Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Sociales ciencia
Sociales 131
Alessandro Roncaglia
Europa
Autor de numerosos estudios sobre
Soldados caídos. La transformación de molestia de reflexionar sobre qué es lo que hace que
la memoria de las guerras mundiales guerra y contrarrevolución en perspectiva
Domingo Gallego Martínez,
los hombres se maten entre sí». Este libro analiza las comparada y transnacional, es coeditor
Luis Germán Zubero y Vicente Pinilla (eds.)
Estudios sobre el desarrollo económico español
formas de la guerra y la violencia bélica en la Europa de la Revista Universitaria de Historia
de la primera mitad del siglo xx, desde miradas com- Militar.
desgarrada
Maurice Agulhon
Política, imágenes, sociabilidades
De 1789 a 1989 paradas y trasnacionales y a partir de la renovación
M i g u e l A lo n s o I b a r r a
M.ª José Estarán Tolosa metodológica que han supuesto los war studies y la
Epigrafía bilingüe del Occidente romano. es investigador en la UAB.
El latín y las lenguas locales en nueva historia militar. Es, pues, un acercamiento a Ha publicado en diversas revistas
las inscripciones bilingües y mixtas
ese gigantesco teatro de lo bélico que fue Europa en científicas sobre la Guerra Civil Española
Raanan Rein y Joan Maria Thomàs (eds.)
Guerra, ocupación
la era de las guerras mundiales y civiles, de las ocu-
PUZ
Guerra Civil y franquismo: y la construcción del régimen franquista,
una perspectiva internacional
Eugenio García Gascón
paciones, las resistencias, los desplazamientos forzo- y es coeditor de la Revista Universitaria
de Historia Militar.
y violencia
Sayyid Qutb. Nostalgia del islam sos y los genocidios. Un viaje al interior de la Europa
Bernardo Bayona Aznar y
José Antônio de C. R. de Souza (eds.) desgarrada.
1900-1950
J av i e r R o d r i g o S á n c h e z
Europa desgarrada
Guerra, ocupación y violencia, 1900-1950
Iglesia y Estado. Teorías políticas y
relaciones de poder en tiempo enseña historia contemporánea en la
de Bonifacio VIII y Juan XXII
UAB. Doctor por el European University
Alexandre Coello de la Rosa
Josep Lluís Mateo Dieste Institute, es autor o editor de trece libros
Elogio de la antropología histórica.
Enfoques, métodos y aplicaciones
sobre violencias colectivas, guerras civiles
al estudio del poder y del colonialismo comparadas, fascismos, historiografías y
Stéphane Michonneau relatos sobre el terror en Europa.
«Fue ayer». Belchite: un pueblo frente
a la cuestión del pasado
Alessandro Roncaglia
Breve historia del pensamiento económico
Cristina Monge Lasierra
15M. Un movimiento político
para democratizar la sociedad
F. Rosario Espinoza Rodríguez
El agua para la producción de energía
en Centroamérica. Régimen jurídico
Manuel Chust (ed.)
De revoluciones, Guerra Fría
Prensas de la Universidad
y muros historiográficos.
Acerca de la obra de Manfred Kossok PRENSAS DE L A UNIVERSIDAD DE ZAR AGOZA
ÍNDICE
3 Según el propio Bouthoul, esos desequilibrios favorecen «la aparición de unas ideas
preferentes a otras. Impulsan al desorden y a la intransigencia, obnubilan el sentido crítico
y el instinto de conservación”. Cit. en Francisco Javier Franco Suanzes, «Gaston Bouthoul.
La guerra como función social», Cuadernos de Estrategia, n.º 111, 2000, p. 73.
4 Esto no debe extrañarnos, menos si pensamos que en la época del ascenso de las
masas y el nacimiento de la opinión pública estos eran los pretextos para hacer la guerra
promovidos por activa y por pasiva desde las maquinarias propagandísticas de los Estados
y para-Estados, que además eran vendidos como afrentas contra el conjunto de la comu-
nidad a la que iban dirigidos los discursos legitimatorios. Buena prueba de su éxito es la
persistencia o el influjo que todavía tendrían sobre el imaginario colectivo los asesinatos
como el del archiduque Francisco Fernando o el del político español Calvo Sotelo como
detonantes de la Gran Guerra o la guerra civil española. Efectivamente, se trata de figuras de
relieve en su época y contexto, pero este tipo de análisis simplista y anecdótico no deja
de abonar, casualmente, visiones heroicas de la guerra, es decir, que defienden o justifican
una respuesta contundente e irreversible en respuesta a una situación tenida por «insoste-
nible» que alcanzaría el paroxismo con el asesinato de uno de los «nuestros» a manos de
los «otros».
12 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
6 Se trata de una tendencia muy propia de nuestra cultura, que desde su cima
tiende a jerarquizar todo lo que ocurre en el mundo que nos rodea. La reconocida ope-
ra prima de Danis Tanovic´, Ničija zemlja [En tierra de nadie] (2001), ambientada en los
enfrentamientos de la guerra de Bosnia entre serbobosnios y bosnios musulmanes, recogía
esa paradoja que se da cuando los protagonistas de un conflicto armado pueden llegar a
ver otros enfrentamientos armados o episodios de violencia con extrañeza o con condes-
cendencia. Así ocurre cuando en la trinchera del bando bosnio musulmán uno de los
combatientes, que está leyendo la prensa, exclama «Joder… la que se ha liado en Ruanda».
Sobre estas cuestiones ha escrito Jonathan E. Gumz, «Wehrmacht Perceptions of Mass
Violence in Croatia, 1941-1942», The Historical Journal, n.º 4, 2001, pp. 1015-1038. Este
muestra cómo los alemanes verían su modelo de guerra contrainsurgente como algo fun-
dado en un método científico basado en su limpieza y eficiencia, al tiempo que serían
capaces de despreciar y percibir de forma totalmente diferente las prácticas similares de
sus aliados croatas.
7 Aunque no podemos detenernos en esta cuestión tan interesante, las formas de
explicar la guerra y la violencia (o la conflictividad político-social) en las sociedades occi-
dentales, así como también el papel que juegan los medios de comunicación en todo ello,
forman parte de un proceso mucho más complejo y sutil. Entre otras muchas cosas, los
discursos hegemónicos contribuyen decisivamente a ocultar la desigualdad imperante en
dichas sociedades, desactivar el descontento que anida en ellas («otros lo pasan peor»)
mediante el descrédito de toda forma abierta de agresividad y vehemencia y, por último,
a generar un paternalismo indulgente («pobres gentes», «qué locos», basado en la ufanía
que nace de la conciencia de creerse parte de una cultura superior («vaya salvajes», «qué
incivilizados»). Evidentemente, con esto no pretendemos afirmar que la guerra y la violen-
cia sean algo positivo, sino evidenciar las visiones ridículas y simplistas dominantes en
nuestra comprensión de dichos fenómenos, así como también los intereses que existen
detrás de estas.
14 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
8 Quizás, en esta percepción tienen mucho más peso cierta barrera cultural y, desde
luego, el total desconocimiento de los escenarios en que tienen lugar los conflictos actua-
les, que nos llegan sesgados a través de la televisión, los tabloides, los periódicos, los blogs
y los foros en la red. A pesar de que en el siglo xx han aparecido formas de hacer la guerra
relativamente nuevas, como la guerrilla y el terrorismo, resulta muy importante la simpli-
ficación interesada que se ha llevado a cabo de las guerras y las violencias acontecidas en
el mundo occidental, muy presentes como mínimo hasta mediados de la centuria pasada.
Esto es así hasta el punto de que se ha construido una suerte de tipo ideal de enfrenta-
miento armado entre potencias que suele ignorar de forma sistemática las múltiples pro-
blemáticas e intereses que confluyen en cualquier conflicto. Con ello queremos decir que
cualquier guerra se torna compleja cuando se rasca un poco en la superficie y se amplía el
zoom. Sobre el problema de la esterilización e incluso glorificación de los conflictos, en
este caso la Gran Guerra, a través de la musealización y las políticas conmemorativas y los
problemas asociados a ello véase Andrew Whitmarsh, «We Will Remember Them»:
Memory and Commemoration in War Museums», Journal of Conservation and Museum
Studies, n.º 7, pp. 11-15.
Introducción 15
la guerra como algo noble y valioso por sí mismo.9 Tal y como proponía
el mismo Bouthoul, prever y detener los conflictos bélicos pasaba necesa-
riamente por desmitificar o desacralizar la guerra, que había sido sistemá-
ticamente idealizada por esa vieja historia militar, a la par que promovida
por buena parte de las instituciones del Estado durante muchas décadas.
Por eso mismo, carecía de interés y utilidad seguir negando la complejidad
de un fenómeno histórico como la guerra priorizando unas causas sobre
otras, excluyendo factores que podrían contribuir a una mejor compresión
de esta o basando nuestro conocimiento de esta en mitos y leyendas. Era
necesario dar con la verdadera realidad de los conflictos, desentrañar su
tuétano y atender todos los escenarios, conexiones, factores, dimensiones
y actores que tomaran parte y fueran determinantes en su desarrollo.10
Por esta vía se llegó al planteamiento de los análisis multicausales de los
fenómenos bélicos y los escenarios poliédricos en que estos se desarrollan,
fundando toda una tradición muy centrada en lo social y lo económico de
la que se siguen nutriendo en la actualidad los estudios de la guerra, y de la
cual surgieron también los estudios de la violencia.
En cualquier caso, este ámbito de estudio no ha apuntado únicamente
en una sola dirección, caracterizándose por su extrema diversidad y permea-
bilidad desde el primer momento. Precisamente, los estudios de la guerra
han seguido muy enfocados en cuestiones más relacionadas con el análisis
del presente, la seguridad nacional interna, los equilibrios internacionales
y los conflictos del momento, muy en línea con las preocupaciones que
motivaron su aparición recién acabada la Segunda Guerra Mundial. No
obstante, un número cada vez mayor de investigadores e investigadoras se
ha centrado de forma específica en el estudio de los conflictos y la impor-
9 No es casual que este tipo de historia siga contando con toda una cohorte de se-
guidores formados en regímenes y sistemas educativos que glorificaban la guerra o gene-
raciones más jóvenes faltas de estímulos o empresas colectivas sugerentes, hasta el punto
que goza de buena salud, dados los intereses que existen detrás de su promoción y la
atracción morbosa que ejercen estos fenómenos.
10 Jerónimo Molina, «Gaston Bouthoul. En conmemoración de un pionero de la
polemología», Reis, vol. 119, n.º 7, 2014, pp. 117-128 y, sobre todo, Francisco Javier
Franco Suanzes, «Gaston Bouthoul. La guerra como función social», cit., pp. 57-91.
Existen ediciones descatalogadas en castellano de algunas de las obras fundamentales
de Bouthoul.
16 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
11 Gary Sheffield, War Studies Reader: from the Seventeenth Century to the Present
Day and Beyond, Londres, Bloomsbury, 2010, p. 2.
Introducción 17
14 Aviel Roshwald, Ethnic Nationalism and the Fall of the Empires: Central Europe,
Russia, and the Middle East, 1914-1923, Nueva York, Routledge, 2001.
15 Robert Gerwarth y John Horne (eds.), War in Peace: Paramilitary Violence in
Europe After the Great War, Nueva York, Oxford University Press, 2012. En la misma
línea Annemarie H. Sammartino, The Impossible Border: Germany and the East, 1914-
1922, Ithaca, Cornell University Press, 2010.
16 Jonathan Smele, The, Russian, Civil Wars, 1917-1926: Ten Years That Shook the
World, Nueva York, Oxford University Press 2016. Para el caso de la Segunda Guerra
Mundial y su posguerra véase la obra colectiva de Bernd-A. Rusinek (ed.), Kriegsende
1945. Verbrechen, Katastrophen, Befreiungen in nationaler und internationaler Perspektive,
Gotinga, Wallstein, 2004. También para el espacio de Europa oriental y el periodo de
Introducción 21
redefinición e inestabilidad bélica abierto por la Gran Guerra, Nick Baron y Peter Gatrell
(eds.), Homelands: War, Population and Statehood in Eastern Europe and Russia, 1918-
1924, Londres, Anthem Press, 2004.
17 Un ejemplo paradigmático sería la particular guerra impulsada por los partisanos
soviéticos en la retaguardia del Ostheer durante la Segunda Guerra Mundial. Véase el es-
tudio clásico de Alexander Hill, The War Behind the Eastern Front: The Soviet Partisan
Movement in North-West Russia 1941-1944, Nueva York, Frank Cass, 2005. Hill fue uno
de los primeros en caracterizar la lucha de los guerrilleros contra las fuerzas de seguridad
alemanas y sus auxiliares (a veces también con el concurso de fuerzas regulares) como un
conflicto que enmarcaría varios enfrentamientos de diversa naturaleza e intensidad cam-
biante: contrainsurgencia, sabotaje, guerra de liberación y guerra civil. Más recientemen-
te, Leonid Rein, The Kings and the Pawns: Collaboration in Byelorussia during World War
II, Nueva York, Berghahn Books, 2011, que aborda precisamente la posición de la socie-
dad bielorrusa frente a la ocupación alemana y las acciones de los partisanos soviéticos.
22 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
18 Véase por ejemplo la obra colectiva de Thoralf Klein y Frank Schumacher (eds.),
Kolonialkriege. Militärische Gewalt im Zeichen des Imperialismus, Hamburgo, Hamburger
Edition, 2006. Otro ejemplo muy interesante de esta manera de abordar los estudios de
la guerra es la colaboración entre expertos franceses y alemanes coordinada por Alain
Chatriot y Dieter Gosewinkel (eds.), Koloniale Politik und Praktiken Deutschlands und
Frankreichs 1880-1962, Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 2010.
Introducción 23
19 Merece la pena poner algunos ejemplos que permitan ilustrar este modelo de
hacer historia de la guerra tomando como referencia diferentes sujetos y escenarios. Por
un lado, tomando como escenario una ciudad de Europa oriental tenemos a John E. Fa-
hey, «Przemyśl, Galicia: A Garrison Town Before, During, Between and After War
(1873-1953)», Revista Universitaria de Historia Militar, vol. 5, n.º 9, 2016, pp. 212-229.
En este caso, el autor analiza los profundos cambios y transformaciones sufridos por la
comunidad de Przemyśl (hoy Polonia) al calor de la guerra total, la ocupación y las nece-
sidad militares de las diferentes potencias y Estados que la tuvieron en su poder durante
el periodo abordado. Esto sirve como pretexto para analizar los cambios en el modo de
hacer la guerra, los discursos sobre la violencia y las dramáticas variaciones en las relacio-
nes y equilibrios intercomunitarios. Otro ejemplo interesante, en este caso tomando
como objeto de estudio y escenario a la Legión Extranjera y el colonialismo franceses, lo
encontramos en Christian Koller, Die Fremdenlegion. Kolonialismus, Söldnertum, Gewalt,
1831-1962, Paderborn, Ferdinand Schöningh, 2013. Este trabajo, lejos de ser una historia
militar al uso, se enmarca en los estudios socio-culturales de la guerra para aportarnos
una visión de largo alcance sobre la vida interna y las variadas mentalidades de los com-
batientes dentro de una institución transnacional implicada en los episodios clave del
expansionismo y los conflictos coloniales franceses, pero también en las grandes guerras
europeas. Finalmente, otro buen ejemplo es la ambiciosa y sugerente obra de Niklaus
Meier, Warum Krieg? Die Sinndeutung des Krieges in der deutschen Militärelite, 1871-1945,
Paderborn, Ferdinand Schöningh, 2012, que toma como caso de estudio la cultura mili-
tar alemana desde la guerra franco-prusiana hasta la capitulación alemana en la Segunda
Guerra Mundial. Concretamente, el autor analiza las diversas interpretaciones, funda-
mentos y motivaciones para explicar y dar sentido a la guerra, constatando sorprendentes
continuidades a lo largo de todo el periodo a pesar de los cambios.
20 Javier Rodrigo, La guerra fascista. Italia en la guerra civil española, 1936-1939,
Madrid, Alianza, 2016. Algunas propuestas interpretativas amplían más atrás en el tiempo
el ciclo bélico italiano, recientemente por ejemplo la sugerente propuesta de Simone Neri
Serneri (ed.), 1914-1945. L’Italia nella guerra europea dei trent’anni, Roma, Viella, 2016.
24 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
con sus propias particularidades. Así, por ejemplo, cabe recordar escenarios
como el de Asia oriental, el interior de Latinoamérica durante la guerra
del Chaco (1932-1935) o la lucha de los europeos por imponerse en sus
nuevos protectorados coloniales como Marruecos o Siria en los años 20 y
30. Aunque no hayamos dado cuenta de ello en los contenidos de esta obra
no podíamos dejar de señalarlo.
Son muchos los investigadores que han señalado la necesidad de ob-
servar el periodo que va de principios de los años 10 a finales de los 40 del
siglo xx como partes de un todo bien interconectado, que es precisamente
la propuesta que traemos aquí. A pesar de los problemas que se han de-
tectado en muchos de estos análisis e interpretaciones, que han apuntado
sobre todo al peligro de construir teleologías y simplificaciones sobre el pa-
sado violento del siglo pasado, debemos seguir insistiendo en el sentido y
la necesidad de este tipo de propuestas.21 Lo que proponemos con esta idea
de los ciclos bélicos largos es precisamente un instrumento para compren-
der el pasado violento de las sociedades contemporáneas de la forma más
abierta y descentralizada posible y, por tanto, atendiendo a las múltiples
conexiones que dan forma a dicho pasado. Precisamente, este punto de
vista, en combinación con los principios de los estudios de la guerra, nos
permite reivindicar la complejidad como condición sine qua non para el
estudio y la comprensión de la guerra total durante la contemporaneidad.
Además, nos obliga a enmarcar nuestros trabajos en marcos de estudio
mucho más omnicomprensivos y acordes con la realidad del momento y
los fenómenos objeto de estudio, que se vivieron a través de la dimensión
local, regional y nacional, claro está, pero que a ojos de muchos contem-
poráneos tenían un claro alcance internacional. Y por si esto fuera poco
nos ofrece un escenario inmejorable para desarrollar análisis comparados y
transnacionales, que son la clave para seguir avanzando en nuestro conoci-
miento de los pasados de violencia de masas y guerra total. Ante la tenden-
cia cada vez mayor a parcelar los análisis historiográficos, los estudios de la
guerra proponen una superación del bloqueo que puedan llegar a generar
las disputas entre diferentes escuelas o paradigmas, abogando por una for-
ma integral de acercarse al pasado donde lo cultural no excluya a lo social,
lo político a lo económico, o lo coyuntural a lo estructural (o a la inversa).
En esta misma línea apunta la idea de los ciclos bélicos largos, que lejos
de proponer un único camino posible o establecer inevitabilidades abre la
puerta al planteamiento de vías muy diversas, al tiempo que propone un
sinfín de posibilidades de trabajo y casos de estudio sumamente atractivos.
Frente a la simplificación de los relatos y la primacía del positivismo en
unos casos y el método en otros, abogamos por las respuestas complejas y
multifactoriales capaces de integrar voces y factores diversos.
Yendo más lejos en el tiempo, un ejemplo que ilustra a la perfección
lo que señalamos sería el largo arco temporal de guerras entrelazadas
entre sí que asolaron los territorios de la antigua Indochina en el sudeste
asiático, desde la invasión japonesa en 1941 hasta la derrota y destruc-
ción de la Kampuchea Democrática de Pol Pot a manos de las fuerzas
militares vietnamitas a principios de 1979. Cuarenta años de guerras
casi ininterrumpidas, con diferentes focos territoriales, actores, momen-
tos, intensidades y conflictos de muy diversa naturaleza, entre ellas las
iniciativas puestas en marcha por los franceses para intentar recobrar el
control sobre la colonia hasta su definitiva debacle en 1954; la guerra
de guerrillas desde 1955 y, finalmente, la guerra civil que estalló en el
Vietnam meridional en 1959 fruto de la impopular dictadura del general
Ngo Dinh Diem y la influencia e intervención del Vietnam comunista
tras la frustrada reunificación del país. Una guerra civil que se volvería
más cruenta si cabe, al tiempo que se complejizaría y extendería en el
tiempo durante la desastrosa intervención estadounidense entre 1964 y
1973 —ya implicado a fondo en cuestiones de inteligencia y diplomá-
ticas desde hacía tiempo—, acabando definitivamente en 1976 con el
desmoronamiento definitivo de las fuerzas del Vietnam meridional. Por
el camino, también Laos y Camboya se vieron afectadas por las opera-
ciones de guerra en la región y los intentos de los estadounidenses y sus
aliados survietnamitas por estrangular al Vietnam comunista y acabar
así con el conflicto. Estas maniobras comportaron una desestabilización
irreversible en el territorio de un Estado prooccidental como Camboya,
que ya de por sí se encontraba sometido a un alto grado de tensión por la
26 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
22 A este respecto véase Mark Mazower, «Violencia y Estado en el siglo xx», Historia
Social, n.º 51, 2005, pp. 157-160. También Christian Gerlach, «Extremely Violent
Societies: Mass Violence in the Twentieth-Century World», Journal of Genocide Research,
vol. 8, n.º 4, 2006, pp. 456-457 («el largamente anhelado y buscado factor prioritario deja
de ser necesario e, incluso, pasa a ser contraproductivo»).
23 Ibid., p. 463.
28 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
bélico casi permanente desde 1775 hasta el final de la propia guerra civil
estadounidense en 1865, casi un siglo después. Este ciclo de guerras —de
emancipación, conquista, asentamiento y definición del Estado— entre-
lazadas entre sí estuvo muy marcado por diversos factores que abonan la
tesis de Gerlach: una sociedad de frontera en expansión permanente hacia
el oeste; un crecimiento demográfico extraordinario por la arribada de in-
migrantes europeos o el aumento de la natalidad; un complejo proceso de
construcción político-territorial muy marcado por la participación política
de la ciudadanía; y, además, el levantamiento del Estado-nación estadouni-
dense en la misma época en que se forjaron sus mitos fundacionales. Todo
esto ha hecho que la posesión de armas se haya convertido para muchos
ciudadanos estadounidenses en parte del tuétano del ser nacional, algo
que es objeto de disputas político-sociales cada vez mayores y que es con-
venientemente explotado a nivel económico y discursivo por la industria
armamentística del país. Los relatos legitimadores de la tenencia de armas
han cambiado con el paso de los años, pero en esencia siguen planteando el
hilo de continuidad que une al americano independiente, viril, orgulloso y
hecho a sí mismo de ayer con el de hoy, siempre alerta frente a las múltiples
amenazas internas y externas que acechan a cada momento. Estos discursos
identitarios interclasistas —por tanto integradores— forman parte de la
vida de la sociedad estadounidense, garantizando la vigencia y aceptabili-
dad de ciertos modelos de masculinidad y ciudadanía muy concretos con
consecuencias de largo alcance en la convivencia.
Otro tema muy importante es el de la violencia preexistente en las
sociedades en tiempos de paz. Aquí no solo nos referimos a la violencia
derivada de la miseria estructural a la que se ven sometidas determinadas
clases sociales reducidas a la impotencia, sino también el desprecio de clase
y político —o, incluso, la deshumanización— inculcado a las fuerzas poli-
ciales y militares frente a conflictos socio-laborales o políticos organizados
de distinto signo, algo que se lograría a través del adiestramiento y los
protocolos de actuación. Evidentemente, se trata de marcos de referencia
operantes que son fundamentales a la hora de entender las complejas rela-
ciones entre los Estados, con sus élites socio-económicas y políticas y sus
intereses privativos, y las fuerzas represivas a su cargo, que por supuesto
no se reducen al ámbito de lo económico. Esto nos obliga a explorar las
afinidades en términos discursivos y de mentalidad, pero también el pro-
fesionalismo o la identidad corporativa inducida por el Estado y cultivada
Introducción 29
en el seno de cada unidad, los códigos internos y el sentido del deber, por
mucho que los encargados de ejecutar las políticas de la violencia puedan
compartir cotidianeidad y condiciones de vida con aquellos a los que re-
primen. Entre otros muchos factores, puede ser interesante explorar este
tipo de cosmovisiones de cara a entender la facilidad con que puede llegar a
desatarse la violencia de masas en las guerras civiles, por ejemplo, haciendo
que un lapso de veinticuatro horas pueda cambiarlo todo.
Muy clara por lo que respecta a los Estados postcoloniales y las guerras
civiles en el Tercer Mundo, sigue sin estar cerrada la cuestión de los posibles
vínculos entre el imperialismo europeo y la violencia desatada en sus gue-
rras de expansión colonial y los grandes conflictos o la violencia de masas
que tuvieron lugar en el continente europeo. A día de hoy siguen faltan-
do muchas investigaciones solventes y concienzudas al respecto, en buena
parte por lo extremadamente complejo del objeto de estudio. ¿Cómo se
producen las transferencias culturales entre ambos escenarios?, ¿cómo es
codificada la experiencia de guerra colonial por los ejércitos?, ¿cómo afecta
en definitiva a su cultura militar?, ¿qué efectos tiene el paso por la guerra
colonial para los conscriptos, a menudo población procedente de las cla-
ses populares, y cuáles son sus implicaciones durante la reintegración a la
vida civil tras cumplir el servicio militar? Son algunas cuestiones que van
contestándose poco a poco y que todavía tienen mucho que aportarnos,
y aquí necesitamos conocer mucho mejor las trayectorias personales, la
evolución de los manuales y las culturas militares, sus discursos y el modo
en que cobran forma sobre el terreno, etc. Sin ir más lejos, Andreas Stucki
ha demostrado que en el periodo finisecular y en los inicios del siglo xx se
fue forjando eso que él denomina caja de herramientas imperial, es decir,
la aparición de un repertorio de recursos táctico-estratégicos, violencias e
instrumentos represivos a disposición de las potencias y los ejércitos. He
aquí el resultado de los intensos intercambios entre experiencias coloniales
y de guerra en ultramar a través de publicaciones y contactos personales
y, no menos importante, del interés de las élites militares por los éxitos y
fracasos de sus colegas de otros países.24
de Santanu Das (ed.), Race, Empire and First World War Writing, Cambridge, Cambridge
University Press, 2011, que justamente aborda la contribución de los naturales de las co-
lonias al esfuerzo bélico de sus metrópolis en la Gran Guerra, unas veces como mano de
obra y otras como soldados enviados expresamente al continente. También analiza el
choque cultural y las percepciones derivadas del encuentro de los europeos con estos co-
lectivos, y la importancia de la memoria de la guerra en algunos territorios poscoloniales.
25 Para el caso italiano véase Gianluca Bascherini y Giovanni Ruocco (eds.), Lontano
vicino. Metropoli e colonie nella construzione dello Stato nazionale italiano, Nápoles, Jovene
Editore, 2016, especialmente pp. 137-224. En lo que respecta a España, ha tratado de dar
respuesta recientemente a algunas de estas cuestiones Alfonso Iglesias Amorín, «La
cultura africanista en el Ejército español (1909-1975)», Pasado y Memoria, n.º 15, 2016,
pp. 99-122. En lo que respecta al caso francés, merece la pena adentrarse en la obra de
Elizabeth Ezra, The Colonial Unconscious: Race and Culture in Interwar Period, Ithaca,
Cornell University Press, 2000. En lo referido a Alemania, resultan muy sugerentes las
visiones de largo alcance de Pascal Grosse, «What Does German Colonialism Have to Do
Introducción 31
with National Socialism? A Conceptual Framework», en Eric Ames, Marcia Klotz y Lora
Wildenthal (eds.), Germany’s Colonial Pasts, Lincoln y Londres, University of Nebraska
Press, 2005, e Isabel V. Hull, Absolute Destruction: Military Culture and the Practices of War
in Imperial Germany, Ithaca, Cornell University Press, 2006, que se remonta a la guerra
franco-prusiana y a las políticas de conquista, control y exterminio seguidas en el África
Suroccidental alemana. La autora se sirve del concepto legal de necesidad militar (actuar
con pragmatismo y adaptabilidad, de acuerdo con las necesidades y prioridades de cada
momento, aunque dentro de los límites de la cultura militar en cuestión) como principio
rector de la cultura militar y las prácticas puestas en liza por el país centroeuropeo en el
marco de la Gran Guerra. Se trata de un concepto reivindicado por Jeff Rutherford en su
análisis de la experiencia de combate y las políticas de ocupación alemanas en la Unión
Soviética. En estas visiones de largo alcance merece la pena recuperar el estudio clásico de
John Gooch, Army, State and Society in Italy, 1870-1915, Basignstoke, Macmillan, 1989.
El autor propone que los retos enfrentados por el ejército italiano en el interior y en el
exterior, incluyendo una primera desastrosa campaña colonial en Etiopía y el colofón de
una Gran Guerra —para las cuales no se encontraba en absoluto preparado—, crearon las
condiciones para que posteriormente pudiera entenderse con el fascismo.
26 Así lo entendía Eric Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo xxi, Barcelona, Crítica,
2007.
27 Mark Mazower, «Violencia y Estado en el siglo xx», cit., p. 160. Tony Judt, «El
país que no quería crecer», en Sobre el olvidado siglo xx, Madrid, Taurus, 2008, pp. 277-
285.
32 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
nes de conflicto, los excesos que acompañan a toda invasión armada y con-
tacto traumático entre dos realidades distintas, la forma de identificar al
enemigo, los discursos legitimadores de la lucha, incluso la forma de hacer
la guerra o la disolución de la diferencia entre combatiente y civil siguen
estando ahí como ya lo estaban desde el siglo xix. Aún no hemos entrado
en una nueva fase, si bien hay cosas que han cambiado; ya no hablamos de
ejércitos de masas, pero siguen existiendo los ejércitos de ocupación, ne-
cesarios para imponer el orden y los intereses de las potencias vencedoras.
Por eso creemos que el concepto de guerra total, por no ser un tipo ideal
stricto sensu, por su misma complejidad y amplitud, por su propia capaci-
dad integradora y adaptabilidad, contiene el potencial explicativo y sirve
de marco interpretativo para analizar buena parte de los conflictos bélicos
y políticas de la violencia de la contemporaneidad. De este modo, puede
ser otra respuesta para resolver el problema de la falta de adecuación de (y
la ausencia de reflexión en torno a) nuestros instrumentos para el análisis
de este tipo de fenómenos cruciales, que era exactamente lo que reclamaba
Christian Gerlach hace ahora poco más de una década.28
Lo que está claro es que estamos obligados a ser mucho más ambi-
ciosos si queremos entender la guerra y las políticas de la violencia en la
contemporaneidad, y ello pasa por no establecer tipos ideales y buscar el
efectismo, sino por conocer y analizar cada caso de estudio con sus par-
ticularidades, dándole la importancia que le es propia. Así pues, hay que
volver a los relatos de larga duración, al menos como marco interpretati-
vo, hay que recurrir a las trayectorias personales, y hay que combinar los
factores y condicionantes sistémicos o estructurales con lo coyuntural o lo
que es propiamente local. El peligro que comporta un marco interpreta-
tivo basado en la existencia de largos ciclos bélicos es que nos centremos
de forma exclusiva o demos una importancia excesiva a la violencia de
masas, a la conflictividad y a la guerra como elementos constitutivos de las
sociedades y las realidades del pasado, por mucho que ciertamente fueron,
son y seguirán siendo acontecimientos centrales en tanto que irreversibles,
traumáticos y totales. No obstante, uno de los posibles problemas puede
darse al tratar de encajar en esta tipología casos que por sus características
29 Véase por ejemplo la obra de Norman Ingrao, The Politics of Dissent: Pacifism in
France, 1919-1939, Oxford, Clarendon Press, 1991, el trabajo de Benjamin Ziemann,
Contested Commemorations: Republican War Veterans and Weimar Political Culture,
Cambridge, Cambridge University Press, 2012, o la obra colectiva de Julia Eichenberg y
John Paul Newman (eds.), The Great War and Veterans’ Internationalism,Basingstoke,
Palgrave Macmillan, 2013. Estas obras muestran la importancia del pacifismo organizado
dentro de la sociedad civil, impulsado e integrado en buena medida por veteranos de
guerra de la primera conflagración mundial, pero también su capacidad para tener un
discurso público propio y presentar propuestas concretas. También es muy sugerente la
obra colectiva de Lothar Kettenacker y Torsten Riotte (eds.), The Legacies of Two World
Wars: European Societies in the Twentieth Century, Londres, Berghaghn Books, 2011. En
línea con la historia de las emociones, habla precisamente de las ilusiones frustradas por el
curso que adoptaron las cosas en la posguerra o cuestiona mitos como el supuesto
entusiasmo belicista de la sociedad alemana del 14, la resignación y el rechazo frente a la
guerra en la Francia del 39. En este sentido véase Robert Dale, «Ratas y resentimiento: la
desmovilización del Ejército Rojo en Leningrado durante la posguerra, 1945-1950»,
Revista Universitaria de Historia Militar, vol. 3, n.º 6, 2015, pp. 219-238.
30 Ronald Fraser, La maldita guerra de España. Historia social de la Guerra de la In-
dependencia, Barcelona, Crítica, 2006.
34 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
***
En su capítulo, Luca Baldissara nos brinda un sugerente y exhaustivo
análisis de lo que ha supuesto (y supone) la penetración de la guerra total
en la vida de los seres y las comunidades humanas, un nuevo tipo de con-
flicto propiciado por los profundos cambios cualitativos y cuantitativos
que comportó la irrupción de la modernidad a todos los niveles. Para ello
propone una mirada de largo alcance capaz de abarcar y poner en relación
las continuidades y rupturas que tienen lugar entre el ocaso del siglo xviii
y el pasado siglo xx, llevando a cabo un muestreo de algunos de los con-
flictos acontecidos en diferentes latitudes y momentos. Y eso es lo que a
sus ojos nos permite hablar del ciclo bélico revolucionario y napoleónico
como el espacio donde se produce la génesis de dicho fenómeno en todas
sus dimensiones y con todo su potencial. Sin embargo, sería el impacto de
la industrialización y la sociedad de masas el que permitiría llevar la guerra
total hasta sus últimas consecuencias. En este sentido, Baldissara señala
la Gran Guerra como el parteaguas definitivo entre dos épocas y modos
de entender la guerra, siendo la última del siglo xix en su planteamien-
como ellos mismos apuntan, es aún una incipiente línea de trabajo por la
que seguir transitando.32
Avanzando hacia la primera posguerra europea, Dmitar Tasić analiza
la evolución del paramilitarismo en los Balcanes en la larga duración. Si
bien su principal marco cronológico se centra en los años que siguieron
a la Gran Guerra y en las diversas luchas internas acaecidas en los países
balcánicos, el objetivo subyacente de su trabajo es sintetizar una serie de
elementos definitorios comunes a todos los fenómenos de paramilitarismo
que se han dado en los Balcanes desde su dominio por el Imperio otomano
hasta las guerras de Yugoslavia de finales del siglo xx. De este modo, se
observa cómo los patrones de conducta se repiten de forma recurrente a
lo largo de siglos, lo que añadido a la variada casuística política, étnica y
social de la región conforma un escenario de estudio muy rico a la hora de
valorar las dinámicas y las motivaciones de las que se nutría el paramili-
tarismo. El trabajo de Tasić permite ofrecer un ejemplo de cómo, incluso
en contextos tan polarizados étnicamente —por situar una característica
de fuerte arraigo identitario— como el balcánico, las alianzas forjadas al
calor de los conflictos bélicos rompían los esquemas establecidos, lo que
nos permite ponderar hasta qué punto esto era, y es, aún más acusado
cuando la ideología configura el trasfondo explicativo de las guerras. Y, de
la misma forma, la síntesis de ese paramilitarismo balcánico latente y de
larga duración conecta con una cuestión abordada por el texto de Heather
Jones, como el hecho de que los grandes conflictos tienden a sublimarse en
patrones de violencia específicos dependientes de los distintos escenarios.
Para el caso de los Balcanes, las diferentes guerras no han hecho sino ve-
hicularse a través de un fenómeno que siempre ha permanecido vivo en la
región, como es el del paramilitarismo.
Con la guerra civil española como telón de fondo, Miguel Alonso
Ibarra realiza un recorrido por tres dimensiones esenciales de la experiencia
bélica de los soldados sublevados: el combate, la ocupación y la violencia
Con ello, busca incidir en una idea clave: que pese a que en apariencia
muchos combatientes compartían los preceptos ideológicos del bando su-
blevado, en realidad no pocos lo hacían únicamente en público, utilizando
otros lenguajes, por ejemplo, en el ámbito familiar. Leira adapta las teorías
de James C. Scott acerca de la multiplicidad de «yoes» lingüísticos que
pueden existir en un individuo, y pone el foco sobre los combatientes cu-
yas verdaderas motivaciones para luchar estaban alejadas de la creencia en
los ideales contrarrevolucionarios que inspiraban la guerra de los rebeldes.
Izquierdistas que no lo confesaban por miedo, militares cuya lealtad era
única y exclusivamente a la institución castrense o desertores son algunos
de los perfiles a través de los cuales el autor intenta ampliar el abanico de
posibles identidades existentes en el seno del ejército sublevado, de cara a
complejizar el relato acerca de los contornos de socialización ideológica
de la experiencia bélica de 1936-1939. De este modo, Leira transita una
senda muy prolífica en los últimos años, como es la que gira en torno a los
combatientes y la guerra civil española, que va posibilitando una mayor y
más precisa comprensión de lo que a la sazón fue el escenario formativo
de la posterior dictadura franquista, cuyos cimientos y duración en parte
se explican a partir de las trincheras en las que combatieron centenares de
miles de españoles.
Adentrándonos ya cronológicamente en la Segunda Guerra Mundial,
el texto de Sönke Neitzel analiza la experiencia de los soldados de la
Wehrmacht a lo largo y ancho de los diferentes frentes y teatros bélicos
en los que combatieron. Siguiendo la línea de sus últimos trabajos, cuyo
principal exponente es el libro Soldaten escrito junto a Harald Welzer, el
historiador germano ahonda nuevamente en la relación existente entre
guerra e ideología y, más específicamente, en qué elementos definitorios
utilizaban los soldados alemanes para configurar su identidad en tanto
que combatientes, pero también en tanto que «servidores» de un régimen
como el Tercer Reich. Articulando un análisis de complejización de la
realidad combatiente similar al que pretende Francisco J. Leira, Neitzel
sostiene como teoría fundamental de su trabajo que los soldados alema-
nes no desplegaban un repertorio de percepciones de la realidad en el que
el nacionalsocialismo fuese un elemento nuclear. A través del estudio de
miles de conversaciones secretas grabadas a combatientes de la Wehrma-
cht internados en campos de prisioneros en Inglaterra y Estados Unidos,
Neitzel concluye que en dichas conversaciones la ideología no tenía apenas
Introducción 41
37 Esa idea, para el caso de la guerra civil española, en Javier Rodrigo, «Retaguardia:
un espacio de transformación», Ayer, n.º 76, 2009, pp. 13-36.
Introducción 43
38 Dos estudios similares que también tienen como escenario los Balcanes, y como
objeto de estudio a Italia y Alemania respectivamente, en Amedeo Osti,The Italian Army
in Slovenia. Strategies of Antipartisan Repression, 1941-1943, Basingstoke, Palgrave
Macmillan, 2013; y Ben Shepherd, Terror in the Balkans. German Armies and Partisan
Warfare, Harvard, Harvard University Press, 2012.
44 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
Guerra Mundial; y, por último, el impacto social que la guerra tuvo en las
distintas comunidades, tanto en el corto plazo como respecto a las profun-
das cicatrices que aún hoy en día exhiben diversas naciones. En definitiva,
el capítulo de Núñez Seixas apuesta por una reconsideración de las, hasta
ahora, rígidas fronteras que separan las sociedades en guerra y las socie-
dades en paz, apuntando para ello la necesidad de llevar a cabo análisis
transnacionales que permitan analizar la cuestión en su conjunto con la
incorporación simultánea de múltiples casos de estudio.
***
Esta obra colectiva es el feliz resultado de muchas horas de trabajo
marcadas por las lecturas, las relecturas, la escritura, las traducciones y la
omnipresencia del correo electrónico, pero sobre todo es el fruto de la des-
interesada contribución de los autores y autoras que le han dado forma con
sus reflexiones. A todos y todas ellas, maestros y amigos, amigas y maestras,
nuestro agradecimiento más sentido, por su voluntad de participar en este
proyecto desde el primer día y por confiar en nuestra capacidad para llevar-
lo a buen puerto. No podemos dejar de mencionar a los compañeros de la
Revista Universitaria de Historia Militar, Francisco J. Leira y Félix Gil, con
quienes compartimos debates y proyectos a diario, pero también penas y
alegrías, un fruto inevitable de la amistad que nos une y que hace la vida
mucho más llevadera. Tampoco sería justo dejar de recordar a compañeros
y compañeras muy queridos que optaron por otros caminos vitales sin
dejar de tener un ojo puesto en la historia. Su camaradería, sus inquietudes
y sus conocimientos nos nutrieron y nos ayudaron a crecer humana e inte-
lectualmente. Por tanto nuestro agradecimiento a Pablo Herrera, Rodolfo
Ballarín, Samuel Calvera, Daniel Canales y José Manuel Lafoz. Es necesa-
rio nombrar a quienes siguen día a día a nuestro lado, y aquí hacemos una
mención especial a Assumpta Castillo, ejemplar e inspiradora compañera
de fatigas que muy a nuestro pesar no se encuentra entre las autoras de este
libro, pero que tenía un sitio reservado en él. Aprovechamos estas líneas
para celebrar que la vida haya hecho justicia con sus esfuerzos y su fantás-
tico trabajo.
Ahora nos vienen a la memoria las horas pasadas en Antígona, un pe-
queño templo del saber por donde han desfilado una parte importante de
los libros que nos han servido de alimento e inspiración. Azotara el cierzo o
46 Miguel Alonso Ibarra y David Alegre Lorenz
abrasara el calor todo momento era bueno para refugiarse entre sus cuatro
paredes bajo el amparo de Pepito. Pero sobre todo, recordamos de forma
muy especial los días en que éramos estudiantes de máster en Barcelona
y bajábamos a la Librería Taifa del Carrer Verdi o a la Central del Raval
a contemplar, leer y casi soñar los libros como este, que muchas veces no
podíamos comprar por las estrecheces que nos imponía la vida de enton-
ces. Después venían las charlas interminables ante la mesa de un bar, en el
comedor de nuestro piso compartido o en los viajes puntuales de vuelta a
Aragón, comentando este o aquel trabajo nuevo e intercambiando nuestras
primeras reflexiones escritas. Por aquel entonces fantaseábamos con la po-
sibilidad de llegar a coordinar un libro así, y ahora que por fin lo tenemos
en nuestras manos no deja de ser increíble. Al fin y al cabo, no quedan tan
lejos los breves e intensos días de aquel fantástico año 2012-2013. Sirvan
estas páginas como homenaje a nuestros sueños y esperanzas de entonces
y sean estas la promesa de muchas futuras empresas compartidas, porque
ese será el mejor premio.
Sin duda alguna, fue la influencia intelectual de Javier Rodrigo la que
hizo que nos reuniéramos en la Ciudad Condal, espacio de referencia y
punto de encuentro de varias generaciones de aragoneses. En nuestro caso
nos empujaba el deseo de seguir explorando los caminos de la guerra y la
violencia, aquellos que se abrieron ante nosotros en las aulas de la vetusta y
desvencijada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.
Quien por aquel entonces fue un precoz maestro hoy es además un amigo.
En este sentido, es grato que la afinidad, confianza y camaradería creadas
en torno al trabajo y las inquietudes compartidas cobre forma en este li-
bro, siquiera como anticipo de las iniciativas que nos seguirán uniendo
en el futuro. Así pues, como decían unos paisanos nuestros, «que lo que
el hombre unió no lo separe ni dios». En este caso puede decirse con toda
justicia que este libro nunca habría sido posible sin su concurso, tanto por
su condición de editor del mismo como por el hecho de que fue él quien
abrió el escenario mental en que concebimos iniciativas como el congreso
internacional Teatros de lo bélico, del cual nacen las páginas que tiene el
lector o la lectora entre sus manos. Tampoco habría visto la luz sin el apoyo y
la infinita paciencia de nuestro editor, Pedro Rújula, que tanto nos ha ense-
ñado sobre la guerra con su magisterio experto en el siglo xix y que ha creído
en la importancia y pertinencia de este proyecto.
Introducción 47