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Las bienaventuranzas, el camino a la felicidad

Fuente: Catholic.net
Autor: Pa’que te Salves

Mateo 5,1-12

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y


tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos
posseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra
recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los
profetas anteriores a vosotros.

Reflexión:

En la vida tenemos muchas cosas que hacer: atender al marido, a la esposa, educar a los
hijos, trabajar, estudiar, cuidar a los ancianos, cuidar a los nietos, etc. Muchas veces
hacemos todo esto de modo rutinario y se nos olvida que a través de estas tareas nos
podemos santificar y ganar el cielo.

Dios nos ha prometido muchas recompensas si cumplimos con las bienaventuranzas.


Estas las podemos hacer parte de nuestra vida, de nuestras tareas de todos los días.

Hoy celebramos una gran fiesta. Festejamos a todas aquellas personas que, con la gracia
de Dios, pudieron cumplir con el objetivo para el que Dios los creó: gozar eternamente de
su Presencia. Ellos ya están felices y nosotros nos alegramos con ellos, porque también
nosotros hemos sido llamados por Dios a esta gran felicidad eterna. Nuestra patria es el
cielo y Dios nos regala todas las gracias necesarias para que podamos gozar esta
herencia. Él se da a Sí mismo para que podamos cumplir nuestra misión.

¡Qué alegría festejar a tantos hermanos nuestros que supieron abrir su corazón al amor de
Dios ! ¡Qué gran gozo el día que todos nosotros estemos en la casa del Padre!

"Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús


recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham ; pero las perfecciona
ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos." (CEC 1716)
"Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre." (CEC
1725)

"Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los


actos humanos: Dios nos llama a ser propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a
cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia."(CEC1719)

Tenemos que entender que nacimos para la felicidad eterna, que nuestra realización
personal está en llegar con Dios al cielo.

En cada bienaventuranza Jesús nos promete algo, si vivimos de una forma específica. La
promesa de Jesús es la vida gozosa en el cielo en presencia de Dios.

"Bienaventurados los pobres de espíritu ...". ¿quiénes son los pobres de


espíritu ? Sabemos que pobre es aquel que tiene poco o nada. Pero un pobre de espíritu es
aquel que ha escogido no tener nada en su corazón que lo aleje de Dios. Sus criterios,
pensamientos, amores, gustos, metas son de Dios y lo llevan sólo a Dios. Si queremos el
Reino de los cielos tenemos que ser pobres de
espíritu.

"Bienaventurados los mansos...". Ser manso es dejarse guiar suavemente por la voluntad
de Dios, sin quejas, sin oponer resistencia.

"Bienaventurados los que lloran,..." El que llora es el que no es indiferente, el que se


preocupa desde el fondo de su corazón por los demás, el que sufre por su propia
debilidad, el que sabe que necesita de Dios, el que sabiéndose enfermo pide el perdón y el
remedio a Dios, el que sabe que no merece nada, pero que Dios le ama y le ayuda. Llora
de arrepentimiento. Llora de gozo por el amor de Dios. Llora por el amor a sus hermanos.

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,..." Dios nos creó por amor, no
tenía ninguna otra razón. Mucho menos tuvo una obligación para crearnos. Dios nos ha
dado todo gratuitamente. Nuestra misión es, en justicia, vivir por Dios, en Dios y con
Dios ; todo por su amor y por amor a nuestros hermanos por Él. El que tiene hambre y
sed de justicia, de verdadera justicia, de Justicia con mayúscula, dedicará su vida amando
así.

"Bienaventurados los misericordiosos,..." Misericordia es amar a Dios y a los hombres


reconociendo que todo lo debo a Dios, desde una humildad, real mas profunda, aceptando
íntimamente mi condición de creatura e hijo de Dios, de pecador y redimido por los
méritos de Jesús, no por los propios. El misericordioso ama con ternura, perdona, nunca
juzga.

"Bienaventurados los limpios de corazón,..." Limpio es no tener manchas, es preocuparse


por limpiar aquello que enturbie mi corazón y estar atento para que no se ensucie
nuevamente, procurar sólo hacer lo que Dios quiere, sin complicaciones, con espíritu
sencillo.

"Bienaventurados los que buscan la paz, ..." Sólo Dios nos puede dar la paz, desearle la
paz a alguien es desearle que viva con Dios. Paz no es sólo evitar guerras o pleitos, sino
vivir en el amor de Dios, es buscar que todos amen a Dios, es acercarse uno mismo y
acercar a los demás a Dios.

"Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,..." Jesús ya habló de la justicia,


pero ahora habla de los que no son queridos porque buscan vivir y hacer vivir a los
hombres conforme al amor y la voluntad de Dios. Es una doble bienaventuranza, una por
vivir como Dios les pide, por dar una respuesta a tanto amor de Dios y la otra porque
aceptan el desprecio de muchos hombres antes que dejar de vivir como Dios les ha
pedido. Es una forma heróica de vivir el amor y Dios lo tiene en cuenta y les tiene un
regalo especial, el Reino de los cielos.

"Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de
mal contra vosotros por mi causa." El que sufra a manos de otros por haber amado a
Dios, Dios no le abandona, sino que le tiene reservado un lugar especial, porque no sólo
amó, sino que se mantuvo siempre firme en el amor.

"La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a
purificar nuestro corazón de mezquinos y a buscar el amor de Dios por encima de todo.
Nos enseña que la verdadera dicha no reside en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria
humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, sino sólo en Dios, fuente
de todo bien y de todo amor." (CEC 1723) El Papa Juan Pablo II nos recuerda todas estas
enseñanzas en sus distintos escritos y con el ejemplo de su propia vida.

María supo vivir sólo de cara a Dios. Su amor a Dios y en Dios a los hombres se nos
manifiesta a través de una vida sencilla, sin grandes reconocimientos humanos, pero con
el gran premio, la vida eterna en presencia de Dios. Muchos hombres ya han cumplido su
vocación, han llegado al cielo. Eso festejamos hoy y ojalá mañana festejemos con ellos
en la patria eterna.

Acerquémonos a María, acerquémonos a la Eucaristía para perseverar en nuestro camino


al cielo. Para ser santos, necesitamos de Dios.

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