Sunteți pe pagina 1din 240

Cartas de

mujeres
Viceprefectura de loja

2016
Cartas de
mujeres
Cartas de Mujeres
Primera Edición: Diciembre del 2016
EQUIPO COORDINADOR:
Nívea Vélez Palacio
Viceprefecta de la Provincia de Loja.
Mayda Carrión Coronel
Coordinadora General del Centro de Accion Social “Matilde Hidalgo” de la
Prefectura de Loja.
Martha Vanegas Quiroz
Coordinadora de Género y Participacion del Centro de Accion Social “Matilde
Hidalgo” de la Prefectura de Loja.
EQUIPO EJECUTOR:
Equipo de Coordinacion de Género y Participacion y de la División Opertiva de
Vida Saludable del Centro de Accion Social “Matilde Hidalgo” de la Prefectura de
Loja.
469 ejemplares.
ISBN: 978-9942-28-118-0
DISEÑO E IMPRESIÓN:
EDILOJA Cía. Ltda.
Telefax: 593-7-2611418
San Cayetano Alto s/n
www.ediloja.com.ec • edilojainfo@ediloja.com.ec
Loja-Ecuador.
Corrección de estilo:
José Padilla Puchaicela • josepadillap@yahoo.es
Ilustración de portada: Designed by Freepik.
Prohibida la reproducción total o parcial del libro con fines comerciales.
Cartas de mujeres

Índice
Presentación............................................................................. 6
1. Cangonameña ............................................................. 10
2. Eva Luna ...................................................................... 17
3. Guerreras por siempre ............................................... 21
4. Transfiguración y autobatalla................................. 28
5. Maribel ......................................................................... 34
6. Renacida ....................................................................... 37
7. La historia de mi vida .............................................. 44
8. Historia de una campesina....................................... 52
9. Diario de una inmigrante......................................... 59
10. Milagro de vida .......................................................... 67
11. Ayramdadeid .............................................................. 74
12. Eternidad ..................................................................... 79
13. Pichusita ....................................................................... 84
14. Mi mayor experiencia ............................................... 93
15. Mirada de mujer ........................................................ 97
16. A pesar de las cicatrices ............................................ 102
17. Mujer caminante: ¡se hace camino al andar!............ 110
18. Carta a la madre ........................................................ 118
19. Hacia un nuevo horizonte, un mejor horizonte te
espera.............................................................................. 125
20. Mujer Espiral ............................................................... 133
21. Mantenerse en pie ...................................................... 140
22. ¡El éxito depende de mí, sin barreras!.................... 145
23. Mi vida, una historia de éxito................................ 149

—4—
Cartas de mujeres

24. Si pude .......................................................................... 155


25. No a todas nos llega a los 50.................................... 158
26. Rosa Amelia, una mujer excepcional..................... 162
27. Memorias de una joven en cinco días.................... 166
28. Una mujer del tiempo ............................................... 176
29. Una carta al cielo a mi papito Pepe....................... 181
30. El amor de una madre .............................................. 189
31. La Negrita .................................................................... 194
32. Consuelo Álvarez, sinónimo de amor a Dios y a los
demás.............................................................................. 198
33. No todo es para siempre............................................. 203
34. Una mujer buena e inteligente................................ 210
35. Mamá, la mejor palabra............................................ 214
36. El oficio de ser madre ................................................ 217
37. Al Salam ....................................................................... 222
38. Carta de la mujer ....................................................... 226
39. La Poética ..................................................................... 229
40. Analiliana Alexandra ............................................... 233

—5—
Cartas de mujeres

Presentación

En los momentos más difíciles, en las


situaciones más duras y complejas, he sido
capaz de soñar con un futuro más hermoso.
Rigoberta Menchú Tum

Para presentar esta recopilación es necesario primero


explicar el origen de la misma; en el mes de marzo con
ocasión de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, la
Coordinación de Género y Participación Ciudadana del
Centro de Acción Social Matilde Hidalgo de la Prefectura
de Loja, organizó el Concurso “Cartas de Mujeres”, con el
objetivo de brindar a las mujeres la oportunidad de contar
la historia de sus vidas a fin de que se conviertan en un
referente de nuestras luchas y nuestros éxitos.
Son varios los años de mi vida dedicados a una activa
militancia en la organización social, de manera especial
en el movimiento de mujeres, aún recuerdo nuestras
caminatas para conseguir la aprobación de la Ley 103, la
Ley de Cuotas, o nuestra presencia en Montecristi para
incidir en la inclusión de temas fundamentales en la
Constitución Vigente, y el gran aporte al actual Código
Orgánico Integral Penal a fin de que se garantice el derecho
a una vida sin violencia y la sanción al femicidio, como
mecanismos para generar condiciones de equidad, requisito
imprescindible para alcanzar una sociedad con más justicia.
Comprender la situación de subordinación de las mujeres

—6—
Cartas de mujeres

pasa por entender las históricas relaciones de exclusión en el


espacio público y privado la doble o triple carga de trabajo,
el cuidado y responsabilidad familiar asimilada casi como
naturales y, en esas condiciones la lucha y el compromiso
por cambiar esta situación, lograr su empoderamiento
y autonomía, luchas unas veces colectivas pero en otros
momentos también individuales y desde distintas trincheras,
la familia, la escuela, el trabajo y en general la comunidad,
esta es la realidad que hemos querido sea contada por las
propias mujeres a través de este novedoso concurso que, a
no dudarlo, despertó el interés ciudadano.
Convocamos a participar, a la invitación se unió la Red de
Mujeres de Loja, lo hicimos de manera pública , a través
de las redes y organizaciones sociales, y con material
divulgativo; con éxito tuvimos 40 mujeres participantes,
los requisitos fueron sencillos, escribir sus historias de vida
con un seudónimo para evitar temores, siendo la primera
experiencia fueron también varias las preguntas antes de
tomar la decisión, no incluimos ninguna figura literaria
pues nuestro objetivo era no poner ninguna barrera a esa
realidad, a ese sueño a ese deseo de compartir sus experiencia,
pues más allá de las condiciones económicas y sociales,
seguimos siendo MUJERES, y por lo tanto enfrentando
realidades similares.
Las autoras de la publicación que presentamos son mujeres
de diferentes edades y distintas condiciones y, seguramente
cuando ustedes lean cada una de la historias de sus vidas
todas contadas con el lenguaje del corazón experimentaran
emociones encontradas, lágrimas, alegrías, a veces

—7—
Cartas de mujeres

impotencia ante lo vivido, pero sobre todo sentirán la


maravillosa experiencia de saber que si bien hemos nacido
en una sociedad aun patriarcal las mujeres hemos sido
capaces de batallar duro contra la adversidad, de vencer el
dolor, la exclusión y, convertirnos en mujeres de éxito.
Hemos querido compartir con ustedes estas historias en el
marco de los 16 días de activismo en contra de la Violencia
de la Mujer, violencia que tiene diferentes expresiones,
en el hogar, en lo político, en lo económico, en lo laboral,
en general en la sociedad, pero que por igual hace daño,
humilla, desvaloriza.
Gracias a quienes apoyaron esta iniciativa; al jurado
calificador del concurso, Dra. Dayana Mancheno, Dra.
Susana Álvarez y Dr. Lenin Paladines; al licenciado José
Padilla Puchaicela por su generosa participación con la
revisión y corrección del trabajo; a Ediloja Cía. Ltda.,
por auspiciar la publicación; gracias a las participantes y
autoras de estas conmovedoras y bellas historias; gracias
al equipo de la Coordinación de Género y Participación y
División Operativa de Vida Saludable del Centro de Acción
Social “Matilde Hidalgo”; a los auspiciantes que permitieron
premiar a las ganadoras del evento; y, a ustedes por leer y
comprender estas historias.

Nívea Vélez Palacio


Viceprefecta de Loja

—8—
Cartas de mujeres

1. Cangonameña

Soy una mujer humilde nacida en Cangonamá, del barrio


Pitapuro, perteneciente al cantón Paltas, en la provincia de
Loja. A los dos días de nacida quedé huérfana de madre y
no tuve la suerte de conocerla. Fui criada por mi madrastra,
junto a cuatro hermanas mayores. Lo hizo hasta la edad de
dos años.
Mi padre y mi madrastra, a la edad de dos años, me
entregaron a una familia de mediana posibilidad económica
que residía en la ciudad de Loja. Así fui creciendo con
aquella familia que la consideraba que podía remplazar a
mis padres, pero todo fue una pesadilla porque me obligaba
a servirla. A pesar de mi corta edad, realizaba actividades
como cuidar chanchos, gallinas, cuyes, sin que tenga la
mínima oportunidad de asistir a la escuela para aprender a
escribir mi nombre.
Pasaron los años y continuaba cocinando, planchando
y trabajando con pico y barreta, labrando la tierra para
sembrar y cultivar hortalizas y verduras. Asimismo,

— 10 —
Cartas de mujeres

preparaba la tierra para elaborar adobes y construir


paredes. Realicé unas pequeñas habitaciones. Mis patrones
me marcaban tarea, es decir, debía entregar una cantidad
exis de adobes al día para tener derecho a la comida.
Otra de las actividades que realicé durante mi infancia
fue vender frutas en una determinada escuela de nuestra
ciudad. Es que tenía que entregar el dinero a mis patrones,
sin que falte un centavo.
Luego, a la edad de trece años, aburrida del trabajo y
sufrimiento, conocí a un hombre que me propuso matrimonio
e inmediatamente me casé con él, pero me resultó perverso.
Allí empezó para mí otra pesadilla. Me celaba hasta con el
viento y me maltrataba todos los días
Mis patrones tampoco aprobaron que me casara, pero un
capricho mío me empujó a hacerlo, pensando que mi vida y
los sufrimientos cambiarían, pero todo fue un autoengaño.
Allí experimenté en carne propia la equivocación más
grande de mi vida.
A la edad de 20 años tuve mi primer hijo. Continuaba
trabajando en lavado, almidonado y planchado en un hotel.
En el día lavaba y en la noche planchaba a carbón y lo
hacía hasta la madrugada. Asimismo, realizaba el lavado y
planchado a otra familia que residía en esta ciudad.
Recuerdo que el maltrato físico y psicológico no solamente
venía de mi esposo, sino también de una amante, quien
continuamente me golpeaba.
En el transcurso de mi estado civil de casada hubo una
persona de buen corazón que me guió y me aconsejó que

— 11 —
Cartas de mujeres

no me dejara maltratar. Un día que mi esposo y su amante


vinieron a agredirme decidí defenderme. Entonces, tomé
una escoba con la que barría mi cuarto y, recordando la
sugerencia de reaccionar, lo golpeé y lo envié al hospital
y mientras estaba allí le inicié el juicio de divorcio y
también de alimentos para mi hijo de tres meses de edad,
aprovechando que trabajaba en una institución pública.
Desde allí me separé de él, quedándome sola.
Tras aquello, ingresé a talleres de primeros auxilios
en la Jefatura de Salud Pública, que anteriormente se
denominaba La Sanidad. Allí, la persona que dirigía me
designó enfermera de la institución. Trabajé por el lapso de
dos años. Con mi hijo en brazos y por mis propios derechos
me inscribí en una escuela para adultos, en donde concluí
la educación primaria, luego sentí la necesidad de aprender
el oficio de zapatería. No faltó el apoyo de amigos vecinos.
Posteriormente, ingresé a aprender corte y confección
en la escuela cerca de mi vivienda, asimismo, sastrería,
alcanzando el título de maestra en corte y confección.
Tuve cinco hijos: dos mujeres y tres varones, convirtiéndome
en madre soltera. Continuaba trabajando para poder
mantener a mis hijos. Luego, sufrí un percance. Un día
que me encontraba lavando ropa ajena, los vecinos me
alertaron que mi tercer hijo había sufrido quemaduras
de primer grado. Debí estar junto a él muchos días en el
hospital, en tanto que mis otros hijos quedaron al cuidado
de una comadre, una mujer de buen corazón que me ayudó
con ellos.

— 12 —
Cartas de mujeres

El tiempo iba avanzando. Mi primer hijo tenía ya 20 años de


edad y estudiaba en un colegio de esta ciudad de Loja. Era
un joven que aparentaba buena salud, trabajador en todo
sentido, sin percatarme que tenía una dolencia al corazón.
Cierto día mientras dormía le sobrevino una hemorragia
cerebral y murió. Dije, entonces, que mi vida no tenía ya
sentido y tuve hasta malos pensamientos, funestos de por
sí, pero al mismo tiempo pensé en mis otros hijos que por
ninguna razón tenía que dejarlos huérfanos. Ello me llevó
a continuar preparándome y salir adelante por mis propios
medios.
El sacar a mis hijos adelante hizo que trabajara y
me sacrificara mucho, principalmente si todos ellos se
encontraban estudiando en la escuela y en el colegio. Pasé a
laborar en la recordada ARECA. Allí preparaba alimentos
para los empleados. En el Registro Civil también hice lo
propio y en los bares de los diferentes escuelas de la ciudad,
en la venta de alimentos para niños y niñas.
A mis 50 años de edad, tuve la suerte de ingresar a la Red
de Mujeres de Loja, en condición de socia activa de la
organización. Participé en la Escuela de Lideresas y obtuve
un certificado de Lideresa como también fui Mujer del Año
de aquella entidad no gubernamental.
Un hijo adquirió una vivienda en un barrio alejado de la
urbe. Allí tuve la oportunidad de hacerme conocer en esa
comunidad que me eligió su presidenta. Es que descubrí
que mi deseo era servir a los demás y sentirme útil a Dios,
la sociedad y mi familia. Empecé a luchar y a gestionar
las obras de infraestructura para el sector, en donde había

— 13 —
Cartas de mujeres

mucho que hacer para el adelanto de esa comunidad porque


no contaba con los servicios básicos.
En primer lugar, reuní a las pocas familias que residían en
el lugar y decidimos dirigirnos a las autoridades para que
nos apoyen. Por pedido de los moradores, solicité la ayuda
del entonces Congreso Nacional, a través de sus diputados,
a fin que se concrete una partida para la electrificación
del barrio. El pedido se concretó e inmediatamente fueron
asignados 37 millones de sucres que, bajo mi solicitud,
fueron transferidos a la Empresa Eléctrica Regional del Sur.
Además, fui delegada por parte de la organización
Centro Lojano de Protección y Apoyo a la Mujer
(CELOPROYAMU) para participar en la marcha de
mujeres en Quito, solicitando a las autoridades competentes
que en el cantón Loja exista la Comisaría de la Mujer y la
Familia.
Junto con los moradores de aquel barrio alejado de la urbe
se analizó la posibilidad de gestionar ante el Ministerio
de Bienestar Social la creación de un centro infantil.
Ante la necesidad, recurrirnos al organismo Operación
Rescate Infantil (ORI), del cual alcancé la aprobación del
mencionado centro infantil que funcionó en la vivienda de
un familiar mío, sin que me haya beneficiado de ningún
valor económico por concepto de arriendo del local
De igual manera, el barrio no contaba con agua potable y
junto con los moradores acudimos y gestionamos un tanque
reservorio de 10 mil litros, donado por una fundación de
Japón.

— 14 —
Cartas de mujeres

En mi condición de presidenta, vi la necesidad que el barrio


cuente con agua potable. Nos dirigimos a una institución
pública de la ciudad de Loja, designándome coordinadora
de 13 barrios aledaños. Luego, a través de mingas, donde
los moradores de los diferentes sectores tuvieron una activa
participación, se alcanzó este gran proyecto de agua potable,
que benefició a 13 sectores occidentales de la urbe.
Luego, juntamente con los moradores, en asamblea
comunitaria se logró dialogar y definir el nombre que
llevaría, finalmente, el barrio. A la par, se continuó
gestionando el alcantarillado, casa comunal, cancha de uso
múltiple y capilla. Vale destacar que una parte apoyaron
las instituciones públicas y la otra el barrio, sobre todo con
la mano de obra.
En definitiva, he servido por el lapso de 20 años como
presidenta barrial, siendo reelegida 14 veces y que
el Municipio de Loja, en virtud de ello, me hizo un
reconocimiento por la labor comunitaria, invitándome a
participar en el acto solemne de un 18 de Noviembre, en el
marco de las fiestas de Loja.
A los 62 años de edad formé parte de una organización
denominada Caminos de Luz. Fui su socia fundadora
y elegida Mujer del Año y también presidenta de la
organización.
Asimismo, por el tiempo de 15 años trabajé como vivandera
en un mercado de la ciudad de Loja y ocupé el cargo de
coordinadora de ese centro de abastos. También, juntamente
con su directiva, gestionamos y logramos el funcionamiento

— 15 —
Cartas de mujeres

de un Centro lnfantil del Buen Vivir (CIBV), el cual hasta


la actualidad se encuentra brindando los servicios a los
niños y niñas, hijos e hijas de las vivanderas del lugar.
En conclusión, toda mi experiencia quedará plasmada en
mi corazón y en el de mi familia. Solo me resta decir que
nada es difícil en la vida. Finalizo esta carta con la frase
que me parece muy interesante: “El mundo es pequeño para
poderlo recorrer y el mar es chiquito para poderlo navegar”.
Cangonameña

— 16 —
Cartas de mujeres

2. Eva Luna

Loja, 4 de mayo de 2016


A quién corresponda:
Esta es la historia de muchas heroínas silenciosas que, desde
su espacio, no se atreven a contar su vida o levantar su voz.
Mi nombre es Eva Luna, nací en la década de los 70, estoy
casada y tengo dos hijos y, aunque no he sido elegida para un
cargo de elección popular, no he ganado premios nacionales
o reconocimientos de autoridades como mujer destacada,
desempeño un papel importantísimo y sé que soy una mujer
que está triunfando en esta vida, y con una historia digna
de contar, muy similar a millones de mujeres ecuatorianas
y lojanas en particular.
Como mencioné, estoy casada y tengo dos preciosos hijos:
una niña de seis años y un niño de ocho. Soy hija de madre
soltera, por tanto, siempre viví con el ejemplo y la idea que
una mujer tiene que trabajar y ser autosuficiente, que una
mujer que se quedaba en casa era simplemente una mujer

— 17 —
Cartas de mujeres

sin aspiraciones o que no tenía la suficiente inteligencia


como para conseguir un trabajo.
Así, desde el colegio me esforcé por salir adelante y
destacarme en cuanto evento pudiese, excepto en el deporte,
porque claro, de acuerdo a mi esquema mental, eso era para
quienes no querían estudiar.
Me he desempeñado en varios campos laborales: desde
secretaria, maestra, abogada, además de varios cargos
jerárquicos administrativos, los cuales no considero
importantes de mencionar, porque no son nada
extraordinarios, cualquier mujer u hombre los puede
desempeñar eficientemente, si se tiene una buena
preparación, dedicación y esfuerzo.
Siempre me ha gustado estudiar. He llegado a obtener
algunos títulos, pero tampoco creo que me hacen una mujer
de éxito, puesto que con sacrificio y constancia muchas
mujeres y hombres han logrado lo mismo y hasta más.
Mi verdadera historia de éxito es a raíz que nace mi
primer hijo. Lógicamente, a pesar de saber toda la teoría al
respecto, la realidad fue muy diferente. Me fue muy difícil
enfrentarme y adaptarme a este nuevo miembro de mi
hogar.
Como siempre me había considerado una persona intelectual,
nunca presté mucha atención a las actividades de una casa:
lavar, planchar, cocinar, hacer las compras, entre otras. Así
que, al tener un hogar y nuevas responsabilidades, no sabía
cómo actuar, sobre todo porque los libros no decían nada al
respecto.

— 18 —
Cartas de mujeres

Ningún autor había escrito un manual de convivencia


o cómo adaptarte a nuevos miembros en tu familia. Me
costó mucho al principio y hasta caí en depresión, porque
sentía que mi vida como tal se acababa, puesto que me
desempeñaba muy bien en el campo profesional, pero mi
vida en el hogar era un caos y un verdadero desastre: no era
feliz, no hacía feliz a mi esposo y mi pobre hijo supongo que
también se sentía infeliz.
A pesar de todo el caos de mi vida, tuve mi segunda niña.
Me resultaba más fácil salir a trabajar que enfrentarme
a la labor dura de un hogar, hasta que un día por esas
casualidades del destino, no pude ir a mi empleo y me fui
a la escuela de mi hija. Era la conocida sabatina. La niña,
con la inocencia de sus tres años, lloraba de la emoción de
verme y me pedía: “mamita, ya no te vayas a trabajar,
quédate conmigo”.
Este hecho se ahondó tanto en mi corazón y en el de mi
esposo que nos llevó a poner nuestra vida en una balanza.
Nos preguntarnos, ¿qué es más importante: el dinero que
puedo yo aportar al hogar o la felicidad, la seguridad y la
salud emocional de nuestros hijos?
La respuesta es obvia: sin ninguna presión, tomé la
decisión de renunciar a mi trabajo (importante, con una
remuneración que significaría vivir sin apuros económicos),
a pesar que implicaba tener limitaciones económicas.
Actualmente, tenemos lo suficiente y lo más importante
que pocas familias tienen: paz, amor, salud, tranquilidad;
y, la alegría de ver crecer a nuestros hijos en un ambiente
familiar.

— 19 —
Cartas de mujeres

Ahora, con mis prioridades y objetivos claros, tengo nuevos


retos cada día: aprender a cocinar, arreglar la casa, hacer
las compras, entre otros, Son tantas las labores de las amas
de casa que esta carta no bastaría para enumerarlas.
Mis hijos van la escuela, tengo la felicidad y la dicha de
dejarlos cada día y darles la bendición; luego, almorzamos
en familia mientras conversamos sobre su día: con quién
jugaron, qué pasó o qué aprendieron, me cuentan sus
problemas, y nos reímos de las ocurrencias que tienen.
Estoy pendiente de los deberes y reforzamos las enseñanzas
de la maestra, nos gusta ver la televisión, abrazarlos y
besarlos cada día; y, ahora estoy segura de que ningún
dinero que pudiera recibir fuera puede compararse con un
“mami, te amo mucho; y soy muy feliz”.
Mi mayor éxito es tener unos hijos sanos, felices, educados,
responsables y como si fuera poco excelentes alumnos. Su
éxito es mi éxito también, porque hemos trabajado juntos
para lograrlo.
Sé que mi decisión fue la correcta y espero que, con la ayuda
de Dios, siga siendo una mamá y ama de casa exitosa…
Atentamente,
Eva Luna

— 20 —
Cartas de mujeres

3. Guerreras por siempre

Mujeres valientes y esforzadas:


Buscando las añadiduras perdí demasiado tiempo,
haciendo de cenicienta permanecí hasta ayer. Ahora soy la
Princesa, la elegida del Rey. Para encontrar ese reino tuve
que cruzar un desierto solitario y silencioso, cuyas doradas
arenas fueron tristeza, dolor y llanto, abandono, angustia,
incomprensión, sacrificio y desvelos.
Creí en algún momento que estaba destinada al fracaso,
que nací marcada para nunca ser feliz, nunca prosperar y
nunca llegar a hacer algo, ni ser alguien en la vida.
La presente, más que una historia de sacrificio, valor y lucha,
es un espejo de identidad de una guerrera que, al sentirse
derrotada, un rayo de luz le hizo ver que el fracaso no es el
mejor compañero, ni las quejas las mejores consejeras; lo
primero, buscar sabiduría y luego respirar firmeza.
Cuando niña era muy tímida y temerosa. Fui la segunda
de nueve hermanos. Mi madre, una mujer sumisa pero muy

— 21 —
Cartas de mujeres

trabajadora que se desvivía por sus hijos; mi padre, el típico


machista, agresor y bohemio, que terminó abandonándonos.
Soy testigo de haber visto sufrir a mi madre. Esto quedó
como espina clavada en mi alma, llorando un día me rebelé
y dije: esa vida no quiero para mí, menos aún para mi
descendencia.
Concluí los estudios primarios a los once años y apenas
iniciados los secundarios, por una discapacidad física, tuve
que trasladarme a la jornada nocturna. Fue, entonces, que
busqué a mi padre para que me representara, aunque él
siempre nos decía: “el estudio de nada sirve”, sin embargo,
continué avanzando sola. Era una soñadora, ¿quién cortaría
mis sueños?
A pesar de las vicisitudes, que fueron mis inseparables
compañeras, me llegó la primavera, la adolescencia, un
oasis perfecto y hermoso, quizá como el de Huacachina,
Ubarí o Turfán, en la China. Sumado a ello, el amor que
nos hace soñar que está el mundo en nuestras manos. Y con
la inocencia de mis tiempos aquellos me llegó el matrimonio
sin haber concluido el bachillerato.
Como premio del amor resultaron cuatro hermosos
pequeños. Pasado muy poco tiempo, el paraíso matrimonial
se convirtió en opresión y quebranto. Mi consorte olvidó su
rol y años más tarde partió a la eternidad, quedando como
patrimonio solo mis hijos y yo.
Los retoños crecían a prisa y las obligaciones también,
pero una madre deja de ser una ordinaria mujer guerrera
para revestirse de la auténtica armadura de guerrera, de

— 22 —
Cartas de mujeres

extraordinaria mujer guerrera con corazón de leona para


cuidar con esmero el fruto de sus entrañas, pelear no solo
con mi pena, sino también enfrentar la tristeza de mis
huérfanos pequeñuelos.
Entonces, tenía que ser, “como la nave de mercader, que trae
su pan desde lejos. Se levanta aún de noche para dar de
comer a su familia. Ciñe de fuerzas sus lomos y sus brazos.
Y su lámpara no se apaga de noche”.
Tiempo atrás, mi sabia y prudente madre ya avizoró mi
futuro y, a pesar de sus escasos recursos, me apoyó para
que aprendiera una profesión y emprendí con un pequeño
negocio que atendía durante el día y por las noches tenía un
espacio como maestra en un centro educativo.
Mi doble jornada de trabajo limitaba la comunicación
con mis niños y los valores espirituales importantes en su
formación tuve que delegar a los establecimientos religiosos,
ya que la ciencia y la sabiduría divina considero deben ir
de la mano.
Mis niñas, desde temprana edad, luego de llegar de la
escuela, colaboraban con mis tareas, aprendiendo desde
muy pequeñas también el oficio y los negocios. A medida
que transcurría el tiempo ellas administraban por horas
turnándose en las labores, según sus horarios de clase.
Fueron un puntal en la economía y la unidad familiar. Es
que eran y son maravillosas.
Mi cargo de docente ameritaba un título académico por lo
que continué mi preparación en la Modalidad Semipresencial
y de Estudios a Distancia. ¿En qué momento estudiaba?

— 23 —
Cartas de mujeres

Después de la media noche, luego de concluir mi jornada de


maestra nocturna y cuando había evaluaciones, ni siquiera
dormía, permanecía de claro en claro las veinticuatro horas
del día.
Con tanta responsabilidad, a veces no había tiempo ni
para comer, peor aún para llorar; anhelaba intensamente
llorar para lavar mi corazón de la tristeza y la frustración.
Cuántas veces la depresión quiso tomarme cautiva, pero no
fui presa fácil, nunca dejé de luchar, nunca dejé de orar,
nunca dejé de mirar hacia adelante, por ellos, por mis hijos
aún vivo.
Haciendo uso de mi fortaleza continuaba día a día, a veces
llorando y a veces soñando que era una princesa, vestida de
terno azul con cartera y zapato blanco; así muchas veces las
privaciones personales iban a otro plano, la importante no
era yo, era asegurar lo suficiente y necesario para mis niños.
Como todo tiene un propósito en la vida, un día faltó
provisión en la mesa y los niños, a punto de llegar de la
escuela, eran muy buenos comensales. Entonces, pregunté
en el silencio, ¿qué comerán hoy mis hijos? Al rato llegó una
amiga, a la que ayudé en cierta ocasión y me entregó una
bandeja cubierta con celofán. Nunca olvidaré tan delicioso
banquete, ni a mi agradecida amiga. La promesa que nada
me faltaría la llevaba ceñida en mi corazón.
Lo sobrenatural siempre prevaleció sobre los malos y peores
momentos, siempre están esos ángeles representados en
aquellas personas que nos alientan, que nos animan, que
nos levantan, que nos apoyan, que abren caminos en el

— 24 —
Cartas de mujeres

desierto y fluyen ríos de amor y esperanza que extinguen


la soledad.
Crecieron casi solos mis niños. Mi hija mayor hizo el papel
de madre. Aún no le he dado las gracias, espero hacerlo muy
pronto. Añoro no haber podido disfrutar completamente de
la infancia, niñez y adolescencia de mis hijos. Y es que los
recuerdos que tengo son pocos, pero creo son los mejores:
calidad más que cantidad. Cuando de repente logramos
estar reunidos en familia, reímos todos contando las
anécdotas que vivimos.
Después de casi dos décadas, por petición de mis hijos, dejé
mis labores docentes. Mi corazón en dos pedazos tenía que
escoger entre el Ministerio de la Docencia o ver crecer a mis
nietos.
Trabajé como un robot y desperté cuando una voz atrevida,
al cruzar con mis tres hijas un parque de la ciudad, me dijo
suegrita. El tiempo había transcurrido, las niñas estaban
grandes, no había llevado la cuenta, porque, aunque los
hijos crezcan, siempre serán nuestros niños.
Todos profesionales ahora, con sus vidas que llevan un
norte, cada uno con su propio camino, valores morales,
éticos y espirituales, son sus compañeros de ruta, enlazados
el amor filius y ágape que los mantiene apoyándose unos
a otros. Son ellos seres humanos comprometidos entre ellos
con la familia y la sociedad, con un corazón inmenso para
servir y para amar.
Hoy, bordeando las primaveras sin cuenta, parece que fue
ayer que entregué a mis niños pedacito a pedacito, mi corazón

— 25 —
Cartas de mujeres

enterito. Siento que cruzar ese desierto, a veces ardiente, a


veces helado, ha sido de grandes oportunidades. Las espinas
se convirtieron en flores y los abrojos, en ruiseñores.
La recompensa con paciencia hay que esperarla, esperar
siempre esperando. No hay tierra prometida sin antes pasar
el desierto. Galardones y medallas fueron la alegría de cada
uno de mis hijos, fruto de su propio esfuerzo.
Soy el espejo en el que ellos se miran. Un día fui a visitar a
mi hija menor que vive al otro lado del océano. Se esforzaba
demasiado por esos difíciles Kangis del idioma japonés, al
pedirle que reconsidere que su salud era más importante que
sus estudios en artes. Me contestó con sonrisas: “Si usted con
cuántas obligaciones pudo salir adelante, cómo no hacerlo
yo con menos responsabilidades”. Muy callada me quedé y
dije en mis adentros: mi hija es una guerrera. Y la niña se
graduó en Artes, venciendo no solo lo difícil del idioma,
sino la cultura y la distancia que la separa de su familia.
Cuán orgullosa debo sentirme al verme coronada de
triunfos, pero el orgullo no es una cualidad, tampoco es
una virtud. Me lleno de inmenso gozo, soy feliz, amo a mis
hijos y los veo grandes y hermosos como las palmeras que,
aunque el viento sople, no se quebrarán, porque sus raíces
fuertes los sostendrán.
Soy el papel donde esta historia se escribió y el alma sedienta
que un día preguntó, ¿de dónde llegó tanta fortaleza? Isaías
40:31 respondió: “Pero los que esperan en el Señor, tendrán
nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán
y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”.

— 26 —
Cartas de mujeres

Mujer, siembra el bien para segar bendiciones. La semilla


sembrada en tierra preparada da frutos dulces como la vid
y deliciosos como el olivo.
Nunca te rindas, ni te des por vencida, esfuérzate y sé
valiente, no temas ni desmayes.
Cuando pienses que todo está perdido, alégrate, no estás
sola, siempre hay por quién vivir, por quién y por qué luchar.
Mientras más duras sean las batallas, más grande será la
victoria.
Mujeres, tenemos espíritu de guerreras, linaje de guerreras.
Somos y seremos ¡Guerreras por siempre!
Con cariño.
Nesichá

— 27 —
Cartas de mujeres

4. Transfiguración y
autobatalla

- ¿Se considera usted hija no deseada?


- Tal vez.
- ¿Por qué lo dice? - Supongo que ya con cuatro hijas mujeres
mis padres no querrían una más.
- Efectivamente.
La señora de los imanes se muestra irreverente. Me comenta
hechos de mi pasado. Afirma que, según mi campo de
energía corporal, he atravesado por situaciones de tristeza.
Esta mujer, a más de ser especialista en biomagnetismo, es
una especie de psicóloga y clarividente. En aquella sesión de
terapia me colocó un montón de imanes sobre mi ropa. Yo,
recostada en la camilla y escuchando música de meditación,
solo espero un resultado bienaventurado.
Pero doña Nancy me dice que la terapia se trata de eso:
recordar todo lo malo para esfumarlo de nuestro espíritu y

— 28 —
Cartas de mujeres

así renacer cada día. Entonces, regreso a ese caos, justamente


porque, al contrario de lo que piensan muchos, en el fondo
del abismo está la esperanza. Y, así, hoy quiero contarles mi
historia:
Mi relato lo haré bajo el pseudónimo Mayéutica, la hija
benjamina de una familia de siete miembros, seis de ellos
son femeninos.
Las mujeres, en nuestro sano juicio e histeria bien marcados,
somos sujetos de sentir, que nos gusta abordarlo todo con
detalle, comentar nuestros chismes, reír a carcajadas,
enojarnos sin motivo... Es evidente que en una familia
de cinco hijas mujeres todas, en su derecho, deben ser
escuchadas.
Mayéutica perteneció a una etapa en la que para las madres
ocupadas del siglo XX el don de escuchar y la comprensión
eran caducos. ¿Qué saben hoy en día nuestros padres de
nosotras? En ese entonces mi respuesta se reducía a las
calificaciones, la disciplina y las buenas amistades.
Mayéutica era la hija que tenía siempre la palabra acallada,
palabra robada que sus hermanas mayores le arrebataban.
Nunca participó de las decisiones familiares, nunca supo
enaltecer su voz y hacer conocer su universo interno, su
pensamiento. Nunca fue atendida en la vestimenta, sin
embargo, como suele ser normal en las familias numerosas,
se conformaba con los trajes heredados de sus hermanas.
Mayéutica se sentía afectada por esta situación, lo cual la
llevó a ser una chica tímida, silenciosa, víctima de acoso
escolar, nunca logró levantar la mano para participar en

— 29 —
Cartas de mujeres

clases, ni reaccionar en su defensa ante un insulto y, peor


aún, discrepar en un debate, por más buenos argumentos
que tuviera. Algo no calzaba con su psicología y que en ese
tiempo ella desconocía.
La madre de Mayéutica, en su destacada labor de
trabajadora social, ha sido testigo de los casos más
violentos de su localidad. Sabe de hombres, mujeres y niños
afectados por los problemas comunes de la sociedad: droga,
alcoholismo, drogadicción, extorsión, acoso, entre otros.
Mayéutica, a sus 18 años de edad, llegó a comprender que
aquellas personas con las que interactuaba su madre, en
su estado de vulnerabilidad, necesitaban mucho de ella.
Mayéutica sentía que lo correcto era ceder el tiempo de su
madre para buenos fines y lograr la atención a esas personas.
Es por eso que Mayéutica tenía esa paciencia de no exigir
escucha, de que su madre tenía que prestarse a aquellas
misiones sociales, sobre todo en beneficio de las mujeres que
realmente lo necesitaban. Ella optaba por quedarse a solas
en el llanto, de velar por sus propios problemas, sin consultar
con adultos. Su madre nunca conoció sobre algunos de sus
romances y repentinas travesuras ocultas.
Mayéutica logró reprimirse dentro de sí misma. Su imagen
llegó a notarse insegura, sobre todo, en su etapa adolescente
vivía escuchando continuos comentarios de su madre:
- “Estás gorda, mírate, maquíllate, pareces hombre”.
Mayéutica, a más de luchar con sus problemas internos y
adaptarse a la ausencia de su padre que salía muy lejos

— 30 —
Cartas de mujeres

a trabajar, tenía que soportar la agresión de su cuarta


hermana.
Atormentada y llena de complejos, la hermana de
Mayéutica era de aquellas que se desviven por las cirugías
del rostro, reducir medidas, vestirse bien, ganar dinero, ser
emprendedora... Apegarse a los cánones modernos: comer
de vianda, dejar a los niños horas de horas en centros
infantiles, resolver sus llantos dándoles dinero... En pocas
palabras, favorecer al sistema. Mayéutica respetaba aquella
decisión de su hermana, sin embargo, al ver que ella no
supo seguir aquel canon de mujeres que “visualmente”
deben verse bien, su hermana empezó a increparle:
- “No trabajas, no haces deporte, mira esa guata, mira esa
nariz de bruja, esa carrera. ¿No te da vergüenza?”.
Aquellos comentarios significaban lo que en nuestra época
llamamos VIOLENCIA SIMBÓLICA. Aquella violencia
que, según Bordieu, es una especie de agresión indirecta,
no propiamente física. Algo que nuestras madres aún
no comprenden, puesto que en la actualidad la ley sólo
sanciona la violencia física. Y es que ahora no se toma en
cuenta cómo lo verbal puede llegar a afectarnos, sino más
bien cómo las madres deben presentar a sus hijas: con un
título académico, bien vestidas y vírgenes al matrimonio.
Y es que pocas asimilan los nuevos universos por los que
cruzan las muchachitas de ahora, entre ellos zambullidas en
las redes sociales, o como los sueños, por ejemplo, Mayéutica
fue comprendiendo ese amor líquido de hoy en día, ese
concepto de violencia que fue aprendiendo en el transcurso
de su educación autodidacta y conste que no nos referimos

— 31 —
Cartas de mujeres

a aquella colegiatura formal, sino en la propia escuela de


la vida.
Otro factor que afectó a Mayéutica fue la elección de su
carrera universitaria. Al momento, es evidente que las
humanidades han sido discriminadas por el simple hecho
de no otorgar las mejores remuneraciones. Pero, ¿por qué
rayos iba a importar aquello si Mayéutica, aparte de ser
juzgada desde su propia familia, consideraba que su vida
no tenía dirección ni sentido, que sus sueños de ser pintora
nunca habrían de cumplirse por la presión de sus padres?
Mayéutica nunca tuvo capacidad de defensa, de
plantear sus ideas, de estar en desacuerdo, lo cual lo vino
arrastrando desde su niñez cuando su derecho a la réplica
fue burdamente ignorado. Mayéutica fue como aquellas
mujeres que agachan la cabeza y lo absorben todo como la
esponja.
¡Rayos! Pero si tan solo es una joven de 23 años, la edad
adecuada para cumplir los sueños o, al menos, para empezar
a construirlos. Sin embargo, ella nunca pudo decidir,
nunca descubrió lo que en verdad le apasionaba, nunca fue
escuchada… solo se sentía engañada entre sueños ajenos: los
de sus padres.
Mayéutica cayó en una crisis mental y emocional y lo hizo
hasta desconocerse a sí misma. Hasta que un día se despertó
y se dijo: Ya basta. Buscó los mejores medios de ayuda: una
psicóloga, fue al Oriente a beber ayahuasca, practicó el
yoga y sus ejercicios, asistió a los grupos de oración de la

— 32 —
Cartas de mujeres

Iglesia cristiana, hasta que, finalmente, optó por terapias


de biomagnetismo.
Sin embargo, nada de estas alternativas logró convencerla
del todo, ya que de ser así se habría quedado con alguna. En
cada intento, apreciaba lo poco que aprendía. Sabía que su
misión era, justamente, buscar la paz, el bienestar con uno
mismo y con el resto. Es que la gran batalla es siempre con
uno mismo.
- “Cada día soy mejor y distinta” - se decía a sí misma,
mientras doña Nancy le quitaba los imanes, tras culminar
la terapia del día.
- “Hasta mañana, hija mía, que Dios te bendiga”- dice doña
Nancy. Mayéutica se despide y sale de aquella cabaña…
Mayéutica es feliz…
Atentamente,
Mayéutica

— 33 —
Cartas de mujeres

5. Maribel

Empiezo esta carta contando lo que ha sido mi vida desde


mi niñez. Tuve una infancia muy dura, llena de carencias,
con un padre perdido en la enfermedad del alcoholismo y
una madre sumisa, pero, eso sí, muy luchadora. Siempre se
preocupó porque no nos faltara ni a mis ocho hermanos ni a
mí un bocado de comida.
Tuve mi primer amor a los 17 años. Pasamos un tiempo de
novios donde todo era color de rosa, luego nos casamos y
allí empieza mi tortura.
La primera semana de matrimonio fue como un cuento
de hadas, todo puro amor, pero de pronto él comenzó a
cambiar.
La primera vez fue un tirón de pelos. Mientras yo cocinaba,
llegó a casa de mal humor, entonces, le pregunté qué le
pasaba y de pronto me insultó y me agarró de los cabellos.
Por un instante nos congelamos, nos miramos a los ojos y
me pidió perdón, perdón, perdón, me abrazó y me dijo al
oído: “Te amo”.

— 34 —
Cartas de mujeres

No puede llorar. Es que no estaba preparada para ello.


Le dije que se quedara tranquilo, que lo amaba, que era
su compañera y que todo estaría bien. La vida seguía,
todo volvió a la normalidad. Opté por olvidar. Todos nos
equivocamos, pensé.
La segunda vez no me sorprendió. Regresó del trabajo,
callado, de mal humor. Le pregunté: “¿qué pasó mi amor?”.
Me miró, se acercó a mí rápidamente, yo lo esperaba con
la mirada de miedo, entonces, dijo: ¿Tú, eres tonta? ¿Eh?
Mientras me tomaba muy fuerte del brazo, sí, muy fuerte y
me lanzó una cachetada junto con la expresión: ¿Ves lo que
me haces hacer? Y se fue. Me quedé dura un rato y luego
empecé a temblar. Sola en casa me di cuenta que algo no
estaba bien y lamentablemente solo podía aceptar eso.
Silencio y aceptación. Cuando uno se acostumbra a esas
cosas todo se hace normal. Hubo pocos días felices y
también días horribles que me dejaban el cuerpo y el alma
temblando. Estaba presa de la costumbre, pensaba que era
yo la que estaba fallando. ¡Yo! No él. Por eso no lo culpaba
y más bien justificaba sus actos de violencia.
Era una realidad espantosa: muchos golpes, muchos
dolores. Los físicos aprendí a soportarlos; los otros me iban
acabando el alma. Fue muy largo el tiempo que soporté.
Quedé embarazada e inclusive así continuaba el maltrato.
Finalmente, un día tomé la decisión más difícil de mi vida:
abandonarlo. Todo por el bienestar de mi hijo y el mío. “No
te vayas, todo va a cambiar, seré un hombre nuevo, no me
separes de mi hijo”, me dijo.

— 35 —
Cartas de mujeres

Me regresé a la casa de mis padres, sin embargo, él


todos los días llegaba y de rodillas me pedía perdón que,
naturalmente, yo no accedía. Así pasó un año y medio. Me
dediqué a trabajar en el lavado de ropa ajena, cocinando
para sobrevivir junto a mi hijo. Mientras él continuaba en
su empeño de que lo perdonara. Al final accedí y volví con
él.
Vino otra oportunidad que nos la dimos los dos. Todo fue
diferente. Se convirtió en un hombre amoroso, cariñoso,
paciente, es decir, el que siempre quise.
Ahora, juntos tenemos un matrimonio feliz y el maltrato
quedó en el pasado. Él trabaja como chofer y yo en la
casa criando gallinas, cuyes lo cual me genera mis propios
ingresos.
Digo que soy una mujer luchadora porque tuve el valor
de salirme de esa tortura y gracias a eso mi esposo cambió
para bien. Soy también exitosa porque cuento con un hogar
estable con mis propios ingresos. También soy emprendedora
porque hoy por hoy estudio Enfermería.
Soy una mujer luchadora, exitosa, emprendedora…
Saludos,
Maribel

— 36 —
Cartas de mujeres

6. Renacida

Querida hija:
Escribo esta carta para contarte de algo que crees conocer
muy bien, pero únicamente las consecuencias. He pensado
que es conveniente hablar sobre lo que sucedió en medio de
toda esa historia y que ha quedado en mí, en lo profundo de
mi intimidad y que ahora quiero compartir contigo.
En esos 13 días que pasé en estado de coma en el hospital
Isidro Ayora, de Loja, no sé cómo transcurrió ese tiempo
para ti y tus hermanos. Espero en algún momento también
podamos hablar de ello... Voy a empezar desde el instante
en que abrí los ojos de nuevo cuando sentí cómo que había
despertado de un sueño profundo, invadida de un fuerte
sentimiento que no puedo explicar.
En medio de la luz pude ver a tu hermano parado junto a
mi cama, contemplándome en silencio y tuve muchas ganas
de llorar, pero me enduré porque no quería que él se sintiera
mal, no quería que sufriera más porque en el transcurso de
nuestras vidas ya habíamos padecido mucho.

— 37 —
Cartas de mujeres

Cuando el médico me visitó, tras presentarse conmigo


amablemente, me dijo algo que me parece sorprendente.
Me contó que cuando me llevaban en la ambulancia, él me
limpió la sangre del pecho y mi corazón palpitaba tan duro
que hasta le hacía temblar las manos.
Esa confesión me hizo el galeno casi al borde de las lágrimas,
pero yo fui la que lloró primero. Sus palabras hicieron que
por vez primera durante mi recuperación estallara en llanto
y de inmediato me encomendé a todos los angelitos del cielo,
a la Virgen y a Dios. A todos ellos les pedí que quería vivir,
vivir para ver a mis hijos, a mis nietos. Pensaba muy rápido
y de pronto vino a mí un recuerdo de cuando aún eras
pequeña y con tus manecitas intentabas realizar el trabajo
de manualidades de la escuela, que debías entregar para el
día de la madre.
Hija, te ponías a llorar porque se te hacía difícil pegar
adecuadamente unas paletas de helado. Finalmente, el
trabajo lo terminé haciendo yo. En el fondo de esa casita de
palos colocamos la única foto familiar que teníamos, claro
que faltaba la de María y por eso se ros ocurrió poner una
copia de su foto de la cédula, junto a nosotros. Lo importante
era estar unidos. Esos pequeños detalles y esos grandes
esfuerzos representaban todo lo que siempre deseamos: un
hogar y una familia, luchando en la vida para cumplir con
nuestra misión encomendada por Dios y por terminar lo
que empezamos.
Entonces, me dije a mí misma: todavía no me quiero ir,
tengo que vivir un poco más, ¿quién pagaría el préstamo
que hice para construir nuestra casita?, que, a propósito, ya

— 38 —
Cartas de mujeres

no era de palos, sino de hormigón armado y, sobre todo, si


me voy, ¿quién habitaría esa casa?
En medio de la agonía me percaté que todos los días mi
habitación del hospital estaba llena. Recibía las visitas
de ustedes, de mis nietos e incluso de los vecinos que me
llevaban frutas. Ahí me di cuenta que yo sí valía porque
antes pensaba que nadie me apreciaba y que en estos casos
de muerte uno obtiene las respuestas.
Cuando me dieron el alta del hospital, como recordarás,
me recibiste en tu casa, al igual que tus hermanas, y me
cuidaron como yo alguna vez lo hice con ustedes, porque
hasta para ir al baño debía hacerlo como un bebé. Me dolía
respirar y no podía hacer nada.
Cuando empeoré y regresé al hospital me acordé de las
palabras de tu tía Gloria, quien siempre me decía: “sepárate,
ese hombre te va a matar algún día”. Te confieso que varias
veces pensé en dejarlo e irme con cualquiera de ustedes, pero
ya ves no tuve el valor para hacerlo.
Me arrepiento no haberme retirado, aunque esa era mi
casa, pero lamentablemente eso lo hice luego de lo que
pasó. Finalmente, él cumplió con sus amenazas, aunque yo
nunca las tomé en serio. Jamás pensé que un hombre que
vivía conmigo sería capaz de intentar matarme y, aunque
siempre me golpeaba, pensaba que él me quería porque en
mi vida no había conocido otra forma de trato. Llegué a
creer que yo tenía la culpa de sus golpes porque siempre me
lo decía después de sus borracheras…

— 39 —
Cartas de mujeres

Si nunca te enteraste de esto, hija, es porque estaba presa en


mi propia casa. Tu padre me prohibía salir, aunque sea para
visitarte, y me acusaba que tenía amantes, lo cual nunca
fue así. Mi rutina durante muchos años fue humillación,
golpes, perdones, amenazas, moretones, promesas…
Es por eso, hija, que, aunque me encontraba bien atendida en
tu casa y a pesar de tu insistencia, luego de mi recuperación
decidí irme para retomar mi vida. Debía hacerlo para
demostrarme a mí misma que sí podía ser independiente y
feliz. Dios me dio la fuerza, me ayudó tal como yo lo hice
para concluir tu casita de palos. Yo debía continuar mi
misión en la vida.
Al inicio no fue fácil porque nadie me daba trabajo por mi
estado de salud y por mi edad, era muy complicado reunir
el dinero para pagar las deudas y tú sabes que nunca me
gustó quedar mal en eso.
En medio de ello, se acercaba el juicio por intento de
femicidio en contra de tu padre y el día de la sentencia tuve
que volverlo a ver. Cuando lo vi de frente, un sudor frío
corrió por mi cuerpo y temblaba como hoja al viento. Mi
corazón se quería escapar por la misma herida.
Los agentes se pusieron junto a mí para protegerme y los
de la Fiscalía me decían: “no tenga miedo, ahora no está
sola, está acompañada”. Esas frases me tranquilizaron un
poco porque tenía quien me defienda, pero aun así seguía
sintiendo miedo.
Cuando el juez llamó una por una a las personas que sabían
de mi caso, las imágenes de lo que había pasado corrieron

— 40 —
Cartas de mujeres

ante mí como si fuera una película: “cuando llegó ebrio como


siempre, cuando me atacó por la espalda, mi lucha con él
y la puñalada en el pecho, cuando salí a la calle gritando
auxilio y, finalmente, cuando me desvanecí por completo,
junto a una pared”.
Cuando en la audiencia me correspondió hablar, me acordé
de todo. No lo miraba y tenía un nudo en la garganta
porque sentía que debía contar calladita para que no me
escuche, así como me mantuve durante todos esos años de
mi vida… calladita… hasta ese momento...
Tras la sentencia, pude salir nuevamente sola a la calle e
incluso tomé un bus y me fui a buscar trabajo. Fue muy
difícil pero encontré un empleo en Chaguarpamba. Allí
debía cuidar a una adulta mayor. Aunque aún me dolía la
herida y me quemaba el pecho cuando respiraba, mi trabajo
y el cariño tuyo y de tus hermanos me fueron curando.
Pasaba todo el día ocupada y sentía que podía hacerlo
todo, sembraba, cosechaba, ponía el fuego y así ambas nos
recuperamos.
Luego me ofrecieron un trabajo en un restaurante y un día
de diciembre recibí una llamada del dueño. Me acerqué
ilusionada porque yo quería laborar, pero sólo me regalaron
una canasta de caramelos. Mi decepción fue grande. Ese día
solo tenía tres dólares y estaba desesperada, debía cubrir
mis medicinas y los estudios de tu hermano.
Mientras deambulaba por la calle se me ocurrió la idea de
hacer chifles. Fui a casa de tu hermana y le pedí prestados

— 41 —
Cartas de mujeres

20 dólares. Compré una racima de plátano maqueño, aceite


y en el mercado me fiaron un quintal de papa.
El recuerdo está fresco. Un sábado salí con una canasta,
me paré en la calle Mercadillo y vendí cinco chifles. Ya
tenía dinero. Me fui caminando hacia el Parque Infantil, en
donde había un campeonato de fútbol. A las tres de la tarde
regresé a mi casa con la cabeza en alto… Le tengo mucho
cariño a mi trabajo, que es mi vida. Sé que me sacrifico,
pero dando gracias a Dios y a mis chifles siento que tengo
todo.
A mis amigos les digo que trabajemos porque buscando
se consigue y el dinero, aunque con sufrimiento, no tarda
en llegar. Mi sueño ahora es salir adelante en mi trabajo,
hacerlo hasta cuando pueda y si es posible hasta los 80 años,
mejor. Lo importante es vencer el miedo. Ahora, vendo mis
chifles en las calles Bernardo Valdivieso y Rocafuerte. Cada
día tengo más clientes. Le pido a Dios por ellos también.
En verdad, no sé qué pasará cuando él salga de prisión. Mis
amigas me dicen que tendré que irme de la ciudad para
que no me encuentre, pero, sea cual fuera mi decisión, te
aconsejo ahora hija: denuncia, no te quedes callada, porque
el abuso va avanzando. Cuando me contaron que tu esposo
te maltrata, sentí que mi herida se abrió por completo y
empezó a sangrar. Nadie está libre de estos casos y, a su
manera, es una historia que se repite en todo lado. En mis
inicios decía: “si me separo, ¿cómo voy a vivir? Ya cambiará,
pero cada vez es peor”.

— 42 —
Cartas de mujeres

Cuando tú eras niña me golpeó tanto que fue preso unos


días. Estaba decidida a separarme, pero cuando salió de
rodillas me dijo que nunca más volvería a agredirme.
Entonces, me convenció y tras dos meses volvió a lo mismo:
a maltratarme.
Me entiendo ahora y entiendo tu silencio hija, porque uno
se siente cobarde. Yo pensaba que él iba a cambiar algún
día y no fue así. La cicatriz de mi pecho me deja una
lección, traducida en que si hubiera pedido ayuda a tiempo
no habría estado al borde de la muerte.
Doy gracias a Dios, hija mía, por esa experiencia y por estar
viva para contarte lo que me pasó. Caso contrario, tú nunca
hubieras sabido quién fue el asesino, como tampoco habría
podido llegar a ti con este mensaje. Sé que se puede vivir
diferente y, aunque el dolor sea inevitable, se puede dejar
de sufrir si tú decides hacerlo.
Esperaré tu llamada…
Tu madre que te ama…
Esther

— 43 —
Cartas de mujeres

7. La historia
de mi vida

Loja, 25 de abril de 2016


Hola, mi nombre es Zulú, nací el 31 de diciembre de 1978.
Soy madre soltera, tengo dos hijos y esta es mi historia...
Huérfana de madre y de padre alcohólico, soy la séptima
de entre diez hermanos. Desde niña veía cómo mi padre
maltrataba a mi madre y por eso siempre pensé que si algún
día me casaría lo haría con un hombre que no fuera como
mi progenitor.
Mi madre fue una mujer católica, creyente de la Virgen del
Cisne. Siempre nos inculcó la humildad, la honradez y el
respeto. A pesar de lo que mi padre le hacía, nos enseñó a
respetarlo. Considero que mamá, después de todo, fue una
santa. Con ese optimismo que le caracterizaba, decía que
algún día todo cambiaría y vaya que tuvo razón. Hoy está
mejor junto al Padre celestial.

— 44 —
Cartas de mujeres

Mi vida de equivocaciones y sufrimientos empieza a los 17


años cuando cursaba el segundo año de bachillerato. Fue
ahí cuando conocí al padre de mi primer hijo, me enamoré
perdidamente, fue mi primer amor, me entregué a él sin
medir las consecuencias, no pensé en nada, solo actué por
impulso.
Quedé embarazada y cuando supo de aquello lo negó, no
quiso saber nada de mí ni de mi hijo, insinuándome que
no debía tenerlo y que más bien me ayudaría para que
no naciera. Así, decidí tenerlo sola. Ahí fue cuando me di
cuenta que no era verdad todo lo que me decía y que nunca
me quiso como yo pensaba. Él era un poco mayor para mí y
creo que tan solo fui su pasatiempo.
Cuando le conté a mi madre le causé un gran dolor, pues
tenía mucho miedo a la reacción de mi padre. Es que era un
machista que siempre maltrataba a mamá y muy agresivo
con todos sus hijos. Todos mis hermanos y hermanas eran
casados, a diferencia de mi hermano el último y yo, que
éramos los únicos que vivíamos en la casa con ellos.
El tiempo pasó y mi hijo tenía ya tres años. Pensé darle
una vida mejor a mi madre y, sobre todo, a mi pequeño
hijo, entonces, decidí viajar a España, dejándolo con mi
madrecita. Pasaron ocho días y de pronto una llamada me
informó que la autora de mis días había fallecido.
En ese instante no sabía qué hacer, no tenía dinero para
regresarme y sentía mucha angustia al saber que mi hijo
se quedó solo y desamparado. Lo único que podía hacer era
esperar hasta el día en que tenía el boleto de regreso, pero

— 45 —
Cartas de mujeres

mientras pasaba el tiempo crecía más mi angustia, el dolor


me estaba matando lentamente, lloraba todos los días, no
tenía trabajo, pasaba contando las horas para estar con mi
hijo. Hasta que por fin llegó el día tan esperado en el que
regresé de nuevo a mi tierra y cuando ya estuve aquí sentí
un alivio, no me importó si no tenía dinero o trabajo, pues
me sentía acogida en mi patria.
Llegué a mi pueblo, sentí un silencio total, avancé hasta mi
casa y encontré a mi padre tirado en el piso y en completo
estado de embriaguez. Se había vuelto un alcohólico desde
el día en que mi madre, de tan solo 55 años de edad, lo
había dejado solo. Traté de comprenderlo día a día haciendo
todo lo posible para que se alejara de aquel vicio, pero fue
imposible.
Pasó un año y de nuevo me volví a ilusionar de un hombre,
a quien conocí y de quien pensé me haría compañía para
siempre, dado que me sentía sola, sin rumbo, no sabía qué
hacer con mi vida. Pero, me equivoqué creyendo otra vez en
el amor. El golpe fue más duro que el primero.
No conocía mucho de su vida, solo lo que él me decía y
lo que yo podía ver. Todo iba bien hasta cuando quedé
embarazada. Fue al octavo mes que comenzó a alejarse y
como era militar y con el pretexto que lo enviaban lejos
ya no llegaba y cada vez se distanciaba más, hasta que un
día desapareció por tres meses y regresó cuando ya había
nacido su hijo.
A su retorno, me increpó por haber tenido un hijo con otro
hombre, a pesar que así me había conocido. Me dijo que por

— 46 —
Cartas de mujeres

eso no podía hacerme su esposa y que además él ya tenía un


hogar antes de conocerme y que se haría cargo de su hijo,
pero que de mí ya no quería saber nada.
Qué dolor más grande sentí al saber que de nuevo me volvía
a equivocar, que caí y tropecé con la misma piedra, pero esta
vez el golpe fue más duro al saber que otra vez entregue mi
corazón a una persona, a quien no conocía bien y que era
un hombre que tan solo jugaba con mis sentimientos, que
no le importó dejarme destruida, fracasada, totalmente en
el piso y con el corazón destrozado, con dos hijos bajo mi
responsabilidad.
Lo más duro fue cuando mi padre se enteró que el progenitor
de mi segundo hijo era casado. Desde ese momento, todos
los días, me maltrataba y me agredía verbalmente. Yo
seguía ahí, no tenía a dónde ir, estaba con mi hijo recién
nacido y el otro de cuatro años. A veces no le hacía caso
porque pensaba que como estaba bajo los efectos del alcohol
no sabía lo que hacía. Un día, sin estar ebrio, me agredió
físicamente y me dijo que me fuera de su casa.
A veces, en horas de la noche, tenía que ir a pedir albergue
donde las vecinas y lo hacía con mis hijos en brazos porque
me cerraba las puertas. La situación llegó a extremos y mi
padre hasta me arrojaba piedras y me amenazaba con su
escopeta. El pedido siempre fue que abandonara la casa.
La verdad es que no sabía qué hacer, estaba sola, mis
hermanos poco o nada les importaba mi situación. Desde
que murió mamá cada quien vivía por su lado, sin
interesarse el uno por el otro. Además, decían que la culpa

— 47 —
Cartas de mujeres

era mía por tener hijos sin haberme casado. Me dolía tanto
saber que estaba sola y que traje al mundo a dos inocentes
a sufrir sin padre, sin un hogar, sin una familia que me
apoye, sin una madre que me aconseje. Hubo momentos que
hasta pensaba en que mejor sería morirme, pero, al mismo
tiempo, mis hijos con sus caritas tan tiernas e inocentes, que
solo dependían de mí para ser felices, me inspiraban para
llenarme de fuerza y luchar por ellos.
Pero un día llegó la calma a mi corazón y pude pensar con
claridad y valentía. Dejé de estar solo lamentándome y
decidí irme del pueblo donde vivía. Salí a buscar con mis
hijos una vida nueva en la ciudad. Al principio fue muy
duro porque no encontraba un trabajo en donde pueda
estar con mis hijos. Arrendé una habitación en casa de mi
hermana y lo ingresé a mi primer hijo en el jardín y al
segundo en una guardería.
Me empleé a medio tiempo y el sueldo solo nos alcanzaba
para sobrevivir y cancelar el arriendo. El padre de mi
segundo hijo nos ayudaba económicamente cuando podía
o, mejor dicho, cuando quería. Así pasaba mi vida y la de
mis hijos, golpeada ahora por las necesidades.
Un día tomé la decisión de iniciarles juicio de alimentos
a los padres de mis hijos. Tenía mucho miedo de hacerlo
porque había intentado antes con el padre de mi primer
hijo y perdí dos demandas, además me faltaba tiempo para
estar tras de los abogados, no tenía dinero para pagar un
defensor privado y porque, en lo principal, en ese entonces
la familia de él se creía poderosa e influyente y su hermano

— 48 —
Cartas de mujeres

era su abogado y yo simplemente solo dependía de los


defensores públicos y de su voluntad.
Pero, a pesar de todo, nada me detuvo para volver a empezar,
todo pensando en una lucha por los derechos de mis hijos.
Encontré a un abogado, de esos que son escasos hoy en día,
a una persona humana, luchador por la justicia. Me lo
recomendó la jefa con quien yo trabajaba y después de dos
años de intensa lucha obtuvimos los frutos esperados. Le dio
su apellido a la fuerza, aunque eso no me importaba mucho,
sino la pensión que le fijó el juez.
Sé que a mi hijo le hacía falta tener un padre, pero también
era necesaria su ayuda y si él no lo quiso por lo menos que
sepa que tiene una responsabilidad con su hijo.
Pienso que esto fue mi primer éxito al que lo sentí con
mucha satisfacción. Con el padre de mi segundo hijo no
tuve muchos inconvenientes. Pero no me quedé ahí y esa
batalla ganada fue el inicio de otras más, aunque para mí
todos los días eran de lucha.
Pasaron unos años y mis dos hijos ya estaban en la escuela.
Trabajaba a tiempo completo y en verdad era muy duro
no verlos todo el día, sin saber qué hacen. Los dejaba
encargando con mí Dios, que fue mi apoyo incondicional.
Tenía que luchar contra el tiempo para llegar a dirigirles
sus tareas, antes que se durmieran. Tenía que hacer muchas
veces hasta de doctora, profesora y hasta plomera para
arreglar las travesuras que hacían. La tarea de ser padre
y madre cada vez era más pesada y me sentía mucho más

— 49 —
Cartas de mujeres

responsable de ellos, ya que cada día iban creciendo y era


mucho más duro educarlos.
En el transitar de la vida encontré a muchas personas
buenas, algunas con las que trabajaba y que me apoyaron
dándome un tiempo para que estudie y otras que en forma
desinteresada me respaldaron dándome un consejo, un
abrazo que para mí eran necesarios y levantándome el
ánimo para que siga adelante. Hasta hoy les estoy muy
agradecida porque por ellas aprendí que la vida es llevadera.
Si uno se propone nada hay difícil. Solo es cuestión de fe.
Luego, ingresé a estudiar. Es que solo me faltaban dos
años para alcanzar mi título de bachiller, quería aprender
para poderles enseñar a mis hijos por lo menos sus tareas
escolares. Al fin lo logré con gran sacrificio. Era una de
mis metas que me había propuesto al llegar a la ciudad:
graduarme de bachiller. Para mí fue un éxito más.
Posteriormente, cursé una tecnología de tres años,
graduándome en Secretariado en Gestión Contable. Ello me
ayudó a tener una mejor calidad de vida, económicamente,
para mi familia. Hoy vivo en mi propia casa, claro no es la
de mis sueños, pero es el lugar donde mis hijos viven felices,
sin que nadie les prohíba nada y donde yo puedo sentirme
realizada e independiente.
Mi primer hijo tiene diecisiete años de edad y está en el
último año de bachillerato; mi segundo hijo, de doce, cursa
el noveno año de educación básica.
Me siento feliz con mis hijos. He tenido sufrimientos pero
también me han dado muchas alegrías y cada éxito de ellos

— 50 —
Cartas de mujeres

lo siento como si fuera mío. Sé que mis hijos son el legado


más grande que Dios me dio y que con esfuerzo cumpliré
con la misión que él me encomendó.
Aquí estoy de pie y con la frente muy en alto para continuar
con los retos que la vida me da. Pienso que todas las
equivocaciones que he tenido me han servido para crecer
y ser una mejor persona y gracias a los padres de mis
hijos aprendí que el estar sola no es malo y más bien es un
tiempo en donde uno reflexiona para no volver a cometer
los mismos errores del pasado y para que cuando llegué el
momento saber a quién se le entrega el corazón.
Queridas amigas, solo quiero decirles que como personas
podemos cometer errores, pero es nuestra obligación
enmendarlos, levantarnos y seguir adelante. No dependamos
de nadie para ser felices, busquemos nuestra propia dicha y
aceptemos que nos equivocamos, aprendamos a perdonarnos
a nosotras mismas, pidamos perdón a quienes hayan sufrido
por nuestras consecuencias y empecemos de nuevo. Hoy es
el mejor momento para continuar hacia la conquista de un
mañana mejor...
Atentamente
Zulú

— 51 —
Cartas de mujeres

8. Historia de una
campesina

Nací en el barrio Suro, de la parroquia Yangana, en un


hogar humilde. Mis padres fueron agricultores, soy la
decimoprimera de 16 hermanos. A los siete años de edad,
ingresé a la escuela, que quedaba lejos y tardaba dos horas
para llegar por un camino de herradura.
En la casa no teníamos ni luz ni agua y mi papá nos llevaba
a bañar en la quebrada a las cuatro de la mañana, mientras
mi mamá preparaba el desayuno que siempre era mote con
porotos, zarandaja o arveja y un jarro de chapo, compuesto
de agua de cedrón, gualigua o naranjo dulce con máchica,
y de fiambre nos enviaba máchica con dulce, mote o yucas
con poroto.
En la escuela se estudiaba en dos jornadas. A la hora del
almuerzo me iba donde una señora y le traía agua del río
para que, a cambio, me regale comida. También acudía a la

— 52 —
Cartas de mujeres

esposa de un militar, a quien le ayudaba a lavar la ropa de


su bebé y me regalaba una peseta.
Mi mamá siempre decía: “Hay que doblar el lomo y trabajar
para poder comer”. Todas las tardes, luego de clases o los
fines de semana, teníamos obligaciones que cumplir, entre
ellas, llevar yerba para los cuyes, transportar leña, guardar
los borregos, cocinar para los peones, entre otras.
Mis padres siempre nos inculcaron buenos valores, entre
ellos a ser de palabra, la honradez, la fe en Dios, a trabajar.
Nos decían: “ver, oír y callar para del mundo gozar”. Los
domingos que iban a misa del pueblo lo hacían con mis
hermanos mayores, en tanto que a mis hermanos menores
y a mí nos dejaban con alguna tarea, que iba desde moler
achiote en el batán, pelar maíz, tostar y moler café, barrer
la casa, hasta hilar o tejer.
En Yangana estuve hasta mediados del quinto grado,
luego hubo la creación de la escuela en nuestro barrio y
me cambié hasta concluir, mientras que para el sexto fui
a estudiar en el barrio Comunidades, donde vivía con la
profesora a quien le ayudaba en las tareas de la casa y de
paso que aprendía y me daba la alimentación.
No tenía zapatos y tenía que esperar los de mi hermana
mayor que le queden pequeños para recién calzármelos, pero
como yo tenía el pie grande, entonces, irremediablemente
había que cortar las puntas y parte posterior para adecuarlos
a mi pie.
Mi primer par de zapatos me compraron el día de mi
primera comunión y luego, casi a los nueve años, tuve unas

— 53 —
Cartas de mujeres

chancletas de caucho. Indudablemente me puse muy feliz.


Un día, mientras lavaba ropa ajena en Yangana, cayó una
de ellas al río, entonces, escondí la otra en el soberado para
que mi mamá no se dé cuenta, pero, al final, se enteró y me
dijo que me la sacaría del lomo.
Desde los nueve años, aproximadamente, se me ocurrió
vender para ganar dinero, entonces, empecé a preparar
fresco con empanadas y comerciar en la cancha de mi
barrio. Mi mamá me castigaba porque no estaba de acuerdo
con lo que yo hacía, sin embargo, continué en la tarea. Creo
que las empanadas no me salían tan bien, pero, igual, se
vendían todas, al igual que el fresco de esencia de vainilla,
acompañado de colorante rojo y azúcar o panela, limón o
naranja. En fin, me ganaba unos centavos.
En vacaciones tenía que rallar achira para el chuno de los
bizcochuelos, cortar cebada, cosechar café, maíz, zarandaja,
arveja, y todos los días ir a ordeñar las vacas, ir al cerro con
mi papá, aparte de guiar la yunta cuando él araba la tierra
para sembrar.
Recuerdo mucho la vez que les di un susto a mis papás
cuando por la lluvia creció en exceso la quebrada Tuco Tuco
y como no pude pasar me fui donde una prima al barrio
San Gabriel. Allí dormí.
Mis padres fueron a verme y encontraron la quebrada igual
muy crecida, entonces, pensaron que me había ahogado y
fueron a buscarme con mucha gente, incluso arreglaron la
casa para el velatorio, pero vaya sorpresa que se llevaron
al encontrarme sana y salva yendo a la escuela al día

— 54 —
Cartas de mujeres

siguiente. Pensé que me castigarían, pero de la alegría de


encontrarme me perdonaron.
Tras concluir la primaria, me dediqué a las labores
domésticas, agrícolas, pero como me gustaba ganar dinero
y manejar mis propios ahorros elaboraba pan con conserva
para vender. Mis hermanos me arrebataban el dinero y por
eso lo escondía en el tubo de la escalera de guadúa. Allí
siempre estuvo seguro.
Quise estudiar pero mi mamá me decía que no porque “soy
muy chiva”, que ella no lo hizo y no por eso le faltaba la
comida. Mis hermanos no habían concluido la primaria
y por ello tampoco apoyaban mi idea y me causaba
sufrimiento y me ponía a llorar.
Al saber esto, una profesora ofreció ayudarme para que
trabajara y estudiara, pero mi mamá no aceptó y como yo
seguía con la idea me dio una paliza y a la par me dijo:
“Ya te di el fiambre, ahora sí ándate”, entonces, pensé ya
me puedo ir y fui a obtener la partida de nacimiento en el
pueblo, aunque ello me significó un nuevo castigo.
Un día pensé: “Con el primer hombre que llegue a la casa y
me diga algo me caso para irme de aquí”. Así, a los 15 años
me casé y a los 16 tuve mi primer hijo y, enseguida, dos
más, de tal manera que tenía que caminar con uno sobre
la espalda, otro en gestación y un tercero que caminaba
aún despacio, incluso así me daba abasto para llevarle el
almuerzo a mi marido y a los peones, dar de comer a los
chanchos, cuyes y gallinas, transportar agua del río, cocinar
con leña, entre otras actividades.

— 55 —
Cartas de mujeres

Me gustó siempre el emprendimiento con el fin de mejorar


nuestros ingresos, por ello montamos una tienda pequeña en
el barrio donde vivíamos, además preparaba seco de pollo,
empanadas con café, faenaba chanchos, elaboraba pan,
siempre alternando y viendo qué es lo que más se vende o le
gusta a la gente.
Mientras tanto mis hijos fueron creciendo y como toda
madre quise lo mejor para ellos. Les di mucho cariño,
siempre jugaba con ellos y los trataba con paciencia, quería
darles lo que yo no tuve y que fueran lo que yo no pude ser.
A pesar de ser varones, les enseñé desde niños a participar
en las actividades domésticas, distribuyendo las tareas de
lavar, barrer, cocinar, de acuerdo a lo que podían hacer por
la edad y también realizar actividades agrícolas con mi
esposo.
Asimismo, adquirimos una refrigeradora a kérex y
elaborábamos bolos, ello era algo nuevo y novedoso en el
barrio. Mis hijos recorrían todo el sector vendiendo bolos y
pan. Así, ellos también aprendían a ganarse su dinero.
Como la necesidad le permite a uno desarrollar habilidades,
aprendí a coser ropa para mis hijos y luego me convertí en
la costurera del barrio. También sabía inyectar y cortar el
cabello, cuyas actividades me dejaban ingresos económicos
adicionales.
Pensando en la superación de mis hijos, nos fuimos a vivir
en la cabecera parroquial. Allí emprendí en una nueva
tienda, donde, además, vendía ropa y comida y poco a poco
fuimos incrementando y variando el negocio, llegando a

— 56 —
Cartas de mujeres

tener incluso una farmacia pequeña y la distribución del


gas en la parroquia.
Como el negocio ha sido mi pasión, me esmero cada día en
atender bien a mis clientes, a cumplir con los proveedores, a
variar los productos, a mantener abierto el local de acuerdo
a la demanda y, sobre todo, a servir, porque el negocio no
solo es vender, también es una oportunidad de servicio, por
eso considero que debe ser fruto de ello que nos ha permitido
crecer y mantenernos hasta ahora. Siento que tenemos
mucha confianza y preferencia de los clientes.
Además, como mujer me ha gustado involucrarme en
el desarrollo de la comunidad, pese a que a veces parece
que no hay tiempo, he tratado de buscar un espacio y he
participado como integrante de comités pro construcción,
comités de fiestas, grupos de apoyo social, consejo pastoral,
comité local de salud.
De igual forma, me gusta la danza, soy integrante de
un grupo de danza de adultos. También me fascina la
actividad física, juego ecuavoley de dos a tres veces por
semana, participo en dramatizaciones y sainetes para las
fiestas barriales y de parroquias vecinas que nos invitan.
Un punto importante en mi historia ha sido siempre
emprender junto con mi esposo y como familia. Cuando
mis hijos estaban grandes también su punto de vista era
tomado en cuenta. De esta manera, los bienes que tenemos
y lo invertido en la formación de ellos ha sido fruto del
trabajo constante y sacrificado.

— 57 —
Cartas de mujeres

Hoy vemos que nuestro esfuerzo ha dado resultados. Tengo


un hijo médico, un policía y otro montó su propio negocio.
Los tres están casados, por tanto, mi familia ha crecido.
Tengo tres nueras y siete hermosos nietos.
La vida me ha regalado muchas alegrías, pero también
tengo claro que la vida no solo es eso. Me ha tocado
pasar momentos duros desde la pérdida de seres queridos,
quebrantos de salud, dificultades en el hogar, problemas
económicos, pero, gracias a Dios, siempre con su fortaleza
he superado y siempre mirando hacia adelante.
Tengo problemas de diabetes e hipertensión, que mantengo
tratamiento permanente, pero que no me detienen y por eso
me gusta mantenerme activa siempre.
Fruto del trabajo, esfuerzo y empeño que pusimos en el
hogar, contamos con casa, terreno y negocio propios, pero,
sobre todo, me siento realizada y orgullosa por cuanto mis
hijos han alcanzado sus metas. Son hombres de bien y con
ello puedo decir que tengo una familia feliz y disfruto de la
amistad y el cariño de mis vecinos y amigos.
La Sureña

— 58 —
Cartas de mujeres

9. Diario de una
inmigrante

Mujer, cuando concluyas de leer estas vivencias, espero


poder llegar a tu corazón con un mensaje de amor, dignidad
y superación, sin que importen las circunstancias, porque la
palabra clave es SÍ SE PUEDE. Las barreras te las impones
tú.
Nací en la parroquia Vilcabamba, un pueblo pequeño donde
la vida transcurría tranquila. La mayor preocupación de
mis padres fue que creciéramos con buenas costumbres y
principios morales.
La preparación primaria y secundaria la realicé en mi
pueblo y la superior en la ciudad de Loja. Por esa razón,
tuve que dejar el lugar donde había nacido y a mis seres
queridos que me dieron la fortuna de tener un hogar donde,
quizá, faltaba el dinero, pero abundaba el amor. Hoy ellos
ya no están, pero desde el cielo me protegen para cumplir
mis ideales.

— 59 —
Cartas de mujeres

Brevemente quiero manifestar lo que hasta hoy ha sido mi


vida. A los 15 años apareció mi primer amor, qué bonito fue,
teníamos la misma edad, estudiábamos juntos y nuestro
romance duro 10 años. Cuando cumplí 25 años realizamos
la gira de egresados y era costumbre que cuando yo llegaba
él me esperaba.
En esta ocasión, él no estuvo, lo cual me preocupó, sin
llegar a desesperarme, pero, como en “pueblo chico infierno
grande”, a las pocas horas me enteré que se había casado
con otra. La jovencita quedó embarazada y era menor de
edad. Ante esta situación, mi vida cambió para siempre.
Comenzó una nueva historia con la que quiero llegar
a ti, mujer. Como era de esperarse, empezó el acoso y
arrepentimiento, las mil disculpas por parte de él, pero
gracias a los principios que me inculcó la humilde mujer
que era mi madre, sin mucha preparación académica, pero
con grandes valores con los que supo liderar nuestro hogar,
me enseñó que la dignidad no es negociable; entonces, jamás
me doblegué ante el dolor y la humillación.
Después de sufrir y llorar, como cualquier ser humano
sensible ante las circunstancias, un día me levanté, me
sacudí el polvo y dije: “Pa’lante, vive gente en casa de
concreto y vista al mar”. Entendí que el mundo continúa,
que debía luchar no solo por mí, sino por esa hermosa
familia constituida por mis hermanos y mis padres.
Somos cinco hermanos. Todos estudiábamos en la
universidad. La situación económica de mis padres no era
la mejor y todos debíamos trabajar en lo que fuera para

— 60 —
Cartas de mujeres

cubrir nuestros gastos. Era un mano a mano familiar, un


hermoso ejemplo de lucha por la superación, que era en lo
que se basaba nuestra familia.
Mientras el tiempo pasaba comencé a pensar que mi
vida debía ser de otra forma y un 23 de septiembre de
1989 emprendí mi viaje a Nueva York. Sin nada más que
mi maleta, con poca ropa, pero sí cargada de sueños y
esperanzas, pensando en un futuro mejor, partí de mi suelo
ecuatoriano sin conocer a nadie, ni hacia donde iba, solo
tenía un número de teléfono de amigos que no había visto
años. Mi Dios, como siempre, fue tan generoso y al marcar
ese número hubo respuesta al otro lado de la línea, luego
llegaron a brindarme ayuda. Que el Señor los bendiga
porque ellos fueron los ángeles de mi guarda.
Al día siguiente ya estaba trabajando. Empecé en una
fábrica de ropa y conforme pasaban los días más me
sorprendía de la suerte que tuve y podía darme cuenta de
la actitud de la gente, la indiferencia, cada quien tenía que
buscarse la vida como podía, había de todo: buenos, malos,
educados, mal educados, por algo es la capital del mundo.
Era muy duro para mí y poco a poco fui entendiendo que
para sobrellevar aquella situación tenía que adaptarme
a las costumbres de ese país, y así lo hice, sin perder mis
valores y costumbres porque considero que no tienen fecha de
caducidad, siempre persisten cuando hay buenos cimientos.
Cuando llegaban las cartas de mis familiares constituían el
mejor aliento para mi alma y cubrían de calor mi cuerpo
que sentía frío de esa ciudad tan helada y distante. En ese

— 61 —
Cartas de mujeres

trajinar conocí al hombre que después llegó a ser mi esposo.


Volví a vivir aquellos momentos hermosos que un ser
humano comparte en pareja, a pesar de tener a esa persona
a mi lado trabajaba más de 12 horas diarias, semanas
corridas.
Había conseguido un nuevo trabajo que pertenecía a la
ciudad y tenía más ventajas, tanto en horas de labor como
en salario. Gracias a este esfuerzo logré alcanzar el sueño
americano: tener mi primera casa en Nueva York y que con
mucho esfuerzo lo alcancé.
Luego disfruté de muchas satisfacciones personales: viajes,
carros de lujo amoblados de primera, cuentas de banco,
muchos amigos, compadres, felicitaciones, en fin, todo lo
que el dinero puede dar, pero jamás perdí mi horizonte y el
porqué estaba allí.
Un día, como cualquier otro, miré a mi alrededor y dije:
“Dios mío, gracias por tantas bendiciones”; sin embargo,
había un vacío en mi corazón y me pregunté, ¿quién carajo
soy yo para que Tú me hayas dado todo esto, mientras hay
niños que no tienen que comer?
A partir de ese día prometí compartir lo poco o mucho
que pueda tener. Desde entonces, cada día libre que tenía
visitaba los Flea Markets para comprar ropa de segunda en
buenas condiciones y al día siguiente madrugaba a preparar
el desayuno para salir a recorrer los puentes de Brooklim,
Bronx, Astoria, lugares donde mis hermanos hispanos se
aglomeraban para que alguien les dé una oportunidad de
trabajo, muchos de ellos no tenían ni para un desayuno o

— 62 —
Cartas de mujeres

ropa para cambiarse, pero sí una familia que esperaba algo


de ellos en sus países de origen. Similar a lo que vemos en
nuestra ciudad en el parque central.
A partir de ese momento me sentí mejor realizando estas
actividades de ayuda a quienes necesitaban. De pronto,
llegaron a mi vida dos seres lindos: Pity y Pinina. No eran
mis hijos, sino dos mascotas que se convirtieron en mis
grandes amores y amigos. La suerte me seguía sonriendo y
pude adquirir mi segunda propiedad en Miami y tener mi
propia compañía de construcción. Fue mi más grande reto
liderar un trabajo que hasta el momento se pensaba que era
solo para hombres.
Tuve muchas dificultades por esos conceptos que conllevan
a pensar que somos el sexo débil, pero con el tiempo y
demostrando que en este trabajo no solo funciona la fuerza
física sino el poder de organización, con amor y dedicación
logré ganarme el respeto y la confianza de quienes estuvieron
ayudándome en este gran proyecto. Como mujer sentí una
gran satisfacción.
Mientras disfrutaba mis logros, no me di cuenta en qué
momento la persona que estaba a mi lado dio un cambio
de 360 grados. Aquel ser humano humilde y caritativo
desapareció. Todo lo que con esfuerzo y con ayuda de Dios
habíamos conseguido lo comenzó a utilizar por el lado
equivocado para presumir y humillar a quien no tenía.
Al darme cuenta de todo esto luché y de verdad lo hice
como una guerrera, quería cambiar a aquel hombre que fue
maravilloso pero no lo logré. Tuve que tomar decisiones muy

— 63 —
Cartas de mujeres

duras porque estoy convencida de que el sentimiento más


negativo en una persona es la arrogancia, la prepotencia,
que definitivamente no tolero, menos aún cerca de mí.
Con el corazón aún dolido por la tristeza decidí continuar
mi camino sola. Fue difícil. Lo conseguí. Luego, convertí
mi casa en una posada para personas que llegaban
especialmente por la frontera y que lo hacían solo con la
ropa que llevaban. Allí pensaba qué hubiera sido de mí si no
salían en mi ayuda estas personas, mis ángeles de la guarda.
Es necesario decir “para los incrédulos ellos existen”.
Pasaron 23 años. Había logrado mi sueño, a pesar de haber
salido de un pueblo tan pequeño. Entonces, surgió la idea
del regreso ya que nunca dejé de extrañar a mi familia, mi
tierra y todos los recuerdos de mi vida anterior. Un 10 de
febrero de 2012 llegaba a mi tierra decidida a quedarme, qué
felicidad sentí y en mi mente el deseo de continuar adelante
buscando un nuevo sueño.
Siguiendo con mis metas trazadas, emprendí en un nuevo
trabajo y así monté una fábrica de muebles en Cuenca para
distribuir a diferentes ciudades. Como siempre tuve éxito,
pero mi mente estaba centrada siempre en la ayuda al más
necesitado y por ello comencé a buscar grupos que tuvieran
esta vocación de querer servir a los demás. El Todopoderoso
me puso frente a seres maravillosos con los que llevamos ya
casi cuatro años realizando actividades hermosas.
La sorpresa más grande fue encontrarme con jóvenes llenos
de amor y ganas de servir, seres comprometidos con esta
causa y con un corazón tan grande que no escatiman

— 64 —
Cartas de mujeres

esfuerzo alguno cuando se requiere su colaboración. Han


ido integrándose muchas personas y logramos conformar
sólidos grupos de trabajo al servicio de la comunidad,
especialmente de la más vulnerable.
Actualmente y como ser humano mi salud se encuentra
resquebrajada, a causa de un diagnóstico de cáncer, pero
con el apoyo y cariño de mi familia, amigos, principalmente
con la bendición de Dios y mi gran optimismo, saldré
airosa de esta situación, ya que estas personas me dan
fuerza suficiente para seguir y la mayor ilusión que tengo
es continuar con mi labor iniciada, la cual me ha dado mis
más grandes satisfacciones.
Gracias a Dios estamos en un momento en el que se está
reconociendo nuestra labor, y disfrutando de la satisfacción
que produce el poder servir a nuestros semejantes. Todo
cuanto he logrado ha sido gracias a ese primer paso que
di al salir en busca de una mejor oportunidad de vida,
manteniendo siempre intactos mis valores. Creo que esto
es el mejor homenaje que he podido rendir a mis padres, mi
familia y mi pueblo.
Pese a todo, estoy viviendo mi mejor momento porque lo que
se siente el poder ser útil a quienes necesitan es indescriptible.
Me faltarían palabras adecuadas para expresarlo, al menos
lo siento así. Quiero llegar a los que pueda con un mensaje
de amor, sentimiento que debe primar en el ser humano,
porque considero que el éxito no se mide por cuántos títulos,
reconocimientos o dinero tengas, sino cómo has vivido y
cómo has logrado balancear tu vida sin perder el horizonte,
siendo feliz tú y luchando por la felicidad de los demás.

— 65 —
Cartas de mujeres

Espero que esta síntesis de mi vida en un país lejano sea


considerada como el fruto del esfuerzo, trabajo arduo y
decisión de una persona que rompió barreras buscando
mejores días para ella y su familia. Y vaya que lo logró…
Diario de una inmigrante

— 66 —
Cartas de mujeres

10. Milagro de vida

Las mujeres somos multicromáticas y multifacéticas,


palabras compuestas que significan mucho ya que vemos
la vida de manera diferente. Las mujeres venimos en toda
talla, modelo, matices y estilos, y cada una tenemos una
historia que contar.
Mi historia comienza luego que mi madre pasara por un
alumbramiento difícil y al no poder nacer mi primer milagro
de vida sucede. Dios me concede la vida para gozar de un
regazo familiar y crezco en un ambiente de plenitud. Soy
una niña normal, llena de muchas ilusiones, siempre bajo
el amparo y la protección de mis padres y mis hermanos.
Casi distantes en edad y actividades propias de cada uno,
fue surgiendo la unión familiar y comenzaba a luchar y
superar los retos que me imponían las obligaciones escolares.
Un día normal como éste mi familia se diluye como el agua
y el azúcar. Yo sin saber que era lo que sucedía dentro de sus
vidas me sentía extraña y lejana de la realidad, mis padres

— 67 —
Cartas de mujeres

toman el valor de disolver la unión que por tantos años se


prometieron ante un altar.
Pasan esos días oscuros y tristes sin pensar que luego de dos
años de ausencia de mi padre, encontrándome en la etapa de
mi adolescencia, enfermé gravemente, postrándome en una
cama. Desde mi casa cumplía con todos los compromisos
estudiantiles, al mismo tiempo que me tocaba luchar por
mi estado de salud. En esos momentos difíciles contaba con
el amor incondicional que solo una madre puede tener a
una hija, la preocupación de hermano, la poca comprensión
de mi hermana y la indiferencia de mi padre ante esta
situación.
En esos días de lucha me acompañaba una estampa del
Divino Niño, que era el único testigo de las cosas que sentía
y que pasaba dentro de esas cuatro paredes, cuando apenas
tenía 16 años. En la desesperación de salvar mi vida, mi
madre toma la decisión de llevarme a Quito para someterme
a un tratamiento muy costoso, dado que mi salud se
deterioraba cada día. Ella trabajaba día y noche, sufría en
silencio para que yo contara con una buena calidad de vida.
Superé esa crisis, terminé mis estudios del sexto curso y
junto con las personas cómplices de mis días de enfermedad:
mi enamorado y 22 compañeras que sin entender mi
situación, tenían un corazón grande. Así me llevaron de
la mano a ese gran día... todas cumplimos con uno de los
sueños que tiene todo ser humano: graduarnos. Con ese
apoyo logré sobrellevar mis días luchando con mis dolores,
mis medicinas y mis estudios. Pasaron cuatro años de
tratamiento viajando cada 15 días a la Capital.

— 68 —
Cartas de mujeres

En ese entonces iba al quinto módulo de la Carrera de


Contabilidad y Auditoría. La vida me ve de forma diferente.
A los 21 años contraje nupcias con mi novio, mi compañero
de batallas, él fue y sigue siendo el paño de lágrimas en
estas adversidades de la vida. Siendo los dos estudiantes
universitarios, recién casados, contábamos con el apoyo de
mi madre y mis suegros. Los ingresos no eran muy altos y el
20 de agosto de 1998, día que llegaba la Virgen del Cisne a
nuestra ciudad, en la puerta de la iglesia Catedral abrimos
el sobre que contenía el resultado. Ahí supimos que yo
estaba embarazada, noticia que la recibimos con emoción
y le dimos gracias a Dios por esta bendición.
Sin embargo, una amenaza de aborto me obligó a retirarme
de mis estudios universitarios, ya que la vida que se formaba
en mi vientre era más importante. Pasan los meses de
atención médica y la preocupación de no tener posibilidades
económicas estables, y con el tiempo acortándose para la
llegada del bebé, se hacía más difícil cubrir las necesidades
para este acontecimiento importante de nuestra vida.
Llegó el día y la labor de parto normal se complicó ante
lo cual el médico hace una cesárea de emergencia para
salvar la vida de mi esperado hijo. Mientras esto sucedía,
los equipos dentro de la sala de parto no eran los mismos a
los del quirófano. Ahí los galenos se preocuparon por lo que
en ese momento sucedía.
La angustia, la desesperación por salvar las dos vidas
que estaban en riesgo llevaron a los profesionales que me
asistían a darme indicaciones, por ejemplo, me prohibieron

— 69 —
Cartas de mujeres

cerrar los ojos. Es que el anhelo de ver a mi hijo nacer hacía


que siguiera luchando.
Nunca olvidaré esos momentos, el miedo invade mi
ser entrando a una inimaginable y difícil etapa de la
llamada muerte dulce. No podía mantener abiertos mis
ojos, los cerré por instante, aproximadamente un minuto
y medio, mientras se perdía mi pulso lentamente vi una
luz resplandeciente a lo lejos, ahí me esperaba el Señor.
Inconsciente, sin saber lo que estaba sucediendo, mantuve
un dialogo con Él, entonces, le dije:
-Señor, si crees que seré una buena madre, déjame que
conozca a mi hijo y si tú consideras que no, entonces,
llévame que estaré desde el cielo cuidándolo…Ese instante
y de forma exasperada el galeno comenzó a despertarme.
Abrí mis ojos y vi a mi hijo que no reaccionaba, las caras
de preocupación se notaba en cada uno de ellos, hasta que
escuché el dulce llanto de mi criatura.
No sabía si era niño o niña porque salieron de la sala de
partos de forma apresurada para que reciba las mejores
atenciones médicas de emergencia. Es que presentaba
un cuadro de falta de oxigenación y sufrimiento fetal.
Necesitaba termocuna y mientras pasaba esta situación
sentía que debía seguir luchando. Dios me dio el regalo
perfecto el sábado 8 de mayo de 1999, en las vísperas del
Día de la Madre, nace mi unigénito y llena de luz mi vida.
Así, se cumple mi segundo milagro de vida.
Pasan los años y cumplo con lo mejor de mis días: la
formación de mi pequeño. Miro sus ojos, acaricio su cabeza,

— 70 —
Cartas de mujeres

siento su respiración en mi regazo y con estas cosas bellas


de la vida logro y disfruto de su compañía hasta que se
va a la escuela, generando a mis días grandes triunfos y
bendiciones que se ven reflejados con el tiempo.
Los vaivenes y la falta de ingresos hacen que tome la decisión
de trabajar para solventar las diferentes necesidades que
surgían en mi hogar. Con la bendición de Dios y el amparo
de la persona que por años veló por mi madre y que, a falta
de mi padre, suplía su espacio, un tío materno es quien
me apoya para trabajar en un proyecto a beneficio de las
personas con discapacidad en la ciudad de Loja.
Un nuevo reto en mi vida me esperaba. La autoeducación,
métodos de enseñanza, consejos e imaginación hacen que
me gane el corazón de 50 jóvenes que inician este proyecto
de formación músico-instrumental, apoyando a niños de
varias discapacidades.
Al inicio, con miedo de topar su sensibilidad emocional,
se transformaron en los mejores aliados, amigos sinceros
que jamás en la vida hubiera encontrado. Lo irónico de
todo esto es que yo tenía conocimientos de contabilidad
y administración y no era, precisamente, especialista en
manejar niños y jóvenes con varias discapacidades. No
cabe duda que el tiempo de Dios es perfecto.
Conforme pasaban los días comienzo con este nuevo
desafío. Me encuentro con un panorama desgarrador y
frívolo, hallándome con familias disfuncionales, padres
que no aceptan la discapacidad de sus hijos e hijas, padres-
madres compañeros de supervivencia de niños y jóvenes que

— 71 —
Cartas de mujeres

gozan su espacio y su tiempo, que ven pasar la vida sin


darse cuenta del amor y el apoyo de quienes están a su lado,
haciendo frente a una rehabilitación que les cambiaría la
vida, grandes escenarios, viajes, anécdotas se mezclaban
entre todos.
11 años de crecer junto a ellos, luchar por la inserción a la
sociedad, de cubrir plazas de trabajo en las instituciones
locales, logré conseguir el apoyo de varias autoridades para
hacer que este proyecto no se termine y continúe, siendo el
fin que algunos de ellos sean beneficiados con bonificaciones.
Esto era para que puedan cubrir necesidades que se generan
para mantener una vida digna como seres humanos útiles
a la sociedad y a más miembros de la familia.
De ellos aprendí mucho, al igual que de ellos he recibido las
más increíbles bendiciones que han sido derramadas a mi
núcleo familiar, cumpliendo con la meta y el reto que Dios
me puso en mi largo trajinar.
Después de esa etapa vivencial, el cuadro que se desarrolló en
mi adolescencia se presenta nuevamente. Me toca enfrentar
de nuevo la realidad y seguir con los sueños, ya no para
mí, sino para quien me da fuerzas para continuar con los
proyectos y objetivos: mi hijo.
Me convierto en profesional después de dejar 10 años las
aulas universitarias, comenzando así una nueva etapa en
mi vida. Se me hace difícil por la edad y el tiempo que está
mezclado con el trabajo y las actividades del hogar, pero con
el apoyo de mi esposo, mi hijo, mi madre, y mi compañera

— 72 —
Cartas de mujeres

de trabajo cumplí una meta que estaba a medio camino: ser


profesional. Así logré conseguir completar mi vida.
Este es un día en el que me siento muy feliz de cumplir con
las vivencias, experiencias, desilusiones, alegrías, de pasar
obstáculos, de combatir adversidades, que todo ser humano
tiene o mantiene. Me considero una mujer llena de éxito por
haber cumplido con lo que Dios me encomendó en esta vida
terrenal, y por dar día a día lo mejor de mí, en cada cosa
que hago y que ha marcado mi vida.
A la vez he aprendido a ver, percibir lo bueno y lo malo,
el odio y el rencor, el amor y el desamor, todo esto me ha
enseñado a crecer, fortalecerme, amarme íntegramente,
considerarme, respetarme, y con todo esto vivo, pienso y
analizo desde lo lejos cada situación que se presenta en mi
trabajo, mi hogar y mi vida, convirtiéndome en una mujer
completa, realizada y única…
Amada por Dios

— 73 —
Cartas de mujeres

11. Ayramdadeid

Dejar quiero que brote del corazón el sentimiento para


poblar de verdades esta carta, una misiva que tiene como
destinatario ese globo de rojo colorido que se dilata y se
contrae con asombrosos palpitares y es dueño de intensas
emociones, que unas veces nos llenan de alegría y otras
tantas nos sumen en el glacial de la tristeza.
El destinatario eres tú, Señor Corazón, pues en el mío su
carne acumulada está de todas aquellas vivencias que han
surgido en mi camino.
Nací del vientre de una madre hermosa, su piel de rosa
desafiaba a la azucena y en sus ojos melados y profundos
había destellos de la luna. A mi padre no lo conocí, ni su
apellido llevo. Sé que muy a prisa partió al cielo, pero a mí
misma me juré el de mi madre hacerlo grande.
Crecí, fui niña, fui joven, hoy soy madre, he batido en el
tiempo ilusiones, tristezas, desengaños, ansiedades pobladas
de esperanzas para dejar atrás todo aquello que me hizo
morder tantos dolores, como esos que insensata pude un día

— 74 —
Cartas de mujeres

tomar la decisión equivocada que marchitó mi ilusión tan


anhelada, con quien nunca merecía tener el amor del alma
mía, saboreé desventuras en mi joven existencia.
Tres hijos me quedaron y fueron ellos el timón ardiente en
mis afanes, por ellos como leona incontenible luché y forjé
en mis sueños retos nuevos. Alcancé mi nombramiento de
maestra y tuve el sustento de mi vida. En mis niños de la
escuela encontré, cual caricia ensoñadora, un sol de dicha
que me abrigó el alma, con su inocencia me llené de amor,
alentaron mi vida y yo les di con toda mi vida las más
nobles y gratas enseñanzas.
Mientras que en mis sueños apasionada repetía quiero
avanzar y no quedarme anclada en los pesares, que no se
queden truncos mis anhelos que bullían ardorosamente en
mi cerebro, quiero prepararme aún más, estudiar, ser doctora
y me propuse hacerlo. Mi viejecita me apoyó cuidando a mis
pequeños, porque todos los días viajaba a Catamayo, mi
sitio de trabajo en ese entonces. A las cuatro de la mañana
el transporte lo tomaba y en la tarde retornaba para ir a la
universidad.
Así, con sacrificios alcancé mis propósitos, entretejiendo
ilusiones con la llenura del alma, a la par que muchos
versos escribía, porque el Príncipe del Cielo ese talento me
dio desde la escuela cuando intervenía en certámenes; en
el colegio, comencé a desarrollar esa inclinación preciosa
por las letras. Y recibí la guía de mi maestro de Literatura,
más tarde mi inolvidable maestra Graciela Rodríguez me
descubrió como declamadora, gané el primer concurso
en declamación y el primer concurso en prosa sobre la

— 75 —
Cartas de mujeres

fundación del Colegio Beatriz Cueva de Ayora, triunfé


también en los primeros festivales de la Lira y la Pluma
Lojanas, me hice conocer y participaba en muchos eventos
culturales, en el inmortal Teatro Bolívar, y en escenarios de
Quito, Guayaquil, Esmeraldas, entre otros.
En el magisterio, junto a grandes luchadores, me fragüé,
asistía a congresos y convenciones; las calles me vieron
levantando mi voz con las consignas, exigiendo justicia,
frente al olvido de los gobiernos de turno, porque la UNE
es, ha sido y seguirá siendo el emblema de lucha, no solo del
magisterio, sino de todo el pueblo. Y fue la UNE de Loja
quien me otorgó condecoraciones al Mérito Literario y al
ejemplo de mujer luchadora. Y el triunfo que obtuve como
vicepresidenta de la UNE provincial de Loja, período 1999-
2001.
Transcurría el tiempo y con mi pluma y mis cuadernos, no
de mi vientre, sino de mi corazón, nacieron mis poemarios:
dos publicados y seis inéditos. Con humildad y sano orgullo
he recibido muchos reconocimientos y distinciones, de todas
las instituciones lojanas, del Ministerio de Educación y del
Congreso Nacional, Municipio, Consejo Provincial, Sayce,
Cecim, Asaplo, entre otras.
Como un legado de mi inspiración se registran los himnos a
las escuelas José Ángel Palacio No.1, Julio Ordóñez Espinosa,
Instituto Antonio Peña Celi, Ovidio Decroly de Catamayo,
Floduardo León de Sabiango, y el himno al taller Monseñor
Francisco Valdivieso.

— 76 —
Cartas de mujeres

Por todos los establecimientos anotados he sido condecorada,


pues, a pulso los gané, son aquellos galardones reliquias del
corazón.
Cómo no dejar escrito lo maravilloso que fue la llegada de
mi nuevo y gran amor que en mis entrañas sembró, esos
frutos tan sublimes, que son mi bendición, se sumaron “Seis
pétalos del alma”, que son la radiación encantadora en la
estancia de mi felicidad y en el esplendor del hogar.
Qué bueno que la rudeza del tiempo no me doblegó, al
contrario me obligó a ser una guerrera, una luchadora
invencible, buscando en los senderos platinados de valor
la justicia, la verdad, el progreso, la inspiración. He
conquistado lo que he querido, mis hijos son profesionales,
sirven a la sociedad, logramos tener nuestra casita con
inmensos sacrificios, pero en ella reina siempre el astro del
amor resplandeciente.
He subido los escalones a la cima de mis sueños, de las
experiencias de la vida, tengo lecciones aprendidas.
¡Que las caídas duelen pero nos levantan!
Los abrojos golpean pero nos enseñan.
Las llagas queman pero se curan.
Los caprichos se pagan con moneda cara.
Libertarse de los rencores deja paz.
Nunca hay que dejar de luchar para poder triunfar.
Seguir adelante sin detenerse, salvando los obstáculos
para avizorar el horizonte del éxito.

— 77 —
Cartas de mujeres

Sumar destellos de sabiduría para romper las nieblas del


pasado.
Sepultar las sombras para dar luz a la alegría.
Así he llegado a las metas que he soñado, mis fuerzas de
mujer no han flaqueado; mis pensamientos llenos de energía
han logrado que no se estacionen mis ansias de triunfar;
y claro que las mujeres podemos avanzar, con pasión
demostrar que tenemos, a más de corazón, esas agallas para
poder llegar a la cumbre de las aspiraciones realizables,
rompiendo las barreras, los esquemas, las razas, el color, y
borrar así el estigma llamado “Sexo débil”.
Siendo las Amazonas gigantescas que trazamos en el
firmamento del poder, las auroras con la gloria victoriosa
de nuestros nombres “Mujeres”.
De mis logros han dado razón la prensa, la radio y la
televisión. He crecido con los años y nunca me he dejado
vencer, hay sonrisas plenas en mis labios y en mis ojos las
miradas vibrantes de fe y amor.
Para todo lo logrado el poder de Dios nunca me ha faltado,
ya que el motivador más grande del universo es la esencia
venturosa, la llama prodigiosa que alienta cada día las horas
de mi vida. Ahora me despido, Señor Corazón, diciéndole
gracias por sus latidos que me confirman que estoy viva,
es usted el cofre sabio, donde se instalan ardientes, mis
vivencias de mujer, que ha provocado esta carta, esta carta
de mujer.
Ayramdadeid

— 78 —
Cartas de mujeres

12. Eternidad

Al momento de nacer nadie nos dice que por el hecho de ser


mujer debemos cargar el peso del mundo en los hombros
y en el corazón. Nadie nos explica que Dios al crearnos
nos hace las dueñas y señoras de la vida y de todo cuanto
existe, pero que el precio de ello es muy alto y deberemos
pagarlo durante nuestra existencia. ¿Cómo? Cada historia
es diferente.
Lo sé, quizá mi historia no se iguala con otra, quizá otras
mujeres la han pasado peor, (y realmente las admiro), pero
esta es mi Cruz, quizá la única que mi espalda puede soportar,
aunque aún me falta por vivir, espero que sea mucho tiempo
y solo Dios sabrá cuanto más puedo soportar...
Nací hace 25 años. De mi madre tengo recuerdos parecidos
a un sueño al levantarse por la mañana. Murió antes
que yo cumpliera los tres años. Recuerdo ese día más por
la evocación de ver a mi padre y a mi hermanito menor,
en el centro un ataúd con velas alrededor, en un rincón
un hombre, mi papi, sentado, en sus piernas sus dos hijos

— 79 —
Cartas de mujeres

llorando. Él llora por la pena de haber perdido a su amor


porque tiene dos hijos y deberá criarlos sin ella, porque debe
decir adiós.
Crecí con ese vacío, con ese dolor y desde pequeña supe que
lo llevaba en lo profundo del alma, que se hacía más latente
cuando veía a mi papi llorar las noches sin poder dormir,
cuando el día de las madres en la escuela todos llevaban su
madre y yo con un presente hecho por mí me miraba las
manos y añoraba tener a la mía para entregárselo.
Él casi nunca hablaba de ella, pero cuando lo hizo agobiado
por mis preguntas me dijo que la amó con toda su alma,
que ambos hicieron un pacto de amor para perpetuarlo: el
primer hijo que tendrían llevaría el nombre de uno de los
dos, dependiendo del sexo. Fui la primera.
No tengo nada que reprocharle, pues, a pesar de su
sufrimiento y su dolor, él nunca descuidó a sus hijos,
siempre pendiente, se entregó en cuerpo y alma a cuidarnos,
lo ayudó en ello su madre, mi abuelita; ambos hicieron
siempre lo posible para que no echáramos tanto de menos a
esa madre que ya no estaba.
Mi papito nunca culminó sus estudios, pero, a pesar de ello,
buscaba siempre la manera de conseguir el dinero para
mantener a sus hijos, no pudo darnos comodidades pero
siempre se las arregló para facilitarnos lo que necesitábamos.
De igual manera, mi abuelita hacía lo posible por apoyarlo
y a nosotros por darnos el estudio y la comida.
Crecimos con ropa regalada, en ocasiones no teníamos
para comer, pero ellos nunca se dieron por vencidos, pedían

— 80 —
Cartas de mujeres

prestado, criaban y vendían animales domésticos, una


huerta, trabajar como jornaleros o en construcción, hacían
lo posible para nosotros, siempre juntos.
A mi hermanito le diagnosticaron una enfermedad en sus
ojos a los cuatro años, como si ya no fuera demasiado, corría
el riesgo de perder la visión. En la casa se vivió un calvario
por mucho tiempo, iban y venían de un lugar a otro, de un
médico a otro, de aquí para allá en busca de una cura, hasta
que su sufrimiento tuvo fin. Después de años de angustia
encontraron el tratamiento adecuado y mi hermanito se
sanó.
El tiempo pasó, mi hermano y yo crecimos, toda la vida nos
teníamos el uno al otro, a pesar de las discusiones, peleas y
en ocasiones hasta llegar a los golpes, siempre fuimos los dos
contra todos, siempre unidos.
Yo amaba con todo mi corazón a esos dos hombres: mi papi
y mi hermano. Eran mis amores, mi fortaleza, siempre fui
la consentida de mi papi, trataba de acompañarlo a donde
iba, como podía.
Ellos eran la única razón de continuar, cuando me sentía sola
o con alguna extraña tristeza en mí, ellos me consolaban,
me daban fuerza para continuar, yo quería salir adelante
sola con el fin de que se sintieran orgullosos, y así lo hice
seguí adelante, estudié.
Durante mis estudios en la universidad conocí a un hombre
maravilloso que, aunque estaba lleno de errores como todas
las personas, también estaba y está dispuesto a mejorar, que
siempre trata de sacar lo bueno de él para mí y su familia.

— 81 —
Cartas de mujeres

Él se ha convertido en mi fortaleza. Me faltaba un año para


concluir la carrera profesional, cuando quedé embarazada.
Tuvimos un hermoso hijo.
Para mi papi fue como una traición, como una puñalada
por la espalda saber que esperaba un niño, pero al nacer
todo se olvidó, su vida se alegró con aquel pequeño ser, que
con solo sus ojitos vino a iluminar nuestras vidas.
En la época en la que mi niño cumplía su primer año
yo finalizaba mi carrera y mi hermano culminaba el
bachillerato. A mi papi le diagnosticaron una grave
enfermedad, una incurable y fatal. Su lucha fue de tres
meses, meses en los que cada día veíamos a ese roble, a ese
súper héroe decaer, agobiarse, llorar.
No entendía por qué a mí, él era lo único que me quedaba
de mi familia, veía mis manos vacías, no entendía por qué
me sentía tan culpable porque al ser yo la mayor y al morir
mis padres debía ser quien cuidaría de él, pero, al parecer,
no lo hice bien.
Una vez más mi corazón se rompía y lo enterraban. Hoy lo
único que tengo de mi familia son tres tumbas a las que ir a
llorar cuando me siento sola.
Por eso y por experiencias ajenas de mujeres fuertes y
admirables es que creo y siento que es verdad que Dios nos da
a las mujeres la capacidad para amar incondicionalmente
a la vida a nosotras mismas y a los demás, porque solo por
amor somos capaces de caer al más profundo de los pozos,
sufrir, llorar, patalear y maldecir, para luego surgir del
lodo, de las cenizas, más fuerte, más MUJER, volvemos

— 82 —
Cartas de mujeres

a pararnos y a retomar el mundo en nuestros hombros y


nuestros corazones, porque sabemos que no importan las
veces que caigamos, nuestra naturaleza nos hace invencibles
y eternas.
Hoy tengo la más valiosa herencia que mi padre pudo
darme: un título profesional. Tengo una hermosa familia
aquí en la tierra, que son mi hijo y mi esposo, y allá desde
muy alto, pero siempre a mi lado, tres ángeles me cuidan y
bendicen. Sé con toda certeza que nunca estaré sola porque
ellos estarán conmigo hasta el final de mis días...
Atentamente,
Eternidad

— 83 —
Cartas de mujeres

13. Pichusita

Hola. Esta carta va dirigida a ti, hermana y amiga, tú, no


lo sabes, sin embargo, eres mi amiga y hermana. Pronto te
reconocerás en mis letras porque tú estás acá conmigo, tú estás
también en todo lo que me pasó. Solo que, al igual que yo, piensas
que estás totalmente sola y ves tu entorno tan adverso. Claro, no
te juzgo, si capaz hasta la misma familia te da la espalda y te
sientes tan sola como yo me sentí, pero bueno, déjame que te
cuente un poco mi historia.
Soy la chica común, ni muy fea, según los cánones de
belleza, aunque bueno, siempre creí que era más feíta que
lo que me veo ahora, pero bueno, el asunto es que además
era gordita y eso sí que era tremendo problema en nuestra
sociedad… ufff… pero, no nos desviemos de la historia.
El asunto es que fui bastante solitaria, hija de madre
divorciada, con una hermana que a ratos era muy buena
gente y en otros bastante dura. Es que competíamos mucho
por el único amor cercano: el amor de la madre, bueno.

— 84 —
Cartas de mujeres

Mi infancia solitaria transcurrió normalmente. Era de


clase media, medio tímida, escondida pasé en el colegio con
mi complejo de gordita, tuve novios, claro que sí, la madre
atrás, cuidándome o juzgándome, casi, casi impidiéndome
salir con chicos, y bueno, el sexo, típico de mi época, un
pecado, luego los novios que la madre se encargaba de
ahuyentar. El casi finalista fue mi esposo, un hombre
divorciado, vivísimo, aparentemente inofensivo, delgado,
de mí mismo tamaño, pero bueno, el único hombre que fue
hasta desafiante con mi madre.
No señora, le dijo, no tengo esposa, cuando ella quiso
alejarlo de mí. ¿Sabe su esposa que usted está viniendo a ver
a mi hija? Me reí porque nunca ningún novio mío le había
respondido a ella, de tal manera que me pareció valiente y
seguí mi romance con él. Anduvimos como año o dos años
enamorados.
Luego, nos casamos. Mi madre nunca estuvo tan contenta
con él y en el matrimonio estuvo muy molesta, a tal punto
que me dijo: “estoy enojada porque tu ñañita nunca se
casó del eclesiástico y tú sí” (la eterna competencia entre
hermanas, que ella siempre tanto amó), y bueno, aprendí
que obedecer ciegamente era la manera de mantener más o
menos la fiesta en paz.
Me gustó mucho su actitud cuando mi madre entró a mi
casa a ver objetos, tomarlos o arrebatarlos, como se quiera
llamarlo, acostumbrada como estaba a que todo lo mío le
pertenecía invariablemente. Muchas veces me dijo: “esto es
mío, nada de esto es tuyo, golpeándose el pecho, esto es mío

— 85 —
Cartas de mujeres

lo repetía…”. Y claro yo se lo creía, con las justas consideraba


como propias mis ropas y las cosas que yo usaba.
Pero claro, también estaba la hermana que también sabía
que, en cuanto a propiedades, ella era la aventajada, y que
si ella quería o disponía de cualquier cosa que quisiera en la
casa, con solo manifestarlo la mamá se lo iba a dar, claro
que esto incluía cosas o ropa mía.
¿Qué, por qué te estoy contando todo esto? No lo sé, supongo
que para que entiendas un poco todo el entorno que me
rodeaba. Como habrás visto, de mucha soledad.
Luego de esto, con mi esposo que, de alguna forma, fue un
soporte para mí, por lo menos hasta antes que él también
dejara salir todo lo que realmente era. Pero bien, ese es otro
cuento.
Como te manifestaba, viví algunos años con él, qué belleza,
en la casa de mi madre, sin pagar arriendo e incluso cuando
alguna vez la señora mamá entró a cogerse las cosas él le
dijo: “señora, salga de aquí, este es su departamento, pero
nosotros estamos ocupando ahora”… je, je, y ella tuvo que
salir, qué belleza.
Y otra vez también se portó excelente cuando le dijo: “si
usted nunca la quiso a su hija (yo), siempre la prefirió a su
otra hija, siempre fue desigual, nunca fue justa… je, je, ella
se quedó atónita y tuvo que retirarse, claro, no lo quería,
pero lo respetaba, y eso para mí era suficiente para vivir
tranquila.
Vivimos algunos años juntos con mi hija, aunque claro,
siempre el fantasma del matrimonio anterior de él, sus

— 86 —
Cartas de mujeres

hijos, ese sentirme medio incompleta, saber que si había


algún problema, él se iba a ver a sus hijos, y yo, alabándolo
siempre, tratando de que se sienta feliz conmigo, él tenía
una bella sonrisa, es más, una de las mejores cosas de mi
vida era verlo feliz.
Y cuando bailaba, oh Dios, era lo más hermoso, qué gusto,
qué ritmo, qué sonrisa, qué bello se veía, me encantaba,
para mí era como un Dios en verdad, no solo porque fue
mi defensor ante tanta injusticia, sino porque fue el primer
hombre en mi vida.
Así, trataba de hacer la comida que a él le gustaba, lo que él
quería, toda mi vida giraba en torno a él, era lo único que
tenía realmente, es más, su familia pasó a ser mi familia,
sus gustos, los míos, adoraba tanto verlo cantando, tenía
una voz tan hermosa, uffff, todos lo admiraban, bueno, casi
todos.
Solo aquello de ser don Juan, mujeriego, churos, “las mujeres
lo llaman”, pensaba yo, “las mujeres lo persiguen”, tiene
buenas amigas que no lo pueden olvidar, pensaba, sobre
todo, cuando se pasaba tardes enteras hablando con ellas,
encerrado en la oficina, que yo atendía, tardes enteras. Una
tarde protesté, estaba yo embarazada, y oré, lloré mucho,
toda la tarde, él adentro con esa mujer, no, no, protesté.
Fue la última tarde que fui a trabajar allí, luego él decidió
hacerse cargo solito de la oficina y me quedé en la casa,
hasta que encontré un trabajo público porque yo tenía una
buena preparación académica.

— 87 —
Cartas de mujeres

Luego de esto y de la alegría que me daba verlos a mi


hija y a él tocando guitarra, llevaba el matrimonio, yo no
quería ver sus infidelidades, aún resonaban en la mente
de él las palabras de su madre: “matrimoniadito, casadito,
divorciadito, y con cinco mocitas ja, ja”. Él lo repetía a
menudo y eso hizo. Además, tenía un buen trabajo, ganaba
más que yo, claro que sí, pero decidió que ya no le gustaba.
Lo dejó y dijo que quería ver si yo podía mantener sola el
hogar, sin necesidad de él, para tener libertad él, de crecer,
de desarrollarse, de hacer las cosas que le gustaban y yo,
claro, loca como estaba por él, lo apoyaba de tal manera que
cuando dijo que dejaba su trabajo acepté y empezó su vida.
Muy guapo, por cierto, pero no de belleza física, que él no
la tenía, pero la guapeza de aparentar, digo yo, de tener
un buen reloj, la ropa impecable, planchada por largas
horas por mí, con almidón y todo, y de la que nunca estaba
conforme, y que yo me sentía triste por no haber logrado
complacerlo.
¿No sé si te suene familiar este sentimiento? Es como subir
y subir en una escalera y nunca poder llegar, hacer y hacer
todo lo posible por volverlo feliz, y él, pedir y pedir más,
nada lo satisfacía, nada. Empecé a sentirme solitaria, mejor
dicho, más solitaria que antes.
Bueno, continuemos. Con él sin trabajo y con trabajos
ocasionales empezó casi a desaparecer, eso sí, el mejor
celular nunca le faltaba, los zapatos nuevos, el traje nuevo,
todo, lo mejor para él, y nada de dinero para la casa, claro.

— 88 —
Cartas de mujeres

Quería comprarme una blusa bonita, le dije a él para que


me acompañara, y fuimos juntos, pero de pronto, nada me
quedaba bien, según él, y me dijo, mejor préstame ese dinero
a mí, se lo di, luego cuando había traído un regalito para
mi trabajito, por asuntos sociales, él también lo miró y me
lo pidió, aprendí que él me estaba quitando hasta mi dinero.
Vivimos en la casa de mi madre, luego nos fuimos a
arrendar a otro lugar, lejos de aquí a iniciar una nueva
vida, el arriendo de la casita él lo cogía y nunca me dijo en
qué lo gastaba, pero yo confiaba en él.
Nunca más encontró un trabajo estable y siempre se quejó
-yo no voy a trabajar en cualquier parte- me decía, y acepté.
Mi hija y yo teníamos dificultades económicas, muchas
veces mi sueldo no alcanzaba, sufría mirando a mi niña
con su ropa ya vieja, pero siempre traté de estirar lo más
posible el estrecho sueldo que recibía.
Sus ausencias eran continuas, las llamadas raras de teléfono
también, sus enojos, su mal carácter, sus quejas continuas
fueron aumentando y aumentando. Una vez me llamó y
me preguntó si yo me sentía bien en ese matrimonio, que él
quería divorciarse. Me quedé pasmada, eran varios años ya,
que estábamos alejados, y yo sabía que haga lo que haga no
podía complacerlo, y le dije bueno.
Me quedé fría, era triste para mí pensar en divorciarme,
era volver a estar sola físicamente, sin embargo, había
muchísimas cosas que eran injustas: yo trabajando y él
descansando, él en sus reuniones, las llamadas de mujeres.
Solo ahora me pregunto, ¿por qué aguanté tanto?

— 89 —
Cartas de mujeres

Claro, era mi soledad porque ni siquiera se ocupaba de mi


hija, yo la mantenía a ella. Me sentía cansada y agotada.
Cuando él dijo que se iba de paseo a Perú yo solo miré los
zapatos rotos de mi hija, paradita en la esquina del cuarto
que él ocupaba, y al que nosotras pocas veces accedíamos
para poder dejarlo descansar.
Ese momento, supe que no era mi pareja, que estábamos
solas mi hija y yo, luego él volvió, estaba feliz de haber
estado en Perú, traía fotografías, muchas fotos, él bailando
con chicas semidesnudas con plumas en la cola y él detrás
de ellas, empecé a sentir asco por él, malestar, ya no
imaginarlo, ahora verlo tras de las chicas semidesnudas era
feo, y pensar que era mi pareja, me daba asco.
Empecé a sentir desagrado por él, luego por recomendaciones
de una amiga mía fui donde una psicóloga, empecé a ver
cosas que nunca había visto, sus preguntas de esta relación,
y casi una insinuación de que él me era infiel y yo lo sabía,
y lo aguantaba, empezaron a hacer sentir incómoda, poco a
poco comencé a ver la realidad.
Empecé a cuestionarme, yo trabajando, con mi hija, ¿para
qué necesitaba un hombre que no trabajaba en mi casa, y
que ni siquiera era compañía? Híjole, las dudas empezaron
a crecer, mi madre ya había muerto, él empezó a decir que
se iría de la casa, acepté, él quería que me arrepintiera y
que de ahora en adelante volviera a obedecerlo ciegamente
como antes. A eso me resistía.
Poco a poco me fui sintiendo más y más incómoda con
esta relación. Empecé a pensar en una vida de libertad

— 90 —
Cartas de mujeres

lejos de él. Con mi madre muerta todo era más fácil. Y,


¿si intentaba vivir sin él? Total, nunca estaba en casa y
cuando permanecía allí su mal humor era evidente y no era
compañía. Es más, a mi hija casi ni la veía.
Entonces, tal vez la vida no podía ser tan mala lejos de él,
económicamente, ni hablar, hace mucho tiempo que todo el
dinero que tenía o usaba solo en él.
De pronto, me decidí, sí, era una buena opción separarme de
él, después de todo no podía ser tan malo, él solo amenazaba
con irse.
Siguió amenazando con irse, no se iba, pensé que en verdad
era buena idea separarnos, siguió advirtiendo y me decidí:
Yo me iba a ir, tomé a mi hija, y me fui, lo dejé en mi casa.
Me fui donde una amiga que él no conocía, él me buscó
bastante, trató de hacer problema, lloraba mucho, decía
que era una crueldad haberlo dejado solo.
Paulatinamente se tranquilizaron las aguas y empezó a ver
a mi hija, ella me agradeció, dijo que ya tenía un papá, que
ahora podía los fines de semana verlo y conversar con él.
Fue buena decisión. Oré un poco, en verdad, pero ahora me
siento bien, tengo mi libertad, mi trabajo, mi vida, al fin
mi vida, esta vida que al fin reconozco como mía. Puedo
hacer lo que deseo sin la madre que me caiga encima y sin el
hombre que se aproveche de mí, me siento feliz la verdad, sé
que es difícil la soledad, una sociedad no perdona mucho a
una mujer sola, sin un hombre, lo sé, pero es el precio de mi
libertad, de esta preciosa libertad, de este ir caminando en
mis propios pies, de seguir creciendo como persona. Luego

— 91 —
Cartas de mujeres

de mi divorcio, estudié una maestría, me cambié de trabajo,


gano mucho más dinero que antes.
A los años tengo un nuevo novio. Es una buena persona,
pero ya no me aferro a él, sé que mi felicidad depende de
mí, no de él y ahora me siento feliz en verdad. Mi hija está
muy bien y yo con la alegría de vivir sin un hombre que se
queje y me explote. Sí, es un precio justo el que he pagado.
Me siento muy feliz y orgullosa de mí. Me siento bien…
Pichusita

— 92 —
Cartas de mujeres

14. Mi mayor experiencia

Queridos ñaños:
Como saben, hace un mes y cinco días se cumplió el tercer
aniversario de la muerte de nuestra madre. Ese día me quedé
en casa mientras ustedes estaban en el colegio. Ingresé a la
habitación donde ella dormía, me senté en la cama y me
zambullí en recuerdos…
Me pregunté cómo fue que me nació eso de estudiar costura y
recordé que un día mi mamá me dijo que quería enseñarme
a coser, preparó la máquina y puso todo en orden. A ella
le gustaba confeccionar nuestra ropa y lo que hacían falta
en la casa; yo, sin embargo, pensaba que solo las personas
descuidadas para el estudio se dedicaban a eso y nunca
acepté su lección.
De pronto, de forma imprevista, me nació la idea de aceptar
su propuesta y pensé: “si mi mamá quiere que aprenda por
algo será”. Ese día no le dije nada porque ambas estábamos
con gripe, así que decidí esperar para el siguiente y pedirle
que me enseñe a coser.

— 93 —
Cartas de mujeres

Lamentablemente nunca llegó el día porque en la noche


falleció con un derrame cerebral y a muy temprana edad:
a los 37 años de su vida. Dios se me la llevó para siempre.
Como ustedes saben, esto fue muy doloroso para nosotros.
Creo que sólo el que sabe lo que es perder a su madre me
puede entender. Mi papá nos dijo que teníamos que ser
fuertes y debíamos seguir adelante. Recuerdo que muchas
personas se manifestaron conmigo a través de las redes
sociales y personalmente.
Cuando traigo a mi memoria este pasaje triste, me da ganas
de llorar, pero quiero compartir con ustedes, queridos ñaños,
lo que me dijo mi primo: “hoy me diste una gran lección
porque eres una persona humilde y tú sabes salir adelante.
Nosotros tenemos problemas pequeños y nos ahogamos
en un vaso de agua, en cambio, tú estás atravesando
dificultades grandes y has sabido afrontarlas”.
Una licenciada de mi colegio ayudó a mi papá a conseguir
un trabajo como guardia de seguridad porque nuestra
situación económica era desfavorable. Se fue a Cumbe, en
la provincia del Azuay, y quedamos solos. Como hermana
mayor y a mis 18 años tuve que empezar a ser la mamá de
la casa y encargarme de todo. Ustedes, mis siete hermanos,
comprendieron que debían ser obedientes y colaboramos
para que todo saliera mejor.
Me levantaba a las cinco de la mañana, les preparaba el
desayuno y me iba al colegio. Después de dos meses, tú,
Magali, necesitabas para la escuela una franela y había
que coser los bordes. En ese momento recordé a mi mami y

— 94 —
Cartas de mujeres

me dije: “por qué no le hice caso de aprender”. Así, tuve que


pedir ayuda a una vecina que recién se mudó a vivir en mi
barrio, era graduada en costura y tenía su local.
La buena vecina me preguntó si quería aprender a coser
y, pensando en lo que mi madre hubiera querido, acepté.
Luego de muchos pinchazos y errores, la costura me gustó.
Al pasar el tiempo me arriesgué y emprendimos junto con
la vecina la tarea de confeccionar uniformes del gobierno
para los niños de la Costa. Como yo aún no sabía mucho
debía practicar todos los días y con el sueldo que percibía
compraba la comida, los pasajes y otras necesidades que
fueron surgiendo. Gracias a ello ustedes, queridos hermanos,
aún están estudiando y son mi mayor razón para salir
adelante y ser cada día mejor, dándoles ese ejemplo de
superación.
Ahora estoy estudiando en la universidad, en la modalidad
a distancia, carrera de Educación Inicial, y también costura
en el Centro Artesanal Teniente Hugo Ortiz, en la noche.
Desgraciadamente, hace pocos meses, fui víctima de una
violación. Lo hizo un sujeto que no sé quién es, quien me
atacó mientras regresaba del Centro Artesanal a mi casa.
Ello aún me afecta mucho a mi vida, pero con la ayuda de
Dios y de la psicóloga he podido afrontar e ir saliendo de
todo esto, aunque sé que nada va a poder curar las cicatrices
que llevo dentro.
Ñaños, sé que con la ayuda de las personas que me aprecian
y con la de ustedes se puede salir, ya que son los que me
dan esas ganas de superarme y ser cada día mejor. Si Dios

— 95 —
Cartas de mujeres

lo permite, en junio, teniendo 21 años, me incorporaré de


artesana, como lo fue mi madre.
Hace dos años me gradué de asistente contable en el Centro
de Estudios Latinoamericano y gracias a Dios también hoy
tengo un trabajo por horas como asistente contable en la
oficina de la ingeniera Ortega, quien, desde que me conoció,
me aprecia como una hija y su mamá es como si fuera mi
abuelita porque es tierna y siempre me da su bendición.
Mi madre también me da fuerzas desde el cielo para
continuar adelante y para poder ayudar a otras personas
que lo necesitan, a través de mi experiencia y vivencia.
Puedo entender todo el dolor que se siente, pero igual le doy
gracias a Dios por todas esas pruebas en mi vida porque he
podido transmitir fortaleza a personas que el Todopoderoso
me pone en frente y eso es lo más hermoso de mi vida porque
he podido escuchar a los demás y darles un consejo.
Espero que estas frases lleguen a ustedes, apreciados
hermanos, ya que lo hice con mucho cariño. Dios los bendiga
siempre…
Alexandra

— 96 —
Cartas de mujeres

15. Mirada de mujer

A lo largo de toda mi vida es la primera vez que escribo una


carta, en donde doy a conocer una parte de mi vida y la de
mi familia. Me gustó la idea de escribir estas líneas para
expresar y, sobre todo, participar en este espacio creado solo
para mujeres. Inicio contando que en la actualidad estoy
iniciando la cuarta década de mi vida y lo comento porque
es necesario conocer este aspecto para que entiendan la
perspectiva de mi historia.
Narraré una pequeña parte de la historia de la persona que
me dio la vida: mi madre, porque siento que es una historia
digna de ser contada.
Mi madre, Lolita, nació en un Quito en los años 50, donde
pesaba mucho el capitalismo. Cuenta que sus padres
trabajaban en una fábrica de hilo, de propiedad de unos
“gringos”. Funcionaba las 24 horas.
Mi madre siempre resaltó el hecho que mi abuelita trabajaba
en un empleo remunerado, cuando la mayoría de mujeres
eran trabajadoras del hogar, además contaba que mi

— 97 —
Cartas de mujeres

abuelita no dejó que le impusieran el novio, sino que se casó


con quien ella eligió. Creo que eso la marcó para que ella
también no aceptara la sumisión como era la costumbre de
su época.
Mi mami tenía cuatro hermanos. Ella era la tercera de tres
mujeres y el último era un varón: “el tío Jorge”.
Lamentablemente cuando era niña murió su padre con
cáncer, lo cual golpeó mucho a su familia en todos los
sentidos y, de acuerdo como cuenta mi mami, la impulsó a
casarse a los 16 años de edad. Ahí sale a escena mi padre,
Eloy, porque en ese tiempo aún estaba de moda el nombre
del revolucionario Alfaro,
De ese matrimonio nace mi familia de la cual soy la séptima
hija, de siete hijos. Mi madre, a los 27 años de edad, tenía
ya siete hijos. Cuenta que sus jornadas de trabajo eran
agotadoras. Señala que desde el sexto hijo se dormía de pie
porque sus obligaciones eran tantas que no podía acostarse
en la cama.
Ahora, ya adulta mayor, confiesa que era tal su cansancio
que empezó a tener los malos pensamientos que mi papi la
tratara mal para salir corriendo (algo que no se le cumplió).
Cuando fuimos creciendo hablaba mucho con nosotros y
nosotras y aprendió a conocernos a todos y, como ella decía,
a llegar a nuestro corazón… y realmente lo hizo.
Al ser mi padre militar, le dieron el último pase a Loja y
le gustó mucho, sobre todo porque ya había universidad y
él pensaba en nuestro futuro. Así que decidió radicarse en
esta ciudad de forma unilateral. Recuerdo claramente como

— 98 —
Cartas de mujeres

mi madre no se conformaba y añoraba volver a su tierra,


pero un buen día aceptó que no volvería y reconoció a Loja
como su hogar que la acogió con cariño y sembró buenas
amistades.
Siempre optimista, nos enseñó a valorar, amar la vida y
en particular, exigente en extremo, ser responsables en
nuestros estudios y en todo lo que nos comprometíamos.
Estuvo al pie de cada uno de nosotros revisando los deberes
y por cierto no comprándonos borradores porque decía que
debíamos concentrarnos y vaya creo que le dio resultado.
Efectivamente, luego ya no lo necesitábamos o creo nos
acostumbramos a no tenerlo.
Cada fin de año lectivo nos hacía exámenes médicos y nos
desparasitaba y llevaba al odontólogo porque decía que eso
era la base para un buen desempeño. Algo en lo que tampoco
se equivocó. Siempre reímos mucho al recordar esos potajes
muy nutritivos, a decir de mi madre, pero que muchas
veces no tenían un sabor muy agradable y nos negábamos
a comer, entonces, ella nos amenazaba con extendernos un
segundo plato. Eso también era cierto porque lo que decía lo
cumplía en todas sus partes. Esa es otra enseñanza sabia de
mi madre: realizar lo que se dice o se promete.
Ustedes se preguntarán ¿qué fue de los siete hijos que en
la actualidad es un escándalo tener? Pues, todos hicimos
nuestras vidas matrimoniales: unos con éxito, otros con
dificultades, pero sí con una profesión que nos permite
defendernos en la vida y tratando cada día ser útiles a la
sociedad. ¿Y saben qué? Ahora la casa de mis padres está
llena también de nietos, nietas y hasta bisnietos, que les

— 99 —
Cartas de mujeres

encanta ir porque sienten el calor de mi madre que se traduce


en sazón y de la buena: pasteles de frutas, muchines o como
los llaman acá empanadas de yuca, pollo a la orange, pan
de yuca, guaguas de pan, pan de leche y los infaltables
panes llorones, entre otros.
Pienso que la historia de mi madre se traduce en éxito
porque ella puede dejar una gran enseñanza. Opina que se
puede vivir una vida feliz respetando mucho a los hijos e
hijas.
Nunca he visto a mi mami juzgándonos por nuestros
errores, nunca en nuestra juventud nos gritó, ni se ha salido
de sus cabales. Nunca nos ha ofendido, siempre nos recibe
con amor y con un buen café conversando y de ser el caso
aconsejándonos. Su sabiduría es tan grande que siempre
nos sentimos protegidos y protegidas a su lado. A ello se
suma mi buen padre que siempre ha amado profundamente
a mamá, hasta ahora que tiene ya 84 años.
Tuve una infancia feliz, creo que por ser la última y mi
padre y madre ya repasaron con mis demás hermanos. Sin
embargo, hubo momentos en que mi familia también sufrió
mucho como fue la muerte de mi hermano mayor. A los 36
años murió en un accidente. Eso ha sido lo más duro que
tuvimos que pasar. Nos desconectamos. No entendíamos.
Mi madre y mi padre se deprimieron mucho. Transcurrió
un año del vacío de la pérdida. Inclusive ahora, escribiendo,
siento tristeza al recordarlo. Realmente no hablamos mucho
de eso. Es que todavía nos lastima. Al inicio, mi madre
pensó que Dios la había castigado por haberse sentido

— 100 —
Cartas de mujeres

siempre orgullosa de sus hijos, pero, luego, comprendió que


nada tenía que ver con aquello. Es que simplemente es el
curso de la vida.
Hoy es activista de un grupo religioso y pasa ayudando a
los demás. Imparte charlas, en donde cuenta, sobre la base
de su propia experiencia, la historia de su vida.
Ya con mi criterio bien formado entiendo que mi madre
tuvo sueños personales, pero, al formar su familia y vivir el
tiempo que lo hizo, los cambió por nosotros, por ayudarnos
a cumplir los nuestros.
Miro a mi padre y veo su papel esencial en darle estabilidad
a la familia porque su gran responsabilidad nos hizo sentir
seguros y seguras. Ahora, al asumir el rol de madre siento
lo difícil que es educar bien a los hijos y cada vez crece más
mi admiración por ella y por ese complemento que logró con
su compañero de vida.
Sin duda, si hubiera más Lolitas en el mundo, éste sería
mejor.
Saludos
Mirada de Mujer

— 101 —
Cartas de mujeres

16. A pesar de las cicatrices

Querido lector, te escribo exclusivamente a ti. Muchos


recuerdan con añoranza e inocente alegría su primer amor.
Yo lo recordaba con mucho odio, dolor y venganza. Ahora,
finalmente, recuerdo y soy capaz de ver lo rescatable en
toda esa situación. Soy Victoria, como acertadamente me
nombraron mis padres. Esta es la historia que escribo para
ti.
De niña soñaba con ser una gran artista, tener fama, vivir
como lo hacían esas personas felices de los programas de
televisión. No era una fanática de la TV, es más ni siquiera
contábamos con una propia. Ser una familia de seis
hermanos no nos rodeaba de lujos, pero sí de mucho calor
hogareño.
A mis tres hermanas: Isabel, Mary y Naomi, siendo yo la
primera y mayor, siempre procuré cuidarlas y guiarlas en
este camino del que no sabía nada, especialmente a Naomi,
la más pequeña. Ella poseía una belleza especial, junto a un
carácter siempre dulce y juguetón.

— 102 —
Cartas de mujeres

Mary siempre fue la más práctica y sensata e Isabel la más


sensible. Otra de mis metas, aparte de cuidarlas, era dejar
ese pedacito de tierra fértil donde crecí. Ahí donde el ganado
pastaba y engordaba, crecí también junto a mis hermanas.
Pedía salir de ahí porque sabía que más allá donde el sol se
oponía, en medio de nubes grises y blancas, se encontraba
una bella ciudad, Loja.
Es que era para mí una esperanza de encontrar un lugar
mejor, pero esta añoranza de conocer el mundo vino ligada
a unos acontecimientos que oscurecieron mi vida por
mucho tiempo. Corriendo sobre las piedras a pie descalzo
y escondiéndome entre los arbustos, fui aprendiendo de mi
madre todo aquello que necesitaría después para enfrentar
la vida.
Despacio y constante el tiempo pasó y unos años después
cuando cambié el perseguir mariposas y recoger guijarros
por suspiros y poemas de amor, cuando mi espíritu aún
inocente por recién haber pasado por la infancia, pero
rebelde por querer ser adulto, conocí a quien sería quién
encendería y apagaría la luz de mi vida.
Él representaba para mí en ese tiempo mi oportunidad de
libertad, él me ofrecía lo que anhelaba y más: salir de mi
pueblo, ir a la ciudad y tener al “amor de mi vida”. Eso
era más de lo que mi encandilada mente podía concebir.
Cerré los ojos y los oídos a todo consejo y me enamoré
precipitadamente, locamente. Cuando lo conocí, no sabía
lo que se ocultaba detrás de la dulzura y los mimos de
los que yo era acreedora. Me consideraba infinita, era la
primera vez que sentía algo así y la fantasía que creé en mi

— 103 —
Cartas de mujeres

mente era incontrolable y a pesar de haber experimentado


el amor en mano de mis queridos padres, mis siempre
impulsivos hermanos y mis adorables hermanitas, este
cariño era diferente, tenía otro matiz y no iba a dejarlo
escapar sin haber probado todo de él. Creerán que soy cruel
y despiadada al querer borrar para siempre de mi vida el
día que lo conocí, pero así es como me sentí, incluso muchos
años después, a pesar de que de esa terrible relación llena de
golpes, moretones, mentiras, palabras groseras y maltratos,
nació lo más importante para mí: mi único hijo, mi única
ansia a la vida, mi más grande salvación.
A pesar de todo lo que él representa para mí, yo igual
pensaba que sí podía borrar ese día y de alguna forma
evitar todo lo que se desencadenó después, estaba dispuesta
a sacrificarlo a él.
Es terrible pero intentaré justificar lo injustificable,
intentaré que comprenda, estimado lector, por qué una
madre estaba dispuesta a sacrificar a su hijo para borrar
un fatídico día de su vida.
Los problemas empezaron en realidad desde la primera
mirada cuando confundí obsesión con amor, demasiado
rápido el mundo de ensueño se desmoronó y él mostró su
verdadera identidad y sus perversas intenciones; pero ya
era tarde, no podía huir y de eso no me di cuenta hasta un
día en que se aseguró de dejarme claro que jamás podría
alejarme de él, porque él me esperaría, estaría al acecho y
no me dejaría ser feliz.

— 104 —
Cartas de mujeres

Cuando mi hijo tenía un año yo ya había soportado


suficiente y lo dejé, por mi bien y el de mi hijo. Ilusa fui al
creer que el aceptaría todo fácilmente, pero otra vez quería
creer que seguía teniendo la oportunidad de ser feliz.
Después de un cierto tiempo, ya lejos de él, un día mientras
regresaba junto a mis hermanas a casa, después de visitar a
una tía. Vale anotar que en el campo las casas quedan muy
lejos la una de la otra y nosotras debíamos en esa ocasión
caminar alrededor de una hora atravesando praderas y
bosques, saltando cercas y charcos.
Cuando emprendíamos el camino de regreso, Naomi
correteaba, Isabel y Mary musitaban y reían. Cuando
llegamos a una parte donde el camino se estrechaba y solo
había espacio para una persona, tomé a Naomi y la puse
tras de mí y dirigí el camino para que me siguieran el paso.
Algo en el familiar bosque parecía anormal. Los
acostumbrados cantos de las aves se habían detenido y
parecía que todos los animalitos aguardaban por algo. A
pesar del mal presentimiento, una fuerza mayor movía mis
pies hacia adelante. Cuando vi un tronco caído y el árbol
frondoso que simbolizaba el fin de este camino y el inicio de
la pradera, lancé un suspiro. Nos faltaba poco para llegar.
En cuestión de segundos ocurrió todo. Noté una sombra tras
el árbol y al mismo tiempo Naomi en uno de sus impulsos
me adelantó para correr hacia el prado, pude ver cómo él me
miraba a los ojos mientras arrojaba un líquido a mi cara,
pero Naomi se atravesó sin saber qué era, cayó en su bello
rostro ácido, sí, ácido que quemaba la carita de mi hermana

— 105 —
Cartas de mujeres

menor. Gritos de agonía salieron inmediatamente de sus


labios y gritos de pánico y sollozos de mis otras hermanas.
Yo estaba estupefacta, congelada, viendo al hombre que yo
permití entrar en mi vida y la de mi familia, viendo en
sus ojos la determinación de hacerme daño. Él, al no lograr
su objetivo, intentó quemarme a mí, pero el ácido se había
agotado. Así, frustrado, giró sobre sus talones y huyó. No le
importó haber herido a mi hermana.
Ese día me di cuenta que no era libre, estaba más bien
atrapada, él podía herir a los míos, aquellos a los que amaba,
ese día caí en un oscuro pozo, prisionera de mi miedo, me
dejé morir, se pintaron en mí ojeras, oscureciendo el claro de
mis ojos, no había oportunidad de cerrar los ojos, él siempre
estaba ahí, mi mente me atormentaba y en pocos días yo ya
me había rendido a todo.
Mi familia buscaba desconsolada una forma de traerme de
vuelta a la vida, esa vida que yo ya no quería vivir, todo
era mi culpa, eso era lo único claro para mí. En uno de mis
muchos ataques, el peor de todos, mis padres y hermanos
buscaron a un brujo porque al ver que nada me sanaba
creían que había caído sobre mí una maldición y sí, estaba
maldita. Ese día, entre aguas e inciensos, algo que estaba
quebrado se restauró, ese día cuando el brujo dijo a mi
madre despídase porque hoy se decide si vive o muere.
Mi madre, siempre velando, me susurró suavemente:
“Victoria vivirá, ella vivirá y yo estaré aquí siempre
esperándola, siempre cuidándola, no debes temer, tu madre
está aquí”. Ese día volví a la vida, rota, dañada, volví a
vivir.

— 106 —
Cartas de mujeres

No pude cuidar a mi hijo como quería, a pesar de todo, la


vida en ese lugar me resultaba difícil y no tardé mucho en
decidir salir del país, no pude llevar a mi hijo conmigo, pero
iba a luchar y trabajar muy duro por él. Entendía ahora
el amor de una madre y yo sería gloriosa como la mía. El
día que partí mi hijo se agarraba a la falda de sus tías y mi
madre con una lágrima me despidió pidiéndome que haga el
intento de volver, que no me quedé por allá, que acá estaba
mi hogar, y que debía regresar a mi hogar y perdonar.
Yo aún no podía perdonar y este inocente primer amor me
había arrebatado mucho. Viví en Italia los siguientes 20
años. Allí me establecí y conocí a alguien nuevo, alguien
diferente pero yo seguía con las cicatrices marcadas y la
única vez que volví fue cinco años después de partir y fue
muy duro y difícil para mí, así que volví a Italia y cada vez
posponía siempre mi regreso.
Cuando pude traer a mi hijo a Italia algo en mí se tranquilizó,
pero siempre estaba mi querida madre, mi padre, mis
hermanas y hermanos. Ahora ya con familia esa añoranza
estaba ahí día tras día pero aprendí a llevarla conmigo.
Hubo un año en el que la mayor de mis sobrinas, a quien
adoro, llegó finalmente a los 15 años, como tradicionalmente
se dice se convirtió en mujer, aunque siempre lo fue.
Así, llegó un nuevo recuerdo para mí, se reabrió la herida
y la historia reiniciaba. 15 años y estaba enamorada y, al
igual que su imprudente tía, no oía consejo, quería amar,
fue doloroso ver todo a la distancia, lloraba desconsolada
en las noches mientras sufría por mi sobrina. Al final, todo
terminó sin supuestos daños a terceros, cuando sabemos

— 107 —
Cartas de mujeres

realmente que cuando alguien cercano a nosotros sufre,


todos se transforman, todos cambian, todos sufren.
Mi Hermana Isabel sufría mucho y nada podía hacer, mi
miedo a la tierra que me vio nacer y crecer era mayor, esto
consumió una parte de mí otra vez. Mi sobrina resultó ser
más fuerte que yo y se repuso y volvió con más fuerza para
salir adelante por ella y por su hija pequeñita. Ahora, es
una enfermera muy trabajadora y los errores hicieron de
ella un ser más fuerte y preparada para la vida.
La maldición que creía acechaba a mi familia abruptamente
finalizaba. Con mi segunda sobrina, la hija de Mary, era
diferente. Nadie creería que una niña sietemesina que
apenas parecía que sobreviviría era ya ahora una estudiante
universitaria a la que le iba muy bien, había pasado la
época que a mí me causó tanto dolor con sonrisas y buenos
amigos. Eso me hacía feliz, me hacía confiar que al menos
un poco las cosas estaban cambiando en nuestra sociedad.
Ahora las mujeres podíamos ser fuertes, independientes y
luchar por un amor y por nuestros sueños también.
Despacio me propuse superar mi miedo y regresar a mi país,
perdonando y volviendo a amar todo aquello que deje atrás
en medio de mi terror. Tuve una lucha interna durante
meses, estaba planeando un viaje sorpresa, me sentía
renovada por la fuerza de todas las mujeres en el mundo
que se sobreponían a situaciones espinosas y volvían cada
vez más invencibles, cada vez más imparables, pero demoré,
me tomó mucho tiempo y distancia curarme.

— 108 —
Cartas de mujeres

Un día, mi ahora esposo contestó una llamada y rompió


en llanto. Solo me miró y me abrazó, tomé el teléfono como
pude para escuchar el llanto entrecortado de mi hermana
pidiendo a mi madre entre balbuceos.
Mi madre, aquella que no me abandonó jamás y que me
permitió partir de su lado con la única promesa de regresar
y perdonar, se había ido de nuestro lado. Un accidente
automovilístico se llevaba la vida del ser que tanto me había
dado. Entonces, mi viaje fue inmediato y después de 15 años
regresé a Ecuador, regresé a Loja, regresé a mi hogar.
En memoria de mi madre perdoné a aquel que me lastimó
en el pasado y con las lágrimas que derramé por mi madre
también dejé ir la culpa que por años siempre me tuvo a la
espera de nuevas tragedias.
Mi madre, aun con su muerte, seguía dándome tanto, se
llevaba mi dolor, dejaba paz a mi alma y esperanza por mi
futuro, de mis hermanas, de mis sobrinas, de mi familia.
La historia de éxito que te quería contar no era la mía, aún
tengo mucho que vivir, mucho que trabajar. La historia
que conté, apreciado lector, corresponde a la mujer que me
dio la fuerza para superar todo: mi madre. Él éxito de una
madre. Él éxito de una mujer…
En memoria de Rosa Armijos
Ann-Lyn

— 109 —
Cartas de mujeres

17. Mujer caminante:


¡se hace camino al andar!

Este breve relato intentará plasmar algunas de mis


vivencias que han forjado la persona que actualmente soy y
mi misión de futuro.
Cuando tenía cinco años quedé huérfana, perdí de manera
temprana e inesperada a mi padre. Su memoria se ha
mantenido perenne aun con el paso del tiempo. Siempre
vienen a mi mente su amable compañía y los pocos, pero
significativos recuerdos que me dejó. Aún evoco, aunque de
manera un poco borrosa -solo tenía cinco años cuando los
viví- su amplia sonrisa, su don de gente y una capacidad de
liderazgo que transformó la vida de mucha gente. Entre las
vidas que cambió, estuvo la mía. Porque más allá de ser su
hija, me dejó un legado que vale más que el oro: su ejemplo.
Su pérdida física nos planteó duros retos a mi madre, a mi
hermana -que era tan solo una bebé- y a mí. Éramos unas
niñas. Recuerdo que desde ese momento nos constituimos

— 110 —
Cartas de mujeres

en tres guerreras dispuestas a salir adelante, pese a nuestra


pobreza económica, la ausencia física de mi padre, y el duro
reto para mi madre de ser fuerte, y sacarnos adelante. Ella
fue “madre y padre” para nosotras. O, mejor dicho, fue una
“madre coraje”. Nos enseñó el significado del trabajo, la
perseverancia, la constancia, la lucha, pero, sobre todo, la
valía del tiempo, del estudio como el principal instrumento
para salir de la pobreza, y la humildad de saber caminar
valorando las pequeñas y grandes cosas de la vida. Pero,
sobre todo, el sentido de la responsabilidad y el compromiso
con nosotras mismas en el logro de nuestros sueños y
objetivos.
Vivimos tiempos muy duros. Muchas veces no teníamos
para comer, pero nunca faltaron personas de buen corazón.
No fue nada fácil, debo admitirlo. Vivimos en una casa que
no tenía agua ni luz, sin embargo, su techo y el tenernos a
las tres era lo mejor en ese momento. Sí, las tres, porque,
como dije, fuimos guerreras que esperaban, juntas, a que
vengan tiempos mejores.
Mi adolescencia, pese a la pobreza y la orfandad, se
caracterizó por una intensa actividad de servicio y trabajo
con la gente más necesitada. Debo admitir que eso me salvó
de los vaivenes propios de la edad y de mis particulares
circunstancias. Mientras muchos de mis coetáneos vivían
el furor de la adolescencia y de las oportunidades que les
brindaban sus familias, yo cogí mi mochila y me puse a
hacer un camino.
Trabajé por varios años, de manera voluntaria con las
comunas campesinas de mi provincia, durante el escaso

— 111 —
Cartas de mujeres

tiempo que me quedaba entre cuidar a mi hermana y mis


estudios. Muchos me decían que ese no era lugar ni cosas
para una “mujercita”, y que no era seguro. Tal vez tenían
razón, sin embargo, arriesgué y gané, porque aprendí que el
ser “mujer” no me limitaba para todo lo que me proponía.
Conseguimos importantes proyectos para la mejora de la
calidad de vida de los habitantes de las comunas. Encontré
grandes lecciones y amigos y amigas que formaron parte de
la historia que comencé a vivir tempranamente. Disfruté de
enorme cariño de un pueblo que me abrazó, fueron cientos
de personas, entre familias, mujeres, niños y riñas, adultos
mayores, que me hicieron sentir parte de los suyos y de su
comunidad.
En cada momento de mi trabajo con el pueblo, recordaba
constantemente la memoria de mi padre, ese joven
carismático que lustraba zapatos mientras estudiaba y
trabajaba aun siendo casi un niño para llevar el pan a una
casa de muchos hermanos. También me acompañaba el
cariño de mi madre entre dureza y fortaleza, que cada vez
entendía mejor, cuando sabía que, a diferencia de nosotras
que habíamos tenido un padre y luego lo habíamos perdido
físicamente, ella no lo conoció. Siempre vivió desarraigada
de la cuna, aunque buscándose constantemente porque tal
vez no había otra forma de encontrar sentido a la vida, que
viviéndola. Ese legado, el de los dos, que como ya dije, vale
más que el oro, porque es su ejemplo, marcó en mí esa vena
social que da sentido a mi vida. Y, que, me hace sentir parte
de una búsqueda permanente de trascendencia. El servir
a los demás, caminar juntos, me ayudó a servirme a mí

— 112 —
Cartas de mujeres

mismo: valorando la vida y transcendiendo en esta vida


más allá de las limitaciones materiales. Entre el recuerdo y
lo vivido, sigo aprendiendo.
Desde aquel entonces, mi vida de trabajo y de servicio con
los demás no ha parado. Quizás vivir y crecer en medio
de la escasez material, te lleva a desarrollar una férrea
convicción de servicio con los demás, y de pensar que nadie
sale adelante solo, hace falta algo más. Hay muchas otras
personas que no tuvieron la misma suerte, por distintas
razones, y que todo lo que viene forma parte de una enorme
oportunidad de vivir no sólo para nosotros mismos, sino de
vivir también siendo útiles a los demás. Vas forjando una
visión personal orientada a construir caminos y puentes, y
no a destruirlos.
En definitiva, aprender lo más básico de las matemáticas de
la vida: “siempre sumar y nunca restar”. Porque no sabes en
qué momento puedes salvar con una sonrisa, con tu trabajo,
con tus gestos, con tu palabra, con tu silencio, la vida de un
niño o niña, de un adulto mayor, entre otros.
Con el pasar del tiempo, mi trabajo con la gente no cesó
desde donde me encontrara. Mientras cursaba mis estudios
universitarios, no me desvinculé de mi tierra. Desempeñé
varias responsabilidades como dirigente estudiantil, desde
donde, con el apoyo de mis compañeros y compañeras, y
de la propia universidad, organizamos sendas jornadas
de solidaridad y asistencia con los sectores rurales más
olvidados de mi provincia. Fueron miles los beneficiados,
entre mujeres, adultos, niños, personas mayores... Torata,
Santa Rosa, Machala, Huaquillas, Arenillas..., fueron

— 113 —
Cartas de mujeres

nuestras trincheras de solidaridad. Hasta ese momento, no


sabes lo valioso que resulta entender lo que mi madre, esa
gran guerrera, un día me enseñó: que en la vida hay que
vivir para servir, y no sólo servir para vivir.
Desde esa primera oportunidad de salir a rodar por el
mundo, y atreverme a entrar en lugares que para muchos “no
era para mujeres”, entendí que la mejor forma de entender
tus miedos es enfrentándolos. Sin que esto nos conlleve al
extremo de la temeridad y la osadía desenfrenada. Las
grandes cosas que te ocurren en la vida, como la chispa de
genialidad, sucede en los momentos menos esperados y que
pueden marcar tu vida.
Desde entonces han pasado muchos años. Logré terminar
mi carrera universitaria, mi madre actualmente es maestra
por vocación, mi hermana es médica. La educación nos
permitió salir adelante. Los mejores tiempos llegaron, sin
duda. Sin embargo, mientras esperábamos que algo cambie,
intenté contribuir para que cambie también la vida de otras
personas que, al igual que nosotras, lo necesitaban. Creo
que eso me salvó, debo confesarlo, Me enseñó a ver a través
de la luz de la transcendencia, respirando sobre los ejemplos
de Gandhi, de la Madre Teresa, de Dalai Lama, de Simón
Bolívar..., en agradables libros que desde entonces forman
parte de mi biblioteca personal y que fueron forjando en
mí esa base humanista, de la que vivo orgullosa y es mi
constante inspiración cuando estoy lejos y ausente.
Actualmente soy doctora en Jurisprudencia y abogada de
la República por la Universidad de Cuenca. Durante el

— 114 —
Cartas de mujeres

ejercicio de mi profesión, fui asesora de varias organizaciones


de mujeres y sociales.
Mi vida actualmente se desarrolla desde el ámbito
académico y del activismo social por los derechos políticos
de las mujeres, desde donde he desarrollado una amplia
labor a través de las publicaciones de artículos, ponencias,
y proyectos de investigación que han recibido varios
reconocimientos en Perú y España. Me he dedicado a la
difusión y defensa de los derechos humanos de las mujeres.
Gracias a varias becas que he ganado, pude viajar y
prepararme en varios países del mundo: Israel, Suecia,
Italia, España, Marruecos, Brasil, México, entre otros.
Por un duro concurso internacional de méritos, gané un
contrato de beca con la Unión Europea, para formarme
como investigadora. Debido a lo cual, en estos momentos,
realizo un Doctorado en Italia y España, en el ámbito de la
participación de las mujeres en los procesos de selección de
candidaturas electorales en los partidos políticos.
El objetivo es proponer una reforma legal para Ecuador
desde los modelos constitucionales español e italiano. Lo que
me ha llevado a desarrollar un duro trabajo exploratorio
en la cultura política imperante en los partidos de los
tres países. Esperamos contribuir con un cambio para la
situación de las mujeres que aún ven limitados y vulnerados
sus derechos políticos por una cultura patriarcal imperante
en la política, en algunos partidos y “políticos”.
En 2014, desarrollé un proyecto de investigación sobre
la “violencia política por razón de género en los partidos
políticos”, desde donde propuse una estrategia organizativa

— 115 —
Cartas de mujeres

de prevención. Parte de este trabajo fue escogido para ser


publicado por la Universidad Autónoma de Madrid, y
su presentación en formato poster científico le llevó a ser
premio a nivel estatal.
Estoy vinculada en condición de fundadora de la Red
Iberoamericana por los Derechos de las Mujeres en los
presupuestos públicos, con sede en México. Este año
participaré como “líder de grupo” en el Parlamento Europeo,
en Estrasburgo, en el Encuentro Europeo de Jóvenes.
Además, formo parte del Comité Científico de la Revista
Mundo Jurídico de la Universidad de la Amazonía, en el
hermano país de Colombia.
Hemos creado una organización que la denominamos
Fundación Ecuatoriana para el Desarrollo lus Humani,
a través de la cual hemos desarrollado varios proyectos a
nivel en Ecuador y en algunos países de Sudamérica en
el fomento y la sensibilización de los derechos humanos,
y de la que soy su directora-fundadora. Esto le ha hecho
merecedor de varios reconocimientos a nivel internacional,
como el recibido por el Honorable Congreso Nacional de
Bolivia, la Universidad Nacional de Tumbes y Piura. La
fundación actualmente forma parte de la red CLACSO que
tiene el status asociativo en la UNESCO. Estos y muchos
más han sido parte de los logros por todos estos años. Sin
embargo, el camino aún empieza,
Aunque sean muchas las vicisitudes, la ausencia de un
padre, no te quita algo, te lo da para siempre. Te enseña a
valorar la vida sobre la muerte, y a entender que realmente
se muere cuando te olvidan. El criarte con una madre viuda,

— 116 —
Cartas de mujeres

no es criarte con una mujer sola, es hacerlo con una mujer


coraje, que rompió esquemas y fue valiente. El forjarte como
mujer contra todo pronóstico de modelo, fuera de la esfera
familiar o doméstica, te da eso de forjarte a ti misma.
Considero que en cada paso que doy y el camino que
recorro nunca olvido mis raíces, aquellas que me forjaron,
y que hicieron de mí lo que soy. Hay muchas cosas aún
por hacer. Las mujeres tenemos un rol protagónico en el
cambio social de nuestros pueblos. El atrevernos a romper
estereotipos, roles y limitaciones, nos hace guerreras. Somos
luchadoras y capaces de cambiar el mundo. Nacimos para
generar cambios y no sólo a disfrutar de estos. No nacimos
predestinadas a lo que muchos dicen “esas, no son cosas de
mujercitas”. Somos caminantes y forjadoras de caminos. No
nos conformarnos en dar lo que nos sobra, crecemos junto
a nuestros sueños.
Como mujer, pero sobre todo como ser humano, quiero
seguir caminando, aprendiendo, viviendo, equivocándome,
cayendo, levantándome, pero, sobre todo, trascendiendo
personalmente a través de los demás, en una obra colectiva
que se llama “futuro”. Ser como el ave fénix que resurge de
las cenizas y que se fortalece con cada día que amanece.
Somos guerreras de la vida, luchadoras incansables de lo
que aún está por venir.
Cruz Andina

— 117 —
Cartas de mujeres

18. Carta a la madre

Esta carta está dedicada a todas las madres del Ecuador


y del mundo entero, particularmente a las luchadoras,
trabajadoras que se esfuerzan cada día por sacar adelante
a su familia.
Mi padre José Manuel Gualán Gualán, hijo de José Pedro
Gualán Lozano y María Isabel Gualán Cartuche, contrajo
matrimonio con María Rosario Sarango Macas, hija de
Abel de Jesús Sarango Salto y Petrona Macas Guayllas.
Procrearon diez hijos: seis mujeres y cuatro varones. De
ellos cuatro fallecieron: un varón y tres mujeres. Estamos
vivos tres mujeres y tres varones.
Soy la primera hija. Vengo de una familia humilde, en
una comunidad pequeña denominada Acacana. A los ocho
meses, mis padres decidieron regalarme a mis abuelitos
paternos, quienes me dieron el afecto, el cariño. A los cuatro
años me inscribieron en la escuela Santa Catalina de las
Hermanas Lauritas, de la parroquia San Lucas, en el

— 118 —
Cartas de mujeres

cantón y provincia de Loja. En ese entonces se denominaba


jardín de infantes.
Luego continué educándome. En las mañanas dejaba
barriendo toda la casa para poder ir a la escuela y al regreso
de clases me disponían ir a limpiar el monte donde comían los
borregos y también llevarlos al corral, cortar la hierba para
los cuyes y de vez en cuando traer el suero… En las noches
me dedicaba a hacer las tareas de la escuela y por aquel
entonces, al no disponer de energía eléctrica, se utilizaba
lámpara de querosén para realizar los deberes. Cansada me
dormía allí hasta que me untaban alcanforado en la nariz
para despertarme y continuar haciendo las tareas.
A los once años concluí la primaria. Antes, al quinto mes
de clases del último año, la Hermana Teonila Córdova
me quiso apoyar en el estudio porque yo era una buena
alumna. Seguramente sabía que no vivía con mis padres. El
planteamiento le llevé a mi madre, que en realidad era mi
abuelita, quien ofreció enviarme al colegio, pero, llegada la
temporada de matrículas, no lo hizo y esa aspiración quedó
trunca.
Con esa decisión de mi abuelita de no apoyarme a continuar
estudiando fui en busca de la Hermana que me ofreció
inscribirme en el colegio y apoyarme, pero fue demasiado
tarde porque a la religiosa la cambiaron a otra comunidad
y hasta hoy, que cuento esta historia, no sé nada de ella.
Así y por esta razón no he podido continuar con mis
estudios, mi decisión fue siempre seguir preparándome, pero
fue imposible. Ese momento también me enteré que nunca

— 119 —
Cartas de mujeres

viví con mis padres, sino con mis abuelos, quienes no tenían
dinero para mi superación.
Mi pedido continuó a mis abuelos hasta que decidieron
apoyar mis estudios secundarios. Pronto una tía se
convirtió en obstáculo ya que decía que tengo padres y que
ellos deben apoyarme. Mi abuela le consultó a mi padre. Él
se opuso con el argumento que ya me había dado mi abuela
la preparación en la escuela y que ahora debía cuidar el
ganado para descontar lo invertido en mí.
Un día mi padre le dijo a mi abuela: “para qué quiere
estudiar, solamente para tener hijos ha de querer. Si usted
la pone en el colegio, si pasa algo, viene con hijo, yo no me
responsabilizo. Tú tienes que hacerte cargo”.
Entonces, mis abuelitos decidieron no enviarme al colegio.
Lloré amargamente porque mi deseo fue estudiar. Recordé
la oferta de la Hermana pero nada pude hacer.
Cierto día otra tía me dijo: “No llores, cuidemos los ganados,
si pierdes el año en el colegio te van a estar hablando todos
los días. Verás que en el colegio tienes que entrar a la hora
señalada. Para el ganado no hay horario de amarrar, ya no
sufras”.
Ahí me tranquilicé un poco, aunque de vez en cuando
lloraba por no poder continuar con mis estudios. Me hacía
falta ropa, las botas de caucho para ir a ver el ganado tenían
varios parches. Es que no tenía quien me compre.
Mis tíos Juan Gualán e Inocencia Gualán me compraron
la ropa durante dos años hasta que un día me dijeron: “tú

— 120 —
Cartas de mujeres

también tienes que criar chanchos para que puedas adquirir


la ropa”.
Agradezco a mis abuelos que me enseñaron a trabajar en la
ganadería, agricultura. Para mí nada es imposible. A mis 16
años de edad, mi tía contrajo matrimonio y dos años después
lo hizo mi tío, entonces, me quedé sola. A ello se sumó que
mis abuelitos ingerían alcohol. Cuando les reclamaba por
ello me gritaban: “lárgate, ahorita, no molestes, no estamos
gastando tu plata, tú no puedes decir nada”.
Pero yo no podía irme de la casa porque no tenía a dónde
llegar. A los 16 años tuve mi primer amigo que me convirtió
en su esposa luego de cinco años. Así, a los 21 años, dado el
mal comportamiento de mis abuelos, contraje matrimonio
con Alfredo Minga Sarango. Luego vinieron mis tres hijos:
dos varones y una mujer.
Nos quedamos a vivir con mis suegros. Mi esposo cursaba el
ciclo básico, tenía 19 años de edad. Luego, quiso continuar
con sus estudios pero sus padres no le dieron esa oportunidad
con el argumento: “Ya te casaste, tienes que trabajar, eres
muy joven, vas a conseguir mozas”.
A mí también me tocó mi parte: “cuando él tenga mozas
no vas a estar quejándome, tú le ofrecerías dar el estudio,
acaso que es fácil, necesita bastante dinero”. Ello me causó
dolor y me puse a llorar.
Entonces nos separamos de mis suegros. Fuimos a vivir en
una casa de mis abuelitos, allí estuvimos durante cinco años
porque él quería continuar estudiando. Tenía un cuñado
que se preparaba académicamente en Cuenca. Él nos dijo

— 121 —
Cartas de mujeres

que siga estudiando, que algún rato trabajaríamos en una


institución pública.
Le dijimos que no teníamos dinero para el estudio, entonces,
manifestó que compraríamos una refrigeradora para que
“vendan helados y pueda seguir estudiando”.
Nos fuimos a Cuenca, nos faltó dinero, él se hizo garante
para comprar la refrigeradora, donde yo elaboraba los
helados y se iba a vender en otra parroquia vecina,
denominada Santiago. Lo hacía en la escuela y el colegio.
Eso nos abastecía para el estudio y la alimentación. Tenía
una vaca lechera que proveía la materia prima para hacer
los helados.
Un día mi esposo me dijo: “estudia tú también”. Como ya tuve
mi primer hijo ya no pude hacerlo. En noviembre de 2001,
decidimos construir nuestra propia casa en la comunidad
Eloy Alfaro, en el terreno de mi querido suegro, Santos
Minga Medina y su esposa Carmen Sarango Condolo.
A los tres años de matrimonio, empecé a estudiar, esto
es cuando tenía 24 años de edad ingresé al primer curso,
el segundo estuve en el Colegio a Distancia Monseñor
Leonidas Proaño; el tercero en la Extensión Nocturna Dr.
Miguel Riofrío, actualmente Intercultural Bilingüe Mushuk
Rimak.
En junio de 2001 falleció mi abuelita y seis meses después
mi abuelito. Me quedé, entonces, huérfana. A los 30 años,
culminé el bachillerato en el Colegio Instituto Tecnológico
Superior Saraguro, especialidad Químico Biológicas, con
un puntaje de 18, que fue el promedio final.

— 122 —
Cartas de mujeres

Luego fui a la Universidad a la carrera de Informática.


Soy técnica en Análisis de Sistemas. Tras someterme a una
operación de la vesícula, opté por una nueva carrera. Esta
vez Auxiliar de Enfermería, obteniendo el título.
Como me gustaba la organización, en 2001 se creó la
Asociación de Participación Social “Esperanza del Futuro”.
Allí desempeñé el cargo de tesorera durante cuatro años. En
2006 me eligieron su presidenta. Fui reelecta por dos años.
En diciembre de 2005 fui electa presidenta del Centro de
Desarrollo Infantil “Divino Niño Jesús”, de la comunidad de
Jabonillo; en 2008 fui presidenta de las Mujeres Killa Sisa,
de la comunidad Eloy Alfaro y en la actualidad secretaria
por dos períodos.
En 2011 fui creadora del Seguro Social Campesino como
secretaria, en la comunidad de Pichig. Actualmente me
dedico a una Asociación de Productores Agropecuarios
Sembrando Futuro. Allí estoy de secretaria. Me gusta la
organización.
En marzo de 2014 fallece mi padre y tras aquello asumí la
responsabilidad de cuidar a mi madre, quien adolece de
reumatismo a los huesos y, por tanto, no puede caminar.
Aunque ella no me dio su abrigo y no me vio crecer, hoy
la cuido, pese a que me sigue odiando, mientras que yo la
quiero mucho. Más bien los hijos a quienes les dio el afecto,
cariño y que los sigue adorando se olvidaron de ella.
Mi esposo continuó sus estudios universitarios y en la
actualidad es docente en la Unidad Educativa Comunitaria
Intercultural Bilingüe Rumiñahui. Llevamos ya 19 años de

— 123 —
Cartas de mujeres

casados. Mi primer hijo cursa el tercer año de bachillerato;


la segunda, el décimo año de educación básica, y el tercero
el séptimo año de educación básica en la Unidad Educativa
Comunitaria Intercultural Bilingüe Rumiñahui.
Hasta aquí la trayectoria de mi vida. Me despido no sin
antes felicitar a todas las madres luchadoras porque en la
vida no es fácil vivir para triunfar, sin embargo, nada es
imposible cuando se quiere seguir adelante.
Gracias, un abrazo. Hasta pronto.
Carta a la Madre

— 124 —
Cartas de mujeres

19. Hacia un nuevo


horizonte, un mejor
horizonte te espera

La vida me ha demostrado que, a pesar de las dificultades


y vicisitudes que se puedan presentar, siempre habrá una
alternativa de solución, solo si te decides a buscarla en el
momento oportuno con valentía y coraje, despertando la
fuerza interior que habita en tu ser.
En esta ocasión me siento muy entusiasmada y llena de
júbilo al poder participar de este importante concurso
dedicado a nosotras las mujeres. Pero a la vez un extraño
sentimiento de nostalgia invadió mi ser por completo desde
el primer momento en el que escuché hablar del concurso y
más aún cuando decidí escribir la historia de vida.
Fue una decisión apremiante porque ello implica
transportarme a mi pasado y revivir momentos y vivencias
que generalmente por ser difíciles nadie quisiera recordar,
en especial porque se encuentra involucrada mi familia,

— 125 —
Cartas de mujeres

pero decidí hacer una excepción con el único propósito de


dejar una enseñanza de vida a todas las mujeres que están
viviendo circunstancias adversas y que aún no se han
decidido a buscar una alternativa de ayuda y de auxilio
para sí mismas y para los suyos. Esto por miedo, angustia,
zozobra, apegos familiares, materiales, sentimentales,
religiosos, amenazas o simplemente aquellas mujeres que se
aferran al “más tarde lo haré”, “mañana buscaré ayuda”,
“otro día lo diré”…, y que no se deciden a tomar la decisión
de buscar un nuevo horizonte para sus vidas, de decir sin
temor sus verdades, y no se atreven a regalarse una nueva
oportunidad de vida, aquella vida que en su interior
idealizan, ansían y sobre todo merecen.
Me llena de mucho orgullo y satisfacción conmigo misma
el hecho de haber vivido una historia de superación, de
éxitos y también de fracasos, porque gracias a ellos aprendí
a corregir mis errores y buscar alternativas en la búsqueda
de un nuevo horizonte para mi vida.
Y encontrándome en la etapa intermedia de mi vida,
empezaré lentamente a abrir el libro de mi vida por primera
vez de manera pública y es que para muchas personas
la familia representa su fuerza interior, aquello que las
mueve, impulsa y motiva a salir adelante, pues se apoyan
mutuamente, dialogan y buscan juntamente la solución
a sus problemas. En realidad, este es un panorama muy
alentador que a mí particularmente no me tocó vivir.
Provengo de una familia humilde, sencilla que habitaba
por los años 90 en algún sector rural de la ciudad de Loja.

— 126 —
Cartas de mujeres

La base de nuestro sustento económico era la agricultura,


convivía específicamente con mi familia materna, pues a la
paterna no la conocí, los recuerdos que tengo de mi padre
son mínimos, pues él no asumió su papel ni responsabilidad
de padre y abandonó a mi madre al poco tiempo de haber
nacido mi única hermanita menor. Al poco tiempo murió
en un accidente automovilístico.
Frente a esta situación, mi abuelita apoyó a mi madre
incondicionalmente, sobre todo en las tareas del hogar y
nuestro cuidado, para que mi mamá pudiera salir a trabajar
diariamente fuera del hogar en el lavado y planchado
de ropa ajena, y el arreglo de casa con todas las labores
hogareñas y sacrificadas que esta actividad requiere, pues
ella no tenía una profesión debido a circunstancias adversas
que le tocó vivir y por eso solo pudo estudiar hasta segundo
grado de escuela.
Mi madre, siendo la hermana menor de sus tres hermanas,
fue duramente juzgada por ellas y le dieron la espalda desde
el momento en que se enteraron que iba a ser madre, pues
no aceptaban su condición de madre sotera. La situación
se complicó aún más para mi madre cuando falleció mi
abuelita. Yo tenía en ese entonces más o menos cinco años
de edad y mi hermanita no cumplía ni siquiera su primer
año de vida.
Desde entonces, el panorama para mi madre cambió
por completo al no tener con quién dejarnos para salir a
trabajar y darnos el sustento diario, pues no contaba con el
apoyo económico de ningún tipo, ella no recibía pensiones
alimenticias, ni tenía una remuneración fija, trabajaba

— 127 —
Cartas de mujeres

incansablemente en diferentes lugares y únicamente


podía llevarla a mi hermanita cargada sobre su espalda,
mientras que a mí no me podía llevar porque sus jefas no se
lo permitían, temían que pudiera hacer alguna travesura.
Frente a esa dura situación, mi madre se vio en la necesidad
de pedirle de favor a una de sus hermanas que me aloje en
su casa mientras regresara del trabajo.
Mi tía no accedió inmediatamente a su petición pero,
finalmente, lo hizo, y fue así como a diario iba a su casa,
tras salir del jardín. A veces mis primos iban a retirarme y
otras mi mamá.
En aquella casa traté de adaptarme a mi nuevo estilo de
vida. Los primeros días fueron muy divertidos: jugaba y
saltaba de alegría al convivir con mis primos, pero poco
a poco mis días de alegría se nublaron y mi vida comenzó
a girar en torno a la violencia. A mi corta edad tuve que
presenciar escenas terribles de violencia y luego fui víctima
de maltratos físicos y psicológicos por parte de mis tíos
y primos, en ese entonces adolescentes, puesto que ellos
sembraron en mí el temor, el miedo a hablar y contarle lo
ocurrido a mi madre.
En realidad, vivía amenazada constantemente y procuraba
que mi mamá no se entere de nada y justificaba mis golpes y
rasguños con simples caídas accidentales, producto de juegos
infantiles. Esta situación la viví desde los cinco años hasta
que, más o menos, cumplí siete años de edad. Los traumas
que tenía no tardaron en repercutir en mi vida estudiantil,
en la relación con mis amiguitos y amiguitas, incluso con mi
madre porque adopté una personalidad introvertida, todo

— 128 —
Cartas de mujeres

lo contrario a como era antes porque ahora sonreía muy


poco y ya no cantaba mis típicas canciones infantiles. Mi
madre no podía entender la razón de mi comportamiento
y por ello me reprendía y trataba de aconsejarme para que
cambiara de actitud, pero era imposible y así fue hasta que
concluí la escuela.
En cambio, en mi adolescencia mi conducta cambió puesto
que decidí dedicarme a trabajar para ayudar a mi madre,
y dentro de mis planes no estaba continuar estudiando por
la difícil situación económica que enfrentábamos. A mi
madre no le alcanzaba el dinero que ganaba para costear
mis estudios en un colegio.
Pero la vida me regaló la maravillosa oportunidad de
estudiar, cuando ya me había resignado solamente a
trabajar, esto en parte por la influencia de mi familia
que repetidamente buscaba desanimarme con respecto al
estudio.
Pero más pudo la voluntad, el optimismo y la dedicación
que le puse al estudio, porque mi vida cambió radicalmente
a partir de entonces, aunque no pude entrar a un colegio
ingresé a un centro artesanal a la edad de 13 años y finalicé
allí mis estudios a los 15 años de edad, siendo acreedora
a un diploma de aprovechamiento y disciplina y un título
artesanal en la rama de corte y confección, pero sobre todo
me llevé los valores, enseñanzas que allí me impartieron de
manera especial las Madres Oblatas. Ellas me motivaban
para que siga estudiando y no me rindiera jamás, y es que
resulta duro trabajar y estudiar a la vez, pero es posible si
te determinas.

— 129 —
Cartas de mujeres

Empecé trabajando en un puesto del mercado lavando la


vajilla, posteriormente ayudaba a servir los almuerzos
y después a cobrar, en aquel lugar, trabajaba los fines
de semana, mi jornada iniciaba a las seis de la mañana
y culminaba aproximadamente a las tres de la tarde. En
lo posterior y pese a tener mi título artesanal, no logré
ubicarme en un trabajo acorde a mi oficio debido a mi falta
de experiencia.
Frente a esta situación y al no contar con el tiempo ni el
dinero suficiente, decidí buscar trabajo en un almacén
de ropa en la sección de ventas. Necesitaba trabajar
urgentemente, pues mi madre enfermó gravemente de sus
articulaciones y no podía seguir laborando.
Mi hermanita en aquel entonces necesitaba entrar al
colegio y por un momento me vi reflejada en ella y la apoyé
económicamente en todo cuanto pude. Decidí trabajar por
un año hasta estabilizar económicamente mi hogar, para
luego retomar mis estudios de bachillerato a distancia. De
esta manera culminé mis estudios sin dejar de trabajar
y logré obtener mi título de bachiller con excelentes
calificaciones.
Y fue a partir de ahí que desarrollé un nuevo pensamiento
acerca de mi vida. Entendí que la persona que no conoce sus
derechos permite que sean vulnerados, que la preparación
académica es vital para el desarrollo de los pueblos, pero,
sobre todo, aprendí que guardar silencio es la peor decisión
que una víctima de violencia puede tomar, aprendí a buscar
alternativas de ayuda para equilibrar mi vida, a través de
las diferentes instituciones que se encargan de esta labor,

— 130 —
Cartas de mujeres

recibí ayuda psicológica gratuita y entré en un proceso de


sanación para mi vida, aprendí a perdonarme a mí misma
porque por largos años me culpaba de no haberle contado lo
ocurrido a mi madre a su debido tiempo.
Gracias a esa valiosa ayuda retomé mi camino: contarle
a mi madre lo que había padecido por años en silencio. A
partir de entonces, mi vida cambió, mi autoestima mejoró, y
aunque no pude continuar inmediatamente la Universidad
por limitaciones económicas nunca me rendí y finalmente a
pesar de las dificultades, traumas, sufrimientos y limitadas
condiciones económicas, logré ingresar a la Universidad,
en la que actualmente me encuentro estudiando y espero
continuar con mi preparación profesional porque tengo aún
algunos peldaños que subir y mucha gente a quien ayudar
y sé que si más me preparo más podré ayudar.
Esta es la modesta historia de vida de la que no me
avergonzaré jamás porque en el trayecto nunca busqué
hacer el mal a nadie, ni mucho menos replicar la violencia
en mi vida, es más lucharé siempre por erradicarla. La
confianza y la comunicación no pueden faltar en la familia,
se debe estar siempre alerta a posibles indicios de violencia
dentro de la familia haciendo énfasis en los más pequeños
e indefensos.
Además esta carta constituye un llamado de atención a
todas esas mujeres que son o han sido víctimas de violencia
de cualquier tipo para que rompan el silencio y se atrevan a
buscar un nuevo horizonte para sus vidas porque un mejor
horizonte las espera....luchen por sus sueños, estudien y no

— 131 —
Cartas de mujeres

se rindan jamás por mucho que las juzguen o critiquen.


Recuerden que su fuerza interior es infinita.
Atentamente,
Berenice

— 132 —
Cartas de mujeres

20. Mujer Espiral

La carta se ha convertido en remembranza, a veces de una


mano haciéndose letra, a veces convirtiéndose en el testigo
del tiempo. En esta ocasión es el espejo donde se refleja la
vida de las mujeres sureñas de la Patria.
Escribo para constancia de mi frágil memoria, para
alimentar mi raíz, para reconocernos en la lucha. Es que
intentar contar historias de éxito de mujeres es tarea
compleja, pues nuestra sociedad no siempre ha sido espacio
propicio para aquello y es por eso que quiero recorrer por vez
primera las huellas de mi madre y maestra.
Mi madre nació en 1961. La estirpe llevaría de sus
padres, llamándose María Rosarito León Pullaguari. Sus
progenitores fueron unos humildes campesinos, agricultores
de Shucos y Huacapamba, que trajeron al mundo diez hijos:
tres de ellos murieron y seis mujeres y un varón se quedaron
para enfrentar al bravo tiempo.

— 133 —
Cartas de mujeres

Los días de infancia transcurrieron en el campo, en la


chacra y la cosecha, recogiendo la hierba para los cuyes,
sosteniendo en la mano la sal y el dulce para los animales.
Es la ilusión primera ir a la escuela. Así, a sus ocho años de
edad iniciaba el primer grado, donde mostró su constancia
a lo largo de la educación primaria. Sus pies pequeños
recorrían cerca de una hora los senderos que la llevarían al
templo del saber.
Luego de las clases, retornaba a casa para colaborar en los
quehaceres del hogar, rodeado de las actividades del campo,
en donde la pequeña María creció entre el verdor de lo
natural, entre las actividades inherentes a su espacio. Una
de ellas se ha impregnado en su memoria: la imagen de su
compañero de escuela Zolilo, quien pasaba por su casa y
le decía: “Chachito vamos a la escuela”, mientras ella aún
entre sus manos sostenía las ubres de las vacas que debía
dejar ordeñando. No por nada se levantaba a las cinco de
la mañana y, a pesar de aquello, logró ser la abanderada
en la escuela.
Al terminar el ciclo escolar, todo niño y más las niñas ya
no debían estudiar más, pues se creía que habían alcanzado
lo necesario para la vida. No era costumbre que vayan al
colegio, sin embargo, una de sus hermanas mayores que se
hiciera catequista escuchaba decir al padre de la parroquia
que estudiar es bueno, por lo que deja atrás el vestido verde
de su infancia para ir a trabajar y a la vez estudiar en el
colegio La Inmaculada. Ello fue el impulso para las seis
hermanas que hicieron lo mismo.

— 134 —
Cartas de mujeres

Así es que María, como cantara la negra Sosa: “María va,


pisando penas, andando va, olía su pueblo a pura inocencia
de niño pueblero, a calle regada, a flores del monte”. Y es
que no es lo mismo para una niña que se criara en el campo
ir a la cuidad. El acento es distinto, el conocimiento no es
el mismo, sin embargo, decidió cumplir con su tarea. Luego
se enamora y contrae matrimonio con Árgel Cabrera, con
quien procreó tres hermosas niñas, dueñas de unos ojos
indescifrables, como las hojas arrancadas que van cambiado
su color.
Así, entre insomnio, trabajo y anhelos, con tres hijas,
se entrega completamente a la comunidad, logrando la
construcción de la escuela, nido del saber, como también
impulsa y logra con los habitantes abastecer de agua
entubada al barrio.
Ocho años transcurrieron en Alamor, luego, cual peregrina,
emprendió el paso al cantón Gonzanamá y fue a trabajar
en Corralchico, un lugar olvidado hasta por el propio
olvido, quizá fue este lugar mi Macondo donde nacieran
miles de Buendías. Allí estaban los Carrillo, los Herrera,
los Molina. Es allí donde cobran vida mis sentidos. Nace mi
primera memoria de aquella infancia donde una quebrada
me cantaba al filo de la escuela, donde las paredes de adobe
se prestaban para esconder secretos; la cancha de tierra y la
finca de la hacienda de los señores Álvarez.
En este lugar, según recuerdo, aprendí a moldear la palabra
y hacer de un garabato una letra. Ahí la madre y maestra
forjó a tres niñas que habrían de ser escoltas del estandarte,
tendría la dicha de tener también dos abanderadas, en

— 135 —
Cartas de mujeres

mi caso manifiesto que siempre fui más audaz, unas


veces emprendí en la tarea difícil, intentar copiarle en
clases con un acordeón bien elaborado, sin embargo al ser
descubierta duro fue el castigo que me condenaría en los
años universitarios a la imposibilidad de copiar. Es que
mano firme era la de la maestra pero al mismo tiempo
mano amiga.
Es por ello que mientras asumía nuestro cuidado, mi padre
concluía su carrera en la universidad, puesto que ahora lo
hacía con el apoyo de mi madre. 13 años pasaron en este
sitio donde la vi llorar cuando partían una tras otra las
pequeñas que debían marchar en busca de un colegio para
continuar con sus estudios; pues, imposible era que llegara
a fundarse un colegio en esa tierra donde si apenas salía un
camión los días jueves y regresaba el domingo.
Entre el polvo de la carretera y la dureza del tiempo se
forjaba la maestra, la madre y la esposa, se constituía la
mujer de mi orgullo. Su soledad inundaba la escuela sin sus
hijas y habría de buscar la permuta como el pase para no
sufrir la condena. Así, un 13 de octubre de 2006 llega a la
escuela Vilcabamba, ya en el cantón Loja. Esto le permitió
ver la culminación de la carrera de sus dos hijas y aún
batallar por la conquista de la más pequeña, ya a un año
de ser psicóloga.
También le permitió la dicha de sentirse madre de un
pequeño varón: Gael, quien siendo hijo de una joven vecina,
convertida en madre adolescente, hecho que le impediría
encariñándose a las matemáticas y las amigas primeras.
Ella fue beatricina y siempre recuerda con cariño a su colegio

— 136 —
Cartas de mujeres

donde estudiara el bachillerato bilingüe, siendo la suya la


primera generación. Para aquel entonces se auguraba que
elegir esa especialización les permitiría ganar buen dinero,
al mismo tiempo que era un reto.
Pareciera que empezaba a definirse su futuro, sin embargo,
para graduarse de bachiller tenía que cumplir con la
alfabetización. Es allí, en contacto con la gente adulta de
Zalapa Bajo, que descubre su misión de enseñar las letras
primeras, fue su deseo que nadie se quedara sin estudiar por
falta de la oportunidad o condición social, ella habría de
ser maestra.
Hace algún tiempo una señora amable le daba a mi madre
un pedacito extra de pollo que compraba en el mercado,
inquieta por el acto le pregunté, quién era esa mujer,
aquella señora era alguien que con su propia mano sabía
escribir su nombre, era alguien que recibió de una joven de
bachillerato la alfabetización. Quien enseñó con el método
que recordaba de su maestro de escuela, porque nadie los
preparó para emprender en su misión. Por ello decidió ir a
la universidad para prepararse en docencia en primaria. Al
mismo tiempo que descubría entre tijeras, hilos y los colores
el traje exacto, en la rama artesanal de corte y confección,
donde su dedicación la convierte en mejor egresada.
Se forjaba la mujer decidida, la mujer total, y apenas
acabada la universidad experimentó el compartir con los
primeros amigos de aprendizaje, en la relación alumno
y maestra, siendo parte de la secretaría del Instituto
Radiofónico Fe y Alegría, donde se impartía clases por la
emisora y los sábados era presencial. Y es que en aquellos

— 137 —
Cartas de mujeres

tiempos reinaba el imperio del desconocimiento, de la falta


de oportunidad, por lo que había que emprender en la lucha
incansable por transmitir una educación que permita abrir
horizontes.
Mientras tanto las manecillas del reloj recorrieron un año,
en el que al fin como parte del magisterio se le designada
a su primera escuela, convirtiéndose para ella el 31 de julio
de 1986 en una fecha memorable, y enraizándose la tierra
del barrio Luz de América, de la parroquia Mercadillo, en
Puyango, en una extensión de su corazón.
Allí un cuarto pequeño, vestido de ensueños, fue el comienzo
de la tarea del mártir. Un cuarto ajeno, pues era el préstamo
de un buen hombre que hizo rincón en su hogar para que
lirios infantiles encuentren su jardinera. Allí también
emprende el viaje para armar el rompecabezas de su vida,
continuar con sus estudios por cuanto la familia no le
apoyaba, extendiéndose presta la señora María a cuidar del
bebé recién nacido en las tardes que llegaba de la escuela para
que la madre joven culminara el colegio en el Pío Jaramillo.
Ahora este niño se ha convertido en un buen estudiante y su
madre acaba de graduarse de comunicadora social.
Así son los designios de la vida, que con amor y sacrificio
permiten construir antes que grandes cosas, buenas cosas.
Este ir y venir todos los días, este madrugar constante a las
cinco de la madrugada han pintado una líneas en su rostro,
líneas de mi agonía; este ir y venir del ser maestra, me le
han teñido hilos blancos en el lienzo de su corto cabello
negro, este ir y venir me la han dejado con el ama repartida

— 138 —
Cartas de mujeres

en miles de niños, en miles de tizas extintas, en miles de


horas no devueltas.
Ya le celebraron sus bodas de plata de vida profesional y
lleva en la memoria muchos niños y niñas, como a Sairy,
cual veloz y ágil ave para aprender; a Jefferson Veintimilla,
hierro fuerte al que se moldea en fuego; Evyn Abad, caballero
del silencio, pero maestro de la interpretación de la palabra
de los labios, hay niños mágicos por las limitaciones físicas.
Y esta su servidora que obtuvo de la maestra el primer verso
de poesía, la primera escena para teatro, la palabra firme
para la oratoria, y la inquietud eterna por lo correcto.
Mi madre está feliz de que yo escriba de ella, por ello lo hago,
siempre le causo tristezas y este es mi fardo. Ella es buena y
sólo a Dios da gracias por lo que le ha regalado, por la salud,
la vida, y porque fue preparando cada día su camino.
Por ello si me preguntan de qué está hecha mi patria yo
diría de las miles de mujeres anónimas como mi madre, que
no han ocupado grandes espacios de poder, sino que han
sido las obreras incansables de la vida. A ellas mi memoria,
y a las mujeres valientes que han decidido enfrentarse a
los retos políticos para hacer notoria nuestra presencia, aún
las letras nos aguardan, aún la flor de la esperanza no se
consume en nuestra boca, aún nos late el tiempo del olvido,
pero aún hay vida para la batalla.
Que se escriban cartas, hay mujeres que no saben que han
vencido.
Saludos
La Maga

— 139 —
Cartas de mujeres

21. Mantenerse en pie

Se podría decir que todo comenzó antes de mi nacimiento.


Mi madre se enamoró de mi padre en su tiempo y, al
enterarse de su embarazo, solicitó su ayuda. Él con una
que otra excusa la ignoró. A los meses, muy decepcionada
descubrió que aquel hombre se encontraba casado, con dos
hijos y uno en camino.
Mi llegada defraudó a mi abuelo al que él llamaba un nuevo
error. Intentaba llegar a la alta sociedad en aquel entonces,
con su fuerza y machismo combinados, aun sin el apoyo de
mi abuela echó a mi madre a la calle. Al reconocer su error,
al mes de mi nacimiento, nos recibieron en su casa.
La mayoría de los buenos recuerdos de mi infancia se
perdieron, sin embargo, por alguna razón los malos aún
están ahí, aunque algo distorsionados. Cuando mi barbilla
tenía un defecto, del cual mis dos primos se burlaban, mi
hermano mayor no hacía nada al respecto creyendo que así
quizá sería más aceptado por ellos. Me sentía sola en aquel
momento de niñez.

— 140 —
Cartas de mujeres

Esta evocación logra cortarse cuando me encuentro


acostada, veo el techo de aquella vieja casa, luego el rostro de
aquel primo mayor sonriéndome con lujuria y nuevamente
desaparece, como si mi memoria intentara olvidar aquel
momento tan horrible. Mi inocencia no entendía nada de
lo que estaba pasando, pero sabía que algo no estaba bien.
Cuando me enteraba que mi tía y mis primos nos visitaban,
lo único que hacía era esconderme, pero sabía que no
funcionaria. Mi primo, quien era siete años mayor que yo,
llegaba como si nada, no sé cómo lo hacía, simplemente
sé que nadie de mi familia lo descubría. Parecía que en
ese instante mi boca se sellaba, solo intentaba no verlo
y al terminar decía: “No le dirás a nadie o tú perderás”.
Jamás salió de mi boca, sin embargo, perdía cada vez que
él se encontraba. Luego con un poco de fuerza intentaba
detenerlo, no lo lograba, apretaba mis muñecas y no me
liberaba.
Cuando tuve la valentía suficiente para detenerlo, no dejé
que se saliera con la suya, que, aunque sin hablar mi fuerza
ya era suficiente como para librarme, cuando era aún
mayor y creí que había entendido que no quiero problemas,
se acercó a mí e intentó llevarme, no lo logró, de su bolsillo
sacó dinero y me lo ofreció. Lo único que hice fue decirle que
no y en ese momento se fue y, esta vez, no volvió.
A los 43 años, comenzó a afectar la ausencia de mi padre, mi
madre decidió, luego de arduos años de trabajo, soportando
sol y agua, abandonarlo para dedicarse de mi cuidado y de
mi hermano mayor, el cual el padre tampoco intervino en
nuestras vidas.

— 141 —
Cartas de mujeres

Al comenzar el nuevo año, mi razón se centró más en


guardar recuerdos. La desesperación de mi madre hizo que
mi corazón se endurezca ante ella y que viera errores más
que virtudes. Todo parecía estar bien, todo parecía estar
en orden, aún tenía una mentalidad errónea, comencé a
sumergirme en la tecnología, iba convirtiéndose en un vicio
y perdía a algunas personas que quería.
La influencia de películas, videos, series, examistades,
mala reputación y poco apoyo, hicieron que comenzara a
ver la vida de otra forma, de la forma en que no valía la
pena vivirla. El recuerdo hacía que mi comportamiento
sea nostálgico, la soledad me obligaba a buscar amistades
en internet y las encontré. De las cuales también aprendí.
Comencé a ignorar mi alrededor, en mi cuarto notaba
que empeoraba, que aunque teniendo amistades a larga
distancia no me sentía completa, no había noche en la
que no orara, mi cuerpo me hacía sentir avergonzada y la
sociedad me lo recordaba.
Toda esta situación originó que mi deseo de comer vaya
disminuyendo a lo mínimo y que mis deseos de aquellas
pastillas en abundancia aumentaran. Bajé de peso. Mi madre
que aún no notaba que no era una enfermedad o, al menos
no física, me llevó al médico, quien con solo verme supo qué
sucedía. Me aconsejó y me motivó a que fuera mejor. En
aquel momento no quise obedecer hasta que, mientras me
extraían sangre, todos los recuerdos vinieron a mi mente,
hasta el último que fue el no comer los días anteriores…
luego, perdí el conocimiento. La doctora al momento pudo

— 142 —
Cartas de mujeres

recuperarme, esto hizo que me diera cuenta de lo que había


estado haciendo. Jamás volví a dejar de comer.
Al tiempo intenté buscar nuevas amistades, de lo cual,
aunque no me arrepiento del todo, fue otro de mis fallos.
Era normal encontrar nuevos compañeros, así que comencé
a conocer a uno de ellos, con quien pasaba la mayoría del
tiempo. Un chico divertido, sin duda, me enseñó muchas
actividades, una de ellas fue el valor que tiene la experiencia.
Lo escuchaba, siempre lo hacía, me gustaba escuchar a las
personas, al tiempo me enteré que él consumía droga y me
invitó a hacerlo. En ese momento, no pude responder que
no. A nuestro grupo se unió un viejo amigo mío, quien
también estaba sumergido en la marihuana. Ellos al tiempo
cambiaron, su amistad iba disminuyendo hacia mí, a veces
creía como si no lo quisieran hacer, pero su imagen hacía
el otro se dañaría o, al menos, así lo pensaban ellos. Su
influencia y mis errores motivaron que mis calificaciones
disminuyeran y que al mismo tiempo me sintiera sola por
aquellos “amigos” que buscaban solo su bienestar.
Mi madre ahora enterada del porqué de mi comportamiento,
me llevó con diferentes psicólogas. Una se centró en decirme
que tengo que cumplir con mis deberes o simplemente
fracasar y otra en sacarme la mayoría de información
sobre mi vida, entonces, dijo que confiara en ella, lo hice,
el lunes la vería nuevamente. Jamás llegó aquel lunes hasta
la actualidad, hasta que viendo que con ninguna había
mejorado se propuso ser mi psicóloga por voluntad propia,
a tiempo logró que yo mejorara y por último que todos
aquellos malos pensamientos se fueran. Ello originó que

— 143 —
Cartas de mujeres

viera a mi madre como la única y perfecta heroína que me


salvó de caer al abismo.
Con esto me di cuenta de cada una de las cosas que me ha
enseñado la vida. Dejé todos los vicios atrás y me centré en
mi presente y futuro, al llegar un nuevo año sentí que por
fin había sol, que aquellos días oscuros y malos se fueron, así
que decidí buscar a mi padre, quien se alejó mucho más de
mó por un juicio de alimentos. Cuando por fin pude hablar
con él me sentí verdaderamente completa y feliz, esto no
duró mucho ya que a los meses de encontrarlo difamó sobre
mí a su familia y cuando mis únicas preguntas eran: “¿por
qué lo hizo papá?”, “¿por qué mintió sobre mí?». Desapareció
de mi vida y jamás volví a hablar con él.
Mi madre era la única que estaba conmigo en conjunto
con mi hermano y mis abuelos. La amaba y la amo por
ello y gracias a ella estoy donde estoy. Mi último año de
colegio se acerca, mis notas han mejorado al máximo, mi
conocimiento en ingles hizo que tuviera el tercer lugar en
un concurso de poesía, tengo unos excelentes amigos que
siempre están conmigo en las buenas y en las malas, ellos me
enseñan a ser mejor, puedo expresarme sin miedo a perder.
¿Mi superación? La vida me ha enseñado que siempre, pero
siempre hay que mantenerse en pie, aunque todo se esté
derrumbando hay que seguir adelante, tenemos que seguir
adelante. Ahora tengo los mejores planes para mi futuro y
estoy viviendo uno de los mejores presentes.
Saludos
Najeb

— 144 —
Cartas de mujeres

22. ¡El éxito depende de mí,


sin barreras!

La vida está llena de risas, lágrimas y retos que forman


parte de nuestra vida; pero el saber cómo vivirlas es el mayor
desafío que debemos aprender a sobrellevar para lograr una
armonía, ya que la “vida es una sonrisa en manos de la
muerte” y de allí que voy a describir cómo fue mi vida.
Nací en un hogar de siete hijos, siendo la última de mis
hermanos. Mi padre y mi madre provenían de hogares
humildes y naturalmente el nuestro fue de lo más humilde,
tornándose más grave la situación cuando mi padre decide
abandonarnos cuando yo tenía seis años de edad. Allí la
vida se nos puso triste y complicada, puesto que mi papá era
el sustento de la casa.
Pasó algún tiempo y mi madre trataba de solventar nuestras
necesidades, mis hermanos trabajaban en lo que podían,
pero la vida cada vez era más dura y no había trabajo, a tal

— 145 —
Cartas de mujeres

punto que muchas veces nos desalojaban porque no tuvimos


para pagar el arriendo.
Cierto día mi mamá logra trabajar como ayudante de
cocina en el entonces hospital San Juan de Dios. Durante
el primer mes se tornó complicado el panorama hasta que
le paguen su sueldo y cancelar el arriendo de la habitación
donde vivíamos.
Muchas de las veces asistíamos a la escuela sin nada en el
estómago, por algunas ocasiones me desmayé. Mi maestra,
al saber de mi situación, me inscribió en la colación que
ofrecía el Ministerio de Salud para personas de bajos
recursos económicos. Allí me regalaban ‘lecheclín’ y dos
palanquetas para mis hermanos y para mí.
Desde muy niña me gustó el tejido, aprendí viendo a las
vecinas, me elaboré un crochet con un invisible que le quité
a mi mamá, de tal forma que me quedó como un bastón.
Empecé a tejer cintillos para vender a mis amigas de la
escuela. Con los fondos apoyaba a mi mamá y con lo que
me sobraba compraba lana para tejer fajas para bebés,
luego aprendí a tejer tapetes, a éstos los unía y formaba
colchas. Mi mamá me ayudaba a venderlos.
A los 16 años de edad dejé de estudiar por falta de recursos
y me fui a trabajar en una casa en Guayaquil con unos
familiares de mi cuñado. Estuve dos años. A mi regreso
ingresé a estudiar en un colegio nocturno, siempre con el
deseo de superación.
A los 19 años me enamoré de quien hoy es mi esposo y
formamos un hogar. Tuvimos dos hijos. Logré graduarme

— 146 —
Cartas de mujeres

de bachiller y empecé a estudiar en la universidad en la


Carrera de Derecho, pero mi esposo no me permitió seguir
preparándome porque tenía que dedicarme a mis hijos que,
a propósito, crecían y los gastos eran mayores, empezando
los problemas por falta de dinero y trabajo.
Mi esposo era carpintero y no tenía trabajo continuo. La
desesperación e impotencia lo condujeron al alcohol, sentía
que se repetía la historia de mi madre, me tocó afrontar la
situación económica de mi hogar, ya que mi esposo migró
a España pero su ayuda no era suficiente. Entonces, me
dediqué a trabajar arreglando departamentos, lavaba y
planchaba ropa ajena, así pude ayudar al estudio de mis
hijos para que sean profesionales.
Por motivos de enfermedad, me tocó dejar ese tipo de
trabajo, para darme la oportunidad de emprender mi propio
negocio, empezando a confeccionar gorros navideño para
vender en las ferias, también decoraba canastas y botellas.
Mi trabajo le fue gustando a la gente, que me alentó a
seguir adelante elaborando “Manualidades”. Cada día fui
aumentando los productos que diseñaba. Este fue impulso
para inmiscuirme en esta profesión, sintiendo la necesidad
de estudiar para graduarme como artesana. Ahora tengo
un bazar con diferentes tipos de manualidades que han sido
distribuidas a nivel nacional. He participado en ferias de
artesanías, en donde he conocido a personas emprendedoras
y me he vinculado a grupos de capacitación.
Más de una vez he escuchado por ahí: “No te preocupes,
todo pasa, la vida sigue”, sin embargo, pienso que todas
estas pruebas que nos presenta la vida son estímulos para

— 147 —
Cartas de mujeres

que una persona reaccione y lleve a descubrir lo fuerte que


somos para poder dejar atrás nuestros problemas.
Si bien es cierto no escogemos el hogar, un lugar donde
nacer, esto es por voluntad de Dios, pero sí tengo claro que
la humildad, la honestidad, la paciencia y, sobre todo, el
amor propio, la autoestima, la voluntad y perseverancia,
son los puntos claves que nos ayudan a llegar a ser personas
de éxito. Eso no quiere decir que yo sea una persona de éxito,
pero sí puedo decir que tengo ese carisma para llegar a ser,
siempre con el apoyo y la confianza de Dios.
¡El éxito depende de mi, sin barreras!

— 148 —
Cartas de mujeres

23. Mi vida, una historia


de éxito

Nací en la parroquia San Lucas, el 19 de mayo de 1959.


Sigo viviendo allí. Mi seudónimo es Sinchi Warmi (mujer
valiente), soy madre de cinco hijos, ocho nietos y una
bisnieta. Pertenezco a una familia muy pobre y humilde.
Mi padre trabajaba de obrero y mi madre de hilandera. En
el pequeño terreno que teníamos cultivábamos y criábamos
animales domésticos.
En el campo educativo, la primera formación fue en la
casa de mis padres, quienes con su ejemplo nos enseñaron
la generosidad, el amor, el perdón, el respeto al prójimo, la
honradez y el trabajo.
A mis 12 años de edad ingresé a la escuela, la cual quedaba
muy lejos del lugar donde vivíamos. En el verano y en el
invierno tuve que caminar aproximadamente dos horas,
y por ser mujer mis padres no me valoraban. Únicamente
estudié hasta el cuarto grado de escuela.

— 149 —
Cartas de mujeres

A los 16 años de edad, conocí a mi esposo y como parecía ser


bueno me enamoré de él. El no poder seguir estudiando en
la escuela me llevó, a mis 17 años de edad, a casarme. Pensé
que todo marcharía bien pero no fue así.
Mi esposo era muy celoso, agresivo, machista, se creía ser
el dueño absoluto de mi persona, manipulando según su
antojo, agrediéndome sexualmente. No había el respeto a
sí mismo peor a mi persona, no existía el verdadero amor,
entendimiento y confianza. Sufrí mucho, tanto física como
psicológicamente. Tras un año de matrimonio, tuve mi
primer hijo. Ya en la escuela, cuando cursaba el tercer grado,
el niño tuvo problemas de aprendizaje en matemáticas,
todo por la culpa del docente, cuya metodología no era la
adecuada. Allí me hizo falta haber continuado estudiando.
Una religiosa me enseñó la operación matemática de dividir
y con ello lo preparé a mi hijo y a los demás.
El tiempo pasaba y continuaban los sufrimientos. Anduve
mucho en búsqueda de la felicidad y no pude encontrarla.
Triste y afligida, me hacía falta ayuda, que alguien me
entendiera.
Con el pasar del tiempo, por falta de dinero, ingresé en un
programa para alfabetizar en nuestro idioma (kichwa).
Como nuestra vida íntima seguía mal, no me faltaban los
hombres con propuestas, conseguí amigos para distraerme,
dialogar, estar tranquila y de esa manera ser feliz, pero
no fue así. Hablaban de lo lindo e inmediatamente me
hablaban de tener relaciones sexuales. A mí no me gustaba
eso, pero por contar con una compañía aceptaba.

— 150 —
Cartas de mujeres

Esta situación se transformó en fracaso porque posteriormente


todos se aprovechaban. Caí hasta lo más profundo del
abismo, es decir, como dice un refrán: “del árbol caído todos
hacen leña”. Sufrí mucho y me preguntaba: ¿por qué seré
así? Sin embargo, mis deseos fueron siempre superarme.
Quise concluir la educación primaria, pero no fue posible,
entonces, hablé con una profesora para que me ayudara.
Me sugirió que rindiera una prueba y lo hice para obtener
el certificado de primaria. A los 27años de edad ingresé al
colegio a distancia y a los 30 años finalicé el ciclo básico.
Tuve mi tercer hijo y dejé de estudiar. Entre buenas y más
malas, y en una total descoordinación seguía viviendo con
mi esposo como en el infierno. Me confesaba y comulgaba
pensando que el cura me orientaría pero no vino la solución;
me iba a la romería pero todo seguía igual.
Anduve locamente pero con un gran deseo de mejorar mi
vida. Mi esposo no sabía, pero al fin se dio cuenta, entonces,
hubo más desconfianza y discusión hasta que un día me
dijo que me fuera de la casa o tenía que estar encerrada y
no salir a ningún lugar. Eso no me gustaba.
Pensé ser una líder para salir de la casa y pedí ayuda a
un amigo que vivía en Quito, quien me consiguió el libro
de liderazgo ‘Compromisos para ser líder’, de la autoría de
Miguel Ángel Cornejo.
Con tanta ansia comencé a leer y encontré un párrafo que
decía: la felicidad no consiste en no tener sufrimiento, es su
combinación con las alegrías, cuando ambos se viven con
amor. Si usted desea un mundo donde existan más seres

— 151 —
Cartas de mujeres

felices, empiece por usted y el éxito comienza en uno mismo,


ser líder comienza desde la casa.
Leí muchos libros y así mi vida fue mejorando. Todo lo que
entendía compartía con mi esposo, pero era tan difícil y
duro porque no quería dialogar ni entendía, pero se guía
luchando con la vida.
Mi esposo sufría una grave enfermedad y los médicos no
detectaban el origen. Siempre me decía parece que voy
a morir. Preocupado por su mal, buscaba que alguien lo
ayude. Un día lo invitaron a una ceremonia ritual de la
cosmovisión andina con los sabios de la comunidad. Allí
encontró su mejoría.
Posteriormente me invitó a mí y sin saber lo que va a pasar
me fui a la ceremonia. Allí nos aconsejaron automirarnos
y reconocernos, aceptar los errores y decidir qué camino
tomar: “el bien o el mal”.
Mi interés era cambiar mi vida espiritual y decidí
tomar el camino del bien, pero tan difícil parecía que me
imposibilitaba aceptar; pero Dios, la medicina andina,
el Sol, las flores, los árboles, el viento, el agua y el fuego,
me dieron las fuerzas para comenzar el cambio. Empecé
con la limpieza de mi vida espiritual, pero fue tan duro y
vergonzoso, que hubiera preferido convertirme en un gusano
para entrar en la tierra y no salir más. Pensé que soy la
única mujer con defectos de esa naturaleza. Continuaba
asistiendo a las ceremonias ancestrales y con la ayuda de la
medicina sagrada, que me dio las luces y las fuerzas, pude
abrir la confianza, el diálogo y el perdón con mi esposo.

— 152 —
Cartas de mujeres

De esta manera, empezamos a dar nuestros primeros pasos


de vida y como no quise quedarme allí pensé en continuar
estudiando. En esos tiempos había una oportunidad de
obtener el título de bachiller por los propios derechos. A
pesar de muchos problemas, estudiamos juntos con mi
esposo y alcanzamos el título de bachiller en 2005, a la edad
de 44 años. A la par continuaba leyendo algunos libros de
formación, uno de ellos era del maestro Osho, que me ha
enseñado mucho a vivir y a compartir con la familia y la
sociedad.
Pero no estaba conforme con eso, quise continuar estudiando
en la universidad, pero mi esposo no quería. Tomé fuerzas
e ingresé a la Universidad Nacional de Loja, donde escogí
la carrera de Psicología lnfantil y Educación Parvularia.
Tuve muchos problemas como celos, factores económicos,
los hijos en la universidad, en el colegio y en la escuela. Era
muy duro y por ello tuve que trabajar haciendo pequeños
negocios para sostener el hogar, muchas veces lloraba,
aunque mi esposo me ayudaba un poco.
En el último módulo de la universidad me asignaron trabajo
en una escuela con una pequeña bonificación económica.
Sufrí mucho: estudiando, trabajando en la escuela y en el
negocio.
De esta manera, en 2012 obtuve el título de licenciada en
Ciencias de la Educación, mención: Psicología Infantil
y Educación Parvularia. Continúo trabajando hasta la
actualidad.

— 153 —
Cartas de mujeres

La vida me ha dado mucha experiencia y sabiduría. Fue


una universidad más de la vida que me llevó a escribir
la historia del éxito. He trabajado mucho con mi esposo,
abriendo el diálogo hasta llegar a la comprensión y la
confianza en mí misma, con mi esposo, con mis hijos y los
demás.
Basada en mis experiencias, trabajo con los niños, padres
de familia y con la comunidad. Lo hago en la formación
personal.
Estimadas mujeres, vaya para ustedes todo mi ánimo, en
especial a las madres de familia. Las invito a continuar
organizadas y buscar siempre el bienestar personal de una
forma íntegra para vivir en armonía con uno mismo, con la
naturaleza y la sociedad.
Cordialmente,
Sinchi Warmi (Mujer Valiente)

— 154 —
Cartas de mujeres

24. Si pude

Soy una mujer de 54 años de edad, madre soltera, con dos


hijos, un nieto y un yerno que me quiere mucho.
En mi niñez fui muy tímida, con una autoestima negativa.
A mis 13 años mi madre se fue al cielo. Lo bueno de mi
juventud es que nacieron mis dos hijos. Pasó demasiado
tiempo para entender que la vida de una mujer no debe
depender de la sombra de otra persona.
En realidad, si algo bueno he hecho y estoy haciendo es
desde que cumplí medio siglo de existencia. A partir de esa
edad no me he dejado opacar con criterios como que estaba
loca si no hacía caso a pedidos que iban en contra de mis
principios o que era inteligente si me sometía a puntos de
vista ajenos.
Cuando decidí poner en práctica la frase que “sí quiero,
puedo”, empecé a darme cuenta que mis cualidades son
más que mis errores. Entonces, mis fortalezas las estoy
desarrollando en el campo, porque me gusta su belleza, me
agradan los animales, me alegra ver el desarrollo paulatino

— 155 —
Cartas de mujeres

de una chacra, de un huerto, así como fortalecer mi espíritu


una madrugada de luna.
Volví a mi parroquia, estuve al lado de mi papá y lo cuidé
hasta que falleció a sus 97 años de vida. Ahora me dedico
a concienciar sobre el cuidado de nuestra tierra. Recojo los
desechos plásticos que arrojan alrededor de mi casa. Para
limpiar invernas o aradas no utilizo químicos, llamados
mata-montes, porque lastiman a la tierra, queman su
corteza. Como no hago esto me dicen que pierdo tiempo y
dinero desyerbando con barreta, machete o pala.
Asimismo, alimento mis cultivos con abonos naturales,
no tengo pereza de cargar sacos de abono para colocar en
cada planta. Tampoco fumigo con fórmulas químicas para
acabar con las plagas, claro que las cosechas son de frutos
pequeños, pero el sabor es muy agradable. Con esto nutro a
mis hijos, comparto a mi familia y comercio también.
Cuido las vertientes de agua, he sembrado árboles que son
productores de agua como el aliso, duco, higuerón y para el
próximo invierno ya tengo planificado sembrar sauces. Los
‘ojos de agua’ los tengo protegidos con cercas y matorral.
También he sembrado cedros, pumamaquis, guailos, fresnos,
todo para proporcionar sombra a los animales domésticos y
al tiempo aprovechar la madera.
Todas las siembras, cosechas y desyerbas hago de acuerdo a
las fases de la luna.
Para ahorrar agua en tiempos de invierno recojo el agua
lluvia para utilizar en el baño, lavar pisos, rodapiés, porque
me parece algo absurdo echar agua potable en un inodoro.

— 156 —
Cartas de mujeres

Para llegar a mi lugar de trabajo madrugo y tengo que


caminar mucho, esto me mantiene corporalmente ágil y
para que mi mente esté en movimiento leo algunos libros
adquiridos y otros obsequiados.
En 2014, organizado por el Patronato de Amparo Social
Municipal de Loja, se formó el Proyecto Mujeres y Desarrollo
Local El Cisne, un emprendimiento en arreglos florales. El
apoyo que recibimos con los cursos ha desarrollado nuestras
capacidades y habilidades.
Al ser la presidenta del grupo, observo que los talentos,
necesidades o gustos de las mujeres rurales no se visualizan
por miedo a ofender a alguien o pedir algo que no se merecen.
Me satisface contar con compañeras muy trabajadoras que
tienen la voluntad de aprender y aceptar las indicaciones
para ofrecer un producto de calidad a precios cómodos. Ya
estamos ofreciendo al público arreglos florales para altar,
cumpleaños, matrimonios, grados, entre otros.
Hago lo que me gusta. Mi vida es el agro que lo combino con
buenas relaciones familiares y lectura. Entre la naturaleza
y la poesía existe una innata unión.
Gracias por leer estas palabras.
Muy cordialmente,
Madrugada

— 157 —
Cartas de mujeres

25. No a todas nos llega


a los 50

“Dicen que cada uno de nosotros tenemos un propósito en la


vida”. Parsemon tuvo el suyo.
Contaré mi historia, digo la de mi madre, pero manifiesto
mi historia porque la viví como si hubiera sido mía.
Desesperación, tristeza, angustia, todo eso vagaba por mi
vida y la de mi familia ¿Qué pasaba? ¿Por qué sucedía esto?
¿Mamá estás bien? Ella respondía, creo que titubeante, tal
vez, resignada: “sí hijos, ya pasará».
Creí que era la verdad o en verdad quise creer que era la
verdad. ¿Mamá, por qué lloras? Responde: ¡Disculpen, no
puedo controlarlo! ¿Mamá, por qué los doctores dicen que
estás bien, pero no es así? Supongo que todas las respuestas
se habían acabado. Ese momento recordé una frase que dice:
“cuando creíamos tener todas las respuestas, las preguntas
cambiaron”. No sabía a quién pedirle una explicación, ¿era
a Dios? ¿A mi padre? ¿A mi madre? ¿Quién? Me decidí por

— 158 —
Cartas de mujeres

Dios y le pregunté el porqué de su sufrimiento, dolores que


al final nos dieron respuesta.
Era la menopausia, esperen, ¿menopausia a los cuarenta?
Sí, raro pero cierto.
Ahora bien, teníamos respuesta, ¿Y el remedio? Los
días pasaban y ella seguía sufriendo, se ponía peor, las
hemorragias de un día se prolongaban a una semana.
Era triste que ni mis hermanos, mi padre, mi abuela, yo,
ni siquiera los doctores podíamos hacer algo. La pérdida
de sangre era abundante, como abundante era el dinero
dejado en clínicas, en manos de doctores que decían que
ayudarían, pero la situación solo empeoraba.
Mi padre, enojado, optó por no ir mas al doctor, no había
mejoría, las hemorragias seguían y nuestra angustia se
convirtió en un entenado de esos que no quieres, pero que
de alguna manera se convierten en compañeros, compañero
que no gustaba y festejaba. En fin, la doctora de la familia,
me refiero a mi abuela, preparó infusiones, se arremangó
las mangas y puso manos a la obra, sí, funcionó, calmó las
hemorragias, me sorprendí, creo que me enojé, ella pudo, los
doctores no. Se nos fue una preocupación menos.
Olvidé creo por un día, o tal vez horas que la habíamos
perdido, pues psicológicamente ya no era ella, todo el día
el llanto, el reclamo, las cosas insignificantes se volvieron
las más grandes. Mi padre, mi abuela, mis hermanos,
yo, soportamos eso: verla sufrir sin motivo alguno. Por
último, llegó a decir: moriré, y bueno, sucedería, no comía
o lo hacía pero el problema era que todo, todo, lo vomitaba

— 159 —
Cartas de mujeres

inconscientemente. Si llegara a morir, pero ahora no, aún


no.
Creo que la etapa final fue cuando dijo: “no me curaré, no
puedo, se acabó”, entonces vino la pregunta: ¿todas las que
llegan a la menopausia serán así? Luego, volví mi vista y vi
a mi abuela y dije: creo que sonríe, ya no recordaba ni cómo
hacerlo, dije, mi abuela no fue así, tengo esperanzas de no
pasar esto, saber ahora que lo pienso, creo que la esperanza
al fin tocó la puerta.
Pasaron dos semanas y ella había adelgazado
extremadamente, estaba pálida, malhumorada, anémica.
Parecía que la ilusión se desvanecía. La angustia quebró a
mi padre, el brazo derecho, el “todo saldrá bien”, sus hijos,
yo, creo que naturalmente nos quebramos, pero mi fe seguía
en pie, al final ¿no es eso lo más importante? Le dije: Dios,
saca a mi madre de esta etapa, esto la está consumiendo la
vida. Esperé en silencio, decidí esperar.
Cierto día, no recuerdo quien -dicen que las personas que
marcan algo en tu vida son fugaces, ella fue una de esas, fue
un ángel- le habían comentado a mi madre que vaya a un
shamán, es decir de esos curanderos. Pues, que más teníamos,
fuimos. Llegamos a San Pedro de la Bendita, era domingo
lo recuerdo como si hubiera sido ayer, nos dirigimos a la
casa, llegamos y entró mi madre con mi padre, pasó mucho
tiempo, tal vez en realidad solo fue una media hora o una
hora, pero a mí se me hizo eterno. Se abrió una puerta y
salió una luz, no miento fue una luz, era mi mamá, era su
luz, era su rostro, era su amor, era ella, era ella.

— 160 —
Cartas de mujeres

Este curandero, que prefiero llamarlo amigo, le comentó a


mi madre que llevaba tiempo el tratamiento, mi madre no
titubeo, ninguno lo hicimos. Fuimos por tres meses cada
domingo. Este ángel la curaba, cita tras cita, la hemorragia
se fue de viaje, subía de peso, la angustia colgó los guantes,
perdió. Finalizó el tratamiento y la teníamos de vuelta a mi
madre, de vuelta en casa.
Los días llegaron a su normalidad, los enojos no faltaban,
es normal. Era un miércoles cuando regresé a casa y vi
a mi madre sorprendida, carajo. Creo que se pasó por la
mente que todo iba a volver, pero no era eso, al finalizar la
conversación con ella, pensé que nadie sabe lo que le espera
a uno. El ángel, ese ángel que curó a mi madre decidió
regresar al cielo. Es que un accidente cobró su vida. Mi
madre entristeció al saber que aquella persona que le había
devuelto la vida se iba, es como dicen: “el Señor da y el
Señor quita”.
Comentan que hay que tener suerte para la menopausia,
que también se la conoce como “cambio de vida”, pues unas
mujeres no sienten nada y otras, como mi madre, se les va
de las manos la vida. Espero correr con suerte, saben y si
no es así, espero tener mi familia, unida, constante, con fe.
“Dicen que cada uno de nosotros tenemos un propósito en
la vida”. Parsemon tuvo el suyo, él es el ángel de mi madre.
Luna

— 161 —
Cartas de mujeres

26. Rosa Amelia,


una mujer excepcional

La vida de una mujer, un laberinto por recorrer, sorpresas


a cada paso, algunas buenas, bellas o simplemente
maravillosas; otras irremediablemente horribles, pero ahí
están, son sorpresas que existen, existieron y existirán, no
podemos volar sobre ellas y mirarlas de lejos, o saltar de un
capítulo a otro de la novela, o de un casillero a otro como
cuando jugábamos de niñas a la rayuela en el vecindario de
nuestra pequeña ciudad.
En la niñez el mundo transcurre entre juegos y risas, no
existe el miedo, la imaginación te hace volar por grandes
praderas, luchar con tu espada contra monstruos enormes y
feos y si vives en un lugar de cuentos de hadas, mejor, para
poder relatar que era un lugar de jardines llenos de flores,
donde los pájaros llegan puntualmente a cantar al salir los
primeros rayos de sol, allí en ese árbol de naranjos fuerte y
frondoso, cuyo olor se esparcía por los huertos de maíz, col,
lechugas, zanahorias y rosas de variados colores.

— 162 —
Cartas de mujeres

Aún recuerdo esa casita hermosa de adobe con tejas viejas


y puertas de madera ya casi sin brillo, todo era tan sencillo
y a la vez tan sublime. Las campanas de la Catedral
anunciaban que eran las cinco de la mañana, el olor rico
a café recién colado me decía que mi madre estaba ya
levantada y el cacareo de las gallinas avisaban que todo se
repite día a día sin nada por qué sufrir.
El camino a la escuela era una aventura: juegos, risas,
la emoción de un nuevo día de aprender, de disfrutar de
la historia y la literatura, mis materias preferidas, de
compartir mi lonchera con mis compañeritas y vivir sin
tener prisa.
Recuerdo las tardes en el patio de mi casa haciendo la
comida en unas ollitas de cerámica de colores y formas
diferentes que mi abuela me prestaba con un fin de
recomendaciones, con tanto celo, y cariño a la vez, que
disfrutar de ellas era un verdadero desafío, formé parte de
las batallas entre vencedores y vencidos con mi hermanos
y amigos, en las luchas con caballos de madera gritando y
corriendo mientras el sol poco a poco, tímidamente entre las
montañas, se ocultaba y la luna apresurada se mostraba
radiante y enamorada.
Los años transcurrían, era la niñez ingenua, de inviernos,
veranos y primaveras, crecí frágil para enfrentar la crítica
y la soledad, pero, a la vez, valiente para poder salir avante
a pesar de tanta adversidad. Y si en ocasiones las mujeres
somos sensibles y nos desvanecemos con facilidad, pero
gracias a Dios tenía cerca de mí el ejemplo de una aguerrida
mujer, ella es mi abuelita amada: Rosa Amelia Guerrero se

— 163 —
Cartas de mujeres

llamaba, mujer forjada en el horno de barro y en la cuadra,


siempre estaba trabajando con esmero y no descansaba
jamás.
La vida le arrebató a su esposo cuando aún era joven e
indefensa con seis hijos por criar. El quedarse viuda no fue
impedimento para dar estudio y alimentar con esmero y
cariño aunque todo esto lo lograba con mucho esfuerzo y
dificultad. Tenía su rostro lozano, sus ojos grises como el
cielo cuando la lluvia está por empezar, sus manos ya casi
encorvadas demostraban que eran sus armas para luchar.
Así, haciendo el pan más rico del barrio, tamales, humitas y
labrando la tierra como una mujer de verdad, logró edificar
una casa y también un hogar.
Nunca la eligieron madre símbolo, no formaba parte
de esta sociedad, no estudió en un colegio, no asistía a
reuniones sociales, pero su huerta y su cocina eran todo lo
que necesitaba para disfrutar de una relativa felicidad.
Aunque ya no está con nosotros, se siente su presencia, en
el jardín aún escucho el ruido de la lampa y por momentos
percibo el olor de su pan, vienen a mí las imágenes de sus
pasos lentos, cuando su vida estaba por terminar.
Siempre la recuerdo como una mujer excepcional, trabajó
duramente en silencio por dejar a sus hijos la mejor de las
herencias, porque a todos le dio el estudio y valores para
enfrentar un futuro incierto, pero llenos de un sano orgullo
y felicidad.
Ella y muchas mujeres en condiciones de pobreza supieron
demostrar que el éxito no está solo en ocupar puestos

— 164 —
Cartas de mujeres

importantes, tener dinero, prestigio o llegar a ser reina, sino


saber enfrentar momentos difíciles en la vida con estoicismo
y pero, sobre todo, con dignidad.
Linachay

— 165 —
Cartas de mujeres

27. Memorias de una joven


en cinco días

Aún recuerdo el día que cambió mi vida. Aquellas llamadas


perdidas en mi celular, la insistencia de mi hermana por
localizarme, estaba yo inquieta, perdida en mí misma,
quise remarcar y en ese instante sonó el celular y contesté,
entonces, escuché la voz de mi hermana y con algo de
incertidumbre avancé a escuchar que mi mamá estaba en
el hospital. Aunque ella trató de decir que todo estaba bien,
sabía yo que no era así. Trato de recordar cómo llegué al
hospital pero ese espacio está en blanco.
Sorpresa la mía ya que en la sala de espera de la casa de
salud estaban mis tíos con lágrimas en los ojos, rostros
entristecidos y al saludarme sus voces se quebraban. Yo sin
saber qué pasaba, en la sala de espera fría los recuerdos
llegaron, las lágrimas recorrían mi rostro.
Entonces, recordé mi primer día del jardín de infantes, aún
más, recordaba cuando viajábamos juntas a su lugar de

— 166 —
Cartas de mujeres

trabajo, lejos de casa y conmigo en brazos, pequeña y frágil


siempre velando por mí. Llegó a la mente la canción que
compusimos mi hermana menor y yo mientras esperábamos
tu regreso a casa, luego de una larga jornada de trabajo.
Asimismo, evoqué su sonrisa cuando logré mi mayor logro
académico en la escuela: ser abanderada. No olvido el
brillo de tus ojos y con mucho honor nos tomábamos las
fotografías junto a toda la familia, sabiendo que fue tan
propio ese logro ya que ustedes trabajaban lejos por darnos
todo a mis hermanos y a mí, bajo la supervisión de mis
abuelitos crecimos.
Recordé cada momento vivido a su lado, que no creía que
mi heroína, la mujer que más admiro, estaba en emergencia
en el hospital y que nuestros mundos cambiarían.
Después de horas, mientras esperábamos los resultados de
los exámenes en medio del dolor, seguía llamándome, logré
pasar al sitio donde estaba, aquellas circunstancias, oía
su llamado una y otra vez. En esta ocasión, estuve para
responder aquí estoy, me vio y se quedó adormecida por
el dolor, mientras tanto me derrumbé al verla así. Ese
momento está impregnado en mi memoria. Fueron horas
interminables.
El diagnóstico médico fue: hemorragia subaracnoidea
grado ll, derrame cerebral, aneurisma. En fin, era la bomba
de tiempo que nadie imaginó o supo qué fue lo que desplomó
su ser. En minutos entró a terapia intensiva, nadie sabía
nada por horas, los médicos nos informaran, desesperación,

— 167 —
Cartas de mujeres

angustia, eran los sentimientos que afrontábamos ahí


sentados.
A mi mente vinieron recuerdos como sus relatos, su infancia:
una niña del sector rural, educada, mis abuelitos y sus
esfuerzos para verla estudiar, imaginé siempre lo feliz que
fue con sus primeros zapatitos que le obsequió mi abuelito, su
primer día de clases, la distancia al caminar para estudiar,
cómo ayudaba en casa con los quehaceres diarios, así como
en la faena de campo, el esfuerzo por darle lo mejor. Fue
internada en una escuela de madres en el sector rural para
que no tuviera tanto que caminar, comiera mejor y rindiera
en sus estudios, siempre destacada en las participaciones
estudiantiles de la época, recitación, gimnasia, de la cual
tiene una fotografía que con orgullo muestra y usa para
motivación, para realizar con amor nuestras actividades e
incluso para saber escoger nuestra profesión.
Sentada en la sala de espera, molesta con los guardias de
seguridad que nos pedían abandonar el lugar, claro, ellos
cumpliendo con su trabajo y yo con el deber de hija. Después
de una conversación, accedieron a dejarnos más tiempo,
esperando saber qué debíamos hacer para verla de nuevo
bien, sonreír y ayudar a quien necesitaba de ti.
De nuevo mi mente volvió a recordar sus relatos. Su estancia
en la ciudad de Loja, los años viviendo como estudiante del
colegio Daniel Álvarez Burneo, así como la espera de las
tardes a la llegada de la dueña de la casa, a quien apreciaba
mucho y amablemente le prestaba la máquina de escribir
para hacer deberes, o la vez que esperó más de 15 días la
llegada de mi abuelita y al verla derramaban lágrimas de

— 168 —
Cartas de mujeres

alegría ya que como cualquier estudiante que está lejos de


casa extraña a sus seres queridos.
Ninguna de las adversidades, como la falta de instrumentos
de estudios, el no ser de esta ciudad, fueron un contratiempo
porque logró graduarse, brindando alegría a la familia ya
que su primogénita cumplió una meta más y fue la que
abrió camino para las demás generaciones de su sector rural,
demostrando que con esfuerzo, mucha dedicación, todo es
posible. Incluso, con una sonrisa en la cara, vino a mí este
‘splash’ que conocemos bien. La época dorada de juventud y
estudios en la que conoció al hombre que hoy acompaña su
vida, tu fiel esposo, tu cómplice de batallas, de lucha y quien
siempre anima seguir. Verlos juntos es apasionante porque
su amor sigue vivo, latente, sus miradas, caminar cogidos
de la mano, son símbolo de amor y ejemplo para nosotros.
Sé que su primer trabajo fue en Alamor, por la parroquia
Vicentino, yo aún no existía, mis hermanos sí. Sé por sus
relatos que tenía que caminar horas de horas cuando llovía
y no llegaba la cooperativa, pero tenía muchas ganas de ver
a quienes amaba que nunca impidió que regresara a dar
amor. Admiro que sin importar la distancia o dificultad
permanecían sin contacto con papá, cartas iban y venían,
verlas guardadas ahora ordenadas por fecha, mes, año,
nuevamente confirma que la comunicación es ideal para
estar siempre juntos.
Luego vino el trabajo en Saraguro, Celén, ahí sí estaba yo,
cuando me llevaba y cuidaba, donde era la mascotita del
equipo de deportes, de los alumnos. Donde he sido testigo
del amor hacia su profesión la enseñanza, ser hija de un

— 169 —
Cartas de mujeres

docente implica crecer y madurar antes que los demás niños,


ya que se aprende a valorar el esfuerzo diario de un docente
porque se sabe que tus padres hacen lo mismo lejos de ti,
pero educando a la sociedad del mañana y una añorando
su regreso cada fin de semana. También me ha enseñado
a ser más sensible, humana y, sobre todo, condescendiente
con mis semejantes porque se vive desde temprana edad la
responsabilidad de uno mismo.
Son tres días en cuidados intensivos. Los médicos están
tratando de mantener su salud estable, pero lamentablemente
en Loja no hay especialistas para esta enfermedad, no
existe tecnología, a través de una tomografía de contraste
se puede visualizar el daño causado por el aneurisma, no
recuerda pasajes recientes, se ve frágil, adormecida a raíz
de los medicamentos.
Esta vez mi mente recuerda cuando fue docente en la
parroquia Malacatos, en el barrio Rumishitana. Allí, un
grupo de profesionales, moradores, buena voluntad, trabajo
físico y muchas comisiones, logró consolidar el Colegio
Nacional Rumishitana e incluso con el paso de los años se
construyó una pequeña infraestructura que fue fruto de su
esfuerzo y de todos quienes pusieron la mano, optimismo y
trabajo para ver cumplida esa meta. Fue uno de los muchos
aportes que hizo en ese sector, donde la recuerdan y admiran
por su capacidad de gestión.
De regreso a mi realidad, estamos fuera de terapia intensiva
reunidos porque el médico informaría que necesitaba un
traslado urgente a Quito para tratar su enfermedad, dado
que la bomba de tiempo dentro de su ser estaba a punto de

— 170 —
Cartas de mujeres

explotar, es decir, su vida cada vez más en riesgo. Nos tocaba


buscar la casa de salud en la Capital para movilizarla,
esperando que haya posibilidad de recuperación.
Los trámites empezaron desde ese momento. Buscábamos
el avión para su traslado y en la espera de la confirmación
del vuelo transcurrió ante mí el último año vivido. Recordé
la entrega de los símbolos patrios a su parroquia que la vio
crecer, así como la vez que vinieron a verla en casa tras
varias propuestas y con el apoyo de toda la familia decidió
emprender el viaje de ayuda y servicio a las parroquias
rurales, donde se veía el abandono por parte del gobierno.
Ahí se veía la falta de apoyo y servicios necesarios para que
las parroquias rurales progresen, por ser ellas la despensa
alimenticia de nuestra ciudad.
Cómo olvidar los viajes que empezaban a las seis de la
mañana de un lunes y terminaban un martes. Jamás
importó el tiempo de viaje o el cansancio, ya que verla
sonreír, compartir, escuchar, vivir las experiencias de estos
sectores a usted la enriquecía en su forma de ser, siendo esta
actividad una pasión que todos amábamos verla disfrutar.
No se logró nuestro anhelo de representar a las parroquias
y darles oído, voz y voto. Con tristeza nuevamente escuché
en mi mente sus palabras: “Lo importante es ayudar,
participar, no solo ganar; nos queda más trabajo hay que
apoyar y pedir que se cumpla lo ofrecido”. Su convicción
jamás se perdió y más bien le enseñó una nueva lección
para ser aplicada y enseñada. Después de algunos meses
de descanso, se vino la fiesta del Niño de San José, de su
parroquia natal. Siempre hablábamos que íbamos a hacer

— 171 —
Cartas de mujeres

en ese gran día ya que usted y mi papá fueron los priostes


de unos de esos días. Aquel día todos nos preparamos para
el acontecimiento lleno de costumbres y folclor, todos juntos
estuvimos en el evento religioso, sin saber que podría haber
sido el último.
Regresé a mi realidad, sabíamos a qué casa de salud iría, el
vuelo estaba confirmado, una mano amiga suya de lucha
nos ayudó, el traslado fue inmediato y en pocos minutos sus
allegados llegaron a despedirse y desear lo mejor para usted.
Sus palabras nos alentaban a seguir firmes dando todo
nuestro amor y energía para su recuperación. Con lágrimas
en los ojos vimos cómo se alejaba en una ambulancia junto
a mi padre rumbo a Quito.-
Pasaron las horas y llegó sin complicaciones. La sorpresa
fue que en la casa de salud no había el especialista que se
requería para su cirugía, fue un balde de agua fría para todos
y la desesperación abundó en mí, creo que perdí el control y
el llanto llego a mí. Luego de varios sedantes me dormí por
primera vez en ese día, al levantarme el panorama cambió
porque al siguiente día se llevaría la cirugía. Sin pensarlo
dos veces todos estábamos rumbo a la capital a estar a su
lado en este momento difícil, era este ya el cuarto día.
Mientras estaba en la cooperativa pensé: “Cómo es posible
que nosotros, los hijos, a pesar de estar tan cerca de
nuestras madres no sabemos cuáles son sus sueños, anhelos,
gustos y cosas afines. No lo hacemos porque pasamos en
nuestro supuesto mundo que olvidamos lo esencial que
es nuestra familia, la comunicación en ella, compartir, e
incluso dejamos que la tecnología nos esclavice, somos tan

— 172 —
Cartas de mujeres

insensibles. Tuve que llegar a este evento para saber que


podría perder todo por no poner atención al ser que más
amaba.
Amaneció. Llegamos. Tras viajar en trole arribamos a
la clínica y gran sorpresa para usted todos estábamos
esperándola afuera del quirófano antes de su ingreso y
diciéndole que todo saldrá bien y por primera vez en mi
caso diciéndole que la amo. El médico especialista, ya con
varios años, nos explicó su enfermedad y el riesgo de la
cirugía en el quinto día, era increíble para él verla hablar,
tener conciencia cuando todo pronóstico decía que debía
estar en el más allá. Usted, siempre fuerte y luchadora,
no sucumbió, sus riesgos eran muy altos todo en contra,
sin embrago, nuestra fe era grande y estaríamos afuera
esperándola. La cirugía duró tres horas y 45 minutos.
En ese lapso visualicé en mi memoria la lucha constante
por los derechos e igualad de las mujeres e incluso cómo
ayudó a generar emprendimientos en toda la provincia, a
través de una organización, que su trabajo y lucha tenían
trascendencia y no podían quedar ahí, tenía que vivir, se lo
pedía a Dios con todo el corazón.
Sin darme cuenta, el médico salió y nos dio la alegría de
saber que resistió la intervención. Fue un éxito, gracias Dios
es lo que de todos salió, la bomba de tiempo de su cuerpo fue
desactivada y una nueva vida espera por ti mamá.
Luego vinieron semanas de terapia intensiva y en una de
ellas casi te perdemos, pero no lo permitiste porque como
decía aún tengo mucho que ayudar, hacer y vivir, siempre
le llevo la delantera a los galenos, sonrió al recordar en tres

— 173 —
Cartas de mujeres

meses podrá mover sus miembros afectados porque sí hubo


secuelas de la demora de la cirugía. Usted lo hacía en dos
meses, su fuerza de voluntad, sus ganas de vivir, de ayudar
siempre, la mantuvieron fuerte, no sucumbió ante ninguna
adversidad y su constancia por recuperarse pronto nos tiene
aquí hoy a nosotros, a tu familia, aplaudiendo, con orgullo
la designación de estar frente a la organización que hoy
representa, ayudando a más mujeres como usted, como yo,
como todas a decirles que no hay que rendirse que todas las
adversidades que se nos presentan. La lucha es ardua, la
confianza en una misma y la convicción de logar una meta
es lo que nos mantiene vivas, renovadas, nos mantiene
activas, nos hace mujer.
Esta carta va dirigida a ti mujer, a ti hija, madre, abuela, a
la mujer rural, profesional, ama de casa, trabajadora, a ti,
que no importa en qué situación estás, si la vida no te dio
la oportunidad de estudiar, pero sí puedes hacer un cambio
por lograr que tus hijas, tus semejantes tengan un mejor
futuro.
Mi madre fue hija de campesinos, migrante en su propia
provincia, estudió lejos de casa y sus padres, trabajó lejos
con tal de conseguir dinero para su hogar, se preparó a
nivel superior. ¿Crees que no tener recursos o las mismas
oportunidades la detuvo? ¡No!. No busquemos pretextos
para no lograr nuestros sueños, anhelos, tuvo que pasar por
innumerables dificultades para lograr su objetivo de tener
un título de cuarto nivel. Lee a diario para poder opinar
y darle un lugar digno a la mujer rural, es ella quien dice
que volvió a vivir luego de esos fatídicos cinco días porque

— 174 —
Cartas de mujeres

hoy sigue, al igual que tú y yo, caminando por las calles de


nuestra ciudad, trabajando, ayudando, luchando y dando
su testimonio de cómo Dios le dio una nueva oportunidad
para ayudar a quien requiera de ella.
Gracias por vivir y darme ejemplo que nada ni nadie
pueden detener a una mujer con sueños.
MadleGuaya

— 175 —
Cartas de mujeres

28. Una mujer del tiempo

Soy una mujer que ha soñado, que ha vivido, que tuvo


una infancia feliz. Concluí la primaria con honores y en la
secundaria era excelente estudiante, pero me sorprendió una
enfermedad: la epilepsia. Se caracteriza por convulsiones
que se presentan inesperadamente en cualquier momento y
en cualquier lugar, además provoca un dolor de cabeza que
impide estudiar
Esta situación me llevó a descansar un año y a regresar al
siguiente, logrando graduarme de bachiller con la hermana
de una de mis primeras compañeras que finalizó el colegio
cinco años antes.
Después de obtener mi título de bachiller, tuve que archivarlo
y me dije: No puedes seguir estudiando, es una realidad,
pero tienes tus manos que hace cosas bonitas. Siempre tuve
mis limitaciones, pero quería tener mis propios recursos
económicos.
La vida es infinidad de retos y hay que enfrentarlos conforme
se van presentando. Si una puerta se cierra otra se abrirá,

— 176 —
Cartas de mujeres

pero se necesita dedicación, esfuerzo y perseverancia y así


me propuse elaborar algunas manualidades, entre ellas las
tarjetas manuscritas en pergamino.
Trataba de imitar las tarjetas que recibía mi papá, mas, él
me dijo: “Haz la letra que a ti te salga, ésta debe ser legible y
agradable a la vista y para que resulten bien las cosas tienes
que hacerlas con gusto, sabiendo lo que haces y hacia dónde
vas”. Sabias palabras que siempre las he tenido en cuenta.
Luego, me casé. Llegaron un hijo y dos hijas. Alegría
inmensa, responsabilidad y fuerza para seguir adelante.
Permanentemente he continuado sirviendo a la comunidad,
a través de mi especial caligrafía que la plasmo en mi
trabajo, elaborando bandas para las madrinas de deportes
de los diferentes eventos deportivos o reinas de los barrios
de Loja, como también confeccionando tarjetas miniaturas
para recuerdos de bautizo o tarjetas de diferentes tamaños,
de acuerdo a la ocasión: primeras comuniones, grados,
matrimonios o simplemente para felicitación.
Además, por más de medio siglo, me ha complacido siempre
realizar acuerdos que instituciones públicas y privadas
me han contratado, pergaminos en los que he diseñado
paisajes lojanos realizados todo a pluma, y que han servido
para reconocer el cumplimiento de responsabilidades
de autoridades que han visitado nuestra tierra o para
enviarles a diferentes partes del mundo. Mis iniciativas
he ido puliendo con el tiempo y que han permitido hacer
conocer a mi ciudad y provincia.

— 177 —
Cartas de mujeres

Uno de los acontecimientos que ha marcado mi vida y


me ha ayudado a seguir adelante es pertenecer a una
Asociación de Mujeres, un grupo de amigas intelectuales
y emprendedoras de las cuales he aprendido mucho y
me he sentido útil para la Asociación y para la sociedad.
Agradezco a la vida, bendigo a Dios por esta amistad que
es un tesoro para mí.
El trabajo que he realizado ha sido muy estimulante para
mi existencia porque me ha brindado grandes satisfacciones.
Es que se trata de un trabajo en el que puedo demostrar
mis emociones y mi creatividad. Se trata de transformar
un pedazo de cartulina en una obra de arte. Sentimientos
que los expresé hace ya algún tiempo en un momento de
profunda emotividad en la siguiente composición, que la
transcribo a continuación:
Mi trabajo
Cómo amo mi trabajo
por generador de la vida
es mi mejor entretenimiento
y mi mayor aliciente.
A él debo mi supervivencia
y la de mis hijos también
es mi apoyo y compañero
cómo amo mi trabajo.
Cuando me siento ante la mesa
a iniciar mi diaria labor
me propongo transformar
una blanca y simple cartulina

— 178 —
Cartas de mujeres

en algún recuerdo inolvidable,


debo estar en óptimas condiciones
como el músico inspirado
para que resulte hermosa
la tarjeta que surgirá
con un poco de habilidad y destreza
con la inscripción correspondiente
de felicitación o un mensaje
que lleva el sentimiento
característico del alma lojana.
Qué alegría al terminarla
justo a tiempo me digo
en mudo soliloquio
y al entregarla al interesado
es alentador recibir la recompensa
con su sonrisa complaciente
por esta obra de arte terminada
cómo amo mi trabajo.
–1992
Finalizo esta carta con la expresión de dos aspectos
importantes:
El primero relacionado con el tiempo que he vivido:
Cómo se ha pasado el tiempo
Los años, los días y las lunas
El camino atravesado quedó atrás
Nos falta un corto tramo que no sé cuánto será...
Son setenta y un años transcurridos
en la querida campiña lojana

— 179 —
Cartas de mujeres

donde duermen en paz nuestros ancestros


y sonríen a la vida nuestros nietos.
Concluyo con el segundo aspecto, refiriéndome con un
mensaje para algunos jóvenes, quienes, pudiendo estudiar,
no lo hacen, para lo cual transcribo el pensamiento de
Benjamín Franklin que manifiesta: “No malgastes el tiempo,
pues de esa materia está formada la vida”.
Joven: si un camino se trunca,
busca otro y otro,
lo importante es realizarte
y sentir la satisfacción
de servir a los demás,
que tendrás una recompensa.
Finalmente, hago eco de las palabras del pensador Frost,
quien dice: “En dos palabras puedo resumir cuánto he
aprendido de la vida: sigue adelante”.
Saludos,
Una mujer del tiempo

— 180 —
Cartas de mujeres

29. Una carta al cielo a mi


papito Pepe

A mi padre Pepe:
Hace dos años y medio que no estás entre los tuyos y siempre
serás:
Una flor para cultivar, un libro para leer, una historia para
contar, y una lágrima para llorar. Te amo profundamente.
Gracias padre por despertar en mí estos sentimientos
diáfanos, nobles y profundos y hoy en la soledad de mi
habitación te escribo y quisiera tener un hilo muy grande
de cometa y saber que esta carta llegará justo al centro de
tu corazón.
Cada día estás en mi corazón, como cuando estabas vivo, tú
siempre vivirás en mi memoria, mientras mi alma sienta la
luz del sol como dice la canción de Camilo Sesto, mi artista
preferido, porque tus huellas estarán allí como la historia
misma de mis raíces, identidad y esencia.

— 181 —
Cartas de mujeres

Hoy he vivido algo más de cinco décadas, un lustro y un


año, estoy aquí tejiendo sueños y abrigando esperanzas. Me
decidí escribirte, padre mío, sé que desde el cielo deleitas a
los ángeles con tus canciones, pasillos hermosos, valses que
cantábamos juntos tú y yo.
Hoy, a esta edad de mi vida, creo que es justo hacer una
evaluación y valoración de aciertos y errores, sabiendo que
los aciertos son para cultivarlos y mejorarlos y los errores
para aprender de ellos y mejorar. Esa es la historia sencilla
de mi éxito. Somos un libro, el número de páginas solo Dios
las sabe, soy creyente y como tal creo que todos tenemos un
día para nacer y otro para morir.
Nací en un pueblo pequeñito, de tamarindos y palmeras, me
gustó el campo, el trino de los pájaros, el canto del gallo a
las seis de la mañana, el perfume del pasto, el olor a tierra
mojada, irme a bañar en tiempo de invierno a los chorros,
estar horas y horas en el río, qué hermosa fue mi niñez sin el
mundanal ruido, más que la naturaleza y nosotros cuando
me llevabas a la finca contemplaba los guayacanas, los
viejos ceibos, tú me decías que las plantas sienten el amor
y que los guayacanes eran celosos. Te pregunte por qué, tú
me contestaste que su forma de agradecer y alabar a Dios es
floreciendo y entre menos gente se encuentre cerca de ellos
florecían mejor. Porque el hombre me destruye, solo quiere
mi madera para hacer muebles pero no siembra otro para
reponerme, eso me decías y yo te miraba y te admiraba, me
contaste una leyenda de ellos, que los pájaros al comer el
néctar de la flor de guayacán sus plumas se volvían de ese
color, por eso las chirocas y las mariposas (animales amarillo

— 182 —
Cartas de mujeres

con negro), soy hijas de los guayacanes. Te acuerdas cómo


me gustaba la miel de los panales, aunque me piquen las
avispas, lloraba pero la delicia de la miel lo superaba todo.
¡Ah, qué tiempos aquellos...!
Mi mente está surcada de recuerdos hermosos de mi niñez,
cuando me llevabas a la finca con don Pascualito, hombre
fiel que trabajaba duro y que te decía niño Pepe o patrón y a
mí me decía mi “Reina Blanca”, así me decía porque mi nana
Emma, a quien de cariño le decía mamá Enma, me bautizó
con ese nombre: mi “Reina Blanca”. La vi en Sullana, en el
Perú, hace más o menos diez años. Cómo no agradecerle
todo lo buena que fue conmigo, cuando nos encontramos la
emoción hizo que de los ojos de ambas brotaran lágrimas de
alegría, lloramos juntas por la emoción del reencuentro y
me contó que su única hija lleva mi nombre en honor a su
primera hija de corazón.
Cuando conversamos se acordó de los vestidos que me hacía
mi prima Magdalena, a quien yo le decía de cariño “Mi
Nenita” y mi prima Julia y que le robaban las cajitas de
zapatos del almacén, luego le avisaban a mi padre y a mi
madre que ya estaban en mis pies de allí que hasta ahora
me encantan los zapatos. Ella me dijo entre sollozos: De
todas las hijas de don Pepito fuiste siempre mí preferida,
esa era una forma de alegrarme. Mentirosa, le dije, también
lo querías mucho a mi hermano Pepe. Nos mimabas mucho
a todos.
Don Pascualito, hombre fiel, honesto, y bondadoso, me
enseñó a reconocer cuándo una serpiente estaba cerca,
cuándo un animal, que él le llamaba angapila, pedía agua

— 183 —
Cartas de mujeres

era porque estaba pronosticando sequía, al sonido de golpear


la sandía sabía si ya estaba a punto para comerla. Trabajó
con mi padre hasta que enfermó y falleció y hoy estarán
juntos en el lugar que Dios les destinó, en donde también
algún día estaremos juntos y felices.
Tú, padre, nos enseñaste a mis hermanos y a mí hermosas
poesías, amar la lectura y siempre me decías tu mundo
está en tu imaginación, qué sabiduría infinita tenías, pese
a solo tener la primaria, pero la sabiduría no la dan los
títulos, la aprendiste leyendo, de la experiencia y de la vida
y cultivando tu alma pura, generosa y noble. Tocabas la
guitarra solo al oído, no tuviste la oportunidad de asistir a
un conservatorio, sin embargo, qué hermoso que cantabas
y contabas de los serenos que le dabas a mi madre y que mi
abuela te echaba agua, pero el amor que tú sentías por ella
era muy, muy grande.
Mi niñez transcurrió en mi pueblo, en mi escuela donde
aprendí de esos profesores sabios a quien les debo mucho,
de esos que en la frontera hicieron de las aulas trincheras
de amor, trabajo y de sabiduría. Fui una estudiante que
obtuvo buenas notas, recuerdo cuando te decía papito Pepe
me saqué 100 en matemáticas, nota máxima en ese entonces.
Recuerdo que me decías: hija eso es música para mis oídos,
sigue así. Nos levantábamos a estudiar las lecciones, junto
con mis hermanos y con mecheros, ya que en mi tierra no
había luz eléctrica, a las cuatro y media de la mañana.
Considero que quizá no fue una metodología correcta pero
nos hizo desarrollar la destreza memorística.

— 184 —
Cartas de mujeres

Recuerdas cuando un 26 de julio de 1976 llegué de Loja


a vacaciones y tú me esperabas con los ojos brillantes de
felicidad y me dijiste Cucuraca, reina mía, así me decías con
ternura, quiero que participes para reina de Zapotillo. Te
miré asustada, un poco desconcertada, pero sentí la alegría
en tu rostro y te dije claro que sí papito Pepe, entonces,
participé y gané. Me alegré profundamente por el triunfo
pero más me alegré por la felicidad que te proporcionaba a
ti, a mi madre y mis hermanos. Quisiera regresar el tiempo
con un reloj mágico pero eso se lo dejo a Walt Disney y a su
imaginación.
Fuiste un ícono para tu tierra porque nos enviaste a mis
hermanos y a mí a estudiar a Loja. En mi mente están
grabadas las palabras que te decían: Pepe, hombre, no
seas loco que si te sobra la plata la tires al río porque las
mujeres crecen y se casan. Tú siempre decías a mí nadie
me hará cambiar mi forma de pensar, ellas serán algún
día excelentes profesionales, eso se lo pido todos los días a
mi Dios bendito y estoy seguro que Él me ayudará porque
el dinero que tengo lo he ganado con honradez, por eso
trabajo. Mis manos están curtidas por el sol y callosas por el
trabajo, pero jamás se mancharán con dinero mal ganado.
Esa herencia y ese orgullo les dejaré a mis hijos y aunque
me quede sin nada pero ellos serán profesionales.
Salidos a estudiar, mi hermana mayor soportó la
adolescencia de todos mis hermanos, con su ejemplo de ser
la mejor estudiante nos incentivó a todos a prepararnos
académicamente.

— 185 —
Cartas de mujeres

Me enseñaste a conocer el amor a Dios, que nunca debo


avergonzarme de mi credo y que defienda siempre las cosas
no con el criterio de la autoridad o con el miedo de no
agradar, sino con la autoridad del criterio. Aún resuenan
en mí las palabras: no trates de agradar al suelo, trata de
agradar al cielo. Siempre me decías: hija, la religión es una
filosofía no te va a salvar, lo que a Dios le agrada son tus
acciones y me repetías siempre esta frase bíblica: “Quién no
vive para servir no sirve para vivir”. Eso es lo único que te
vas a llevar y lo demás es vanidad Recuerdo que aprendí
de niña algo que tú me enseñaste: pompas y vanidades son
engaños de la vida, solo la muerte es verdad y lo demás es
mentira.
El amor a la familia lo aprendí con tu ejemplo, tu afán,
fuerza y voluntad, por el amor a tu familia te crecieron alas
en el corazón y en el pensamiento, cómo amaste a mi madre
hasta el final de tus días. Recuerdo que le ayudabas en las
tareas de la casa sin importar las bromas que te hacían al
decirte “saco largo”. No sabías qué era la equidad de género,
sin embargo, la practicaste, tú y mi madre me enseñaron a
hacer el pesebre, amar la Navidad.
A mi memoria llegan recuerdos del año 1981 cuando hombres
sencillos como tú se quedaron en la tierra que los vio nacer.
Yo llegaba recién a trabajar como secretaria-profesora,
cuando dieron la orden de evacuar y mi hermana en su
carro nos llevó, sin que me diera tiempo ni para bañarme.
Al otro día le dije a mi hermana, a quien siempre admiré
por su liderazgo, valentía, que me llevara a Zapotillo para
acompañarlo y aunque no había cocina me tocó hacerlo con

— 186 —
Cartas de mujeres

leña. Allí, en mi casa, se reunían alrededor de 20 hombres


valientes. Fui la única mujer que permaneció con ellos.
Manejé un liderazgo democrático. Llegamos al consenso
que todos me ayudarían con el lavado de platos, el arreglo
de la casa. Así pasaron los días de la guerra de 1981: con mi
padre y los demás, qué historias que contaban y cómo yo las
disfrutaba, qué tiempos aquellos.
Mi éxito mayor es ser profesora porque allí están mi
vocación, mi corazón y mi convicción. Salí de mi tierra
por educar a mis hijos en 1992. Participé en un concurso
de merecimientos, de acuerdo a mi perfil, y gané, entonces,
trabajé en un colegio nocturno y cada noche le pedía a Dios
que envíe ángeles para que cuiden a mis hijos y no les pase
nada. Esa es la cruda realidad del maestro y es que por mi
trabajo descuidaba a los propios y me preocupaba de mis
estudiantes que son la razón y mi fuerza como profesional.
Sé que Dios existe y jamás les pasó nada.
Luego estudié y hoy tengo título de cuarto nivel. Participé
para el cargo de vicerrectora del colegio y gané, pese a la
serie de cosas que se hicieron para que yo no ocupara el
cargo, pero hubo ángeles en la tierra que reclamaron y tuve
la oportunidad de cumplir una aspiración más en mi vida.
Todo lo que he conseguido ha sido con la ayuda de mi esposo
y de mi hijo mayor. Como anécdota puedo decir que un día
me felicitaron por un trabajo excelente que presenté y en
broma le dije al profesor solo merezco el 50% porque este
diseño lo hice en borrador y aquí está la habilidad de mi
hijo mayor para hacerlo en computadora, por tanto, aquí
usted calificó a la madre y al hijo.

— 187 —
Cartas de mujeres

Me enseñaste que el éxito no se mide por los puestos


burocráticos o por los cargos honoríficos que se logra... El
éxito está en la satisfacción del esfuerzo, del trabajo, de
la dedicación y cómo se subió a la cima saboreando cada
peldaño, cada escalera, como queriendo conquistar el cielo
por escaleras difíciles pero no imposibles de lograr. Mi éxito
está en lo que tú y mi madre nos enseñaron a vivir en el
ser y no en el tener, en saber conjugar las cuatro armonías
de la vida: el amor a Dios, a la familia, al prójimo y a la
naturaleza.
Cuando me casé le dijiste a mi esposo que lo único que le
pedías era que me tratara bien, porque tú jamás me habías
topado ni un pelo. Él te miró y te dijo: amo tanto a su hija,
don Pepe, igual como ama usted a la señora María. Unos
meses antes de morir, conversaste con mi esposo y conmigo
y le dijiste gracias, gracias Julio, me voy en paz con Dios
y con la vida. Mi sueño se cumplió porque mis hijos son
profesionales y son personas de bien, que con sacrificio han
llegado donde yo quería.
Hoy, mi lotería, mi éxito que la vida me ha brindado
son: mi familia, mis hijos, mi esposo, un hombre sencillo
que me ama profundamente y que velamos juntos en la
penosa enfermedad de mi padre. Hoy, todos mis hijos son
profesionales y hoy puedo cantar la canción de Mercedes
Sosa: “Gracias a la vida que me ha dado tanto” y la canción:
“Cómo no creer en Dios”.
Melina

— 188 —
Cartas de mujeres

30. El amor
de una madre

Escribir sobre historias de éxito es un interesante reto, ya


que, sin duda alguna, existen varias basadas en hechos reales
que son dignas de ser narradas y resaltar su importancia
en la sociedad, en donde figuraría más de una mujer como
heroína, merecedora de todo nuestro respeto y admiración.
Es así que me atrevo a presentarles la historia o, más bien, la
vida de una mujer, resumida en pocas palabras que tratan
de expresar la admiración que tengo por esta persona,
siendo ella mi inspiración y mi modelo a seguir.
Oriunda de la provincia y cantón Loja, creció en una
familia conformada por padre, madre y cuatro hermanas,
siendo ella la menor. Sus padres eran personas que desde
muy niños se dedicaron al trabajo y lo continuaban durante
toda su vida, entregándose a labores agrícolas y al “arreo
de ganado”, obligándolos a ausentarse por largas horas e
incluso días de su hogar, dejando a las niñas solas en casa,
al cuidado de ellas mismas.

— 189 —
Cartas de mujeres

Sin duda alguna, se esforzaban por mantener su familia,


pero, pese a sus múltiples esfuerzos y sacrificios, en su hogar
siempre los visitaba la necesidad, existiendo en ocasiones
solo el alimento diario e incluso se llegó a descuidar la
educación y salud de los hijos; claro, no culpándolos por
esto ya que en este mundo nadie viene con un manual que
le guíe en su vida como padres.
Debido a la precariedad de la familia y las múltiples
necesidades por las que atravesaba, siendo nuestra
protagonista niña sintió la necesidad de buscar un mejor
porvenir para ella, sus hermanas y sus padres, dedicando
parte de su niñez y adolescencia a trabajar para poder
subsistir.
A la edad de 16 años contrajo matrimonio, siendo su
hogar bendecido con cuatro hermosos hijos. Esta joven
pareja se esforzaba día tras día por ofrecer a sus hijos un
mejor porvenir, pese a las adversidades y la oposición de
los familiares de su esposo, que no aprobaron nunca este
matrimonio por ser ella una mujer humilde con una
educación limitada y sin grandes posesiones de bienes
raíces, pero poseedora de un gran corazón lleno de bondad y
amor para su familia.
La niñez y adolescencia de esta mujer estuvo llena de
limitaciones, sufrimientos y retos que la vida le presentaba,
pero eso no sería todo y la vida le tenía preparada una difícil
prueba que debía superar. A partir del 12 de septiembre de
1996, esta mujer se convertiría en padre y madre para sus
hijos. Viuda, a sus 33 años de edad y con una gran tristeza

— 190 —
Cartas de mujeres

en su alma, abrazó fuertemente a sus hijos y se aferró a ellos


como su único motivo para vivir cada día.
Corno toda buena administradora, distribuyó su tiempo,
dedicando parte de éste al cuidado de sus hijos y a buscar
el sustento para ellos. Salió en busca de un trabajo que le
permita solventar las necesidades de su hogar, encontrando
limitaciones tanto por su condición social, su género y sus
escasos conocimientos académicos, cerrándosele varias
puertas, pero eso no detendría la lucha de una madre por
conseguir un mejor porvenir para sus hijos.
Con la perseverancia incansable que solo una madre es capaz
de demostrar, acudió a varios sitios hasta que le brindaron
oportunidades de trabajo en áreas agrícolas, lavado de
ropa y quehaceres domésticos, siendo estas labores las que le
permitieron sustentar a su familia.
En su labor diaria existían jornadas que empezaban
muy temprano en la mañana y culminaban al atardecer,
llegando a su casa con el cansancio y fatiga de su jornada.
Ella se olvidaba de todo su malestar al encontrar a sus hijos,
los abrazaba fuertemente y dedicaba tiempo para ayudar
en sus tareas, pero sobre todo les brindaba todo el cariño y
amor que una madre es capaz de dar a sus hijos.
Los moradores del vecindario, personas allegadas e incluso
algunos familiares, dudaban de su fortaleza de madre y
se esmeraban por complicarle aún más su situación. Se
mofaban de ella, veían con desconfianza a sus hijos e incluso
era tanta su audacia que desconfiaban de su capacidad para
mantener a su familia y en varias ocasiones le propusieron

— 191 —
Cartas de mujeres

donar a sus hijos a otra familia para que se ocuparan de


su crianza, alegando no ser capaz de encargarse de tantos
niños. A más de ello, no faltaba alguno que otro “don
Juan” que se quería aprovechar de la situación por la que
atravesaba esta mujer, pero ella, como la buena mujer que
es, puso en práctica los valores adquiridos en su hogar,
consiguiendo hacerse respetar en esa sociedad machista y
oportunista, demostrando además a quienes no creían en
ella que una mujer es capaz de vencer todos los obstáculos
que se le presenten.
Estos pensamientos negativos de terceras personas, lejos de
desmoralizar y acabar con su entereza de mujer y madre a
la vez, la hacían más fuerte, le daban la fortaleza necesaria
para luchar incansablemente por sus hijos y no permitir
que nadie los trate mal o le cause daño. Mientras ella lo
pudiera evitar, no dudaría en hacerlo.
Si bien es cierto que esta madre de familia no culminó sus
estudios primarios a temprana edad, llegándolos a coronar
en su vida adulta con el apoyo de sus hijos, se prometía cada
día que sus hijos estudiarían y serían profesionales exitosos
y personas íntegras, siendo aquellos ideales los motivos que
la impulsaron a luchar siempre. En su casa podían faltar
quizá algunas cosas materiales, pero a sus hijos no les
privaría de lo necesario, entre ellos la educación. Siempre
los apoyó para que culminen sus estudios y cumplan sus
sueños, guiándolos por el sendero correcto y ofreciendo sus
sabios consejos y su experiencia, motivándolos a ser mejores
personas.

— 192 —
Cartas de mujeres

Ahora me atrevo a decir que gracias al inmenso amor que


mi madre nos tuvo a todos sus hijos y a su constante apoyo,
he podido culminar mis estudios y alcanzar mis metas y
sueños, quedando aún muchos fines por cumplir, y sé que con
la bendición de Dios y la de mi madre lograré conseguirlo.
Es que tanto amor brindado solo puede ser recompensado
con amor.
El éxito de esta mujer se basa en su decisión de luchar
incansablemente por su familia, siendo esta su más grande
empresa. La mejor inversión realizada ha sido la formación
y educación de sus hijos. Ahora ella manifiesta que sus
esfuerzos han dado frutos, sintiéndose orgullosa de sus
hijos, que han sabido desenvolverse en sus diferentes roles
sociales con respeto y responsabilidad.
Esta es la historia de mi madre que con su infinito amor,
sacrificio, perseverancia, a pesar, incluso, de las adversidades
que se le presentaron en su vida, sola logró formar en valores
a sus hijos, brindarles la oportunidad de prepararse para que
ellos por sí mismos puedan desenvolverse en esta sociedad y
esforzarse día tras día por hacer de este un mundo diferente.
Atentamente,
Amargaris

— 193 —
Cartas de mujeres

31. La Negrita

En algunos casos, las dificultades pueden ser la mejor


prosperidad para que las personas lleguen a obtener éxito,
porque los problemas traen progresos.
Hoy traigo una carta de la vida de una niña y a la vez
mujer y madre, que a sus diecisiete escasos años empezó a
luchar por una vida digna en una época muy pero muy
difícil y dura.
La negrita, como la llamaban dulcemente por su color de
piel y por la gran admiración y cariño que le tenían todos
quienes la conocían, quedó huérfana de madre a temprana
edad, asumiendo el cuidado de su padre, quien al poquísimo
tiempo se olvidó de velar por el bienestar de esta adolescente.
Es ahí donde esta niña, hallándose desprotegida y sin
orientación alguna y dada la situación en la que comenzó
a vivir, decide adquirir un “compromiso” que duro poco
tiempo. Digo compromiso porque ella así lo creyó, cosa que
para tal caballero no lo fue, sino un simple episodio por
cuanto éste, sabiendo que ya eran padres a tan corta edad

— 194 —
Cartas de mujeres

y sin saber el valor del compromiso de padres frente a dos


bellas niñas, opta por abandonarlas sin reparo alguno.
Es aquí donde se ahonda más la dificultad e inicia el triunfo
de esta gran mujer. Primeramente: el éxito de ser madre y
padre a la vez para estas dos infantas y luego el éxito de
iniciar a desenvolverse como una mujer trabajadora y muy
responsable con sus dos retoños, pese a la pobreza nunca
tuvo miedo de luchar cada día de la vida. Jamás imaginó
que este fuera el gran momento para comenzar a superarse
en lo personal.
Precisamente, una mañana de octubre, la negrita queda
abandonada nuevamente y esta vez por su “pareja”. Frente
a esta realidad, aquella mujer no se dejó agobiar por la
soledad y mucho menos por la situación económica que
estaba atravesando, ya que su gran impulso siempre fueron
sus dos pequeñas, y por el bienestar de ellas y el suyo propio
inicio a golpear puertas para pedir trabajo como sirvienta
de cocina pero no halló respuesta positiva por cuanto le
negaban por el hecho de ser madre muy joven. Desesperada
y sin saber qué hacer decidió salir al campo a pedir trabajo
para realizar labores de cultivo, trabajo que no era bien
pagado por cuanto decían que su desenvolvimiento no era
igual al de los hombres.
Así pasó algún tiempo y tras el apoyo de una gran amiga
empezó a trabajar como madre comunitaria en el entonces
INNFA. Allí fue explotada por las mismas compañeras y
para colmo de males, cerca de cumplir los dos años en dicho
puesto, la despidieron injustamente, con el pretexto de no

— 195 —
Cartas de mujeres

tener ningún grado de preparación académica y así quedó


nuevamente sin trabajo.
Entonces, decidió regresar nuevamente al campo, pero esta
vez no para laborar en la agricultura, sino para comprar
frutas del lugar: naranjas, granadillas, entre otras, y
sacarlas a vender en el mercado y llevar el sustento a su
casa, trabajo que lo realizaba en los centros de abasto desde
las dos a diez de la mañana. El resto del día lo distribuía de
la siguiente manera: de once de la mañana a dos de la tarde
lavaba docenas de ropa ajena y el resto se dedicaba a buscar
y comprar las frutas que era el apoyo de cada día. Así,
terminaba el día y sin abandonar a sus hijas luchó junto
con ellas, siempre fue inagotable, pero en su sentimiento
siempre estuvo esa amarga y humillante experiencia que
vivió por ser despedida injustamente de su trabajo, quizá
por el hecho de ser una madre sin preparación académica.
Con todas estas peripecias vividas en este mundo lleno de
injusticias, había llegado el momento de tomar una decisión.
Y se dijo a sí misma: “con mi preparación académica y mi
situación personal no voy a encontrar fácilmente un empleo
bien remunerado y por todo eso no puedo quedarme de
brazos cruzados”. Así que, después de dar muchas vueltas,
decidió prepararse. A pesar que no contaba con ningún
tipo de apoyo, inició a estudiar en un colegio nocturno
donde se graduó en la especialidad de Ciencias Sociales y
posteriormente ingresó a la Universidad Nacional de Loja,
donde egresó en la especialidad de Lengua Castellana y
Literatura. Actualmente, se encuentra trabajando en forma
ardua su tesis para obtener su título de licenciada.

— 196 —
Cartas de mujeres

Así, nació el triunfo de una humilde mujer de pueblo que


hoy por hoy se gana el sustento para sus hijos que, por cierto,
ya no son dos, sino tres y que gracias a Dios su trabajo es
más liviano, aunque no tan bien remunerado, por cuanto
no tiene aún el título pero ya ejerce la profesión aunque sea
por temporadas cortas.
Se considera desde ya una mujer exitosa por el simple hecho
de que no le fue nada fácil llegar hasta donde está, pero
tampoco le resultó imposible arribar a este espacio y su
sueño siempre será continuar preparándose porque por algo
se dice que no hay límites para los conocimientos.
Gracias Dios por hacer de esta mujer hermosa y luchadora,
ejemplos para sus hijos y sociedad en general.
Con cariño,
La Negrita

— 197 —
Cartas de mujeres

32. Consuelo Álvarez,


sinónimo de amor a Dios y
a los demás

Primeramente saludar a todas las mujeres del mundo, de


nuestro país, en especial a las mujeres de una tierra que me
acogió por corto tiempo, tan cálida, hospitalaria, de un cantón
que todos conocemos y bien llamado “Zapotillo Hermoso”,
no solo por sus atractivos turísticos, sino también por la
amabilidad y don de gente de un pueblo que es la entrada
a nuestro Ecuador, donde existen mujeres maravillosas y
emprendedoras que día a día trabajan por ver a su tierra
salir adelante y que ocupe un lugar preponderante a nivel
nacional. En mi corta estadía en este cantón tan hermoso
escuché hablar de una mujer valiente, emprendedora,
aguerrida, que todo lo que se proponía lo cumplía y, por
tanto, me causó admiración conocer de su vida.
Se trata de la señora Julia Consuelo Álvarez Gálvez,
quien fue una mujer que quedó grabada en la historia

— 198 —
Cartas de mujeres

de Zapotillo, pero de manera especial en los corazones de


todos sus habitantes, ya que su lucha la realizó de forma
comprometida en diferentes ámbitos, en donde se caracterizó
por ser la protagonista líder, siempre defendiendo los
derechos de grupos vulnerables.
Dada esta lucha incansable, juntamente con grupos de
personas que sienten amor por este cantón, se obtuvo algo
muy importante como fue la cantonización de Zapotillo y
obras en diferentes ámbitos: salud, educación, vialidad y
algo que destaca es el proyecto de riego Zapotillo, por esto y
muchas gestiones más realizadas su pueblo, sus hermanos, le
agradecen por haber dedicado una parte de su vida a velar
por los intereses de todos para alcanzar un bien común.
Saber que usted desde temprana edad sufrió el dolor de
la separación de sus seres queridos con la finalidad de
continuar con sus estudios y poder ser alguien en la vida
y lo que es digno de reconocer es que durante su vida
estudiantil se destacaba por dedicarse para cada día ser
mejor sin dejar de lado su vida personal. Usted era una
soñadora que alcanzaba lo que se proponía. Algo que me
impactó y que toda mujer debería sentir es que usted tenía
un profundo amor primeramente a Dios, amor al prójimo,
el amor a la familia y el amor a la naturaleza.
Como ya lo mencioné anteriormente, usted que sintió el
sufrimiento de lo que es alejarse de sus seres queridos al tener
que abandonar su hermosa tierra natal, creyó conveniente
luchar porque en su cantón se cree el Colegio Nacional
Zapotillo, quien juntamente con damas luchadoras de
su época lograron hacer llegar un pedido al Ministro de

— 199 —
Cartas de mujeres

Educación de ese entonces, quien visitaba la ciudad de


Loja, logrando que ese sueño se cristalizara meses después y
así mucha juventud zapotillana estudie, ya que por su bajos
recursos económicos salir a la ciudad de Loja, cómo no
admirar esos sueños casi imposibles de cumplir que gracias
a la perseverancia y a la gestión realizada por esta gran
dama se hicieron realidad.
Continuaré haciendo conocer a muchas personas de este
cantón de este “Zapotillo Hermoso” y de la provincia y por
qué no decirlo del país, sobre el arduo trabajo realizado,
objetivos trazados fuertes de conseguir pero que gracias a
Dios y al esfuerzo que día a día realizaba Julia Consuelo
Álvarez Gálvez tenían un feliz término con solo saber que fue
la gestora, junto a notables personas zapotillanas, para que
el cantón Zapotillo tenga la sucursal del Banco de Fomento
y que hasta la actualidad es el único existente en el cantón,
ya que, según he podido investigar, antes en estas tierras
hermosas la única moneda circulante era el sol peruano,
el cual servía para la compra y venta de productos viendo
que como ecuatorianos existía un olvido hacia este pueblo,
convirtiéndose en funcionaria del mismo por 22 años.
Gracias a sus deseos y ganas de ver un Zapotillo diferente en
desarrollo y lleno de oportunidades, desempeña diferentes
cargos y responsabilidades sociales. El único interés y el fin
era servir a su pueblo siempre enmarcado en un trabajo
de beneficio a favor de los más necesitados. Colaboradora
claro está sin descuidar a su familia inculcando valores,
responsabilidades y virtudes que estoy más que segura sus
hijos la recordarán por siempre.

— 200 —
Cartas de mujeres

Personas que la conocieron destacan su generosidad, el


sacrificio y sobre todo sus profundas ganas de servir a
su pueblo, siempre pensando en su “Zapotillo Hermoso”.
Repudiaba la injusticia ya que siempre buscó la equidad
para el bienestar de los habitantes de su tierra, sean estos
niños, jóvenes, adultos y ancianos, un corazón que no
buscaba mediante sus actos algo a cambio, siempre su
trabajo fue desinteresado.
Lo que más llamó mi atención fue que siempre estuvo
atenta a que en este hermoso cantón se construyan obras
de gran importancia, las cuales servirían para el desarrollo
y ayuda al campesino, ejecutándose un sistema de riego el
cual hoy en día es el que da vida a estas tierras productivas,
bendecidas con un clima generoso que permite que haya
mucha producción. Nadie como Julia Consuelo Álvarez
Gálvez que defendía los intereses no propios, sino de todos
los zapotillanos. Siempre será recordada por su labor para
esta su tierra que la vio nacer.
Asimismo, su partida de este mundo fue muy temprana. Sé
que ella aún quería seguir luchando por su pueblo, sé que a
lo mejor tenía muchos proyectos en mente pero, asimismo,
entiendo que Dios la necesitaba a su lado, necesitaba a
una mujer que desde arriba interceda por sus hermanos,
su gente y su cantón, bendiciones que por siempre se verán
reflejadas en el desarrollo del cantón Zapotillo.
Después de mi corta estadía en esta ciudad, por motivos de
trabajo de mi esposo me voy alegre y triste a la vez: alegre
porque conocí mucha gente buena, trabajadora que me

— 201 —
Cartas de mujeres

brindó una amistad sincera, y triste al conocer la historia


de esta gran mujer, valerosa y luchadora.
Sé que todos la recuerdan por su bondad y su trabajo, pero
que ninguna autoridad hasta la actualidad ha hecho un
reconocimiento a esta dama gestora de muchos logros para
este cantón. Se le debería realizar una muestra de afecto
no para con su familia porque ella está tranquila sabiendo
quién fue y lo que logró, sino más bien para con ella y
para la ciudadanía. Sería bueno recordarla con un busto
ubicado en un parque, alguna edificación gubernamental
que lleve su nombre o, por lo menos, que una calle de su
ciudad sea llamada Julia Consuelo Álvarez Gálvez. Quizá
las actuales autoridades coordinen y puedan hacerle este
justo y necesario homenaje a tan recordada dama.
Antes de despedirme, impregnaré en esta corta misiva, digo
corta porque en la misma no he escrito ni la mitad de su
vida llena de logros para beneficio de sus conciudadanos,
unas palabras para ti mujer zapotillana, que el accionar
de esta dama sea tu inspiración en esta vida, ya que tú eres
la dueña de tus actos y control de tu destino. Sabemos que
si nos proponemos podemos cambiar el mundo, siéntete
orgullosa de ti misma. Salgamos adelante y cada vez que
nos sintamos sin ganas recuerda a Consuelo Álvarez y
en ella encontrarás la motivación que todas necesitamos.
Mujer, debemos surgir como tal, librando los obstáculos
que se nos presenten. Con estas últimas letras se despide, un
nuevo corazón zapotillano.
Consuelo Álvarez, sinónimo de amor a Dios y a los demás.

— 202 —
Cartas de mujeres

33. No todo es
para siempre

Bueno. Esta carta va dedicada para mi padre que me está


viendo desde el cielo.
Comenzaré diciéndote que te extraño y que me he inspirado
en ti para escribir esta carta. Recuerdas que teníamos
una vida perfecta, o eso es lo que creía, vivíamos con mis
abuelitos en un lugar un poco viejito pero muy humilde, en
un cuartito chiquito que parecía feo, pero que por adentro
podía tener todo el amor que una familia podría dar. Todo
parecía perfecto, te acuerdas cierto día un familiar mío llego
a mi humilde morada, era mi tío, no lo conocíamos. Yo tenía
ya 6 años de edad y todos lo queríamos por ser tan bueno.
Lamentablemente mi tío tenía una enfermedad llamada
“esquizofrenia”. Vivía con nosotros. Todo iba bien pero al
poco tiempo mi tío se puso mal y comenzaron los problemas
y al tener tan grave enfermedad empeoró y se convirtió en
nuestro enemigo. Poco después a mi padre y hermano los

— 203 —
Cartas de mujeres

comenzó a rechazar, no los quería, así fue hasta algunos


años pero tiempo después hicimos una casa bonita y con
todo el amor que le podíamos dar la hicimos nuestra.
Vivimos allí varios años. Comencé a estudiar música. Mis
abuelitos y tíos vivían tras mi casa. Parecía que todo ya
había acabado y que la familia de la que yo recuerdo había
vuelto.
Desventajosamente los problemas seguían. Mi tío comenzó
a insultarle a mi padre. Un día que él estaba solo en casa,
ni siquiera mis abuelos, llegó mi tío y lo cogió del cuello a
la medida de quererlo matar. Para buena suerte mi abuela
llegó y al ver lo que estaba pasando lo detuvo y lo hizo salir
de mi casa. Al día siguiente hicimos como si nada hubiera
pasado, mintiéndonos los unos a los otros.
Y así fue como pasaron los días y las noches sin saber qué
hacer para solucionar el tema. Pasó el tiempo y sin ninguna
forma de superar, mi padre y hermano tuvieron que salir de
la casa e irse a algún otro lugar. Con mi corazón partido salí
y llorando me despedí, pasaban los meses y parecía que era
ayer cuando me despedí de mi padre y hermano. Felizmente
mi madre, mi hermana y yo los visitábamos cada vez que
podíamos.
Vivían en un departamento de un amigo de mi padre.
Mi papá era un excelente músico y tenía algunas bandas,
tocaba el piano. Se estaba quedando donde solía ensayar con
sus amigos. A pesar de estar separados, seguíamos siendo
una familia que con problemas y dificultades trataba de
salir adelante. Al poco tiempo, mi padre y madre decidieron
arrendar y así poder vivir juntos.

— 204 —
Cartas de mujeres

Todo iba bien, parecía que ya nada podía salir mal, había
pasado ya un año. Luego de meses, los dueños de la vivienda
nos pidieron el departamento, sin saber qué hacer, tuvimos
que buscar algún otro lugar que sea cómodo y barato.
Pudimos encontrar un espacio bonito barato y cómodo. Era
enero de 2015 e íbamos viviendo un mes, pero cierto día
yo tenía que hacer un trabajo para la escuela, era tarde y
fui hacia la sala y le pedí a mi padre dinero para irme al
internet y hacer mi trabajo. Me dio un dólar. Salí de mi
casa y me fui a hacer mi deber. Como mi padre era músico y
tenías algunas bandas, todas las noches salía a sus ensayos.
El internet quedaba a una cuadra de mi casa y yo al ser
tan viciosa me puse a jugar y al último realicé el deber. Me
gasté 75 ctv. Al día siguiente, mi padre me dijo que le dé el
vuelto del 1$ y le di 25 cv, entonces, se molestó, me reclamo
por un buen momento, nunca lo había visto tan enojado.
Todavía recuerdo aquel momento cuando tomó su correa y
me flageló, me sorprendí y al mismo tiempo me entristecí.
Es que era la primera vez que me castigaba. Yo tenía 11
años. Llorando salí de mi casa para irme a la escuela. Mi
hermana y hermano salieron poco después que yo.
Mi padre y madre quedaron en casa. Habían peleado por
un buen momento. Pasaron las horas y llegó la tarde. Salí
de la escuela y me dirigí a mi casa. A una cuadra para
llegar a mi casa encuentro a mi madre y hermana llorando.
Me dijeron que ya no viviríamos con mi padre y hermano.
No entendía, no sabía qué había pasado y la verdad
nunca lo supe, pero aquel día ni siquiera llegué a mi casa.
Mi madre, mi hermana y yo salimos rumbo a una nueva
vida, sin saber que sería de mi padre y hermano. Entonces,

— 205 —
Cartas de mujeres

regresamos a la casa donde vivimos por primera vez. Aquel


lugar donde comenzó todo.
Había pasado ya algunos meses y no sabíamos nada de
mi padre y hermano y al poco tiempo me encontré con mi
padre, hablamos un buen rato y ya todo había pasado.
Empecé a visitarlos los sábados y domingos. Ellos estaban
viviendo con mi tía. Me alegraba saber que estaban bien
hasta que un día no se encontraban en casa. Entré en ella y
vi su celular cargando. Me acosté en la cama y de repente el
celular sonó. Era un mensaje. Lo leí. Al parecer, iba a tener
un hijo.
Al acabar de leer el mensaje, dejé el celular e hice como
si nada hubiera pasado. Nunca le conté a nadie. Había
pasado unos meses. Mi hermana y hermano se enteraron
lo del bebé, le contaron a mi mamá, quien con el corazón
destrozado aceptó el hecho. Al pasar ya un año, mi padre y
mi madre se estaban reconciliando, hablaron varias noches,
todo iba bien. Mi padre ya le había confesado a mi madre lo
del bebé. Mi mamá lo perdonó.
Los hermanos y mi padre cuidaban de mi abuela y abuelo.
Eran cinco. A cada uno le correspondía un mes. A mi
padre le tocaba marzo pero no podía porque él trabajaba
y estudiaba por las noches. Nosotros decidimos ayudarlo,
a pesar que no vivimos con mi papa y hermano volvimos
a hacer una familia. Mi abuelita tenía cáncer terminal y
nadie lo sabía.
En marzo mi abuela empeoró y tuvieron que internarla en
el hospital. Mi padre solo tenía que cuidarlo a mi abuelo

— 206 —
Cartas de mujeres

porque a mi abuela la cuidarían en el hospital. Mi hermana


iba todas las mañanas a cuidarlo a mi abuelo y yo tenía
que estudiar. No podía ir y como estudiaba en las tardes
tampoco podía. Al salir de clases, iba a ver a mi madre
al trabajo y de ahí salíamos las dos donde mi padre. La
encontrábamos a mi hermana. Llegaba la noche y nos
íbamos: mi hermana, mi madre y yo, a casa y así fue por 4
días, pero a veces la vida nos pone barreras que ni uno mismo
sabe si logrará vencerlas. Era viernes, yo había faltado a
clase, no sé cuál fue la razón. Mi hermana me levantó para
ir donde mi abuelo. Y así fue. Llegamos donde mi abuelo y
mi hermana comenzó a preparar la comida. Pasó la tarde
y llegó la noche. Mi madre llegó, estábamos hablando con
mi abuelo, pasó una hora y llegó mi padre. Quién iba a
pensar que esa sería la última noche que estaría con papá,
la última noche que lo abrazaría con todo mi amor.
Aquella noche, mi padre le pidió el carro a mi abuelo para
irnos a dejar en la casa. Lo hizo. Nos fue a dejar. Mi padre
se despidió de mi madre dándole un abrazo, mi hermana
le dijo chao papi y yo también me despedí también con
un chao papi. Le pedí la bendición y me abrazó. Todavía
recuerdo cuando dio la vuelta al carro y nos dijo con la
mano chao, sin saber que ese sería el último día en que lo
vería. Al siguiente día, mi padre, mis tíos y abuelo viajaron
a Machala. Era 5 de marzo de 2016. Hubo un accidente que
dejó 4 heridos y uno muerto, este último era mi padre. Ese día
mi prima nos llamó y llorando nos dijo hubo un accidente,
por favor, bajen al hospital y eso hicimos rápidamente.

— 207 —
Cartas de mujeres

Llegamos a la casa de salud y corroboramos lo sucedido.


Mi tío dijo, Claudio ha muerto. No creía aún. Mis ojos se
llenaron de lágrimas. Mi padre ya no estaba más conmigo,
ya no tenía quien me proteja y saber que lo único que podía
hacer era resignarme a la verdad.
Dos días después de la muerte de mi padre, mi abuelita, que
estaba muy grave e internada, había muerto. No lo podía
aceptar y me ponía a pensar y me preguntaba por qué Dios
era tan injusto conmigo, por qué se llevó a dos personas de
mi lado. Ahora vivo con mi madre, hermana y hermano
que, aunque con una tristeza tan dolorosa por dentro y con
recuerdos que solo nos quedan de él, salimos adelante con la
vida y esperar tan valioso día de encontrarnos y abrazarte
tal y como lo solía hacer.
Ahora solo me quedan recuerdos, hermosos recuerdos que
los llevaré toda mi vida: algunos felices, otros tristes que
quedarán marcados en mi corazón para siempre. Lograré
salir adelante y cumpliré mis metas tal y como lo hiciste
tú, papá, gracias a ti papá porque me has enseñado que
la vida sigue a pesar de todo. Seré una excelente música,
tal y como lo fuiste. Recuerdo cuando me llevabas a tus
ensayos y yo veía cómo tocabas con tanta emoción tu piano.
En cualquier lugar en el que estabas nunca te faltaba la
música. También ese día en que me hiciste mi primera fiesta
de cumpleaños. Fue genial, fuiste y serás un ejemplo para
mí. Esto no es un adiós, sino un hasta pronto.
Gracias papi por darme la vida y por protegerme desde el
cielo. Te extraño, te envío esta carta para que me recuerdes
y protejas a mis hermanos, a mi madre y a mí, que nos

— 208 —
Cartas de mujeres

quieras tal y como nos quisiste y que nos des todo el amor
que nos diste en vida. Cumpliré mis anhelos y metas tal
y como tú lo querías. Tocaré el piano, así como lo hacías
tú y una de las cosas más importantes: nunca te olvidaré,
estarás en mi corazón para siempre. Te quiero papá.
No todo es para siempre.
Everything is not forever.

— 209 —
Cartas de mujeres

34. Una mujer


buena e inteligente

Empezaré por compartirles que cuando leí la invitación


a escribir acerca de mujeres valiosas, luchadoras, ejemplo
para la sociedad, pasaron por mi mente las vidas de varias
de ellas, pero debido a la limitación de tiempo, sólo eran
ideas, pero esta mañana al despertar, tuve un deseo especial
de escribir sobre alguien que es realmente un ejemplo
de superación, de trabajo, de constancia, de amor y de
humildad.
Me refiero a una valiosa mujer, cuyos padres la trajeron
al mundo un veinte y siete de abril, en la década de los
cincuenta. Ellos la recibieron con inmensa alegría y la
formaron adecuadamente, con bondad y rectitud, con amor
y con firmeza. Junto a sus hermanos, creció en Cariamanga,
donde comenzó y culminaron sus estudios primarios y de
colegio.

— 210 —
Cartas de mujeres

Con la finalidad de que continúe sus estudios de nivel


superior, sus padres se trasladan a vivir en Loja, entonces,
inicia su carrera profesional en la Universidad Nacional
de Loja, en donde obtiene los títulos de licenciada en
Contabilidad y Auditoría, doctora en Contabilidad
y Auditoría, magister en Docencia Universitaria e
Investigación Educativa, magister en Gerencia Contable.
Además, está por obtener el grado de Ph.D.
En el campo laboral ha sido y es una profesional destacada.
Ingresó a trabajar como contadora en PREDESUR,
donde siempre se distinguió por ser una funcionaria llena
de virtudes personales y profesionales. Más tarde tuvo la
oportunidad de regresar a la Universidad Nacional de Loja,
ya no como estudiante, ahora sería docente y coordinadora
de la Carrera de Contabilidad y Auditoría del Área
Jurídica Social y Administrativa de la Alma Máter lojana.
Actualmente, a más de cumplir con sus labores académicas
en la Universidad, se desempeña como jefa Financiera
de Solca, Núcleo de Loja. En las dos instituciones es
merecedora del respeto, cariño y consideración de todos
por su profesionalismo y don de gentes que la caracterizan
siempre.
Muchos podrían opinar que trabajar en dos instituciones a
la vez no tiene nada de admirable, pues sí, en el caso de ella
sí, puesto que a más de su dedicación como docente y como
administradora, cumple con muchas otras actividades
hogareñas, como preparar los alimentos, lavar, planchar,
tejer, coser, bordar, regar las plantas, en fin, tantas tareas
que realiza con gusto y prolijidad, pues siempre ha sido

— 211 —
Cartas de mujeres

muy organizada y cumplidora, distribuye su tiempo de


tal manera que siempre está dispuesta a compartir con su
familia, amigos y compañeros de trabajo.
En el plano familiar es una madre abnegada. Por sus tres
hijos ha luchado constantemente y lo ha sacrificado todo,
pues Zandrita, Carla y Manuel son la esencia de su vida.
No contrajo matrimonio con el padre de sus hijos y prefirió
enfrentar sola el desafío de formarlos y educarlos y vaya
que lo ha conseguido con esfuerzo y dignidad.
Pero antes de compartir otras de las virtudes de esta
admirable mujer es justo que mencione su nombre. Se trata
de Elvia Maricela Zhapa Amay. Sí, me refiero a “Elvita”
como cariñosamente la llamamos. Me refiero a quien
siempre está lista para ayudar, para dar un consejo, para
extender su mano generosa o para amonestar y reprender
cuando es necesario hacerlo.
Realmente puedo decir que se trata de una mujer buena,
honrada, carismática, servicial y sencilla pero además
incansable, parece mentira, pero a ella le sobra energía,
es el alma de las celebraciones familiares, otra en su lugar
no haría más que descansar los fines de semana, pero ella
prefiere organizar reuniones para que la familia pueda
compartir, le encantan los deportes, en muchas ocasiones,
luego de culminar sus labores académicas, se reúne con sus
hijos, hermanos, cuñadas y sobrinos para jugar baloncesto
hasta cerca de las once de la noche. Al día siguiente estará
presta a brindar atención al público con el optimismo y
gentileza de siempre.

— 212 —
Cartas de mujeres

Cuando alguna vez le pregunté a la señora Rosita cómo o


qué hizo para tener una hija tan inteligente, trabajadora,
considerada, buena y humilde a la vez, comprendí que
muchas de las virtudes provenían de su madre, puesto
que con marcada sencillez me contestó: “Ella fue así desde
pequeña”.
Estoy segura que Dios que es tan justo y bueno ha bendecido
y premiado a Elvita, pues le ha dado muchas cosas necesarias
para vivir con cierta comodidad pero sobre todo le ha dado
el privilegio de tener muchos amigos que la aprecian y una
familia unida que la valora, la respeta y la ama de verdad.
Comparto con ustedes esta historia de éxito y aunque nunca
le he dicho a Elvita cuanto la admiro, espero que esta carta
llegue a sus manos muy pronto...
Saludos
Kika

— 213 —
Cartas de mujeres

35. Mamá,
la mejor palabra

Querida mamita:
Es tanto lo que tendría que escribir y agradecerte, que se
acabaría la tinta en mi tintero. En esta ocasión, te escribo
está sencilla y humilde carta, donde recuerdo desde pequeña
aquellas pinceladas y dibujos en las paredes de nuestra casa,
luego pequeñas notas en las que volcaba mi corazón para
decirte... Ser mamá es para toda la vida.
El día más hermoso es hoy, el día de mi madre, y vengo con
ansias, emoción, y perdonen si la suya tal vez haya partido,
pero una madre vive siempre en el corazón. Madre, mi único
capital del sentimiento que nunca quiebra, tal vez si lees
el principio lo puedas adivinar, sabrás cuánto si miras al
cielo y cuentas las estrellas que hay. Mujer querida, déjame
regalarte mi mejor poema, abrazarte y darte un beso con
todas las fuerzas de mi corazón, en el que habita la dicha,

— 214 —
Cartas de mujeres

suave y melodiosa de tu ternura, con las mil caricias que


me da tu amor.
Madrecita del alma querida, que su consejo es mi tesoro en
esta vida, me siento orgullosa de ti madre que luchas cada
día, he escrito tan poco al escuchar tu proyecto de vida, que
vengo a celebrar como se debe un día de éstos, con un brinco
a las estrellas repaso los primeros sonidos sobre la faz del
mundo, saber después que esta pequeña tendrá tus mismos
gestos... ¿Qué bueno todo esto verdad?
Resulta, entonces, mami, que tocabas con tu mano mi frente
y le hablabas a Dios de mí, con tu mirada buena y esas
huellas que en tu rostro nacieron de tanto amor, saber que
este pequeño monstruo por el ojo de la cerradura escondía
entre los triquitraques unas monedas para oír esa voz alta
y yo tranquila en la seguridad de la sombra preguntarte
cómo hiciste para que creciera el sueño también dentro del
pecho, de robar tus años como un tierno ladrón sin disputar
tu buen cariño.
Déjame expresarte con alegría pura unas cuantas palabras
y no me alcanzaría la vida para agradecer merecidamente
todo tu esfuerzo. Hoy me puse a contemplarte mami tan
serena cumpliendo tus labores del día, quisiera tener tu
presencia eternamente, mientras Dios me lo permita, y
sabemos que incondicionalmente somos amados y Él elige
su forma.
Qué hermoso es cuando mi madre me dice en la mañana
«Que Dios te bendiga y te guarde», genera en mí grandes
milagros, para expandir mis alas a la prosperidad, que hoy

— 215 —
Cartas de mujeres

rindo un día de tributo a la mujer abnegada y entregada


a sus hijos. Mamá, cómplice leal que prefieres mostrarme
siempre con una sonrisa, cuando busco paz, luz y amor,
eres la mujer que Dios destinó para que seas mi ángel y me
arrodillo a dar gracias porque aún puedo verte con tanta
vida. Mujer, tu voz inevitable en cada señal me hace saber
que amas mis ideas, el amor tiene un nombre mami, en la
abreviatura, sonrisa de nieve y manos en flor.
Mami, multiplicados los panes y tus peces voy con al agua
convertida en vino y todos decimos te amo madre... y entre
los coros estelares oigo la voz del viento disonar somos luces
navegantes una vez que ya no están, no las tenemos más...
Cibeles Shilloh

— 216 —
Cartas de mujeres

36. El oficio de ser madre

Hay cartas que se escriben con la certeza de que jamás serán


leídas por la persona a quien van dirigidas. Esta es una de
ellas en busca de un olivo que tal vez no vendrá. Cuando
los años pasan hay que volver los ojos a la felicidad. La
vida vertiginosa que llevamos muchas veces nos impide
reflexionar y recorrer el tiempo que se fue y poder penetrar
en su gran inmensidad.
Al calor del recuerdo de ayer se escucha hablar al corazón,
de un pedazo de tiempo clavado en la eternidad del sol que
se contempla todos los días de Dios, siempre al pie del deber,
que lo invitan a caminar despacio por el mismo lugar.
Homenaje debido y muy propicio para ensalzar el alma
femenina y para alabar a la mujer, azul infinito de
ilusión... En un sentimiento puro quise comprender aquella
gran transformación que se opera en su mente al recorrer el
libro de la vida, por un momento quedé pensativa, mientras
colocaba la pluma en la mesa.

— 217 —
Cartas de mujeres

Un día, mi madre recibió una carta que decía: Querida


Mariana, voy a estar en tu casa en la tarde y quisiera verte.
Te quiere siempre, papá. Tomó el sobre y no lo abrió, se
detuvo un instante y respondió: gracias de todas maneras,
fue muy agradable verte de nuevo.
Mi madre regresó a sus tareas cotidianas sonriendo aquella
mañana de 1980 y observé su mirada tolerante hacia los
valores de los demás. Se hacía tarde y mientras bajaba las
escaleras de la casa recordaba distraída por qué guardó
silencio, si lo que se ama puede ser más diáfano inclusive
en su ausencia. Pero, pasa el tiempo y un día escuché decir
a mi joven madre: «las horas para vivir son el rocío de
las pequeñas cosas y el corazón encuentra su mañana»,
pensamiento que vino a perturbar más el ánimo que
entraña una motivación inscrita en mi vida y con absoluta
modestia escribo esta carta, antes de que termine la vida.
En fin, el amor por la vida, los recuerdos, los sentimientos,
el pasado, el cálido aliento de mi madre, la paz con su
huella imborrable de amor, me impidieron decirte que
aspiro palpar en los segundos cómplices de nuestros propios
destinos saborear el elixir como el buen vino en el tiempo.
Mi espíritu itinerante me invade con recuerdos los años
andantes que se van al compartir con fina esencia gratos
instantes idos. Te confesé que llevo un tiempo pensando
en escribirte esta carta con aquellos versos que me olvidé
decirte y que nadie podrá hurtar.
Soy tu sombra viva, ángel maravilloso que me da paz y
sabiduría, me guías desde el cielo y aunque sé que muchas

— 218 —
Cartas de mujeres

veces las tormentas han azotado nuestras vidas, con


serenidad siempre nos has dejado saber que todo estará
bien.
Madre, ternura plena... supondrás lo que sentí al escribir
esta epístola, esposa virtuosa de corazón de fuego, quisiera
volver a mi niñez para cobijarme en tus brazos y sentir tu
abrazo delicado mientras tus manos se deslizaban por mis
cabellos. Me duele muchas veces recordar tu ausencia, me
duele que la distancia nos arrancara de tus brazos, pero
sonríes cuando le pido al divino padre que nos proteja y
llene de bendiciones las sutiles formas de vida.
El tiempo no me permitió decirte todo lo que sentía...
fantasías que quisimos hacer, ahora mismo, reír contigo,
decirte que entiendo los colores del día y que hoy escribí
en aquel muro, soy una mujer que anda empadronada
en alguna parte, ando errante por todos los idiomas con
anhelar eterno y sueños inciertos, a cantar sin ser poeta me
invitan sus paisajes, es mi manera de decir gracias por todos
los sueños de la infancia.
Flor de las flores lojanas todos mis tormentos no terminan
en eso, cuando llegue la noche con su manto estrellado y
levante mi rostro para mirar el cielo, gozaré de la calma que
me ofrece tu cariño, en los más dulces arpegios de un cortejo
de estrellas.
En la sencillez cotidiana me enseñaste el oficio de vivir,
quizá la buena estrella me convierta en aliada del linaje de
mayo, mi madre nota suave del cielo, pulida con el cincel de
la castellanía lojana.

— 219 —
Cartas de mujeres

Más mira… ¿Terminará algún día mi caminar errante?


Bella mitad del linaje humano, soñamos juntos compartir
el viaje de la vida, suma bendición de ternura, confidente
amiga y milagro de mujer; las flores empezaban a cerrar
sus pétalos y una lágrima furtiva rueda por mis mejillas,
hoy a la faz de la luna se oye entre el rumor de la enramada
un solemne juramento... Madre mía, cual puro capullo de
blancas ilusiones, rasgando el velo de la noche aparecen las
estrellas y egoístas se ocultan en su manto sideral, me duele
despedirme, me condena el silencio y con mi pluma llenaré
tus páginas de flores.
Tengo una madre llamada ternura, al primer arpegio es la
gracia y la hermosura, como el lírico ritmo de mi canción
sonora. Déjame llegar a ti porque yo estaré tomando
vuelo a otro lugar, tus caricias han quedado y tu voz sigo
escuchando en las noches lojanas, al rendir culto de lo
divino a la madre.
En la dicha de vivir la primavera le sonríe a su paso
dulcemente los cantos de sirena y aflora de sus labios,
no hay duda, que ha vencido y mira complaciente al ser
amado. Hasta mañana proferiste sentada en la sala de
emergencia, me desperté en un estado de gracia y ofrecí mi
gratitud al universo: Oh... madre pura y buena, respiré tu
aroma limpio y dulce al rozar con mis labios tu mejilla, no
pude contener el sollozo y cerré los ojos, me puse de rodillas,
pedí perdón en un acto infinito del amor eterno, rendida al
señor orando, cada día vivimos un misterio en la cruz y la
resurrección sostuve.

— 220 —
Cartas de mujeres

Los gallos inventan el idioma de la mañana, era hora de


las moscas moribundas, dardos de ilusión que van certeros
a arrebatar su paz y junto a una cruz emprende el retorno
celestial al sepulcro.
Bajo la mirada bendita hay una sabiduría propia para cada
edad de la vida, decía alguna vez mi madre, recuerda que
mi vida es un soplo, así como la nube se disipa y pasa, la
vida amanecerá más resplandeciente que el mediodía y la
oscuridad se volverá mañana. El amar es siempre una
existencia firme. A la más bella flor del hogar le digo y en
este momento ofrendo esta memoria viva, como un bálsamo
inmaculado que perfuma, guardo en mi corazón los pequeños
tesoros, criatura mágica de cariños y abrazos diarios.
Mi madre, luego de una vida de trabajo y sacrificio, murió
desocupada. Nada material dejó para dividir. Sin embargo,
jamás me he cruzado con alguien que la hubiera conocido
sin que dijera: “qué buena mujer era tu mami”, tanta gente
la admira, la reclama y quiere gozar su grata compañía.
Guardo en mi corazón esa herencia benevolente que me ha
dejado y, desde la admiración más profunda, fijo allí mi
norte intentando dejar a mis hijos la misma huella.
Por eso cuando me preguntan: «¿qué es ser una madre?», no
dudo. Una madre es, antes que nada, lo divino. Desde allí
está trazado su destino, acogido en el cielo como timbre de
honor a una buena dama.
A mi madre, de quien aprendía admirar el talento...
Saludos,
Maravilla

— 221 —
Cartas de mujeres

37. Al Salam

Aeropuerto internacional de El Cairo.


De mis consideraciones:
Estoy ya en Oriente Medio, el calor del desierto no me deja
ni pensar, son casi las tres de la mañana, escucho el idioma
local y, aunque no entiendo nada, trato de adivinar el
mundanal ruido. Miles de kilómetros me separan de Loja,
pero me anima mi objetivo: aprender un idioma diferente al
natal. Mis temores son grandes como grande es el deseo de
llegar al hotel para descansar.
Animada y ansiosa, mi primer día en una de las
universidades más importantes de la Liga Árabe. Mientras
el bus, que nos llevará todos los días, nos traslada, mis ojos
devoran todo lo que pasa frente a ellos. Una ciudad enorme
donde el tráfico es una verdadera locura.
Nos dan la bienvenida las autoridades de la universidad
a todos los latinoamericanos. “Estamos gustosísimos de
tenerles aquí, les damos el saludo de bienvenida y esperamos

— 222 —
Cartas de mujeres

que su estadía en Egipto sea agradable”. Seguidamente


disponen lo que serían nuestras aulas, muy confortables y
con la tecnología que la modernidad demanda. Conocemos
a dos traductores: el de español Dr. Ali Menufi, y el de
portugués no menos importante Sheik Hossan para el habla
portuguesa y estudiantes de Brasil.
Estaba orgullosa. Siete estudiantes lojanos. La oportunidad
se me había otorgado solo a mí, luego de las respectivas
presentaciones de los países latinos se nos invita a un
descanso corto y como era de esperar un tradicional té árabe,
nada que envidiarle a mi apetecible y aromática horchata.
Llama poderosamente mi atención un hombre alto,
extremadamente serio, su mirada fija al piso y solo vi
su rostro cuando se puso frente a todos los expectantes
alumnos. Muhammad Saleh Hassan. Sheik y responsable
de todas las mezquitas que puedan existir en la ciudad de
El Cairo, el que sería nuestro maestro de árabe y razón de
ser de mi visita a Egipto. Reformas, Moderación, entre otras
materias las que se estudió ese día. La tarea fue aprender a la
velocidad posible el alfabeto primordial para el aprendizaje
de la lengua. Al término del día estaba literalmente molida,
solo quiero sacarme los zapatos y descansar.
Son las 6 de la tarde pero como estamos en el continente
africano parece que fueran las tres. Me despierta un
estridente ruido. Son las 10 de la noche. El lugar donde me
hospedo queda junto a una base militar en Heliópolis. Por
Dios, cómo pude dormir de esa manera. Ni siquiera comí
pues lo que menos tengo es hambre y bueno el alfabeto
me espera... los días y las noches transcurren a veces

— 223 —
Cartas de mujeres

rápidamente y otras tantas lentas al igual me mi objetivo:


aprender y aprender.
Vine al otro lado del mundo porque en mi libro de la vida
así estaba escrito. Mientras practico caligrafía, básicamente
la que practicaría un niño, rompe mi concentración la idea
de ¿cómo marcharán las cosas en mi pequeña ciudad? ¿Mi
familia, trabajo, mis amigos, mis rosas, mis girasoles?
Respiro... y me tranquiliza la idea de que todo estará en
orden. Entonces, regreso nuevamente a mi caligrafía.
El programa de estudios incluye algunas visitas. Hoy
conoceremos al Gran Iman: Ahmed El Tayed, rector de la
universidad. Cómo olvidar la ciudad de Alejandría con su
majestuosa biblioteca, base primordial del conocimiento
para el mundo y mezcla entre lo histórico y lo eterno.
Transcurre el tiempo y mis recursos son cada vez más escasos.
Aquí el agua y todo es muy costoso, necesito administrar mi
dinero casi que milagrosamente.
A diferencia de la nuestra, la sociedad árabe es muchísimo
más compleja, la mujer es tratada con respeto pero también
es castigada hasta el martirio. En algunos países de Oriente
Medio no se les permite conducir, ni exhibir sus cuerpos,
otras veces no pueden estudiar, menos salir de sus casas
sin el consentimiento del jefe de familia, prácticas como
quemaduras con ácido y lapidación son muy comunes aquí
denominadas: crímenes de honor. A pesar del rigor árabe,
las mujeres que llegan a desarrollarse aquí y en otros países
logran mantener un equilibrio entre la cuestión de religión
e igualdad de oportunidades.

— 224 —
Cartas de mujeres

Pocas horas de sueño, agotamiento y mucho más el


dolor en los dedos logran dar sus frutos. Mi caligrafía y
pronunciación llegan a ser buenas con esto logro sacar una
tímida sonrisa de nuestro maestro.
Todo, todo valió la pena, apruebo el pénsum de estudios y
claro recibir mi certificación internacional. Vivir en otro
país te cambia para siempre, queda atrás el antiguo yo y
echas de menos a la ciudad de la que tanto querías salir.
Misión cumplida, regreso a casa.
Agradezco su gentil atención a la presente.
Egipto, 29 de julio de 2015
Atentamente
Al-Salam
PD: Me pregunto si algún día volveré, espero que sí.

— 225 —
Cartas de mujeres

38. Carta de la mujer

Mi nombre es María Luzmila Macas Tene, nacida el 22


de mayo de 1981, en la parroquia San Lucas, inicié mis
primeros estudios, desde los cuatro años de edad y terminé
de estudiar a los once años de edad, no fue posible continuar
mis estudios porque mis padres fueron de escasos recursos
económicos.
Estudié en la Escuela Fiscal Indigenista “Rumiñahui”
actualmente Unidad Educativa Comunitaria Intercultural
Bilingüe “Rumiñahui” la misma que se encuentra ubicada
en la comunidad Pichig, parroquia San Lucas, cantón y
provincia de Loja.
A los 19 años de edad con fecha 25 de mayo del año 2000
contraje matrimonio con Luis Alberto Minga González,
del centro de la parroquia con el que tuve la suerte de
vivir cinco años de matrimonio producto de ello procreé
dos hijas llamadas: Aída Beatriz Minga Macas que se
encuentra cursando el Décimo Año de Educación Básica
la misma que me apoya confeccionando prendas de vestir

— 226 —
Cartas de mujeres

como anacos para apoyarnos con la economía familiar y


Sisa Janeth Minga Macas en Séptimo Año de Educación
Básica en la Unidad Educativa Comunitaria Intercultural
Bilingüe “Rumiñahui”. Por la economía baja que tuvimos
Luis Alberto Minga González decidió emigrar del país
a Estados Unidos con la finalidad de trabajar para el
sustento de su familia; lamentablemente durante el viaje
sufrió un accidente naufragó el barco en altar mar dando
como resultado la pérdida de su vida, dejando un vacío en
el hogar, siendo lo más duro y difícil el pago de un crédito
que realizamos para el viaje.
Luego de esos sucesos tan lamentables y encontrándome
sola, abandonada y sin apoyo de mis familiares luego del
transcurso de los años nuevamente decidí formar un nuevo
hogar con Julio Lozano, luego de tres meses de convivir fui
nuevamente abandonada, durante el tiempo que conviví
con él tuve como resultado un hijo el mismo que lleva el
nombre de Nixon Israel Lozano Macas.
Para poder vivir bajo un techo decidí construir una casa de
adobe de dos plantas en el que hoy vivo con mis hijos gracias
a la ayuda de mi querida abuela Francisca Sarango la que
ya falleció dejándonos con grandes recuerdos y sembrando
en nosotros los valores como la solidaridad y la honradez
que mi pequeña familia los practica.
De toda esta historia de mi vida hoy realizo varias
actividades como el cuidado de los animales, me dedico
a la ganadería, a la crianza de animales en la casa, en
horticultura, en artesanías elaborando anacos, tejidos de

— 227 —
Cartas de mujeres

mullo entre otros; todo ello para el apoyo económico que va


en beneficio de la familia, como también para la venta.
Estos trabajos he realizado con la finalidad de dar sustento
a mis hijos y de esa manera sacarlos adelante en sus
estudios.
En el año 2011 decidí nuevamente formar un nuevo hogar
con Manuel Encarnación Saca Puchaicela con el que ya
vivo cinco años producto de ello tengo un hijo que se llama
Amawry Manuel Saca Macas.
Madre

— 228 —
Cartas de mujeres

39. La Poética

Hola queridas lectoras, les saluda su amiga la poética. En


este papel voy a plasmar algo de mi vida. Soy una mujer
que nació en un hogar humilde un día 22 de octubre de
1976, soy la segunda hija del matrimonio, me caracterizo
por ser muy frontal, decidida, luchadora.
A mis 15 años logro alcanzar mi primer título en corte y
confección, como era el anhelo de mis padres, el de darme
un oficio corto para sobresalir en la vida y, a la vez, una
fuente de sustento. En ese mismo lapso, pierdo a uno de
los pilares fundamentales de vida: mi padre amado, muy
querido para mí, era mi amigo, mi confidente, era mi todo.
Parecía que el mundo se acabó con su partida, era la edad
en la que más necesitaba su cariño, sus consejos, aunque no
hay edad para un hijo (a) que no se necesite de sus padres.
Ahora, a mis 39 años de existencia aún lloro como una niña
recordando a mi padre, me hace mucha falta y lo necesito,
con el alma lo añoro todos los días.

— 229 —
Cartas de mujeres

Solo Dios y mi fuerza de carácter no me hicieron tomar malas


acciones. Allí pesaron sus sabios consejos y la formación que
me inculcó, juntos me hicieron ser una persona luchadora,
humilde, con sueños como cualquier ser humano que se
esmera, se afana por conseguir lo que anhela.
Así, decido retomar mis estudios secundarios a los 20 años
de edad, en el colegio nocturno Manuel Ygnacio Monteros
Valdivieso, culminando a mis 23 años el bachillerato, sigo con
mi meta de obtener un título profesional así que opto por
estudiar en el Instituto Pedagógico Ciudad de Loja y a mis 26
años me gradúo de docente en educación básica. No fue fácil
para mí obtener el título ya que pasé por muchas vicisitudes:
económicas, sociales y afectivas, pero mi deseo de superación
fue más fuerte y así logré lo que me había propuesto.
Siempre he creído que la mujer lojana se caracteriza por
tener ese coraje, esa voluntad. Luego de culminar esa faceta
de mi vida, no sabía qué rumbo tomar y así recuerdo que
comencé armar carpetas con una compañera y amiga a la
vez y comenzamos a golpear puertas, dejamos nuestra hoja
de vida en algunos establecimientos.
Nos mataban nuestras ganas de superación porque nos
pedían experiencia. Recuerdo que les solía decir: cómo
quieren que obtengamos experiencia si no nos dan la
oportunidad de adquirirla.
Para mí era un sueño trabajar por primera vez en una
institución privada, eso significaban mi primer sueldo,
mis primeros pasos en una nueva faceta como la nueva
profesional. Doy gracias a Dios y a la primera escuela

— 230 —
Cartas de mujeres

que me dio la oportunidad de desenvolverme y adquirir


experiencia como docente. En ese momento quería comer el
mundo a pedacitos, eran tantas emociones juntas que ni yo
misma lo podía creer, pero así era, estaba desarrollándome
como educadora. Aunque la felicidad embargaba mi vida,
tenía miedo de enfrentarme a mi nueva realidad. Pero
saben, amigas, si una no se arriesga a pasar la marea,
nunca sabremos qué podemos encontrar, simplemente hay
que dejar que todo fluya.
Es que en todos los retos que nos planteemos vamos a
encontrar tropiezos, pero no son obstáculos para realizarse,
complementarnos, crecer, simplemente son desafíos que uno
tiene que vencer. Luego, conocí a mi querido esposo, quien
ha sido mi amigo, mi compañero de vida, en las buenas y en
las malas ha estado ahí conmigo apoyándome, dándome,
fuerza para seguir luchando por nuestra felicidad.
Me casé a mis 27 años de edad. Todos mis seres queridos
decían la edad apropiada para formalizar. A veces pensé
que me quedaría para vestir santos, como suelen decir, pero
no es así, todo tiene su tiempo, su espacio. Mi mami me
decía: “matrimonio y mortaja del cielo bajan”. No sé qué de
cierto tiene este refrán pero los propósitos del hombre no son
los propósitos de Dios, solo Él es dueño de nuestro destino,
futuro solo Él sabe lo que va a pasar.
A los 28 años me convierto por primera vez en mama de
una linda niña. Doy gracias a mi Señor Jesús por este regalo
maravilloso que es dar vida a otro ser. Me realizo como
esposa, como madre, cumpliendo así una etapa más.

— 231 —
Cartas de mujeres

Siendo así madre de dos bellas niñas: una de 11 años que es


la mayor y la otra de 6, me desempeñé como docente en dos
entidades particulares, también trabajé en el Ministerio de
Educación como contratada. Al momento, no laboro y me
dedico a ser ama de casa a tiempo completo.
Pero ahí no termina mi lucha, seguiré por mi objetivo. Mi
sueño siempre ha sido trabajar por los demás, me gustaría
hacerlo en el sector público. Si esta carta llega a ser una de
las seleccionadas, deseo compartir mi pensamiento a todas
las mujeres de mi provincia y del país entero.
Cuando una mujer tiene el sentir, hacer o plasmar algo, tiene
que hacerlo sin importar las barreras que se interpongan
a nuestro paso. Mujer, en tus manos está el cambiar la
mentalidad y desechar el no puedo, el no soy nadie, no sirvo
para nada. Es momento de decir soy importante, me amo,
me valoro, porque a mí me hizo el mejor artista, el más
famoso y el dueño del universo: Dios. No olvidemos jamás
que somos su creación, hechos a su imagen y semejanza.
Atentamente
La Poética

— 232 —
Cartas de mujeres

40. Analiliana Alexandra

En amor de una mujer se complementa en Dios porque la


hizo para ser heredera de las bendiciones celestiales.
Durante la niñez me gustaba jugar sin miedo alguno
junto a mi hermana mayor a medida que crecía. Mi padre
y madre me enseñaron a honrarlos fortaleciendo nuestro
cuerpo saludable con la práctica de deportes y alimentando
la mente con los valores espirituales que formaron mi
carácter. Aquellas virtudes que desconocía tenerlas en ese
entonces.
Años más tarde sucedieron algunos acontecimientos que me
hicieron madurar y tomar la responsabilidad de afrontar
los sufrimientos del divorcio. Mi madre dejó el hogar por
motivos económicos emigrando al exterior en el año 2001.
Para recibir un mejor salario remunerado.
Esto sucedió cuando tenía la edad de 12 años el ambiente
familiar de unidad desaparecía. La comunicación afectiva
se acrecentaba y extrañábamos los cuidados suyos en casa,
esperando el retorno pronto de mi madre de vuelta a casa.

— 233 —
Cartas de mujeres

Pasaron 4 años de los cuales hubo la oportunidad de viajar


al país de Ecuador nuevamente en 2 ocasiones.
La familia forja con el tiempo sueños de muchos hombres
y mujeres al servicio constructivo intelectual que produce
la sociedad. La vivencia en el hogar se destruyó con las
preocupaciones por separado. Ambos demandaban mayor
esfuerzo físico y pagando un precio alto a cambio de ello.
De regreso a su país mis padres se divorciaron, hubo
en ocasiones en que intentaron reconciliar la relación
matrimonial pero no tuvo resultado satisfactorio
lamentablemente.
Al pasar la adolescencia con mis padres separados. Los
estados emocionales eran inestables. Era difícil afrontar los
retos de amistades por este motivo. En la escuela y en casa
las capacidades se medían demostrando ser obediente como
hija y valorar la práctica de estos principios.
Deseaba hacer sentir a mis padres orgullosos de tener una
hija y para lograrlo yo debía comportarme de esta manera.
Muchos de esos vacíos emocionales y temores no se sanaron
en el corazón.
Sin embargo no sentía el potencial en mí. Cual era mi
propósito de vida. Es decir sentía soledad en mi interior.
Nadie se preocupaba de la parte psicológica confusa que en
mí había. Reconozco que era una persona que seguía a los
demás.
A los 18 años de edad me preguntaba ¿quién soy y a dónde
voy? Hubo una necesidad profunda de amor en mí. Decidí
confiar en Dios. Acercándome a conocerlo realmente.

— 234 —
Cartas de mujeres

Insegura de mis capacidades inteligentes, emocionales,


madurez para afrontar las adversidades y situaciones que
se presentan era un futuro incierto.
Tiempo atrás escuche el testimonio de una persona que me
dijo que Dios transformo su vida. Gracias a la ayuda de
Dios este hombre ha recuperado la dignidad de ser humano;
entregando el control suyo de decadencia moral, física y
mental hacia Dios. El corazón no se resiste a recibir el amor
tan grande para quienes creemos con fe que existe Dios.
Jesús su hijo derramó su sangre preciosa en la cruz, para
redimirnos de toda esclavitud de pecado y salvarnos.
No sabía que la misericordia de Dios es sobrenatural.
Pensaba que Dios era de la misma manera para con los
seres humanos correcto en cambiar la conducta que desea
alcanzar la sociedad. Los sufrimientos lo hacen dudar de la
divinidad a causa de las consecuencias de nuestras faltas.
Hubo un hombre que es hasta la actualidad y seguirá siendo
reconocido su nombre es Jesús. Transformo la vida de muchos
en la escritura lo declara entre ellos: sanó enfermos, perdono
a pecadores, corrigió a religiosos, cumpliendo la misión de
su padre pagar nuestros pecados dispuestos a dar su propia
vida entregándola en la cruz. Mi fe aumento teniendo una
relación personal conociendo la verdad. Aceptar la gracia
es decir sin pedirlo hubo quien nos rescatara a nosotros de
la condenación del pecado que nosotros merecíamos y era
justa. En el somos justificados para morir al pecado y tener
una nueva vida como fue establecida desde el principio de
la creación y por causa de la desobediencia sufrimos.

— 235 —
Cartas de mujeres

En la etapa de estudios universitarios el amor lleno mi


corazón de la presencia del Espiritu Santo conmigo en todo
momento, me dio la sanidad del alma para reconciliarme
con mi Padre confesando mis pecados para ser limpiado y
perdonado.
El pacto del sacrificio en la cruz para rescatarnos de nuestra
vana manera de vivir antes de conocerlo a Cristo quien
lava heridas y purifica nuestra alma de las manchas que
nos impiden tomar las bendiciones celestiales de Dios.
Cambiando primero mi ser y así mi hacer; para modificar
mi conducta. El amor de Cristo me dio fuerzas para
levantar nuevamente la restauración familiar de mis padres
posteriormente se casaron, mi hermana también y todos
conocemos de Cristo. Damos gracias porque la salvación de
un solo hombre dio a la humanidad, y llego Cristo a mi
casa.
El amor nos guía a la reconciliación y a tener paz con nuestros
semejantes para servir con un corazón limpio: perdonando,
orando, con humildad, bendiciendo no devolviendo mal por
mal. Padecer pruebas, tentaciones, calumnias; somos más
que vencedores en Cristo. Mayor es el que ésta en nosotros
JESÚS.
La verdad como mujer me hizo madura en mi carácter a
pesar de tanta maldad también hay gracia y perdón de
pecados en la misericordia de Dios cuando nos arrepentimos
de corazón y morimos a todo deseo de nuestra carne ejemplo
orgullo, falta de perdón, preocupaciones por el porvenir,
sentimos miedo e inseguridad de que sucederá en el mañana
con nuestras vidas. Empieza la nueva creación que Dios obra

— 236 —
Cartas de mujeres

en nosotros. Las lágrimas nos quebranta y en la debilidad


Dios es nuestra fortaleza, refugio y salvación son tantos los
beneficios que recibe nuestra alma.
Perdonar el enojo cuando no sucede a nuestro capricho los
deseos de nuestra vista puesta en lo terrenal y vanidad. Por
supuesto sin estar nuestra alabanza primero en Dios firme
en la garantía es la esperanza de confiar en la poderosa
soberanía de Dios. La creencia filosófica, científica no se
compara con las palabras de vida eterna en Dios. Para
ser aprobados en la sociedad buscamos complacernos y
autoformarnos con nuestras capacidades. Dando otro lugar
que deja a Dios en espera. Fuera de nuestras vidas. La
fuerza y la juventud que genera y edifica la base del seguro
personal.
No basta si nuestro escudo en la fe no es el fundamento
sobre el cual edificamos, la familia permanece unida con
tribulaciones y alegrías. Si nuestro cimiento es la roca de
salvación, Jesucristo. La semilla del amor crece cuando
decidimos amar sin juzgar las faltas, perdonando las
ofensas, orando por los que nos oprimen, bendiciendo a
quienes nos maldicen. Dios vino a salvar a aquellos que se
le han perdido.
Agradezco toda prueba que en Dios me ha bendecido en bien
mío, levantado a vivir en comunión y a manifestar su gracia
perdonando cada día como persona las imperfecciones.
Cuando lo alabamos y adoramos he llegado a sentir en la
alabanza y adoración cuando me habla, escucha y es mi
escudo en los temores.

— 237 —
Cartas de mujeres

A mis padres, maestros, país por formarme y prepararme


cada día para ser mejor honrándolos portándome al
concepto de Dios no mayor ni menor al que Dios nos da con
humildad a los ojos del altísimo rey Jesús. Firmes en Cristo
hasta el final recibir recompensa con los ojos puestos en lo
alto. Aprendí a vivir en integridad poniendo los principios
y guardando sus palabras para ponerlas en práctica. Mis
hechos y conducta demuestran la mujer que soy en Dios.
Asisto a un iglesia formo parte de creyentes cristianos
en el Centro Cristiano de Loja. Estudiando Teología.
Actualmente licenciada en Psicología Infantil y Educación
Parvularia. El servicio con jóvenes y Red de niños en la
escuela dominical me apasiona hacerlo.
En presente sigo preparándome y curso el segundo año
aprobado respectivamente por los miembros pastorales
a cargo del comité del Distrito Sierra perteneciente a las
Asambleas Evangélicas de Dios en Ecuador con la matriz
ubicada en la ciudad capital Quito.

— 238 —
Auspiciantes del concurso
Cartas de Mujeres
COORDINACIÓN DE GÉNERO Y PARTICIPACIÓN

Con el auspicio de:

S-ar putea să vă placă și