Sunteți pe pagina 1din 5

'Cómo ser feliz a martillazos'

No eres capaz de conseguir todo lo que te propongas. Ni tú, ni nadie, no desesperes.


¿Cómo vas a poder lograr cualquier cosa solo por el hecho de proponértela? Le
pese lo que le pese al pequeño coach del pensamiento positivo que ha crecido como
un hongo en el interior de tanta gente desde finales del milenio pasado, esta es solo
una más de las decenas de afirmaciones ridículas nacidas de la garganta
enfervorecida de un telepredicador henchido de dólares. Intentémoslo: voy a volar
si me lo propongo. ¿Eso no? Bien. Voy a descubrir el remedio contra el cáncer de
pulmón sin siquiera recordar cómo se hacía una regla de tres. Todo es ponerse, y
proponerse. ¿Muy ambicioso? Pero ambicioso entra en ese todo de “todo lo que te
propongas”, ¿verdad? Sobre el papel parecía más fácil. Y ahora diremos que el
universo tampoco conspira para que tengamos éxito, o que querer algo con ganas
no lo atrae directamente hasta nuestras manos. ¿Cómo puede ser? ¿Pero no era
ese El secreto? Llevemos a cabo un experimento: deseemos muy fuerte aquello
que anhelemos; focalicemos, y dentro de unos minutos, cuando acabe el artículo, a
ver si ha habido suerte y por lo menos lo vislumbramos a lo lejos. Viniendo de donde
sea que vengan las ilusiones. Tirando un poco más del hilo, si para ser rico basta
con pensar como un rico, ya es casualidad que tanta mentes de ricos nazcan en
familias ricas. Por contra, parece que en Haití la natalidad tiene algún defecto de
serie que produce mentes de pobre generación tras generación. Como los Reyes
Magos, que solo visitan países del G20.

Algo le pasa a nuestro siglo que está tan obsesionado con que seamos felices,
incansablemente felices, felices maníacos con los músculos de la cara
hipertrofiados de tanto sonreírle a la vida, de ver el lado bueno del yugo que sea, de
celebrar con amplias sonrisas la falta de tiempo si es por culpa de un
emprendedurismo muy estartapiano. La revolución de las sonrisas en Catalunya,
visca! El poder tiembla con tanta sonrisa, ¡va a hincar la rodilla de alegría! Las
librerías están llenas a rebosar de autoayuda en un país que se define como la fiesta
de Europa, la autoayuda es bestseller en las ferias pero aquí todos nos apañamos
con unas cervezas porque sabemos encontrar la felicidad en las pequeñas cosas -
algo no cuadra-. Los gurús dicen que ser feliz es una cuestión de perspectiva, que
todo está en nuestra mente, en la forma con que miramos el mundo. Lo que das,
recibes. Haz de tu pasión tu trabajo y no tendrás que trabajar más en tu vida. Y así
podríamos seguir párrafos y párrafos llenando de contenido agendas, libretas, tazas
color pastel, tatuajes, descripciones clónicas de perfiles en redes sociales, pies de
fotos con poca ropa y posturas forzadas o conversaciones vacías de flirteo de
reality. Pero no, mejor detengámonos y centrémonos en lo tangible, en un libro, en
Cómo ser feliz a martillazos. Un manual de antiayuda (Melusina, 2018) obra de Iñaki
Domínguez, filósofo, doctor en Antropología Cultural y escritor prolífico donde los
haya a quien ya hemos visto en un lugar como este en un par de ocasiones, una
fue Sociología del moderneo y otra, más reciente, Signo de los tiempos. Iñaki
Domínguez no solo escribe fantásticamente bien, además escribe mucho. Y escoge
con buen gusto.
Hasta ahora se ha atrevido con eso a lo que en València llamamos la modernor, con
el zeitgeist criminal del siglo XX, y ahora con algo tan resbaladizo como la felicidad
y la legítima búsqueda de la misma. Por supuesto, Domínguez lo hace a su manera,
aproximándose a la cuestión paso a paso, con disciplina, negando la posibilidad de
autoayudarse, negando el libre albedrío, negando las falacias de los sofistas de hoy
día como esa gran mentira de la mentalidad de la abundancia -neurorriqueza, se
han atrevido a llamar al engendro-. Identificando con pelos y señales a los parásitos
de la frustración ajena, a los mercaderes de la solución falsa: a esos entrenadores,
motivadores, influencers, charlatantes, vaya, que pueblan citas y eventos con
nombre a base de siglas escuetas que remiten a un supuesto foro minimalista del
conocimiento de vanguardia, un ágora de las revelaciones donde la verdad se
muestra a quemarropa en giros sorprendentes del discurso: Yo era así, hasta que
me di cuenta de / Mi vida era esta, pero un día / Di y un paso adelante, y entonces
/ Lo único que hice fue dejar de / Como no sabía que era imposible, lo hice. Y todo
eso de la zona de confort. Es difícil dar con ideas genuinas en el maremoto de
tópicos de la autoayuda y la superación. Al narcisismo rampante también le dedica
unas palabras muy precisas Domínguez: “Por su parte la literatura de autoayuda ha
promocionado la idea de que la imagen es más importante a la hora de lograr el
éxito que la misma capacidad de acción de cada cual; de su eficiencia en el mundo.
Esto es lo que en inglés llamaríamos «winning images» o «imágenes ganadoras».
En la era de internet dichas imágenes, siempre públicamente expuestas, han
pasado a ser la «cosa en sí» o el núcleo de la identidad individual”.

Pero no se limita Domínguez a demoler el castillo de arena de la autoayuda: a partir


de la página ciento tres el autor despliega su propuesta, que no es “racionalidad
castrante” ni pensamiento mágico, sino una alternativa que tira por la calle de en
medio con un plan de acción que implica la cantidad justa de comprensión a las
circunstancias, una cantidad aceptable de exigencia y un añadido de fe que se
manifiesta en una inesperada y desconcertante irrupción del destino en la ecuación.
La antiayuda se convierte en una suerte de heteroayuda de autor, que se abre la
camisa y acorta distancias respecto a sus anteriores libros apoyando el método en
vivencias propias: algunas dolorosas, otras parecidas a esos casos de éxito de las
obras cuya naturaleza ha querido subvertir en la confección de este manual. Acción
y hábitos contra la comodidad improductiva del creer en que solo con pensar
atraemos. Lo que por cierto, nos lleva de nuevo al experimento del principio. ¿Ha
llegado ya el rider con nuestro paquete de ilusión?

SEGUNDO TEXTO 'Cómo ser feliz a martillazos'

Hace un par de décadas que los manuales de autoayuda se han convertido en un


negocio multimillonario. En realidad, no gozan de mucho prestigio, pero la
coyuntura económica (desigualdad creciente, sociedad individualista, derrumbe
institucional..) ha disparado su popularidad. Por eso produce cierta alegría encontrar
un libro desmitificador, que rechaza el idealismo ingenuo para centrarse en
cuestiones materiales. Se trata de un texto breve y que va al grano, titulado ‘Cómo
ser feliz a martillazos’, firmado por el antropólogo Iñaki Domínguez y publicado
en la editorial Melusina.
“La antipsiquiatría aspiraba a resolver conflictos psicológicos cuestionando los
métodos tradicionales de la psiquiatría. Mi libro cuestiona la literatura de
autoayuda tratando de mejorar la vida de las personas desde un enfoque contrario
a esos libros superventas. Si la autoayuda, por lo general, centra su interés en
modificar nuestra ‘realidad’ reprogramando nuestras ideas, yo abogo por
transformar nuestra realidad material a través de la acción, de modificar el mundo
objetivo. Mi planteamiento es el de una psicología sociológica. Como dijo Marx, ‘no
es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino, al contrario,
es su existencia social la que determina su conciencia’. También podría haberlo
dicho Durkheim, un sociólogo mucho más moderado políticamente”, apunta.

¿Consumo o compromiso?

Domínguez denuncia una de las grandes plagas de nuestro tiempo: el


narcisismo. Reconoce la lucidez de Christopher Lasch, un pensador cristiano y
marxista que ya detectó el problema hace cuatro décadas. Su ensayo ‘La cultura
del narcisismo’ (1979) retrataba muchos problemas que han crecido desde
entonces. “El narcisismo es la degradación de los individuos. Una cosa es contar
con una posición crítica que se resiste a ser domeñada por la opinión general y otra
volcarse en uno mismo sin establecer compromisos con el mundo. Digamos que el
narcisismo representa el camino más fácil: vivir obnubilado en la contemplación de
uno mismo sin luchar por mejorar nuestras vidas. Es un fenómeno que se intensifica
de modo imparable con el desarrollo de una sociedad de consumo masificada,
a la que, sin embargo, no le interesa la creación de vínculos sólidos entre personas”,
lamenta.

La consecuencia de este proceso es otra patología social: el consumismo. “El


consumo es una adicción como cualquier otra. Los adictos, generalmente, lo son
porque carecen de relaciones sanas con otros. Se trata de una compensación a
interacciones personales insanas. En un entorno como este, cada uno de nosotros
se ve impelido a cosificarse, a tornarse un producto de consumo, con una identidad
individualizada que no ha de ser contaminada por individualidades ajenas. Se trata
de una degradación del utilitarismo liberal que hace del yo y de sus necesidades
más groseras la medida de todas las cosas. Ahí volvemos al narcisismo, que es un
onanismo estéril, un narcótico que nos inhibe y nos refrena de cualquier acción
verdaderamente significativa. Digamos que el narcisismo ofrece un falso sentido a
nuestra existencia. Una individualidad sana exige compromisos con uno mismo y
con el mundo”, explica.

Retomar las obligaciones

Otro méritos del ensayo es proponer recursos. Por ejemplo, nos anima a aceptar
que nuestras vidas necesitan malos ratos. “A primera vista, una existencia sin
frustraciones puede parecer muy deseable; sin embargo, sin la frustración no hay
cambio, ni progreso, ni siquiera felicidad. La felicidad es algo transitorio que solo
existe al ser contrastada con periodos de dolor y sufrimiento. Se nos vende la
fantasía de que el consumo nos hará libres, cuando ocurre exactamente lo
contrario. El consumo no sacia, las relaciones personales sí. Incluso cuando
acaban mal, son saciantes; además, nos ofrecen enseñanzas que nunca
olvidaremos. Suponen experiencias que sirven para esculpir nuestro ser desde su
base”, señala. La prueba de que algo no funciona son los datos de aumento de las
enfermedades psicológicas en nuestro país. “A la altura de 2017, el 25% de los
ciudadanos españoles ha sufrido o sufre alguna enfermedad mental, algo que
según la Sociedad Española de Psiquiatría va unido a la crisis económica que inició
su andadura en 2008”, recuerda el libro.
La mejor terapia psicológica consiste en cumplir nuestras obligaciones con
los demás
Domínguez defiende que la mejor terapia psicológica consiste en cumplir nuestras
obligaciones con los demás. “Esto crea una sensación de bienestar y
felicidad que nos hace conducirnos moralmente de modo espontáneo, algo que
solo puede repercutir en nuestro favor, tanto en términos psicológicos como
sociales. Si cualquiera de nosotros se inhibe de cumplir sus obligaciones, surge una
decepción con uno mismo que genera malestar. De ahí brota generalmente la
maldad. La acción significativa es una herramienta para la purificación psicológica
y el robustecimiento personal”, subraya. Su texto también destaca por una sólida
bibliografía, que incluye a autores como Terry Eagleton, William Davies y Alberto
Santamaría.

Besar la serpiente

Como aficionado a la música, utiliza un concepto de sus admirados The Doors para
describir la actitud vital más recomendable. Hablamos de las apelaciones de Jim
Morrison o “besar la serpiente” o “cabalgar la serpiente”. ¿En qué se traduce este
enfoque? “Es una idea tomada de Carl Jung, de su recomendación de afrontar los
miedos. La acción exige ser valiente, confrontar el terror al monstruo interior, que
es el miedo. Jung establece que un enfrentamiento con nuestros temores hace que
estos se disipen. Al inicio de su carrera, Jim Morrison estaba obsesionado con la
idea de ser libre, algo que solo puede lograrse besando a la serpiente, venciendo a
nuestros miedos. De algún modo, Morrison se decantó finalmente por transformar
su consciencia a través del consumo de sustancias estimulantes".

"Esto no supone", prosigue, "confrontar nuestros terrores personales, sino más


bien evadirse de los mismos. Es curioso que uno de sus libros de cabecera fuese
‘Los orígenes de historia de la conciencia’ (1949), de Erich Neuman, un
psicoanalista junguiano. Allí se explica que debemos ser como Perseo y matar a la
Medusa si queremos prosperar como individuos. Morrison, sin embargo, fue vencido
por dichos apetitos inconscientes y murió antes de convertirse en un verdadero
adulto. Digamos que el rockero comprendía la estrategia a seguir, sin ser capaz de
materializarla”, afirma.

Bajar a la tierra
Por último, ‘Cómo ser feliz a martillazos’ nos pone en guardia contra las ficciones
contemporáneas. “La vida ha de ser vivida en el mundo real, no en internet. Las
personas se protegen de la experiencia, del mundo objetivo, porque no están
dispuestas a confrontar su propia verdad. En mi libro es muy importante la idea de
humildad. El término proviene etimológicamente del latín ‘humus’, que hace
referencia a la tierra. Tener los pies en el suelo es la única manera de lograr las
metas que nos proponemos. El ‘humus’ es compacto y hostil, opone resistencia ante
nuestros esfuerzos. Ese ‘humus’ ha de ser nuestro terreno de juego, ese ámbito en
el que nos movemos con la mayor soltura, algo que solo podremos lograr a través
de sólidas acciones. La tierra nos humilla, y así nos permite construir nuestra
identidad y destino sobre bases sólidas, permanentes. Muchas personas prefieren
vivir en un mundo imaginario antes que verse humillados al confrontar los
hechos”, concluye.

S-ar putea să vă placă și