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VIVIENDA Y MENAJE
~
~
BOGOTA - 1990
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
L.u ser ies que tradicionalmente
publica nuestra Instituci6n se enrique-
cen con esta nueva colecci6n que deja
testimonio dc:l interés y de la impor-
tancia que c:l Instituto Caro y Cuervo
quiere dar al estudio de las lenguas y
de las culturas aborígenes.
Investigaciones sobre estos aspectos
y temas han tenido acogida generosa
en la Biblioteca de Publicaciones, en
Series Minor, en la Serie Bibliográfica
y en la revista Thuaurus. Sin embar-
go, esta nueva serie, bautizada con el
nombre de Biblioteca "Ezequiel Uri-
coechea" oficializa el interés institucio-
nal por estas culturas que conforman
también nuestra nacionalidad y contri-
buyen a definir nuestro perfil conti-
nental.
La nueva serie, igual que las ante-
riores, no desea tampoco "prefijarse
Umites ni encerrarse en esquemas o
programas que, aún con ventajas re-
conocidas, tienen por lo general algo
de artificioso o arbitrario", tiene, tam-
bién, "finalidades seguras, ciertas y
meditadas": desea cubrir otro amplio
sector de nuestra realidad nacional y
continental fomentando la investiga-
ci6n cient(fica y humanística, deseosa
de colaborar en el desarrollo y preser-
vaci6n de los pueblos indígenas. Pen-
samos que la ciencia lingüística a
través de estos estudios amplía sus ho-
rizontes, respira nuevos aires, se asom-
bra ante inesperados hallazgos: nove-
dosas estructuras fonol6gicas, léxicas,
morfosintácticas y semánticas que, sin
duda alguna, conmueven la arquitec-
tura lingü{stica tradicional ya conoci-
da. Experiencias y conocimientos que
proporcionan materiales útiles para ori-
ginales teorías lingü{sticas con carac-
teres realmente universales.
La oralidad de estas lenguas, su
manera tradicional de transmitir cono-
cimientos, los temas que constituyen
su universo mental, su sistema axiol6-
gico, todo ese acervo cultural legado
auténtico de la humanidad ágrafa, de-
be estar presente en esta nueva ser ie
que también se torna en reto cultural
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BTBLlOTECA cEZEQUIEL URICOECHEA-.
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INST I TUTO CARO Y CUERVO
BIBUOTECA e EZEQUIEL URJCOECHEA •
l.
"Diccionario y gramática chibcha". Manuscrito anorumo de la
Biblioteca Nacional de Colombia. Transcripción y estudio
histórico-analítico por MARÍA Snu.LA GoNzÁLEz DE PfREz, 1987.
2.
HUMBERTO TRIANA Y ANTORVEZA, Las lenguas índfgenas en la
historia social del Nuevo Reino de Granada, 1987.
3.
VÍCTOR MANUEL PATrÑo, Historia de la cultura material en la Amé-
rica equinoccial, tomo 1: La alimentaci6n en Colombia y en
los paises vecinos, 2;t ed. revisada y aumentada, 1990.
4.
VÍCTOR MAr-'UEL PATIÑO, Historia de la cultura material en la Amé-
rica equinoccial, tomo II: Vivienda y menaje, 1990.
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HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
EN LA
AMERICA EQUINOCCIAL
TOMO 11
VIVIENDA Y MENAJE
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INSTITUTO CARO Y CUERVO
BIBUOTECA • EZEQUIEL URICOECHEA »
4.
VIVIENDA Y MENAJE
BOGOTA-1990
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~:.,...;o.a.~.......~~D
·~~~1
ES PROPIEDAD
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PROEMIO
•
Dentro del orden real o mpuesto en que el hombre de
todas las latitudes ha desarrollado su penosa pero admirable
trayectoria, después de la alimentación o más bien simultánea
con ella, esttí la necesidad de reparo o cobijo, para dqender-
St' de los agentes externos, sea del rigor climcítico, sea del asedio
de enemigos de la propia especie y de otras detltro de la misma
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12 viCTOR MANOEL PATJÑO
•
Gran parte de los materiales usados se había acumulado
a lo largo de los años, a partir de 1947; pero e11 1984 se le
dio tm impulso decisivo a la irzvestigaci6n, mediatzte consul-
tas intensivas e11 varios centros, tanto de América como de
Europa. En el primer caso, u manejaron los fondos de las si-
gtúentes bibliotecas: la del Congreso, del Imtituto Smithso-
niano y la perso-nal del doctor José Cuatrecasas (Washington,
D. C.); la de la Hispanic Society y estudio de material de
herbario del Jardín Botánico de Bronx (Nueva York); los fon-
dos bibliográficos del Museo Bof.ánico y del Museo Peabody
de la Universidad de Harvard, en Cambridge, así conlO la bi-
blioteca personal del doctor Richard E. Schtlltu, en Mclrose,
Mass ..
E11 el segundo caso, se hicieron consultas ~n la Bibliot~ca
Nacional; m la Facultad Superior de Arquitectura, Ciudad
Universitaria; Real Academia de la Historia; Archivo Histó-
rico Nacional, e Instituto de Cooperación Iberoamericana, de
Madrid, y m el Archivo de Indias y la Escu~la de Estudios
Hispanoamericanos, de Sevilla .
•
Aunque el título general se r~ficr~ a la vivi~nda en Co-
lombia y erz los pafs~s v~cinos, se han tomado a v~c~s rcferen-
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PROEMIO 13
•
La scííorita Inés Calvo copi6 parte de los borradores ini-
ciales de 1984 y después las versiones corregidas que salieron
como resultado de las const1ltas en Estados Unidos y en Euro-
pa. Tuvo también a su cargo elaborar la bibliografía, la com-
pulsa de los textos y el índice.
Se publica esta obra por el Instituto Caro y Cuervo de
Bogotá, merct•d a la generosa acogida de su director, doctor
Ignacio Chat1es Crtevas y del comité editorial comtituído por
emine11tes lingüistas.
A las entidades y personas mer1cionadas, el autor les ex-
presa su agradecimie11to.
Cnli, 1987.
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S IGLA S
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16 S ICLA S
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LIBRO PRIMERO
LA VIVIENDA
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PRIMERA PARTE
GENERALIDADES
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CAPíTULO
VOCABULARIO Y CONCEPTO
Vocabulario.
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22 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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J. VOCABULARIO Y OONC:EPTO 23
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24 HJSTOJUA DE LA CULTURA MATERIAL
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I. VOCABULARIO Y OONCEPTO 25
•
También en América hubo en la época prehispánica de-
nominaciones difcremes para cada tipo de vivienda o construc-
ción. Algunas perduran.
En las grandes Antillas se han identificado el BOHÍo (con
lz aspirada), de planta circular, llamado propiamente CANEY
(OvlEoo Y V ALDÉs, 1959, 11, 93), y el de planta rectangular,
por lo general de dimensiones mayores, llamado ERAXA. La
palabra BOHÍO y variames fue difundida por los españoles en
roda América, con el sentido lato de "casa indígena".
OcA, ÜGA, en guaraní es cabaña, de donde lviALOCA, casa
colccti va o aldea indígena. Con variantes, esta raíz es la misma
en chiriguano (Ho) y en guarayo (oYe) (HERMOSA VlRREl.RA,
1972, 57).
TAPERA equivale en rioplatense a casa, especialmente la
:tlxmJonada o derruída. La relación de Santa Cruz de la Sierra
de 1586 dice que los naturales viven "en asientos que llaman
taperas" (J. DE LA EsPADA, 1885, II, 171).
CALLI, CAL, es en náhuad el nombre de la vivienda; CAL-
I>AN ts colectivo, conjunto de casas. De xa-calli -derivado a
su vez de xamitl, adobe; calli, casa, casa de adobes, por exten-
sión choza, casa de paja, casa humilde (RoBELO, s. f., 74, 76)-
provino JACAL, palabra adoptada por el arquitecto español fray
Andrés de San Miguel a mediados del siglo xvn (A. de S.
MtGUEL, 1969, 194) y con frecuencia usada por el arzobispo
de Guatemala Cortez, en la visita a las provincias de su juris-
dicción de.. l 768 1769. Se identifican por lo menos tres tipos
de casas aztecas: el ca//¡, la casa ordinaria; el ticplantacalli o
casa de piedra (la casa del Gobernador en Yucatán, por ejem-
plo), y el teocalli o templo (MoRCAN ( 1881) 1%5, 286); pero
el Códice Florentino detalla cinco tipos en orden descendente,
según que se destinaran a personajes de alto rango (tlatocacalli
y calpixca!li) o a las clases populares (zazan ye calli, icnocalli y
macehualcalli) (CASTILLO FARRERAS, 1984, 70-72).
NA, en maya, con gran número de desinencias para dis-
tintos tipos de construcciones (SoLfs ALCALÁ, 1949, 119); pero
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26 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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l. VOCABULARIO Y OONC"EPTO 27
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28 HISTORIA DE. LA CULTURA MATE.lti AL
•
Con el aporte de negros esclavos, ingresaron a América
locuciones originarias de África. MucAMBO y QuiLOMBO, equi-
valentes a ranchcrío fortificado, se usaron en el Brasil para
los reductos de los negros rebelados y fugitivos (NúÑEz, 1980,
318; 396-397); pero en América lúspánica se utilizó para dis-
tinguirlos, la tradicional expresión de PALENQUE.
KRAAL, caserío alrededor de un corral para ganado, de los
zulúes, masais y otras tribus pastoras (BAUMANN y WESTER-
MANN, 1948, 132, 135, 137, 262), no se generalizó en América.
Otras expresiones relacionadas con la vivienda se pueden
ver en el curso de la exposición.
Conupto.
La vivienda, tal como se considera en esta obra, es la es-
tructura que sirve de cobijo a una familia biológica, consti-
tuída primordialmente por el padre, la madre (o viceversa
según que el esquema sea patriarcal o matriarcal), y los hijos.
No importa que sea monógama o polígama, así como ram-
poco la línea de parentesco o filiación.
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CAPfTULO II
FACTORES CONDICIONANTES DE LA
LOCALIZACIÓN Y EL DISEÑO DE LA VIVIENDA
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30 HISTORIA DE LA CULTURA MATEJUAL
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11. LOCALIZACIÓN Y DISEÑO DE LA VIVlENDA 31
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32 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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11. LOCALIZACI6N Y DlSEÑO DE LA VIVIENDA 33
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34 HISTORIA DF. LA CULTURA MATERIAL
1887, 40, 96, 106 v.; BARNEY CABRERA, 1980, 10, 15). Este esque-
ma da como resultado autarquía alimenticia y casas dispersas
(PAnÑo, 1965-1966, 50-52; WAFE~ 1967, 89; SERRANO Y SANz,
1908, 116; PrNART, 1882, 12). Dicha circunstancia hizo difícil
y lenta la reducción de las tribus ecuatoriales (FRIEDE, 1963,
Q., 139-141), cosa que no ocurrió donde -como en Méjico
y el Perú- había concentraciones urbanas o ceremoniales im-
portantes que, una vez ganadas, permitían el control de la
población de grandes extensiones territoriales ( AcuiRRE BEL-
TRÁN, 1946, 155-156).
De todos modos, en algunas partes hubo en la época
prehispánica una urbanización incipiente y asentamientos co-
lectivos en forma de aldeas, como se verá con detalle en el
capítulo XV.
También en este aspecto jugó papel importante el sistema
de filiación, según que la familia fuera patrilocal o matrilocal.
Los muzos, por ejemplo, pertenecían a esta última categoría,
y el mozo emancipado se iba a vivir a la región donde mo-
raban los parientes de la mujer. Entre los maquiritare del
Territorio Federal Amazonas de Venezuela predomina el arrai-
go exógeno matrilocal, aunque no muy definido (FucHs, 1962).
Estos factores de orden cultural variaron con la llegada
de los europeos. No hubo modificación en la acción de los
factores físicos y biológicos, que siguieron actuando con el
inexorable ritmo de los fenómenos naturales. Pero se introduje-
ron una nueva concepción económica, una diferente filosofía
de la vida, una más jerarquizada y especializada organización
política, en fin, una nueva religión y un idioma excluyentes,
que no daban margen para la supervivencia de religiones e
idiomas distintos. En este "destino manifiesto" del amerindio
como etnia sometida fue factor importantísimo la influencia
del catolicismo, al través de la política de erradicación de va-
lores culturales indígenas, incluyendo el idioma, política deli-
neada en los concilios o sínodos de Bogotá (1556), Popayán
(1558), Quito (1570) y Lima (1567-1568).
Esto, como es natural, operó también en la vivienda y en
la urbanización. Hasta qué punto la confrontación de estas
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U. LOCALIZAC!6N Y DISEÑO DE LA VIVIENDA 35
•
Los tratadistas clásicos incluyeron la arquitectura entre
las bellas artes, quizá pensando en los grandes monumentos
antiguos. Superando el criterio que predomin6 durante cuatro
siglos, de que las estructuras arquitect6nicas americanas eran
obras bárbaras, no queda sino un paso para incluír la vivienda
indígena -aun la de las tribus selváticas y quizá por ello con
mayor razón- entre las bellas artes. No hay necesidad de
invocar los cercados muiscas, que despertaron en los rudos sol-
dados españoles y aun en el letrado Quesada un sentimiento
de admiraci6n, pese a lo deleznable de los materiales en com-
paraci6n con los que usaban las civilizaciones del Antiguo
Mundo. Porque una maloca huitota o tukana es no menos
arm6nica y bella, puesto que es concreci6n de un contexto
cultural de gran simplicidad y funcionalidad, dentro de una
íntima integraci6n con el ambiente.
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CAPfTULO f[ f
PRÁCTICAS MÁGICO-RELIGIOSAS
ASOCIADAS CON LA VIVIENDA
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Ill. PRÁCTICAS MÁCtco-RELICIOSAS 37
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38 HISTORIA DE LA CtlLTURA MATERIAL
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CAPíTULO IV
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40 HlSTOIUJI DE l.JI CULTURA MJITERlJ\l.
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IV. TRABAJO EN LA CONSTRUCCI6N
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42 HISTORIA DE LA CULTURA MATEJUAL
Área circuncaribe.
Del área maya hay una documentación aceptable, tanto
antigua (LANDA, 1938, 104; ScH:ÁVELZON, 1981, 166; KuBLER,
1962, pl. 102-B; VAQUERo, 1946, 7-10), como contemporánea.
Una terminología de las partes usadas para construír está
bien establecida (VILLERs Rmz, 1981, 40-47), así como para
los cuxtlecas (HASLER, 1961-1962, 197-215 e il.).
Lo mismo en varias regiones de Venezuela (AcoSTA SA1c-
NES, 1958, 1961, 1962).
Costa atlá11tica.
La evolución de la vivienda en esta región hasta nuestros
días ha sido tratada con suficiencia por un autor costeño, que
detalla algunas etapas del proceso ergológico (CASTILLEJo,
1952, 129-175; 132-134; FLÓREZ, 1962).
Tenerife.
"La traza de los buhíos es al modo y hechura de los hor-
nos de España, de esta manera: hincan unos horconcillos de
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IV. TRABAJO EN LA CONSTRUCCI6N 43
Palafitos de Maracaibo.
Hablando de ellos dice un conocedor del área:
Porque parn h:1cer casa redonda
y de madera gruesa cualquier trama,
desde sus barcas en el agua fonda,
agudo tronco limpio de su r:1ma
muchus \Ueltas le dan a la redonda,
hasta que ya lo fijan en la bma,
con l:1 profuodid:1d que se desea,
y aun es aquella lama como brea ...
(CASTELLANOS, 1955, II, 261 ).
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HlSTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
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SEGUNDA PARTE
LA VIVIENDA
EN LA f:POCA PREHISPÁNICA
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CAPITULO V
A) REFUGIOS NATURALES.
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48 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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V, REFOCIOS NATURALES. VIVIENDA TRANSITORIA 49
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50 HJSTORIA DE LA CULTURA MATE.RIAL
B) VIVIENDA TRANSITORIA.
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V. llEFUCIOS NATURALES. VIVIENDA TRANSITORIA 51
R~paros o abrigos.
Pero fuera de la vivienda como tal, aun con toda su
precariedad, hubo reparos contra los elementos, sol, viento y
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52 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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MODO 01 DORMIRE NEL GOLFO DI PARlA
E ALTRl MOLTI LUOGHI
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54 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Protecci6n post-mottcm.
Sobre este tema, véase capítulo XI, g).
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CAPITULO Vl
VIVIENDA ARQUEOLÓGICA
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56 HISTORIA DE LA CULTURA MATERlAL
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Vl. VIVIENDA Y ARQUEOLOGÍA 57
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58 IUS1'0RlA DE LA CtJLTUllA MATERIAL
B) HUELLAS DE CONSTRUCCIONES:
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VI. VIVlENDA Y AJlQU.EOLOGÍA 59
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60 HISTORIA DE LA CULTURA MATDIAL
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Vl. VIVtENDA Y ARQUEOLOGÍA 61
eosta occidental.
De norte a sur a partir de la frontera colombiana con el
Ecuador hubo culturas que en muchos aspectos son similares
a las de Tumaco.
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62 HISTORJA DE LA CULTUJV. MATERIAL
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VI. VIVIENDA Y ARQUEOLOCfA 63
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Fig. 2-b. Plano de la disposición de los bolúos redondos en la pro-
vincia ecuatoriana del Carchi (De: Marúnc:z, 1977, pág. 33).
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VI. VIVIENDA Y ARQU:EOLOCÍA 65
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66 HISTORIA DE I..A CULTURA MATERIAL
C) REPRESENTACIONES DE VIVIENDAS:
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. 3. Represcntaci•nes de viviendas en la cerámica arqueol6gica colombiana:
b, cort•tesía del Masco Nacional; e, d, cortesía del Museo del Oro de Bogotá.
1\? hay datos exactos sobre las procedencias.
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Fig. 4. "Tres tipos de arquitectura costeña [ecuatoriana J: vivienda con alero baj
y columnas tras los frentes; maqueta de varios escalones, y otra de basamento bajo
doble techo peraltado" (Explicación y figuras de Schávelzon, 1983, pág. 204
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VI. VIVlEI'óDt\ Y ARQUI:OLOGÍA 69
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70 HISTORIA DE LA CULTUllA MATERIAL
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CAPíTULO VII
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72 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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VU. PLANTA, SlLOETA, ESTILO, FUNClON~S 73
VIVIENDA ESTACIONARIA.
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74 HISTORIA DE LA CULTURA MATE.RIAL
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Vll. PLANTA, SI LUETA, J!STJLO, FUNCIONES 75
E1tlucimiC'nto.
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76 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Puertas.
El acceso a la vivienda era entre los indígenas diferente
de las puertas convencionales introducidas por los españoles.
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VIl. PLANTA, SILUETA, ESTILO, FUNCIONE.S 77
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78 HISTOIUA DE LA CULTU.RA MATERIAL
v~ntanas.
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VIl. PLANTA, SILtTETA, ESTILO, FUNCIONES 79
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80 HISTORIA DI!. LA CULTURA MATI!.RIAL
Tipología.
Por las representaciones prehispánicas que se han conser-
vado , se puede deducir que poco ha variado al través de los
siglos la casa típica maya (MARQUINA, 1951, 508, figs. 754, 741,
742, 862, 877, 878). [Fig. 5].
Para otras áreas, preferible a largas disquisiciones es la
presentación de gráficas que den idea de los distintos tipos
de casa indígena en el área ecuatorial (ERRÁzURIZ, 1980,
152-153). [Figs. 6, 6-a, 6-b, 6-c, 7].
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Fig. 5. Aldea a la orilla del mar, que presenta las viviendas típicas populares del
área maya. Templo de los guerreros de Chichén ltzá, siglo xu d. C. N6tese la
similitud con las casas de Jas Grandes Antillas dibujadas por Oviedo y Vald~
(Marquina, 195 1, pág. 878; Kubler, 1962, pág. 102).
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· - ·-· - . .... - . - . - f -
Co11kq.sin1ar.>d..os
A:pltJnla úipltro
' tM1/·oiJ/"~
• ' .!Nnl fl/pf1ro W>l""'j<>
Fig. 6. Mapa de la distribuci6n geográfica de los distintos tipos de vivienda de Venezuela aplicables
· por la Biblioteca Luis
Digitalizado · Ángel Arango del
· Banco de
· berto Antolíne~
la República, 125.5~JJdlZ.),_ _ _ _ ___,
Colombia.
REFERENCIA AL MAPA DE DISTRIBUCi óN
DE LA VIVIENDA INDfGENA
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1. Mamparo
Por·avientoS
,-no-\- ·dón
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8.
12
13 . Casa. f1<lquirita re
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15 . Ca.s a bojC\
16
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e
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Fig. 6-a. Dos tipos de construcciones de los caribes de la Guayana Francesa
a mediados dd siglo xvm, d taboüi o karber, casa colectiva, y la sura o casa
alta (P. Barrere, 1743, pág. 141) .
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Fig. 6-b. Plantas y cortes de las casas circulares y cuadrangulares de los indios Chok6
dd Darién, Panamá (Arias Peña, ct al, 1981, pág. 69).
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AZ.Ll ERO CI-I\R\QUI- ~ DeL-TORO
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Fig. 6-c. Plantas de los siete tipos de vivienda en otras tantas provmc1as de Panamá
en la época presente (Arias Peña, et al, 1981, pág. 327).
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L
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CAPíTULO V III
VIVIENDAS
PARA USUARIOS DE ALTA JERARQUÍA POLíTICA
O RELIGIOSA: CACIQUES Y PIACHES
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VllJ. ALTA JERARQUÍA POLÍTICA O RELJCIOSA 93
Casa..r de cactques:
Colón se refiere a casas que los indios antillanos hadan
para los señores y después para los cristianos tan grandes al-
gunas que se podía alojar en ellas el emperador (P:ÉR.Ez DE LA
Rrv.-., 1952, 332).
Sobre la casa del cacique nicaragüense Tezoatega el Vie-
jo se darán detalles en el capítulo XI, por la ventaja de existir
de ella un plano.
Los cronistas destacan la imponencia y acabado de la
casa del cacique Guaramental, de la cuenca del río Unare,
en Venezuela (AcuADo, 1957, 111, 439; CASTELLANos, 1955, 1,
459; ÜVlEDO y V ALDÉS, 1852, II, 416, 425-426) .
La c3sa d el cacique Comogre de la costa norte del istmo de
Panam~ la describe de oídas uno de los primeros cronistas
de las Indias: " Y su casa dicen que es de constmcción fuerte
y maravillosa de largas vigas unidas entre sí, y además defen-
didas con muros de piedra. Midiendo su longitud, contaron
ciento y c incuenta pasos de luz con ochenta pies de anchura,
y tenía techos y pavimentos primorosamente labrados ... "
(ANGLER~ 1944, 143).
Otro autor da sobre la misma los siguientes detalles, tam-
bién obtenidos de terceros: "Tenía sus casas reales las más
señaladac; y m ejor hechas que hasta entonces se habían visto
en tod as cstls islas [del Caribe] y en lo poco que se sabía de la
tierra firme; la longura della era de ciento cincuenta pasos,
la anchura y hueco de ochenta; estaba fundada sobre unos
muy gruesos posteles [así], cercada de muro hecho de piedra,
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94 HIS"l'ORlA DE LA CULTOllA MATERIAL
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VIlt. ALTA JERARQUÍA POLfTICA 0 RELIGIOSA 95
Casas de piaches.
Pocos detalles se han conservado sobre la diferencia entre
las casas de los shamanes o piaches y las del resto de los in-
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96 HISTORIA DE LA CULTO:RA MATERIAL
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CAPíTULO IX
ECOLóGJC A.S:
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98 HJSTORIA DE Lll CULTURA MATERIAL
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rx. VIVLE.NDA PARA SITUACIONES ESPECIALES 99
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lOO HJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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lX. VIVIENDA PARA SITUACIONES ESPECIALES 101
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102 HJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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IX. VIVTENDA PARA SITUACIONES .&SPECIAL.ES 103
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104 H ISTORIA DE LA CULTUllA MATERIAL
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IX. VlVlENOA PAR.\ SITCACIONES ESPECIALES 105
BIOLÓGICAS:
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106 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
SOCIALES Y CULTURALES:
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1)(. VIVI"ENDA PARA SITUACIONES .ESPECIALES 107
1 Guadua spp.
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108 HJSTOIUA DE LA CULTURA MAT.EJUAL
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IX. VlVLENDA PARA SITUACIONES ESPEC IALES 109
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110 HISTOIUA DE LA CULTUM MATE.RJ AL
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IX. VfVlF.NDA PARA SITUACIONES ESPECIALES 111
B) VIVIENDAS FLOTANTES.
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112 HI STORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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CAPfTULO X
VIVIENDAS F AMILlARES
SOBRE LA SUPERFICIE TERRESTRE
Puerto Rico.
Los indígenas de Puerto Rico "en varias cosas, como
en Jos edeficios de casas y camas ( ... ) eran muy semejantes"
a los de la Española (ÜVIEDO Y VALDÉs, 1959, 11, 107).
Cuba.
A fines de octubre de 1492 estuvo Col6n en la costa norte
de Cuba y envi6 al interior dos españoles para explorar. Ellos
regresaron a la costa el 5 cle noviembre, después de penetrar
doce leguas, diciendo que "habían llegado a un poblado de
cincuenta casas muy grandes, todas de madera, cubiertas de
paja, hechas a modo de tiendas o alfaneques •, como las otras.
H abría allí hasta unos mil hogares, porque en una casa habi-
taban todos los de una familia ... '' (CoL6N, H ., 1947, 100).
11
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114 HlSTORJA DE LA CULTURA MATERJAL
Santo Domingo.
"Los vecinos de esta isla Española y de estas islas concer-
canas y parte de Tierra Firme hacia la costa de Paria, y en
otras muchas partes, hacían sus casas de madera y de paja,
de la forma de una campana. Estas eran muy altas y muy
capaces, que moraban en cada una de ellas diez y más veci-
nos; hincaban los pa lo.s gruesos como la pierna y aun el
muslo en rededor, medio estado en el suelo y espeso, y todos
ellos veníanse a juntar en lo alto, donde los ataban con ciertas
correas como raíces, que arriba dijimos llamarse bejucos, la
media sílaba luenga; sobre aquellos primeros palos ponían
al través y cruzados otros muchos delgados y muy atados
con aquellas raíces, y de estas raíces y cortezas de árboles
teñidas con tinta negra, y otras desolladas que quedaban
blancas, hacían lazos y señales o follajes como pinturas por la
parte de dentro, que no parecía sino que eran de otra
hermosa y pintada materia. Otras adornaban con carrizos
mondados y muy blancos, que son unas cañas muy delgadas
y delicadas, y de ellos hacían sus labores y lazos muy gra-
ciosos, que pintaban o parecían pintadas las casas; por de
fuera cubríanlas de paja muy delgada y muy hermosa yodo-
rífera, que según arriba ya dijimos la había, que esto que
ya los ganados la han destruído en esta isla. Yo vide casa
de éstas, hecha de indios, que vendi6 un español a otro por
seiscientos castellanos o pesos de oro, que cada uno valía cua-
trocientos y cincuenta maravedís ( ... ) " (CAsAs, 1909, 113;
-, 1951, III, 146-147). Según otra fuente, eran bohíos redon-
dos de paja, con puerta chica para franquear la cual había
que encorvarse (CoL6N H., op. cit., 157). Pero quien durante
más tiempo pudo familiarizarse con los detalles de la vivienda
en Santo Domingo, por haber residido allí como alcaide de
la fortaleza de esa ciudad, desde 1533 hasta su muerte en 1557,
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X. VfVfENDAS PAMlLfARES 115
Jamaica.
"Tienen las mismas casas de morada" [que en las demás
grandes Antillas 1 (OviEDo Y VALD.És, 1959, II, 186).
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X. VIVlENDAS FAMJLlAllES 117
Guadal u pe.
Las casas eran cuadradas y no redondas como en las otras
islas (CoLÓN, H., op. cit. 208). 1
Ticn·a Fi?·me.
Durante Ja expedición de Diego de Ordaz por el Orinoco,
a la altura de los primeros raudales que les atajaron el paso,
vieron los españoles un pueblo de 5 o 6 casas o buhíos "he-
chos a dos aguas, lo cual fue cosa nueva a los cristianos,
porque todos los que habían visto hasta entonces eran re-
dondos" (OVIEoo Y VALDÉs, 1959, Il, 396).
En Paria las vio Vespucio, cónicas y espaciosas pues eran
colectivas, aunque el número de habitantes parece exagerado
(NAVARRETE, 1964, II, 136; ALVARADO, 1945, 21).
En Cumaná y regiones circunvecinas, bien conocidas del
historiador cuyos datos se transcriben, "todos los pueblos de
toda esta Tierra Firme por esta parte y muchas leguas la tierra
dentro, tienen las casas muy buenas y bien hechas, pero de
madera y paja o cubiertas de hojas de palmas, por ser la
tierra muy felice e muy templada y las gentes moradores de
ella no buscar ni querer más de lo necesario" (CAsAS,
1909, 142).
T omyo ( 1578).
Los indígenas "No están poblados en pueblos formados
ni permanentes, antes bien, se mudan con facilidad de una
paree a otra ( ... ) Habitan en chozas muy pequeñas" (AllE-
LLANO MORENO, 1964, 148; -, 1950, 144).
Cartagena.
Al llegar los primeros españoles a Turbaco, hallaron bo-
híos de paja con el techo hasta el suelo; el pueblo fue que-
mado por los mismos indios (SERRANO Y SANZ, 1916, ll, 12).
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118 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Tolú (1560).
Los indígenas vivían en casas de paja (RGNG, 1983, 98).
Istmo.
En la costa de Veraguas, concretamente en el río Belén,
a imitación de las casas nativas, h izo el Almirante unas casas
de madera, cubiertas de hojas de palmeras, que nacen en la
playa, cuando pretendió establecerse allí. Este pueblo inci-
piente fue abandonado por hostilidad de los indios (CoLÓN,
H., 1947, 297).
Las casas del pueblo del cacique Tubanamá: "son de
madera, cubiertas y cerradas alrededor con paja o cañas de
maíz o hierbas resistentes de allí" (ANGLERÍA, op. cit., 220).
También en el istmo hubo otro tipo de casas: "Hay otra
manera de buhíos o casas, en Natá, redondos, como unos cha-
piteles muy altos, e son de mucho aposento e seguros, porque
el viento de la brisa, que allí corre m ucha parte del año
con mucho ímpeto, no los puede así coger como a los que
son cuadrados o de otra forma. Son de recia e buena madera,
e más hermosos de dentro que todas las maneras de casas que
se ha dicho. E ponen en la punta del chapitel una cosa de
barro cocido, a manera de candelero, y el cuello alto, y en
• Rifar = Reñir, pelear.
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X. VJVTENDAS FAMILIARES 119
la forma que está aqu í pintado (Lám. 10, figura 1°). La paja
con que se cubre es muy buena, e las cañas de las paredes,
gruesas, e por de fuera e de dentro forradas las paredes con
caña delgada, muy bien puesta e con muchos apartamientos"
(OVIEDO, 1959, III, 318) . [Fig. 11].
Los indios guaymíes en el siglo xvn moraban en casas de
planta circular cubiertas de palmicha grande (SERRANO Y SANZ,
1908, 95), cosa que persiste (Roaro, 1950, 81, 86), aunque con
la tendencia a variar hacia la planta rectangular, por la in-
fluencia de los habitantes de ascendencia española o afroanti-
llana (ARIAs PEÑA et al, 1981, 290-291).
Nicoya.
"Sus pueblos y numerosidad de vecinos eran grandes,
puesto que las casas no eran de piedra, sino de madera, muy
bien hechas y cubiertas de paja. Comúnmente donde la tierra
no es fría, todas las casas de los pueblos son de madera y paja
y en muchas partes las cubren de hojas de palma, porque
las hay tan anchas como una rodela y cuasi en partes como
una adarga; siempre los templos edificaban de piedra o de
adobes, por lo alto cubiertos de paja, puesto que no en todas,
pero en muchas partes" (CASAS, 1909, 138).
Hacia el interior.
Para seguir una secuencia geográfica en el estudio de la
vivienda hacia el interior del continente, se tomarán las
grandes cuencas hidrográficas como guías.
Tenerife (1580).
Los indígenas estaban asentados en la pequeña llanura
entre el Magdalena y la serrezuela contigua. "Son las casas
hechas de madera y cobijadas de paja, a manera y traza de
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...
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Fig. 11. Casa dpica de la regi6n panamefia de Natá, azotada por
recios vientos, dibujada por un testigo de la época de la conquista
(Oviedo y Valdés, lám. I, fig. 1).
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X. VIVI.ENDAS FAMILJAilF.S 121
Valledupar (1578).
En un documento descriptivo, se dice a propósito de los
indios, "que de su naturaleza no es gente política ni vive
en población fundada, sino como brutos animales en unos
boh íos, casitas de paja miserables ( ... ) chozas pajizas peque-
ñas" (RGNG, 195, 201).
Ocaña (1578).
"Los cuaJes naturales no viven en pueblos formados ni
t:n casas, sino en unas ramadillas muy ruines, las cuales
hacen y se mudan cada cosecha" (ibid., 218).
"Las casas de los indios son de vara en tierra, a manera
de chozas, aunque de cien pies, poco más o menos de largo
y veinte de ancho y algo enarcadas, y son muy fuertes y de
más dura que las otras" (RGNG, 246).
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122 HlSTOIUA D'E LA CULTURA MAT'E1UAL
lbagt4é.
La primera fundación de lbagué por Andrés López de
Galarza en 1550 se hizo donde aproximadamente queda hoy
la poblaci6n de Cajamarca. A tres leguas hacia el noroeste, o
sea sobre la misma cuenca del Bermellón en su parte alta,
estaba el pueblo indígena de Metaima, donde sus moradores
acogieron bien a los expedicionarios españoles. "Y lleván-
Jolos a sus propias casas los aposentaron en ellas, que eran
unos bohíos que com6nmente los españoles llaman caneyes,
por ser de Jiferente hechura que los demás, y ser las casas
de que usan Jos indios de tierras calientes, por la mayor
parte hechas de aquesta hechura: son de vara en tierra y no
muy anchos; tienen de largo a setenta, ochenta y a cien
pasos; son cubiertos de palmicha, o de hojas de bihaos, o
de paja o heno, que en tierra rasa se cría. En cada bohío de
estos vivía casi toda una familia o cognación, porque se
hallaba en cada casa de estas haber y morar de cincuenta
personas para arriba" (AcuAoo, 1916, 1, 625; -, 1956, 1, 486).
San Sebastián de la Plata (1560).
"Su habitación lde los indios 1 es en buhíos de paja co-
mo las demás" (RGNG, 35).
Area pijao.
Durante la campaña contra los pijaos en la época del
presidente Juan de Borja, a principios de 1607, iba con las
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X. VIVIENDAS I'AMil.IARES 123
CORDILLERA ORIEN'fAL
Bogotá (1538).
La impresión que causaron en los españoles las viviendas
indígenas en el sector de la sabana donde después se asentó
la capital del Nuevo Reino, aparece en los documentos de los
conquistadores. El primero, el mismo Quesada, dice en su
Epítome: "Las maneras de sus casas y edificios, aunque son
de madera y cubiertas de heno largo que allá hay, son de la
más extraña hechura y labor que se ha visto" (CUERvo, 1892,
II, 212; J. DE LA EsPADA, 1889, 98; FRIEDE, 1960, NR, 265). "Es
cosa mucho de ver" (OviEoo Y VALDÉs, 1959, 111, 110). Las
casas comunes eran de paja a dos aguas (ibid., 125).
Los oficiales reales Juan de San Martín y Antonio de
Lebrija en su relación al rey, dicen: "Los edificios son de
paja, muy grandes, en especial las casas de los señores, que
son cercadas de dos o tres cercas. La manera de los aposentos
es cosa mucho de ver, por ser de paja" (ibid., 197).
La relación anónima, al parecer de Antonio Cardozo,
confirma: "Hallaron un pueblo nuevo, que el señor que lla-
maban Bogotá había acabado de hacer; el cual pueblo era
muy hermoso de pocas casas y muy grandes, de paja muy
bien lnbrada; las cuales casas estaban muy bien cercadas de
una cerca de haces de cañas, por muy gentil arte obradas.
Tenía 10 o 12 puertas con muchas vueltas de muralla en ca-
da puerta. Era cercado el pueblo de dos cercas. Tenía entre
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124 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
cerca y cerca muy gran plaza, y entre las casas tenía otra
muy hermosa plaza. Una casa de ellas estaba llena de tasajos
de venados, curados sin sal" (ibid., 235).
El destino ulterior de esas construcciones no se conoce.
En 1624 ya no había rastro de ellas (SIMÓN, 1981-1982, III, 188).
Para la fundación oficial de Bogotá en 1539, los españoles man-
daron a hacer a los indios bohíos "de vara y paja cubiertos; los
cuales después por muchos años les sirvieron de moradas,
hasta que empezaron a hacer casas de tierra y tapias". Esto
fue en el sitio de Teusacá (AGUADO, 1956, I, 317).
Otros testigos presenciales como Belalcázar y Federman,
callan sobre este particular.
La reconstrucción de esos episodios en la segunda mitad
del siglo XVI y primera del xvn, por historiadores que no
vieron los pueblos con sus propios ojos, es como sigue.
Los españoles, de Chía se movieron a ranchear a Suba,
"desde donde vieron muy grandes cercados, así del propio
señor de Bogotá como de otros muchos caciques sus comarca-
nos y feudatarios, cuya vista era muy apacible por la repre-
sentación que de lejos hacían, de grandes ostentaciones y
muestras de casas, que dentro de Jos cercados había, porque
aunque estos cercados eran de madera y varazones de arca-
buco, y groseramente hechos, estaban con tal orden trazados
y cuadrados, y puestos en su perfección que de lejos repre-
sentaban ser algunos edificios suntuosos y de gran majestad;
y por esta vista que de presente vieron, fue llamado este valle
donde Bogotá residía, el valle de los Alcázares, y consecuente
a esto, era este valle de los alcázares de Bogotá, que así se
llama hoy [1582]" (AGuADO, 1956, 1, 271). Las descripciones
posteriores no aclaran mucho la estructura interna (SIMÓN,
1981-1982, III, 187-188; PIEDRAHITA, 1942, I, 47-48), como tam-
poco un grabado que muestra un cercado externo (LucENA
SALMORAL, 1965, I, 160).
No desde este sector, sino desde Zipaquirá, dice otro
autor tardío que
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X. VIVIENDAS FAM ILIARES 125
Al aproxunarsc a Bogotá,
proceden descubriendo los potentes
pueblos en que la vista se cebaba,
con tanta muchedumbre de tugurios
que parecí:m ser innumerables,
y aquella señalada composturJ
de los grandes cercndos que tenían
los que por el Señor los gobernaban,
que para ser de pajas y madera,
er:1n laboriosos edificios
)' con curiosidad ed:ficados
(!btd .. 193).
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126 HISTORIA DE LA CULTURA ll.lATP.RIAL
Tunia.
Cuando Quesada llegó a Tunja en 1539, desestimando los
gritos de los indios, penetró al cercado donde el Zaque tenía
sus casas "que no era menos vistoso que el de Bogotá,
aunque de maderas y cañas, y los bohíos y casas de paja, y
esto se ha de entender comúnmente en lo que trataremos de
este Reino, que cuando decimos bohlos, es vocablo que los
españoles llaman y tienen puesto a las casas de los indios y
estas casas son de varas hecha la armazón y cimientos y cu-
biertas de paja, según más largamente lo trataremos en otra
parte" (AGUADO, 1956, J, 286).
En 1607 en los cuatro arrabales de la ciudad había 119
casas bajas, de teja y 77 de paja "que llaman bohíos, habita-
ción de indios ladinos y de otra gente pobre" (RGNG, 347).
Aun los caciques vivían en bohíos o cercados (ibid., 362).
Pamplotza.
Hernán Pérez de Quesada penetró en la provincia de los
laches, y en el primer pueblo, llamado Ura, derrotó a los de-
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X. VJVJE.NDAS J'AMU.IARI!S 127
Mérida.
No hay datos contemporáneos de la conquista sobre el
tipo de viviendas de los timotes. Lo poco que se sabe, se ha
deducido de las excavaciones arqueológicas y se ha puesto
en el capítulo respectivo. Un autor local dice que eran bohíos
cónicos de paja y horconadura, sostenida esta por un muro
o cimiento de piedra y barro hasta de un metro o más de
altura; las paredes de cañas cubiertas de barro con paja
(FEBRES CoRDERO, 1920, r, 12). Es dudosa la afirmación de
que la tapia que a veces se construye sobre el muro de piedra
sea prchispánica (GASPARCNl, 1965, 25, 39, 40).
Pasto (1559).
"Su morada de los indios es en buhíos de paja" (RGNG,
1983, 23) (véase el capítulo VI sobre vivienda arqueológica).
Almaguer ( 1959).
"Viven los naturales en buhíos de paja" (RGNG, 29).
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128 IIJSTOIUA OB LA CULTURA MAT E'RIAL
Popayán.
Cuando la avanzada española de 1535 se acercaba a
Popayán desde el cercado de Timbío, vieron
Crecida población en gran manera,
y toda suntuosa casería,
mas sola paja cubre la madera ...
(C\STELLANOS, 1955, 111, 353).
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X. VlVJl!NDAS FAMlLlAilE.S l29
Quimbayas.
"Las casas que tienen son pequeñas, la cobertura de hoja
de cañas" (CIEZA, 1947, 375).
Carrapa.
"Las casas son pequeñas y muy bajas, hechas de cañas
(guaduas ], y la cobertura de unos cohollos de otras cañas
menudas y delgadas [ Gyn~rit1m] de las cuales hay muchas
en aquellas partes" (CmZA, 1947, 374) .
Picara.
Tienen pocas casas, porque con la guerra las queman
(CIEZA, 1947, 374).
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130 HISTORIA DB LA CULTURA MATERIAL
Pozo.
"Viven en ellas diez o quince moradores, y en algunas
menos, como es la casa" (CmzA, 1947, 372).
Arma.
"Sus casas son grandes y redondas, hechas de grandes
varas y vigas, que empiezan desde abajo y suben arriba, hasta
que, hecho en lo alto de la casa un pequeño arco redondo,
fenece el enmaderamiento; la cobertura es de paja. Dentro
de estas casas hay muchos apartados entoldados con esteras,
tienen muchos moradores" (Cn:zA, 1947, 370).
Anserma.
Fuera de ser muy grandes las casas no hay otro detalle
(CIEZA, 1947, 368).
ANDES ECUATORIALES.
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X. VJVJE.NOAS FAMILIARES 131
HOYA AMAZóNICA.
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132 HISTORIA DE LA CULTURA MATERJAL
LLANOS Y GUAYANAS.
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X. VIVIENDAS FAMILIARES 133
Perú.
En general, las casas de la gente del pueblo eran tan
miserables como en cualquiera otra parte de América (BAu-
DIN, 1943, 237-239). Durante la dominación cuzqueña predo-
minó la planta rectangular; faltaba la comunicación interna
entre cuartos, de modo que cada uno tenía vano o puerta
separada por el frente (GASPARINI and MARcouES, 1980, 129-
193; 134; 138, 139). Por la enorme importancia que tenía el
culto de los muertos, dice un autor que se preocupaban más
de las tumbas que de sus propias casas; estas eran muy suma-
rias y sucias (Coso, 1892, III, 32-33; 39-40; -, 1956, II, 20;
23). Aunque este último autor generaliza para todo el Nuevo
Mundo, parece tener en mientes lo que ocurría en el Perú,
que fue lo que mejor conoció (ibid., 1956, Il, 240-242).
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CAPÍTULO XI
CONSTRUCCIONES ACCESORIAS
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136 HlSTORIA Dé LA CULTURA MATE.lUAL
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Xl. CONSTRUCCIONES ACCESORIAS 137
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138 HISTOIUA DE LA CULTURA MATBIUAt.
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XI. CONSTRUCCIONES ACCESORIAS 139
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140 HlSTORIA DE LA CULTURA MATEJliAL
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XI. CONSTRUCCIONES ACCESORIAS 141
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Fig. 13a. TorreciUa indígena usada para vigilancia (Oviedo y Valdés,
lám. Vl, fig. 3). b) y e) MangruUos de la pampa argentina, con
diseño similar y Jos mismos usos de la construcci6n prehispáoica. (De
Saubidet, Tito, 1952, palabra mangruJlo).
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xt. CONSTRUCCIONES ACCESORIAS 143
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CAPfTULO XII
MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN
A) MADERAS DE CONSTRUCCIÓN
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XII. MATER IALES DE CONST JilUCCIÓN 145
Tierra Firme.
2. Un relato de 1639 sobre entrada desde Santa Fe a las
provincias de Guayana, indica que los aruacos y caribes de
la región comrrciaban con los holandeses principalmente ma-
deras, como pnlo gateado (Astror~ium gravcolens), amarillo
(Heisteria nitida Engl.) y morado (véase adelante) "y ta-
blones de maderas diferentes" (ARELLANO MoRENo, 1964, 350).
En el viaje del canónigo Cortés de Madariaga por el
Meta en 1811, reporta cedros, guayacanes, quinos, alisos y
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146 HfSTOJUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XII. MATERIALES Df. CONSTRUCCIÓN 147
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148 HISTOll.IA DE LA CULTURA MAT.ERIAL
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XU. 1'-!ATERIAI..ES DE CONSTRUCCIÓN 149
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150 H ISTORIA DE LA CULTURA l\11\TERli\L
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XII. MAT.ERIALES DE CONSTRUCCJ6N 151
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152 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCCI6N 153
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154 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XU. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 155
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156 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Cordillera oriental.
J 9 . En la sabana de Bogotá, las casas era n de palos
livianos, por la lejanía a que se encontraban las maderas
duras (J. DE LA EsPADA, CAsT., 1889, 98). Se echaba mano
del aliso, aunque había nogales y cedros (RGNG, 106). Un
documento del siglo xvm entra en detalles: "Para encañar
las casas en tierra fría lo hacen con unas varitas muy largas,
iguales y nudosas, que llaman chusque [ Chusquea spp.].
Otro blando pero del mismo modo sirve para lo mismo, y lo
Jlaman carrizo en la:s tierras templadas [Arundo donax].
Hay para este efecto unas varitas muy largas, iguales y
fuertes, que llaman caña brava [ Gynerhttn ], que se cría en
las m ás partes de las tierras templadas. Hay para este efecto
dichas varitas. Otra cañuela hay que se cría con abundancia,
que llaman clavellina, y es más a propósito para encañar las
casas, lo que toca al enmaderado y entejado, por ser muy
ligeras y de poquísimo peso. También suelen enmaderar en
estas tierras y en otras las casas en Jo alto y en lo bajo con
palmitos rajados, que son unas varitas huecas; pero es pesado
para lo alto, y para lo bajo corta el bejuco y no recibe bien
d barro; pero resiste después a una segur o hacha, que con
dificultad se corta. Donde no hay estos materiales encañan
y enrasan las casas con varitas, que de cualesquiera abundan
los campos" (OVIEDO, 1930, 40). Antes h a mencionado el
bohordo del Agave (ibid., 39).
Tunja.
Para esta ciudad desprovista de madera y leña, se traían
piezas de construcción de los montes de Arcabuco. El tema
se trata en el acápite sobre el trabajo indígena en la construc-
ción de viviendas.
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 157
Pamplona.
En 1553 el cabildo de Pamplona hizo derrama para
ayudar a la construcci6n de la iglesia entre los vecinos que
no habían aportado lata, carrizo o bejuco (OTERO D'CosTA,
1950, 54).
Area amazónica.
20. Durante el viaje de Pedro de T eixeira río abajo en
1639-1640, se registraron cedros, ceibos, palo de hierro ( ?),
palo colorado ( ?) y otros (AcuÑA, 1942, 100, 101; 144; TEI-
XE!RA, 1889, 88, 117-118).
El área amazónica es rica en maderas de construcci6n.
F uera de las palmas usadas para pilotes, paredes y pisos
(11-iartea, Wettinia maynensis etc.), existen dicotiled6neas
excelentes para diversas pnrtes de la vivienda.
Fl templo de la misi6n jesuítica de Maynas en el siglo
xvtu tenía mblas de manapaúba ( URlARTE, 1952, I, 132); las
de forro Jel presbiterio eran Je lo mismo (ibid., 286). La
cnsn del misionero era de equaratinas, palo liviano y fuerte
(ibid., 173, 174). Las ventanas estaban cerradas con madera
de vito (Genipa), que "es como boj" (ibid., 197). Los estantes
eran de erreyúa (ibid., 196) .
3 cedros, 7 chachajos y 5 guayacanes se h allaron al hacer
un desmonte de una legua de largo y poco menos de ancho,
p;tra establecer un pueblo de ne6fitos del Pu tumayo en el
siglo xvm (SERRA, 1956, IT, 222).
Los misioneros de la vertien te oriental perú-ecuatoriana
usaban hs palmas tarapoto (Socratea) y barrigona (lriartea)
para sus convenros y demás construcciones (MARONI, 1889,
ll4-115), y en Archidona en el siglo pasado, la huama o
guadua (J. DE LA EsPADA: BARREIRo, 1928, 191).
En el Amnzoncs peruano entre varias maderas de cons-
trucci6n se destaca el nuriwa o aguan o ( Swietenia) (EsPINO-
SA, 1935, 122), llamado m6 o moho en el oriente ele Bolivia.
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158 HISTO.IUA DE LA CULTURA MATERIAL
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Xll. MATERIALES D.E CONSTRUCCIÓN 159
B) BEJUCOS DE AMARRAR
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160 IIISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XU. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 161
1) Hojas.
Siguiendo similar secuencia geográfica usada para las
maderas de construcción, se estudiará lo relativo a los mate-
riales de cobertura. Cabe observar que en las fuentes pocas
veces se identifican las especies; se habla solamente de "paja",
que puede proceder Jc plantas distintas, principalmente gra-
míneas, pero también palmas, cyclantáceas, marantáceas, aga-
váceas, etc.
l. El historiador Oviedo, quien trasegó bastante el área
circuncaribe, se refiere a la paja que se usaba en las construc-
ciones, comparándola con la de Flandes, aunque la de Amé-
rica era mejor. "Y puédese tener por cierto que los dos o
tres años primeros la cubierta de paja, si es buena y bien
puesta, que son Je menos goteras que las casas de teja en
España ; pero pasado el tiempo que digo, ya la paja va pu-
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162 H ISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCC16N 163
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164 HISTORIA DE LA CULTURA MATERLAL
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 165
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166 HISTORIA DF.. LA CULTURA MATERIAL
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XU. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 167
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168 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
2) Tallos.
En algunas regiones, en vez de paja de cualquier proce-
dencia, entendiendo por "paja" un material obtenido de
hojas, se usaron lallos como material de cobertura.
Estos tallos pudieron ser colmos o escapos livianos de
monocotiledóneas y caulcs de dicoti lcdóneas como algunas
Cactáceas (yotojoro), y aun varias maderas duras.
L os tallos más importantes y serviciales fu eron los de
la guadua Guadua spp., que hendida en dos, forma una teja
muy efectiva en regiones donde abunda esa gramínea. En el
Valle del Cauca se reporta corno algo raro la existencia de una
casa con techo de guadua en Cali (HoLTON, 1857, 524), pero no
le eran tanto en 1918 (GUTIÉRREZ, 1921, 11, 89). En la zona
de colonización antioqueña esto h a sido muy común.
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN 169
3) Tejamaniles.
Parece dudoso el origen indígena Je estas tejas de madera.
Los tejamaniles en climas medios y fríos, en zonas de colo-
nizaci6n, se han hecho de preferencia de la madera del ro-
ble Quercus humboldtii Bonpl. En el entonces naciente ca-
serío de Filandia, valle del Quindío, hacia 1884 se hacían de
cedro negro o nogal Lfuglarzs ], da vados con clavos de hierro;
un obrero hábil rajaba hasta 3.000 diarios (K.AsTos, 1972, 403).
En Ja Guayana Inglesa, para fines del primer cuarto del
siglo XIX, las casas de caldera en los ingenios, que antes se
cubrían con hojas de pal.ma truli (Ma?Jicaria), se empezaban
a techar con tejamaniles Je las maderas Je Epenta fa/cata
Aubl. y Paviroa grandiflora Aubl. (ScHOMBURCK, 1922, 1, 192).
Las tejuelas o tejamaniles se usaron en Jamaica desde
mediados de) siglo XVrl (STEHELÉ: VERDOORN, 1945, 98-99).
1. Pajas de barro.
El barro para repellar las paredes se mezcl6 en el área
de este estudio con algunas fibras vegetales para darle consis-
tencia y evitar agrietamiento. Estas llamadas, "pajas de barro"
se han itlcnüficado como las gramíneas Andropogon leu-
c!Jostachys HBK y Erichrysis cayenemis Beauv., en los edifi-
cios ¿coloniales? de: Popa yán (CABRERA, 1983, 13).
Un ichu o paja especial (tisña) se usaba para hacer adobe
en el Perú (Coso, 1890, I, 437).
La paja de barro "barbacoa" en Venezuela es Axonopus
compressus (Sw.) Beauv.
Fibras de cactus se usaron en Méjico para darle mayor
consistencia al barro (MARQUINA, 1951, 251), así como el
ocochal, materia vegetal fibrosa que pende de los pinos (Mo-
YA RuBIO, op. cit., 37; RoBELo, s. f., 205).
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170 JilSTORlA DE LA CULTURA M.ATiilltAL
2. Mucílagos.
En el área de este estudio se ha utilizado como fijador
de la cal de blanquear, el mucílago de Cactáceas, preferible~
mente la tuna (Opuntia spp.) y otros. Este zumo del cardón
aguacollaquizca (Trichocereus spp.) se usaba en el Perú an~
tiguo para fijar el enjalbego (BETANZos, 1968, 47; Cono, 1890,
1, 447).
En Cartago se blanqueaban las casas a fines de la guerra
de independencia con una tierra blanca que se traía de los
lados de Ansermanuevo, adicionada con mucílago de Cactus
(BousSINGAULT, 1903, IV, 167). El uso ha sido común en
todo el Valle del Cauca.
En el área amazónica la tabatinga o arcilla blanca em-
pleada para enjalbegar, se mezclaba con la leche del árbol
caspi o sorva ( Couma), que actuaba como adherente.
Piedra.
Los pueblos americanos ecuatoriales supieron usar la pie-
dra. Desde las bases rocosas para asentamientos de viviendas,
parte sobre la superficie, parte subterránea, de los timotes en
la Sierra de Mérida; las lajas usadas en la Sierra Nevada de
Santa Marta para cimientos, caminos y terrazas de cultivo;
pasando por el uso de cantos rodados para asentar los po~
tes de madera, hasta las imponentes construcciones megalíticas
de San Agustín, Chavín y otras partes, hay toda la gama,
que culmina ya al sur en las piedras pulidas de la fortaleza
de Sacsahuamán en el Cuzco.
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XII. MATERIALES DE CONSTRUCCI6N 171
Tierra.
La tierra se usó para d relleno de pisos, o para el "em-
butido", como pan:ce haber sido el caso de los pijaos, contra
todo lo que pudiera suponerse de la capacidad técnica de una
tribu sin mayor organización jerárquica. En algunas partes
d barro se usó para los fogones (véase libro II, Menaje).
El dominio sobre este material se patentiza mejor en la
cerámica, de la cual hubo ejemplos de toda b escala de la
evolución tecnológica, desde las vasijas más toscas, hasta
la cerámica vidriada, "como la de Talavera", de algunas tri-
bus ( Chira en Nicoya, bajo Orinoco, medio Amazonas). Si
el indígena ecuatorial pudo cocer piezas de tanto refina-
miento técnico y valor artístico como las que se han descubierto
por decenas, en cerámica, sólo cabe atribuír a motivos cul-
turales y no tecnológicos, el haberse dejado de aplicar el
fuego al adobe para convertirlo en ladrillo, disponiendo como
disponía de leña abundante. La mente humana es inescrutable.
Adobes propiamente dichos, o sea bloques crudos secados
al sol (REJÓN DE SrLVA, 1788, 9; GARCÍA SALINERO, 1968, 27-28),
cilíndricos o en forma de panecillos, que siguieron a los de
forma cuadrangular colocados de canto, se han hallado en el
valle de Chicama, costa norte del Perú (KuBLER, 1962, 236,
239, lám. 122; NoRDENSKJOLo, 1931, 9: 57).
Los adobes de Chanchán eran rectangulares de 29 x 17 x
11 cm. (RooRÍCUEZ SuY SuY: HAROOY y ScHAEDEL, 1969, 136).
La fortaleza de Paramonga estaba construída de adobes
(ÜASPARDil and MARGOLIES, 1980, 289).
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172 H1STORJA D'E LA CULTURA MATERIAL
Cal.
La cal se usó como elemento del mortero sólo en Méjico.
Casas de cal y canto halló Juan de Grijalba en la isla de Co-
zumel, "bien labradas" y una torre de piedra con una torre-
cilla encima (Ovmoo Y VALD:És, 1959, II, 121-122). Una arga-
masa de cal juntaba casi herméticamente las piedras del pa-
tio donde se levantaba el templo de Huíchilobos en Temístitán
(ibid., IV, 221). "Y que en cada pueblo labraban un templo
por el gran aparejo que hay de piedra y cal y cierta tierra
blanca excelente para edificios'' (LANDA, op. cit., 69-70).
Las mezquitas o templos en Gualdape, costa este de
Florida, que vio el Lic. Lucas Vázquez de Ayllón, en 1523,
estaban constmídas hasta estado y medio de alto con cal y
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XIJ. MAT'ERlALES DE CONSTRUCCIÓN 173
Otros.
En el área ecuatorial, en algunas partes la cal u otra sus-
tancia de color blanco, se utilizaron para el enjalbegue de las
viviendas. Donde menos se podría esperar encontrar este uso,
lo h abía, como en el Amazonas la tabatinga, y entre los pijaos.
La mezcla con una greda colomcla llamada llauca, muy
pegajosa, se usaba en el Perú (Coso, 1895, IV, 210).
Un material madrepórico llamado cirial se obtenía en
la costa de la isla Margarita y fue recomendado en reemplazo
de cal por el ingeniero Betín para la construcción del fuer-
te de San Carlos de Pampatar en 1662 (OssoT, 1969, 114) .
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CAPíTULO XIII
CENTROS CEREMONIALES.
ADORATORIOS Y TEMPLOS
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XIII. CENTROS CEREMON IALES 175
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176 IIISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIII. CENTROS CEREMONIALES 177
12
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178 1-IISTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
Mérida.
"Algunos bohíos se hallaban en que idolatraban y ofre-
cían de todo lo que tenían" (AGUADO, 1956, ll, 201) .
Los timotes erigían un caney en el centro de la pobla-
ción para el culto de sus ídolos; estos eran de arcilla cocida,
de algodón y de otros materiales (JAHN, 1927, 3ll ).
Arca cundiboyacense.
Conocido es el episodio del incendio del templo muisca
de Sogamoso, por los soldados españoles Miguel Sánchez y
Juan Rodríguez Parra. De noche, después de saquear varias
casas comunes, penetraron "al más principal adoratorio"; de-
pusieron en el piso la lumbre de pajas que llevaban;
y el pavimento del adoratorio
cubierto de espanillo blando, seco
(según allí se tiene de costumbre,
y en las demás provincias de este reino
que participan de terrenos fríos),
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XIII. C.ENTROS C.ER.EMONIALE.S 179
Popayán.
Al entrar la vanguardia española de Añasco y Ampudia
en 1536 al repecho de Timbío, después de dejar al sur el va-
lle del Patía, hallaron un pueblo grande, con casas de paja,
y entre ellas una casa que tenía
cuatrocientos estantes por hilera,
tan grueso cada cual, que no podía,
por una y otra parte rodeado,
ser de dos españoles abrazado.
Catorce los horcones, y cualquiera
el mayor que producen las florestas;
admiraci6n causaba la cumbrera
por verse pocas plantas como estas;
c~sa decían ser de borrachera ...
(CAST.ELLANOS, 1955, III, 353).
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180 HISTOR IA DE LA CULTURA liiATERlAL
U anos.
Entre los guayupes de la hoya del río Ariari, durante las
expediciones de Jorge Spira, cerca de donde posteriormente
Juan de Avellaneda fundó la población de San Juan de los
Llanos, se h alló un bolúo de grandes proporciones : "tenía de
largo 200 pasos y cada frente dos puertas grandes, y según
después se supo, era este bohío templo de aquellos bárbaros,
donde hacían sus sacrificios al sol, a quien tenían por dios,
y en él tenían muchas doncellas recogidas, que eran ofrecidas
en sacrificio de sus padres, con las cuales estaba un indio viejo,
que era como el sacerdote para aquellos ofrecimientos ( ... )
T enían en este bohío cantidad de todo género de m::mtenimien~
tos para el sustento de aquellas encerradas doncellas" (AcuAoo,
1918, 1, 181 ; -, 1957, 111, 130~13 1 ).
Amazonas.
En el Amazonas hallaron los expedicionarios de Francisco
de Orellan:l en el territorio ele los Omaguas, en un galpón o
casa principal "dos ídolos grandes, de estatura de gigantes,
tejidos de palma, e tenían orejones como los ingas del Cuzco",
o sea guardianes (OviEoo Y VALDÉs, 1959, V, 386). Más abajo
de Rionegro en un pueblo con plaza, "un adoratorio del sol,
figurado de relieve, un tablón grande de diez pies de redondo
e de una pieza todo ( ... ) el edificio era mucho de ver e indi~
cío de las grandes ciudades que hay en la tierra adentro" (OviE~
oo Y VALoÉs, 1959, V, 387~388). También Lope de Aguirre, en
Aruaq uinas, halló "casas de adoratorio para sus ritos y sacri~
ficios" (VÁZQUEZ, 1945, 85; CABELLO VALBOA, 1951, 237~238).
Andes equinocciales.
En Caranqui h abía un templo al sol construído de piedra
(Cn:ZA, 1947, 389). La indagación arq ueológica puede decir si
era anterior a la conquista incaica, como los demás que se ci~
tarán. Estaba chapeado de oro y plata por dentro y por fuera;
"pero a honor de San Bartolomé fue desollada presto" por la
gente de Belalcázar (Ovn:oo Y V ALoÉs, 1959, V, 113).
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XIII. CENTROS CEREMONIALES 181
Costa ecuatorial.
Los aborígenes de la isla La Plata frente a la Hnea ecua-
torial, tuvieron un templo famoso (CrEZA, 1947, 408; CoREAL,
1722, 1, 259; ScHÁvELZON, 1981, 39-40).
En la isla de La Puná los templos estaban en partes ocul-
tas y oscuras, a donde con pinturas horribles tenían las paredes
cscul pidas ( CtEZA, 1947, 408; ScHÁVELZON, 1981, 78; LEÓN BoR-
JA, )964, 412) .
Del llamado período de integración regional (500- 1500
J. C.) en el área de Manta se conocen templos oscuros con
paredes pintadas y esculturas interiores; carecían de ventanas;
las paredes estaban pinmdas o revocadas o tenían decoración
de estuco (ScHÁvELZON, op. c1t., 57).
Jij6n halló pirámides de picJra en Manabi (LEÓN BoRJ A,
1964, 387). La relación de Guayaquil de la primera década del
siglo xvn dice: "Llaman guacas a los lugares de adoración a
donde los indios traían idolíllos ... " (T. DE MENOOZA, 1868,
IX, 296).
Perú.
En el idioma runa-simi o quechua, guaca era templo de
ídolos y el mismo ídolo (DoMINGO DE SANTO ToMÁs, 1951,
:xxv1). En esta área es donde mejor documentado está el asun-
to; el tema puede verse (y a ella se remite al lector) en la obra
de Arriaga.
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182 HJSTOIUA DE t.A CULTURA MATEJUAL
11
Casas del demonid'
Bajo este nombre designaban los españoles aquellos sitios o
estructuras a que los indígenas atribuían carácter sacro, reve-
rencial o ceremonial, aunque no alcanzaran una configuraci6n
arquitect6nica monumental. En las preguntas de los cuestiona-
rios para las relaciones geográficas y en muchas instrucciones
enviadas por la corte española en demanda de informaciones
sobre las costumbres de los pueblos americanos, se pide averi-
guar qué clase de creencias o ceremonias religiosas o asimiladas
a ellas, practicaban los indígenas y los sitios especiales que usa-
ban para ello (RGNG, 144).
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CAPITULO XIV
A) ESTACADAS.
PLANTAS VIVAS
Gramín~as.
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184 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Palmáceas.
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XIV. ESTRUCTURA PARA LA D.EF'ENSA 185
Zigofilciceas:
Había un fuerte o palenque de guayacán Guaiacum en
el puerto de Caguaya, sur de la isla de Jamaica (MoRALES PA-
DRÓN, 1952, 225).
Bombacáceas.
Un conocedor del territorio oriental de Venczuda dice a
propósito de los caseríos del río U na re: "Estaban algunos
pueblos cercados de tapias o de tierra y rama, y por el río
que dije de Unari las cercas eran de árboles tan espinosos, de
unas espin::~s tan grandes y tan bravas, que antes acometería
el hombre a saltar por los muros de Salsas • que a entrar por
ellas al pueblo ... " (CAsAs, 1909, 142; - , 1958, IV, 184).
Más detallada es la descripción del cercado del cacique
Guaram<.:ntal, que fue conocido por los españoles durante la
expedición tierra adentro de Agustín Delgado, teniente de
Jerónimo de Ortal: "Este cercado, donde este cacique tenía esta
ramada l de inmensas proporciones], era de gran compás, y
cuadrado, hecho a man era de fuerza o fortaleza, y ciertamente
entre ellos era tenido por cosa muy fuerte, porque todo él era
hecho de palos o árboles muy entretejidos y guarnecidos de
crecidas espinas o puntas muy delgadas, de que naturaleza los
armó, con que tenían tan fortificado aquel sitio que no era
parte ninguno( a) arrimarse a él sin ser lastimado de las puyas
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186 HJSTORIA DB LA CULTURA MATERIAL
Cactáceas:
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XIV. ESTRUCTURA PAllA I.A DEFENSA 187
Esp~ci~s no identificadas:
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188 HISTORIA DE LA CULTURA MATEJUAL
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XIV. ESTRUCTURA PARA LA DEFENSA 189
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190 HISroRJA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIV. ESTRUCTURA PARA LA DEFENSA 191
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192 HISTORIA DE LA CtJLTURA MATERIAL
Peiíoles reforzados.
Lugares naturalmente fortificados, por lo general refugios
en alturas de cerros, eran acondicionados y reforzados para
resguardo de combatientes y aun de chusma.
El de Guachetá que tomaron los españoles antes de la fun-
dación de Bogotá, cuando iban por el valle de San Gregorio
(SIMÓN, 1981-1982, III, 167), era notable por su inaccesibilidad.
En Caparrapí hubo un peño! fortificado que costó trabajo
a los españoles conquistar; se subía a la cima por escaleras de
bejucos (AGUADO, 1956, 11, 421-422).
En peñoles se produjo la mayor resistencia de los muiscas,
ya asentado el dominio español. Ejemplos los de Suta y Tausa
y Cucunubá( SIMÓN, 1981-1982, IV, 117-119); el de Simijaca
(ibid., 121-124); los de Ocavita y Lupachoque a 15 leguas al
norte de Tunja (ibid., 125-131).
El Valle de las Fortalecillas hallaron en la expedición al
Valle de las Tristezas o Neiva los hombres de Quesada (SI-
MÓN, 1981-82, III, 334). Todavía lleva aquel nombre una lo-
c::tlidad cercana a la capital del Huila.
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XI\". ESTRUCTURA PARA LA DEFENSA 193
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CAPITULO XV
PATRONES DE ASENTAMIENTO.
INICIACIÓN DEL URBANISMO
!-PATRONES DE ASENTAMIENTO:
A) CASAS DISPERSAS.
Guaimícs.
No vivían en pueblos sino en casas dispersas, "una de otra
media legua o un cuarto, sin otra comunicación más de la
que tenían a la junta de sus juegos" (SERRANO Y SANZ, 1908,
95). Esto era general para todo el istmo panameño, con excep-
ción de las casas sobre pilotes o en árboles de la región atra-
teña (ÜVIEoo Y VALoÉs, 1959, III, 317-318).
Votos.
Tenían pocas casas y dispersas en la región (FERNÁNDEZ,
1883, liT, 43).
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X\'. PATRONES DE ASENTAMU!NTO 195
ToM.
Vivían en casas de paja, apartadas unas de otras, entre el
monte (RGNG, 98) .
Tenerife.
"Los demás asientos de los pueblos indios están en laderas,
valles altos y bajos junto a las aguas, por ser, como es dicho
los naturales no tener pueblos formados" (RGNG, 1983, 147).
Valledupar.
No vivían en población fundada sino en unos bohíos mi-
serables (RGNG, 195).
Ocat1a.
Sus ramadas las mudaban a cada cosecha, pues las hacían
siempre donde tenían sus cultivos: "viven en las montañas o
arrimados a ellas" (RGNG, 218).
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196 HlSTOJUA DE LA CULTURA MATERIAL
Tocaima.
Mariquita.
Sabana de Bogotá.
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XV. PATRONES DE ASENTAMIENTO 197
Pamplona.
"Sus poblazones son muy apartadas unas de otras ... "
(RGNG, 84).
Páeces.
Se establecían en picachos inaccesibles para defenderse de
sus enemigos; pero abandonaban sus ranchos con motivo
de nacimientos o muertes de parientes (MERCADO, 1957, IV, 42-
43; JoUANEN, 1941, 1, 314).
Pijaos.
Moraban en habitaciones solitarias y apartadas unas de
otras (LuCENA SALMORAL, 1965, 1, 109).
Pasto.
Los bohíos de los indígenas estaban muy apartados unos
de otros (RGNG, 29). Excavaciones arqueol6gicas han reve-
lado sin embargo algunas concentraciones de hasta 80 vivien-
das, sin orden aparente, pero en filos de cuchillas (U.RIBE, M.
V., op. cit., 165 y fig. 57 (plano).
Popayán.
El patr6n de asemamiento predominante era casas disper-
sas (RGNG, 32).
Cali.
"Viven cada casa por sí, desviados unos de otros a trechos
de un tiro de arcabuz y a un cuarto de legua y a media legua
y a más y a menos, que casi no se hallarán pobladas dos casas
juntas, ni aun se tratan ni conversan casi unos con otros"
(FJUEDE, 1975, V, 109).
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198 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Armas.
Tenían sus casas en las explanadas o mesetas de las cús-
pides de sierras muy ásperas y fragosas (Cu:ZA, 1947, II, 371).
Quimbayas.
En 1585 el gobernador de Popayán Juan de Tuesta Sala-
zar hizo una visita a Cartago, todavía en su primitivo asiento.
A pesar de estar Jos indios conquistados hacía 45 años, vivían
"dispersos y apartados y fuera de congregaci6n y de todo uso
de raz6n y ayuntamiento y policía", según consigna en acta de
16 de octubre de aquel año (FJUEDE, 1963, Q., 138-139). Como
consecuencia, dispuso el gobernador que los indígenas se
asentasen en poblados, de acuerdo con la índole y la lengua
(ibid., 139-141). De esto no hubo rest!lftado alguno concre-
to (ibid., 149).
A maz6nicos.
Unos grupos étnicos vivían aislados en sementeras, los de
la tierra adentro; otros en concentraciones, como ocurría con
los cunibos, omaguas y yurimaguas (MARoNI, 1889, 129). Los
jíbaros se localizaban en sierras, pero en las bocas de las quebra-
das mantenían estancias de recreaci6n y sementeras (ibt'd., 635).
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FiG.57
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Fig. 14. Plano del asentamiento tuza de El Arrayán, I piales, Colombia
(Urilx:, M. V., 1983, págs. 166-167, fig. 57). (Véase Bibliografía). Se
pueden distinguir por lo menos tres t:lmaños de viviendas, la mayoría
de ellas asentidas sobre más de una COt:l del terreno, quizá por
motivos sanitarios.
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XV. PATRONES DE ASENTAMIENTO 199
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200 HJSTOIUA D'E LA CULTURA MATERIAL
Mérida.
Cuando los españoles entraron a la cuenca del río Cha-
ma, en el pueblo de Lagunillas, llamado Zamu en lengua
local, se alojaron a toda satisfacción, agradados de ver "la
mucha poblaz6n que allí había toda junta, por sus barrios,
muy acompañada de grandes y fructíferos árboles .. .'' (AcuA-
oo, 1956, 11, 151).
G ran número de casas había en los pueblos del área de
Carache; tenían construcciones de piedra (WACNER, 1967, 84).
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XV, PATRONES DE ASENTAMU!NTO 201
U anos.
Durante la expedición de Jorge Spira a los llanos, ha-
llándose en la provincia de los choques que moraban recos-
tados a ]a cordillera, aquel caudillo envió al veterano Esteban
Martín a explorar. Este después de escudriñar por una parte
y otra halló "un pueblo o lugar de hasta treinta casas que
en lo alto de un cerro estaba fundado de tal suerte que con
las propias casas hacían o cercaban una plaza de mediano
grandor, de condición que si no era por las propias moradas
de los indios no se podía entrar en la plaza, y éstas eran
llanas a manera de ramada, excepto que a un canto de ca-
da bohío estaba hecho un retrete o partadijo para dormitorio
de los moradores, y el restante estaba lleno de grandes atam-
bores y otros instrumentos de que aquellos indios usaban"
(AGUADO, 1957, III, 138-139).
Costa ecuatoriana.
En la primera exploración por el Pacífico al sur de la
isla del Gallo, el piloto Bartolomé Ruiz de Andrade llegó
a la bahía de San Mateo, "y vido en el río un pueblo grande
lleno de gente " (CtEZA, 1960, II, 165; -, CANTÓ, 1979, 150).
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202 HJSTORJA DE LA CULTURA MA'íERlAL
Túmbcz.
Tenía dos fortalezas y era gran pueblo; pero al llegar
Pizarra estaba quemado y con edificios derribados; mostraba
que "debía haber sido pueblo de mucha importancia e bue-
na cosa" (Ovmoo Y VALDÉs, 1959, V, 34, 35). Un conquista-
dor le calculó más de 1.000 casas (Rmz DE ARcE, 1933, 36).
Allí empezaba el camino incaico de la costa, el mismo que tomó
Pizarra para la invasión (voN HACEN, 1976, 187-189).
Sierra cct~atoriana.
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XV. PATRONES D.E ASENTAMIENTO 203
Pertt
Después de la dominación incaica, que suplantó las an-
tiguas costumbres, adoptando algunas de los pueblos venci-
dos, los soberanos cuzqueños acostumbraban -cuando había
por necesidades de gobierno, que planear la fundación de
pueblos- hacer primero una figura de barro (maqueta)
(BETANZOS, 1968, ( 1551), 30, 47, 48).
Orinoco.
Entre 900-1400 d.C. las viviendas parecen haber estado
dispuestas en forma circular o semicircular alrededor de una
plaza central. Se conoce un ejemplo estudiado arqueológica-
mente, conjunto de unas 3-4 hectáreas de cabida, lo que re-
presenta una población de 500-600 individuos (SANOJ A y
VARGAS, 1974, 104). Esto ocurría en las riberas del Orinoco,
donde después los españoles de Sedeño y Ordaz hallaron
concentraciones de viviendas. No se especifican el carácter y
la disposición de estas en los documentos de la época de la
conquista.
Hoya amaz61lica.
El carácter de verdadera escapada que tuvo el primer
viaje Amazonas abajo de Francisco de Orellana, no permitió
una observación detenida del aspecto poblacional. Sin em-
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204 H ISTORIA DE LA COl-TUllA MATERIAL
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XV. PATRONES DE ASENTAMIENTO 205
2 - APROXIMACIÓN AL U RBANISMO.
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206 HISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XV. PATRONES DE ASENTAMIENTO 207
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TERCERA PARTE
LA VIVIENDA
A PARTIR DE LA CONQUISTA
1•
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CAPÍTULO XVI
ANTECEDENTES DE LA ARQUITECTURA
Y CARACTERíSTICAS DE LA VIVIENDA ESPA~OLA
EN LA ÉPOCA DEL DESCUBRIMIENTO
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212 HJSTOJUA DE. LA CULTURA MATE.Rl/IL
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XVI. ANTECEDENTES DE. LA ARQUITECTURA 213
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214 HlSTORJA DE LA CULTUM MATERJAL
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XVI. ANTECEDENTES DE LA ARQUITECTURA 215
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216 HJSTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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CAPfTULO XVII
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218 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVrt. MANO DE OBRA ESPECIALIZADA 219
•
Maestros canteros partieron en 1510 de Sanl6car de Ba-
rrameda para Santo Domingo (BuscHIA.Zzo, 1944, 14; -,
1961, 18).
Pedrarias en 1513 trajo a Santa María del Darién algu-
nos operarios. Dos años después había en esa ciudad 16 car-
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220 l{lSTORJA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVU. MANO DE OBRA ESPECIALIZADA 221
... nuevamente
hecha (sin estrena!la quien la hizo),
con curiosidad, aunque de paja
cubierta, por faltar en aquel tiempo
peritos oficiales y maestros
en uso de mejor arquitectura
(CASTELLANOS, 1955, IV, 497).
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222 HISTOIUA D.E LA CULTURA MATEJUAL
Carpi1zteros, ebanistas.
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XVII. MANO DE OBRA ESPECIALIZADA 223
•
En enero 2 de 1493 dejó Cristóbal Colón en la isla de
Santo Domingo, al regresar a España de su primer viaje,
carpinteros de naos y un tonelero (NAvARRETE, 1954, 1, 145).
También trajo de unos y otros en la expedición a Jamaica en
1504: el tonelero Martín de Arriera y el carpintero Diego
Francés (ibid., 230).
Ya se vio que en Santa María del Darién había en 1515,
16 carpinteros y 3 aserradores. Un integrante de la expedi-
ción sólo dice que "artesanos de diversos oficios" (OVIEoo Y
V ALDÉS, 1959, III, 207).
En León de Nicaragua, en julio de 1535 vivían los car-
pinteros Alvaro de Zamora y Jeromín Zambrano, que fueron
llamados a declarar como testigos (VEGA BoLAÑos, 1955,
VII, 167). En 1542 se quejaron ante la Audiencia de Pana-
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224 HISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVII. MANO DE OBRA ESPECIALIZADA 225
Arquitectos e itlgenieros.
También vinieron en una época relativamente tardía ver-
daderos arquitectos e ingenieros.
Uno de los primeros especialistas en fortificaciones fue
Bautista Antonelli (ANGULO !ÑÍGUEZ, 1942).
Se han conservado los nombres de autores de planos y
uiseños de obras, unas construídas y otras no (CoRTÉs ALoN-
so, 1967, 47 y nota, 48 y notas). Para el siglo xvm hay una
lista bastante larga (CAPEL et al, 1983), en que se destacan
para el área en estudio Manuel Anguiamo (ihid., 37-38);
Antonio Arévalo y Porras (ihid., 42-47; 82); Esteban Ayme-
rich (ibid., 53); Carlos Briones Hoyo y Abarca (ihid., 82);
Carlos Francisco Cabrer y Rodríguez (ihid., 96-97); Juan
Amador Courten (ihid., 127-128); Agustín Cramer y Mañe-
ras (ihid., 130..132); Juan Cayetano Chacón (ihid., 136); Pa-
blo Díez Fajardo (ibid., 149); Domingo Esquiaquí (ihid.,
163); Antonio García (ihid., 194); Juan Gayangos Lascari
(ihid., 205-206); Manuel H ernández (ihid., 227-228); Juan
Jiméncz Donozo (ihid., 239-240) ; Miguel Marmión (ihid.,
306); Antonio Narváez (ihid., 347); Francisco de Navas
(ibid., 348); Juan Antonio Pcrelló (ihid., 370); Francisco
Requena (ibid., 392-393); Nicolás Rodríguez (ibid., 405);
Fermín Rueda (ibid., 410-411); Pedro Ruiz de Olano (ihid.,
413-414); Ignacio Sala (ihid., 418-422); Lorenzo de Salís
liS
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226 HISTORIA DE LA CULTUaA lliATERIAL
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CAPÍTULO XVIII
Piedra.
En la parte correspondiente a la vivienda indígena se
indicaron los lugares donde en la época prehispánica se hi-
cieron construcciones de piedra, sin estudiar en detalle -por-
que quedan fuera del área de este estudio- las imponentes
construcciones megalíticas del Cuzco y de otras partes de los
Andes, así como de Méjico y Meso-América.
Aun entre tribus que vivían en condiciones de selva tro-
pical - con excepción del Amazonas donde escasea la pie-
dra- varias usaron cantos rodados para cimientos o para
apoyar postes. Pero la piedra !ajada o talJada se usó poco o
nada, a causa de la inexistencia de herramientas eficaces pa-
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228 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVIII. NUEVAS TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN 229
Mármol.
No se extrajo mármol nativo durante la dominación es-
pañola en el área de este estudio. Aun en la actualidad la
producción es mediocre en Colombia (WoiUTTEL, 1960, 367-
368). Desde mediados del siglo XIX, sin embargo, se señala-
ron en Antioquia yacimientos de mármol, grises y verdosos
en Nare y blancos cerca a Espíritu Santo, al occidente (SAF-
FRAY, 1948, 141).
En la capilla del Sagrario de Bogotá se usaron mármoles
negros y blancos traídos de Génova (GRooT, 1889, 1, 452).
Mármol fino verde de Zaruma y Saraguro en Ecuador
Ggura entre los recursos minerales en el siglo xvm (Ü'rs,
1946, Bog. 52-79).
Para el convento de los jesuítas de Lima se llevaron blo-
ques de mármol desde 50 leguas a hombro de indio y Juego
por mar (CoBo, 1956, Il, 424).
Tapias.
Voz y técnica de origen peninsular hispánico (CoRoMr-
NAS, ru-z, 373, 374; GARcÍA Y BELLIDO, 1945, 12-13) y norte-
africano. Las construcciones de tapia debieron preceder a las
de adobe y de ladrillo, pues tierra hay en rodas partes y
la de tapia no necesitaba una preparación especial. El único
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230 HISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
Adobe.
Para los fines del presente estudio se reconoce como tal
un bloque de barro moldeado sin cocer, tenga o no mezcla-
das con la masa térrea fibras de pasto u otras para darle
consistencia (REJÓN DE SILVA, 1788, 9). La palabra proviene
clel árabe. Este mismo bloque cocido es el ladrillo, vocablo
que procede del latín.
Ya tempranamente en El Salvador, zona sísmica, se com-
probó que las construcciones hechas con adobes eran menos
afectadas por los temblores, por lo cual se prefería ese mate-
rial al ladrillo y a la piedra (BARÓN CAsTRo, 1942, 336).
El cabildo de Pamplona otorgó dos concesiones, una en
1566 y otra en 1567, de solares para adobes (OTERO D 'CoSTA,
1950, 160, 210).
En el inventario de las escrituras que reposaban en la
notaría de Santa Fe de Bogotá a cargo de Alonso Téllez,
hecho a 17 de agosto de 1547, para entregarle ese despacho
al nuevo notario Juan Bautista Sardela, figura un "pedimen-
to de Malaver sobre una estancia y sitio de adobes" (FRIEDE,
1967, IX, 87; 61-99). Este dato coincide con lo que dicen los
historiadores sobre las primeras casas de ladrillo y teja en la
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XVlll. NUEV;\S TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN 231
Ladrillo.
El JadriJlo cocido ya se halla en las construcciones del
Medio Oriente desde los 8.000 años a. C.: eran curvos de un
lado y rectos del otro (GARDINER, 1975, 6). He aquí cómo
debía ser eJ español, según un tratadista del siglo XVlll :
"Deben los que fabrican el ladrillo tosco que se gasta en las
obras, elegir siempre la mejor tierra que hobiere en los alre-
dedores donde se ha de fabricar, y que ésta sea algo legamosa,
sin caliches, estando picada y cortada de un año para otro
o por lo menos seis meses antes que se haya de gastar. Que
la gradilla para cortar el ladrillo haya de tener 17 dedos de
largo, 13 de nncho y 3 Y2 de.: grueso, y ha de estar guarnecida
de chapa de yerro, para que siempre esté de una medida"
(LoRENzo DE SAN NrcoLÁs, 1796, 445). Entre los romanos se
recomendaba que el ladrillo no se usara antes de los dos años
de fabricado, y se cita que en Úttca los magistrados tenían
el encargo de no aprobar la calidad de ese material antes de
los cinco años (VITRUVIUS, 1960, 42-44). Que tampoco se res-
petó mucho en América lo de las medidas, lo indican unas
disposiciones del cabildo de Cartagena en 1586, sobre unifi-
cación del tamaño de las gaberas para ladrillo y teja (Bo-
RREGO PLA, 1983, 502, 411, 480-481).
El dato mencionado antes sobre Bogotá permite hacer la
afirmación de que en la América equinoccial se empezó a
confeccionar y utiliznr ladrillo en el segundo cuarto del siglo
xv1; en algunas partes antes, como pudo ser el caso de Quito;
en otras después. Por ejemplo, en 1542 en acusaciones contra
Rodrigo de Contreras, el yerno de Pedrarias en Nicaragua,
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232 HlSTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVlli. NUEVAS TlíCNrCAS DE CONSTRUCCIÓN 233
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234 JUSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Teja.
El procedimiemo para hacer teja es más cuidadoso que
el necesario para hacer ladrillo.
El licenciado Miguel Díez Armendáriz escribía al rey
desde Cartagena el 24 de julio de 1545, dándole cuenta de
que para reparar la iglesia local que estaba cayéndose, había
dado a Ochoa de Barriga 200 castellanos para que trajera ele
Cuba, "los cientos y cincuenta de teja y los cincuenta de ma-
dera" (FRIEDE, 1962, VIII, 80). Al año siguiente se le aprobó
el proyecto y se autorizó el reembolso de lo gastado (ibid.,
95). El navío de Ochoa de Barriga naufragó al regreso en
la boca del Magdalena, perdiéndose el cargamento (ibid.,
304). Esto quiere decir que en esa época todavía no se hacía
teja en dicha ciudad de la costa caribe; pero ya se conseguía
en 1555 (BoRREGO PLA, 1983, 20; 411-412, 487, 489). Debió
resultar de tan buena calidad, que por ser mala la de Coro,
se propuso llevarla desde Cartagena y Santa Marta a Coro
para la catedral; y en octubre de 1606 llegaron en efecto de
la ciudad de Bastidas 7500 tejas (GASPARINI, 1961, 107).
Se atribuye a Pedro de Colmenares haber hecho la pri-
mera casa de teja en Bogotá (CASTELLANos, 1955, IV, 296).
El cabildo de esa ciudad le otorgó a Gregario López el 12
de septiembre de 1541 estancia para horno y tejar, y en 1543
montó tejar Antonio Martínez (MARTÍNEZ, 1973, 98).
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XVIII. NUEVAS TÉCN[C.\S DE. CONSTRUCCIÓN 235
Cal.
Aunque los indígenas ecuatoriales conocieron la cal, no
supieron hacer la mezcla de ella con arena para producir
mortero (CoBo, 1890, I, 259). La argamasa se hacía con ba-
rro. En Ccmpoala y otros lugares de Méjico sí había edifi~
cios de cal y canto (CAsAs, 1909, 129-130) (véase capítulo XII).
Asentada la dominación española, se procedió a la bús-
queda de yacimientos de ese material. Las relaciones geográ-
ficas que se citan adelante indican esto.
Al hablar de ladrillo se vio que hubo un horno de cal
en Curazao, tan temprano como 1524.
En Cartagena el cabildo legisló en 1552 para que no se
vendiera cal muerta sino viva (BoRREGO PLA, op. cit., 492).
No se debía matar con agua de mar (ibid., 411-412). De la
piedra calcárea usada en esa ciudad a fines de ese siglo y
principios del siguiente, se dijo: "Es tan áspera y hoyosa
(y por eso no es buena para columnas de pulimento) que
se aferra valentísimamente con la cal en el edificio, con
que encumbran algunos en excesiva altura" (SIMÓN, 1981-
1982, VI, 504). La cal de Cartagena debió adquirir fama en
el área circuncaribe, pues cuando en 1741 se retiró derrotado el
almirante Vernon, se llevó la que halló lista en la calera,
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236 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Yeso.
Se usó poco o nada en América (BENAVJDES, op. cit., 189;
J. DE LA EsPADA, 1897, III, 63; !UQUENA, op. cit., 72). Es
escaso en Colombia, y el que hay se emplea preferiblemente
para la fabricación de cemento (WoKITTEL, op. cit., 257-259).
2- NUEVOS MATERIALES.
Azulejo.
Este material al parecer de origen iraquí, pero conocido
en la península ibérica y en el norte de África desde tem-
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XVIII. NUEVAS TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN 237
1984, 52), tenía azulejos que con otros adornos fueron trans-
portados a Bogotá (¿en recua o en indio?) y se pusieron en
la iglesia de La Concepci6n (SEBASTIÁN, 1966, 19).
En Méjico no hay constancia de que se hubieran fabri-
cado azulejos antes de la segunda mitad del siglo xvt; la
gran mayoría de los conocidos como procedentes de la fábrica
de Puebla son del siglo xvm (TERREROS Y VTNENT, 1923,
161-164). A ese país venía mucha cerámica de la China por
conducto del gale6n de Filipinas (rbid., 168).
A mediados del siglo xvn se fabricaban ya en el Perú,
aunque no de tan finos colores como los introducidos (Co-
so, 1890, J, 243). Para las paredes de la iglesia de Nuestra
Señora del Rosario de Lima se trajeron de España a gran
coste (ibid., 1956, II, 419). Parece que los elementos básicos
Je la modesta producci6n azulejera del Perú y de Puebla
en Méjico, fueron proporcionados por los talleres de Sevilla
y Talavera (AINAut> DE LASARTE, 1952, 11); pero también de
Talavera se exportaban directamente a las Indias hacia 1560
( ibid., 251).
Vidrio.
Aunque la industria del vidrio ere:~ conocida por los ro-
manos que la introdujeron a España, todavía en el siglo xv
aun en comedores aristocráticos se usaban con frecuencia
copas y vasos de madera (CANDAMo, 1951, 127). Praga y
Nuremberg eran los centros más importantes de vidriería
en Europa central, y el vidrio de Bohemia se importaba a
Portugal y España desde el siglo xvr (ibid., 127). Esto no
quiere decir que en la península no se fabricara vidriería,
sobre todo en Murcia, Matar6, Almería, Sevilla, Ollería, To-
ledo, Cabreros, Cadalso de los Vidrios, Caspe y Barcelona
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238 HISTORIA DE LA CULTURA MATERJAL
Hi~rro.
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XVIII. NUEVAS TÉCNICAS DE CONSTRliCCI6N 239
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
240 HiSTORIA DE LA CULTURA MAnRlAL
Herramientas.
Las siguientes herramientas y útiles usados en la cons-
trucción se conocían en España de antiguo: cinceles (GARCÍA
SALINERO, op. cit., 80), machos (ibid., 151), martillos (ibid.,
155), clavos (ibid., 81), plomada (ibid., 183), escuadra (ibid.,
110), nivel (ibid., 164); llana (ibid., 149), palustre (ibid., 172),
llamado babilejo en varias partes de Colombia.
Debieron introducirse a América, aunque raras veces es-
to puede comprobarse en forma documental. Un espulgo de
testamentos o inventarios de bienes permitiría allegar datos
sobre la materia.
En 1823 "no se hacen en el país palas, azadones ni ce-
rraduras; se importan limas, sierras, martillos, etc.". "Ya di-
je que hav algunos edificios que denotan buen gusto y un
talento notable; esas obras merecen la atención por cuanto
no es fácil formarse idea del trabajo que costó su edificación.
En 1814, para edificar la catedral de Santafé, el arquitecto
tuvo que empezar por enseñar a algunos muchachos a labrar
la piedra; luego hubo que fabricar una serie de herramientas
y de artefactos que hasta entonces no se conocían. El empe-
drado de las calles exige mucho tiempo y trabajo, porque
los obreros no utilizan sino unas palancas, a lo sumo de un
pie de largo; emplean sacos en vez de carretillas, y por palas
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xvm. NUEVAS TÉCNICAS DE CONSTRUCCI6N 241
La rueda.
Como desarrollo tecnológico, indudablemente la rueda
en sus aplicaciones prácticas debió representar uno de los
aportes más significativos de los españoles, que a su vez lo re-
cibieron del Oriente, en especial para adminículos tales como
carretillas destinadas al acarreo de materiales en las construc-
ciones. Figura en los vocabularios del arte arquitectónico es-
pañol. Por ejemplo: "Carretilla s. d. A. (sustantivo femenino,
Arquitectura). Cax6n con dos manijas y una rueda delante,
con el que transportan la tierra los peones" (REJÓN DE SIL-
VA, 1788, 52-53). Se introdujo, es verdad. Qué tanta aplica-
ción tuvo en las condiciones americanas, es otra cosa. Toda-
vía a principios del siglo XIX, es decir ya para finalizar el
período colonial, se admiraba Humboldt de que el torno
del alfarero era escasamente usado en Cumaná, costa vene-
zolana, y totalmente desconocido en el interior. En 1854 en
Roldanillo, Valle del Cauca, era desconocido e] torno de car-
pintería; había uno hechizo que sólo alcanzaba a dar 4 vuel-
tas (HoLTON, 1857, 404) . Aun en la actualidad, en Ráquira,
tradicional centro de acLividad cerámica, en sólo dos talleres
de 91 hay tornos de alfarero movidos por fuerza humana
(MORA DE } ARAMlLLO, 1974, 26, 34-35).
El caso de Panamá puede generalizarse a toda América,
pues allá por la mayor parte del área rural no ha entrado
la rueda, ni siquiera bajo la forma de carretilla de mano o
carreta de bueyes (Rusto, 1950, 63).
Grrías y cabrestantes.
Grúa o torno, cabrilla, cabestrante (así), tr6cu1as para su-
bir pesos, "todos las conocen" (LoRENZO DE SAN NtcoLÁs,
1796, 171). En efecto, estos términos y los objetos que iden-
lS
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242 HlSTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XVIII. NUEVAS TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN 243
4 -MODIFICACIONES EN EL DISEZ'tO.
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244 HISTORIA DE LA COLTOM MATElUAL
La b6v~da.
El arco.
Es un cerramiento con varias decenas de modalidades
por lo menos en el lenguaje (GARCÍA SALINERO, op. cit., 41-
43). Presupone en su construcci6n el uso de mampuestos o
estructuras, las cimbras (ibid., 79), que permiten el fragua-
do de la mezcla.
En América se us6 solamente en obras ornamentales y
poco o nada en viviendas comunes.
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CAPíTULO XIX
TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA:
MAESTROS ESPAÑOLES Y OBREROS INDÍGENAS
1 - TRANSCULTURACIÓN.
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246 HJSTORJA DE LA CULTURA MATEJUAL
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XI:X. TRANSCOLTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 247
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248 HISTORIA DE LA CULTUllA MATERIAL
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XIX. TRANSCULTURAC16N ARQU1TECT6NICA 249
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250 HISTORIA D.E LA CULTURA MATERIAL
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XJX, TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 251
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252 HlSTORIA DE. LA CULTURA MATERIAL
B) Obras públicas.
En este trabajo sólo se considerará la construcción de
edificios para uso público; pero todo lo relacionado con vías
y comunicación (caminos, puentes, canales, transporte, nave-
gación etc.), se tratará en el volumen III de la serie, dedica-
do a esos temas.
Puede darse por sentado que todas las obras públicas y
particulares ejecutadas bajo el régimen español fueron he-
chas por indios (CwENAS AcosTA, 1947, 68).
En 1654 se dispuso por el gobernador de Caracas Martín
de Robles Villafañe: "12. Que en cada una de las dichas po-
blaciones se junten todos los indios de las encomiendas de
ellas y hagan en sus días unas Casas Reales que tengan una sala
que les sirva de hacer sus cabildos y juntas, capaz de 30 tercias
de largo y al respecto el ancho, con su corredor y junto a
ella un aposento que sirva de cárcel para los presos que hu-
biere de haber, capaz de otras veinte tercias de largo, lo cual
ha de ser de bahareque doblado y fuerte cubierta de paja
con sus puertas... (roto el original) ... con llaves y que en
la dicha cárcel haya un cepo y las pns1ones que les pareciere
necesarias, lo cual todo ha de estar a cargo del dicho alguacil
mayor ... " (AxciLA PARÍAs, 1957, 370; -, 1966, 345-346).
La única forma en que se aplicó la mita en las provin-
cias de Venezuela fue para obras públicas, pues en lo demás
existió el servicio personal. En casos de necesidad para cons-
trucción de casas o arreglo de caminos o cosas de este tenor,
el encomendero prestaba los indios, y el cabildo interesado
les daba la comida (AxcrLA PARÍAs, 1957, 176).
El licenciado Miguel Díez Armedáriz en carta al rey
escrita en Santa Fe el 19 de febrero de 1547, le informaba
que estaba construyendo una casa. "Entenderé cómo la dicha
casa se haga con la menos costa a mí posible y se gaste poco
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XIX. Tl\ANSCULT'UltACJ6N ARQUITECT6NICA 253
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254 HlSTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIX. TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 255
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256 HlSTOlUA DE LA CULTURA MATElUAL
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XIX. TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 257
17
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258 HlSTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIX. TRA.NSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA. 259
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260 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIX. TRANSCULTURAC16N ARQUITECT6NICA 261
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262 HJSTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
Indios carpinteros.
La escasez de operarios peninsulares por la discrimina~
ción social a que estaban sujetos los que practicaban oficios
manuales, trajo como consecuencia que los indígenas fueran
entrenados para reemplazarlos. Este adiestramiento casi siem~
pre fue individual, a cargo de los maestros de obra. Por lo
menos en un caso se habla de una verdadera escuela para
enseñar artesanías, la fundada en Quito en 1534 por los fran-
ciscanos Ricke y Gosseal, con el objeto de formar albañiles,
carpinteros, herreros, canteros, pintores y músicos (CASTEDO,
1970, 120).
En ocasiones también los mestizos en un período poste~
rior hacían las veces de instructores (DoMÍNCUEZ CoMPAÑY,
1978, 82).
Indios dedicados a este oficio figuran desde temprana
época. En la región de Santa Marta, durante el período de
Luis de Rojas, había entre ellos, "muchos, de sus usos, car-
pinteros" (CASTELLANos, 1955, II, 527).
"Por su parte, también los indios fueron grandes maes-
tros en este oficio [carpintería], dada la experiencia que te-
nían en la construcción de sus bohíos y chozas. Por ello,
desde los primeros tiempos de la conquista, se obligó al indí-
gena por medio de los servicios personales, a la construcción
de las casas de sus encomenderos. A finales del siglo [xv1),
parece que esta actividad había alcanzado gran auge en Mom-
pós, debido a que las frecuentes crecidas del Magdalena des-
trozaban las casas de los encomenderos, y eran los propios
indios los encargados de repararlas. Por ello, el visitador c:!e
Mompox, Martín Camacho, permitía en 1598 que los indios
'armasen, enjaulasen y cubriesen de paja' las casas de sus
encomenderos a cambio de un salario tasado por el justicia
del pueblo respectivo" (BoRREC.O PtA, 1983, 410-411) . Menos
mal. Habría que apurar si el pago se realizó de conformidad.
Indios carpinteros y tapieros había entre los quimbayas
(FRIEDE, 1%3, Q, 219). En Tunja en 1609 se censaron tres
indios carpinteros (RGNG, 360, 362).
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XLX. TRA.NSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 263
•
Pero la labor de pulir la madera estuvo precedida por
una de las cargas impuestas a los aborígenes, que fue proveer
la materia prima necesaria para las construcciones, incluyen-
do apeo, desbaste y transporte. La soberbia dominadora de
los españoles con los indígenas, hizo que inicialmente se me-
nospreciaran las capacidades de éstos, lo que dio origen a
fracasos. El historiador Oviedo confiesa que por el poco co-
nocimiento que había al principio entre los españoles sobre
las maderas, duraban poco las casas (OviEoo Y VALDÉs, 1959,
1, 296).
En carta de 3 de febrero de 1548 el cabildo de San Sal-
vador en Centro América se quejaba al rey de las dificultades
para construír la ciudad recién trasladada, por la prohibici6n
que existía de ocupar indios en ciertos trabajos, "especialmente
en los de aserrar madera y cargar" (BAR6N CAsTRo, 1942, 314).
Para el rancho de la encomendera Ana Ramírez de Santa
Marta, se oblig6 a Jos indios bondas a cortar la madera (CAs-
TELLANos, 1955, JI, 568), así como para reparar el fuerte
(ibid., 609).
En 1762 el misionero capuchino fray Antonio de Alcoy,
encontrándose en Carrizal, cerca al Cabo de la V ela en la
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264 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIX. TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 265
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266 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XIX. TRANSCULTURACIÓN ARQUITECTÓNICA 267
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268 HISTORIA DE LA CULTURA MATElllAL
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CAPfTULO XX
TRANSCULTURACIÓN
EN LA ARQUITECTURA COLONIAL
1r - REcoRRIDO GEOGRÁFico.
ARQUITECTURA DOM~STICA
Cttba.
Durante el siglo XVI la arquitectura dependi6 del patr6n
indígena a base de bohíos de yagua [la hoja de la palma real
Roystou~a regial y guano (hojas de palmas para techar), con
las modificaciones impuestas por la cultura foránea (WEtS,
op. cit., 14, figs. 24, 25). Lo mismo ocurri6 en La Habana en
dicho siglo y en el siguiente (ibid., 25, 52-53, 7()..85).
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270 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Caracas (1578).
La relaci6n de Juan de Pi mente! asienta: "El edificio de
las casas de esta ciudad ha sido y es de madera, palos hinca-
dos y cubiertas de paja. Las más que hay ahora en esta ciudad
de Santiago son de tapias sin alto ninguno y cubiertas de co-
gollos de caña. De dos o tres años a esta parte, se ha comen-
zado a labrar tres o cuatro casas de piedra y ladrillo, y cal y
tapiería, con sus altos, cubiertos de teja. Son razonables, y están
acabadas la iglesia y tres casas de esta manera, y los materiales
los hay aquí. En Nuestra Señora de Caraballeda todas son
casas pajizas con los palos hincados. No hay tapiería" (ARELLA-
NO MoRENo, 1964, 133-134; -, 1950, 88).
Tocuyo (1578).
Para los españoles: "las casas que hay en esta ciudad son
de madera y pajas, a modo de casas de cortijo de España, y
son largas y no muy anchas, y tienen de a tres y cuatro apo-
sentos adentro. Algunas casas pequeñas se empiezan a hacer
de tapias, y ahora al presente hay seis construídas, dos de alto
y bajo, y cuatro bajas. Y las tapias de que se hacen, son de
tierra seca sin cal, aunque hay mucha piedra con qué poder
hacerse. Y alguna se hace para algunas cosas, y hay piedra para
hacer yeso, y también mucha piedra afuera de la sierra,
para edificar cimientos de casas y otras obras" (ibid., 157-158).
Barquisimeto (1579).
"Las casas son hechas a manera de unos pajares, que se ha-
cen en España en algunas partes, donde se encierra la paja para
los ganados. Las paredes de las dichas casas están rodeadas de
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 271
Maracaibo (1579).
Se establece claramente la diferencia de la vivienda indí-
gena, en forma de palafitos sobre el agua (véase cap. IX), de
la de los españoles: "Son las casas de esta ciudad de paja y
enea, porque la tierra es nueva y ha poco que se pobló y no
se ha podido hacer más edificio; hoy para poderse edificar
hay mucha madera y piedra de cal y yeso y tierra para hacer
teja y ladrillo" (ARELLANO, 1950, 159; 163; -, 1964, 205, 210).
Riohacha (1560).
Las casas de los españoles, así como la iglesia, eran de
paja (RGNG, 92).
Santa Marta.
En la época de Garda de Lerma (1529-1535), la ciudad fue
Íntegramente incendiada por negros rebelados: "La ciudad
era toda de paja y no había más de la casa del gobernador
que fuese de piedra" (FRIEDE, 1960, NR, 214-215).
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272 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XX. ARQUlTECTURA COLONLU. 273
Tolú (1560).
Asimismo eran de paja las de los españoles y la iglesia
(RGNG, 101).
Istmo de Panamá.
La primitiva Panamá, que se quemó, era hacia 1550 ciudad
insalubre y orientada de oriente a occidente, de modo que el
calor era irresistible (CIE.ZA DE LEÓN, 1947, II, 355-356).
En la relación de Panamá de 1640 por Juan Requejo Sal-
cedo hay datos del mayor interés sobre el tipo de vivienda que
había en esa ciudad y de la manera como las casas edificadas
siguiendo la tradición indígena, soportaron mejor los temblo-
res sucedidos desde el 2 de mayo hasta el 21 de agosto de 1621.
Dice Requejo: "Los antiguos fundadores desta ciudad, con
experiencia de algún caso semejante o por falta de materiales,
o por los calores excesivos, hicieron los edificios para su mo-
rada, templos y casas reales, de maderas y tablas, con tan lindo
arte y disposición que asientan sobre vasos de piedra los pila-
retes o estantes de madera valientes, maría [Caloplzyllum] coco-
bola [Dalbergia retusa Hemsl.], níspero [Manilkara] y gua-
yacán [Tabebuia guayacan (Seem.) Hemsl.] (que en maderaje
precioso, cedro muy fino y abundancia dél, hace ventaja esta
ciudad a todas las del Pirú); sobre los estantes ponen sus soleras
y vigas, y de una a otra unos maderos delgados que llaman
varas, y desta manera doblan dos veces o tres sus edificios;
cércanlo todo de tablas con clavos, que llaman de barrote, los
18
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274 HlSTOJUA DE LA CULTCJlA MATElllAL
Tmcrife (1580).
Para las casas de los españoles, hechas desde luego por
los indígenas de servicio, pero ya bajo una dirección foránea,
la descripción es no menos pormenorizada: "La forma y edi-
ficio de las casas son en esta forma: pónense dos o tres estantes
grandes en el medio que ha de llevar la casa, y según el largor
de la casa ansí apartan los estantes; por una cuerda van tra-
zando el derecho y partes iguales y arriba parejos; tienen los
estantes sus horquetas y en ellas ponen una cumbrera y luego
dan el ancho a la casa y por sus trechos van hincando otros
estantillos más pequeños, que encima de tierra han de tener
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 275
Momp6s (1560).
Vivían los indígenas a las riberas del Cauca y del Magda-
lena, "en casas muy grandes de madera cubiertas de paja, y
en cada una viven ocho, y diez indios". Estos las fabricaban
a los españoles también de paja (ibid., 92; BoRREGO PLA,
op. cit., 410-411).
Tamalam~qu~ (1579).
Esta poblaci6n fue cambiada de sitio varias veces. La que
existía en ese año, a la pura orilla del Magdalena, tenía este
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276 HlS'roiUA DE LA CULTURA MATERIAL
aspecto: "las casas son de paja, las paredes de las cuales están
cercadas de cañas, a manera como en Castilla hacen los ca-
ñizos. De paredes sirven unos maderos recios que están hin-
cados a trechos, a distancia de cinco o seis pies de uno del
otro. Sus puertas tienen de madera como las que ordinaria-
mente se hacen; causa esto la falta de materiales y la poca
posibilidad de los habitadores" (RGNG, 190). La última frase
da a entender que estas casas eran las ocupadas por los espa-
ñoles y no por los indígenas. La iglesia allí también era de
paja (íbid., 191).
Valledupar (1578).
La poblaci6n como tal, "no tiene edificios de casas sun-
tuosas, sino de paja y caña, bajas, y no tiene forma de pueblo"
(ibid., 207). Otro dice que las casas son bajas "por causa de
los vientos" (ibid., 209), y también que los vecinos "no pueden
usar de otros materiales por la pobreza de la tierra" (ibid., 211 ).
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X.'l:. ARQUITECTURA COLONIAL 277
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278 HlSTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
Tocaima (¿ 1544?).
No dice Gonzalo Pérez de Vargas, autor de la relación,
cómo eran las casas de los panches, en cuyo territorio se fundó
dicha ciudad. Ya en esa época, las 40 casas de los españoles
eran en su mayor parte de cal y ladrillo. Existían unas resi-
dencias notables, las de Juan Díez Jaramillo, "las cuales se
tienen por las mejores que hay en estas partes de Indias"
(ibid., 273).
Afirmación similar hace la relación anónima del Nuevo
Reino de 1559-1560 (ibid., 61). "Las casas de los españoles son
todas de madera y paja, y aunque algunos han empezado a
hacerlas de tapia, pero ha cesado", por la falta de indios. La
iglesia parroquial era de paja, "aunque habrá cuatro años que
se empezó a sacar los cimientos; están sacados de piedra y
ladrillo" (ibid., 64).
Mariquita (1560).
Las casas de los vecinos en el segundo asiento cerca de
donde ahora está, eran de paja, hechas por Jos indios como
tributo (ibid., 57). " ... la iglesia de esta ciudad es de paja"
(ibid., 59).
!bagué (1572).
La ciudad en su asiento actual tenía casas de piedra, tierra
y teja (RGNG, 1983, 123).
NcitJa (1560).
"Las casas de los españoles son de paja y asimismo la igle-
sia" (ibid., 40). Se trata de la ciudad primitiva fundada por
Juan Cabrera, que después desapareció.
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 279
Timaná (1560).
Las casas de los españoles, así como la iglesia, eran de
paja (ibid., 38).
CoRDILLERA ÜRlENTAL.
Bogotá (1560).
Como se recordará (Cap. XIX. A), los primeros expedi-
cionarios españoles se alojaron, sea en las viviendas indígenas,
sea en las que expresamente les mandaron a construír andando
el tiempo. Se han conservado los nombres de los primeros
españoles que hicieron casas de tapias con paja (Alonso de
Olalla) y de teja (Pedro de Colmenares) (SIMÓN, 1981-1982,
III, 347). "Todas las casas de los españoles encomenderos son
de tapia y ladrillo y edificios muy perpetuos y buenos, y cada
día se hace más y va en grande aumento ( ... ) La iglesia está
ya hecha de tapia y ladrillo y se cubrirá con mucha brevedad"
en 1559-1560 (RGNG, 71).
En 1561 las casas de los españoles eran en su mayoría de
piedra y tapias (RGNG, 1983, 110).
En 1572 más de la mitad de las casas eran de piedra,
teja y tapia; lo demás bohíos de paja (RGNG, 121).
Tunja.
En 1560 ya estaban todas las casas de Tunja hechas de
tapia y ladrillo y algunas de cantería (RGNG, 1983, 72). La
iglesia era de tapia y ladrillo: "con brevedad se acabará"
(ibid., 79).
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280 HISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
Vélez (1560).
Las casas de Jos españoles eran de paja, aunque se había
empezado a hacer algunas de tapias (RGNG, 1983, 84).
En 1572 había cien casas, la mitad de piedras y tejas y la
mitad de paja (ibid., 122).
Pamplona (1560).
Parte del tributo indígena consistía en hacer casas de paja
a los españoles: "algunas hay ya de tapias" (ibid., 84). La
iglesia era de paja: "se ha empezado la obra de la de tapia
y ladrillo" (ibid., 88).
En 1572 contaba la ciudad con 100 viviendas, la mitad de
piedras y teja y la mitad de paja (ibid., 122).
Mérida (1741).
"Esta ciudad por lo material de sus casas y edificios, por
lo bien delineado de sus calles y extensión de ella, manifiesta
la nobleza y comodidad de sus primeros fundadores" (ARE-
LLANO MORENO, 1970, 148).
Trujillo (1579).
"Son las casas de tapiería de tierra, con sus cimientos de
piedras. Hay cantidad de piedra para todo lo que se quisiere
hacer. Ahora se empieza a hacer ladrillos y teja ( ... ) Hay
un monasterio de frailes del señor San Francisco, que hará
tres años que se fundó y aun no está hecha la iglesia por
la mucha pobreza de la tierra" (ARELLANO MoRENo, 1964,
169-170).
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~~. ARQUITECTURA COLONIAL 281
VALLES CAUCA-PATÍA.
Popayán.
En 1548 cuando pasó por allí el cronista Cieza rumbo al
Perú, halló "muy grandes casas, hechas de paja" (Cn:zA, 1947,
382). Se supone que no se refiere a las casas indígenas, por
el contexto del pasaje.
Cuando la rebelión de Alvaro de Oyón, durante el ejer-
cicio del obispo Juan Valle, en 1552, a 1<? de noviembre, Oyón
y los suyos,
llegaron pues a la ciudad pajiza,
aunque de tapias las demás labores ...
(CASTELLANOS, 1955, Ill, 493;
Cali.
Del período 1538-1548 es esta presentación: "El pueblo
está asentado en una mesa llana; si no fuese por el calor que
en él hay, es uno de los mejores sitios y asientos que yo he
visto en gran parte de las Indias; porque para ser bueno nin-
guna cosa le falta". Había en 1548 treinta vecinos, que debían
tener sus casas, fuera de los viandantes que no faltaban a ne-
gocios (CIEzA, 1947, 379).
En 1559 las casas de los españoles eran de tapia y ladrillo
(RGNG, 41); ya se empezaba a hacer teja (ibid., 44).
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282 HISTORIA DE LA CULTOtlA MATERIAL
REGIÓN ECUATORIAL.
Pasto (1583).
Era el pueblo mayor de la Gobernación de Popayán "y
en los mejores edificios porque hay muy buenas casas de teja
y tapiería" (RGNG, 319).
Quito.
Pocos documentos coloniales tienen el carácter objetivo y
fotográfico que la relación de esa ciudad de 1573, debida al
parecer a Juan de Salinas Loyola. Vale la pena transcribir lo
pertinente a vivienda y urbanismo: "La forma y traza con que
se comenzó a edificar y trazar el pueblo, fue, que repartidos
los solares a cada uno según su calidad, con indios que les
vinieron de paz hicieron unas casas pequeñas de bahareque
cubiertas de paja. Agora hay casas de buen edificio, porque
habiendo sacado los cimientos dos y tres palmos encima de la
tierra, hacen sus paredes de adobes con rafas • de ladrillos a
trechos, para mayor fortaleza. Todas comunmente tienen sus
portadas de piedra y las cubiertas de teja. Tres plazas que en
1~ dicha ciudad hay son cuadradas, la una delante de la igle-
sia mayor, donde está el comercio y trato del pueblo, y la otra
delante del monasterio de San Francisco y Ja otra delante del
monasterio de Santo Domingo. De una esquina a otra hay
trescientos pies, ques una cuadra, con más el ancho de las
calles que en ellas entran. La traza del pueblo tengo dada en
un papelón (Fig.). En su fundación se repartía una cuadra
entre dos vecinos.
"El pueblo tendrá trecientas casas, pocas más o menos. Los
edificios se van cada día acrecentando, y se haría esto mucho
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 283
Puerto Viejo.
A principios del siglo xvu este partido de Guayaquil tenía
sólo casas humildes y viles, de cañas y barro y cuando más
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284 HISTOIWI DE LA CULTURA MATERlAL
Guayaquil.
La relaci6n geográfica de princ1p10s del siglo xvu dice
que en ese tiempo (esta ciudad sufri6 cinco traslaciones), tenía
61 casas, de las cuales cuatro eran de posada. Las del cabildo
eran labradas de madera de roble y cubiertas de teja (T. DE
MENDOZA, 1868, IX, 255). Las casas de los vecinos por la mayor
parte eran de doblados (sic) y cubiertas de teja, hechas de
madera de amarillo y roble y cañas silvestres [guaduas l, "que
las hay tales, que hacen dellas tablas de palmo y medio y de
dos palmos de ancho" (ibid., 260).
En otro lugar (véase capítulo XII, numeral 15) se pre-
sentaron los datos sobre los materiales vegetales usados a prin-
cipios del siglo xvm (ALCEDo Y HERRERA, 1741, 11; -, 1946,
24). Con esto coinciden las observaciones de Juan y Ulloa
(1748, I, 223). "Las casas son de madera, todas altas y con
corredores a las calles, anchos y acomodados que son de uti-
lidad para el trato, tanto por la sombra que contribuyen como
por la comodidad del paso del tiempo de agua que hace el
suelo pantanoso" ( SANTISTEBAN: ARELLANO MoRENO, 1970, 55).
El tipo de construcci6n se mantenía a mediados del siglo XIX
(SPRUCE, 1908, ll, 302). Un autor afirma que desde 1767 se
empez6 a embarrar las paredes y a formar quincha (!UQUENA,
op. cit., 87).
Modificaciones en el diseño.
La casa con influencia española se diferenci6 de la indí-
gena, no mucho en los materiales, pero sí en la distribuci6n
interna. Precedida o no de un zaguán o p6rtico, había la sala
de estar, que servía de comedor, el patio central y a veces uno
posterior; dormitorios separados por sexos; cocina; viviendas
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 285
ARQUITECTURA MILITAR
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286 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 287
(Om, op. cit., 237, 243, 250; BENZONI, 1967, XXXIV, 20 nota).
El fuerte de Santiago en la península de Ara ya se construyó
entre 1622-1625 (OssoT, 1969, 24-33).
En la isla de Margarita se construyeron los fuertes de
San Carlos de Mompatare (Pampatar) con planos del que
fue gobernador de Santa Marta Juan Betín, en 1662. El castillo
de Santa Rosa en La Asunción se hizo entre 1681-1682 por el
capitán y gobernador Juan Fermín de Huidobro (ibid., 106-
114; 123).
Dejando de lado instalaciones más o menos provisionales,
el fuerte que permitió de modo más eficaz el sojuzgamiento
de tribus en el área circuncaribe en los primeros tiempos (1533-
34) fue el de Guarapiche en el golfo de Paria, hecho por la
gente que sacó desde Trinidad Antonio Sedeño, y que apro-
vechó después a la de Ordaz (AcuAoo, 1957, III, 301).
Documentos sobre las fortificaciones hechas en Venezuela
han sido dados a conocer recientemente (SuÁREz, 1978), in-
cluyendo las de Puerto Cabello (ZAPATERO, 1977; OssoT, 1969).
Las fortificaciones hechas entre el Cabo de la Vela y el
golfo de Urabá sufrieron muchas vicisitudes durante el perío-
do colonial y representaban más bien instalaciones simbólicas
que de real eficacia. Fueron tomadas, saqueadas y a veces in-
cendiadas por los piratas más de una docena de veces las po-
blaciones costeras y algunas interioranas de Tierra Firme, pese
a los resguardos fortificados. Algunos baluartes como los de
Cartagena fueron hechos una y otra vez o mudados de sitio o
demolidos por errores de dlculo, cuando no destruídos por
los elementos. Los dimes y diretcs entre los diseñistas o eje-
culantes y las autoridades llenan muchas páginas de la historia
de los bastiones defensivos.
Como estas viceversas han sido estudiadas por autores muy
bien documentados y conocedores de la materia, a ellos se re-
mite al lector (ZAPATERO, 1969, 1977, 1978; ANGULO lÑÍGUEz,
1942; EscALANTE, 1595; SuÁREz, 1968; OssoT, 1969). Además,
el único aspecto en que dichas obras tiene relación con el tema
de esta investigación, las garitas, casernas o caramancheles, eran
para una sola o pocas personas sin relación familiar, y la vi-
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288 HISTORIA DE LA CULTOJU\ MATERIAL
ARQUITECTURA CIVIL.
ARQUITECTURA RELIGIOSA.
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 289
19
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290 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 291
•
Citas sobre la desproporción de los templos en relación
con los poblados, caseríos o áreas rurales en que estaban en-
clavados durante el período colonial, se presentaron al hablar
de la mano de obra indígena (capítulo XlX). No se dio allí
justificación sobre esto, distinta del capricho de los misioneros
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292 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 293
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294 HISTORIA DE LA CULTURA MATERiAL
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XX. ARQUITECTURA COLONIAL 295
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CAPITULO XXl
1- CAPITULACIO::-.TES:
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XXI. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMIENTO EN AMÉRICA 297
Década 1501-1510:
En este período se fundaron Santo Domingo en la isla
Española, trasladada de Isabel a ( 1502); Sama María de la
Antigua del Darién (¿ 1509 ?) y el primitivo San Sebastián de
Urabá (¿ 1508 ?).
Las disposiciones conocidas son las enviadas a fray Ni-
colás de Ovando para la isla Española en 1501: se dejaba a
su iniciativa, de acuerdo con las circunstancias locales, lo de
las fundaciones de pueblos, "pues de acá non se puede dar en
ello cierta forma" (T. DE MENDOzA, 1879, XXXI, 17-18). Ovan-
do acompañó a los Reyes Católicos en Santa Fe de Granada
en 1491, cuando para campamento de las tropas sitiadoras, se
aplicó experimentalmente -al parecer por primera vez en
e! sur de España- el diseño de las "bastidas" provenzales,
con manzanas rectangulares, plaza central porticada e iglesia
en una plaza cercana. Ovando aplicó en Santo Domingo este
esquema a partir de 1502 (AcuiLERA RoJAS et al, 1979, 12-14;
BuscmAZzo, 1944, 13; GARCÍA Y BnLroo et al, 1968, 134-135;
DURÁN MoNTERo, 1978, 51-52).
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298 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXI. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMIENTO EN AMÉlliCA 299
Década 1511-1520:
Continuó desarrollándose Santa María. Cuando Pedrarias
llegó allí en junio de 1514, ya estaban construídos unos cien
buhíos. Las instrucciones que traía, expedidas en Valladolid
el 22 de agosto de 1513, números 6, 7 y 14, hablaban de aspectos
generales "porque de acá non se os puede dar regla cierta"
(T. DE MEN.ooZA, et al, 1883, XXXIX, 284-285; NAvARR.En:,
1964, 11, 208-214); no se sabe el impacto que pudieron tener
en d posterior desarrollo de la ciudad. Sí se aceleró, con la
traída de materiales y de operarios, la construcción de casas
oficiales y residencias y se empezó la iglesia catedral (ÁLVAREZ
RuBIANo, 1944, 86).
Ada fue fundada por Balboa en 1512 en terrenos del ca-
cique Careta (OVIF.Do Y VALofs, 1959, III, 211, 212, 243, 453).
Todavía existían allí en 1545 ocho casas habitadas por españa-
les (BENZONI, 1967, LXXIX).
En 1519 Pedrarias construyó la segunda Panamá, que
debió ser movida de su sitio actual en 1673, después del asalto
y destrucción de Margan en 1671.
Discrepan los autores sobre las fundaciones en Cuba:
Durante este periodo se fundaron Baracoa, primera capi-
tal (WEIS, 1980, 10, 23); Bayamo de Cuba (1512) [Weis dice
1513 J, por Diego Velázquez a orillas del río Y ara y trasladada
en 1538-1539 al sitio actual (CuBEÑAs PELuzo, 1978, 18). San
Cristóbal de la Habana la primera (1514), establecida en la
costa meridional y trasladada después al norte; en la nueva
se trasladó la sede desde Santiago en 1552 (ANGULO IÑfcuEZ,
1942, 44-45).
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300 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Década 1521-1530:
Nueva Tv:cdo o Cumaná (1521-1523-1569) (Aiu:LLANO
MoRENo, 1947, 124).
Fueron fundadas entonces Ciudad de Méjico, sobre las
ruinas de Tenochtitlán (1521); Natá (20 de mayo, 1522) (Do-
MÍNGUEZ CoMPANY, 1978, 185-188); Cádiz de Cubagua (1523)
trasladada en 1543 al Cabo de la Vela; la Asunción en Mar-
garita (1524); Santa Marta (1525); Trujillo y Puerto de Ca-
ballos (ÜVIEoo Y VALDÉs, 1959, IU, 366); Trujillo del Pinar
(III, 388) (1525); Villa de la Frontera de Cáccres (Hondu-
ras) (1526); Santiago de los Caballeros de Guatemala (1527);
Coro (1528); Chiapas (1528). Se consolidó Panamá como
ciudad la más importante del istmo.
En 1521 se enviaron instrucciones a Francisco de Garay
sobre poblamiento en la costa centroamericana (STANISLAWSKI,
1947, 97).
En 1523 el emperador Carlos V expidió unas disposiciones
sobre poblamiento que quedaron incorporadas posteriormente
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XXI. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMIENTO EN AMÉRICA 301
Década 1531-1540:
Se fundaron Puebla (1531), Piura o Tangarara (1531)
(mudada por sitio malsano); Cartagcna (1533), Quito,
(1534), Guayaquil (1534), mudada de sitio cinco veces; Jau-
ja (1534), San Sebastián de Ruenavista (el 29) en Urabá por
Alonso de Heredia (1534) (BoRREGO PLA, 1983, 31, 57), San-
tiago de Tolú (1534) (ibid., 257), Trujillo del Perú (1535),
Lima (1535), Popayán (1536), Cali (1536), Villa de Puerto
Caballos (Honduras) (1536), San Pedro Sula, cerca a Puer-
to Caballos (¿1536?) (ÜVIEDO Y VALDÉs, III, 389), T enerife
( 1536), El Callao (1537), Mompós 3 mayo 1537, 1538 o 1539
(BoRREGo PLA, op cit., 266), Timaná (1538), San Juan de la
Frontera de Chachapoyas (1538), Pasto (1539), Santa Fe de
Bogotá, (1539), Anserma (1539), Neiva de Cabrera, Tunja
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302 HISTOIUA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXJ. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMIENTO EN AMÉRICA 303
Década 1551-1560:
Fundaciones de lbagué (1550-1551), Villeta de San Miguel
(1551-52) (SIMÓN, 1981-82, IV, 288), San Bartolomé de Cam-
bís, después La Plata (1551), S. Sebastián de La Plata (1551),
Mariquita (1551-1553), Nueva Segovia de Barquisímeto (1552),
Ni_rgua (1554), Valencia (1555), San Juan de los Llanos
(1556), Vitoria de Asencio de Salinas (1557), Mérida (1558),
Trujillo de Venezuela (1558-1560), Muzo (1559), San Cristó-
bal (1560) (SIMÓN, 1981-82, IV, 405), Nuestra Señora de Jos
Remedios (1560) (SIMÓN, IV, 426-427).
En 1556 se lanzó la prohibición de adelantar nuevas fun-
daciones, en vista de las quejas que en parte como consecuen-
cia de la campaña de Las Casas sobre protección de Jos
indígenas, se adebntó en varios frentes. Pero la prohibición se
quedó escrita, porque a las Audiencias (la de Santa Fe insta-
lada en 1550) se les autorizó para proceder de acuerdo con
urgencias o situaciones imprevisibles (MARTMZ, 1%7, 48-49).
La prueba es la lista de ciudades o pueblos fundados en este
período y Jo que se dirá sobre las razones esgrimidas para
erigir a Trinidad de los Muzos y otras ciudades "de frontera".
Década 1561-1570:
Fundaciones de Remedios (1561), Ocaña (1570-1572), San
Juan de Rodas (1570), despoblada en 1584, San Cristóbal
(1561), San Vicente de Páez (1562), La Palma (1562), Cara-
cas (1567), Nuestra Señora de Caraballeda ( 1568), Ciudad
Rodrigo de Maracaibo (1568-1574), Carora (1567).
En 1570 fue quemada Neiva por los indios pijaos (Roo.RÍ-
GUEZ FRElLE, 1984, 240).
Década 1571-1580:
En este período se fundaron Villa de Leiva (1572), Toro
(1573), Maracaibo (1569-1571) (NECTARIO MARÍA, 1959, 310-
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304 HISTORIA D'E LA CULTURA MATERIAL
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XXI. DISPOSICIONES SOBRE POBLA:t.UENTO EN AMÚICA 305
20
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306 HlSTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
Década 1581-1590:
Zaragoza (1581), Salazar de Las Palmas (1583) (SIMÓN,
1981-1982, IV, 506; RoDRÍGUEZ FREILE, 1984, 281), San Sebas-
tiá.n de los Reyes (1584), San Cristóbal de los Cumanagotos
(1585), Medina de Jas Torres (1585-1588), Santiago de la Ata-
laya (SIMÓN, IV, 490, 513), Paita (1587) (DURÁ.N MoNTERo,
1978, 118-120), La Guaira (1589), Pueblo Nuevo (Nueva Va-
lencia, Guajira), por Antonio FJórez hacia 1589 (MIRANDA
VÁZQuEz, 1976, 12), Sevilla en la provincia del Carbón por
Francisco de Marmolejo, 1589-1592 (ibid., 149).
Década 1591-1600:
Pcdraza (1591) (RoDRÍGUEZ FREILE, 1984, 281), Guanare
(1591), Gibraltar (1591), Santo Tomás de la Guayana (1593),
trasladada a Angostura en 1654, La Victoria (1593), Mucu-
chíes (1596).
Portobelo fue fundado en 1597 (MARco DoRTA, 1981,
41-42).
Se fundaron los puntos de Altagracia (1600), San Anto-
nio de Turén (1600), Taguay (1600) (ARELLANo MoRENo,
1947, 126 nota) y San Jerónimo del Monte (1600).
Santa María del Puerto (Barbacoas) fue fundada por el
capitán Francisco de Parada o Prado en 1600 (ÜLANO, 1910, 8),
probablemente en el sitio actual. Fue destruíd:1 por un incen-
dio en 1783 (ibid., 138-139) .
•
A partir de este momento, hubo una disminución en el
ritmo de las fundaciones, principalmente por la declinación de
la población indígena, el ocaso del poder español y otras cau-
sas. Por eso el examen se hará por cuartos de siglo en el xvn.
Período 1601-1625:
Las ordenanzas de buen gobierno del oidor Luis Enríquez
de la Nueva Granada fueron promulgadas en 1600-1602 (MAR-
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XXJ. DISPOSICIONES SOBllE POBLAMIENTO :EN AMÉIUCA 307
Período 1626-1650:
Barranquilla fue establecida el 7 de enero de 1630 (LucENA
SALMORAL, 1967, II, 38), durante el gobierno interino de Les-
mes de Espinosa Saravia.
La villa de San Juan de Gir6n se erigi6 en 1631 (ibid.,
II, 98).
El 10 de abril de 1641 se fund6 San Martín del Puerto
en el lugar de la antigua Medina de las Torres (LucENA, 1967,
JI, 251).
En 1643 se le dio a Honda el título de villa (ibid., 252).
En 1644 se fundaron Guarin6 cerca a Honda y San José
de Cravo (ibid., 251).
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308 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Período 1651-1675:
En 1651 los jesuítas establecieron el primer poblado de
Citará o Quibdó (LucENA SALMORAL, 1967, II, 333). Otro
historiador fija este hecho en 1654; la población fue trasladada
en 1702 al lugar que hoy ocupa (ORnz, 1966, III, 35-36).
San Scbastián de La Plata fue reedificada en 1653 por
Diego Ospina Maldonado (LucENA, 1967, II, 333).
En el quinquenio 1662-1666 del período de Egües y Beau-
mont se intensificó la acción de comunidades religiosas en los
llanos, Mérida, Pamplona y Popayán (pacces), con la consi-
guiente organización de poblaciones misioneras (ÜRTIZ, III,
119), algunas de existencia precaria.
Se verificó la fundación definitiva de Medellín en 1674
(ÜRTIZ, III, 182).
En Venezuela fueron fundadas: Acarigua (1653), Parapa-
ra (1660), Chivacoa (1662), San Juan de Payara (1667), Cla-
rines (1667), El Tinaco (1670), Ospino (1670), Yaritagua
(1670), Barcelona (1671), Lobatera (1672), Maiquetía (1673),
San Juan de los Morros (1675) (ARELLANO MoRENo, 1947,
128 nota).
Período 1676-1700:
En 1680 el obispo Baños y Sotomayor de Santa Marta
atendió durante su visita pastoral, el pedido de los vecinos de
Tamalameque, y trasladó el pueblo abajo del sitio que hasta
entonces ocupaba en la ribera del Magdalena (ORTIZ, III, 215).
El 17 de marzo de 1689 se accedió a la fundación en la
provincia de Guane de la villa de Santa Cruz y San Gil de
la Nueva Baeza o simplemente San Gil, en honor del presidente
Gil de Cabrera y Dávalos (ÜRnz, Ill, 228).
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lCXl. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMl.ENTO EN AJ\ÚJUCA 309
•
Durante el siglo xvlll es más irregular el proceso de fun-
daciones. Por ese motivo el escrutinio se realizará por períodos
de 50 años.
Periodo 1701-1750:
En tiempos del virrey José Alfonso Pizarro (1749-1753),
como medida complementaria a las acciones militares para
debelar la insurrección de los indios chimilas que asaltaban
a los viajeros por el Magdalena entre Tamalamequc y cerca-
nías de Santa Marta, determinó ese funcionario la fundación
de 4 pueblos ribereños y uno en la Sierra Nevada. Los prime-
ros fueron San Fernando, San Zenón, San José y San Antonio;
el último, San Sebastián de la Sierra o de Rábago (ÜRTIZ,
S. E., 1970, IV, 1: 288-289).
Período 1751-1800:
La Comisión de Límites fundó en Orinoco varios pueblos.
El pueblo de La Cruz (o Santa Cruz) de San José fue fundado
en la orilla izquierda del Magdalena por el virrey Pizarro;
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310 H1STOR1A DE LA CULTURA MATERlAL
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XXI. DiSPOSICIONES SOBRE POBLAMIENTO EN AMÉRICA 311
•
No se crea, sin embargo, que cuando se habla de cente-
nares de lugares poblados en América durante el período co-
lonial, se trataba de verdaderos burgos a la manera europea,
con una concentraci6n de casas en forma compacta. No. Lo
predominante en América consisti6 en la vivienda rural donde
se pasaba la mayor parte del tiempo, pues el pueblo propia-
mente dicho casi se mantenía solitario, excepto en las festivi-
dades religiosas, mercados o ferias y en ocasiones excepcionales
(AzARA, op. cit., 281; RIVERA Y GARRIDo, 1968, 134); al con-
trario de las ciudades dormitorios españolas, donde todas las
tardes se regresaba con el ganado para dormir, y por eso mu-
chas casas eran de soberado para que en la parte de abajo
pudiera recogerse el rebaño (GunÉRREZ, 1983, 352).
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312 HlSTORlA DE LA CULTURA MATERlAL
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XXI. DISPOSICIONES SOBRE POBLAMrENTO EN "'MÉRICA 313
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314 H ISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXI. DISPOSICIOI'rnS SOBRE POBLAMIENTO EN' AMÉRICA 315
-o-
Conviene analizar las causas que ocasionaron el abandono
o destrucci6n de pueblos durante la dominaci6n española, por-
que esto pone en su punto lo referente a la aplicabilidad de
las disposiciones de buen gobierno.
Un autor indica las siguientes: hormigas, inundaciones,
terremotos, indios hostiles (DoMÍNGUEZ CoMPAÑY, 1978, 38-39).
Hay varias más: epidemias e insalubridad, "sitios enfermos";
capricho de gobernantes (Pedrarias con Santa María) (OVIEDo,
II, 143); disposiciones oficiales (desmantelamiento de pobla-
ciones fundadas sin autorizaci6n).
Aunque algunas de estas causas son imprevisibles, como
las referentes a catástrofes naturales, otras indican fallas en la
planeaci6n y previsi6n.
La primera poblaci6n fundada en Puerto Rico por Juan
Ponce de Le6n, Caparra, en la costa norte, dur6 12 años y se
despob16 por insalubridad y malas aguas (acijosas) (OVIEDO
Y VALDÉs, 1959, II, 91-92). Lo propio ocurri6 con la segunda,
Guánica, en un extremo de la isla, despoblada por mosquitos
y trasladada a La Aguada o Sotomayor (ibid., 92). Así en
Cuba: la primitiva poblaci6n de Nuestra Señora del Puerto
del Príncipe (Nuevitas actual) fue trasladada pronto de la
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316 HlSTORJA DE LA CULTURA MATEJUAL
Inundaciones y desplazamientos.
La primitiva Tocaima fue mudada de lugar, pues una
creciente del río Patí o Bogotá en 1621 arruinó las casas del
pristino asiento, entre ellas una de las mejores que se constru-
yeron en Indias, la de Juan Díez Jaramillo (SIMÓN, 1981-1982,
IV, 208-209).
Conocido es el caso de la Antigua Guatemala, destruida
por una erupción con arrastre de materiales volcánicos en 1541.
La población de La Grita fue arrasada por un desliza-
miento e inundaciones.
Lo mismo la Jagua en el Alto Magdalena con ruina de
los cacaotales.
Otros factores.
Daños causados por fenómenos naturales, sobre todo en
lo relacionado con terremotos y erupciones volcánicas, se han
historiado en otra obra (PATIÑo, 1972, 17-54).
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CAPfTVLO XXI I
CAMBIOS EN EL
CONCEPTO DE CONCENTRACIÓN RESIDENCIAL.
URBANISMO COLONIAL
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318 IUSTORlA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXII. CONCEPTO DE OONC.ENTRACI6N RP.SIDENCJAL 319
SERVICIOS PÚBUCOS:
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320 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXII. CONCEPTO DE CONCENTRACI6N RESIDENCI AL 321
Casas de ayut~tamiento.
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322 H ISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Palacios virreina/es.
Para el de Santa Fe hizo un plano -que nunca se eje-
cutó- en 1780 el ingeniero Juan Jiménez Donozo (ARBELÁEZ
y SEBASTIÁN, op. cit., 54). Los fundadores de Santa Fe omi-
tieron dejar espacios para edificios y servicios públicos, Audien-
cia, cabildo, ejido y propios. Por eso en 1555 hubo que aplicar
para la Audiencia la casa del escribano e historiador Juan
Bautista Sardela, acusado de desfalco de cinco mil pesos (MAR-
Tooz, 1973, 73-76).
Edificios para usos diversos.
Las instalaciones pasadas en revista eran las indispensa-
bles que teóricamente existían en todos los centros urbanos.
Hubo otras especializadas, que sólo existieron en lugares
determinados, debido a situaciones sui generis, condicionados
por factores especiales. Tales fueron: casas de moneda; alma-
cenes o depósitos; fábricas de aguardiente y tabacos; astilleros
o a tarazanas; otras. Sólo se mencionarán las principales, por
no tratarse propiamente de viviendas.
Casas de moneda.
El Nuevo Reino fue zona aurífera. Pronto se impuso la
necesidad de construír casa de moneda para la acuñación; pero
la evolución de la idea fue lenta. Inicialmente funcionó en
Cartagena, acuñando plata del Perú, porque el oro tomado a
los indígenas se había agotado (LucENA SALMORAL, 1967, II,
115-116). Fue trasladada a Bogotá, donde empezó a funcionar
el 30 de abril de 1627 (ibid., 1965, I, 367, 376). El edificio en
Bogotá fue reconstruído entre 1753 y 1756 (ORnz, S. E.,
1970, IV, 2: 54-57; BARRIGA V!LLALBA, 1969, II, 26).
En el occidente hubo desde los principios la de Cali-
Popayán.
En 1749 se le dio autorización a Pedro Agustín de Valencia
para construír una en la capital de la gobernación; pero fue
incorporada al real patrimonio en 1768 a menos precio del
original (ÜLANO, op. cit., 98-99).
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XXII. CONCEPTO DE CONCENTRACIÓN RESIDENCIAL 323
Almacenes o dep6sitos.
Por lo general estaban en puertos. Los hubo en Cartagena
y en el istmo. Las bodegas de Cruces servían para acopiar la
carga en el camino transístmico (JUAN y ULLOA, 1983, 1,
162). El almacén de galeras de Cartagena se organizó en 1587,
comprando una casa particular (BoRREGo, op. cit., 15).
Aduanas y muelles.
No son claros la época y el sitio en que se hizo la pn-
mera Aduana de Cartagena (BoRREGo, op. cit., 14-15).
E l segundo muelle de la misma ciudad se terminó en
1562 (ibid., 22-23).
La casa de Aduana de Caracas no se pudo reparar hasta
la época de la Independencia (MARco DoRTA, 1981, 71).
Sobre este acápite y el anterior se darán más datos en los
volúmenes dedicados al comercio y a vías, transportes y co-
mu mcac10nes.
Fábricas de p6lvora.
El virrey Messía (1761-1772), hizo instalar en el sector
de Vitelma de la capital unos "molinos de pólvora con alma-
cén" (ORnz, 1970, IV, 2: 152). Gil y Lemos acabó con las
instalaciones en 1789 por improductivas (ibid., 338).
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324 HIS!t>RIA DE LA CULTURA MATF.:RIAL
Astilleros o atarazatJas.
El más importante del área fue el de Guayaquil (JuAN y
ULLOA, 1983, I, 57-58; 64-66). Barcos se construyeron en menor
escala en Cartagena y en Panamá (ibid., 5).
Embarcaciones pequeñas se hacían en Atacames, costa
ecuatoriana, y Realejo en Nicaragua.
Maestranzas.
La más importante, ya fuera del área de este estudio, es-
tuvo en El Callao. De lo desprovista y desorganizada hablan
autores del siglo xvm (JuAN y ULLOA, 1983, I, 82-83).
Ingeniería sanitaria.
Peor ocurrió con los servicios sanitarios. Aun en las ciu-
dades importantes, como la capital del virreinato, no hubo
alcantarillas en el período colonial.
Esto lo heredó la república. En 1854 el visitante Isaac
Holton habla de la suciedad de las calles, donde se echa-
ban todos los desperdicios (HoLTON, 1857, 152, 157; CANÉ,
1907, 139).
Esto, cuando los españoles estuvieron sometidos a la do-
minación romana. Como es sabido, en Roma existían por lo
menos los carros para remover las inmundicias, y en un mo-
mento la Cloaca Máxima.
Aun las ciudades incaicas, como el Cuzco, que en la época
de los peruanos era limpia, durante el dominio español fue
todo lo contrario; su río, lleno de "inmundicias y bascosidades"
(CrtZA, 1880, 139).
Empedrado de calles.
Durante el período colonial y en gran parte del republica-
no, el estado de las calles era deplorable. Un virrey de la Nueva
Granada que no se individualiza, decía que había en Bogotá
4 agentes de limpieza: los gallinazos, la lluvia, burros y cerdos
(MoLLIEN, 1944, 188). Esto es tradición española. En la misma
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XXII. CONCEPTO DE CONCENTRACI6N RESIDENCIAL 325
Mercados.
Existieron, como es sabido, mercados indígenas en la época
prehispánica. Algunos siguieron funcionando con mayor o me-
nor regularidad durante los primeros años de la dominaci6n
española. Sobre esto se darán más detalles en el volumen des-
tinado al comercio.
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326 HlSTORIA D'E. LA CULTURA MATERI AL
Cárceles.
Se asignaba el sitio para ella al hacerse fundaciones, pero
la construcción misma se demoraba. Por lo general se habili-
taba como tal una pieza del ayuntamiento o se alquilaba una
a particulares. Entre las instrucciones que trajo Juan de Borja
al encargarse de la Presidencia del Nuevo Reino en 1605 fue
terminar la cárcel de la capital (LucENA SALMORAL, 1965, 1,
87-90).
En Caracas Ja cárcel se hizo solamente entre 1689 y 1696
(MARco DoRTA, 1981, 72).
En 1740-1750 debió construírse el edificio que en Popayán
recibe el nombre de cárcel (ÜLANO, 1910, 100).
Según el conde de Villardompardo, virrey del Perú (1585-
1590), las cárceles de la Audiencia, incluyendo las de Lima,
eran "muy estrechas y flacas", sin separaci6n de sexos (HANKE
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XXIJ. CONCEPTO DE CONCENTRAC16N RESIDENCIAL 327
Posadas y mesones.
Este servicio, que estaba 6ptimamente organizado en el
imperio incaico, periclit6 durante la dominaci6n española. Al·
gunos tambos se conservaron durante el siglo xvr. Inclusive
el presidente Vaca de Castro dict6 unas disposiciones relacio.
nadas con este aspecto. En general, no había donde no lleg6
la influencia incaica, dicha prestaci6n.
Excepcionalmente se mencionan en las fuentes posadas y
mesones. En 1544 no había mes6n en Popayán (FRIEDE, 1962,
VII, 298); lo normal era que los viajeros se alojaran en casas
particulares (RGNG, 300).
En Cartagena el cabildo dispuso establecer dos mesones en
1586 (BoRREGo PLA, 1983, 500; 345; 394-400).
Había asistencias andando el tiempo, pero no posadas
(ARBOLEDA, 1926, 335).
Tampoco había mesones en todo el camino de Bogotá al
Táchira a fines del período colonial (ARELLANO MoRENO, 1970,
129; VARCAS P. F., 1944, 115·116).
En Tunja no había mesones ni tambos (RGNG, 360).
Un tratamiento más detallado de esta materia se hará en
el tomo III de esta obra, Vías, Transportes, Comunicaciones.
Hospicios y hospitales.
En las leyes de Indias se mandaba a los funcionarios que te.
maran interés en este aspecto. Pero de la norma a la ejecuci6n
había harta distancia, y en pocos casos, y eso tardíamente, se
construyeron casas para asistencia de enfermos y valetudinarios.
En 1580 s6lo el 7 '7o de las ciudades españolas los tenían y
en 1630 había 94 repartidos en 65 localidades, o sea el 39 %
y eso en las ciudades importantes (HARDOY y ARANOVICH: lfAR.
DOY y ScHAEDEL, 1969, 177, 200).
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328 HJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Cementerios.
Durante la dominación española, los cementerios estaban
asociados a la vida religiosa. Personajes importantes eran ente-
rrados bajo las losas de las iglesias. Los indígenas y otros
representantes de capas inferiores de la población, fuera de los
recintos sagrados.
Con motivo de una epidemia en la villa de Pasage en 1781
que causó la muerte a 83 personas, que al ser enterradas en
la iglesia ocasionaron hedor insoportable, por cédula de 26 de
mayo de ese año, se pidió a la Academia española conceptuara
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XXII. CONCEPTO DE CONCENTRACI6N RESIDENCIAL 329
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330 HISTOlllA DE LA CULTUllA MATERIAL
Alumbrado público.
La vida urbana en las colonias no podía ser sino un reflejo
desvaído de lo que ocurría en la metrópoli. Pero en unas y
otra la adopción de mejoras tecnológicas fue proporcional~
mente lenta.
Hasta la segunda mitad del siglo XVII las calles de las
principales ciudades europeas carecían de alumbrado nocturno.
Las primeras que dispusieron de ese servicio fueron París,
Londres, Amsterdam, Berlín, Viena y Hannover (Bm:No, 1971,
18, 21). Dos intentos se hicieron para alumbrar a Madrid. El
segundo, que tuvo algún éxito, se realizó bajo Carlos III.
En 1754 se encargaron al maestro vidriero Eder, de la fábrica
de vidrios organizada oficialmente, dos mil globos para aquel
propósito (BoNET CoRREA, 1982, 487).
Sólo en 1832 se estableció en Madrid el alumbrado de gas;
tras muchas vacilaciones, se generalizó a casas particulares
después de 1848 (GARCÍA Y BELLIDO et al, 1968, 261).
En las ciudades se continuó con la tradición del sereno.
Para mayores detalles sobre el alumbrado doméstico, véase en
el libro 29 de esta obra lo relativo a Iluminación, en el ca~
pítulo XXX.
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XXII. CONCEPTO DE CONCENTRACI6N RESIDENCIAL 331
483; 485; 487; 491; 494). Esto fue inefectivo, como en Cuba,
donde hasta el siglo XIX se siguieron usando la paja y el guano
(PÉREZ DE LA RrvA, 1952, 334).
En Puerto España el gobernador Chacón en 1787 hizo
venir de Inglaterra dos bombas para incendios y organizó el
cuerpo de bomberos (BoRDE, 1882, JI, 199).
En Guayaquil, ciudad que sufrió once incendios durante
el período colonial (REQUENA, op. cit., 87; 6; 54), se estableció
cuerpo de bomberos y se obtuvo la primera bomba extinguí-
dora y "capachos" en 1788-1789 (CASTILLO, 1951, 244-245). A
mediados del XIX había allí varias bombas extinguidoras, ma-
nejadas por extranjeros (SPRUCE, 1908, JI, 302).
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CAPfTULO XXIII
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.XXnJ. RESCUARDO Y CUIDO DE ANIMALES DOMÉsTIOOS 333
PRIMER GRUPO.
Caballos.
El caballo fue la principal arma de guerra en la época
de la conquista, y lo que más impacto paralizante caus6 entre
los indígenas (PAnÑo, 1970-71, V, 140-145). Su propietario,
el caballero, recibía el doble de la recompensa, tanto en des-
pojos de guerra como en tierras, que el infante o pe6n (las
caballerías y peonías de la terminología de la época). Por lo
mismo, investía a su dueño de un estatus social más alto.
Todas estas razones justifican el tratamiento que los conquis-
tadores dieron a sus caballos, cuidándolos con esmero. En la
historia que se hizo de esos animales, se presentan casos en
que el caballo fue preferido aun a costa de la vida del indio
o de su libertad (ibid., 138-140). Los pesebres o pesebreras
fueron pues, instalaciones que formaban parte de las casas de
los españoles. Pocos indios tenían caballos y eso en época tardía.
Fuera de las pesebreras particulares, hubo las colectivas,
donde se concentraban animales usados en el transporte, como
las recuas de caballos y mulas. En Panamá, a fines del siglo
xvn debieron ser tan importantes algunas de estas instalacio-
nes, que el hecho aparece consignado por un informante ex-
tranjero (ExQUEMELING, 1945, 220).
Las pesebreras han sido parte importante de la vivienda
no s6lo suburbana sino urbana, en las áreas donde el transporte
en recuas fue lo predominante en el pasado, como en las re-
giones de influencia antioqueña.
Vacunos.
Fue tal la adaptaci6n del Bos tau.rus a las condiciones
americanas, que los cuidados que se terúan con el ganado en
España se dejaron de lado. No hubo aquí nada similar a la
casa establo, que es común en países europeos aun en nues-
tros días (CHAPELOT y FossrER, 1980, 230 y fig. 249-251). El
sistema de cría fue en América predominantemente extensivo.
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334 HISTORIA DE LA CULTURA MATERlAL
c~rdos.
Cabras y ov~jas.
P~rros.
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XXIII. R~SCUARDO Y CUIDO DE ANIMALES DOM"ÉsTICOS 335
Gallinas.
Estas sí necesitaron protección, debido al cúmulo de ene-
migos naturales que tuvieron en América en los primeros tiem-
pos y todavía ahora en algunas áreas rurales. El gallinero es
un anexo de la vivienda, bien sea que se ponga dentro de las
mismas habitaciones, pese a la proliferación del piojillo, o apar-
te. En el área amazónica el gallinero debió ser especialmente
reforzado para que no quedara ninguna rendija por donde
pudieran colarse los murciélagos sanguinarios, la plaga limi-
tante más característica.
Una prevención española que no se aplicó en América
es esta: "Enferman mucho las gallinas si comen estiércol de
personas y aun despónense con ello, porque por esto, si ser
pudiere, no vayan a hacer tal cosa donde ellas están, ni aun
en los establos donde están las bestias" (HERRERA, G. A., 1819,
111, 398).
Palomas.
El palomar no adquirió en América, por Jo menos en el
área de este estudio, el predicamento que en Europa. El tra-
tadista agrónomo español Gabriel Alonso de Herrera reco-
mendaba en la época del Descubrimiento que los pilares o
columnas del palomar debían ser redondos y lisos y no cua-
drados, "porque por ellos no puedan subir las sabandijas que
dañan mucho y destruyen los palomares, como son culebras,
lagartos, ratones, comadrejas, garduñas y gatos" (HERRERA,
G. A., 1819, III, 468.469).
Pero quizá en las haciendas sí debieron tener acogida,
especialmente para defensa contra las aves rapaces.
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336 HISTORIA DE LA CULTURA l-1ATERIAL
SEGUNDO GRUPO.
Mataderos.
El permiso para el suministro de ganado y la provisi6n
de carne a los pueblos era potestativo de los cabildos. El ex~
pendio estaba sujeto al pago de unos derechos, como continúa
estándolo en los municipios colombianos bajo el rubro pre~
supuesta! de "degüello". Para controlar el cumplimiento de
('Stas disposiciones, se exigía que el sacrificio de las reses se
realizara en una instalaci6n especial, a veces situada dentro
del perímetro urbano, otras veces fuera, pero siempre donde
hubiera agua para un aseo de las instalaciones, por lo menos
tan sumario como el que se daban las personas.
Se conocen algunas disposiciones sobre la construcci6n
de mataderos en el período colonial. Qué tan requintadas y
funcionales fueron esas instalaciones en el pasado, cuando la
misma gente vivía en habitaciones deplorables, se explica fá~
cilmente. Aun hoy, la prensa denuncia con frecuencia las
condiciones verdaderamente repulsivas en que funcionan ma~
taderos en varias capitales, y no se diga en pueblos o corregi~
mientos, donde todas las operaciones se hacen bajo la presencia
expectante de los gallinazos, listos a aprovechar cualquier des-
cuido de los faeneros para arrebatar lo que puedan.
Inicialmente el expendio de la carne se hacía en el mismo
matadero y se sigue haciendo en áreas rurales.
A medida que se fue volviendo más compleja la estructura
urbana, se estableci6 aparte el sitio del expendio, lo que se
ha llamado camal, pulpería, carnicería o fama en el área
de este estudio. Sobre la inoperancia de las disposiciones es
elocuente el caso de Cartagena: carnicería y matadero estu-
vieron al principio en lugares diferentes (BoRREGO PLA, 1983,
10). La primera estaba cerca de una laguna infecta que se
dispuso drenar (ibid., 23, 25~26). Después aparecen juntos en
1570 (ibid., 490-491). Pero ya en 1557 se orden6 que no se
sacrificaran ganados en las casas (ibid., 27), prohibici6n no
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XXlU. RESGUARDO Y CUIDO DE ANIMALES DOMÉsTICOS 337
del todo cumplida (ibid., 329, 485, 491, 499). En 1588 se hizo
un arancel para el expendio (ibid., 391).
En 1572 para recaudar fondos con qué construír nuevos
mataderos se impuso la sisa de dar las cabezas sin lengua de
los ganados sacrificados (ibid., 498).
El presidente de la Audiencia del Nuevo Reino Diego
Egües y Beaumont (1661-1664), hizo en Santa Fe carnicerías
públicas, que no existían antes (ÜRTIZ, S. E., 1966, III (3), 118).
En regiones ganaderas como el Valle del Cauca, el trán-
sito de ganado por las calles para llevarlo al matadero, impuso
una variante en la construcci6n: en las casas esquineras de las
manzanas de Cali, había en el período colonial toscas colum-
nas de piedra que protegían las paredes del roce de las sogas
al cruzar las esquinas el ganado enlazado (.ARBOLEDA, 1928,
226). En 1806 se arregl6 la carnicería de esa ciudad (GARcÍA
CAMACHO, 1981, 59, 62).
eurtiembres.
Una disposici6n del cabildo de Sevilla aprobada por los
Reyes Cat6licos exigía que instalaciones de cosas malolientes
como establecimientos de tintes se localizaran en sitios alejados
del centro de los núcleos urbanos (LoRENZO DE SAN NrcoLÁs,
1796, 436-437). No hay constancia de c6mo estaban construídas
curtidurías en América, sino s61o de los materiales vegetales
usados como tanantes.
El ministril encargado de cortar la carne en la mesa real
española, no debía -para no impregnarse de malos olores-
acercarse a establos, carnicerías, tréstigas (cloacas o retretes),
tenedas, pellejerías, jabonerías etc. (VILLENA (1766), 1981, 27).
22
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CAPíTULO XX I V
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XXIV. ESTILOS DURANTE :EL PEJÚODO COLONIAL 339
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340 HISTORlA DE LA CULTURA M'ATE.lUAL
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XXIV. ESTILOS DURANT.E E L PERÍODO COLONIAL 341
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342 I:USTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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CUARTA PARTE
LA VIVIENDA
EN EL PERÍODO REPUBLICANO
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1
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CAPíTULO XXV
DESPLAZAMIENTOS DE POBLACIÓN
Y COLONIZACióN. NUEVAS FUNDACIONES
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346 IUSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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CAPITULO XXVI
EVOLUCióN DE LA VIVIENDA
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.
NUEVAS TENDENCIAS Y ESTILOS.
POLICÍA URBANA
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348 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXVI. LA VIVIENDA EN LA SECUNDA MITAD DEL :HCLO XIX 349
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350 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Cua clau•trada.
Fig. 15. Plano de la casa que habit6 en Bogotá en 1854 d
botánico estadunidense Isaac Holton (Holton, 1981, pág. 145).
l. Zaguán 1O y 11. Piezas del dueño
n. Corredor 12. Corredor al segundo patio
3. Sala xm. Corredor de atrás
4. Dormitorio 14. Estudio
5. Tienda 15. Despensa
6. Comedor 16. Cocina
7. Pieza del servicio 17. Corredor al tercer piso
8. Piez:t de huéspedes xvm. Cobertizo para los caballos.
9. Dormitorio de los dueños
Pereira Gamba en Tolima había piso de cemento, como una
excepción, pues los de tierra no pueden tenerse limpios (ibid.,
340). Vio hacer una casa de tapia en Cartago (ibid., 375).
No h abía entonces casas enclaustradas entre Cartago y
Tuluá (ibid., 458). Las paredes por lo general eran de baha-
reque y barro (ibid., 464). La casa de Mr. Byrne, un escocés
que vivía cerca de Cerrito, estaba pintada, cosa extraordina-
ria (ibid., 512). [Fig. 15].
A mediados del siglo xrx, el economista Camacho Rol-
dán registra que por el aumento del precio de la propiedad
raíz (y esto es consecuencia del incremento en la población),
se empezaron a construír casas más lujosas que las tradiciona-
les y hubo también una tendencia paralela de cambio en los
vestidos (CAMACHO RoLDÁN, 1893, II, 349, 358-359). En sus
memorias de la época, este mismo autor indica cuatro causas
para el incremento de las construcciones: aumento de la po-
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X>..'Vl. LA VIVIENDA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX 351
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352 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXVI. LA VIVIENDA EN LA SECUNDA MITAD DEL SIGLO XIX 353
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354 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERlAL
Edificios públicos.
Característica diferencial de la República respecto a la
Colonia, es el predominio de la arquitectura civil respecto a
la religiosa y a la militar, estas últimas más cultivadas du-
rante la dominación española. Constituídas las nuevas repú-
blicas, hubo afán de afirmar la nacionalidad con monumen-
tos que definieran la identidad cultural y política ante las
demás naciones.
El arquitecto Thomas Reed de la isla de Santa Cruz en
las Antillas menores llegó a Bogotá en 1845, habiendo mar-
chado a Quito unos 10 años después (CAMACHO RoLDÁN, 1923,
92). En 1846 el congreso autorizó la construcción de un edi-
ficio nacional y contrató a Reed para que hiciera los planos.
Estos quedaron terminados en 1847, y la construcción se ini-
ció el mismo año por el arquitecto Juan Manuel Arrubla,
quien ya había demostrado su idoneidad en obras como el
palacio de San Carlos (ARBoLEDA, 1919, II, 252-253; 330-331).
Los trabajos de cimientos y techo del llamado después capito-
lio, se terminaron en 1851 (ibid., 331). La obra se paralizó
entonces para ser reanudada veinte años más tarde ( GuTIÉ-
RREz, 1983, 376).
Es digno de advertirse que Reed dictó en Bogotá en 1847
un curso de arquitectura (RESTREPo, J. M., 1963, II, 63-64).
Reed presentó el 22 de octubre de 1851 los planos de una
penitenciaría (ARBoLEDA, 1930, III, 216), y en 1853 construyó
el edificio de la Sociedad Filarmónica ( ibid., 366). El mismo
arquitecto construyó el Banco de Bogotá y los puentes de
Apulo (GuTIÉRREz, op. cit., 376).
En 1856 Arrubla construyó la primera plaza de mercado
de Bogotá (ARBoLEDA, 1933, IV, 508).
Posadas y hoteles.
Por estar relacionado este asunto con los transportes y
comunicaciones, se tratará en el volumen 111 de esta historia
de la cultura material.
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XXVl. LA VlVlENDA F.N LA SEGUNDA 1\ilTAD DEL SIGLO XlX 355
Ct:mentt:rios.
La Iglesia no se resignó del todo a perder esta zona de
influencia. El cura rector de la catedral de Popayán Mariano
de Grijalba se opuso al naturalista Tomás Antonio de Qui-
jano, quien conceptuaba contra la idea de situar el cementerio
en la parte baja de la población; el criterio del religioso
predominó, con deplorables consecuencias para la salud pú-
blica, hasta 1847 en que se dio al servicio un nuevo cementerio
hecho con criterio más racional (0LA1'-IO, 1910, 149-150, citan-
do a Antonio Valencia: Informe relativo al cementerio, 1895) .
En 1823 había pocas ciudades con cementerios en la Nue-
va Granada; los entierros se hacían en las iglesias (MoLLlEN,
1944, 355). En dicho año se construyó en el sector de Manga
en Cartagena un nuevo cementerio fuera del perímetro ur-
bano colonial (LEMAITRE, 1983, IV, 30). En 1835 por disposi-
ción oficial se cedió una fanegada en las tierras comunales
de cada distrito, para cementerios civiles de extranjeros no
católicos (REsTREPo, J. M., 1952, I, 76).
La secularización de cementerios tuvo altibajos durante
el período republicano. El cementerio público laico se impuso
en 1837 (ARBOLEDA, 1918, J, 305).
Los cementerios en Venezuela hacia mediados del si-
glo XIX, con excepción del de Maracaibo, eran de cercas de
palo a pique, más o menos organizados para impedir la en-
trada de animales (IRIBARREN, 1960, 103).
Sólo en los últimos años se han empezado a construír los
"jardines del recuerdo" e instalaciones con nombres igual-
mente dcspistadores, organizadas sobre la base de inversiones
en tierras por entidades comerciales, y que han impuesto "un
nuevo modo de morir" (CAsTILLO, 1977, 42).
Alumbrado público.
En 1844 monseñor Savo, encargado de negocios pontifi-
cios ante el gobierno colombiano, introdujo a Bogotá el siste-
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356 HISTORIA DE L.\ CULTURA M.AT.ERIAL
R~creaci6n pública.
En 1841 el gobernador de Bogotá coronel Alfonso Ace-
vedo, arregló con maleantes y presos, las arboledas de La
Capuchina y San Victorino, convirtiéndolas en paseos (AR-
BOLEDA, 1919, Il, 52).
En cuanto a espectáculos públicos y juegos, en 1847 em-
pezaron -siempre en Bogotá, ciudad que daba la tónica en
todo el país- las carreras de caballos al estilo inglés, con
animales árabes importados por Enrique París (ARBOLEDA,
vol. cit., 337).
La tradicional afición a las riñas de gallos, heredada de
la Colonia, tuvo un estímulo cuando el 1"' de febrero de 1852
se inauguró en la capital una buena gallera (ARBoLEDA, 1930,
111, 349). No obstante en 1859 la Plaza de la Concepción se
utilizaba como circo de gallos (ibid., 1935, V, 539).
Todo lo relativo a juegos, deportes, diversiones y fiestas,
es motivo de una obra especial en preparación.
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XXVI. LA VIVIENDA EN LA SECUNDA MITAD DEL SICLO XIX 357
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CAPíTULO XXVII
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XXVII, VIV IENDA Y URBANISMO EN .EL SIGLO XX 359
Cemento.
En ambos países, y desde luego en Panamá por su mayor
accesibilidad, se empezó a usar el cemento, material relativa-
mente nuevo entonces, que había sido una curiosidad en la
segunda mitad del siglo XIX. Ya se mencionó el dato de que
como cosa novedosa, el piso de la casa de los hermanos Perei-
ra Gamba en !bagué, estaba hecho de cemento en 1854 (RoL-
TON, 1857, 340). Pero con el gobierno de Rafael Reyes se
intensificó el uso de ese material y se pudieron construír edi-
ficios de tres pisos (MELO: JARAMILLO Acuo:uo, 1976, 637).
La primera fábrica se estableció en 1909 (OsPINA VÁsQtmz,
1955, 344; CASTILLO, 1977, 21). El muelle de Buenaventura se
hizo con cemento Portland importado.
La primera fábrica de cemento de Bogotá de los señores
Samper Brush en 1.909 utilizó cal de La Calera (PARDo P.,
1972, 487-488). En 1937 se estableció la fábrica de cementos
de Nare y ocho años después la de Montebello, en Antioquia
(PoVEDA RAMos, 1984, 158).
En Venezuela se empezó a usar el cemento armado en
1912 para la construcción del Archivo General de la Nación
(ARciLA PARÍAs, 1961, I, 75-76), y en 1911-1912 en las obras
civiles de la carretera La Guayra-Caracas (ibid., II, 51), aun-
que desde 1880 se hubiera utilizado en la reparación de ande-
nes en la capital (ibid., 459, 302).
En cuanto al Ecuador, la fábrica de cemento de San
Eduardo se inauguró el 12 de julio de 1923 (RoLANDO, 1930,
159). El 15 de agosto de 1929 se empezaron a producir tubos
de cemento en la fábrica de White en Guayaquil (ibid., 176).
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360 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Vidrio.
Para mediados del siglo XIX s6lo se usaba el vidrio en
casa de los ricos bogotanos, siendo desconocido en el resto de
la Nueva Granada (HoLTON, 1857, 140). Como cosa digna
de destacarse por un viaje:o europeo en 1825 se menciona que
en Rionegro las ventanas tenían vidrios y se dormía en verda-
deras camas (BousstNGAULT, 1985, IV, 52).
Aunque desde 1837 funcionaba una fábrica de vidrio en
Bogotá, pronto suspencli6 operaciones, por dificultades dima-
nantes de la falta de algunas materias primas, como potasa y
minio (ARBoLEDA, 1918, I, 224-225). A fines del XIX empez6
una modesta industria del vidrio en Antioquia (OsPINA V Ás-
QUEZ, 1955, 312, 314).
Loza sanitaria.
Esta loza que reernplaz6 al azulejo colonial, se empe-
z6 a producir en Colombia en el presente siglo. La raz6n
es que s6lo a principios de él se produjeron modelos de insta-
laciones sanitarias eficientes (bañeras, inodoros, etc.) que
reemplazaron las piezas metálicas esmaltadas que se empeza-
ron a usar desde fines del xrx.
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XXVII. VIVIENDA Y URBANISMO EN BL SIGLO XX 361
Tejas metálicas.
La importación de láminas de zinc para techos parece
haber empezado en los países del Caribe, por influencia del
estilo arquitectónico, también nuevo, de las compañías bana-
neras, así como el uso del anjeo para corredores, puertas y
ventanas como defensa contra los mosquitos (TERMER, 1935,
408). Un tipo similar fue impuesto por las tropas estadouni-
denses estacionadas en la zona del canal de Panamá (ibid.,
401). Otro autor atribuye la casa de madera con techo de zinc,
de uno o dos pisos, a antillanos franceses venidos en el si-
glo XIX a la construcción del canal (RuBIO, 1950, 127). De
todos modos, fue durante la construcción del ferrocarril
transístmico primero y después al iniciarse los trabajos del ca-
nal, cuando estos materiales, tejas metálicas corrugadas y
malla de alambre contra mosquitos, se empezaron a genera-
lizar (ARIAS PEÑA et al, 1981, 302; 317, 333; Gun:ÉRREz, 1984,
203-204; 124, etc).
En otras partes, como en Argentina, el uso del zinc duró
medio siglo. Venía como lastre en los barcos que regresaban
al Plata de llevar carne y trigo a Europa (SACRISTE, 1968, 82).
Hierro.
Desde principios del período republicano se dieron con-
cesiones para la explotación del hierro. Jacabo Wiesner había
descubierto desde 1823 mineral de hierro en Pacho, Cundina-
marca y en 1837 el Congreso autorizó establecer allí un alto
horno (ARBoLEDA, 1918, I, 226-227). Los hornos de Pacho fue-
ron completados en 1836 (ibid., 286). La factoría empezó a
producir en 1838 (ibid., 336). En 1854 funcionaban allí unas fe-
rrerías manejadas por extranjeros (ARBoLEDA, 1933, IV, 134).
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362 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXVU. VJ:VfENl)A Y URBANISMO .EN EL SIGLO XX 363
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364 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Adi~stramiento.
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XXVII. VNJJ!.NDA Y URBANISMO EN EL SICLO XX 365
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366 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAl.
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LIBRO SEGUNDO
MENA J E
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CAPíTULO XXVIII
TERMINOLOGIA:
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370 HlSTORIA DE LA CULTURA l>iATE.RJAL
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XXVIII. TERMINOLOGÍA Y CONCEPTO DEL AJUAR 371
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372 R1STORI.A DE LA CULTtl1lA MATERIAL
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XXVIII. TEAM!NOLOGÍA Y CONCEPTO DEL AJUAR 373
-·-
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374 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXVlll. TERMINOLOGÍA Y CONCEPTO DEL AJUAR 375
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C A P f TU LO XXIX
A} HOGARES.
Fogon~s.
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XXIX. AUMENTOS Y CALEFACCIOOl INTERNA 377
Hornos.
Hornos subterráneos, como los usados en algunas partes
del Viejo Mundo desde fines del Neolítico (CÁMARA CAScuoo,
1967, I, 36, 91), tampoco fueron desconocidos en América.
En Charapotó, costa ecuatoriana, los habitantes sudaban me-
tidos en unos hornillos como estufas, dándoles fuego (T. DE
MENDOZA, 1868, IX, 302). Estos baños de vapor son empleados
por los cunas (PRESTÁN SIMÓN, op. cit., 24). Cámaras para
sudar se conocían entre los comechingones de la Sierra de
Córdoba en la Argentina (NoRDENSKIOLD, 1931, 9: 77).
Sabido es que los mejicanos usaban los temazcalli o ba-
ños de vapor, construídos con adobes (MoRALES PADRÓN,
1949, 699-700). El radical ca!li que se vio en el capítulo I de
esta obra, reaparece en la palabra temazcalli "casilla como =
estufa, adonde se bañan y suda" (MaLINA (1571), 1944, 97v).
Tema es bañarse (RoBELo, s.f., 75-78). Baños arqueológicos
se han hallado en Quiriguá, Palenque, donde también había
lavatorios, y en Piedras Negras (KuBLER, 1962, 130, 133, 138;
MARQUINA, 1951, 603).
Cien baños o más, "como los que usan los moros, que
siempre estaban calientes" tenía Moctezuma para sus mujeres
(Ovmoo Y VALDÉs, 1959, IV, 223). El baño de vapor más bien
era entre los mejicanos un ritual de purificación que una
medida higiénica (ARREoLA, 1922; MoYA Ru BIO, op. cit., 121-
123; ScHÁVELZON, 1982, 252; CIFUENTES AcutRRE, 1963, 68, 69;
HIDALGO, 1979, 99-103).
Pedernales.
En la Edad de Piedra el hombre encendió lumbre por
percusión de pedernal y piritas de hierro sobre yesca seca,
soplando simultáneamente (WRIGHT, op. cit., 19-21).
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378 FnSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXIX. ALIMENTOS Y CALEFACCI6N INTERNA 379
Y ~sea y y~squ~ros.
Encendedores.
Los encendedores con tubo para almacenar combustible
gaseoso de la actualidad son un desarrollo del yesquero.
El uso de fósforos y otros mecheros y encendedores es
más reciente.
En Gran Bretaña las primeras cerillas de fricción en
forma aprovechable (todavía hay fósforos que no encienden),
sólo aparecieron en 1827 (WRIGHT, 1966, 19). En Colombia
hubo fábricas de cerillas desde 1870 (ÜSPINA VÁsQUEZ, 1955,
265). Entre 1880 y 1902 la fábrica de fósforos de Pamplona
era la mejor (ibid., 304). La de Olano (1902-1909) tuvo larga
vida (ibid., 337). Fósforos y velas se empezaron a producir
con cierta regularidad en el período 1902-1909 (ibid., 342).
El aventador es en América elemento de origen sureño
(LaVEN, 1935, 65). Los quijos, a estos que con una palabra
quechua llaman lmairashina, los elaboran de plumas fijadas
a un mango hecho con el bejuco de la Cyclanthacea Carlu-
dovica trigona (ÜBEREM, vol. cit., 127-128).
B) CALEFACCIÓN.
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380 HISTORIA DE LA COLTURA MATUIAl.
de altura. Aun las tribus que vivían por encima de esa cota
no la usaron, aparentemente por adaptaci6n fisiol6gica al
frío o simplemente por costumbre (MoLLIEN, op. cit., 86-87).
Con la llegada de europeos, aunque pudo variar algo el
esquema, las instalaciones para calentar habitaciones no tu-
vieron de todos modos la importancia y el lujo que en Europa
central y septentrional.
Braseros.
Algunos pueblos de América tuvieron vasijas de barro
utilizadas para mantener carbones encendidos o para quemar
leña de árboles que expedían humo aromático. Los "braseros,
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XXIX. ALIMENTOS Y CALBFACCI6N INTERNA 381
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382 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Morillos.
Estos armazones o caballetes para sostener la leña en la
cocina o en la chimenea, se hicieron siempre de hierro. Para el
primer uso eran toscos, mientras que en las chimeneas recibie-
ron ornamentación más cuidadosa. Cobran importancia en la
época gótica, y aun se les adicionan dispositivos para soportar
parrillas e inclusive asador. La ornamentación varió con los
dictados de la moda en cada período, hasta estabilizarse ac-
tualmente en un modelo de gran sobriedad, en los países
donde todavía se usan (BoNET CoRREA, op. cit., 235-236).
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XXIX. ALJMJ;NTOS Y CAL.EPACCI6N INTERNA 383
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CAPíTULO XXX
ILUMINACIÓN
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XXX. lLOMINACt6N 385
211
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386 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXX. ILUMINACIÓN 387
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388 HJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXX. ILUM1NAC!6N 389
Catzdilcs.
Los adminículos para soportar lumbre en cualquier for-
ma, se hicieron siempre de metal para poder resistir el fuego:
hierro, bronce, cobre, latón y - a partir del siglo xvt- el
peltre, a base de estaño. Como suelen confundirse o tomarse
corno sinónimas varias expresiones que se refieren al asunto,
conviene hacer claridad: candelero se refiere a objeto porta-
dor de una sola luz, que se puede colocar sobre un mueble
y es esencialmente portátil; candelabro es mayor, con pie para
apoyarse en el piso, y sostiene varias luces; cuando el cande~
labro se emplea exclusivamente en templos para sostener un
velón o hacha de pabilo, se llama blatJd6n, lzach6n o hachero,
aplicando al continente la denominación del contenido. El
cirial -también de uso religioso- es un candil alto, sin
pie, para ser llevado por el monaguillo. El tenebrario es otro
candelabro de gran pie, de tamaño grande, con quince velas,
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390 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXX. ILOM.lNACI6N 391
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CAPíTULO XXXI
MENAJE
PARA EL REPOSO DIURNO Y NOCTURNO
ÉPOCA PREHlSPÁNICA.
Dtthos.
Los duhos eran asientos de madera, con o sin espaldar.
Es elemento de origen suramcricano oriental, que acompañó
en su dispersión a las tribus arawaks hacia el norte. Su distri-
bución prehispánica iba en sentido lato de Guayana a Cuba
(HosTos, 1941, 79). Sin embargo, hay referencias, que se verán
adelante, de que el duho se conocía bien al occidente, hasta
el istmo de Panamá y aun en el Perú serrano.
Desde luego, el primero que los señala es el mismo Colón
en Cuba (CoLoN II., 1947, 100). Los había en las Antillas ma-
yores de dos tipos (LoVEN, 1935, 65-66; 455-457; 676).
Moctezuma hacía sentar a sus visitantes españoles en duhos
"muy lindamente labrados e de gentil madera" (Ovmoo Y
V ALoÉs, 1959, IV, 220). Una pieza mejicana de cerámica de
AD-250-550 muestra a un jefe veracruzano sentado en un duho
(HIGHWATER, 1983, 171).
La expedición Ursúa-Aguirre por el Amazonas en 1560-
1561 halló en algunos pueblos indígenas "asientos o escaños
pintados de varios colores" (ÜRTIGUERA, 1909, 376).
Los peruanos los llamaban tiana o tiyana en quechua y se
hacían de una madera colorada (Coso, 1892, III, 287; 1895, IV,
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X.XX. ILUMINACIÓN 393
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394 HISTORIA Dl! LA CULTURA MATERIAL
-·-
Asientos menos elaborados se mencionan en las fuentes.
Troncos de madera servían como tales a los cunas (W AFER,
1888, 64), y bloques de chonta con tendido de paruma a los
cbocoes del San Jorge (PALACios DE LA VEcA, 1955, 32). En
Yurimaguas aun pedazos de una canoa recortada prestaban
el servicio (SPRUCE, 1908, 11, 17). Las tres modalidades men-
cionadas son conocidas por los quijos (ÜBEREM, vol. cit., 127).
-·-
En cuanto a las maderas usadas, por lo general se prefe-
rían las fáciles de tallar. No parece haber sido indiferente la
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XXX. ILUMINACIÓN 395
-·-
Otros apoyos eran de origen animal. Conchas de la tor-
tuga terrestre llamada morrocoy se usaban en San Jaime, lo-
calidad venezolana de los Llanos, en el siglo xvm, como asiento
en casas de gente pobre (.ALTOLAGUIRRE, 1908, 92-93). Fue
también esto común en el delta del Orinoco en el siglo XIX
(APPUN, 1961, 386), y en el Magdalena (MoLLIEN, op. cit., 36).
Otra clase de asiento plegable, sobre el cual no hay datos
particularizados, es lo que las tribus venezolanas orientales
llamaban butaque o putake (palenque) (ALVARADO, 1953, 52),
de donde se ha originado la palabra butaca.
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396 HISTORIA DE LA CULTUilJI MATERIAL
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Fig. 17-b. Silla de mandatario de la isb de Jaina, Campeche, Méjico.
Cerámica. (De Westheim, fig. 62).
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398 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
tPOCA POST-HISPÁNICA.
Estrados.
Tarima de madera cubierta de alfombras, para que se
sentaran las damas a la manera morisca sobre almohadas de
terciopelo o guadamecí, de origen árabe, costumbre que per-
sistió hasta el siglo xvm. Los caballeros usaban entonces sillas
cubiertas de terciopelo (BoNET CoRREA, 1982, 273; DELEITO Y
PIÑuELA, 1966, 91). Cabe pensar que en América el estrado
quedó reducido al mueble de madera, o sea la tarima, sin
añadiduras.
BatJ.cos.
Originalmente se hicieron de piedra, adosados a las pare-
des, especialmente de iglesias o en pórticos. El banco móvil o
arquibanco, llamado así por su forma de arcón, aparece en
el siglo xm. Otras modalidades son el banco-escaño y los ban-
cos de zaguán (ibid., 301-302).
De 10 pies de largo y dos palmos de ancho debían ser
los bancos, y de 12 pies por dos palmos y medio los escaños
que el cabildo de Santiago de Chile mandó a elaborar como
penalidad a un carpintero por una infracción en 1552 (BENA-
VTDES, op. cit., 219-220).
Sillas y si/lon~s.
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XXXI. EL REl'OSO DIURNO Y NOCTURNO 399
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400 HISTORIA DE. LA CULTURA MATERIAL
~POCA PREHISPÁNlCA.
a) Sobre el suelo.
Los guaymícs de Panamá dormían en el piso sobre ten-
d!do de hoja de bijao ( Calnthca) (SERRANO Y SANZ, 1908, 96).
Esto ocurría con aquellos que no alcanzaban a disponer de
barbacoas ni menos de hamacas, y lo hacían "sobre paja u
hojas de palma o lo que hallan" (OVTEDo Y VALDÉs, 1959,
III, 317).
Los indígenas de Tocuyo unos dormían en el suelo en
unos palos y paja; otros en hamacas (A.RELLANO MoRENo,
1950, 144; -, 1964, 148).
Los indígenas del área cundiboyacense dormían en el
suelo "sobre una poca de paja, que es generalmente el dormir
de todos los ind10s" (RGNG, 362). Para tratar de cambiar
la situación, el presidente González en sus ordenanzas de
1593 dispuso que lo hicieran en barbacoas (GRooT, 1889, I,
201-203; 518-520). Otro tanto exigió el oidor Vázquez de Cis-
neros para los de Mérida en 1620 (GUTIÉ.RRE.z DE ARcE, 1946,
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XXXI. EL REPOSO DfURNO Y NOCTURNO 401
b) En barbacoas.
En Puerto Rico los nativos dormían sobre barbacoas, con
toldo (ABBAD Y LAsiERRA, 1788, 1959, 185).
Los paraujanos de la laguna de Sinamaica en la Guajira
dormían sobre las trojes (jürguígoh), cubiertas de esteras
(JAHN, 1927, 195).
Los soberanos muiscas: "Las camas son tan altas como
nosotros las usamos, en unos cadalcchos que hacen de cañas,
e llaman a ese artificio barbacoas. La ropa que ponen son
muchas mantas juntas unas sobre otras" (OviEDO Y V ALDÉs,
1959, III, 126).
Algunos indígenas poco provistos de hamacas en Tierra
Firme dormían en barbacoas "o en otro armadijo que esté
dos o tres palmos altos, o más, de tierra por la humedad"
(Ovmoo Y VALDÉs, 1959, III, 317).
28
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402 HlSTORlA D:E LA CULTURA MATERIAL
Nuqueros y almohadas.
El nuquero o portanuca lo usaron los egipcios y se han
conservado especímenes de ellos, en madera, marfil, alabastro,
lapislázuli o cristal; se cree que una de sus funciones era evi-
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XXXI. EL REPOSO DIURNO Y NOCTURNO 403
e) Hamacas.
Las primeras las vio el Almirante Col6n en la isla Fer-
nandina (Long Island de Bahamas) (NAVARRETE, 1954, I, 101;
CoL6N H., 1947, %) ; en Cuba (ibid., 102), y luego en la isla
de Guadalupc (CoL6N, op. cit., 145; LovÉN, 1935, 66-67;
457-458).
América Vespucio cuenta que en la costa de Paria los in-
dígenas dormían en grandes redes de algod6n colgadas al aire
(VESPUCIO, 1935, 53; NAVARRETE (1955), 1964, II, 134).
En la costa caribe toma Alonso de Ojeda en el asalto de
Curiana, algod6n y hamacas, de las cuales se apropia de una
sola (NAvARRETE, op. cit., II, 32).
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404 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXl. EL REPOSO DIURNO Y NOCTUltNO 405
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406 HJSTORIA DE I..A CULTURA MAT.ERIAL
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XXXI. .EL REPOSO DIURNO Y NOCTURNO 407
Chinclzorros.
El chinchorro es también un lecho suspendido, pero en
vez de ser tejido, como la hamaca, es hecho con varias fibras
trenzadas, en forma reticular, o sea remedando el tresmallo
de una red de pescar. Era lo predominante en tribus que no
apreciaron el algodón o que no tuvieron la habilidad de los
caribes para trabajarlo.
Las fibras usadas para esto fueron diversas, de acuerdo
con la región. En países serranos y secos, la cabuya (Furcraea)
fue lo más utilizado. Aun para las hamacas de algodón, las
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408 H ISTORIA DE LA CULTURA MATEIUAL
POST-HISPÁNICO.
Camas.
Con la llegada de los españoles, n uevos modos de vida
fueron trasplantados a América. En la materia que se está
tratando, lo primero que aparece registrado es el uso del cuero
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XXXI. EL llE.POSO DIURNO Y NOCTOANO 409
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410 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXI. EL REPOSO DIURNO Y NOCTURNO 411
Tendidos.
Ya se vio que algunas tribus, como los guaymícs, dormían
sobre hojas de bijao (SERRANO Y SANZ, 1908, 96), o bijagua
Calathea imignis Pet. (SToNE, 1949, 9), reemplazadas por
telas de corteza en Coclé (LOTHROP, 1937, I, 15).
Sobre tendido de paja en el suelo se echaban los indígenas
del área cundiboyacense (LóPEZ MEDEL, 1982, 315; RGNG,
362), sin quitarse la ropa del día, como era también costumbre
de los romanos y de los orientales (WRIGHT, 1964, 28-29).
Los chocoes dormían en el piso de palma de sus barba-
coas, encima de un tendido de corteza o damajagua (Poul-
senia) (RGNG, 462).
Colchones y almohadas.
Las primeras noticias traídas por los descubridores del
Perú (en este caso Diego de Molina), revelaron que los indios
dormían en camas de colchones pequeños, "los de los llanos,
de algodón, e los de la sierra, de lana" (OvlEDO Y V ALDÉs,
1959, V, 93). Colchones de lana de ceibo usaban los indígenas
de Coaque en la época del descubrimiento (SAVlLLE, 1910, 27;
LEÓN BORJA, 1964, 416).
Ya se dijo que el Inca dormía sobre un colchón de algo-
dón (Couo, 1891, II, 288). En Piura, norte del Perú, estos
colchones estaban adoptados como cosa corriente en la segun-
da mitad del siglo XVI (J. DE LA EsPADA, 1885, II, 238; -, 1965,
II, 42).
Los colchones de algodón son antiguos en América, pues-
to que inicialmente se usaron como tales, por los españoles,
los sayos de armas que se empezaron a confeccionar después
de la conquista de Nicaragua:
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412 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXJ. EL REPOSO DIURNO Y NOCTtJRNO 413
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414 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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CAPíTULO XXXIl
Metas.
La documentación disponible sobre este mueble en la
época prehispánica es puramente deductiva. En mesas de pie-
dra, que por lo mismo no podrían ser movidas muy fácilmente,
sacrificaban los mejicanos a sus víctimas. Igual puede supo-
nerse que ocurría en la región agustiniana.
En casa del cacique del valle de Lili en la cuenca del
Cauca las momias de los enemigos muertos estaban colocadas
sobre una "larga tabla" que iba de pared a pared, pero estaba
en alto, quizá suspendida (CIEZA, 1947, 380).
Al parecer no tenía mesas la casa indígena. Los objetos
de uso diario o las vasijas que los contenían, se colgaban de
postes o paredes donde las había y aun de las vigas.
Las mesas españolas de madera más características fueron
la rectangular "de refectorio" y la más sencilla, llamada "to-
cinera" (M.uTÍNEZ FEoucHr, 1975, 53), ambas de cuatro patas.
Las primeras tenían tablero muy grueso y faldones o teleras,
a veces ricamente ornamentadas con talla (BoNET CoRREA,
op. cit., 296-297). Por influencia francesa aparecen en España
las mesas de seis patas, dos a dos, y de Holanda se adoptó la
chambrana de contorno, en vez de ser central en forma de H
(ibid., 297).
Contra lo que pudiera suponerse, la mesa plegable y des-
montable es antigua, y ya se usaba en Aragón en el siglo xtv
(CANDAMO, 1951, 26; LozoYA, I%5, lám. 148, pág. 175). La de
tableros de quitaipón se puso de moda en Inglaterra en 1780
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416 IIISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Bufete.
La palabra es de origen francés, aunque el mueble espa-
ñol de tal nombre no coincide en sus características con los
del otro lado de los Pirineos, estos troncopiramidales (BoNET
CoRREA, op. cit., 296. 297). Es mesa transportable, exenta o
adosada a la pared (LozoYA, op. cit., 124). A veces sobre el
bufete se ponía un escaparate.
Es fama que el indio mejicano Juan de la Cruz de Puebla,
era experto en la confecci6n de bufetes con incrustaciones en
el período colonial (TERREROS Y VrmNT, 1923, 137).
Bufete en algunos países de Hispanoamérica ha perdido
su sentido inicial y se aplica, en vez de mueble alguno, a la
oficina) especialmente de los abogados.
Escritorios y escribanías.
El escritorio es una mesa a la que antiguamente se le
colocaba encima un mueble para guardar en compartimientos
con llave, documentos y aun joyas (véase bargueño) (BoNET
CoRREA, op. cit., 286-293).
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XXXII. MENAJE PARA APOYAR COSAS 417
Gabinete.
Antiguamente era cualquier mueble con cajones que ser-
vía de receptáculo. Se origin6 del arc6n con patas. Después
ha pasado la palabra a significar pieza contigua a la sala o al
dormitorio, a veces habilitada como tocador y para recibir vi-
sitas (Dic. Dec., 297).
Consola.
Aparece en el siglo xvm este mueble, una media mesa
adosada a la pared, casi sin uso utilitario, sino para adorno
(Bom.T Coruu:A, op. cit., 307). Algunas tenían tablero de már-
mol (LuciE-SMITH, op. cit., 77).
Otros.
En la mueblería rural española popular, mucho menos
adornada que la culta, se mencionan banquetas y poyetes ru-
dimentarios de muchas formas (LozoYA, 1965, 368).
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418 HISTORIA DE LA CU LTURA MATERIAL
Trípodes.
El de chimenea, de hierro o bronce (WRIGHT, 1966, 69-70),
servía para apoyar los atizadores y demás adminículos relacio-
nados con el control del fuego (véase capítulo XXIX).
Bastonero. -Paragüero.
Basta mencionar ambos muebles, para poner el bast6n
y el paraguas, respectivamente.
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CAPíTULO XXXIII
RECIPIENTES
Y MUEBLES PARA GUARDAR COSAS
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420 HJSTORIA DE LA CULTURA MAnRtAL.
Petaca.
Palabra del náhuatl petla-calli = petate, estera; caja, arca
(RoBELO, S. f., 74, 76).
"Es una petaca una manera de cesta muy bien fecha, e
algunas forradas en cueros de venados, e con sus atapadores,
que cabe tanto como media arca o caja de ropa; e hácenlas
del tamaño que quieren", los tarascas (OvJEDO Y V ALoÉs, 1959,
IV, 272, 11, 169). Diez y ocho petacas al año debían tributar
los indígenas habitantes de los 54 bohíos de Turbaco en 1549
(BoRREGO, op. cit., 139).
Todos los demás muebles para guardar cosas fueron in-
troducidos por los españoles.
Antes de seguir adelante, conviene aclarar algunos tér-
minos. Arca es una caja grande de madera o de metal, con
cerraduras muy seguras, pues su principal función es guardar
valores, sean monedas, joyas u otros. Cofre, contra la aplica-
ción que se le da a esta palabra en Colombia, es una vasija
mayor que el arca, apoyada en el suelo sobre patas, y con
tapa convexa. Arqueta o joyero, es un arca pequeña, bien or-
namentada y desde luego portátil. Urnas y cajas fanales, por
sus paredes transparentes, permiten la exhibición de los ob-
jetos que guardan. Cofrui/lo, arquilla y caja son copias de
pequeño tamaño, del cofre y del arca, respectivamente. Esttt-
clu~ es un recipiente lujoso para guardar un solo objeto, como
medalla etc., de gran valor (BoNET CoRREA, 1982, 226-227).
A ellos hay que agregar los baúles, los bargueños, arqui-
mesas, contadores, armarios, cómodas, escaparates, aparadores,
estantes, baúles.
Los bargueños son al parecer los muebles más acusada-
mente españoles, variantes del arca, pero con divisiones o
compartimientos, y dotados de una superficie para escribir
(LozoYA, 1965, 19; MARTÍNEZ FEoucHI, 1975, 54-55). Empe-
zaron a conocerse en el siglo xvt y a España se importaron
desde Ausburgo y Nuremberg. Los dotados de columnitas se
llamaron "escritorios" o "contadores", predominantes en el
siglo xvu. Fueron imitados en los dominios españoles, Méjico,
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XX.Xtn. RECIPIENTES Y MUEBLES PARA CUARDAR COSAS 421
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422 JiJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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CAPfTULO XXX r V
A) ASEO DE LA PERSONA.
Saponinas.
No es de este lugar hablar de los hábitos de aseo personal
de los indígenas americanos. Algo se ha dicho al estudiar las
epidemias en otra obra (PATIÑO, 1972, 174-176), sobre las sus-
tancias de origen vegetal que usaban para despercudirse, y más
se dirá cuando en un tomo en preparaci6n dedicado a la vida
sexual y las costumbres diarias, se trate de la higiene personal.
Esponjas.
No hay constancia de que algo semejante usaran los in-
dígenas para los fines en estudio, aunque sí para otros que
no se relacionan con el tema de este libro (cerámica). Las
esponjas de baño pertenecen a la clase Demospongea; la Hya-
lospongea es silícea y la Calcispongea, calcárea (PumA, 1972,
20-21).
Estropajo.
El estropajo (Luffa) de origen afro-asiático, se us6 tar-
díamente en América, hasta donde alcanzan las informacio-
nes disponibles (PATIÑo, 1967-1968, 111, 126-127).
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424 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Jab6tz.
Aunque los romanos conocían las propiedades de varias
sales de sosa para limpiar, el uso del jabón no parece haberse
generalizado en el imperio romano hasta la conquista de las
Galias, pues Jos germanos usaban algo similar a él. España,
con aceite de oliva y depósitos de sosa fáciles de utilizar, se
convirtió, con Marsella y algw1as ciudades italianas, en pro-
ductora desde el siglo vm (Encycl. Amer., XXV, pág. 157).
Las "almonas", como se llamaban las fábricas de jabón, eran
antiguas en el sur de España. Los Reyes Católicos refrendaron
en Sevilla las ordenanzas municipales, en uno de cuyos ar-
tículos se establecía que debían quedar en sitios alejados del
centro de la ciudad, para no ofender a los habitantes con los
malos olores, los talleres de varios oficios, incluyendo las ja-
bonerías y velerías de sebo (LoRENZO DE SAN NIOOLÁs, 1796,
436-437). El monopolio de jabón de Sevilla, ostentado en el
siglo XVl por los marqueses de Tarifa, fue ampliado a Indias
después del descubrimiento. Había almona de jabón prieto
en El Salvador y de blanco en Triana, barrios de la ciudad
del Guadalquivir; ambas consumían al año entre 50 y 60 mil
arrobas de aceite (LoRENZo SANZ, 1979, 1, 432) .
Se ha dicho que con el aumento de la producción de acei-
tes en América se abarató el jabón, con la consecuente eficacia
en la prevención de enfermedades y disminución del porcien-
taje de defunciones (MUMFORD: THOMAS, 1956, 390).
El 3 de agosto de 1499 se expidió a Pedro de Salcedo el
privilegio de que durante su vida, "él sólo pueda traer y ven-
der jabón en la Española" o Santo Domingo (NAvARRETE,
1954, 1, 466-467). Desde la Edad Media, los marqueses de Ta-
rifa tenían privilegio real en Sevilla para producir jabón; pero
Pedro y Gregorio de Espinosa lo fabricaban, blanco y negro,
en esa ciudad en tiempos de Felipe 11 (LoRENZo SANz, 1979, 1,
432; 257, 259). En 1566 el jabón que se exportaba de España
a América pagaba el 10% de almojarifazgo, o sea una de las
tasas más altas (ibid., 1980, II, 368).
Existe un documento del 9 de marzo de 1575, informe
sobre el establecimiento de una almona de "jabón de la tierra",
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XXXIV. EL ASEO PI:.RSONAL Y .EL DE LA VIVIENDA 425
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426 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXJV. 1!1. ASEO PERSONAL Y EL DE LA VIVJllNDA 427
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428 niSTORIA DE LA CULTURA 1\iATERIAl.
-*-
Mención especial merece lo relativo a la afeitada o rapaua.
Los indígenas se depilaban en algunas partes mediante pro-
ductos vegetales o manualmente por arranque de los pelos,
como lo hacían los huancavilcas del área de Guayaquil, hom-
bres y mujeres, en el cuerpo, con pinzas de cobre (SZAszot,
1980: CP, 8: 98). Algunas tribus usaban pedernales duros,
tipo obsidiana.
Los mayas "no criaban barbas y decían que les quemaban
los rostros sus madres con paños calientes siendo niños, para
que no les naciesen y que ahora crían barbas aunque muy
ásperas como cerdas de rocines" (LANDA, 1938, 105). Sobre
esto se volverá en otra obra de la presente serie.
La afeitada con navaja fue introducción española. Los
viajeros Juan y Ulloa enumeraban entre los abusos de los co-
rregidores con los indígenas serranos del Ecuador, obligarlos
a comprar -fuera de otros objetos inútiles para ellos- na-
vajas de afeitar "a quienes no tienen barbas" (JuAN y ULLoA,
1983, 11, 249). Consustancial con la navaja de afeitar era la
bacía, recipiente generalmente metálico, para el agua del re-
mojo, adminículo ampliamente mencionado en la literatura
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XXXIV. El. ASl>O PERSONAL Y E L DE LA VfVIENDA 429
Lavapiés.
Pileta con agua corriente para la higiene de las extremi-
dades inferiores (Dic. Decor.). Esto lo explica sobradamente
la siguiente regla de urbanidad, tomada de un texto en verso
del siglo XlX:
Enjuágate cada día
Ja boca y limpia los dientes,
con tal que no baya presentes
personas de autoridad;
toma baños de limpieza.
mayormente en el verano,
y los pies también es sano
de vez en cuando lavar
(Coon-H, 1850: CASTAÑEDA Y \t.COVER, 1955, 157 158).
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430 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXIV. EL ASEO PERSONAL Y EL DE LA VIVIENDA 431
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432 IIJSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
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XXXIV. EL ASEO PERSONAL Y EL DE LA VlVJ.ENDA .f33
Fig. 18. Bola, anillo y una jeringa de caucho (pera), usados por los
indígenas de la Guayana francesa en la primera mitad del siglo XVUI.
(Reproducido del libro "Nouvelle relation de la France equinoxiale",
por Pierre Barrere, 1743, pág. 138).
28
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434 HISTORIA DE LA COLTOR.A MATERIAL
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X'A"XlV. J!L ASEO PERSONAL Y EL DE LA VIVIENDA 435
Ctmiuros.
Igualmente repulsivos para las personas sensibles al olor
de bazofia del tabaco incinerado.
B) ASEO DE LA VlVIENDA.
Escobas.
Los indígenas ecuatoriales por lo general eran aseados en
sus personas. Asimismo lo eran muchas tribus en sus casas,
aunque debió haber de todo. No se sabe cómo afectaba a la
limpieza el uso de tener animales amansados, viviendo como
miembros de la familia. De todos modos usaban escobas en
varias partes.
En Nicaragua "otra hierba hay que se dice ozpanguazt~,
de la cual se hacen escobas para barrer, y es del arte de las
que en mi tierra (Madrid] y en el reino de Toledo llaman
ajongeras, o muy semejante, y esta echa unas florecillas ama-
rillas ... " (OviEoo, Y VALDÉs, 1959, IV, 425). La ajonjera a
que se refiere el cronista mayor de las Indias es la Compuesta
Atractylis g~mnifcra L. (FoNT Qun, 1973, 837).
Se hallaron por los españoles en el Sinú en la época de
los Heredias (AGUADO, 1919. Il, 45). Eran de mango largo,
"de la forma que las tienen en los monasterios, para no aba-
jarse" (ibid., 1957, IV, 23). De palma las usaban en Panamá,
aunque en época posterior (CuERvo, 1892, U, 355). En la
actualidad los cunas recolectaban la yerba "guala" para barrer
las casas (PREsTÁN SIMÓN, op. cit., 33). En Aroa, Venezuela,
quizá siguiendo una tradición local, se hacían de un arbusto
llamado damagua (ALTOLAGUIRRE, 1908, 138). En Quito había
unos matojos que se usaban como escobas (J. DE LA EsPADA,
1897, III, 70). La pichana o escoba de los quijos se fabrica de
ramos y hojas de un arbusto que la fuente no identifica. El
barrido, previo remojo del piso, se hace varias veces al día
(ÜBEREM, vol. cit., 128).
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436 H ISTORIA DE LA CULTURA MATE-RIAL
Sahumad ores.
Debieron ser para fines de ofrenda religiosa los grandes
braseros complicados y los pequeños sahumadores, llamados
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XXXIV. EL ASEO PERSONAL Y EL DE LA VtVLENDA 437
P~b~teros.
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CAPfTULO XXXV
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XXXV. EMBELLECIMIENTO, RECREACIÓN Y SOLAZ 439
Colgadt{ras.
Paños y telas a veces ricamente adornadas se colocaban
en casas reales o señoriales, o en balcones con motivo de fies-
tas; pero no constituían adorno cotidiano.
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HO HJSTORIA D.E LA CULTURA MATERIAL
Tapices.
Introducidos por los árabes en España, pues la escasez
de muebles típica de pueblos nómadas, se compensaba con
tejidos ricamente decorados que podían colgarse, descolgarse,
enrollarse y transportarse fácilmente. La producción y el uso
tuvieron su esplendor en el sur de España dominada por los
árabes ,y por consiguiente, debieron ser introducidos a Amé-
rica. Esto pudo ocurrir - aunque no se conozcan muchos
documentos sobre ello- a partir de la producción casi co-
mercial de tapices que se hizo en época de Felipe V, en el
primer cuarto del siglo xvm (BomT CoRREA, op. cit., 383-388).
Es improbable que se usaran en la casa popular.
Papeles de colgadura.
Papel pintado de China se importaba a Méjico (TERRERos
y VtNENT, 1923, 132).
A partir de la revolución española de 1830, los brocados
y tapices para cubrir las paredes se van sustituyendo por pape-
les pintados (LozoYA, 1965, 268).
El cuarto del gobernador de Popayán José Castro Correa
en 1789 estaba empapelado (ÜLANO, 1910, 154 nota).
Papel de colgadura se distingue en el cuadro de Ramón
Torres Méndez "Interior Santafereño". [Fig. 191.
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Fig. 19. "Interior santafereño", cuadro de Ram6n Torres Méndez,
1875. Museo Nacional de Bogotá. N6tese la pared revestida con
papel de colgadura.
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442 HISTORIA DE LA CULTURA MATEJUAL
Cortinas.
Se sacaban cortinas y cortinajes a relucir en el período
colonial durante las festividades de juras de reyes.
Trofeos.
El trofeo es el símbolo o la materialización de una vic-
toria, sea en la guerra, sea en la caza. Varias tribus de la
América ecuatorial -desde Abibe hasta el río Angasmayo
dice Juan de Vadillo (OviEoo Y VALDÉs, 1959, III, 171)-
exhibían la cabeza d e sus enemigos muertos. En el Cauca es-
taban puestas a lo alto de guaduas; a éstas se les abrían
agujeros para que el aire ululara, completando el efecto má-
gico-religioso con lo que un cronista llama "música de dia-
blos". También las cabezas reducidas de los jíbaros amazó-
nicos constituyen un trofeo, y el ritual para prepararlas, tal
como lo ha descrito el antropólogo Karsten, no deja duda del
contexto mágico que encierra.
En Turbaco, frente a las casas imponentes de los caci-
ques, había una estacada como seto; en cada estaca se ensar-
taba una cabeza de enemigo "por trofeos y adornamiento de
sus casas" (OVIEoo Y VALDÉs, 1959, III, 148).
Postes ceremoniales para sacrificios humanos tenían Jos
chibchas de la Sabana de Bogotá (CASTELLANOS, 1955, IV, 187,
194). Igual ocurría en la parte norte de la misma Cordi1lera
Oriental, por donde pasaron las fuerzas de Ambrosio Alfinger
(Ovmoo Y VALDÉs, 1959, Ill, 18; NECTAlUO MARíA, 1959, 505).
En el bajo Amazonas en un pueblo vieron los de Fran-
cisco de Orellana en palos hincados en tierra, cabezas de
hombres por insignia (OVIEDo Y VALDÉs, 1959, V, 390), y esto
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XXXV. EMBELLECIMIENTO, RECREACI6N Y SOLAZ 443
Blasones.
Escudo heráldico o de armas, de persona, linaje o ciu-
dad (Dice. Decor., 103).
Trofeos heráldicos esculpidos, como escudos de armas o
nobiliarios fueron más o menos comunes en las viviendas
burguesas, para no hablar de las señoriales, durante la domi-
nación española.
Cuadros y estampas.
El uso de pinturas enmarcadas o no, es herencia del mun-
do clásico. A partir de la imposición del cristianismo, pre-
dominaron las pinturas de tema religioso, herencia adoptada
en América y que perdura hasta nuestros días. Llegaron en
1528-1529 a Cuba gua siete imágenes de pintura ( ÜTIE, op.
cit., 484). Esto se intensificó después del concilio de Trento,
que estimuló la difusión de imágenes religiosas (MoRELL,
PEGUERo, op. cit., 140).
El aspecto artístico no compete a la índole de esta obra.
La autenticidad de muchos cuadros existentes en América es
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444 HlSTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Ménsulas.
"Miembro de arquitectura que sobresale del plano en que
está colocado y sirve para sostener alguna cosa" (GARcÍA SA-
UNE.Ro, op. cit., 157 y autoridades). De allí se ha aplicado
también a muebles a manera de repisas para colocar algo.
Jaulas y pajareras.
Jaulas para pájaros fueron comunes a las culturas ameri-
canas y a las del Viejo Mundo. Algunas tribus mantenían
aves enjauladas, para la obtención de plumas (PATIÑo, 1965-
1966, 165-167). Pero el indígena americano por la especial
habilidad que tenía para amansados, prefería los animales
sueltos en la casa, incorporándolos prácticamente entre los
miembros de la familia (PATIÑo, 1965-1966, 162-163).
En la época colonial se siguieron teniendo animales en
jaulas dentro de las viviendas o en corredores. Tal ocurrió con
los introducidos canarios (PATIÑo, 1970-71, V, 31), y con va-
rias aves americanas de vista y canto como asomas, azulejos,
toches, jilgueros, loros, guacamayos y pericos, etc. En España
se ha llamado la atención de que aun aves de presa como
halcones y jerifaltes se tenían en jaulas bajo techo, como el de
Calixto que figura en lA Celestina (LAFORA, 1950, 78).
Asimismo se tuvieron en cautividad y aun en relativa
soltura, mamíferos graciosos o juguetones como titÍes, cusum-
bíes e inclusive fieras, por ejemplo tigrillos.
No hay necesidad sino de mencionar animales verdade-
ramente domésticos, tales como los perros y los gatos.
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XXXV. EMBELLECIMIENTO, AECREACJÓN Y SOLAZ 445
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446 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAl.
Estuas.
El Zaque de Tunja recibió a los españoles sentado; a los
pies tenía a modo de alfombra "un lecho de cuatro dedos de
espartillo suelto, muy menudo, de que hay mucho en estas
tierras frías" (SIMÓN, 1981-1982, III, 257).
Las esteras de palma del alto Orinoco se llamaban turi-
mas (AI.vARADo, 1953, 347) o tiuitives (ARELLANO MoRENO,
1964, 353).
Los paraujanos de Maracaibo las usaban para dormir
(JAHN, 1927, 195).
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XXXV. EMBELLECIMIENTO, RECREACIÓN Y SOLAZ 447
Alfombras.
Este es nombre árabe (al-Khumra, estera), así como los
siguientes: alcatifa, alllagara, almozalas (pabellones), citharas
(corúnas) (LozoYA, 1965, 14), e identifican objetos enrollables
y transportables típicos de la cultura trashumante de los pue-
blos orientales. Alcatifa es "alfombra de terciopelo, parecida
al tapiz turco" (Dice. D~cor, 32).
Almocalla = antigua cortina de cama (ibid., 43).
Estas manufacturas de lana son típicas musu lmana-his-
panas, si hay que respetar el orden cronológico, pues fueron
técnicas y objetos introducidos por los árabes a España (Bo-
NET CoRREA, op. cit., 370-380; 372-373). En el siglo XVIII se
empezaron a laborar en el taller oficial creado en la Real
Fábrica de Santa Bárbara, así como en talleres particulares
abiertos con autorización real. Uno y otros perduraron hasta
después de haberse producido la independencia de los países
americanos (ibid., 379-380) . Es probable que antes de 1810 se
introdujeran piezas a América, pues los acontecimientos desa-
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448 HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL
Tapetes.
Alfombras y tapetes de lana de oveja constituían parte
importante de la industria textil en la época colonial en el
área andina (PATIÑo, 1970-1971, V, 288-290).
Bronces y rejería.
Canceles, rejas, verjas, celosías, tanto son elementos arqui-
tectónicos fijos, cuyo objeto es brindar seguridad, como ador-
nos en sí mismos, por las labores de que suelen revestirse, así
sean hechas de hierro o bronce, como de madera. Los espe-
cialistas han tratado el recorrido de este elemento a través del
tiempo (ALCOLEA, 1975, 13-106; ÜLAGUER-FELtÚ: BoNET Co-
RREA, 1982, 17-64).
Fuera de rejas, se hicieron objetos muebles, como cajas
para reloj, candelabros, lámparas, piezas de dominó, guarni-
ciones de piezas o jarrones de porcelana, manos o aldabones
(ALCOLEA, op. cit., 106).
El uso de herrajes como elementos decorativos constituye
uno de los ocho rasgos característicos de la arquitectura de
Panamá desde 1850, debido a la influencia afroantillana y
francesa (GUTTÉRREz, 1984, 89, 91, 153).
Espejos.
El indio americano no conoció el vidrio. Usó espejos de
plata, cobre, bronce, obsidiana; pirita de hierro y su relativa
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X..XXV. El\'IBELLECIMmNTO, RECREACI6N Y SOLAZ 449
29
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450 BJSTORlA DE LA CULTURA MAT:ERlAL
eornt4Copias.
Son espejos pequeños, que tienen adosados uno o dos
candeleros para multiplicar la luz (BoNET CoRREA, op. cit.,
490-491). Este nombre se aplica en América a otro adorno en
form~ de cuerno, muy usado en los escudos de las repúblicas
amencanas.
Jarrones.
Son vasos de porcelana, alabastro o cristal tallado para
adorno (Dice. D~cor., 348). Evolucionaron en su forma du-
rante el siglo XVIII en España (BoNET CoRREA, op. cit., 491).
Es probablemente en esa época cuando llegaron algunos a
América.
Floreros.
Es mayor la gama de materiales de que pueden hacerse,
desde el cuerno, el yeso, la cerámica y el metal, incluyendo
las latas vacías de comidas o bebidas del siglo presente. Qui-
zá es el más popular de los objetos de adorno. Se suelen
colgar también de las paredes.
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XXXV. EM.BELLECIMIENTO, JlECRUCt6N Y SOLAZ 451
Materas.
Las materas de helecho arbóreo no se puede afirmar
que sean prehispánicas; pero se mencionan como cosa co-
rriente a mediados del siglo X1X en Cundinamarca (LINDIG :
URYCOECHEA) .
Las figuras talladas de esta raíz merecen también una
mención, como los ídolos de los pijaos (SIMÓN, 1953, IX, 46-
47; BARNEY CABRERA, 1980, 23, 25, il. 7; Ro¡As DE PElU>oMo,
1980~ 125).
Asimismo las materas de guadua enteriza o con el entre-
nudo superior rajado en forma de copa.
Bibelots.
Se agrupan bajo esta denominación de origen francés,
objetos unitarios que ya no tienen como los anteriormente
mencionados fines utilitarios, sino que son de puro adorno o
dan pábulo a la contemplación estética. Los materiales pueden
ser diversos: estatuillas o figuras de cerámica, porcelana, mar-
fil, cristal, madera, fibras, telas, pl:istico, fibra de vidrio, cau-
cho, oro, cobre, bronce y otros metales o aleaciones y casi de
cualquier material concebible.
Mttñccas.
A diferencia de los anteriores, las muñecas - aunque
puedan ponerse como adornos estacionarios sobre un mue-
ble - han tenido por lo menos a los principios, un fin prác-
tico, o sea el juego, al que h ay que conceder un lugar
importante en la actividad humana. Pero desde fines del si-
glo XIX, con la muñeca de trapo o de madera, articulada o
no, se empezaron a fabricar las muñecas de porcelana como
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452 1-DSTORlA DE LA CULTURA MATE.RJAL
Naip~s.
Aj~dr~z. - Damas.
Ambos juegos fueron traídos por los árabes al occidente
(DozY, 1984, III, 136-138), y llegaron a América con los espa-
ñoles. Debieron ser practicados por minorías. V arios tratados
se publicaron sobre ambos en España entre los siglos xv y xvu
(CARo, 1978, 191-197), sin contar el que hizo preparar Al-
fonso el Sabio.
Ajedrez se jugaba en Cubagua mientras duró la explota-
ción perlera (Om, op. cit., 388-389). Entre los bienes dejados
por el presidente Morga en Quito al fallecer en 1636, figura
una tabla de ajedrez de madi! y otra para juego de tablas
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XXXV. EMBELLECIMlENTO, RECllEACI6N Y SOLAZ 453
Domin6.
Más moderno que los anteriores, parece ser de origen
italiano.
Cajas d~ rapé.
La revelación de narcóticos y estimulantes americanos,
como el tabaco y la coca, y su adopción por los europeos, in-
trodujo nuevos elementos para diversificar los hábitos caseros.
Aunque el consumo de tabaco se impuso gradualmente, ya
en el siglo XVIII era algo de rigor en Francia y otros países.
Aparte se ha hecho la historia del tabaco en la América equi-
noccial (PATIÑo, 1967-1968, Ill, 281-330), y por consiguiente,
de las diversas maneras como lo usaban los indígenas -en-
tre ellas bajo la forma de rapé- y se describieron las vasijas
en que se transportaba o tomaba (ibid., 320-321).
La horqueta de huesos de aves para absorber por las fo-
sas nasales narcóticos como el paricá, es elemento de origen
suramericano, orin6quico-amazónico (NoRDENSKIOLD, 1930, 8:
72; LoVEN, 1935, 389).
La tabaquera fue instrumento metálico por lo general,
ideado por los europeos sobre los modelos americanos, cuando
la costumbre de tomar rapé se impuso entre los elegantes. Se
le llegó a dar el carácter de dije artístico (TALAVERA-X~
NEz PATÓN, 1638, 66v.; Pwz VroAL, 1959, 137-148). El presi-
dente Morga dejó en su herencia dos tabaqueras de picos de
pájaros guarnecidos de plata (MoRGA, 1909, 159). Pero en
América también se hacían más modestas. Los llaneros ve-
nezolanos hasta hace poco tenían tabaqueras de vejigas de
toro (MENOOZA, 1947, 108). (Fig. 20).
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454 HISTORIA 01; LA CULTURA MAn:JUAL
Caj~tas d~ chim6.
M6 o clzim6 es un masticatorio compuesto de zumo de ta-
baco y una sal extraída en Lagunillas, cerca a Mérida, Vene-
zuela, sustancia que provoca abundante salivaci6n. El uso
estuvo muy extendido en el occidente venezolano y aún perdu-
ra. El preparado se suele llevar en pequeños recipientes de
cuerno, caña, calabaza y aun de metales preciosos, como oro
y plata. Uno de oro tenía la mujer del general Páez en Ma-
racay en 1822 y no era el único (BoussiNGAULT, 1985, II, 43;
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X.XXV. EM'BELLECIMIENTO, RECREACI6N Y SOLAZ 455
Cafetera, tetera.
También en el siglo xvm se empez6 a difundir el uso de
bebidas o infusiones tónicas, como el café, el té y la yerba mate.
Los dos primeros vinieron de fuera y se generalizaron; el
mate qued6 confinado a los países del cono meridional del
continente suramericano de donde es nativo.
Se idearon vasijas y elementos para preparar y servir ca-
da una de dichas bebidas.
En las casas de propietarios ricos se mantenían con la
vajilla ordinaria, las cafeteras (RmF.RA y ScHENONE, op. cit.,
192-194), las teteras (ibid., 308-314) y las bombillas y mates
(íbid., 247-272) . Sobre esto último hay documentación deta-
llada (SAUBIDET, 1952; VrLLANUEVA, 1938, 1967).
Como el chocolate tuvo hasta ahora el carácter de alimen-
to básico, la chocolatera se ha estudiado dentro del menaje
asociado a la alimentación diaria en la obra respectiva (PA-
·nÑo, 1984, 1, 183-184).
5- INSTRUMENTOS MUSICALES.
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456 HJSTOR.IA DE LA CULTURA MATEJUAL
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BIBLIOGRAFlA
l. OBRAS CONSULTADAS
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(Véase BARREIRO, (P) AcusTÍN JESús (agustino), 1828).
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CLXXXV, Madrid, Gráficas Yagües.
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1748 Relación histórica del viage a la América Meridional ...
para med1r algunos arcos de meridiano terrestre ... Im-
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Marfn, año de M.DCCXL Vlll. Primera parte, tomo
primero (24) + 404 págs. y láms. J a XIII fuera de
texto.
332. 1983 Noticzas secretas de América. BBP. vols. 113, 114, Bo-
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Part. 1, x (4) + XVI +
224 págs. +
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PINTo NoLu, MAmA (Véase CoRREAL URREco, GoNZALO y
PrnTo NoLLA, MARÍA, 1983).
501. PJTTIER, l h.NRI:
1970 Manual de las plantas usual~s de v~nezuda y su Su-
plemento, Caracas, Talleres Gráficos Ariel, Esplugues
de Llobregat (Barcelona), xxn + 478 págs. Suplemento:
con doble numeración Vlll 123 - 479-620 págs. con +
grabados.
502 PLAZA, RAMÓN OE u :
1883 Ensayos sobr~ el arte ~n Venezuela. Caracas, Imprenta
al vapor de "Ln Opinión Nacional", 262 págs. + ilus-
tración (musical) 56 págs., índice, J.
503. PLAZA ScmJLLER, FER.l'ANOO:
1977 E/ compl~jo d~ fortalezas de Pambamarca . . . Ins-
tituto Otavaleño de Antropología, Serie Arqueológica
núm. 3. Proyecto: LA incursi6n Inca ~n el sept~ntri6n
andino ecuatoriano. [ Ota\'alo J, Editorial Gallocapitán,
( 6) +
54 págs. 20 láms.
504. PLAZAS, CLEMENCIA (y) FALCHETTI OE SÁENZ, ANA MARfA:
1981 Asentamientos prehispánicos en el baio rfo San Jorge.
FlAN, B:~nco de l:1 República, Bogotá, Litografía Arco,
136 págs., ílustrs. (XXXVII láms. entre texto, 9 figs.
entre texto), 1 mapa fuera de texto.
88
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514 BIBLIOCRAFÍA
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BIBLIOGllAFiA 523
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526 B 1 B L 1 O G Jl A P f A
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BIBLIOGRAFÍA 535
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536 B 1 B L 1O G R A P Í A
2. DOCUMENTOS INI1DITOS
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íNDICES
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íNDICE DE ILUSTRACIONES
Págs.
Fig. l. a) Reparos contra el sol, uno de techo inclinado y otro
de techo plano, usados por los indfgenas del oriente
venezolano en la primera mitad del siglo XVI para col-
gar hamacas (De Benzoni, 1965, pág. 10). b) Res-
guardos de pieles de los onas de Patagonia, según
figura del siglo XVI (De Oviedo y Valdés, Historia,
lám. VI, fig. 1) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Fig. 2. a) Representaciones cerámicas arqueológicas de los
bohíos de los indios pastos, región fronteriza de Co-
lombia (Nariño) y Ecuador (Carchi). (De Martínez,
1977, p:íg. 28) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Fig. 2. b) Plano de la disposición de los bohfos en la pro-
vincia ecuatoriana del Carchi (De Martfnez, 1977,
pág. 33) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Fig. 3. Representaciones de viviendas en la cerámica arqueo-
lógica colombiana: a, b, cortesía del Museo Nacional;
e, d, cortesía del Museo del Oro de Bogotá . . . . . . . . 67
Fig. 4 . "Tres tipos de arquitectura costeña [ecuatoriana]: vi-
vienda con alero bajo y columnas tras los frentes;
maqueta de varios escalones, y otra de basamento bajo
y doble techo peraltado" (Explicación y figuras de
Schávelzon, 1983, pág. 204) ................... ... 68
Fig. 5. Aldea a la oriUa del mar, que presenta las viviendas
úpicas populares del área maya. Templo de los gue-
rreros de Chichén Itzá, siglo xu d. C. Nótese la si-
militud con las casas de las Grandes Antillas dibujadas
por Oviedo y Valdés (Marquina, 1951, pág. 878; Ku-
bler, 1962, pág. 102) .. .. . .. .. .. .. . .. .. . .. .. .. .. .. 81
Fig. 6. Mapa de la distribución geográfica de los distintos
tipos de vivienda de Venezuela aplicables a toda el
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540 ÍNDICES
Págs.
área ecuatorial; láminas y figuras de las mismas (Gil-
berro AntoiÍDez, 1955, págs. 131-137) . . . . . . . . . . . . . . 82
Referencia al mapa de distribuci6n de la vivienda in-
dígena, con 24 figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Fig. 6. a) Dos tipos de construcciones de los caribes de la
Guayana Francesa a mediados del siglo xvru, el ta-
boili o karbet, casa colectiva, y la sura o casa alta (P.
Barrere, 1743, pág. 141) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Fig. 6. b) Plantas y cortes de las casas circulares y cuadran-
gulares de los indios Chok6 del Darién, Panamá
(Arias Peña, ct al., pág. 69) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Fig. 6. e) Plantas de los siete tipos de vivienda en otras tan-
tas provincias de Panamá en la época presente (Arias
Peña, ct al., 1981, pág. 327) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Fig. 7. Vasijas de barro del área de Trujillo, norte del Perú,
en forma de casas y pirámides (De Krickeberg, to-
mado de Bassler, pág. 401) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Fig. 8. Para pedir a perpetuidad una concesi6n de tierras al-
rededor del lago de Maracaibo, hacia 1575 el español
Diego Sánchez de Sotomayor elev6 una solicitud que
contenía la descripci6n del área, y algunas figuras y
dibujos, entre los cuales figura éste de una construc-
ción palafítica y unas armas. (Tomado de Breton,
Man, 1921, XXI, 9-12; 10) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Fig. 9. Habitantes de una vivienda arborícola rechazan con
agua hirviendo, tizones encendidos y piedras a los es-
pañoles (algunos ya heridos o muertos), que tratan
de derribar el árbol de sostén (Benzoni, 1965, pág. 188) 110
Fig. 10. a) Bohío circular o caney y vivienda cuadrada con
portal o zaguán, preferida por los caciques, los dos
principales tipos de construcción en las Grandes An-
tillas en la época del Descubrimiento . . . . . . . . . . . . . . 115
Fig. 10. b) Series de viviendas similares a las de a, en Centro
América, como fondo de la representación de juegos
y diversiones de los indios nicaragüenses (De Ovie-
do y Valdés, lám. I, figs. 9 y 10; lám. XV, figs. 1 y 2) 116
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fNDICES DE ILUSTRAC IONES 541
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542 ÍNDICES
Págs.
Fig. 20. Dos cajitas y una tabaquera de plata, para rapé, de
manufactura mejicana. Siglos XVIn y xrx. Colección de
la señora G. H. Neumegen, Méjico. (De Anderson,
1956, fig. 104) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 454
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íNDICE GENERAL
Págs.
PROEMIO • . • • • • • • . • • • • • • • • • . • • • • • • . • • • • • . • • • • . • • • • • . • • . • • • • • 11
Siglas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
LIBRO PRIMERO
LA VIVIENDA
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544 ÍNDICES
Poígs.
Reparos o abrigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Sol. Viento. Uuvia. Mixtos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Protección post-mortero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
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ÍNDICE CENEJlAL 545
P~gs.
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546 ÍND I CES
Págs
CAPÍTULO XVII. Mano de obra especializada: constructores, alba-
ñiles, canteros, carpinteros. Profesionales: maestros, arquitec-
tos, ingenieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Carpinteros, ebanistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222
Arquitectos e ingenieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
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ÍNl>ICE GENERAL 547
Págs.
Arquitectura doméstica ................ . 269
Modificaciones en d diseño ....... . 284
Arquitectura militar .................. . 285
Arquitectura civil .................... . 288
Arquitectura religiosa ................. . 288
,
..
1541-1550 .................... ..
1551-1560 ..................... .
302
303
..
1561-1570 ..................... .
1571-1580 ..................... .
303
303
3. Normas sobre poblamiento planeado: !:as or-
denanzas de 1573 ....................... . 303
Década 1581-1590 ..................... . 306
1591-1600 ..................... . 306
Período 1601-1625 ..................... . 306
1626-1650 ..................... . 307
1651-1675 .................... .. 308
1676-1700 ..................... . 308
1701-1750 .................... .. 309
1751-1800 ..................... . 309
4. Éxitos y fracasos de las fundaciones ...... . 311
Inundaciones y desplazamientos ........ . 316
Otros factores ......................... . 316
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548 ÍNDICES
P~gs.
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ÍNDICE CENERAL 549
P~gs.
LIBRO SEGUNDO
MENAJE
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550 ÍNDICES
P.lgs
CAPÍTULO XXXI. Menaie para el reposo diurno y nocturno . . . . 392
I:.poca prehispánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392
Para postura sedente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392
Duhos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392
:t.poca post-hispánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 398
Estrados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 398
Bancos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 398
Sillas y sillones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 398
J:.poca prehispinica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 400
Para postura yacente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 400
a) Sobre el suelo .. . .. . .. . .. .. .. .. . . 400
b) En barbacoas . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. 401
Nuqueros y almohadas . . . . . . . . . 402
e) Hamacas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403
Chinchorros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407
Post-hispánico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 408
Camas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 408
Tendidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
Colchones y almohadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
Cobijas, mantas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
Toldos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
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ÍNDICE CENERAL 551
Págs.
Jabón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 424
Enseres para d aseo personal . . . . . . . . . . . . . 426
Dornajo. Lebrillo. Barreño. . . . . . . . . . . . . 427
Lavapiés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429
Otras vasijas sanitarias . . . . . . . . . . . . . . . 429
Perico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 434
Polibán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 434
Escupideras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 434
Ceniceros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 435
B) Aseo de la vivienda .. .. .. . . . .. . .. .. .. .. . . .. . .. 435
Escobas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 435
Sahumadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436
Pebeteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437
C.~PÍTOLO XXXV. Objetos para embe/lecimit::nto, recreaci6n y
solaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 438
l. Elementos para enlucir techos, paredes y pilares 439
Colgaduras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439
Tapices . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 440
Papeles de colgadura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 440
Cortin:~s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 442
Perchas, percheros o colgaderos . . . . . . . . . . . . 442
Trofeos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 442
Blasones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443
Cu:~dros y estampas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443
Ménsulas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
Jaulas y pajareras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
Relojes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445
2. Objetos para cubrir el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 446
Esteras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 446
Alfombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 447
Tapetes ... ·:.;. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 448
Bronces y rc:¡ena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 448
3 . Objetos para colocar sobre muebles . . . . . . . . . . . 448
Espejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 448
Cornucopias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450
Jarrones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450
Floreros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450
Materas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 451
Bibelots . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 451
Muñecas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 1
4. Objetos para juegos y distracciones . . . . . . . . . . 452
Naipes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452
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552 ÍNDICES
Pigs.
Ajedrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452
Damas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452
Dominó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453
Cajas de rapé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453
Cajetas de chim6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 454
Cafetera, tetera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455
5. Instrumentos musicales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455
BIBLIOGRAFÍA • • • • • . • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • . • • • • • • • • . • • • • • • • 457
l. Obras consultadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 457
2. Documentos inéditos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 536
íNDICES
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SE ACABÓ DE IMPRIMIR ESTA OBRA EL
D(A 12 DE OCTUBRE DE 1990, EN LA
IMPRENTA PATRióTICA DEL INSTITU-
TO CARO Y CUERVO, EN YERBABUENA.
LA VS DEO
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
para los investigadores y estudiosos
que deber:in asumir conscientemente
lo que significa dar lugar a la escritu-
ra de estos pueblos tradicionalmen~
olvidados y desconocidos.
El paso a la expresi6n escrita de
estas lenguas ofrece nuevas perspecti-
vas de géneros, de t6picos, de recursos
estilísticos expresivos no contemplados
por las culturas y por las lenguas oc-
cidentales, pero todo ello implica una
profundizaci6n científica interdiscipli-
naria para que el tr:insito a la len~
escrita no sea una simple y desange-
lada copia de modelos foráneos, ni
mucho menos de la traducci6n literal
de otras cosmovisiones.
Los campos de esta nueva colecci6n
est~n relacionados con la lingüística,
la etnografía, la sociolingüfstica, la an-
tropología cultural, sin desligarse de
la alfabet izaci6n y desarrollo de las
comunidades indígenas desde el punto
de vista de su lengua y de su mundo
cultural.
E l nombre de Biblioteca "Ezequi4l
Uricoecllea" quiere ser una manera de
homenaje al fil6logo, al poUglota, al
fonetista, al bibli6grafo, al arabista, in-
tuitivo cultivador de múltiples intere-
ses científicos, viajero infatigable y
ciudadano del mundo, quien desde
muy joven tuvo un desvelado interés
por los temas americanistas que se
concretó en 1854 en la aparici6n de
su Memoria sobre las antigüedades
neo-granadinas y m~s tarde en la com-
pilación de una valiosa colecci6n de
nuevos escritos americanos; quien, ade-
m~s. logr6 editar en París tres volú-
menes sobre lenguas ind{genas colom-
bianas: el Chibcha en 1871, el Ptfe11
en 1877 y el Guajiro en 1878, edita-
dos todos ellos en la Colección lingüls-
tica americana ideada y forjada por él,
serie en la que se publicaron entre
1871 y 1903 un total de 25 volúmenes.
Símbolo de su fe en América y de
su preocupaci6n por los estudios de
estos temas americanistas es la apari-
ción de esta nueva serie dentro de las
ya cl~sicas publicaciones del Instituto
Caro y Cuervo.
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