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Elie Metchnikoff nació en Ivanovka, cerca de Kharkoff, el 16 de mayo de 1845.

Tuvo
otros cuatro hermanos, todos mayores que él. Su padre se llamaba Ilya y era oficial de
la Guardia Imperial. Su madre, Emilia Nevakhovich. Era hija de un emprendedor judío y
ejerció sobre él una gran influencia. Desde muy joven sintió gran atracción por la
historia natural.

Metchnikoff fue un niño prodigio que recibió el apodo de "Mercurio" debido a su gran
curiosidad e hiperactividad. Según cuenta su esposa en su biografía, a los 9 años ya estaba
dando lecturas de ciencia a su familia, y a los 16 años tuvo su gran epifanía al recibir un
microscopio de parte de un profesor de su universidad.

La clave de la visión de Metchnikoff fue que al mirar al interior de los tejidos y ver la
plétora de microorganismos que residían ahí no los concibió como corpúsculos
patógenos, aislados y extraños, sino como parte del gran proceso de interconexión
holística de la naturaleza. Esto fue lo que le permitió entender que las bacterias tenían
también una función positiva en la vida humana.

Se le considera el padre de la inmunología por haber formulado la "teoría de la


facocitiósica", en la cual definió la función del sistema inmune de resistir enfermedades,
particularmente de las células blancas (leucocitos), que son capaces de reconocer intrusos
y atacarlos. Esta idea, que era completamente nueva e incluso fue disputada por Pasteur
en su momento, le valió el premio Nobel de Medicina en 1908.

La forma en la que Metchnikoff descubrió la existencia de ciertas bacterias que hoy


llamamos probióticas en el organismo humano es sorprendente y nos revela la gran
valentía y curiosidad que lo caracterizaron. En 1892, durante una epidemia de cólera,
Metchnikoff fue su propio conejillo de indias e ingirió una bebida con el virus Vibrio
cholerae con el fin de probar su teoría de que el sistema inmune hacía que algunas
personas resistieran ciertas infecciones. Después de notar que no se había enfermado, se
decidió que un colaborador suyo tomara también la bebida; tampoco se produjo una
infección, pero un tercero sí contrajo el virus y casi muere. Esto lo inspiró a hacer una
prueba en una placa de Petri con el virus del cólera, lo que le permitió descubrir que
ciertas bacterias --las cuales también podían encontrarse en el intestino humano--
impedían el crecimiento de los virus. Este fue el inicio de la medicina probiótica, que
apenas actualmente está teniendo su apogeo.

El otro descubrimiento central en la moderna adopción de los probióticos y especialmente


del yogur ocurrió después de observar la inusitada longevidad de los campesinos
búlgaros, algunos de los cuales superaban los 100 años de edad, lo cual atribuyó a su
hábito de tomar yogur. "Ya que el ácido láctico funciona tan bien para detener la
putrefacción en general, por qué no ha de cumplir la misma función en el tracto digestivo",
teorizó Metchnikoff, quien hacía eco de uno de los aforismos de Hipócrates que sugiere
que todas las enfermedades inician en el intestino, siendo éste la puerta que divide a los
órganos con el mundo externo.

Pensar que consumir bacterias podía ser benéfico para el ser humano en ese momento
parecía contraintuitivo y ciertamente el pensamiento probiótico ha tardado en galvanizar
nuestra cultura. "El lector puede sorprenderse de mis recomendaciones de absorber
grandes cantidades de microbios, ya que la creencia general es que los microbios son
dañinos. Esta creencia, sin embargo, es errónea", escribió hace 100 años este gran
pionero. Metchnikoff teorizó que los probióticos encontrados en el yogur de los búlgaros
podían tomarse en pastillas, pero murió en 1916, antes de ver esto hecho realidad.

La importancia del trabajo de Metchnikoff apenas empieza a dimensionarse con el


descubrimiento del microbioma humano y con las abundantes investigaciones que se
realizan actualmente, las cuales están recopilando convincente evidencia que sustenta sus
teorías. Hoy sabemos que desequilibrios en la población de la microbiota en el intestino
del ser humano están correlacionados con gran cantidad de enfermedades y que muchas
enfermedades, desde la gastritis hasta la depresión, pueden presentar mejorías cuando se
restablece dicho equilibrio a través de la dieta, el consumo de probióticos o el ejercicio.

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