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Hace tres años propuse el término ginoperiferismo (Gutiérrez, 2008b), para designar maneras

compensatorias de afrontar el falocentrismo, según Jacques Derrida llamó al modo cómo quienes
privilegian lo masculino (falo) monopolizan la construcción de significado desde filosofías de lo
determinado y la determinabilidad (logocentrismo) en el pensamiento occidental contemporáneo (cf.
‘Phallogocentrism’, 2011, s.p.). Luego, Derrida, fundió el falocentrismo con el logocentrismo en el
término falogocentrismo para señalar el desequilibrio que hay en Occidente entre la mayoritaria
presencia masculina y la silenciada presencia femenina (Dely, 2007:s.p.).

Aquí introduzco el conocimiento del paradigma emergente de Boaventura de Sousa Santos quien
distingue en el proyecto de la modernidad, dos formas de conocimiento: el conocimiento-regulación, en
el cual la ignorancia corresponde al caos y el saber al orden; y el conocimiento-emancipación, en el
cual la ignorancia es el colonialismo (otro piensa por ti, o te señala qué pensar o te dice como debes
ser) y el saber es la solidaridad (piensas con otro), (cf. Santos, 2003:30), en este último concibo al
diseño, allende los límites del profesionalismo, como indisciplina constructiva para plantear mundos
menos ordenados y más solidarios.
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Judy Wajcman (cf. 2006:128), concuerda con Donna Haraway en que la ciencia es cultura a nivel
insólito: es una actitud “endiosada” asumir la ciencia como sistema de conocimiento racional,
universal, objetivo, que acontece en todas partes y en ninguna. “El ojo desinteresado de la ciencia
objetiva —dice Haraway— es una ficción ideológica, una ficción poderosa”. Para ambas, la ciencia
más que verdad desencarnada, es conocimiento
social construido, escenificado y aplicado entre personas, y una práctica semióticomaterial difundida
narrativamente como otros conocimientos sociales (cf. Wajcman, 2006:128). Asimismo, Boaventura de
Sousa Santos asevera “el objeto es la continuación del sujeto por otros medios” (2003:93) El
autoconocimiento, dice Santos, es conocimiento emancipador; útil para crear más que para descubrir,
para inventar más que para comprobar. Todo presupuesto metafísico, sistema de juicios de valor o
creencias, no está ni antes ni después de las explicaciones científicas sobre naturaleza y sociedad.
Aunque sean desechadas, otras explicaciones de la realidad coexisten con las ciencias modernas, nada
hay de científico en usar la razón para privilegiar formas de conocimiento basadas en la previsión y el
control de los fenómenos. En últimas, todo es sobre juicios de valor. “La explicación científica de los
fenómenos es la autojustificación de la ciencia en tanto fenómeno central de nuestra contemporaneidad.
La ciencia es, por consiguiente, autobiográfica” (Santos, 2003:93).

Articular construcciones de diseño y género y escenificarlas en nuestro vivir habitual, reviste potencial
político: y aquí aproximo los enfoques de conocimientos situados de Donna Haraway con los
imperativos comunicativos de Klaus Krippendorff para generar vínculos dialógicos entre las personas.
Ambas teorías demandan incluirnos en la foto, expresarnos, saber cómo nos autoconstruimos en la
abundancia o la necesidad insatisfecha, incluida la búsqueda de significado y conocimiento genuinos
(cf. Haraway, 1991:68). Me resulta cuestionable que en las aulas de diseño privilegiemos el soliloquio
profesoral en vez de explicitar la dinámica del aparato de producción discursiva desde la experiencia de
cada aprendiz (profesores incluidos). ‘EL’ estudiante que es “todos y ninguno” es empleado,
desatendiendo a la multiplicidad de estudiantes esos sí reales y vivos, como mito regulador y opresivo
que clausura numerosas rutas de indagación para diseñar. Cada quien tiene derecho a comunicar la
experiencia de su paso por el campo del diseño y comunicarla en sus propios términos en diálogo con
los demás dentro de los circuitos del movimiento de búsqueda de lo deseable. Lo anterior lo comparo al
imperativo estético propuesto por Krippendorff: Construye tu propia realidad para ver; adrede
ambiguo, por cuanto soporta dos lecturas, primera: “para poder ver, debes construir un mundo que
ofrezca posibilidades de ser visto” y la segunda “lo que ves es la realidad que has construido”. Ambas
remiten a construcciones que implican creatividad y participación, no a procesos mecánicos de
imitación y sometimiento
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Lo anterior lo comparo al imperativo estético propuesto por Krippendorff: Construye tu propia realidad
para ver; adrede ambiguo, por cuanto soporta dos lecturas, primera: “para poder ver, debes construir un
mundo que ofrezca posibilidades de ser visto” y la segunda “lo que ves es la realidad que has
construido”. Ambas remiten a construcciones que implican creatividad y participación, no a procesos
mecánicos de imitación y sometimiento (cf. Krippendorff, 2009:19). Luego viene el imperativo
empírico, planteado así: inventa tantas construcciones alternativas como puedas y escenifícalas
(pruébalas) para experimentar las limitaciones de su viabilidad (cf. 2009:22). Hay que desechar o
acoger en el uso aplicado y no desde la suposición (con frecuencia los profesores de diseño impedimos
a los estudiantes avanzar en sus propuestas desde lo que creemos, como expertos, que sucederá con
ellas, en lugar de facilitar las cosas y hacer las reflexiones sobre sus resultados, muchos de los cuales
podrían ser presumo, positivos y viables). Cada proyecto de diseño no representa una dirección
obligatoria en un mundo universal e inalterable, es más como una llave: puede abrir muchas cerraduras
y otras muchas no. Las llaves que abren la puerta (de la viabilidad) ni la describen ni la representan, y
las construcciones proyectuales de diseño que son viables, no definen el mundo, sólo ofrecen
posibilidades al participar, no pueden por ende, someterse al criterio de verdad representacional (cf.
Glassesrfeld en Krippendorff, 2009: 23)

El tercer imperativo de Krippendorff, el auto-referencial es estipulado así: “Inclúyete a ti” mismo como
componente (constituyente) de tus propias construcciones” (cf., 2009:25), en concordancia con
Haraway, este demanda situar nuestros conocimientos, responsabilizarnos por ellos, y evitar el truco
divino, de pretender estar en todas partes y en ninguna: los conocimientos situados son herramientas
especialmente poderosas para producir mapas de conciencia útiles para las personas inscritas dentro de
categorías marcadas de raza y sexo, y evitar simplificaciones esencialistas ‘EL’ usuario, ‘EL’ estudiante,
‘LA’ mujer, etc. Las cuáles son producto de dominaciones machistas, racistas, y colonialistas, de
expertos y dogmáticos. Conocimientos situados equivalen a conocimientos marcados, apropiados,
vividos (cf. Haraway, op. cit., 111). No pruebo hipótesis descarnadas sino mi capacidad para generalas
y aplicarlas. El cuarto imperativo de Krippendorff, es ético: “Concedamos a otros que están presentan
en nuestras construcciones por lo menos las mismas capacidades que nosotros empleamos para
construirlas” (cf. 2009:29). Esta es una invitación a liberar a otras personas de nuestra presunción de
expertos: reclamar para nosotros habilidades intelectuales que negamos para otros, se aproxima
peligrosamente a la opresión institucional (cf. 2009:29).

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