice en la Continuación de las lecciones de introducción al

psicoanálisis (…) 1932?: ‘Llamamos sublimación cierto tipo de modificación del fin y

del cambio del objeto, en el cual entra en consideración nuestra valoración social’.

(pág. 416)

5 Profesora Gigena, M., clase de la cátedra psicoterapia de pareja, grupo y familia, abril de
2011.
30

A los fines de poder explicitar las relaciones posibles entre resiliencia y sublimación
Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) describen la existencia de cierto consenso, tanto en
autores psicoanalíticos como en los que no lo son, sobre lo que no es resiliencia. Este
consenso conceptual, además de permitir reforzar la definición psicoanalítica ya expuesta,
afirmaría que el término resiliencia no se trataría de sublimación.
Parece claro que resiliencia no es mera resistencia ni vuelta a un estado anterior de lo

disruptivo. No es tampoco un rasgo de personalidad que –innato o adquirido– se

sostenga permanentemente y garantice respuestas resilientes a cualquier tipo de

adversidad. No es necesariamente ausencia de sintomatología ni condiciones

maravillosas ni geniales de existencia. No puede ser reducida a las nociones

psicoanalíticas de negación, sublimación, reparación, aunque … estos mecanismos

pueden describirse en sujetos que desarrollan resiliencia. No es resignación o

conformismo social y tampoco necesariamente reivindicación ni beligerancia

permanente. (pág. 29)

Si la resiliencia no hace referencia ni a la sublimación ni a los mecanismos y


conductas citados ¿a qué conceptos y mecanismos psicoanalíticos se estaría haciendo
referencia? Según los investigadores mencionados
el desarrollo resiliente cuestiona … el sesgo determinista de la noción clásica [del

psicoanálisis] de ‘disposición’ y es por ello que … proponemos reemplazarla por la de

potenciales inconscientes, el descifrador –hermenéutico descubierto por Freud y el

creador– heurístico de valor decisivo para cualquier acción transformadora. (Zukerfeld

& Zonis Zukerfeld, 2005, pág. 30)

En continuidad con las conceptualizaciones relacionadas con las acciones


transformadoras, se consideraría que la creatividad está en relación con la sublimación en
cuanto hay un cambio de fin y de objeto de la pulsión sexual pero, desde el punto de vista de
los autores de referencia, la creatividad estaría implicando un funcionamiento del aparato
psíquico en procesos terciarios y no sólo bajo la modalidad de proceso primario-proceso
secundario. En los procesos terciarios las condiciones serían la de fluidez libidinal
intrapsíquica, es decir, cuando el proceso secundario no satura el proceso primario, existiendo
31

una gran cantidad de energía libre que buscará recrear el objeto de satisfacción en un
movimiento metafórico y complejo que permite tolerar la ausencia objetal y expresar la
creatividad del aparato psíquico (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005).
En cuanto a la creación los mismos investigadores consideran que
es el producto de la activación de un segundo potencial inconsciente que
denominamos heurístico que solo puede activarse en el vínculo con la presencia del
otro … Es en realidad una construcción colectiva en el sentido de otro a quien decir,
con quien construir un relato y/o realizar una acción transformadora. (pág. 35)
Boris Cyrulnik, autor ya citado anteriormente, de relevancia internacional poniendo de
relieve y en trascendencia al concepto de resiliencia, es psicoanalista, neuropsiquiatra y
etólogo. Él ha publicado escritos en los que describe el proceso resiliente en niños
mayoritariamente. Afirma que la eficacia de este proceso sería mayor en aquellos niños mejor
equipados con el dibujo, la palabra o la comedia. Asimismo la eficacia resiliente o, en
contrapartida, el efecto devastador del trauma, hay que buscarlos también en el discurso social
además del discurso íntimo del niño (Cyrulnik, 2006b). Los niños traumatizados podrían
presentar cuadros opuestos, por un lado la amoralidad y la delincuencia o, por el otro, la
creatividad y la generosidad. Éste último incluye el arte y las sublimaciones.
En el niño la evocación del recuerdo traumático le produce emociones que le generan
la producción de un relato, que según la singularidad del sujeto, puede armar o no. El modo
como reciban los adultos este discurso tendrá influencias en la formación de su personalidad.
Siempre siguiendo al mismo autor (2006b), luego del trauma sería importante que el entorno
proponga ámbitos de expresión. Si el niño vuelca allí sus capacidades intelectuales podría
evitar la neurosis, aunque seguirá siendo la agresión vivida lo que gobierne la mayoría de sus
elecciones. Por otra parte sería necesario mencionar nuevamente que los conceptos de
metamorfosis y oxímoron implicarían procesos de sublimación y producciones simbólicas y
así posibilitar desarrollos resilientes en el sujeto.
En otro orden Cyrulnik (2006b) también relaciona la resiliencia con producciones
simbólicas al afirmar que existiría un trabajo del sueño dormido (sueño biológico) más un
trabajo del sueño despierto (verbal) a los efectos de la incorporación neurológica del trauma.
El sueño rápido, que produce sueños más fantasmagóricos, permite incorporar el
acontecimiento (de orden emocional experimentado durante el día) a las huellas mnémicas.
Serían necesarios el trabajo del sueño y la envoltura afectiva durante los primeros años
después del trauma, dado que la consecuencia del proceso de resiliencia es de orden verbal,
emocional y cerebral.
32

El despertar de la creatividad necesita de una carencia incluso en el caso de los niños


que se desarrollan bien, expresa Cyrulnik. Ello se encuentra en íntima relación con los
desarrollos de Winnicott y de Freud que nos llevan a hablar de la constitución psíquica y de la
simbolización. La constitución del fort da, que se podría relacionar con la transicionalidad de
Winnicott, es concebido como un modo de generar otro espacio con el añadido del control
motor. Algo se tira y se va, para que algo de esa ausencia y distancia pueda ser escrita y
representada, para que se inscriba la noción de símbolo y en esa medida se constituya la
temporoespacialidad y el lenguaje. El niño tendría la ilusión de controlar la ausencia, y se
mantendría la necesidad de ausencia para que exista como tal y sea factible crear un registro
psíquico que la represente. Necesidad de control sobre el objeto de la ilusión, a fin de que otra
cosa en otro espacio se constituya.
La autora Silvia Tulián en su libro De lo sublimatorio y la creatividad (2010) cita a
Winnicott (1971/2005), y afirma, en relación a la constitución subjetiva y simbólica
el tiempo anterior es el de la transicionalidad, tiempo de ejercicio en el adentro-afuera

del objeto en el que algo ‘es sin serlo’, el tiempo de construcción del espacio no-yo

para que el yo advenga (si es que lo pensamos en términos de yo), o para que el

aparato se clive si entendemos por tal la constitución de lo inconsciente, se trata, para

aquel autor, del intermedio en el que se juegan la fusión y defusión, pasaje que dará

lugar a la inauguración de la construcción simbólica y por tanto el espacio de juego, el

lenguaje y la creación. (pág. 74)

Por otra parte afirma Cyrulnik (2006a) que “se podría observar que el exceso de
estructura de una familia impositiva … le da seguridad al niño. Pero impide su creatividad al
obligarlo a desarrollarse según las directivas prescriptas” (pág. 59). Sin embargo los niños
huérfanos estarían liberados de dichas imposiciones y, si encuentran el entorno que favorezca
la producción de su relato vital, podrían pasar a la categoría de los creadores. Asimismo no
significa que todos los creadores deban sufrir necesariamente. La creación y la felicidad que
conlleva es vivenciada tanto por los niños favorecidos como por los niños que no lo han sido
(Cyrulnik, 2006a).
En este sentido Tulián (2010), estudió a grandes intelectuales y artistas que generaron
obras revolucionarias para su época, es decir, que han sido y son considerados grandes
creadores. Ella encuentra llamativa la presencia de algunos aspectos que persisten en todos
33

ellos tales como el desafío y la rebeldía ante las reglas imperantes en la cultura de su
momento histórico y la destacable existencia de pérdidas o duelos importantes, así como el
distanciamiento de las figuras parentales; lo cual, se podría afirmar, habría sido vivenciado
por el sujeto como una situación de adversidad.
Para Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) la resiliencia puede ser expresada por un
sujeto gracias a la puesta en marcha de los procesos terciarios, los cuales implican la
creatividad, en un primer nivel, la cual otorgaría la condición de posibilidad de la creación
que se construye con lo escindido. Estos mecanismos darían lugar también “al desarrollo de
prácticas sociales nuevas que ponen en evidencia que lo padecido no es el destino” (pág. 94).

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