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¿Geohistoria o geoficción?
Ciudades vulnerables y justicia espacial
Sociología
Editorial Universidad de Antioquia
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La ciudad de México. Laboratorio
urbano de la crisis ambiental
12 Por esta razón, el Códice Ramírez recuerda que cuando los sacerdotes se
acercan de Tenochtitlán, reflejo material de Aztlán, descubren un mundo
señalado por el color blanco, tanto la flora (cañas, espadañas, sabinas,
sauces) como la fauna (“ranas blancas y muy vistosas”). Ibíd.
13 Fr. Diego Duran, Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra
firme, México, Porrúa, 1967, tomo 2, p. 216.
14 En el ámbito geopolítico, es interesante destacar que los mexicanos actua-
les siguen ubicando Aztlán en las tierras del norte, es decir del “otro lado”
del río Bravo. Para los chicanos que migraron hacia Texas o California, el
suroeste de Estados Unidos no es sino la tierra mítica de sus antepasados.
A su juicio, el flujo continuo de trabajadores que cruzan hoy en día la
frontera no puede ser considerado como un movimiento migratorio sino
más bien como una “reconquista”, la reconquista de esas tierras perdidas
que son la matriz original de la nación mexicana.
15 Dense Jodelet, “Représentation Sociale: Phénomènes, Concept et Théo-
rie”, en: Serge Moscovici, dir., Psychologie sociale, París, PUF, Le psycholo-
gue, 1997, p. 36.
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le demandaban que diese las cosas que suele dar, que es agua,
juncias, etc.”.17
La presencia material y física de todos esos dioses relaciona-
dos con el agua dibujaba en la cuenca de México una geografía
sagrada que giraba en torno de lugares marcados por una hie-
rofanía, tal como islas, cavernas o montes. Así era el caso del
famoso Pantitlán (más conocido por los habitantes actuales de
México porque es el nombre de una estación de metro), lugar
sagrado de la laguna dedicado al dios Tláloc donde cada año
sacrificaban a varios niños con el propósito de pedirle las lluvias
necesarias para el crecimiento de las sementeras. Se decía que
era una zona de contacto, una puerta abierta entre el mundo
real y el paraíso terrenal del dios de la lluvia porque en este
torbellino místico desaparecían los cuerpos de los sacrificados y
nunca volvían a la superficie de las aguas.
17 Ibíd., p. 48.
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Hay allí [comidas] muy extrañas; los antiguos aztecas sacaban del
valle de México una gran parte de su subsistencia: se alimenta-
ban no solamente con pescados, sino con ranas, renacuajos, sala-
mandras, tuétano de junco, y con muchas otras cosas cuyo único
nombre nos hace horror. Los indios actuales heredaron el gusto
depravado de sus antepasados.19
18 Ibíd.
19 Jules Leclercq, Voyage au Mexique, de New-York à Veracruz par Terre, París,
Hachette, 1885.
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20 Véase: Jeffrey R., Parsons, The Role of Chinampas Agriculture in the Food Su-
pply of Aztec Tenochtitlan, Nueva York, Academic Press Inc., 1976; Teresa
Rojas Rabiela, La agricultura chinampera, México, Universidad Autónoma
de Chapingo, 1993.
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21 Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810), México, Si-
glo XXI, 1984.
22 Francesco Carletti, Razonamientos de mi viaje alrededor del mundo, México,
UNAM, 1983, p.76.
14 / ¿Geohistoria o geoficción? Ciudades vulnerables y justicia espacial
30 Gemelli Careri, Viaje por la Nueva España, México, Jorge Porrúa, 1983,
pp. 65-66.
20 / ¿Geohistoria o geoficción? Ciudades vulnerables y justicia espacial
31 s. t., en: Archivo General de Indias, leg. 318, núm. 3, Sevilla, (España).
32 Jerónimo de Mercado, “Relación de la gran inundación de la ciudad de
México”, en: Biblioteca Nacional, manuscrito 2362, fol. 267 v., 26 de ene-
ro de 1630, Madrid.
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33 Carta, en: Archivo General de Indias, leg. 318, núm. 3, Sevilla (España).
34 Juan José García de Berdeja, carta, en: Archivo General de la Nación,
“Desagüe”, vol. 38, exp. 22, 1806, México.
22 / ¿Geohistoria o geoficción? Ciudades vulnerables y justicia espacial
36 INEGI, Anuario de estadísticas por entidad federativa, México, 2006, pp. 18-
19. A título de comparación, la planta de tratamiento de Achères (cerca de
París) por sí sola tiene una capacidad que rebasa los 17.360 litros por se-
gundo (1.500.000 metros cúbicos diarios). Una parte de las aguas negras
de México sigue siendo utilizada para regar y abonar las tierras agrícolas
del valle del Mezquital (90.000 ha).
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Figura 1.2 Los lagos de México y la Bestia del Apocalipsis. Plano atribuido a Adrian
Boot (1620) y publicado en: Gemelli Carreri, Giro del Mondo, s. c., s. e., 1700.
Figura 1.4 Presa y compuerta del túnel de Tequixquiac. Fotografía de Alain
Musset, 2007.
Figura 1.5 El río Salado recibe parte de las aguas negras de México. Fotografía
de Alain Musset, 2007.