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Introducción
Para desarrollar esta ponencia he decido dividirla en cuatro partes. En primer lugar,
exploraré la separación entre razón y fe propia del logos racional ilustrado, queriendo con
ello mostrar las dificultades de una perspectiva unilateral de la comprensión de logos. En
segundo aspecto, analizaré la conexión entre la experiencia de fe y las religiones, lo que
permite la creación de identidad y fundamentación de lo humano. Un tercer aspecto nos
permitirá un acercamiento a la teología cristiana, logos anamnético y recuerdo del verbum
cordis como re-cuerdo del otro. Por último, el cuarto aspecto nos aproxima a una
comprensión de la memoria en cuanto irrupción esperanzadora para el hombre que sufre,
presente en las tradiciones religiosas. Miremos entonces, cada aspecto en particular.
La época ilustrada, fundada a partir de pretextos libertarios, afirmó que la razón ha de ser
libre de todo rezago premoderno, y que debe asumir la tarea de auto-fundamentarse
independientemente de toda fe, liberada de toda tradición mítica y supersticiosa que
permanece bajo la tutela de la religión. La Ilustración se entenderá, por tanto, como
emancipación, como superación del estado de inmadurez en el que se encuentra
sumergido el hombre medieval. Para ella, la razón sin fe plantea un nuevo horizonte y
una nueva perspectiva de desarrollo para la humanidad. La ciencia y filosofía,
procedentes de tal horizonte, cerrarán no solo el camino a la tradición judeo-cristiana,
sino también todo acceso al pasado, todo pensar procedente de la tradición. De este modo,
se trata de legitimar y convertir a la racionalidad ilustrada en el único prisma de
verificación, de demostración, de medición y juicio de todo argumento humano.
En esta misma racionalidad, que rechazan los religioso y sus manifestaciones, se instauran
las ideas de progreso y civilización. Ambas presuponen una concepción lineal y unívoca
de la historia y prometen la transformación de la realidad a partir de un nuevo proyecto
de humanidad y sociedad. Como se puede comprobar, la Ilustración y posteriormente la
modernidad se caracterizan por un giro histórico restructurador de los enfoques políticos,
económicos, sociales y culturales, que contrastan con los de épocas y civilizaciones
anteriores. Por una parte, el escenario del devenir histórico se horizontaliza de acuerdo
con una organización racional de la cultura y la sociedad. Los nuevos trazados que ha de
recorrer la humanidad se piensan desde una linealidad histórica en la que, hombres y
mujeres alcanzan la ciudadanía plena siempre y cuando renuncien a su particularidad,
identidad, religiosidad, a su lengua y relato de vida, para hacerse unos con el gran
metarelato naciente, con el relato de la historia universal y con el nuevo ideal de progreso.
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al igual que la organización de la sociedad que se deriva de este nuevo orden racional, se
establece como un programa filosófico en el cual los conceptos de sujeto y espíritu
establecen una conexión intrínseca con esta idea de razón. El nuevo orden del mundo y
la organización de la sociedad dependerá, en adelante, de los lineamientos dictados por
la razón. Si en el pasado la filosofía griega había intentado categorizar al mito como
irracional, descrito en la antropogénesis de Jenófanes como poesía, como relato,
narración, como falsedad y como una concepción estrecha de la verdad; ahora esta idea
es retomada por los ilustrados para equiparar el concepto de logos con el de racionalidad.
De este modo, sobre la razón establecida como racionalidad se funda el discurso
argumentativo, del que podemos fiarnos sin vacilar, mientras que el mito se verifica
proclive de sospecha historiográfica, y se equipara a la fábula y a la leyenda.
Mientras que el mito había sido asumido por el aristotelismo como especulación
filosófica, el platonismo lo comprendió como una ocupación de niños, un oficio para el
poeta (Fedón 61b), una mentira que merece que los hombres que la anuncian sea
expulsados de la Polis. Sin embargo, el mismo Platón recurre a él cuando hace
interpretaciones alegóricas e intenta sacar una verdad de él. Con los ilustrados se
convierte epistemológicamente hablando, en no funcional, dado que nada puede ofrecer
al proceso del conocer. Si algo podía lograr el mito en tal sentido, debía concebirse como
teoría de las formas del saber, como teorías cognitivas desde las cuales se valide un
conocimiento, sus contenidos, campos de estudio, lenguajes, métodos y metodologías.
Sin embargo, es aquí en donde se puede develar el problema de una epistemología que
descansa sobre la base de una lógica racional, de carácter positivo, que tiene como objeto
llegar a la objetividad pero desde una lógica dominadora y excluyente. En tal caso, la
racionalidad ilustrada acoge una lógica que genera una serie de dicotomías, como la
fragmentación entre sujeto-objeto, sujeto cognoscente y objeto conocido, conocimiento y
sociedad, conocimiento y mundo vital. Lógica esta que alimenta la valoración solo por
los datos positivos sobre el objeto de conocimiento, que valida un estatuto epistemológico
de la ciencia, del saber y de cualquier disciplina al establecer un movimiento pendular
entre la afirmación de las teorías del conocimiento y distinción de lo que no se
corresponde con tales teorías, entre ciencia y seudo-ciencia, entre sujeto comprendido
como cognoscente, distinto y diferente del objeto y del fenómeno sobre el que se
desarrolla la actividad cognoscitiva.
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En la formulación que configura un pensar egológico1 y una existencia derivada del
pensar en cuanto lógica que organiza y forma la vida de un hombre racional para un
mundo racional, se privilegia la idea de un sujeto que se establece por encima del pasado
que le ha constituido, para trazar una apertura a un futuro colmado de progreso como
proyecto universalista, totalizador y modelo obligado de nueva cultura y humanidad, sin
pasado. Este proyecto del pensar, no solo señala una linealidad entre presente y futuro,
sino que además se establece como un proyecto amnésico de las singularidades,
pluralidades y del olvido de los otros, que proceden del pasado. A esta metafísica
racionalista de lo ente, también se le declarará una metafísica del olvido del ser, una
disolución del hombre a partir del Shoa2.
En tal razón, lo que también debe permitir ver el “es aquello que inmediata y
regularmente se muestra, aquello que, al contrario de lo inmediata y regularmente se
muestra, está oculto pero que al par de algo que pertenece por esencia a lo que inmediata
y regularmente se muestra de tal suerte que constituye su sentido y fundamento.”8 Es
1
Cfr. Ricouer, Paul. El conflicto de las interpretaciones. Ensayo de hermenéutica. Colombia: Fondo de
cultura económica, 2003.
2
Cfr. REYES, Mate. Medianoche en la historia. Madrid: Trotta, 2006.
3
Por M. Horkheimer, T. Adorno, Marcuse, W. Benjamín, F. Rosenzweig, Primo Levi, Gadamer, entre
otros. Y en la actualidad: Habermas, Ricouer, Reyes Mate y otros más.
4
HEIDEGGER, M. Introducción a la fenomenología de la religión. Madrid: Ed. Siruela, 2005 p. 49
5
HEIDEGGER, M.
6
HEIDEGGER, M.
7
HEIDEGGER, M. p. 62
8
Heidegger, Ser y Tiempo, p. 46.
3
decir que, la vida, la existencia misma es un mostrar, expresamente es experiencia fáctica,
no un contenido objetivo.
9
Cfr. Malinowski, B. Magia, Ciencia y religión. Barcelona. Ariel 1982
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tal sentido lo cultual, ritual y mágico hacen parte complementaria de lo religioso
permitiéndole al hombre un control de tales tragedias. Para este mismo pensador, con el
devenir de una sociedad desarrollada científica y tecnológicamente las religiones
desaparecerían. Entendida así, entre las tareas que emprende la modernidad estaría el
fortalecimiento de un proceso de desdivinización o pérdida de los dioses e instalación de
una única visión del mundo, un gran relato que desaparece y excluye la diversidad y
pluralidad particular.
Por otra parte, es una experiencia contenida en una memoria colectiva que permite a
hombres y mujeres de otros contextos y épocas abrir nuevas posibilidades de sentido. En
cuanto tradición religiosa cada creyente puede traer del pasado, no para configurar
tradicionalismos en el presente, tampoco para olvidar lo pasado en razón del presente o
del futuro, sino para redimir significados que al rememorar y resignificar, amplían los
sentidos de la esperanza de las generaciones presentes y futuras. Por eso mismo:
10
REMOLINA, G. Exposición introductoria al Encuentro ecuménico de Judíos, Islámicos y Cristianos
Universidad Javeriana, 21 de abril de 1998
5
“La experiencia de Dios está coloreada no sólo por la particularidad de las personas,
sino también por la historia y la cultura en las que ellas se encuentran. Esa
particularidad colorea también la imagen que nos formamos de Dios. La Biblia nos habla
del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, del Dios de nuestros Padres, haciendo alusión
clara a la experiencia de cada uno de ellos. A estas referencias añadimos los cristianos
el Dios de Jesucristo. Tales experiencias, así se hallen unificadas por una tradición,
tienen sus diferencias notables (...) Pero hay sin embargo algo común, que es lo que
constituye la tradición, al ser repetida la experiencia fundamental en una y otra persona,
en distintas circunstancias, épocas y culturas. Esto común es la presencia y manifestación
de Dios”.11
11
REMOLINA G.
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Éxodo 3, 7-8
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tratar se centran en la perspectiva de la teología cristiana y su relación con la memoria de
las víctimas, lo cual sugiere un despertar moral y ético.
El logos interno, explicado por San Agustín, implica una episteme anamnética del
conocimiento interior, que es memoria que implica imágenes sensibles, recuerdos de las
pasiones del alma, nociones abstractas y seres inteligibles, con las que el conocer interior
hace memoria de sí mismo que siente y actúa, que cree y que piensa (Confesiones X,
numerales 14, 21). Esta memoria va más allá de la representación externa y objetiva, es
memoria del espíritu humano en su propia duración de pasado, de presente y de futuro.
Sin embargo, y a diferencia de estás, la memoria interna agustiniana está conectada con
el verbum cordis, con el Cristo que es palabra cordial, inteligencia afectiva, no logos
racional, sino relacional, no logos conceptual sino concebido, implicado, bondad divina
que encarna lo humano para solidarizarse y redimir los clamores del pasado y del
presente, logos que manifiesta su salvación (Ex 20, 16), liberador del justo (Sal 34, 16),
que responde a las ansias de esperanza por la muerte injusta (Sal 14, 32 / 2Cor. 1, 9), una
13
Debate San Agustín el planteamiento que presenta Orígenes sobre la alegría como la
posibilidad clave para interpretar las Escrituras. San Agustín,<<De doctrina Cristiana III
capitulo XVIII>>
7
memoria que no olvida al perseguido por el poder dominante (Sal 142, 7), memoria de la
cual florece el compromiso profético, la fuerza para la redención de la historia y los
anhelos de justicia. Este logos relacional es fuente de vida comunitaria en la que se
comparte la vida de fe, se reactualiza el pasado y se reaviva una memoria cargada de
signos y símbolos que manifiestan el sentido de la redención, restablece el esplendor
escatológico de la historia (M. 13, 27/ 2Tes. 2, 1) y posibilita la salvación humana. Es un
logos que nos convoca en razón de los otros, en especial, de aquellos que han sido
sometidos a las injusticias, vejámenes, abandonos, exclusiones y victimización.
El logos que nos revela Cristo ilumina la vida de los hombres, pero además, hace de los
hombres testigos de esa misma luz, así, el compromiso con el otro no radica en el alcance
de una claridad procedente de la verdad objetiva alcanzada, sino de ser testigos de sus
palabras y acciones.
A diferencia de las teorías del conocimiento que procuran nociones y certezas holísticas
y definitivas, lineales y absolutas, la memoria traza caminos no definitivos y últimos, pues
para ella el pasado permanece abierto como abierto está el futuro. Una hermenéutica
teológica desde la memoria eleva su carácter epistémico no solo en cuanto remembranza
de Dios, sino profundamente, como rememoración de su salvación; memoria de un grito
que clama continuamente por quien sufre; memoria que surge del dolor y se convierte en
lenguaje de sufrimiento, oración que interpela acerca de la misericordia y el amor. Esta
memoria presente en nuestra tradición judeo-cristiana y en algún sentido, en las otras
expresiones religiosas, se constituye en la interpelación ética y moral, frente a las
situaciones que enfrenta el hombre de hoy.
“Ni siquiera los especialistas de las ciencias del espíritu aparecen ya en las ciencias que
cultivan. Y así poco a poco todo el lenguaje científico se ha convertido en un lenguaje
de suerte secundario, del que va desapareciendo progresivamente el hombre y solo se
trata de él como de un fantasma tétrico. Quien quiera hacer teología, quien quiera
hablar de Dios, hoy y mañana, tendrá que hablar siempre también de un hombre que no
sea sólo su propio experimento, solo su propia objetivación, sino –algo más
fundamental- su propia memoria, y que no sea reconocible por estructuras y funciones
sino por sus historias.”14
Hoy, nuestra reflexión teológica e interés por el dialogo interreligioso no puede eludir la
reactualización del grito de clamor y dolor del pasado, que en caso cristiano se evidencia
en crucifixión de Cristo y en las actuales formas de crucifixión, opresión, desplazamiento
14
Metz, Dios y tiempo, 177.
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forzado y empobrecimientos de hombres y mujeres sin proyecto humano. La teología que
procede de la tradición religiosa judeo-cristiana, es, en cuanto memoria pública de la cruz,
delación de las cruces y crucificados, de barbaries y catástrofes, de pobrezas y hambres,
de enfermos y contagiados, de exclusiones e injusticias. Ella sigue bebiendo de una
tradición que en su doble estructura anamnética: judía y cristiana, se impulsa a superar
las dificultades del logos egológico racionalista, de sujetos solos y aislados, sin recuerdo
de los otros.
Conclusión
Por último y para concluir, se hace relevante afirmar que lo que rescata la memoria
presente en las diversas tradiciones religiosas, es la posibilidad de no constituirse en
olvido de los seres humanos, los cuales no se diluyen en el conocer, o agotan en las
representaciones conceptuales, por el contario permanecen y habitan en otras expresiones
de vidas, tal vez, poco significativas para quienes teorizan en las ciencias. Así, desde esta
perspectiva, la memoria de las tradiciones religiosas nos saca del carácter meramente
gnoseológico y comprende ampliamente el carácter relacional humano en que se
dinamizan la escucha de gritos y lamentos de quienes esperan una actitud compasiva y
solidaria con los olvidados del mundo.
Por esta razón confundir el logos con, única y exclusivamente, racionalidad científica y
técnica, nos hace perder la conciencia del costo elevado que ha tenido, en términos de
progreso material y en especial humano. La memoria de las tradiciones religiosas
reconstruye los significados para la vida y también abre a la esperanza para quienes han
sido excluidos de la historia, es inclusión de las víctimas caídas en las manos de los
victimarios y es resurrección de los seres humanos borrados de la historia con su muerte.
Es en la tradición judeo-cristiana, además, honda preocupación por el sufrimiento y
compromiso con la no repetición de las injusticias.