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14-03-2019

Ser marxista hoy


Miguel Alejandro Hayes Martínez
Rebelión
Traer a Marx pero alejado de la utopía

Disfruto cada relectura de Marx en el Soho. También las puestas en escena a las que he podido
acceder de dicha obra. Confieso que llego a creerme que Marx está aquí de nuevo, que ha sido tan
revoltoso, que el cielo lo ha puesto otra vez entre nosotros. Pero en cuestión de no mucho tiempo
regreso a saber, que claro, no está. Y como sigo queriendo que esté, intento encontrar una forma.
Entonces comprendo que la única opción para traer a Marx, es ser consecuentemente marxista.  

Ahí comienza un verdadero reto: el ser marxista. En un mundo que vive cargando consigo el peso
de lo que los medios construyeron simbólicamente como "la caída y fracaso de los proyectos
sociales marxistas", y que te restriega en la cara cada vez que te proclamas marxista aquellas
derrotas, es muy difícil serlo -incluso-, creo que es todo una hazaña.

Tampoco se trata solo de aquellos símbolos que se construyen, sino de algo que vas más allá: la
racionalidad. Si algo ha demostrado la historia, es que el lugar correcto no es un espacio físico en
un mapa o dentro de una sociedad, sino el espacio intersubjetivo en el que se está y del que se es
parte, con las lógicas y las mentalidades que les son propias a este; por lo que el lugar correcto
depende de la racionalidad correcta, y del actuar que se corresponda con esta. En ese sentido, es
necesario tener en cuenta que aquellas derrotas que nos achacan a los marxistas, no superaron las
lógicas de una hegemonía verticalista de la sociedad. Además, de que aunque no dudo que se
quiso hacer algo mejor, bajo la división de "ciencias burguesas" y "ciencias proletarias", solo se
sustituyó el positivismo burgués por el positivismo de manual. Lo cual señala también, la ausencia
de una racionalidad alternativa a la dominación, en aquellas sociedades. Tal perece que tan solo
cambió el centro de gravedad del mismo mecanismo social.

Por lo que, con una contemporaneidad hostil al marxismo y un pasado reciente que le sirve a esa
actitud, y la ausencia de un cómo pensar fuera de los límites que imponía -impone- el capitalismo,
las barreras a los marxistas de hoy no son pocas.

Pero no hemos mencionado aun, qué es ser marxista. Si tal condición va de la mano de seguir
críticamente y adaptando a cada tiempo y lugar a Marx, puede afirmarse que ser marxista es
continuar el movimiento de la lógica de este, y de la práctica social que le concierne. Dado que es
tan riesgoso plantear siempre los "esto es", se podría, como buena práctica de construcción de
hipótesis, conocer lo que no es. Y si algo puede obtenerse del pensamiento de Marx, es el qué no es
coherente con este. De la misma manera que el ejercicio crítico va descartando, y en base a ello, a
ese diálogo con lo criticado, se va construyendo lo nuevo, pudiera hacerse con lo marxista -como
mínimo lo asociado a Marx-, a partir de lo que es no serlo.

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Para ello, me gustaría detenerme solo en un pequeño número de cuestiones: igualdad, mercado y
utopía.

La igualdad es de esos aspectos que ocupa la mente como ideal de lucha en muchos
revolucionarios marxistas, que incluso la ponderan como uno de las máximas a alcanzar. Tal ha
sido su uso, que corrientes más contemporáneas se han apropiado de un término que consideran
más acabado: equidad. Pero, ¿qué es la igualdad para Marx?

Es y ha sido un crimen de lesa dialéctica suponer que dicha igualdad dentro de un sistema teórico
como el del Moro puede tener la misma acepción que la que ha sido concedida por la mayoría de
las tradiciones. En él, no se trata de esa igualdad en el sentido lógico-formal, sino de que, la
igualdad es "...como todo derecho, el derecho de la desigualdad" (1 pág. 15). Lo que significa que
se le aplique las mismas reglas y medidas a individuos -claramente desiguales-, de lo que devendrá
una desigualdad en estos. Por lo que tal derecho a la igualdad en Marx dista mucho de todo
igualitarismo. Consiste en eliminar las distorsiones del reconocimiento social del trabajo provocado
por privilegios de clase. En esa Crítica del Programa de Gotha, se expresa la preocupación por
cómo esa igualdad formal -burguesa-, termina por deformar el desarrollo de las fuerzas
productivas. Por tanto, puede saberse que todas las formas de igualitarismos, en tiempos normales,
no son para nada marxistas, sino lógicas burguesas.

El mercado ha sido otras de las cuestiones que los marxistas llevan como tópico bandera, en la
que la postura es clara: el mercado es un enemigo. En casos más heterodoxos, se ha logrado
considerar que es algo así como "un mal necesario". Aunque ya en numerosas ocasiones me haya
referido al tema del mercado (2) (3) (4) (5), vuelvo a apuntar par de ideas.

Recuérdese primero, que no en todo momento la teoría de Marx ha tenido el mismo grado de
madurez, y que la seriedad del estudio de su obra, sus ideas más avanzadas sobre el capitalismo y
el cómo pensar la sociedad, deben buscarse en sus obras más acabadas, sobre todo en El Capital.
Justo de este se obtiene cómo el mercado es resultado de la complejización del trabajo social (2
pág. 132) -diversificación de sus formas específicas-, que condicionan participación diferente del
producto del trabajo, por tanto reconocimiento diferente de la actividad que lo creó. En pocas
palabras, el propio movimiento de la división del trabajo, y de las formas de apropiación privativa
-en el sentido hegeliano- asociadas, condicionan el mercado. Si se vinculara esto a la idea justo
unas líneas antes expuestas, se podría complementar. La abolición del mercado -de una regla
diferenciadora de reconocimiento de la participación en el producto social- como parte de una
transformación "revolucionaria", conduciría a la implantación de un mecanismo de reconocimiento
de la participación en el producto del trabajo que justamente ignoraría las diferencias que ahí se
generan. Por tanto, se caería en la implantación de un igualitarismo -en una forma específica de
igualitarismo-, que no es precisamente algo asociado al pensamiento de Marx.

En todo caso, como resultado inevitable del despliegue de la división del trabajo, un proyecto
social debe procurar conducir las dinámicas del mercado hacia el favorecimiento de los sectores
que desee, después de todo, la lucha de clases es la lucha por la dignificación -y el reconocimiento
que va implícito- de la actividad humana, y ello se hace a través del intercambio en el mercado.
Siempre ha sido más fácil, intentar cortar a-históricamente, que comprender las relaciones sobre

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las que se cimienta un fenómeno. Por eso, la actitud de oposición mecánica al mercado, no deja de
ser una de esas respuestas surgidas del entusiasmo (7), y no del análisis profundo de la realidad,
que es algo muy importante para el pensamiento revolucionario.

Por último, hay algo que ha estado presente en los aspectos que brevemente se han esbozado
aquí, y que considero un hilo en nuestro Prometeo, y es la postura asumida frente a la utopía. De la
misma manera en que para la dialéctica el conocimiento debe ser intelectivo y no edificado (3); que
la verdad no es un punto acabado sino un proceso; que lo bello no está precisamente determinado
por su final, sino en el camino recorrido para llegar a él; la utopía no está determinada por sí
misma, sino por el proceso que la constituye, por tanto, por las vías para llegar a ella. De ahí que la
utopía de la que se habla aquí no es la del horizonte, sino la del cómo llegar a él, la de los métodos;
no es utópico el resultado, sino la senda hacia él.

Si miramos la obra de Marx, justo se observará su cuestionamiento incesante a la utopía de sus


contemporáneos, quienes planteaban formas de lucha y planes para la organización social que eran
insostenibles. Tal y como hemos visto aquí, sus ideas, cuestionan el utópico derecho a la igualdad
-cuyos resultados ya se conocen-, y sirven de sostén para una respuesta al también utópico deseo
de abolir el mercado -también conocidos los efectos de poner en práctica dicho deseo-.

Veo en todo momento ese Marx que rechaza la utopía, a esa que evita plantear métodos
realizables y que sean fuente de una verdadera transformación orgánica de la sociedad; y que solo
termina por convertirse en un camino largo que consiste en pretender alejarse de la explotación
para hacer un círculo que te lleva al mismo lugar.

Sería más coherente, un pensamiento que permita explicar la dinámica social con objetividad, y
llegar a visualizar los cambios que pueden ser realizables. Hay que recordar que si no se conoce lo
que se quiere cambiar, se puede aplicar la fórmula para la transformación incorrecta.

Aun así, sería muy ambicioso decir qué es ser marxista hoy. Sin embargo, sí se puede notar qué es
no ser marxista. Conocerlo y aplicarlo, nos acercará un poco más a serlo, y a traer a Marx hoy.

Bibliografía:

1. Marx, Carlos y Engels, Federico. Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán.
Obras Escogidas III. Moscú : Progreso, 1974.

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2. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. El problema de Acanda. Rebelión. [En línea] 20 de 04 de
2018. [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240608 .

3. —. ¿Mercado=desigualdad? La Joven Cuba. [En línea] 22 de 12 de 2018. [Citado el: 09 de 03 de


2019.] jovencuba.com/2018/12/22/mercadodesigualdad .

4. —. El mercado y el socialismo . Rebelión. [En línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.]


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247787 .

5. —. Dialéctica y mercado . Rebelión. [En línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.]


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=248478 .

6. Marx, Carlos. El Capital I. México : Siglo XXI, 2002.

7. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. El entusiasmo y el pensamiento revolucionario. Rebelión. [En


línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251841 .

8. Hegel, Federico. La fenomenología del espíritu. s.l. : Lasson.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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