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Tema 3.

El Reino Visigodo Católico II


Chindasvinto y Recesvinto (642-672)
Un reinado autoritario
Una vez derrotado Tulga, Chindasvinto se hizo coronar rey en Pampliega y pocos días
después en Toledo. Nada más llegar al poder, tuvo que poner serias medidas contra la nobleza,
lo que nos lleva a pensar en alguna conspiración. Estas medidas estaban encaminadas a la
eliminación de la nobleza opositora y repartir las riquezas de esta entre los nobles afines al rey.
Por ello, se creo una ley que perseguía y ejecutaba a cuantos se habían levantado contra el rey o
hubiesen conspirado, con carácter retroactivo incluso. Para el cumplimiento de esta ley se exigió
juramento de fidelidad de todos los altos cargos. La Iglesia se mostró conforme a esta norma, en
el Concilio VII de Toledo (646). Los obispos decretaron la privación del cargo y la
excomunión perpetua de aquellos clérigos que incumpliesen dicha norma. La ausencia regia nos
lleva a pensar la poca valorización de las decisiones político-religiosas de los concilios. Este
comportamiento nos lleva a pensar en una cierta laicización del gobierno. Prueba de ello fue
otra ley con la que castigaba con fuertes penas a los obispos que compareciesen ante un tribunal.
Daba la sensación de que Chindasvinto quería controlar los puestos de mayor autoridad dentro
de la Iglesia.
En los aspectos financieros, parece que llevó una decidida política de saneamiento de la
hacienda, la cual se benefició de las requisas a los nobles rebeldes. Prueba de ello es el numario
de mejor ley y peso que los anteriores. Por lo demás, a lo largo de su reinado emitió mas de 98
leyes, las cuales serían incorporadas a su nuevo código que se encargó de redactar Braulio de
Zaragoza. Este aconsejó al rey que asociase al trono a su hijo Recesvinto en el 649. En el 653
muere Chindasvinto.
La sucesión de Recesvinto (653-672) no estuvo exenta de cierta polémica, ya que hubo
de hacer frente a una nueva sublevación, esta vez por Froya. A pesar de haber reunido un
ejercito con numerosos exiliados y de haberse procurado la ayuda de los vascones, fue
finamente vencido por las tropas reales.
Pocos meses después de este suceso, el rey convocó el VIII Concilio de Toledo, cuyas
sesiones se abrieron en el año 653. Asistieron la mayoría del episcopado y dignatarios de
palacio. Teniendo en cuenta los acontecimientos del pasado, se consideró oportuno destensar un
poco la política represiva de su padre. El rey creía que la rebelión se había producido por el
clima de alta tensión producto del reinado de su padre. Por ello, los allí reunidos se decidieron
por una política de reconciliación. Por otro lado, se reafirmaron en la necesidad de la elección
real y no por conspiración. Por otro lado, sobe los patrimonios confiscados por el rey, se separó
claramente entre el patrimonio del rey y del patrimonio de la Corona. Ahora bien, se daban por
válidas las confiscaciones hechas por su padre.
Algunos meses después, un conjunto de la elite política e intelectual acabó con la
redacción del documento Liber Iudicorum (654) con todas las medidas antes mencionadas.
Añadir para terminar, la distinción entre militia armada y militia avilis. Los duces adquirieron
mayores competencias en justicia provincial.
En el 656 convocó un nuevo concilio, el X Concilio de Toledo. A él asistieron solo
diecisiete obispo y cinco delegados episcopales. La razón de la convocatoria fue la condena de
dos obispos por comportamiento irregular. El primero de ellos, Potamio de Braga por
fornicación y el segundo, Ricimero por mala gestión. Con el tiempo, la distancia entre el clero y
el rey aumentó. Ni si quiera las leyes antijudías favorecieron su acercamiento. En el Concilio
XI de Toledo, los allí reunidos se lamentaban de que el rey no había convocado ningún concilio
en 18 años.
Los últimos reyes visigodos
Recesvinto murió en el 672, designando antes a Wamba. Este alegando tener una
avanzada edad para hacerse con el cargo, decidió en principio renunciar. Su reinado arranca en
el 672 y acaba en el 680. Su cercanía al difunto rey como hombre de confianza había decidido la
elección. A los dos meses de ser coronado, hubo de sofocar una rebelión en tierras cántabras
contra los vascones. Cuando acudió con sus tropas, estalló una nueva sublevación, esta vez en la
Narbonense, comandada por un tal Hilderico. Este se hizo ordenar obispo de Nimes. El monarca
mandó a Paulo con el fin de reducir al rebelde, pero lejos de esto, se unió a los rebeldes. Paulo
se apoderó de la Narbonense y de buena parte de la Tarraconense. Tras la rápida victoria contra
los vascones, el rey se dirigió a guerrear contra Paulo, tomando el camino por Huesca y
Calahorra, haciéndose con las ciudades de Barcelona y Gerona. Paulo refugiado en Nimes,
acabo por rendirse y, por intercesión del obispo de Nimes, se le perdonó la vida. En su
victorioso regreso a Toledo, Wamba adopto el desfile triunfal de los antiguos emperadores
romanos. A raíz de la sublevación de Paulo, el rey decidió promulgar en el 673 una ley de
reforma militar. En dicho texto se menciona la obligación a participar en la defensa del reino a
todos los duces, comités, vicari y obispos, así como a gentes de cualquier grado. En la segunda
parte del texto se narraban las multas y castigos que llegaban hasta la confiscación de
propiedades y bienes, incluidos los clérigos.
Un control contraproducente sobre la Iglesia
Estas medidas provocaron un profundo malestar entre las autoridades religiosas,
especialmente las que preveían las confiscaciones de las propiedades religiosas. Con estas
medidas, Wamba quería evitar que el patrimonio de la Iglesia creciese desmesuradamente. En el
680, Wamba enfermó gravemente, Temiendo por su vida, celebró en poco más de tres meses el
Concilio XII de Toledo (681) pidiendo el hábito religioso y la tonsura eclesiástica, acto por el
cual, perdía inmediatamente los derechos regios.
Las concesiones de Ervigio
En contra de la política centralista de Wamba, Ervigio (680-687) exploró las
posibilidades de llegar a un acuerdo con la Iglesia y la nobleza. Apenas llegado al trono, lanzó
una serie de concesiones que van desde el indulto a los condenados por alta traición a la rebaja
de la ley militar de Wamba. Estas medidas se ratificaron en el Concilio XII de Toledo.
Además, se excluyó a los eclesiásticos del servicio militar en contrapeso a las exigencias a los
nobles, que debían ceder una decima parte de sus siervos para el ejercito real. Los obispos, por
último, volvieron a ser los supervisores del comportamiento de las autoridades civiles. En el 683
el XIII Concilio de Toledo, el rey volvió a confiar en los obispos para completar la
reconciliación de la nobleza. Se aprobó la restitución la restitución de los bienes confiscados
siempre que no hubieran sido donados a terceros. Los obispos también prohibieron a los siervos
y libertos que accedieran a ningún oficio de las Officinae Palatium.
Las imposiciones de Égica
Los inicios del reinado de Égica (687-702) no estuvieron exentos de conflictos debido a
la férrea oposición de sus cuñados, los hijos de Ervigio. El nuevo rey trato de debilitarlos con el
Concilio XV de Toledo (688) atrayéndose el máximo apoyo de la nobleza. El rey argumento
que parte del poder de Ervigio se baso en grandes riquezas provenientes de las confiscaciones
injustas, por ello, el rey se hacia con gran cantidad de propiedades y riquezas de sus cuñados,
aunque se comprometía a no abandonarlos a su suerte. En este ambiente de tensión encubierta
entre facciones, explotó en el año 691 una nueva revuelta implicando al propio obispo de la sede
regia Sisberto. El objetivo era el derrocamiento de Égica y el asesinato de la mayor parte de la
familia real. Parece ser que la rebelión pudo hacerse con la sede regia cuando el rey se
encontraba en Zaragoza. Dos años después pudo ser sofocada. En el Concilio XVI de Toledo
del año 693, juzgó y depuso al obispo metropolitano que perdió todos sus bienes y fue castigado
con el exilio. Los demás protagonistas y cómplices de la revuelta fueron juzgados y sufrieron la
misma suerte. El concilio volvió a recordar la inviolabilidad del monarca. El fracaso de la
conjura dio al rey la oportunidad de dictar dos leyes. Una era la prohibición de realizar
juramentos solemnes ante otras personas que no sean el rey y la persecución y muerte de los
nobles favorables con la revuelta. El rey asoció al trono a su hijo Witiza (698-710). Durante su
reinado, el reino hubo de superar situaciones críticas provocadas por oleadas de pestes y
hambrunas. En el 701 tenemos noticias de que el monarca abandono la sede regia debido a la
mortandad de la peste.
Witiza intentó en el 702 llevar a cabo una política conciliadora con la nobleza,
levantando algunas condenas que pesaban sobre los nobles poco afines al monarca. An te la
transigencia del nuevo monarca estaba mostrando, la Iglesia se mostró también conciliadora.
El desdichado Rodrigo
Parece ser que el ascenso al trono de Rodrigo (710-711) se llevó a cabo
escrupulosamente, sin embargo, la nobleza ofreció una fuerte resistencia que terminó en una
guerra civil abierta.
En junio del 710 se produjo una pequeña incursión en tierras hispanas de manos de un
tal Tariq que no pasó de ser un breve tanteo. En julio del 711, Tariq ibn Ziyad invadió la
península al frente de un considerable contingente de tropas. En aquellos momentos, el rey se
encontraba combatiendo a los vascones. Al recibir la noticia del desembarco, reunió un ejercito
y fue a su encuentro. La batalla tuvo lugar en las inmediaciones de un río que se ha identificado
como el Guadalete cerca de Barbate. Según parece. Rodrigo fue abandonado por sus tropas, en
deserción masiva y muerto en el combate. Era evidente que el ejercito visigodo formado por
comitivas guiadas por señores poca resistencia podía ofrecer. Parece ser que, ante la noticia de
la muerte del rey, un tal Agila había sido designado rey en un reinado efímero. El avance de las
tropas invasoras fue rápido e imparable. Tariq se hizo con las principales ciudades de la Bética.
Las facciones rivales, al fallecimiento del rey, colaboraron con los invasores para proteger sus
riquezas y posiciones, por ello, facilitaron las tomas de ciudades tan importantes como Toledo
gracias a la colaboración de Oppas. El reino sería ocupado en menos de dos años. Se han
conservado pactos de buena vecindad entre visigodos y musulmanes, como el de Teodomiro.
Factores de la desaparición del reino visigodo
En primer lugar, destaca la inferioridad militar del reino visigodo ante las fuerzas
musulmanas que hacían imposible cualquier tipo de resistencia de las indisciplinadas comitivas
regias. En segundo lugar, la interposición de muchos nobles de sus intereses personales frente al
bien del reino. La desafección de la Iglesia, otro de los pilares clave en el reino. No debe
olvidarse la debilidad de la población ante las plagas y pestes que se habían sufrido en los
momentos anteriores a la conquista. Por último, la colaboración de los judíos, cuestionada por
algunos autores y sobrevalorada por otros, que colaboraron con los conquistadores, ante un
poder regios que los perseguía y oprimia.

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