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NUEVAS EMPRESAS, NUEVAS ECONOMÍAS:

EMPRESAS B EN SUR AMÉRICA


Las empresas B fueron creadas inicialmente en Estados Unidos de la mano de
tres emprendedores de éxito, Jay Coen, Bart Houlahan y Andrew Kassoy. Son
emprendedores con historias de éxito. La venta de su empresa AND1, les dejó, sin
embargo, un sentimiento de frustración, pues las mejoras de impacto ambiental y
social de AND1 fueron desmontadas rápidamente por los nuevos propietarios.
La estrategia de Coen, Houlahan y Kassoy fue crear una organización sin ánimo
de lucro, llamada B Lab, para desarrollar en los EE.UU. una comunidad de
empresas a partir de la certificación de Empresa B (B Corps), y promover al mismo
tiempo, cambios legislativos que permitan crear en los EE.UU. un nuevo tipo de
empresa, las Benefit Corporations, asumiendo correctamente que crear nuevos
tipos legales tomaría mucho más tiempo. Para apoyar el desarrollo de la inversión
de impacto, B Lab creó también el Global Impact Investment Rating 22 Service
(GIIRS), un servicio de evaluación de impacto para inversionistas que buscan
empresas con impacto social y ambiental positivo.
La empresa B es un nuevo fenómeno empresarial que amplía el deber fiduciario
de los accionistas y gestores para incluir intereses no financieros. Su objetivo es
crear un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente. Opera con altos
estándares de gestión y transparencia, al tiempo que busca el mejor rendimiento
financiero y permite la repartición de utilidades entre accionistas. Su filosofía es
que la mejor manera de provocar un cambio social o ambiental es a través del
mercado. En este sentido, la empresa B considera las utilidades como la
herramienta para lograr sus objetivos y no como un fin en sí mismas.
El carácter no sustentable de la economía refleja consecuencias económicas y
financieras: si algunas empresas ganan, pierden el planeta y la sociedad. Las
utilidades de las empresas aumentan, pero se acaba el agua, aumentan la
obesidad y la delincuencia. nos ha llevado a evidenciar que el desarrollo de las
mismas a la par que nos dan un surgimiento económico nos atrasan en otros
campos como son los recursos sostenibles si avanzamos en la explotación de
petróleo con el fracking se nos acaba un gran recurso como es el agua.
No se trata de ignorar los evidentes avances que pueden traer los cambios
graduales, tanto en el consumo de materiales, energía y recursos biológicos, como
en las consecuencias sociales del quehacer de las firmas. Se trata de reconocer
que la adaptación gradual a los temas socio ambientales está muy lejos de un
mundo de siete billones de personas, caminando hacia nueve billones en menos
de cuarenta años (Rockstrom, 2012).
En los últimos años la separación tradicional entre empresas, organizaciones sin
ánimo de lucro y servicios públicos se hace cada vez más difusa. En Sur América
y en el resto del mundo se reconoce el surgimiento de empresas que buscan
redefinir el sentido del éxito en los negocios: operan vendiendo bienes y servicios
pero lo hacen compitiendo por su capacidad de lograr un cambio social y
ambiental positivo y no sólo por precio y calidad.
Estas empresas híbridas, empresas con propósito, o empresas sociales, son una
tendencia creciente, desafiando con su acción la concepción tradicional de
negocios y de sostenibilidad.
El tradicional concepto de empresa, entendida como sector privado con fines de
lucro, incorpora como eje central la creación de un beneficio económico para sus
dueños o accionistas. No obstante, con la incorporación del concepto de desarrollo
sostenible, y en respuesta a un contexto cada vez más demandante en términos
sociales y ambientales, el sector privado evidencia un avance significativo hacia
modelos de negocios en los cuales se incorpora las prácticas de Responsabilidad
Social Empresarial (Gatica et al., 2013).
En Brasil,Chile y Colombia han surgido organizaciones que proponen
explícitamente romper con el modelo que dominó la representación del sector
privado desde mediados del siglo XX, el cual ha tenido un papel relevante, pero
una historia marcada por la defensa de intereses sectoriales más que por construir
nuevas conductas empresariales. En Chile, buscan organizar nuevas coaliciones
para incluir en la agenda de empresas y gobiernos cuestiones decisivas como
acabar con la corrupción, la erradicación del trabajo infantil y esclavo, y la
reducción de los daños ambientales.
Se pueden evidenciar mediante resultados investigación que las empresas de B
de Colombia Chile y Brasil no comparten una visión común sobre lo que es una
Empresa B o una “empresa social”, no existe una definición clara, compartida por
practicantes del sector y empresarios, lo cual refuerza lo presentado por estudios
como los de ANDE/Avina (2011) sobre negocios sociales y negocios inclusivos en
Brasil.
La definición de una empresa con potencial de ser Empresa B es además
supremamente amplia, pues la realidad es que las empresas consideradas
potenciales confirman su posibilidad e interés de convertirse en Empresas B
solamente cuando logran pasar los requisitos de la certificación y sus accionistas
deciden asumir los cambios en los estatutos de constitución. De los tres países en
los que el estudio se lleva a cabo, Chile es donde se han realizado mayores
esfuerzos de promoción del modelo Empresa B, con 36 empresas certificadas a
mayo 2013, y Brasil es donde el concepto es más incipiente. Existen sólo cuatro
empresas certificadas y no existen esfuerzos de articulación dedicados a la
promoción del modelo. Al mismo tiempo, dada la diversidad de su economía, la
fuerza de sus organizaciones y su propia importancia global, no es de extrañar
que en Brasil existan algunas de las iniciativas más ambiciosas y prometedoras.

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