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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Ciencias Económicas y Sociales

Escuela de Sociología

Teoría Social IV

Quinto Semestre

Sección 52

Trabajo I de la materia

Semblanza del Otro

Profesor

Enrique Rey

Estudiante

Miguel Castell

C.I. 26.728.266
En cierto sentido este trabajo está hecho en una posición de continuidad

con el espíritu de los planteamientos pero no con el pesimismo de Adorno y

Horkheimer en Dialéctica del Iluminismo (1998). Desde luego que quitarle las

emociones que guían ese esfuerzo teórico de mirar a ese período histórico e

intelectual que constituye el germen de lo que hoy el mundo como lo es la

ilustración no es, desde luego, sencillo. El de ellos es un trabajo hecho por

judíos como respuesta a una Alemania, y a un mundo, que ha tomado una

serie de decisiones de las que no hay retorno. Por eso es que este trabajo

parte desde ahí, porque es un intento a devolver la mirada hacia el germen

mismo de Occidente y de la mentada Razón occidental.

La idea de Ilustración, también Iluminismo, no es separable de la de

Modernidad ni de la discusión en torno a la misma. El motor de la modernidad,

es decir de la modernización, es la Ilustración. La filosofía de la Ilustración es

una filosofía del progreso histórico, pero es un progreso histórico de la Razón,

una razón esclarecedora. Nos dirán Adorno y Horkheimer, y es una posición

compartida, que “el programa de la Ilustración era el desencantamiento del

mundo. Pretendía disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la

ciencia” (1998:59). O, para dejarlo todavía en términos de Adorno y

Horkheimer, más aristocrático, buscaba “liberar a los hombres del miedo”

(1998:59).

También hay que considerar estos otros puntos de partida desde luego

serían dos fundamentales: la idea de Ilustración de Kant y la idea de Derecho

común. Partir desde Kant tiene una implicación subyacente: su definición de la


Ilustración es también un punto de partida de la Modernización. La Ilustración

en términos kantianos es también el sueño oculto detrás de todo proyecto

modernizador aunque no se plantee así explícitamente. El anhelo de los

pueblos es ser pueblos ilustrados, es decir pueblos que, en términos kantianos,

“han llegado a su mayoría de edad” (2013:87), lo que implica autonomía en su

fuerza y en la toma de sus decisiones, entre otras cosas que iremos

desarrollando. Por otra parte el derecho común será visto como una meta de

consecución para la realización de la mayoría de edad de los pueblos,

retomando acá la respuesta ya establecida de Kant pero sintonizándola con su

Antropología.

Una de las cuestiones que atraviesa a la promesa histórica y política de

la modernidad es la promesa del Derecho común y, con él, de reconocimientos

de una condición común. La identidad común por excelencia del discurso

civilista liberal, por ejemplo, es la de ciudadanía. Esta condición común es un

ideal universalista que apunta a universalizarse. La idea de Ilustración, en la

respuesta kantiana, como respuesta para el ser humano es, en consecuencia,

alcanzable para el ser humano. Es un discurso universal que busca abarcar al

ser humano como universal. Pero esta universalidad es de enunciado. La

separación adentro de los seres humanos ya aparece, por ejemplo, en la

tipología de seres humanos que hace Kant en su Antropología en sentido

pragmático (1991). Es decir, aunque el ser humano es universal no hay un ser

humano universal. Y justamente que hayan diferencias configuran imaginarios

e ideologías. La observación que hace Cassirer de la obra de Gobineau en El

mito del Estado (1974:265-292) es importante por esta misma cuestión. Se

configura un discurso fundacional, o Mito político, que en este caso es la raza


para establecer marcos normativos diferenciados e imágenes mentales de

diferencia de posibilidad entre ciertos hombres.

La Ilustración, en el Mito político de la raza, es imposible a ciertas razas

y un deber en cierta otra pero, además, cuando se lleva al máximo este mito

político, esta raza tiene una prioridad política y social sobre las demás en

cualquier sociedad incluso una sociedad multirracial. Esto es clave adentro de

las dificultades fundamentales de porqué la Modernidad es imposible como

universal, el discurso de Gobineau se da durante el siglo XIX, en el siglo por

excelencia de la modernidad. Desde luego que el espíritu reaccionario había

tenido un impacto en la sociedad francesa, en particular, y en la sociedad

europea en general. Pero este discurso reaccionario no radicaliza ni termina de

cumplir las promesas de las revoluciones sino que las dejan en el aire, sin

resolver.

El mito político de la raza también construye una narrativa de posibilidad

para entender mejor otro aspecto a la paradoja de la soberanía que plantea

Agamben en su obra El estado de excepción (2005). El mito político de la raza

al establecer un criterio normativo diferenciador también establece una

diferencia fundamental que impide la posibilidad radical de la homogeneidad de

lo diverso. El mito de la raza impide, por ejemplo, que haya un Pueblo. Pero

además, y esto también es interesante, permite entender que al haber hombres

que son más por su condición racial, estos que son más son más soberanos y

con mayor potencial que los que no pertenecen a esa raza, y estos hombres

cumplen con la definición de Soberano que cita Agamben de Schmitt, estos

hombres deciden sobre el estado de excepción (2005:23). El hecho de que en

el mundo del período que hemos tradicionalmente llamado Moderno, siga


existiendo la institución de la esclavitud, y que tarde tanto en desaparecer es

un ejemplo interesante que no podemos obviar.

El discurso del derecho como universal es curiosamente falso en sus

enunciados porque la universalidad que añora, y que su enunciando enuncia,

no se realiza. Por eso es que es interesante, y no casualidad, que el maestro

de Spinoza, Franciscus Van den Enden, en su obra Libertad, Política y Estado

(2011), en un punto de su obra tenga que hacer la aclaratoria que está

hablando de hombres y mujeres. El discurso moderno fracasa en garantizar

derechos a la mujer, y termina por tener que hacerlo pero tardíamente forzado

por un ambiente de beligerancia, por mencionar a un ejemplo. Acá la cuestión

radica, entonces, en lo que Hannah Arendt va a denominar como “el derecho a

tener derechos”. Y ese derecho es una conquista de sujetos que están

marginales en el mundo del derecho. Pero también, y este es un planteamiento

que rescato por completo de Judith Shklar, es la lucha por la eliminación del

miedo. Y el mayor miedo en el que puede vivir un sujeto en el mundo del

Derecho moderno es que le sea alienado su “derecho a tener derechos”. Es

decir, que quede en un hueco aéreo para el derecho existente.

Todo esto tiene que entenderse en el contexto del mito de Narciso: los

enunciados son formulados pero para sí mismos y para esa figura que se

refleja que es como el enunciador. El que no se parece al enunciante está en

una situación marginal en el derecho, y esta situación marginal implica, por

encima de todo, vivir en el miedo. El miedo fundamental es la alienación del

Derecho a tener derechos. El sujeto al que le es alienado este derecho

constitutivo queda a disposición de mecanismos que controlaran su vida de

manera siempre arbitraria y lejana al cuerpo concreto de este sujeto. Vivirá a


dónde lo arrojen y será amparado por lo que se determine pero siempre

excepcionalmente. Ese es un hueco sin resolver porque esos no son “hombres

completamente”.

Por eso es que en la Política, y más en la época moderna, la Vida no

puede ser separada de la Política. Pero hay que entender una cosa, esa

relación es de control de la Política sobre la Vida. Y uno de los miedos políticos

fundamentales es justamente el terror el miedo que esto implica. Saber que la

Política controla la vida se puede construir desde la perspectiva del mito de la

raza o desde la posición de la oligarquía subyacente a toda teoría política

occidental. Desde luego que, en sociedades multirraciales, es menos efectivo

hablar del mito de la raza, sin que esto implique su inexistencia, y más hablar

de oligarquía subyacente. Pero ambas implican algo fundamental, la mayor

parte de la población está fuera de la prioridad de la Política. La Política, en

este caso, está siendo tratada como la técnica de administración de la vida

pública y la disputa por llevar esa administración. Los sujetos marginales y por

fuera pueden, subvirtiendo la ideología subyacente al Derecho, pelear por

hacer válidos los enunciados pero esto poco importa en dos terrenos

fundamentales y, por lo tanto, muy olvidados en la discusión política: la Razón

de Estado y el estado de excepción. En ambos pasan cosas extraordinarias

pero que no son para nada sorprendentes. En ambos casos el Estado, en

cumplimiento de su función de preservar el orden en un territorio determinado,

apela a todo lo posible para lograr su fin: el establecimiento del orden. Que el

Estado pueda tomar toda medida que considere pertinente para establecer el

orden tienen unas implicaciones interesantes para este planteamiento. La idea


de la suspensión de las garantías, por ejemplo, implica, a priori, esta extracción

hasta ahora descrita, de quitarle al sujeto el Derecho de tener derechos.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la Ilustración y/o la Modernidad?

La respuesta radica, fundamentalmente, en que el proyecto Ilustrado y

Moderno no implica la superación plena del absolutismo precedente ni un

debilitamiento de la oligarquía como forma primordial de la organización de la

vida. Tampoco implica la eliminación del Mito de la vida pública sino que, como

bien nos recuerda Cassirer, en el período moderno se dan nuevos mitos. En la

política el mito de la raza, y esto es una reiteración, es una de las cosas que

impide la realización de la Ilustración como la plantea Kant: la definición de

Kant, siendo tomada de manera laxa y cruel, de Ilustración es insertada en el

Mito de la raza para distribuir al Mundo entre unos pueblos Ilustrados y otros

pueblos que necesitan ser llevados a la Ilustración, en el tono moderado, o ser

dominados porque nunca serán Ilustrados, en el tono radical. Desde luego que

esta discusión subyace en cuestiones como “Países desarrollados” y “en vía de

desarrollo”.

Las fuerzas históricas tradicionales tienen que permitir la realización de

la Ilustración de los otros pueblos; en términos de Said, “a Europa y Occidente

se les pidió que tomasen al Otro seriamente” (1996:55). Y, todavía con Said,

me atrevo a decir que “Este, creo, es el problema histórico fundamental de la

modernidad” (1996:55). La inclusión jurídica del Otro para volverlo parte del

nosotros es un primer paso. Porque el proyecto Moderno se enuncia universal

su incorporación de formas y maneras al aparato de regulación de la vida más

básico del mundo occidental, como lo es el Derecho, digamos que positivo.

Pero lo cierto es que estas incorporaciones no son suficientes y algunas de las


críticas que hasta ahora han sido planteadas superficialmente mirarán con

firmeza a ese espacio vacío que impide la realización de la Ilustración-

Modernidad.

Como caso particular y como un Otro que no se termina de incorporar al

“nosotros” occidental, el indígena se encuentra en una situación jurídica

demasiado ambigua y aérea, y esta ambigüedad hace que realmente no sepa

cuál es la situación del indígena ante el derecho. Esto no tendría sentido si el

derecho cumpliese su promesa de ser universal, y en su promesa de

universalidad tomara medidas mínimas como, por ejemplo, construir un

aparataje burocrático y jurídico que les dé propiedad, término de importancia

para lo Moderno, sobre, ya que no les darían sus tierras históricas, las tierras

en las que se han asentado después de experiencias de desplazamiento, o, en

las comunidades que sí siguen en sus territorios históricos igual condición. Es

interesante ver cómo, por ejemplo, las comunidades indígenas que viven en

zonas de interés estratégico para los Estados pueden ser desplazados, esas

tierras ser puestas a disposición de empresas, nacionales o extranjeras, como

si fuera lo normal. Y en el plano social igualmente el menosprecio hacia lo

indígena, explícito o implícito, facilita el que nadie pueda ver esa extraña

contradicción.

Es decir, en un lenguaje duro y crudo, el indígena no es considerado

plenamente humano. Todavía es considerado como una especie de criatura

exótica que pertenece a museos pero la atención al problema de la tierra

indígena por parte del Estado no solamente deja mucho que desear sino que

es habitual que se los excluya o se haga todo desde afuera de ellos.


Negándoles su autonomía que, como ya quedó establecido, es uno de los

aspectos fundamentales de Ilustración en Kant.

Otro caso interesante porque ha sido lento y no cumplido ha sido la

inserción de la mujer al Nosotros. Este fracaso es interesante porque va

creando intentos de combate por la transformación de la sociedad por parte de

las mujeres. Que las mujeres estén por fuera de la igualdad de Derechos,

Oportunidades o de Protección, por mencionar nos deja en una situación

curiosa: Las mujeres tienen tanto, remitiéndonos de nuevo a Hannah Arendt,

“Derecho a tener derechos” (1998:247) como a vivir sin pensar en el derecho,

es decir, rescatando de nuevo a Judith Shklar, a una vida libre del miedo

(2018). El no cumplimiento de la protección que deben tener y los discursos

que plantean la dependencia de la mujer hacen retroceder la lucha, no

planteada de estos términos, de mayores grados de Ilustración, es decir,

Autonomía para la mujer.

Bibliografía

Agamben, G. (2005). El Estado de excepción. Homo Sacer, II, I. Editorial

Adriana Hidalgo editora.

Arendt, H. (1998) Los orígenes del totalitarismo. Editorial Taurus.

Adorno, T. y Horkheimer M. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Editorial Trotta.

Cassirer, E. (1974) El mito del Estado. Editorial Fondo de Cultura Económica

Kant, I. (1991) Antropología en sentido pragmático. Editorial Alianza editorial.


Kant, I. (2013) ¿Qué es la Ilustración?, y otros escritos de ética, política y

filosofía de la historia. Editorial Alianza editorial

Said, E. (1996) Representar al colonizado. En González B. (compiladora)

(1996) Cultura y Tercer mundo. Pag. 59. Editorial Nueva sociedad

Shklar, J. (2018) El liberalismo del miedo. Editorial Herder.

Van den Enden, F. (2011) Libertad, Política y Estado. Editorial El cuenco de

plata.

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