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Esta obra maestra de la literatura es sin lugar a dudas la obra más representativa
para comprender a un pueblo como lo es el mexicano; contradictorio, dispar,
festivo, brutal, escéptico, cerrado pero a la vez abierto, mágico pero a la vez
incrédulo, creyente pero a la vez pesimista, el México de las muchas máscaras y
las fiestas, el México producto de una violación como lo fue la conquista y lo que
eso significó en la psique de los habitantes de este país que abrazó el catolicismo
como una balsa de salvación ante la pérdida de la historia, el orgullo, el idioma y el
entorno por supuesto después de la destrucción. Parte un ensayo antropológico y
parte un tratado de filosofía, este libro expone algunas de las obsesiones que
persiguieron al poeta y pueden leerse en otros de sus libros: la memoria circular,
el tiempo “no el tiempo del reloj, no el tiempo lineal, sino el tiempo detenido, el
instante eterno” (Alejandro Rossi), lo simbólico y lo mítico, el devenir del oráculo y
el hombre que se debate en dos culturas: “el mexicano no quiere ser ni indio ni
español y por eso se vuelve hijo de la nada…” Un síntesis, hijo de la chingada,
porque como se explica, el problema de identidad de los mexicanos es que son
hijos de la Malinche; la abierta a la fuerza; la traidora; la que ayudó a los
españoles a conquistar a su raza; la que dejó hacerse, la chingada; esa parte del
perdedor -en ese choque cultural- que cada mexicano lleva dentro y está obligado
a vivir con ella en una dialéctica inconsciente profunda e ineludible. El laberinto de
la soledad es el reflejo de las preocupaciones de Octavio Paz en torno a la
psicología de su pueblo a través de sus diferentes etapas; conquista, colonia,
reforma, revolución y siglo XX.
Octavio Paz (1914-1998), escritor mexicano galardonado en 1990 con el premio
Nobel de literatura, publicó en 1950 El laberinto de la soledad, colección de
ensayos sobre el carácter mexicano. Esta lectura proviene del primero de estos
ensayos, "El pachuco y otros extremos", en que Paz contempla el fenómeno
norteamericano del llamado "pachuco", figura masculina de la juventud urbana
mexicano-americana.
Este pequeño capítulo del libro de el laberinto de la soledad nos revela nuestra
identidad desde niños. Cuando nacemos nos podemos sentir solos, aunque
sabemos que no es cierto, ya que estamos rodeados de seres queridos; pero
niños y jóvenes podemos olvidarnos de nuestra soledad a través del juego o
trabajo en muchos casos. Es en la adolescencia cuando nos preocupamos por
encontrar nuestra identidad, el adolescente se asombra por la riqueza que
encuentra en su entorno, se pregunta si verdaderamente es el, esto resalta mas
en esta etapa, ya que como sabemos el adolescente busca respuestas a todas
sus dudas y además es en esta etapa donde va aprendiendo a buscar su propio
camino y a definir su identidad.
El hombre necesita tener una identidad o una razón para hacer las cosas y para
creer en sí mismo, por eso necesita creer, por eso se entrega a los credos, a las
religiones, al fanatismo, a las cuestiones de explotación de la economía. Necesita
hacer algo, partir de algo, para sentir que existe, que és. Por eso el hombre está
tan perdido porque desgraciadamente cree en las cosas que hace; lo demás, lo
que no conoce, no le interesa, porque cree tener ya una identidad, cree tener una
razón de existir, cree tener una razón de ser, cree que es él, cree que su identidad
son sus creencias y sus creencias le dan la identidad y un motivo para estar
tranquilo, para sentirse lleno, acogido y razonado.
A los pueblos en crecimiento también les pasa lo mismo. Muchas veces las
respuestas son cambiadas por la historia y con esta el carácter nacional. Los
pueblos deben entregar su conciencia a si mismos. La mascara del viejo es la
historia. Un pueblo se distingue por sus creaciones, hay quienes comparten una
misma población y diferentes etapas históricas y cada día se va modelando; se
puede tomar como ejemplo que todos pueden llegar a sentirse mexicanos, puede
bastar con cruzar la frontera para sentirse así.
Octavio Paz fuera de México, Al estar en E.U.A. trataba de explicarse el porque
para unos el ser mexicano es cosa de vida o muerte. Al vivir en los Ángeles se dio
cuenta que estaba habitada por muchos mexicanos, pero no se pueden mezclar
totalmente con los norteamericanos ya que, aunque vistan iguales y sientan
vergüenza de su origen, no se pueden confundir con los norteamericanos, ya que
los mexicanos son mas activos, a estos hombres se les llama pachucos.