Estudiantes y profesores de las universidades públicas y colegios del país, desde hace 45 días se están movilizando, solicitando los recursos que respondan al déficit que se tiene en la educación pública y que asciende a 3,2 billones de pesos en funcionamiento y 15 billones en infraestructura, según el informe del Sistema Universitario Estatal. Reacciones de todo tipo han generado el paro de Fecode, la incapacidad para negociar de las partes, los encapuchados infiltrados, así como la posible pérdida de un semestre de estudios. Sin embargo, sigue faltando un debate de fondo que estudie el proyecto de hombre y de mujer que queremos, el modelo de sociedad que nos merecemos y el futuro que se está gestando desde las escuelas y universidades. Este debate es el más necesario. Tengo claro que por la forma como ciertos gremios quieren orientar la ciudad y la nación colombiana, ponen el énfasis en un modelo de enseñanza que se adapte a las necesidades de la empresa, que esté acorde con la tecnología moderna y particularmente con la conectividad del mundo virtual. Su único criterio es la “competitividad”. Por eso se molestan cuando el mundo de la “universitas” trasciende la competitividad y toma distancia de la agudeza del mundo económico. Pedagogos y humanistas, como el Dr. Jaime Niño, nos advirtieron del peligro de que todo vaya quedando subordinado al desarrollo tecnológico; al cultivo de lo “lo instrumental” olvidando los fines; a que todo se piense en función de los computadores y las redes y a que lo más importante sean los precios y los mercados. Pregunto: ¿Qué va a ser de estos jóvenes perfectamente conformados a unos patrones técnicos, pero mutilados con frecuencia en sus aspiraciones más hondas de verdad, belleza, amor y justicia? ¿Será que el déficit de los billones de pesos para funcionamiento e infraestructura resuelven este asunto o más bien, sin perder ese interés, debemos rescatar con rigor una educación integral de nuestros jóvenes en la que se pueda valorar mucho mas la importancia de cada ser humano, la interioridad, el respeto a los derechos de todos, el papel de la conciencia, la solidaridad, la libertad ante la tecnocracia, lo simbólico de la existencia, la responsabilidad ética, tantos derechos como obligaciones, la capacidad de compasión, el rigor intelectual y el conocimiento de uno mismo? ¿No será que estos últimos elementos son los más determinantes a la hora de negociar y de construir un acuerdo edificante para todos? ¿No será que el palo en la rueda es tener más procesadores de información que maestros de vida? La educación modela inteligencias humildes y posibilita la búsqueda interior. Pero cuando se orienta y configura únicamente desde las claves tecnológicas y utilitaristas, tendremos inteligencias cerradas y autosuficientes. Si alguna profesión sirve, a la sociedad futura, es aquella que se ocupa de la educación integral. Buen punto para la Ministra, la Familia y la Universidad.