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EnriqueCases
21 agosto 2017
“Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni
a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la
invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a
tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado porque no tienen para corresponderte; se te
recompensará en la resurrección de los justos” (Lc). Muchas pobrezas son fruto de las mil
desgracias de la vida, y aún en el caso de que sean culpables, se debe vivir misericordia con el que
padece necesidad. El orden social se hace abierto y misericordioso, sin afectaciones.
“Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Bienaventurado el que coma el pan en el Reino
de Dios”. Pero Jesús le dijo: “Un hombre daba una gran cena, e invitó a muchos. Y envió a su
criado a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, pues ya está todo preparado. Y todos a
una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo necesidad de ir a
verlo; te ruego que me des por excusado. Y otro dijo: Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a
probarlas; te ruego que me des por excusado. Otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir.
Regresó el criado y contó esto a su señor. Entonces, irritado el dueño de la casa, dijo a su criado:
Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los ciegos
y a los cojos. Y el criado dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio. Entonces
dijo el señor a su criado: Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi
casa. Os aseguro, pues, que ninguno de aquellos hombres invitados gustará de mi cena”(Lc). Este
“oblígalos a entrar” muestra el deseo ardiente de Jesús para que todos puedan gozar de la dicha
de la salvación, las bodas eternas con Dios en el cielo y en la tierra. La invitación a todos es clara
una vez más, no caben excusas, por muy justificadas que parezcan.
EN UNA época en la que fácilmente se tilda a los jóvenes de egoístas, muchos de ellos,
como los antes mencionados, demuestran ser justo lo contrario. Entre los testigos de
Jehová, un buen número de jóvenes emplean su tiempo, energías y recursos para servir al
prójimo (Salmo 110:3). Veamos algunos ejemplos más.
Hannah, una niña estadounidense de cinco años a quien le encantan los caballos, tenía la
ilusión de comprarse uno de juguete que costaba 75 dólares. Sus padres le daban de vez
en cuando dinero para que lo metiera en un “cerdito” y así aprendiera a ahorrar. Al poco
tiempo ya tenía ahorrado más que suficiente para comprarse el caballito.
Sin embargo, por las mismas fechas, el huracán Katrina arrasó la costa estadounidense del
golfo de México. Hannah se compadeció de las víctimas y decidió donar todos sus ahorros
(más de 100 dólares) para socorrerlas. Escribió lo siguiente a la sede de los testigos de
Jehová: “Les mando este dinero porque amo a Jehová y deseo ayudar”. ¿Se fija nuestro
Dios en estas muestras de generosidad? La Biblia dice: “No olviden el hacer bien y el
compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios”
(Hebreos 13:16).
Después que dos huracanes azotaran Florida en el año 2004, una jovencita llamada Tiffany,
también de Estados Unidos, envió una carta a la sede de los testigos de Jehová en la que
decía: “A mi hermano Timothy y a mí nos gustaría donar 110 dólares. Aunque nuestra casa
no sufrió muchos daños, vimos lo que les pasó a otras. Queríamos colaborar de alguna
manera, así que comenzamos a ahorrar. Timothy se ganó 10 dólares ayudando a quitar
paneles de yeso en una casa, y yo pude ahorrar 100”. Tiffany tiene 13 años, y su hermano
solo 7. ¿Cuál es el resultado de anteponer los intereses de los demás a los
nuestros? Proverbios 11:25 afirma: “El que liberalmente riega a otros, él mismo también
será liberalmente regado”.
[Nota]
Se agradecen mucho los donativos para operaciones de socorro concretas; sin embargo, es
preferible hacerlos al fondo para la obra mundial de los testigos de Jehová, porque de ahí
se extrae el dinero cuando surge la necesidad.
PARA PENSAR
▪ ¿Hay alguien a quien puedas tenderle una mano?
▪ ¿Cómo puedes ayudar?
[Comentario de la página 25]
“No olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le
son de mucho agrado a Dios.” (Hebreos 13:16)
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 24 y 25]
¿POR QUÉ AYUDAR?
“Al ver a mis padres dedicar su tiempo y energías a servir a Jehová y al prójimo, se
despertó en mí el deseo de hacer lo mismo. Mi padre me dijo en una ocasión: ‘Cualquier
cosa que hagas por Jehová, por pequeña que sea, será para siempre. Jehová es eterno, y
nunca la olvidará. Pero si solo vives pensando en ti, no te servirá de nada, porque cuando
te mueras, lo que hayas hecho morirá contigo’.”—Kentaro, de 24 años (Japón).
“La verdad es que lo último que deseaba hacer un sábado por la tarde era ayudar a los
mayores con las tareas de la casa. Lo que quería era divertirme con mis amigos. Pero
cuando por fin dediqué tiempo a los hermanos mayores, disfruté mucho. Comprendí que
son personas como yo que también fueron jóvenes. Al conocerlos mejor, me sentí
motivado a ayudarlos.”—John, de 27 años (Inglaterra).
“De pequeño colaboraba en la limpieza del Salón del Reino y en muchas tareas más.
También me gustaba realizar trabajo físico a favor de los hermanos de la congregación.
Cuando ayudas a alguien, ves lo feliz que lo haces. Por ejemplo, una vez otros hermanos y
yo empapelamos el apartamento de una hermana mayor, y se puso contentísima. Al hacer
feliz a alguien, tú también te sientes feliz.”—Hermann, de 23 años (Francia).