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TEMA 1: LITERATURA DE LA GRECIA CLÁSICA

Introducción

Se considera literatura clásica la que se desarrolla en Grecia y Asia


Menor desde el siglo VIII a.C. Se compone en cualquiera de los
cuatro dialectos griegos. Al principio es una literatura de tradición
oral, en los que se relatan mitos relacionados con el origen del
mundo:
Antes del mar, de la tierra y del cielo que todo lo cubre, la naturaleza
tenía en todo el universo un mismo aspecto indistinto, al que
llamaron Caos: una mole informe y desordenada.
Y aunque allí había mar, tierra y aire, la tierra era inestable, las
aguas innavegables y el aire carecía de luz. Nada conservaba su
forma, y unas cosas obstaculizaban a las otras, porque dentro de un
mismo cuerpo lo frío se oponía a lo caliente [...]
Entonces un dios separó el cielo de la tierra y la tierra de las aguas, y
dividió el cielo puro del aire espeso. Cuando hubo desenredado estas
cosas, y las hubo separado en lugares distintos, las entrelazó en
pacífica concordia…

Épica

En el siglo VIII a.C. tenemos los primero autores conocidos: Homero


y Hesíodo.
Homero es, con mucho, el autor más famoso e influyente de la
literatura clásica, y podríamos decir, de toda la literatura occidental.
Sin embargo no se ha podido demostrar fehacientemente que haya
existido en realidad y, de hecho, sus dos obras más conocidas
parecen haberse compuesto con una separación demasiado larga par
a un solo poeta.
La Ilíada y la Odisea pertenecen asi al mismo gran ciclo épico que
comienza con las bodas de Cadmo y Harmonía
La importancia de estas dos obras, no solo radica en su calidad
artística, sino en la influencia que ha ejercido en la literatura europea
ya desde muy antiguo.

Dentro de su vastísima progenie destacan las “Argonauticas” de


Apolonio de Rodas (295-230 a.C.), que se basa en los argonautas, en
el que un grupo de héroes se embarcan en el barco Argos, en busca
del vellocino de oro.
También destacan en la poesía, mujeres como Safo (c. 600-? a.C.),
poeta lírica griega cuya fama hizo que Platón se refiriera a ella dos
siglos después de su muerte como la décima musa.
Escribió nueve libros de odas, epitalamios, odas nupciales, elegías e
himnos nupciales, pero apenas se conservan fragmentos de todos
ellos. Destaca la Oda a Afrodita.

Teatro

Entre las hipótesis que se barajan para explicar el nacimiento del


teatro, la más recurrente es la que lo hace derivar de ceremonias
religiosas; en concreto, para el teatro griego, y especialmente para la
tragedia, que se señala que su origen estuvo en los cantos corales de
procesiones dedicadas al dios Dionisos.
Lo que habría sucedido es que, con el tiempo, esos cantos se habrían
ido complicando, acogiendo elementos dramáticos cada vez más
desarrollados.
La Edad de Oro del teatro griego, viene a coincidir con el periodo de
gloria de Atenas, que más o menos ocupa todo el siglo V a.C.

Los tres autores más importantes son: Esquilo, Sófocles y Eurípides.


Se puede apreciar una evolución bastante clara desde la primera
hasta la última que se puede resumir, en una progresión hacía el
realismo y hacía la complicación formal, aumentando en número de
personajes y reduciendo el papel del coro.
A continuación, en el cuadro se recogen las obras de los tres
dramaturgos más importantes del teatro de la Grecia Clásica:
TEMA 1: LITERATURA DE LA GRECIA CLÁSICA

Introducción
Aunque el período durante el que se desarrolla la literatura en lengua
latina es extraordinariamente largo, pueden hacerse dos
simplificaciones.

Una sería la que se refiere a la literatura que se crea durante la


vigencia de la civilización romana (siglo VIII a.C.- d.C.), y la que se
escribió después, durante la Edad Media y la Edad Moderna.
Y la segunda, que afectaría al primer periodo que afectaría al primer
período que hemos citado, sería la que distingue la literatura romana
de antes del contacto con Grecia de la de después de dicho contacto.

Si hay una aportación característicamente romana a la Literatura


Universal, es la retórica (arte de elaborar y pronunciar discursos
forenses).
Los romanos de los que siempre se ha dicho que eran un pueblo
práctico, valoraban de forma extraordinaria este arte porque les era
de aplicación cotidiana no solo en la política, sino también en los
juicios.

Épica
Se entiende por épica las manifestaciones que narran con un lenguaje
solemne y majestuoso las gestas legendarias de héroes, o los
orígenes míticos de un pueblo.
Las obras épicas de la literatura latina son de tipo culto y de autor
conocido desde el principio. En el origen y desarrollo del género épico
en Roma podemos observar dos características más: la utilización de
la historia nacional como argumento épico y la influencia de la poesía
alejandrina.

Virgilio (70 a.C.- 19 a.C.) fue uno de los máximos representantes de


la poesía latina durante el principiado de Augusto.
Su obra más importante, la Eneida, narra las aventuras de Eneas, el
hijo troyano de Anquises y de la diosa Venus, a quién el destino
asignó el papel de fundador de la civilización romana.
La Eneida consta de doce libros o cantos.
Los seis primeros tienen como modelo la Odisea de Homero.
Los otros seis libros, se inspiran en la Ilíada de Homero.

Comedia
La comedía romana imita la comedía nueva griega, cuyo principal
autor fue Meandro.
Ambas son comedias de caracteres con un argumento lleno de
enredos y con un final feliz.
También suele haber un conflicto amoroso y los personajes son
arquetipos.

Los autores romanos partían de un original griego, pero lo trataban


con mucha libertad: alargaban o acortaban los diálogos y monólogos
e introducían escenas o personajes de otra comedia griego.
En la comedía romana los personajes tienen nombres griegos, los
actores llevan vestidos típicos griegos y el lugar de la acción es una
ciudad griega
Solo se conservan comedias de dos autores romanos: Plauto y
Terencio

La oratoria
Como los otros géneros literarios, la retórica pasó de Grecia a Roma.
La elocuencia fue en Roma el principal género de la prosa literaria y
de la cultura.
La educación escolar estaba enfocada a formar oradores, ya que
saber hablar en público era primordial para hacer carrera política.

De los muchos discursos que pronunciaron los oradores romanos,


solamente nos quedan cincuenta y ocho escritos por Cicerón y unos
cuantos de la época imperial.
Otros oradores nos son conocidos por alusiones y citas hechas por
Cicerón, por Quintiliano y Tácito y por gramáticos e historiadores.
El éxito de Cicerón en vida como orador oscureció el valor d otros
oradores.

La lírica
En la literatura clásica, la poesía lírica era un género destinado a ser
cantado con acompañamiento de una lira.
Se trata de una poesía de tema intimista y subjetiva, que expresa
sentimientos o ideas del autor.
La poesía lírica latina se inspira en los temas y en el estilo de la
poesía lírica griega

Principales autores romanos


Se habla a menudo de una Edad de Oro de la literatura romana, que
vendría a coincidir con el reinado del primer emperador (31 a.C. – 14
d.C.)

En esta época coinciden tres literatos fundamentales: Virgilio, Horacio


y Ovidio.
Son tan importantes no solo por el respeto que se les tuvo en vida,
sino por el muchísimo mayor que recibieron por parte de la posterior,
hasta, por lo menos el siglo XIX.
En la Edad Media, Virgilio, era casi un santo, un profeta entre los
gentiles.
Ovidio es una fuente de enseñanzas morales, así como Horacio, que
será todavía más apreciado a partir del Humanismo.

Autores posteriores de relevancia son el poeta Catulo, el cómico


Plauto, el orador Cicerón; y posteriores el filósofo y trágico Séneca, el
retórico Quintiliano, el novelista Petronio y el epigramista Marcial.
A continuación se muestra un fragmento de las Metamorfosis, una de
las obras más importantes de Ovidio.

Dafne Peneya fue el amor primero de Febo; amor no hijo del ciego
acaso, mas de las iras del cruel Cupido. Á éste el Delio, soberbio por
su triunfo sobre la sierpe, viera, poco hacía, tirar del nervio y
doblegar el arco. « ¿Qué á ti, travieso niño, fuertes armas?» le había
dicho; «cuadra á nuestros hombros tal carga, que podemos á las
fieras ciertos tirar y herir al enemigo; y que á Pitón ahora, cuyo
vientre pestífero yugadas ocupaba tantas, postramos túmido de
flechas. Conténtate tú de indagar con tu hacha qué sé yo qué
amores, y no aspires á nuestra gloria.» – «Tu saeta á todo, Febo: la
mia á ti», dice el de Venus. «Cuanto los animales á los divos ceden,
tanto á los míos tus loores.» Y las alas batió, y hendió los aires, y
rápido se remontó á la cima umbrosa del Parnaso; desde donde de su
rico carcaj alzó dos viras: de obrar diverso: la una el amor huye; la
otra lo da; la que lo da, es dentada y su cortante punta resplandece;
la que lo fuga, obtusa es, y su caña remata en plomo. Ésta clavó en
la ninfa Peneida el dios: atravesó los huesos y médula apolíneos con
aquélla. Ama uno al punto: la otra hasta la sombra huye del amador;
y en la espesura de las selvas se goza y los despojos de las cautivas
fieras, emulando á Diana virginal; ciñe diadema el flotante cabello.
Suspiraron por ella muchos: los desprecia á todos, enemiga de la
coyunda; y libre vaga la virgen por los densos montes; ni sabe de
Himeneo, Amor, connubio. Su padre muchas veces le dijera: «Un
yerno tú me debes, hija mia.» Su padre muchas veces le dijera:
«Nietos me debes, hija mia.» Empero dice ella odiar las teas
conyugales como un delito: y por su bello rostro vierte el pudor su
púrpura ligera; los blandos brazos á su padre en torno del cuello
anuda: «Dame, padre mío, amado, fruir de doncellez eterna; á Diana
diólo el padre.» Aquél consiente. «Mas esta tu beldad lo que deseas,
te veda; al voto opónese tu forma.» Febo ama; quiere por esposa á
Dafne desque la vio, y espera lo que quiere. Le engañan sus
oráculos. Cual arden leves rastrojos: cual la tea abrasa las cercas
donde acaso la aproxima el caminante, ó do la tira, al alba; tal el dios
vase en llamas; tal su pecho se quema entero, y un amor estéril
nutre, esperando. Mira en torno al cuello ondear las sueltas crenchas.
«Y si se ornan ¿qué será?» dice. Ve cómo rutilan sus ojos, dos
luceros de los cielos sus ósculos ve, y verlos no le basta. Más que los
raudos vientos huye aquélla, ni se detiene, cuando así le grita:
«Ninfa, te ruego, Peneída, para: yo no te sigo hostil; deténte, ninfa.
Así del lobo la cordera arranca; así del león, la cierva; así del buitre,
la paloma, temblándole las alas: todas, de su enemigo. Amor me
impele á mí en tu pos. ¡Pobre de mí! no sea que tropieces y caigas, ó
lastimen tu delicada pierna las espinas, y te ocasione yo el dolor.
Parajes ásperos son do corres; la corrida suplícote, modera; ten la
fuga: más lento seguiré. Con todo, mira á quién agradas. Morador de
montes no soy; no soy pastor; ni aquí vacadas ni greyes guardo
inculto. Tú no sabes, no sabes, temeraria, de quién huyes, y por esto
huyes. Sírveme la tierra délfica, y Claros, Ténedos; me sirve la regia
Pátaras. Jove es mi padre. Lo que es y fué y será por mí se entiende;
por mí suenan armónicas las cuerdas. Certera es nuestra vira; pero
hay vira que es más certera, y el vacío pecho me ha herido. Yo
inventé la medicina: remediador me llaman por el mundo; las
virtudes domino de las hierbas.
¡Ay de mí! que ninguna planta cura al amor, ni á su dueño aquellas
artes aprovechan que á todos aprovechan.»
Más iba á hablar; pero en medroso curso huyó la de Peneo, y sus
palabras, con él, dejó por terminar; y hermosa aun entonces veíase.
Su cuerpo los vientos desnudaban; al impulso de la contraria ráfaga
crujía su veste; y luego, al alentar del aura, retroflotábale el cabello
leve: la huida realzaba su belleza. Empero el joven dios no más
blanduras sufre perder; y como va impelido del mismo amor, su
huella sigue raudo. Cual ha visto una liebre en campo abierto un
galgo, y éste con su planta busca la presa, aquélla, la salud; el perro
ya va á cogerla; ya la ve cogida, y estira hasta sus huellas el hocico;
la otra no sabe si está presa, y salta de enmedio á los mordiscos y
los dientes; – así el dios y la virgen. La esperanza da alas á aquél; á
ésta, el temor. Ayudan las del amor al que persigue: él gana, y
precipítase, y no afloja, y viene sobre la fugitiva, y en sus hebras,
que en derredor de la cerviz se agitan, anhela: desmayada palidece
ella; y rendida al vértigo del curso, mira á las ondas del Peneo río, y
«Acórreme, mi padre», dice; «oh tierra, ábrete», clama; «ó bien esta
figura, que es causa de mi ruina, muda y pierde.»
Apenas esta súplica formula, sus miembros rígidos se tornan; tenue
corteza cíñele las blandas carnes; en hojas crece su cabello; en
ramas, los brazos; esa planta tan ligera ata raíz inerte, y le circuye el
semblante la copa: queda sólo en ella el esplendor. Ámala Febo
también así, y poniendo su derecha en el tronco, temblar so la
reciente cáscara nota el corazón, y abraza las ramas, cual si fuesen
cuerpo, é imprime besos en el leño; húyelos el leño. Y el dios: «Ya
que no puedes ser mi esposa, serás por cierto mi árbol: llevaránte,
oh lauro, siempre los cabellos míos; te llevará mi cítara, mi aljaba. Tú
del Lacio ornarás los capitanes, cuando el ledo concento cante
Triunfo, y pompa larga el Capitolio vea. Custodio fidelísimo tú misma
el limen velarás siempre de Augusto y sombreando ceñirás la encina.
Y como intonsa es mi florida testa, así también tú lleva sempiterno de
la lozana fronda el atavío.»
Hasta aquí su peán: el lauro inclina las nuevas ramas y mover parece
la cima, cual se mueve la cabeza.

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