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ALIMENTACIÓN INTELIGENTE:

El concepto de nutrición se conoce popularmente y en los hábitos de la salud, como el


estado de equilibrio de nutrientes, que mantiene a los órganos vitales en un
comportamiento ideal, en sus funciones vitales. Otra definición de nutrición hace
referencia, al aprovechamiento de los nutrientes, para que los órganos vitales mantengan
su condición interna estable.

Lai (La alimentación inteligente) hace más extensivo ese concepto. Para que, no solo el
aporte de nutrientes sea el adecuado, también es de suma importancia, que la asimilación
de ellos por parte de nuestro organismo a través de los procesos metabólicos, se cumpla a
cabalidad.

Aquella que está basada en buena información, sustentable, y no como resultado de


presiones industriales con productos caros elaborados, que terminan reemplazando los
buenos alimentos.

La planificación de una alimentación inteligente, traerá a sus vidas salud y bienestar. No se


trata de limitadas restricciones, porque esto lo que conlleva es a generar más ansiedad y
empezar a comer sin control y a la adaptación de hábitos pocos sanos.

Los elementos que componen la serotonina, por ejemplo, sustancia relacionada con el
buen humor y el pensamiento positivo, se van a extraer, como todo aquello que nos
forma, de lo que comemos. Si una alimentación es desbalanceada, como ocurre ahora con
la invasión de harinas engrasadas, el organismo no va a poder obtener aquello que
necesita para sintetizar serotonina y nuestro humor se va a ver afectado.

Las personas que acceden a la información y deciden cambiar sus desastrosos hábitos
alimenticios, mejoran de cualquier enfermedad que los agobie. Las personas gordas bajan
de peso de una forma natural. Lo más importantes es la recuperación de la salud. El colon
que es un órgano del cual todas las personas del mundo lo tienen deteriorado.

Los malos alimentos, como las golosinas, los panes, galletitas y quesos, son adictivos y van
desplazando a los buenos nutrientes como las frutas, verduras y legumbres. Como no
sacian se comen grandes cantidades que nos dejan una sensación de embotamiento y
pesadez, que, por no aportar los nutrientes que el cerebro necesita para funcionar bien,
nos inducen a volver a ingerirlos y comenzar un cículo vicioso difícil de romper.

Los buenos alimentos cerebrales son los aceites, contenidos en semillas, frutos secos y
pescados, los hidratos de carbono que se hallan en legumbres, frutas y, las proteínas
presentes en carnes magras, porotos, lentejas y huevos y las vitaminas que ingerimos a
través de aquellos productos que las contienen y no en forma de medicamentos.

Los malos alimentos son los productos panificados con grasas y aceites en su composición,
los fiambres y quesos llenos de grasas saturadas. Los cereales elaborados y envasados en
cajitas de cartón con una descripción minuciosa de sus componentes, que esconden en
realidad una golosina disfrazada de algo sano, y por supuesto las gaseosas y golosinas con
azúcares de absorción rápida.

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