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Una de las cosas que me llamó la atención de tu libro Diagnosticar las psicosis fue el caso de Jaime, el paciente que atendiste
recién recibida. ¿Qué te llevó a pedirle al jefe de servicio del Hospital Borda tomar a este paciente en tratamiento, sabiendo
que era un paciente peligroso?
Nosotros no teníamos en 1º año autorización para tomar pacientes, por eso pedí una autorización especial para tomar a Jaime.
En una recorrida de sala que hacíamos con el jefe de residentes, cuando le toca el turno a la cama de Jaime –porque era así, “el
de la cama tal”– me entero de que lo habían mandado a una colonia donde se mandaba a los crónicos y Jaime se había escapado
y había vuelto al Borda. Esto a mí me impactó, había algo en él que no quería o que se resistía a la cronicidad; en un momento él
dijo: “me querían tirar por la borda” y yo pensé entonces que si él se había podido escapar, algo era posible. Por eso le pedí –a
pesar de que era un paciente peligroso– a Morgan que me dejara atenderlo. Morgan era muy particular, después lo valoré
mucho, en ese momento era un jefe terrible. Y me dice: “Bueno, si usted quiere tomarlo como paciente me va a tener que dar
pruebas de que tiene alguna teoría para trabajar. Entonces, mañana – me va a leer todo esto de Freud y de Melanie Klein y yo se
lo voy a tomar”. Estuve dos días sin dormir leyendo, leyendo y releyendo –algunas cosas las leía por primera vez- y cuando llegué
a dar mi examen para que me deje tomar a Jaime me dijo: “¿Leyó todo lo que le dije? Bueno, tómelo.”
Vos planteás que en las psicosis la palabra del analista opera como acotamiento del delirio, un S2 prestado que opera
ortopédicamente estabilizándolo. ¿Esta función que cumple el analista se instala en el psiquismo o requiere de la presencia
real del analista?
¡Qué pregunta! Yo creo que se instala con la fragilidad que tiene la psicosis y se desinstala. Lacan decía, “la transferencia en la
psicosis es intensa y frágil”. Es intensa y es frágil en el sentido de que ese S2 que pudo haber funcionado acotando en
determinado momento, en otro determinado momento puede no funcionar y hay que inventar otro S2, esto es lo que hace tan
difícil la tarea. De todas maneras, a pesar de esta fragilidad, hay algo que sigue funcionando: cuando la transferencia se instaló,
hay algo del lugar del analista que sigue funcionando para el psicótico en aquellas situaciones en que vuelve a brotarse. Y creo
que si el tratamiento se instaló y funciona, los brotes son cada vez más espaciados y son diferentes en cuanto a la destrucción.
Tu planteo es que no se puede pensar la psicosis como defecto o como lo que le falta a la neurosis, sino que hay que pensarla
como una estructura distinta. ¿Es posible sostener esta diferencia teórica en la práctica?
Sí. Además hay algo que nos pasa a todos los que trabajamos con psicóticos y es que por momentos es difícil soportar la lógica
psicótica. Es muy común escuchar al analista en supervisión diciendo: “bueno, lo que quiso decir…” lo traduce o, “él se refiere
a...” y entonces le agrega una lógica neurótica y lo escuchan neuróticamente. A veces lo interpreta neuróticamente. Es muy
difícil situarse, uno va y viene con esto. No hay tal sentido, no hay “quiso decir”, es eso que dijo. Y eso que dijo, para el neurótico
es inentendible.
A mí muchos psicóticos me han dicho: “yo digo culpa porque usted dice culpa pero ¡yo qué sé qué es la culpa!”. Ahí te das
cuenta de que yo le hice una interpretación neurótica que él la repite.
Aquí nos encontramos con la rigurosidad del psicótico y la imposibilidad de mentir.
Uno me dijo una vez: “¿Usted sabe por qué vengo?” y yo siempre me pregunté porqué el psicótico vuelve. No está relanzado por
el deseo, pero dice y es una voz alternativa, y en este punto la desilusión narcisista; ¡yo hablaba y él no entendía! Yo no podía
creer que le dije una maravilla y ¡él venía por la voz! Como objeto, el objeto voz.
¿No se podría pensar que vuelve, también, porque alguien le hace un lugar, le provee una voz, le da palabra y además
escucha sus palabras?
Sí. ¡Totalmente de acuerdo! Bleger decía que los pacientes más graves deben ser atendidos por los analistas más jóvenes que
conserven la pasión. Y es tal cual, si no te apasiona un poco, si no te intriga, si no te da un poco de curiosidad, Si no te preguntás
¿qué le pasa?, ¿por qué dice esto?... ¿por qué organizó este sistema delirante en su cabeza? Y en ese sentido lo alojás. A mí me
producen una enorme curiosidad, me intrigan muchísimo, entonces cuando me empiezan a contar su sistema de pensamiento
me produce un enorme interés saber lo que están pensando, cómo llegaron a armar eso. Sin eso es imposible. Por eso cuando
dicen que todos los analistas tienen que atender psicóticos o todos los analistas deberían pasar por la experiencia de atender
niños, pienso que si no te dan ganas, no. Se tienen que producir ciertas ganas de develar algo, de entender, el deseo está muy
puesto del lado del analista.