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Instituto de Profesores Artigas | 3ro A

Seminario de Historia Nacional 1830-1930 Luciana Bauzá Campodónico

El duelo: un asesinato con clase


Introducción
En el presente trabajo se busca analizar el duelo como una práctica social que repercutió
en la vida de la élite política montevideana durante el siglo XX fundamentalmente en el período
1910 a 1920. Aunque es un fenómeno que viene desde el pasado colonial de nuestro territorio.

Esta práctica se presenta como una continuación de los derechos nobiliarios europeos,
sujeto a la moral caballeresca (Parker, 1999), basándose en el honor como principio clave. Es así
que esta práctica será realizada por la clase dirigente montevideana, siendo totalmente
aceptada por la sociedad. En cambio, si bien también era una práctica habitual en la campaña,
los sectores bajos de cometer un acto similar podrían ser condenados por asesinato, no siendo
tomado en cuenta dentro de las leyes caballerescas; como una disputa de honor. Se abre una
brecha social clara entre quienes tienen derecho a disputar su honor y quiénes no.

Es por esto –dado que muchos políticos estaban involucrados en estas prácticas, siendo
el caso de Batlle y Ordoñez el más paradigmático – que en 1920 se propone la primera ley y
única en Latinoamérica para despenalizar el duelo, la comúnmente llamada Ley de Duelo que
estuvo vigente hasta 1992. Encubriéndose y avalándose socialmente el asesinato o, en un mejor
caso, el provocar heridas graves entre hombres en defensa de su “honor”.

De esta manera, me centraré en los estudios de David S. Parker1, quien analiza el duelo
como un fenómeno latinoamericano y puntualmente el caso en el Río de la Plata– en Buenos
Aires y en Montevideo-, y en Guillermo Silva Grucci2 quien realiza un estudio detallado de los
duelos en Montevideo y en Buenos Aires. Paralelamente, recopilaré datos brindados en los
diarios locales sobre la trascendencia - o el silencio- qué se le asignaba a los duelos, para
entender como era percibido este fenómeno por los contemporáneos, así como los diarios de
sesiones de Agosto de 1920, cuando la discusión del duelo fue parte importante del orden del
día.

1
(1999). La ley penal y las "leyes caballerescas": hacia el duelo legal en el Uruguay, 1880-1920. Anuario
IEHS.
(2003). Law, Honor, and impunity in Spain America: The debate over dueling 1870-1920. Law and History
Review Vol.19, Nº 2, Summer 2001
2
(2018). Duelos en el Río de la Plata. Editorial Fin de Siglo, Montevideo, Uruguay.

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Las interrogantes que orientarán al presente trabajo serán: ¿qué es el honor? ¿Cuál fue
su alcance social? ¿Cómo se regulaba esta práctica? ¿Cuáles fueron los argumentos dados para
avalar o rechazar la ley de duelo? Puntualmente, me centraré en los argumentos brindados por
Justino Jiménez de Aréchaga y por Emilio Frugoni, ambos parlamentarios rechazan fuertemente
la ley desde ópticas diferentes.

El duelo

Como primer punto, es necesario definir qué es un duelo; esta definición es realizada por
Leandro Ruiz Moreno en la revista Caras y Caretas el 17 de Setiembre de 1936:

La palabra duelo (…) define al combate singular del gaucho, (…) su desarrollo se
rige por ciertos principios de caballerosidad – herencia hispana- que acatan los
contrincantes en todas sus partes, (…) la lucha a arma blanca lleva en si misas
formas que en el Medioevo (…). (En Silva Grucci, G., 2018, p. 10)
La primera forma que adopta el duelo en el Río de la Plata es, entonces, el duelo criollo.
Duelos que se desarrollaban en la campaña, por hombres sencillos que sostenían un culto al
honor, señala Silva Grucci, en oposición a lo que opinaran las clases altas o, en palabra de Real
de Azúa, el Patriciado. Esto se manifiesta en el mismo duelo: una vez derribado el contrincante
el atacante no podía herirlo.

El honor en el Río de la Plata será un elemento de larga duración, que no puede


restringirse solamente a las clases dirigentes. Es el honor parte de la mentalidad de los hombres
del período colonial de este territorio pero también de los primeros años de independencia, y,
como se manifiesta con la discusión y aprobación de la ley, continúa formando parte de la
mentalidad del siglo XX.

El diccionario de la RAE define la palabra honor, en su cuarta acepción, como


<<obsequio, aplauso o agasajo que se tributa a alguien>>. Aquí no se hace referencia
al bien ni a la virtud (…). Tiene la suficiente elasticidad como para amparar
conductas delictivas o criminales (…). Asesinatos para obtener prestigio o
reconocimiento en la subcultura en que se habita. Hay códigos de honor que
regulan todas las actividades y no necesariamente se compadecen con el orden
jurídico. (Silva Grucci, G., 2018, p. 11)
Así, Lourdes Peruchena (2010) en su libro Buena madre, virtuosa ciudadana señala que la
generación de hombres de fines del siglo XIX, es decir quienes discutieron esta ley, crece, se
desarrolla y se educa dentro del

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[…] proceso de fortalecer la conciencia nacional, el sector mencionado va a destacar


el orgullo de ser criollo asociado a cualidades altamente valoradas como el coraje y
la virilidad. En cuanto a los aspectos morales, descollaba el honor, el respeto por la
palabra empeñada (…). (p.105)
Es decir, que el honor es el valor moral de la virilidad que se inculca a lo largo del siglo
XIX y que se perpetúa hasta entrado el siglo XX. El ideal masculino de la época sustenta el honor
como un valor que legitime la práctica del duelo.

Hacia la discusión de la ley 1920

Debe puntualizarse que esta ley se inserta dentro del hiperlegalismo, tendencia
muy presente en la sociedad uruguaya a principios de siglo XX (Caetano, 2011). ¿Qué supone
este fenómeno político? Durante el Batllismo la cantidad de proyectos de ley presentados se
multiplica de manera notoria, la ley adquiere una primacía simbólica, paralelamente al
afianzamiento de la ciudadanía como identidad política homogénea. La denominada ley de
duelos es, a entender de Caetano, un caso paradigmático de esta conducta, ya que al conciliar
la ley con el código de honor lleva al extremo la necesidad política de enmarcar las prácticas
sociales en un marco jurídico.

Puede afirmarse entonces que el duelo es la defensa del honor, contra las injurias de
carácter público, de todas las clases sociales. Esto será así hasta 1920, cuando se establece un
protocolo que restringe a esta práctica a aquellas clases sociales que conozcan la ley y sepan
articular el protocolo, siendo el “duelo criollo” pasional y sin mediación desde ese momento
una actividad delictiva. Es decir, se visualiza un corte, un antes y un después en lo que es el
duelo, es por esto que el presente trabajo se centrará en la discusión parlamentaria, porque la
ley que busca regular una práctica, no sólo la regula sino que la transforma.

Es entonces que se presenta una paradoja, que ya plantea Parker (1999), los mismos
hombres que arremeten contra la violencia caudillista y las prácticas “salvajes”, son los mismos
que sostienen el culto al duelo. La violencia puede ser tomada como otro de los factores de larga
duración de nuestro territorio, es en este corte donde se distingue entre la violencia civilizada,
el duelo, asociada a la vida urbana y la violencia salvaje, vinculada a la campaña.

Cabe entonces realizar una puntualización teórica, a lo largo de este trabajo de ha


empleado el concepto de clase social, clase dirigente y patriciado uruguayo. En primer lugar, el
concepto de clase social, deriva del marxismo, corriente que en sus orígenes no ha profundizado

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mucho en qué implica una clase social. Esta categoría ha sido ampliada por Edward Thompson
en La formación histórica de la clase obrera, cuyo valioso aporte nos permite entender que la
clase social no es un fenómeno universal sino un fenómeno que debe estudiarse en un contexto
determinado, ya que la región y los factores culturales incidirán profundamente en la
conformación de las clases sociales.

De esta manera, cabe agregar la aclaración teórica que realiza Carlos Real de Azúa (1969)
en La Clase Dirigente:

Porque si la “clase” es una categoría conceptual y una realidad (…) “inferible” pero
no “perceptible”, la clase o sector “dirigente” o “gobernante”, como se verá, no es
todavía “toda” (y en ocasiones no se origina enteramente en ella) la clase “alta” o
“dominante”, ni tampoco es el lote de “gobernantes” (políticos, estatales) perfecta
y rápidamente identificables. (p.3)
Es decir, la categoría conceptual de clase, no implica un grupo homogéneo, no conforma
una masa uniforme. Real de Azúa introduce la noción de Patriciado Uruguayo para referir a la
élite montevideana, la define de la siguiente manera:

Se trataba de un grupo social bastante reducido y estrechamente unificado. (…)


Sector dirigente o élite real de “poder”, en el sentido de que su autoridad social
tenía su asiento en la propiedad o control de los bienes económicos, en la
ocupación de los primeros “roles” de decisión estatal, en el prestigio cultural (…).
(p.17)
Este es el marco conceptual que se utiliza cuando se refiere a la clase dirigente, a la
élite o al patriciado.

Los argumentos de la negativa de Frugoni 3: la postura socialista

Cuando se presenta la discusión de esta ley en la Cámara de Representantes, Frugoni


toma la palabra y manifiesta que le parece un tanto confusa la discusión de la misma. ¿A qué se
debe esta confusión? A los parámetros de discusión que se están tomando. Como socialista
crítica duramente a esta ley ya que es una defensa jurídica del ideal burgués de lo que es el
“honor”, a su juicio el duelo es una práctica anacrónica y absurda que no se adecua con los
valores civiles que se están instituyendo en la sociedad uruguaya de la década del 20.

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Consultado en: Obras de Emilio Frugoni. Tomo VII. Selección de discursos 1920-1921.

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En la visión de Frugoni el duelo puede constituir al menos dos delitos, primero, amenaza
y, en segundo lugar, asesinato. En cambio, la aprobación de la ley de duelo sustentará un ideal
de moral y avalara una conducta delictiva.

Es entonces que una discusión que busca regular una práctica social se transforma en
una discusión teórica, esto se aprecia claramente en el planteo del representante: ¿a qué y a
quiénes está amparando esta ley? ¿Por qué? Resguarda a los políticos, siendo un instrumento
de “la baja política”, al patriciado uruguayo, a los doctores, a la clase ilustre montevideana.
Claramente defiende los privilegios de una clase por sobre otra; ya que si bien la ley iba a ser
publicada en el Diario Oficial y otros medios de prensa ¿qué cantidad de la población podía leer?
¿O se interesaba por leer estos medios de difusión?

Frugoni entendía muy bien lo que suponía la aprobación de esta ley: la apropiación
jurídica y simbólica de una práctica que hasta el momento era horizontal en la sociedad. Supone
ahondar una brecha que ya existía, quitándoles a los asalariados, a los peones, a los hombres,
su patrimonio cultural del duelo, pero también distanciándolos del honor: la clase dirigente se
apropia del honor.

La negativa sin derecho a réplica: Justino Jiménez de Aréchaga

Por otro lado, el senador Jiménez de Aréchaga, desde una ideología liberal, dará un
extenso y profundo argumento en rechazo de la Ley de Duelos. Al igual que Frugoni, considera
a esta práctica como una aberración, como la actividad más bárbara que se ha heredado del
viejo continente, a su juicio “es una justicia bárbara, primitiva (…) no lava nada, no corrige nada,
no salva a la persona injuriada de la calumnia (…).”

Su indignación toma argumentos distintos a los del representante, no considera


importante que sea una distinción burguesa del honor, ni que de ahonde la brecha de
desigualdad. Solo menciona las cuestiones de clase cuando acusa explícitamente al sector de la
“aristocracia” uruguaya, aclara: un grupo de parlamentarios y periodistas, sin duda esta
declaración no es ingenua, refiere a Batlle y Ordoñez, quien en abril de ese año participó del
famosos duelo Batlle-Beltrán.

La postura de Jiménez de Aréchaga es, sin duda, un ataque a la clase a la clase política
bárbara, esa clase que no ha participado de una vida totalmente civilizada. A tal punto que niega

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que sea una práctica popular, que ejerza el resto de la población. Es aquí donde podemos ver
un distanciamiento de la postura de Frugoni, y más aún del origen del duelo de nuestro
territorio, del duelo criollo. Históricamente, toda ley nace para regular una práctica ya existente
y que está parcialmente aceptada en la sociedad, por lo que la postura que toma el senador en
negar que sea una práctica difundida en todo el territorio puede partir de dos puntos: el
desconocimiento o el acentuar el ataque a aquellos políticos que “no dan el ejemplo”. Ya que
en el ideal liberal de la política y de la sociedad los políticos deben arremeter contra la barbarie
y no deben apostar a perpetuarla, como esta ley lo hacía, a juicio de Jiménez de Aréchaga.

Conclusiones

A modo de conclusión, puede decirse que esta ley, además de regular un


comportamiento social, plantea una serie de discusiones que permiten interpelar las diferentes
corrientes ideológicas imperantes en el Parlamento, visualizándose las asperezas existentes.

De esta manera, el duelo es para el batllismo una práctica inherente a la actividad


política (Caetano, 2011) y la aprobación de este proyecto de ley tiene una gran influencia del
propio Batlle y Ordoñez, debido al trágico resultado del duelo realizado contra Beltrán en abril
de ese mismo año; sino ¿de qué otra manera se explica que recién en 1920 se apruebe siendo
que esta ley tiene antecedentes desde 1918? Esta ley no sólo representa la apropiación
simbólica del honor por parte del patriciado sino también la defensa de una clase política que
mientras, por un lado, pone grandes esfuerzos para forjar la ciudadanía y, por el otro, defiende
prácticas violentas de origen medieval. Esta necesidad de definir todo en el plano jurídico es sin
duda la nueva identidad política del país, que se consolidará durante el siglo XX.

La desigualdad planteada por Frugoni es innegable, esta ley avala la conducta delictiva
de la élite en función de un ideal patricio del honor, además de iniciarse una identidad jurídica,
se instalan las desigualdades modernas: se sustituye la asimetría colonial de la cual quedaban
rastros aún en el principio de la vida independiente (sustancialmente étnica) por una asimetría
ciudadana (ciudadanos de primera y de segunda categoría). La apropiación jurídica de este
primer grupo instala una serie de privilegios para ellos, no de manera puramente intencional,
que no se malentienda, no se está hablando de una conspiración del patriciado uruguayo, sino
de un hecho: quienes construyen y discuten las leyes son una pequeña porción de la ciudadanía

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que representan a quienes poseen el mayor capital cultural del momento, muchas veces
omitiéndose las necesidades o el desconocimiento de este plano, el jurídico, por parte del
pueblo.

Es entonces este caso uno de los más emblemáticos para comprender, por un lado, la
apropiación simbólica por parte del patriciado uruguayo del duelo, como un claro ejemplo de la
consolidación de un ideal social. Así, resulta importante comprender la ley de duelo como un
caso que ayude a comprender esta nueva identidad política, social y jurídica que se forja en el
Uruguay del siglo XX.

Bibliografía

 Caetano, G. (2011). La República Batllista. Ediciones Banda Oriental, Montevideo.


 Silva Grucci, G. (2018). Duelos en el Río de la Plata. Editorial Fin de Siglo, Montevideo.
 Parker, D. (1999). La ley penal y las "leyes caballerescas": hacia el duelo legal en el
Uruguay, 1880-1920. Anuario IEHS, Buenos Aires.
 Parker, D. (2003). Law, Honor, and impunity in Spain America: The debate over dueling
1870-1920. Law and History Review Vol.19, Nº 2.
 Peruchena, L. (2010). Buena madre, virtuosa ciudadana. Rebeca Linke Editoras,
Montevideo.
 Real de Azúa, C. (1969). La clase dirigente. Editorial Nuestra Tierra, Montevideo.

Fuentes

 Diario de sesiones de la cámara de senadores, 1920, pp. 592 – 597.


 Frugoni, E., XLII Legislatura Quinto Período Ordinario. Obras de Emilio Frugoni. Tomo VII.
Selección de discursos 1920-1921. Editorial Cámara de Representantes, Montevideo.

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