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Brown Eyed Handsome


Man
Libro 04 de la serie Hell Yeah!
Sable Hunter
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Traducido y corregido por Ingrid Puentes

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Tabla de contenido

Sinopsis ..................................................................................................... 4
Capítulo Uno ............................................................................................ 5
Capítulo Dos ...........................................................................................39
Capítulo Tres ..........................................................................................71
Capítulo Cuatro ................................................................................... 100
Capítulo Cinco ..................................................................................... 130
Capítulo Seis ........................................................................................ 161
Epílogo ................................................................................................. 187

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Sinopsis

El Sheriff Kane Saucier no tenía intención de volver a enamorarse.


Nunca. El amor es para hombres que no están comprometidos con
sus carreras; hombres que nunca han experimentado la traición de
una mujer que supuestamente les pertenece.
Hasta que conoce a Lilibet.
La solitaria chica de Kerrville nunca ha sido besada, nunca ha tenido
una cita, nunca fue invitada a un baile. Debido a una lesión de la
infancia, no se movía fácilmente ni con gracia, su caminar hacia que
todos se volvieran con una mirada de pena y desdén.
Hasta que conoce a Kane.
Kane solo ve una mujer increíble, con un rostro y una sonrisa de
ángel. Está determinado a demostrarle lo hermosa que es.

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Capítulo Uno

Kane Saucier cerró el archivo. El papeleo era la parte que menos le


gustaba de ser el Sheriff del condado de Kerrville.
– ¡Logan! ¿Dónde está el formulario que rellenamos cuando fuimos
llamados a retirar el ganado de la carretera?
Últimamente había habido una serie de incidentes con el corte de
alambres y el ganado siendo encontrado vagando de arriba y abajo
en las carreteras. Era un peligro extremo.
– ¡Está en su escritorio, jefe! – El adjunto ansioso hacía su trabajo,
anticipando las necesidades del Sheriff.
Quejándose, Kane se instaló en su silla para hacer las anotaciones
debidas. Tuvieron suerte esta vez. Los animales que estaban fuera
la noche anterior había sido ganado McCoy, y tras informar a Aron
McCoy esta mañana, no había ninguna duda en su mente que los
cercos en torno a la propiedad Tebow serían revisados y verificados
con minuciosidad.
– Tengo hambre, jefe. Pidamos una pizza. – Logan se acercó hasta
la puerta de su oficina y frotando el lugar cóncavo donde su vientre
debería haber estado. Kane ocultó una sonrisa. Logan se parecía
más a Barney Fife de lo que cualquier hombre debería. ¿Eso lo
hacía a él Andy Taylor? Dios, esperaba que no. Andy no había
tenido relaciones sexuales con una mujer durante todo el tiempo
que su show estuvo en televisión y Kane Saucier necesitaba echar
un polvo de la peor manera. Estaba caliente como el infierno.
La campana que colgaba sobre la puerta principal anunció que un
visitante entraba. Ambos hombres miraron hacía el frente para ver
a una mujer joven que luchaba para conseguir que un pequeño
carrito entrara.

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– ¿Quién diablos es ella? –Preguntó Kane. Por lo que podía ver ella
tenía unos ojos dulces. El pequeño trasero con curvas que les
presentaba era redondo y firme y parecía que rogaba por ser
exprimido. Una trenza intrigante de espeso cabello oscuro colgaba
hasta la cadera y los pequeños gruñidos que podía oírla haciendo
estaban tan cerca de los sonidos que una mujer hace cuando está
excitada que su polla se hinchó como manguera de bombero
cuando la presión comenzó a subir.
– Esa es la pobre Lilibet Ladner, sheriff. ¿Quiere que le diga que se
vaya? Siempre está tratando de vender bocadillos. Y no creo que
tenga permiso. La mayoría de la gente piensa que es una molestia.
Kane no podía pensar, estaba demasiado hipnotizado por el
balanceo de sus pechos mientras maniobraba el carrito hacia ellos.
Parecía que estaba usando una sola mano.
– Por el amor de Dios, ve a ayudarla, Logan.
Logan le dio una mirada exasperada, pero obedeció. Después de
que el adjunto se acercó, la chica retrocedió un paso y dio a ambos
una sonrisa tímida. Kane se quedó mudo. Ella era absolutamente
preciosa. El resto de su cuerpo, su corazón y su cerebro, se
encontraron en la misma página que su polla. Él la quería.
Lilibet tragó con nerviosismo. Finalmente, había encontrado el
valor de preguntar al sheriff y a sus empleados si les gustaría
inscribirse para la entrega de almuerzo. Desde que el sheriff Kane
había llegado a la ciudad hace unos meses, había jugado un papel
protagonista en sus fantasías. Cada noche se entregaba alivio
sexual. Masajeaba y frotaba sus pezones, y frotaba febrilmente su
clítoris. Mientras se hacía el amor a sí misma en su solitaria cama,
era Kane Saucier al que hacía el amor en sus sueños. Eran sus labios
los que besaba y envolvía su cintura con sus piernas mientras
conducía su polla con fuerza en su húmedo coño.
¡Wow! ¡Estaba haciéndolo de nuevo! Al instante, sus pezones

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estaban como piedras y su sexo estaba vacío y dolorido. Tenía que
controlar su imaginación hiperactiva.
Kane le sonrió.
De repente Lilibet dio cuenta que no tenía el carrito de comida para
esconderse detrás. Ella estaba de pie a la vista del objeto de su
deseo. Simplemente, no había lugar para esconderse. Oh, bueno,
no era como si tuviera una oportunidad con él de todos modos.
Tomando una respiración profunda, dio un paso adelante y, cuando
lo hizo, vio su expresión cambiar por completo. En una fracción de
segundo, pasó de ser un hombre mirándola con interés sexual, a
uno que la miraba con lástima absoluta.
Debería estar acostumbrada a esto ya. ¿Qué esperaba? Ningún
hombre había querido a Lilibet Ladner y ningún hombre jamás lo
haría.
Poniéndose en pie, Kane se dirigió rápidamente a su lado.
– Déjeme ayudarla. – Ofreció. ¿Qué estaba mal con ella? ¿Se había
hecho daño? Sus movimientos eran extraños, una pierna era más
corta que la otra. – Logan toma una silla para la señorita Ladner. –
Mirando a su invitado con sospecha obvia. ¿Cuál diablos era el
problema? Nunca había una buena excusa para la grosería,
francamente.
Lilibet se encogió ante la tensión que se había creado.
– No, estoy bien. La cojera es normal para mí. Por lo general, me
aferro al carrito. No es tan notable entonces. – Sus ojos marrones
estaban calientes y se disculpó. Se dio cuenta de que no quería
causar ningún daño por su reacción inicial. Señor, él era atractivo.
Los recuerdos de todas las cosas que había hecho con él en su
mente vinieron rápidamente a la memoria, dejándola
momentáneamente sin habla.

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– ¿Qué podemos hacer por usted? – Vio sus mejillas sonrojarse.
¡Jesús! Ella era adorable. Sabía que ella había visto su sorpresa al
ver la dificultad con que caminaba por la sala. La cubrió
rápidamente, sintiéndose consternando. A partir de la experiencia
con la discapacidad su hermano Zane, sabía que su mayor deseo
era sólo ser tratado como todos los demás.
– Lilibet, no estamos interesados en inscribirnos en el programa de
almuerzo. No deberías estar aquí molestando al sheriff con esas
tonterías. – Kane se sorprendió por el desprecio en la voz de Logan.
Y no lo iba a aguantar. Levantándose repentinamente, le dio a su
adjunto una mirada que derretiría el asfalto y le indicó que lo
siguiera.
– Perdone, señorita Ladner. Necesito tener una palabra con mi
empleado.
Logan siguió al sheriff a la sala de conferencias y Kane dio un
portazo.
Lilibet no era estúpida. Se dio cuenta que este fue un error de
primer orden. Agradecida por la oportunidad de salir
elegantemente, lo que casi la hizo reír, la tomó. Su deseo de
escapar antes que los dos hombres volvieran hizo que la adrenalina
la recorriera y fue capaz de salir del edificio mucho más rápido de lo
que había entrado.
– ¿Por qué estás actuando como un imbécil? ¡No había ninguna
buena razón bajo el sol para tratar a esa mujer de la manera que lo
hiciste! Sé que no podemos acceder a su servicio de entrega,
estamos mucho tiempo fuera de la oficina. Pero trataras a la gente
de nuestra ciudad con cortesía, o puedes encontrar otro tipo de
trabajo. ¿Soy claro?
Logan tuvo la decencia de parecer arrepentido.

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– Estoy fuera de línea, ¿no? – Al ver la censura en la expresión del
Sheriff, rápidamente trató de justificar su comportamiento. – Es un
mal hábito que viene de la época de escuela, supongo. Ella estaba
en un grado menor que yo, pero... se detuvo y comenzó a caminar
con una expresión culpable. – Sabes cómo pueden ser los niños,
sheriff. Era parte de la experiencia educativa, supongo, ya sabe,
todos los niños encuentran a alguien más débil que hostigar. Es un
rito de paso.
Recordó el dolor de Zane cuando se había visto obligado a lidiar con
las bromas de la gente ignorante, así que no podía sentir ninguna
simpatía por Logan.
– Eso es un montón de mierda. La crueldad nunca se justifica.
Ahora, lleva tu culo por ahí y pide disculpas a esa chica. Explícale
por qué no podemos comprar su almuerzo en una manera que no
hará que se sienta como si estuviera cometiendo un crimen con
sólo caminar a nuestras oficinas.
Al abrir la puerta, Kane se sorprendió al encontrar una oficina vacía.
– ¡Mierda! – Se había ido.
– Bien, eso está bien. – Logan dio un suspiro de alivio. Odiaba tener
que retractarse de cualquier cosa. – ¿Adónde va? –Preguntó
cuando el gran Kane Saucier se dirigió a la puerta.
– Voy tras ella. – No sabía qué iba a decir cuando la encontrara,
pero no podía soportar la idea de que se sintiera como si hubiera
hecho algo malo. Todo de lo que era culpable, era de entrar en una
oficina gubernamental que sus impuestos ayudaban a pagar. Ah, y
había algo más. Era una muñeca hermosa y su polla estaba
insistiendo en que se presentaran correctamente.
Al salir a la calle, la vio empujando su carrito por la acera. Se detuvo
a hablar con Rex Driscoll de la tintorería, empujó su carrito al lado y
caminó hasta él con una marcha un poco irregular. En la esquina un

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grupo de adolescentes venían moviéndose rápidamente, y ni
siquiera intentaron evitar empujarla. Ya en desventaja y sin
equilibrio ella calló. Kane hizo una mueca cuando ella cayó en la
acera de duro concreto.
– Mierda. – Lilibet se esforzaba por levantarse, avergonzada por
estar dando un espectáculo. Rex cojeó hasta ella, pero alguien más
la tomó primero. Brazos fuertes la atraparon y se encontró
acurrucada contra un duro pecho. – Lo siento mucho… siempre soy
tan torpe. Completamente angustiada se inclinó hacia atrás para
mirar a su salvador, sabiendo muy bien quien era. – Kane, le
agradezco mucho.
Él la dejó sobre sus pies y la sorprendió cuando comenzó a limpiar
la suciedad y el polvo de sus brazos y piernas.
– Malditos niños. – Driscoll murmuró. – ¿Estás bien, cariño? Te voy
a dar un vaso de agua. – El anciano salió tambaleándose.
– ¿Estás bien, mi amor? – Kane le preguntó sintiendo un calor
incómodo en el área de su corazón.
Mirándolo con sorpresa, Lilibet acarició las amables palabras.
– Oh sí. He tenido caídas mucho peores que esta. – ¿Por qué estaba
mirándola de esa manera? Si no lo supiese diría que el buen Sheriff
del Condado de Kerrville estaba a punto de besarla. A ella, la lisiada
Lilibet Ladner, aquí en la calle principal, frente a Dios y de todo el
mundo.
Grandes ojos azules encontraron los de él, y su boca se abrió
expectante. Kane podía ver sus duros pezones, tan claro como el
día, a través de su camisa rosa de algodón. El corazón le latía. Podía
sentir su pulso bajo sus dedos mientras sostenía su muñeca.
– Creo que debería darle una justa advertencia, señorita Ladner.
Estoy a punto de besar esos deliciosos labios rosados. ¿Me llevaré
una bofetada en el rostro?

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Lilibet no podía respirar. Estaba a punto de recibir su primer beso.
“Señor, por favor, no dejes que me desmaye”, era su oración. No se
lo perdería por nada del mundo.
– No, yo estaría muy agradecida por un beso. – Le susurró.
Kane se inclinó, lentamente. Su corazón latía como un martillo
neumático. Hacía años que no deseaba a una mujer con tal
intensidad candente. Independientemente de la multitud que se
había congregado a su alrededor, el sheriff Kane Saucier rodeó su
pequeño cuerpo sexy en sus brazos y bajó la cabeza para saborear
la dulzura de sus labios.
– ¡Bien hecho, Sheriff!
¡Maldita Sea! Con su pequeño ángel en sus brazos, la llevó a la
tintorería, evitando los molestos comentarios de la gente de la
ciudad.
– Rex, estoy requisando tu oficina. ¡Vigila la puerta! – Rex, que
volvía con el vaso de agua, le dio una sonrisa de complicidad.
– Yo podría haber caminado, – murmuró Lilibet, totalmente
avergonzada. El beso que ella estaba esperando rápidamente se
convirtió en una manifestación de su discapacidad. – Sé que soy
inválida, pero me muevo bastante bien, para mí.
– No eres una inválida. Y no quiero oír que te llamas así de nuevo. –
Odiaba esa palabra. – Creo que eres una mujer hermosa, que
planeo llegar a conocer mucho mejor. – Con esta declaración de
intenciones, Kane se sentó en el borde de la mesa y la acomodó
para que quedase a horcajadas sobre uno de sus duros muslos, sus
senos presionando en su pecho y sus manos aferradas en sus
antebrazos. – Ahora te tengo donde quiero.
Excitación corrió por sus venas como agua blanca. La proximidad de
un hombre era algo que ella nunca tuvo el privilegio de conocer.
Especialmente no del hombre de sus sueños.

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– ¿Todavía me vas a besar? – Preguntó esperanzada.
Kane miró su dulce rostro.
– Oh sí. Te voy a besar. – Puso su frente contra la de ella y la miró a
los ojos hasta que se rió. – Haces pucheros, princesa. – Pasando sus
manos por sus brazos, sintió su reacción, porque ella se estremeció
bajo su tacto. – Ahora, ¿Dónde estaba? Ah, cierto, esa boca
perfecta. – Mirándola, fue consciente de sus nervios convirtiéndose
en excitación, su respiración se aceleró, sus pezones se hincharon.
Ella levantó la cabeza y, Dios del cielo, extendió los brazos para
darle la bienvenida. ¡Infiernos, sí! Ella no frunció sus labios, pero los
abrió ligeramente y se reunió con él a mitad de camino.
Cuando su boca tocó la de ella, ella gimió de alivio completo.
¡Aleluya! ¡Lilibet Ladner estaba siendo besada! Kane Saucier se
tomó su tiempo, besándola a fondo, profundamente, su lengua
recorrió el interior de su boca como si tuviera toda la intención de
hacerlo otra vez. Dios, eso esperaba. Lilibet estaba mareada por el
deseo. Sus pezones estaban tocando su duro pecho, incluso a
través de su sujetador y camisa de algodón delgada. Y Dios la
ayudara, no podía dejar de frotarse de lado a lado, disfrutando de
la deliciosa fricción que hacía latir su clítoris.
Kane se deleitaba con su beso. Ella no tenía experiencia y eso se
notaba, pero estaba bien para él. Estaba cansado de las mujeres
descaradas que solo estaban interesadas en lo que podían sacar de
un hombre. Este pequeño ángel era un dador, no un tomador. Y
ella le estaba dando la mayor erección que había tenido en muchos
días.
– Kane, me encanta esto, mucho. – Ella le tomó la cara entre las
manos y le dio un beso en sus labios. La falta de oxígeno forzó sus
bocas a separarse, pero ella no estaba desperdiciando cualquier
momento. ¿Quién sabía si esta increíble oportunidad se presentaría
de nuevo? Sus manos en su trasero la sobresaltaron, y cuando él la

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provocó empujándola contra él, sintió la más deliciosa fricción en
sus hambrientas partes femeninas contra su duro muslo.
– ¡Más! – Exclamó y sacó el infierno fuera de él, cuando se aferró a
sus hombros y montó su pierna con abandono.
Capturando sus labios una vez más, Kane tomó un sorbo de néctar
de su pasión, completamente enamorado de su entusiasmo
cautivador.
– Justo así, bebé, toma tu placer. Me encantaría ver cómo te corres
en mis brazos. – Estaba bromeando con su respuesta, viendo hasta
donde podía volar su pequeña paloma. Le frotó la espalda, los
brazos, besó su rostro, dejándola reposar la cabeza en su hombro y
frotar su coño contra su pierna. Cuando ella comenzó a
masturbarse contra él, él apretó su abrazo y la sostuvo hasta que
dejó de temblar. – Estoy tan celoso, susurró.
– ¿Por qué estás celoso? – Susurró a su vez, acurrucada en sus
brazos como si perteneciera allí.
– Habría dado cualquier cosa por tener tu clítoris entre mis labios
cuando alcanzaste el clímax. La próxima vez voy a lamer tu crema
como un gato hambriento. – Cuando hundió la cara en su cuello
como si quisiera esconderse, él se rió. – Si te escondes de mí, estas
muy cerca de hacerlo muy bien.
– Me estoy escondiendo de mí, – dijo en voz baja. – Me he
sorprendido a mí misma, y a ti, me imagino. ¿Te debo una disculpa?
La empujo hacía atrás para poder ver su rostro. Tenía la cara
enrojecida y saciada de una mujer que ha experimentado la
satisfacción sexual total.
– Por supuesto que no, no me debes una disculpa. Esa fue la
maldita cosa más sexy que he visto en mi vida. – Empezó a besar su
rostro, suavemente. – ¿Quieres cenar conmigo esta noche? –
Necesitaba decirle el por qué no podía pedir el servicio de almuerzo

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y maldición, él sólo quería pasar tiempo con ella. – Me siento muy
atraído por ti, Little bit.
Lilibet sonrió por la forma en que cambió su nombre por el de un
cariño. ¿Había algo que haya querido más? Pasar tiempo con él
sería un sueño hecho realidad, literalmente. Sin embargo, la idea de
entrar cojeando en un restaurante en frente a la mirada de una
multitud de personas juzgándola era horrible para ella.
– ¿Vienes a cenar a mi casa? ¿Sería eso suficiente?
Lo miró con expectación por lo que no podía decir que no.
– Cenar en tu casa será perfecto.
– Bueno. Ven cuando estés listo... La cena estará en la mesa a las
siete ¿Te parece bien? – Se alegró de que no había sido él quien
sugirió venir a cenar, porque ella hubiera sospechado que iba a
venir solo para probar su cocina. En cambio, la había invitado a salir
en una cita de verdad, y eso era la cosa más grandiosa que jamás le
había sucedido, después del beso, por supuesto.
Ayudándola a ponerse de pie, la tomó de la parte posterior de la
cabeza y la besó en la frente.
– Estaré allí tan pronto como pueda. ¿Está bien, cariño?
– Vivo en la casa de alquiler de Patterson, detrás de la logia
masónica. – Dio un paso hacia adelante, aferrándose a la mesa para
hacer su paso desigual menos obvio. Él le ofreció su brazo y se
dirigió lentamente hacia el carrito, calentando el corazón de Lilibet
con su gesto caballeroso.
– ¿Puedo ayudar de alguna manera, cariño? Sabía que ella iba a
decir que no, pero tenía que preguntar.
– No, estoy bien. Todavía tengo que hacer algunas llamadas –
Esperaba que la comida estuviera aún caliente. La hora de los besos
robados no estaba en su agenda.

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La calle se había despejado, entonces Kane, furtivamente, le dio un
último beso en la mejilla y se quitó el sombrero.
– Estaré allí tan pronto como pueda. – Con eso, regresó por la calle,
sus largas piernas con elegancia devorando la distancia.
Lilibet lo miró con el corazón en la garganta. ¿Cómo en el mundo
había sucedido? El hombre más bello de toda la provincia, no sólo
la había besado, también le dio uno de los mejores orgasmos de su
vida. Por supuesto, ese fue el único orgasmo que había tenido en
presencia de otra persona, y eso solo lo hizo más especial. Con una
sonrisa que eclipsó el sol de la mañana, Lilibet continuó sus rondas,
ansiosa por llegar a casa y prepararse para su primer hombre.
*****
Al entrar en la oficina, Kane se dio cuenta que alguien estaba
sentado en su silla. Logan estaba tomando notas y sonriendo a algo
que un hombre dijo. Mirando hacia arriba, su suplente lo saludó.
– Sheriff, venga aquí. Usted no se ha encontrado con Lonnie
Patterson, ¿verdad? Él es una persona muy importante en estas
regiones, es propietario de la mitad de la ciudad. – Logan tenía sus
pulgares metidos en el cinturón y se sentía poderoso, satisfecho de
sí mismo. Algo estaba sucediendo.
Kane estrechó la mano de Patterson, percibiendo que el hombre
era corpulento, rudo y tenía un olor corporal débil que había
tratado de enmascarar con una gran cantidad de loción de afeitar.
– ¿Qué podemos hacer por usted, Patterson?
– Él necesita desalojar a alguien, sheriff. – Con un gesto, Logan le
entregó los formularios que ya habían sido llenados y sellados.
– Eso es correcto. – Patterson cruzó sus cortos brazos sobre su
pecho de barril y alzó su barbilla. – Tengo reglas estrictas, sheriff.
Dirijo muy organizadamente y he advertido a esta persona varias

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veces que mi alquiler no se divide en zonas para empresas
comerciales.
Kane no había mirado hacia abajo, pero tenía un mal
presentimiento sobre lo que iba a ver cuándo lo hiciera.
– ¿Cuál es el problema, señor Patterson? Rogando por equivocarse,
Kane verificó el nombre en la orden de desalojo. ¡Maldita Sea!
– Simplemente no puedo aguantar, Sheriff Saucier. Esta mujer tiene
un servicio de entrega de comidas y alimentos fuera de una
residencia privada. Y quiero que se detenga. – El viejo hurón
manchado tenía una sonrisa enferma en su rostro, como si
estuviera disfrutando de la idea de poner a alguien en la calle.
– En realidad no atiende ahí, Sr. Patterson. Ella sólo vende
almuerzos y sándwiches por ahí afuera en un carrito. – Kane sabía
que no tenía una pierna buena para estar de pie. Él había sido
conocido por romper las reglas favoreciendo el sentido común.
– Yo la quiero fuera y quiero que se lo digas hoy. – Patterson tenía
esto metido en la cabeza y parecía dispuesto a luchar.
Kane suspiró.
– Me haré cargo de ella, Patterson. – Con el corazón encogido, Kane
se dio cuenta que sus planes para la noche habían cambiado
dramáticamente. Lo que podría haber sido una noche romántica
era ahora un asunto oficial. Iba a tener que desalojar a Lilibet
Ladner de su casa.
*****
Lilibet estaba tan emocionada. La compañía era un deleite raro
para ella, y nunca tuvo el privilegio de tener un invitado como el
sheriff Kane Saucier. Corriendo, trató de hacer todo perfecto para
Kane. Frotó toda la casa dejándola impecable, cocinó una comida
abundante, y se las arregló para lucir presentable a medio camino
en el proceso. Mirando a su alrededor, estaba convencida que su

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pequeña casa era tan acogedora como ella podía hacerla. Su padre
le había dado muchas cosas: su sentido de independencia, la
tolerancia a la intolerancia de los demás, y su casa fue asegurada
por un contrato de arrendamiento a largo plazo que había
negociado con el propietario original. Ella fue bendecida porque el
Sr. Patterson, su actual propietario, había permitido modificar su
acuerdo para adaptarse a sus normas y reglamentos cambiantes.
Un golpe en la puerta hizo que su corazón saltara hasta su
garganta. ¡Él estaba aquí!
Kane quería estar en cualquier otro lugar, pero no dónde estaba
parado en este mismo instante. En cualquier otro momento, habría
sido feliz de pasar una noche con la dulce Little-bit. Pero él no tenía
ningún deseo de hacerle daño, y eso era exactamente lo que estaba
a punto de hacer. Escuchó sus pequeños pasos irregulares mientras
se acercaba a la puerta, y juró que iba a asegurarse que ella tuviera
un par de zapatos hechos especialmente para que sus piernas bien
formadas tuvieran la misma longitud. Probablemente no era más
que una diferencia de dos o tres centímetros, solo lo suficiente para
causar problemas y dolor. Al abrirse la puerta, su pulso se disparó
ante visión de su hermoso rostro y cuerpo perfecto.
– ¡Kane! – Exclamó. – ¡Estoy tan contenta de que estés aquí!
Lilibet estaba tan feliz de estar cerca del atractivo sheriff otra vez.
Su cuerpo recordaba la alegría de su toque y la maravilla de su
beso. Hambrienta por sentir de manera más fuerte, lo que él le
hacía, ella se acercó a él extendiendo su brazos, aproximándose,
para poder anidarlo en la calidez de sus brazos. Después de todo, la
última vez que estuvieron juntos, él la había tratado como una
mujer. Su mujer.
– Espere, señorita Ladner. – Kane le tendió la mano, como una
barrera para evitar que lo tocara. Por mucho que quería acogerla

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en su abrazo, él sabía que tenía que hacer frente a sus obligaciones
oficiales primero. – Tengo algo que necesito hablar con usted.
Lilibet se congeló. Algo estaba mal. Su autoconfianza recién nacida
se marchitó como una frágil flor en el calor del desierto.
Sintiéndose como una tonta, dio un paso atrás y se puso la máscara
en su lugar.
Lilibet era una experta en ocultar sus emociones.
– Por supuesto. – Ella sonrió con serenidad, pero sus entrañas se
sacudían como las hojas de un árbol de álamo.
Oh, apostaba que era sobre la entrega del almuerzo. Quizás el
Sheriff Saucier hablaría sobre el negocio en primer lugar. Eso tenía
que ser. Dejando escapar un suspiro, se calmó.
– No te preocupes, si se trata de las entregas de almuerzo, te voy a
dar un formulario para que distribuyas en tu oficina. – Tan pronto
como ella dijo las palabras, vio una nube en su bonito rostro. Sus
hermosos ojos marrones se negaron a reunirse con los de ella.
– Acerca de los almuerzos... – murmuró, inclinando la cabeza. –
Desafortunadamente, no podemos participar. Estamos tanto fuera
de la oficina. Y Sara, nuestra secretaria, siempre está en alguna
dieta. – ¡Maldita sea! Se sentía como un idiota.
Cuando por fin levantó la mirada para encontrar la suya, vio el
dolor y la incertidumbre, a pesar que ella estaba haciendo su mejor
esfuerzo para ocultarlo. Sabía que necesitaba cada centavo que
podía recibir. Antes de llegar esta noche, había hablado con Sarah y
varios otros, para averiguar todo lo que pudo sobre Lilibet y su
difícil situación. Se entristeció al saber que nadie le daría una
oportunidad y la contrataría para un trabajo decente. La trataban
como a una paria en este pueblo duro de corazón. Sarah había
dicho que las personas la veían como discapacitada no solo por su
pierna y brazo. Se sorprendió por lo de su brazo, tomándose

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tiempo para mirarlo, no podía ver nada malo, parecía
perfectamente normal para él.
– Oh – Dijo simplemente. Lilibet se aclaró la garganta. – Bueno, está
bien. Entiendo. – Le dio, lo que ella esperaba, fuera una sonrisa
sincera. – No hay problema. Señaló a la mesa que estaba cargada
de alimentos. – Cociné pollo y albóndigas y pastel de coco. Espero
que tengas hambre. – Lilibet quería salvar esta noche, este precioso
principio, más de lo que quería ver el amanecer de mañana.
Kane dejó que sus ojos recorrieran su sencillo vestido amarillo, su
pelo que caía hasta la cintura en ondas de chocolate negro.
– Lilibet, por desgracia, estoy aquí en carácter oficial. – Kane se
quitó el sombrero y se puso delante de ella, temiendo a las
palabras que tenía que decir.
Lilibet no podía imaginar. ¿Sería una mala noticia? No tenía a nadie
a quien perder en un accidente, a excepción de su hermano, y él
estaba bien, había hablado con él hace solo unos minutos. Él estaba
en un aprieto financiero nuevamente, pero eso no era nada nuevo.
Por lo que no podría haber venido a hablarle de la muerte de
alguien. ¿Y si ella hubiera cometido un crimen? ¿Sería detenida?
– ¿Qué he hecho? – ¡Maldición! No podía soportarlo. Alargó el
brazo hacia ella y tomó su pequeña mano en la suya. Era tan suave
y tan fría.
– Tú no has hecho nada Little-bit. No es más que un hombre de
corazón duro, que está obligando a la ley. Su mano temblaba en la
suya, mientras buscaba su rostro.
– No sé lo que quieres decir. – Kane le soltó la mano, cuando lo que
quería hacer era tirarla a sus brazos y protegerla del mundo.
– Lo siento, cariño, pero estás siendo desalojada. El señor Patterson
está imponiendo su derecho como propietario a reclamar su
propiedad basado en la violación de las ordenanzas de la zona.

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– Pero pensé… – Lilibet comenzó a explicar, pero no veía su
expresión de dolor que él odiaba esto tanto como ella. Lilibet sabía
que el sheriff era un hombre justo y si había alguna manera de
haber evitado esto, lo habría hecho. Enderezando su espalda,
enfrentó lo inevitable. – ¿Cuánto tiempo tengo para encontrar otro
lugar para vivir? – La mente de Lilibet estaba corriendo. Tenía pocas
opciones. ¿Dónde se iría? No tenía ahorros, y muy poco dinero en
el banco. Sus deudas no eran suyas, pero era como si lo fueran.
Con voz firme, dijo la fecha límite que se había descrito en la
denuncia.
– Tienes tres días. – A medida que su carita se llenaba de
consternación, Kane no puede evitarlo. Se había quedado lejos
mientras pudo. – Ven aquí. – Antes de que pudiera protestar, la
cogió en brazos, una mano sobre los hombros, y la otra debajo de
las rodillas. Se acercó a la mesa de comedor donde la comida
estaba todavía caliente y aromática, y se sentó en una de las sillas.
Empujándola contra él, la abrazó temblando ligeramente. – Vamos
a conseguir algo de comida para ti. Tú cocinaste todas estas
maravillas y apuesto a que no has comido ni un trozo.
– Te estaba esperando. – Dijo en su hombro. – No quiero
desperdiciar esto. Permíteme servirte un plato. – Se deslizó de su
regazo, necesitando distanciarse de sus formas atractivas y
mantener la cabeza clara.
Mientras observaba su trabajo con la comida, tuvo que preguntar.
– ¿Qué vas a hacer? ¿Adónde iras?
Ah, el tema que temía. ¿Cómo responder a una pregunta cuando tú
misma no conoces la respuesta?
– Voy a... – Se detuvo, ni siquiera capaz de mentir
convincentemente. – Yo planeo...
Kane no lo pensó dos veces. Sabía lo que quería que hiciera.

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– Ven conmigo a casa. –Lilibet dejó los cubiertos que sostenía y se
golpearon contra el plato de porcelana haciéndola saltar.
– ¿Qué has dicho? – Ciertamente, oyó mal. Sosteniéndose de la
mesa, dejó que sus ojos se lo comieran. Era impresionante.
Hombros anchos, pecho fuerte, brazos musculosos, y la cara de un
ángel caído. Si la vida se registrara en un DVD, estaría
retrocediendo para oír sus palabras de nuevo.
Todo en lo que Kane podía pensar era en la suavidad de sus labios,
la forma en que sus pezones se habían sentido rozando su pecho, y
en los suaves jadeos sexys que había hecho contra su cuello
mientras la tuvo en sus brazos.
– Dije que vengas conmigo a casa. Te deseo. Maldición. Si dices que
sí nena, te quiero en mi casa y en mi cama y no voy a aceptar un no
por respuesta...
– ¿Mudarme contigo? –Lilibet no sabía qué decir. Todo estaba
ocurriendo demasiado rápido. En un momento estaba siendo
desalojada y al siguiente estaba recibiendo proposiciones, tal vez. –
Qué amable de tu parte, pero eso sería imposible. – Su mente
estaba siendo bombardeada por pensamientos caóticos. Si tenía
que mudarse, no había manera que pudiera permanecer en
Kerrville. La única solución sería ir a Houston y quedarse con su
madrastra hasta que encontrara una manera de mantenerse a sí
misma. Pagar la deuda de su hermano era su primera prioridad.
– Podría haber ventajas si te quedas conmigo. – Kane sonrió
suavemente. Su corazón se llenaba cuando la miraba. Dios, se
sentía atraído por esta mujer. Sus botas de vaquero resonaron con
pasos depredadores deliberados alrededor de la mesa. Tomándola
por los hombros, tiró suavemente para abrazarla. Ella no se resistió.
– Cariño, lo siento. No había nada que pudiera hacer. Casi se me
mata el venir aquí y a decirte estas palabras. – Enmarcando su
rostro, le besó las lágrimas de sus ojos. – Este idiota, Patterson, está

21
en su derecho, sin embargo es injusto que lo haga. – Kane estudió
su rostro hermoso de grandes ojos tristes y los labios temblorosos
que lo tentaban más allá de la razón. Quería tanto chupar la dulzura
de ellos.
Un gran sentimiento de pérdida inundó el alma de Lilibet. No sólo
estaba perdiendo su casa, estaba perdiendo cualquier oportunidad
que podría haber tenido para disfrutar de unos momentos robados
con Kane. No había duda en su mente que esto era sólo una
fantasía, pero la oportunidad de pasar unas horas con él había sido
tan importante para ella.
– No es tu culpa, Kane. No te culpo. Solo estás haciendo tu trabajo.
– Ven a casa conmigo. – Susurró Kane. – Quiero hacer el amor
contigo. – De forma espontánea, sus manos se movieron con
hambre por su cuerpo. Podía sentir su polla hincharse a reventar. –
Vamos a encontrar la forma, yo me ocuparé de ti.
Sabiendo que el regalo inesperado de compartir tiempo con él se le
escapaba entre los dedos, Lilibet decidió ser valiente y por primera
vez ir tras lo que quería, Kane. Sería sólo una vez, la oportunidad de
degustar el cielo y la iba a tomar.
– ¿Quieres hacer el amor conmigo? ¿Ahora? ¿Aquí?
El corazón de Kane casi se detuvo. Su oferta tentadora y dulce le
quitó el aliento.
– No tienes que pedírmelo dos veces. – Dijo con un ronco gruñido.
Llevándola en sus brazos, se acercó a la puerta de su habitación.
Mirando a su alrededor, no podía dejar de notar que su refugio era
tan cálido y acogedor como ella lo era. – Lo haré tan bueno para ti,
cariño. – Kane la levantó y admiró su belleza.
Lilibet le sonrió. En su corta vida había sufrido mucho dolor y
rechazo y ser elegida esta vez para ser amada era emocionante. Se
maravillaba de sus anchos hombros y duro pecho.

22
– ¿Puedo tocarte? A la espera de la autorización, dejó que sus
manos se cerniesen sobre su cuerpo.
Sin saber por dónde comenzaría, su respuesta fue sí. Kane no podía
creer bendición delante de él. Tomando las pequeñas manos entre
las suyas, la besó en el centro de cada palma y las colocó sobre su
pecho.
– Por favor, tócame, en cualquier lugar y de cualquier manera que
quieras. – Se armó de valor, esperando ver lo que haría. Este ángel
no tenía idea que lo tenía completamente bajo su hechizo.
Lilibet miró a Kane. Se sentía como si se estuviera muriendo de
hambre y él fuera un banquete preparado para su placer. Tomando
una respiración profunda, ella decidió ser feliz.
– En primer lugar, quiero besar tu rostro. – Se levantó en la punta
de sus pies y comenzó con dulces besos en su cara, sus ojos, su
cuello. ¿Estaba temblando? ¿Con su toque? La idea era
embriagadora e hizo que sus pezones hormiguearan de
anticipación. ¿Iría a tocar sus pechos? ¿Chuparía sus pezones? La
sola idea de lo que podría hacer con ella, la hizo comenzar
humedecerse entre sus muslos. – Ahora voy a desabrochar tu
camisa. – Ella anunció formalmente. Y cuando Kane gruñó, lo miró
con sorpresa.
– Sí, por favor. – La animó. – No puedo esperar a sentir tus manos
en mi piel. – Kane parecía concentrado mientras se ella deshacía
cada botón. Tenía el uniforme almidonado y ella tendría que
trabajar en ello, su pequeña lengua estaba en la comisura de su
boca y no pudo resistirse a inclinarse y robarle un beso a ese mismo
lugar. – Tócame, nena. Estoy caliente por ti.

Lilibet abrió la camisa como si desenvolviera un regalo y cuando vio


su cincelado y perfecto torso y la ligera capa de bello sobre sus
pectorales, no pudo resistirse. Apoyando la cabeza contra él, oyó el

23
fuerte latido de su corazón y luego Lilibet comenzó a tocar.
Frotando y acariciando alimentó sus fantasías, acumulando
recuerdos para las largas noches solitarias venideras. Con la lengua
y los labios probaba y saboreaba, acariciando y memorizando el
olor y la sensación de él, la maravilla de tener la oportunidad de
tocar al hombre de sus sueños.
– Eres hermosa. – La elogió.
Las manos de Kane estaban apretadas en puños, lo que quería era
rasgar su ropa y hundirse en el paraíso, pero a todas luces, ella no
era muy experimentada y lo último que quería era asustarla. Pero
cuando su lengua suave y húmeda giró alrededor del pezón, Kane
perdió el control.
– ¡Dios! Te deseo. – Se quitó la camisa, calcetines, zapatos,
pantalones y todo, Ella lo miraba como si fuera la respuesta a una
oración. Y él sentía lo mismo por ella.
No podía apartar los ojos, ¡Era enorme! Lilibet había visto fotos de
hombres desnudos, pero no había visto ninguno como este. Esta
vez, ella no pidió permiso. Había pasado el punto de recordar sus
modales. Ella sólo lo quería. Su pene estaba orgulloso, largo y
grueso. Parecía que necesitaba besarlo. Demasiado.
– Eres tan grande. – Exclamó. Mirando a su cara para asegurarse de
que no se estaba excediendo, extendió la mano para tocarlo.
Kane casi estalló con su primer toque. Él estaba en una dieta sexual
desde Lisa. Con su suave mano le acariciaba la dura polla, no podía
dejar de comparar el evidente deseo de Lilibet con la fría
indiferencia de su ex esposa. Y cuando ella frotó la cara contra su
eje, supo que había encontrado uno de los mayores tesoros de la
vida. Una mujer sensible.

Lilibet estaba fascinada, su pene era tan duro, pero suave.

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– No tengo experiencia con esto, pero me gustaría probar, si está
bien para ti. – Sin esperar respuesta, se puso de rodillas, abrió la
boca y tiró de él para que entrara.
¡Señor, ten piedad! Kane echó la cabeza hacia atrás y dejó que las
olas de éxtasis fluyeran por su cuerpo. Sus pequeños labios estaban
tirando y chupando y su lengua estaba lamiendo. Desde mucho
tiempo que no había sido tocado así, y no había manera en el
infierno de que pudiera durar. ¡Mierda! Ver su dulce rostro, su boca
estirada sobre su erección, era la cosa más hermosa que había visto
en su vida. ¡Mierda! Lo que él quería era darle un placer
indescriptible, pero en ese momento, ella estaba dándole un placer
explosivo.
Lilibet se tomó de sus fuertes caderas, no era como si ella estuviera
yéndose a cualquier lugar. Kane tenía el pelo torcido alrededor de
su puño y estaba bombeando dentro de su boca con golpes firmes
por tanta excitación y sorpresa. Disfrutaba de estar tan cerca de él,
y cuando los espasmos comenzaron a hacer su polla pulsar, chorros
comenzaron a llenar la boca, tragó lo mejor que pudo. Acariciando
sus piernas, se sintió orgullosa de los quejidos y gemidos que él
hacía en su orgasmo y cuando Kane comenzó a acariciarle la parte
posterior de la cabeza, frotándole el cuello, se sintió tan cerca de él.
Este fue uno de los mejores momentos de su vida. Ella todavía era
virgen, pero había dado placer a un hombre y era algo que siempre
recordaría.
Kane se mostró encantado con el mejor orgasmo que había
experimentado en los últimos años. Mirando a su ángel, vio que
ella le estaba mirando con total confianza.
– Me gustó eso, Kane. ¿Lo hice bien?
– Estuviste perfecta. – Poniéndola en sus pies, comenzó a
desnudarla. – Pero sólo estamos empezando, muñeca. Quiero
hacer el amor contigo. Quiero darte el mayor placer que hayas

25
conocido. – Llevándola a la cama, le dio una sonrisa sexy, sus ojos
brillaban de felicidad. – Abre tus dulces piernas, bebé. ¿Alguien
besó tu coño alguna vez?
– No. – Ella temblaba de anticipación.
Kane se sorprendió pero se alegró. Este era un privilegio por el que
estaba agradecido. Se arrodilló a sus pies, miró el tesoro ante sus
ojos.
– Eres absolutamente hermosa, cariño. – Tomándola con los dedos,
abrió los labios y le dio un beso en el corazón de su brillante capullo
rosa. – Espera, amor. Estoy a punto de hacerte gritar. “Poco a poco,
Saucier”, se advertía a sí mismo. Se tomó un momento para
disfrutar de la vista. Su polla ya estaba respondiendo, empezando a
llenarse de lujuria y deseo. Era tan hermosa. – Eres un banquete,
amor. – Decidido a hacer de esta la mejor experiencia de su vida,
decidió hacerlo durar. Con reverencia, colocó sus labios sobre la
suave piel de su pubis, pero en vez de besar hacía el sur, dejó su
beso viajar al norte. – Eres la tentación misma, Little-bit.
Sintió que sus pezones se endurecían. No podía apartar los ojos de
él. Esto era mejor que cualquiera de sus fantasías. Las caricias que
le estaba dando en su abdomen eran tan suaves que tenía que
luchar para sentir cada una.
– Quiero besarte. – Admitió sin aliento.
Kane rió, su lengua jugando con su ombligo.
– Oh, bebé. Voy a besarte por todas partes. – En un suave
movimiento cubrió su cuerpo con el suyo, inclinándose para
morder sus labios, amando la forma en que ella respondía a su
pasión con pequeños gemidos hambrientos. Queriendo estar más
cerca, ajustando su eje en el valle cálido y húmedo de su feminidad,
dejando llenarse su hendidura, la cabeza de su pene haciendo un
delicioso contacto con su clítoris hinchado.

26
¡Oh, Dios, él era perfecto! Su beso era tan bueno, y sentirlo
empujándola hacia abajo sobre el colchón, reclamándola, la hacía
sentir más importante y más protegida que en toda su vida.
Con un suspiro, dejó que su lengua se deslizara en su interior,
poseyéndola, mezclando sus gustos, su esencia, su propia alma.
Queriendo prolongar el momento y hacer que durara para siempre,
lo sostuvo en el viejo abrazo de una mujer aceptando a su hombre.
Lilibet envolvió sus brazos alrededor de su cuello y sus piernas
alrededor de su cintura y abrió su corazón para él.
¡Intoxicante! ¡Dios, era como el mejor vino! Saciar su sed de ella le
llevaría el resto de su vida. Bajando por su cuerpo, deslizó Kane
deslizó sus labios hasta mordisquear la suave curva de su cuello.
– Te deseo tanto. – Confesó. – Dios, mírate. – Le susurró con
asombro colocando una palma a cada lado de sus pechos y empujó
juntándolos. – Lilibet, podría chupar tus pechos durante horas. –
Para probar su punto, llevó su cabeza sobre un seno y lamió. –
Tienes pechos para amamantar, amor. – Los acarició fascinado al
ver el rosa oscuro de las hinchadas areolas. – Mira esto. Tus
pezones están tan duros.
Quería pedirle que chupara sus senos, pero lo único que podía
hacer era rezar mucho para que Dios le concediera su deseo.
Conteniendo la respiración, ella lo miraba fascinada, mientras
jugaba con sus pechos. Y cuando él abrió la boca y bajó sobre su
carne con ganas, gimió en voz alta de pura felicidad.
– ¡Kane, oh Señor. Kane! – Empujaba el pezón con los labios, con la
lengua, lo apretaba contra el paladar, lo lamió hasta que ella pensó
que iba a morir de placer. Encantada, lo miraba, él era tan guapo,
tan sexy, tan grande. Dios era todo un hombre. Amor burbujeaba
en su corazón mientras él se alimentaba de ella succionando sus

27
pezones agradecidos. Se sentía tan bien que quería llorar. Y si sus
gruñidos y gemidos eran una indicación, él se estaba divirtiendo.
También estaba la cuestión de algo grande y duro entre sus piernas.
Solo la anticipación de su posesión estaba haciendo su coño vibrar
como una mariposa en un frasco. ¡Dios, anhelaba ser llenada por
Kane Saucier!
Kane cambió de seno y mientras se alimentaba de éste, trabajaba el
otro pezón que estaba mojado por el beso, lo ordeñaba con los
dedos. Lilibet tuvo que dejar de ver, era demasiado. Cerró los ojos,
arqueó la espalda y le ofreció todo lo que ella era o podía llegar a
ser.
– Hmmmm. –Kane chupaba sus pezones dulces como frambuesas
recubiertas de azúcar. Usando sus dientes, jugaba con ellos,
excitándolos aún más. Cuando sintió que sus caderas comenzaban a
golpear contra su duro eje de acero, supo que era el momento.
Estaba a punto de tomar un trocito de paraíso. Apoyándose en sus
brazos, se cernió sobre ella. Ella abrió las piernas y ahuecó sus
propios pechos y él estuvo tan cerca de hacer el ridículo, como
nunca lo había estado. Sería incapaz de volver a mirarse a sí mismo
en el espejo si prematuramente disparara su semen por todo su
delicioso cuerpo. Sonriendo, pensó lo sexy que se vería con franjas
de esperma decorando los globos redondos y perfectos. – Cariño,
eres la cosa más sexy del mundo.
– No, tú lo eres. – Lo sabía a ciencia cierta. – Me encantó cuando
besaste mis pechos, me sentí muy, muy bien.
Flashes de Lisa vinieron. ¿Podrían ser dos mujeres tan diferentes?
El contraste sólo le daba ganas de complacer más a esta mujer.
– Apuesto que puedo hacerte sentir aún mejor. – Prometió y cayó
de rodillas. Tomando sus bien torneadas piernas, las puso sobre sus
hombros y empezó a presionar besos con la boca abierta en todo

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su coño de arriba a abajo. Estaba húmeda y lista para él y su pene
estaba tirando y la oscilando entre las piernas, con ganas de salir
del banco e ir al juego.
– Oh mi señor. – Gritó Lilibet. Nunca se había imaginado algo tan
increíble. Sentándose, le sostuvo la cabeza, pasando los dedos por
el pelo. – Kane, nunca me he sentido así. – Ella confesó, su voz,
literalmente temblando con el esfuerzo para formar una frase
coherente. ¡Dios, era bueno! En un momento, él estaba lamiendo
su clítoris y al siguiente estaba presionando aquella lengua
talentosa tan profundo como podía y sintió la tierra comenzar a
temblar y el fundamento de su mundo comenzó a balancearse con
los temblores de éxtasis sacudiendo su esencia misma.
Kane lamió los pequeños chorros de crema, tomando los pulsos de
su vagina como un halago personal.
– Cariño, si no entro en ti en los próximos diez segundos, será
demasiado tarde para arrepentirse, bebé. ¿Estás lista para mí?
Lilibet se acomodó en la cama. No podía dejar de notar que todo su
cuerpo estaba enrojecido por la excitación. ¿Él siempre deseó tanto
a una mujer? Su polla estaba goteando pre-semen y señalando a su
coño como si tuviera instalado un GPS. Aun así, esperó una
invitación oral.
– Bebé, ¿Puedo hacerte el amor ahora?
Su lengua estaba atada. ¿Debería decirle? ¿Se habrá dado cuenta?
De hecho, es muy probable que se haya dado cuenta que esta era
su primera vez. ¿Le importaba?
– Kane, te deseo más que a nada, – que no era una mentira. – Pero
supongo que debería decirte, soy virgen. ¿Importa?
Kane se detuvo. ¿Importa?

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– Diablos, sí, es importante. – Él gruñó. Sabía que ella tenía poca
experiencia, ¿Pero una virgen? En una fracción de segundo, todo
cambió...
Lilibet palideció.
– ¿Sí? – Diablos, debería haber mantenido la boca cerrada. – No
dejes que lo haga. ¿Por favor? – Extendió una mano hacia él.
El corazón de Kane se llenó de ternura. Ella pensó que él se estaba
apartando.
– No voy a ninguna parte, nena. – Le aseguró. – Caballos salvajes no
podían alejarme de ti.
Alivio cayó como una cascada sobre ella y se acostó, dándole la
invitación más dulce que el hombre conoce. Abriendo sus piernas,
expuso su coño y levantó las caderas, ofreciéndose a él. Un regalo
gratis, sin condiciones.
– Te necesito, Kane. Yo también lo quiero.
Estirando su cuerpo largo y duro a su lado, Kane se comprometió a
tomarse su tiempo. Esto era muy importante. Tomando su rostro
con su mano, le acarició la mejilla, obligándola a mirarlo.
– Señor, que hermosa eres, bebé. La razón por la que dije que la
virginidad era importante es porque estaba a punto de golpear tu
pequeño coño sin preparación y sin gentileza. Estaba a punto de
follarte duro, amor, cuando lo que tengo que hacer es tomarte
suavemente. – Kane comenzó a besar sus labios, y cuando ella se
derritió contra él, deslizó su mano hacía abajo hasta su monte de
venus, masajeando y frotándola. Agradecido al sentir que ella
estaba cálida, húmeda y lista para él. Aun así, había medidas que
debía tomar para asegurarse que tenía el menor dolor posible.
Lilibet estaba tan excitada. No podía dejar de tocarlo, pasándole las
manos por el cuello y los hombros.

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– Me encanta todo lo que me haces, Kane. – Tenía el cabello
sedoso y suave, torcía un mechón alrededor de su dedo cuando él
giró la cabeza pasar besar la palma de su mano. – Yo sufro con la
necesidad de hacer esto contigo, no hay necesidad de ser
cuidadoso. – ¡Dulce Jesús! Él estaba frotando sus labios sobre los
pechos hinchados, sus pezones se endurecían, cada célula de su
cuerpo hormigueaba de alegría.
– No te haré daño, nena. Sólo quiero amarte un poco, no hay
ningún apuro. – Kane estaba decidido a cumplir sus propias
palabras. En realidad, su polla latía con fuerza y dolía como el
infierno.
Abrió más las piernas para hacerle sitio a Kane. Para su alivio, él
empezó a jugar con su coño.
– Oh, sí. – Gemía. – ¡Dios, sí! – Lilibet se quedó sin aliento cuando
Kane introdujo primero un dedo y luego un segundo en su vagina.
Hipnotizada, lo vio acariciando su pecho, raspando con los dientes
sobre el pezón hinchado mientras empujaba repetidamente sus
largos y gruesos dedos dentro y fuera de ella, preparándola para su
posesión. – Ahora, Kane. – Lilibet insistía. – Por favor, ahora.
– Dios, dame fuerzas. – Kane oró. Estaba tan dolorido por hundirse
en su carne hinchada, que estaba literalmente temblando de
anticipación. – Casi, bebé. – Añadió otro dedo dentro de ella,
haciendo una pausa después de pasar sobre ese lugar que daba
placer a cada parte de su cuerpo.
– Kane. – Ella gritó, mientras él sonreía contra su piel. – Por favor.
Te necesito tanto. – Rogó y comenzó a temblar con la combinación
más alta de pasión y necesidad que había conocido.
Era el momento. Se acariciaba su polla, saboreando el hecho de
estar a punto de disfrutar de un trocito de paraíso. Lilibet extendió
los brazos hacia arriba, uno de ellos no era tan largo, no era tan útil

31
como el otro, pero ambos le hacían saber que era deseado,
bienvenido y querido. Por un segundo, Kane hizo una pausa para
mirar a su hermoso rostro, ella se sonrojó, jadeando. Pechos
perfectos y un hermoso coño que estaba literalmente goteando de
necesidad, por él.
Se agachó, tomó cuidadosamente su polla en la mano y colocó sólo
la punta en su pequeño agujero. Al instante, los músculos de su
coño lo agarraron y temió moverse por miedo a entrar en erupción,
incluso antes de romper la barrera virginal. La agonía era dulce
mientras luchaba por el control, quería durar para ella, quería darle
todo el placer que se merecía.
Lilibet estudió su rostro, queriendo preservar este momento en su
memoria como flores prensadas entre las páginas de un libro
precioso. Lo sintió empujando, su cuerpo estaba siendo
deliciosamente estirado. Con un fuerte brazo, él levantó su cuerpo
y luego lo hizo, empujó dentro de ella, presionando y rompiendo la
barrera pequeña y delgada. No había dolor, sólo la sensación de
estar llena hasta el punto de la felicidad. Saboreó la sensación,
disfrutando de cada segundo, cada delicioso centímetro de Kane
que ahora unía no sólo sus cuerpos, sino también sus almas.
¡Santo Dios misericordioso! No tenía ni idea, ni de cerca. Ella era
tan condenadamente apretada, y tenía la sensación inequívoca de
haber llegado a casa.
– Perfecto. Jodidamente perfecto. – Él gimió, logrando mantener su
control hasta el punto de poder asegurarse que su pequeña estaba
bien. – ¿Cómo estás, cariño? No estoy haciéndote daño, ¿verdad? –
Su instinto quería tomar el control, poseerla con fuerza y
desesperación.
– No, no duele. Es tan bueno. – Ella tenía que luchar para conseguir
decir sus palabras, pensar parecía una pérdida de tiempo cuando
podía estar sintiendo este glorioso éxtasis. Su respuesta pareció

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encender algo en Kane, él le dio una pequeña sonrisa maliciosa y
empujó profundamente en su vagina.
Una y otra vez, Kane comenzó a empujar hasta que cada
centímetro de él estaba envuelto en su calor húmedo. Ambos
gimieron ante su maravillosa unión.
Kane la preparó para que el suave cuerpo de Lilibet necesitara
moverse más fuerte y más rápido, así como él quería. Y cuando
sintió que las piernas de ella se movieron para envolver sus caderas
y las manos se apoderaron de la carne de su trasero, Kane supo, sin
dudas, que estaba disfrutando tanto como él.
Lilibet gimió, esto era un sueño hecho realidad. Levantando sus
caderas, siguió su ritmo y se mordía el labio con cada embestida,
acercándose más y más a lo que ella quería. El ángulo de
penetración molía su clítoris y la fricción eran como chispas de
rayos luminosos que irradiaban placer zumbante a su vagina,
pechos y hasta sus propios dedos. A pesar de su naturaleza
reticente, Lilibet estaba perdida, completamente perdida. Este era
su momento, por Dios, su única posibilidad de la felicidad entre ella
y Kane y se aferró por todo lo que valía.
– ¡Sí! – Gritó cuando un poderoso orgasmo estalló sobre ella,
enviando ondas de poderosa felicidad por toda su espalda.
Kane sintió el mismo terremoto que sacudió el mundo de Lilibet. Su
coño besaba su pene, lo acariciaba, las alas de su sexo agitándose
contra él, amándolo.
– ¡Santa mierda! – Gritó mientras su propio orgasmo lo alcanzaba.
¡El sexo nunca ha sido tan bueno! Siguió moviéndose dentro de
ella, lentamente, el rubor en su rostro era la cosa más dulce que
jamás había visto. No había manera de que dejara esto. Ahora todo
lo que tenía que hacer era asegurarse de que Lilibet supiese cuan
seriamente estaba dispuesto de llevarla a vivir con él.

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Lilibet estaba inmersa en el día que se extinguía afuera, sabiendo
que esta sería la última vez que vería a Kane.
– Gracias. – Le susurró al oído. – Nunca lo olvidaré, amor. Nunca me
olvidaré de ti. – Su gratitud tuvo una reacción extraña en su
amante. Kane se levantó en sus brazos, la miró directamente a la
cara y anunció a quemarropa.
– No te daré la oportunidad de olvidarme. Si crees que te vas a
alejar, pequeña, tienes otra cosa viniendo.
*****
Lilibet empacaba sus pertenencias lenta y metódicamente. No tenía
mucho, por lo que no demoró. Su mente seguía recordando la
noche anterior, y lo increíble que fue su tiempo con Kane. Su
intimidad todavía se estremecía por la media docena de orgasmos
que él le había dado. Incluso después de que él le informó que no
tenía intención de dejarla fuera de su vida, había hecho el amor con
ella de nuevo, llevándola a las alturas que ni siquiera sabía que
existían. Lilibet no pudo evitar sonreír. La lisiada del Condado de
Kerrville ya no era virgen. De hecho, descubrió que fácilmente
podría convertirse en adicta al sexo. Con ese pensamiento se rió en
voz alta. Pobre Lilibet Ladner adicta al sexo. O por lo menos al sexo
con un bello hombre de ojos marrones... ¿Quién lo hubiera
pensado?
Kane le pidió que no saliera hasta que tuviera la oportunidad de ver
un trabajo para ella. Lilibet no pensaba que hubiera muchas
posibilidades que alguien en este condado le diese un trabajo, no
había ocurrido hasta ahora. Pero había prometido esperar. Era
difícil no dar a Kane lo que pedía. De hecho, podía imaginar una
vida haciendo todos sus deseos realidad. Juntando una pila de
paños de cocina en el pecho, recordó cómo su boca se sentía
chupando sus pezones.

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– Señor, soy mala. – Gemía con la cabeza sobre la mesa de la
cocina. Nunca sabría lo mucho que quería irse a casa con él. La sola
idea de pasar más noches en la cama con Kane la hacía temblar con
el recuerdo del clímax. Por primera vez, su memoria casi perfecta
estaba demostrando que valía la pena.
Un golpe en la puerta la hizo saltar. Por un momento, consideró
que podría ser Kane, pero una voz femenina llamó su nombre
eliminando la esperanza de su mente. ¿Quién en el mundo podría
ser? Lilibet no tenía amigos. Era triste admitirlo, pero Lilibet no
tenía amigos, y ciertamente no de los que hacen visitas casuales. Al
abrir la puerta se encontró con Libby Fontaine, una chica que
conoció sólo una vez en el supermercado, cuando ambas habían
llegado a la misma cesta de arándanos.
– Hola Lilibet. – Saludó la muy hermosa y confiada mujer, que había
atrapado a uno de los solteros más codiciados en el estado.
– ¿Quieres entrar?
– Gracias. – La novia de Aron McCoy entró en la pequeña casa de
Lilibet y observó los montones de cajas que habían sido
cuidadosamente etiquetadas. – Veo que lo tienes todo listo para
mudarte.
– Sí. – Lilibet no sabía qué decir. – No sé por qué estás aquí, pero no
estoy entregando almuerzos. Estoy un poco fuera del negocio. – Se
sentía tan incómoda alrededor de esta mujer elegante que la
miraba con tanta expectativa en su rostro.
– Eso oí. – La señorita Fontaine puso la mano alentadora en el
brazo parcialmente paralizado de Lilibet. – Resulta que su desgracia
es mi ganancia. Podríamos usar tu ayuda en el rancho.
– Ah. – Pensó Lilibet. Así que esto es lo que Kane estaba haciendo.
Estas personas no la necesitaban. Y se negaba a ser un caso de
caridad. – ¿Hay una vacante en el Rancho McCoy?

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– Sí, claro.
– Mire, señorita Fontaine. – Libby sacó una silla de debajo de la
mesa del comedor y se sentó. Entonces Lilibet notó que la otra
mujer estaba pálida. – ¿Se encuentra mal?
Libby estaba enferma.
– ¿Podría darme un poco de agua? – Preguntó. – ¿Y tal vez una
galleta salada si usted tiene una?
Embarazada. La prometida de Aron McCoy estaba embarazada.
Lilibet corrió a buscar lo que pidió a la otra mujer.
– ¿Son las náuseas matutinas? Preguntó con simpatía.
– Bueno, las siento por la mañana, tarde y noche. – Libby confesó
sosteniéndose la cabeza en una mano. – Es difícil llevar la casa y no
dejar que Aron se entere de lo horrible que me siento.
Poniendo el agua y las galletas al frente de su invitada, fue a buscar
una toalla mojada. A su regreso, se sintió aliviada al ver que el color
de la otra mujer estaba ligeramente más normal.
– Lo siento mucho. ¿Hay algo más que pueda hacer?
– ¿Puedes venir a ayudarme? Jessie, la novia de Jacob, también
está embarazada y hoy tenemos invitados y una barbacoa. En este
momento, hay diecinueve personas más en la casa. Cady trajo a
toda su familia para ayudar a Joseph. – Ante la mirada interrogativa
de Lilibet, Libby se rió. – No pregunte. No lo podía explicar aunque
lo intentara. Cady es la fisioterapeuta de Joseph y tiene algunos
métodos inusuales. Da a la frase "medicina alternativa" un nuevo
significado.
Lilibet recordó que Joseph McCoy había quedado paralizado en un
accidente de motocross. Odiaba pensar en el pobre hombre
sufriendo así. Joseph era un tremendo atleta, y Lilibet sabía que era

36
incapaz de caminar y competir sería especialmente tortuoso para
él.
– ¿Cómo puedo ayudar? Ella no tenía que ser contratada para
ayudar a un vecino.
La pregunta pareció aliviar a Libby Fontaine.
– Él está a punto de ponerse a trabajar en el rancho. Tenemos que
marcar y vacunar al rebaño. Y eso significa más bocas que
alimentar. Jessie y yo no podemos hacerlo todo solas. Bess, la
cocinera de la granja y ama de casa, no va a volver, porque es
necesaria en su casa y, a decir verdad, Jessie y yo necesitamos
ayuda desesperadamente.
Lilibet estaba pensando rápido. Tal vez la necesitaban. Pero tenía
que asegurarse.
– ¿Usted no lo está haciendo sólo porque el sheriff se lo pidió?
Libby le dio una sonrisa.
– El Sheriff Kane Saucier tiene un buen corazón señorita Ladner.
Creo que él es estupendo... Es cierto que él llamó a Aron y le contó
que usted estaba disponible para ayudar, pero la necesidad es real,
por favor Lilibet necesito tu ayuda. ¿Esta noche?
No se podía negar a eso. Esta era la respuesta a la oración para
Lilibet. Podía quedarse en Kerrville y seguir haciendo dinero para
pagar los préstamos de su hermano, antes de que fuera demasiado
tarde. Pero lo más importante, podría acercarse a Kane Saucier.
Lilibet dejó escapar un suspiro que no se había dado cuenta que
estaba conteniendo. Parecía que el peso del mundo se había
levantado de sus hombros.
– Está bien, voy a estar feliz de ir a trabajar para usted.
– Usted se quedará con nosotros, por supuesto. – Dijo Libby cuando
un ruido en la puerta advirtió que no estaban solos.

37
Kane estuvo de pie en la puerta todo el tiempo, escuchando todo lo
que pudo. Cuando escuchó que Lilibet iba a tomar el cargo en el
Rancho de los McCoy casi dejó escapar un grito de triunfo.
– Eso no es necesario, Libby. La señorita Ladner tiene un lugar para
quedarse.
Lilibet se puso de pie y miró al hombre con el que tuvo relaciones
sexuales la noche anterior. ¿Qué iba a hacer con él? Él la miraba
con un brillo desafiante en sus ojos, como si esperara que ella
discutiera con él. Bueno, ella le mostraría. Ocultando una pequeña
sonrisa, juntó las manos y lo miró a los ojos.
– Así es, Libby. Tengo un lugar para quedarme. Voy a vivir con el
sheriff. – Kane no dijo ni una palabra, pero no se perdió la mirada
ardiente que él le dio.
– Maldición, estas en lo cierto. – No podía esperar el día para eso.
Había una polla dura en sus pantalones y tenía escrito Lilibet Ladner
en él.

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Capítulo Dos
La última caja fue cargada y Kane no lograba sacar la sonrisa de su
rostro. Ella no se iba de la ciudad. Mientras la sangre corría por sus
venas y su polla se hinchaba en sus pantalones vaqueros, se
regocijaba en el hecho de que Lilibet estaría bajo su techo cuando
fuese hora de dormir. Cerró la puerta de atrás, tomó su teléfono
celular y llamó al Dr. Gibbs. Él quería algunas respuestas. Después
de consultar con la recepcionista, el doctor se puso al teléfono.
– ¿Qué puedo hacer por usted, Sheriff?
– Doctor. Gracias por atenderme. Tengo una amiga que necesita un
par zapatos especiales para ayudar a corregir una pequeña
diferencia en la longitud de las piernas.
– ¿Estás hablando de la chica Ladner? He tratado de hacer que
venga aquí por muchos años.
– Sí, señor. – Kane apoyó su pie en su tope. – ¿Me puede ayudar?
– Ella tendrá que venir, necesito obtener mediciones precisas. Pero
sí, puedo conseguir los zapatos en unos pocos días.
Después de asegurarle al doctor que iba a hacer lo que fuera
necesario para llevar a Lilibet al consultorio, Kane cerró la casa
alquilada de Patterson y subió a su camión. Todo funcionaba casi
demasiado fácil. Kane oró para que su bella chica estuviese tan loca
por él como él lo estaba por ella. Y Dios estaba extasiado con su
pequeña. Kane rió de sí mismo. Sí, que quería enterrar su polla
hambrienta tan profundo dentro de ella como pudiese.
Ella se había quedado con Libby Fontaine para ayudar con la cena
en Tebow. Le había dicho que iba a recogerla a las diez y estaba
contando las horas. Al salir de su patrulla, su teléfono móvil sonó.
– Saucier.
– Kane, es Aron McCoy.

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– Aron. – ¿Algo estaba mal con Lilibet? Eso fue lo primero que pasó
por su mente.
– Sólo quería darle las gracias por enviar a la señorita Ladner a
nuestra casa. Entró en la cocina, se puso a trabajar y Libby me dijo
que haciendo un verdadero milagro.
Kane no tenía ninguna duda que Lilibet les daría mucho bien, pero
era bueno escucharlo.
– Bueno, me alegro de haber podido ayudar. Y aprecio que le des
una oportunidad. Nadie más en esta ciudad lo hizo. – Él no pudo
evitar que el resentimiento por la forma en que había sido tratada
coloreara su voz.
– ¡Maldición! – Aron no podía soportar la injusticia, especialmente
contra las mujeres, ancianos o animales. – Si lo hubiese sabido
Kane, oh infierno, yo habría hecho algo al respecto. Pero viviendo
aquí, no sé todo lo que pasa en la ciudad. Mira, ¿por qué no vienes
y te unes a nosotros? Y trae a tu hermano. Hay una montaña de
comida y no puedo esperar a que conozcas a esta gente que la
fisioterapeuta de Joseph trajo. Hablando de diferencias.
– Aron, yo fui quien presentó Cady a Joseph. ¿Recuerdas? Lo sé
todo acerca de su tía y la familia de Nanette Beaureguarde. Soy de
Nueva Orleans, ¿Lo has olvidado? – Aron se rió.
– Eso es correcto. Eres un enorme Cajun. Con el nombre Saucier,
¿Cómo podría cometer ese error?
– ¿A qué hora nos quieres allí? – Preguntó Kane. Él estaba contento
con la invitación, eso significaba que podía estar con Lilibet mucho
antes.
– Ven cuando se estés listo. Todo el mundo ya se está reuniendo en
el pasillo. Tengo que decirte, Noah e Isaac ya están haciéndole ojos
a tu pequeña amiga. Creo que no le va a faltar compañía masculina
por un tiempo. – Con el comentario de Aron, Kane gruñó

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audiblemente causando en Aron una risa. – Por lo tanto, esto va
así. Ya me lo imaginaba, sólo estaba probando las aguas. No vengas
aquí a saltar sobre mis hermanos. Ellos son como yo, descubrieron
que te pertenece.
– Maldición. Estaré allí en unos minutos. Mantén los buitres lejos
de mi mujer.
Bañeras de ensalada de patata, ollas de frijoles, fondos de pudín de
plátano y tres tortas de coco estaban esparcidas junto a la pila de
platos de carne a la parrilla y mazorcas de maíz. Litros de té, jarras
de limonada y hielo picado listo para la diversión de todos.
– Eres un héroe, Lilibet. – Jessie tomó una pila de platos de manos
de Lilibet. – Ve a disfrutar de la fiesta. Ya has hecho suficiente. Creo
que hay alguien aquí buscándote.
Estaba cansada. Contando a los hermanos en el rancho había más
de cuarenta personas para la cena y ella había preparado todos los
platos y postres. Jessie había ayudado, pero Libby no se sentía bien.
Lilibet esperaba que no hubiera nada realmente mal con ella. Aron
estaba sentado en una mesa con su novia en su regazo, y él no
parecía contento.
Los invitados de Nueva Orleans eran un grupo divertido y todos
eran muy buenos con ella. Había sido una experiencia muy
agradable. Trabajar con los McCoy podría ser la oportunidad que
estaba buscando.
Buscando en la multitud, miraba a ese rostro especial. No estaba
segura de si era Kane de quien Jessie hablaba, pero eso esperaba.
Como un imán, sus ojos se encontraron. Él estaba aquí. Su pulso era
una locura y los pezones se levantaron en señal de bienvenida. Ella
se detuvo cuando él avanzó hacia ella. Una mano en su brazo la
atrajo.
– Señorita Ladner, ¿Puedo tener este baile?

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Sorprendida, Lilibet se volvió hacía el atractivo Noah McCoy.
Curiosamente, no le causó nada. El objeto de su afecto era un
apuesto sheriff de ojos castaños.
– Lo siento, yo no bailo. – Simplemente decir aquello la
avergonzaba. Ciertamente, se daba cuenta que los dejaría a ambos
en ridículo si se dejase llevar a la pista de baile. Noah, de pelo largo
y oscuro, sexy como el pecado, parecía que iba a insistir, cuando
Lilibet fue arrastrada a otro par de brazos que parecían totalmente
familiares y seguros, Kane.
– Lo siento Noah, si Lilibet va a bailar con alguien, lo hará conmigo.
–Noah levantó ambas manos en señal de rendición.
– No estoy en busca de problemas, Sheriff. – Bromeó. – Me rindo. –
Dando un paso atrás, los dejó. La suave voz de Tim McGraw estaba
cantando sobre un amor que duraría para siempre.
Kane tiró a Lilibet lo suficientemente cerca para que sus senos
presionaran contra su pecho. Ella sabía que podía sentir los
pezones duros y ansiosos de él.
– Quieres bailar conmigo, ¿verdad, amor? – Le susurró al oído.
Llamas de vergüenza se dispararon a través de ella.
– No puedo. – Murmuró. ¿Cómo podía pedirle esto?
Kane vio su incomodidad y la levantó lo suficiente para que sus pies
estuviesen a varios centímetros del suelo. Entendiéndola
fácilmente le dijo en voz baja.
– Pon los pies sobre mis botas. – Ella dejó que la guiara en la
posición correcta. Ternura reemplazó su malestar. Él estaba
cuidando de ella. “Me gusta eso”, Admitió.
– Deja tus brazos alrededor de mi cuello y permíteme disfrutar de
la sensación de tu cuerpo contra el mío. Voy a abrazarte. Déjame
hacer todo el trabajo. – Imposible apartar los ojos de él, Lilibet se

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preguntaba por qué tuvo la suerte que este hombre, por algún
milagro, se sintiese atraído por ella. Era hermoso, robusto, estrella
de cine caliente, el sueño de toda mujer. ¿Que veía en ella?
Mientras sonaba la música, él se balanceaba y giraba, moviendo el
cuerpo con la música y asegurándola en sus brazos como si ella
fuera la cosa más preciosa del mundo. – ¿Cómo estás? – Él
preguntó.
¡Ella estaba bailando! El corazón de Lilibet se disparó. ¡Estaba
realmente bailando! Oh, sus pies no se movían, pero estaba en los
brazos de un hombre al que amaba y él se movía con ella en la pista
de baile, lo que siempre soñó. Le pasó los dedos por el pelo y
acarició su cuello.
– No puedo creer que estés haciendo esto por mí.
Kane le sonrió al ver las lágrimas que brillaban en sus hermosos
ojos. Frotando su cara contra la de ella, él dijo que la única verdad
que sabía en ese momento.
– Haría cualquier cosa por ti, Lilibet. Te daría el mundo en bandeja
de plata, si pudiera. – Poco a poco, bajó la cabeza hasta tocar sus
labios. Suavemente frotó su boca con la de ella, su lengua
lanzándose hacia fuera a probar su dulzura. – ¿Estás lista para
irnos? No puedo esperar para llevarte a casa. He estado pensando
en hacer el amor contigo todo el día. ¿O quieres quedarte a comer?
Ella no quería quedarse a comer, quería ir a casa con Kane.
– Yo quiero ir. Y podemos llevar comida con nosotros. – Ofreció
expectante. Había alguien para limpiar, gracias a Dios. Esto no era
algo que se esperaba que Lilibet hiciera. – Tengo que estar de
vuelta temprano en la mañana, pero estoy libre el resto del día.
Besándola intensamente, Kane estaba más que listo para bailar el
camino hasta la camioneta. Pero antes de poder hacer su escape,

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Rick Morton, uno de sus asistentes, se acercó y dijo absolutamente
la peor cosa que podría haber dicho.
– Saucier, ¿Adivina a quien me encontré en la calle seis? – Kane ni
siquiera tuvo la oportunidad de hacer la pregunta antes de que la
observación desconsiderada de Morton rompiera su momento
perfecto. – Vi a tu esposa anoche. Preguntó por ti. – Kane podría
haber golpeado al otro hombre. Sintió que Lilibet se endurecía en
sus brazos. Su rostro parecía haber sido abofeteado.
– ¿Estás casado? – Le preguntó con desesperación. Maldición, ¡Esta
era su suerte!
– ¡No! – Kane fue enfático, dando al otro hombre una mirada que
podría matarlo. – Estaba casado; él está hablando de mi ex esposa.
– Antes que Lilibet pudiera salir de sus brazos, la agarró contra él y
habló con cuidado. – No quiero ver la duda en tu rostro. Tuve más
alegría y placer contigo en una noche que con ella en tres años. Ella
es fría mientras tú eres caliente, eres más dulce y más receptiva de
lo que sabía que una mujer podría ser.
Ella aun no decía nada. Su confianza había huido. Donde antes se
había aferrado a él, ahora intentaba a penas tocarlo.
– Tu esposa, ¿Es bonita? Estoy segura que puede bailar muy bien.
– Nos vamos de aquí. Tengo que tenerte a solas. – La bajo
suavemente y la sostuvo hasta que encontró su equilibrio. – Tengo
que decirle a mi hermano que nos vamos.
Se sostuvo de su brazo mientras se abrían paso entre la multitud
hasta donde Zane se encontraba con Cady Renaud. Ella se reía
mientras rasca la barriga de Rex, el perro guía de Zane. El labrador
negro había rodado de espaldas y disfrutaba de la atención.
Zane los oyó acercarse y los miró. Lilibet se sorprendió al notar el
asombroso parecido entre los hermanos. Zane no llevaba gafas y

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sus ojos parecían tener una extraña habilidad para saber dónde
mirar, como si fuera a verlos con una visión diferente de la física.
– ¿Partiendo, hermano? – Era obvio que Zane sabía exactamente
quien estaba delante de él. Extendió su mano. – Señorita Ladner,
nunca tuvimos la oportunidad de conocernos. Es un placer
conocerla, y estoy agradecido que usted haya accedido a llevar a mi
terco hermano.
Lilibet se sonrojó. Tomó la mano de Zane y, para su sorpresa, él se
la llevó a sus labios y la besó. Kane se aclaró la garganta con fuerza,
y Zane resopló su diversión ante la desaprobación de su hermano.
– Es un placer conocerle, señor Saucier.
– Llámame Zane, por favor.
Lilibet se sorprendió al ver el movimiento de Cady para que se
acercara más.
– Tenga cuidado, señorita Ladner. Hay alguien que le desea el mal.
Por favor, manténgase cerca de Kane, la protegerá. – Las palabras
solemnes de la mujer hicieron que Lilibet se estremeciera. ¿Quién
querría hacerle daño? ¿Qué hizo ella? ¿Esta mujer era real? Había
escuchado las conversaciones en el rancho ese día. Los visitantes de
Nueva Orleans eran una familia que creía en lo sobrenatural,
practicaban ritos misteriosos y decían que podían curar a los
enfermos.
De hecho, ese día habían llevado a cabo un ritual en Joseph McCoy
para ayudarle en su búsqueda para recuperar la sensibilidad por
debajo de su cintura. Lilibet vio a Joseph con el rabillo del ojo.
Estaba viendo Cady y Zane con una extraña expresión en su rostro.
En cuanto a lo que ella podía decir, él todavía estaba paralizado o,
al menos todavía estaba sentado en su silla de ruedas.
– ¿Qué le estás diciendo a mi chica, Cady? – Kane tiró a Lilibet más
cerca.

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– Sólo charla de chicas, Saucier. – Cady respondió fácilmente. –
Kane gruñó su incredulidad, pero falló.
– Zane, ¿Puedes regresar a casa? Tengo que pasar algún tiempo con
Lilibet.
Lilibet sintió el calor en su piel. Tímidamente miró a un hermano,
luego al otro. Su coño vibraba con la idea de lo que se avecinaba
esta noche.
– Cady nos llevara a casa a mí y a Rex. ¿No es así?
–Por supuesto. – Cady sonrió.
– Genial, nos vemos más tarde. – Golpeó a su hermano en la
espalda y le guiñó un ojo a Cady. Sin perder tiempo, tomó los platos
de la mesa, colocándolos en una cesta para llevar, luego condujo a
Lilibet el otro lado del estacionamiento. – Mi hermano y yo
conocemos a Cady y a su familia durante muchos años, – explicó
mientras la ayudaba a ponerse el cinturón de seguridad, besando la
comisura de su boca antes de volverse y cerrar la puerta. Cuando
estuvo sentado a su lado, retomó la conversación.
– Cady parece muy agradable, aunque dijo algo muy extraño para
mí hace un momento. – Si iban a tener una relación, Lilibet no
quería secretos entre ellos, aunque fueran extraños.
Kane no lo dudó. Lo extraño perseguía a la familia como un perro
mascota.
– ¿Qué fue eso?
– Ella me dijo que tuviera cuidado, que alguien me deseaba mal, y
que debía estar a tu lado porque me protegerías.
Aunque la idea de protegerla hacía su pecho hincharse de orgullo y
determinación, sintió un escalofrío ante la idea. Si Cady decía que
había peligro, había peligro. Muchos días antes ella les avisó donde
se encontraba Jessie Montgomery retenida por su secuestrador.

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Cady sabía cosas, y Kane confiaba en ella implícitamente. Tomando
la mano de Lilibet, hizo una promesa que tenía toda la intención de
cumplir.
– No te preocupes. Yo me ocuparé de ti, nena.
¡Ya estaban allí! Kane le tendió los brazos y ella se deslizó hasta él.
– ¿Estamos en casa?
– Sí, estamos en casa. – A él le encantó cuando ella le habló con
tanta confianza en su voz. – Te llevaré, no porque yo crea que no
puedes caminar por ti misma, – él besó un camino por su cuello. –
Te voy a llevar porque quiero sentir tu cuerpo junto al mío.
Apretando los brazos alrededor de su cuello, le devolvió la caricia,
arrancándole un gemido del fondo de su garganta. Se movió en sus
brazos mientras abría la puerta. Cuando encendió la luz, Lilibet se
tomó un momento para mirar su nuevo hogar. No sabía cuánto
tiempo podría llamarlo así, pero lo disfrutaría mientras pudiera. Su
casa era una cabaña, y estaba construida de roble y nogal, cada
superficie brillaba con la riqueza y la belleza de la madera. La
chimenea de piedra se encontraba en la pared norte y su mobiliario
era grande y cómodo y parecía invitar a sentarse y sentirse como en
casa. Pero no se detuvo en la sala de estar. Ella alcanzó a ver una
amplia cocina y un acogedor comedor mientras la llevaba por la
casa. Pero Kane iba a un lugar, y a solo un lugar, la habitación.
– ¡Al fin! – Kane afirmó rotundamente mientras la sentaba en la
cama. – Llegaste a mi vida y pusiste todo de cabeza. – Se puso de
pie y comenzó a desnudarse. Poco a poco.
Lilibet trago en seco, nerviosamente. Había penado que iban a
hablar de su ex esposa, pero Lilibet se sintió aliviada al poner ese
tema lo más lejos posible de ella. Amarlo era mucho más
importante.
– ¿Qué estamos haciendo?

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Una sonrisa libertina hizo su rostro verse como un pirata sexy y era
obvio lo que tenía en mente.
Ella estaba casi babeando, mirándolo sacar su camisa sobre los
grandes músculos de los hombros. Sus brazos eran fuertes y bien
desarrollados, y ella no podía creer que él era suyo para amar esta
noche. Levantó las manos para hacerle saber que ella quería
tocarlo.
– ¿Hay algo que pueda hacer por ti, Little-bit? – Bromeó, mientras
soltaba el cinturón, llamando la atención sobre el gran bulto en sus
pantalones.
Sus ojos se sintieron atraídos por la cremallera mientras se
deslizaba hacia abajo, revelando lentamente la gruesa cresta de su
polla. Lilibet sintió que su boca comenzaba a salivar y su coño
palpitaba. Quería volver a experimentar el placer que él podía
darle.
– Sí. – Admitió en voz baja. – Quiero que me hagas el amor.
– ¡Maldita sea! – Kane terminó de desnudarse en tiempo récord,
mientras su polla luchaba por salir de su prisión de mezclilla. Tiró
cada prenda hasta que estuvo desnudo y luego la tomó en sus
brazos. Su toque lo encantaba como ninguna otra mujer lo había
hecho. – Vamos a sacarte de esta ropa, cariño. Te amaré toda la
noche. – Prometió. Ella lo ayudó, los dedos tocándose y
enredándose, hasta que ambos se rieron de su entusiasmo y
torpeza.
– Kane, ¿Harás todos mis sueños realidad? – Kane se quedó
inmóvil, tratando imaginar lo que ella iría a pedir, sabiendo que se
lo daría, si pudiera.
– ¿Qué pasa, cariño? – Ella huyó de él y él la dejó ir a
regañadientes. Pero cuando se dio la vuelta, estaba sobre sus

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manos y rodillas y presentó su culo ante él, se sintió cada célula
entrar completamente en modo follar.
– ¿Me vas a montar, Kane? Te necesito tanto.
– ¡Señor, ten piedad! – Él gimió. – Hay un Dios y él me ama mucho.
– Ella tenía el culo más perfecto en forma de corazón que había
visto en su vida. Con una mano le acariciaba el coño de adelante
hacia atrás, regocijándose en la crema que declaraba su necesidad.
– Bebé, eres tan condenadamente sexy. – Le dio un manotazo en el
trasero, haciendo que chillara de sorpresa y placer. – ¿Te ha
gustado eso? – la azotó de nuevo, amando la manera en que sus
mejillas se sonrojaron con su provocación. Y cuando ella puso su
cara sobre la cama, exponiendo completamente su coño en el aire,
casi explotó en ese mismo momento.
– Me encanta. – Ella susurró. – Tómame, Kane. No puedo esperar. –
Kane le pasó las manos por sus nalgas, por su espalda y alrededor
de sus pechos llenos. Cuando apretó sus pezones, jadeaba y gemía
mientras ella se ofrecía a él. – Me gustaría provocarte durante
horas, pero no puedo esperar.
– No lo hagas, – ella empujó contra él, pidiéndole, presentándose
como una yegua en celo. Eso hizo hervir su sangre. – Por favor,
Kane. – Su voz era desesperada.
Cada palabra que pronunciaba, cada movimiento que hacía, sólo se
lo ponía más difícil para su polla. Quería comérsela, darle un
orgasmo antes de tomar su propio placer, pero estaba demasiado
lejos. Era imposible resistir.
– Espera, bebé. Estoy en camino. Él sujetó sus caderas, poniendo la
cabeza de su polla en su abertura y golpeó duro, lleno,
enterrándose hasta la empuñadura en el más suave, más húmedo,
más dulce coño del mundo. – ¡Cristo! – Gritó mientras ella al
instante disfrutaba de un orgasmo, apretándolo con su coño,

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abrazándolo. Tuvo que recitar los presidentes hacía atrás solo para
no explotar como un adolescente inexperto.
Lilibet sentía los músculos de su coño cerrarse sobre su polla una y
otra vez. ¿Alguna vez se sintió tan bien? No había nada en el
mundo como la sensación de ser tomada por un hombre, nada. A
medida que el orgasmo se acercaba, comenzó a mover las caderas,
empujando, tirando, ordeñando a Kane mientras gemía y gruñía
detrás de ella.
– Me encanta esto Kane, me encanta esto. – Gemía cuando de
golpe él se introducía en ella, causando que toda la cama se
moviera.
Kane estaba más allá de todo pensando coherente. Esta era su
mujer. Suya. Y nada ni nadie la separaría de él.
*****

– Míralos. Esta es la escena más repugnante que he visto nunca. –


Las cortinas estaban abiertas lo suficiente para que lo que ocurría
en la cama en medio de la pasión fuera claramente visible. – Vas a
morir, Lilibet Ladner. – La voz goteaba veneno y odio rezumaba de
cada palabra. – Vas a morir.
*****

Cielo. Lilibet se acurrucó contra Kane, Suspirando felicidad mientras


apretaba sus brazos alrededor de ella. Incluso durante el sueño, él
era atento y protector. ¿Cómo llegó a ser tan afortunada? Ella
reprimió el deseo de pellizcarse, si esto era un sueño, no tenía
ningún deseo de despertar.
¡Ah! ¡Fue tan bueno! Sentimientos extasiados, sensaciones
increíbles, escalofríos de placer irradiaban por todo el cuerpo.
Arqueando la espalda, levantó sus caderas empujando su coño para
el dador de regalos perfectos.

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– Dios, tienes tan buen sabor, bebé, como la miel silvestre. – Kane
la elogiaba mientras lamía sus jugos.
Lilibet sabía que no había mejor manera de despertar en el mundo.
Se rió, ¡Estaba siendo comida! Su hombre estaba festejando entre
sus piernas como si fuera un suntuoso banquete.
Kane miró hacia arriba, boca húmeda y la barbilla húmeda de su
crema. Se lamió los labios sin vergüenza.
– ¿Qué es tan gracioso? No debo estar haciendo esto bien.
Acariciando su cabeza, no podía dejar de ser absolutamente
honesta.
– No, lo estás haciendo muy bien. Estoy feliz. Tú me haces feliz, y
me estás dando más alegría y placer de lo que podría decir. Por
favor, Dios, por favor, vuelve a lo que estabas haciendo, para que
no muera.
Kane sonrió y bajó la cabeza.
– Sí, señora.
*****
– ¿Harías algo por mí? – Kane pidió tan encantado con el tocino y
huevos que Lilibet había puesto para él.
– Cualquier cosa. – Y era tan cierto. Daba miedo lo importante que
se ha había vuelto para ella. Hora tras hora, tenía la precaución de
recordarse que esto era temporal. Ella tendría que pararse sobre
sus propios pies tan pronto como pudiera.
Kane se aclaró la garganta y comenzó su discurso cuidadosamente
ensayado.
– Me haría muy feliz si llamaras al Doctor Gibbs y pidieras una
consulta. – Lilibet estuvo a punto de decir que estaba tomando la
píldora, no había necesidad de ir al médico. Pero no tuvo

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oportunidad. – El médico dijo que si lo ves, podría proporcionarte
un par de zapatos que hacen que las piernas se vean de la misma
longitud. Haría las cosas mucho más fáciles para ti. – Alcanzó a
decir. No sabía qué reacción ella iba a tener, pero no fue lo que él
esperaba. Ella no parecía feliz, Lilibet parecía herida.
– ¿Zapatos adaptados? – Una punzada de dolor apuñaló su
estómago. Tuvo que morderse los labios para no llorar. Había dos
cosas que la azotaron instantáneamente: en primer lugar, le
importaba, ella realmente le importaba. Y esta preocupación por su
bienestar significaba más para ella de lo que jamás podría decir. En
segundo lugar, y mucho menos agradable fue el conocimiento de
que él estaba meditando sobre su discapacidad y la encontró
carente de algo y eso le rompió el corazón.
– Sí, vi tu rostro después de estar de pie durante un largo período
de tiempo. Sientes dolor, ¿no es así? – Le preguntó sin rodeos.
– Sí. – Ella no podía mentirle. Y si él quería que ella obtuviese esos
zapatos, los tendría tan pronto como pudiese comprarlos. – Lo veré
y voy a pedirlos en cuando tenga el dinero. No tengo ningún tipo de
seguro como puedes ver.
Ella lo miró con tanta esperanza, tantas ganas de agradar que
quería luchar contra los dragones por ella.
– Cariño, ordenar los zapatos. Será un privilegio pagarlos por ti.
– No puedo hacer eso. – Fue enfática.
Tomándola de la mano, la atrajo hacia su regazo.
– Deja de pensar tanto. – Acariciándola con los pulgares sobre sus
pómulos, la miró profundamente a los ojos. – Quiero hacer esto por
ti. – Besando sus párpados, uno primero y luego el otro, dijo algo
que ella no sabría cómo hacer. – Si estás preocupada sobre como
pagarme, no lo estés. Estoy seguro que podemos pensar en
maneras en que tú me hagas feliz. – Con eso, le pasó la lengua por

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los labios, engatusándola a abrirlos y luego besándola
profundamente, haciéndola olvidar las dudas que sus palabras
habían traído.
Kane la llevó al Rancho Tebow, la besó profundamente y se
comprometió a recogerla a las cinco. Lilibet trabajó duro, y cuando
su pierna empezó a doler, pensó en la solicitud de Kane y en cómo
los zapatos podían mejorar su calidad de vida. Durante el día,
preparó montañas de comida para los hombres hambrientos y, con
permiso de Libby, tomó comida para ella para llevar a casa para la
cena. Sólo la idea de tener que ir a casa y preparar otra comida la
dejaba agotada. Pero no era trabajo lo que pensaba hacer. Durante
el tiempo en que viviera con el atractivo sheriff, tenía la intención
de ser parte de su vida. Había muchas cosas que podía hacer por él,
haciendo su vida más fácil y de su casa un hogar. Y quería empezar
ese día.
El tiempo voló y pronto Kane estaba allí para recogerla. La ayudó a
llegar hasta la camioneta y se sintió importante para alguien por
primera vez en mucho tiempo.
– ¿Cómo está mi bebé? – Él tomó su mano y le acarició la parte
superior con el pulgar. – Algo huele bien.
– Carne asada, dos papas al horno y brócoli con queso. – Ella le
ofreció cuando miró por encima del hombro a los platos cubiertos.
– Se ve maravilloso. – Le besó la mano, provocando pequeñas olas
de felicidad en su columna vertebral. – Si está bien para ti, voy a
dejarte y volver corriendo a la oficina para pasar unas asignaciones
para el turno de noche.
– Claro, yo tengo mucho para mantenerme ocupada. – Ya estaba
planeando cómo utilizar el tiempo.
– Bueno, tendré una sorpresa para cuando llegue a casa. – Él le
guiñó un ojo. – Y bebé… No puedo esperar para estar entre tus

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muslos de nuevo esta noche, es mi lugar favorito en todo el mundo.
– Sus palabras fueron directamente al clítoris, estaba ansiosa
también por acostarse con él.
Lilibet hizo buen uso de su tiempo. Aspiró, desempolvó, tomó
algunos de sus uniformes y cuando fue a buscando su lavadora y
secadora, se sorprendió al encontrarlos en un antiguo lavadero
pasado de moda que se había hecho para parecerse a un cobertizo
para macetas. Le hubiese gustado poner unas flores en el suelo.
Pero esta no era su casa y no sabía cuánto tiempo sería bienvenida
allí.
Cuando Kane regresó, ella tenía la cena caliente y la casa brillaba.
Se acercó por detrás de ella y la atrajo hacia él. Su erección creció,
causando una afluencia inmediata de calor y humedad en su
intimidad.
– Aquí bebé, esto es para ti. – Para su sorpresa, él le entregó un
ramo de rosas amarillas, su corazón cantó con el gesto inesperado.
Las lágrimas llenaron sus ojos de inmediato.
– Gracias, Kane. Nunca recibí flores antes. – Se dio la vuelta y le
echó los brazos al cuello. Después del abrazo, la encontró un jarrón
lleno de agua y acomodó en el centro de la mesa del comedor para
que pudiera disfrutar de ellas durante la cena.
– Ven y siéntate conmigo, que quiero hablar y besarte. – Acercó la
silla y la colocó sobre su regazo, sus labios de inmediato en busca
de los de ella. Tenía la boca dulce y nunca se cansaba de chuparle la
lengua y mordisquearle los labios. Cuando sació su sed de ella,
frotó su mejilla contra la de ella y comenzó. – Háblame de tu
hermano y de lo que te hizo. Y no trates de cambiar el tema, creo
que lo sé, pero quiero escucharlo de tus labios
¡Mierda! Pensó Lilibet. Este era un tema que no disfrutaba discutir.
Pero si iba a vivir con él, merecía saber.

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– Brian es muy inteligente en las computadoras, muy inteligente. –
Dio a Kane una versión reducida, lo suficientemente vergonzosa. –
Quería dinero, pero él no podía pedir prestado, entonces él invadió
mi información y tomó un préstamo en mi nombre. Un gran
préstamo. El dinero era para una empresa que no tenía ninguna
esperanza de éxito, por lo que perdió todo rápidamente, y ahora
tengo que pagar la deuda. Él no puede, tiene problemas para
mantener un trabajo. – Lilibet no levantó la vista, estaba muy
avergonzado.
– Eso es lo que he oído, él te dejó con el problema. Trabajas tanto,
sólo para pagar una deuda que nunca debería haber sido tuya. – La
besó en la frente. – Ya veremos, voy a hacer algunas llamadas
telefónicas para tratar de resolver esto. – Lilibet estaba a punto de
desafiar su plan cuando empezó a hablar de nuevo. – Déjame que
te cuente sobre Lisa, mi ex esposa. Si vamos a estar juntos, necesito
que entiendas. – Apretó la cabeza en su hombro y le besó el cuello,
fortaleciéndose para compartir sus problemas. – Nunca estuve
enamorado de Lisa. Era sólo la lujuria. Ella era una mujer muy
hermosa. – Ante esta revelación, Lilibet se tensó y trató de
apartarse, pero Kane la retuvo con firmeza. – No te muevas, no he
terminado.
Ella obedeció, temiendo lo que pudiera revelar.
– Cuando nos casamos, Lisa pensó que iba a hacerse rica.
Esperaba que yo siguiera los pasos de mi padre, así como Zane, y
ser un abogado. Pero cuando elegí ser un servidor público, me
castigó reteniendo su cuerpo de mí y gastando en exceso mis
tarjetas de crédito y traicionándome con mi mejor amigo. – El
resentimiento en su voz era difícil pasar por alto.
– Lo siento mucho. – Eso fue todo Lilibet podía decir. Aunque tenía
que admitir que esta información la hizo sentir un poco mejor.

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– No pasó mucho tiempo para descubrir que mi bella mujercita era
una sanguijuela de dinero. Y no perdí tiempo para presentar una
demanda de divorcio. – Kane comenzó a desabrocharle la blusa. –
Yo quería decirte todo, porque no quiero que pienses que hay
alguna posibilidad que ella vuelva a mí.
– Un hombre como tú no se lo merece, lamento que hayas tenido
que pasar por tanto dolor. – La voz de Lilibet tembló cuando lo vio
abrir su blusa y reverentemente desabrocharle el sujetador. – La
cena está casi lista. – Jadeó.
– No tenemos tiempo para un pequeño aperitivo antes del plato
principal, ¿verdad? – Miró a sus pechos, los tomó y presionó,
frotando sus pezones con el pulgar.
– Dios, sí. – Lilibet quería que chupara sus pechos, había soñado
con él jugando con sus pechos todo el día. Cuando él bajó su boca y
tomó un pezón entre sus labios, le oyó gruñir de placer. El sonido
hizo saltar su coño en respuesta.
Kane chupaba y tiraba sus pezones con los labios, mordiendo la
areola y presionando el pezón en el techo de la boca. Él estaba
devorando sus pechos y disfrutando de cada segundo. Su pene
estaba enorme debajo de ella y ella quería ser follada
desesperadamente. Con pocos movimientos, Lilibet dio media
vuelta y lo montó, su feminidad deseando el contacto con el cuerpo
masculino.
– Ahora vale la pena volver a casa. – Kane anunció y Lilibet estuvo
de acuerdo.
En el exterior, una figura entró en la lavandería y no encendió la luz.
Abrieron la secadora y vaciaron una lata de escorpiones en la ropa
todavía caliente. Sí, alguien estaría consiguiendo una muy dolorosa
sorpresa.

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Lilibet no tenía idea que la gente pudiera quitarse la ropa tan
rápido. Su cabeza le daba vueltas cuando Kane la tiró en la cama y
se echó a reír cuando saltó un poco.
– Ven aquí. – En tono de broma la atrajo hacia el borde de la cama.
Su pene estaba duro, totalmente erecto y goteando. – Buen ángulo.
– Se rió cuando se dio cuenta que sus partes íntimas estaban
perfectamente alineadas.
– Estás aquí desnudo y en la cama, ¿Es el momento adecuado para
tener relaciones sexuales?
Kane la miró con adoración, ella realmente no tenía idea de lo
valiosa que era.
– Sí – admitió con una sonrisa, mientras tomaba una suave pierna y
la ponía sobre sus hombros. – Imaginé una escena como esta
en mi cabeza una y otra vez. – Él no tuvo que levantar la otra
pierna, ella ansiosa la levantó y se quedó sin aliento cuando él
empezó a mordisquear su pierna. – Tu piel sabe a helado de vainilla
casero.
– ¿Bluebell? – Ella bromeó, nombrando a un local de helados, que
era una obsesión para muchas personas. Cuando le mordió la
pierna, ella gritó. – ¡Eh, no es justo, no puedo llegar a ti!
– ¿Qué parte de mí quieres tocar? – Kane le dio una mirada
sensual, dejando la cabeza de su polla frotando ligeramente su
suave carne. – ¿Qué vas a hacer? – Él sondeó en sus pliegues con su
pene hinchado, sintiendo una satisfacción sensual mientras
observaba sus ojos se abrirse con evidente placer.
– Creo que voy a tener que conformarme con esta escasez. – Su
provocación se convirtió en un imposible cuando comenzó a
empujar dentro de su coño hambriento.
– ¿Escasez? – Preguntó con supuesta afrenta. – Yo te mostraré,
mujercita. – Agarró ambos muslos y empujó todo el camino hasta la

57
base de su pene. Sus bolas se acurrucaron contra su coño y pudo
sentir la humedad deslizándose para lubricar ese culo virgen.
- ¡Dios mío, estas tan apretada! – El pecho de Kane comenzó a
sudar mientras luchaba por mantener el control. Cada vez que él se
unía a esta mujer era una experiencia espiritual. Puso su mano
sobre su vientre, extendiendo sus dedos posesivamente. – ¿Cómo
te sientes, cariño? ¿Te estoy complaciendo? – Señor, quería
complacerla. Hablar de su ex esposa había traído recuerdos
desagradables a su mente. Aún podía ver el rostro aburrido de Lisa
mientras la follaba, recordó la cantidad de lubricante que debía
tomar para facilitar la entrada en su inhóspita y seca vagina. Lilibet
no estaba seca, era el cielo, húmedo, cremoso, y tiraba de su polla
como una boca pequeña. – ¡Cristo! – Ella le sentaba como un
guante.
¿Cómo se podía cada vez ser mejor?
– Me complaces mucho, Kane Saucier – Se las arregló para decir
entre pequeños gemidos de maravilla mientras empujaba dentro
de ella. El espejo de cuerpo entero en la puerta reflejaba sus
imágenes y Lilibet estaba encantada. Él tenía el culo más
perfectamente esculpido. Ambas nalgas y muslos eran duros, no
podía esperar para recorrer cada centímetro de su cuerpo con su
lengua. Su reflejo registraba fielmente el equilibrio de sus senos
mientras se movían arriba y abajo al tiempo que Kane bombeaba su
cuerpo contra el suyo. Sus sexos estaban completamente unidos,
creando una imagen erótica que ella recordaría hasta el día de su
muerte.
– Mírame. – Ordenó y Lilibet regresó obedientemente su mirada al
hermoso rostro de Kane. – ¿Sabes lo que voy a hacer contigo
ahora? – Empujó todo el camino, creando chispas de fricción
cuando su polla acarició su dulce lugar.

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Ella jadeaba cuando las sensaciones maravillosas inundaron su alma
de felicidad. Tenía el rostro desencajado por el placer, los golpes
contra sus caderas eran cada vez más rápidos y Lilibet trataba de
esperar, con ganas de gozar junto con él. Pero no lo pudo manejar.
El increíble éxtasis hervía en su interior y explotó en sus venas
como lava fundida. – ¡Kane! – Gritó.
– Eso es. Córrete para mí, bebé. ¡Aprieta mi polla! Eres una buena
chica. Mi chica buena. – Cantó cuando su pequeño canal vibró en
torno a él, acariciándolo con su pasión. – ¿Tienes una lista de
deseos, bebé? Quiero acostarme y escribir mi nombre en tu coño
con mi lengua, para que nunca olvides a quién perteneces. ¿Esto
está en su lista de deseos, pequeña?
- Lo está ahora – Gemía mientras él se enterraba en ella, su
poderoso clímax causando que todo su cuerpo temblara. – Te voy a
dar una copia de la lista. No quiero perderme nada. – Estas últimas
palabras fueron pronunciadas en voz baja, mientras lo hacía
inclinarse por un beso.
*****
La vida era hermosa. Si pudiera, Lilibet habría ignorado todo el
camino a la lavandería. Tal vez los zapatos especiales eran una
buena idea después de todo. Puso la cesta de ropa y abrió la puerta
de la secadora.
– Aquí, déjame ayudarte con eso. – Kane dijo cuando se acercó por
detrás, bromeando y golpeando sus caderas.
– Ya lo tengo. – Se arrodilló y empezó a tirar las toallas y la ropa del
tambor. Una fuerte picadura la toma por sorpresa y gritó. – ¡Oh!
¿Qué fue eso? – Sintió en la mano un dolor paralizante. ¿Podría
haberse herido a sí misma con un alfiler o algún tipo de cuchillo?
– ¿Qué pasa, cariño? – Kane la agarró por el brazo, a punto de tirar
de ella hacia arriba.

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– No lo sé. – Ella comenzó a tirar de la mano, cuando otra picadura
quemó justo por encima de la muñeca. – ¡Ay! – Esta vez, tiró de su
mano. Kane la tomó y la sentó en la lavadora.
– ¡Maldita sea, bebé! – Su brazo y mano ya empezaban a hincharse,
dos marcas rojas se destacaban en contraste con su piel cremosa. –
¿Qué demonios hay en la secadora? – Su primer instinto fue
agarrarla y llevarla al hospital, pero necesitaba saber con que
estaba tratando en primer lugar. Se volvió y cogió un palo de
escoba y bajó para poder ver.
– Ten cuidado, Kane. – Le advirtió, muy cerca de las lágrimas. –
Creo que hay una serpiente en esa ropa, en algún lugar.
– No es una serpiente, o al menos yo no creo que lo sea. – Empujó
la ropa con la vara, tirándolas hacia el suelo. Para su sorpresa varios
escorpiones grandes venían arrastrándose con la cola arqueada
amenazadoramente en la parte posterior. – ¡Mierda! Escorpiones
corteza de Arizona, son venenosos. – Con su bota de vaquero los
aplastó uno por uno. – ¿Cómo diablos llegaron aquí? Esta especie
no es nativa en esta área. – Él la tomó en sus brazos, la abrazó, la
besó en la cabeza y empezó a dar pasos hacia el frente de la casa
donde estaba estacionada su camioneta.
– ¿A dónde vamos? – Ella enterró la cabeza en su cuello, haciendo
su mejor esfuerzo para no llorar o parecer débil, no sabía lo que
sería peor.
– A emergencias, y luego comprobaré esto. – Kane fue inflexible.
Tenía la desagradable sensación que estos escorpiones habían
encontrado su objetivo previsto, y el pensamiento de Lilibet
estando en peligro era más de lo que podía soportar.

60
Lilibet estaba acostada en la mesa de examen, vio las luces
fluorescentes, escuchó el zumbido monótono y se concentró en la
polilla que estaba bailando cerca del cálido resplandor. Cualquier
cosa era mejor que enfocarse en el dolor y el ardor de la picadura
del alacrán. Kane la había traído y después se alejó para hacer una
llamada telefónica. La enfermera limpió las heridas y ahora estaba
esperando a ver al médico.
Un crujido y zapatos arrastrándose en el suelo de baldosas la
alertaron sobre el hecho que no estaba sola.
– Bueno, ¿Qué te ha pasado? – El Doctor Gibbs era un alma amable
e hizo a Lilibet sentirse a gusto.
– Tuve una pequeña sorpresa con la ropa. – Se sentó y agarró del
brazo para su inspección. Se ajustó las gafas y le tocó la zona roja e
hinchada con precaución.
– Esos demonios, con certeza, pueden causar mucho dolor, pero
rara vez son peligrosos, a menos que seas alérgica. – Puso la mano
en el pulso de su cuello y la miró a los ojos con un instrumento. –
No veo ninguna evidencia de alguna reacción. ¿Está teniendo
problemas para respirar?
– No, el único problema que tengo es sólo dolor y ardor. – Lilibet
cerró los ojos mientras el doctor sondeaba la llaga. Le hizo un gesto
a la enfermera y le indicó las inyecciones que quería que ella
tomara.
– Mientras estés aquí, quiero medir los pies y descubrir la
diferencia en la longitud para obtener el tamaño exacto del
calzado. – El doctor rodó su banco a la mesa y tomó unos papeles
de un cajón.
Lilibet se tensó.
– Sé que tengo que conseguir los zapatos, pero aún no puedo. No
sé cómo voy a pagar por esta visita.

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Con la cinta métrica en la mano, el doctor llamó a la enfermera
para que lo ayudara y juntos medir las piernas y los pies.
– El dinero no es un problema, niña. Tienes un protector ahora, y ya
sabes quien es.
*****
– Logan, aquí.
– Te necesito en mi casa para que eches un vistazo en mi patio
trasero, especialmente a la lavandería. A ver si puedes encontrar
alguna evidencia de un ladrón. Alguien ha estado robando y
poniendo algunos malditos escorpiones en mi secadora. La señorita
Ladner fue picada y la tengo en emergencias.
– ¿Qué estaba haciendo en su casa? ¿Tengo que arrestarla por
allanamiento?
Kane se erizó ante la idea.
– No, Tú no vas a arrestarla por entrar sin autorización. Ella es mi
huésped.
Silencio.
– Logan, no estoy en busca de tu aprobación. Sólo tienes que ir allí,
buscar huellas y para que yo pueda encontrarlo. – Kane esperó que
su adjunto dijera algo y cuando lo hizo, perdió un poco de respeto
por el hombre. Al diablo con él. Acabó de darle información. – No
quiero ni pensar, pero podría ser mi ex esposa, ella está en la
ciudad.
– Puede contar conmigo, sheriff. – El teléfono se cortó.
– Será mejor que pueda contar contigo, Logan, o terminaras sin
empleo. – Habló con el receptor en la mano. – Esto es
malditamente importante para mí.

62
– ¿Cómo está ella, doctor? – Kane entró en la sala de examen, y vio
que Lilibet se sostenía de la cama y miraba decididamente pálida. –
¿Por qué no estás recostada?
– Acabamos de medirla para esos zapatos que usted quería que ella
tuviera. – Dijo el viejo doctor con orgullo como si hubiera
conseguido una audaz hazaña. – Las picaduras van a doler por un
tiempo, pero le di unas inyecciones y se pondrá bien.
Probablemente va a caer dormida a penas salga de aquí.
Brazos de Kane la envolvieron y Lilibet no pudo evitar relajarse
contra él. Se sentía tan débil y mareada.
– ¿Podemos volver a nuestra casa ahora? – La pregunta era audaz,
viniendo de ella, pero eso era lo que sentía. Su casa y sus brazos se
estaban convirtiendo en los únicos lugares donde quería estar.
– Sí, amor. Podemos. – Palabras más dulces que estas nunca fueron
dichas. Ella la llamó nuestra casa. Kane podría haber jurado que oyó
campanas de boda en la distancia. La tomó y sonrió todo el camino
a la camioneta.
Sosteniéndola con un brazo, se volvió en la cama la cubrió con el
otro. Logan le estaba esperando fuera, pero poner cómoda a Lilibet
era su primera prioridad.
– Cariño, voy a estar de vuelta tan pronto como pueda para cuidar
de ti, ¿De acuerdo?
– Está bien, tengo mucho sueño. – Se acurrucó en la cama
abrazando la almohada. – Vuelve a mí pronto.
Probablemente ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, pero era
música para sus oídos.
– Cuenta con ello, muñeca.
– ¿Ella se queda aquí con usted?

63
Kane estaba perdiendo rápidamente la paciencia con el hombre.
– Sí, lo hace. Y yo no quiero ni necesito tu aprobación o la de
cualquier otra persona. ¿Está claro?
– Está bien, sheriff. Pero la gente va a hablar. – El hombrecillo
delgado acomodo sus pantalones estilo Barney y olfateó.
– Me importa un comino lo que digan. Ahora, ¿Qué encontraste? –
Kane gruñó las palabras a su ayudante.
Poniendo las manos en las caderas, Logan miró hacia la oscuridad.
– No era una mujer, eso es seguro. Las huellas eran grandes y el
hombre llevaba zapatillas de deporte. Usted nunca las utiliza.
– Así que no era Lisa. – Kane no sabía si sentirse aliviado o no.
¿Quién más podría ser? ¿Quién más podría querer hacerle daño a
él o a su bebé?
– He encontrado algo. – Logan le entregó un cuchillo de bolsillo que
había puesto en una bolsa de plástico de pruebas.
– Lo guardaré. Vuelve a la oficina y escribe todo lo que se te ocurra
y vamos a ir a por él en la mañana. – Ni siquiera esperó a oír la
respuesta de Logan. Tenía cosas más importantes que hacer.
Ella estaba durmiendo. Odiaba a despertarla, pero tenía que sacarle
esa ropa y ponerle algo más cómodo. De rodillas en la cama junto a
ella, no pudo resistirse a acariciarla.
– Bebé. – Susurró. – Necesito que te despiertes lo suficiente para
ponerte tu pijama. – Había recogido su bolsa y encontró un
camisón. El corazón le dolía ver la pequeña cantidad de bienes que
tenía.
Abrió los ojos. ¿Dónde estaba?
– Kane. – Suspiró al recordar que estaba con él. – Estoy despierta y
puedo hacer esto. – Ella no quería que él la esperara. Pero cuando

64
sus manos empezaron a tirar de su ropa, se relajó y le dejó hacer.
Su toque era tan agradable a su cuerpo como una suave lluvia en
tierra calurosa.
– Ah. Esto me hace feliz. – Con movimientos hábiles, tomó una
prenda de ropa a la vez. Cuando la tuvo desnuda, no pudo contener
un gemido que escapó de su boca. – Sabes que eres la mujer más
bella del mundo, ¿no? – Todo sobre su cuerpo era perfecto y su
polla le estaba dando una ovación de pie. Pero ahora no era el
momento. – Abajo muchacho. – Susurró.
– ¿Qué dijiste? - Ella extendió los brazos para arriba mientras que él
le ponía su camisa por la cabeza, cubriendo sus pechos deliciosos.
– Estaba hablando con mi polla, nena. Está siendo un poco travieso.
– Me encanta tu polla. – Él se rió, sabiendo que las drogas le habían
soltado la lengua.
– Mi polla y yo somos muy aficionados a ti.
– ¿Vas a quitarte la ropa y dormir conmigo? – Nunca antes en su
vida se había sentido tan feliz y segura. Estar con Kane era la cosa
más maravillosa que jamás le había sucedido.
– Trata de detenerme. – Kane dijo mientras se enderezaba y
desnudaba. Se dejó su ropa interior, tratando de mantener su pene
atrapado. Una vez que se acostó, ella se subió a él, buscando su
calor como una flor en busca de sol. – Este es mi bebé. – La besó en
la frente y acunó su cuerpo, sintiéndose más feliz de lo que había
estado en días.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. ¡Válgame Dios! Siempre había
oído hablar de erecciones mañaneras, y aquí estaba justo en frente
de ella. La gran erección de Kane había levantado una tienda bajo
la sábana y lo único que podía pensar era en el desayuno en la
cama. Tenía un brazo colgando sobre su cabeza en la almohada y el
contraste de su oscuro bronceado dorado y la funda de almohada

65
blanco absoluto era agradable a la vista. Deslizando el jersey por la
cabeza, Lilibet decidió empezar a trabajar.
Queriendo jugar, sacó sus piernas debajo de él y apoyó la barbilla
en la mano, tratando de decidir por dónde empezar. La sabana
estaba alrededor de su cintura, dejando una maravillosa extensión
de abdomen y pecho descubierto para su placer visual. Espirales de
bello marrón oscuro rociado en su pecho hacía más atractivo el
sendero feliz, que pedía ser explorado por los dedos y la lengua.
Con un brillo en sus ojos, tomó la sabana y miró hacia abajo.
¡Oh sí! Kane estaba despierto, pero él no hubiera dicho nada para
interrumpirla. Apenas abrió un ojo para verla. Miraba a su polla
como un regalo deseado, con los ojos muy abiertos, el labio inferior
atrapado entre sus dientes. Y cuando ella hizo un pequeño gemido
de excitación, su polla saltó como una trucha en una comida de
bienvenida. Obligándose a permanecer inmóvil, esperó a ver qué
haría.
Su bello hombre de ojos castaños era un espectáculo para la vista,
su cuerpo le hizo pensar que estaba delante de una ventana de la
panadería llena de deliciosas golosinas dulces, tentadoras y llenas
de crema. ¿Qué hacer? Comprobó si su respiración seguía siendo el
mismo ritmo. Arrastrándose cerca de su cara, se arrodilló hasta que
sus labios rozaron su mejilla. Los pelos de su barba eran suaves con
su piel, y lo único que podía pensar era en cómo se sentían sus
senos. Sintiéndose audaz, con la punta de la lengua trazó su
hoyuelo, lamiendo el camino hasta la esquina de la boca. Sus labios
eran suaves, tan firmes y sexys que su coño comenzó a llorar.
¡Suficiente! Partes de él parecían estar hechas de acero, pero no
era Superman para resistir los encantos de la señorita Ladner.
– ¿Qué crees que estás haciendo? – Gruñó, haciendo saltar a
Lilibet. – ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

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Había tanto amor y calidez en su voz que ella no pudo contener la
risa.
– Eres tan bello que no me pude resistir.
– ¿Bello? Yo no soy bello, nena, soy duro, soy un vaquero, tipo He-
Man. – Con indignación fingida, la puso sobre él y capturó su boca.
Con mordeduras y tiernos besos, le devoró los labios. Cuando ella le
derritió, pasó las manos con entusiasmo sobre su cuerpo. Su piel
era como el terciopelo suave. – Deslízate hacía arriba. – La
persuadió. Dejando su boca, besó un camino por el lado de su cara
mientras movía su cuerpo para que su boca estuviese al nivel de sus
senos jugosos. – Aferrate al cabecero y balancea esas dulces tetas
en mi boca.
– Oh, eso suena bien. – Ella le ofreció sus senos, sosteniéndolos con
ambas manos y ajustándolos a los labios.
Kane estaba hambriento. Deseoso de los perfectos globos
perfectos, él comenzó a besar y chupar, empujándolos juntos para
poder obtener ambos pezones en la boca al mismo tiempo.
– Dios mío. – Lilibet gimió de placer al sentir sus pezones siendo
besados juntos. No podía dejar de ver la impresionante vista de
Kane Saucier mamando de sus pechos. Era éxtasis absoluto. Incapaz
de contenerse, ella movió sus caderas, frotándose contra su
abdomen, dejando una evidencia húmeda de su excitación.
– Siéntate en mi cara. – Kane murmuró alrededor de un pezón
húmedo, pidiéndole que subiese por su pecho.
– ¿De verdad? – La idea excitó a Lilibet allá de las palabras, pero
estaba un poco avergonzada.
– ¡Dios, sí! - Le ayudó a conseguir su posición y comenzó a lamer su
coño. Darle placer era la mejor sensación del mundo. Cuando él
empujó la lengua en su canal, sus caderas empujaron tanto que
tuvo que contenerla con fuerza para mantenerla quieta.

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Ondas de placer comenzaron a fluir a través de su cuerpo y los
sonidos de placer caían de sus labios.
– ¡Kane! ¡No te puedo ayudar! ¡Tengo que correrme!
– Córrete, bebé. – Tomó su clítoris en su boca y chupó con fuerza,
orgulloso de hacer que todo su cuerpo se ondulara de placer. Kane
supo que antes de Lilibet solo había existido. Esta era la forma en
que la vida debía ser vivida, saboreando cada momento. La lamió
hasta su clímax hasta que ella hizo gruñidos satisfechos, haciendo
crispar su polla con impaciencia.
– Te necesito, nena. Móntame, vaquera.
Con todo su cuerpo aun temblando, Lilibet se desplazado hacia
atrás, poniéndose de rodillas tomó su gran palo en la mano y lo
puso en el lugar donde más se necesitaba.
– Mi idea original era despertarte con una mamada. Quería hacerte
sentir bien, entonces hiciste esa oferta y yo solo tuve que aceptar.
Cuando ella comenzó a introducirlo en sí misma, no pudo mantener
el gemido de alivio.
– ¿Estás bromeando? Esto es como vivir en una fantasía Playboy –
Kane la embistió y se enterró hasta la empuñadura. – Dios, es tan
bueno estar dentro de ti. – Levantó el cuerpo hacia arriba,
apoyándose en los brazos y piernas, las caderas totalmente
alejadas de la cama.
– Mi Señor. – Él era tan poderoso, que se sentía como si estuviera
montando un toro mecánico, sólo que mil veces más placentero.
Poniendo sus manos sobre su pecho, le sostuvo la mirada,
disfrutando de su placer tanto como del suyo. – Me encanta hacer
el amor contigo, Kane.
– Eso es bueno. – Kane logró decir mientras bombeaba sus caderas,
dándole todo lo que tenía. – Porque estoy enamorado de ti, Little-
bit.

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Su admisión la tomó completamente por sorpresa y la llevó a un
orgasmo que le robó su nombre de los labios.
– ¡Kane! – Le tomó toda su fuerza de voluntad detener el flujo de
palabras que quería decir. Ella estaba enamorada de Kane.
Completa e irremediablemente. Y eso nunca iba a funcionar en un
millón de años. Entonces ella le mostró lo mucho que lo amaba con
su cuerpo, le ordeño, apretándolo, engatusando un orgasmo que
robara el pensamiento coherente de sus mentes.
*****
Así que ella no había contestado cuando mencionó la palabra con
A. Kane revolvió el tocino y trató de no leer nada en su silencio. Era
pronto, probablemente. Cubrió la sartén candente y verificó los
huevos que se estaban friendo. Hoy comenzaría con el plan B, o lo
que fuese.
– No deberías estar haciendo el desayuno. Ese es mi trabajo. –
Lilibet se sentía tímida, y hablar de comida parecía el curso de
acción más seguro.
– Has estado tan silenciosa como un indio, amor. – La besó. – Y tú
no trabajas para mí. Tú vives conmigo.
El beso fue dulce y se aferró a él, disfrutando del refugio de sus
brazos.
– Siéntate y déjame servirte un plato. – Sus ojos recorrían su
cuerpo, ella estaba vestida con pantalones vaqueros simples y una
camiseta, pero para él, era una diosa.
Lilibet sacó un taburete y se sentó en el bar. Una bolsa de plástico
le llamó la atención y lo atrajo hacia ella.
– ¿De dónde viene eso? – Preguntó. Era un cuchillo. Sin sacarlo,
amoldó el plástico en él, para poder examinarlo cuidadosamente.

69
– Recuerdo. – Leyó la palabra grabada en el mango. Recuerdos
chocaron en su cabeza. – Kane, este cuchillo es de mi hermano.
¿Qué estás haciendo con él?

70
Capítulo Tres
– ¿Este cuchillo pertenece a tu hermano? ¿Estás segura? – Su tono
había sonado tan preocupado y que la hizo sentirse divertida. Puso
su desayuno en frente de ella y la besó en la punta de la nariz,
templando sus palabras con cuidado.
– Sí, no hay duda de ello. – Señaló la imagen. – Nuestro padre se lo
dio a él, perteneció a su padre. – Ella pasó un dedo por el lugar
donde estaba la palabra “Recuerdo”. – Se destacaba con claridad. –
Este es un cuchillo militar dado a mi abuelo por un amigo suyo que
sobrevivió a un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra
Mundial. – Mirando su cara, ella trataba de entender lo que estaba
sucediendo.
Kane odiaba ver la incertidumbre en sus ojos.
– Mi ayudante lo encontró anoche en la lavandería. Le pedí que
viniera a dar una vuelta, después de que fuiste picada por
escorpiones. Los que fueron puestos en la secadora.
– ¿Puestos? – Eso era ridículo. – ¿De verdad crees que alguien
estaba tratando deliberadamente de hacerte daño? – Su mente no
estaba procesando demasiado bien. ¿Qué estaba diciendo Kane? ¿Y
qué tenía esto que ver con su hermano?
Kane se frotó la cara con la palma de su mano.
– No bebé, creo que alguien estaba tratando de llegar a ti.
Una mirada desolada le nubló su rostro.
– ¿Cómo puede ser esto? ¿Y crees que mi... – Ella ni siquiera tenía
coraje de terminar la frase.
– ¿Dónde está tu hermano? ¿Lo sabes? – Su voz era suave, pero
para Kane era necesario que ella considerase la posibilidad de que
él estuviese involucrado.

71
– Está en Houston. Estoy segura de eso. – La mente de Lilibet
estaba corriendo. Este era el cuchillo de Brian, pero ¿por qué iba a
querer hacerle daño? Después de todo, ella había asumido su
deuda. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Kane tomó el cuchillo.
– ¿Podrías haber guardado esto? ¿Podrías tener este cuchillo en el
bolsillo y olvidarlo?
– No. – Lilibet lo miró con consternación. – No había visto ese
cuchillo desde que mi padre se lo dio a mi hermano hace varios
años. Pero sé que él nunca se libraría de el, ya que era muy
importante para nuestra familia. – Cuando ella hizo la declaración
percibió cuan condenable era. Su hermano había estado aquí y
había hecho alguna cosa para lastimarla. ¿Por qué? Fuertes brazos
se envolvieron a su alrededor la apretaron contra un duro y amplio
pecho. Ni siquiera se dio cuenta del movimiento. Y cuando él la
besó en el pelo, no pudo contener las lágrimas. – ¿Por qué Brian me
haría algo así?
– No lo sé cariño. No lo sé. – Kane tenía algunas reflexiones que
hacer. – Pero hasta que lleguemos al fondo de esto, no te quiero
fuera de mi vista.
Lilibet apreció la preocupación de Kane por su bienestar, pero lo
que él sugería era imposible.
– Esto no va a funcionar, amor. Tienes un trabajo que hacer y yo
también. Libby me necesita, allí tienen el doble de trabajadores
para los que cocinar.
Ella estaba en lo cierto. ¿Qué podía decir?
– Te llevaré conmigo a trabajar, y también voy a hablar con Aron,
para que se asegure que estás cuidadosamente vigilada. – Besando
el lado de su cuello, la sintió temblar, sólo un poco. – No te
preocupes, estás a salvo conmigo. Cualquier persona que quiera

72
llegar a ti tendrá que pasar por este fiero Cajun. Y no será una cosa
fácil de hacer.
*****

– No entiendo por qué tuviste que hacerle daño, ¿Para qué? – Brian
Ladner miró al rostro frio y duro de Kyle Hanks. Uno de los mayores
estafadores en Houston. Hanks estuvo involucrado en todos los
negocios turbios de la principal ciudad portuaria.
– ¡Era una advertencia, idiota! – Hanks le gruñó. – Ahora, cuando
realmente actuemos, sabrán que somos serios. Recibiré mi dinero
de una manera u otra.
– Pero ella no tiene nada. – Brian trató de razonar con él. – Ya está
poniendo todo el dinero que tiene para pagar el préstamo que me
hiciste pedir.
– Sé lo pobre que es, – Kyle agarró a Brian por el cuello de la
camisa, sólo porque podía. – Pero su nuevo novio tiene dinero. Su
padre tiene mucho dinero. Es una suerte para nosotros que tu
hermana coja lograra enganchar a alguien como Saucier. Quizás es
agradable a la vista si puedes olvidar la repugnante cojera.
Brian luchó por respirar, suspiró como un pez fuera del agua. –
Espera. – Murmuró, preguntándose si podría poner fin a esto antes
de que alguien saliera lastimado. Pero cuando miró el gris y el frío
de los ojos del tiburón de préstamos, supo que él y Lilibet estaban
en problemas.
– Me pregunto cuánto va a pagar él para tenerla de vuelta. – Hanks
pensó, ya planeando cómo iba a hacerse rico con el dinero de
Saucier. – Si las amenazas no funcionaban, sabía qué hacer.
Brian se sintió mal del estómago. ¿Qué había hecho? Dios, tenía un
gran problema en este momento. ¿Secuestro? ¿Extorsión? ¡Genial!

73
Eso es todo lo que necesitaba para pasar unos años en la cárcel. Se
preguntó cuánto tiempo tendrían para poner este lío en orden.
– ¿Cuánto vas a pedir?
– No voy a pedir nada. ¡Voy a exigir! – Kyle rió. Satisfecho con su
plan. – Si él no coopera conmigo, tendrá que lidiar con Maxim, el
mayor traficante de esclavos blancos en el país.
*****

El Rancho Tebow estaba lleno de actividades. Lilibet cargaba el


lavavajillas con platos y vasos comida del mediodía. El ambiente
entre los McCoy estaba eufórico; Joseph McCoy aparentemente
había hecho un gran progreso en su terapia física, al parecer se
estaba recuperando por completo.
– Has hecho un gran trabajo hoy, esos músculos no son de este
mundo. –Jessie ayudó a Lilibet a poner las sobras en el refrigerador
de acero inoxidable.
– Aron dijo que él y Jacob iban a freír peces esta noche, así que no
necesitamos preocuparnos por la cena.
Echando un vistazo al reloj de la estufa, Lilibet supo que era
demasiado pronto para llamar a Kane, todavía tenía más de una
hora antes que saliera de la oficina. Y no había manera de
molestarlo, ya había causado suficientes problemas. Desde el
incidente del escorpión, no la había dejado sola ni por un minuto.
– ¿Puedo quedarme aquí hasta que Kane salga del trabajo?
– Kane ya está aquí. – Libby dijo con voz cantarina mientras entraba
en la cocina. – Aron llamó y le dijo que te irías temprano. Le
prometió a Kane que le avisaría. Lo que significa que no caminaras
sola por el rancho.

74
– ¿Por qué te estás sonrojando? – Jessie provocó a Lilibet. – Todo lo
que tenemos que hacer es mencionar el nombre del Cajun y te
iluminas como un árbol de navidad.
– Creo que tiene planes para ti, muchacha. – Libby bromeando
empujó Jessie. Ambas estaban embarazadas y ese hecho hizo a
Lilibet ansiar algo que nunca podría tener.
– Hey, no le digas a todos mis secretos, señorita Fontaine. – Kane
entró y consiguió que la presión arterial de Lilibet subiera por la
excitación. Él era un hombre guapo, grande, amplio y de hermoso
porte. Un hombre que cualquier mujer daría todo por llamarlo
suyo. El milagro era que ella era la que salía con él. – ¡Hey, bebé! –
Se acercó a ella y la besó en la mejilla.
– Kane, yo podría haber esperado hasta las cinco. – Él la tomó de la
mano, saludando a los otros.
– Yo no podía. Vamos a tener un día de campo. – Lilibet no pudo
evitar sonreír ante la mirada que sus amigos le estaban dando. –
Tengo una sorpresa para ti.
*****
– ¿Has hecho todo esto tú mismo? – Se sorprendió por la gran
variedad de golosinas que Kane había puesto para ella. Había un
pedazo de pan de queso, ajíes verdes, rodajas de melón y jamón,
aceitunas, albaricoques secos, uvas y un par de peras
perfectamente maduras. – ¡Es hermoso!
Kane tomó un racimo de uvas verdes sin semilla y le ofreció una.
– Complacerte se convirtió en mi deporte favorito, Little-bit.
Ella tomó con la boca la uva de sus dedos, y no pudo evitar lamer su
piel. Sus ojos buscaron los de ella inmediatamente y no había
manera de poder malinterpretar la promesa en su mirada.

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– Todo se ve delicioso. Vamos a comer. – Tenía que mantener las
manos ocupadas o podría terminar atacándolo donde estaba
sentado. Hurgando en la cesta, casi se echó a reír a carcajadas.
Kane había preparado toda la comida, pero los vasos de papel no
resistirían el agua caliente. Afecto brotó de su pecho. Para
compensar, usó dos vasos para cada uno, no quería que el estado
de ánimo romántico desapareciera por un accidente.
– Quiero un poco de todo. – El parecía tan emocionado que una risa
burbujeaba en Lilibet, ella se sorprendió de lo feliz que estaba. Con
alegría en su corazón, preparó la comida para él y se lo entregó.
– Disfruta. – Él hizo un gesto para que se sentara a su lado de la
manta.
– No tengo mi comida, todavía.
– No lo necesitas. Quiero darte de comer. – Se rió mientras hacía
cuidadosamente su camino hacia él de rodillas. – Pareces un gato
grande.
– ¡No lo hago! – Ella se echó a reír. – ¿Dónde me quieres? ¿Aquí
está bien? – Se sentó frente a él, con las piernas dobladas debajo
de ella.
– No. Quiero tu cabeza en mi regazo. – Y se palmeó el muslo. Lilibet
miró su regazo y no puede dejar de notar que estaba excitado.
– ¿Seguro que no voy a aplastar alguna cosa?
Kane soltó una carcajada.
– ¡Eres una descarada! – La empujó y ella se acostó sobre su
regazo. – Sólo piensa en ello como una almohada irregular. – En ese
momento ambos estaban riendo. – Abre, pájaro bebé. – Lilibet
sonrió, conmovida por la atención que estaba teniendo con ella.
Aceptó un pedazo de pan y queso, y un beso. Luego vino un poco
de melón y jamón, y un beso. – ¿Lilibet? – Kane gruñó. – No tengo

76
hambre de comida. – Puso su plato a un lado y comenzó a
desabrochar su camisa con una mano y la de ella con la otra. –
Mira, soy ambidiestro. – Bromeó.
Entrando en calor, ella levantó las caderas y tiró de sus bragas.
– Sí, tengo que estar de acuerdo, eres muy talentoso.
– No te saques todo. Estamos a campo abierto, y no queremos a
nadie mirando mi chica. – Kane se soltó el cinturón, liberando su
polla. Todo lo que Lilibet tenía que hacer era dar vuelta su cabeza y
tomar un bocado.
– ¿Quieres que yo...? – Dejó su lengua danzar a lo largo de su eje.
– No. – La voz de Kane fue ruda. – Te quiero todo sobre mí. Ahora.
– Él la ayudó a sentarse en su regazo. Recogiendo su falda,
descendió hasta que su coño envolvió su polla. Estaba caliente y
húmeda, pero su espesor era tal que ella todavía tenía que empujar
hacia abajo y tomar su pene de a poco.
– Quiero abrazarte. – Desabrochó el cierre frontal de su sujetador,
dejó las gafas caer a un lado y con entusiasmo presionó sus senos
contra su pecho. Puso sus brazos alrededor de su cuello y apoyó la
cabeza en su hombro mientras él comenzó a besar su clavícula. –
Esto es tan bueno. – Él suspiró. Tomándolo por los hombros, ella
trató de moverse hacia arriba y hacia abajo sobre su eje.
– ¡No, cariño! – Él gimió. – No te mueva. Sólo siéntate.
Ella se quedó inmóvil. ¡Dios, era grande! La llenaba tan
perfectamente en su interior. – Estás palpitando, puedo sentir
todo. ¿No quieres que me mueva?
Kane le frotó la espalda. Incluso a través de su ropa, ella sintió el
calor de su mano.
– Ordéñame, bebé. Sólo tienes que apretar un poco para hacernos
felices.

77
– ¡Oh sí! – Ella sabía exactamente lo que quería. Y así empezó todo,
presionando con los músculos de su coño. Abrazando su vara.
Dejándole saber con su cuerpo lo mucho que le importaba.
– ¡Dios! – Kane se estremeció. ¡Esto era increíble! – Así es, mi amor.
Ya sabes qué hacer. – Él le chupó el cuello, sabiendo que dejaría un
pequeño chupetón, pero no le importaba. Lilibet le pertenecía.
Agarrándose de la parte posterior de la cabeza, él empezó a
balancear su cuerpo. Su polla se sentía como si fuera a explotar en
cualquier momento. – ¡Mierda, esto es bueno!
Lilibet abrazó a Kane tan fuerte como pudo, el orgasmo
estrellándose sobre ella como una ola del mar.
– ¡Oh, bebé! – Gimió ella. Temblando en sus brazos y cuando él
gritó su clímax fue el sonido más dulce que ella había oído nunca.
– Esto fue una sorpresa maravillosa, Kane. – Ella lo ayudó a
ajustarse la ropa, riendo cuando su estómago gruñó en voz alta. –
No has comido.
– Tenía otro apetito del que preocuparme. – Kane tomó una pera y
mordió un pedazo grande. – Además, puedo comer ahora. Tienes
algunos regalos por abrir.
Kane parecía un poco nervioso cuando tomó algo de atrás de la
canasta y le entregó lo que obviamente era una caja de zapatos.
– Sé lo que es. – Lilibet admitió. – Mis zapatos.
Dejando la mitad de la pera, Kane se arrodilló a su lado y empezó a
quitarle las sandalias.
– Vamos a ver cómo encajan.
Dejando a un lado la vergüenza, Lilibet tomó el calzado especial,
aliviada al ver que no parecían zapatos ortopédicos de abuela. Eran
sexys. La suela de un zapato era un poco más gruesa que el otro,
pero esa era la única diferencia.

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– Son hermosos, Kane. Es muy amable de tu parte hacer esto por
mí.
– Póntelos. – Tomó un pie en su mano y le quitó el zapato, y luego
el otro.
– Me siento como Cenicienta. – Susurró.
– Eso es bueno, pero no desaparezcas cuando el reloj marque la
medianoche. – Terminó la última hebilla. - Listo. Ponte de pie y
dime cómo te sientes. – Ella lo hizo y vio con orgullo que podía
caminar normalmente, por supuesto, por primera vez en su vida.
Una vez Lilibet dio los primeros pasos, se dio cuenta de la libertad
que estos zapatos le dieron. Abrazándose a si misma, giró en un
pequeño círculo. Por primera vez, estaba confiando en su balance
para hacer algo que cualquier niño podría hacer. – Son
maravillosos. Amaré a usarlos.
– Tienes tres pares más en casa, todos diferentes. Todos tan
hermosos como estos. – Se veía tan orgulloso de sí mismo que
Lilibet sólo se arrojó en sus brazos y él la agarró con facilidad. Kane
le besó la cara, el cuello, la comisura de la boca, no podía conseguir
lo suficiente. – ¿Cuándo vas a decirme que me amas? Sé que lo
haces. Puedo sentirlo. – Ella se quedó inmóvil en sus brazos.
Echándose hacia atrás, lo miró a la cara.
– Por supuesto que te amo, Kane. Parece que te he amado toda mi
vida. – Llevó las manos a ambos lados de su rostro, lo miró por una
eternidad antes de sellar su amor con un beso. – Fue divertido. –
Tomó la mano de él cuando salían de los bosques. – La próxima vez
voy a planear una sorpresa para ti, vamos a hacer algo diferente.
– No me amas, ¿verdad, Lilibet? – Kane no sabía por qué necesitaba
tranquilidad, pero lo hacía. – Prácticamente torcí tu brazo por esa
declaración.
Lilibet se detuvo y se volvió hacia él, quería hacerle entender.

79
– Kane, yo...
Pero una voz los irrumpió, una voz frágil con sarcasmo y desprecio.
– Kane, querido, no me gusta interrumpir. Sólo pensé que te
gustaría saber que estoy de vuelta en la ciudad. Y tengo la intención
de reclamar lo que es mío por derecho.
¡Bueno, mierda! Kane cerró los ojos. Su ex mujer.
– ¿Qué quieres Lisa?
– La respuesta es simple Saucier. – Ella se bajó de su auto y
comenzó a caminar hacia ellos. Lilibet no sabía si apartarse de Kane
o acercarse. Las próximas palabras de Lisa tomaron la decisión por
ella. – Te quiero, Kane. Quiero a mi marido de vuelta. – Lilibet se
alejó.
Kane tomó el brazo a Lilibet.
– No le hagas caso. Ella no significa nada para mí.
– Eso no es del todo cierto, ¿no es así Kane? – Lisa no estaba
borracha, pero había estado bebiendo. Kane conocía los signos. –
Solías amarme, ¿no? Recuerdo como me tomabas en la cama. Eras
insaciable.
Kane no podía creer la mierda que estaba hablando. Buscando a
Lilibet, pudo ver cómo cada palabra la estaba lastimando.
– Tu memoria es defectuosa. Nuestro divorcio es definitivo, Lisa.
Entonces, ¿por qué me molestas ahora? – Diablos, no quería tratar
con esto. Él no quería lidiar con Lisa ahora.
Lilibet se distanció. Dios, él estaba perdiéndola. Pero lo que ella
hizo los sorprendió a todos.
–Discúlpame... ¿Lisa?

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– Sí, y ¿quién eres? – Lisa estaba literalmente mirando hacia abajo a
Lilibet. – Mi nombre es Lilibet Ladner y soy la que tiene a Kane
ahora.
Podrían haber golpeado Kane con una pluma. ¡Aleluya!
Caminando con confianza y lentamente, Lilibet acercó a Lisa.
– Tuviste tu oportunidad con este hombre increíble y la
desperdiciaste.
– ¿Qué?
– Valoras las cosas materiales que podría date más de lo que a él
mismo. – Su declaración fue tan clara y tan cierta que tanto Kane
como Lisa quedaros sin palabras.
– Ahora, espera un minuto. – La hermosa Lisa parecía lista para
enfrentarse a la otra mujer que se atrevió a desafiar su posición en
la vida de Kane.
–No, Lisa. – Kane tomó a Lilibet y la atrajo hacia sí. – Espera un
minuto. Lilibet tiene razón. No tenemos nada que discutir.
– Yo te quiero de vuelta. Hay cosas que no conoces. – Su ex esposa
afirmó rotundamente.
– Eso no va a suceder. – Kane fue enfático.
– Pero mírame. – Se levantó con orgullo, empujando el pecho hacia
fuera, alto, elegante y perfecto.
– Déjame decirte lo que veo. – Lilibet habló de nuevo. - Veo una
mujer que está más enamorada de sí misma de lo que podría estar
por cualquier hombre.
Lisa se acercó a Lilibet, sus manos cerrándose en garras. Estaba
claro que le hubiera gustado sacar los ojos de su rival.
– Tú, simple, pobre y arrogante...

81
Lilibet no la dejó terminar, se acercó a Lisa, nariz con nariz.
– Puede que sea sencilla y pobre, pero soy lo suficientemente
inteligente como para apreciar lo que tengo. Y tengo a Kane, Lisa.
Lo tengo en mi vida, en mi cama y en mi corazón. No tienes lugar
aquí, así que puedes irte.
Lisa estaba furiosa, y si Kane no hubiese salido a defender a Lilibet
como un guerrero vengador que guarda su premio, Lisa se habría
puesto violenta. Pero ante una situación así hizo lo que cualquier
matón que se aprecie haría, se retiró.
– Esto no ha terminado, Kane... De hecho, estarás muy triste
cuando me hayas perdido. – Cuando se fue, disparó a Lilibet una
mirada que no necesitaba explicación, estaba llena de odio y
promesas. Grava voló por el aire cuando sus ruedas giraron con
rabia.
Kane no esperó ni un momento más. Agarró Lilibet por la cintura y
la hizo girar.
– ¡No puedo creer que hicieras eso! ¡La mandaste lejos, y fue
genial!
Lilibet se aferró a él por todo lo que valía la pena. A decir verdad,
era una especie de orgullo de sí misma.
– Me siento tan valiente, y no lo soy. – Estaba casi temblando por la
adrenalina de la confrontación. – ¿Quieres saber el secreto de mi
valor? – Le preguntó en un susurro.
– Por favor. – Quería oír cualquier cosa que tuviera en su mente.
– Fueron los zapatos. – Besó su cuello. – Los zapatos me dieron el
coraje. Por primera vez, estaba en pie, en igualdad con todos los
demás.
*****

82
– Ahora, ¿Qué decíamos antes de que nos interrumpieran tan
groseramente? – Kane presionó a Lilibet contra la puerta de su
habitación. – ¿Era una hermosa mujer a punto de explicarme lo
mucho que me ama? – La pellizcó ligeramente, haciéndola reír.
– No, era sólo yo. Te amo. – Ella dijo sin aliento, de repente
hablando en serio. – Te amo, Kane. Y si las cosas fueran
diferentes... – Ella comenzó.
– Ni una palabra más. – La voz de Kane no era dura y estaba
desesperado. Estaba desesperado por estar dentro de ella en todas
las formas posibles. Levantó su falda para arrancar sus pequeñas
bragas. – ¿Me deseas Lilibet? – Nunca tomaría una mujer sin pedir
permiso. No importa lo desesperado que estuviera. Ella lo amaba,
trabajarían en los detalles más tarde.
– ¡Dios, sí! – Levantó una pierna y la puso detrás de su rodilla,
abriendo su coño para él. – Voy a desearte siempre.
Kane liberó su polla y la dejó encontrar su apertura por instinto. -
¿Ves cómo encajan? – Se deslizo en ella. No había nada como esa
sensación en todo el mundo.
Lilibet apoyó la cabeza en la superficie sólida y disfrutó de la
posesión.
– Perfectamente, encajamos a la perfección.
– ¡Infiernos sí! Lo hacemos. – Kane se deslizó hasta el final, poco a
poco, dejándola disfrutar de la fricción de su miembro por encima
de su punto G. – Dime cómo se siente cuando hago esto. – Él se
hundió profundamente de nuevo hasta las bolas, entonces giró sus
caderas. Moliéndola con su polla.
Lilibet apoyó la cabeza en su hombro, cerró los ojos, dejando que la
realidad de su amor llenase su alma.

83
– Me siento bien. Eres una parte de mí, una parte que ha estado
ausente durante toda mi vida, y ahora está aquí y la pieza del
rompecabezas que faltaba fue puesta en su lugar... Y, ¡oh! Dios. –
Apretó los brazos alrededor de él mientras bombeaba
repetidamente. Los sonidos de su amor llenaban el aire. – Te
sientes tan bien estirándome. Me encanta hacer el amor contigo.
– Bien. – Kane susurró mientras la follaba duro. – Quiero que seas
adicta a mí. Quiero ser tan importante para ti como respirar. – Selló
su boca con la suya, la tomó por el trasero y la levantó. Envolvió sus
piernas alrededor de su cintura y la llevó con toda su fuerza. Con
todo su corazón, con todo su amor.
******

– Ok. Voy a ayudarte. – Lisa no quería acercarse demasiado al


repugnante Hanks. No le gustaba ensuciarse las manos con la gente
como él, pero esta vez no tenía elección. – ¿Qué debo hacer?
Hanks dejó que sus ojos vagaran sobre la sexy mujer de pie delante
de él.
– Quiero que seas el cebo, querida. Estamos a punto de ir a pescar
y la captura será un gran problema. Pediré medio millón de dólares.
Cómo sabes de tu ex suegro, ese Saucier tiene mucho dinero y
quiero un pedazo de la acción. ¿No te parece?
*****

Nadie había cepillado su cabello en los últimos años. Las manos


grandes tirando de su cuero cabelludo y levantando mechones tan
suavemente que la excitaba. Lilibet se sentó en un banco acolchado
delante de una cómoda de madera, desde donde podía ver la
imagen en el espejo de Kane. Estaba concentrado en su tarea, y,
juro por Dios, tenía la lengua en la comisura de la boca, como un
niño. Hizo todo lo que pudo para no tirar de él y besarlo.

84
– Tienes un cabello hermoso.
– Gracias. – No respondió. Su razonamiento fue robado, junto con
su respiración.
– Creo que tenemos que hablar, ¿no?
– ¿Sobre qué?
– Nosotros.
Sólo la idea de un "nosotros" era intoxicante para Lilibet, Kane puso
el cepillo sobre el tocador y cayó de rodillas detrás de ella. Encontró
su mirada en el espejo y el pulso Lilibet se disparó.
– ¿Qué estás haciendo?
– Estoy haciéndome feliz.
Sintió la cremallera de su vestido bajar y los pezones
inmediatamente alcanzaron su punto máximo en respuesta.
– ¡Oh! – Fue todo lo que pudo decir.
Kane le deslizó el vestido por los hombros y Lilibet jadeó un poco y
cayó en su regazo. Se echó el pelo hacia atrás y abrió el broche de
su sujetador.
– Estás temblando. – Se rió. – ¿Tienes frío? – Él bajó la cabeza y
comenzó a dar pequeños besos en los hombros y en el valle de su
columna vertebral.
– ¡Oh! – Su voz era ronca. – No, no tengo frío, todo lo contrario.
– Bien.
Hipnotizada, Lilibet observaba el reflejo de Kane mientras tomaba
los tirantes del sujetador en sus manos y los deslizaba hacia abajo.
Las copas del sujetador cayeron hacia delante y los pezones se
irguieron orgulloso, hinchados y oscuros con la excitación.
– Hmmm, mírate. – Kane dijo cuando mordisqueó su cuello.

85
Lilibet no podía dejar de mirar y sentir. Las manos de Kane le
frotaban la espalda, los brazos, los hombros. Cada lugar que tocaba
le daba toda la atención, pero los pechos y pezones estaban tan
celoso, que hacían pucheros.
– Pásame el frasco. – Sus palabras hicieron a Lilibet despertar un
poco, pero consiguió darle la loción de vainilla y jazmín que
utilizaba después de cada baño. En lugar de ponerla en sus manos,
lo llevó sobre su hombro y apretó. Un rastro de crema, de color
blanco lechoso primero en un pecho y luego en el otro. Lilibet
tembló con maravillosa anticipación ante lo que estaba a punto de
hacer.
– Pon tu cabeza contra mí. – Kane le ordenó en un tono bajo. Ella
obedeció sin rechistar. Lilibet estaba tan lista para que la tocara.
Dios, si él no la tocaba pronto, podría desmayarse.
Kane actuaba por instinto, pero tenía la intención de hacerlo bien.
Estaba montando la mejor de las escenas. Todo para conquistarla.
Sus métodos podían ser diferentes, pero sabía que a su bebé le
gustaban...
Lilibet estaba conteniendo la respiración.
– Espera.
– Observa mis manos. – Gruñó en su oído. – Mírame amarte. – Su
piel era blanca y suave, y sus manos curtidas de un oro oscuro,
grandes, dedos largos y gruesos, uñas cortas, venas sobresaliendo,
manos sensuales. Frotó la loción para la piel por encima de sus
senos. Lilibet arqueó su espalda, tratando de apresurar su toque
hacia lo que esperaba fuera el su objetivo. Sus pezones. Dios, sus
pezones estaban necesitados, arrugados y excitados. Sus pezones
se volvieron más hinchados. Literalmente rogaron por atención.
Aun así, él seguía frotando todo, a centímetros de distancia de
donde ella más lo necesitaba.

86
– Por favor. – Suplicó.
¡Oh sí! Él se detuvo un momento.
– ¿Quieres que te frote los pezones, pequeña? – Su pene se
endureció través de sus pantalones. No había ninguna duda sobre
eso.
Rodeó sus pechos. Volviéndola loca de lujuria. Lilibet no pudo
soportarlo. Cubierto sus manos con las suyas y trató de llevarlas
hacia donde ella necesitaba. Kane se rió en voz alta, amando al
hecho de ella haciéndole saber lo que necesitaba.
– ¡Dios, sí!
Permitiéndole ir en esa dirección, deslizó sus manos para cubrir los
montículos hinchados. Cuando los cubrió, levantó y masajeó, ella se
estremeció con abandono. Tomó sus pezones entre el pulgar y el
índice y comenzó a tirar y frotar.
– Entonces, ¿te gusta cómo se siente? – Torcía y tiraba.
– ¡Kane! ¡Más! – Trabajaba sus senos, aumentando la intensidad,
besándole el cuello, raspando los dientes en su suave piel.
Comenzó a mecerse en la silla. – Hmmmm. – Ella gemía.
Levantando los brazos, aferrándose de la cabeza y volviendo la
cara, para encontrar su boca.
Su beso parecía responder a su pregunta, pero tenía que oírlo de
sus labios. Volviendo a soltar uno de sus pechos, él subió la apuesta
diez veces, tirando de su falda y trabajando con sus dedos en su
tanga y en su coño caliente y húmedo. Dios, era bueno, él sonreía
mirándola en medio de una pasión que fue creada sólo para ella.
Señor, podría correrse. ¿Había algo más hermoso que ver a esta
mujer en el orgasmo con cada nervio vibrando en gratitud ante su
toque?

87
– Sí, sí, sí. – Ella comenzó a cantar. ¿Se atrevería? ¿Ella se habrá
dado cuenta? Sería divertido ver.
– ¿Dulce amor? – Empezó, mientras continuaba el atacando su
pezón y su clítoris. Ella todavía se retorcía de éxtasis. – ¿Quieres
casarte conmigo?
Lilibet se deslizaba sobre el precipicio
– Sí, Kane, ¡Sí! – Exclamó.
Kane sonrió, Se lo pediría de nuevo más tarde. Sería justo. Por
ahora, él era un hombre feliz.
******

– Mira, Ladner, podemos usarlo. – Hanks agitó el periódico en la


cara de Brian. – Quién haya destruido estas cercas y dejado el
ganado en el camino sólo nos da la manera perfecta de secuestrar a
tu hermana coja.
– No la llames así. – Brian murmuró demasiado bajo para que
Hanks lo escuchara.
– Y no te preocupes, ella no saldrá lastimada. Estaremos allí. –
Hanks no estaba tan seguro de esa parte, pero sonaba bien. –
Ahora, ¿Sabes lo que debes hacer?
Brian lo sabía. Su estómago dolía por eso, pero Hanks lo mataría en
un latido de corazón si no cooperaba y Lilibet sería secuestrada
todos modos.
– Sí, voy a cortar los cuatro neumáticos del alguacil, por lo que no
será capaz de recoger a mi hermana en el trabajo. Y su ex esposa se
asegurará que él no pida prestado un vehículo para ir a Tebow.
Tengo buena memoria.
– Bien. – Apuntando su arma, Hanks señaló a un árbol e imaginó
que tenía a Saucier en su punto de mira. Todo lo que podía pensar

88
era en el maldito día en el almacén en Mississippi en Nueva
Orleans. Saucier disparó a su hermano, como a un perro. Y a partir
de ese momento Hanks estuvo decidido a acabar con él.
No lo había reconocido. Saucier estaba encubierto en Nueva
Orleans, el pelo largo, tatuajes. Un buen disfraz. Y usaba otro
nombre, Ted Robicheaux. Pero era Saucier, no hay duda al
respecto. Hanks había prometido a su hermano, en su último
aliento que tomaría venganza por él. Y la venganza sería dulce.
– Ella va a pedir a alguien que la lleve. Vamos a cortar la cerca y
llenar el camino con el rebaño y cuando el vaquero salga para sacar
el ganado de la carretera, vamos a tomarla. Puede que tengamos
que disparar, pero siempre hay daños colaterales.
Mientras lo escuchaba, Brian prometió que rescataría a su hermana
mayor. Podría morir en el intento, pero tenía toda la intención de
corregir el error que había hecho con ella. Ella no se merecía nada
de esto, toda su vida sólo le había mostrado su bondad.
– Muy bien, Hanks. Puedes contar conmigo. – La mentira es fácil de
decir.
*****

– Observarte gozar, sosteniendo tu cuerpo entre mis brazos es lo


más caliente que he tenido el privilegio de experimentar. – Le
chupó un lugar dulce en su cuello mientras su pecho se movía. El
rubor rojo atractivo de la excitación sexual atrajo los ojos y las
manos de nuevo a sobre los deliciosos senos. No podía mantener
sus manos fuera de ella.
– ¿Puedo preguntarte algo?
– ¿Qué tienes en mente, señorita Ladner? – Sabía lo que iba a decir.

89
Lilibet se inclinó y puso sus brazos en el tocador, sus pechos
colgando como exuberante fruta madura.
La polla de Kane saltó.
– Quiero un regalo de compromiso.
Lo dijo con una naturalidad.
El corazón de Kane saltó.
– ¿Así que entendiste lo que te pedí? – Tomó la falda y se la subió.
El trasero blanco perfecto se presentó para su placer. Tomó una
nalga con cada mano y la apretó. Ella dio un pequeño salto. Kane
no pudo evitar deslizar su mano entre sus piernas. Sus dedos
quedaron recubiertas con crema. – Nena, eres tan caliente. – Las
palabras salieron como una oración.
– A una mujer no se le escapa una propuesta de Kane. – Había un
toque de diversión en su voz. – Si estás pensando en retirar lo que
dijiste, te voy a demandar por incumplimiento de promesa.
Conozco a un buen abogado.
Kane le dio una sonora palmada en su culo. Ella gritó su placer.
– ¿Tienes la intención de utilizar los servicios jurídicos de mi
hermano contra mí?
– ¿Necesitaré hacerlo? – Ella apretó su culo hacia atrás contra él,
pidiendo lo que quería sin decir una palabra.
– Por supuesto que no. – Kane admitió. – Me tienes en la palma de
tu mano, y lo sabes. – Puso su pene entre sus piernas y lo empujó
hacia arriba y abajo por su coño, burlándose de ella. – Ahora, ¿Que
tienes en mente para un regalo de compromiso? – Sonriendo
satisfecho, sacó su polla, retrocediendo un par de centímetros.
– ¡Hey! – Ella protestó, moviendo sus caderas hacia atrás y hacia
adelante. Abriendo las piernas, le hizo saber su deseo desesperado.

90
– ¿Quiere flores? – Estaba a punto de estallar, pero era muy
divertido.
– ¡No! – Maldijo su necesidad.
– ¿Quieres joyas? – Le pasó la mano por su espalda suavemente.
Señor, que hermosa era. Ya le había comprado un presente, un
pequeño y hermoso medallón de oro. Él tenía un diamante que era
casi tan brillante como la luz de sus ojos. Esperaba que fuera una
sorpresa, sin embargo. – ¡Eso no es lo que quiero! – Ella no estaba
suplicando, pero lo haría su tuviera que esperar más.
– Bien, ¿Qué es lo que quieres, cariño?
Sus ojos se encontraron en el espejo.
– A ti, Kane Saucier, te quiero a ti.
– Nunca digas que no te doy exactamente lo que pides. – Con un
movimiento suave, Kane se deslizó en ella, completamente
rodeado en su acogedor interior. Vio su reflejo. El alivio en su
rostro, el éxtasis puro.
– No. Digas. Eso. – Ella se las arregló para articular entre el choque
de placer puro mientras él empujaba dentro de su cuerpo. Él pasó
las manos sobre su piel por todas partes, sentía chispas eléctricas
de placer. Este era su hombre, Dios lo había creado solo para ella.
No había dudas en su mente.
– Entonces ¿me deseas, pequeña?
– Sí. – Ella realmente estaba teniendo dificultades para hablar, pero
no iba a quejarse.
– Me tienes muñeca. – Él estaba a punto de decir algo más, pero no
pudo. Apoyado en su espalda, la besó tiernamente. – Dios, no
puedo hablar. Me siento tan bien.
Lilibet se empujó hacia atrás con avidez pidiendo más.

91
– No tienes que hablar, sólo fóllame.
Kane se detuvo.
– No – Esto era muy importante, tenía que decirlo. Ahora.
– ¿No? – Lilibet miró hacia atrás sobre su hombro. – ¿Qué quieres
decir? – ¿Voy a tener que suplicar?
– No, no. Tengo otra cosa en mente. – Salió de ella lentamente, de
modo provocativo y empujó de vuelta, haciendo gemir a Lilibet.
– ¿Algo mejor? – No podía imaginar qué, pero no quiso hablar.
Manteniendo un ritmo constante de golpes duros, Kane metió la
mano entre sus piernas y comenzó a rodear su clítoris con la punta
del dedo pulgar. El jugo de su excitación recubrió sus dedos.
– Oh, sí, cariño. Lo que tú y yo compartimos es diferente a lo que
jamás he sentido con nadie. Sentí lujuria, pero nunca estuve
enamorado. Tuve sexo con otras mujeres, pero tú eres la única a la
que he hecho el amor.
Lilibet se derritió. Lo juro por Dios, simplemente se derritió. Su
corazón se contrajo con amor, y todo su cuerpo brilló en una
explosión orgásmica de calor.
– ¡Kane! – Gritó, llegando detrás de ella con una mano para agarrar
la pierna. Cualquier cosa para completar la conexión. – ¡Te amo,
bebé! ¡Te amo muchísimo!
– ¡Mia! – Kane hizo que su mujer quedara satisfecha, él apretó los
dientes y contuvo su erupción hasta que estuvo completamente
floja. Luego se salió de ella y como un hombre reclamando a su
compañera, le cubrió con su semen la espalda, las caderas, el
líquido de la pasión fluyendo por su piel. Kane marcó a Lilibet como
suya.

92
– Es sábado por la noche. Y quiero llevarte a la ciudad. Así que
alístate muñeca. – Kane besó a Lilibet en la punta de la nariz y salió
de la habitación, dándole un poco de privacidad para hacer cosas
femeninas. Él tenía un pequeño negocio de cuidar, es decir, flores,
dulces y un anillo de compromiso. Fue rápido, pero nunca había
estado más seguro de nada en su vida. De camino a su camioneta,
no vio el extraño camión aparcado al otro lado de la carretera. Si lo
hubiera hecho, nunca se habría ido.
Ella no tenía nada que ponerse, nada. Buscando entre sus ropas
buenas trataba de encontrar una manera de combinarlas en una
ropa digna del hombre que la acompañaría a cenar. A pesar de su
situación, no podía quitar la sonrisa de la cara. Kane quería casarse
con ella. Una risa de pura alegría estalló en sus labios.
– ¡Conmigo! – Ella se abrazó a si misma y dio un pequeño giro. –
¡Kane quiere casarse conmigo! – Se sostuvo del extremo de la
cama, recuperado el equilibrio. Al menos tenía algunos nuevos y
hermosos zapatos de vestir.
Un simple vestido negro le llamó la atención. ¿Se atrevería? Era
corto y la parte de arriba era de encaje, escotado y audaz. ¿Podría
usarlo? Agarrando su gancho, decidió que sí. Ahora, una ducha
rápida, pero antes de que pudiera entrar en el cuarto de baño, un
golpe en la puerta interrumpió su camino. ¿Quién en el mundo
podría ser? Era muy consciente de que esta era la casa de Kane,
titubeó para ver quién era. Pero ¿Y si era importante? Poniendo la
ropa en la cama se dirigió a la puerta. Cuando la abrió nunca estuvo
tan sorprendida en su vida.
– Brian, ¿qué demonios estás haciendo aquí? – Balaceando la
puerta, se arrojó sobre su hermano. No esperó a que él
respondiera. La amaba y él estaba aquí, y nada más realmente
importaba. – ¡No puedo creer que estés aquí! – Deleite la invadió
como los primeros rayos del sol naciente. Olvidando las sospechas,

93
la decepción, las palabras duras. Todo era como si nunca hubiera
pasado. – Estoy tan contenta de verte. ¿Cómo estás?
– No estoy bien. – Brian admitió, y abrazó a su hermana. – Necesito
hablar contigo. Han pasado tantas cosas.
Lilibet retrocedió y lo miró. Lo tranquilizó con su palma sobre el
rostro.
– Necesitas afeitarte. – Ella dijo con una sonrisa. – Y estas cansado.
¿Has comido? – Había círculos oscuros bajo sus grandes ojos verdes
y necesitaba un corte de pelo. Ella apartó un mechón marrón de
pelo detrás de la oreja.
– ¿Comer? – Brian le dio una débil sonrisa. – Te he tratado como a
la basura y ¿te importa si estoy comiendo lo suficiente?
– Eres mi hermano pequeño. – Lilibet lo besó en la barbilla. –
Siempre me preocuparé por ti.
Brian dejó escapar un profundo suspiro, como si estuviera aliviado
de estar con ella otra vez.
– Hay tanto que necesito explicar. Este dinero que pedí en tu
nombre no era para mí. Quiero decir, se lo debía a alguien. Me
involucré con un tipo de mierda. No vas a creer lo que él es capaz
de hacer, lo que me obligó a hacer.
Se veía tan culpable que los acontecimientos recientes resurgieron
en su mente. ¿Su hermano podría ser el que puso los escorpiones
en la secadora? Ella tenía que saber.
– Brian. – Comenzó vacilante. – Alguien trató de hacer daño a Kane.
Llegaron a la parte trasera de la casa y pusieron escorpiones en la
secadora. Tomé la ropa y me picaron varias veces. Le dije a Kane
que no había manera de que tu estuvieras involucrado, pero… pero
el cuchillo que el abuelo te dio fue encontrado en la escena del
crimen.

94
– ¡No, no! – Brian movió la cabeza de lado a lado. – Yo nunca te
haría daño.
Ella se dio cuenta que era sincero. Después de todo, habían crecido
juntos y Lilibet sabía exactamente cuando Brian decía una mentira.
– ¿Y el cuchillo? ¿te lo robaron? – Estaba abierta a explicaciones, y
quería que su hermano fuera inocente de este acto perjudicial.
– Lo perdí en una partida de póquer. – Eso era cierto, por lo menos.
Quería decirle todo esto y lo haría. – Necesito contártelo. Quiero
decirte todo. Hay tantas cosas que necesitas saber.
– Dime, Brian. – Lilibet lo atrajo hacia sí. – No hay nada que no me
puedas decir. – Estaban de pie delante de la ventana frontal de
Kane para que cualquiera pudiera ver y malinterpretar. Y el hombre
en el coche que pasaba eso hizo exactamente.
****
– Bueno, miren esto. – Logan pisó el freno. No podía creer lo que
estaba viendo. Saucier estaba libre, pero lo necesitaba para
obtener su firma en algunos documentos. Al no ver a su camioneta,
estuvo a punto de salir, pero la escena en la ventana era demasiado
buena para dejarla pasar. La mujer del Sheriff Kane estaba con un
hombre, y el hombre no era el sheriff Kane. – Tú, perra. Te voy a
enseñar a engañar a un hombre bueno y honorable.
*****
– ¡Tienes que ser cuidadosa! Mantente cerca del sheriff, y no vayas
sola a ninguna parte. – Brian estaba hablando rápido. Podía ver el
escepticismo en su rostro. – Estás en peligro. – Él la tomó por los
hombros. – Él planea... – Un fuerte golpe en la puerta interrumpió
su advertencia.
– Soy el asistente del Sheriff. ¡Abra la puerta!
– ¡Sabe que estoy aquí! – Brian exclamó. Alejándose de Lilibet. –
Tengo que salir de aquí.

95
Su hermano se dirigió rápidamente hacia la puerta.
– ¿Por qué estarían vigilándote? No has cometido ningún delito. ¿O
Sí? – Ella lo siguió. Durante todo el tiempo pudo oír al adjunto
Logan llamar.
– Lo que hice fue en contra de mi voluntad. Soy inocente, pero no
puedo probarlo todavía. – Abrió la puerta y le dio una mirada dura.
– Recuerda lo que dije hermana. – Y luego desapareció.
Pero era Logan.
Lilibet se acercó a la puerta y la abrió con cautela.
– Kane no está aquí, adjunto.
Logan empujó, golpeando Lilibet hacia atrás. – Sé que Kane no está
aquí. Te vi con ese otro hombre. ¿Estás tratando de engañar al
Sheriff Saucier con otro hombre en su propia casa, a sus espaldas?
– ¡No! – Respondió Lilibet. – Nunca traicionaría a Kane de esa
manera... lo amo. – Logan la miraba con una expresión que la
incomodaba mucho.
– ¿Crees que soy un idiota? – Logan estaba gritando ahora. – Te vi.
¿Quién era? ¿Con quién estas follando a espaldas del sheriff?
Lilibet se dio cuenta que no podía responder. Brian estaba en
peligro y no podía confiar en este hombre. Así que no dijo nada
para defenderse. ¿Qué podía decir? Sacudió la cabeza y rezó por
que se fuera. Pero no lo hizo.
– ¿Un hombre no es suficiente para ti? – La voz de Logan cambió, se
convirtió en cómplice. – Eres una puta ¿no? Apuesto a que no
puedes tener suficiente sexo.
Lilibet dio cuenta de que el hombre era una amenaza para ella.
Nunca le había gustado, ni siquiera cuando estaban en la escuela,
pero nunca pensó que podía hacerle daño. Hasta aquí.

96
– No, Logan, no me gusta. Nunca he estado con nadie más que con
Kane
Mientras retrocedía, Logan avanzaba y cuando él extendió la mano
y la agarró, Lilibet se congeló de miedo.
– ¿Necesitas un hombre, lisiada? – Sus dedos eran como barras de
hierro mordiendo sus hombros. – Yo tengo lo que ese pequeño
coño necesita.
Pánico irradiaba a través Lilibet. Logan no era grande, pero era
fuerte. Puso una mano sobre su cuello y lo apretó, haciendo
imposible su fuga. Con la otra mano, empezó a apretar su pecho,
haciéndola estremecer de dolor.
– Por favor, Logan. – Ella suplicó. – Yo no quiero eso.
– Las mujeres como tú no merecen una opción. Follas con todos
¿por qué yo no debería tener algo? – Lilibet sabía que sólo tenía un
momento para actuar, estaba a punto de ser violada o peor. Antes
que él adivinase, reaccionó levantando una rodilla, y golpeándolo
fuertemente en las bolas.
– ¡Mierda! Perra. – Logan la soltó y se dobló de agonía. Lilibet se
giró hacía la puerta. Un paso, dos pasos, y huiría. Pero él la agarró
por el pelo y la empujó hacia atrás. Una mano la agarró y le dio la
vuelta conectando un puño en un lado de su rostro. – ¡Te voy a
enseñar a no intentar castrarme, perra!
El primer golpe le partió el labio y el segundo cayó con tanta fuerza
en la mejilla que pensó que su ojo se hincharía al instante. El dolor
era tan intenso que sólo lo atacó y gritó tan fuerte como pudo. Su
mano y las uñas agarraron su cara y ella le hizo un corte largo de su
mandíbula. El ruido que ella hizo y el susto por su ataque parecían
haberlo hecho calmarse y Lilibet miraba nerviosamente a un lado y
luego al otro.

97
– Me voy, pero esto no es todo. Y si le dices a Kane, si dices una
palabra, lo sabré, y te arrepentirás. Te puedo prometer eso.
Kane silbó mientras abría la puerta y entraba en la casa con unas
cuantas sorpresas para su pequeña.
– ¡Cariño! Estoy en casa. ¿Estás lista para salir? – Ninguna
respuesta. – ¡Lilibet! – Seguía sin respuestas. Un sentimiento de
inquietud se apoderó de él. Caminando rápidamente, entró en la
habitación y se detuvo. Lilibet estaba de pie, de espaldas a él.
– ¿Qué pasa? ¿Por qué no estás vestida? ¿Estás enferma? – Todavía
estaba de espaldas. Kane puso su mano en el hombro, y cuando él
lo hizo, ella se dio la vuelta en sus brazos con un sollozo. – Hey,
¿qué pasa, cariño? – Puso su mano en la parte posterior de la
cabeza para presionar la cara contra su pecho. Y cuando lo hizo,
Lilibet se quedó sin aliento en el dolor.
Sorprendido y preocupado, él se apartó y lo que vio le revolvió el
estómago.
– ¿Qué demonios? – La ira lo consumía. – ¿Quién te ha hecho esto?
– Tomó suavemente su rostro horrorizado al ver el daño que le
habían hecho en su dulce rostro. Teniendo cuidado de no hacerle
daño, Kane besó en la cortadura en el labio y en los lugares donde
alguien se había atrevido a levantar la mano contra su bebé. – Dime
antes que me vuelva loco. – Exigió.
– Brian vino a verme. – Ella comenzó. La apartó un poco.
– ¡Brian! ¿Tu hermano te hizo esto? – Lilibet lo agarró del brazo.
– No, no fue Brian. Logan vio a Brian a través de la ventana.
– Así que, si no fue Brian, ¿quién lo hizo? ¿Logan dio un buen
vistazo por ahí? – No podía mantener los puños, sin embargo los
apretó porque estaba loco por desgarrar a cualquier bastardo que
fuera tan estúpido como para entrar en su casa y herir a su mujer.

98
Lilibet levantó sus grandes ojos tristes y susurró. Y lo que dijo le
rompió el corazón.
– Fue Logan, Kane. Vio a Brian aquí y entró y me acusó de ser infiel.
Él me llamó zorra y puta. Pero entonces él cambió. Dijo que él tenía
exactamente lo que yo necesitaba. Él quería violarme, Kane. Luché
y me golpeó.
Kane vio rojo. Nadie, nadie le haría daño a su Lilibet y solo
desaparecería. Ni siquiera su adjunto.

99
Capítulo Cuatro
Kane la empujo contra su pecho.
– Dios, bebé. Me rompes el corazón. Por nada en el mundo debería
haber dejado que esto te sucediera. Abrazándola con ternura, trató
de controlar su ira. – Lo pagará, no lo dudes. Él lo pagará.
– Logan no creía que yo te diría, Kane. Estaba convencido de que él
me había golpeado por que yo te engañaba. – Lilibet ahogó un
sollozo. – Me dijo que si era tan estúpida como para decirle lo que
había pasado, me arrepentiría. Él iba a violarme, Kane. Iba a
violarme. – Se aferró a él, agradecida por la fuerza y la seguridad de
su abrazo.
¡Maldita Sea! ¡Mierda! Kane estaba herido y enojado porque Lilibet
no había estado a salvo en su casa. Y que el hombre que se había
atrevido a hacerle daño fuera una empleado suyo empeoró lo que
estaba sintiendo. Se debatía, necesitaba estar con ella, Dios, amaba
a Lilibet Ladner. Pero tenía que enfrentarse a ese idiota que lo
había traicionado.
– Cariño, lo siento. Sólo tienes que esperar hasta que ponga las
manos sobre aquel imbécil. – La besó en la frente y se volvió para
marcharse. Kane dio sólo dos o tres pasos antes de detenerse. –
Joder, ¿cómo puedo ir? No quiero dejarte. Ni por un segundo.
– No. – Lilibet insistió. – Estaré bien. – Se secó las lágrimas de sus
ojos. – Sólo cierra la puerta. No podemos escondernos del mundo.
– No voy a demorar mucho. – Kane verificó todas las puertas y
ventanas para asegurarse de que todo estuviera seguro. – Si nos
arreglamos aún podemos salir a comer algo. Tienes razón, no
podemos ocultarnos al mundo. Y no lo haremos.
Esto no era lo que quería decir. Quería que Kane saliera y cuidara
de sus cosas, pero ella quería ocultarse.

100
– Realmente no me siento con ganas de salir, Kane. – Ella lo miró a
los ojos. Seguramente él lo entendería.
Él entendió.
– Por supuesto, cariño. Ve a descansar. No me retrasaré. No me
tomará ni un minuto sacar la basura.
La verdad era que Lilibet era lo suficientemente consciente de sí
misma en público. Esta noche iba a ser diferente. Después de todo,
ella tenía nuevos zapatos. Pero ahora, tenía moretones y el labio
partido. La gente miraría. Lilibet había enfrentado las miradas de
las personas lo suficiente para toda una vida.
Kane salió de casa haciendo chirriar los neumáticos. Si no fuese el
sheriff, se habría saltado cada señal de parada entre su casa y la
comisaría. Se preguntó si el idiota estaría en la oficina o había sido
inteligente y saldría de la ciudad. Rugiendo en el estacionamiento,
se frenó de golpe y abrió la puerta de su camioneta. El carro
patrulla del adjunto del sheriff, Logan, estaba en su lugar
designado. Estúpido.
Logan oyó un auto frenar y el golpe de una puerta. Rápidamente se
levantó y miró por la ventana. Era Kane. ¡Infierno! No esperaba que
la puta esa abriera la boca. Ella era una mentirosa y una
alborotadora. Esperaría para decirle a Kane sobre el otro hombre
con el que ella estaba follando.
No tuvo que esperar mucho tiempo. Y cuando Kane entró por la
puerta, supo que estaba en problemas.
– Sheriff, ¿hay algo...? – Y eso fue todo lo que pudo decir antes de
que Kane cayera sobre él golpeándolo.
Kane no dijo una palabra. El pedazo de mierda gemía y se quedó allí
como esperando una ayuda para levantarse o una palmadita en la
espalda. No consiguió ninguna de las opciones anteriores. Todo lo
que Kane podía ver eran los rasguños en su cara donde Lilibet se

101
había defendido. El puño de Kane conectó con la mandíbula de
Logan y lo hizo caer al suelo. Su gemido de dolor dio una gran
satisfacción a Kane y lo vio arrastrarse hacia atrás como un cangrejo
corriendo por la arena.
– ¡Oh, no, no te escaparás de mí, gusano!
El delgado adjunto estaba apoyado contra la pared y luchando por
ponerse de pie.
– No sé cuál es tu problema, jefe, pero...
– Cállate, bastardo. ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y tocar a mi
mujer? – Kane estaba persiguiéndolo como un león a punto de
derribar a una gacela.
– Ahora, espera un minuto, no sabes toda la historia. Esta perra...
Kane atacó. Tomó a Logan por el cuello y lo sostuvo contra la pared.
– Ni una palabra más, jodido mentiroso, gusano inútil. Estás
despedido. ¿Me oyes? – Logan tratado de suspirar, pero no tenía
aire suficiente. – Confío completamente en Lilibet, implícitamente,
sin reservas. Eres tú del que no me fío.
Kane lanzó a Logan al suelo. Esto eran negocios, negocios oficiales.
– Estás arrestado por asalto, amenaza e intento de violación. – Hizo
una pausa para dejar que la realidad de su situación fuera
absorbida. – Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que
digas...
Lilibet se limpió la cara. No sabía qué pensar sobre Logan. Dios,
esperaba que Kane no hiciera nada de lo que más tarde se pudiera
arrepentir. Kane era mucho más importante para ella que la
venganza o incluso la justicia.
¿Y Brian? ¿Qué quiso decir con la afirmación de que ella estaba en
peligro? Parecía obvio para ella que él era el que estaba en peligro.

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Una cosa que latía en su mente, tenía que recordar decirle a Kane
que Brian nada que ver con el ataque de los escorpiones.
Cuando se miró en el espejo, se dio cuenta de lo mucho que Kane la
amaba. Recordó la angustia en su rostro cuando vio lo que Logan le
había hecho. La amaba, él realmente la amaba. Hacía mucho
tiempo se había vuelto digna de amor. El amor de Kane la haría
fuerte.
Con renovada confianza, ella tomó la paleta de maquillaje y
comenzó a aplicarlo, cubriendo los moretones. Habría algo de
inflamación, pero podría no ser muy notable. Tenía una cena a la
que ir, una cita, su primer encuentro real en la ciudad con un
hermoso hombre de ojos castaños. Y no quería perder ni un
minuto.
Kane se negó a que Logan le robara la alegría del día. Tenía una cita
que lo obligaba a ponerse de rodillas y tenía la intención de
mantenerla. La caja del anillo en el bolsillo estaba quemando un
agujero en sus pantalones. No hacía ninguna diferencia para él si se
quedaba en casa y comía un bocadillo en lugar de mantener las
reservas que había hecho en el mejor restaurante de Kerrville. Se
propuso a ella antes, pero había sido durante el calor de la pasión.
Así que por si acaso ella tenía alguna idea para eludir su propuesta,
iba a hacerlo bien esta vez.
Cuando él tomó su camino de regreso, pensó en la audacia de su ex
adjunto. Ahora estaba tras las rejas, despojado de su placa y con
acusaciones que lo podrían años de prisión. Y no era suficiente.
Este hombre en el que había puesto su fe le había traicionado al
golpear y agredir a una mujer que nunca había hecho daño a un ser
vivo en su vida. Y gracias a Dios, ella le pertenecía.
Saltando los escalones de dos en dos, Kane llegó al porche y abrió la
puerta.

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– ¿Lilibet? Cariño, ya estoy en casa.
¡Estaba en casa! Un escalofrío recorrió su cuerpo. Lilibet se miró en
el espejo por última vez. Todavía podía ver el cambio de color de
los moretones, pero la base y el polvo los cubrían lo suficiente para
que la gente no viera. La ropa que había elegido la hacían sentirse
hermosa. Esperaba que a Kane le gustara. Una vez más, fue
sorprendida por la realidad, Kane la amaba. Podía oírlo en su voz.
Dios, por favor, que esta noche sea buena. Él quería que ellos se
fueran y tuvieran un buen momento para hacer las cosas que las
otras parejas hacían. Y ella quería eso también. El mayor deseo de
Lilibet era complacerlo. Así que esta noche trataría de ser justo lo
Kane quería que ella fuera.
– ¡Ahí estas! – Tomándola desde atrás, Kane la envolvió en sus
brazos. – ¿Qué es? – Le preguntó, notando cómo iba vestida. –
¿Has cambiado de opinión acerca de salir?
– Sí, si tu aun quieres. – Mientras él le besaba el cuello, ella le
acariciaba el costado de su cara amando la sensación de su barba.
El cabello de Kane era tan oscuro que tenía una sombra que cubría
la mayor parte de su rostro. – ¿Me veo bien? – Lilibet no podía
creer que estaba pidiendo elogios.
– Date la vuelta y déjame ver. – Kane enmarcó su rostro y tocó
suavemente los moretones. – Te ves hermosa como siempre.
Besaría tu dulce rostro, pero no quiero arruinar tu maquillaje.
– Dame un beso de todos modos. – Le pidió, totalmente cautivada
por la expresión amable en su rostro. Lentamente, el bajó la
cabeza, los ojos cerrados, la respiración acelerada.
– Con mucho gusto. – Fue un beso suave, casi sin contacto. Su
lengua se pasó sobre el corte dejado por el puño de Logan. –
Bésame tú, no quiero hacerte daño.

104
– Sin dolor no hay recompensa. – Sostuvo la parte posterior de la
cabeza, se puso de puntillas y le quitó el aliento. Fue un tacto suave
y persistente de los labios, una vacilación, memorizando la forma y
el sabor de su boca. Lilibet lo besó como si fuera la primera vez.
Ella se burlaba de él, le gustaba eso. Dio un paso atrás y él la siguió,
pidiendo más. Ella le concedió su deseo, mordiéndole los labios, la
lengua bailando hacia atrás y adelante hasta que Kane se alejó por
un momento para recuperar el control. No había nada que
preferiría hacer que tirarla en la cama y amarla toda la noche, pero
había algo más que necesitaba hacer. Y no pretendía esperar una
hora más.
– Dios, te amo. ¿Sabías eso?
– Sí, y yo te amo tanto. – Lilibet era tan feliz. No había manera de
que ella actuara tímida hoy, muchas cosas habían sucedido.
Kane la tomó de la mano.
– Ven acá. – Se la llevó a la cama. – Siéntate. Quiero preguntarte
algo. – Este no era el lugar donde tenía la intención de hacer la
pregunta, pero no había lugar mejor que la cama donde ella lo
llevaba al paraíso cada noche.
– ¿Qué estas haciendo? – ¿Es sobre lo que pasó? – Sentándose con
recato, cruzó las manos sobre el regazo. – ¿Tengo que ir a la corte
y hacer una declaración? – Estaba mirándolo seriamente.
– Ahora no, nos encargaremos de eso después. – Ella se veía tan
hermosa sentada allí como una dama, o como una gata en la cama.
– Me gusta este pequeño pedazo de encaje negro que estás
usando. – Ella estaba nerviosa y se decidió a jugar con ella un poco.
– Hay algo que tengo que preguntarte. Algo importante. – La vio
tomar una respiración profunda, preparándose para lo que estaba
por venir. – ¿Tienes alguna idea de lo que es?

105
– Debe tratarse de Brian. No, no tengo ninguna información en la
que podrías estar interesado.
– Apuesto a que la tienes. – Maldita sea, había dejado las flores en
la sala de estar. Oh, bueno, se las entregaría en un minuto. –
¿Señorita Ladner? – Ella lo miró con los ojos muy abiertos, sus
pechos subiendo y bajando con cada respiración.
– ¿Sí? – Dios, se veía tan serio. Debía ser una mala noticia. Deseaba
que él acara con lo que tenía que decir de una vez. Mientras ella lo
miraba a la cara, en busca de una pista de lo que estaba por venir,
metió la mano en su bolsillo y sacó algo. ¡Dios Mío! Era una caja de
anillo. El corazón le dio un vuelco, y la última vez que hicieron el
amor le vino a la mente. Una y otra vez se repitió la escena en su
cabeza, y que no era un sueño, le propuso matrimonio y ella dijo
que sí. Pero todas las viejas inseguridades continuaban
atormentándola, lo que la hizo dudar de la posibilidad de que un
hombre como Kane pudiera realmente querer un futuro con una
mujer como ella.
Kane se arrodilló frente a ella. Ella. Lilibet Ladner. Sintió lágrimas en
sus ojos. Dios, deseaba que alguien estuviera allí con una cámara.
Esta era una imagen que nunca olvidaría, le gustaría haberla
retratado en una foto y colgarla sobre su cama.
– ¿Kane? ¿Estás seguro?
– Lilibet, ¿Me harías el honor de ser mi esposa? – Abrió la caja y
sacó un anillo, no llamativo pero hermoso en su sencillez.
Ella no respondió de inmediato. En su lugar, dejó la cama y se le
unió en el suelo, de rodillas delante de él.
– ¿De verdad? ¿En serio? ¿Quieres casarte conmigo? ¿Por qué? –
Eso era muy importante para ambos. Ella tenía que saber. – ¿Qué
tengo que ofrecer? No soy educada o sofisticada. Mi cuerpo está

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lejos de ser perfecto, y no encajo exactamente en el molde de la
esposa de un buen sheriff.
– Espera. – Tenía que hacerle entender. Tomando las dos manos en
las suya, comenzó a convencer a la mujer que amaba que era
absolutamente perfecta para él. – No todo lo que vale la pena saber
se aprende en una sala de clases. Eres muy inteligente, y tienes una
sabiduría innata que te hace compasiva y entregada. La
sofisticación está muy sobrevalorada, tú, mi Lilibet, tienes una
inocencia de la mente y una elegancia tranquila que es mucho más
atractiva. – Ella comenzó a decir algo, y él la detuvo con un beso. –
No he terminado. Vamos a hablar de tu cuerpo por un momento. –
Dejó caer las manos y las pasó en sus curvas, disfrutando, haciendo
que sus pezones se endurecieran y sintiera un cosquilleo en la piel
por la emoción. – Soy un hombre, cariño, tu cuerpo es como el
cuerpo de una mujer debe ser. Eres hermosa, redondeada en todos
los lugares correctos y, lo más importante, sabes cómo usar ese
cuerpo para hacer a un hombre feliz. – Ella se sonrojaba en este
momento, pero él no había terminado. – Y serás perfecta como la
esposa de un sheriff. ¿No crees que sé de todas las veces que has
ayudado a la gente? Lo haces en silencio, a veces de forma
anónima, pero siempre eres la primera en enviar comida a una
familia en duelo o en visitar a un inválido. Rex Driscoll me contó
sobre el tiempo que dedicas a un albergue para mujeres. Su esposa
trabaja allí y ella le dijo que tu visitas el refugio al menos una vez a
la semana y llevas a los niños a tomar un helado. Bebé, llegas tan
cerca de la perfección y si no aceptas casarte conmigo romperás el
corazón de este pobre y viejo Cajun.
Lilibet estaba llorando. Era el hombre más dulce del mundo y le
pertenecía.
– Sí, Kane. Sí, me casaré contigo. – Le echó los brazos al cuello y lo
besó. Él se apartó de ella el tiempo suficiente para poner el anillo
en su dedo. – Ahora, tengo algo que preguntarte.

107
– ¿Qué es, o tengo que adivinar?
– Quiero que me lleves a bailar.
Kane estalló en una sonrisa de felicidad.
– ¡Maldita sea, bebé! Pensé que me pedirías que te llevara a la
cama.
– Oh, quiero eso también. Pero primero, quiero que me tomes en
tus brazos, y no balaceemos al son de la música para celebrar el
hecho de que soy la mujer más afortunada del mundo.
Kane se detuvo delante del restaurante del Agricultor, el mejor
restaurante de carnes en Kerrville. El popular establecimiento
también tenía un bar con una banda en vivo para bailar. Esta noche,
el lugar parecía estar lleno.
– Aquí estamos. ¿Estás lista para celebrar? – Abrió la puerta, tomó
a Lilibet por la cintura y giró a su alrededor para quedar en el suelo
delante de ella.
Riendo alegremente, ella se aferró a sus hombros para no perder el
equilibrio.
– Gracias por traerme Kane. Nunca he estado aquí antes, esto
parece un lugar agradable.
– De nada, bebé. Voy a disfrutar exhibirte. – Tomándola de la
mano, dirigió Lilibet a la acera. La bocina de un coche le llamó la
atención. – Mira, Joseph y Cady. Desde luego, no esperaba verlos
aquí. Creo que está mejorando a pasos agigantados. – Besando su
frente, le mostró un banco no lejos de la puerta principal. – Espera
aquí, nena. Quiero ir al coche y felicitarlo por su progreso.
El hecho de que el Temerario Joseph McCoy fuera capaz de caminar
de nuevo después de su casi trágico accidente se había convertido
en noticia. No es que Kane estuviera sorprendido. Después de todo,
fue él quien le dijo a Joseph sobre Cady y lo que ella podía hacer.

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Cady Renaud era de la ciudad natal de Kane, Nueva Orleans, el país
de las aguas pantanosas, todo el mundo sabía que Renaud y su
familia tenían poderes, poderes curativos. Eran curanderos.
Curanderos Cajun y practicantes de vudú. No es algo que pudieses
decir con solo mirar, además Cady era la mujer más dulce que Kane
jamás había conocido.
Kane abrió la puerta del copiloto del coche de Cady.
– Oye, hijo de pistolero. No puedo decir lo bueno que es verte sin la
silla de ruedas. – Cady conducía y Joseph estaba en el asiento del
pasajero. Mientras hablaban, Cady se unió a Lilibet.
– Estas muy guapa. Me encanta la ropa. Ese vestido de encaje luce
muy bien en ti.
– Gracias, me gusta este vestido rojo en ti, también. – Lilibet
palmeó el asiento y Cady se unió a ella. – Has hecho un trabajo
maravilloso con Joseph. – Las dos vieron cómo Kane y Joseph
caminaron lado a lado del coche. Uno estaba usando muletas, pero
ambos eran altos, morenos y guapos, la fantasía de toda mujer. –
Míralos, ¿cómo tuvimos tanta suerte?
– Señor, si yo supiese. – Cady suspiró. – Sigo pellizcándome, debo
estar soñando. Mujeres como yo no pueden conseguir compañía de
hombres como Joseph McCoy. – Mirando otra vez a Lilibet, se dio
cuenta de una herida en el rostro. Preocupada, le preguntó. – ¿Qué
pasó?
– Kane no lo hizo. – Lilibet explicó a toda prisa.
– Lo sé. – Cady siempre sabía las cosas, era uno de sus dones. –
¿Recuerdas lo que dije aquella noche en la barbacoa?
Lilibet recordaba bien.
– Me dijiste que tuviera cuidado, que estaba en peligro. Y desde
aquella noche fui atacada dos veces.

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Cady la tomó de la mano.
– Sí, una vez fue un extranjero y la otra fue alguien que pensabas
que era un amigo. – Pasando el dedo pulgar en la palma de la mano
de Lilibet, Cady cerró los ojos, como si quisiera escuchar. – No ha
terminado, aun veo el peligro en tu futuro.
Lilibet le habría preguntado a Cady si podía ver detalles, pero Kane
se acercó en ese momento y no quería arruinar su noche.
– Cady, ¿Lilibet te mostró su anillo?
Lilibet extendió la mano y Cady admiró el hermoso anillo.
– ¡Qué maravilla! Felicitaciones.
– Les pediría que se unieran a nosotros, pero esto es una
celebración privada. – Kane llegó a su novia y la ayudó a ponerse de
pie.
– Puedo entenderlo, Cady y yo tenemos que pasar un poco de
tiempo juntos, también.
Las dos parejas entraron por las pesadas puertas dobles y fueron
inmediatamente al encuentro del aire frío, la música sonaba y el
primer aroma fue de carne siendo asada en sobre el fuego.
– Esto huele bien. – Kane llevó a Lilibet a una mesa cerca de la pista
de baile, mientras que Joseph Cady y fueron llevados a una cabina
privada en un rincón.
– Vamos nena. – Él la tomó en sus brazos y se unió a una docena de
otras parejas bailando lento en sombras románticas. – ¿Te acuerdas
de la última vez que bailamos? Estabas descansando sobre mis pies
y confiaste en mi para cuidar de ti.
Poniendo la cabeza en su hombro, ella lo acarició.
– Aun me estas sosteniendo, Kane. Tus brazos me proporcionan
seguridad y tu presencia me hace fuerte.

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– Y te excito. – Él afirmó el asunto con la mayor naturalidad.
– Sí. – Ella sonrió. – Me excitas.
Kane la sostuvo como si fuera un tesoro precioso.
– Lo siento mucho por todo lo que pasaste. No hice un muy buen
trabajo al mantenerte segura. De Logan y de tu hermano.
– Brian no tuvo nada que ver con los escorpiones, Kane. Le
pregunté cuando llegó esta tarde. Me dijo que perdió el cuchillo en
una partida de póquer. Pero él parecía saber quién era el
responsable, pero no tuvo la oportunidad de decirme. Logan llegó y
Brian corrió y ahora no tengo ni idea de qué pensar.
Moviéndose lentamente con la música, Kane la llevó en un vals,
preocupado por el precario equilibrio de ella. Él no dijo, pero
sospechaba que Brian estaba en problemas, de lo contrario no
habría corrido.
– Sabes que al principio, sospeché que mi ex esposa había plantado
los escorpiones, pero ella tiene una coartada y las huellas
pertenecen a un hombre. Incluso consideré que había contratado a
alguien para que lo hiciera por ella, pero no pude encontrar
ninguna prueba.
– No nos preocupemos por eso. Ya terminó y estoy a salvo. – No le
dijo que Cady la había advertido del peligro inminente.
– Yo espero que sí. Mi plan es mantenerte de esa manera, si está en
mi poder. – Dándole un apretón, cambió rápidamente de tema. –
Entonces, ¿cuándo te quieres casar? – Él estaba listo para la
respuesta típica de la hembra, que necesitaba tiempo para
planificar y comprar y soñar. En cambio, Lilibet lo sorprendió.
– Lo antes posible.
– ¿De verdad? – Kane rió. – ¿No quieres una gran boda?

111
– No, yo preferiría que sólo fuésemos nosotros dos.
– Bueno, necesitamos un pastor y al menos dos testigos.
– Está bien, me gustaría invitar a los McCoys, a tu hermano, mi
hermano y cualquier otra familia que desees incluir. – Mientras
bailaban, ella pasó la mano por la camisa, disfrutando de la
sensación de los músculos duros y calientes de su pecho.
– ¿Qué pasa con tu madrastra?
– Ella no vendría. – Lilibet sonaba positiva. – Kane, ¿podríamos
sentarnos? – Inclinándose cerca de su oído, susurró. – Tengo que ir
al baño.
Llevándola a la mesa, señaló con la cabeza hacia la cabina donde
estaban sentados Joseph y su cita.
– ¿Por qué no le preguntas a si Cady quiere ir contigo? – Sabía
cómo las mujeres eran, no les gustaba ir al baño solas.
– Está bien, es una excelente idea. – Siguió a Lilibet, y mientras ella
y Cady salían para cuidar de sus problemas femeninos, se sentó con
Joseph.
– ¿Quién hubiera pensado que nuestra vida nos traería a esta
noche con estas mujeres? Tú estás recuperando y yo encontré
alguien con quien compartir mi vida.
– Los dos vivimos en los milagros, viejo bribón. Nunca pensé que
una mujer pondría las garras en ti. – Joseph levantó una cerveza en
saludo a Kane.
– Le di un solo vistazo a Lilibet y caí como una tonelada de ladrillos.
¿Qué hay de ti y Cady? ¿Qué está pasando con ustedes dos?
Joseph no dijo nada durante unos segundos. Entonces él comenzó a
hablar.
– A Cady, mi amigo, le debo mi vida.

112
– ¿Estás interesado en ella?
– Kane, fui al infierno y regresé. Por algún milagro, tengo una
segunda oportunidad. No estoy listo para sentar cabeza, ni siquiera
con alguien tan maravilloso como Cady.
Kane miró a donde las mujeres estaban saliendo del baño. Cady
salió y fue rodeada inmediatamente por vaqueros jóvenes con algo
más en sus mentes que sólo el baile.
– Es una buena cosa que no te sientas posesivo. Cady atrae a una
multitud. Yo diría que tienes un poco de competencia, amigo.
Joseph miró hacia donde Cady estaba siendo invitada para pasear
por la pista de baile por al menos cinco vaqueros diferentes.
¡Maldita Sea! No había manera de que pudiera bailar, todavía no.
– Creo que voy a rescatar a mi pequeña potranca antes que sea
atrapada por esos vaqueros. – Kane salió y Joseph quedó allí con el
ceño fruncido en su rostro.
Cuando las damas se acercaban, Kane separó la multitud de
hombres solteros de la misma manera que Moisés separó las aguas
del Mar Rojo. A medida que él se acercaba, ellos se separaban, se
alejaban, sabiendo que no eran contrincantes para el sheriff del
condado de Kerrville. Ofreciendo un brazo a Lilibet y uno a Cady, las
llevó de vuelta y a salvo a sus respectivas mesas. Ver a Joseph
combatir un ataque de celos inesperado era algo que él no se
habría perdido por nada del mundo. El hombre estaba enamorado,
lo que hizo a Kane sonreír. Estaba enamorado y quería todo el
mundo fuera tan feliz como él.
– Así que llamé a Peterson para que dejara el departamento de
tránsito y tomara el lugar de Logan. Él ya está haciendo rondas. –
Hablar y compartir con Lilibet lo hacía sentir bien.
– ¿Qué pasará con Logan?

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– Será procesado, el caso irá ante el gran jurado y verán la
evidencia. No hay duda en mi mente que el caso irá a juicio y va a ir
a la cárcel por un largo, largo tiempo. – Ella no tenía más preguntas,
y Kane estaba contento. Quería que esta noche fuera una fiesta y
no un recordatorio de los acontecimientos sórdidos de la noche. -
Mira, Joseph y Cady se han ido. No los vi.
– ¿Crees que van a estar juntos? – Lilibet preguntó mientras
tomaba un bocado de patatas al horno.
– No lo sé. – Kane pensó en la mejor manera de decir lo que tenía
en mente. – Joseph siempre ha sido popular entre las mujeres y
vivió la vida al máximo. Cady es un tipo diferente de mujer de lo
que está acostumbrado.
– Creo que es una de las mujeres más hermosas que he conocido. –
Lilibet defendió su amiga. – Ha sido muy buena conmigo. Y está
enamorada de Joseph, cualquiera puede ver eso.
– Creo que él se preocupa más por ella de lo que se da cuenta. –
Kane supo defender a su amigo.
– ¿Crees que se dará cuenta que ella es perfecta para él?
– No lo sé. – Kane le tomó la mano y se la llevó a los labios. –
Ciertamente no necesito ser un genio para reconocer algo bueno
cuando lo veo.
– ¿Estás hablando de mí? – Ella se echó a reír.
– Sí, señora, lo hago. – La carne era tierna y deliciosa y Kane se
divirtió cuando Lilibet comenzó a jugar con el pie debajo de la
mesa. Le gustaba ver su cara mientras ella se ponía roja y trataba
de esconderse de la gente sentada a su alrededor.
– ¿Quieres un poco de postre?
– No, eso no es lo que quiero. – Ella sonrió.

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– Apuesto a que sé lo que quieres. – Puso su mano sobre el pie que
había encontrado su camino entre sus muslos y le acarició el
delicado arco.
– Apuesto a que no sabes. – Ella se burlaba de él.
– Muy bien, estamos jugando, ya veo. – Él fingió estar absorto en
sus pensamientos. – Creo que quieres un masaje con final feliz. – Él
ofreció con un guiño.
– No. – Ella habló lentamente, seductoramente.
– Hmmm, déjame ver. Yo diría que quieres que y te prepare un
baño caliente, y que entre contigo, que te enjabone hasta que estés
toda caliente y resbaladiza, y luego hacer un poco de baile en el
cuarto de baño.
Oírlo decir la palabra "baile" provocó un ataque de risa en ella.
– No, nada de bailes en el baño. Te pones lindo cuando dice la
palabra baile.
– Bien. – Él fingió estar ofendido. – Entonces, ¿qué es lo que
quieres? ¿Estar atada y con los ojos vendados? – Ella negó con la
cabeza. – ¿Jugar al doctor o a los vaqueros y a los indios?
– En realidad, me gustaría hacer todas estas cosas contigo. Pero no
esta noche. – Habló un poco más seria. – Quiero mirar las estrellas
y tomarnos de las manos. ¿Podemos hacer eso?
Esa petición tan simple. Lilibet nunca pedía cosas caras, como Lisa.
Su ex mujer había hecho un juego para ver lo mucho que podía
soportarlo.
– Tu deseo es mi comando, princesa. Lo haremos. – Pagó la cuenta
y la acompañó hacia fuera, llevándola cuidadosamente hasta su
camioneta. – ¿Qué hay de ir hasta el Punto Parker? ¿Alguna vez
fuiste allí de adolescente?

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Lilibet respondió lo mejor que pudo.
– No, nunca estuve allí. Sabes que mi experiencia era inexistente,
Kane. Tú eres mi primer novio.
– Primer y último novio. – Dijo mientras deslizaba un brazo
alrededor de ella y la atraía hacia sí.
– ¿Deberías estar conduciendo con una sola mano?
– Soy el sheriff, tener privilegios especiales.
– No me digas. – No lo dudaba ni un poco.
Punto Parker estaba en las afueras de la ciudad, era un alto
acantilado con vistas al lago. Kane llevó la camioneta al área de
servicio, abrió la ventana de atrás para dejar entrar un poco de aire
y apagó el motor.
– Ahora, ven acá, bebé. – La atrajo a su regazo y comenzó a besar
su rostro. – ¿Quieres salir y caminar alrededor?
– No, quiero sentarme aquí y celebrar. – Su respuesta lo hizo reír
con placer. – Esto puede ser determinante. – Se inclinó para
capturar sus labios.
– No, espera. Permíteme. – En cambio, ella lamió un rastro caliente
hasta su cuello, haciéndole estremecer.
– Maldita Sea. – Echó la cabeza hacia atrás y la dejó jugar.
Ella amaba su reacción a sus mordiscos en el cuello, el roce de sus
dientes, los besos de succión al azar que depositaba en su piel.
Ambos se estremecían, escalofríos venían sobre su carne mientras
se retorcían en los brazos del otro, ambos hambrientos del otro.
– Quiero mostrarte lo mucho que te quiero. – Ella susurró. –
Siempre me das tanto, quiero hacerte sentir deseado y adorado.

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Kane casi perdió su mente cuando empezó a quitarle la camisa. Ella
lo quería, no había duda de ello. Lilibet se deleitaba en él. Le lamía
la piel, inhalaba su aroma, frotaba su rostro en el bello del pecho y
cuando ella tomó su pezón en su boca, gimió.
– Dios me bendiga. – Su polla estaba dura a punto de explotar y
levantó las caderas, diciéndole sin palabras que necesitaba más que
besos.
Lilibet era implacable, lamiendo, provocando, frotando su otro
pezón, mientras bañaba el primero con la lengua. Su coño estaba
llorando por alivio y justamente cuando empezó a sugerir que se
quitaran la ropa y pasaran al siguiente nivel un fuerte golpe en la
ventana los trajo de vuelta.
– Policía. Abran.
– Maldición. – Dijo Kane. Sacó a Lilibet de encima de él y trató de
abotonar su camisa.
– Policía. Tengo que pedirles que salgan del vehículo. – Si esto no
era una ironía... Kane dejó escapar un suspiro de frustración.
¿Cuántas veces había estado en el lado afuera de una ventana
empañada a la espera de que la chica ajustara su ropa antes de
salir? Y aquí estaba tratando de lucir presentable antes de
enfrentarse a su propio empleado. ¿Será que él llevaría esto
adelante? Un golpe más y Kane empujó la puerta abriéndola.
– Diablos, Peterson. Yo soy, el sheriff Saucier.
El joven oficial aturdido no sabía qué decir.
– Lo siento, sheriff. No reconocí su camioneta.
Lilibet no se reía, pero ella quería. Kane todavía estaba empacando
su ropa y el joven oficial estaba tan nervioso como un gato.
Después de unas palabras, su oficial los dejó solos. Ella se deslizó
hacia un lado, sin saber qué tipo de estado de ánimo tendría Kane.

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– Lo siento. – Ella se disculpó. – Creo que me dejé llevar. Ellos te lo
recordaran en la oficina, ¿no es así?
Kane resopló, tiró de ella en su regazo y la besó apasionadamente.
– Cariño, me importa un carajo. Algunas cosas valen algunas
bromas, y bebé, tú, definitivamente lo vales.
– ¿Este es uno de tus privilegios especiales?
– Por supuesto, tengo el privilegio de hacer el amor contigo. – Y lo
hizo.
Lilibet era feliz. A pesar de que no estaba segura sobre su hermano
y todavía se estremecía por lo que pasó con Logan, estaba
caminando sobre las nubes. Kane la amaba, ella llevaba su anillo y
nada más realmente importaba. Había iniciado el trabajo temprano
esta mañana. Había preparado el desayuno para veintidós vaqueros
hambrientos que podrían devorar todo lo que la Tía Jemina poseía
en su casa. Amaban sus tortitas de calabaza, sin embargo. No sabía
que eran las favoritas de Aron McCoy o habría hecho más para él.
Se había quedado muy decepcionado cuando llegó y se dio cuenta
que los panqueques se habían terminado. Ella se ofreció a hacer
más, pero él sonrió y le dijo que Libby le había alimentado bien con
salchichas, huevos y galletas.
Apoyándose en el enorme congelador, Lilibet casi se cayó de
cabeza tratando de atrapar un par de grandes trozos de carne.
– Espera un minuto. – Lance Rogers, el capataz de Tebow la agarró
por los bolsillos de los pantalones vaqueros y tiró de ella hacia la
seguridad. – Menos mal que yo estaba aquí o habríamos tenido una
hermosa mesa de postres de esta noche. – Tomó las grandes piezas
de carne del congelador y lo cerró.
– Gracias, Lance. – Ella tomó algunas verduras congeladas y volvió a
la cocina. – ¿Qué puedo hacer por ti? – Lance era un hombre
guapo. No es tan bello como Kane, por supuesto. No podía

118
entender por qué estaba solo. Siempre parecía solitario y eso la
entristecía. Sabía lo que era estar solo, y que no se lo deseaba a
nadie.
– Bien, ¿tienes una hermana? – Él estaba jugando con ella, podía
decirlo.
– No, lamentablemente no.
– Lo que vine a decir es no vendremos para el almuerzo. Tenemos
que ir todo el camino hasta Canela Creek para llevar un rebaño que
necesita recibir tratamiento completo. Jacob quiere vender algunos
de los toros más jóvenes con fines de reproducción y todos ellos
necesitan ser vacunados. Así que tengo que pedirte un favor.
¿Puedes hacer un montón de bocadillos para llevar, y entonces tal
vez hacer algo realmente especial y saludable para la cena?
Este era su trabajo. Por supuesto, a ella no le importaba. Lilibet
tomó un inventario mental para asegurarse de que tenía suficiente
material.
– ¿Qué hay de bocadillos de pollo y una ensalada saludable para el
almuerzo y un enorme estofado de ternera con pan de maíz para la
cena?
– Eso suena genial. Sabía que podía contar contigo. – Se quitó el
sombrero. – Lástima lo de la hermana, señorita Lilibet. Sería un
admirador.
En el momento en que se fue, Lilibet ya estaba poniendo en
recipientes de aluminio del pollo. Miró su reloj. Sería una cosa
inteligente si llamara a Kane y le dijera que tendría que trabajar
hasta tarde esta noche. Desde que había perdido a Logan, todos
estaban desbordados y tomando medidas. Así que no quería que
viniera aquí para cuidar de ella cuando tenía cosas que hacer. Tenía
suficientes quebraderos de cabeza sin que ella se añadira a la lista
también.

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Tebow tenía sus propios problemas que enfrentar. Un vándalo
cortó las cercas en la semana y el hecho era difícil de descifrar.
Hubo por lo menos dos caídas al agua y, hasta ahora, no había
muertos, pero los dejó a todos en vilo. Otras cosas fueron
aconteciendo y todo el mundo estaba mirando por encima del
hombro preguntándose dónde surgiría el siguiente problema. Uno
de los pozos de gas de Jacob había sido manipulado y alguien había
irrumpido en el bar de Isaac. Los McCoys estaban empezando a
sentirse malditos.
Lilibet no quería añadir sus problemas y estaba decidida a hacer
todo lo posible para ayudar. Le pagaban bien y los considera a
todos como amigos. Poniendo el aceite de oliva y especias en el
pollo, se limpió las manos y tomó el teléfono. Su corazón empezó a
latir más rápido, sabiendo que iba a escuchar la voz de Kane en
cualquier momento.
– ¿Hola? ¿Puedo ayudarle?
Lilibet hizo una pausa, este no era Kane. Esta era una mujer. Sabía
que su secretaria estaba de vacaciones, Kane había dicho eso. De
hecho, se había quejado esta mañana diciendo que iba a estar solo
en la oficina hoy y estaría abrumado con todo el papeleo. Quizás
Kane había contratado a una secretaria temporal para hoy.
– ¿Hay alguien ahí? No tengo todo el día, ya sabes.
La voz era arrogante, no exactamente la imagen que el
departamento del sheriff debía tener. Esperaba que esta mujer no
se estuviera aprovechando de Kane.
– Sí, es Lilibet. Soy la novia del sheriff Saucier, ¿puedo hablar con él,
por favor?
– Bien, bien. – La voz de la mujer tomó un tono extraño. – ¿Así que
quieres dejar un mensaje para Kane? No lo creo. Está un poco
ocupado, de hecho, ahora está vaciando la basura. Lo hace cada vez

120
que tiene relaciones sexuales. No deja condones usados para el
personal de limpieza los encuentre. Ya sabes cómo hablan las
personas.
Lilibet tragó en seco.
– ¿Quién es? – No es que importara. No creía una palabra de lo que
esta mujer estaba diciendo. Ella confiaba en Kane con su vida. Él no
la traicionaría, de ninguna manera. Pero, ¿por qué alguien haría
eso? ¿Qué podrían ganar hablándole de esa manera?
La risa que llegó por el teléfono sonaba arrogante y malvada. Esta
mujer no sólo tenía desprecio por Lilibet, sino también por Kane.
– Ya me conoces, nos conocemos. Me acuerdo de ti, pobre lisiada
Lilibet. Kane tiene un corazón blando. Él está siendo piadoso en un
caso de completa caridad. – Y entonces ella bajó la voz a un gruñido
de odio. – Viene a mí, Lilibet. Nunca le darás lo que necesita, puede
casarse contigo, pero me va a follar en cada oportunidad que
tenga.
– ¿Quién eres? – Lilibet preguntó de nuevo, el pánico en su voz.
– Soy Lisa, la esposa de Kane. Te acuerdas de mí, ¿verdad?
Lilibet colgó. ¿Qué iba a hacer ahora?
*****

Silbando, Kane entró en su despacho y se detuvo en seco.


– ¿Qué estás haciendo aquí?
Lisa, su ex esposa, se sentó en la mesa como un buitre esperando
algo muerto.
– Vine a verte.
– ¿Qué quieres? – No tenía tiempo para esto. – ¿Estás aquí en una
misión oficial?

121
Estaba vestida provocativamente con un vestido que se aferraba a
cada rincón de su cuerpo.
– Vine a verte, querido.
– Levántate. Necesito guardar este archivo. – Sacudió la carpeta
para ella. Ella apenas se movió. La rodeó y se sentó en una de las
sillas frente a su escritorio. Kane continuó. – No puedo pensar en
una cosa en el mundo que podría tener que hablar conmigo. – Lisa
era como un mal olor que se infiltraba bajo una puerta del baño
público. Odiabas acercarse lo suficiente para ver realmente lo que
estaba creando el hedor, como la mierda que es reconocible por el
olor.
– Tenemos asuntos personales, Kane. Asuntos personales
importantes.
– Lisa, me dejaste. Te fuiste y no te vi en más de un año, no hasta
que me seguiste por el lago, el otro día. ¿Por qué volver ahora? Lo
que teníamos acabó, y no puedo ser más claro acerca de esto. Estoy
con Lilibet y estoy feliz.
Ella no actuó como si lo que estaba diciendo realmente le
importara.
– Cuando me fui, Kane, llevé algo tuyo conmigo.
– No tengo ni idea de lo que estás hablando. Lo que te llevaste no
me ha hecho falta, así que puedes quedarte con ello. Cuando
estábamos juntos, no valoraste todo lo que teníamos. Todo lo que
querías era el dinero, algo que yo no podía darle.
La mención de dinero la ponía nerviosa.
– Podríamos haber tenido más, Kane. Tu familia está nadando en
dinero. Todo lo que tenías que hacer era unirte a la compañía de tu
padre. Tienes una licenciatura en derecho como tu hermano,
podrías haber sido rico.

122
– Zane tampoco se unió a la compañía de mi padre. Queríamos
hacerlo por nuestra cuenta. ¿Es eso un delito? – Kane no sabía por
qué estaba discutiendo con ella. Era un ejercicio inútil. Lisa era un
cazador de oro y nunca sería otra cosa. – Entonces, dime, ¿qué me
robaste antes de salir? ¿Quiero saberlo?
– Creo que vas a estar interesado en lo que tengo que decirte. Hay
una cosa sobre ti, Kane. Eres predecible.
Ella parecía muy segura de sí misma, lo que hizo Kane ponerse
nervioso.
– No puedo ni siquiera empezar a imaginar de lo que estás
hablando.
Lisa tenía una mirada de suficiencia en su rostro, luego lo soltó.
– Un par de semanas después de que me fui, me enteré de que
estaba embarazada de un hijo tuyo.
*****
La mente del Lilibet se congeló, sus manos temblaban, lo único que
podía pensar era en Lisa. ¿Qué estaba haciendo en la oficina de
Kane? No era propio de ella creer en nada que Lisa dijera. Entonces
¿por qué dolía tanto?
Tratando de poner fin a esta sensación incómoda, Lilibet regresó a
la cocina. Tenía una gran comida que hacer. Kane la amaba, e iban a
casarse. Lo que Lisa estaba haciendo no funcionaría. Lilibet no se lo
permitiría. Era su turno de ser feliz, y se agarraría a la felicidad con
las dos manos.
*****

– ¿Te fuiste con mi hijo? – Kane fue tomado por sorpresa. – ¡No veo
cómo esto es posible! Nunca me dejaste tocarte sin condón.
– Los condones no siempre son cien por ciento efectivos. Tú lo
sabes.

123
Lisa estaba muy tranquila. Kane tenía que reconocerlo. Si ella
estaba mintiendo, lo hacía con una cara muy seria. ¡Maldición!
– Lisa, perdóname, tengo mis dudas. No tenemos la mejor historia
del mundo. La honestidad no era uno de tus puntos fuertes. Y
tenías una aventura, ¿cómo puedo creer todo lo que estás
diciendo? – Todo el tiempo que estaba hablando, la mente de Kane
corría. ¿Podría estar diciendo la verdad? ¿Tenía un hijo, en algún
lugar?
– Tengo un hijo. Y él es un Saucier, y por lo tanto tiene el derecho a
ser parte de la familia Saucier.
Kane podía leer entre líneas, Lisa estaba diciendo que el niño tenía
derecho a una parte de la fortuna Saucier. Sin embargo, tenía que
preguntar.
– ¿Es un niño o una niña? – No es que eso haría ninguna diferencia
para él, era su hijo.
– Es un niño. – Ella vino preparada. Metió la mano en el bolsillo,
sacó una foto de un niño que incluso a los ojos de Kane, se le
parecía lo suficiente para ser su hijo.
– Insisto en una prueba de paternidad. – Conociendo a Lisa, no
podía pedir nada menos.
– Hecho.
Lisa esperaba esto, pero tenía un secreto. Dwayne era un Saucier,
no habían dudas al respecto. Incluso si ella no hubiera sido capaz de
llevar a Kane vuelta al redil Saucier, había pasado suficiente tiempo
con Preston Saucier para conseguir lo que necesitaba. Un heredero,
un bebé. Así que cuando se hiciera la prueba de paternidad, no
habría ninguna duda de que el ADN sería positivo. Tenía a Kane
Saucier por las pelotas.

124
Su disposición a tomar la prueba molestaba Kane. Tenía la
esperanza de que ella se negara, que encontrara excusas para
posponer o evitar el procedimiento completo. Pero no lo hizo.
Se sentó allí, mirando tan inocente como un ángel. Lisa era una
mujer hermosa. Hubo un tiempo en que ella lo tenía de rodillas
adorando el altar de su cuerpo. Pero había aprendido que su alma
no era tan hermosa. Lisa se amaba a sí misma, y a nadie más. Ella
no era capaz de amar a nadie, ni siquiera a un niño de su propio
vientre.
– Bien. Voy a hacer los arreglos. Pero va a ser un médico y un
laboratorio de mi elección. – Si el niño era suyo, lo quería saber.
Kane se conocía tan bien como conocía a Lisa, él adoraría a aquel
chico con todo. Y ese chico lo necesitaría. Ningún niño merecía una
madre como Lisa.
– Lo que sea necesario. – Ella aseguró. – Quiero que estés seguro
de que Dwayne es nuestro hijo. Yo le conté todo sobre ti, y no
puede esperar para ver a su madre y a su padre viviendo juntos y
estando con él todo el tiempo.
Dios, la mujer era una puta.
– Lisa, espera un minuto. Si Dwayne es mi hijo, yo me encargo de él
hasta mi último aliento y lo amaré con todo mi corazón. Pero
nada... – Kane se levantó para estar sobre ella. – Nada va a
conseguir que vuelva a ti. Puedo darle a este chico todo lo que
necesita de un padre, pero no voy a volver a casarme contigo.
¿Queda claro? – La ira se levantó en Lisa tan claramente que él
pudo ver el calor arrastrándose por su piel.
– Ya lo veremos, Kane. Ya lo veremos. – Acomodando su cabello
sobre su hombro, Lisa salió hecha una furia en una nube de
perfume caro. Al detenerse en la puerta, lanzó un último dardo. –
Oh, por cierto, contesté el teléfono mientras no estabas. Tu
pequeña secretaria fue al baño y yo quede en su lugar. Me gustó

125
hablar con tu pequeña novia, ella piensa que caminas sobre el
agua, ¿No? Es una pena que se dé cuenta que eres un ser humano
imperfecto, al igual que el resto de nosotros.
– Maldita sea, maldita sea, maldita sea. – Kane sintió como si
acabara de ser empujado a través de una picadora de carne. Todo
este lío lastimaría a Lilibet. No había otra manera.
Levantando sus manos, Kane se preguntó qué demonios podía salir
mal ahora.
No había conseguido su número. Kane no podía creer que había
dejado a Lisa salir de la oficina y que había olvidado anotar su
número de teléfono celular o averiguar donde ella y el muchacho se
alojaban. No quería salir detrás de ella, pero no tenía otra opción.
Agarrando su sombrero, fue tras a su ex esposa. ¿Quién hubiera
pensado que iba a estar corriendo tras ella, otra vez? Cuando abrió
la puerta, casi chocó con su secretaria.
– ¿A dónde vas, sheriff? – Ella se rió mientras giraban alrededor de
un vals extraño.
– Tengo que ir detrás de mi ex esposa, ella acaba de salir y me
olvidé de anotar su teléfono. – Eso no era mucho de una
explicación, pero tendría que servir. – No voy a demorar.
Su secretaria le dio una mirada divertida, pero no dijo nada. Al
caminar hacía su camioneta, le dio un puñetazo al teléfono
llamando Lilibet. Tenía que hablar con ella. Después de lo que Lisa
disparó, lanzando en su cara que había hablado con Lilibet. Kane
estaba imaginando lo peor. Era imposible saber lo que su ex esposa
había dicho a Lilibet. Tenía la esperanza que no hubiera soltado la
misma bomba que le había soltado a él a su novia. Kane todavía no
lo podía creer, nunca había estado más desgarrado sobre cualquier
cosa en su vida. Si este niño era suyo, Kane movería cielo y tierra
para ser un buen padre para él. Y no tenía ninguna duda de que su

126
Lilibet amaría al niño como suyo. Pero él quería ser el que le dijera
a ella. Kane quería explicárselo a su manera y a su propio tiempo.
Entrando en la camioneta, encendió el motor y se fue. No podía
haber ido muy lejos. Se dio cuenta de que todavía conducía el Lexus
plateado y un coche como ese debía ser fácil de detectar. Joder,
tenía más que hacer de lo que podría decir. La fecha del juicio de
Logan se había fijado, y tenía que trabajar con los fiscales para
asegurarse de prepararse correctamente. Y la investigación en
curso sobre el problema McCoy había llegado a un punto muerto.
Parecía no importar cuántos hombres o cuántos voluntarios había
puesto allí fuera, el vándalo había logrado escapar de todos modos.
Marcó a Lilibet, y esperó a que ella respondiera.
– Vamos bebé, toma el teléfono.
Cuando la llamada fue al buzón de voz, realmente se preocupó. ¿Y
si estaba evitando sus llamadas? Este no era el caso, sin embargo,
él sólo sabía. El teléfono de Lilibet no era sofisticado, ni siquiera
creía que pudiera rastrear las llamadas. Además, ella no lo haría de
esa manera. ¿O sí? Ella le daría la oportunidad de explicar, porque
esa era la forma en que actuaba ella.
Una franja gris metálico a unos metros más adelante llamó su
atención.
– Ahí estás. – Encendió la sirena y decidió hacer la situación más
fácil para él. No tenía tiempo para perseguirla, entonces
simplemente la detendría.
*****
Fue una tarde de confusión. Kane y Lilibet se perdieron en una
comedia de errores y problemas de comunicación. Después que
Lilibet llamó y habló con Lisa, se refugió en su trabajo y trató de
convencerse de que todo estaba bien.

127
Había prometido hacer sándwiches para los trabajadores y preparar
una buena comida para la cena. Cuando avanzó la tarde, se enteró
de que los hombres llegarían tarde debido a los problemas que
plagaron Tebow. Alguien, como un fantasma, estaba entrando en la
propiedad McCoy, cortando las vallas y dejando ganado suelto. Y
puesto que la granja era enorme, habían kilómetros y kilómetros a
la redonda, y el hombre que parecía tan decidido a causar estragos
en los hermanos estaba teniendo un buen día. Por lo tanto, los
hombres tenían que pasar su tiempo arreglando cercas,
manteniendo a los animales fuera de las carreteras y montando
vigilancia. Estaban teniendo un día duro. Marcar y vacunar habían
quedado en segundo lugar en medio de la crisis, por lo que los días
de trabajo eran largos y los hombres comían cuando tenían la
oportunidad.
Lilibet decidió que si los hombres no podían venir a la comida, ella
llevaría la comida hasta los hombres. Tomó dos viajes para cargar
todo en su coche. Una vez, oyó a su teléfono celular, pero dejó de
sonar antes de que pudiera volverse a recogerlo. Una vez que
estuvo embalado todo lo que necesitaba, trató de hablar con Kane
de nuevo. Esta vez, sin embargo, no pudo llegar a Kane ni a Lisa,
habló con la secretaria de Kane.
– Oficina del Sheriff. ¿Puedo ayudarle?
– Sí, es Lilibet. ¿Podría hablar con Kane, por favor?
La secretaria vaciló.
– No está aquí, señorita Ladner. Salió… uh… apresurado.
– ¿Usted sabe a dónde fue?, realmente necesito hablar con él. –
¿Sonaba desesperada? Tal vez lo estaba.
Sabía que algo pasaba cuando la secretaria vaciló, y luego vaciló un
poco más.

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– Él… uh… él me dijo que se iba tras su ex-esposa. Que se olvidó de
anotar su número de teléfono.
– Oh, ya veo... – Ella no sabía qué decir.
– ¿Por qué no lo llama a su celular? ¿O le gustaría enviarle un
mensaje al busca? Estoy segura que le gustaría hablar con usted.
– No, no. – Se apresuró a responder negativamente a esta
sugerencia. – No quiero que le envíes un mensaje al buscapersonas.
Voy a seguir intentando, pero si no lo logro, ¿podrías darle un
mensaje por mí? – Ella realmente necesitaba de la mujer para
entregar el mensaje porque no tenía la intención de llamar a Kane,
no ahora. – Sólo dígale que no se preocupe por venir a recogerme.
Tengo que trabajar hasta tarde y pediré a alguien que me lleve a
casa.
– Lo haré, puede contar conmigo.
Lilibet cerró el teléfono y se preguntó cómo todo pudo haberse
arruinado tan rápido.

129
Capítulo Cinco
Dejar a Kane había sido un error, Lisa lo supo desde el momento en
que salió por la puerta. Ella pensó que él se daría cuenta de lo que
le faltaba e iría tras ella, pero no lo hizo. Hubo un momento en que
tuvo a Kane exactamente donde quería. Le encantaba tener sexo
con ella, y ella no había puesto mucho esfuerzo de su parte. El sexo
era algo que Lisa podría tomar o dejar, lo que le excitaba era el
dinero y la familia Saucier tenían mucho.
El padre de Kane y Zane, Robert Lee, le había rogado para que le
ayudara a llevar a Kane de vuelta al redil. Él le había ofrecido a Lisa
dinero como recompensa, siempre y cuando Kane entrase en el
negocio familiar. Así que Lisa y Preston se unieron. Preston era el
primo hermano de Kane. Su padre era el hermano menor de Robert
Lee, que murió de cáncer de varios años antes. Originalmente,
había sido una idea estúpida de Preston para que Lisa dejase a Kane
y estuviera obligada a casarse con él, pero no fue así. Así que se le
ocurrió este último plan, un bebé. Lisa estaba apostando su futuro
en la esperanza de que el pequeño Dwayne ganaría el corazón de
Kane y cimentaría su lugar en la dinastía Saucier.
La familia Saucier era más que un grupo de personas relacionadas
por sangre, era casi una institución del Sur. Todo lo que tocaban
prosperaba. En Nueva Orleans, eran miembros de la élite. Tenían
una flota pesquera de camarón, se encontró petróleo en sus tierras
pantanosas y tenían muchas hectáreas de cultivos de arroz y bagre.
Si había un pastel en Louisiana, habría un dedo de ellos. El tráfico
de influencias era su especialidad, y estaban orgullosos de hacer
que otros se inclinaran a su voluntad, incluso el cauce poderoso del
Mississippi no había escapado a su atención. Durante la reciente
inundación del río, había sido Robert Lee, quien había presionado
para que el vertedero Morganza fuera abierto con el fin de
proteger a Baton Rouge y Nueva Orleans. Las pequeñas

130
comunidades fueron sacrificadas con las aguas de la inundación
para que las regiones más pobladas pudiesen estar a salvo.
Durante un tiempo, ella había sido la esposa del mayor, el heredero
y, a través de su propia estupidez, se le escapó de las manos. Kane
y Zane habían elegido un camino diferente, pero ninguno de la
familia nunca puso en duda que cuando la situación se volviera
crítica, acabarían por volver a sus raíces. Robert Lee dudaba
bastante, estaba dispuesto a desembolsar una fuerte recompensa
para aquellos que garantizaran el regreso de los hijos pródigos.
Ahora estaba encantado de que de Lisa había nacido un Saucier.
Poco sabía que Dwayne no era su nieto, era su sobrino nieto. Lisa
apretó los dientes y se acostó con Preston y ahora le debía una gran
recompensa, y no había duda de que Preston insistiría en cobrar
cada centavo.
Ella no pudo evitar sonreír, sin embargo. Poco después de salir de la
oficina del sheriff, donde había dado a Kane la feliz noticia de su
pequeño hijo, él corrió tras ella, incluso encendiendo la sirena.
Decenas de personas fueron testigos de él persiguiéndola,
acercándose al vehículo y luego pidiendo su número de teléfono en
vez de darle un boleto. Las palabras viajarían más rápido que el
bello sheriff de ojos castaños, dirían que estaba interesado en la
reconciliación con su ex esposa en lugar de seguir esta sórdida
relación con la lisiada de la ciudad. Lisa estaba orgullosa de haber
plantado la semilla de la duda en la mente de Lilibet, y ahora estaba
a punto de poner el clavo final en el ataúd. Lilibet trabajaba en el
rancho Tebow, la casa de los hermanos McCoy. Siempre quiso ver
Tebow y hoy, ella y Dwayne les harían una pequeña visita. Ya era
hora de que Lilibet supiera exactamente el tipo de batalla que se
avecinaba. Porque era una batalla, una guerra, y el trofeo de
victoria sería el propio Kane. Y perder no era algo que Lisa aceptaría
muy fácilmente.
*****

131
Lilibet pasó su día, tratando de no pensar en lo que estaba
sucediendo en la ciudad. No sólo en Lisa contestando el teléfono de
Kane, luego descubrió que Kane le había perseguido por un número
de teléfono.
Realmente no sabía qué pensar. Lisa era más hermosa que ella, en
realidad no había duda de ello. Pero Kane no la amaba, él se lo dijo,
y no mentía. Lilibet se tomó la mano y miró el anillo de compromiso
en su dedo. Se negó a creer que Kane no la quería, hasta que lo
escuchara de sus propios labios.
– Señorita Lilibet, ¿está lista? – Lance estaba allí listo para
acompañarla y a toda su comida a donde los hombres estaban
trabajando.
– Sí, lo estoy. – Ella sonrió al hombre alto de pie con el sombrero en
la mano en el borde de la cocina. No quería llenar de barro el lugar
de Libby y Jesse, todos en Tebow trataban de complacer a las
damas. Recogió la última de sus fuentes y fue hacia él. – Después
de la cena de esta noche, ¿podría llevarme a casa? Deje un mensaje
para Kane, porque no saldré a tiempo y, uh, está ocupado, así que
no creo que él será capaz de llegar más tarde. – Francamente, no
sabía qué más decir.
– Por supuesto, señorita Ladner, no me importa llevarla a casa, en
absoluto. Será un privilegio. – Mientras caminaban hacia el coche,
Lilibet supo lo que el resto del día traería. Y de vuelta en la cocina,
el teléfono celular de Lilibet sonaba y sonaba.
*****

– ¿Dónde diablos está? – Kane no podía creer que no hubiera


podido llegar a Lilibet. Hoy ha sido una crisis tras otra. Había
llamado a la casa principal de Tebow y había sido informado por
Jessie Montgomery que Lilibet había ido hasta las barracas para
llevar el almuerzo a los hombres. Trabajaba muy duro. Maldita sea,

132
ella no tendría que trabajar tanto. Una vez que se casaran, la
convencería para que él cuidase de ella.
– Sheriff, me comuniqué con la clínica para usted. – Sarah zumbó a
través del intercomunicador.
– Gracias. – Tomó el teléfono y trató de encontrar las palabras
correctas que decir. Esperaba que la confidencialidad del paciente-
médico se aplicara en este caso.
– Doctor, tengo un favor que pedirte, y necesito pedirle que sea
discreto.
– La discreción es la mayor de las virtudes, ¿no dice así el viejo
refrán?
El doctor Gibbs probablemente lo había oído todo.
– Te necesito para hacer una prueba de paternidad del hijo de mi
ex esposa. Ella dice que yo soy el padre y tengo que saber la
verdad.
– Está bien, estaré encantado de ayudarte. Lleva al niño y voy a
cuidar de él. Voy a tener que tomar algunas muestras para la
información que necesito. – La voz del anciano era amable. No
había ningún juicio de su parte. Desafortunadamente, Lisa y sus
travesuras eran bien conocidas en la comunidad. A Kane le
incomodaba haber sido motivo de chismes y lástima por causa de
Lisa.
– ¿Cuándo?
– Dejémoslo para mañana, digamos, a las diez, ¿Está bien?
– Allí estaremos. – Kane se sintió un poco mejor, había hecho algo.
Ahora tenía que dejar saber a Lisa donde los encontraría en la
clínica. Estaba a punto de llamarla cuando su secretaria asomó la
cabeza por la puerta.

133
– Sheriff, su novia lo llamó un poco antes.
– ¿De verdad? ¿Cuándo? – Maldita sea, una vez más la perdió.
– Llamó poco después de su fuga para perseguir a su ex esposa para
obtener su número de teléfono.
Con la explicación de Sarah, Kane tuvo una sensación de
hundimiento. ¡Maldición!
– ¿Qué dijo ella?
– Ella dijo que le dijera que tenía que trabajar hasta tarde y que no
se preocupara, ella pediría que la trajeran a casa cuando haya
terminado.
Su secretaria no era vengativa, pero hablaba antes de pensar a
veces.
– Ella sabe que yo la buscaría siempre que me necesitase. ¿Dónde
le dijiste que yo estaba? – Casi hizo una mueca de dolor mientras
esperaba la respuesta de Sarah.
Sarah hizo una pausa, como si estuviese intentando descubrir si
había hecho algo mal.
– Le dije a ella exactamente lo que usted dijo un poco antes. Usted
dijo que iba tras su ex mujer porque se olvidó de anotar su número
de teléfono.
– ¿Te das cuenta que no era una cosa romántica con Lisa? Estoy
intentando tener ese cuidado. – Odiaba tener que dar
explicaciones.
– Sheriff, no me debe ninguna explicación.
– No, no lo hago, pero tengo la certeza que le debo una a Lilibet.
*****

134
– Hiciste bien señora. – Hanks reía de Lisa con los ojos pegados a su
suéter ceñido que mostraba claramente dos grandes pezones.
– Hey, mi rostro está aquí arriba imbécil.
Hanks apretó los puños, quería golpear a la perra y enseñarle un
poco de respeto, pero no se atrevía a tenerla en contra en estos
momentos, sabía demasiado y aun la necesitaba. Más tarde ella
podría ser prescindible.
– Le lavaste el cerebro a la coja, ¿no?
– Lo que hice, lo hice por mí y mi hijo. – Si ella no dejaba de decir
que Dwayne era hijo de Kane, un día se podría convencer de que
era verdad. – El hombre que cortó el alambre de púas está dando
que hablar.
Ese pensamiento hizo a Kyle Hanks sonreír.
– Quién está haciendo ese truco es un aficionado. Antes de caer la
noche veremos que hay una cerca completa en pie sobre la
propiedad Tebow. Estos idiotas se consideran obligados por el
infierno para tratar de mantener su ganado fuera de la carretera.
Kyle y Lisa se reunieron en uno de los bares más sórdidos de la
ciudad y Lisa miró a su alrededor, esperando que nadie la
reconociera.
– Todavía no veo cómo esto te ayudará a secuestrar a la mujer
Ladner.
Hanks tomó un largo sorbo de cerveza.
– Tengo un amigo infiltrado como trabajador temporal en Tebow, y
él me llamó esta mañana con la información de que hoy iba a ser
un día largo para la cocinera. Dijo que fueron informados por el
capataz que la señorita Ladner estaría llevando sus almuerzos a las
barracas y les tendría una comida caliente esperando para ellos esa
noche. Por lo general, sale a las cinco, pero esta noche se irá

135
alrededor de las diez y vamos a asegurarnos de que nunca llegue a
casa. El infierno se desatará. – Kyle podía decir que estaba
perdiendo la atención de Lisa, ella estudiaba sus uñas en lugar de
escucharlo a él. Los detalles no le interesaban. – ¿Me oyes?
Con una expresión de aburrimiento, Lisa tomó un sorbo grande de
Leve Coors.
– He oído lo que ha dicho. Sólo que no necesito saber todas las
cosas aburridas.
– Bueno, todavía tienes trabajo que hacer aquí y debemos
coordinar nuestros esfuerzos. – Se inclinó hacia delante, mirando su
escote mientras hablaba. – Esta noche, cuando todo el mundo esté
ocupado con el lío que voy a hacer, la pequeña señorita lisiada hará
un viaje a casa. Si todo va según lo planeado, mi hombre, Rick
Morton, será el quien la llevará. Y si eso no funciona, todo este
ganado en el camino hará que su compañero tenga que parar y
cuándo lo haga, nosotros la agarraremos, y nos aseguraremos de
poner el vaquero fuera de servicio.
– ¿Qué va a impedir que Kane salga para Tebow?
Desafortunadamente, por alguna razón desconocida, está loco por
esta mujer. – Lisa odiaba decir las palabras, estaban atascadas en su
garganta, pero era la verdad.
– Tú y Brian. – Su plan funcionaría si sólo pudiese tener todas las
piezas encajadas y ella era una gran pieza.
– Ya he estado con Kane. No tengo una razón para visitarlo hoy, y
tengo otros planes. Llevaré a mi hijo para conocer a la señorita
Ladner así que lo recogeré en la guardería. Si ella ve a Dwayne,
sabrá que Kane me pertenece. – Lisa todavía recordaba mirar a
través de la ventana del dormitorio de Kane y verlo follar con otra
mujer inferior a ella. Dios, ¡odiaba a Lilibet Ladner!
Hank sonrió.

136
– Me gusta eso. Va a estar tan molesta, que no tendrá ganas de
luchar en absoluto. – Hizo un gesto a la camarera para conseguir
otra ronda. – Además, el hermano de la coja cortará todos los
neumáticos del Sheriff, eso lo retrasará de una forma u otra. Pero
quiero que tú pongas la guinda del pastel.
Lisa entrecerró los ojos y miró al pequeño hombre grasiento que le
ayudaba a deshacerse de la vida de la supuesta novia de Kane.
– ¿De qué estás hablando?
– Después de que visites a la coja y le presentes a tu hijo. Quiero
que lo llevemos a conocer a su padre. Esto lo dejará tan
impresionado que no será una amenaza para nosotros. De ninguna
manera.
La sonrisa de Hank estaba torcida por la maldad y Lisa quería saber
exactamente a qué tipo de demonio se había unido.
– ¿Qué piensas hacer con Lilibet cuando la tomes? – No es que le
importara, pero tenía curiosidad.
– Tengo un plan B.
– Ilumíname. – Lisa no quería oír exactamente lo que haría. No
tenía ningún deseo de ser cómplice de un crimen.
– Su hermano me debe dinero, y la familia no tiene dos monedas
para frotarlas juntas. Así que, mi plan original era venderla a un
hombre que conozco en Houston que recoge mujeres para tener
esclavas sexuales, esclavos blancos. Ella no es una belleza, pero
puedo conseguir un buen precio. Hubiera sido mejor si fuera virgen,
pero tu marido estuvo arando el campo con regularidad. – Casi se
echó a reír al ver la expresión de disgusto que apareció en la
expresión de su socia renuente. – Pero ahora que ha llegado a
significar tanto para el sheriff, su familia puede darse el lujo de
pagar, sobre todo si Kane descubre que podría ser enviada a Medio
Oriente como una prostituta. ¿Qué piensas? – Él no mencionó

137
cuánto odiaba a Kane personalmente, era su propio negocio. Si
pudiera lastimar a Kane, aún mejor.
¡Mierda!
– Voy a endulzar el trato para ti, renuncias a la idea del rescate y
sólo véndela al comerciante de esclavos. – Lisa estaba pensando
rápido. – La quiero fuera de la cuestión y, tan pronto como regrese
con Kane, recibiré un poco de dinero. Yo podría hacer que valga la
pena. ¿Qué te parece? – Dios, ella esperaba que él pudiera hacer
este trabajo, pero estaba haciendo un pacto con el diablo y el
diablo siempre te hace pagar.
*****
Trabajaba de forma automática, preparando, revolviendo, cortando
las verduras y añadiendo especias. Era una buena cosa, el estofado
era una receta familiar. Cada pocos momentos, se retorcía el anillo
en su dedo y se miraba los ángulos del diamante brillando con
sueños imposibles.
– Todo va a estar bien. – Se dijo. Tenía que estar bien.
En su prisa, se había olvidado de tapar la sartén de hierro fundido,
de modo que el aceite ensució su ropa. Un delantal protegía sus
pantalones de jeans y su camisa, pero ella se había quitado los
preciosos zapatos que Kane le había comprado. No podía soportar
la idea de manchas de grasa echando a perder su suavidad. Así que,
ahora estaba cansada y su marcha era cada vez más desigual a lo
largo del día. Varias veces, había pensado en llamar a Kane, pero no
había sido capaz de encontrar su teléfono celular, no estaba en
ninguna de las cajas o en su bolso o bolsillo. Al parecer, lo había
dejado en la cocina.
Dando un paso atrás, comprobó los artículos de su lista mental.
¿Qué quedaba por hacer? El estofado estaba burbujeando, el pan
de maíz estaba hecho y dos grandes mitades de melocotón estaban

138
en el horno. Té. Tenía que preparar el té. Colocando en una olla
grande el agua, arrancó las bolsas de té y las dejó caer en el agua.
Luego se sacó un gran contenedor de azúcar. Los hombres, al igual
que todos los sureños querían que el té dulce, fuerte y frío.
Las barracas eran cómodas, y la cocina estaba ordenada, pero era
primitiva en comparación con las instalaciones de estilo
comerciales de Tebow. Incluso la pequeña cocina de Kane era más
moderna y más funcional que esto. Ese pensamiento trajo lágrimas
a sus ojos. La casa de Kane se convirtió en el hogar de Lilibet. Se
imaginó viviendo como esposa de Kane, cocinar para él, cuidarlo,
amarlo.
¡Un golpe! El viento azotó la puerta principal, empujándolo contra
la pared con fuerza. ¿Qué podía ser? ¿Había alguien aquí?
Tomando su delantal, Lilibet caminó a la sala de estar para ver si los
hombres habían llegado antes. Pero, lo que encontraron sus ojos
cambiaron su visión de la realidad. La ex esposa de Kane, Lisa,
estaba allí, con un niño pequeño en brazos.
– Señorita Ladner, este es mi hijo, Dwayne. – La mano de Lilibet fue
hasta su garganta. Tenía que mantener el corazón en su sitio,
amenazaba con saltar de su pecho. El niño no se parecía en nada a
su madre. Era el fiel reflejo de su padre. Y la identidad del padre era
incuestionable. Este pequeño era hijo de Kane.
*****
Bueno, eso fue divertido. Lisa no pudo evitar sonreír al recordar la
expresión de la mujer más joven y su consternación.
– Mamá. – Sólo la voz de Dwayne rompió a través de su
entusiasmo. Lo miró en el espejo retrovisor y su rostro dulce tocó
su corazón. Realmente era un buen chico. A veces, su conciencia la
incomodaba. ¿Qué clase de futuro tendría su hijo si toda su vida
estaba basada en una mentira?

139
– ¿Qué quiere el bebé de mamá? – Ella no podía dejar de amarlo.
Podía no ser el hijo de Kane, pero era de ella, y la llenaba más de lo
que jamás esperó.
Él no contestó, en cambio, se rió y Lisa soltó una carcajada.
– Eres un buen muchacho, Dwayne. El buen muchacho de mamá.
Volviendo su atención a la carretera, Lisa gritó, doblando las ruedas
de coche violentamente a la derecha. Se había cambiado al carril
contrario y un camión de dieciocho ruedas estaba justo delante de
ella. Un estrépito horrible llenó el aire, el cristal se rompió y voló, el
airbag se infló y bloqueó el sol. El último pensamiento de Lisa fue
para su hijo.
*****

– Es hora de poner el plan en marcha. – Kyle gruñó a Brian. –


Conduce a la ciudad y corta todas las llantas de todos los vehículos
en la oficina del Sheriff, así como lo hablamos. – Había una frialdad
en Hanks que heló a Brian hasta los huesos. Él no sabía toda la
historia del bandido, pero era imposible saber de cuántos
asesinatos era responsable. Kyle Hanks no tenía reparos en tomar
una vida, si era en beneficio de sus causas nefastas.
– ¿Estás seguro que es necesario? Él no nos va a quitar tanto
tiempo. – Todo lo que Brian podía pensar era en Lilibet. Lamentó el
día en que se involucró con estos miserables. Su vida podía estar
arruinada, pero no tenía intención de llevarse a su hermana con él.
Tenía un plan, y podría morir poniéndolo en marcha, pero si
salvaba a Lilibet, valdría la pena.
– Escucha, pequeño imbécil. – Kyle Hanks lo agarró por la camisa. –
Haz lo que digo, o si no…. – Brian no dijo nada más. Haría lo que se
le dijeran, hasta que tuviera la oportunidad de arreglar las cosas. –
Hemos estado observando, y el hombre que ha estado
atormentando a los McCoy, estuvo de vuelta esta noche. Corto

140
algunos puntos de la cerca en el lado norte y mi infiltrado dice que
se dirige a la ciudad. Ahí nos deslizaremos y realmente
empeoraremos las cosas para ellos. En el momento en que
terminemos, el caos estará en todas partes. Nadie va a prestarnos
atención cuando secuestremos a la coja. Todo lo que necesitamos
ahora es que Rick se ofrezca para acompañarla a su casa, y el resto
será tan fácil como quitarle un caramelo a un bebé.
*****
– Que alguien conteste ese maldito teléfono. – Aron gritó a nadie
en particular. – No puedo encontrar mi maldita radio y todo se está
yendo al infierno en una cesta. – Aron estaba lívido. La familia tenía
suficientes problemas y ahora esto. Aron, Noah, Libby y Jessie se
sentaron alrededor de la gran pantalla de televisión y vieron como
la reportera Carrie Warner hundía el buen nombre de los McCoy en
el barro.
Y se puso peor, el informe decía que Joseph puso su enfermedad en
las manos de un charlatán, y en realidad lo acusaban de simular su
parálisis para crear una tormenta mediática con el fin de cerrar
importantes acuerdos con patrocinadores.
– Mierda. – Noah respiraba. – Joseph explotará. – Un enorme
trueno rasgó la atmósfera y todo el mundo dio un salto. – Ahora
tenemos una tormenta que tratar. ¿Qué más puede salir mal?
Jessie señaló a Libby y caminó hacia un lado.
– Necesitamos comunicarnos con lance por radio para asegurarnos
de que Lilibet llegue a casa. Esta tormenta podría empeorar, y ya
sabes que ella quiere llegar a casa para Kane.
– Tienes razón. – Libby estaba preocupada. – Quédate aquí con los
chicos, y reza para que no sea lo que parece. Voy a la cocina para
contactar con Lilibet o Lance en las barracas.

141
*****

– No hay problema, jefe, voy a estar feliz de acompañar a casa a la


señorita Ladner. – Rick Morton era todo sonrisas.
– Gracias, Rick. Es muy amable de tu parte. – Ella recogió sus cosas
y se detuvo para decir una última palabra a Lance. – Esto parecía
funcionar bien. Los hombres trabajaban en turnos, y yo me las
arreglé para alimentar a todo el mundo en una hora y media.
¿Quieres que haga lo mismo mañana? – Lilibet escuchó como Lance
hablaba de sus horas de trabajo y los problemas que estaban
teniendo. O por lo menos trato de escuchar, su mente estaba en lo
que iba a encontrar en casa.
– Apreciamos todo lo que hiciste hoy, Lilibet. – Lance le entregó un
sobre. – Esto es de Aron. Quería que supieras que el trabajo
adicional no ha escapado de su atención.
Lilibet cogió el sobre. Con lo que odiaba admitirlo, el dinero extra
podía ser útil, por si acaso.
– Gracias. – Las lágrimas brotaron de sus ojos. Ella ni siquiera se
atrevía a pensar de esa manera, Lance pensó que estaba llorando
de gratitud. No tenía ni idea de que su mundo se caía a pedazos.
Rick Morton, un mujeriego, si alguna vez vio a uno, extendió el
brazo y la llevó a uno de los camiones de la granja. Ella se puso sus
zapatos de nuevo y recordó cuan dulce había sido Kane cuando se
los había dado. Al entrar en el camión, dejó su mente vagar cuando
Rick entró y se puso en marcha. ¿Estaría Kane allí cuando llegara a
casa? ¿Estaría esperando a que volviera a casa? Poniendo una
mano sobre los ojos, trató de calmarse. Todo podría haber sido una
mentira. Pero había un precioso niño que dejaba muy poco que
pensar.

142
– ¿Se siente cómoda, señorita? – Rick Morton preguntó de repente,
haciéndola saltar. – Podría encender la calefacción si quiere. Esta
tormenta parece haber traído un pequeño frente frío.
Lilibet miró al cielo turbulento. No estaba tan oscuro, pero las
nubes se veían amenazantes.
– Estoy bien, de verdad. – Le sonrió. – Te agradezco que hagas esto
por mí. Kane estaba ocupado.
No tenía idea de lo que estaba haciendo Kane, pero estaba decidida
a darle el beneficio de la duda. Rick volvió su atención a la
carretera, y su corazón y su mente volvieron a preocuparse por
Kane. Lo único que se le ocurrió que podía hacer era actuar
normalmente, llegar y saludarlo con una mente abierta y los brazos
abiertos.
– Parece que tenemos problemas más adelante, señorita. – Rick
comenzó a disminuir la velocidad. Se incorporó y se esforzó por ver.
Había vacas en el camino y dos vehículos estacionados al lado. –
Vamos a tener que ir poco a poco y puede que tengamos que parar.
Asegúrese de que el cinturón de seguridad este atascado.
– Lo está. – Ella aseguró. – Espero que nadie haya tenido un
accidente o chocado con una vaca. – Sabía que varios bovinos
McCoy habían sido golpeados por vehículos desde que comenzó ola
de vandalismo. – ¿Quién podría estar haciendo algo así y que razón
podría tener? – Sabía que Kane estaba trabajando duro para
resolver el caso, pero hasta ahora el culpable había permanecido
incógnito.
– Es un misterio, señorita. – Ella se sorprendió al ver una leve
sonrisa en el rostro de Morton. Parecía un tanto contento con toda
la situación. El camino no estaba completamente bloqueado, pero
Rick se detuvo de todos modos.

143
– ¿Por qué nos detenemos? – Preguntó Lilibet. – Creo que podría
pasar si solo sigue lentamente.
No parecía estar prestándole atención. Cuando él salió del camino,
un hombre corpulento se acercó a ellos. ¿Tenía un arma?
– Oh, mi Señor. – Lilibet tenía miedo ahora. Quería llamar a Kane,
pero sería inútil. – Conduce, Rick. ¡Por Favor! – Ella suplicaba. Pero
Morton sólo se rió y apagó el motor.
– Será mejor que te bajes, señorita Ladner. Este hombre tiene
algunos negocios con usted, creo. – La puerta del lado del pasajero
se abrió y sacaron a Lilibet antes de que pudiera decir una palabra,
La tomaron del brazo la tiraron del camión.
– ¿Qué quieres? – Ella gritó.
– Dinero. ¿Qué creías? – Sus manos estaban detrás de ella y una
cuerda áspera fue envuelto con fuerza alrededor de sus muñecas.
– No tengo dinero. – Ella susurró.
– Tu novio tiene. ¿Sabías eso? – Ante de la mirada confusa de
Lilibet, Hank se echó a reír. – ¿Él no te dijo que su familia está llena
de dinero?
– Sabía que son abogados, pero Kane es sólo un sheriff que no
tienen acceso a todo el dinero que su familia pueda tener. – El
corazón le latía con tanta fuerza, que pensó que podría soltarse de
sus amarras.
– Si se preocupa un poco por ti, apuesto a que va a pedir a su padre
dinero suficiente para pagar tu rescate. Si no, siempre puedo
vender ese culo a algún extranjero rico y pervertido del Medio
Oriente deseoso de un poco de variedad. ¿Sabes lo que quiero
decir? – Se rió maliciosamente.
¡No! ¡Ahora no!

144
– Podrías decepcionarte. – No iba a llorar, se negaba a llorar. Sabía
que Kane haría todo en su poder para ayudarla, después de todo, él
era el sheriff. ¿Pero pagar un enorme rescate? No quería que él lo
hiciera. Pedir dinero a su padre iría en contra de todo por lo que
había trabajado en su vida. – Espero que él diga no. – Respondió
con solemnidad. – Pagar a los secuestradores no es una buena
política. Sólo incentiva a otros a violar la ley con fines de lucro.
– Bien, escúchate, pequeña señorita corazón valiente. – El gran
hombre se burlaba. – Vamos a ver, todo lo que sé es esto, voy a
conseguir mi dinero de una manera u otra. – Con eso, tomó la
culata de la pistola y le pegó duro en la parte posterior de la
cabeza, y todo se volvió negro.
*****
– Kane, te amo tanto. – Lilibet levantó los brazos hacia él. Se veía
tan lejos. – Ven abrázame, por favor. Te necesito tanto. ¿Podrías
hacerme el amor? – Lilibet se movía inquieta.
– Cállale la maldita boca. – Kyle Hanks ordenó Rick. – Si alguien
pasa cerca no necesitamos que vean un cuerpo en el maletero.
– Pero ella está diciendo algo jefe. – Rick miró a Lilibet.
– Ella está soñando. – Hank lanzó una mano descuidada en el aire. –
Deja que sueñe, que puede ser todo lo que tiene.
– ¿Kane es esto un sueño? – Le tocó la cara. – ¿Estás realmente
aquí? – Tal vez todas las cosas malas que sucedieron recientemente
fueran el sueño y este sentimiento increíble era la realidad.
– Estoy aquí, cariño. Yo sueño mucho, Lilibet. – El sonido de la voz
desesperada de Kane hacía mucho para complacerla. Le hablaba en
voz tan baja que ella tenía que esforzarse para oírlo. – Sueño con tu
boca en mí. Es todo en lo que he sido capaz de pensar.
Chupándome, dándome un placer tan caliente que podría morir con
él. – Lilibet no sabía dónde estaban, no podía tener sentido. Pero

145
cuando él la atrajo hacia sí, fue voluntariamente. Empujando sus
pantalones vaqueros, Kane se incorporó, arrojó sus botas y se
acercó a ella. – Dios, te necesito. Estoy tan duro, muriendo por el
tacto de sus labios en mi polla.
Lilibet cayó de rodillas a sus pies, sintiendo cada molécula de su
cuerpo reaccionar a los ojos de su amante. Su pelo sexy parecía
agitado por los dedos, los ojos castaños parecían aún más oscuros
por el deseo. Sintió su coño mojarse más mientras anticipaba lo que
iban a hacer. Lilibet apretó sus muslos. Sus bragas estaban
húmedas, su carne tan sensible que la cálida mirada de sus ojos se
sentía como una caricia.
– Kane, te deseo. – Podía oír la necesidad de su propia voz. Todas
las dudas que habían estado atormentándola guerrearon con el
inmenso amor que unía su corazón al de él.
– Eres tan hermosa, Lilibet. – Le susurró. – Dame lo que soñé,
dulzura. Quiero tu dulce boca moviéndose sobre mi polla, me está
volviendo loco. Vamos nena. – Le tomó la mano, tirando de ella un
poco más cerca. Cuando estuvo delante de él, sus manos
encontraron la parte inferior de su camisa y la levantaron sobre su
cabeza, tirándola muy lejos. – Que Dios se apiade de mí. – Él gruñó.
– Tienes los más deliciosos pechos en todo el mundo.
– Kane, ¿qué hay de Lisa? – Ella tuvo que forzar el nombre de sus
labios. – Tienes que decirme. – Una fuerte mano agarró su cuello,
tirando de su cabeza hacia delante mientras sus labios buscaban los
de ella.
– Vamos a vivir esta fantasía, cariño. – Su voz ronca por la emoción.
– Hagamos esto real, Lilibet.
– No puedo vivir con sólo un sueño. Me estás volviendo loca de
deseo.

146
Se llevó la mano a su polla, pidiéndole que lo tocara. Ella puso su
mano alrededor de su eje, sus dedos no lo envolvían por completo.
Su vara palpitante y dura en la mano, venas palpitantes suaves pero
fuertes que ella amaba a seguir con su lengua. La cabeza púrpura
hinchada atrajo su mirada, una dulce gota de pre-semen, perlaba la
pequeña ranura. Lilibet se lamió los labios, sabiendo que él sabía a
brisa salada del mar, una tormenta en una fría noche de otoño. Le
temblaba la mano, no había duda en su mente lo que pasaría
cuando ella lo besara, era lo mismo de siempre. Lilibet sabía que se
perdería a si misma en la magia de su amado. Y eso la asustaba
hasta la muerte. ¿Era real? ¿Su amor era real? El conocimiento de lo
que él podía hacer con ella tenía un tremente efecto en él.
– Ahora, pequeña. – Ordenó. El puño de Kane enredado en su pelo,
su pulgar acariciando su mejilla mientras la instaba a seguir. –
Dame lo que necesito, bebé. Seré tu esclavo de por vida.
– ¿Para la vida? – Lilibet gimió cuando la gruesa cresta abrió sus
labios, deslizándose dentro. Ella no podría haberse resistido por
nada. Incluso si esto fuera un sueño, era un sueño del que no quería
volver a despertar. En un momento más íntimo, giró su lengua
sobre su cabeza en forma de ciruela, una mano de su eje, el pulgar
acariciándolo, amándolo. Su otra mano descansaba sobre su muslo,
y ella sintió que sus músculos se flexionaban de la emoción. Los
pezones le hormigueaban cada vez que él gemía, todo su cuerpo
reaccionó al instante. Dios, lo amaba. Ella estaba tan sintonizada
con cada respiración suya. Él tiró de sus sedosos mechones de
cabello, manteniéndola anclado e inclinada a su voluntad.
Ciertamente, se daría cuenta de que no necesitaba insistir. Abriendo
los labios más amplios, lo llevó más profundo, amando la sensación
de él en su boca mientras ella lo lamía y lamía y chupaba.
– Querido Dios. Lilibet. Cariño. Oh Jesús, sí. Chupa mi polla,
pequeña. Chupa duro y profundo... – Ella lo miraba, mientras
chupaba, él dejó caer la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados en

147
éxtasis. Lo apretó más. Lo acariciaba con la lengua en el sensible
glande. – Juega con mis bolas, bebé. ¿Por favor? – Él no tenía que
preguntar más de una vez. Levantó las manos, tomándolas y
masajeándolas con ternura. Cuando él gemía con placer
perverso le daba tanta libertad, su corazón latía con la emoción de
hacerlo feliz. – Eres tan hermosa. – Le apartó el pelo largo sobre los
hombros. – Me gusta ver tus labios estirados alrededor de mi polla.
No hay vista más hermosa en el mundo.
A Lilibet le encantaba escucharlo. Su alabanza solo hacía que
quisiera agradarlo más. Trabajó su eje, el bombeaba mientras ella
chupaba y lamía, torturándolo con la felicidad pura. – Claro que no.
- Gemía - No hay nada en el mundo tan bueno como esto. Nada –
Kane empujó su cabeza hacia atrás para poder bombear sus
caderas llegando hasta su garganta, una y otra vez. Ella no podía
estar quieta, el clítoris hinchado y la crema de su excitación corría
hasta el interior de su muslo. – ¿Estás disfrutando de esto, bebé?
Ella buscó en su rostro, necesitaba saber que la amaba tanto como
ella lo amaba. Los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas
habían remecido sus pies y tenía que saber que todo era como
debería ser, deslizó los labios por su carne temblorosa y le preguntó.
– ¿Yo te complazco, Kane? ¿Soy suficiente para ti?
– Dios, sí, dulzura. Eres es exactamente lo que necesito. Tú eres todo
lo que necesito. – El amor en sus ojos envió un choque de placer
puro y ardiente a través de su cuerpo. A ella le encantaba darle
placer. Así que lo tomó en su boca de nuevo, chupando la cabeza
rodeándolo con su codiciosa lengua hambrienta.
– Me estás matando, Lilibet. No podré aguantar mucho más. – Ella
cerró los ojos, dejando que su voz le concediera paz. Visiones de los
últimos días se mezclaron con el estado de sueño de Lilibet y
lucharon por pasar por encima de la realidad de Kane y su amor. –
Oh, nena, ¡dulce bebé! No puedo parar. No puedo parar. – Ella se

148
negó a alejarse, quería todo, quería a Kane, quería que esto fuera
real. Con todo lo que tenía, le mostró cuanto lo amaba, lo
importante que era. La boca, los labios, la lengua, los dedos, todos
trabajaron juntos para dejarlo absolutamente loco.
Él no tenía otra opción, se entregó a ella. Todo su cuerpo se tensó, y
cuando sintió el primer chorro de su semilla, tragó con avidez,
adorándolo, amándolo. El cuerpo de Kane se crispó, literalmente se
retorció con la dicha de la liberación que explotó a través de su
cuerpo.
Ahora, lo único que quería era estar en sus brazos. Necesitaba ser
brazada, ella quería más. Su coño estaba exigiendo atención, pero
lo que más deseaba era tranquilidad. Cuando Kane la miró, leyó su
estado de ánimo y le tendió los brazos.
– Ven acá. – Ella se acercó a él, mientras que él extendía la mano
hacia ella. Poniéndose de pie, la acunó contra su pecho y le cubrió la
boca con la suya, pellizcando el labio inferior. Ella no podía negarse,
envolvió sus brazos alrededor de Kane y lo sostuvo cerca.
– Te amo. – Ella oraba mientras lo besaba de vuelta.
– Yo también te amo. – Él enmarcó su rostro y miró profundamente
en sus ojos. – ¿Te das cuenta de eso? Te amo más que la vida. – Con
un suspiro de alivio, ella se aferró a él.
– Eso es lo que necesitaba escuchar. – Lo sintió hincharse. – ¿Me
deseas?
– Siempre. – Él se comió su boca como si estuviera muriendo de
hambre, y ella se arqueó para aceptar todo lo que le ofrecía.
– Tómame, ¿por favor? – Su petición provocó en él una reacción que
emocionó su alma. Ella se sorprendió al darse cuenta de que estaba
temblando, literalmente temblando bajo sus manos. Ella estaba tan
lista para él, estaba de vuelta, ofreciéndose al hombre que amaba...

149
Un ruido rompió su lugar de su felicidad. Todo su cuerpo se mecía,
estaba acostada. Lilibet abrió los ojos y la oscuridad era todo lo que
veía. Todo su cuerpo estaba herido. ¿Qué había ocurrido? Dios, no
sabía lo que estaba pasando.
– Kane. – Ella gritó, pero sabía en su corazón que no podía oírla.
Estaba atada de pies y manos y lo mejor que podía decir era que
estaba en el maletero de un coche y la estaban llevando sabe Dios
dónde. Gimiendo, ella deseaba que ella nunca había estado de
acuerdo. ¿Kane la buscaría? ¿Sentiría su falta? Jadeante, llegó a un
acuerdo con su realidad y descubrió que ella prefería mucho más el
sueño.
*****
¿Dónde podría estar? Kane había ido a su casa, con la esperanza de
encontraría a Lilibet esperándolo. Supuestamente, alguien la trajo a
casa. Pero la casa estaba vacía, desierta, fría y solitaria, y no tenía la
más divertida sensación por la columna vertebral.
– Ella debería estar aquí ahora. – Dijo en voz alta, preocupado. No
le gustaba toda esta situación, no del todo. Marcando su teléfono
celular, sonaba y sonaba y cuando pasó al correo de voz soltó una
maldición. – ¡Mierda! – Hay algo que no le parecía bien. Marcó el
número de la oficina del rancho y pidió hablar con Lance,
manteniendo su voz tranquila. – Hey ¿Estás haciendo a Lilibet
trabajar horas extras?
– No, Rick Morton le dio un paseo a casa.
– ¿Quién es Rick Morton? – Kane no pudo evitar la preocupación en
su voz.
– Es nuevo. – Lance habló lentamente. – Viene de cerca de Nueva
Orleans. Yo no lo conozco bien, pero se comprobaron sus
referencias. ¿Sabes algo que yo no sepa?
– Lilibet no está en casa, Lance. Estoy preocupado.

150
Lance una pausa.
– Entiendo, hombre. Mira, no sé exactamente hace cuánto tiempo
ellos se fueron. ¿Necesitas que haga algunas comprobaciones por
ti?
Kane miró el reloj nuevamente.
– No, vamos a darles unos minutos más. Probablemente estoy
reaccionando exageradamente. – Después de la promesa de Lance
de mantenerlo informado, él lo dejó ir. Ni cinco segundos más
tarde, sonó el teléfono en su mano. ¡Al fin! Esperando que fuera
Lilibet, se decepcionó al ver “Hardbodies” en la pantalla del
teléfono. Era Isaac. No es que no quisiera oír a su amigo, pero tenía
otras cosas en la cabeza.
– Hey, ¿Qué es?
– Será mejor que vengas aquí, fui asaltado.
– Voy a estar allí. – Llamó al sustituto de Logan – Waters,
encuéntrame en el Bar de los McCoy, Hardbodies. Él dice que fue
asaltado.
No estaba lejos, pero Kane rompió el límite de velocidad para llegar
allí. Waters llegó al mismo tiempo.
– Sígueme. – Dio instrucciones a su suplente. – No sé lo que vamos
a enfrentar, pero hay un montón de cosas extrañas sucediendo.
Prevenir es mejor que curar. – Isaac debía haber abierto la puerta,
por lo que Kane y Waters entraron con las armas levantadas. El olor
a alcohol era abrumador y apuntó a la basura que se había hecho
en la barra. Parecía como si alguien hubiera destruido el lugar
rompiendo docenas de botellas llenas de vodka, whisky, ron y
tequila. Cristales rotos por todas partes. – Es un desastre.
– Oigo voces, jefe. – Waters caminó en dirección del ruido. – Deben
estar en la parte de atrás. – Caminando por el pasillo, Kane oyó a

151
Isaac gruñendo furioso con alguien. Feliz saber que su
amigo estaba vivo y bien, Kane llamó.
– ¡Isaac! ¿Dónde diablos estas?
– Aquí abajo.
– No recuerdo alguna cueva. – Kane murmuró. Y mientras bajaba
las escaleras, se sorprendió. Isaac había construido una sala de
juegos, un parque de juegos sexual BDSM. – Bien, hombre. – Él no
tuvo tiempo para contemplar todo antes de ver a un hombre,
Keszey, atado como un pavo de Navidad. – Bueno, parece que
hiciste una detención ciudadana. Bart Black – Sonrió a su amigo. Al
mismo tiempo, que tomaban a Keszey en custodia y lo llevaban
esposado, pero no antes de conseguir una imagen de su entorno.
– Bueno, infierno, McCoy. Debería haber sabido. Todo el cuero
negro que utilizas tiene sentido ahora. ¿Qué eres, una especie de
Marqués de Sade?
Isaac no se inmutó.
– Soy un Dominante Kane. Un Dominante sexual. – Dijo de forma
natural.
– Suena extraño. – Eufemismo.
– Espero que mantengas tu boca cerrada sobre esto y le digas a tu
adjunto que haga lo mismo. Este es mi negocio privado y quiero
que siga siendo así.
– Si esa es la forma en que lo quieres. – Kane no era chismoso. – Y
voy a hablar con Waters. Él es un solitario. No creo que tengas
problemas.
En ese momento, la radio de Kane sonó.
– Sheriff. ¿Qué? ¡Maldita sea! Pero lo tenemos en Hardbodies,
¿Cómo podría estar en dos lugares a la vez? ¿Qué dijiste?

152
Isaac vio Kane ponerse blanco como papel.
– ¿Qué está mal? ¿Pasó algo en Tebow? – Por el modo en que su
suerte estaba funcionando, no le sorprendería.
– Es mi Lilibet. Dejó tu rancho hace unos minutos. Quién la traería a
casa era Rick Morton y tuvo un accidente, algo de ganado en la
carretera. Y ahora ella se ha ido. – Subió las escaleras con Isaac
detrás de él. – Ella debe permanecer allí hasta que pueda llegar,
pero tuvimos un malentendido tras otro. ¡Mierda! Sabía que algo
estaba mal. Vayamos al rancho a averiguar lo que está pasando.
– Voy a estar justo detrás de ti, primero me aseguraré de poner a
salvo este lugar. – Dijo Isaac. Kane hizo una pausa sólo para darle a
Waters una idea de lo que estaba sucediendo antes de irse hacia
Tebow. Buscando en el lugar donde Jacob había reportado algún
tipo de accidente, Kane desaceleró en el camino, entonces lo vio.
Presionando el freno, se detuvo y salió, con el corazón en el pecho.
Uno de los pequeños zapatos de lona de Lilibet estaba tirado en el
polvo y junto a ella estaba el pequeño medallón que le había dado,
un pequeño medallón de diamante. “Oh, cariño, ¿qué te ha
pasado?”.
Sostuvo el medallón de diamantes en la mano y se comprometió a
encontrarla. El miedo, como nunca lo había conocido antes brotó
dentro de él. Yendo a la camioneta, pidió ayuda. Algo había
sucedido aquí y necesitaba ayuda. Si pudiera tener un equipo para
verificar si había huellas de neumáticos y alguien preguntaba por
Morton, sería un buen comienzo. Brian, su hermano, tenía que ser
traído, si podían encontrarlo. Lilibet creía que su hermano era
inocente, pero podía tener información que podría utilizar. Todas
las piezas del rompecabezas necesitaban ser examinadas y
analizadas. En su interior, Kane pensaba que alguien estaba
poniendo los tornillos a Brian y Lilibet era sólo un peón en el

153
esquema solo para enriquecerse. Pero él tenía un arma secreta. Y
su nombre era Cady Renaud.
En el camino al rancho, Kane llamó por teléfono a Lance para
preguntar si Morton había aparecido. No lo había hecho. Pero se
enteró que el más joven de los McCoy, Nathan, no podía ser
encontrado. ¡Infierno! ¿El mundo se estaba volviendo loco?
¿Nathan pudo haber sido secuestrado al mismo tiempo que Lilibet?
Kane no dudaba nada.
En Tebow, los McCoys estaban listos para la batalla. Todos los
hermanos se habían reunido. Cuando Kane se unió a ellos, sabía
que parecía en estado de shock. Noah vio su rostro y de inmediato
se dirigió a él.
– ¿Qué está mal? ¿Has oído algo?
Kane no podía ayudarlo, solo dejó escapar sus problemas.
– Llamé refuerzos. Algún loco hijo de puta tiene a mi chica. Y no es
Keszey, Isaac y yo lo capturamos. – Había que señalar la captura de
Keszey, pero no había tiempo para regocijarse. – ¿Alguna palabra
sobre Nathan? – Antes de que nadie pudiera responder, miró
directamente a Cady. – ¿Me puedes ayudar?
– Estoy segura que puedo. – Ninguno de los otros miembros de la
familia les prestó mucha atención. Se comunicaban con walkie-
talkies y Aron estaba incluso distribuyendo rifles cargados. Él
hablaba en serio. Kane lanzó rápidamente un mapa sobre la mesa y
Cady fue a recoger a su péndulo. Cuando volvió, miró al sheriff. –
Necesito algo de Lilibet. – Kane le entregó el pequeño medallón. Él
sabía qué hacer.
Cady fue al mapa y comenzó a centrarse, moviendo el péndulo
amatista sobre papel. Estaba molesta, y le temblaba la mano.
Asegurando el colgante de oro en su mano izquierda, se centró en
Lilibet y el lugar en el mapa que Kane había dicho que podía haber

154
desaparecido. Lentamente, muy lentamente, el péndulo comenzó a
girar a la izquierda. – Se la llevaron a Austin. Si te das prisa, la
encontrarás. – Las palabras apenas habían salido de la boca de Cady
y Kane estaba fuera de la puerta.
¡Mierda! Austin no era tan grande, pero la I-35 estaba cortada en la
mitad y podría llevarlo a Dallas si giraba al norte o a San Antonio y
Houston en dirección al sur. Transmitió por radio la información a
su tripulación.
– Quiero un puesto de control en la autopista 16 antes de entrar en
la I-10. Si ellos van a Austin, tendrán que ir a través de
Fredericksburg, pero vamos a cubrir ambas posibilidades. – Se
dirigió hacia allí, encendiendo la sirena para hacer el mejor tiempo.
– Sheriff, sé que estás preocupado por Lilibet, pero hay un
accidente cerca de una milla por delante de usted en la carretera
16. Creo que deberías parar.
Kane sabía su trabajo, pero maldita sea era una emergencia, su
emergencia. Aun así, no podía ignorar a la gente que necesitaba
ayuda.
– ¿No hay nadie más cercano que puede manejar esto por mí?
El agente hizo una pausa, y Kane sabía que no quería oír el resto.
– Es su ex esposa, señor. Y su pequeño hijo estaba con ella. Creo
que es mejor parar.
– Maldición. – Golpeó el volante. Mirando a lo lejos, vio las luces de
los coches de policía y la ambulancia. Mientras se acercaba, vio el
Lexus de Lisa, destrozado y volcado. Había ocho ruedas aplastadas
en una zanja. El conductor no parecía estar herido. Kane se detuvo
y echó a correr. Los paramédicos estaban trabajando en Lisa y
podía ver que estaba mal. Estaba cubierta de sangre y estaban
trabajando para llevarla cargada en una camilla. – ¿Dónde está el
niño? – Su hijo fue su primera preocupación.

155
– El niño ya está en la ambulancia, Sheriff, él... – Un joven señaló el
camino. – se pondrá bien, es posible que necesite una unidad de
sangre.
Kane puso su mano sobre su hombro del paramédico.
– Escúchame con atención. Estoy en medio de una situación de
APB. Pero este muchacho podría ser mi hijo. Y si necesita sangre,
tengo varias unidades ya almacenadas en el banco de sangre. Es un
requisito para nuestros funcionarios. Si esto es un juego, ve que
tenga éxito. ¿De acuerdo?
Para dar crédito a joven, él nunca parpadeó.
– Sí, señor. Puede contar conmigo, señor.
– Sheriff. – Otro paramédico lo llamó a donde Lisa estaba
recostada. – Ella quiere hablar con usted. – El paramédico negó con
la cabeza indicando que no tenía mucho tiempo. Kane había visto
muchos accidentes, pero nunca endureció su rostro para el dolor
de otras personas. E incluso si esta mujer le había hecho daño y
causado un sufrimiento inconmensurable, no tenía ganas de verla
morir.
– Lisa. – Se arrodilló a su lado y le tocó la mano. Después de todo,
se habían casado. – Vamos a llevarlos al hospital. Dicen que
Dwayne va a estar bien.
La cara de su ex esposa estaba deforme y magullada. Tenía un ojo
cerrado por la hinchazón. Cuando intentó susurrar, la sangre cubrió
sus labios.
– Lo siento, Kane. – Ella comenzó. – Le dije a Lili... Tu novia, la dejé
pensar que estábamos durmiendo juntos. – Kane no quería
escuchar eso. Su confesión le hacía enfermar. – Vio a Dwayne. Ella
piensa... – Una tos interrumpió sus palabras hirientes.

156
– Lo siento señor, tenemos que irnos. – Kane se retiró. La cabeza de
Lisa se había girado hacía el lado y él ni siquiera podía decir si
continuaba respirando. Ellos probablemente tendrían que llamarlo
avisando de su muerte antes de llegar a la ciudad. Mientras
caminaba a su camioneta, oró por encontrar pronto a Lilibet.
Dondequiera que estuviese, ella pensaba que él la había
traicionado. Su Lilibet pensaba que no la amaba. Y que nunca lo
haría. Él solucionaría todo con ella, de una manera u otra.
******
Lilibet luchaba, pero no conseguía nada. Las cuerdas estaban
cortando sus muñecas, y no sabía si la humedad que sentía
goteando por sus manos era sudor o sangre. Un gemido de
frustración se hizo eco en la oscuridad del maletero del auto. Dio
las gracias a Dios por que el tiempo no era tan caliente como lo
había sido una o dos semanas atrás, o se habría asfixiado o muerto
por el agotamiento por calor. Por un momento se quedó inmóvil y
en silencio, tratando desesperadamente de escuchar una voz o una
pista de dónde estaba y qué estaba pasando.
¿Por qué ocurrió esto? ¿Qué había hecho para que alguien la
tratara así? No tenía nada de valor. Su mente dolía tratando de
resolver un enigma sin solución. El golpe en la cabeza la había
hecho confundirse. Poco a poco, fue recordando. Ellos querían el
dinero de Kane. Este conocimiento llevó a luchar de nuevo. Tenían
que estar relacionados con Brian. Una ola de terror la invadió. ¿Él
estaría bien?
Pasos que crujían sobre la grava hicieron que levantara su cabeza
sea en estado de alerta, y cuando el maletero se abrió, se alegró
con el soplo de aire fresco. Parpadeó, pero no había luz solar para
cegarla, era de noche.
– Sácala y llévala a la habitación del motel. Luego oculta el coche, y
tráeme la bolsa con el teléfono y vamos a ver cómo Saucier quiere

157
a su mujer. – La punta de un cuchillo le rozó la pierna y sintió las
sogas en sus tobillos siendo cortadas. Manos ásperas agarraron su
hombro y la sacaron de su pequeña prisión. Lilibet casi lloró cuando
un puntitos de agonía barrieron sus piernas al tratar de sostener su
peso.
– ¡Levántate, perra! ¡Nadie va a tomar tu culo cojo!
Cando la sensación volvió a sus pies y piernas, Lilibet se dio cuenta
que uno de sus preciosos zapatos faltaba. Qué extraño, iba a llorar
por un zapato cuando su vida estaba en peligro.
– Kane, Kane. – Ella gimió. – Te necesito.
– Estamos a punto de llamarlo. – El hombre calvo y grosero se
burló. – ¿Puedo darle un mensaje por ti? – Morton, el hombre en el
que había confiado, la condujo, tropezando a través del
estacionamiento. Lilibet miró a su alrededor, esperando que
alguien pudiera ver su situación e interviniera. Pero estos dos no
eran estúpidos, habían estacionado entre un contenedor de basura
y un camión que era lo suficientemente alto para ocultarlos a
medida que avanzaban hacia la puerta.
– Sí. – Ella encontró un poco de coraje y respondió a la fluidez. –
Dile que traiga un camión de basura. Hay un montón de basura aquí
que necesita ser eliminada. – Sus palabras inteligentes fueron
recibidas con una fuerte bofetada en la cara. El dolor punzante casi
la hizo sentir mejor. Estaba viva y Lilibet estaba decidida a
permanecer de esa manera, aunque fuese sólo para vivir lo
suficiente para ver a estos dos tras las rejas, y ver Kane de nuevo,
eso si es que él quería.
El hombre calvo parecía ser el líder del bando. Abrió la puerta de
una habitación y lo sostuvo mientras Morton la llevaba dentro. La
pusieron en la cama y ella se preguntó si la violación estaba en su
mente. Lilibet avanzó hacia un lado, lo más lejos de ellos que podía

158
estar. Morton la miró y se lamió los labios. Un teléfono celular vibró
llamando su atención, y ella estuvo agradecida.
Se alejaron de ella y luego escuchó a uno de ellos maldiciendo y
pateando la puerta principal.
– ¡Mierda! Es una buena cosa que nos detuvimos aquí. Había una
barrera en menos de una milla de la carretera. La policía está
parando a todos. Y te voy a dar una conjetura de lo que están
buscando.
Lilibet luchó para escuchar más, pero los dos hombres la habían
dejado. Deseó que hubiesen desatado las manos antes de salir. Si
no conseguía un baño pronto sería demasiado tarde. Cerrando los
ojos, se recordó a sí misma que aún estaba viva, y Kane estaba
buscándola, y eso era todo lo que importaba.
*****
– Eso es correcto Tindall, esto es malditamente personal. Ella es mi
novia. – Kane se puso de pie en el bloqueo de carretera y consideró
sus opciones.
El departamento de Austin había venido en su ayuda, pero habían
llegado con las manos vacías.
– Hemos parado a cada vehículo durante la última hora. ¿Durante
cuánto tiempo desea que sigamos así? – Había simpatía en la voz
de otro hombre, y la decisión de hacer lo que tenía que ser hecho.
– Ellos deberían estar viniendo aquí ahora. – Tenía una gran fe en
Cady, y ella creía que Lilibet había sido llevada hacia Austin, y así lo
hicieron. – O se fueron en otra dirección O… – Un pensamiento se
le ocurrió. – o se detuvieron en algún lugar a lo largo del camino. –
Antes de que pudiera envolver su mente alrededor de ese
pensamiento, sonó su teléfono móvil. – Sheriff, aquí.
– Quiero hablar con Saucier.

159
La voz le sonaba familiar, y algo al respecto hizo que Kane
permaneciera alerta.
– ¿Quién es? – Exigió.
– Tu peor pesadilla. – Fue la respuesta. – Tengo a tu novia, sheriff. Y
si quieres volver a verla, es mejor que escuches con atención.

160
Capítulo Seis
Todas las decisiones que había tomado, buenas y malas, lo llevaron
a este momento. Kane sabía que se había alejado del núcleo
familiar por buenas razones, pero de una nunca podría escapar; el
patrimonio de la familia Saucier. El dinero no era la raíz de todos
sus males, pero seguro que había causado muchos problemas en su
vida. La riqueza no era algo que Kane ansiaba. Entonces darle la
espalda a la fortuna de la familia no fue una decisión difícil para él.
Ahora, por causa de un hombre loco, tendría que ir a su padre y
pedirle una gran cantidad de dinero. Hanks exigió cinco millones de
dólares para liberar a Lilibet y esa cantidad era 4,95 millones más
de lo que tenía.
Emociones conflictivas guerreaban en su pecho. Negociar con los
secuestradores no era algo que le gustara hacer. Pagar rescates no
era un acto que él aprobara. Su manera de resolver los problemas
venía de su trabajo policial y su placa. La diferencia esta vez es que
la vida que estaba en peligro era la de Lilibet, que era la persona
que hacía toda la diferencia en su mundo. Cinco millones de dólares
era mucho dinero para muchas personas, pero si ese era el precio
por salvar la vida de su amor, entonces era un pequeño precio a
pagar. Pero antes de pedírselo a su padre, pretendía usar una carta
que él había guardado en la manga.
*****

Oyó a los hombres hablando en la habitación. Ellos la tiraron en el


baño para hacer sus llamadas en sus teléfonos. La puerta no estaba
cerrada con llave y le habían desatado las manos y los pies. Por
alguna razón, nunca pensaron que intentaría escapar. El hecho de
que ella estaba cojeando, no la hacía impotente. Lilibet no se
considera deficiente, simplemente no era tan rápida o tan elegante
como todos los demás. Pero tenía un cerebro lleno de coraje y

161
determinación, y, a veces, eso era más importante que un cuerpo
perfecto.
Lilibet sentía que estaba con un poco de suerte, vio la oportunidad
de escapar por lo que lo intentaría. Había tres hombres y ella, pero
a ella siempre le gustaron los desafíos. De pie, con la oreja en la
puerta, se esforzó por escuchar cualquier cosa que le pudiera dar
una pista de lo que estaba sucediendo.
A pesar de todo lo que había sucedido, todavía tenía fe en Kane.
Más importante aún, creía en sí misma. No todo sobre los últimos
días tenía sentido. Mirando su mano, con sus uñas quebradas y
finos arañazos, vio el anillo que Kane le dio. No sabía lo que estaba
pasando con la ex esposa de Kane y el niño, pero ella había elegido
creer en el amor que había visto en los ojos de Kane cuando le puso
el anillo en su dedo.
Poniéndose de pie, se miró en el espejo. No había nada hermoso en
la imagen que le devolvía la mirada. Manchas de suciedad surcaban
su rostro y su pelo estaba manchado con sangre y grasa. El
maletero del coche estaba sucio y parecía oler el diesel y el aceite.
Se le había ocurrido a lavarse, pero no quería ahogar cualquier
ruido que sus captores hicieran. Pasos caminando en su dirección la
hicieron saltar hacia atrás, y cuando se abrió la puerta Lilibet quedó
boquiabierta.
– ¡Brian!
*****
La información había venido de Tebow. Cady estaba en el hospital.
Ella había sido electrocutada, pero sobreviviría. Kane odiaba
molestarla, pero era muy importante. Necesitaba saber si podía
decir algo acerca de la ubicación de Lilibet. El tiempo era esencial,
pero tenía la intención de verificar al chico mientras estuviera allí.
Su corazón estaba dividido, Kane quería ser dos personas, apenas
había suficiente de él como para prestar atención a todo lo que

162
estaba sucediendo a su alrededor. Rodeando la sala de
emergencias por el estacionamiento se precipitó hasta el hospital y
se dirigió al mostrador de información. Estaba a punto de preguntar
dónde estaba la habitación de Cady Renaud cuando un médico lo
llamó.
– Sheriff, estamos contentos de que estés aquí. Necesitamos que
firme unos papeles sobre el muchacho. – Lo siguió, ansioso por
saber lo que estaba pasando.
– Usted está en la lista como tutor legal, en caso... en caso de...
– Yo sé que mi ex esposa está muerta, doctor. – No había alegría en
su voz. Toda esta confusión era una tragedia. – ¿Qué es esto?
– Usted dio su permiso verbal para que el paramédico hiciera la
transfusión de sangre, pero necesitamos su firma para que sea
legal. – Kane comprendió la necesidad de una suficiente
documentación, y a pesar de estar en un apuro, él estaba dispuesto
a firmar los papeles.
– Le dije al paramédico que tenía algunas unidades de sangre
almacenadas aquí. Ustedes las utilizaron para salvar al niño, ¿no es
así? – Como no podía estar al lado del chico, el hecho de saber que
lo había ayudado de alguna manera, era un consuelo.
El médico lo miró perplejo, ya que no quería ser quien se lo
explicara.
– ¿Nadie te lo dijo? Lo siento. Alguien debería haberte dicho.
– Nadie me dijo ¿Qué? – Kane se estaba impacientando.
– No pudimos utilizar su sangre, señor. No era compatible. –
Realmente no entendía nada sobre los tipos de sangre, por lo que
preguntó.
– Por lo tanto, ¿La sangre de uno de los padres no siempre es
compatible?

163
– No siempre. – El médico dijo lentamente, como si estuviese
siendo cuidadoso con la información que le estaba pasando.
– Sheriff, verificamos el tipo de sangre del niño y en comparación
con el de la madre y la suya propia. Usted es el tutor legal del niño,
pero usted no es el padre del niño. Usted no podría serlo.
– ¿Él no es mi hijo? – Kane se sorprendió. No sabía si estaba
contento o triste.
– Pero mi ex esposa dijo... – Kane se detuvo y se pasó las manos por
la cara. Lisa, por supuesto, ella debía saber que no era cierto. De
hecho, él había dudado la primera vez que escuchó la noticia de
que tenía un hijo. El problema fue que una vez que ella plantó la
idea en su mente, que él tenía un hijo, una parte de él esperaba
que fuese verdad.
– Usted tiene un alto porcentaje de los marcadores de ADN en
común con Dwayne, pero no lo suficiente para ser su padre. El
escenario más probable es que usted tiene algún tipo de relación
con su padre biológico.
– ¿Qué demonios? – Kane estaba desconcertado. ¿Con se acostó
Lisa? ¡Mierda! Bueno, no tenía tiempo para preocuparse por eso
ahora. Tenía que salvar a Lilibet.
– Mire, doctor. Me tengo que ir. Tengo una crisis personal y un
crimen en progreso, pero quiero que digas algo a Dwayne por mí, si
puedes.
El médico se acercó a Kane con preocupación en sus ojos.
– Por supuesto, lo haré. Es muy joven, y está pidiendo a su madre. -
Ese conocimiento hirió a Kane. No quería que el pequeño sintiera
que estaba solo.
– Dile que no estará solo por mucho tiempo. Hazle saber que el
sheriff preguntó por él y que yo soy su amigo. Dile a Dwayne que lo

164
veré tan pronto como pueda. – Kane sabía cómo los niños se
sentían acerca de la policía y bandas.
– Dale esto por mí. Podría hacer que se sienta mejor. – Kane sacó
su placa, una estrella de plata con seis puntos, y se la entregó al
médico.
– Dile que guarde esto por mí hasta que yo vuelva.
El doctor parecía emocionado.
– Lo haré, Sheriff.
– Necesito ver a Cady Renaud; Creo que ha sido llevada al hospital
por electrocución. – La noticia de que el fisioterapeuta de Joseph
McCoy estaba casi muerta, fue un shock, sin juegos de palabras. La
última vez que Kane había visto a Cady, ella le dijo dónde empezar
a buscar a Lilibet. Y aunque no la había encontrado, Kane todavía
confiaba en Cady. Es por eso que necesitaba hablar con ella de
nuevo, además, le prometió a Joseph para ver cómo estaba. Ellos
estaban enamorados, cualquier persona con un poco de sentido
común podía verlo. Joseph fue probablemente el último en
enterarse, pero no todo hombre es tan inteligente como él. Kane
soltó una sonrisa amarga. Sabía con certeza que él amaba Lilibet y
si no pudiera traerla de vuelta, no sabía cómo podría continuar con
su vida.
– Habitación 301, justo debajo de la UCI. – El médico señaló en la
dirección correcta.
– Esta mujer tuvo suerte. Fue un milagro que hubiera sobrevivido a
la electrocución, o podría haber sido magia. Yo no sé qué.
En cuanto a Renaud, Kane no dudaba nada. Corrió en la dirección
indicada por el médico y cuando llegó allí, llamó a la puerta. No se
sorprendió al ver a Joseph McCoy a su lado y la forma en que
estaba sosteniendo la mano de Cady le llevó a creer que el audaz
Joseph finalmente había despertado.

165
– ¿Cómo está ella? – Kane entró en silencio.
– Estará bien Kane. Ella me salvó la vida. – Joseph se levantó y le dio
una palmada en la espalda. – Soy un suertudo. ¿Alguna señal de
Lilibet? – Joseph tuvo un paseo salvaje. Solo hace algunas semanas
había estado en una silla de ruedas, pero gracias a Cady, Joseph
estaba ahora sobre sus propios pies.
– No, bloqueamos la carretera principal de Austin, como dijo Cady,
pero no conseguimos nada. – Joseph parecía comprensivo y Kane
miró a la cama del hospital. Los ojos del Cady estaban abiertos y
había oído cada palabra que decían.
– Probablemente se detuvo antes de llegar a la carretera principal.
Pero no tengo ni idea de dónde buscar. Me preguntaba si Cady
podía ayudarme de nuevo. – Joseph parecía incierto, pero Cady
canceló su preocupación.
– Oh Kane, lo siento. – Cady le tendió la mano y Kane se acercó a
ella. – ¿Trajiste el collar? No tengo un mapa conmigo, pero tal vez
pueda encontrar algo.
Kane se inclinó y besó a Cady.
– Oí decir que querías ser electricista. – Jugó con ella. – No sé si
eres mágica, pero eres invencible. – Joseph gimió ante el recuerdo.
– Me alegro que estés bien. – Cady le dio a Joseph una mirada
tierna.
– No podía dejar que le pase nada a Joseph. – Kane entendía lo que
estaba diciendo. Ellos estaban llevando al ganado de vuelta al
rancho durante una tormenta, cuando un rayo cayó sobre un árbol.
Una de las grandes ramas del árbol se rompió alcanzando la red
eléctrica y un cable escapó casi alcanzó Joseph. Cady vio y
lo agarró antes de que el cable pudiera estar en contacto con su
cuerpo. Ella literalmente se interpuso entre él y la muerte. Así era
el amor. Kane sólo deseaba poder hacer lo mismo por su pequeña.

166
– ¿Estás segura que puedes sentir algo sosteniendo esto?
Kane estaba tratando de ser cortés y, al mismo tiempo, que
retiraba del bolsillo el pequeño medallón. Ella lo cogió y lo sostuvo
en la palma de su mano. Llevó su mano cerrada con el medallón
contra su pecho y cerró los ojos. Kane la miró esperanzado. Joseph
se acercó a los dos y se quedó en silencio por no romper la
concentración de Cady. Hubo algunos momentos de silencio tenso
y luego un bufido de exasperación de Cady.
– Es como mirar una pizarra en blanco. – Lo intentó de nuevo,
mostrando su esfuerzo a través de su dulce rostro. – Kane, lo
siento. No sé si es el accidente o qué. Pero yo no puedo sentir nada.
– ¡Infierno! ¿Qué iba a hacer ahora?
– No te preocupes, Cady. – Le aseguró, incluso con el corazón roto.
– Sólo tengo que confiar en la buena labor policial a la antigua.
*****

– ¿¡Brian!? – Lilibet estaba sorprendida y muy feliz de ver a su


hermano. Él vino a rescatarla. Ni siquiera consideraba cualquier
otra posibilidad.
– ¡Cállate, perra! – Le gritó con un suspiro y luego susurró lo
siguiente.
– Confía en mí. Te amo. – Lilibet se quedó muda. Ella estaba débil
por el hambre y el miedo. Antes de que pudiera pensar en algo, él
la tiró por el brazo. – ¡Ven! – Le gritó de nuevo, pero su toque no
fue tan duro como su voz.
– ¿A dónde vamos? – Preguntó.
– No te preocupes por eso, señorita. – Gruñó el calvo.
– ¿A dónde vas?, ¿¡no sabes el camino de regreso!?

167
– Pensé que íbamos a esperar el rescate. – Una voz dijo detrás de
ella. No sabría decir de que estaba hablando. Toda su energía se
centraba en el rostro de su hermano, tratando de entender lo que
sus expresiones querían decir para mantenerse caminando,
poniendo un pie tras otro.
– Oh, todavía conseguiremos el dinero Saucier, cada centavo. Y
mientras esperamos, vamos a cubrir nuestros traseros. Los ánimos
están muy exaltados aquí. Ese control de carretera me pone
nervioso. Nuestro contacto en Houston envió un vehículo como una
última forma de escapar. Vamos a dejarla en un lugar seguro y
dejaremos el Dodge. De esa manera, si Saucier llegar con los cinco
millones, muy bien, y si no lo hace, la señorita lisiada estará a punto
de ser subastada como esclavo. – Ellos se rieron de ella y se
preguntó qué querían decir con subasta de esclavos... No podía ser
nada bueno. ¡Kane! Ella gritó en su mente. ¡Te necesito!
*****

– ¡Maldita Sea! – Morton suspiró cuando vio el gran coche fúnebre


negro esperando en la puerta del motel. Los dos hombres se
echaron a reír. Brian no.
– Brian. – jadeó.
¿Qué iban a hacer con ella?
– Nadie nos detendrá jefe, eso es seguro.
– ¡Verdad! – El líder cruel estuvo de acuerdo. – A nadie le gusta
molestar a los muertos. Vamos a ponerla de espaldas y cerrar el
paquete.
¿Qué querían decir? Lilibet estaba a punto de entrar en pánico.
Nerviosa, miró a su hermano. Un susurro.
– ¡Ayúdame! – Y eso fue todo lo que pudo.

168
Brian no dijo nada, pero la mirada que le dio fue de comprensión.
*****

Cuando las puertas del coche fúnebre se abrieron, un ataúd de


plata se deslizó fuera.
– ¡No! – Ella gritó. Brian vaciló, pero los demás se la llevaron. Y
antes de Lilibet pudiera entender su destino, fue puesta en el
interior del ataúd y la tapa se cerró de golpe en la cara.
Pánico. Puro pánico. Lilibet se sentía dentro de una prisión. Pasaba
las manos sobre la tela encima de ella. Es curioso, nunca se había
sentido confinada antes. Cuando sus padres murieron, ella eligió
sus ataúdes, pero no podía hacer nada. La muerte era el final, ¡Pero
no estaba muerta!
Protestando contra su destino, Lilibet golpeó los lados y la parte
superior del ataúd y gritó en voz alta en plena voz.
– ¡Ayúdame! ¡Dios, por favor ayúdame! – Con suspiros pesados,
trataba de empujar la tapa, pero estaba cerrada. Hasta entonces no
se había dado cuenta de cuánto fuerza que podría aplicarse por
falta de oxígeno. - ¡No quiero morir! – Lloraba.
Todo lo que quería era gritar y llamar a Kane. Pero ¿Eso la
ayudaría? Kane no estaba aquí. Él no tenía idea de dónde estaba, y
no tenía esperanza de encontrarlo. Lo único que harían sus gritos
era consumir el poco oxígeno que le quedaba. Lilibet intentó
controlar su respiración, pero su diafragma parecía paralizado,
luego se dio cuenta de que estaba teniendo un ataque de ansiedad.
Tenía que tener agujeros de aire, sólo tenía que tener. Dios, tenía
que obtener el apoyo. Piensa. Piensa. Si desean recibir el rescate o
venderla por dinero, sin duda tenían que mantenerla con vida. No
valdría mucho muerta. Una carcajada abrupta arrancó de su
garganta.

169
Qué triste que la comodidad que encontró fueran en realidad los
horrores que sus captores tenían reservado para ella.
Durante unos segundos, cerró los ojos y se imaginó a sí misma en
los brazos de Kane de nuevo. ¿Las últimas semanas realmente
habían sucedido?, ¿O era todo un sueño? Un sueño maravilloso e
imposible.
*****

La oscuridad creciente del anochecer les proporcionó una capa


alrededor de ellos, escondiendo sus malas acciones y
manteniéndolos a salvo de la detección. Brian vio cargar el ataúd
con su hermana en el interior en la parte trasera del coche fúnebre.
Este resultado de su codicia y la falta de sentido común lo
horrorizaron. Su madre y su padre siempre le advirtieron acerca de
caminar con la gente equivocada. Ahora, las circunstancias eran un
claro ejemplo de lo peor que podría suceder cuando una fuerza
más fuerte se hacía cargo de su vida.
– Ladner, tú y Morton sígannos tan rápido como puedan y
mantengan los ojos bien abiertos para los policías. Dejé las
instrucciones claras sobre dónde Saucier dejará el dinero. Lo lleve o
no, conseguiremos nuestro objetivo de cualquier modos. Así que
vamos a ocultar el cuerpo, no tan muerto, y permanecer en silencio
para ver si el sheriff llama su padre por el dinero o si vamos al plan
B. – Hanks arrojó la llave de la habitación a Morton.
– Comprueba la sala y asegúrate de no dejar nada, entonces deja la
llave en el armario. Y permanece fuera de la vista. Estaremos en
contacto. – Brian estaba allí con su socio de crimen y vio como el
coche fúnebre se retiraba y se dirigía hacia Houston.
– Hey, idiota. – Morton lanzó a Brian la llave de la habitación del
motel.

170
– Va y echa un vistazo a habitación. Voy a conducir. – Morton dio la
espalda a Brian y consideró la posibilidad de hacer algo con él.
Estaba tan desesperado como para intentar cualquier cosa. Si se
metía en el coche con ese vaquero rápido, podría no tener otra
oportunidad. Miró a la izquierda y a la derecha para ver qué camino
tomar, notó una piedra del tamaño de un puño que parecía estar
llamándolo por su nombre. Diablos, tenía que hacer algo, y aquí
estaba la respuesta. Lilibet merecía tener la oportunidad de una
vida buena y estaba decidido a hacer que esto sucediera.
– ¡Por supuesto! – Brian dio dos pasos, y tomó la piedra. Golpeó
con la piedra, la cabeza de Morton. Con un solo gemido, Morton se
derrumbó como un árbol caído. Brian comprobó y se aseguró que
aún estaba vivo. Se sintió aliviado al sentir su pulso. Esto era algo
que Brian no necesitaba, un cargo por asesinato. Y como la suerte
no estaba de su lado, eso es exactamente lo que podría suceder.
A toda prisa, abrió la puerta de la habitación del motel, y metió a
Morton dentro. No siguió las instrucciones de echar un vistazo, no
se preocupaba por las pistas que habían quedado. Lo único que
quería era encontrar a Kane y decirle donde estaba Lilibet antes
que la larga limusina negra en que viajara llegara demasiado lejos.
*****

– ¿Que sabemos, sheriff? – Su agente estaba allí queriendo ayudar


en todo lo que pudiera. Kane había regresado a la oficina para
coordinar los esfuerzos de búsqueda.
– Todavía tenemos el puesto de control en la carretera. Me
encantaría atraparlos en el acto. Y he pedido a Austin que envíen
un equipo para comprobar hoteles, moteles, almacenes. Cualquier
lugar donde podrían estar escondidos. – Kane miraba por la
ventana, a la distancia como si pudiera llamar a Lilibet sólo con el
poder de su amor. – La línea telefónica ha estado sonando, y por
supuesto, estamos revisando todo esto, también.

171
– ¿Qué pasa con el rescate? Cinco millones es mucho dinero. Vas a
dejar pasar la fecha límite ¿o qué?
– No. Si no lo hemos atrapado mañana al mediodía, voy a estar en
el lugar designado con todo el dinero que pueda reunir. – Kane
sintió sus entrañas distenderse. Si no se equivocaba, tenía una
úlcera que estaba caminando directamente a su columna vertebral.
Nadie sabría nunca lo mucho que quería caminar hasta ese
contenedor, dejar el dinero y solo envolver sus brazos alrededor de
su amada y desaparecer. Pero sabía quién era el secuestrador, esa
voz le perseguía hasta que recordó. Tuvo conflictos con Kyle Hanks
y su hermano. El Hanks menor había muerto en un almacén en
Nueva Orleans. Ese hecho le había convencido de que tenía que
asegurarse que todas las personas cercanas a él estaban
protegidos. Esto era más que Lilibet, es por eso que no podía
confiar en su petición de rescate. Sin embargo, Zane estaba
trabajando en la liquidación de todo lo que ellos dos tenían, sabía
que no serían cinco millones, pero sería un buen comienzo.
Aron McCoy le prometió que le daría todo el dinero que necesitara.
Kane no le gustaba la idea de tomar dinero de sus amigos, pero era
mejor que pedir a su anciano padre. Mientras tanto, él estaba
planeando en hacer todo lo posible para atrapar a los bastardos y
asegurarse que pagaran por sus crímenes.
Su móvil empezó a vibrar en el bolsillo y Kane lo sacó, esperando
contra toda esperanza que fuera una buena noticia.
– Saucier.
– Al menos aun utilizas el nombre de la familia. – Todos los
músculos del cuerpo de Kane se tensaron.
– ¡Padre!
– Me sorprende que reconozcas mi voz. ¡Ha sido un largo tiempo!

172
El viejo Saucier sabía cómo presionar los botones, pero ahora no
era el momento. Tenía cosas más importantes de qué preocuparse
que la vieja disputa familiar de una década.
– ¿Qué puedo hacer por ti, papá? Estoy un poco ocupado.
– Creo que qué es lo que yo puedo hacer por ti. Es hora de dejar el
pasado en el pasado y dejar que te ayude. No te gustará esto, pero
Zane me llamó. Él está aterrorizado por ti y tu novia, entonces no lo
tomes en su contra.
Amaba a su hermano, y sabía que Zane haría cualquier cosa por él.
En cualquier caso, los viejos resentimientos se enfrentaron con su
temor por Lilibet, y no sabía qué decir.
– Papá… eh… Agradezco la oferta.
– No permitas que los resentimientos entre nosotros te impidan
hacer lo correcto. – Lo que su padre decía tenía sentido, Kane no
podía negarlo.
– ¿Zane te dijo lo que necesitaba?
– Sí. Y es suyo. Sin preguntas, sin compromisos.
– Papá, no sé qué decir. – Kane no podía rechazar una oferta que
podría salvar al amor de su vida. – Gracias, papá. Tengo que traerla
de vuelta. Ella es la cosa más importante en el mundo para mí.
Otra voz irrumpió en la conversación, Kane se volvió y se
sorprendió por lo que vio. Brian, el hermano Lilibet había entrado a
su casa. Parecía cansado y asustado.
– Puedo ayudarte a recuperarla, Kane. Yo sé dónde está.
*****
– Agente, ¿Un coche fúnebre pasó el control en la carretera? –
Kane preguntó con el corazón en la garganta.

173
– Sí señor, lo dejamos pasar. Y actuamos como profesionales,
sombreros en nuestros corazones y todo lo demás. Yo siempre digo
que hay que respetar a los muertos.
– Lilibet estaba en ese vehículo, espero que muy viva. – Envíen
coches a seguirlos y mantengan una buena distancia de ellos, pero
no lo dejes fuera de su vista. Estaré allí tan pronto como sea
posible. No te atrevas interceptarlo hasta que yo llegue o escuches
de mí.
Kane encendió las sirenas y rompió todos los récords de velocidad
para llegar a su destino. Hablando con sus hombres en la radio,
señaló el kilometraje, apagó sus luces y la sirena antes que el coche
fúnebre llegara a verlo u oírlo, No quería que los imbéciles que
tenían a su bebé tuvieran ninguna advertencia del calvario que les
había llegado No hay señales del coche funerario había llegado.
Desde que se había oscurecido y estaba a la espera, el elemento
sorpresa estaba de su lado.
*****

Al pasar por el primer coche patrulla y luego otro, revivía el


momento en que el hermano de Lilibet regresó para ayudar a salvar
a su hermana. Su primera reacción fue inicialmente golpear al
hombre en el culo, pero Brian había derramado su corazón
confesando su participación en este lio. Kane sabía la mayor parte
de la historia, pero oírlo de Brian aclaró algunos puntos. Él había
pedido dinero prestado a su hermana para invertir en un negocio
que resultó ser una estafa criminal. Ella trató de convencerlo de lo
contario ya que ella aún estaba contando sus centavos para pagar
otro préstamo que le había pedido. Así se enganchó con este
usurero, encontrándose de cabeza con el crimen organizado. Brian
había sido detenido y ellos se habían vuelto tras su hermana por la
recompensa. Kane se horrorizó al saber de la intención de venderla

174
a un comerciante de esclavos blancos si no podían obtener dinero
de la familia Saucier
Pocos sabían que él y Lilibet había comenzado a salir y se habían
enamorado. Se había convertido en una mercancía valiosa,
poniéndola en un peligro incalculable. Ahora iba a rasgar a Hanks
miembro a miembro. Había animosidad entre él y el matón desde
que había trabajado en el Departamento de Narcóticos de Nueva
Orleans. Kane recordaba claramente la expresión del rostro de Kyle
Hank cuando estaba en el cuerpo de su hermano muerto. Antes de
que la última bala fuera disparada en el tiroteo, Hanks había jurado
bailar en la tumba de Kane. Ahora este demente tenía a su Lilibet. Y
le iba a hacer pagar un infierno si le había tocado un pelo de la
cabeza.
Los tres policías salieron de sus vehículos cando Kane maniobró su
camioneta detrás del coche fúnebre. Y ladrando una orden,
encendieron las sirenas. Por supuesto, el gran vehículo negro trató
de huir, pero este tipo de vehículo no estaba construido para la
velocidad. Sonó un disparo, y en el parabrisas de Kane apareció una
grieta extendiéndose como una grieta en el hielo de un lago.
Esquivando el impacto, estuvo agradecido de que el parabrisas
fuera a prueba de balas. Varios otros tiros fueron hechos, y él
advirtió a sus hombres para que retrocedieran.
No estaba seguro de donde Lilibet estaba, él sabía lo que dijo Brian,
pero no quería correr ningún riesgo con su vida.
– ¡Vamos a terminar con ellos! – Instruyó. Como una unidad,
flanquearon el coche fúnebre por todos lados. Los policías hicieron
varios disparos al azar y obligándolos a salir de la carretera y entrar
a un estacionamiento. En cuestión de segundos, los miembros de
su departamento habían retirado a los bandidos de sus asientos y
los esposaron.
Kane fue directo frente a Kyle Hank.

175
– ¿Dónde está ella?
– Donde debe estar. Los ataúdes son donde ponen a los muertos,
¿no es cierto? – A pesar de estar esposado, atacó a Kane, quien se
mostró satisfecho con la oportunidad de darle un golpe preciso y
bien merecido. Con un fuerte gancho derecho puso al hombre en
sus rodillas.
– Es mejor que ella esté bien y viva, o serás un hombre muerto,
Hanks. Te lo prometo, serás hombre muerto.
– ¡Sheriff! – Uno de sus hombres puso su mano en el brazo.
– ¿No crees que deberíamos buscar a su novia y sacarla de la
trampa en la que está? – Moviéndose al lado del conductor,
comprobó el interruptor que permitía a ese ataúd maldito en el que
fue encarcelada ser retirado de su lugar.
– Aguanta bebé, ya voy.
*****

– Por favor, Dios – Lilibet oró. – Deja que Kane me encuentre. – Se


dio cuenta de que el coche fúnebre se detuvo, pero poco ruido
llegó a través de las paredes metálicas de su prisión. Y si algo le
sucedía a sus captores, nadie sabría dónde estaba. El pensamiento
morboso la dejó en estado de pánico. – ¡Ayuda, ayuda! – Con un
movimiento brusco, pudo sentir la caja en la que estaba encerrada,
empezar a moverse. – ¡Por favor, por favor, por favor! – Suplicó.
Los golpes y arañazos sonaban en la puerta. ¿Estaba a punto de ser
salvada? De repente, un aire frío se apoderó de ella y una luz
brillante cegó los ojos.
– ¡Te amo, te amo, te amo! – Kane recitaba como una oración.
Alivio llegó sobre ella en olas de alegría y las lágrimas comenzaron a
caer de sus ojos. Kane estaba aquí, ella estaba en sus brazos, y
parecía como si nada pudiera hacerle daño de nuevo.

176
Acunada contra el sólido pecho de Kane, Lilibet podía fingir que
todo estaba bien. Su fuerte latido del corazón era como una
cadencia de esperanza contra su mejilla. Cuando la había sacado de
ese ataúd temido, sus primeras palabras fueron 'Te amo', y las na y
otra vez. De vez en cuando le daba un beso en la frente, y
abrazarla, susurrando palabras de consuelo. Seguramente esto era
real. Preguntas sobre Lisa y el niño le desgarraban el corazón,
necesitaba saber la verdad, pero no tenía el valor de hacer las
preguntas.
– Estaba tan asustado, bebé. – Habló en su mejilla. – He estado
rondando por este condado de pies a cabeza, tratando de
encontrarte.
– ¿Lo hiciste? – Por supuesto que sí, era su trabajo. – ¿Por qué me
llevan? ¿Cómo llegó a estar Brian involucrado en todo esto?
Kane se cuidó de no exonerar a Brian por completo, no hasta que
verificase toda la historia y hablara con él un poco más. Entonces él
le dijo lo que sabía a ciencia cierta.
– Esos hombres eran parte de una red criminal organizada y lo
estaban extorsionando para conseguir dinero. Cuando lo secaron
hasta los huesos, decidieron utilizarte para conseguir dinero de
otras maneras, a través de un rescate o el comercio ilegal de
esclavos.
– Escuché a uno de ellos decir que me iban a vender al mejor
postor, pero no tenía ni idea de lo que significaba.
– No tienes que preocuparte por eso ahora. Brian vino y me ayudó
a encontrarte.
– ¿Lo hizo? – Lilibet se animó. Sabía que Brian le había dicho que
confiara en él, pero había fallado tantas veces, que era difícil
creerle. El amor se impuso sin embargo y sintió paz y felicidad
interior.

177
– Me alegro. Brian tiene un buen corazón. Él nunca tuvo la
intención de hacerme daño.
– Yo tampoco creo que lo hiciera. – Kane se aclaró la garganta. –
Tengo algo que decirte.
Lilibet se tensó, esperando oír lo peor. Ella Había pasado por
muchas cosas, pero la imagen de la ex esposa de Kane y el niño que
se parecía tanto a él, atormentaba sus pensamientos. Y las palabras
de Lisa hacían eco en su mente, diciendo que sólo ella podía darle a
Kane lo que necesitaba y Lilibet era apenas un caso de caridad.
Nada de esto la habría molestado si, cuando llamó a la estación, su
secretaría no le hubiera dicho que Kane había corrido en busca de
su ex esposa.
– ¿Vas a hacerme llorar?
*****

– Como eres de sensible, no lo dudo. – Cielos, era hermosa y estaba


tan feliz de tenerla de vuelta. Tocó una mancha en su mejilla. – He
oído que Lisa, mi ex esposa fue a verte. – Lilibet empezó a alejarse,
pero él la detuvo. – No muevas ni un músculo.
– Sí, ella vino a verme. Y me dijo que tú y ella... Que tú y ella... –
antes de que pudiera detenerlas, las lágrimas comenzaron a caer.
Kane comenzó a besar el pequeño rastro de lágrimas.
– No sé lo que te dijo, pero Lisa tenía problemas con la verdad. – La
tomó suavemente por la barbilla. – Bebé, mírame. – Lilibet lo hizo.
– Lisa está muerta, bebé. Ella murió en un accidente de coche esta
tarde. – El horror y la tristeza la hicieron sentarse recta en sus
brazos.
– ¿Y el niño? – Kane no pudo evitar sonreír.

178
– ¡Qué clase de corazón que tienes! Dwayne está bien, cariño. Sé
que Lisa te dijo que era mi hijo, pero no lo es. No estoy seguro de
quién es el padre.
– Ese pobre niño. – Estaba preocupada. – ¿Qué pasará con él?
– No te preocupes por el niño, tengo la intención de descubrir toda
la historia. – Kane no podía dejar de mirarla con ternura. – Pero yo
no podía hacer nada para encontrarte. Tú eres mi bebé, ¿no lo
sabes?
– Así que, ¿nada de lo que dijo Lisa era cierto? ¿Todavía me amas?
– Lanzando sus brazos alrededor de su cuello, ella realmente no
tenía ninguna duda “Te amo” fueron las primeras palabras que
salieron de su boca, sin embargo, ella anhelaba una confirmación.
– Nena, te amo más que a mi propia vida. – Le tomó la mano. –
Llevas mi anillo y yo no puedo esperar para hacerte mi esposa. –
Estaban sentados en el asiento trasero de uno de los coches de sus
agentes. La conducción no había estado en su mente. Estaba más
interesado en mantenerla en sus brazos.
– Nos iremos tan pronto como terminen de recoger toda esta
escoria y la lleven hasta la cárcel.
– No puedo esperar. – Lilibet suspiró. – Casi me di por vencida,
¿sabes?
– Nunca me di por vencido. Ni por un momento. ¿Qué quieres
hacer cuando lleguemos a casa? Un largo baño caliente, un plato de
sopa, – él le guiñó un ojo – ¿o tal vez un masaje? – Levantó sus ojos
para encontrarse con s mirada, ella sonrió.
– Quiero que me lleves a la cama. Soñé que me hacías el amor
cuando estaba atrapada, y eso es lo que me dio la fuerza para
afrontar el terror. – Reclamando sus labios, la besó largo, duro y
dulce.

179
– ¡Maldita sea, bebé! Esa es la petición más dulce que jamás he
oído. Vamos a casa.
*****

Casa. No había palabra más dulce. Kane se la llevó a través del


umbral de su habitación como a una novia. Merecía servidumbre y
ternura, y eso le dio mientras la bañaba. Pero ahora su paciencia
llegó a su fin. Allí estaba él con una erección inmediata en sus
vaqueros. Maldita sea, estaba casi nervioso. Su corazón latía con
fuerza, la sangre fluyó por sus venas como rápidos de agua blanca.
– Estoy tan contento de tenerte de vuelta. – Le susurró junto a un
riso suave cerca de su cuello. Él miró a su mujer, con sus mejillas
sonrojadas y los ojos oscuros de deseo. – Mi Lilibet. – Le susurró
como una oración. La necesidad de enterrarse profundamente
dentro de la calidez aterciopelada de su cuerpo era casi
abrumadora. Tomando una respiración profunda, inhaló su olor
precioso y único, una mezcla de madreselva y mujer caliente y
dulce.
– Me alegro de estar en casa. – Ella lo abrazó con fuerza,
saboreando el calor de su piel de seda apretado contra el suyo.
Acostándola en su cama, comenzó a quitarse su ropa, recordando
todas las maneras en que la había tomado, todas las formas en que
todavía quería amarla. Una vez que estuvo desnudo, se arrodilló a
su lado y retiró la toalla en que la había envuelto, lentamente
besando cada centímetro de su cuerpo que fue expuesto. – Por
encima de todo, estoy feliz de estar contigo. Te amo, Kane.
– Yo no sólo te quiero, nena. Te adoro. Te amo. Tú eres mi vida. –
Susurró mientras dejaba que sus ojos vagaran sobre ella. Agradecía
a Dios que estaba ilesa y había regresado a donde pertenecía.
Lilibet no tenía ni idea de lo mucho que significaba para él, no tenía
ni idea. Su querida niña lo había cambiado. Ella había traído alegría
y sonrisas a su vida. El hombre solitario que había sido antes no

180
existía más. Pero el hombre que amaba a Lilibet, que sufría por ella,
era el hombre que estaba dispuesto a llegar hasta el final. Kane
quería casarse con ella, mantenerla, consolarla, él quería estar
atado a ella en todos los sentidos que un hombre podía unirse a
una mujer. – Tu cuerpo es tan hermoso. – Ella se estremeció bajo
sus manos. – ¿Tienes frío, bebé? Déjame abrazarte. – Él se subió a
la cama con ella, se movió sobre ella, haciendo espacio para su gran
cuerpo.
Lilibet se movió tan cerca de él como pudo, gimiendo por la
seguridad y el afecto que le proporcionaba. Los brazos de Kane se
envolvieron alrededor de ella, abrazándola, su cabeza se inclinó
sobre ella como lo había hecho muchas veces antes. Una pierna se
lanzó sobre ella, y su cabeza descansó en su brazo.
– Me gusta. Te extrañé mucho.
– ¡Señor, yo habría movido cielo y tierra para encontrarte!
Sosteniéndola por la cintura, la acurrucó contra su pecho. Lilibet no
podría haber escapado de él aunque quisiera. Y ella no quería. Más
que nada, quería deleitarse en el cielo, quería quedarse donde
estaba y no perder esta increíble sensación de paz. Pero cuando él
movió su mano, se desvió hacia el borde de su coño, ella supo lo
que tenía en mente. Lilibet se estiró, se movió hacía atrás,
presionando firmemente contra el cuerpo masculino duro detrás de
ella. Involuntariamente, su respiración se detuvo, se convirtió casi
en un gemido.
– Te necesito.
– No te muevas, cariño. – Enronquecido de deseo, su aliento le
revolvió el pelo en su cuello mientras empujaba su culo contra su
pene duro como el acero. Kane, la envolvió en su desnudo cuerpo
duro.

181
Todo el horror de las últimas horas se había ido, este hombre la
había salvado. Ahora, ella no tenía que preocuparse de nada, todo
lo que tenía que hacer era sentir. Volvió la cabeza y apretó los
labios en su cuello, lamiendo y besando, haciendo un camino a su
barbilla. La aspereza de su barba era tan erótica. Lilibet no sabía
que una barba podía ser tan sexy.
– ¿Vas a besarme? – Ella pregunto. Kane seguía detrás de ella. –Te
quiero, Kane. – Ella lo deseaba. Lo necesitaba. Señor, que quería
deleitarse con la sensación de triunfo masculino.
– Tú me quieres, ¿verdad? – Kane gruñó audiblemente mientras la
hacía volverse. Sus anchos hombros y el pecho bloquearon la luz y
llenaron con su visión mientras él la cubría.
– Dios, ¡Sí! – Sus manos se movieron a sus hombros, frotando su
carne dura, poniendo a prueba sus músculos. Levantando la cabeza
le pasó la lengua sobre su pecho, frotando la mejilla contra la
aspereza de su pecho. – Hazme tuya, Kane. Te he extrañado así. –
Le dolía el cuerpo por su toque.
– Mi Lilibet. – Él susurró mientras su frente bajaba a la de ella.
– Hazme olvidar, Kane. Tengo que olvidar lo que pasó... – Sus labios
tomaron los de ella, deteniendo el flujo de palabras. Kane sólo
podía darle lo que ambos necesitaban. Inclinó su boca sobre la de
ella, y ella se encontró con su beso con un gemido salvaje y
hambriento. ¡Maldita Sea! Él estaba más que duro, su polla estaba
a punto de estallar, sus bolas estaban llenas y apretadas con la
semilla. La lucha por el control, deslizó su mano entre sus piernas y
la encontró húmeda, caliente y tan lista para él. Húmeda y dulce
como la miel. Presionando los dedos más allá, deslizándose por el
camino entre los pliegues hinchados de su hendidura, que
bordeaba la entrada a su coño. Ah… el cielo. Ella estaba tan
condenadamente apretada. Empujando hacia adentro, puede sentir
sus pliegues alrededor de la punta del dedo.

182
– Señor… Te mereces el juego previo, pero te necesito demasiado.
No tengo fuerzas para esperar. – Abriendo más sus piernas, se
levantó a si mismo. – Dios, sé que no ha sido mucho tiempo, pero
se siente como si fueran años.
Jadeante, ella le dio permiso.
– Tómame, por favor. – Kane se sacudió de deseo, se estremeció.
No quería nada más que tocar y saborear cada centímetro de su
belleza, pero su cuerpo estaba exigiendo la unión. Al pulsar la
cabeza hinchada de su pene contra su entrada resbaladiza, gimió
ante el calor. Él empujó dentro de ella. Poco a poco, Saucier, se
advirtió a sí mismo. Darle placer era primordial.
Ella levantó la cabeza; sus pequeños dientes blancos mordiendo sus
labio.
– No te reprimas, besarme cuando quieras. Soñé con esto. – Ella
susurró con dureza. – Bésame mientras me tomas, Kane.
– Con mucho gusto, bebé. – Él cubrió sus labios con avidez. Parecía
una eternidad desde que sintió el placer ardiente de su coño
dándole la bienvenida, gemidos escapando de sus labios, y sabía
que estaba experimentando las mismas explosiones de placer que
él. Sus caderas se resistieron, su polla empujando, bombeando,
trabajar profundamente dentro de ella, cuando ella lo apretó con
fuerza y se arqueó para recibirlo. Se tragó sus gritos, su lengua
empujando dentro de su boca al mismo tiempo que empujaba
entre sus muslos. Kane se hundió, la penetró y cuando ya no pudo
retener el éxtasis, echó atrás la cabeza, se sentó en sus rodillas,
agarró sus caderas, levantó su culo hasta los muslos y comenzó a
perforar en movimientos sucesivos y profundos que tanto
necesitaba.
Lilibet escuchó los sonidos que venían de Kane, gruñidos profundos
y gruñidos de necesidad. Hipnotizada, vio los ojos cerrados, los

183
fuertes músculos de su cuello robusto y sudor que goteaba de su
hermoso cuerpo. La visión de él junto con el éxtasis de su posesión,
hicieron su orgasmo florecer. Su coño convulsiono y onduló,
apretando y ordeñando la polla. Kane continuó moviéndose dentro
de ella, y a ella le encantó.
– No te detengas, bebé, ni se te ocurra parar. – Ella saboreó cada
golpe. Aferrando la sabana entre los dedos, se arqueó fuera de la
cama. – Kane, Dios, ¡esto es tan bueno! – Nunca ha sido así. Oh,
siempre ha sido bueno, pero esto era mejor. Kane la llenaba y
estiraba. Dios, ardía como el fuego.
No era sólo lujuria, no era sólo deseo, era la expresión más pura de
amor que ella nunca había sentido. Kane la estaba consumiendo
con una seducción sensual que sólo podría quemarla viva. Lilibet se
ofreció y Kane se hizo cargo y se la llevó con golpes profundos y
largos que dejaron su cuerpo completamente excitado. Ellos se
pertenecían el uno al otro, no había ninguna duda al respecto. Sólo
Kane podía hacerla sentir de esa manera, sólo Kane podía hacerla
completamente feliz. Él la tomó con fuerza, como un hombre
obsesionado, un hombre que anhelaba el placer que sólo ella podía
darle. ¡Fue demasiado! Ella no se pudo contener, otro orgasmo se
apoderó de ella. Gritando su nombre, estalló debajo de él mientras
su cuerpo entraba en shock de pura lujuria. Escalofríos y choques
de pura alegría rebotaban a través de su cuerpo hasta que,
literalmente, rompió las cadenas de la gravedad y flotó.
Amoldándose a él, lo sintió cuando él se corrió, su semen brotaba
en su interior en forma de chorros candentes. Aun así, él siguió
empujando y empujando su polla de hierro, dentro de ella.
– ¡Más, quiero más! – Gritó él. Tirando hacía atrás literalmente la
levantó y le dio la vuelta hasta que la acostó sobre su estómago.
Con un brazo alrededor de su cintura la levantó y volvió a
penetrarla.

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Dios, la había montado. Ella se sentía salvaje. Se estaban apareando
en el verdadero sentido de la palabra. Lilibet estaba a su merced y
le encantaba. Con manos seguras, la acercó hasta ponerla en
posición vertical y le hizo levantar las manos pasándoselas
alrededor de su cuello. Él movía sus manos por los brazos de ella,
sus pechos, por el vientre, los muslos y como recompensa por ser
justo lo que él quería, masajeó su clítoris hasta que ella gimoteó.
– Esa es mi chica. Me quieres, ¿verdad? Dios, estás tan apretada,
bebé. Tan apretada.
Solo buscaba complacerla hasta el fin. Entonces ella se movió,
balanceándose contra él, empujando su trasero contra la
entrepierna. Trabajando con su coño de arriba abajo por su vara.
Lilibet montó la polla de Kane hasta que ambos quedaron sin
aliento.
– ¿Cómo me quieres, Little-bit? – El uso de este nombre particular y
cariñoso hizo que su corazón se derritiera. – Dime. – Él enterró el
rostro en su cuello, chupando hasta dejar una marca. Sus dedos
grandes todavía giraban sobre su clítoris y la otra mano ahuecaba
un pecho amasando la carne y haciendo crecer el pezón. – ¿Me
quieres lento y suave? – Penetró profundamente y sacó
lentamente, dejándola sentir cada cresta y vena en su sensible
punto G. En lugar de contestar, ella gimió en señal de aprobación. –
¿O me quieres caliente y duro?
– Sí, lo necesito duro. – Se las arregló para responder mientras se
volvía loca con su amor. Kane la abrazó con fuerza mientras
temblaba en sus brazos. Múltiples orgasmos eran algo que
esperaba tener con Kane, pero no lo daba por sentado. Él le
pertenecía y estaba tan feliz que su cuerpo respondía tan
fácilmente y tan bien.
Sintiendo la tensión comenzar a construirse, se preparó para su
embestida erótica. Sus brazos entrelazados alrededor de ella y

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Lilibet se aferraba con todas sus fuerzas. Sus caderas se movían
duro y rápido. Ella se volvió totalmente flexible, débil por la
excitación y emocionalmente sensible. Retirando los brazos de su
cuello, la empujó a la cama y la cubrió.
Por un momento ella estuvo desorientada y un ligero pánico la
invadió. Pero se calmó cuando sus manos subieron y bajaron por su
espalda, ella se rindió a lo que ambos querían. Sus embestidas
crecieron en velocidad e intensidad. Lilibet Ladner estaba siendo
verdaderamente poseída, y estaba maravillaba. Los sonidos de sus
sexos eran ricos y lascivos y cuando la liberación llegó, esta vez, se
corrieron los dos al mismo tiempo. Sus voces mezcladas, gritos
desesperados, quejidos y gemidos de satisfacción. Lilibet se arqueó
como un gato, los músculos de su coño exprimieron hasta la última
gota de la pasión de la polla de Kane y de su alma. La tiró con fuerza
contra él y se derrumbaron, sudorosos y satisfechos.
Rodó hacía un lado y se la llevó con él, besando su hombro, su
cuello, su brazo. Su cuerpo estaba acurrucado en su abrazo y se
sentía a segura.
– Bebé, bebé, bebé. Te amo condenadamente mucho.
– Te amo, Kane. Y te amaré todos los días de mi vida.
– ¿Todos los días de tu vida, eso es todo?
Riéndose, ella miró por encima del hombro a su rostro relajado y
feliz.
– ¿Qué quieres? ¿Eso no es suficiente?
– Ni lo suficientemente cerca. Quiero que sea para siempre, y no
voy a conformarme con un día menos.
*****

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Epílogo
Kane se interponía entre su hermano y el predicador, esperando. A
la izquierda de Zane estaba Aron, Jacob y Joseph McCoy, sus fieles
amigos. Isaac y Noah McCoy no se quedaron fuera. Ellos fueron los
acomodadores quienes guiaron a la gente del condado de Kerrville
que habían ido a ver a su Sheriff comprometerse en santo
matrimonio. Logan habría sido uno de esos hombres si las cosas
hubieran sido diferentes. Ahora, sin embargo, Kane se salió con la
suya, y pasaría un largo tiempo antes de que Logan viera otro día
de libertad y mucho menos a alguno de los seres queridos de Kane.
Alineadas en una fila como candidatas a un concurso de belleza,
estaban Libby, Jessie, Cady y Avery, todas las chicas McCoy. Estas
personas eran su familia, amigos verdaderos, que estaban de su
lado todo el tiempo, en las buenas y en especial en los días malos,
en la alegría y en la tristeza.
Han pasado meses desde el día que rescató a Lilibet de las manos
de Kyle Hanks, que ahora estaba en la cárcel, junto con toda la red
criminal. Y en ese momento había trabajado incansablemente para
demostrarle que podían tenerlo todo, el amor, la familia y para
siempre.
La melodía del órgano anunció que el momento que había
esperado durante tanto tiempo, estaba a la mano. Su padre estaba
en la primera fila, un testimonio de que la sangre era más espesa
que el agua. Él y Zane estaban de nuevo en el redil familiar Saucier
y si bien ellos nunca se miraban a los ojos con todo lo que su familia
representaba, estaba agradecido de que sus padres fueran una vez
más una parte de su vida. Y la razón más importante de la
reconciliación caminaba tambaleándose por el pasillo. Dwayne
llevaba el anillo. Lilibet no cerró un ojo la primera noche, hasta que
Kane se la llevó al hospital para estar con el niño que una vez Lisa
había intentado hacer pasar por su hijo, como si hubiera sabido que
el pequeño los tendría tanto a él como a Lilibet envolviendo sus

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dedos regordetes de bebé en unos pocos segundos. Los papeles de
adopción eran sólo una formalidad. Su primo, el padre biológico
había renunciado a todos los derechos. No estaba listo para sentar
cabeza y no sentía ningún vínculo con el niño ni con la mujer que lo
dio a luz. Eso estaba bien, pero Kane había dejado claro que
siempre sería bienvenido a visitar y ser parte importante de la vida
de Dwayne.
Todo lo que Kane y Lilibet deseaban era que Dwayne supiera que
era amado. Y entre los Sauciers y los McCoys, no creía que hubiera
escases de afecto en la vida del niño. Además, había un pequeño
hermano o hermana en el camino. La pequeña protuberancia en el
vientre de Lilibet no sería perceptible hoy, pero Kane sabía que
estaba allí, y le agradecía a Dios todos los días por haber tenido la
oportunidad de traer al mundo, nacido del amor que él y Lilibet
compartían.
Cuando Dwayne llegó a donde Kane, se arrodilló a su encuentro y lo
llevó donde su tío Zane quien no necesitaba una vista perfecta para
ver que todos los sueños de su hermano se estaban haciendo
realidad.
Los acordes del coro nupcial sonaron. Los invitados a la boda se
pararon a la vez y todos los ojos se volvieron hacia la visión de
blanco que venía lentamente por el pasillo. La pequeña capilla fue
decorada con flores blancas, azucenas, hortensias, peonías y lilas.
Pero ninguna era más hermosa que la mujer cuyos ojos buscaba y
bloqueaba con los suyos. Brian caminaba junto a su hermana. Pero
todo el mundo sabía que Lilibet ya le pertenecía. Esta ceremonia
era sólo una celebración de esa preciosa verdad.
Se dio cuenta de que sus pasos eran seguros y ciertos. Había visto
eso, la compra de sus zapatos blancos de boda, hechos solo para
encajar en los pequeños pies de su amada. Cuando ella se acercó lo

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suficiente, Kane tomó su mano y la apretó en la suya, sintiendo un
ligero temblor.
– Queridos hermanos, estamos reunidos...
Lilibet se aferraba al brazo de Kane. Él era su roca, su refugio, su
oasis de descanso. También era el hombre más excitante y más
sexy del mundo. ¡Y él era suyo! Dwayne tiró de su falda y se detuvo
para darle un beso. ¡Ella ya era una mamá! Y sería una madre de
nuevo. ¿Podría la vida ser mejor?
– Kane Saucier ¿Tomas a esta mujer como tu esposa?
– Lo hago. – Su voz potente, cálida envió escalofríos por su cuerpo.
Sí, la vida sería mejor cuando fueran declarados marido y mujer. No
podía creer lo bendecidos que eran. Lilibet estaba a punto de
casarse con su bello hombre de ojos castaños.
– Lilibet Ladner ¿Tomas a este hombre como tu esposo? – Él le
estrechó la mano y sonrió.
– ¿Que dices bebé? ¿Aceptas? – Había tanto calor en sus ojos que
ella sintió que sus pezones se endurecían.
Y, de hecho, sólo había una cosa que decir. Esto era totalmente
diferente a ella, pero era un nuevo día, el día en que se convertiría
en la señora Kane Saucier. Ella no dudó y no tartamudeó.
– Infierno sí, lo hago.
Kane se rió en voz alta.
– Esa es mi Little-bit.
– Yo os declaro marido y mujer. Señoras y señores, tengo el placer
de presentarles al Señor y la Señora Saucier. Puede besar a la novia.
Ahora era su turno. A medida que la acercaba, no podía dejar de
adorar esos carnosos labios rosados, esos hermosos ojos sensuales
y el cuerpo más dulce de Texas.

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– ¡Infiernos, sí! – Gruñó mientras sus labios se encontraban. Señor,
no podía esperar para llevarla a la cama.
Y cuando se besaban, los invitados aplaudieron y una voz solitaria
hablo desde la parte posterior de la iglesia.
– ¡Bien hecho, Sheriff!

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