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Rigor, coherencia, complejidad y riqueza son adjetivos que le van bien a Gramsci. ¿Por qué?
Porque cada concepto, cada análisis que nos propone expresa la originalidad de un pensamiento
vivo, fecundo para la tradición del marxismo. El concepto de intelectual orgánico (uno más)
completado con el de intelectual tradicional forman parte de los conceptos centrales del
pensamiento del autor. Aquí vamos a realizar una aproximación a ambos conceptos no sin llamar
la atención de la estrecha relación que guardan con otros como “el partido como intelectual
orgánico”, “la ideología” o el Estado, por citar algunos de ellos, y que abordaremos en futuras
entregas.
Cada clase social fundamental tiende a crearse su propio grupo de intelectuales, que le da
homogeneidad y conciencia, en el terreno económico, pero también en el político y el cultural.[1]
Gramsci se pronuncia contra la falsa noción de la independencia de los intelectuales, contra la
asimilación de ellos a los “hombres de letras”; relativiza la división entre “intelectuales” y
“simples”, y quiebra la individualidad del intelectual en la figura del “intelectual colectivo” de la
clase obrera. Plantea la extensión del concepto:
Por intelectuales es preciso entender no sólo aquellas capas comúnmente designadas con
esta denominación, sino en general toda la masa social que ejerce funciones organizativas
en sentido lato, tanto en el campo de la producción como en el de la cultura y en el
político-administrativo [2]
Ahora bien, en la medida que las personas utilizamos nuestra capacidad cerebral en mayor o
menor grado, todos podemos ser considerados como intelectuales. Pero no todos ejercen, dice
Gramsci, la función del intelectual
Todo grupo social que surge sobre la base original de una función esencial en el mundo de
la producción económica, establece junto a él, orgánicamente, una o más capas
intelectuales, que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función, no sólo en el
campo económico, sino también en el social y en el político…[4]
Grupo social que ejerce una función esencial en el modo de producción quiere decir en el
lenguaje carcelario de Gramsci clase social.
Los intelectuales que una clase crea en el curso de su progresivo desarrollo cumplen tareas que,
la mayor parte de las veces, son especializaciones de actividades intelectuales implicadas por su
origen en la función que ejerce esta clase por el lugar que ésta ocupa en el modo de producción.
En la sociedad capitalista, los empresarios son también intelectuales, al menos en lo que incumbe
a sus funciones de organización y dirección:
Si no todos los empresarios, por lo menos una elite de ellos debe tener capacidad para la
organización de la sociedad en general, en todo su complejo organismo de servicios hasta
la misma organización estatal, dada la necesidad de crear las condiciones más favorables
para la expansión de la propia clase, o como mínimo debe poseer la capacidad para
seleccionar “los encargados” (empleados especializados) a los que se pueda confiar esa
actividad organizativa de las relaciones generales externas de la empresa.[5]
Los intelectuales son pues, primeramente, los organizadores de la función económica de la clase
a la que están ligados orgánicamente.
Son también los portadores de la función hegemónica que ejerce la clase dominante en la
sociedad civil. Trabajan en las diferentes organizaciones culturales (sistema escolar, organismo
de difusión –periódicos, revistas, radio-, etc.), y en los partidos de la clase dominante, con el fin
de asegurar el consentimiento pasivo, si no el activo, de las clases dominadas en la dirección que
la clase dominante imprime a la sociedad.
Los intelectuales son también los organizadores de la coerción que ejerce la clase dominante
sobre las otras clases por medio del Estado.
El intelectual tiene también como función la de suscitar, en los miembros de su clase a la que
está vinculado orgánicamente, una toma de conciencia de su comunidad de intereses, y la de
provocar en el seno de esta clase una concepción del mundo homogénea y autónoma. Esta
función de homogeneización la ejerce el intelectual a dos niveles: al nivel del saber y al nivel de
la difusión.
1) Los intelectuales son los organizadores de la función económica de la clase a la que están
ligados orgánicamente
2) Los intelectuales son también los portadores de la función hegemónica que ejerce la clase
dominante en la sociedad civil. Trabajan en las diferentes organizaciones culturales (sistema
escolar, organismos de difusión –periódicos, revistas…-) y en los partidos de la clase dominante
con el fin de asegurar el consentimiento pasivo, si no el activo, de las clases dominadas en la
dirección que la clase dominante imprime a la sociedad.
3) Son, del mismo modo, los organizadores de la coerción que ejerce la clase dominante sobre
las otras clases por medio del Estado.
4) El intelectual tiene también como función la de suscitar, en los miembros de su clase a la que
está vinculado orgánicamente, una toma de conciencia de su comunidad de intereses, y la de
provocar en el seno de esta clase una concepción del mundo homogénea y autónoma.
Cabe reiterar como ya se indicó que no hay que pensar en una relación simétrica intelectuales =
hegemonía, ya que también se desempeñan en funciones de “dominio”, ligadas a la coerción:
Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las
funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político a saber: 1) del
“consenso” espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección
impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que
históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante
deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de
coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no
“consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad en
previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da
el consenso espontáneo.
La coerción ocupa un segundo plano en las sociedades hegemónicas, pero puede pasar al primero
en momentos de crisis.
Los intelectuales se hallan unidos orgánicamente a las clases sociales. Como el término orgánico
puede dejar comprender, los lazos que unen a los intelectuales con las clases sociales proceden
de las organizaciones en las que los intelectuales actúan.
El carácter orgánico del intelectual depende, pues, de los lazos más o menos estrechos que unan
a la organización de la cual él es miembro con la clase que representa.
Si bien los intelectuales están “orgánicamente” ligados a las clases sociales, sin embargo,
conservan cierta autonomía que depende, primeramente, de la especificidad de sus funciones de
organizador, de educador, de sabio y de “homogeneizador” de la conciencia de clase a nivel
económico, social y político. El carácter necesario de sus funciones conlleva ya una cierta
independencia.
Los tipos de intelectuales que producen las diferentes clases sociales son los siguientes: la clase
dominante produce numerosos y variados intelectuales con el fin de poder desempeñar su papel
dominador y de dirección a todos los niveles de la sociedad. La clase que aspira a conseguir el
poder, según la fase histórica en la que se encuentre y según el mayor o menor poder
hegemónico de la clase dominante, capas de intelectuales que puedan cubrir todas las funciones
y que, en los momentos de crisis política, ejerzan de hecho todas estas funciones. Las demás
clases producen habitualmente intelectuales para defender sus intereses económico-corporativos
y pueden, a veces, producir un cierto número de intelectuales a nivel político.
El intelectual tradicional
Gramsci no definió nunca de manera precisa y definitiva el sentido y los límites del concepto de
intelectual tradicional. Sin embargo, concedió gran importancia a la distinción entre intelectual
orgánico y tradicional:
o también,
En resumen, lo que caracteriza a las capas de intelectuales tradicionales es: 1. Están constituidas
por los intelectuales orgánicamente ligados a una clase del modo de producción anterior. 2. Están
también integradas por los intelectuales que, en el seno de un modo de producción, son o están
ligados orgánicamente a las clases desaparecidas o en vías de desaparición. 3. Al intelectual se le
denomina tradicional siempre en relación con una clase progresiva. 4. El concepto de intelectual
tradicional designa un objeto visto desde una perspectiva histórica. Se funda en el análisis de las
tendencias históricas de las clases sociales. 5. Estos intelectuales segregan una ideología por la
que se presentan como independientes de las clases sociales y como representantes de una
continuidad histórica. 6. Esta ideología esconde su carácter de clase. 7. Enmascara, también, su
posición de clase que puede variar con las diferentes épocas históricas, pero que está siempre
presente en todas sus actividades intelectuales. 8. Esta ideología tiene una determinada eficacia
política: a) da a los intelectuales un sentimiento de solidaridad de casta y una cierta cohesión; b)
les impulsa a proporcionarse organizaciones relativamente independientes de las clases
dominantes; c) justifica lo que les permite su mayor o menor grado de autonomía: la defensa de
sus intereses de casta, primordialmente cuando esta defensa le conduce a la oposición a alguna
decisión de las clases dominantes; d) sirve, finalmente, para ocultar sus posiciones de clase, para
mixtificar a las clases sobre las que ejercen su hegemonía. 9. La subordinación, o mejor dicho, la
asimilación de los intelectuales tradicionales por los intelectuales orgánicos de la clase
dominante es directamente proporcional, por una parte, a la fuerza de los caracteres orgánicos y
progresivos de esta clase y, por otra, a la debilidad de la organización de los intelectuales
tradicionales.