que usted se acercara a Jehová y a su organización fue el amor de los hermanos de su congregación, un amor que no habrá visto en otras colectividades. Observó la marca inconfundible del amor y la unidad que caracteriza a los verdaderos discípulos de Jesucristo, tal como él mismo dijo: "Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí" (Juan 13:34, 35). Y cuando se dio cuenta de que el amor de su congregación es solo una muestra del que hay en el pueblo de Jehová a nivel mundial, llegó a apreciar mucho más la relación de Jehová con la humanidad. Usted está presenciando y formando parte del cumplimiento de una profecía bíblica según la cual en los últimos días se juntaría a muchas personas para adorar a Jehová en paz y unidad. ¿Por qué no lee dicha profecía? Se encuentra en Miqueas 4:1-5.
Miqueas 4:1-5 “Y en la parte final de los días
tiene que suceder [que] la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas, y ciertamente será alzada por encima de las colinas; y a ella tendrán que afluir pueblos. Y muchas naciones ciertamente irán y dirán: “Vengan, y subamos a la montaña de Jehová y a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas”. Porque de Sión saldrá ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos, y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que [los] haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos [lo] ha hablado. Porque todos los pueblos, por su parte, andarán cada cual en el nombre de su dios; pero nosotros, por nuestra parte, andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre.”
En vista de los muchos factores divisivos que
existen hoy día, ¿quién hubiera imaginado siquiera la posibilidad de unir a personas "de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas"? (Rev. 7:9.) Piense en las diferencias que hay entre las sociedades tecnológicas y las que conservan ancestrales costumbres tribales, o en las rivalidades religiosas que existen entre individuos de la misma raza y nacionalidad. Con el auge que ha cobrado el nacionalismo, la gente está más dividida que nunca políticamente. Además, si analiza las enormes diferencias económicas entre las diversas colectividades de todo el mundo, así como un sinnúmero de otros factores divisivos, hay que reconocer que unir a personas de todas estas naciones, facciones, grupos y clases en un vínculo inquebrantable de amor y paz es un milagro que solo podía realizar el Dios Todopoderoso (Zac. 4:6).
Zacarías 4:6 “De consiguiente, respondió y me
dijo: “Esta es la palabra de Jehová a Zorobabel, y dice: ‘“No por una fuerza militar, ni por poder, sino por mi espíritu”, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Pero dicha unidad es real, y cuando usted se
dedicó y bautizó como testigo de Jehová, llegó a formar parte de ella. Su fe lo ha introducido en un paraíso espiritual. Dado que se beneficia de dicho paraíso, tiene la responsabilidad de ayudar a conservarlo, lo cual logrará prestando atención a las palabras del apóstol Pablo que leemos en Gálatas 6:10: "Mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe". Conservar el paraíso espiritual también implica "no [hacer] nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes, no vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también [...] los de los demás" (Fil. 2:3, 4). Si aprendemos a valorar a nuestros hermanos cristianos según el criterio de Jehová y no según las apariencias —lo que implica pasar por alto las imperfecciones humanas, que con el tiempo desaparecerán—, seguiremos disfrutando de relaciones pacíficas y felices (Efe. 4:23, 24).
Efesios 4:23-24 “pero que deben ser hechos
nuevos en la fuerza que impulsa su mente, y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad.”
Interés mutuo
Como bien ilustró el apóstol Pablo, los miembros
de la congregación nos pertenecemos unos a otros y nos preocupamos los unos por los otros (1 Cor. 12:14-26). Lo que afecta a una parte, o sección, de la organización repercute en todo el pueblo de Dios. Puede que algunos miembros de la hermandad mundial vivan muy lejos de nosotros, pero no por ello nos importa menos su bienestar. Si nuestros hermanos son perseguidos, sufrimos. Si algunos pasan por penurias o son víctimas de catástrofes, guerras o contiendas civiles, los demás tratamos por todos los medios de ayudarlos tanto espiritual como materialmente (2 Cor. 1:8-11).
2 Corintios 1:8-11 “Porque no deseamos que
estén en ignorancia, hermanos, acerca de la tribulación que nos sucedió en el [distrito de] Asia, que estuvimos bajo extremada presión más allá de nuestras fuerzas, de modo que nos sentimos muy inseguros hasta de nuestra vida. De hecho, sentimos en nosotros mismos que habíamos recibido la sentencia de muerte. Esto fue para que no tuviéramos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en el Dios que levanta a los muertos. De tan grande cosa como la muerte nos libró y nos librará; y en él está puesta nuestra esperanza de que también nos seguirá librando. Ustedes también pueden coadyuvar con su ruego por nosotros, a fin de que por muchos se den gracias a favor nuestro por lo que se nos da bondadosamente debido a muchos rostros [vueltos hacia arriba en oración].”
Todos deberíamos orar a diario por nuestros
hermanos. Algunos de ellos afrontan tentaciones para hacer cosas malas. Aunque el sufrimiento de unos sea de conocimiento público, puede que la oposición que otros afrontan diariamente por parte de los compañeros de trabajo y en hogares divididos sea casi desconocida (Mat. 10:35, 36; 1 Tes. 2:14). Todo esto nos concierne, pues somos una hermandad mundial (1 Ped. 5:9). Por otro lado, hay cristianos que trabajan muy arduamente en el servicio a Jehová, dirigiendo la predicación y supervisando las congregaciones. Y también están los que tienen a su cargo la dirección de la obra mundial. Todos ellos necesitan nuestras oraciones, con las que demostramos interés sincero por nuestros hermanos, así como el amor que les tenemos, aun cuando personalmente no podamos hacer nada más por ellos (Efe. 1:16; 1 Tes. 1:2, 3; 5:25).
Mateo 10:35-36 “Porque vine a causar división,
y estará el hombre contra su padre, y la hija contra su madre, y la esposa joven contra su suegra. Realmente, los enemigos del hombre serán personas de su propia casa.”
1 Tesalonicenses 2:14 “Porque ustedes se
hicieron imitadores, hermanos, de las congregaciones de Dios que están en Judea en unión con Cristo Jesús, porque ustedes también empezaron a sufrir a manos de sus propios compatriotas las mismas cosas que ellos también [están sufriendo] a manos de los judíos,”
1 Pedro 5:9 “Pero pónganse en contra de él,
sólidos en la fe, sabiendo que las mismas cosas en cuanto a sufrimientos van realizándose en toda la asociación de sus hermanos en el mundo.”
Efesios 1:16 “no ceso de dar gracias por
ustedes. Continúo mencionándolos en mis oraciones,”
1 Tesalonicenses 1:2-3 “Siempre damos
gracias a Dios cuando hacemos mención respecto a todos ustedes en nuestras oraciones, porque incesantemente tenemos presentes su fiel obra y [su] amorosa labor y [su] aguante debido a [su] esperanza en nuestro Señor Jesucristo delante de nuestro Dios y Padre.”
1 Tesalonicenses 5:25 “Hermanos, continúen
orando por nosotros.” En estos últimos días son muy frecuentes los actos violentos y las catástrofes de diverso tipo, como terremotos e inundaciones. En vista de las situaciones de emergencia que provocan, los testigos cristianos de Jehová debemos estar dispuestos a ayudarnos, lo cual a veces quizás implique organizar intensas labores de socorro y preparar enormes cantidades de ayuda material. Los cristianos del siglo primero pusieron un magnífico ejemplo al respecto. Cuando azotó el hambre en Judea, los discípulos de otros países recordaron las palabras de Jesús y enviaron gustosamente provisiones a los hermanos de aquel lugar (Hech. 11:27-30; 20:35). El apóstol Pablo se encargó de que las labores de socorro se llevaran a cabo de manera organizada (2 Cor. 9:1-15). En la actualidad, cuando nuestros hermanos padecen necesidades debido a circunstancias difíciles, los cristianos, como organización e individualmente, respondemos enseguida y suministramos lo que hace falta.
Hechos 11:27-30 “Ahora bien, en estos días
unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, por nombre Ágabo, se levantó, y por el espíritu procedió a indicar que una gran hambre estaba para venir sobre toda la tierra habitada; la cual, de hecho, tuvo lugar en el tiempo de Claudio. Así que aquellos de los discípulos resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea; y lo hicieron, despachándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.”
Hechos 20:35 “En todas las cosas les he
exhibido que por medio de laborar así tienen que prestar ayuda a los que son débiles, y tienen que tener presentes las palabras del Señor Jesús, cuando él mismo dijo: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’”.”