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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA: LINGÜÍSTICA
AÑO 2013

P.I.G.G.Ch
* FICHA DE TRABAJO Nº 1 *

Selección de textos: Lorelei Cisneros

Material de cátedra
de circulación interna

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO- FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA: LINGÜÍSTICA - AÑO 2013

FICHA DE TRABAJO Nº 1

Texto Nº 1

Hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada
por reglas. Aprender y dominar un lenguaje es aprender y haber dominado esas reglas.
Hablar un lenguaje consiste en realizar actos de habla, actos tales como hacer enunciados, dar
órdenes, plantear preguntas, hacer promesas y así sucesivamente, y más abstractamente,
actos tales como referir y predicar, y en segundo lugar que esos actos son en general posibles
gracias a, y se realizan de acuerdo con, ciertas reglas para el uso de los elementos lingüísticos.
[Searle, 1980: 22, 25-26]

Texto Nº 2

Debemos tratar entonces la lengua-I y el estado inicial de la facultad lingüística, las gramáticas
y la GU del lingüista. Como una hipótesis empírica preliminar, podemos considerar que la
lengua-I es un sistema de reglas de alguna clase, una realización específica de las opciones
que permite la GU, fijada por la experiencia que se presente. El sistema de reglas asigna a
cada expresión una estructura, que podemos considerar como un conjunto de
representaciones, una en cada nivel lingüístico, donde un nivel lingüístico es un sistema
particular de representación mental. Esta estructura ha de proporcionar cualquier información
que sobre una expresión sea accesible para la persona que conoce la lengua, en la medida en
que esa información se derive de la facultad lingüística: sus representaciones han de
especificar exactamente en qué contribuye la facultad lingüística a la determinación de la forma
en que se produce, utiliza y comprende una expresión. [Chomsky, 1989: 62]

Texto Nº 3

Searle propone una definición de la regla muy estrechamente ligada a un conocimiento: en su


opinión, para que se pueda hablar de regla es preciso que se pueda hablar de una actividad
que se conozca a sí misma como tal y que conozca la regla: su existencia y su contenido. No
cabe ninguna duda de que esta definición responde a la mayoría de los usos de la noción de
regla: reglas del juego, del arte, reglas jurídicas. Así pues, se puede reconocer en ella la noción
común de regla.
Ahora bien, admitida esta noción común, no se puede decir, salvo de manera metafórica, que la
computadora siga reglas. Es verdad que está determinada de manera literal por su programa,
pero el contenido y la significación de las reglas formales no cumplen ningún papel en su
funcionamiento. Visto desde afuera, sin duda, todo se presenta como si siguiera reglas, pero es
una simple apariencia. (…)
La respuesta del cognitivista será simple: consistirá en poner en tela de juicio la definición de
Searle. Por cierto, dirá el cognitivista, existe un vasto conjunto de reglas que requieren que se
las conozca para que sean aplicadas; pero existe al menos un tipo de regla que no responde a
esta definición: justamente, las reglas de la lengua. En el sentido en que se puede decir que el
sujeto sigue reglas al hablar, en el sentido en que se puede decir que el esclavo del Menón
sigue las reglas de la lengua griega cuando habla griego, se puede decir que la computadora
sigue reglas. (…) Con esto se refuta la noción común de regla y se funda la noción de “regla
desconocida”, de la que hace uso el cognitivisno. La palabra regla permanece, pero la noción
ha cambiado de alcance; ya no se trata de convenciones de representación ni de reglas

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artesanales de fabricación de frases; se trata de una hipótesis de dispositivo acerca de la
naturaleza del lenguaje. [Milner, 2000: 260-262]
Texto Nº 4

(Para la GG) El conocimiento que el hablante tiene de la competencia gramatical está, pues,
interiorizado. Ello significa que el hablante puede establecer diferencias semánticas entre
oraciones de su idioma marcando matices sutiles que nunca antes se le han mostrado, y que
además es incapaz de explicar la base que sustenta tales diferencias. Este punto es particular
mente polémico para el pensamiento filosófico, sobre todo si se recuerda que es relativamente
frecuente identificar el conocimiento con el pensamiento consciente. En realidad, la negación
de este supuesto es una de las cuestiones que más claramente definen esta aproximación
racionalista al estudio del lenguaje.
El sistema gramatical posee una enorme complejidad formal, lo que se traduce en la
consiguiente complejidad de las oraciones que el hablante es capaz de juzgar y comparar. Si
en lugar de ser un sistema abstracto e inmanente, y articulado con tal grado de riqueza, el
lenguaje fuera un sistema de hábitos, no esperaríamos esa complejidad, y sí esperaríamos, por
el contrario, un grado mayor de conciencia en los juicios metalingüísticos de los hablantes
sobre su propia introspección.
Es posible que existan predisposiciones congénitas a desarrollar ciertas capacidades físicas
anatómicas o mentales en los seres humanos, entre ellas las que llamamos habilidades. No
obstante, se suele aceptar que las habilidades se desarrollan fundamentalmente con la práctica
o la constancia, y que se mejora en ellas con el esfuerzo y el tesón. Nada de eso parece ocurrir
en el aprendizaje natural de una primera lengua.
Los juicios que el hablante es capaz de hacer sobre la interpretación de las oraciones de su
lengua revelan que comprende a la perfección las diferencias fundamentales que pueden existir
entre secuencias próximas que nunca ha visto, y —lo que es más importante— que no ha
tenido que esforzarse para llegar a hacerlo. [Bosque, 1998:31-32]

Texto N°5

[…] Cada niño que nace en un grupo adquiere el hábito de hablar y responder en los primeros
años de vida. […] Bajo varios estímulos el niño emite y repite sonidos vocales […] Las
vibraciones sonoras llegan al tímpano del niño mientras él sigue repitiendo los movimientos
articulatorios; ello trae como consecuencia un hábito: cada vez que un sonido similar llega a
su oído, el niño va probablemente a repetir los mismos movimientos bucales […] Ese balbuceo
lo entrena para reproducir los sonidos vocales que llegan a su oído. […] Alguna persona, por
ejemplo, la madre, emite delante del niño un sonido que se asemeja a alguna de las sílabas del
balbuceo de él. Por ejemplo, ella dice doll ‘muñeca’. Cuando estos sonidos llegan al oído del
niño, su hábito entra en acción y él emite la sílaba de su balbuceo más aproximado, da.
Entonces decimos que el niño está empezando a “imitar”. (p.33)
[…] La madre, por supuesto, usa las palabras cuando se presenta el estímulo apropiado. Dice
doll cuando está realmente enseñándole o entregándole al niño su muñeca. El ver y el tomar la
muñeca y el oír y el decir la palabra doll (es decir, da) ocurren simultáneamente en repetidas
ocasiones, hasta que el niño adquiere un nuevo hábito. (pp. 33, 34)
[…] La lengua del niño es perfeccionada por los resultados obtenidos. Si él dice da lo
suficientemente bien, sus mayores lo entienden: esto es, le dan su muñeca. Cuando así
sucede, el ver la muñeca y la percepción táctil de ella actúa como estímulo adicional y el niño
repite y practica su versión afortunada de la palabra. Por otra parte, si él dice da
imperfectamente, -esto es en forma muy lejana a la forma convencional de los adultos, doll –
entonces sus mayores no sentirán el estímulo para darle su muñeca.[...] Sus intentos más
perfectos serán mejorados por la repetición y sus fallas serán borradas por la confusión. […]
Según oye hablar el niño adquiere los hábitos necesarios para actuar en las formas
convencionales. (pp. 34-35) […] la lengua es un asunto de entrenamiento y hábito. (p. 38).
[Bloomfield, 1933]

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Texto Nº 6

La gramática generativa surgió en el contexto de lo que a menudo se dio en llamar “la


revolución cognitiva” de los años 50, y constituyó una elemento preponderante en su desarrollo.
Más allá de la pertinencia del uso del término “revolución”, no puede negarse un importante
cambio de perspectiva: se pasó del estudio del comportamiento y sus productos (tales como los
textos) a los mecanismos internos que forman parte del pensamiento y la acción. La
perspectiva cognitiva considera al comportamiento y sus productos no como objeto de
investigación, sino como información apta para proporcionar evidencia sobre los mecanismos
internos de la mente y sobre los modos en que estos mecanismos operan en la ejecución de
acciones y en la interpretación de la experiencia. Las propiedades y los patrones que
constituían el centro de atención de la lingüística estructural siguen teniendo un lugar, pero en
carácter de fenómenos que deben explicarse, al igual que tantos otros, en términos de
mecanismos internos que generan expresiones. El enfoque es “mentalista”, en un sentido que
debería ser inequívoco. Se relaciona con “los aspectos mentales del mundo”, los que van de la
mano con sus otros aspectos mecánicos, químicos, ópticos, etc. Se aboca al estudio de un
objeto real en el mundo natural –el cerebro, sus estados y sus funciones- y, de esta manera, a
desplazar el estudio de la mente hacia la integración final con las ciencias biológicas.
[Chomsky, 2002: 9]

Texto Nº 7

La GG desplazó el foco de atención de la conducta potencial o real y sus productos al sistema


de conocimiento que subyace al uso y la comprensión del lenguaje y, con más profundad, a la
dotación innata que hace posible que los humanos obtengan ese conocimiento. El
desplazamiento fue de la Lengua-E a la Lengua-I, del estudio de la lengua considerada como
objeto exteriorizado al estudio del sistema de conocimiento lingüístico obtenido y representado
interiormente en la mente/cuerpo. [Chomsky, 1989: 62]

Texto Nº 8

Decir que «el lenguaje no es una cualidad innata» equivale a decir que no hay la menor
diferencia entre mi nieta, un conejo y una piedra. Dicho de otro modo: se toma la piedra, el
conejo y a mi nieta, se les sitúa en una comunidad donde la gente hable inglés, y los tres
acabarán por aprender y hablar inglés. Si alguien cree eso, cree que el lenguaje no es innato.
Si cree que hay una diferencia entre mi nieta, un conejo y una piedra, cree que el lenguaje es
innato. Por eso, las personas que proponen que hay algo debatible acerca de la suposición de
que el lenguaje es innato están solamente confundidas. Tan profundamente confundidas que
no hay forma de contestar a sus argumentos. No cabe duda alguna de que el lenguaje es una
facultad innata.
Decir que «el lenguaje es innato» equivale a expresar la creencia de que cierta naturaleza
crucial, relevante, interna, diferencia a mi nieta de las piedras, las abejas, los gatos y los
chimpancés. Aspiramos a averiguar en qué consiste esa naturaleza interna. En la actualidad se
cree que es una expresión de los genes, que de algún modo otorga una facultad lingüística (y,
por ejemplo, una cadena de huesecillos bien colocados en el oído interno, cosa que también
poseen los ratones). El cómo se desconoce, pero lo mismo sucede en cuestiones
inmensamente más simples. La afirmación informal de que la lengua es innata al ser humano
significa algo así. Del mismo modo, decimos que los brazos son algo innato en los se res
humanos, y las alas en las aves. [Chomsky, 2003: 61-62]

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Texto Nº 9

El lenguaje humano tiene sus bases en una propiedad que parece estar biológicamente
aislada: la propiedad de la infinitud discreta, que se manifiesta en su forma más pura en los
números naturales 1, 2, 3, ... etc. Los niños no aprenden esta propiedad. A no ser que la mente
ya posea principios básicos de ella, no hay ninguna evidencia empírica que pueda proveerlos.
De manera similar, ningún niño tiene que aprender que hay oraciones de tres y cuatro palabras,
pero no cuatro palabras y media, y que las oraciones pueden extenderse “ad infinitum” puesto
que es siempre posible construirlas de modo más complejo y siempre con formas y significados
muy precisos. Para una frase de David Hume, este conocimiento no puede más que provenir
de “la mano original naturaleza,” como parte de nuestra herencia biológica. [Chomsky, 1996:11]

Texto Nº 10

El problema de Orwell consiste en explicar cómo conocemos y comprendemos tan poco, a


pesar de que disponemos de unos datos tan ricos. Como a otros muchos intelectuales del siglo
veinte, a Orwell le impresionó la capacidad de los estados totalitarios para imbuir creencias
firmemente sostenidas y ampliamente aceptadas, aunque carentes por completo de
fundamento y a menudo en flagrante contradicción con hechos obvios del mundo circundante.
El problema es mucho más amplio, como prueba suficientemente la historia de los dogmas
religiosos. Para resolver el problema de Orwell, hemos de descubrir los factores institucionales
y de otras clases que bloquean la captación y la comprensión en ámbitos cruciales de nuestras
vidas y preguntarnos por qué funcionan. (p. 11)
En la era moderna, el culto estatalista ha adoptado frecuentemente el carácter de las formas
primitivas de la fe religiosa, no sólo en los estados totalitarios. En éstos, los mecanismos
empleados para inducir a la pasividad y al conformismo son relativamente transparentes: en
última instancia, alguna clase de violencia, amenazada o ejercida, bajo un control centralizado
perfectamente patente. Pero creo que se ha demostrado ampliamente que el problema de
Orwell se presenta también en las sociedades democráticas, en que la violencia en raras
ocasiones se usa para garantizar el acatamiento. Miles de páginas de documentación detallada
han demostrado, más allá de cualquier duda razonable, que también en esta sociedades están
firmemente implantadas las doctrinas del culto del estado, y que son ampliamente compartidas,
en abierta contradicción con los hechos, particularmente por la “intelligentsia” que elabora y
propaga estas doctrinas, los que tienen a su cargo la tarea de la “manufactura del
consentimiento” (Walter Lippman) o la “ingeniería del consentimiento” (Edgard Bernays), una
tarea que muchos han considerado esencial en las sociedades que ya no pueden imponer el
acatamiento o la obediencia mediante la violencia. Sea cual sea su fuerza, estas
demostraciones carecen por completo de efectos en el núcleo de la vida intelectual respetable,
porque naturalmente la religión estatalista excluye la investigación o la comprensión del
funcionamiento real de las instituciones dominantes, de acuerdo con el principio orwelliano de
que la Ignorancia es Poder. [Chomsky, 1989:11-12]
[…] el carácter de la investigación de estos dos problemas es muy diferente. En el caso del
problema de Platón, las cuestiones pertenecen en última instancia a la ciencia…
El problema consiste en descubrir principios explicativos, a menudo ocultos y abstractos, para
dar cuenta de fenómenos que aparentemente son caóticos, discordantes, carentes de la menor
pauta. El estudio del problema de Orwell es muy diferente. No es difícil hallar las pautas que
yacen bajo los más importantes fenómenos de la vida política, social y económica, aunque se
dediquen muchos esfuerzos a oscurecer este hecho; y la explicación de los hechos a observar,
por parte de los que son ajenos a la fe, en raras ocasiones es profunda o resistente al
descubrimiento o a la comprensión. Así, pues, el estudio del problema de Orwell es ante todo
una cuestión de ir acumulando datos y ejemplos que ilustren lo que resultaría obvio para un
observador racional, incluso bajo un superficial examen, estableciendo la conclusión de que el
poder y el privilegio funcionan como cabe esperar a cualquier mente racional … [Chomsky,
1989:12-13]
Los medios de comunicación pueden constituir una fuerza imponente cuando se movilizan en
apoyo del sistema de propaganda estatal. [Chomsky, 1989:304]

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[…]La propaganda es para la democracia lo que la violencia es para el totalitarismo. Las
técnicas se han convertido en un gran arte, mucho más de lo que Orwell imaginó. El
mecanismo de la discrepancia aparente, que incorpora las doctrinas de la religión estatalista y
que elimina la discusión racional crítica, es uno de los medios más sutiles, aunque la simple
mentira y la ocultación de los hechos y otras técnicas menos refinadas también son
ampliamente utilizadas, y son muy eficaces para protegernos del conocimiento y la
comprensión del mundo en que vivimos. [Chomsky, 1989:307]

Texto Nº 11

En la concepción racionalista en la que se encuadra la teoría de la competencia, el lenguaje se


interpreta, por tanto, como un objeto natural, un concepto en el que Chomsky insiste
particularmente porque constituye el camino más directo para relativizar la oposición entre las
propiedades físicas de los organismos humanos y las propiedades mentales de las que
objetivamente están dotados. Las entidades que llamamos naturales se caracterizan porque
son relativamente «objetivas», porque vienen dadas por «el mundo real» y porque son
independientes de las creencias, entendidas como actos transitorios conscientes o voluntarios.
No se trata, pues, exactamente de que los hablantes «sepan» que existe cierra información
gramatical o de que la mente tenga acceso a ella. De la misma forma que esos hablantes no
saben nada acerca de otras propiedades físicas de su organismo, son incapaces de formular
los principios formales abstractos que les permiten construir y entender los mensajes verbales,
y sin embargo podemos probar que los poseen, puesto que lo demuestran experimentalmente.
La diferencia esencial estriba en que las creencias y otras actitudes proposicionales pueden ser
concebidas como estados mentales transitorios, pero las bases de la competencia gramatical
son parte de la mente misma. Ello es en realidad una consecuencia de considerar que el
lenguaje, siendo un objeto mental, forma parte a la vez del mundo natural y, por tanto, puede
ser abordado con las pautas de objetividad que caracterizan la investigación científica de los
objetos naturales. El aspecto más relevante para un filósofo estriba con seguridad en las
consecuencias que esa línea de investigación tiene en cuanto que viene a suponer una
anulación virtual de una buena parte de lo que comporta la dicotomía clásica mente-cuerpo.
[Bosque, 1998:29-30]

Texto Nº 12

En el mundo post-Newtoniano, no parece haber alternativa coherente a la sugestión de John


Locke de que, de la misma manera que el movimiento tiene efectos ‘que de ninguna manera
podemos concebir que el movimiento sea capaz de producir”, también algunos tipos de materia
organizada pueden tener una “facultad del pensamiento”. Al igual que concluyeron otros
autores en el siglo siguiente, estas propiedades “llamadas mentales” son el resultado de la
estructura orgánica” del cerebro de igual manera que la materia “es dueña de poderes de
atracción y repulsión” que actúan a distancia (La Metirie, Joseph Priestley).
(…) El cerebro es un objeto del mundo natural, y sólo podemos dar por sentado que esos
fenómenos “llamados mentales” son el resultado de la “estructura orgánica” del cerebro. En ese
sentido los fenómenos mentales son muy parecidos a las propiedades químicas, ópticas,
eléctricas o de otro tipo. No implican cuestiones fundamentales de principio, sino simplemente
cuestiones de hecho. [Cela-Conde y Marty, 1997: 569,587]

Referencias bibliográficas:

BLOOMFIELD, Leonard (1964): “El uso de la lengua” en Lenguaje, Lima, Universidad Nacional
Mayor de San Marcos.

BOSQUE, Ignacio (1998), “La competencia gramatical” en Filosofía del lenguaje I.Semántica,
Madrid, Trotta/Consejo Superior de Investigaciones científicas.

CELA-CONDE, Camilo y Gisele MARTY, (1997) Entrevista a Chomsky.” en Psicothema, Vol.9,


Nº3, pp569-585“en Psicothema.

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CHOMSKY, Noam (2003), La arquitectura del lenguaje, Barcelona, Kairós.

CHOMSKY, Noam (2002), “Nuevos horizontes en el 7tudio del lenguaje” en New Horizons in
the Study of Language and Mind, Cambridge University Press, New York. Traducción de
Sandra Sartelli para circulación interna.

CHOMSKY, Noam (1996), Nuestro Conocimiento del Lenguaje Humano: Perspectivas Actuales
Conferencia dictada en la Universidad de Concepción, Santiago de Chile. Noviembre.
Ediciones Universidad de Concepción & Bravo y Allende Editores.

CHOMSKY, Noam (1989), El conocimiento del lenguaje, Madrid, Alianza.

MILNER, Jean Claude (2000), Introducción a una ciencia del lenguaje, Bs. As., Manantial.

SEARLE, John R. (1980), Actos de Habla, Madrid, Cátedra.

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