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Foucault

Poder: una definición de poder en la que incorpora buena parte de


los elementos que caracterizan a los dispositivos, esto es: a) “…la
multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del
dominio en que se ejercen” b) “…el juego que por medio de luchas
y enfrentamientos incesantes las transforma” y c) “…las
estrategias… que las tornan efectivas, y cuyo dibujo general o
cristalización institucional toma forma en los aparatos estatales, en
la formulación de la ley, en las hegemonía sociales”. Así, los
dispositivos jurídicos se despliegan sobre la multiplicidad de sujetos
de derecho (no sin antes componerlos a partir de la multiplicidad
de individuos), los disciplinarios modelan cuerpos capaces de
determinadas prestaciones y, finalmente, los dispositivos de
seguridad recortan el objeto “población” de la multiplicidad
orgánica.
Para él, el poder no puede ser localizado en una institución o en el
Estado; por lo tanto, la "toma de poder" planteada por el marxismo
no sería posible. El poder no es considerado como un objeto que el
individuo cede al soberano (concepción contractual jurídico-
política), sino que es una relación de fuerzas, una situación
estratégica en una sociedad en un momento determinado. El sujeto
está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado
independientemente de ellas. El poder, para Foucault, no sólo
reprime, sino que también produce: produce efectos de verdad,
produce saber, en el sentido de conocimiento. El poder no se
subordina a las estructuras económicas, no actúa por represión
sino por normalización, por lo cual no se limita a la exclusión ni a la
prohibición, ni se expresa está prioritariamente en la ley. “Para que
el Estado funcione como funciona es necesario que haya del
hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación
bien específicas que tienen su configuración propia y su relativa
autonomía.” Es decir, el poder es la base de toda relación,
posiblemente de la humanidad, pero paradójicamente no existe ya
que se encuentra en todos los lugares y no se puede adquirir, el
poder simplemente “es”. En la formación del poder se dan dos
elementos, los cuáles son cooriginales e interdependientes,
estamos hablando de los dominados y los dominantes, que más
que poseer el poder lo ejercen, ya que éste no se puede adquirir,
compartir ni perder, debido a que no es un elemento físico.
Dominados y dominantes se manifiestan en cada ámbito en que
vivimos, ya sea en la familia, trabajo y hasta en la amistad; son la
base de toda relación y de toda acción, y nos permiten “guiar la
posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles”.
La historia es para nuestro autor, el discurso del poder, el discurso
de las obligaciones a través de las cuales el poder somete; es el
discurso por medio del cual el poder fascina, aterroriza, inmoviliza;
al atar e inmovilizar, el poder es fundador y garantía del orden.
¿Puede el análisis del poder deducirse de alguna manera de la
economía? La concepción jurídica y liberal del poder político, que
encontramos en los filósofos del siglo XVIII y la concepción
marxista; ambas perspectivas tienen una zona de intersección, es
decir, poseen algo en común el economicismo en la teoría del
poder. En la teoría jurídica clásica, el poder es considerado como un
derecho que todos tenemos, como un bien que puede transferirse
mediante un acto jurídico bien sea cedido o por contrato. Sin
embargo, en la concepción marxista tenemos algo completamente
diferente que nuestro autor le asigna la etiqueta de funcionalidad
económica del poder: se interpretaría a la luz de que el rol del
poder consistiría en esencia, en mantener relaciones de producción
y a la vez, constituir una dominación de clase que el desarrollo de
las fuerzas productivas hace posible. Es decir, se supone que su
finalidad y su funcionalidad giran siempre en torno a la economía o
de otra manera, tendría como postulado el servir a la economía.
Para hacer un estudio no económico del poder, tenemos a mano
dos hipótesis de trabajo: -el poder no se cede, ni se intercambia,
sino que se ejerce y sólo existe en acto; -el poder no es
mantenimiento y continuación de las relaciones económicas, sino
básicamente una relación de fuerza en sí mismo. Después de El
orden del discurso, texto programático, Foucault encuentra
innecesario describir el poder en términos negativos, como lo que
excluye, reprime, inhibe, censura, abstrae, enmascara, y esconde.
Deja de entender el poder mediante el modelo jurídico, centrado
en el Rey y en los aparatos normativos del Estado y realiza un
desplazamiento de esa concepción jurídica del poder, negativa y
represiva (que despliega en Historia de la locura en la época
clásica), a una productiva, creativa del poder. En adelante no
estudiará solamente los sistemas de exclusión, lo que la razón
reprime, es decir, la función negativa, excluyente y represora del
poder sino su fuerza positiva y productiva. Es así como en la obra
Vigilar y Castigar describe el modo en que las relaciones de poder
se instauran en un contexto histórico, político y económico
determinado: el surgimiento de la Sociedad Disciplinaria. La
particularidad de estas relaciones de poder implica superar la
subordinación del poder a la instancia económica, a la ideología y al
juego de las superestructuras e infraestructuras, lo mismo que
dejar de remitir dicho poder al sujeto constituyente; cuestiones
estas que proceden de un cierto marxismo y una cierta
fenomenología. La sociedad disciplinaria se caracteriza porque el
régimen de producción de verdad se constituye a través de una red
de dispositivos y aparatos que producen y regulan tanto
costumbres como hábitos y prácticas sociales. En Vigilar y castigar
Foucault muestra cómo, a partir del siglo XVII y XVIII, existió un
verdadero desbloqueo tecnológico de la productividad del poder;
las monarquías de la Época Clásica además de grandes aparatos de
Estado, como ejército, policía y administración fiscal, instauraron
procedimientos que permiten hacer circular los efectos de poder de
forma a la vez continua, ininterrumpida, individualizada por todo el
cuerpo social (Foucault, 1984:36). El poder no se posee, funciona;
no es una propiedad, ni una cosa, por lo cual no se puede
aprehender ni conquistar; no se conquista, sino que es una
estrategia. El poder es una red imbricada de relaciones
estratégicas complejas, las cuales hay que seguir al detalle
(microfísica). El arte de castigar, en el régimen del poder de las
disciplinas, no tiene ni a la expiación ni a la represión. Utiliza cinco
operaciones: referir los actos, los hechos extraordinarios, las
conductas similares a un conjunto que es a la vez campo de
comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla a
seguir. En suma, normaliza. A través de las disciplinas aparece el
poder de la norma. Los procedimientos disciplinarios hacen de la
descripción de los individuos un medio de control y un método de
dominación. En el régimen disciplinario la individualización es
descendente, es decir, a medida que el poder se vuelve más
anónimo y más funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden
a estar más fuertemente individualizados. El poder produce
realidad, ámbitos de objetos y rituales de verdad.
El pasaje histórico de las sociedades disciplinarias a las sociedades
de control los mecanismos de gobierno son más «democráticos»,
inmanentes al campo social y se distribuyen a través de los cuerpos
y las mentes de los hombres; los comportamientos de inclusión y
exclusión social adecuados para gobernar son cada vez más
interiorizados dentro de los propios sujetos. El poder se ejerce por
medio de máquinas que organizan las mentes (en sistemas de
comunicaciones, redes de información, etc.) y los cuerpos (en
sistemas de bienestar, actividades monitoreadas, etc.) hacia un
estado de alienación autónoma del sentido de la vida y el deseo de
la creatividad. La sociedad de control intensifica y generaliza los
aparatos normalizadores del disciplinamiento, que animan
internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas, pero, en
contraste con la disciplina, este control se extiende muy por fuera
de los sitios estructurados de las instituciones sociales, por medio
de redes flexibles y fluctuantes.
Foucault distingue dos modelos de poder: el modelo de la peste
que funciona por exclusión y el modelo de la lepra basado en el
control. Desde el siglo XIX, la toma de poder sobre el hombre como
ser vivo y sobre la vida, hace que la vida se convierta en objeto del
poder y que se estatalice lo biológico. La razón de Estado domina la
biopolítica, es decir, los mecanismos, las técnicas, las tecnologías y
los procedimientos por los cuales se dirige la conducta de los seres
humanos mediante una tecnología gubernamental, «el Estado, en
su supervivencia y en sus límites, no puede entenderse más que a
partir de las tácticas generales de la Gubernamentalidad». El
Biopoder, pues, se refiere a una situación en la cual el objetivo del
poder es la producción y reproducción de la vida misma. La vida es
la apuesta de las luchas políticas y económicas; y lo es porque la
entrada de la vida en la historia corresponde al Capitalismo: desde
fines del siglo XVIII los dispositivos de poder y de saber tienen como
función el control de la vida. La introducción de la «vida en la
historia» es interpretada como una posibilidad de concebir una
nueva ontología que parte del cuerpo y de sus potencias para
pensar el «sujeto político» como un «sujeto ético», contra la
tradición del pensamiento occidental que lo piensa
exclusivamente bajo la forma del «sujeto de derecho». El poder es
interrogado, entonces, a partir de la libertad y de la capacidad de
transformación que todo ejercicio del poder implica. La biopolítica
es la forma de gobierno donde las relaciones de poder expresan
una nueva dinámica de las fuerzas, donde la vida emerge como
potencia de resistencia y de creación. Los dispositivos biopolíticos
coordinan estratégicamente las relaciones de poder dirigidas a que
la vida produzca más. El Biopoder trabaja con el concepto de
población tanto como problema político como científico. La
segunda novedad es que los fenómenos considerados (morbilidad,
calidad de vida, etc.), son colectivos con efectos económicos y
políticos sólo en masa considerados. Sobre la muerte el Biopoder
no tiene nada que hacer, el poder domina no sobre la muerte sino
sobre la mortalidad, es decir, sobre la gestión de la vida y la mayor
o menor probabilidad de que se muera, pero no sobre la muerte
misma, por ello la muerte se delega a lo más privado. La sociedad
es subsumida dentro de un poder que llega hasta los núcleos de la
estructura social y sus procesos de desarrollo, reaccionando como
un único cuerpo. El poder, entonces sólo puede ser expresado
como un control que se extiende por las profundidades de las
conciencias y cuerpos de la población– y al mismo tiempo a través
de la totalidad de las relaciones sociales.
Foucault sostiene que la resistencia es coextensiva al poder y que
es rigurosamente contemporánea. La resistencia no es la imagen
invertida del poder, pero es, como el poder, tan inventiva, tan
móvil, tan productiva como él. En el momento mismo en el que se
da una relación de poder existe la posibilidad de la resistencia. No
estamos atrapados por el poder; siempre es posible modificar su
dominio en condiciones determinadas y según una estrategia
precisa. Tanto la resistencia como el poder no existen más que en
acto, como despliegue de relación de fuerzas, es decir, como lucha,
como enfrentamiento, como guerra, no es solo en términos de
negación como se debe conceptuar la resistencia, sino como
proceso de creación y de transformación. La resistencia es
construida sobre la base de la experiencia límite vivida por
aquellos que hacen de la resistencia una auténtica práctica de
libertad. Desde este punto de vista, el poder ya no busca disciplinar
la sociedad, sino que busca controlar la capacidad de creación y
transformación de la subjetividad. (GOBIERNO DE LA EXCEDENCIA).
La condición de posibilidad del poder, en todo caso el punto de
vista que permite volver inteligible su ejercicio no debe ser buscado
en la existencia primera de un punto central, en un foco único de
soberanía del cual irradiarían formas derivadas y descendientes;
son los soportes móviles de las relaciones de fuerzas los que sin
cesar inducen, por su desigualdad, estados de poder pero siempre
locales e inestables.

Al referirse al sistema penal postula que es la forma en que el


poder se muestra de manera abierta y sin enmascaramientos. Pero,
además, si aceptamos que el poder es en sí mismo el despliegue de
una relación de fuerza, habría que analizarlo bajo la figura de
enfrentamiento, combate, choque o guerra. Diríamos, además, que
la política es la continuación de la guerra utilizando otros medios.
Y si aceptamos también que el poder político detiene la guerra
para que se establezca la paz en la sociedad civil, el rol que jugaría
el poder político es el de mantener permanentemente esa
relación de fuerza por medio de una guerra silenciosa la cual
estaría incrustada en el tejido de las instituciones, en las
desigualdades económicas, hasta en el lenguaje. El poder tiene
como misión fundamental la defensa de la sociedad, es decir,
habría que dar por aceptado que ésta está organizada de una
manera tal, que unos pueden defenderse de los otros o defender su
capacidad de dominación contra la posibilidad de rebelión de otros.
Tendríamos así dos vías o dos sistemas para el análisis y
tratamiento del poder. El primero, al cual ya nos referimos en líneas
anteriores, llamado esquema jurídico, que sería el antiguo sistema
que hallamos en los filósofos del siglo XVIII, que consideran el
poder como derecho originario que se cede, el cual es constitutivo
de la soberanía, teniendo la figura del contrato como elemento
básico del poder político. El segundo, que trata el poder no bajo la
figura contrato-opresión, sino que lo estudiaría bajo el enfoque
guerra-represión o dominación-represión, en el que la represión es
la búsqueda de una relación de dominación. En este enfoque, los
elementos que se enfrentan serían lucha y sumisión, no ya lo
legítimo y lo ilegítimo como en el sistema jurídico. Definitivamente,
los mecanismos de poder serían esencialmente mecanismos de
represión al refirmarse la idea de que, bajo el poder político, lo que
se establece es sencillamente una relación de tipo bélico.
-Para Foucault, el poder no es algo que posee la clase dominante;
postula que no es una propiedad, sino que es una estrategia. Es
decir, el poder no se posee, se ejerce. Sus efectos no son atribuibles
a una apropiación sino a ciertos dispositivos que le permiten
funcionar plenamente. Pero, además, postula que el Estado no es
de ninguna manera, el lugar privilegiado del poder, sino que es un
efecto de conjunto, por lo que hay que estudiar lo que él llama sus
hogares moleculares.
-En nuestras sociedades, dicha transformación técnica de los
individuos, o lo que llama producción de lo real no es más que la
forma moderna de servidumbre que designa con el nombre de
normalización. En tal sentido, se refiere a la preeminencia de la
norma en el ámbito social y a tales efectos, contempla diferencias
entre la ley y la norma. Para ello, manifiesta que la ley sólo
interviene cuando existe una infracción, mientras que la norma
interviene durante toda la vida; así la ley debe ser conocida en
principio por todos los sujetos de una sociedad mientras que la
norma sólo la conocen quienes la establecen a partir de un cierto
saber.
-Foucault intenta romper una complicidad de la ley con el Estado y
en tal sentido, habla de entender la ley no como algo que demarca
los dominios de la legalidad-ilegalidad sino como un procedimiento
por medio de! cual ilegalismos que dicha ley permite, tolera o
inventa como privilegios de clase; o bien, ilegalismos que prohíbe,
aísla y define como medio de dominación. En tal sentido postula
que "(...) las leyes están hechas por unos y que se imponen a los
demás". Los ilegalismos se constituyen en un elemento del
funcionamiento social cuyo papel está contemplado en la estrategia
general de la sociedad. La lucha anti judicial, expresa Foucault, es
una lucha contra el poder y no contra las injusticias de la justicia.
- Observamos que el poder tiene un gran espacio donde se pone
de manifiesto. Así tenemos que las distintas y múltiples formas de
represión, se globalizan desde la óptica del poder; vemos como la
represión está presente en las escuelas, en las universidades,
hospitales, ejércitos, etc.
-En Nacimiento de la clínica y en Historia de la locura, nuestro
pensador aborda el tema de cómo los discursos psiquiátrico,
psicopatológico, psicológico y psicoanalítico, entre otros, se
insertaron en occidente en virtud de ciertas y determinadas
condiciones que se dieron. La explicación que da Foucault al
desarrollo de dicha literatura es que se instauró un nuevo tipo de
poder social que nació a raíz de la fundación de los estados
manufactureros del siglo XVII, y de los estados industriales del siglo
XIX, que permitió hablar de una ciencia de la locura. La filosofía
insistió en ubicar paralelamente el saber y el poder, o lo que es lo
mismo se pretendió establecer el postulado de que el saber estaba
ubicado en una especie de espacio ideal, sacralizado y aislado de
todo cuanto aconteciera en la esfera del poder.
-En cuanto a la verdad, afirma que existen dos historias de la
verdad. La primera, considerada como una especie de historia
interna de la verdad, la historia de una verdad que se autocorrige
mediante sus propios mecanismos de regulación; esta es la historia
de la verdad tal y como se presenta en la historia de las ciencias. La
segunda, existe en nuestras sociedades, en muchos lugares de
nuestras sociedades donde se forma la verdad, es decir, en donde
se establecen y definen un conjunto de reglas de juego, a partir de
las cuales surgen determinadas formas de subjetividad,
determinados objetos, determinados tipos de saber; desde éstas se
puede realizar una historia exterior a la verdad. En este sentido,
nuestro autor hace referencia al caso particular de las prácticas
jurídicas, forma mediante las cuales se arbitran entre los hombres
las faltas cometidas y las responsabilidades, “constituyen una de las
formas a través de las cuales nuestra sociedad definió tipos de
subjetividad, formas de saber y en consecuencia relaciones entre
los hombres y la verdad". Lo mismo ha sucedido con el
conocimiento es el resultado, el fruto del enfrentamiento, de la
unión de la lucha y el compromiso entre los instintos.
- En sus estudios sobre el funcionamiento del poder en la sociedad,
Michel Foucault considera que cada época cultural posee un
código fundamental, un orden o configuraciones que adopta el
saber -que llama episteme- lo que se dice y se calla en aquella
cultura y sobre cuyo fondo se elaboran, piensan e interpretan los
objetos (a priori histórico). Además, al pasar la ciencia a ocupar el
papel hegemónico, ya no importaba discutir sus fundamentos, por
lo cual se anuló el papel de la filosofía. Incluso, en la modernidad se
trató de vender la filosofía como especulación, es decir, como
metafísica.
En tales circunstancias, afirma que la verdad no es ajena a la
cuestión del poder; la verdad se produce en atención a múltiples
relaciones y luchas por el poder, agonísticas permanentes en las
instituciones y en amplio ámbito de los saberes. Cada sociedad
erige su política de la verdad, cada sociedad construye los rituales
que permiten aceptar la verdad y descartar lo que considera falso.
De tal manera, que la verdad no está más allá del poder, está en
permanente interacción con el poder y los efectos de éste la
impactan conminándola a sufrir mutaciones.
Es así como Foucault traslada su mirada no ya a los discursos sino a
las distintas formas de dominio del hombre sobre el hombre,
indicando cómo verdad, saber y poder están íntimamente
relacionados. Es aquí donde nosotros observamos una analogía con
los paradigmas que se han impuesto en el mundo porque ha habido
un poder que los ha instaurado y los ha mantenido vigente hasta
que ese poder se desintegra por la sustitución de un poder por
otro, en el que ahora hay nuevos protagonistas y por tanto nuevas
formas de pensar y de actuar.
Normalización: El poder no se subordina a las estructuras
económicas, no actúa por represión sino por normalización, por lo
cual no se limita a la exclusión ni a la prohibición, ni se expresa ni
está prioritariamente en la ley. La norma construye una clara y
tajante división entre dos poblaciones: aquellos que son juzgados
en tanto que "capaces", "aptos", "normales" y los que, por la razón
que fuese, son considerados como sus contrarios
exactos. Precisamente porque el carácter intrínseco de la expansión
del poder disciplinario involucra el espacio de la sanción y de la
corrección antes que el de la punición y del castigo ligada al campo
jurídico, corregir para usar más y mejor es la consigna. Aquello que
es juzgado normal en el caso de la epidemia de viruela
(enfermos/no enfermos) involucra la densidad misma de la
población como índice de análisis. Por lo tanto, las distribuciones
territoriales, su densidad poblacional, su tasa de mortalidad
infantil, sus condiciones de higiene, inciden directamente en la
consideración de lo que puede ser juzgado en tanto que "normal".
En consecuencia, la idea de un gobierno como gobierno de la
población agudiza más aún el problema de la fundación de la
soberanía y agudiza también la necesidad de desarrollar las
disciplinas. De modo que es necesario comprender esto no como el
reemplazo de una sociedad de soberanía por una sociedad de
disciplina, y luego una sociedad de disciplina por una sociedad de
gobierno. Tenemos, de hecho, un triángulo: soberanía, disciplina y
gestión gubernamental; una gestión gubernamental cuya mira
principal es la población y cuyos mecanismos esenciales son los
dispositivos de seguridad.
Biopoder: En el siglo XIX «el poder se hizo cargo de la vida», la
antigua soberanía sobre el individuo se transformó en una
soberanía sobre la especie humana, sobre «la población», concepto
nuevo que será fundamental para la biopolítica.
El Biopoder, que son un conjunto de estrategias de saber y
relaciones de poder que se articulan en el siglo XVII sobre lo
viviente en Occidente. Es el conjunto de mecanismos por medio de
los cuales aquello que, en la especie humana, constituye su parte
fundamental, pasará a formar parte de una política, una estrategia
política, una estrategia general de poder. Es decir, que, a partir del
siglo XVIII las sociedades occidentales modernas, tomaron en
cuenta el hecho biológico fundamental que la especie humana es
una especie biológica. Se trata de un análisis de mecanismos de
poder, no de una teoría general del poder. El Biopoder opera por
mecanismos de poder que lo por medio de lo “jurídicos legales,
disciplinarios y de seguridad”.
Foucault distingue dos técnicas de Biopoder que surgen en los
siglos XVII y XVIII. Las disciplinas del cuerpo (anatomopolítica) y las
regulaciones de la población (Biopolítica) son los ejes alrededor de
los cuales se despliegan los mecanismos de poder sobre la vida. La
anatomía y la biología, la emergencia del individuo como
inteligibilidad posible y las tecnologías que lo encierran dan cuenta
de un poder cuya función ya no es matar, sino que invadir la vida en
su totalidad.
-La primera de ella es la técnica disciplinaria o anatomía política,
que se caracteriza por ser una tecnología individualizante del
poder, basada en la disciplina como instrumento de control del
cuerpo social, penetrando en él hasta llegar hasta sus átomos: los
individuos particulares. Vigilancia, control, intensificación del
rendimiento, multiplicación de capacidades, emplazamiento,
utilidad, etc. Todas estas categorías aplicadas al individuo concreto
constituyen la disciplina anatomopolítica.
-El segundo grupo de técnicas de poder es la biopolítica, que tiene
como objeto a poblaciones humanas, grupos de seres vivos regidos
por procesos y leyes biológicas. Esta entidad biológica(población)
posee tasas conmensurables de natalidad, mortalidad, morbilidad,
movilidad en los territorios, etc., que pueden usarse para
controlarla en la dirección que se desee. De este modo, según la
perspectiva foucaultiana, el poder se torna materialista y menos
jurídico, ya que ahora debe tratar respectivamente, a través de las
técnicas señaladas, con el cuerpo y la vida, con el individuo y la
especie. Para el autor, el desarrollo del Biopoder y sus técnicas
constituyen una verdadera revolución en la historia de la especie
humana, ya que la vida está completamente invadida y gestionada
por el poder. Los efectos del Biopoder hicieron que las sociedades
se volvieran normalizadoras, usando como pretexto la ley, y las
resistencias a dicho poder entraron al campo de batalla que éste
delimitó previamente, ya que se centraron justamente en el
derecho a la vida, al cuerpo, desplazando a otros objetos de luchas.
La Biopolítica es heredera de esta preocupación y nueva forma de
gestión por parte del poder político. Foucault sitúa su emergencia a
mediados del siglo XVIII y acusa que es un procedimiento que se
dirige al cuerpo-especie, abriendo para el gobierno de los cuerpos
una biopolítica de la población”. Se instauran así una serie de
mecanismos y técnicas sobre lo social que buscan el cuidado de la
vida bien gestionada.
Dispositivos: Foucault afirma: “un dispositivo es esto: unas
estrategias de relaciones de fuerzas soportando unos tipos de
saber, y soportadas por ellos”. El dispositivo es estratégico, pero la
estrategia no es una cualidad exclusiva del mismo, sino de las
relaciones de fuerza, de los juegos de poder, que lo exceden
enmarcándolo. La materialidad del dispositivo se circunscribe al haz
de relaciones -a la red- que vincula una serie de elementos disímiles
entre sí: lo dicho con lo no dicho, las prácticas discursivas con las
prácticas no discursivas, el saber con el poder, etc. Su modo de
instalación en lo real se articula alrededor de la estrategia. Estas
cualidades permiten al dispositivo tener un emplazamiento
histórico y responder a urgencias específicas de un tiempo y
espacio singulares. No hay, en consecuencia, universalidad en el
dispositivo foucaulteano, sino un carácter fuertemente localizado y
ajustado a una coyuntura determinada de fuerzas.
Dos componentes que aparecen como constitutivos de los tres
tipos de dispositivos: a) la multiplicidad, como fondo sobre el cual
éstos operan, y b) la microfísica, como nivel propio del accionar de
los mismos. “Microfísica” para designar el lugar de encuentro entre
el poder y los cuerpos, entre los enunciados considerados como
legítimos y las identidades conferidas a los individuos. “no se puede
utilizar la noción de aparato de Estado porque es demasiado
amplia, demasiado abstracta para designar esos poderes
inmediatos, minúsculos, capilares…”, y concluye, a continuación, “el
aparato del Estado no explica esta microfísica del poder”. Fundar la
“microfísica” -comprendida como el espacio de operatividad propio
de los dispositivos. Es posible releer el “dispositivo de sexualidad”
como un dispositivo “híbrido”, formado por la articulación de dos
matrices, el dispositivo disciplinario (las disciplinas del cuerpo) y el
dispositivo de seguridad (regulación de las poblaciones). De aquí
que, si la microfísica es una característica del análisis de las
relaciones de poder en términos de dispositivos, el punto de vista o
la perspectiva deben estar recortados a partir de un criterio que no
sea la magnitud. Tal criterio estaría representado por la
“multiplicidad”.
Dispositivo que al intercalar saber-poder-verdad revelan cómo los
discursos jurídicos, médicos, religiosos y políticos no caen sobre los
cuerpos, sino sobre las poblaciones. Tres tipos fundamentales de
dispositivos: a) jurídicos (o de soberanía), b) disciplinarios y c) de
seguridad. Los mismos operan como “matrices de
transformaciones” y comparten entre sí algunas características
comunes. Y su dominio o campo de acción son las multiplicidades.
Así, el dispositivo jurídico forja individuos que son sujetos de
derecho, el disciplinario genera cuerpos individuales normalizados y
el de seguridad construye una realidad estadística, la población. A
su vez, cada cual opera sobre su objeto a partir de modos
diferenciados de combinar e interrelacionar elementos;
precisamente, el dispositivo jurídico acciona mediante
prohibiciones, el disciplinario a través de reglamentaciones y el de
seguridad por intermedio de regulaciones. El dispositivo se opone
al “aparato”. Los “aparatos ideológicos de Estado” hacen referencia
a instituciones consolidadas, tanto en la esfera pública como
privada,65 a diferencia de aquello que el dispositivo intenta
mentar, es decir, una estrategia que reúne, circunstancialmente, un
conjunto de elementos a efectos de lograr un fin determinado.
Población: entre los siglos XVII y XVIII la irrupción de la población
como problema, como sujeto político con características propias,
anuda el objetivo del gobierno con las riquezas que produce un
territorio determinado. Permitió la constitución de un saber de
gobierno que gira alrededor de la población en el más amplio
sentido del término, lo que se llama precisamente la ‘economía’. La
economía política pudo constituirse a partir del momento en el que
apareció un nuevo sujeto que era la población. El paso de un arte
de gobernar a una ciencia política, el paso de un régimen dominado
por las estructuras de soberanía a un régimen dominado por las
técnicas de gobierno se produce en el siglo XVIII alrededor de la
población y, en consecuencia, alrededor del nacimiento de la
economía política. La población se constituye como problema que
ofrece ciertas regularidades inherentes a su condición y que
requiere formas de intervención específicas. Por esto mismo es
preciso analizar la articulación de los dispositivos de seguridad con
los mecanismos disciplinarios a partir de la preocupación acerca de
cómo administrar la creciente heterogeneidad que presenta el
esbozo de la ciudad capitalista. La seguridad como formulación en
tanto que problema, implica la aparición de la libertad y
fundamentalmente de la libre circulación de personas, bienes y
cosas. Un dispositivo de seguridad sólo puede funcionar
correctamente bajo la condición de que se lo provea de algo que es
la libertad, en el sentido que este término toma en el siglo XVIII. ya
no más las franquicias y los privilegios ligados a una persona sino la
posibilidad de movimiento, desplazamiento, circulación de gente y
de cosas.
Soberanía:
Disciplina: La disciplina es un tipo de poder que implica un conjunto
de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de
aplicación, de metas, de tecnología. El poder disciplinario fabrica
individuos, encauza sus conductas, los guía en la multitud
multiplicando sus fuerzas. Es un poder modesto, meticuloso,
simple, triunfante, discreto e intenso.
La disciplina se ejerce, por supuesto, sobre el cuerpo de los
individuos, pero hay disciplina solamente en la medida en que hay
una multiplicidad y un fin, o un objetivo, o un resultado por obtener
a partir de tal multiplicidad. La disciplina escolar, militar, también
penal, la disciplina en los talleres, la disciplina obrera, es una cierta
manera de administrar la multiplicidad, de organizarla, de fijar sus
puntos de implantación, las trayectorias laterales u horizontales,
verticales y piramidales, la jerarquía, etc. La disciplina es un modo
de individualización de las multiplicidades y no algo que, a partir de
los individuos trabajados a título individual, construiría una suerte
de edificios de múltiples elementos. Por lo tanto, tanto la soberanía
como la disciplina y la seguridad conciernen a multiplicidades.

Los dispositivos disciplinarios: Se trata de la normalización


disciplinaria a través del control minucioso de los cuerpos y las
almas. hay un modelo a seguir y hay que domesticar a los humanos
para que se parezcan al máximo a este ideal. la obediencia es la
condición. Se trata de obligar a hacer unas cosas y de prohibir
otras. La familia, la escuela, el ejército, la prisión siguen estos
procedimientos disciplinarios. la norma es básica, es el carácter
fundamental y primario de la disciplina. Se impone a partir del siglo
XVII.
Seguridad:
A partir del siglo XVIII se consolidan otros dispositivos (sin sustituir
a los anteriores). Son los de la seguridad, que son dispositivos para
gestionar las series abiertas que solo pueden controlarse a través
de probabilidades. Se trata de buscar la media, los límites, los
porcentajes estadísticos de normalidad. Se trata de regular y
prevenir, además de intervenir. Más que una norma que se impone
es una regla que regula. A partir del siglo XVIII el gobierno de las
conductas se hace no solamente a partir de los dispositivos
disciplinarios, también con los dispositivos de seguridad.
Biopoder: Práctica de los estados modernos de "explotar numerosas y
diversas técnicas para subyugar los cuerpos (sujetos)y controlar la
población".

Pasamos de la ley del poder soberano, que deja vivir y hace morir
cuando no se cumple. Es un gobierno sobre bienes y territorios más
que sobre personas, que deben limitarse a cumplir porque es su
vida la que está en juego. Luego viene la biopolítica, que es un
hacer vivir de una determinada manera y un dejar vivir. la vida debe
ser productiva. norma del poder disciplinario, poder sobre cada
cuerpo y cada alama, que deben conformarse a un modelo. Es
autoritario. Finalmente, la regla que garantiza la seguridad, los
límites donde las conductas pueden hacer. Es liberal, porque deja
hacer. La libertad es necesaria para su funcionamiento.
En las sociedades contemporáneas hay que entender en que
medida se combinan el poder de la ley, con el de la disciplina y el de
la seguridad. En cada sociedad es un caso diferente donde
predomina una sobre la otra. En las democracias liberales
avanzadas está claro que es la seguridad la que predomina, pero sin
olvidar la norma disciplinaria. Y la ley se plantea desde una
soberanía que no es la del emperador, el monarca, el señor feudal
sino el pueblo.
Gubernamentalidad: En el curso del año 1979, es decir, cuando
Foucault se encuentra trabajando de manera plena en el campo de
los fenómenos “globales” -en especial el programa del
neoliberalismo alemán- a partir de la novedosa noción de
“Gubernamentalidad”.
A partir del siglo XVI aparece el problema del gobierno en
diferentes ámbitos: el gobierno de uno mismo, que implica un
retorno al estoicismo; el gobierno de las almas y de las conductas;
el gobierno de los niños, con la pedagogía; y el gobierno de los
Estados. En cierta manera el gobierno de los Estados implica la
introducción de la economía en la política: el problema de la
gestión de los recursos. El gobierno implica un disponer de las
cosas, no un tomarlas como hacía el soberano a partir de la ley que
imponía. El arte de gobernar se consolida a partir del siglo XVIII.
Hasta este momento estuvo muy atrapado en las estructuras
burocráticas de la monarquía administrativa. La población pasa a
ser el elemento central y dentro de ella la familia deja de ser el
modelo para pasar a ser un dispositivo de control de la población,
la forma básica de gobierno de las almas y las conductas.
¿Qué es la Gubernamentalidad? En primer lugar, es el conjunto de
procedimientos, estrategias, instituciones y análisis que permiten
ejercer un control sobre la población. Está siempre ligada a la
economía política y a los dispositivos de seguridad. En segundo
lugar, la tendencia que se inició en Occidente de priorizar el
gobierno, es decir el control, sobre la soberanía y la disciplina. En
tercer lugar, el proceso de gubernamentalización de un Estado que
se inicia en el judicial de la Edad Media y continúa en el
administrativo de los siglos XVI y XVII hasta llegar al Estado
moderno, que se configura en el siglo XVIII. Las bases de la
gunbernamentabilidad serán el poder pastoral, el policial y el
diplomático-militar. Lo que es propio del gobierno, de la
gubernamentabilidad es que no se gobierna territorios, se
gobiernan los hombres, las poblaciones. La idea del gobierno de los
hombres viene de Oriente, que es el precedente del poder pastoral,
que es el de la dirección de las almas. El poder pastoral se consolida
con el cristianismo, adquiriendo nuevas significaciones. La primera
es que el pastor debe rendir cuentas periódicamente a sus ovejas
del trabajo realizado, de una manera precisa y concretando las
virtudes y los defectos. El pastor debe, además, sacrificarse por sus
ovejas hasta la muerte. El pastor no debe esconder sus debilidades,
debe dar a conocer su imperfección. Pero sobre todo es importante
la importancia que se le da a la obediencia como virtud esencial del
rebaño. La obediencia no es un medio sino una finalidad: adquiere
un valor por sí misma, es un bien fundamental. El pastor tiene
también una labor de enseñanza, que es básicamente una dirección
de la conciencia. La dirección de conciencia no es voluntaria, es
obligatoria. La individualización es también fundamental. Se
constituye un sujeto sujetado a otra que ejerce un poder absoluto
sobre él. Gobernar no es reinar (soberanía) ni guiar ( poder
pastoral). Con el gobierno parece la razón de Estado, el arte de
gobernar. El Estado no debe preocuparse por la salvación de los
hombres. Gobernar es conducir la conducta de los hombres, de la
población. Pero no para salvarlos sino para fortalecer el
Estado. Este gobierno necesita un saber. ¿Cuál es este saber? En
primer lugar, la estadística. De la rivalidad entre príncipes se pasa a
la competencia entre Estados. Es importante que ningún Estado
pueda dominar a los otros, para lo cual es importante que la fuerza
conjunta de varias potencias pequeñas pueda contrarrestar a la
más grande. El instrumento básico es el militar-diplomático.
Dispositivo militar que comportarán la profesionalización del
ejército y dispositivo diplomático que suponen las embajadas
permanentes. Tenemos también la policía, que en su sentido
original quiere decir las instituciones que se ocupan de la seguridad
y el orden público. De hecho, junto a la Hacienda pública, la justicia
Pública y el Ejército solo se contempla la Policía como la institución
que gestiona el resto de funciones del Estado. Regula, por tanto, el
mercado, la demografía, la eliminación de la pobreza, la salud.
La gubernamentabilidad que va apareciendo en el siglo XVIII como
el gobierno de la sociedad y se basa mucho en la economía y en la
racionalidad científica. Aparece la población como algo que
gestionar a partir de un conjunto de fenómenos naturales. La
libertad es finalmente fundamental en la gubernamentabilidad y es
la policía y las leyes quien debe garantizarla. Por lo tanto, equilibrio
entre libertad y seguridad.

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